En los medios masivos de comunicación suele presentarse a la tecnología como un espacio para la recreación o el consumo, puntuado a veces por la amenaza apocalíptica e irreparable. Tanto la incitación a comprar otro dispositivo que, esta vez sí, nos hará tener infinitos amigos o ahorrar un tiempo incalculable, como la amenaza de un mundo distópico, ocultan que la tecnología es solo otro espacio de disputa por el poder entre países, mercados, individuos, comunidades y formas de ver el mundo. El uso ingenuo de la tecnología no facilita la comprensión acerca de qué ocurre cuando usamos las redes sociales, por qué las empresas ofrecen tantos servicios gratuitos, la importancia de desarrollar una soberanía tecnológica o un uso consciente de herramientas digitales que prometen el (nunca consumado) paraíso del ocio, sin pedir nada a cambio. El mundo digital resulta simultáneamente una poderosa herramienta para el control, pero también para la libertad.