El Mar que nos alimenta

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EL MAR QUE NOS ALIMENTA

Juan Carlos M. Cancela


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Verano del 2.011. Llevo días compartiendo tiempo y conversación con un hombre de mar que tuvo que alejarse de él por causa de un accidente. Sabe de mi pasión por la fotografía y me-sugiere/le-pido acercarnos una mañana temprano al puerto de Santoña. Yo con mi cámara y él con su conocimiento del lugar y de la gente. Poco a poco, mezclando sabiamente historias, me ha ido narrando lo que allí sucede a esas horas. El final de un proceso de pesca que culmina con la descarga del pescado. Yo ya conocía el escenario y él me ha leído el guión. La película toma forma en mi cabeza. Entiendo ahora los movimientos de barcos que veo por las tardes y las mañanas cuando miro al mar desde una posición varios kilómetros al oeste del puerto. Entiendo lo que está sucediendo alrededor de esas intensas luces que flotan en medio de la negrura de la noche donde unas horas antes se extendía el mar. Un bote con enormes focos ha sido arriado y se aleja un poco del barco que lo portaba. Como en las mariposas, la luz provoca en los peces una intensa atracción. El barco se pone en marcha e inicia el cerco rodeando la trampa con su red. Imagino la luz, el olor, los sonidos. Se tienen que estar ambientando allí escenas mágicas. Y peligrosas. Ojalá algún día consiga salir una noche con mi cámara en uno de esos barcos. Podría añadir a este reportaje el que sin duda sería su capítulo estrella.

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La actividad portuaria

Soltaron amarras ayer por la tarde. Navegaron hacia el oeste en busca de los bancos de peces y regresan a puerto por la mañana. El verano está siendo decepcionante. Todos los barcos esperaban la llegada de los bonitos pero los bonitos no han venido. Supongo que alguien sabra por qué. Dependiendo a quien preguntes obtienes una respuesta. Ciclos naturales, hábitos impredecibles, elevación de la temperatura del agua, sobrepesca,... Hay algo legendario en este oficio pero no podemos olvidarnos que es principalmente una industria que nos proporciona alimento, da trabajo y, sobre todo, genera beneficios. Así que, si no hay bonito, se sale a por peces más pequeños. Principalmente chicharro o verdel. En el puerto, todos los interesados en el negocio ya han sido informados por teléfono de lo que trae cada barco. Especie y toneladas. Si, toneladas. Es el lenguaje de la industria. Ni unidades ni kilos. Toneladas. Los experimentados hombres de mar que por diferentes razones ya no salen a pescar, no pueden saber que especie guarda en la bodega el que aparece en la foto pero no le quitan ojo desde que atraviesa la bocana del puerto. —Ese viene hasta arriba— te dicen. —¿Y en que se nota?— pregunto. —Ahora, con estos barcos tan pesados, en casi nada, pero mira como se le levanta un poco la popa. Tiene que venir muy cargado para que se vea el cambio en la línea de flotación— me responden, mientras mi mente se va enredando en el principio de Arquímedes, los pares de fuerzas y otras teorías geométricas. El largo "turno de noche" que los tripulantes de este pesquero llevan a sus espaldas no ha terminado aún. Tienen ahora que atracar en el muelle o esperar a que otros que llegaron antes dejen un hueco, descargar el barco y meter el pescado en la lonja. Sólo cuando toda esta tarea haya teminado se podrán ir a dormir para, por la tarde, empezar de nuevo el ciclo.

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Impresiona ver como encajan en un hueco del muelle una mole de este tamaño y peso sin golpear a otros barcos o a la pared de hormigón. Mucha inercia y sin frenos. Una combinación que solo se puede compensar con la pericia del patrón y la colaboración de los tripulantes.

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Comienza la descarga de la captura. Para mí, ignorante en cuestiones de pesca, el sistema me resulta sorprendente. El puerto de Santoña cuenta con dos máquinas que seguro tienen un nombre más rimbonbante pero aquí, todos les llaman chuponas. Con la bodega previamente inundada, un potente aspirador extrae el agua y el pescado a través de ese enorme tubo. Al pasar por una rejilla, se orienta a los peces hacia los contenedores y el agua se vierte al mar por gravedad a través de otro tubo. En la foto de la portada y en otras que vendrán después, se aprecia mejor la zona donde se separa el agua del pescado. Todo muy eficiente pero, cuando funciona bien, hay que ver a qué ritmo tienen los pescadores que mover esos grandes cajones. No os dejéis engañar por el aspecto relajado de los que aparecen en la foto de la derecha. En cuanto empiecen a salir los peces a chorro, no hay mucho tiempo para la conversación.

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No todos los barcos utilizan las chuponas. Algunos traen el pescado ya colocado en cajas que, apiladas, se van extrayendo desde el interior de las bodegas con una grúa del propio barco. Quizá por no haber tenido una gran noche de pesca o por no esperar a que se libre una de las dos máquinas. Con estas fotos sin embargo, se intenta mostrar el caos aparente, que no real, de un puerto en las horas de la descarga. Mástiles, brazos de grua, redes y, lo que más me llama la atención, la maraña de cabos por todos lados. En embarcaciones que se mueven con motor. Cómo tenía que ser cuando se navegaba a vela.

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Ir y venir de máquinas y personas trasladando cajones desde el muelle al interior de la lonja. Carretillas elevadoras motorizadas y otras manuales compitiendo con ellas. La sincronización de esos dos sobre el skate en el que han convertido la traspaleta es un magnífico ejemplo de que la eficiencia puede ser divertida. Esa técnica ha tenido que ser depurada a costa de muchos cajones trasladados.

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Ya estamos dentro de la lonja. El pescado es pesado y cubierto con hielo. Los palés completos se sujetan con film para ser cargados en los camiones. Los trabajadores de la foto izquierda están con ropa "de calle". Habrán venido hasta el puerto como muchos otros días para sacarse un dinero si la noche de pesca ha sido buena y hay mucha mercancía que preparar. Trabajarán unas horas hoy y mañana probarán suerte de nuevo.

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El recinto de subastas dentro de la lonja. Esperaba ver el espectáculo que suponen las pujas pero en los días que acudí no se produjeron. Igual se utiliza este sistema en otro tipo de campañas de pesca. Para estas, las ventas se gestionan a través de mayoristas que permanecen toda la mañana pegados a sus teléfonos móviles u observando el tamaño y la calidad de los peces.

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Alrededor de una actividad principal se van enlazando otras. Y esas otras con otras. — Estas son de casa— dicen los pescadores de Santoña de las gaviotas que se arremolinan en el puerto en cuanto ven aparecer los barcos. Para qué gastar energías en la pesca si los desechos de lo que pescan otros son suficientes. De espaldas al frenesí de la descarga, las rederas, un oficio que requiere de gran habilidad y paciencia, van reparando los desperfectos de las redes.

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Pescadores

¡Quien quiera peces que se moje el culo! Famoso dicho popular que no se cumple precisamente cuando se habla de peces de verdad. Casi todos incorporamos el pescado a nuestra dieta de una forma directa o indirecta pero sólo unos pocos se mojan el culo para capturarlo. El culo, la cara y el cuerpo entero. A veces por la lluvia, otras veces por las olas que sobrepasan la cubierta, a menudo por ambas cosas y siempre por el sudor. Trabajo duro este de la pesca. Bastante peligroso además. Por suerte, la tecnología utilizada en la construcción de los barcos y la fiabilidad en la predicción del tiempo ha mejorado mucho ultimamente. Pero el mar sigue siendo un gigante con muy mala leche que cada año sorprende a alguna embarcación y la hace zozobrar. Sin llegar a esas situaciones dramáticas, las condiciones de trabajo en ese pequeño perímetro delimitado por la borda son difíciles. Máquinas muy poderosas para extender y halar redes moviéndose por encima y al lado de una cuadrilla de hombres atentos cada uno a su tarea. Sobre una superficie inestable y húmeda que es la cubierta del barco. Con algunas jornadas extenuantes que hacen reducir los niveles de autoprotección. El riesgo de un accidente en este escenario es grande. Y, por desgracia, a veces se produce. El que más o el que menos de los habituales en el oficio ha tenido un buen susto, ha recibido un fuerte golpe o ha tenido algún miembro atrapado por un cabo. A la mayoría no les ha dejado secuelas graves pero a unos pocos les retiró de la vida activa con una merma de sus capacidades. No es de extrañar que los pescadores tengan fama de gente ruda. No voy a presumir yo de haber llegado a conocerlos por unas horas entre ellos haciéndoles fotos o por veinte minutos de conversación alrededor de una cerveza. Pero si que me voy a permitir decir que no me he llevado esa sensación. Como en botica, habrá de todo. Pertenecer a un colectivo no le hace a nadie perder su propia individualidad. Yo me he sentido a gusto entre ellos. Alguno, como dije en la introducción, me ha contado historias que me han acercado mucho a la realidad de este gremio. Lo han hecho con tranquilidad, sin dramatismos. Su modo de relatar ha sido, al mismo tiempo, preciso y poético, firme y dulce. De entre las muchas fotos tomadas, he elegido estas para este capítulo porque creo que transmiten estados de ánimo muy diversos. Alegría, cansancio, concentración, ensimismamiento,... Tampoco la elección ha sido particularmente difícil. A los que les ha tocado desarrollar un trabajo intenso, suelen vivir con intensidad, transmitiéndolo en su forma de mirar o en la manera de moverse. Si te permiten estar en medio de ellos con tu cámara, lo normal es que seas capaz de recoger alguno de esos momentos. Aunque sólo sea por casualidad.

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Peces

Hasta ahora no lo ha parecido pero esta historia es un drama. Mueren en ella los protagonistas. Parecen actores secundarios (apurando mucho hasta extras). Son sin embargo los peces las estrellas de este relato. No voy a hacer una campaña en defensa de la dignidad de los animales ni voy a reivindicar un puesto superior en nuestra cultura para la familia de los peces a la que casi todos nosotros (al menos yo sí), colocamos por debajo de los mamíferos y de las aves y más o menos al mismo nivel que los insectos. Lo que si voy a defender es la importancia de estos animales para la supervivencia y la salud de los humanos. Y también defenderé la necesidad de que se estudien con método científico y libre de intereses comerciales, los aspectos relacionados con todo tipo de vida que puebla los mares, la interacción entre las especies y lo que es bueno y malo para mantener el equilibrio. Sostenibilidad es la palabra de moda ¿Será porqué la sentimos amenazada? Yo no tengo modo de saber si la extracción que se está haciendo en el mar es sostenible o no. No abordo este asunto como un científico. No lo soy. Tampoco como un periodista. Ni lo soy ni he investigado nada. Lo abordo desde el ciudadano de a pie que oye las noticias, que escucha decir a gentes de mar que el volumen de peces no es el de hace años y también desde el que compra en la pescadería y ve cada vez menos variedad de especies salvajes en ella. En el devenir evolutivo, nos ha tocado el papel de animal dominante. Está en nuestras manos generar equlibrio o destrucción. El título que se le ha dado a esta publicación (El Mar que nos alimenta) no es casual. No se ha puesto exclusivamente porque al autor le suene bien. Qué nos parezca que podemos dejar de pensar en qué comemos porque tenemos nuestra alimentación garantizada es un error que entraña un enorme riesgo. Podemos prescindir de muchas de las cosas que hemos llegado a considerar básicas pero no debemos olvidar que, a malas, lo único necesario es el aire que respiramos, el agua que bebemos y el alimento que comemos.

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Retratos de Familia

Es este el último capítulo del libro. En lugar de la típica colocación de las agradecimientos al final del final, yo los voy a colocara aquí. Me siento muy agradecido a las personas que aparecen en él y a todos sus compañeros (no hay evidentemente una foto de cada uno). En las pocas horas que pasé entre ellos no dejé de ser un desconocido pero siempre se me trató bien y se me dejó hacer. Para mí, se equivoca cualquiera que considere esto un detalle sin importancia. Alguien como yo, de vacaciones, con una cámara, en un espacio no cerrado pero dudosamente público y, en medio de gente trabajando, puede ser un poco molesto. Apurando un poco más, un verdadero intruso. Agradezco también la información que recibí de Gregorio en nuestras largas conversaciones. No hay ninguna foto tuya en el reportaje pero sí apareces en alguna de las que tomé. Espero poder ofrecértelas en breve. Mientras sacaba las fotografías de esta publicación nunca me oculté y, como se puede ver, las de esta capítulo, son una serie en la que prácticamente todos los fotografiados están posando para la cámara. Así y todo, en la última página aparece mi dirección de correo electrónico. Si alguien desea que elimine de este libro la foto o fotos en las que aparece no tiene más que hacérmelo saber. Del mismo modo, considero que cualquier persona que aparece en una foto tomada en la calle es tan propietario de la misma como el fotógrafo que la tomó. Así, estaré encantado de enviar una copia digital a cualquiera de los protagonistas que me lo pida. He titulado el capítulo retratos de familia porque son los típicos posados. Lo hago muy a gusto porque no sé que tiene esta gente. Mi familia, cuando posa, no es ni la mitad de natural que ellos.

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Índice

Introducción

La actividad portuaria

4 a 19

Pescadores

20 a 33

Retratos de familia

42 a 49

Peces

Índice

Reflexión final

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Pongo punto final con una reflexión que ha ido tomando cuerpo durante la preparación de este reportaje. Sólo la fotografía es capaz de congelar un instante que, de puro fugaz, resulta inaprensible. Es esto lo que la hace diferente y extraña. Esa posibilidad de eliminar el antes y el después convierte a una fotografía en un producto gráfico que plasma una realidad irreal. Porque la vida es una sucesión de imágenes a la que nadie ha sido capaz de colocar un botón de "pause". Vaciada de la línea de tiempo, una foto es en realidad la voluntad de crear una historia por parte del fotógrafo y la invitación a que cada espectador haga lo mismo. El "ántes" del momento mágico dependerá de las experiencias vividas por cada uno y el "después", de sus expectativas. No hay "durante" porque es cero el tiempo en el que transcurre. Había un poquito de experiencia y un mucho de motivación en este aprendiz de fotógrafo cuando tomo estas imágenes. Pero no tanta como para no sorprenderse él mismo al descubrir que, esas matrices de bits sin alma, en una especie de abracadabra, se convertían en fotografías ¿Todavía alguien se pregunta por qué esta disciplina atrapa a tanta gente?

Barakaldo, 21 de Enero de 2.012 Juan Carlos M. Cancela juancarlosm.cancela@gmail.com

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