Página Valdense - edición junio 2021

Página Valdense

Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense - Mayo 2020 - N° 260 - Afiliado a O.P.I. N° 837

«...porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.» Hechos 4:20

Hacer visible lo invisible:

Las desigualdades en la economía

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LA DESIGUALDAD ECONÓMICA, UN BRAZO POTENTE DEL PATRIARCADO

Laura Michelin Salomon Geymonat

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COMPARTIR REFLEXIONES PARA QUE SURJAN NUEVAS PREGUNTAS Claudia Tron

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DE CRISTAL

Rocío Geymonat

Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense -Mayo 2021 - N° 268 - Afiliado a O.P.I. N° 837 001/09 - Periódico mensual - Redactor responsable: Rogelio Darío Barolin. Varela 1729. Dolores - Imposición envíos: Dolores - Depósito legal N° 68.638

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IERBA (Buenos Aires): Comunidad de IERBA. Gálvez: Rubén Gardiol.

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Laprida: Delta Bertón.

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Rosario: Andrea Montaña.

Mercedes: Natalia Gauthier.Carlos Dodino Tarariras: Consistorio de Tarariras.

Tres Bocas: María Fernández.

Young: Esther Malán | PÁGINA VALDENSE

Apuntes

de la Directora Denuncia y anuncio: los números de lo invisibilizado Un mate lavado, un documento en blanco, varias ideas revueltas y todos los artículos de esta edición abiertos en mi computadora. Así empiezo a darle vida a esta editorial.

Habiendo dicho eso, en esta ocasión quiero compartir mis reflexiones sobre dos cuestiones que van a aparecer en las páginas siguientes, en casi todas donde se trata la temática de esta edición: economía con perspectiva de género.

Cuando planificamos el contenido, propusimos diferentes artículos con lineamientos para cada uno, y claro, ideas que atraviesan transversalmente a todos ellos. Como decía en la editorial del mes pasado, algunas veces es intencional que estas ideas salten, casi como un juego, de una página a la siguiente; pero otras tantas, parece que esas ideas tienen vida propia y saltan, juegan, hacen nido, van y vienen, nos cuestionan, nos interpelan y pasan a la siguiente persona. Al mejor estilo de una carrera de relevos, pero sin carrera. En esta edición, eso se hace tangible.

Como les decía, dos cuestiones llamaron mi atención de inmediato: el uso de estadísticas y la invisibilización, o, mejor dicho, como dice nuestro título: hacer visible lo invisible.

Sin ser un pedido explícito, todos los artículos nos proponen estadísticas, algunas de ellas incluso aparecen en dos o más textos. Al menos para mí, esto es interesante; y comparto lo que dice Claudia: «Cada vez con mayor consciencia de estas brechas de inequidad, desde hace tiempo se viene incentivando el ejercicio de “poner número a lo que no tiene número”». Personalmente, creo que el avance en la construcción de datos estadísticos en clave feminista, nos permite contar con una herramienta para visibilizar aquello que muchxs se empeñan en ocultar, son el instrumento que echa por tierra cualquier intento desesperado de no querer ver lo evidente, o de no ceder espacios ni ‘compartir’ el ‘poder’; pero, por otro lado, es la oportunidad para que esa PÁGINA VALDENSE I 2

información sea el cimiento desde el cual partimos para seguir construyendo, pensando y ensayando alternativas para que todxs podamos gozar de una vida plena. Porque bien sabemos que detrás de cada número hay personas, familias, historias que difícilmente sean tapa de diarios o la primera nota de algún portal. Así que considérense avisadxs: en esta edición van a encontrar muchos porcentajes.

Por otro lado, como les decía antes, la intención de hacer visible lo invisible también se pone de manifiesto en las páginas centrales. No es casualidad que se utilicen tantas estadísticas cuando se trata de un tema que naturalizamos durante tantos años: las desigualdades laborales que sufrimos las mujeres e identidades feminizadas.

«Desaprender lo que creo haber aprendido. Vaciar de agua el bote, para que salga a flote. Las leyes han cambiado, el viento sopla de otro lado. Y uno crece, o eso intenta. (…)», dice una canción de Adrián Berra. ¡Vaya tarea la de desaprender!

Es tiempo de vaciar de agua el bote, investigar desde donde se filtra la desigualdad que nos inunda y luchar para que todxs podamos salir a flote. Es tiempo de cuestionar lo dado, aquello que se tilda de ‘normal’. Es tiempo de desaprender, desandar y desnaturalizar, aunque cueste y genere dolor. Es tiempo porque no sólo soñamos con un mundo mejor, sino que lo estamos construyendo. Es tiempo porque no podemos mirar para otro lado, porque no podemos tapar el sol con un dedo, ni negar lo que existe.

Que Jesús, con su pedagogía de escucha y amor, nos enseñe a ser empáticxs y nos ayude a develar la existencia de tantas injusticias e inequidades, que nos impulse a denunciarlas y nos acompañe para seguir anunciando que es posible un mundo donde todxs seamos más libres y tengamos una vida más digna.

Daiana Genre Bert

La Desigualdad

Económica

un brazo potente del patriarcado

La brecha salarial, una marca histórica desigual

En lo que refiere a números palpables, y uno de los primeros aspectos de reclamo de la desigualdad, es la brecha salarial que existe entre varones y mujeres (más identidades feminizadas o por fuera del universo varón cis) a nivel global.

¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de «brecha salarial» o «trabajo de igual valor»?

Hacemos referencia a conceptos que van de la mano y que, si bien contamos con un completo aval jurídico1 para evitarlo, en la práctica no sucede.

Según datos de ONU Mujeres: «A nivel mundial, la brecha salarial de género es del 16 por ciento, lo que significa que las trabajadoras ganan en promedio el 84 por ciento de lo que ganan los hombres. En el caso de las mujeres de color, las inmigrantes y las mujeres madres, la diferencia es incluso mayor».2 Y estas cifras son correspondientes a la situación prepandemia, números que se han profundizados en este año y medio.

Es decir que, la remuneración percibida (tanto para varones como mujeres) por el mismo trabajo tiene que ser igual para cualquier trabajador. Spoiler: no sucede.

Así las cosas, si un varón accede a un determinado puesto, con la misma aptitud, capacitación y educación, una mujer percibe, de mínima, un 16 por ciento menos en su salario. Estos números hablando de empleos formales, a los que muchas mujeres no pueden acceder, y, por ende, son empujadas al sector informal de la economía. Como si esto fuera poco, la desigualdad se agranda en los casos en que tengan que maternar y así, trabajar menos horas y percibir salarios más bajos.

Otra de las causas iniciales de esta desigualdad, es la «división sexual del trabajo»3 en la que históricamente se destina a las mujeres tareas de reproducción y a los varones las de producción.

“

Así a las identidades feminizadas tradicionalmente se les asignaron las tareas de cuidado como parte de su responsabilidad, sin considerarlo un trabajo pero que sostiene y permite el aspecto «productivo» del sistema capitalista. Entonces, tenemos mujeres que poseen una jornada laboral de 8 horas (en el mejor de los casos) pero que no finaliza en su lugar de empleo, sino que se extiende al llegar a su hogar.

Y esa labor no es remunerada.

“

«La feminización de la pobreza», el «pinkwashing» (lavado rosa) de las marcas, la «salud menstrual», «las tareas de cuidado» entre otros términos y acepciones, han empezado a calar en los discursos tanto económicos como políticos, siendo no sólo eso (ideas, concepciones) sino que de a poco encuentran un cauce de transformación social a través de políticas públicas.

En un principio, estos análisis surgieron desde estudios de las ciencias sociales y con destacadas pensadoras feministas, pero luego se instalaron de un modo imperativo con la irrupción definitiva de los feminismos en la esfera pública, poniendo como hito de quiebre -en Argentina y en el resto de Latinoamérica- el 3 de junio de 2015 con la salida masiva a la calle bajo el pedido de «Ni una menos». En ese momento fue poner en jaque al sistema patriarcal: empezando por los femicidios (lo más urgente), la violencia simbólica, la desigualdad social, la despenalización del aborto, entre otros. Y en el año 2017, el 8 de marzo, con el Primer Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans la cuestión económica (que siempre estuvo ahí) le estalló en la cara a un sistema que nos invisibiliza como colectivo, pero nos necesita y depende de nosotrxs para funcionar: «Nosotras paramos. Hacemos huelga, nos organizamos y nos encontramos entre nosotras. Ponemos en práctica el mundo en el que queremos vivir».

Es desde ese punto donde la perspectiva económica, la cotidiana, se hizo carne: desigualdad en las tareas de cuidados, trabajos no remunerados, ausencia en lugares y puestos de poder, a mismo trabajo distinto salario, brecha salarial, abandono de estudios por tareas de cuidado, la imposibilidad de acceder a un trabajo por estar en condiciones de maternar, son algunas de las cuestiones con las que nos chocamos a diario. Además, inmersxs en esta situación de pandemia (luego de más de un año en estas condiciones) se acentuaron de manera drástica.

Me parecía pertinente comenzar con este breve pantallazo contextual antes de adentrarnos en temáticas relacionadas a la economía feminista.

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La transversalidad como respuesta a una demanda urgente Si pensamos la desigualdad salarial y laboral desde una perspectiva de género, no podemos mirar y analizar esta situación como un hecho social aislado, por el contrario, para no quedar a medio camino, la realidad nos pide a gritos poner la lupa desde la interseccionalidad.

Elaborar una posible respuesta y un abordaje para la desigualdad económica implica pensar todo un sistema de valoraciones de clase, sexo, género, étnicas, de grupos etarios, geográficos, que atraviesan y configuran al colectivo de mujeres y diversidades.

“

Es decir, que las opresiones y discriminaciones no se basan en un estamento o en una categoría, sino que son múltiples y estas deben estar contempladas al momento de ofrecer respuestas desde el ámbito que sea (el Estado, la iglesia, ONG’s, entre otras).

“

Dicen las sociólogas argentinas Cecilia Levit y Silvana Mochi4 : «Esta mirada, que conocemos como interseccional, es la que permite visibilizar todos los sistemas de dominación y, por lo tanto, las opresiones por las que están atravesadxs lxs sujetxs. De esta manera, no se trata de –ni alcanza con– incorporar una perspectiva de género aislada de las diferencias étnicas o de clase, sino que es preciso integrar y agudizar estas miradas para comprender las repercusiones específicas que estas opresiones tienen en la vida de las personas.

Esta simultaneidad e integralidad resulta un desafío a alcanzar por aquellas políticas públicas que se proponen reconocer este entramado de identidades, muchas veces contradictorias.»

Teniendo en cuenta esta visión, entonces, debemos pensar la desigualdad desde una perspectiva que abarque los distintos aspectos de la misma, no exclusivamente lo económico y considerando las opresiones y desventajas que atraviesan a las distintas realidades del colectivo de mujeres e identidades feminizadas.

Preguntas finales

Para concluir creo que, para pensar esta cuestión trasversalmente desde los feminismos, el tema económico no puede evadirse de su raíz y vínculo intrínseco capitalista, lo que nos plantea algunos interrogantes y debates para sumar dentro de nuestras propias comunidades y sociedades: ¿cuál es la perspectiva política para alcanzar mayor igualdad?, ¿qué rol juegan las masculinidades?, ¿qué respuestas son las posibles para cerrar la brecha?, ¿alcanza con un reconocimiento y, en consecuencia, la remuneración?, ¿el capitalismo no nos vuelve a atrapar?, ¿podemos imaginar otras formas de

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ser identidades por fuera de este sistema?, ¿es posible pensar en términos de igualdad dentro de un sistema opresor y desigual? Ya estamos en movimiento, algo vamos desarmando…

Finalizo este artículo, pidiendo disculpas por «apropiarme» de una disciplina que no conozco en profundidad, pero claro está, puedo dar cuenta de ella por mi propia experiencia personal-colectiva (y por supuesto, política), y dejo el cierre en manos de alguien que sí sabe de la materia, la economista argentina Mercedes D’Alessandro: «No se puede romper techos de cristal si no nos despegamos de los pisos pegajosos que retienen a la mayor parte de las mujeres en trabajos mal pagos, informales, sin posibilidades de crecimiento, en la pobreza. A su vez, romper el techo de cristal a costa de la tremenda explotación de las trabajadoras domésticas, que sobreviven con salarios míseros y sin derechos laborales, no suma en el camino hacia la igualdad. Poder trabajar pero a costa de una mayor precarización tampoco es un sueño realizado. Entonces, ¿cuál es el programa político y económico del feminismo? ¿es posible un feminismo sin demandas económicas?”.5 Laura Michelin Salomon Geymonat

Pasquinelli, Lala (2018). Igualdad salarial: muchas leyes, pocos he-

1

chos. [Nota periodística] Economía Femini(s)ta. Recuperado de: https:// economiafeminita.com/igualdad-salarial-muchas-leyes-pocos-hechos/

(2020) Todo lo que debe saber sobre promover la igualdad sala-

2

rial. [Artículo] ONU MUJERES. Recuperado de: https://www.unwomen.

org/es/news/stories/2020/9/explainer-everything-you-need-toknow-about-equal-pay

D’Alessandro, Mercedes y otras (2020). Las brechas de género

3

en la Argentina. Estado de situación y desafíos [Informe] Ministerio de Economía de la Nación. Recuperado de: https://www.argentina.gob.ar/ sites/default/files/las_brechas_de_genero_en_la_argentina_0.pdf

Levit, Cecilia y Moch, Silvana (2020). Género e interseccionalidad

4

en las políticas de empleo. [Artículo] Inclusive, revista del Inadi. Recuperado de: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/2021/04/ inadi-revista-inclusive-n2-122020.pdf

Rodríguez, M. (Ed.). (2017). ¿El futuro es feminista?. Buenos Ai-

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res, Argentina: Editorial Capital intelectual

Luchar por la

equivalencia

Desde tiempos remotos, tribales, el rol de cuidados se relaciona con la mujer y el de obtener los alimentos mediante el acecho y la caza, al hombre, esto fue una inteligente distribución del trabajo según las necesidades de ese momento.

En el devenir de los siglos, la sociedad y la cultura exigen cambios en aquella distribución de tareas. Los conceptos de fuertes y débiles, conceptos relativos, deben reformularse. No es débil quien asiste y cuida, que tolera exigencias permanentes que muchas veces llegan a pérdidas, y afrontar la vida y la muerte. Las mujeres, ya fuera del ámbito íntimo y doméstico, tenemos las tareas profesionales del cuidado, el magisterio, la enseñanza, la enfermería, el trabajo social; extensiones del concepto de maternidad.

Actualmente la fortaleza y la debilidad depende del qué, del para qué y su duración. El involucramiento de la mujer en mayor cantidad de áreas hace perder la vigencia de los conceptos de actividades masculinas y femeninas, avance no sin sufrimientos. Muchas mujeres han contribuido con su esfuerzo y sacrificio al desarrollo de las ciencias, aun con aportes minimizados, subestimados o atribuidos sus colaboradores varones.

El conocimiento es un instrumento de poder, ya sea económico o social, y su persecución y obtención: generadora de temores cuando se pierden.

La medicina, en los siglos XVIII y XIX, tenía fuerte conexión con las «ciencias duras», por eso no era un área para las mujeres.

La conquista de tareas «masculinas» ha sido difícil para la mujer, pero su inserción es porfiada, dificultosa y extensa. Aún en las áreas académicas, de la medicina -donde me desempeño- en Uruguay se mantienen las diferencias al momento de obtener los cargos de dirección o de mayor relevancia, y de mayor remuneración. Las primeras médicas de Uruguay y de Argentina, en muchísimos casos, fueron previamente maestras, como un aval imprescindible de su femineidad y sus capacidades. De las primeras cinco mujeres médicas de Uruguay, dos fueron hijas del Pr. Daniel Armand Ugon.

Alice, siguió los pasos de sus hermanos mayores -Máximo, María y Daniel-, y expresó que «nosotros somos de campaña, de Colonia Valdense, un rincón del Departamento de Colonia sobre la Ruta 1. Había pocos médicos en campaña. Había uno, que era el médico de la familia, el Dr. Imhoff, que también tuvo hijos y uno de los hijos fue médico. Entonces, como había que ayudarlo, muchas veces era mi madre que lo acompañaba. Si tenía alguna curación que hacer con un enfermo –en aquel momento había unas infecciones terribles– ella recibía las indicaciones del médico de como tenía que hacer la desinfección y la hacía. Y yo acompañaba a mi madre y siempre asistía a sus curaciones. Y me gustó también. Me dije, cuando sea grande voy a ayudar así al médico. Y así fue que me gustó la medicina y decidí estudiar la carrera».

Se especializó en niños/as, dedicó su vida a la medicina, aunque decía que su mayor mérito era su longevidad. No se casó, vivió sola con guardias casi permanentes en el «Pabellón de Contagiosos» del Hospital de Niños «Pereira Rossell», cuando fallecían por estas enfermedades. Enfatiza en sus entrevistas que nunca tuvo dificultades para hacer su carrera y que no sintió la discriminación... Me pregunto: ¿fortaleza de espíritu?, ¿capacidad de mirar hacia adelante y arriba?, ¿elevada autoestima? Minimización.

Las familias de origen de estas primeras médicas, fueron inmigrantes; una con fuerte impronta religiosa protestante donde la educación de hombres y mujeres era una prioridad, marca recibida de los antepasados de los valles valdenses. En otras familias eran también de pensamiento muy liberal para la época. Hay registros de que algunas de estas médicas vivieron la soltería como un modo para no subordinar sus proyectos.

Esto marca que deben haber sufrido discriminación o, cuanto menos, dificultades, que las llevaron a usar su tiempo intimo a favor de la profesión.

Aun al día de hoy en la Universidad de la República (UDELAR), en Uruguay. Universidad que es pública, autónoma y cogobernada, en el ethos universitario se percibe la discriminación, pese a los esfuerzos, no en los derechos, pero si en los hechos. A fines del siglo XX, las mujeres representábamos el 60 por ciento de los egresos y el 47 por ciento de los médicos/as en actividad.

Hoy en día, somos el 70 por ciento de los egresados/as y el 60 por ciento de los/as docentes; y 6 de cada 10 médicos/as en actividad. Sin embargo, la inequidad de género se mantiene ya que los sitios de privilegio siguen siendo masculinos. Mayoritariamente los hombres siguen ocupando, en medicina, los cargos de dirección y gerencia; además, dominan en especialidades médicas mejor remuneradas. En el ámbito universitario, los varones son quienes ocupan los grados docentes más altos.

Un cardiólogo italiano le vaticinó a la Dra. Dinorah Castiglioni, primer médica cirujana egresada (1950) de la UDELAR: «ninguna persona se dejaría operar por una mujer». Hemos conquistado espacios, pero aún hay brechas. «Que la mujer jamás luche por ser igual al hombre, que luche por la equivalencia», dijo la Prof.

Castiglioni en 2014. Dando ejemplo de estas brechas, recién en el año 2000, ingresa una mujer a la Academia Nacional de Medicina: la Dra. Eva Fogel de Korc.

Creemos que es necesario seguir trabajando con y por ellas, aplicando las leyes vigentes y comunicando las situaciones referidas para que todas podamos trabajar en un lugar libre de acoso, inequidad y perjuicio.

Dra. Alba Negrin Médica Toxicóloga IEV Montevideo

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Las comunidades de fe y la economía del cuidado

Compartir reflexiones para que surjan nuevas preguntas Poner en las agendas de las comunidades de fe el tema de la economía del cuidado y dar lugar a la inquietud sobre el desbalance existente en relación al trabajo, los roles y tareas que culturalmente se han asignado a las mujeres, constituye un ejercicio primordial para el avance hacia la justicia y equidad de género. Ensayos de vida en abundancia, vida digna y plena (Juan 10,10) que somos invitadxs a buscar y construir en cada espacio que habitamos y por tanto también en las comunidades de fe y en la estructura toda de la iglesia.

Recordemos que cuando nos referimos a la economía del cuidado estamos haciendo referencia al trabajo que se realiza -de forma no remunerada- en cada casa, en cada familia, en el conocido como espacio de lo privado, y también a tareas de cuidados que sí se llevan a cabo de forma remunerada.

Estos trabajos incluyen todas las actividades que aseguran, desde el ámbito de la vida cotidiana, el acceso a cuestiones fundamentales como son la preparación de los alimentos, el asegurar condiciones básicas para la salud, la higiene, el acompañamiento en los procesos de educación formal, las relaciones, la construcción de valores entre tantas otras. Estas tareas imprescindibles pero muchas veces invisibles, responden a necesidades que aseguran la existencia y reproducción de las personas y las sociedades.

Cuando damos lugar a la pregunta sobre el desbalance de género que existe en relación a estas actividades, comprobamos que la distribución de las tareas vinculadas a la economía del cuidado está cruzada fuertemente por la desigualdad de género. Las mujeres, producto de la división del trabajo que tradicionalmente se asigna a varones y mujeres desde el orden patriarcal que nos atraviesa, debemos hacernos cargo aún hoy de una mayor cantidad de trabajos y tareas no remuneradas.

Pese a la importancia del cuidado para el sostenimiento de la vida, se continúa invisibilizando su aporte a la economía de las familias y las sociedades. Se siguen naturalizando las actividades de cuidado como obligaciones u asignaciones dadas a las mujeres. No se las cuantifica ni cualifica. No se las comprende como generadoras de valor económico, ni cultural.

Las economías a lo largo del tiempo se han organizado sobre la base de que existe y siempre existirá «una mano invisible» que se ocupa de todo ese trabajo: las manos y los cuerpos de las mujeres.

Y cuando observamos el lugar y reconocimiento que tienen las tareas de cuidado que están incluidas en el sistema laboral y por tanto reconocidas como trabajo remunerado, comprobamos que las mismas expresan la persistencia de las brechas salariales de género: las tareas de cuidado no son bien remuneradas y son realizadas mayormente por mujeres.

En realidades como las nuestras, donde los servicios públicos de cuidado son escasos e insuficientes, la organización y gestión de estas tareas depende del trabajo no remunerado que hacen lxs propixs miembrxsde las familias y/o de la posibilidad que tengan de pa-

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gar por estos servicios de cuidados. Es claro que los hogares con recursos suficientes tendrán más posibilidades de pagar por esas tareas y con ello liberar tiempo propio, que es principalmente de las mujeres. En cambio, los hogares con recursos económicos más escasos tienen más limitaciones para pagar por las tareas de cuidado por tanto no pueden liberar tiempo que necesitarían para trabajar y generar ingresos.

Cada vez con mayor consciencia de estas brechas de inequidad, desde hace tiempo se viene incentivando el ejercicio de «poner número a lo que no tiene número»; cuantificar el trabajo y aporte que el trabajo no remunerado e invisibilizado llevado a cabo mayormente por las mujeres, hace a la economía global.

En Argentina contamos con un informe del año 2020, elaborado a partir de un estudio de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género: «Los cuidados, un sector económico estratégico. Medición del aporte del Trabajo doméstico y de cuidados no remunerado al Producto Interno Bruto», un documento que realiza una estimación del aporte del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado al sistema productivo y su evolución en el contexto de la pandemia.

Según este informe: «Las tareas domésticas y de cuidado consideradas como un todo son la actividad que más aporta a la economía: los cuidados representan un 16% del PBI. Son tareas que en su mayoría realizan las mujeres de manera gratuita. Según nuestros cálculos, las mujeres argentinas le dedican más de 96 millones de horas diarias a estas tareas, sin ningún tipo de remuneración, pero con un gran costo en términos de tiempo… En total, se calcula que se trata de un aporte de $ 4.001.047 millones de pesos, valor que resulta de monetizar la gran cantidad de tareas domésticas que se realizan en todos los hogares, todos los días. Por caso, para tener dimensión de los que esto significa, Industria aporta $3.324.163 millones al PBI, y Comercio, $3.267.584 millones.»

Al analizar las tareas de cuidado no remuneradas por género, el estudio concluye que alrededor del 80 por ciento de las tareas son realizadas por mujeres. Y, en el contexto de la pandemia actual, el cierre de establecimientos educativos y espacios de cuidado generó, por un lado, una mayor visibilización de esa enorme carga de trabajo que recae de manera desigual sobre las mujeres, y, por otro lado, evidenció la necesidad de reconocerlo y pensar políticas públicas que trabajen esta situación generando respuestas superadoras.

En el párrafo inicial nos invitábamos a poner en la agenda de las comunidades de fe el tema de la economía del cuidado desde la perspectiva de las inequidades de género que las atraviesan. Colocarlo en agenda, en primera instancia nos invita a preguntarnos cómo en la iglesia tanto a nivel de la estructura institucional como de las comunidades de fe, se reproducen o no las inequidades de género en relación a las tareas de cuidado. Es claro que en tanto los patrones patriarcales, sus roles, funciones y estereotipos también nos han atravesado y siguen atravesando, el ejercicio de mirar desde la perspec-

tiva de género la economía del cuidado en la iglesia, es un ejercicio necesario así como lo viene siendo en la sociedad (aunque tímidamente aun, pese a que ya la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en setiembre de 1995, desde la Plataforma de Acción de Beijing, lo viene proponiendo e impulsando, así como desde los aportes que los feminismos instalan en el mismo sentido).

Si tuviéramos que relevar tareas de cuidado en las comunidades, podríamos decir que desde y por los cuerpos de las mujeres han pasado y pasan las energías de mucho de lo que sostiene la vida de fe y sus economías. Tal como decimos que el trabajo de cuidado está subvalorado e invisibilizado en las economías de nuestras sociedades, así también lo estuvo en la iglesia.

Sin dudas una interpretación bíblica que permita

interrumpir y deconstruir el silencio teológico y la invisibilidad del hacer, decir y pensar de las mujeres en las comunidades que nos atravesó por años, nos permitirá nuevas experiencias de gracia y de revelación divina que nos guíen por caminos de inclusión, igualdad, responsabilidades compartidas, comunidad, hermandad.

Claudia Tron

Pastora de la Iglesia Valdense

D’Alessandro, Mercedes; O’Donnell, Victoria y otras. (2020). «Los cuidados, un sector económico estratégico. Medición del aporte del Trabajo doméstico y de cuidados no remunerado al Producto Interno Bruto». [Informe]. Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género. Recuperado de: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/ los_cuidados_-_un_sector_economico_estrategico_0.pdf 1

La clase trabajadora tiene cara de mujer

pero ellas tienen peores condiciones que sus compañeros hombres No hace tanto que las mujeres trabajamos fuera del hogar, pero no tan poco como para que sigan tan marcadas las diferencias salariales o que tengamos que hacer el doble de esfuerzo para poder tener el mismo reconocimiento.

En América latina hoy, año 2021, las estadísticas de la Comisión Económica para América Latina -CEPAL- (https://estadisticas.cepal.org/cepalstat/web_cepalstat/ estadisticasIndicadores.asp?idioma=e) muestran que los ingresos medio de los hombres están alrededor del 15 por ciento por arriba del ingreso de las mujeres, en Argentina supera el 20 por ciento y en Uruguay un poco más del 25 por ciento. Si bien hay avances si lo comparásemos con décadas atrás, por ejemplo, la del 90 donde esta brecha era del 45 por ciento, aun no podemos conformarnos y debemos seguir luchando para que desaparezca.

Esta desigualdad y discriminación salarial que sufrimos es por ser mujeres, por tener hijxs menores de edad o por potencialmente poder quedar embarazadas, o por estar casadas, o ser «débiles emocionalmente» entre otras tantas excusas que encuentra el sistema capitalista y patriarcal. Hay excusas tan naturalizadas que podríamos estar horas hablando de ellas.

Hay algo que es muy real y muy concreto: el cuerpo y la biología en cuanto a gestar y alimentar por cierto tiempo a lxs hijxs. Eso no es lo que se considera injusto, sino más bien que la sociedad esta armada en función que una se embaraza y el otro no; es decir, durante todo el tiempo que esa cría necesite de cuidado, esto recae única y exclusivamente sobre la mujer, siendo que hay muchas tareas para hacer en relación a la crianza. Esto lo demuestra la estadística de la Organización Internacional del Trabajo1 cuando dice que hoy en día, el 80 por ciento de las actividades domésticas y de crianza es un trabajo exclusivo de mujeres; lo que nos lleva a la situación de aceptar trabajos flexibles en cuanto a cargas horarias y responsabilidades, lo que muchas veces también significa que sea informal.

El feminismo nos habilitó la posibilidad de ver estas cuestiones que históricamente fueron naturalizadas y

nos dio herramientas. En nuestro caso, como creyentes, muchas veces justificamos bíblicamente las desigualdades entre los varones y las mujeres, pero gracias a, por ejemplo, la perspectiva de género, pudimos tener nuevos instrumentos y maneras de releer los textos.

En nuestras comunidades, a pesar de que en relación a la teología la mujer históricamente tuvo su lugar, en las dinámicas internas de cada familia podemos percibir estas diferencias. Por ejemplo, cuando hablamos de quienes trabajan en zonas rurales, la primera figura que aparece es la de «productor rural», el rol de la trabajadora rural queda invisibilizado, aunque seguramente éstas tienen mucho que ver en la funcionalidad del establecimiento productivo.

Aunque muchxs creen que es sólo una cuestión del lenguaje, tiene que ver con invisibilizar sistemáticamente el trabajo de las mujeres; de esta manera podemos ver lo arraigado de este tipo de discriminación en nuestras familias, comunidades y sociedades. Otro ejemplo puede ser la imposibilidad de ocupar ciertos cargos según nuestro género; los ministerios o cargos que tengan que ver con la toma de decisiones institucionales fueron, en su mayoría, ocupados por varones, mientras que las mujeres ocupan lugares en obras de servicios o se encargan de la visitación, etcétera. Poco a poco, esto empieza a cambiar. ¿Para quiénes es necesario revisar estas cuestiones?, ¿para varones desde el privilegio o para mujeres desde la discriminación? Para todxs. Para nosotras es urgente, porque no queremos estar más en un lugar inferior y porque necesitamos, como hermanxs en la fe, darnos lugares y momentos para reflexionar, ya que en algún lugar debe comenzar el cambio y qué mejor que sea en la Iglesia, allí donde nuestrx PadreMadre celestial nos encuentra y convoca a construir su reino de amor y justicia.

Cecilia Barrios 1

Servicio de Género, Igualdad y Diversidad (GED), Departamento de Condiciones de Tra-

bajo e Igualdad, OIT. “El trabajo de cuidados y los trabajadores del cuidado para un futuro con trabajo decente.” (2020). [Resumen ejecutivo]. Recuperado de: https://www.ilo.org/wcmsp5/ groups/public/---dgreports/---dcomm/---publ/documents/publication/wcms_633168.pdf

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De cristal

Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena: Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.

Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.

Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella.

Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho.

Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.

De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella.

Juan 12: 1-3 + Marcos 14: 4-9

Obra de He Qi

Decido comenzar mi participación en este número de Página Valdense, en el que se nos invita a la reflexión sobre la economía desde una perspectiva feminista, trayendo una breve referencia a María, la mujer de Betania que entra en la historia a través del gesto de derramar perfume sobre Jesús.

El texto lo conocemos muy bien. Está presente en tres de los evangelios y forma parte de los relatos que acompañan nuestra memoria de la pasión y la resurrección de Jesús. Es el gesto de María, es la ceremonia de romper el frasco (Mc 14:3), derramar el perfume, en la cabeza, el cuerpo o los pies de Jesús, junto a Lázaro, que resucitó, y junto a Marta, que preparó la cena.

nero? ¿De dónde habrá sacado María ese perfume tan caro? ¿Trabajaba? ¿Podía?

Dice José Miguez Bonino que las alusiones a la dimensión económica de la vida humana están presentes a lo largo de toda la Biblia, como relatos, símbolos, oraciones, mandamientos o reflexiones; y que esto no es para nada llamativo si se trata de un libro que recoge relatos de acontecimientos de personas, comunidades, pueblos.

«La actividad económica —lo que el ser humano hace para mantener y reproducir su vida— lo acompaña en todos los tiempos y lugares.»1 (Miguez Bonino, 1998, p. 17).

En efecto, lo que hacemos para mantener y reproducir la vida varía en cada tiempo y lugar. Nuestro sistema económico dista del de la Betania del siglo I. Si bien algunas piezas parecen no moverse, hoy podemos visualizar otras aristas del sistema o los sistemas económicos que habitamos, y los que se han concebido históricamente.

En este breve relato, se hace presente una cuestión económica. ¡Carísimo el perfume que derramó María! ¡Haberlo guardado, haberlo vendido para alimentar a tantas y tantos! Enseguida saltaron varixs criticando esta actitud.

Pero ya sabe Jesús, que ella hizo lo que podía, con lo que tenía. Como tantas mujeres. Se las rebuscó e hizo lo que pudo. Y fue bueno. Fue anuncio. En cada lugar que se predique este evangelio, en cada comunidad haciendo memoria de Jesús, se hablará también de lo que hizo María.

Es este momentito, que se vuelve hito, este gesto, esta ceremonia mínima, la que trasciende para ser recordada y compartida. ¿Qué otras cosas podría haber hecho María con ese dinero? ¿Qué otras cosas hubieran hecho esxs que la criticaban, si les hubiera tocado administrar ese di-

Durante generaciones, lxs economistas crearon modelos de nuestra sociedad y nuestra economía centradxs exclusivamente en cuestiones como el empleo y la producción, omitiendo todo tipo de trabajos no remunerados y no registrados, dentro de los cuales ubicamos los cuidados y las tareas del hogar que realizamos millones de mujeres.

Frente a esto, las feministas afirmamos que los varones podían/ pueden realizar trabajos remunerados y ganar dinero solo gracias a que las mujeres nos hemos encargado histórica y sistemáticamente de estas tareas. La economía feminista vino a denunciar este silencio frente al trabajo de las mujeres.

En 1988, Marylin Waring publicó «Si las mujeres contaran», el documento fundador de la economía feminista. Su primer capítulo se titula «Vamos a ver si

Gasto y gesto

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Algunos conceptos, algunos números

adivinamos: ¿quién trabaja y quién no?». En el libro incluye una advertencia: «los hombres no van a renunciar fácilmente a un sistema en el que la mitad de la población mundial trabaja a cambio de casi nada»2 (McCabe, 2019, p. 74).

Desde entonces, esta y otras preguntas, este y otros debates, han consolidado a la economía feminista como una perspectiva de análisis y una «propuesta política que trata de deslegitimar lo que la economía tradicional ha venido legitimando: las desigualdades de género y la jerarquía de los hombres sobre las mujeres»3 (Alma Espino, la diaria, 2018).

Hablemos de jerarquías. Ya es sabido que hoy las mujeres gozamos de un acceso al mercado laboral ampliamente mayor al de nuestras pares en el último siglo. Sin embargo, los empleos y las posiciones a las que llegamos aún evidencian una desigualdad. Jugando con las palabras de Marylin, vamos a ver si adivinamos: ¿quiénes llegan a los cargos directivos y quiénes no?

Dentro de la literatura de la economía feminista, se denomina techo de cristal a una serie de barreras invisibles que impiden que las mujeres asciendan a puestos jerárquicos y de decisión.

Según un relevamiento realizado por Glue Consulting, en Argentina sólo el cuatro por ciento de las empresas está dirigido por mujeres. Mientras tanto en Uruguay, solo la mitad de las mujeres participa en el mercado laboral, y son dueñas de apenas el 12 por ciento de las empresas y ocupan solo el 11 por ciento de los cargos directivos.

Muchos factores contribuyen al fenómeno de los techos de cristal, pero especialmente la asimétrica distribución del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado. Las mujeres integramos el mercado laboral, pero como contrapartida no se ha dado una redistribución equitativa de las tareas del hogar.

Esta ‘desorganización’ provoca lo que las economistas feministas llaman crisis del cuidado. Frente a la ausencia de legislación y políticas públicas que acompasen el ingreso masivo de las mujeres al mercado laboral, la única solución posible para aquellas que pretenden ascender laboralmente es la mercantilización del cuidado.

Aquí aparece el concepto de corresponsabilidad, que respecta a la participación del Estado, el sector privado y los varones en todo lo que tiene que ver con trabajo doméstico y de cuidados; pero también con garantizar la remuneración, formalidad y calidad de los puestos de trabajo en las áreas de cuidado.

Como vemos, esta distribución asimétrica no afecta solamente a las mujeres que quieren acceder a cargos jerárquicos. Complementa al concepto de techos de cristal el de pisos pegajosos, que hace referencia al proceso mediante el cual las mujeres tienden a quedar ‘estancadas’ en puestos de trabajo de menor calificación, de baja calidad, de medio horario, informales y con salarios bajos; presentándose a veces como la única forma posible de acceder a algún tipo de ingreso sin descuidar el cumplimiento de las tareas del hogar.

Un debate actual y plural que acuna el feminismo en estos tiempos guarda relación con la interrelación entre las luchas.

En ocasiones, romper los techos de cristal aparece como una reivindicación solitaria, aislada de un programa más amplio, lo cual es más propicio a entrar en la agenda pública y a conseguir la masividad que hoy en día tiene el feminismo. Se ‘enjuaga’ algunas líneas claves, algunas reivindicaciones históricas, para hacerlas más amigables a la opinión pública.

Sin embargo, «el feminismo nos enseña que la lucha por un mundo más justo e igualitario no puede desembocar en liberación para algunas a costa de más opresión para muchas otras»4 (Brioso, 2017).

Romper los techos de cristal es una tarea válida y necesaria, que difícilmente nos conduzca a una sociedad más equitativa si no viene acompañada de otras acciones.

¿Impostoras?

En 1978 Pauline R. Clance, que trabajaba en una universidad de mujeres, percibió que muchas de las estudiantes con las que se relacionaba sufrían un miedo irracional a que sus entornos descubrieran que no merecían el éxito que habían logrado. Las personas que sufren el síndrome del impostor sienten que están engañando a quienes confían en ellas, que son impostoras. Valerie Young observa que afecta mayoritariamente a mujeres, entre otras causas debido a la falta de referentes: si no existen mujeres liderando empresas, es relativamente normal que parte de nuestro subconsciente piense que no estamos preparadas para hacerlo. (@devermut).

La falta de referencias de mujeres ‘exitosas’, ‘poderosas’, ‘directoras’, ‘reconocidas’ con la que hemos crecido condiciona nuestras aspiraciones y nuestras formas de ver y desear el mundo, así como la falta de modelos de mujer que la sociedad tenga en estima.

Volvamos al inicio de este largo y entreverado texto.

Vamos a ver si adivinamos: ¿quiénes trascendieron como discípulxs de Jesús y quiénes no?

Pensemos en María, la que perfuma a Jesús y anuncia así su muerte, y cuya memoria estará siempre presente «dondequiera que se predique este evangelio». ¿Qué hubiera pasado si esta mujer, esta apóstola, esta teóloga, hubiera podido soltar la escoba, y hubiera seguido a Jesús como todxs lxs otrxs? ¿Cómo hubiera contado María esta experiencia de ungir al Mesías? ¿Quién habrá barrido los pedacitos de cristal del frasco que ella rompió?

Rocío Geymonat Dotti 1 Miguez Bonino, J. (1998). Economía y hermenéutica bíblica en RIBLA Nº 30: Economía y Vida Plena. Quito, Ecuador.

2 McCabe, J. (2019). 30-Second Feminism. 50 conceptos sobre el feminismo.

Orígenes, ideas y desarrollo. Barcelona: Editorial BLUME, Naturart S.A. 3 Economía feminista para cuestionar* las relaciones de poder. Por Denise Legrand para la diaria, 5-sept-2018. Montevideo, Uruguay.

4 Sitio web: Economía femini(s)ta. De techos de cristal y pisos pegajosos, por Magalí Brosio. 16-jul-2017. Recuperado de: https://economiafeminita.com/de-techos-de-cristal-y-pisos-pegajosos/ 5 Cuenta en Instagram: @devermut

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Relato de un

encuentro

Relato de una visita programada Cuando la directora de Página Valdense me mandó un correo pidiéndome si quería colaborar con dicha publicación -tal como lo había hecho hace 3 años con un relato de vida-, me alegró mucho, y no porque me guste entrevistar ni porque me sienta experta en eso…

Pero… después de un año con escasa participación en la comunidad, que se acuerden de una, ¡es muy importante! Es así que accedí a tal pedido, pero le pedí que me diera tiempo porque me tomó de sorpresa, sobre todo para buscar a la o él entrevistado/a.

Así que me tomé unos días. Parecía que no se me ocurría nadie… pero aquel que nunca nos abandona y siempre nos escucha si lo pedimos con fe, me susurro un nombre… lo pensé y me pareció la persona indicada.

Creo que no se equivocó, gracias Dios y Padre.

Ahora ella tiene que aceptar, me dije; aunque conociéndola como la conozco sabía que era muy probable que aceptara porque le encanta contar cosas de su vida.

Tomé el celular y le dije de que se trataba, le expliqué lo que quería y aceptó. Acordamos día y hora con mucha expectativa. Así fue que quedamos a la espera… Mi entrevistada es Aurora Weiss.

Con Aurora compartimos quince años de trabajo en la Liga, siendo partes de la Comisión, pero también preparando almuerzos, empanadas para beneficios y muchas cosas más… siempre al pie del cañón, como se dice.

Para mí es un desafío éste pedido, ya que por razones conocidas no he visitado a nadie en estos tiempos de pandemia. Aurora es de origen ruso-alemán, nació en Jacinto Aráuz, en el 44, a 130 kilómetros de Bahía Blanca.

El día elegido no pudo estar más lindo, nos tocó una hermosa tarde de otoño. Para mí es la estación más bella en Bahía Blanca: días soleados sin viento y con temperaturas agradables. Para llegar a su casa tengo que cruzar toda la ciudad, me lleva unos 45 minutos de viaje, asique hay que ir en coche… salgo a la calle y los árboles con sus hojas amarillas y ocre, me esperaban; otros ya casi desnudos… un hermoso paisaje de colores diversos.

Son las 15:30 horas, pese a la pandemia el tránsito es abrumador, pero la ansiedad de la entrevista lo hace placentero. Llegué. Al tocar el timbre me recibe su hija -que con el barbijo no me reconoce- Ah… me olvidaba de contarles, ella vive con su hija, su yerno y Juan, su nieto de 12 años -o desde otra perspectiva, la hija vive con ella-. Su otra hija vive en un departamento en el mismo patio, así que tiene a su familia muy cerca. Entro en su amplia casa donde está todo impecable… allí me espera Aurora con una sonrisa y con muchas ganas

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de conversar. Después del saludo y comentar las últimas noticias de la comunidad, me dispongo a escucharla a ella que ya estaba preparada para contar su vida.

Podría describirla rápidamente como una persona muy conversadora y muy memoriosa.

Me cuenta que fue bautizada en la IERP; Iglesia Evangélica del Río de la Plata; en Villa Iris, cerca de Jacinto Aráuz. Recordando su niñez, me dice que su mamá lavaba ropa para afuera, y que los pastores que llegaban a Jacinto Arauz recurrían a su servicio de lavandería. Fue así que cuando Aurora tenía cinco años tuvo el primer contacto con la Iglesia Valdense. El Pastor Artús requirió de los servicios de su mamá y al ver a Aurora, la invitó a concurrir a la Escuelita dominical. En ese momento, su mamá le contesta que no es valdense por lo tanto no puede ir, pero el Pastor insistió en que eso no era un impedimento. Así que cuando llegó el domingo, Aurora fue a la Escuelita.

Yo me la imagino yendo de punta en blanco y con muchas expectativas. Ella me cuenta que fue caminando solita, porque en los pueblos todo es cerca... y ese día le quedó grabado en la memoria entre otras cosas por una situación muy especial que me cuenta sin preámbulos: «cuando iba caminando, de repente pasa a mi lado un coche a toda velocidad, casi rozándome. El susto fue grandísimo», después en el pueblo se corría la noticia: quien andaba en ese coche era nada menos que Fangio, al parecer se había quedado sin nafta y entró al pueblo.

Aurora en su cocina

Más allá de esta anécdota, comenta que en la escuelita la recibieron muy bien y allí hizo muchas amiguitas… y siguió yendo sin faltar nunca. Aurora creció en la Iglesia Valdense, muy amiga de Inés e Iris Rostán. Estudió Catecismo, pero a la hora de confirmar su bautismo su mamá quería que lo haga en la IERP, ella insistió que prefería hacerlo en la Valdense y entre tire y afloje, así lo hizo… Tomó la Comunión, como se decía entonces.

Siguió trabajando como maestra de la Escuelita Dominical, concurría a las reuniones de la unión juvenil y en cada actividad que podía, allí estaba.

Luego fue a trabajar a Bahía Blanca donde encontró un hermoso grupo en formación y casi de inmediato, empezó a participar. Tiene hermosos recuerdos de ese tiempo, especialmente de las reuniones de los domingos a la tarde en la Iglesia donde disfrutaban haciendo teatro y el infaltable mate con masas. Estuvo tres años en esta ciudad.

Hacemos un alto para tomar un cafecito. Espero puedan notar que ni siquiera tengo que hacer preguntas; ella cuenta su historia de vida con total predisposición y confianza.

Volvemos al ruedo. Luego de esos tres años, regresó a su pueblo donde se casa con Luis, aunque es más conocido por Yiyo. El es de origen italiano y oficio de panadero. Con él que tienen dos hijas, y después de un tiempo compran una panadería en Chasicó, un pueblito cerca de Bahía Blanca, y se van a vivir allá. En ese lugar viven 32 años, me confiesa que allí no pudo profesar su Fe, ya que la única Iglesia que había allá era católica. Su mente se traslada a aquellos años y me dice: «Yiyo se jubila y quiere volver a Jacinto Aráuz», pero ella prefiere ir a Bahía a vivir ya que tienen una casa y su mamá enferma que necesita de sus cuidados. Le costó convencerlo, pero lo logró. Fueron tiempos muy difíciles, su mamá fallece y ella se deprime mucho.

Sus hijas la convencen de que se acerque a la Iglesia que iba cuando vivía en Aráuz, diciéndole que allí iba a encontrar ayuda espiritual, paz y consuelo. Su hija menor la acompaña un domingo al culto. Su cara refleja la alegría cuando me cuenta que se encontró con varias familias del pueblo que residían en esta ciudad, todas conocidas. Allí encontró a su comunidad y mucho calor humano. Después de 32 o 33 años, ¡pudo retomar su vida de fe!

Así fue que comenzó con asistir a los cultos y cuando podía a la Liga Femenina, luego enviudó y allí encontró compañía y donde manifestar su fe.

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Aurora es muy trabajadora y consagrada, en la actualidad integra el consistorio y la comisión de la Liga. Se siente muy agradecida a Dios por lo vivido y por el lugarcito que ocupa en la comunidad.

Bordado hecho por Aurora

También asiste cuando puede a los encuentros del grupo ecuménico. Es muy hospitalaria, muchos hermanos/as se han hospedado en su casa en ocasiones de asambleas presbiteriales u otros encuentros.

Tiene como hobby bordar en punto cruz. Sin más me muestra los hermosos cuadros que borda. Intentando trasmitirles en palabras lo que veo, sólo puedo decir que parece que las flores y los animalitos tienen vida.

También hace unas riquísimas tortas: son la delicia de las meriendas en las reuniones, incluso son famosas y conocidas como «las tortas de Aurora».

Otra cosa que hace que se le iluminen los ojos, es hablar de su nieto Juan. Y si bien podemos seguir hablando por horas por que su memoria es maravillosa, el encuentro va llegando a su fin, sin mencionar que alcanza y sobra para completar las dos páginas que me dieron como límite.

Se siente muy agradecida por la visita. No podíamos dejar de recordar los años que trabajamos en la Iglesia, juntas; y seguiremos haciéndolo mientras El Señor nos de vida y salud.

El encuentro fue fructífero ya que por la pandemia estamos distanciadas presencialmente, pero gracias al celular podemos seguir comunicadas.

Hay mucho más para contar, porque su vida es una lección de amor y servicio… Aún así, me voy muy, muy satisfecha. Creo que la visita y volver a revivir esos años guardados en su corazón, fueron motivo de gran alegría.

Dora Janavel PÁGINA VALDENSE I 11

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Movimiento Juvenil Valdense | Año XXI |Junio 2021| conexionesvaldense@gmail.com

Conexiones

Autonomía laboral, ¿libera?

Charlando con una amiga brasileña, me cuenta de sus «changuitas», como decimos acá. Ella es una microemprendedora que trabaja desde casa, con autonomía; respeta sus ideas, respeta sus tiempos.

Entre las empresas que construyó, la más popular es «Talk to Native - Brasil», una página de Instagram destinada a personas que quieren mejorar su portugués. Gracias a esta plataforma, Moara ha podido crear su lugarcito de trabajo y conducir este emprendimiento desde casa, reconociendo que la independencia laboral consta de ciertas particularidades: «Yo creo que es mejor el trabajo independiente; me da más autonomía geográfica (puedo vivir en cualquier parte trabajando digitalmente) y estoy laburando con algo que de hecho me gusta. Pero es un trabajo bastante cansador y si no fuera bien administrado podría salir mal. Hasta ahora estoy trabajando informalmente, o sea, mi empresa digital todavía no está regularizada, así que no tengo derechos laborales importantes, que las personas que trabajan para alguien sí tienen.

Muchos piensan que un emprendimiento digital es más sencillo por hacerlo desde casa, pero en realidad trabajas el doble. Entre las clases y la manutención de la página de mi negocio en Instagram, trabajaba más de ocho horas diarias. Aparte, es necesario estudiar muchas cosas para que la empresa crezca, como marketing digital y gestión de negocios» Sorteando las dificultades y poniendo mucho empeño y compromiso, Moara ejerce su labor de la manera más cómoda que encontró entre sus posibilidades.

Pero… la comodidad plena, siendo mujer, es prácticamente inalcanzable.

Dentro de sus días como trabajadora autónoma dando clases de portugués a distancia, me comenta que, además de muchísimas buenas experiencias, fue víctima de episodios indeseados que por su género ha tenido que padecer. Casos puntuales como los de hombres fingiendo interés sobre las clases con el verdadero objetivo de sacarle información sobre su vida personal y estado civil. Por internet el asedio se torna más fácil, ya que nunca sabemos quién está del otro lado o cuáles son sus intenciones. La inseguridad y el miedo son inminentes cuando sos mujer y de pronto tenés que conversar o hacer videollamada con un desconocido del ciberespacio.

Moara está convencida, también, de que a muchas personas no les molestaría pagar más por su servicio si fuese un hombre. La subestimación del trabajo femenino es una desdicha que las mujeres sufrimos tanto en trabajos donde nuestros empleadores se encargan

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Ilustración de Penélope Chauvié

de que así sea, como en trabajos autónomos, donde quienes juzgan nuestras habilidades son los clientes.

Todas estas cuestiones, englobadas dentro de la experiencia de Moara trabajando como autónoma, nos remiten a pensar lo siguiente: que haya mayor autonomía laboral, ¿es una buena noticia para las mujeres, o se convierte, una vez más, en lugar propicio para recibir comentarios abusivos, acoso, humillación y desvalorización de nuestras capacidades? ¿Es la autonomía el puente hacia el cese de la brecha salarial, o, por el contrario, conviene trabajar para alguien, ya que por más diferencia que haya con el sueldo masculino, al menos es seguro?

Estemos en el ámbito en el que estemos, las mujeres siempre nos encontramos en desventaja.

El trabajo autónomo puede ser una forma de romper con la brecha salarial, pero no es la solución absoluta. Primero, porque no podemos aceptar que sea necesario desligarnos de todo trabajo como empleadas para que nuestro trabajo se tome en cuenta al igual que el de los hombres, y segundo, porque la autonomía no garantiza nada. Incluso, como mencionamos más arriba y dependiendo del ámbito, puede ser muy perjudicial.

De a poco las mujeres vamos ganando espacios en diversas esferas de la sociedad, y se grita a viva voz cada vez que damos cuenta de los atropellos; pero la brecha salarial —como gran cantidad de otras desigualdades— no se erradica, se oculta bajo pretextos incongruentes.

Otra lucha que no terminó.

Florencia Arias

Nacerán nuevos

ecumenismos

Que el ecumenismo atraviesa nuevamente una de sus recurrentes crisis no es novedad. Los repliegues denominacionales van de la mano de la cultura del individualismo exacerbado, la promoción de libertades egoístas y el consumismo como gran valor del mercado religioso.

En el Río de la Plata, el proceso de liquidación del Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET), puso al desnudo esta crisis en este sector del mundo. Si bien la mayoría de las denominaciones apostaban a un nuevo modelo de formación teológica ecuménica, con la garantía de contar con las propiedades que para ese fin se habían comprometido en la Asamblea de liquidación, una de las iglesias se creyó con el cuestionable derecho de acaparar para sí lo que era patrimonio del conjunto. Y este agravio ético que deshonra su tradición histórica como una iglesia ecuménica, es una muestra de los valores que hoy permean las relaciones entre muchas de las instituciones tradicionales del campo protestante en la región.

Si esto lo trasladamos al contexto latinoamericano, si bien hay loables esfuerzos por reconstruir un ecumenismo fragmentado por luchas de poder, no está claro que aquello que alguna vez fue el espacio más sobresaliente del ecumenismo comprometido con la vida, con la justicia y con los derechos humanos, vuelva a ser lo que antaño fuera.

Pero, a pesar de estas cosas que no podía dejar de mencionar sin traicionarme a mí mismo, otras formas de ecumenismo están naciendo, más allá de los «sálvese quien pueda», de las traiciones, de los valores trastocados, de la deshonra a la palabra empeñada, de las rencillas palaciegas por un supuesto «poder» que nada tiene que ver con el poder del servicio que nos indica el Evangelio de Jesucristo. Ecumenismos frescos, descontracturados, sin pesadas estructuras y sin el anquilosamiento inherente a instituciones enmohecidas.

Un ejemplo de ello lo constituye la Pastoral Social Evangélica (PSE), un espacio conformado por comunidades, iglesias y organizaciones evangélicas con un profundo compromiso con los sectores vulnerados y los/ as trabajadores/as de la economía popular, sosteniendo comedores, merenderos y roperos comunitarios, talleres de oficios y/o programas de inclusión social, postas sanitarias, unidades de trabajo y experiencias asociativas de autoproducción, como parte del anuncio del Evangelio. Esta Pastoral tiene como propósitos fortalecer la tarea diaconal, social y comunitaria de las comunidades, iglesias u organizaciones evangélicas que la integran y acompañar activamente el peregrinar y la lucha de las/os trabajadores de la economía popular. Si bien surgió en el ámbito del AMBA (Argentina), hoy ya tiene regionales funcionando en varias ciudades del interior del país y, aun en medio de este tiempo pandémico, ha podido desarrollarse y potenciar su propuesta.

La PSE nació hace poco, en el año 2017, en al marco de una coyuntura que profundizaba la ruptura del entramado social, sobre todo en los barrios populares, a partir de políticas neoliberales de ajuste asociadas a la represión de la protesta y el reclamo social, haciendo suyo el desafío evangélico de ser «sal de la tierra y luz del mundo», asumiendo un rol profético que denuncie el pecado estructural, que se oponga a toda explotación, que luche para erradicar las violencias y que invite a vivir y construir comunidad desde otros paradigmas, que acompañen los proyectos populares que procuran la liberación de nuestra patria. Otra experiencia alentadora se está dando en el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH), donde personas jóvenes, provenientes de algunos espacios evangélicos que no han estado históricamente comprometidos con los DDHH, encuentran allí un espacio donde canalizar su vocación de trabajo en defensa de la dignidad de la vida de cada ser humano/a, en especial de quienes son víctimas de represión por parte de fuerzas del Estado. Su presencia la da una dinámica fresca y juvenil a una institución que viene también atravesando una crisis generacional, por un lado, y de cierto abandono por parte de las instituciones eclesiales tradicionales.

En ambos casos hay que decir, también, que se genera una resistencia desde varias denominaciones que miran con desconfianza algo que escapa a aquello que pueden «controlar» desde las herramientas tradicionales de la gestión organizacional de una iglesia.

Otros ejemplos son la Red Crearte, que ya tiene una caminada de casi 17 años. Sororidad y Fe. Y podríamos mencionar algunos más, sin dudas.

Hay que decir también que, a pesar de que estos espacios no demandan nada en términos institucionales ni económicos de las denominaciones tradicionales, son resistidos por alguna de ellas. Una lástima y otra señal de la incapacidad de salir de los modelos oxidados que vienen crujiendo por todos lados.

Estos espacios alternativos, donde nada se impone, sino que se construye desde abajo, pero con la bendición que llega de lo alto, son la esperanza del ecumenismo, en mi humilde opinión. Como en la experiencia de Pentecostés, cuando la gente se encontraba, compartía, oraba, se preocupaba de que a nadie la faltara, comían en la misma mesa grande de una economía solidaria, se nutrían de la enseñanza del maestro Jesús y no de doctrinas asfixiantes y crecían en el diálogo en un marco de diversidad, estos surgimientos de espacios nuevos o de aportes nuevos en espacios viejos, son la garantía de una oecumene sin pretensiones, sin grandilocuencias, sencilla y hospitalaria.

Por eso, a pesar de todo, mantengo viva mi esperanza en el ecumenismo.

Gerardo Oberman

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Comunicándonos

Federación Femenina Evangélica Valdense

Conceptos Generales sobre Ecumenismo «...que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea que Tú me has enviado» (Jn. 17:27) El término «ecumenismo» proviene del latín, «oecumenicus» y del griego, «oikoumenikos» y éste a su vez de «oikoumenē», y significa «lugar o tierra poblada como un todo».

La corriente cristiana que defiende la idea «Todas las Iglesias Cristianas» comparten el amor de Dios. Debe existir hermandad entre ellas, cuya finalidad es la unidad en la oración, la conversión y el diálogo.

Cada una de las Iglesias Cristianas tienen su propia tradición histórica, ritos, interpretaciones doctrinales; la mayoría comparten aspectos teológicos fundamentales: - Reconocen a Cristo como El Hijo de Dios - Defienden la idea de La Trinidad - Aceptan los Diez Mandamientos - Practican el Sacramento del Bautismo - La Biblia es el texto de referencia común El Ecumenismo busca que lo que está dividido pueda volver a unirse. Ecumenismo es diferente del Diálogo Interreligioso.

Nuestra Iglesia Valdense ha acompañado e integrado los distintos movimientos Ecuménicos, desde sus inicios.

A nivel rioplatense, nuestra institución mantiene relaciones ecuménicas con las siguientes iglesias evangélicas y organismos: - Comunión de las Iglesias de la Reforma (CIR) - Comisión De Iglesias Cristianas Del Uruguay (CICU) - Comisión Ecuménica De Iglesias Cristianas De Argentina (CEICA) - Centro Emmanuel - Federación De Iglesias Evangélicas Del Uruguay (FIEU)

- Federación Argentina De Iglesias Evangélicas (FAIE)Red Ecuménica de Educación Teológica (REET) y biblioteca teológica - Junta Unida De Misiones (JUM) - Servicio Ecuménico Por La Dignidad Humana (SEDHU) - Comisión Argentina Para Los Refugiados Y Migrantes (CAREF) - Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) También forma parte de los siguientes organismos continentales y mundiales: - Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina (AIPRAL) - Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) - Comunidad de Iglesias en Misión (CEVAA) - Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR) - Consejo Mundial de Iglesias (CMI) Desde un principio el movimiento Valdense ha recibido colaboración de grupos de comuniones y credos diferentes que le permitió mantenerse como Movimiento-Iglesia. En la actualidad nuestra Iglesia se ve respaldada y con apoyo internacional en La educación teológica de nuestros obreros/as (pastores y pastoras).

Desde Alemania la Iglesia Luterana con su proyecto «Iglesia ayuda a Iglesia» respalda entre otros, la obra Ecuménica del Barrio Borro.

El aporte del 8 por mil ayuda a sostener, por ejemplo: El Hogar para Ancianos de Colonia Valdense, El Hogar Sarandí y otras Instituciones de ayuda social de nuestra Iglesia.

Como vemos estas relaciones ecuménicas nos fortalecen como Iglesia y son de enorme apoyo para nuestras Instituciones Valdenses.

Al tener conocimiento de los distintos movimientos ecuménicos, quisiera expresar: no conocía todos los esfuerzos que, desde hace tanto tiempo, instituciones, movimientos, asambleas, comisiones, seminarios, etcétera, realizan para que diferentes confesiones cristianas coincidan en encuentros para promover y colaborar con la PAZ en el Mundo.

Sólo conocía mi práctica ecuménica doméstica o me enteraba que algún miembro de iglesia viajaba para representarnos en un foro internacional.

Pienso que estoy integrando una comunidad cristiana ecuménica y, no es posible que no estuviera enterada, hasta ahora, de todos los movimientos e instituciones a las que pertenece y en las que actúa mi Iglesia Valdense.

Aspiraría que todos los/as miembros de Iglesia, todos los grupos eclesiales, fuerzas vivas de la Iglesia sea: Grupo de Catecismo, Comisión de Eventos, Liga Femenina, Comisión de Comunicaciones, Coros, etc., tengan

conocimiento de todas las actividades ecuménicas que tenemos; incluso durante los cultos se podría tomar un momento para informes periódicos y que también sean publicados en el boletín.

Reflexión

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«Presentemos, pues, a Cristo Esta ofrenda de valor Que en guiar a los humanos A una vida de unión Trabajemos con denuedo, Oremos con fervor Para que este mundo sea El Reinado del Señor»

Segunda estrofa del Himno 369 de mi Himnario Evangélico familiar

Carolina Malán

Mujeres

haciendo

Comunidad

en una colonia romana porque sabían que judíxs y cristianxs no eran bien vistos. En realidad, esto valía para toda persona que desautorizara y no cumpliera con el culto al Emperador.

Pero a pesar de la solidaridad y el refugio que se les brindó a Pablo y a Silas, de todas maneras sucedió lo que temían y los apóstoles sufrieron mucho bajo las autoridades romanas. Luego de que los liberaran de la cárcel vuelven a casa de Lidia para ver a lxs hermanxs y consolarlxs. En este último versículo del capítulo, ya no solamente son mujeres las que están reunidas allí sino que hay hombres también, lo que da cuenta del crecimiento de esa comunidad, y fue a través del mensaje que multiplicaron las mujeres reunidas a orillas del río.

Esas mujeres trabajadoras fueron las que continuaron la misión que habían iniciado Pablo y los apóstoles.

Ellas conocían la ciudad, a las personas con las que se vinculaban por sus trabajos y, sin dudas, su organización laboral colaboró en la gestación de aquella comunidad. La vida de estas mujeres, que como Lidia, eran jefas de hogar no era algo común en aquellos tiempos y en este texto bíblico queda registrado como un dato al pasar. Pero queremos rescatar el valor fundamental y el rol que desarrollaron para ampliar el mensaje que los apóstoles habían llevado hasta aquel lugar.

“

Es el compromiso de estas mujeres y de las personas que se fueron vinculando a la casa de Lidia, lo que permitió que la comunidad “creciera” y dio testimonio de lo vital de armar redes para resistir la opresión en sus múltiples formas dentro de un sistema político y económico para el cual muchxs son prescindibles y no importan.

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En el final del capítulo 15 (vs 36-41) del libro de Hechos de los Apóstoles (Hch) se menciona que Pablo y Silas inician el segundo viaje misionero a distintas ciudades. Luego, suman a Timoteo para que les acompañe.

Ellxs tres son lxs que llegan a Filipos y saliendo de la puerta de la ciudad se dirigen al lugar de oración. Allí encuentran reunidas a un grupo de mujeres a las que les predican el Evangelio.

En el capítulo 16 (vs 11-15 y 40) solamente se registra el nombre de una de ellas, el de Lidia. Además se nos cuenta que era vendedora de púrpura, oriunda de la ciudad de Tiatira y que adoraba a Dios. Estos pocos datos de una de esas mujeres, nos puede ayudar a ampliar nuestra mirada e imaginarnos cómo eran las personas que se reunían junto al río para orar juntas.

Lo primero que se dice de Lidia es que era vendedora de púrpura, este era un trabajo muy desarrollado en la ciudad natal de aquella mujer y también en Filipos.

Todo el proceso de extracción del color púrpura de los calamares o de los vegetales, la tintura para las lanas hasta la producción de los tejidos, mantas, vestidos, etc., llevaba su tiempo de trabajo, considerando también que era bastante desagradable por los olores que emanaban las tinturas y conllevaba mucho esfuerzo físico. Tanto era así que en la alta sociedad romana se lo consideraba un trabajo “sucio”, indigno para cualquier ser libre. Aunque sí gustaban de lucir las telas finas de púrpura.

Además de la procedencia de Lidia, el texto agrega que adoraba a Dios. Esta es la manera en que se denominaba a las personas que eran de origen gentil, que asumieron en parte el judaísmo y que practicaban la religión judaica.

Es probable que el resto de las mujeres reunidas allí fuesen también trabajadoras junto a Lidia, ya que era muy común que pequeñxs artesanxs y comerciantes se asociaran ya que viajaban mucho, nunca solxs y varixs tenían casas en las ciudades por las que andaban. Y también es probable que fueran adoradoras de Dios, puesto que por aquella ciudad no se había misionado aún.

En el versículo 15 llama la atención cuando dice que Lidia insistió en que se quedasen en su casa, de hecho dice “nos forzó”. Esto se puede entender a la luz de lo que sigue en el relato donde Pablo y Silas son torturados y apresados a manos de las autoridades de Romaen la ciudad de Filipos. Lidia, y seguramente el resto de las mujeres también, conocían los riesgos que se corrían

El testimonio de esta comunidad es esperanzador porque da cobijo y sostén a quienes son perseguidxs y porque nos habla de la resistencia pacífica de quienes buscan otras formas posibles de vivir colectivamente.

Yanina Vigna

Equipo Editor

PÁGINA VALDENSE I 15

«La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes» Martin Luther King