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El servicio como camino hacia la esperanza
El padre Arrupe, como Superior General de la Compañía de Jesús, impulsó a los jesuitas a la preocupación eficaz por la justicia en el mundo; a trabajar por impedir las causas estructurales de las injusticias. Pero también la impulsó a trabajar para remediar necesidades urgentes, inmediatas. Un ejemplo fue su interés por los refugiados.
En la Compañía se leyó, casi al mismo tiempo, las noticias de los periódicos sobre el éxodo marítimo de numerosos migrantes de países del Extremo Oriente, en pequeñísimas y frágiles embarcaciones, y los telegramas de Arrupe a todos los superiores provinciales pidiéndoles que se interesaran por ellos. Así, ante la terrible situación que presentaba el mapa de los refugiados, cuyos campos había visitado en Camboya, Tailandia y otras partes, el 14 de noviembre de 1980 fundó el Servicio Jesuita a los Refugiados (JRS).
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Fue la rúbrica de su epopeya apostólica, truncada por la enfermedad sobrevenida en agosto del siguiente año. Un Arrupe enfermo, a pesar de sus dificultades de movilidad, visitó frecuentemente a los refugiados que eran atendidos por un grupo de jóvenes jesuitas del Colegio del Gesù, de Roma.