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Una vez más, ¡no cometas el mismo error! Agradece lo que está ocurriendo, pero no pidas más; y llegará más. No pidas: “Vuelve otra vez”; tu petición se convertirá en la barrera. Volverá de nuevo, volverá más a menudo. Lentamente, lentamente, se convierte en el latido de tu corazón; despierto, dormido, está siempre ahí, nunca se va. Pero no es algo que tú haces. No puedes alardear de que “Lo he hecho”. Solo puedes decir: “He permitido a lo desconocido que me lo haga”; es siempre desde lo desconocido desde donde entran las grandes experiencias en nuestro pequeño corazón, y cuando intenta mos con toda la fuerza obtenerlas, nos ponemos tan tensos que la misma tensión las impide. Cuando no estás tratando y estás relajado -no estás si quiera preocupado por la meditación y cosas así—, súbitamen te, encuentras los pasos de lo desconocido, algo de ninguna parte, que se acercan a ti. Míralo con asombro, no con deseo. Míralo con gratitud, pero no con codicia. Dices: “Ahora, nada llega excepto una mente galopante. ¿Qué ocurrió?”. Te hiciste consciente de lo desconocido. Una pequeña prueba de meditación, y te volviste codicioso, deseo so. Tu deseo, tu codicia, estropeó todo el juego. Aun así, todo puede ponerse en orden. Ves la mente galopando continua mente; déjala galopar, simplemente observa, se solamente un testigo, un observador. Mirar simplemente la mente es uno de los mayores secre tos de la vida, porque no muestra que funciona, ¡pero funcio na! Simplemente mientras observas, indiferente, desinteresa do, como si no tiene nada que ver contigo, esos pensamientos
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