O Sorriso de James_Jbm

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José Batista Marques O SORRISO DE JAMES de 20 de Junho a 21 de Julho Texto de Julio César Abad Vidal

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José Batista Marques O SORRISO DE JAMES

José Batista Marques O SORRISO DE JAMES

s/ título; 2008; óleo s/ tela; 60 x 73 cm

Mesa falante; 2008; pasta de modelar pintada; 93 x 34 x 32 cm

Vista da exposição

La sonrisa pensativa de José Batista Marques Texto de Julio César Abad Vidal (versão original) José Batista Marques (Lisboa, 1975) es un creador que destaca entre los miembros de la nutrida generación de artistas plásticos portugueses a la que pertenece por la calidad pictórica de un lenguaje figurativo en el que concurren una intuición y una densidad simbólica notables. Su dicción como pintor resulta matérica. Muy frecuentemente, nuestro artista superpone diferentes capas pictóricas de óleo sobre lienzo o sobre papel que el manejo de la espátula hará visibles a través de una posterior labor que puede recurrir incluso a la prác46

tica del rayado. Frente a otras investigaciones pictóricas contemporáneas similares que crean a menudo una confusión farragosa, la lectura de su lenguaje figurativo es sencilla y su resultado cromático, en lugar de pantanoso, resulta particularmente brillante. Pero si los elementos figurativos presentes en las obras de José Batista Marques resultan fácilmente reconocibles, el mensaje que emiten se antoja mucho más enigmático. Fascinado desde sus comienzos creativos con los emblemas, sus pinturas parecen apuntar a un discur-

so misterioso1. Y pese a la apariencia alegre, e incluso divertida, de muchas de sus obras, el artista desvela a través de ellas una conciencia muy lúcida de los procesos falaces y desorientadores de la contemporaneidad. A través de juegos visuales o de su recurso a la apropiación de motivos de la historia del arte y del esoterismo, su obra se encuentra cargada de significados alusivos. Sus citas a los motivos del pasado no resultan confesadas explícitamente en títulos u otro tipo de referencias veladas. Y no resultan en muchos casos sencillas de identificar, procediendo, como ocurre en un amplio número de ellas, de materiales cartográficos y de tratados esotéricos. No obstante, en su reciente exposición, O sorriso de James, José Batista Marques parece haber obrado de una manera diferente por cuanto,

aunque de modo un tanto enigmático, ha confesado desde su mismo título su interés por la obra de James Ensor, un pintor y artista gráfico belga a caballo entre los siglos XIX y XX caracterizado por una obra que, empleando un término acuñado en España por el dramaturgo Ramón María del Valle-Inclán por aquellas mismas fechas, podríamos calificar como “esperpéntica”2. Máscaras y calaveras pueblan las composiciones de Ensor, en una consagración festivamente macabra de la muerte en la Tierra y en cierto modo próxima a la obra de Goya, aunque con una amabilidad cómica ausente de todo punto en la obra del español3. Y una calavera protagoniza, asimismo, una de las pinturas de esta serie de José Batista Marques, S/ título (2009, óleo sobre lienzo, 60 x 73 cm). Se trata de una 47


José Batista Marques O SORRISO DE JAMES versión de una naturaleza muerta de afección melancólica y vocación moral plenamente barrocas, asunto privilegiado de su autor, el holandés Pieter Claesz van Harleem, Vanitas (1628, óleo sobre lienzo, 24,1 x 35,9 cm, Nueva York, The Metropolitan Museum of Art). Una palmatoria que no soporta luz alguna y un libro cerrado, sobre el que reposa una calavera, alegorizan con nitidez la quiebra barroca en un abrazo del conocimiento ausente de incertidumbre. Del mismo modo, en la obra escultórica reciente de José Batista Marques, una producción que le ha ocupado intermitentemente desde sus comienzos creativos, la calavera ocupa un lugar central. Si entre algunas de sus esculturas destaca su articulación a través de volúmenes geométricos, tanto en madera como en metal, en los que la presencia de volutas o aun de elementos figurativos (como un ave) confieren vitalidad, gracia y sorpresa a la rigidez volumétrica original de sus respectivas composiciones, una obra más próxima en el tiempo parecía llevar estos componentes a su extremo para crear una misteriosa y humorística evocación antropomórfica4. Hommage á L’artiste (2008, pasta de modelar y plato de barro, 25 x 28 x 33 cm) ofrece sobre un plato apropiado de la realidad una calavera, como si se tratara de una cabeza puesta en bandeja que hubiera sido corroída por el transcurso del tiempo. El cráneo, de un impoluto color blanco, presenta una peculiaridad: un apéndice nasal óseo extraordinariamente alargado. El artista, como indica el título de la obra es un fingidor, alguien que, por virtud a la referencia inequívoca del personaje de Pinocchio (cuyas aventuras publicó en 1882 y 1883 el escritor Carlo Collodi) me48

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diante la representación de una nariz alargada, falta a la verdad. Pero en su ilusión, es cierto, el artista puede proceder a una referencia lateral y provocadora de la verdad. Esta vocación es la que, como reconoce José Batista Marques en el título que ha otorgado a la escultura, abraza el propio artista. La misma calavera, caracterizada

por el extraordinario apéndice nasal, aparece, asimismo, en otra de sus recientes esculturas sobre una pequeña mesa de tres patas y junto a una copa de vino. Pero si en Hommage á L’artiste, se procedía a la apropiación de un plato real, en esta escultura, titulada Mesa falante (2008, pasta de modelar y plato de barro, 93 x 34 x 32 cm), todos los elementos han sido modelados y muestran un aspecto monocromo, de un impoluto color blanco. Hemos afirmado anteriormente que en la obra de José Batista Marques existe una incesante labor de relectura de diversos materiales artísticos aprehendidos. En este sentido, resulta particularmente interesante apreciar el modo en que nuestro artista ha empleado la obra de Ensor en su producción pictórica reciente. En O transporte de “Esqueletos disputando um arenque fumado” (2008, óleo sobre tela, 81 x 100 cm), como indica el propio título de la obra, dos individuos apenas caracterizados están desplazando el cuadro de Ensor Squelettes se disputant um hareng saur (1891, óleo sobre lienzo, 16 x 21 cm, Bruselas. Musée dÀrt Moderne). Sin embargo, o bien las dimensiones del original han sido ampliadas de modo gigantesco, o los personajes han sido reducidos a una escala asombrosamente pequeña. La segunda de las apropiaciones realizas por José Batista Marques de la obra de Ensor, A minha máscara singular (2008, óleo sobre tela, 81 x 100 cm), constituye el rescate del detalle central de L’Intrigue (1890, óleo sobre lienzo, 90 x 150 cm, Antwerpen, Koninklijk Museum voor Schone Kunsten). Su disposición la hace familiar respecto de un conjunto de obras realizadas por nuestro artista durante los últimos meses. En ellas, un

pintor – sin duda él mismo, como resulta claro a quienes le conocen en el reconocimiento de su anatomía– , exhibe al espectador diferentes pinturas, quedando, en todos los casos, oculto su rostro. Esta composición resulta particularmente interesante por cuanto José Batista Marques parece confesar a través de este sencillo gesto muchas cosas. La primera de las cuestiones que parece suscitar quizá sea la de una visión en modo alguno festiva del mundo del arte contemporáneo. Un entorno que parece dominado por gestores más movidos por intereses que por un auténtico ejercicio responsable y en el que una actividad tan decisiva como la de la crítica, cuando no totalmente desinformada, parece más preocupada por desarrollar un regodeo egocéntrico de su propio autor que una mediación, a priori legitimada, entre la obra juzgada y la experiencia del susceptible espectador de ésta. En este sentido, la afirmación de José Batista Marques a través de estas composiciones vendría a significarse en un llamamiento a que sea la obra (paradójicamente relegada a un segundo plano en un laberinto de intereses) la que ocupe de nuevo el lugar central de las discusiones artística y estética. En segundo lugar, si bien de modo más personal, el artista demuestra con esta composición que cada autor se confiesa en su obra, y que lo hace colocando en el lugar que ésta ocupa, una máscara. En la distancia que media entre la auténtica confesión y su desviación artística (su máscara), estriba su competencia como autor y, al mismo tiempo, una deseada emancipación de sus temores y sus servidumbres, algo que hace explícito el título mismo de una obra 49


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tan relevante en la historia de la literatura del pasado siglo como Confesiones de una máscara de Yukio Mishima5. La máscara de José Batista Marques ofrece, ciertamente, una mueca divertida, pero su portador atisba, tras ella, que su práctica irrenunciable acontece en un escenario plagado de amenazas. 1 Nos permitimos remitir al lector interesado a nuestro primer y más extenso análisis de la cuestión. Vide ABAD VIDAL, Julio César: «La condición poética de la pintura de José Batista Marques», en José Batista Marques. Panorâmica 28. Lisboa, Galería Ara, 2003, pp. 6-26. 2 De la acuñación del término se ocupa el autor en su obra para la escena Luces de bohemia (1920), la representación carnavalesca, deformante y grotesca de unas realidades personal y colectiva francamente penosas. 3 Sirvan como ejemplos dos de sus obras, ambas estampas. Se trata de sendos autorretratos macabros. En 1889, Mon portrait squeletisé (aguafuerte, 11,6 x 7,5 cm) parte Ensor de un autorretrato previo del que ha eliminado su rostro para sustituirlo por una calavera. Un año antes había realizado una obra gráfica que muestra un esqueleto sobre una cama. Se titula, Mon portrait en 1960 (aguafuerte, 6,4 x 11,4 cm). La fecha, que marca los cien años de su nacimiento, muestra a un Ensor que en su arrogancia juvenil se enfrenta a la muerte. Ensor, que no confiaba en llegar a centenario, murió, efectivamente, en 1949. 4 La obra, titulada Rei (cartón, madera, hierro y vestuario, 190 x 60 x 60 cm), ha sido galardonada en España con el XIII Premio de Artes Visuales Ciudad de Burriana. 5 La edición original de esta obra, Kamen no kokuhaku data de 1949. Dos años más tarde Mishima publicaría Kinjiki, en la que declararía, “Entre la naturaleza y la obra de arte se desarrolla el germen de una revuelta íntima y secreta. La rebelión de la obra de arte contra la naturaleza se parece a la infidelidad del alma de una mujer que ha ofrecido su cuerpo” (MISHIMA, Yukio: El color prohibido. Traducción de Keiko Takahashi y Jordi Fibla. Madrid, Alianza, 2009, pp. 246-247). Hommage a l’artiste; 2008; bronze pintado e barro cozido; 24,5 x 28 x 33 cm; colecção particular

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Praia Singular; 2008; óleo s/ papel; 100 x 70 cm

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O mergulhado; 2008; óleo s/ papel; 100 x 70 cm

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José Batista Marques O SORRISO DE JAMES

O Sr. F; 2008; óleo s/ papel; 100 x 70 cm

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O lugar da pintura; 2008; óleo s/ papel; 100 x 70 cm

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O transporte de “Esqueletos disputando um arenque fumado”; 2008; óleo s/ tela; 100 x 81 cm; colecção particular

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A minha máscara singular; 2008; óleo s/ tela; 100 x 81 cm

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