Una adaptación del cuento de Shel Silverstein
por Jimena Herwig
Una adaptación del cuento de Shel Silverstein
por Jimena Herwig
¿Qué pasaría si un árbol pudiera hablar, soñar y amar como nosotros? Esta es la historia de un árbol muy especial y de un niño que creció junto a él. ¿Qué tendrá el árbol para contarle al niño esta vez?
Solo al leerlo descubrirás todo lo que sucedió entre ellos.
Una adaptación del cuento de Shel Silverstein
por Jimena Herwig
Había una vez un árbol que amaba profundamente a un niño. Cada día, el niño venía a jugar bajo su sombra, recogía sus hojas para hacer coronas y comía de sus manzanas. El árbol disfrutaba cada instante compartido, observando la alegría del niño, y en esos momentos, el árbol era feliz.
Sin embargo, el tiempo pasó y el niño creció. Ahora, más ocupado, el niño se alejaba del árbol, dejándolo solo.
Un día, el niño regresó con una expresión de preocupación. "Quisiera tener dinero para comprar cosas", le dijo al árbol. Al percibir su inquietud, el árbol, con profunda empatía, ofreció sus manzanas para que pudiera venderlas. Así, el niño se fue, y aunque el árbol se quedó solo, se sintió feliz de haber ayudado.
Pasaron los años, y el niño volvió a visitar al árbol, esta vez con el deseo de construir una casa para su futura familia.
Aunque perdería sus ramas, el árbol, con empatía, le ofreció todo para que pudiera cumplir su sueño.
El niño construyó su hogar y vivió feliz, mientras el árbol, a pesar de su pérdida, se sintió satisfecho al ver su felicidad.
Más tarde, el niño volvió una vez más, ya con el peso de los años sobre sus hombros. Esta vez, quería un bote para alejarse de todo. El árbol, consciente del cansancio de su viejo amigo, le ofreció su tronco para que pudiera construir un bote y encontrar la paz.
El niño se fue nuevamente, y el árbol quedó reducido a un tocón, pero feliz por haberle dado todo lo que pudo.
Finalmente, el niño regresó, ya anciano y cansado. "Solo necesito un lugar para descansar", dijo. El árbol, que ya no tenía más que ofrecer, le dio el último refugio que podía: un tocón para que se sentara. Y así, el niño descansó, y el árbol, por última vez, fue feliz. Ambos comprendieron que su vínculo siempre había estado sostenido por la empatía y la generosidad compartida.
Percibir: Notar o darse cuenta de algo usando los sentidos, como los ojos para ver o los oídos para escuchar.
Inquietud: Es cuando alguien siente que no puede quedarse quieto o está un poco preocupado por algo.
Empatía: Es entender cómo se siente otra persona y tratar de ayudarla si está triste o preocupada.
Satisfecho: Sentirse feliz y lleno después de comer o cuando algo sale bien.
Tocón: Es lo que queda de un árbol cuando lo cortan, como una silla natural para sentarse en el bosque.
Refugio: Un lugar seguro donde alguien puede esconderse o protegerse del mal tiempo o del peligro.
Encuentra las 5 diferencias.
Título: El árbol generoso
Texto e ilustración: Jimena Herwig
Concepto original del cuento: Shel Silverstein Adaptación: Jimena Herwig
Derechos de autor:
Este libro ha sido con fines educativos y creativos. Todos los derechos sobre la obra original pertenecen a Shel Silverstein. Las ilustraciones y adaptaciones son propiedad de Jimena Herwig. Publicación realizada en el año 2024.
Una adaptación del cuento de Shel Silverstein
por Jimena Herwig
En esta conmovedora adaptación de El árbol generoso, la historia de un árbol y un niño revela las profundidades de la empatía y la generosidad incondicional. A lo largo de los años, el árbol entrega todo lo que tiene para apoyar los sueños y necesidades del niño, que crece y enfrenta las etapas de la vida. Desde jugar bajo su sombra hasta buscar descanso en su tocón, el vínculo entre ellos se convierte en una metáfora atemporal del amor y el sacrificio. Este relato nos invita a reflexionar sobre el dar y recibir, y sobre la verdadera naturaleza de la felicidad compartida.