El nino del pijama a rayas

Page 86

despacho de Padre porque llevaban las manos sucias. Padre se sentó detrás de su escritorio—. Hemos decidido realizar ciertos cambios —empezó, y parecía un poco triste—. Decidme: ¿sois felices aquí? —Sí, Padre, por supuesto —respondió Gretel. —Sí, Padre —contestó Bruno. —¿Y nunca echáis de menos Berlín? Los niños pensaron un momento y se miraron, preguntándose cuál de los dos iba a comprometerse primero a dar una respuesta. —Bueno, yo lo añoro muchísimo —dijo Gretel al final—. No me importaría volver a tener amigas. Bruno sonrió pensando en su secreto. —Amigas —dijo Padre, asintiendo con la cabe za—. Sí, he pensado a menudo en eso. A veces debes de haberte sentido sola. —Sí, muy sola —confirmó Gretel. —¿Y tú, Bruno? ¿Echas de menos a tus amigos? —Pues... sí —contestó él, sopesando con cuida do su respuesta—. Pero creo que allá donde fuese siempre echaría de menos a alguien. —Era una referencia indirecta a Shmuel, pero no quería ser más explícito. —Pero ¿te gustaría volver a Berlín? —preguntó Padre—. Me refiero a si hubiera alguna posibilidad. —¿Todos nosotros? —preguntó Bruno. 188 Padre soltó un hondo suspiro y negó con la cabeza. —Madre, Gretel y tú. Volveríais a la casa de Berlín. ¿Te gustaría? Bruno reflexionó. —Bueno, si tú no vinieras no me gustaría —contestó, porque era la verdad. —Entonces ¿preferirías quedarte aquí conmigo? —Preferiría que los cuatro continuáramos juntos —dijo él, incluyendo a Gretel a regañadientes—. En Berlín o en Auchviz. —¡Oh, Bruno! —exclamó Gretel con exasperación, y Bruno no supo si lo había dicho porque podía estar estropeándole los planes de regresar a Berlín o porque (según ella) seguía pronunciando mal el nombre de su casa. —Bien, me temo que de momento eso no será posible —dijo Padre—. Me temo que el Furias todavía no tiene previsto relevarme de mi puesto. Por otra parte, Madre cree que éste sería un buen momento para que vosotros tres volvierais a casa y os instalarais allí, y pensándolo bien... —Hizo una breve pausa y miró por la ventana que tenía a su izquierda, por la que se veía el campo que había al otro lado de la alambrada—. Pensándolo bien, quizá tenga razón. Quizá éste no sea un lugar adecuado para criar a dos niños. —Pues aquí hay cientos de niños —dijo Bruno impulsivamente—. Lo que pasa es que están al otro lado de la alambrada. Tras aquel comentario hubo un silencio, pero no un silencio normal de los que se


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.