Estas pequeñas cosas, a las que es importante prestar atención, las voy aprendiendo de mis maestros, de todas aquellas personas que conozco a medida que voy haciendo camino. Y en ese recorrido casi siempre me acompaña mi suerte encontrada, mi trabajo. Pertenezco al mundo de los documentales desde hace 14 años y lo considero un absoluto privilegio del que todavía sigo enamorado. Así sea encima de una barca cruzando la selva colombiana, como grabando a un ceramista torneando en su taller a 20 kilómetros de mi casa. Mi vocación me mantiene cerca de las personas y de una realidad que tristemente acaba siempre mutilada delante de los espectadores, en un formato de 30 minutos o más. Aún así yo sigo considerándolo un privilegio. Desde mi posición puedo vivir esa realidad al completo, en profundidad, con todas sus horas, matices y anexos. Cualquier tema acaba siendo para mí una experiencia vital. Hasta hace muy poco rechazaba conocer el mundo de otro modo que no fuera este. Pero ahora comprendo que no es necesaria una cámara para ver las cosas de una manera profunda y real. Podría decir que en mi caso el documental me ha formado como hombre. Mi oficio me ha regalado una actitud y una mirada propia frente a la vida. Algo que pienso recompensar con implacable fidelidad.
ONG: www.jal-ong.org Carlos Muñoz Gómez-Quintero