SUMARIO
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NUEVAS EMISIONES
Editorial
Vestimos este número de luz, de la luz que derraman los colores y las pinceladas de la obra de Alfonso Parras. Un torrecampeño cortado por el aire y el estilo de la tierra jienense, que no solo capturó la esencia de nuestros paisajes en sus lienzos, sino que también dejó una huella imborrable en el corazón de sus paisanos.
Un pintor cuya obra trascendió las fronteras de su pueblo para resonar en galerías y museos de todo el país, adquiriendo un lugar de honor entre los grandes artistas de nuestra tierra. Dejándonos un legado en forma de ventanas abiertas hacia el alma de multitud derinconesde lasierra jienense.
Sirva este humilde boletín como homenaje a ese pintor del que un día se dijo que "sus pinceles eran
Además, le acompañan en estas páginas, como cortejo a su entrañable huella, el elenco de artistas que dieron cuerpo al paisajismo jaenero; también Chillida, recordado en el centenario de su natalicio y junto a ellos dos genios del barroco, nuestro paisano Sebastián Martínez Domedel, y la Roldana, de seguro, la mejor representante de la escultura española en ese periodo.
Jacinto D. Cabrera Rodríguez Grupo Filatélico Virgen del Carmen Jaén
La verdad, no entiendo tu interés por que te cuente mi vida. Pero ya que te has molestado en venir, pasa y cerramos la puerta, que está lloviendo y hace un frío impropio de estos días. Si hiciera mejor tiempo, daríamos una vuelta por los exteriores y te enseñaría el jardín, la piscina y la pista de tenis. Deja ahí la chaqueta y ayúdame a subir las escaleras, que uno ya no tiene la agilidad de antes. Sí, el estudio está en la planta de arriba. Mira, ese cuadro de la esquina es un autorretrato, lo habrás visto en más de una publicación.
Ten cuidado con todas esas vasijas de cerámica que hay a la izquierda, son una muestra más de mi afición a coleccionar objetos. Las fui comprando en mis muchos viajes a Marruecos. Lita y yo hemos discutido en más de una ocasión por ese motivo. Ella dice que soy un comprador compulsivo y lleva razón, pero que le voy a hacer, es uno de mis defectos.
Ya ves, subir estos escalones me fatiga un poco. Por eso ya no pinto tanto como antes, además desde que sufrí un pequeño ictus, a veces se me caen de las manos los pinceles. Sí, esa es mi paleta y ese mi sillón. Espero que a mi muerte mis hijos no lo tiren a la basura. Ah, ya veo que te fijas en esa escultura. Es la figura de una diosa nepalí. Hubo un tiempo en el que Lita y yo montábamos exposiciones benéficas en la galería que teníamos en Granada. Lo recaudado era donado a varias ONG, como Médicos sin Fronteras. Esa escultura la compramos nosotros en una de esas exposiciones
Bueno, vamos a sentarnos aquí, frente a este gran cuadro de La Iruela. Vaya, me alegro de que te guste, la verdad es que yo también me siento orgulloso de él. No he querido desprenderme de este cuadro.
No, no me importa que grabes la conversación, aunque te repito, no creo necesario que te cuente ciertas cosas que son meros datos al alcance de todos en Internet. No te voy a decir en qué año nací ni dónde, solo te diré que en Torredelcampo, desde el año 1986, hay una calle que lleva mi nombre, y yo me siento muy orgulloso de eso. También me nombraron hijo predilecto de la ciudad. He viajado mucho, como todo el mundo sabe. Estuve becado por la Diputación de Jaén en Roma y en París, después a lo largo de mi vida he pisado cuatro de los cinco continentes, me falta Oceanía, si la memoria no me falla. España la he recorrido de cabo a rabo, no una, sino varias veces; bueno, pues haya ido por donde haya ido, Torredelcampo siempre ha venido conmigo. Por eso compré esta casa en el Megatín y monté aquí mi estudio, para tenerlo siempre a la vista. Y cuando muera, que no ha de faltar ya mucho tiempo, tengo dicho que mis cenizas descansen aquí, desde donde yo pueda ver todos los días como el sol se pone allá a lo lejos por detrás de mi pueblo
¿Mis estudios?, pues este en el que estamos, otro que tuve en Granada… Ah, que no es eso lo que me preguntas… ah, vale, que te refieres a los estudios de formación… Pues también están detallados en un montón de publicaciones y entrevistas que
a lo largo de mi vida me han hecho. No me hagas repetirlo. Busca en Internet, anda. Solo te contaré que yo desde pequeño quería ser pintor, sí, mi vocación era temprana, pero mi madre, que era una mujer que sabía imponer su criterio, se empeñó en que tuviera una carrera para asegurarme el futuro, que los pintores eran todos unos muertos de hambre. Y yo, obediente, terminé la carrera de perito industrial.
Cuando tuve el título en la mano, llegué hasta la mesa donde estaban mis padres comiendo y les dije: “Tomad, aquí está el título de perito. Ahora me voy a dedicar a pintar”. Nunca llegué a ejercer de perito y, en 1958, ingresé en la Academia de Artes Santa Isabel de Hungría, en Sevilla. Al año siguiente consigo el premio Nacional de Pintura. Después fui a la Facultad de Bellas Artes, en Madrid. Allí aprendí a tratar los lienzos, fíjate tú, hasta de la tela de los sacos que venían de Argentina con comida
preparábamos lienzos. Pero dejé la Facultad antes de terminar, porque creía que ya no me aportaba nada más. Así que empecé a andar el camino que el destino me tenía marcado (si ves que esto último suena a tópico, no digas que lo he dicho yo). Pronto reuní material para hacer una exposición en unos salones que el cine Olimpia de Martos puso a mi disposición.
Y eso marcó otro punto crucial en mi vida. En esa exposición tuve la suerte de conocer a Lita, la que luego sería mi mujer, mi amiga y compañera para el resto de mi vida. En el año 1959 estábamos comprometidos y haciendo planes de boda, pero hubo que retrasarla porque la Diputación de Jaén me concedió una beca para ir a Roma y a París, a conocer de primera mano las corrientes pictóricas de la época.
Mira, te voy a contar una cosa curiosa. La beca no daba para mucho y uno tenía que ingeniár-
selas para sacar un dinerillo extra. Era frecuente entre los becados hacer pinturas en pequeño formato, como tarjetas postales de los lugares más turísticos de Roma y venderlas a los excursionistas. Yo vendí unas cuantas y otras las mandé a mis amigos de Jaén. Y ahora viene lo curioso, un día hace ya bastantes años, mi hijo Alfonso paseando por los alrededores de la Catedral, en una tienda que vendía antigüedades, encontró una de esas tarjetas.
El dependiente le dijo que se la había comprado a una señora que andaba un poco apurada en su economía y, con mucha prosopopeya, le aseguró que la había pintado Alfonso Parras, un pintor muy famoso de Jaén, durante los años que estuvo en Roma. Mi hijo, sin darse a conocer, se la compró por cincuenta o sesenta euros, no lo sé muy bien. Creo que la tiene enmarcada en algún lugar de su casa. ¡Hay que ver, las vueltas que da la vida!
Si quieres te cuento otra anécdota graciosa que me pasó en Roma… Vale, pues te la cuento, luego no digas que soy el abuelo cebolleta. Al poco de estar allí me robaron todas mis pertenencias y ya me veía volviéndome para Jaén, cuando una familia que conocí allí decidió acogerme en su casa hasta que terminara mis estudios. Esa familia tenía una hija, más o menos de mi edad, y yo no sé qué es lo que vieron en mí, pero aprovechaban cualquier momento para llamarme la atención sobre ella. A la hora de comer nos sentaban juntos y decía la madre: “mira qué bonita pareja hacen”. Pero yo ya tenía a mi Lita y no veía el momento de volver a Martos para completar el proyecto de boda que habíamos dejado inconcluso.
Sí es verdad, se me olvidaba decirlo. A la vuelta de Roma y París estuve un año, solo un año, trabajando como profesor en la Escuela de Maestría de Martos. Pero lo dejé porque me
aburría. Lo mío no era estar sujeto a la disciplina de un horario ni de unas normas marcadas por la dirección. Tan harto estaba que, fíjate que tonto fui, renuncié a la plaza un poco antes de que terminara el curso. Lita me dijo que podía haber esperado unos meses y así cobraba las mensualidadesdelasvacacionesveraniegas.
¿Tú conoces a Manuel Kayser? Sí, el pintor. Bueno pues por aquellas fechas, estando yo aún soltero, vivía con mis padres en la calle Andújar, pero había montado un primer estudio en la calle Arquitecto Berges y Manuel, que hoy es un pintor excepcional al que admiro, pero que por entonces era un chavalote prometedor, pues me estuvo ayudando durante unos meses. Además de fijarse en mi manera de pintar, tenía la misión de molturar los pigmentos y preparar los lienzos, y me acompañaba con los bártulos de la pintura a casa de los clientes que me habían encargado algún retrato. Ja, ja, ja, me río porque me estoy acordando de que una vez estaba yo realizando un retrato a una señora, y le digo, así por lo bajini, “Manolo ve al estudio y tráeme dos apuntes de paisaje que tengo en la mesa y cuando vuelvas me dices, con tono un poquito elevado, para que te oiga ella: Alfonso a un cliente le ha gustado uno de los apuntes y quiere que le hagas el cuadro”… Ja, ja, ja, eso era una pequeña triquiñuela
que me permitía para incitar a la señora que estaba pintando a la compra de otro.
Sí, mi primer estudio estuvo en la calle Arquitecto Berges. Allí empezó también mi afición por los canarios, ¿tiene nombre esa afición?, ¿canaricultura dices?, bueno pues eso, allí reuní varias decenas de pajaritos, todos amarillos; me gustaba oír su trino mientras pintaba, es más, yo suelo silbar mientras pinto. Luego, cuando la familia empezó a crecer, mudé el estudio a la calle de Las Bernardas. Más tarde, familia y estudio, nos mudamos a la calle Ruiz Jiménez, frente al colegio de los Maristas. Ni que decir tiene que los canarios también se mudaron con nosotros; ya eran más de cien. ¿Quién limpiaba las jaulas? Pues mi adorada Lita. ¡Le debo tanto! Con los años, cuando los niños se hicieron mayores y
llegaron a la edad universitaria, pues nos mudamos todos a Granada y allí montamos otro estudio y una galería de arte, me parece que ya te lo había dicho antes.
¿Cuál fue mi primer cuadro?, preguntas. Pues mira, no fue el que todo el mundo piensa. Que yo recuerde desde muy niño ya pintaba cuadritos, pero considero primer cuadro formal uno que regalé al médico que me diagnóstico y empezó a tratar mi cardiopatía, la que me ha acompañado toda mi vida; se lo regalé en señal de agradecimiento. Lo pinté cuando tenía ocho o nueve años, ya no me acuerdo. Era un óleo de un niño montado en un carro tirado por un burrito que circulaba por un camino bordeado de verdes praderas y al fondo la silueta del Cerro de la Silla de la Reina. Y cuando yo tenía once o doce años, el periódico Jaén me publicó unos dibujos… ¡Ah, que no sabías que yo padecía del corazón! Pues sí. Muy temprano me descubrieron que alguna válvula no funcionaba bien y a lo largo de mi vida ya me han operado tres veces, la primera de ellas el prestigioso Ramiro Rivera.
¿Sabes una cosa? Con tanta cháchara se me seca la boca. Voy a decir que nos suban un par de cervecitas y un plato de jamón. Sí, lo tengo prohibido por mi problema cardiaco, pero un día es un día. Reconozco que más de una vez me he saltado a la torera esas
recomendaciones médicas, pero no vayas contándolo por ahí. Siempre he dicho que hay que disfrutar de la vida, ¡qué leches! Si se tercia tomar unas copas con los amigos, pues se toman y se acabó. En más de una ocasión me he quitado el reloj, lo he escondido en lo más hondo del bolsillo y, con mis amigos Pedro Casañas y Miguel Calvo, nos hemos ido a El Alambique a comer unos pollos y beber su morapio, sin tener en cuenta el tiempo. El propietario del mesón nos decía: “No, si ya sabía yo que venían ustedes porque los pollos han empezado a revolotear muy inquietos nada más oírlos aparcar”.
para daros postín. A veces, cuando estaba pintando en el estudio y alguno demis hijos estaba cerca, le preguntaba, así como quien no quiere la cosa: “Oye, ¿tú ves demasiado verde aquí?” Si medecíaque sí,pueslocorregíaun poco.
¡Hum, que bien que entra esta cervecita! Una cosa que muy poca gente sabe es que yo sufría un grado leve de daltonismo, aunque te parezca imposible. Desde luego en mis cuadros creo que no se nota, pero la verdad es que yo ciertas tonalidadesderojolas veía más verdesy menos brillantes. Eso tiene un nombre impronunciable que vosotros, los médicos, os habéis inventado
Bueno, sí tienes razón. Me nombraron pintor oficial de Canarias y de Cazorla. Tengo muchos cuadros en Tenerife y cuando iba allí el cabildo me facilitaba la tarea. En Cazorla y la Sierra de Segura también. Allí nos juntamos una vez Paco Cerezo, Juan Hidalgo y yo y nos fuimos los tres a pintar del natural. Fueron unos días maravillosos. Recuerdo que cuando iba a la sierra ponían a mi disposición un Land Rover, de esos verdes antiguos, y me acompañaba un guarda forestal porque visitábamos sitios que no estaban abiertos al público. Una vez nos encontramos el paso cerrado porque estaba Félix Rodríguez de la Fuente con su equipo rodando un episodio de “El hombre y la Tierra”. En el descanso estuvimos charlando un rato.
No, yo no he sido aficionado a los toros a pesar de que mi suegro era de la profesión. Tampoco ha sido ese un tema que yo eligiera para mi pintura, aunque algo sí que he pintado… por ejemplo en la peña taurina de Torredelcampo. Allí hay unos frescos sobre la pared con temas taurinos pintados con la técnica del betún de Judea. Bueno, tú ya lo sabes, mi tema preferido es el paisajismo. Creo que los críticos me han llamado el pintor de la luz. Pero no solo he pintado paisajes. En 1960 tuve el honor de pintar el retablo del Altar Mayor en la parroquia de San Bartolomé, en mi pueblo. También he pintado retratos, ya te lo he dicho.
Últimamente algún desnudo. Yo me considero muy afortunado porque siempre he pintado lo que he querido, lo que a mí me ha gustado. Pocas veces lo que la gente me ha pedido. Alguna vez alguien me ha dicho: “Quiero un cuadro de tal o de cual manera” y eso ha bastado para que no le hiciera caso. Otra vez, en la galería que teníamos en Granada, una mujer me compró un cuadro, pero no le gus-
taba el marco; yo le dije que fuera a la tienda de marquetería que nos trabajaba habitualmente y que allí se lo cambiarían, pero ella quería que yo le aconsejara y la guiara. Rechacé su petición de buenas maneras, pero tanto insistió que, al final, le solté con cierta brusquedad que yo era pintor, no marquetero. Se fue un poco malhumorada, ja, ja, ja.
¿Qué más cosas he hecho? Pues también he modelado alguna que otra escultura. A la entrada de mi propiedad, por fuera de la valla, habrás visto un relieve en la pared de una virgen. Eso lo hice en memoria de mi hijo Alejandro, muerto a la edad de dos años en trágico accidente. Fue un suceso que nos hundió en la amargura a toda la familia. Aún hoy, después de tantos años, se me forma un nudo en la garganta cuando lo recuerdo… ¡ah!..., no quiero seguir por ahí. Pero una cosa que poca gente sabe es que también he diseñado muebles, concretamente unas sillas que un carpintero llegó a realizar y las compró una señora. Ahora mis hijos quieren recomprarlas, al menos una de ellas, pero la señora no suelta prenda.
¿Qué cuántas horas le dedico a mi trabajo? Verás en ese sentido soy un poco anárquico. Pinto cuando quiero y cuando me siento con ánimos, no importa la hora ni el día. No tengo horas fijas para pintar, tampoco para comer ni para dormir. Mi familia, mis amigos dicen que soy bastante despistado y lo que pasa es que cuando me encierro en mi mundo no existe nada más fuera de él. Cuando tengo una imagen en la cabeza no atiendo a lo demás, solo veo esa imagen y hasta que no está plasmada en el lienzo no atiendo a otras cosas. Para que te sirva de ejemplo: Una mañana estaba ensimismado pintando uno de
mis cuadros cuando Lita viene y me recuerda que tenía una cita importante en el Banco. Aprisa y corriendo suelto los pinceles y me voy al dormitorio a quitarme la ropa de faena y vestirme de manera presentable. Pero pasaba el tiempo y, viendo que no salía, Lita entra al dormitorio y… ¡me encuentra desnudo y metido en la cama! Y es que yo, estaba tan ensimismado con el cuadro que pintaba, que al desnudarme creí que ya era la hora de acostarse y mecánicamente, sin pensarlo, pues me metí en la cama a dormir, ja, ja, ja, ¡se me había olvidado lo del Banco!, ¿te lo puedes creer? La verdad es que algo de despiste sí que tengo.
Una vez, en una galería de Marbella, vendí un cuadro a un londinense y, al cabo de unos días me lo devolvió porque no lo había firmado. No fue la única vez que dejé cuadros sin firmar.
Una vez un periodista, hace muchos años, me preguntó si me atufaba con el éxito, le dije que no, que yo era un hombre sencillo, por tal me tengo, lo cual no va en contra de que me sienta orgulloso de mí mismo y satisfecho con la, digamos, fama que he alcanzado. Cuando salgo a la calle y la gente me reconoce, o me saluda o me paga la cerveza que estoy tomando, pues claro que me agrada, ¡a quién no! Y si alguien dice lo contrario, miente, ¡qué leches! Disfruto mucho teniendo amigos y, para mí, cualquier momento esbueno para reunirmecon ellos. Mi casa ha estado siempre abierta para todos y he tenido la suerte de que Lita, mi mujer, ha sido tanto o más hospitalaria que yo. ¿Tú sabes quién era el Padre Alejandro Recio? Sí, ese, el franciscano y arqueólogohijoadoptivodeMartos.
Bueno pues hubo un tiempo en el que él acogía a refugiados y gente sin techo de otros países y, en más de una ocasión, alguno de esos acogi-
dos comía y dormía en mi casa por unos días, hasta que el Padre Alejandro le encontraba sitio. Y Lita los atendía con gusto. Sí, porque he de reconocer que yo poco la he ayudado en las faenas domésticas. Lita ha sido siempre la encargada de la intendencia, de la crianza de los niños y de llevarlos por buen camino, mientras que yo seguía adelante con mi gran pasión: pintar.Esesoy yo,Alfonso,elpintor.
¡Ya está bien! Es la hora de comer y tú te quedas hoy aquí. Lita nos está llamando ya, ¿no la oyes? Nada, nada, no admito negativas. Después del almuerzo, viene una siesta y después continuamos la charla, si quieres. Además, con el pretexto de que eres nuestro invitado, me tomo yo una copa extra de vino. Anda, ayúdame abajarlasescaleras.
Hace ya unos años, creo que tuvo que ser en 2010, la Cofradía de los “Amigos de San Antón”, a la que pertenecía el pintor Alfonso Parras (Torredelcampo,1934-Jaén 2013), celebramos la anual Cena Jocosa, en torno a la festividad de santa Catalina, en la casa que el artista tiene en el Megatín. Era la segunda vez, pienso, que me entrevistaba con él, la anterior había sido en el despacho del rector de la Universidad de Jaén, Luis Parra, quien lo apreciaba mucho e incluso creo que había algún lazo de parentesco de por medio. Aquella cena entrañable, como suelen ser todas las que hacemos, me sirvió para comprender el sentido enraizamiento que Alfonso Parras tenía con el Jaén natural, el de sus paisajes, que a la postre son paisajes culturales. El emplazamiento de la casa era de por si una cuidada e intencionada elección por lo que representaba el amor por la naturaleza de Alfonso. Y de manera particular el paisaje natural de Jaén, aquel que había visto ciento de veces representado en sus cuadros. Comprendí, entonces, mejor que nunca, la verdadera pasión con la que se enfrentaba a “plain air” -como gustaba decir a los pintores franceses del siglo XIX- a recrear la variada naturaleza jienense que lo había hecho famoso dentro y fuera de los límites provinciales.
Sin embargo, hay que decir que el paisaje como género pictórico ni fue la primera ni la única dedicación temática que tuvo a lo largo de su carrera. La figuración ocupó siempre la atención de su mirada, ya fuera como retrato, como desnudo o como pintura religiosa. Precisamente, este tema religioso le ocupó en sus inicios, cuando en 1960 pintó los cuatro lienzos para el retablo mayor de la iglesia parroquial de San Bartolomé, en su pueblo natal. Recién había obtenido un premio de ámbito nacional y como muestran estas pinturas, el artista se decanta por una figuración sobria, tendente a una esquemática geometrización, de perfiles oscuros muy resaltados, acorde todo con la renovación del arte cristiano que anunciaba el Concilio Vaticano II, inauguradoun añoantesyquenoconcluiríahasta1965.
Se nota en ellas que el pintor no acaba de tomar una decidida apuesta por esa línea, amordazado todavía por convencionalismos académicos, sobre todo en la figura de la Virgen con el Niño , pero pienso que Parras tenía la inquietud de innovar distanciándose de caminos trillados a los que el pueblo seguía unido. También en retratos de esa etapa de su vida artística, tiende a cierto esquematismo, pero estimo
que estuvo más logrado en la representación del rostro humano bajo la impronta del dibujo vibrante, como su autorretrato, o la pastosidad de la materia y la luz en cabezas de hombres del pueblo o del campo, con toda la carga de aproximación sentimental a la realidad rural en la que había crecido y a la que seguía unido.
De esa inquietud por acercarse a la modernidad dan cuenta sus estancias fuera de España, en Roma y París, justo a comienzos de la década de los 60. Y es a su regreso cuando hace del paisaje el tema fundamental de su pintura. Tal vez de su paseo parisino y de su admiración y enseñanza recibida del paisajismo mediterráneo, colorista y luminoso, del admirado Sorolla y del rescoldo que el catalán José Nogué había dejado en Jaén a través de algunos seguidores, como Rufino Martos, Paco Cerezo, o Serrano Cuesta, este último el más directo maestro de Parras, nuestro artista se decanta por esta modalidad del paisaje.
Se consideraba a sí mismo como “Impresionista”, y bajo esta etiqueta lo ha seguido estimando parte de la crítica y de quienes con fervor de amigos han escrito de él, pero me van a permitir que discrepe. No creo que tal etiqueta le cuadre a su obra. Su admiración por el pintor Sorolla, maestro indiscutible en el manejo de la luz restallante del Mediterráneo, tampoco permite encajar su pintura bajo ese “ismo”, aunque Parras así
lo considerara. El paisaje del torrecampeño es un paisaje construido sobre las bases de un arte académico, con la profundidad de campo que posibilita el escalonamiento de planos gracias a la perspectiva aérea que introdujo en su día Leonardo y de la que el pintor se sentía deudor, como lo afirmó en alguna entrevista. No exactamente como la realizara el artista del Renacimiento, pero sí con el mismo fundamento: el de la matización del color en función de la luz y el estado atmosférico.
La percepción de la realidad paisajística varía en razón de la sensibilidad de quien la ve y del aspecto cambiante que las distintas horas del día y las estaciones del año, junto a la peculiaridad geográfica del territorio. La sensibilidad de Parras estaba muy abierta a toda esa combinación circunstancial. Así, el expresaba verbal y pictóricamente la variedad paisajística de Jaén en los cuatro puntos cardinales por los que se accediera a la provincia. En efecto, no es lo mismo la campiña occidental de Andújar a Arjona, que el agreste y monumental paisaje serrano de Cazorla y Segura de la Sierra, al otro extremo de la provincia, A todos visitó con su paleta Alfonso y ante todos se rinde emocionado y en abierta empatía. La luz era para él la causa determinante de este paisaje andaluz. Así lo ha predicado reiteradamente y así lo ha apreciado la crítica en líneas generales. No obstante, el pintor no reproduce el tono exacto y preciso, eso quizáslolograríaunafotodealtaresolución.
El arte hace otra cosa; juega, se vale de un principio de luminosidad para moldear la obra a la peculiaridad del lugar, operación en la que el artista vierte su particular visión, exultante, melancólica etc… En Parras domina la intensidad, sin duda por su propio temperamento explosivo identificado con el color y el calor de la naturaleza de nuestras latitudes, que de forma rápida se percibe fuera de nuestro entorno. Resulta significativo a este respecto el éxito que Alfonso tuvo en el norte de la Península, en la cornisa cántabra y en el país vasco. Lo expresa con claridad el crítico de arte del periódico Alerta de Santander: “… una luz que nos resulta particularmente grata a los hombres del Norte”.
Al lado de la luminosidad de su pintura interviene la selección de los motivos singulares de la naturaleza: las masas rocosas, sea con formas estilizadas y concavidades, heridas del tiempo, o la caprichosa forma de un árbol
centenario que emerge de la tierra con las mismas, o semejantes, heridas temporales. La necesidad de llevar al lienzo esos retazos de paisaje hablan, me parece, de una proyección de su personalidad sobre la naturaleza. Una mirada que no deja de ser romántica, al igual que también lo es la estilizada silueta de un castillo en ruinas, como el de La Iruela, por ejemplo, visto en “contrapicado”, de abajo hacia arriba, para acentuar así el pintoresquismo con el que aborda su visión del paisaje.
Alfonso Parras ha pintado paisajes de otras geografías, algunas distantes y distintas de su entorno original, como Canarias, Marruecos o Almería, por citar los más exóticos respecto a Jaén, pero en los que por su misma diferencia muestran la versatilidad y amplitud de miras a la hora de identificarse sensiblemente con otra naturaleza en la que interviene la arquitectura y el paisanaje de otra realidad. Pero una realidad en la que destacan valores tradicionales, humanos y ambientales, de similar forma a cómo estimularon a los viajeros románticos.
Enlosúltimosañosdesuvida,másrecluidoensu estudio, Alfonso Parras volvió a la figuración a través del desnudo,también con retrato, pero es el cuerpo lo que centra su interés y energía. Y lo haceconunasensualidad en laquemanifiestasu vital energía, la misma que en otro tiempo y en otras circunstancias lo arrojó a sierras, ríos y campiñas de una espléndida naturaleza.
EL PAISAJE EN LA PINTURA JIENENSE. EVOLUCIÓN Y ARTISTAS
No podemos iniciar una aproximación a las peculiaridades de la paisajística jienense sin haber revisado algunos aspectos de la andadura del género panorámico en el arte, fundamentalmente en Europa, y por extensión, su presencia entre nuestros artistas nacionales. La figura en el arte ha sido la dominante durante un largo periodo del quehacer plástico, con especial apego a las imágenes religiosas y un notable desinterés por la representación de países. Cuando se hacía era en servidumbre a la historia y con una mínima relevancia. Algunos siglos harían falta para que llegara a ser centro de interés creativo.
En la Alta Edad Media las vistas del natural son muy poco frecuentes, los paisajes están idealizados, inventados y muy pobres en fidelidad a la naturaleza. Siempre serviles a la figura, principal protagonista de la obra. Llegados aires renacentistas y a partir del siglo XVI se extiende el uso de los términos castellanos "país" y "paisaje" dentro de nuestras fronteras. Por entonces, los pintores flamencos se afanan en un nuevo concepto de paisaje, con un salto significativo a la realidad, a un nuevo sentido luminoso del natural y con un interés por el ornamento,
la claridad de imagen y cierto papel decorativo. Se inicia pues un nuevo fundamento del paisaje, la representación de los países cobra interés en sí misma. Destacan Jan Brueghel y otros pintores que lo emulan como Monper. El mismo Rubens se afana en un concepto de paisaje barroco con una especial incidencia de los efectos lumínicos.
En 1633 el paisaje es ya considerado un género pictórico. Como menciona Vicente Carducho en sus "Diálogos de la Pintura" en referencia a la importancia de imitar "resplandores, luces, fuegos, noches, nublados, relámpagos, lejos, florestas, mares, glorias, tempestades y abismos...".
En la primera mitad del XVII Holanda constituye otro foco de influencia paisajística. El natural y la fidelidad a la realidad son determinantes. Mencionamos a Van de Velde, Pieter de Molyn, Jan van Goyen y Van Ruysdael. En paralelo coexisten diferentes conceptos de la panorámica. El italiano, clasicista mediante recetas e inspirado en la antigüedad clásica y bajo el servilismo a la historia. Las vistas de nuestros pintores españoles siguen ancladas a argumentos históricos y religiosos e imitando facturas flamencas e italianas.
A mitad del XVIII se extingue por completo el ideal clasicista y el paisaje adquiere protagonismo propio. Inicia su autonomía en la historia de la pintura. Muchas han sido las miradas creativas que lo han transformado desde aquel momento, diferentes visiones, usos y conceptos. Nos detenemos en aquel decorado teatral de la Pintura Galante del Rococó francés de mitad del siglo XVIII, paisaje sublime de gustos del Romanticismo, con Watteau, Boucher, Vernet o Fragonard. O el Paisaje Topográfico de finales del XVIII del agrado inglés, rico en vistas arquitectónicas, con Turner como principal exponente. Sin olvidar la Veduta veneciana, en ese exquisito alarde y empeño por los problemas visuales y de perspectiva, afanada en las panorámicas urbanas venecianas y extendida a otras miradas urbanas. Destacar a Belloto y Canaleto.
Nuestro empeño nacional no vive desconectado de los vaivenes artísticos europeos, siempre al enganche tardío. En 1844 se crea la Cátedra de Paisaje de Madrid, en 1857 queda a cargo de Carlos de Haes (1826-1898), autentico precursor del paisaje naturalista al margen del trasnochado concepto fantasioso de su predecesor en la cátedra Jenaro Pérez (1807-1854). Entonces pues, el paisaje español de finales del XIX y comienzos del XX se orienta a un rea-
lismo de observación directa y presencia de lo geológico, y es Carlos de Haes precursor y tendencia de este nuevo concepto, con un especial interés por la Sierra de Guadarrama. Su escuela puede disfrutarse en las pinceladas de Aureliano Beruete (1845-1912), Jaime Morera (1854-1927) o Darío de Regoyos (1857-1913) con un creciente interés por lo momentáneo, la luz y el movimiento, sentando de esta manera las bases de la tardía llegada del impresionismo francés, recibido con bastante recelo por cierto sectores academicistas.
La gran figura fue Joaquín Sorolla Bastida (1863-1923), que reinterpreta las corrientes impresionistas llegando a un particular luminismo mediterráneo. Aquel modernismo impresionista no sería una tónica general, otros pintores como Ignacio Zuloaga (18701945) emplearían sus pinceles en un paisaje enérgico y rotundo conectado con la sensibilidad del 98, en contraste con la finura y delicadeza de la tendencia acunada bajo la luz normanda. Al gusto por la pintura castellana de Zuloaga se sumarían otras paletas de matices regionalistas. Los hermanos Valentín Zubiaurre (1879-1963) y Ramón Zubiaurre (1882-1969), José Arrue (1885-1977) o Francisco Iturriño (1864-1924) en la comunidad vasca, Julián Tellaeche (1884-1957) en Galicia o Evaristo Valle (1873-1951) en Asturias.
Otras visones del paisaje se irían incorporando con la llegada de los ismos: fauvismo, surrealismo, cubismo, informalismo… y con ello esa diversidad y riqueza creativa tan propia de la pintura moderna.
Querer establecer particularidades diferenciadoras en el paisajismo jaenero supone no entender la dinámica de los flujos artísticos nacionales e internacionales. Un ámbito de provincias, aun con cierta distancia de los centros de referencia no implica aislamiento, igual cierta demora. Y por tanto, su pintura y la propia representación paisajística ha sido permeable a las novedades creativas de los núcleos de influencia, sea el madrileño, sevillano, catalán o vasco, ellos a su vez, a expensas de recetas llegadas de Flandes, Holanda, Italia y posteriormente, de la Francia del impresionismo y el fauvismo. En la segunda mitad del XIX y XX el género paisajístico nacional adquiere cierta personalidad, arraigado a las tierras y a la mentalidad, al sentir y a las costumbres de los pueblos.
En la primera mitad del XIX el panorama artístico provincial está dominado por la mediocridad pictórica basada en vestigios de la pintura religiosa del XVIII llegados de los ámbitos colindantes de Sevilla y Cádiz y de los otros más
modestos, el cordobés, el granadino y el malagueño. Frente a esta tradición religiosa, en estos momentos situamos a José Elbo y Peñuela (1804-1844), formado en el academicismo neoclásico madrileño. Influencia que Elbo llevará al lienzo con estampas románticas ricas en figuras y paisajes, y la presencia de temáticas costumbristas taurinas y de ventorrillos propios de la época. Es una pintura de recetas, surgida de conceptos idílicos y pastoriles que nos retrotraen a la Arcadia de Sannazaro. Podemos considerar que con Elbo se inicia la pintura del paisaje jienense. No encontramos por entonces otra dedicación destacable excepto la de Francisco Reigón (18201878) en conexión con la estética de Elbo.
La aceptación del segoviano Higinio Montalvo Sastre (1815-1875), “maestro de todos los maestros” para el cronista Cazabán, de la dirección de la Escuela de Nobles Artes en 1840, dependiente del Ayuntamiento, y la fundación de la Escuela de Dibujo en 1859 de mano del artista local Manuel de la Paz Mosquera (1832-1904), ambas iniciativas insuflan un dinamismo artístico y el nacimiento de cierta conciencia de escuela. Ello facilitaría la creación de la Escuela de Artes y Oficios en 1887. En sus aulas se formaron nuestros más ilustres pintores del momento. En estos nuevos aires plásticos jaeneros podemos situar la presencia de cuatro significativos pintores: Pedro Rodríguez de la Torre (1847-1915),
Manuel Ramírez Ibáñez (1856-1925), Joaquín Diéguez y Díaz (1860-1931) y Rafael Hidalgo de Caviedes (1864-1950). Con un resurgimiento plástico que se hace notar en el distinguido acontecimiento que fue la Exposición de 1878.
Corrían tiempos de una considerable cantera de artistas. La colección de obras expuestas en la Exposición fue importante y variada: paisaje, retrato, naturaleza muerta y costumbrismo se mezclaban en aquellas paredes, bajo un concepto común creativo: la presencia de un realismo naturalista. Todo ello gracias a la organización e impulso de La Económica y la Diputación Provincial. Ésta asumió un importante papel de mecenazgo de los pintores más dotados, concediendo cuantiosas ayudas para formarse en prestigiosos centros académicos. Principalmente en la madrileña Escuela Superior de Bellas Artes.
En las últimas décadas del XIX en Jaén son frecuentes las panorámicas locales de naturaleza y urbanas, concebidas desde los efectos lumínicos y ambientales en un notable distanciamiento de las vistas de receta e idealizadas del costumbrismo de la primera mitad de siglo. En este contexto, un ejemplo es la Puerta de Granada de Jenaro Giménez de la Linde (1827-1885), colgada en nuestro Museo Provincial. Re-
gresando a los mencionados, Pedro Rodríguez de la Torre, Rafael Hidalgo de Caviedes y Manuel Ramírez Ibáñez son los únicos que consiguen la prestigiosa pensión a Roma.
Iniciamos el siglo XX con la totalidad de las escuelas andaluzas asumiendo el realismo naturalista de Haes, implantado en el inmovilismo académico de Escuelas de Artes y Oficios, Nacionales de Bellas Artes, Ateneos y Círculos de Bellas Artes. Ello, en convivencia con las maneras plenairistas y luministas mediterráneas, la moda impresionista y algunos gustos por el fauvismo, que con alguna resistencia academicista comienzan a tener presencia. En aquel Jaén de principios de siglo existe cierta decadencia, algunos han fallecido y otros se trasladan. Pedro Rodríguez a Cádiz y Rafael Hidalgo a Madrid. En la producción del primero hay una importante obra paisajística, como es natural en la tradición realista del momento, alejado de tendencias impresionistas y de exuberancias luministas. Recrea ciudades, tierras y mar de las tres geografías importantes en su vida y pintura: Jaén, Cádiz y Mallorca. Hidalgo de Caviedes, que imparte en su importante academia de Madrid sigue ligado a su Jaén, formando a paisanos o impulsando proyectos como el de la creación del Museo Provincial de Jaén en 1914. Aunque polifacético es más modesto paisajista, con vistas de factura realista que acompañan a la figura y algunas exentas. Con el tiempo asumiría cierta influencia impresionista, ejemplo de transición entre la tradición realista y los nuevos aires de modernidad.
A estos nuevos aires se apuntan tres pintores paisanos en un considerable avance: Cristóbal Ruiz Pulido (1881-1962), Manuel Ángeles Ortiz (1895-1984) y Rafael Zabaleta Fuentes (1907-1960). Jaén se les queda
pequeño y buscan nuevos aires de vanguardia nacionales y transfronterizos. En algún caso, obliga un exilio necesario a causa de la fatal contienda. Es por ello que no tienen relevancia en los ámbitos locales.
Zabaleta nunca abandonó su Quesada natal pero miró más a Madrid, Barcelona y París, a donde viajó en reiteradas ocasiones. Contemplaba el ruralismo natal pero su creatividad se inspiraba en el cubismo, el surrealismo o el fauvismo, de los que bebía en sus escapadas. De esa conjunción surge una paisajística que acompaña a la figura y al bodegón y en menor medida exenta. Su realismo expresionista se apoya en la línea, en evolución hacia un constructivismo geométrico de gamas cromáticas violentas.
En Ángeles Ortiz existe un progreso hasta llegar a un concepto que mezcla el poscubismo, la abstracción y el surrealismo con cierta envoltura lúdica y poética. Es a finales de los 50 cuando se intensifica su actividad paisajística con una obra de campos, cármenes y albaicines granadinos. Quizá la interpretación más atrevida entre los paisajistas nacionales. Poca presencia tuvo Ángeles Ortiz en su provincia, quizá hasta que llegaron los homenajes y reconocimientos. El tercero, Cristóbal Ruiz es un enamorado de su tierra que tuvo que abandonar, nacido en Villacarrillo fue un apasionado de sus paisajes natales, llevados al lienzo con una de las mayores sensibilidades del paisajismo provincial. Sus panorámicas no miran al academicismo italiano, ni a modas lumínicas, ni al impresionismo, ni a estructuras poscubistas. Es un paisaje de espiritualidad, de sencillez en las manchas planas de tonos suaves y limpieza cromática. No existe el claroscuro, con una mirada más espiritual que observadora.
Dos pintores, Juan Eugenio Mingorance Navas (1906-1979) y Miguel Pérez Aguilera (1914-2004) pueden ser relacionados con los anteriores en cuanto a su irrelevante presencia local. El primero se afana en un paisaje de técnica directa, pincelada firme y frescura cromática, atento a entornos naturales llenos de luminosidad. Su obra está repartida en diferentes museos nacionales e internacionales. Pérez Aguilera evoluciona hacia la abstracción, aunque con anterioridad le encontramos panorámicas de claridades sosegadas y preciso dibujo con tonos muy matizados. Ha creado escuela desde su Cátedra de Dibujo de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla. Entre sus alumnos podemos citar a Gordillo, Carmen Laffón, Cortijo, Naranjo o Cristóbal Toral.
Tendría que llegar el catalán José Nogué Massó (1880-1973) en 1922 para acabar que el pobre panorama artístico que se instala a comienzos de siglo. Se hace cargo de la dirección de una Escuela de Artes y Oficios con 85 alumnos, 10 años después la abandona con 350. Una importante reputación le precede, la de ser pensionado para la Academia de Paisaje de Roma. Al margen docente, es de relevancia su producción paisajística, posiblemente la más distinguida tras Pedro Rodríguez. Sus vistas se sustentan en un neoimpresionismo sorollista con una luz que se convierte en protagonista, tratada con la finura de las vibraciones puntillistas, posiblemente quien mejor captó la luz de los alrededores de Jaén. De la estela de Nogué surgen reconocidos paisajistas de visión plenairista, pincelada suelta y opulencia cromática y lumínica puesta con pasta. El principal, Rufino Martos Ortiz (1912-1993), de entornos urbanos y especialmente de la sierra de Cazorla. En menor medida Manuel Serrano Cuesta (1916-1963), también con una estética interesada por las vistas serranas.
La siguiente generación de pintores nace de la docencia del vallisoletano Pablo Martín del Castillo (1899-1963), avalado por una gran reputación docente toma el relevo en
la formación de una nueva saga de artistas, menos Cerezo todos de la década de los 30: Francisco Cerezo Moreno (1919-2006), José Cortés Bailén (1930-2012), Juan Hidalgo Fernández (1930-2001), Alfonso Parras Vílchez (1934-3013), Miguel Viribay Abad (1939) o Miguel Ayala Montoro (19402009). Se acercan al paisaje con una mirada localista y asumiendo el natural, pero con diversidad de sensibilidades y miradas.
En Francisco Cerezo percibimos ciertos atisbos de Rufino Martos, interesado por los alrededores de Jaén, sus zonas rurales y panorámicas serranas, interpretados con un academicismo naturalista de pincelada suelta. Paisaje más creativo e interesante lo encontramos los lienzos de Miguel Viribay. Su obra paisajística se interesa por los campos locales y sus pueblos, por las tierras castellanas y por la monumentalidad jienense, con la catedral como protagonista. Paisajes de esmerada y minuciosa factura, construidos a partir de la superposición de pastas ricas en cromatismo que recrean sensaciones lumínicas envolventes y exentas de arrebatos. Creados desde una mirada poética que invita a la contemplación pausada. En paralelo, destacamos su prolongada aportación teórica como articulista y crítico de arte, y su presencia en instituciones como el Instituto de Estudios Giennenses y la Real Academia de Bellas Artes de Granada.
Alfonso Parras siempre estará presente en los ámbitos locales, inmerso en una perenne paisajística apoyada en un realismo muy interesado en naturalezas serranas a partir de una técnica de exuberancias cromáticas y conceptos efectistas. Como presente lo está José Olivaros Palacios (1942-2022), de temática más austera y textural de tierras de campiña.
Sobrepasa la centena los pintores que en el ámbito provincial, de una manera u otra se han detenido en el género paisajístico, como escenario de la figura, exento, como principal protagonista o con un papel anecdótico en la composición. A partir de los 40, con la proliferación de Escuelas de Arte, con la búsqueda de formación exterior de nuestros artistas paisanos y con el auge de las enseñanzas artísticas, la pintura jienense crece en diversidad creativa y en número de plásticos. Ello complica continuar con estructura y orden el siguiente
artículo, por lo que intentaré centrarme en los más significativos desde el punto de vista paisajístico, procurando establecer algún criterio lógico de agrupación.
Así, comenzaremos con una siguiente generación a partir de los 40, con varios pintores que se asientan fuera de nuestras fronteras, donde cada cual creará a partir de una particular estética. José Cózar Viedma (1944), se establece en Valencia, con un género emanado de la escuela levantina e interesado por una amplia diversidad geográfica. La espátula adquiere relevancia, dejando sobre el soporte densas materias, pastas y recursos texturales. Miguel Acevedo Porras (1947) se establece en Asturias, aquel paisaje de montañas, valles, ríos y acantilados marítimos seduce su mirada, que lleva hasta la tela con soltura y acentuado realismo. Antonio Maya Cortés (1950), se traslada a Madrid, crea desde un concepto realista y poético, centrado en los aspectos cambiantes de la naturaleza dependiente de la estacionalidad y la climatología. Una parte de su interés tiene como protagonista la arboleda de la Casa de Campo. Francisco Molina Montero (1962), a partir de amplias pinceladas carentes de pasta, rayados y transparentes veladuras de finísimos tonos recrea lejanas panorámicas de campo y urbanas distantes de experiencias figurativas. Antonio Hervás Amezcua (1951), se asienta en Cataluña. Sus paisajes se sustentan en panorámicas subjetivas e irreales de efectos atmosféricos y transparentes masas de color.
Otros permanecerán en el entorno provincial, la mayoría compaginando con tareas docentes. Nos detenemos en el marteño Manuel Martos Pérez (1950), de los más significativos y creativos paisajistas de esta generación. Su universo panorámico surge desde miradas sintéticas abiertas y silenciosas, de horizontes
de campiñas y cerros, embellecidos con cromatismos de tonalidades vivas y limpias. En el entorno creativo ubetense, con la tradición docente de su Escuela de Artes y Oficios surge un número significativo de plásticos: Domingo Molina, Antonio Espadas, Matías Crespo, Baltasar Raya. Antonio Camprubí o José Rodríguez, que en diferentes medidas se acercan a la mirada paisajística. Mencionar a José Fernández Ríos (1962), que nacido en Orcera, define un paisaje urbano de factura hiperrealista, interesado en los síntomas visuales del progreso.
En la ciudad dos pintores comparten la docenciay elinteréspaisajístico. Manuel Kayser Zapata (1946), el más destacado en el género. Utilizando una técnica textural y matérica de miradas serenas y genéricas se inspira en campos de olivares, cortijos en ruinas, campiñas… con una envoltura poética e idealizada. El segundo, Francisco Carrillo Cruz (1954) se inclina por un paisaje más realista, basado en el natural, con un dibujo amarrado en formas y perspectivas y algunos efectos matéricos y texturales. Se interesa por las vistas locales urbanas y por algunos entornos naturales. Antonio Blanca Torres (1960)y Carmelo Palomino Kayser (1952-2000), aunque gozan de presencia artística, se inclinan más hacia otros géneros. El primero recrea paisajes urbanos intimistas y velados por una indefinición de luminosidad difusa, y el segundo algunas escenas localesdonde situarpersonajes y cotidianidades giennenses. Pocas incursiones en el género podemos encontrar en otros docentes coetáneos aunque con sólida presencia
artística: José Rodríguez Gabucio (1943), Agustín Cruz León (1947), Blas Cabrera Rosa (1948) y otros muchos, que me obligo a dejar en el tintero, pero que empujan y aportan para mantener una conciencia plástica que dignifique nuestropatrimonioculturaly artístico.
Las últimas décadas se benefician de una importante dinamización pública con un incremento del proteccionismo patrimonial por parte de instituciones, publicas y privadas. Funcionarán conjuntamente propiciando importantes eventos. Se suceden las exposiciones-homenaje a los más destacados: José Nogué, Pedro Rodríguez, Hidalgo de Caviedes, Manuel Ángeles, Zabaleta, Cristóbal Ruiz… Aparecen importantes premios como el Emilio Ollero, algunos dedicados al paisaje: Castellar de Santisteban, Torreperogil, Alcaudete. Y certámenes como el de Zabaleta en Quesada. Martos… Cursos como el Taller de Bellas Artes de Linares y Cazorla o el Curso de Paisaje de Alcaudete. Se inauguran importantes Museos: Museo Internacional de Arte Naif. Museo Zabaleta, Museo de Arte Íbero… Y salas de exposiciones: Universidad de Jaén, Palacio de la Diputación, Palacio de Villargordo, Antigua EscueladeMagisterio,BañosdelNaranjo…
Es parte de la historia de nuestro paisaje. Para siempre idealizado y ennoblecido por la mirada creativa, poética y generosa de nuestros mejores artistas. El paisaje siempre cambiará, aunque permanecerá en la veracidad emocional de la obra para nuestro disfrute.
ESPAÑA SPD DE CIRCULACIÓN 2024
En enero de este año se ha cumplido el centenario del escultor vasco Eduardo Chillida. Fue conocido por sus obras monumentales. Sus esculturas se caracterizan a menudo por ser masivas, abstractas y minimalistas, muchas de ellas tienen una fuerte conexión con el paisaje natural. Defensor del arte público es por lo que colocó muchas de sus esculturas en espacios públicos. Sus obras están presentes al aire libre, en museos y colecciones privadas.
Eduardo Chillida nació el 10 de enero de 1924 en San Sebastián. En su adolescencia, fue jugador de fútbol; con 18 años era portero titular del club donostiarra de la Real Sociedad, en la primera división española. Una lesión grave de la rodilla truncó su carrera deportiva, pero abrió el paso a un desarrollo artístico extraordinario en la historia de la escultura del pasado siglo. Primero entrenó sus manos para detener el balón en los terrenos deportivos y posteriormente las utilizó para realizar grandes obras escultóricas nacidas del hierro, el acero y la madera.
Al dejar el fútbol inició su carrera en 1943 estudiando arquitectura en la Universidad de Madrid, pero en 1947 se dedicó al dibujo y la escultura, trasladándose finalmente, en 1948, a París, crisol del arte universal en
la primera parte del siglo XX, al recibir una beca del célebre Colegio de España, en la Cité Internationale Universitaire. Aunque abandonó pronto la arquitectura, su obra delata su formación arquitectónica, pues muestra un sentido subyacente de organización estructural, así como de disciplina material, planificación de las relaciones espaciales y la dimensión de elementos.
Los primeros intentos escultóricos de Eduardo Chillida fueron en piedra y yeso, tomando como referencia el mundo humano y el mundo natural. Utilizó figuras e imágenes de paisajes. Su regreso al País Vasco, su patria chica, en 1951 marcó un cambio y evolución tanto de visión como de medio. A partir de entonces se centra más en los cambios del espacio y la definición del volumen espacial a través de la forma. Chillida pronto abandonó el yeso que había utilizado en sus obras en París en favor del hierro, después la madera y el acero. Estos materiales representan las tradiciones vascas en la industria, la arquitectura y la agricultura.
Sus viajes en la década de los años 60 por Grecia, las regiones italianas de Roma, Umbría, Toscana y por la Provenza francesa; le hicieron interesarse de manera permanente en la relación entre la luz y la arquitectura.
En esta época comenzó a utilizar el alabastro por su apariencia iluminada pero velada, como en la escultura How Deep is the Air "cuan profundo es el aire" (1996). A pesar del uso de soportes variados, las intenciones de simplicidad y equilibrio de Chillida nunca permitieron que el material adquiriera una forma ajena a su naturaleza.
Sus obras se consideran formas en las que la masa y el volumen contienen el espacio. Así se puede apreciar en sus obras públicas más populares como el "Peine del Viento" en San Sebastián, la más conocida. Está creada en base al movimiento del viento y el mar. Es un conjunto escultórico formado por terrazas de granito rosa y tres piezas de acero soldadas a las rocas de la playa de La Concha. Constituye uno de los lugares más frecuentados por vascos y turistas, un espacio mágico desde el que es posible contemplar el mar en todo su esplendor, especialmente durante los días de tormenta, cuando las olas chocan con toda su furia contra las rocas del acantilado.
El "Elogio del Horizonte" (Alabanza del Horizonte) en Huesca, una escultura de hormigón y acero que se encuentra en lo alto de una colina, siendo una de las obras más emblemáticas de Chillida y que tiene vistas panorámicas del paisaje circundante.
En 1987 la ciudad de Barcelona encargó "Elogio del agua" para el parque de la Creueta del Coll. Allí, suspendió una escultura sobre un estanque de agua, desafiando la gravedad.
El "Chillida-Leku", que significa "el lugar de Chillida en euskera". Se encuentra en Hernani, en la finca de Zabalaga edificio de piedra y madera del siglo XVI que fue adquirido por el escultor en 1983 al cónsul de Burdeos, Santiago Churruca. Se inauguró en el año 2000. Es un museo único, confeccionado en sí mismo como una gran obra de arte. En él la fusión entre arte y naturaleza se produce de una manera natural. Las esculturas se integran en el paisaje como si siempre hubieran formado parte de él. Recuerda el paisaje y la "luz negra" del Atlántico, de su tierra natal la cual guiará e inspirará su obra en contraposición con "la luz blanca" y luminosa del Mediterráneo.
Chillida dejó una gran cantidad de obras repartidas por varios países, y muchas de ellas fueron expuestas en importantes museos e instituciones de arte de todo el mundo.
Algunas de las características más sobresalientes en sus obras son:
Uso de formas geométricas simples como: círculos, esferas, cubos y cilindros, pero los modelaba de manera que creaban esculturas complejas e intrigantes.
Uso de materiales naturales como piedra, madera y acero, y que suelen incorporar elementos del paisaje natural.
Enfoque minimalista. Sus obras suelen caracterizarse por no tener adornos, con un fuerte énfasis en la forma y la textura.
Se conectan con el paisaje natural que las rodeaba, y muchas de sus obras fueron instaladas en espacios al aire libre.
Uso de esculturas monumentales a gran escala que están diseñadas para ser vistas desde lejos y que se integran bien con el espacio circundante.
Chillida ha tenido una gran influencia en el arte contemporáneo, especialmente en la escultura. Sus obras son consideradas fuente de inspiración para muchos artistas actuales. Su enfoque minimalista y su conexión con el paisaje natural se consideran tendencias importantes del arte de nuestra época. Su trabajo es visto como un ejemplo de arte público. Además, fue uno de los primeros en
trabajar el acero como material escultórico, y su técnica de trabajo con este material ha sido fuente de inspiración para otros escultores que lo trabajan en la actualidad.
Las esculturas monumentales de Chillida diseñadas tanto para espacios urbanos como para espacios más solitarios están instaladas permanentemente a nivel internacional y constituyen una faceta importante de su producción artística. Chillida ha recibido numerosos premios, entre ellos el Gran Premio Internacional de Escultura en la Bienal de Venecia (1958), el Premio Kandinsky (1960), el Premio Carnegie de Escultura (1964), el Premio Andrew Mellon (1978, con Willem de Kooning), el Gran Premio de las Artes en Francia (1984) y el Premio Jack Goldhill de la Real Academia de las Artes de Londres (1996).
Su muerte acaeció en San Sebastián el 19 de agosto de 2002. Ha sido y es uno de los artistas más importantes del siglo XX y su legado, constituye una reflexión profunda sobre la naturaleza, la sociedad y la relación entre ellas. La presencia de su obra pública en ciudades de todo el mundo: Madrid, Múnich, París, Nueva York, Berlín, etc. es el testimonio de su impacto en la cultura visual contemporánea y le ha llevado a ser considerado un escultor universal y una de las figuras más relevantes de la historia del arte.
FUENTES:
Eduardo Chillida. El escultor del minimalismo español https://www.p55.art/es/blogs/p55-magazine/
Eduardo Chillida: arquitecto del vacío https://revistaestilo.org/2021/07/08/
Eduardo Chillida 100 años de arte en mayúsculas https://basqueluxury.com/
Iniciamos el año con los que ya se han convertido en tradicionales para el estreno de un nuevo ciclo, pues tenemos una doble entrega, el día 4, de los sellos dedicados a la serie «Turismo». De una manera o de otra, las distintas expresiones que salen cada año no tienen más recorrido que el que hay, los diferentes motivos que llevan a los turistas a elegir sus destinos, y cómo los distintos destinos se adaptan a las necesidades de ese público. En esta ocasión los sellos de tarifa B y C se dedican al turismo de ocio y al de negocios respectivamente, con unos diseños un tanto infantiles.
En esa cruzada que tiene Correos por divulgar acontecimientos intrascendentes, casi a la par con no darle bola a otros que merecen más repercusión, el día 5 se saca de la chistera una serie que no sabemos qué recorrido tendrá ni su contenido, de-
nominada «Fiestas de interés turístico nacional». El debut le ha correspondido a la fiesta de La Vijanera en la localidad de Silió (Cantabria); curiosa tradición y motivo que daremos por bueno si consigue el errático fin de difundir eventos muy aislados y que con la escasa repercusión de la filatelia la contribución será mínima.
Ninguna tacha se le puede poner a esta hoja bloque que salió el día 12. Al día siguiente se celebraba el 200 aniversario de la creación de la Policía Nacional, obviamente con otra
denominación en su origen (Policía General del Reino), pero con el fin en aquella época de prestar un servicio público al ciudadano de seguridad y mantenimiento de la convivencia, lo cual ha perdurado hasta nuestros días con un sinfín de funciones más. Sin duda una efeméride que rinde un más que merecido homenaje a una de las partes de lo público que mejor imagen ofrece a la comunidad.
Diría que este sello debiera haber salido mucho antes y, desde luego, habiendo sido poco previsores, si de lo que se trataba era de rendir un más que obligado homenaje a Nino Bravo, ello tendría que haber ocurrido de forma consecuente el pasado año, cuando se cumplían cincuenta años de su fallecimiento. En este motivo del día 29 se representa la figura de un cantante inolvidable, una vida efímera pero intensa, que nos deja canciones para el recuerdo dotadas del alma con que él las interpretaba, con un chorro de voz que conmovía y nos seguirá emocionando, porque su legado no ha muerto.
Tampoco está mal este político que dentro de la serie «Personajes», Manuel Azaña, se nos recuerda. Su figura ha ido ganando en prestigio a medida que nos hemos ido separando temporalmente del momento en que fue histórico para nuestro país, tal vez en esa época no exento de controversia y de de-
tractores. Lo que se sí que es una coincidencia común es que todos reconocemos que se trataba de un hombre extremadamente culto y que tal vez no era un político vocacional. El sello que se emitió en la jornada del 30 refleja una clara imagen que todos tenemos en nuestro acerbo cultural.
Creo que no solo para los aficionados de la filatelia sino para la gente en general, si supieran que se emiten sellos o simplemente que existen, este sello habría de ser el más entrañable y deseado de los últimos tiempos. Con la figura de Gaby, el de los Payasos de la tele de toda la vida, se rinde homenaje a los 50 años de aparición de estos geniales artistas que pusieron color a nuestras infancias. En este efecto que se emitió el día 16 se representa a una familia que ha dejado huella en nuestra memoria colectiva y casi diría que es una rara avis quien es incapaz de recordar la letra de alguna de sus canciones.
De las planchas de la FNMT salió el 19 un sello que, dentro de la serie «Efemérides», conmemora el Centenario del nacimiento del genial escultor Eduardo Chillida.
Su obra, radical y rompedora, supuso una nueva interpretación de la escultura como vehículo de expresión artística. Su legado es capaz de congregar a seguidores acérrimos tanto como otros que no llegan a captar la profundidad de su mensaje, y créanme que me encuentro entre estos últimos, sin negarle su exclusividad. Como curiosidad cabe recordar que en sus tiempos mozos fue un reputado portero de fútbol.
Desconozco si existe la serie «Sanidad» entre tanto marasmo y desorganización de las programaciones, pero aquí han metido un homenaje al Dr. Fidel Pagés que fue el descubridor en 1921 de la anestesia epidural, hecho que no ha sido especialmente divulgado ni su artífice muy conocido. Tal vez hace tres años hubiera sido un interesante momento para ensalzar esta figura tanto a nivel mediático como por el modesto acompañamiento de un sello de Correos que sí que hubiera podido insertarse como uno más de esa serie fetiche de «Efemérides». Este salió el 22.
Igualmente el 22 y también en la misma serie comodín, se dedicó un efecto al 50º aniversario de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), en realidad el medio siglo de existencia se cumplió el pasado año. Aunque el sello no es sinceramente de lo más llamativo, es más, diría que habría cien mil fotos que se podían haber traído y no esta, valga el fin más que loable, que no es otro que el de ensalzar la figura de esa medicina que está en la primera línea de fuego, y que sobrevive con dificultad porque las condiciones de trabajo, no paramos de verlo en las noticias, no son ni mucho menos las deseables.
Tal vez un literato poco conocido el que nos presenta Correos en este efecto el día 29, y es que Juan Muñoz Martín ha trascendido más por ser el creador de innumerables libros infantiles, los cuales a buen seguro que hemos leído sin atribuirle su autoría. Un merecido homenaje dentro de la serie «Literatura» tras su fallecimiento el pasado año.
Se ha polemizado bastante últimamente el Día Internacional de la Mujer, creo que hay un sector de nuestra política que contribuye a utilizar esta jornada más como un arma arrojadiza para alimentar enfrentamientos estériles, y la realidad es, en mi opinión, mucho más global que un mero debate político que no se extiende más allá de las fronteras de las redes sociales generando, eso sí, notable animadversión. Lo cierto es que la campaña de este año #8MTodoElAño en sello que, obviamente, salió dicho día, es toda una declaración de intenciones, esta jornada extendida cada día del año, nos debiera hacer reflexionar acerca de la necesidad de que en el futuro tenemos que aspirar a que no se celebrara este día, señal de que la igualdad es plena, ¿utopía?
No menos exenta de carga emocional y también objeto, cómo no, de trifulca política de vez en vez, celebramos el día 11 dos décadas de aquel terrible atentado que tuvo lugar en Madrid, y parece que fue ayer. Ese día se nos quedó grabado en la mente, todos sabemos lo que estábamos haciendo aquella jornada que no nos hubiera gustado vivir. Con un simbólico sello, sobrio pero bien traído, se celebra esta aniversario tan triste.
Aunque no le prestemos la atención debida, quizá porque no intuimos los avances que desde Europa se implementan en nuestro
país, este año toca acudir a las urnas para elegir a nuestros eurodiputados, en jornada que se celebrará este próximo 9 de junio. En este sello institucional, que se emitió el 15, se recuerda esa gran cita para todos los ciudadanos de la Unión Europea y que, en función de cada país, tendrá lugar desde los días 6 al 9 de dicho mes.
Señala la difusión de Correos acerca de esta hoja bloque que «La imponente Catedral de Granada ha alcanzado un hito histórico: ha cumplido cinco siglos desde que se fundase en el año 1523». Como siempre ocurre no es una celebración que le hubiera surgido a Correos de sopetón, y tiempo tuvo de haber sacado el efecto cuando correspondía, pero lo hace como siempre
cuando las celebraciones ya se han producido. Un espléndido monumento, sin duda, que se embellece más si cabe por el entorno y por la historia y los personajes que yacen en su interior, entre otros, los Reyes Católicos.
Igual para no dejar mal a la granadina catedral pues dijeron, vamos a acompañarla el día 22 con otra efeméride a destiempo, y además de esas que gustan a los que se encargan de las programaciones: el fútbol, una vez más y las que queden, hasta el infinito y más allá. Pues eso, que el centenario del Villareal fue en 2023, pero Correos no pierde la oportunidad de sacar su sellito, por si los aficionados de ese equipo tan característico de la ciudad castellonense y que se ha convertido ya en un clásico de las último cuarto de siglo en nuestro país, tienen a bien adquirirlo.
El día 25 fuimos obsequiados con una magnífica hoja bloque dedicada a «Denominaciones de Origen Protegidas», y en concreto con el
protagonismo de nuestra vecina Extremadura, ensalzándose sus cerezas del Jerte y el no menos famoso pimentón de la Vera. Sin duda, dos referentes de la gastronomía española, que tienen en las tierras extremeñas una fantástica huerta.
Otro sello institucional el que se sacaron de la manga el día 26 y que tenía como fin conmemorar los 150 de la creación de la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE). El diseño es poco menos que surrealista, porque amén de lo espartano del diseño no sé qué pinta el busto de un caballo, porque de primeras parecería que lo que promocionan es algún hipódromo o cualquier feria equina.
Interesante hoja bloque la del día 26 dedicada a la pintora irundarra Menchu Gal, artista a la que yo no conocía. Fallecida en 2008 se ha movido siempre por un ensalzamiento del color y de la figuración expresiva. En esta bella obra que se ha tomado
para este modesto homenaje se muestra el cuadro que lleva por título Playa de Fuenterrabía y que fue realizado en 1975.
El día 27 Correos nos hizo la entrega anual de sellos dedicados a la serie «Museos», en ese formato apaisado y tan cosmopolita. Los museos elegidos en este año que congregan cierta curiosidad en este escribiente son el Museo OXO de videojuegos en Málaga, el Museo Etnográfico de Valencia y la Galería de Colecciones Reales de Madrid, escenario este último que se ha puesto muy de moda en cuanto a visitas en los últimos años.
Comenzamos este mes, que ya se presume festivo por aquello del buen tiempo, con un sello que se emitió el 19 y dedicado a la serie «Fiestas populares», y en esta ocasión para homenajear las Fiestas de Moros y Cristianos de Alcoy, probablemente de las más conocidas del Levante español. Lo que no es nada llamativo es el diseño elegido que quiero imaginar que es el mismo que se haya utilizado en el pueblo para estas fiestas.
Llamativo el efecto que salió el día 22 para celebrar la Capital española de la gastronomía 2024 que corresponde este año a Oviedo. Como no puede ser de otro modo la fabada es el centro de atención del diseño puesto que dentro de la variada gastronomía asturiana este puede que sea el plato más popularmente conocido.
Aunque reconozcamos que Telefónica es desde hace años una empresa privada, un ente con la importancia capital que ha tenido para el desarrollo de nuestro país, y de la mayoría de los países, porque a través de su evolución también íbamos de la mano el resto de la ciudadanía, bien merece que se le dedique un sello por su centenario. En este sello del 24, aunque podrían haber sido justos y haberlo sacado el 19 que es cuando se cumplían los años, también se representa algo tal vez más sutil, se trata de la contribución a la arquitectura moderna donde se ubicaron tantos y tantos centros de comunicaciones, hoy dedicados a otros menesteres debido al empuje de las nuevas tecnologías.
En memorable hoja bloque nos presentan los prescriptores de emisiones en la jornada del 26 esta dedicada al Real Alcázar de Sevilla, dentro de la serie «Patrimonio Mundial»; nada que objetar al motivo, o sea, que el fondo está bien y más tratándose de esta joya arquitectónica, pero la forma, por evidente, ya duele, nos meten efectos de valor excesivo, 7’60 euros, que por descontado, nadie va a ver circular ni en el mejor de sus sueños.
Terminamos el cuatrimestre el día 29 con los sellos dedicados a la serie «Pueblos con encanto», que llega a su novena edición (Correos ha indicado erróneamente un ordinal incorrecto, el XIX). Todo un clásico ya, y que en contra de la norma, Correos repite en estos años siguiendo el mismo formato de carnet con cuatro sellos autoadhesivos. Es una buena manera de divulgar esa España rural, esa España donde aún se degusta la vida lenta. Los pueblos seleccionados este año son Betancuria, (Fuerteventura), Hita (Guadalajara), Nuevo Baztán (Madrid) y Peñíscola (Castellón), quizás este último sea menos tranquilo que el resto.
ESCULTURA BARROCA ESPAÑOLA DE LA MANO DE
IGNACIA ROLDÁN
Sin duda alguna, Luisa Ignacia Roldán (1652 – 1706), es la mejor representante de la escultura barroca española como veremos a lo largo de estas pequeñas pinceladas. Sevillana de nacimiento, fallecerá en Madrid en situación de pobreza, pese a no parar de trabajar durante toda su vida, por la demora en el pago por parte de la clientela de su última etapa, la monarquía.
Es una de esas grandes artistas que ha sido invisibilizada producto de la mentalidad dominante que construía los discursos no solo en la Historia del Arte, sino de la propia Historia en general con un marcado carácter eurocéntrico, y patriarcal. Fuera del foco, dejaban a más de la mitad de la población, no entrando ni las mujeres, ni tampoco etnias minoritarias.
Con esta primera reflexión no estamos por tanto descubriendo nada extraordinario a las personas que se acerquen a este breve homenaje en forma de artículo. De hecho, cuando su figura ha empezado a conocerse, nos ha llegado en primer momento a través del sobrenombre La Roldana, en referencia precisamente a su padre, aunque pronto su arte superaría a su maestro y mentor.
Como habrán podido deducir, su padre no fue otro que Pedro Roldán, en cuyo taller, uno de los más relevantes de la época, Luisa aprendería el oficio.
Tras contraer matrimonio en 1671, su producción no decayó, puesto que junto con su marido, ya que la mujer no podía per se, montaría un pequeño obrador, que fueron trasladando debido a los encargos recibidos, desde su ciudad natal,a Cádiz,y finalmente a Madrid
Luisa, como reconoce Leticia Ruiz (Directora de las Galería de las Colecciones Reales) destacó por su virtuosismo técnicamente hablando, y por sus esculturas donde tenía gran importancia la policromía, y el contraste de colores con el que se adelantó al Rococó.
Si algo destacó de esta artista fue la expresión de los sentimientos: dulzura, ternura, delicadeza, honestidad, serenidad, maternidad… pero también miedo, sufrimiento, dolor, dramatismo... en la imaginería. Según Alfonso Pleguezuelo convirtió sus obras en “seres comunicantes”, emocionando y conmoviendo al espectador.
Las obras barrocas tras el Concilio de Trento siguen esta línea, la novedad de los gestos que incorpora Luisa estará en la sonrisa, como en San Juan Bautista niño. La risa, algo intrínseco de nuestra cultura, sentimiento liberador, y poco habitual en la escultura religiosa. Era el siglo del Quijote, Lope… donde Murillo hizo lo propio en la pintura.
Representación de esa “picaresca” en su escultura la encontramos en el querubín que pide silencio mientras Santa Ana da la lección a María; o el niño que quiere jugar con Jesús en La Virgen de la leche.
Respecto a la escala de sus obras las realizó tanto en formato pequeño, pasando por la escala natural o humana, hasta esculturas de tamaños “gigantes”. Entre los materiales utilizados, están la madera, la piedra, y el barro cocido o terracota.
Trabajó para los tres poderes principales de la Edad Moderna: Iglesia, Nobleza y Monarquía. Respecto a la primera surgieron numerosos encargos desde cofradías, monasterios, iglesias e incluso catedrales como la de Cádiz.
Sin duda, la mayor muestra del reconocimiento en la propia época, eran dos hechos: el ser conocida como Doña Luisa Roldán, firmando algunas de sus obras; y el ser la primera escultora de la corte en un momento convulso con el cambio de la dinastía de los Austrias con Carlos II, y la llegada del primer Borbón Felipe V.
Podemos diferenciar en su producción 3 etapas:
Etapa sevillana (Juventud 1686): de aprendizaje en el taller paterno, y tras su matrimo-
San Juan Bautisotorgándole, según Guijo, “una gestualidad tan efusiva y espontánea” propia de la obra de Luisa.
Etapa gaditana (1686-1688): La 1ª obra documentada de Luisa es el Ecce Homo (1684) de la catedral de Cádiz, con gran detallismo en los pliegues de las ropas, y un tallado del cabello específico de la autora.
De la catedral son también los ángeles que aparecieron en 2008. En 1687 realizó a los santos patronos de la capital, San Servando y San Germán. Siendo un precedente del último, el San Juan Bautista ya visto en la etapa anterior. Coetáneas serán obras como: Dolorosa de la Soledad (1688) de
Etapa madrileña (1691-1706): con obras de menor tamaño comenzó esta etapa con la que buscaba acercarse a la corte, ejemplo de ésta es El descanso de la huida de Egipto, y Los desposorios místicos de Santa Catalina
En 1692 conseguiría su objetivo, realizando quizás la obra más reconocida: San Miguel de El Escorial que se muestra en la Galería de las Colecciones Reales (Madrid), y el Jesús Nazareno de Sisante.
La obra que se utilizó para ser presentada
niza aún más a los personajes, dotándolos de rasgos más femeninos, infantiles y maternales, mediante un modelado más natural, carnoso y blando.
Luisa obtendría mayor reconocimiento que sus coetáneos, incluso a nivel internacional siendo nombrada académica de Mérito por la Accademia di San Luca de Roma, aunque ella no llegó a tener constancia de tal honor, que normalmente no se concedía a artistas españoles, y mucho menos a mujeres, debido a que la aprobación se produjo el mismo día en el que falleció.
A pesar de la desventaja para su carrera que debió suponer haber tenido siete embarazos, de los que sobrevivirían una hija y un hijo, Luisa se ganó la vida gracias a su trabajo fuera del hogar, cosa que en ese momento estaba al alcance de muy pocas mujeres.
En pleno siglo XXI, su recuperación, como el de tantas mujeres esenciales para comprender realmente la Historia del Arte, se ha comenzado mediante la difusión de sus vidas y obras a través de las redes sociales, bajo el proyecto “La Roldana plataforma” que busca precisamente su inclusión en los currículums educativos oficiales. Todos estos movimientos han llevado a que en las últimas oposiciones de secundaria aparezcan obras de mujeres, y especialmente de Luisa.
WEBGRAFIA: https://www.asociacionlaroldana.com https://www.diariodesevilla.es/semana_santa/majestuoso-SanJuan-Roldana-oculto-convento-san-eandro_0_1621939491.html
ESPAÑA TUSELLO 2020
Sebastián Martínez Domedel (Jaén, h. 1615 – Madrid, 1667) es la figura más relevante de la pintura barroca giennense del siglo XVII. Según el testimonio de Antonio Palomino en su Museo pictórico y escala óptica fue un «pintor insigne, y por una manera muy caprichosa, extravagante y rara; pero con buen gusto, y corrección, y con gran templanza, y vagueza de términos como lo acreditan repetidas obras».
Se trata de un maestro de la pintura que posee una marcada personalidad artística como demuestran sus cuadros, los cuales solía firmar con las rúbricas «Sebastianus» y «Sebastus f. giennii.». Su estilo es ecléctico, por la asimilación de las influencias de la pintura naturalista y la de otros artistas contemporáneos como Antonio del Castillo, Alonso Cano o José de Ribera. Técnicamente, su pintura se caracteriza por poseer una paleta con un re-
ducido registro cromático de tonalidades terrosas y por la aplicación de una pincelada empastada. En su obra destacan las calidades táctiles de las naturalezas muertas de sus bodegones, entre los que abundan libros, folios, flores y frutas. La veracidad también está presente en la definición de sus imágenes sagradas, cuyos personajes reproducen unos modelos reales tomados de la calle que miran fijamente al espectador con una fuerte tensión psicológica para incitar al devoto a la oración, tal y como demuestran el San Judas Tadeo y SantoTomásde la Colección Granados
SANTO TOMÁS (COLECCIÓN GRANADOS) FUENTE: COLECCIÓN GRANADOS
Se desconoce la fecha de su nacimiento, pero se estima que debió producirse en Jaén en torno a 1615 y 1620. No obstante, está documentado que sus progenitores fueron Bartolomé Martínez y María Domedel y que Sebastián fue el primogénito de una prolífera descendencia compuesta por ocho hijos y cuatro hijas.
Su formación en el arte de la pintura debió transcurrir en su ciudad natal en torno a un taller familiar que estuvo activo por Bartolomé Martínez, su padre, y por Diego Domedel, su abuelo materno. Posteriormente, pudo completar su magisterio con el pintor local Cristóbal Vela Cobo (Jaén, 1588 – Córdoba, 1654) y con la visualización de importantes obras localizadas en Jaén, como los lienzos realizados por Angelo Nardi para el convento de “Las Bernardas” en torno a 1634. Relacionado con este periodo se conserva el Martirio de San Crispín y San Crispiniano (Palacio Episcopal de Jaén).
Seguidamente, se trasladó a Córdoba en busca de nuevas oportunidades profesionales, bien acompañando a Cristóbal Vela Cobo como discípulo o bien de forma individual. Este viaje enriqueció su estilo al asimi-
lar las novedades pictóricas del naturalismo tras conocer las obras de Luis Zambrano y de Antonio del Castillo Saavedra.
La influencia de la escuela cordobesa está presente en La muerte de Abel, un cuadro adquirido en 2018 por del Museo del Louvre procedente de la Catedral de Sevilla hasta 1810, cuando fue confiscado por el general Soult durante la Guerra de Independencia.
Durante esta estancia, en torno a 16401650 Sebastián Martínez debió ejecutar unos lienzos para el convento dominico del Corpus Christi de Córdoba con los temas de la Natividad de Cristo, la Inmaculada Concepción, San Francisco y San Jerónimo. Estos cuadros fueron calificados por Palomino como «cosa excelente», elogiando que «todos muestran bastantemente la eminencia, y capricho de su autor».
Respecto a su vida personal, el 31 de agosto de 1636 contrajo matrimonio en la iglesia del Sagrario de Jaén con Catalina de Orozco. La pareja tuvo cinco hijos, uno de ellos llamado Diego Martínez Orozco (1638 -1718) que fue presbítero. Sebastián Martínez y su familia vivieron afincados en la calle Mesones, gozando de una holgada situación económica gracias al arrendamiento de varios inmuebles que tenían en propiedad en la collación de San Ildefonso.
Trascurridos los años de aprendizaje, Sebastián Martínez se convirtió en poco tiempo
en el pintor más afamado de la ciudad de Jaén con obras como el Apostolado del patio de la Compañía de Jesús, que posiblemente se trate del localizado en el Palacio Episcopal de Córdoba. Al igual que otros pintores del siglo XVII, para poder atender todos los encargos contó con un obrador, en el que únicamente está documentado un joven y desconocido Francisco Santo que ingresó como aprendiz en 1640. Asimismo, se consideran continuadores de su estilo a Antonio García Reinoso y Ambrosio de Valois.
En enero de 1655 se produjeron los fallecimientos de su esposa y de su padre. Estos trágicos episodios contrastan con el periodo más fructífero de toda su carrera, en torno a las décadas de 1650 y 1660.
En el transcurso de este periodo, sus cuadros fueron requeridos por importantes instituciones religiosas y por destacadas personalidades civiles del siglo XVII. Entre 1652 y 1653 recibió el encargo de Luis Ramón Folch de Cardona y Aragón (16081670), VII duque de Cardona y VI de Segorbe para decorar dos retablos colaterales de la iglesia de San Mateo de Lucena (Córdoba). Entre 1653 y 1655, trabajó para Rodrigo Ponce de León y Álvarez de Toledo, IV Duque de Arcos, en la hechura de un lienzo para el altar mayor de la iglesia del Santo Ángel Custodio del convento de Capuchinos de Marchena (Sevilla).
En fechas próximas se sitúan los santos jesuitas San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, procedentes de Cabra del Santo Cristo (Jaén), que fueron propiedad de D. José de Sanvítores hasta 1675 y que actualmente
se encuentran en la iglesia del Sagrado Corazón de Granada. Asimismo se incluyen en esta etapa los cuatro Evangelistas de la Catedral de Jaén y la alegoría inmaculista de la Virgen de la Esperanza pintada para la parroquia de Santa Cruz de Jaén y el San Juan Bautista del Museo de Jaén.
Entre las obras que mejor definen el estilo de Sebastián Martínez se encuentran el San José con el Niño del Museo Nacional del Prado y La Virgen y Santa Ana con el Niño, que fue propiedad del canónigo doctoral de la Catedral de Granada Francisco Ruiz Noble (1630-1694), actualmente en la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús de Granada.
El prestigio que alcanzó Sebastián Martínez se manifestó en su ciudad natal por la obtención del cargo de maestro pintor de la Catedral de Jaén. Su principal actividad se centró en “refrescar” la decoración del retablo de la Capilla Mayor con motivo de la celebración de las fiestas de la consagración de la nueva fábrica en 1660. Su obra más personal es un lienzo sobre tabla con dos Ángeles sosteniendo el Santo Rostro para la puerta del relicario de la Santa Faz, que según Juan Núñez de Sotomayor fue muy celebrado entre sus contemporáneos al decir que «justamente merece las aclamaciones de este siglo». El programa iconográfico lo completaban cuatro cuadros de gran devoción popular que copiaban a obras originales del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Los lienzos seleccionados fueron la Anunciación de Alessandro Allori, La Visitación relacionada tradicionalmente con una obra de Tiziano, Cristo atado a la columna de Navarrete “el Mudo” y el Descendimiento de Daniele da Volterra.
Para llevar a cabo esta empresa el cabildo catedralicio solicitó permiso al rey Felipe IV para que Sebastián Martínez pudiera copiar estas obras de las colecciones reales. Por último, en 1663 realizó el Martirio de San Sebastián, que fue elogiado por Palomino como «cosa admirable, en lo historiado, caprichoso, y bien observado de luz». La obra parte de un boceto (Fundación FocusAbengoa) que deriva del grabado de la Flagelación de Cristo de Hendrick Goltzius. En fechas próximas también ejecutó el Crucificado que preside el altar del panteón de canónigos, a partir de estampas de Schelte a Bolswert, sobre composición de Rubens. Previamente, también está documentado su asesoramiento para otras labores como la aprobación del modelo de un San Miguel de una de las pechinas de la
cúpula proyectada por Juan de Aranda Salazar y la realización de unos diseños de rejería para el altar mayor del presbiterio.
Precisamente, en la década de 1660 cuando Sebastián Martínez se encontraba en la plenitud de su carrera se trasladó a Madrid. Durante este periodo fue nombrado como Pintor Real de Felipe IV, tras la muerte de Velázquez. Según Antonio Palomino, el pintor mantuvo una relación cercana con el monarca, quién definió que su pintura era «de poca fuerza, y que era menester mirarla junto a los ojos, porque lo hacía todo muy anieblado; pero con un capricho peregrino». De su estancia en la Corte, se relaciona la Santa Catalina del Museo de Jaén, cuyo amplio registro cromático de tonalidades rosáceas y granates derivan de la pintura madrileña.
Durante esos años también trabajó para la clientela civil de la villa de Madrid, como demuestra el encargo de cinco lienzos que
doval, V Duque de Lerma, por el que cobró
sin el conocimiento de sus padres para evitar un escándalo en la ciudad. Juana de la Peña lo dio por muerto, hasta que pasados unos años descubrió que estaba vivo y que había sido adoptado por otra familia giennense, intentando recuperarlo aunque sin éxito. Los otros dos, Manuela (1663) y Sebastián (1665), no corrieron la misma suerte y fueron criados y reconocidos como hijos legítimos.
Además de documentarse la presencia de Sebastián Martínez en las ciudades de Jaén y Madrid, en estas fechas también se localiza en Santa Águe(Colección Granados, Madrid), firmada y dedicada a D. Luis Bernardo Gómez de Figueroa y Córdoba, quien fuera una destacada persona-
Los últimos días de la vida de Sebastián Martínez transcurrieron en Madrid. Allí, el pintor contrajo una peligrosa enfermedad que le obligó a otorgar el 29 de septiembre de 1667 un poder a Francisco de Miranda y Parra, correo mayor de Jaén para contraer segundas nupcias con Juana de la Peña, una joven natural de Bailén que llegó a su casa cuando contaba con siete años. La relación fue muy polémica al iniciarse poco tiempo después de enviudar, por la diferencia de edad que había entre ambos y porque tuvieron varios hijos fuera del matrimonio. Juan, el mayor, nació en 1660, estando Sebastián Martínez fuera de Jaén, y fue dejado en la puerta de una iglesia
Finalmente, el 10 de octubre de 1667 Francisco de Moya desposó por palabras de presente a Sebastián Martínez con Juana de la Peña en la parroquia de San Ildefonso de Jaén. Veinte días después, el pintor falleció en la villa de Madrid sin dejar testamento. Su partida de defunción indicaba que residía en el Mesón Nuevo de Francisco Delgado, en la Puerta de Segovia y que fue enterrado la parroquia de San Andrés.
BIBLIOGRAFÍA:
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PALENCIA CEREZO, José María: «Sebastián Martínez, el gran desconocido». Ars Magazine, nº 10 (2011), pp. 102-114.