Testimonios e impresiones de viajeros de los Siglos XVIII y XIX
Provincia
Sugamuxi Coordinación : Fundación Cultural Coisué Realización : Jean-Baptiste Boissy
Los Cuadernos de la Memoria Viajar en la
de
Dirección de la investigación: JeanBaptiste Boissy, antropólogo.
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L la Fundación Coisué se dedica a salvaguardar el patrimonio local boyacense por medio del fomento de iniciativas como promover, valorizar y difundir la cultura monguiseña y provincial de Sugamuxi mediante la realización de investigaciones y de proyectos comunitarios.
Referencia: Boissy, Jean-Baptiste. Viajar en la Provincia de Sugamuxi. Testimonios e impresiones de viajeros de los siglos XVIII y XIX. Cuadernos de la Memoria, Fundación Cultural Coisué, Monguí, octubre 2022.
Introducción 2-3 I. Viajeros
4-7 II.
alrededores 8-15 III.
16-20 IV.
religiosas
21-23 V. Entre
y Llanos 24-29 Bibliografía 29 La infografía 30 Sumario
y científicos
Sogamoso y sus
Los primeros turistas de la laguna
Peregrinaciones
hacia Monguí
Páramos
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H hasta 1808, la provincia actual de Sugamuxi estuvo dividida entre dos corregimientos: el de Sogamoso y el de Gámeza. Con la independencia, integra el Departamento de Tunja para conformar a partir de 1830 el Cantón de Sogamoso, perteneciendo a la Provincia de Tundama. Aquí exploraremos con unos viajeros del siglo XIX la parte sur del Río Chicamocha (antiguamente Río Sogamoso), tierras altas pobladas de resguardos indígenas incluyendo, además de Sogamoso, los municipios de Firatoba, Iza, Cuítiva, Tota, Pueblo Viejo (Aquitania), Tópaga, Mongua, Monguí, Gámeza. Mapa base para 1800, Jurisdicción de Sogamoso, Diccionario histórico-geográfico para HGIS de las Indias
Manuel Ponce de León y Manuel María Paz, detalle de la Carta Corográfica del Estado Soberano de Boyacá. Tomado del "Atlas de los Estados Unidos de Colombia, antigua Nueva Granada”, inspirado por los trabajos corográficos del General Agustín Codazzi, 1865
Introducción
La Provincia de Sugamuxi, Boyacá, es reconocida por sus hermosos paisajes de la Laguna de Tota y los grandes páramos que coronan sus altas montañas; por lo que muchos de turistas llegan a conocer sus pueblos coloniales, en los que encuentran productos típicos como postres, zapatos, balones y ruanas. Esos atractivos son el resultado de una historia particular que se puede descubrir con los testimonios de los primeros viajeros que llegaron a esas tierras lejanas. Volvamos entonces unos siglos atrás...
En el siglo XVIII, la gente viajaba con fines comerciales hacia los Llanos o para las romerías, en particular en Chiquinquirá y Monguí, pero la mayoría eran gente de la provincia o funcionarios de los grandes centros urbanos de Tunja y Santafé. El poder español veía como un peligro la presencia de extranjeros, ya que temía por las nuevas ideas que podían traer con ellos.
Los únicos que circulaban en Nueva Granada fueron misioneros como el padre jesuita italiano Gilij. La popularidad del gran viaje de Humboldt a través de los Andes y la Independencia permitieron la llegada de los primeros viajeros desde Europa o Estados Unidos.
Entonces, ¿cómo clasificarlos? Alberto González Troyano distingue viajeros y paseantes. Los viajeros son extranjeros y no tienen un vínculo particular con los espacios que visitan mientras los paseantes recorren espacios que son cercanos o familiares. Los paseantes son funcionarios del Estado como Ancizar en el marco de la Expedición Corográfica, otros son sacerdotes como Oviedo, nativo de Socotá que, un siglo antes recorrió muchos pueblos boyacenses entre los años 1730-1735.
Los extranjeros tienen perfiles diferentes: algunos vienen por negocios personales (el
español de Alba), en cualidad de ingenieros (el francés Brisson) o solo por recorridos exploratorios (el francés Mollien). Son escritores, pintores, geógrafos, químicos o botánicos. Abordan sus viajes como una exploración que retoma los pasos de Humboldt enfocándose en los aspectos naturalistas, arqueológicos y etnográficos. Así que, en ese entonces, todos llegan a la provincia de Sugamuxi de paso para ir hacia los Llanos Orientales o Santander, haciendo una vuelta hasta Sogamoso, en general atraídos por la fama prehispánica de la ciudad. Sus trayectos retoman también los circuitos de tránsito de la gente local, siguen los peregrinos y las caravanas de mulas hacia las provincias vecinas.
Con un enfoque erudito, producen relaciones de viajes bajo la forma de diario de campo o de estudios de “las cualidades” del país con levantamientos de datos y observaciones de todo tipo. En este marco, Mollien hace un panorama muy detallado de los productos del país mientras que el alemán Hettner analiza el potencial económico de la región. Es aquí cuando los viajeros expresan sus sensibilidades, sus impresiones, se enfocan en experiencias personales contando anécdotas y comentando aspectos relevantes como el frio del páramo o las dificultades encontradas en el camino. Algunos producen acuarelas de personajes típicos o de paisajes insistiendo sobre la diferencia, la variedad regional y el exotismo de esas tierras. Es el legado pictográfico del inglés Edward Walhouse Mark o de José María Gutiérrez de Alba, este último es también el primero a realizar fotografías de la provincia en aquellos tiempos.
El interés de esos escritos radica en la manera de representar el otro. La percepción de la gente se hace a través de una mirada costumbrista
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sobre “los tipos y costumbres”. Se trata de una clasificación enfocada en lo folclórico donde las personas encontradas están integradas a un paisaje cultural. Esas descripciones analizan los rasgos psicológicos del pueblo incluyendo muchas veces prejuicios racistas sobre la gente encontrada.
En la provincia, las poblaciones campesinas del siglo XIX son todavía percibidas como “indias”, con todos los estereotipos de pobreza y de atraso que la mirada evolucionista de la época asocia a esas poblaciones. Como lo recuerda Jaramillo Uribe, esos testimonios tienen que ser abordados con una distancia critica: “No debe olvidarse que, como todo testimonio, el del viajero puede ser afectado por los valores de su propia cultura, por las ideas dominantes en su época y aun por su profesión y sus intereses personales”.
A pesar de eso, los testimonios representan una fuente importante para tener una representación de Sogamoso y sus pueblos vecinos en los siglos XVIII y XIX. De cierto modo, esta literatura de viajes científicos o de exploración constituye una de las primeras etnografías hechas en Colombia. Lejos de ser anecdótica, la mirada desde afuera de los viajeros ha influido también la percepción de las élites colombianas sobre su propio país y la diversidad de sus habitantes.
En efecto, permitió sistematizar las informaciones recogidas en cada región y estructurar el espacio alrededor de nuevos atractivos que todavía atraen turistas hoy en día. Esas experiencias de viaje anticipan la emergencia del turismo en el siglo siguiente. El presente estudio sintetiza, etapas por etapas, los testimonios de 11 viajeros y paseantes acompañados de representaciones antiguas de los diferentes lugares descritos.
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Detalle de la Mapa Corográfico de la Provincia de Tundama levantado de orden del gobierno por Agustín Codazzi, Comisión Corográfica, 1850
© Biblioteca Nacional de Colombia
Viajeros y científicos
Carmelo Fernández Comisión Corográfica, 1851 © Biblioteca Nacional de Colombia
(a la izquierda) Tipo blanco é indio mestizo: Provincia de Tundama (abajo) Habitantes notables: Provincia de Tundama
Página siguiente: José María Gutiérrez de Alba, Vaso encontrado en Tunja. Idolillos o tunjos de barro cocido. Manufacturas de los indios chibchas anteriores al descubrimiento N° 3, publicado en Maravillas y curiosidades de Colombia (Tomo XII), 1875
La Comisión Corográfica llegó en el Cantón de Sogamoso en los años 1850-1851. Fue un equipo internacional encabezado por el Italiano Codazzi y el bogotano Ancízar que investigó de manera sistemática las características del territorio; su objetivo consistía en levantar una descripción completa de todas las características que podían servir al desarrollo de la joven Colombia.
En el Cantón, se estudiaron los productos del territorio, las distancias entre pueblos, las características naturales y geofísicas, la demografía y todo tipo de datos estadísticos útiles. Ancízar hizo un relato detallado de su estancia científica mientras el geógrafo Codazzi se interesó en la historia geológica de la zona y en la existencia antigua de grandes lagos de altitud. La expedición produjo varios dibujos de los “tipos” raciales de la gente con el pintor Carmelo Fernández.
Alphons Stübel, Colombia: Tafel 21, publicado en Kultur und industrie sudameriKanisher volker, 18891891
© Banco de la Republica
I.
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EN BUSQUEDA DE EL DORADO
GUAQUERÍA
Respecto a la tierra de guaquería, la provincia de Sugamuxi ha sido afectada, desde el pillaje y la quema del templo del sol en 1537 hasta hoy, a causa de la búsqueda de tesoros indígenas. En particular se dice que el lago de Tota escondería el famoso sol de oro que los muiscas ahogaron para que no quede en mano de los conquistadores. Es lo que atesta también los viajeros del siglo XIX. Elisée Reclus escribe que « los ribereños piden más : que se desagüe íntegramente el lago para extraer los tesoros ». También Hettner denuncia en 1882 el proyecto de desagüe artificial proyectado por un empresario: « El objeto era (...) de ganar terreno transformable en potreros, combinado con la esperanza de encontrar tesoros de los indios precolombinos en el fondo. Pero afortunadamente el empresario ya había gastado todo su dinero en los preparativos antes de empezar la obra misma. Digo que el fracaso oportuno era de celebrarse en este caso, por una parte porque la apertura del canal de desagüe, con su profundidad requerida de sesenta metros por lo menos, nunca habría llegado a terminarse ».
1801 -Alexander von Humboldt
“La región en la cual vivió Bochica durante 2.000 años se llama Iraca, el oeste de Tunja, la hermosa llanura a lo largo del río Sogamoso (el nombre de Sogamoso fue inventado erróneamente por los españoles, porque el ultimo pontífice de Iraca se llamaba Sogamuxi). Iraca fue la Palestina de los cristianos y la Meca de los mahometanos. Los indios venían de todas partes en peregrinación a esta ciudad santificada por Bochica y en medio de la guerra los príncipes amparaban a estos peregrinos”.
1893 – Elisée Reclus
“La ciudad de Sogamoso (Suamox), situada á orillas del río que ha recibido su nombre, fue, como Tunja, una de las ciudades históricas del imperio Muisca; á 2 kilómetros al Sudeste señalase el emplazamiento de Iraca, residencia del Sugamuxi, sumo sacerdote de la nación, y donde se hallaba el templo más rico de la comarca, considerable edificio de madera revestido de láminas de oro; durante el pillaje, unos soldados le pusieron fuego por descuido, y el incendio duró por muchos días, "cinco años," según las crónicas. Sogamoso no es ya un lugar de peregrinación á donde se llevan de todas partes el oro y las piedras preciosas; en cambio, se enriquece como centro de comercio de rebaños y supera á la capital en población...”
1850-1851
- Manuel Ancízar
“Aún quedan indios puros en Sogamoso; pero es inútil preguntarles nada relativo a la conquista; la esclavitud los degradó hasta el punto de perder la memoria de sí mismos. Nadie supo indicarme con seguridad el lugar que ocupó el templo afamado. Por conjeturas creen algunos que sea un solar grande, notable por dos eminencias que hace la tierra en los extremos, del cual han solido sacar joyuelas y figuritas de oro. El solar es propiedad de una familia de indios a título de resguardo, y cuando lo visité se hallaba sembrado de cebada, cuyas espigas ofuscaban el miserable rancho en que se albergan los últimos iracas envilecidos, ignorando que reposan quizás sobre las cenizas de sus sacerdotes, de sus legisladores y de sus antiguos dioses”.
1871 - José María Gutiérrez de Alba
“Quisimos visitar el lugar que la tradición designa como asiento de su templo famoso; pero todos me aseguraron que no quedaban de él vestigios ni señal alguna; que el suelo estaba reducido a cultivo, y que en una excavación, recientemente hecha, sólo encontraron a alguna profundidad varios trozos de las columnas de madera que lo sostenían, carbonizados en la parte más próxima a la superficie, y algunos objetos de barro cocido (de los cuales pude adquirir tres: dos pequeñas olletas y una especie de silbato), y por último, a alguna mayor
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EL ESPIRITU NATURALISTA
silbato), y por último, a alguna mayor profundidad, una gran losa, manchada aún de color oscuro en una parte de su superficie, y sobre la cual, según la tradición, se ejecutaban los sacrificios humanos.
El actual poseedor de aquel antes sagrado recinto, no sólo me regaló los objetos indicados, sino que llevó su complacencia hasta el extremo de traerme más tarde y por indicación mía, un pedazo de la gran losa indicada, ofreciéndome que, antes de mi partida, pondría en mi poder una astilla de las columnas que fueron quemadas, por conservarse aún uno de estos troncos en la casa de un amigo suyo, a la sazón ausente.
(...) Al trasmontar unas colinas margosas que se hallan a espaldas de la población, nos encontramos en el célebre lugar que íbamos buscando. Forma éste un paralelogramo de más de una hectárea de extensión, en un plano casi perfecto. Este plano se halla rodeado de tapias de tierra, en parte derruidas, y a nuestra llegada lo encontramos casi en su totalidad sembrado de alfalfa. Por lo demás, no se veía ni el más pequeño vestigio que indicase la existencia de edificio alguno en época remota; ni una columna, ni una piedra que diga a las generaciones presentes que allí existió el centro del gran poder teocrático que fue para los muiscas lo que Roma para los católicos, lo que la Meca para los musulmanes”.
ANTIGUOS VOLCANES
Los primeros visitantes en Iza se interesan por la presencia de “unos manantiales calientes, tanto ferruginosos como azufrados” (Hettner, 1882-1884) que hoy todavía tienen fama en el lugar. En esta época se trata más de determinar si son de origen volcánica, lo que se comprobó después con la existencia de un complejo volcánico de Paipa-Iza. Para Hettner, “los sedimentos formados alrededor de los últimos no contienen la piedra pómez volcánica, por la cual se acostumbra tomarla”. En 1823, Mollien expresaba la teoría que esas fuentes sacan su origen del lago: “Las montañas que le circundan son unas murallas espesas compuestas de gres, tan fuertemente cimentadas que no dejan pasar la menor filtración; sin embargo, cabría suponer que las fuentes termales de Iza y de Paipa tienen su origen en este inmenso depósito que está situado a unas cuantas toesas más alto que el nivel de aquéllas”. Esas teorías apasionaron les diferentes viajeros, así José de Alba fue comprobando las hipótesis de Ancizar.
La reproducción del meteorito de Santa Rosa está expuesta hoy en el Museo Nacional.
EL YUNQUE DE SANTA ROSA (EL AEROLITO)
Después de Humboldt, el viajero más famoso de Colombia fue sin duda Jean-Baptiste Boussingault. El quimista francés paso muy cerca de Sogamoso en el pequeño pueblo de Santa Rosa en 1823 donde hizo un descubrimiento que vino después alimentar la curiosidad de otros científicos en la región.
“Nos aseguraban que en Santa Rosa (Boyacá) se encontraban menas de hierro excesivamente pesadas. Al pedir informes nos llevaron a donde el herrero para mostrarnos una gran pieza de esa mena, que le servía de yunque. Cuál sería nuestra sorpresa al reconocer en el dicho yunque, una masa de hierro metálico de forma bastante irregular con numerosas vacuolas en su superficie y recubierta de un barniz carmelita y que tenía, en una palabra, todo el aspecto de una masa de hierro meteórico. (...) Todavía pudimos ver, al indicarnos el sitio, una cavidad no muy profunda, de donde el bloque había sido retirado; este objeto, evidentemente cayó en la noche que precedió al sábado santo, porque nadie lo había visto antes, aún cuando el punto de la loma en donde fue encontrado se halle cerca de un sendero que los habitantes de la población toman ordinariamente para ir a buscar leña en el bosque y lo que apoya esta opinión es que, esa misma noche, habían visto un globo de fuego que avanzaba a gran velocidad, a ras de tierra hacia el SO”.
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1850-1851 - Manuel Ancízar
“En la cadena de cerros que se desprenden del páramo de Ochiná para el N. y separan las hoyas de los ríos Tota y Pesca, se ven a trechos señales de antiguas erupciones volcánicas, como son los regueros de piedra pómez pocas cuadras al occidente de Iza, y orillas de fuentes muy sulfurosas. que hacen subir el termómetro centígrado a 50°, siendo la temperatura del ambiente 19°. Refieren los vecinos que ha poco tiempo hubo una explosión que levantó el suelo y una columna de barro y piedras donde ahora está un pozo de agua caliente verdosa, bastante profundo, del cual se exhalan constantemente burbujas de ácido hidro-sulfúrico gaseoso, que hace caer aturdidas las aves, si por casualidad se aproximan hasta respirarlo. Más al S., en el paraje llamado Batán, hay tres fuentes de 40 a 43°, simplemente ferruginosas, de las cuales se aprovechan los tejedores de bayetas y frazadas para abatanarías, macerándolas con los pies”.
1871 -José María Gutiérrez de Alba
“Examinamos el terreno, buscando con esmerada solicitud las piedras pómez, que, según los señores Ancízar y Codazzi, demuestran allí la existencia de un volcán extinto; y sólo encontramos piedras muy porosas, formadas por la caliza incrustante, contenida en el agua de la fuente, que a veces toma la apariencia de pómez; y, sin duda por falta de observación atenta extraviaron la opinión de personas
atenta, extraviaron la opinión de personas tan ilustradas. Por lo demás, ningún vestigio de la fuerza eruptiva a que hacen alusión dichos señores.
(...) Al llegar a la casa, el Sr. Montoya y yo, para corroborar nuestra idea, y convencernos de que no era pómez la piedra que se halla junto a la fuente termal que habíamos visitado, sometimos una de ellas a la acción del ácido nítrico, resultando inmediatamente la efervescencia, que no produce jamás el contacto de esta sustancia con la piedra referida”.
EL GRAN DESAGUË
Volviendo en Sogamoso por el camino alto de Monguí, Ancizar se interroga sobre la inmensa planicie que se extiende en el Valle de Iraca. Retomando lo escrito por Agustín Codazzi, Ancizar se pone a soñar de un gigantesco lago: “un conjunto verdaderamente bello y grandioso. Imaginémonos un espacio en forma de Y extendida e inversa en la dirección del N.O. La pierna izquierda empezaba en el Hático al O. de Paipa, y concluía enfrente de Sogamoso, donde se unía con la pierna derecha, que comenzaba más allá de Pesca, entrambas de 5½ leguas de longitud y casi dos de anchura: el pie terminaba en los molinos de Tópaga con 2½ leguas de largo y una de ancho. Ensenadas tan repentinas como hermosas se hacían en las márgenes del lago,
introduciéndose por las depresiones y abras de las serranías: Paipa, Trinidad, Bonza y Duitama formaban recodos sembrados de islitas que hoy son colinas cuya superficie conserva las señales de su antigua inmersión; las explanadas del Salitre, Pantano de Vargas, Mariño, Tibasosa y Suescún, eran remansos grandes no interrumpidos por isla alguna” .
Sigue Ancizar: “La historia del desagüe de este lago y de las catástrofes que hubo de causar, está, por decirlo así, escrita en los cerros vecinos con caracteres inequivocables”. Por culpa de “un tumultuoso diluvio”, “Las serranías de Tópaga se ven destrozadas y hendidas (...) y por la naturaleza deleznable del suelo derribaron el paredón del salto y siguieron derribando los que sucesivamente iban quedando hacia las cabeceras, hasta formarse un nuevo cauce rápido y muy inferior al antiguo”. del lago introduciéndose por las
Carmelo Fernández Piedra grabada de Gámeza, Comisión Corográfica, 1851 © Biblioteca Nacional de Colombia
La historia del desagüe, según Codazzi, se cuenta sobre la piedra de Gámeza: “Allí está repetida muchas veces la rana perfecta, símbolo de abundantes aguas, según la explicación que el erudito granadino Duquesne hace del calendario chibcha: allí hay figuras de hombres con los brazos levantados en actitud de huir: allí, en fin, signos cuya significación se ignora, pero que sin duda relataban las circunstancias del memorable suceso. Existía, pues, un pueblo testigo de aquellos acontecimientos, y bastante civilizado para levantar un monumento que eternizara su recuerdo”.
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II.
Sogamoso y sus alrededores
Lo dicho sobre Sogamoso necesita alguna aclaración; la ciudad, el primer centro mercantil de Boyacá, no está sobre el río de su nombre, sino á orillas del riachuelo Monquirá, y sus campos también dan valiosas y abundantes cosechas. Al O. de la ciudad queda el célebre campo de batalla de Pantano de Vargas; al Sur está Pesca y su lindo valle, notable por sus abundantes cosechas y valiosas fincas; al Este Mongui con un célebre santuario cuya imagen es regalo del Emperador Carlos V. Toda la mesa de Tunja á Sogamoso está llena de pueblecillos. En la época muisca, Buscbanzá, Pesca, Toca y Gámeza eran importantes cacicazgos cuyos señores elegían al Pontífice de Suamox en individuos de Tobazá y Firavitoba, alternadamente. En Gámeza también hay piedras pintadas”
(D. Francisco J. Vergara V Vergara cit. en Elisée Reclus - 1893)
Detalle de la Mapa Corográfico de la Provincia de Tundama levantado de orden del gobierno por Agustín Codazzi, “Perspectiva ideal para comparar la altura de los principales cerros de la provincia con los pueblos que comprende en su territorio referido al nivel del mar”, Comisión Corográfica, 1850
Biblioteca Nacional de Colombia
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LLEGANDO A SOGAMOSO
DISTANCIAS (MUY) RELATIVAS
(George
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Puesto que ni nosotros ni el peón somos conocedores de los lugares, vamos preguntando á menudo á qué distancia estamos todavía de Sogamoso, ó á qué hora llegaremos, y en tanto que uno nos dice que en una hora, á los pocos pasos otro responde que en seis; hacia las 4 p. m. el sol está yá muy bajo sobre el horizonte, y un tercero nos anuncia que llegaremos á la una; ¡querría quizás decir de la madrugada!
Como estas aberraciones se han repetido más de veinte veces durante dos días, sacamos en conclusión que la buena gente de estos lados tiene una idea poco exacta de 10 que son las horas, las leguas y el tiempo que emplean en recorrerlas, y que aun cuando den los informes con la mayor benevolencia, hay que hacer poco caso de ellos”.
EL PAISAJE
(Manuel Ancízar, 1850-1851)
“Del Salitre tomamos para el S.-E. por encima de los cerros, a salir sobre el alto de Tibasosa, desde el cual vimos a nuestros pies la hermosa planicie de Sogamoso, cargada de prados y mieses, desarrollada y tendida como una rica alfombra cuyos diversos matices se desvanecían en los recodos de la extremidad oriental. Era la mañana, y el sol resplandeciente bañaba con su luz la campiña, extendiendo al pie de los sauces su moviente sombra, e iluminando las torres y casas de Tibasosa y Nobsa, puestas a uno y otro lado de la planicie, como si defendiera las avenidas del antiguo santuario de Iraca. A lo largo del verde llano corre manso y tortuoso el río de Paipa marcado en varios repliegues por el vivo reflejo del sol hasta lo último del paisaje, donde se le mira torcer y ocultarse al N.-E. para Tópaga con el nombre de Sogamoso. Numerosos grupos de reses mayores y menores animan los prados, y de vez en cuando se levantan las capas de casupo, las sementeras y las arboledas frutales, ora en lo llano, ora recostadas en las redondas colinas del circuito, dando a todo aquello el aire tranquilizador de una comarca poblada, abundante y hospitalaria. Dos leguas anduvimos por esta llanura, bella sobre cualquier encarecimiento, y al rodear un montecillo aislado entramos en las avenidas de sauces que conducen a la villa de Sogamoso”.
LAS ACTIVIDADES ECONOMICAS (Gaspard Théodore Mollien, 1823)
“Al salir de Sogamoso tomé hacia el Noroeste para ver la mina de plomo que se explota en los alrededores; tuvimos que atravesar un río, cuyo vado indica un hombre a caballo; luego subí un poco y después bajé a la llanura de Tibasosa. Este pueblo se encuentra del otro lado del río que riega los valles de Sogamoso y Tibasosa. Casi en frente de éste se encuentra la mina de plomo; en ella trabajan ocho obreros: me dijeron que se habían asociado para la explotación de esa mina, cuyos rendimientos eran escasos desde que el agua había cegado la galería principal abierta desde hacía más de un siglo; se contentaban con lavar el mineral: con frecuencia no tienen agua, de modo que con ese procedimiento primitivo no conseguían arriba de una arroba por semana, es decir unos 30 francos por semana. La dureza de la roca, las inundaciones y sobre todo la falta de herramienta adecuada impiden que esos hombres, a pesar de que la mina es rica en mineral, obtengan mayores beneficios.
Un poco más lejos hay una fundición al aire libre: no se trabaja en ella más que el cobre que se extrae de Moniquirá; los trabajos que se hacen en este pobre taller de fundición no dejan de ser bonitos; por lo general consisten en estribos y campanas ” .
Fundición de campanas en Nobsa, elaboración propia Edward Walhouse Mark, Campesino de la Cordillera, 1845 © Banco de la Republica
Brisson, 1894)
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Volviendo por el camino alto [desde Monguí], que llaman, se goza de un admirable golpe de vista al llegar a Sogamoso. Queda esta villa, en primer término, a los pies del espectador, Tibasosa enfrente, Nobsa y Belén a la derecha, dentro de un radio de legua y media, con la llanura, el río y las lagunitas delante de los ojos, como pudiera estarlo un pliego de papel sobre una mesa, notándose claros los vallados, los sauces, los sulcos de las sementeras y los animales domésticos alrededor de las próximas casas, en las estancias y huertas; es una miniatura de llanos y cerros, comprendida dentro de un breve cuadro, con infinitas bellezas de colorido, luz, sombras y paisajes, de una frescura incomparable. Si desde lejos parecen bellas las huertas con sus bosques de árboles de verdor y follaje diversos en cada copa, de cerca encantan con la fragancia de sus primorosas flores y el profuso lujo de frutas europeas y americanas allí reunidas y cultivadas con un saber y esmero dignos de todo elogio...”
(Manuel Ancízar, 1850-1851)
(a la izquierda) Anónimo, Río Sogamoso, pueblo de Chámeza hasta Tópaga, 1780 © Archivo General de la Nación
(a la derecha) Trayectos de los viajeros hacia los pueblos del Cantón a partir de Sogamoso, elaboración propia a partir del mapa de 1865
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EN SOGAMOSO
1850-1851
- Manuel Ancízar
“La villa es alegre y abierta, si bien se compone en su mayor parte de humildes casas de paja, contrastando con las de teja modernamente fabricadas en torno de la plaza principal. Hay una iglesia pequeña, deteriorada y no limpia, poblada de figurones ridículos, entre los cuales se llevan la palma un San Isidro, cuyo talante anuncia que el santo padeció una grave e incurable enfermedad incompatible con las tareas de la agricultura, y un San Agatón, del color, hechura y fisonomía de los indios puros, vestido como para decir misa y encaramado en un nicho sin título ni credenciales para ello, pues jamás hubo tal santo chibcha”.
1871 - José María Gutiérrez de Alba
“La población se halla situada en la falda noroeste de elevados cerros, formados de piedra arenisca, con algunas vetas calcáreas. Sobre las colinas más próximas se ven algunas chozas diseminadas; un poco más allá, sobre una explanada pequeña, y al pie de unos cerros empinados y agrestes, se elevó algún día el gran templo consagrado al sol, de que apenas queda ya memoria. Las casitas que rodean aquellos lugares, casi todas de
humilde aspecto, y en lo general habitadas por descendientes de los aborígenes, parecen indicar una tendencia a no alejarse completamente de aquel sitio, santificado por el recuerdo de sus antiguas divinidades. No de otra manera se explica el capricho de levantar sus viviendas a tan considerable altura, sobre un terreno pedregoso y casi estéril, y a donde sólo la conducción de aguas potables les ocasiona un inmenso trabajo.
(...) Salimos luego a recorrer algunas calles de la población, cuyos edificios son muy modestos, y que ostenta por todas partes lastimosas señales de decadencia, así en sus calles medio desempedradas como en muchos edificios ruinosos, no encontrando en cuantos parajes recorrimos nada que mereciese llamar la atención del viajero”.
1894 – George Brisson
“Su clima no es muy frío, pero está sujeto á bruscas variaciones, y sopla á menudo un viento fuerte, que viene de la Laguna de Tota (2,980 metros de altura). Las observaciones termométricas que hicimos durante Jos tres días que nos demoramos en Sogamoso, fueron las siguientes: 10 p. m., 17°; 7 a. m., 15°; 12 m., 17°; 9 p. m., 17°; 8 a. m.) 17°”.
Sogamoso, villa pintorescamente situada en medio del valle, y a orillas del río de su nombre, era antiguamente la capital del gobierno teocrático de Suamós o Sugamuxi, gran sacerdote muisca. Su templo, que era de una fábrica soberbia y cubierto de láminas de oro, y lugar de depósito de los archivos del imperio, fue incendiado casualmente por dos soldados españoles. Quesada entró en esta ciudad en 1537. Hoy es centro de un gran comercio, tanto de cereales como de ganados y artefactos. Los cronistas españoles llaman a Sogamoso la “Roma de los chibchas”, tanto por ser una metrópoli religiosa, como por sus muchas riquezas. Fue curato de la orden de San Francisco, y poco después pasó a ser cabeza de corregimiento. Habitantes 6.400; se halla a 2.536 metros sobre el nivel del mar, y su temperatura es la de 15°. (Felipe Pérez, 1863, cit. en Gutiérrez de Alba)
(arriba) Anónimo, Detalle de una vista panorámica de Sogamoso en 1918 ©Archivo personal Sr. Mauricio Ramírez Mesa
(abajo) Anónimo, Plaza de Sogamoso, siglo XIX ©Archivo personal Camargo Pérez
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Tendrá Sogamoso más de 200 indios y más de 500 vecinos blancos, lo más y cuasi todos mestizos, inquietos y revoltosos ; allí se ejecutan muchas muertes por las muchas bebidas, en especial de masuques fuertes que allí se fabrican, que embriagan mucho, y no há muchos años que allí mataron a su Corregidor”.
(Basilio Vicente de Oviedo, años 1730-1735)
TIPOS POPULARES
1871 -José María Gutiérrez de Alba
“En los tipos del pueblo no hay gran diferencia, comparados con los de las demás regiones andinas, donde la temperatura es fría o algo templada. Sólo hay alguna variación en los sombreros, muchos de los cuales son de lana blanca o gris, constituyendo un fieltro durísimo, pero en la forma enteramente iguales a los de ramo o trenza, hechos de una palma especial que lleva este nombre. Otra pequeña diferencia empieza a notarse también, y es el uso de las ruanas blancas o listadas de diversos colores, hechas de tela de su propia fabricación, y de lana pura. En los días despejados, muy frecuentes aquí durante la estación seca, el sol tropical lanza en las horas del mediodía rayos verdaderamente abrasadores, que obligan, particularmente a las mujeres a llevar sobre el sombrero un lienzo o toalla, generalmente bordado de colores vivos, para mitigar en parte el calor que se hace insufrible”.
1894 - George Brisson
“Los tipos de hombres no son bellos, y menos los de las mujeres, y hay gran diferencia con los de la sabana de Bogotá, más blancos y más finos. El traje de los jinetes es siempre el mismo: los zamarros, la ruana negra y el sempiterno sombrero forma suaza; las mujeres andan todas vestidas de negro, con mantón y sombrero de paja muy aplastado y calado hasta las cejas. No hay alegría, canto, ni tiple, y muy pocos van borrachos; casi todos caminan aprisa y serios; no vemos fumar á ninguno”.
Edward Walhouse Mark, 1845 © Banco de la Republica
(a la izquierda) Campesino de Sogamoso. (arriba) Gente de Sogamoso.
José Gutiérrez de Alba, 1871 © Banco de la Republica
(arriba) Fotografía de la plaza e iglesia principal de Sogamoso.
(página siguiente) Fotografía de la plaza de Sogamoso en un día de mercado
CIUDADES DE BURROS
Así es que habituado el que ha dado la vuelta por Vélez y el Socorro a no ver en los caminos ni lugares públicos los pacientes y siempre apaleados burros, los saluda risueño cuando los encuentra de repente en Santa Rosa y Sogamoso, llevando su carga cabizbajos y tomándose de propia autoridad lo mejor del camino y las aceras de las calles, conforme lo han por costumbre y malicia en todas partes”
(Manuel Ancízar, 18501851).
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Tiene muy buen mercado los viernes, al que concurren de todas partes. Fabricanse allí muchos tejidos de lana, camisetas, frazadas, mantas, bayetas, sombreros , etc.”
(Basilio Vicente de Oviedo, años 17301735)
Pasamos luego a la plaza, donde se celebra el mercado, que, como casi todos los de esta región, se reduce a sus productos agrícolas, muchas cargas de sal, procedentes de Zipaquirá y Nemocón, y algunos tejidos groseros de algodón y lana, en cuya fabricación se emplean generalmente las mujeres, tan laboriosas, que hasta en los caminos se las encuentra hilando, sin hacer por esto más lenta su marcha” .
(José María Gutiérrez de Alba, 1871)
Al dar una vuelta por las calles notamos grande animación, tanto afuera como en los almacenes y tiendas, mucho tráfico de animales y cargas, á pesar de ser día ordinario. Indudablemente Sogamoso es no sólo el punto más importante del Departamento de Boyacá, sino que está llamado, con el desarrollo de los Llanos, á ser uno de los principales centros comerciales de la República” .
(George Brisson, 1894)
EL MERCADO 13
1850-1851 - Manuel Ancízar
“La villa de Sogamoso es el centro de un cantón que en 124 leguas cuadradas de territorio sustenta 53.400 habitantes agricultores y manufactureros, para lo cual tienen singular disposición. La tierra les produce diez calidades de frutos propios para los cambios de la feria semanal, además ele la muchedumbre de artículos menores adecuados al consumo inmediato, y que por razón de su naturaleza poco durable no se introducen al comercio: las manufacturas surten los mercados con loza vidriada, jabón, pieles curtidas, lienzos, bayetas, ruanas, sobrecamas, toallas, pellones de cerda, sombreros de ramo y lana, zapatos, alpargatas, zamarros, y algunos productos de herrería: finalmente, la ganadería se encarga de engordar las reses importadas de Casanare, y ofrece a los tejedores el abundante vellón de las ovejas, parte de las cuales son merinas. Este solo cantón sostiene con su industria interior un comercio activo con las provincias de Casanare, Vélez, Socorro, Tunja, Soto, Pamplona, Santander, Bogotá y las del Magdalena, no obstante que lo fragoso de los caminos duplica las distancias y acrecienta las dificultades y gastos de transporte; así como lo imperfecto de las máquinas, si máquinas pueden llamarse unos aparatos sumamente toscos, les hace consumir en la fabricación de los artefactos diez veces más tiempo del que emplearían i tióti tt l
si una mano patriótica y protectora les diese instrumentos que les facilitaran la preparación de las primeras materias siquiera, ramo del trabajo en que estos pueblos permanecen tan atrasados como no es fácil creerlo; sin merecer una sola mirada de las cámaras provinciales ni de autoridad alguna, ya que la muy escasa ilustración de los moradores los pone todavía bajo la tutela de los gobernantes locales”.
Hettner (1882-1884) anota que si «las inundaciones periódicas naturalmente impiden el cultivo de los terrenos, estos se prestan por excelencia para la ganadería». De ahí nace la prosperidad de Sogamoso: «Los caballos criados en la región en tiempos pasados, tenían fama en todo el país. Sorprende por lo tanto que el ramo hubiera cedido su lugar a la ceba de los ganados levantados en los llanos de Casanare, que desde aquí se venden a todos los centros de consumo de Boyacá y Santander. Pero cierto es que la ciudad de Sogamoso a este negocio ganadero le debe su actual prosperidad. Situada un tanto a trasmano y carente de productos de exportación, no puede formar un centro comercial independiente con conexiones directas a Europa, pero esto no obsta para haberse constituido en uno de los mercados más importantes del país, que en razón a su vida económica más activa sobresale de Tunja, la capital del Estado».
José Gutiérrez de Alba, Vendedora de sal gema en el mercado de Sogamoso, 1871 © Banco de la Republica
Mercado de cerámica en Sogamoso, realización propia
“
Como hoy ha sido día de mercado en Sogamoso, el camino ofrece el aspecto más animado: todos van en sentido contrario al nuestro, pues regresan á sus hogares, mujeres cargadas de ollas y tinajas de barro; hombres con tercios de panelas de Santander, cabuya, enjalmas, barriles, algodón cosechado en la falda oriental de la cordillera de Sumapaz (Pajarito, Zapatoza); la mayor parte van á pie, otros en burros pequeños, que hay en abundancia; los ricos en bonitos caballos y corriendo á rienda suelta. También pasan tropas de caballos sueltos, acabados de comprar ó que no han sido vendidos, ganado, marranos, ovejas, etc.”
1894)
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(George Brisson,
IZA, ETAPA OBLIGATORIA
1850-1851 - Manuel Ancízar
“Por la noche recibíamos la visita de varios vecinos, de quienes obteníamos noticias juiciosas relativas al distrito, a los propósitos de mejoras materiales que ellos hablan formado, y aun a las tradiciones locales que analizaban fundándose en la historia del país, y no como quiera, sino citando hasta la modernísima obra de nuestro distinguido compatriota Joaquín Acosta; todo esto sentados en torno de la mesa sobre que apoyaban sus manos encallecidas por el trabajo, vestidos de manta y lienzo comunes, abrigados con las ruanas rayadas en cuya fabricación se distinguen los tejedores de lana de aquella provincia, y las cabezas, caracterizadas por la franqueza de la fisonomía, cubiertas con sombreros de trenza o con pañuelos negligentemente atados por detrás, a usanza española: hombres sin pretensiones, patriotas ingenuos, mil veces superiores al mayor número de las notabilidades de casaca, que vociferan su patriotismo en las calles de nuestras ciudades, que hacen ruido en torno de sus estiradas personas para disimular las reservas mentales de su egoísmo, y que en su vanidosa pequeñez apellidan neciamente plebe a los que visten ruana y labran la tierra: es decir, a la verdadera base y esperanza de la república”.
1871
- José María Gutiérrez de Alba
“Nos levantamos algo tarde, e invitados por el Sr. Montoya, montamos a las nueve de la mañana, para ir a visitar unas fuentes termales, que se hallan como a tres kilómetros al sur de la hacienda, en la falda oriental de un alto cerro, y en el fondo de una ensenada, que por aquella parte forma la llanura, donde, entre grupos numerosos de sauces, levanta sus humildes casitas de paja el pueblo de indígenas llamado Issa. Pasando una colina muy pedregosa, llegamos al indicado cerro, donde se hallan los abundantes manantiales de agua sulfuro ferruginosa, que en diferentes surgideros brotan a distintas temperaturas entre 30 y 40°”.
Rodeado de sauces y labranzas, permanece, como en el centro de un verde nido, Iza, pueblo que fue de los indios y habitan hoy familias blancas de agradable presencia y costumbres patriarcales (Ancízar, 1850-1851)
Una extraña tradición (Mollien, 1823)
“
Seguimos recorriendo terrenos incultos y despoblados; bajamos al llano de Sogamoso; en una hora llegamos a Iza, aldea situada al Este. Un curioso espectáculo nos esperaba a la llegada: el de una fiesta con danzas y cantos para celebrar la muerte de un niño; costumbre extraña la de regocijarse por una pérdida que en otras partes motiva dolores y lágrimas” .
Nota: Esta tradición está documentada en muchos lugares de Hispanoamérica como velorio de Angelito. Aquí una ilustración de José María Gutiérrez de Alba (La fiesta del angelito. “Tipos y costumbres de Colombia”, 1883).
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Edward Walhouse Mark, Campesino de Iza, 1845 © Banco de la Republica
“
III. Los primeros turistas de la laguna
Como adelantaba el día fue aclarándose el lago, hasta quedar visible su espléndida masa de agua, interrumpida por dos penínsulas y varias islas pequeñas, y batiendo las riberas con su oleaje, cual si pretendiera remedar al océano. Las costas se presentan, ora llanas, entrándose en el lago como parte de su lecho, que sin duda fueron; ora escarpadas y peñascosas, terminando a pico sobre las ondas agitadas y azules que baten el muro; accidentes aprovechados por el camino para diversión del viajero que, de sorpresa en sorpresa, llega sin fatigas a Puebloviejo” (Ancízar, 1850-1851)
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Edward Walhouse Mark, Lago de Tota, 1845 © Banco de la Republica
“Camínanse tres leguas al S.-E. de Iza, pasando por el pequeño y triste pueblo de Cuítiva, y se llega a coronar una altura de 3.200 metros, desde la cual se dominan inmediatamente el llano de Alarcón y el río del Hato a la derecha, y más de la mitad del lago de Tota al frente y a la izquierda, quedando también frontero a tres leguas, línea recta, el tormentoso páramo de Toquilla.
Eran las siete de la mañana de uno de los últimos días de julio, cuando llegamos a este punto, admirando las sementeras de papas, maíz, trigo, cebada y arvejas, que cubren la falda occidental de la serranía, desde el pie a la cumbre: de pronto, y como si nos hubiéramos transportado instantáneamente a otras regiones, recibimos un baño de niebla y viento furioso, que nos dejó ateridos. El páramo encubría sus cimas entre un torbellino de nubes oscuras, que oscilaban y se revolvían con singular violencia, sin desprenderse de la tenebrosa cumbre, lanzando a ratos sobre el lago mangas de niebla y viento impetuoso: 105 termómetros marcaban 7°centígrados, al abrigo del viento, y 5° a campo abierto: las manos entumecidas no podían desempeñar oficio alguno: las mulas volvían grupa, y rehusaban seguir adelante.
Al cabo de largo rato y por un capricho frecuente en 'los páramos, el viento calmó,
se despejó de nieblas el país, y un golpe del sol de los trópicos inundó de luz la magnífica cuenca del lago, sus penínsulas y las remotas playas de allende, cuyo espectáculo duró corto tiempo, tornando las nieblas a oscurecerlo todo. Aprovechando la bonanza bajamos una cuesta rápida, de mal piso, hasta llegar al nivel del lago, 2.933 metros sobre el del mar, y desde que estuvimos respaldados por los cerros cesó de molestar el viento helado, reaparecieron las sementeras de trigo y papas, y comenzamos a encontrar las diseminadas chozas de los cultivadores”.
1871 - José María Gutiérrez de Alba
“A las doce y media subimos a la más alta cumbre, desde la cual divisamos ya una parte del magnífico lago de Tota, con sus aguas azules, rizadas por la brisa del este y cuyas ondas venían a estrellarse contra la playa como si fuese un mar en miniatura. En todos los alrededores del lago el terreno se halla reducido a cultivo, y las mieses maduras cubrían el suelo de una capa dorada cuyas ondulaciones semejaban a las de la laguna. Por todas partes se veían grandes peñones erráticos, cuya superficie eflorescente, y cubierta de musgo, se perdía a veces entre las cementeras, las más lozanas y de mayor desarrollo de cuantas habíamos visto hasta entonces. En las partes no cultivadas crecía abundante el frailejón, de pequeña talla, y una planta
espinosa, llamada cardo en el país y que es de la familia de las piñuelas o aloes.
En la ondulosa superficie de la explanada, que por todas partes rodea el lago, veíanse muchas cabañas de labradores, algunos aunque muy pocos árboles, y hacia la parte del sur, elevaban sus crestas coronadas de nubes las altas montañas del páramo de Guáquira, de angulosas formas”.
1882 - Alfred Hettner
“La vista que más me ha gustado es la que se extiende desde el lado noroeste, por el hecho de que abarca el lago a todo lo largo, con las montañas altas y bellamente formadas del lado sur como fondo.
Sin lugar a duda la laguna de Tota con su inmensa superficie, sus aguas verdosas claras y las montañas circundantes tanto en el sur como en el este, tocante a la belleza de su paisaje deja bien atrás lo mismo a la laguna de Fúquene como a las andinas de áreas menores que tuve oportunidad de conocer. Hasta difícil resulta compararla con los lagos alpinos, pues al paso que de estos de ordinario las montañas suelen elevarse desde la superficie en forma escarpada y a considerable altura, aquí los picos de mayor elevación aparecen más alejados para, aun ganándoles en altura absoluta, elevarse menos sobre la superficie del lago, debido a la mayor altura de este”.
1850-1851 - Manuel Ancízar
DESCUBRIENDO LA LAGUNA
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Edward Walhouse Mark, Lago de Tota (detalle), 1845 © Banco de la Republica
LOS ENCANTOS DE LA LAGUNA
Mollien y Ancízar son los primeros a dar cuenta de las creencias todavía vigentes entre las comunidades campesinas sobre los encantos de las lagunas. Ancízar se refiere a los cronistas españoles Piedrahíta y Quesada que hablan de un monstruo acuático tomando la forma de un pez negro con una cabeza de buey y más grande que una ballena, asimilado por los indígenas al diablo.
“ las aguas suspendidas, por decirlo así, a una tal altura y siempre agitadas por el viento que sopla del Toxillo, páramo más elevado que el lago de Tota; la sustancia mucilaginosa, de forma ovalada, y llena de un agua insípida que hay en la arena de sus playas, todo propende a suscitar la extrañeza. Según el decir de las gentes de la región, el lago no es navegable; los genios maléficos habitan en sus profundidades, en moradas en las cuales, dicen, se ven los pórticos cuando uno se aleja de las orillas del lago hacia dentro, y hasta se
ve, añaden, salir de vez en cuando de sus abismos un pez monstruoso que sólo se deja ver por unos instantes. (...) En el centro del lago hay algunas islas; no ha habido más que un hombre que osara ir a ellas.” (Mollien, 1823)
“Tan autorizada quedó esta patraña del demonio de agua dulce, que nadie se hallaba con valor para explorar el lago, del cual y de sus islas contaban lindezas peores que las de Piedrahíta, hasta que recientemente llegó por allí un inglés poco temeroso del diablo, y fabricando una balsa de juncos, abordé a la isla mayor, donde sostuvo una sangrienta batalla con... los tímidos venados, que pacíficamente la poseían. A ejemplo del inglés entraron otros navegantes, en balsas y canoas, ocuparon las islas y desencantaron el lago, que hoy no tiene otros peligros sino los causados por las borrascas del páramo de Toquilla, cuando agitan las tres leguas cuadradas de superficie que ofrecen las aguas a la acción de los ventarrones” (Ancízar, 18501851)
(a la izquierda) Anónimo, Pueblo Viejo y la Laguna de Tota (detalle), 1800 © Archivo General de la Nación
(a la derecha) Caspar Plautius, Los nobles nativos cabalgando un monstruo de mar, publicado en Nova Typis Transacta Navigatio. Novi Orbis Indiae Occidentalis, 1621
El imaginario colonial produjo numerosos monstruos que poco a poco se mezclaron con creencias indígenas más antiguas. Muchos de ellos están asociados al agua.
Al final del siglo, parece que esta leyenda ha desaparecida, Gutiérrez de Alba dice que se construye unas casitas sobre la isla central mientras que el Sr. D. Joaquín Díaz Escobar de Sogamoso, propietario de un buque, tiene el proyecto de promover la navegación sobre la laguna, “acontecimiento extraordinario, que tiene vivamente excitada, y no sin alguna razón, la curiosidad de todos los habitantes de estos contornos”.
« en cuyo distrito está la tan nombrada laguna de Tota, donde dicen eran los adoratorios de los indios gentiles, arriba de Sogamoso, con buena iglesia y competentemente ornamentada, tiene más de 200 indios y más de 300 vecinos blancos ; produce mucho ganado ovejuno, que tienen los indios y vecinos ; fabrican allí muchos tejidos de lana, en especial de sayal, de que visten los Padres de San Francisco y los Venerables de la Tercera Orden ; y como son muchísimos los que mueren, los que se mandan a enterrar con hábito de San Francisco, y todo se provee de aquel sayal ; es muchísimo el consumo que hay de él (...)
(Basilio Vicente de Oviedo, años 17301735)
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Cuítiva
1871 - José María Gutiérrez de Alba
“... llegamos a las once y media al pueblecito de Cuítiva, que se halla situado en una especie de anfiteatro, abierto al Occidente, y rodeado por los otros tres puntos cardinales de cerros semidesnudos, cuyas crestas estratiformes anuncian las convulsiones violentas que conmovieron el suelo, así como su privación casi absoluta de tierra vegetal hace estos parajes poco a propósito para el cultivo; viéndose por consecuencia sólo algunas pequeñas manchas de cereales de escaso medro. Su modesta iglesia, que no pudimos visitar, por hallarse cerrada, tiene el aspecto exterior de bastante limpieza, y un atrio con gradas formado de sillares de arenisca ferruginosa. Sus casitas son todas de paja, y sus habitantes en general de raza indígena. El distrito contendrá unos 3.000 habitantes, y se halla situado a 2.640 metros sobre el nivel del mar; su temperatura media es la de 14°”.
Tota
1850-1851
- Manuel Ancízar
“Tota dista de la orilla del lago una legua por línea recta, mediando cerros y colinas de páramos poco habitados. El pueblo es pequeño, pues entre casas y ranchos no llega a tener doscientos, arremolinados en desorden alrededor de una iglesia nueva. La mayor parte de los vecinos son indios todavía puros, humildes y olvidados de su antigua grandeza;
porque Tota, según los cronistas de la conquista, era una ciudad tan populosa como su homónima del cantón Tunja, llamada después Toca, para distinguirla de aquélla, que es la última población chibcha por este lado hacia el S.-E., siguiéndose los Teguas y otras parcialidades de hablas diversas, que dieron belicoso entretenimiento a Juan de San Martín cuando su expedición a los Llanos”.
Pueblo Viejo (Aquitania)
1850-1851 - Manuel Ancízar
“Siguió estacionario este pueblo hasta 1840 en que fue cura un presbítero Peña y lo mejoré bastante: de entonces para acá más bien ha decaído que prosperado por falta de un hombre de influjo y entendimiento que se consagre a la beneficencia pública; por falta de cura, en una palabra, pues aquéllos están huérfanos de pastor propiamente dicho, que es el alma de nuestros distritos lejanos.
Sucias las casas, enyerbadas las calles, toscos y mal vestidos los habitantes, y tan curiosos, que cuando llega un forastero se entran en grupo hasta su cuarto a examinarle la figura despacio y en silencio. Forma este lugar un contraste imponderable con Iza, cuya pulcritud no podíamos menos de recordar a cada rato; y si esto sucede respecto a lo material y apariencia del poblado, no es menor el atraso en punto a instrucción, que allí se desconoce y aun se tiene por calamidad, pues al que sabe leer y escribir
POBREZA
LA
DE LOS PUEBLOS DE INDIOS
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Diseminadas a lo largo de las orillas altísimas y prodigiosamente escarpadas de este lago de la cordillera se ven algunas míseras chozas siempre batidas por los vientos (Mollien, 1823).
“
Anónimo, Pueblo Viejo y la Laguna de Tota (detalle), 1800 © Archivo General de la Nación
lo abruman a cargas concejiles y lo arruinan a multas, como le estaba sucediendo a un honrado vecino que nos hospedé, el cual era alcalde, mayordomo de fábrica, elector y no recuerdo qué otra cosa, y lo traían saqueado con multas inconsideradas y renegando del sistema de gobierno, puesto que no le conocía sino por los vejámenes y quebrantos que los superiores le proporcionaban”.
reducido a cultivo, llegando a 8.000 el número total de sus habitantes; y sin embargo, no hay ni una escuela, y las generaciones se suceden embrutecidas y entregadas a frecuentes excesos, hijos de su propia ignorancia”.
1882-1884 - Alfred Hettner
“Entonces salimos a la plaza y desde ella pudimos observar la situación del pueblo. Hállase éste como media legua al Oriente de la laguna, en el extremo superior de un plano ligeramente inclinado y de terreno sedimentoso sobre capas más o menos densas de piedras rodadas y con señales visibles de haber sido en tiempos no muy remotos bañado enteramente por las aguas del lago, cuya superficie se elevaba sobre la actual por lo menos veinte o veinticinco metros. Por la parte oriental de la población se extiende un valle con notable declive y bastante anchura, cubierto por todas partes de casitas de labradores, resguardadas por un semicírculo de elevados cerros que sirven de estribo al temible páramo de Toquilla. Entre el pueblo propiamente dicho, o sea la iglesia, rodeada del grupo más numeroso de casas pajizas, pues de teja no hay ni una sola, si se exceptúan la cural y el templo; entre este grupo, repito, y la orilla del lago, se ven otras muchas chozas diseminadas, con algún terreno a su alrededor,
“A una hora en dirección nordeste del ríodesagüe tenemos a Puebloviejo, aldea poco aseada, habitada casi exclusivamente por indios y situada sobre un terreno de aluvión de poca extensión. No obstante, sus ranchos dispersos entre campos cultivados y potreros verdes son bastante atractivos desde el punto de vista pintoresco”.
Anónimo, Fotografía de la Iglesia de Pueblo Viejo, primera mitad del siglo 20, publicado en Guillermo Plazas Olarte, “Sugamuxi: crónicas y leyendas” (1961). “En la Iglesia se venera la imagen del Señor de los Milagros. “Pueblo Santo” le dicen los romeros que de los cuatro puntos cardinales acuden todos los años a “pagar promesas”.
LOS CRISTOS DE LOS PUEBLOS DE LA LAGUNA
“Nos llevaron luego a ver la iglesia, que en su interior está desmantelada y sucia, como un cuartel recién abandonado, y donde no existe escultura ni cuadro alguno que no sea de una ejecución lamentable. Lo principal que hay en ella es un Cristo, venerado en el país como imagen muy milagrosa, y que, según la tradición de tiempos más crédulos, fue encontrado con otros dos de la misma forma y tamaño, que existen en los inmediatos pueblos de Cuítiva y Tota, teniendo los tres la particularidad de estar Cristo y cruz hechos de una sola pieza, a pesar de ser un poco más del natural el tamaño de las imágenes. La de Pueblo-viejo parece ser la más venerada de todas, lo que no debe atribuirse a su mérito artístico. A su fiesta, que se celebra el 15 de Enero, acude en romería una concurrencia tan numerosa, que las casas de la población no son bastantes para alojarla”.
(Manuel Ancízar, 18501851)
1871 - José María Gutiérrez de Alba
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IV.
Peregrinaciones religiosas hacia Monguí
EL PUEBLO AL FINAL DEL SIGLO XVIII
Tiene una famosa iglesia que está para acabarse, con dos capaces naves; tiene 74 varas de largo y 24 de ancho, de piedra de cantería bellísima que parece mármol. Tiene ricas preseas y adornos, todo a solicitud de los Reverendos Padres de San Francisco, a cuyo cargo y cuidado está este sagrado santuario.
Tiene convento alto de dichos Padres, muy bueno, pues sólo su escalera no la hay mejor en Santafé.
(...) Fuera del pueblo, a dos o tres cuadras, tienen un impetuoso rio que llaman quebrada, que tiene un bellísimo puente de gran fabrica, por la solicitud de los Reverendos Padres y limosnas de los fieles, y un hato.
(Basilio Vicente de Oviedo, años 17301735)
ANCIZAR EN MONGUI
“Tres leguas al oriente de Sogamoso y en medio de cerros cortados por torrentes, país solitario y agreste, se levanta un convento edificado por la piedad de los antiguos para guardar un cuadro de la Virgen que pintó el emperador Carlos V, según Piedrahita, o Felipe II, como quiere Oviedo, y lo regaló al pueblo de Monguí, a causa de haber sido el primero que se puso como feudo de la corona de España. Lo mismo fue llegar el cuadro a su destino, que empezó a obrar milagros y atraer la peregrinación de los fieles, con cuyas limosnas se completaron los adornos interiores del templo.
(...) En lo interior las paredes están totalmente cubiertas por altares al gusto antiguo, sobrecargados de cuadros malos en lo general y algunos muy regulares, en que se distinguen toques de quien sabía manejar los pinceles: uno que otro es verdaderamente bueno, y lo atribuyen a nuestro Vásquez, sin que por esto, ni por su mérito, se hayan libertado del más bárbaro trato y abandono, en términos de hallarse casi borrados. Pero nada es comparable al disparate que, desde muy atrás, han cometido con el cuadro de la Virgen, hermoso retablo en que, de tamaño natural, están representados el Niño Dios, su Santa Madre, y detrás, en media luz bien manejada, San José contemplándolas, formando los tres un grupo de mucho mérito artístico. Pues han tenido valor de inventar vestidos para las figuras del lienzo, y coserles encima telas y clavarles joyas, encasquetándoles por añadidura sombreros de tres picos, con que la pintura se ha
José Gutiérrez de Alba, Vista de Chiquinquirá a lo lejos en un día de Romería (detalle), 1871 © Banco de la Republica
LAS ROMERÍAS SEGÚN LA OPINIÓN DE JOSÉ MARÍA GUTIÉRREZ DE ALBA (1871)
“En esta pequeña excursión encontramos al paso muchos romeros que bajaban de una iglesia llamada de Monguí, donde se venera la imagen de un Cristo que se tiene por muy milagroso; porque aquí se conservan aún muy vivas las supersticiones hábilmente explotadas por los que viven a expensas de ellas; y, en vez de inspirar a los pobres habitantes de estas comarcas hábitos de economía y amor al trabajo y al progreso industrial y agrícola, procuran más bien fanatizarlos, para que empleen su tiempo y sus recursos en cumplir promesas y en ir a visitar ciertas imágenes, aun a largas distancias, como si no se pudiese adorar a Dios en todas partes y fuese preciso ir a buscarle donde se venera con tal o cual advocación y bajo una forma determinada”.
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UNA CEREMONIA RELIGIOSA: EL REGRESO DE LOS FRANCISCANOS EN EL CONVENTO (17 de
“Inmediatamente pasé a Monguí, en compañía de los Religiosos (...) i al efecto cual fue mi sorpresa i admiración cuando veo una multitud de gente de toda clase dirigirse al encuentro de los que como religiosos supieron formar los corazones de estos Pueblos desgraciados! No me es posible explicar el sentimiento de admiración, que causo este espectáculo en mi sencible corazón. Veía en sus ojos chispear el regocijo i entusiasmo; i aun en medio de ese arrobamiento tal cual lagrima se dejaba descolgar de sus ojos; por donde vine en conocimiento que los Franciscanos han sido Padres más antiguos de estos Pueblos.
La concurrencia como he dicho era numerosísima i desde el alto que llaman de la Cruz había una serie de arcos triunfales, bajo las cuales
descascarado, y el bello cuadro se ha convertido en una cosa parecida a 105 cartones en que los mercaderes ponen las muestras de sus géneros y de las prendas que venden; hecho que, añadido al de descolgar los otros cuadros y sustituirles ramazón y hojarascas para adornar la iglesia en las fiestas, revela suficientemente en qué manos han caído aquellas cosas.
El presbítero José Manuel Prieto es el actual cura de Monguí, por demencia de su antecesor, que anda por aquellos sitios roto y a pie, causando compasión. Anunciémosle nuestra visita desde el día anterior, con ánimo de hacer una exploración detenida en los alrededores, donde aseguran que hay bancos de sal gema, y contando con la hospitalidad del único que en el pequeño pueblo podía dárnosla; pero casualmente tuvo el cura que ausentarse poco después de recibir nuestro aviso, y casualmente las criadas nos tomaron por mala gente y corrían a cerrarnos la entrada, negándonos hasta el agua, y no contestando a nuestros ruegos sino
llaman de la Cruz había una serie de arcos triunfales, bajo las cuales seguimos nuestra marcha hasta Monguí. Inmediatamente nos desmontamos para dirijirnos por la Iglesia al Convento; en efecto allí fuimos recibidos con un aparato como no lo esperábamos. Había allí un sacerdote vestido con capa, el cual nos dio el agua bendita i seguimos cantando el Te Deum hasta el altar mayor; en el que entonemos el Salve Sancte Pater...
Por la corta descripción que acabo de hacer s. P. M. Rda concebirá alguna idea del magnífico recibimiento i solemne entrega que los habitantes de los Pueblos de Sogamoso, Monguí, Tópaga, Mongua i demas pueblos circumbecinos hicieron a los Padres Franciscanos; i no hai duda que ella servirá también como de termometro para graduar la religiosidad de estos dichosos pueblos que tan lisongera esperanzas hacen concebir para el futuro”
sino tuvo el cura que ausentarse poco después de recibir nuestro aviso, y casualmente las criadas nos tomaron por mala gente y corrían a cerrarnos la entrada, negándonos hasta el agua, y no contestando a nuestros ruegos sino con el ruido de las trancas que arrimaban a las puertas, bien que esto también pudo ser casualidad. En resolución, era más de medio día y estábamos sin desayunarnos, por lo cual determinamos regresar a Sogamoso; y lo habríamos hecho en aquel estado de penitencia, a no habernos deparado Dios un vecino que, sabiendo lo que pasaba, nos ofreció cordialmente algunas mazorcas de maíz cocidas; era cuanto tenia, y el modo de hacer el obsequio, la necesidad que remediaba, y el contraste que formaba la ingenua hospitalidad de su pobre rancho con los sucesos de la casa cural, nos llenaron de agradecimiento hacia el buen campesino, de quien nos despedimos, dejando a escondidas nuestra ofrenda, en el nicho de un San Antonio”.
LA IMAGEN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
“El Pueblo de Nuestra Señora de Monguí ... merece ... que lo coloquemos en el primer orden y en este lugar tiene lo primero esta soberana imagen de Nuestra Señora, por cuyo medio obra Dios Nuestro Señor muchas maravillas y milagros, y es así mismo como la de Chiquinquirá, aunque no con tanta abundancia, visitada de los fieles devotos de todo el Reino”
(Basilio Vicente de Oviedo Años 1730-1735)
Un pintor más ilustre que el Tunjano Narváez pintó la imagen que por el lugar en que se venera, se llama Nuestra Señora de Monguí. Pertenece a los religiosos de San Francisco, los Observantes, que tienen allá iglesia y convento; es fama, según Piedrahita, que fue pintada por el Emperador Carlos V. Pero sea lo que fuere de esto, esa imagen ya por los milagros, ya por la belleza y riqueza del templo que se le ha dedicado, también es muy célebre en toda la Tierra Firme.
(Salvador Gilij, 1748)
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enero de 1857 por Fray José M. Arciedo)
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Anónimo, Nuestra Dama de Monguí (detalle), siglo XVIII © Denver Art Museum Website
La iglesia sufre las consecuencias de un abandono completo: el convento anexo, de elegante y sólida construcción, camina prestamente a su ruina, como el triste conjunto de ranchos pajizos que subsiste alrededor del altivo edificio, anuncia la extinción de un pueblo que debió ser considerable y acomodado”. (Ancízar, 1850-1851)
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“
Manuel Archila, Iglesia y convento de Monguí, publicado en Revista Colombia ilustrada, n°4-5, junio de 1889
V.
Entre Páramos y Llanos
1748- Salvador Gilij
“Mientras más alto se sube y más montes se pasan y se acerca uno a su última cumbre, aumenta también más el frío. El frío que tanto gustó al principio, al fin se hace insoportable, el paisaje cambia totalmente, el' cielo es distinto al de antes. Hablo de aquellos lugares que de trecho en trecho encuentran los viajeros de las regiones frías, y que con una expresión americana se llaman páramos.
(...) El séptimo día ofrece a la vista unos montes deshabitados y un lago muy conocido llamado Tota. Entre éste y el monte vecino de Toquilla, que es uno de los más renombrados páramos de Tierra Firme, en una pequeña llanura vestida de pequeños arbustos, en compañía de otros tres misioneros, bajo toscos pabellones pequeños se pusieron las camas al aire libre, según la costumbre de viajar por América. Y fuera por que aquella era la primera vez que yo dormía así, casi al aire libre en clima frío,
fuera por la vecindad del monte ya dicho y del lago, confieso sinceramente que nunca he sentido en Italia un frío tan fuerte. Y diciéndolo así a mis compañeros, no hubo frazada ni vestido de los que llevaba conmigo de Santafé, que no tomara para calentarme.
Aquellas primeras duras experiencias del páramo de Toquilla me asustaron mucho, al pensar que si a los pies del monte el frío era tan grande, debía ser intolerable en su cima, en la que se duerme la noche siguiente. Llegada la mañana, nos dispusimos a subir la cuesta, y Dios sabe cuál era nuestro terror por los cuentos miedosos que nos habían relatado, y por los huesos de animales muertos por el frío que encontrábamos frecuentemente y por hallar montones de piedras adornados con cruces, debajo de los cuales sepultaban a los cristianos muertos por esta causa.
Sin embargo, Dios quiso que aquel día fuera uno de los poquísimos en que el clima no es muy riguroso. Subimos al monte, dormimos por la noche en la cumbre, sin experimentar
los rigores del frío. Pero en general, si el monte Toquilla está de mal humor, es increíble la tempestad de desagrados que llueve sobre aquellos que se atreven a acercársele. Yo los contaré, no por haberlos visto, sino por habérmelos contado entonces algunos españoles que se nos juntaron en el camino, y por ser ésta la fama común. Cuando el páramo está bravo, lo que acontece en los días nublados y poco lluviosos, el frío aumenta sin medida. No se vaya a creer que al menos comúnmente, tan gran rigor sea causado por los vientos, (lo que no sería extraño en la cima de los montes) ; el ambiente puede estar tan quieto como se quiera, y hay muchísimo frío. En un abrir y cerrar de ojos se ven algunos que crugen los dientes, y mueren sonriendo, las mulas se desmayan bajo el peso de sus cargas y todos se engarrotan.
(...) Mi ojo, que miraba de paso entonces los admirables partos de la naturaleza, se concentró exclusivamente en las aguas, y Dios sabe cuántas veces yo las bebí, pensando que dentro de poco no las tendría cuando bajara del monte, al que di de mala i últi dió dd l
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FRIO Y MIEDO EN TOQUILLA
Horst Martin, El páramo de OcetáSiscunsí (detalle), camino del Cravo Sur hacia Labranza Grande, 1936 @Archivo Horst Martin, Museo Etnográfico de Dresden/ Grupo Casanare Antiguo
cuando bajara del monte, al que di de mala gana mi último adiós recordando las aguas tibias de tierra caliente. Por lo demás, las aguas con respecto al frío, son como loa sorbetes que tomamos aquí. Uno las puede beber sin daño, son sutiles, límpidas y cristalinas y no caen pesadas al estómago. Brotan en muchos lugares y con su grato murmullo invitan a quitarse la sed.
(....) Demos un vistazo a vuelo de pájaro a la bajada (...) De la cima de este monte hasta Labranzagrande donde el clima ya es caliente, hay una jornada de camino, una y media para llegar a Paya, una para ir a Morcote y otra en fin para llegar a Tocaría que está al comienzo de los llanos interminables de Casanare y casi Siempre en bajada. Este lugar es tan pendiente, que si no hubiera mulas tan acostumbradas a llevar la gente, parecería temerario querer recorrerlo a caballo. Yo con mis compañeros recorrí el camino que por consentimiento, unánime de aquellos pueblos se tiene como bueno. Sin embargo, infunde miedo aún a los más valientes. Dios nos libró del otro que llaman de las Almas del Purgatorio, no lejos del páramo de Toquilla, en el que además de la terrible pendiente hay tantos peligros de caer, que por haberse roto los huesos allí no pocos viajeros y otros haber pasado a la otra vida, se llama de esa manera”.
“Sogamoso es un centro muy activo de comercio de ganados; vienen de los Llanos por el Toxillo. A esas planicies se envían las telas de algodón y los sombreros de lana que se fabrican en Sogamoso a cambio de algodón, añil y sal. A pesar de las ganancias que deja, ese comercio es poco activo en razón del mal estado de los caminos y de los peligros que ofrece el páramo. Los Llanos sirven de tumba de gentes de la cordillera, pues a poco de estar en ellos les da la fiebre debido al calor que hace y a la gran cantidad de carne que comen; en cambio los de los Llanos corren menos riesgos cuando suben a la cordillera; podría creerse que el frío de las tierras altas debería serles intolerable, y sin embargo lo afrontan con trajes ligeros de algodón y pocas veces están enfermos”.
Todos los testimonios relatan lo peligroso que era caminar en las montañas de la Cordillera. En Monguí, un exvoto representa un milagro ocurrido en 1714 en el alto del Zancarrón de Chita cuando un padre agustino se cayó con su mula de una peña y sobrevivió gracias a la protección de la Virgen.
(a la izquierda) Anónimo, Exvoto sobre un milagro de la Virgen de Monguí (detalle), probablemente siglo XIX
(arriba) Edward Francis Finden, Vista del paso entre Honda y Bogotá, publicado en John Potter Hamilton, Travels through the interior provinces of Columbia, vol. I., 1827 ©Museo Nacional de Colombia/Samuel Monsalve Parra
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“El camino más transitado a los llanos sale de la sabana a pocas horas al norte de Sogamoso, a la altura de los molinos de Tópaga, para, una vez pasado por los pueblos de Tópaga y Mongua, subir al alto de San Ignacio, el cual brinda un panorama de extraordinaria belleza, hasta llegar a perderse en las montañas que al occidente bordean la tierra alta de Boyacá. Apenas pasada la cumbre y con ella la divisoria hidrográfica entre el Magdalena y el Orinoco, nos envuelve una niebla bastante densa, que va condensándose en lluvia más y más intensa a medida que avanzamos en la bajada. Al mismo tiempo, la vegetación del páramo se convierte pronto en monte de crecimiento alto, interrumpido apenas por cuatro ranchos miserables con pequeños claros en su alrededor; la salina de Gámeza, alcanzada a un par de horas, no es más que un grupo de ranchos tristes. La salina misma, primitiva en sí, está abandonada desde hace catorce años en
atención al poco contenido salífero de la fuente, que ya no justificaba su explotación. La misma suerte la sufrieron las salinas de Mongua, situadas a una hora en dirección sureste y un tanto apartadas del camino y las de Pajarito y Recetor, quedando en explotación tan solo la salina de Chámeza, pero también con perspectivas de clausurarse por las condiciones desfavorables de sus vías de comunicación. De la salina hacia abajo el camino sigue por el valle del río Labranzagrande que casi directamente en dirección sudeste va en declive hacia los llanos y por el cual las nubes van ascendiendo perpetuamente, y unas veces nos envuelven en nieblas y otras nos exponen a las lluvias.
(...) Llamativo es el mayor movimiento que ahora encontramos en el camino, originado en los más voluminosos transportes de ganado de los llanos a la tierra alta, que suelen llevarse a cabo en junio, para repetirse en noviembre, aunque en menor escala. En consecuencia, el
viajero hace bien en anticipar demoras a causa de tales manadas de ganado en camino, las que es mejor evadir, ya que los animales, antes acostumbrados a una vida en plena libertad, suelen mostrarse de mal genio en su marcha actual”.
1894 - George Brisson
“Seguimos por el plan del valle la dirección N.E., al pie de los cerros que lo guardan hacia Oriente, y atravesamos ricos potreros y algunas estancias que seguramente quedarían en excelentes tierras si estuviesen al abrigo de las inundaciones del Chicamocha, con el cual nos juntámos corno á legua y cuarto de Sogamoso, frente del pueblecito de Belén chiquito, que queda del otro lado de la planicie y del rio, al pie de las colinas de Occidente (...)
El valle, que hasta ahora forma una verdadera sabana, se angosta entonces, y el Chicamocha, padre del Sogamoso, se halla encerrado entre dos cordones de cerros pedregosos y en parte
Anónimo, La llagada al Casanare, sin fecha (primera mitad del siglo 20), publicado en Guillermo Plazas Olarte, “Sugamuxi: crónicas y leyendas” (1961).
1882-1884 - Alfred Hettner
DE TOPAGA HACIA LABRANZA GRANDE
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estériles; arrolla sus aguas turbias y amarillas, aquí con bastante corriente (...) En los alrededores de un puente primitivo de palos y enramada cubierta con cascajos y arena (Puente Holguín), y al pie de los cerros, se ven algunas labranzas de trigo; pero en estos lugares las moles de piedra rodada de las faldas, de color plomizo, han cubierto las bandas estrechas de las márgenes, y en el río han formado, en varias partes, chorros y represas. El camino se halla algo humedecido y resbaloso por las lluvias de ayer y anoche.
Al pasar el molino de Tópaga, y después de atravesar por un puente de la misma naturaleza que el Puente Holguín, el río de Monguí, que viene del S.E. muy pedregoso, torrentoso y con poca agua, abandonamos al Chicamocha, para trepar hacia el Este los cerros que nos llevan á Tópaga (2,899 metros de altura sobre el nivel del mar), pueblecito que se eleva unos 400 metros sobre el nivel del rio, que corre á sus pies y á m uy poca distancia. Fría y expuesta á los vientos de los páramos, esta pequeña población tiene aspecto poco halagador, y no contiene en su recinto más de 400 á 500 habitantes. Sin embargo, en los alrededores se ven varios trigales que tienen buen aspecto.
(...) A las 4 p. m.: y después de bajar una escarpada falda, llegamos á Mongua (2,970 metr03 de altura), más elevado todavía que Tópaga, pero quizás algo más protegido de los vientos, porque se halla rodeado por algunos cerros () No hallamos posada en el pueblo
cerros. (...) No hallamos posada en el pueblo por estar ocupada la única que se encuentra, y tenemos que ir algunas cuadras más lejos á alojarnos en una venta de mala muerte, donde en la única sala que hay y que compartiremos esta noche con otro viajero, el señor D. Teodoro Chaparro, de Sogamoso, hallamos tendido en el suelo un pobre niño de dos á tres años, chorreando sangre por una oreja y hecho una llaga todo un lado de la cara; se halla solo, sin que nadie cuide de él; la faz contra la tierra, pero sin llorar ni quejarse, mientras que su madre y otras mujeres están al otro lado de la casa, como á media cuadra de distancia, vendiendo chicha á los transeúntes.
Mongua se halla como á tres y media leguas de Sogamoso (18 kilómetros), trayecto que hemos recorrido muy lentamente y con esfuerzo, en nuestras dos ma1isimas mulas que dudamos puedan llegar hasta Támara (seis días). Temperatura á las 4 p. m., 13°. Hacia el anochecer cesa la lluvia. Es necesario madrugar (...) Como á una legua de Mongua se pasa el río Gámeza, que aquí no es más que una quebrada, por un puente de palos, y se principia la subida al páramo de San Ignacio; en dirección recta al Este. El páramo, ondulado, algunas veces quebrado, sembrado de rocas y piedras, está desierto é inculto; la única vegetación que hay son innumerables matas de frailejón (...). Empezamos la bajada, rápida, y por un camino pedregoso que se parece en muchas partes á una escalera hecha con pedrejones mal colocados; los animales l l h
tienen que saltar y maltratarse mucho para bajar estos peldaños resbalosos y muy altos. El horizonte se despeja algo, y divisarnos las quebradas que nos rodean, formadas por altos cerros abruptos, casi á plomo y cubiertos de monte.
(...) Pasan varias veces tropas de peones cargados con tercios de algodón, proveniente de Labranzagrande. A las 12 pasamos al Alto del Bizcocho (400 metros más abajo que el Alto de San Ignacio), y á las 12 y 35 minutos llegamos á Rancholargo, que es la primera casita que se encuentra después del páramo, y se halla en medio de cerros altos que forman la quebrada donde corre, ruidoso y violento, El Chuscal, una de las cabeceras del río de Labranzagrande. (...) Después del nombre de Chuscal lleva transitoriamente los de río Playón y de La Salina, á causa de que pasa al pie de la salina de Gámeza ó Sismosá. (...) Poco hospitalaria es la gente de la salina Gámeza, y se niega á vendernos un solo plato de comida, no obstante que vemos pasar una canasta llena de panes, y que estamos ayunos, desde la
Un ejemplo de salina de la época colonial ubicada en la cordillera boyacense
Ignacio Caycedo, Salina de Chita, 1806
© Archivo General de la Nación
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madrugada. Pero no se descuidan de cobrarnos el peaje para el paso, que es de medio real por bestia, sea la contribución para la refección del camino. Esta salina parece de poca importancia, y los edificios son de aspecto muy miserable.
A los 3 y 45 minutos pasamos por un puente de palos el río Sismosá, un paco arriba de su confluencia con el de Labranzagrande ó Labrancero; este río es más bien un torrente violento, lleno de piedras enormes, de aguas cristalinas, y de cinco á seis metros de ancho apenas, en este momento”.
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(a la izquierda) Horst Martin, Camino del Cravo Sur hacia Labranza Grande, camino vía a Marroquín-El Morro, 1936 @Archivo Horst Martin, Museo Etnográfico de Dresden/ Grupo Casanare Antiguo (arriba) Trayectos de los viajeros hacia los Llanos del Casanare y Labranza Grande, elaboración propia a partir del mapa de 1865, en rojo el camino probable de Hettner y Brisson, en azul el camino probable de Gilij.
1882-1884 - Alfred Hettner
“(...) ¿para qué sirve el mejor rendimiento de la tierra si los productos no encuentran comprador? ¡Partes hay donde dizque no paga el llevar la papa cosechada al mercado, siendo así que la tierra templada de Santander constituye la única región consumidora de afuera para la papa y el trigo boyacenses! Lo mismo pasa con las ruanas y mantas tejidas a la manera india antigua, que apenas encuentran mercado antes de llegar a Bucaramanga y Bogotá. En cambio se acostumbra adquirir de preferencia la miel para preparar la chicha, así como también los plátanos, el cacao y el café habrán de traerse de regiones más cálidas.
Fácil es por lo tanto imaginar que en tales circunstancias poco dinero sobrará para la compra de mercancías europeas. Considerando que el jornal acostumbrado en la tierra alta apenas asciende a los dos pesos, se explican a secas tanto el estado desharrapado del ropaje de la gente como las condiciones miserables de sus ranchos.
Al paso que en otras partes el burro suele emplearse tan solo para traer forrajes y otras cosas de las cercanías inmediatas, en las tierras altas de Boyacá la presencia del animal es un fenómeno común y corriente en todas las vías de la región. Por mucho que la arriería de burros constituya una prueba de paciencia poco común, el precio bajo de quince pesos que tiene el animal hace aguantar todas sus desventajas. Característico para el morador pobre de Boyacá me parece el hecho de haber escogido para su leal compañero precisamente al burro. Es ese hombre boyacense el que ha venido conservando su sangre india en el estado más puro, a la vez que ostenta de la manera más inconfundible el estigma de su prolongada sujeción y del subsecuente estancamiento cultural”.
José Gutiérrez de Alba, Familia de campesinos de tierra fría, con su peón o criado, en viaje, 1871 © Banco de la Republica
Bibliografía
Fuentes primarias
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Estudios
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Mora Pacheco, Katherinne, Conexiones entre Tunja y Bogotá a través de los ojos de viajeros y paseantes, siglos XVIII y XIX, en Los caminos antiguos del altiplano cundiboyacense, coord. por Andrés Felipe Bautista Vargas, Blanca Ofelia Acuña Rodríguez, Katherinne Giselle Mora Pacheco, 43-70. Tunja: UPTC, 2021.
Pita Pico, Roger. Viajeros extranjeros en Boyacá durante los primeros años de vida republicana, 1822-1823. Repertorio Boyacense, 2014.
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La infografía