London MMXII

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a en la preparación de este pequeño viaje, Londres me empezó a parecer una ciudad demasiado grande para mi escala de medir. Sobre el terreno se me reforzó esa sensación de ciudad excesiva. Nada más volver creo saqué algunas conclusiones precipitadas. Londres me pareció una ciudad no sólo demasiado grande, también demasiado ansiosa y demasiado cara. Casi dos meses después, cuando comienzo la preparación de este libro, me he reconciliado bastante con ella. Nadie vive en una ciudad demasiado grande porque todos separamos nuestro entorno en pequeños trozos y vivimos en el que más nos gusta o en el que nos dejan. Si me pareció una ciudad demasiado ansiosa quizá fue porque la observe a través de mi propia ansiedad (cuatro días han sido muy poco tiempo para tantas pretensiones). Cara sí pero, como en casi todo, depende para quién. Suponiendo que las ciudades tengan esencia, todos tratamos de capturarla y llevárnosla en el recuerdo y en nuestras fotos. Mucho hemos visto en esta visita y mucho más hemos dejado sin ver. Sólo el intenso cansancio que nos invadía cada noche corregía la distorsión en el tiempo. Mientras nos movíamos teníamos la sensación de que, o las 24 horas de cada día eran pocas o daban poco de sí. Ahora no me arrepiento del esfuerzo. Lo visto, lo anali­ zado y lo fotografiado han dado, como poco, para crear este libro.

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