Revista DELECTARE

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DELECTARE Revista Cultual los alumnos. Muchas estrategias no solo no nos motivan a los docentes para que pongamos en práctica las mejoras, sino que nos apartan aún más de la participación en la reforma y nos sumergen aún cada vez más en la “indigencia pedagógica”, exhibiendo nuestra incompetencia e impotencia y la falta de pericia para impedir que desde fuera se nos determine el hacer de nuestro ser docente. Vivimos y nos movemos en un mundo de significados y valores que se van asimilando hasta volverse parte de la vida cotidiana y convertirse en creencias, es decir, en juicios que se aceptan, que se dan por hecho y que se van transformando en puntos de partida. Creencias que se van reflejando en nuestras actitudes y conforman nuestras prácticas diarias, nuestro hacer cotidiano. Sin embargo y precisamente por esto (por la confianza riesgosa con la que aceptamos dichas creencias. Por su carácter subliminal, implícito y oscuro, porque quizá no han sido descubiertas sino sencillamente asumidas por instrucción, por modelación, imitación, por seguridad y sin mucha reflexión). Si queremos llegar a juzgar nuestro quehacer y transformarlo de verdad es muy importante tratar de descubrir estos valores y creencias y poder analizarlos. Un docente que no analice y cuestione su propia práctica, es un docente que permanece inmerso en la “indigencia pedagògica”. La descripción de lo que conforma nuestra práctica docente cotidiana nos ayudará a ir descubriendo todo lo que se oculta bajo los hábitos y las acciones que a veces realizamos mecánicamente. Traducir en palabras lo que hacemos y reflexionarlo después es una fuente de datos, discernimientos y juicios sobre nuestra labor; esta actividad es imprescindible para transformar nuestra práctica docente. Una práctica se compone de múltiples operaciones repetidas e interrelacionadas que se van haciendo habituales y que van conformando una manera de hacer que refleja una manera de ser. Recordemos que es el estilo de ser del docente lo que forma al alumno. Todo ello conforma la práctica docente y va relacionándose de determinada manera y convirtiéndose en hábitos que van conformando el “rito” educativo cotidiano. Toda

práctica lleva implícitos juicios de verdad y de valor que ya no se cuestionan y que, de algún modo, reflejan también definiciones fundamentales de los términos que orientan el quehacer. Pero ¿cuál es el ingrediente necesario para comenzar esta búsqueda, y que no sea desde fuera que se dicte nuestro hacer, sino que nazca desde las profundidades de nuestro ser que determinen ese hacer? ¿Cómo lograr hacer realidad el epígrafe parafraseado de Savater: (“hay que decirnos pedagógicamente a los que ya estamos (…) que lo transformemos todo empezando por nosotros mismos, pero guardando conciencia (…) de qué es y cómo es (de qué fue y cómo fue) lo que vamos a transformar”) La educación es la fuerza de cambio más poderosa del futuro y su reto consiste en modificar las formas de pensamiento de manera que este enfrente la complejidad creciente, la rapidez de las transformaciones y la imprecisión que caracteriza al mundo. Creer es la exigencia básica para empezar una búsqueda inacabable, impredecible, un tanto oscura pero profunda, trascendente y llena de sentido. Pero, ¿para qué creer? Creer es una condición imprescindible: debemos creer como posible, viable, factible y asequible una construcción del hombre. Es también un punto de partida: debemos creer invirtiendo los papeles torcidos de este mundo fanático de Tomás el apóstol que quiere, ante todo, ver: ver para creer, para querer, para hacer, para ser….. Para nosotros, los docentes, creer es importante para empezar a buscar el auténtico desarrollo humano en el “aula nuestra de cada día” posiblemente lo encontremos en una sencilla sesión de clase, en un espacio y tiempo limitados, pero misteriosamente lleno de posibilidades, imposibilidades, encuentros, desencuentros, en el arte de compartir el saber de manera sabrosa, en el gozo experimentado en manifestar en el aula (parafraseando a Platón) nada de poder algo de saber y mucho de placer, o en el peor de los casos mucho de poder, jac22


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