El Próximo Viaje - Helena Martínez Oliva + Javier García Herrero

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Alba se despertó muy temprano aquel domingo. Entró en la habitación de su hermano Rodolfo, le quitó las mantas de un tirón y se rió al ver su cara. <<No llores. Pobrecito el nene...>>, le dijo irónicamente de camino a la cocina.





Sacó un cartón de leche del frigorífico, y dos paquetes de cereales, una bolsa de patatas fritas y una tableta de chocolate de la despensa. Rodolfo ya la esperaba en el sofá del salón. Encendió la tele, pero en ningún canal se veía nada. Cuando Alba se sentó, apareció en la pantalla David Jones, su personaje favorito, y les dijo que al otro lado de la ventana encontrarían el principio de una aventura fantástica. Tendrían que ser muy valientes, pero todos confiaban en ellos. -¿Todos? dijo Alba. -¿Ha dicho nuestros nombres? -preguntó Rodolfo, que todavía no tenía muy claro si estaba despierto o dormido. David Jones se despidió, y la pantalla se quedó en blanco. Entonces, escucharon un ruido en la calle, parecido a cuando se pasan muy rápido las páginas de un libro. Fueron a la ventana, y vieron un algo extraño que flotaba en el aire al otro lado del cristal. Era una nave que parecía estar construida con libros y alambre. Rodolfo la abrió, y desde el navío se desplegó una escalera hasta el interior del salón. Los hermanos se miraron con la boca y los ojos muy abiertos, y rápidamente giraron la cabeza hacia la puerta cerrada de la habitación de sus padres. La Nave agitó las páginas del libro que ocupaba el lugar de las velas, invitándolos a subir. Vieron que llevaba escrito el nombre de una librería de la que habían oído hablar mucho pero en la que nunca habían estado. -¿Volveremos antes de que se despierten nuestros padres? -preguntó Alba. Y la Nave asintió. Rodolfo metió la comida en una mochila, y subieron a la nave, que recorrió velozmente las calles de la ciudad, volando a medio metro de altura, hasta llegar a la Librería.



Allí no solo había miles de libros. También muchos juguetes, y materiales para hacer manualidades. Rodolfo recordó la escena de la película de Charles Chaplin Tiempos Modernos en la que Charlot y Paulette Goddard patinan en un centro comercial vacío, y sonrió al ver a su hermana corriendo por la librería. Había tantas cosas que tardaron un poco en decidirse a tocar algo, pero cada uno abrió un libro, y de su interior surgieron dos seres increíbles, Clan y Violeta.



Eran perfectos. Mezclas entre animales, juguetes y vehículos, llenos de útiles accesorios. Pero parecían tristes y preocupados. -Rodolfo, Alba, necesitamos vuestra ayuda en el Mundo de los Cuentos -dijo Clan. -Esteban, el sistema planetario malvado está tratando de destruirlo, y no podremos contenerlo mucho más tiempo- les contó Violeta. -Espera un momento. ¿Cómo sabes nuestros nombres? -preguntó Rodolfo, sorprendido. -Bueno, ¿pensabas que solamente vosotros veis y escucháis lo que nosotros hacemos cuando leéis un libro, y que no nos fijamos en lo que pasa en las casas donde vivimos - contestó Clan. -¿Y que no conocemos a los niños con los que jugamos? - dijo Violeta. -Pero eso ahora mismo es lo de menos -aseguró Clan. -Tenéis que ayudarnos. ¡Por favor, por favor! -exclamaron a la vez Violeta y Clan. -Pero… ¿qué podemos hacer? -preguntó Alba. -Tranquila, nosotros os acompañaremos, pero tenemos poco tiempo. Entraremos a través de la Casa Brown -explicó Violeta. -Vamos, subid -dijo Clan. -¿La Casa Brown? -preguntó Alba. -¿Vosotros? Sois muy pequeños - comentó Rodolfo.



Entonces escucharon un sonido de cascabeles, se giraron y vieron cómo los juguetes y los libros se habían agrupado formando una especie de edificio gigantesco, y al volverse de nuevo, se dieron cuenta de que Clan y Violeta habían crecido hasta triplicar su tamaño. (¿O eran ellos quienes se habían hecho pequeños?) Poco importaba. No había tiempo que perder, y salvar el Mundo de los Cuentos era más que necesario. Con sus nuevos amigos, Rodolfo y Alba se dirigieron hacia la Casa Brown.



Violeta abrió la caja de un juego de mesa que había a la entrada de la Casa Brown, y por allí entraron los cuatro. Una pequeña luz señalaba un pasadizo. Lo atravesaron, y llegaron al País de Cartón, donde los juguetes están hechos de ese material, y viven en las casitas mágicas que los niños construyen utilizando sencillamente cajas y envases. Un caballo se acercó a saludarlos, y les contó que Esteban estaba organizando un diluvio que acabaría con ellos a la mañana siguiente. Todos estaban muy preocupados. Acompañados por el caballo de cartón, Rodolfo, Alba, Violeta y Clan recorrieron el país intentando encontrar una solución, y se hizo de noche. La luna brillaba redonda en el cielo, y Rodolfo notó cómo le crecían los colmillos y los brazos se le llenaban de pelo. -¡Hey! ¡Te estás convirtiendo en lobo! -exclamó Violeta. -Sí. ¡Qué bien! -dijo Rodolfo, quien todas las noches de luna llena soñaba que era un hombre lobo muy amigo de Batman. -Mirad por allí llega Esteban con el ejército de nubarrones - advirtió Violeta. -Parece que no piensan esperar al amanecer.



Dicen que Esteban tiene miedo a los perros voladores comentó el caballo de cartón- A lo mejor los lobos le asustan todavía más, aunque está muy lejos. -¡Pero bueno! -dijo Clan un poco ofendido- yo también soy un perro volador, y perfectamente podría llevar a Rodolfo montado en mi cabeza/helicóptero -puntualizó. Rodolfo, pensativo, se rascó detrás de la oreja con una pata trasera. -El problema es que mi hermano tiene vértigo -explicó Alba. -Un hombre lobo no puede tener vértigo. Eso lo sabe todo el mundo -dijo Violeta, agitando los tentáculos de su cabeza de princesa. -Es cierto -dijo Rodolfo. -Además, tenemos que hacer algo ya. ¡Las nubes tienen forma de arcos y flechas! y con mucha decisión montó en la cabeza de Clan, lanzando un aullido terrorífico, y los dos volaron directos hacia Esteban a una velocidad increíble. El villano se estremeció al ver a un hombre lobo que volaba hacia él pilotando a un perro gigante con patas de pato, y huyó despavorido. Los nubarrones se agitaron desconcertados al ver marcharse a Esteban, se transformaron en signos de interrogación y exclamación… y el agua empezó a gotear sobre el país de cartón. Entonces, Alba tuvo una gran idea y dirigió la antena parabólica de Violeta hacia las nubes, seleccionó el canal de la teletienda, y subió la potencia al máximo. Las nubes se desintegraron rápidamente, dejando el cielo limpio, con la luna llena brillando en lo alto, y todo el País de Cartón les dio las gracias a nuestros amigos.



Violeta recibió a través de su antena un mensaje del ala oeste de la Casa Brown. Los libros de cuentos estaban en problemas. Recorrieron la casa hasta el ala oeste, y allí los recibieron el detective Anselmo y su ayudante el gato Feldman, quienes les explicaron lo que ocurría. Los dibujos estaban desapareciendo misteriosamente de los libros, pero Anselmo había descubierto el motivo. Esteban el malvado había contratado los servicios de las gomas de borrar, y Anselmo, siguiendo el rastro que dejaban sus virutas, había encontrado su escondrijo. Fueron hasta allí, y, escondidos tras un cactus gigante a una distancia prudencial, Rodolfo y Anselmo comenzaron a idear un compuesto químico con el que recubrir los libros y que derritiese las gomas cuando éstas volviesen a la carga. -¡Qué aburrimiento! -dijo Alba. -La verdad es que sí -dijo Feldman. -Yo tengo otro plan, pero tendrías que convertirte en gata para poder ayudarme. -Eso no es problema -dijo Violeta, que rápidamente, con una pócima preparada en su cocinita, convirtió a Alba en una gata siamesa. -Perfecto. Entonces… ¡vamos! -maulló Feldman. Y los dos sacaron las garras y se abalanzaron sobre las gomas de borrar. -Oh, parece que Feldman ha vuelto a tomar el camino más directo -dijo muy tranquilamente Anselmo a Rodolfo mientras encendía su sierra mecánica. -Creo que no les vendría mal nuestra ayuda, ¿verdad? Ylos dos salieron de detrás del cactus.



La batalla fue espectacular. Rodolfo y Clan lanzaban rayos láser desde el aire, Anselmo seccionaba las gomas con una precisión milimétrica, y Alba y Feldman usaban sus uñas para hacerlas trizas. Las gomas lucharon ferozmente, pero perdieron. Anselmo se ofreció gustosamente a recomponerlas, más adelante, trozo a trozo y a reforzarlas con un producto de su invención. Nuestros amigos se pusieron muy contentos. Habían frenado a tiempo el desastre. Todavía quedaban copias sin borrar de todos los libros, y los ejemplares que sí habían sido borrados podrían, quizás, ser reinterpretados por otros dibujantes.



Pero ahora el peligro era aún mayor. Esteban estaría furioso y planeando su venganza definitiva. No podían esperar a que se decidiese a atacar, pues esta vez usaría todo su poder, así que decidieron tenderle una trampa. Sabían que la música era su debilidad, Rodolfo era un gran cantante, y Alba, además, era muy buena imitando voces. Improvisaron un pequeño escenario en la plazalfombra mágica, se disfrazaron, y comenzaron a cantar las canciones favoritas de Esteban. Ayudados por Dino, un experto robot supersónico, consiguieron que el concierto se escuchase perfectamente en todo el mundo de los cuentos, y Esteban no pudo resistirse, decidió hacer un paréntesis en la preparación de su venganza, y fue a disfrutar de la música. Cuando llegó a la plaza, Rodolfo y Alba interpretaban una canción de Camela, uno de los grupos predilectos de Esteban, quien se acercó extasiado al escenario. Entonces conectaron el sistema de ultrasonidos con supervolumen ideado por Alba y el robot Dino, y proyectaron las ondas sobre Esteban. Sus nueve cabezas comenzaron a girar cada vez más rápido, y salió disparado hacia una galaxia muy muy lejana, en la que todavía hoy sigue dando vueltas sobre sí mismo, escuchando, una y otra vez, la misma vieja canción.


¡Imaginaos la alegría de todos los habitantes del mundo de los cuentos! Rodolfo abrió la mochila en la que había metido el desayuno, y de ella empezaron a salir tortitas, gofres y churros recién hechos, y Violeta y Clan prepararon chocolate para todos. No hacían falta grandes despedidas porque sabían que se volverían a ver muy pronto, y después de la celebración, la Nave de los Libros llevó a Rodolfo y a Alba de vuelta a casa.


La puerta de la habitación de sus padres todavía estaba cerrada, la televisión seguía en blanco, y cuando miraron el reloj vieron que… ¡Todavía eran las 11:30! Se sentaron en el sofá, completamente agotados, y en ese momento vieron salir a su padre de su habitación. -¡Pero bueno, qué madrugadores! Seguro que os apetece desayunar unas buenas tortitas. Entonces, David Jones apareció en el televisor, y les guiñó un ojo.



Creado por Helena Martínez Oliva y Javier García Herrero durante las vacaciones de invierno del 2013. Dedicado a Clara García Herrero y Víctor Martínez Oliva. Impreso en Murcia en abril del 2014.




El Próximo Viaje es un proyecto experimental de narración gráfica fantástica, resultado de la colaboración entre Javier García Herrero (30 años) y Helena Martínez Oliva (9 años). A partir de su visión subjetiva de una librería-juguetería y de los elementos que contiene, han imaginado, mediante dibujos y collages colectivos, los escenarios, los personajes y el argumento de El Próximo Viaje.


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