2 minute read

un retrato, dos historias coruñesas

El retrato que comentamos nos permite acercarnos a la historia de dos coruñesas, la de la pintora Elena Olmos y la de la retratada, Herminia Rodríguez-Borrell Feijóo. Es una de las obras pictóricas que forman parte de la colección del Museo de Belas Artes da Coruña, en la que ingresó como donación de la familia Borrell.

La pintora se llamaba Elena Olmos Mesa (1899-1983). Hija del cónsul de Argentina en A Coruña, Manuel Olmos de Aguilera y de la coruñesa Elvira Mesa, inicia sus estudios de dibujo y pintura en A Coruña. Siendo adolescente viaja a Holanda con su familia y esto le permite conocer a los grandes maestros de la pintura holandesa y visitar lugares donde aún se conservaban las costumbres más tradicionales. Este viaje tuvo una importante repercusión en su formación ya que al iniciar su trayectoria pictórica se especializó en tipos populares holandeses. Siguiendo el sistema de aprendizaje de la época se traslada después a Madrid donde, entre 1916 y 1919, recibe clases de los pintores Sotomayor y Manuel Benedito. En Galicia participa en las Exposiciones Regionales de la década de los años veinte así como en la muestra inaugural de la Asociación de Artistas de La Coruña en 1934, dedicada únicamente a artistas femeninas, en la que expone con las pintoras Elvira Santiso, María Corredoira, Dolores Díaz Baliño y las hermanas Carmen y Pilar Álvarez de Sotomayor. Las críticas de la época destacaban su habilidad técnica y la fuerza con la que revelaba el carácter del retratado. Su pintura se centrará en la figura, en algún caso de tema gallego, pero principalmente en el retrato de mujeres de la burguesía. En 1926 se casó con Leandro Pita Romero, político y jurista gallego, ministro en la República y con el que reside en Roma en 1935-1936 debido a su actividad política como embajador. Al estallar la guerra civil emigró con su marido a Buenos Aires donde continuó dedicándose a la pintura.

En el retrato de Herminia Rodríguez-Borrell Feijóo (1897-1971), Elena Olmos, amiga de Herminia, captó fielmente su firme personalidad y, desde una óptica realista, la muestra vital y bella en los inicios de los años treinta, con su habitual peinado

English translation on page 94 con raya al medio recogido en la nuca y con sus collares de jade de color verde. Herminia destaca sobre el fondo del lienzo con una pose poco convencional pero acorde con su carácter, con la mano derecha apoyada en la cintura mostrando seguridad y confianza y sujetando el perro chihuahua que su marido le regaló unos años antes. Sus costumbres cotidianas como vestir pantalón, fumar y conducir un coche, algo que desde nuestra perspectiva actual es anecdótico, la incluyen entre las mujeres «modernas» de la época que transitaban por las calles de las ciudades gallegas. La biógrafa de Herminia, Victoria Armesto, sitúa en Camariñas el lugar de origen de su familia, perteneciente a la alta burguesía comercial. En Coruña la joven Herminia fue presentada en sociedad en las Torres de Meirás teniendo como anfitriona a Emilia Pardo Bazán. Enviada a Londres a estudiar inglés, conoce allí al armenio Nubar Gulbenkian, hijo del magnate del petróleo Calouste Sarkis Gulbenkian, a quien se debe la creación de la Fundación Calouste Gulbenkian en Lisboa. Nubar y Herminia contraen matrimonio civil en 1922 y durante algunos años viajan por las principales capitales europeas. Se divorcian en 1928 y con todo este bagaje de experiencias Herminia vuelve a Coruña, y es entonces cuando adquiere el pazo de Sigrás (Cambre) y su parque. Amante de la naturaleza, su interés agrario dio paso a la dedicación al cultivo de la huerta y a atender a los animales domésticos, entre los que se contaban algunos perros vagabundos a los que acogía. El retrato procede del pazo de Sigrás, donde Herminia vivió sus últimos años en una fase de declive personal hasta su muerte el 18 de febrero de 1971. Unos meses después sus hermanos Máximo, Alfredo y Camilo donaron el retrato a este Museo. ᴥ