Fiebre en las gradas- Nick Hornby

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INTRODUCCIÓN DOMINGO, 14 DE JULIO DE 1991 Siempre está ahí, esperando el momento de salir a relucir. Me levanto a eso de las diez, preparo dos tazas de té, las llevo al dormitorio y coloco una en cada mesilla. Los dos nos tomamos el té a sorbos, con aire pensativo. Al poco de haber despertado se producen esos largos silencios aún colmados por los sueños, jalonados por un comentario ocasional: sobre la lluvia, sobre la noche anterior, sobre el hecho de que esté fumando en el dormitorio aunque había dicho que no volvería a hacerlo. Ella me pregunta qué voy a hacer esta semana, y yo pienso: 1) veré a Matthew el miércoles. 2) Matthew aún tiene mi vídeo de Campeones. 3) [Al recordar que Matthew, hincha del Arsenal de forma puramente decorativa y que hace un par de años que no visita Highbury, y que por tanto no ha tenido ocasión de ver a losfichajes más recientes en carne y hueso] me pregunto qué pensará de Anders Limpar. Y en tres sencillísimos pasos, a los veinte minutos de haberme despertado, ya estoy lanzado. Veo a Limpar cuando encara a Gillespie, lo veo amagar una finta a la derecha y caer: ¡PENALTI! ¡MARCA DIXON! ¡2-0!... Veo el taconazo de Merson y veo que Smith chuta con la derecha al segundo palo, en el mismo partido... Veo la vaselina que le coló Merson a Grobbelaar en Anfield... Veo a Davis revolverse en el área y chutar contra el Aston Villa... (Y todo esto, atención, sucede en una mañana de julio, que es nuestro mes de vacaciones, durante el cual no se juega al fútbol en ninguna parte.) Cuando dejo que ese estado de pura ensoñación se apodere de mí por completo, hay veces en que sigo sin parar y repaso los partidos de Anfield en el 89, de Wembley en el 87, de Stamford Bridge en el 78, y toda mi vida de aficionado al fútbol pasa vívidamente ante mis ojos. —¿En qué estás pensando? —me pregunta. En ese instante le miento. No estaba pensando en Martin Amis, en Gérard Depardieu ni en el Partido Laborista, para nada. Claro está que los obsesos no tienen posibilidad de elección: a la fuerza tienen que mentir en instantes como ése. Si tuviéramos que decir siempre la verdad, seríamos incapaces de mantener una relación normal con cualquier persona que viva en el mundo real. Nos tendríamos que pudrir lentamente con nuestros programas de mano de los partidos del Arsenal, con nuestra colección de discos originales, etiqueta azul, de la Stax, o con nuestros spaniels de pura raza King Charles, y nuestras ensoñaciones de minuto y medio de duración irían haciéndose más y más largas, hasta terminar por perder nuestro trabajo, dejar de ducharnos, de afeitarnos, de comer, y al final nos pasaríamos la vida revolcándonos por el suelo con toda nuestra basura, rebobinando el vídeo una y otra vez, empeñados en aprendernos de memoria todos los comentarios del locutor, incluido el análisis experto de David Pleat, correspondiente a la noche del 26 de mayo de 1989. (¿Piensa el lector que he tenido que comprobar la fecha? ¡Ja!) La verdad es así de simple: durante largos ratos de un día normal y corriente, soy un perfecto idiota.


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