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LUTHIERS: ELLOS CONSTRUYEN LA MÚSICA

En tiempos de música electrónica y producción industrial en serie, dedicarse a fabricar instrumentos es casi una heroicidad. Los protagonistas de este reportaje han traspasado, en todos los casos, su pasión como músicos a la artesanía. Algunos intentan abrirse camino en el difícil sector de la clásica; otros mantienen encendida la llama de la tradición secular; otros más han decidido dar una vuelta de tuerca a su creatividad y su pericia para dar nueva vida a sonidos que parecían extintos. Todos ellos son luthiers, los que construyen la música.

Abraham Cupeiro

Reconstruyendo el sonido del pasado

Comenzar este reportaje por Abraham Cupeiro es un poco hacer trampa. Porque este sarriano de 1980 no es exactamente un luthier: construye instrumentos, sí, pero únicamente para sí mismo y para que sean utilizados en sus proyectos musicales. En ellos recrea sonidos del pasado, o de culturas remotas, combinando la investigación arqueológica y etnográfica con sus estudios como músico académico.

Cupeiro es trompetista de formación y ejerció la enseñanza en los conservatorios de A Coruña y de Lugo antes de dedicarse a tiempo completo a una carrera fulgurante y agotadora: «El año pasado hice 90 conciertos y estuve 260 días fuera de casa. Venía a Lugo a lavar la ropa», bromea. Los espectáculos que compone tienen como protagonistas a instrumentos cuyo sonido e historia transportan al oyente a otras latitudes y otros tiempos.

Es el caso de la más espectacular de sus creaciones, el karnyx. Esta alta trompa de metal, coronada por la cabeza de un fiero dragón, es un instrumento de la Edad de Hierro celta. Se conocía básicamente

English translation on page 92 por referencias de los historiadores (se utilizaba, según cuentan, para aterrorizar a los enemigos en la batalla) y por restos parciales. De hecho, Cupeiro se inspiró en una moneda romana en la que se ve a un legionario tocándolo: «Calculé su tamaño en proporción a lo que debía medir un soldado de aquella época y lo fabriqué a mi manera», explica. Poco después se descubrió en Francia un karnyx casi completo; Cupeiro se había equivocado sólo en 23 milímetros en su longitud.

En el retiro campestre de Abraham Cupeiro resuena con muchísima fuerza el cornu, también. Se trata de un instrumento de la antigua Roma, y el que él ha fabricado se inspira en un ejemplar rescatado de las ruinas de Pompeya. «Si existe una pieza real de su época, la respeto; si sólo se conservan referencias literarias, investigo hasta dar con la forma que creo que más se acerca», explica. Completa lo que el llama la «trilogía de instrumentos de la antigüedad clásica» el aulós, la doble flauta que usaban los griegos en las fiestas en honor a Dionisos. Este se basa en una pieza conservada en un museo de Berlín y cuenta con unas originales «virolas» que sirven para afinar perfectamente. «Es un instrumento muy especial. En Grecia sólo lo podían tocar los elegidos», narra Cupeiro.

En su colección de instrumentos (y de composiciones realizadas para ellos) también hay sitio para las piezas que se utilizaban hace siglos en Galicia. Es el caso de un cornetto renacentista, que ha elaborado con madera de serbal recubierta con pergamino. Era el instrumento favorito en su época, cuenta el músico lucense, también en esta parte del mundo: «En los registros de la catedral de Mondoñedo podemos leer nombre y apellidos de quienes lo tocaban en las celebraciones; y, por cierto, eran los que más cobraban». «En Galicia», razona, «la gaita es tan importante que ha eclipsado a otros muchos instrumentos que también merecen ser recordados».

Con discos grabados en Abbey Road con la Royal Philharmonic Orchestra o con la Real Filharmonía de Galicia, Abraham Cupeiro siente «cierta responsabilidad» a la hora de elaborar sus instrumentos: «Intento que la reconstrucción sea veraz, que tenga respaldo histórico y que se soporte», afirma.

Xos Tunhas

La buena salud de la percusión tradicional

La percusión tradicional gallega se encuentra en un gran momento, «y desde mucho antes que el bum de Tanxugueiras y Eurovisión», apunta Xosé Tunhas. Desde su taller en Portanxil (Ames, A Coruña), fabrica a mano panderetas, tambores, bombos, tarrañolas o baquetas. Lo hace a la manera clásica, pero introduciendo nuevos elementos con la ayuda de la tecnología actual.

Músico él mismo (ha formado parte de grupos tan relevantes como Os Modernos o Caxade), se dedica profesionalmente a este arte desde hace diecisiete años, después de un proceso autodidacta de aprendizaje que le llevó a «desmontar muchos instrumentos y destrozar muchas maderas». El sector de la percusión tradicional «no está, por fortuna, demasiado industrializado. Los productos que se fabrican en masa son siempre de mala calidad y, en realidad, no son competencia para nosotros». «En Galicia siempre se ha tocado mucho y en la tradicional hay escuelas, grupos, o simplemente amantes de la música que recurren a nosotros para conseguir el instrumento que quieren», explica Tunhas.

El proceso de construcción comienza con la elección de la madera, «casi siempre autóctona», narra. La más sencilla, el pino, se obtiene en aserraderos, pero otras como el nogal o el cerezo se compra «con el árbol todavía en pie». Luego se sierra a la medida requerida y se viran las tablas con moldes, calor y vapor, para conseguir los aros en los que se montarán las piezas. Estos aros se fresan para dar cabida a las ferreñas y al resto de complementos, que pueden ser muchos. En el taller de Xosé Tunhas se montan desde las panderetas más simples (que pueden costar unos 45€) a instrumentos con bordoneros hechos a mano, incrustaciones de ébano para protegerlos de los golpes de las baquetas, tornillos minúsculos para afinar… La tecnología juega aquí un papel interesante, pues las personalizaciones se hacen con láser y algunos de los productos se montan con cueros sintéticos patentados por Landra, una iniciativa también radicada en Ames.

Con un listado de encargos creciente y mucho trabajo, Xosé Tunhas tiene una cartera de clientes principalmente gallegos, pero no solo: «Cada vez se vende más por internet e incluso por las redes sociales; ya es habitual enviar instrumentos a personas a las que nunca has visto la cara», explica. En su caso, le llegan habitualmente pedidos de lugares tan lejanos como Estados Unidos o Japón («hay allí una serie de cantantes profesionales que tocan música tradicional japonesa, irlandesa… y gallega»); y de personas que piden productos muy concretos, como aquel británico al que Tunhas fabricó una pandereta minúscula y que resultó ser el percusionista del finado George Michael.

David Duyos

Obsesión por la guitarra clásica

Construir de forma artesanal una guitarra clásica es un trabajo minucioso. «Tanto como el TOC (trastorno obsesivo compulsivo) que tenga el luthier», bromea David Duyos. Asturiano, residente durante casi dos décadas en Valladolid y recién llegado a Compostela, Duyos fabrica instrumentos desde cero, a medida y con un mimo difícil de creer: de su taller sale, aproximadamente, una guitarra cada mes o mes y medio.

«Me gusta hacer guitarras pensando en quien las va a tocar», explica, «y no sólo por adaptarlas a sus gustos o para hacerlas más cómodas». En la fabricación de un instrumento hay algo de espiritual, sugiere, y muchos de los que él hace son «una síntesis del planeta: llevan cedro canadiense, caoba y ébano africanos y palosanto de la India». La producción de cada unidad dura unos dos meses, sin tener en cuenta el secado de las maderas, que puede llevar años. «El primer mes lo dedico a la fabricación en sí», explica David Duyos desde su taller en el barrio de A Estila. Cada guitarra se monta sobre una superficie llamada solera y se comienza desde la tapa, que se envareta (se le colocan pegan pequeños listones que reparten el sonido por el interior) y a la que se adhiere el mástil. Luego se montan los laterales y el fondo con una precisión de micras. Después llega el trabajo de barnizado, que suele llevar otro mes entero. Duyos utiliza para este proceso únicamente goma laca, procedente también de India, y aplica una capa de calibre microscópico cada día, hasta que queda a su gusto: «No se puede hacer una guitarra en maderas buenas y luego barnizarla con un plástico, es un crimen».

Los detalles finales llevan también su tiempo, caso de la colocación de la roseta, el adorno geométrico alrededor de la boca de la guitarra. Duyos la construye haciendo un mosaico con láminas de madera negras y blancas de medio milímetro cada una, que pule y pega para después cortar en forma de minúsculas teselas de medio centímetro de lado.

Con ellas compone la que es la firma de cada luthier, que en su caso adorna fundamentalmente dos tipos de instrumentos: la guitarra clásica (utilizada en conciertos) y una de caja más corta que remite a las utilizadas antes de que el instrumento se estandarizase en el siglo XIX.

Los clientes de David Duyos proceden de toda España y también de países extranjeros, lo que le permitió trasladar su taller de Valladolid a Santiago hace menos de un año. «A pesar del tópico, también en el norte se pueden hacer buenas guitarras. Por suerte, en el estudio puedo tener la temperatura y la humedad controladas para conseguir el mejor resultado», explica. ᴥ