Página Valdense - edición junio 2020

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Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense - Mayo 2020 - N° 260 - Afiliado a O.P.I. N° 837

«...porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.» Hechos 4:20

Pandemia y redes de cuidado 3

CARTA PARA PAULA Darío Barolín

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SOSTÉN

Lis Rivoira

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ALIMENTACIÓN DE LOS CINCO MIL Tomás Barolín

Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense - Junio 2020 - N° 260 - Afiliado a O.P.I. N° 837 001/09 - Periódico mensual - Redactor responsable: Rogelio Darío Barolin. Varela 1729. Dolores - Imposición envíos: Dolores - Depósito legal N° 68.638

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Tres Bocas: María Fernández. | PÁGINA VALDENSE Young: Esther Malán

En este mientras tanto…

Como leeremos en varias páginas de esta edición, la situación que trajo consigo el COVID-19 nos tomó por sorpresa. En el mes de marzo llegaron los primeros casos a nuestra región, pero desde hacía bastante tiempo los medios se ocupaban de contarnos la situación mundial; poniendo énfasis en esto y en aquello, en determinar si las medidas fueron tomadas a tiempo o de manera tardía, si esto era exagerado o si aquello era irresponsable.

Llegó el tiempo de «quedarse en casa», y con él, una nueva cotidianidad, al menos para la gran mayoría.

Lo cierto es que, mientras navegábamos entre cifras y estadísticas, nos inundaron las emociones provocadas por un aislamiento social repentino. El desconcierto de una emergencia sanitaria sin precedentes, la preocupación por la situación laboral y económica de cada familia, la ansiedad que genera lo desconocido; porque lo único que sabemos es que nadie tiene las respuestas a las miles de preguntas que trajo consigo esta pandemia.

Intentando sobrellevar este tiempo incierto podemos leer conjeturas de las más variadas, la mayoría sustentadas en grandes supuestos; algunas se centran en el origen de esta situación, otras prefieren vaticinar sobre el tiempo post pandémico. Aunque queramos, no podemos apresurar el tiempo para saber cuándo y cómo podremos retomar algo de nuestra ‘normalidad’, o si tendremos que construir otra.

Vivimos en un mientras tanto.

Es simplemente imposible generalizar cómo nos fuimos sintiendo a lo largo de estos meses, cómo se fueron transformando nuestras emociones con el paso del tiempo, cómo nos fuimos adaptando a no encontrarnos presencialmente. ¿Quién hubiese pensado en festejar cumpleaños por videollamadas? ¿’Juntadas’ de amigxs o familia, celular o computadora mediante? ¿Celebraciones de fe virtuales?

De repente, pasamos de quejarnos por la falta de tiempo para hacer determinadas cosas, a resolver el acertijo de qué hacer durante todos los días, por varias semanas, incluso meses. De una manera u otra, fue una invitación -casi obligatoriaa pensar sobre algunas cosas. En mi caso, por ejemplo, a redescubrir los detalles; y no me refiero a cuestiones mínimas, sino aquellas cositas que hacen de cada día algo más lindo, disfrutable, como sentir el ruido de hojas secas mientras camino, la conversación espontánea con quien atiende el kiosco de la vuelta de mi casa, o notar el cambio de estación porque dejaron de venir los picaflores al jardín de mi vecina. Y sin mencionar que, en un abrir y cerrar de ojos, tuvimos que poner abrazos en espera y encuentros en suspenso.

Esta pandemia parece ser un paquete complejo que coquetea entre economía, sistemas de salud y emociones de las más diversas.

Puso sobre la mesa algunos temas que muchas personas pretenden invisibilizar como la precarización laboral, la violencia de género, la desprotección del Estado hacia algunos sectores y varios etcéteras.

Pero, aun así, en este mientras tanto, seguimos buscando salidas colectivas, ensayando nuevas dinámicas, aprendiendo a acompañarnos desde las distancias, resolviendo cómo manejar esta mixtura de sentimientos.

Si es cierto que «cada crisis es una oportunidad», espero que ésta nos sirva para valorar, redescubrir y resignificar el potencial de lo colectivo, sobre todo cuando se trata de construir un mundo más justo, equitativo y empático.

Que pronto nos volvamos a abrazar, y que Jesús sea, siempre, parte de ese abrazo.

Daiana Genre Bert PÁGINA VALDENSE I 2

Carta para Paula Una larga mesa de carpintero sirve de salvaguarda.

Estamos a más de dos metros dijo ella, y él, necesitando tener la última palabra, precisó: «dos metros veinte».

Se tenían recelos viejos, de vecinos conocidos y de haber estado siempre en bandos distintos, en religión, en política, en club de fútbol. Nombres el tema que nombres ella iba por un lado y él por el otro. Sin embargo, sus hijos los hicieron familia y ahora la nieta común exigía al menos un armisticio. Los patios se comunicaban, así que sacaron los dos candados de la cancela que antaño servía de nexo entre los dos patios y decidieron conversar y escribirle una carta a su nieta.

Querida Paula, estos son tiempos difíciles. Muchas cosas se dicen que te llenan de miedo y te angustian. Sabes que no nos llevamos bien, pero al menos este virus y nuestro amor por ti, nos llevó a juntarnos y escribirte estas líneas con nuestros pensamientos.

Esto no tiene nada que ver con el fin, con el apocalipsis. Algunos grupos vienen insistiendo y buscando señales por aquí y por allá para identificar el momento preciso. No les basta con que la misma Biblia dice que eso es en vano (Mt 24:36) ni con que le hayan errado sistemáticamente. Eso no les detiene, son profetas del miedo y ya harán alguna pirueta para hacerse los distraídos y esperar una nueva catástrofe para decir que esta vez sí es la última.

“

No les crean, ese miedo paraliza y enferma el alma. Hay quienes se atreven a hablar en nombre de Dios. No es nuestro lugar, no nos corresponde. Somos creyentes que buscamos conocer a Dios y lo que vemos, siempre es borroso (1 Cor 13:12), es precario.

“

La evidencia al momento dice que el COVID 19 es el salto de un virus común en un determinado grupo de murciélagos al ser humano y tal vez con algún otro animal de por medio. Este salto y otros previos -y seguramente futuros- se facilita por el modo de vida y producción que se impulsa globalmente. Éste empuja los límites y genera stress en toda la creación dejando cada vez menos espacio para «lo que no es rentable». Así se rompen delicados equilibrios ecológicos y se facilitan saltos de enfermedades de una especie a otra, como es el caso del COVID 19.

Por supuesto es más fácil echarle la culpa a Dios o buscar motivaciones divinas que darnos cuenta que el rumbo que nuestra forma de organización económica,

social y espiritual nos está llevando a la destrucción.

Hay experiencias comunitarias o personales que son suficientemente fuertes que nos posibilitan y exigen un cambio. El libro de Lamentaciones es un testimonio tremendo del sufrimiento que había ocasionado la guerra y la destrucción de la ciudad de Jerusalén, su templo y el fin de su monarquía. Lamentaciones es un clamor a Dios, pero al mismo tiempo revela que una determinada teología y manera de comprender a Dios estaba errada. La «teología de Sion» afirmaba la inexpugnabilidad de Jerusalén (Lam 4:12) y por lo tanto la vida de la ciudad, de su rey (Lam 4:20) y su templo estaba aseguradas pues Dios habitaba en su templo (Lam 2:1).

Sin embargo, la ciudad había sido destruida y su templo profanado (Lam 1:10). Esta teología se mostró equivocada y por lo tanto fue necesario su revisión. Esta tarea fue llevada adelante por los profetas y la disputa de Jeremías con Ananías (Jeremías 28) muestra claramente la teología de Sion en las palabras de Jananías y la crítica del profeta Jeremías.

El libro de Job, es la búsqueda por una respuesta ante el sufrimiento injusto. La vida primera de este personaje encajaba perfectamente con lo que la teología de la retribución afirmaba: «si eres justo y haces las cosas bien, te irá bien». Sin embargo, las penurias por las que Job pasa posibilitan y exigen una revisión de esta teología. El libro no llega a una nueva conclusión, pero sí problematiza esta visión. Lo que es significativo, sin embargo, es la afirmación de Job «de oídas te conocía, pero ahora mis ojos te ven» (Job 42:5). Job, ahora tiene una imagen menos alejada de Dios.

Esta experiencia mundial nos posibilita y nos exige cambios en nuestra manera de vivir, de organizar nuestras economías y de volver a revalorizar donde está nuestro corazón (Mateo 6:21). Ciertamente, hay una suicida preferencia por ignorar las amenazas y privilegiar el status quo. La vieja obra de teatro «un enemigo del pueblo» de Henrik Ibsen (1882) bien lo ilustra.

Pero, esperamos que no sea así, querida Paula.

Dios nos libre de seguir esperando más de lo mismo. Tenemos la convicción que Dios camina a nuestro lado en estos días de pandemia y está gestando un mañana para su creación y nos invita a ser parte de él. Con esa convicción y basados en su gracia nos animamos a andar en un nuevo y mejor futuro por nosotros, para vos, para toda la creación de Dios.

Abuelo Cacho y Abuela Tita

PD: nos comprometemos a no volver a ponerle candado a la cancela.

Darío Barolín

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Algunas reflexiones…

La casa:

¿un espacio de contención?

Nuestra casa, vuestra casa, la casa de ellos/ellas… seguro no es igual, muy a pesar de los modelos que nos han querido imponer culturalmente. «Estar en casa», «quedarse en casa» han sido mandatos o invitaciones condicionadas que nos está tocando vivir a toda la población, aparentemente, de este planeta. Raro, ¿no?, por una amenaza real para algunos/as, potencial para otros/as. Dado que el modelo aprendido implica que la permanencia en la casa significa refugio, cuidado, protección, tranquilidad, amor, vida armoniosa familiar, «hogar, dulce hogar», los gobiernos han entendido que esta es LA forma de protección, no propagación, no contaminación, no infección del virus-amenaza-de hoy: la «pandemia del coronavirus». Más allá de las teorías conspiranoicas, que bien algunas podrían ser consideradas ya que a esta altura de la historia humana con avances tecnológicos y planes macabros que son revelados con el tiempo; aceptar de forma inocente que un virus apareció-se, escapó-se, propagó-se por la humanidad podría ser recomendable para seguir creyendo en un mundo hermoso, pero quizás no tanto si nos deja entrampados en ello o con defensas bajas a la hora de pensar estrategias de resistencia y sobrevivencia. ¿Justo cuando muchos grupos en muchos países estaban reclamando y ofreciendo resistencia a la quita de derechos? Justo llega este virus por el que nos obligan a permanecer «tranquilos/as en casa»?

El estar en casa, por otro lado, no precisamente significa todo eso mencionado anteriormente para muchas mujeres, niñas, niños, adolescentes. En aquellos hogares que existe violencia, la permanencia en la casa se convierte en vivir con miedo, con terror, con sufrimiento. Miedo afuera, miedo adentro. Para quienes no vivimos esta realidad puede parecernos algo lejano, aunque con tanta publicidad de la existencia de la violencia y la posibilidad de pedir ayuda podemos pensar que ese problema existe, es real y se cobra más sufrimiento y vidas que la pandemia; al menos lo que dicen las cifras en Argentina y Uruguay. Muchas mujeres y organizaciones feministas y de la sociedad civil, con cierta ayuda de los estados, venimos intentado dar algunas respuestas a este problema que en este tiempo se agudiza. Sin duda la violencia doméstica está haciendo muchos estragos y los sabremos mejor cuando se levanten las medidas.

Me permito, sin embargo, aportar otra mirada: para algunas mujeres que ya habían salido de la situación de violencia en la convivencia y venían haciendo un proceso, este tiempo no ha sido tan sufrido, especialmente si sus hijos/as están con ellas; porque la poca permitida circulación también ha impedido que el contacto con el agresor sea como en otros momentos. En otros casos, para muchos varones que ejercen violencia, tener a «su mujer» todo el día en su casa, ha sido un factor contribu yente al no ejercicio de episodios agudos de violencia

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violencia. Pero la violencia está igual. Que muchos/as niñas, niños y adolescentes puedan contactarse con sus centros de estudio y docentes a través de computadoras u otras formas, no es suficiente para una cercanía que habilite el contar «lo que pasa en casa».

Aun así, siguen los intentos: propuesta de botones de pánico en las ceibalitas en Uruguay, preguntas de las/ los docentes mediante la plataforma educativa, intensa propagando de los 0800 y otros números de violencia doméstica o de género…

Ahora no hay controles pediátricos… ¿cuántos casos de maltrato y abuso no se están detectando? Ahora no podés atenderte con médicos/as salvo que tengas algo que justifique tu ingreso al centro de salud o que vaya el personal médico a tu casa, entonces… ¿cuántas mujeres víctimas de violencia que eran detectadas, contenidas y derivadas en los centros de salud ahora no tienen esa oportunidad? El teléfono no es lo mismo que lo presencial, lo sabemos; hay que buscar estrategias y se están haciendo a diario. Pero las medidas de emergencia sanitaria o cuarentena están haciendo estragos en muchas «casas», con el agravante de la pérdida de empleos, suba de tarifas (Uruguay), suba de costo de alimentos. Miedo adentro y miedo afuera. ¿Cómo respondemos a esto desde nuestra Fe y amor a nuestros/as prójimos/as? Interesante desafío, sobre todo porque nos han prohibido encontrarnos y juntarnos, solo lo hacemos virtualmente, y claro está, no es lo mismo.

Dámaris Malán Lic. en Trabajo Social, Perita en Violencia Doméstica

Sostén A las mujeres, a las madres, a las hijas, a las abuelas, a las compañeras, a las amigas, a las vecinas, a las tías, a las maestras, a las enfermeras y médicas. A todas.

Esta pandemia deja en evidencia nuestros roles; las mujeres cuidamos, acompañamos, maternamos, atendemos, asistimos. En esta crisis mundial otra vez somos las que ponemos el cuerpo en el interior de nuestros hogares, y también afuera. No olvidemos que no siempre nuestra casa es un espacio de contención o un lugar seguro. Hay quienes conviven con sus abusadores, personas violentas, enfermas, y esta situación hace que los niveles de vulnerabilidad y peligro aumenten.

A la masculinidad hegemónica no se le han enseñado prácticas de cuidado y ahora queda más expuesto que es tarea de mujeres cuidar niñxs, adultxs mayores y personas enfermas. Tampoco esas masculinidades están preparadas para respetar normas ni para dar cuenta de todo el trabajo que se hace diariamente en una casa.

Es un tiempo especial que nos toca vivir, que no elegimos, que se nos impone, se nos obliga o se nos exhorta (según dónde estemos) y toda estructura psíquica y física se ve afectada, nos reorganizamos frente a necesidades urgentes (¿o esta fue siempre nuestra organización?).

“

Nos encargamos de sostener, muchas veces, una cotidianeidad vapuleada por esta disposición que no elegimos. Y la red, si la hubiera, se ve trastocada por esta forma virtual de relacionarnos.

“

Y escribo estas palabras y reflexiono desde mi lugar, desde mi realidad como madre, compañera, nuera, hija, hermana, tía, cuñada, cristiana, comunicadora, mujer.

Confinamiento y contradicciones, aislamiento e incertidumbre, cansancio, necesidad de espacio, de aire, de verde, de socializar, de compartir, de ser abrazadxs.

Sí, obligar a una persona a quedarse en su casa es una forma de violencia y vulneración de derechos, pero también de cuidado, y otra vez la contradicción. Una cosa no anula la otra, tienen que convivir, como nuestros sentimientos encontrados, nuestra bronca y desconcierto.

Mujeres madres explicando a niñxs que no se puede salir, que no podemos visitar familia, amigxs, ir al jardín o a la escuela. Somos nosotras las que tenemos que comprender y validar lo que sienten ante estas nuevas modalidades. Videollamadas, audios, llamadas telefónicas, tarea vía web, actividades lúdicas y recrea tivas dentro de casa, o con suerte en un balcón o patio.

Y acá queda en evidencia la invisibilización histórica de derechos y necesidades reales de bebes y niñxs.

Sobre todo, con la obligatoriedad como pasa en Argentina, suena ilógico que, si el virus no está en el aire, puedan salir las mascotas y no lxs niñxs, que ‘asombrosamente’ muchas veces lo entienden y asimilan mejor que lxs adultxs.Madres o padres que crian solxs a sus hijxs y no pueden ni siquiera abastecerse en el supermercado o comprar lo que necesitan de la farmacia porque no lxs dejan entrar. Algunos carteles anuncian que tienen prohibido el ingreso “personas mayores y personas con niñxs” (como si no fueran personas). ¿Y quiénes cuidan a nuestrxs adultxs mayores? ¿Y cómo logramos un sistema inmunológico fuerte si les estamos negando abrazos, besos y caricias? El miedo inhabilita toda capacidad de amar.

Trabajar desde la casa, más las tareas domésticas, más las tareas que mandan de la escuela (doble si además sos docente), más acompañar, criar y sostener.

También la culpa que se encargan de alimentar lxs de afuera si tenemos que salir a trabajar.

Nuevamente pienso que esta pandemia vino a desnudarnos, a hacernos más fuertes o más débiles, a exacerbar cada estado de ánimo, a darle rienda suelta al ego, que impulsa a mostrar en las redes todo lo que lxs demás quieren ver, o querer descargar tus miedos y ansiedades poniendo música a todo volumen sin importar si hay niñxs que finalmente se durmieron, si hay personas con autismo, si hay adultxs enfermxs descansando. Pareciera que aplaudir o gritar por el personal de la salud desde el balcón soluciona algo.

Prestemos atención, estemos alertas, actuemos con consciencia y solidaridad, apoyémonos mutuamente, ayudemos a quienes sostienen, a quienes no pueden salir. Hagámonos visibles y ofrezcamos ayuda. Seamos red. Hay muchas personas que realmente la están pasando mal. Encontremos una salida colectiva, en tribu, en comunidad. También dejémonos ayudar.

Más empatía y sororidad.

Lis Rivoira Equipo editor PÁGINA VALDENSE I 5

EL ESPEJO de la Peste Negra Hoy transitamos por una pandemia que provoca un estado de alerta generalizado. Mientras los gobiernos ensayan estrategias, la población vive un clima de incertidumbre. En este caldo sube el fuego de viejas problemáticas sociales, que burbujean con tanto poder como el mismo virus. Parados en el presente, no sabemos en qué etapa estamos, cuántas muertes vendrán o qué tan grave será la crisis.

Me pregunto entonces qué podríamos aprender de esta pandemia si pudiéramos volver la mirada hacia atrás, para repasar las viejas pestes que nos han visitado. Tenemos ejemplos en los que podemos espejarnos, ver diferencias, anticiparnos. Son recorridos que nos ayudan a comprender nuestro presente para responder de forma más crítica.

La peste como fractura

En toda época han existido mecanismos que se activan cuando alguien enferma; aprendemos a cuidar, a delegar cuidados, sabemos a dónde recurrir cuando necesitamos atención. Esta dinámica se activa cuando la persona enferma y se mantiene hasta que se recupera o muere. El problema aparece cuando la enfermedad se convierte en epidemia, y se propaga hasta poner en crisis esa dinámica de cuidados. Esto se agrava cuando se trata de una enfermedad desconocida, porque la falta de explicaciones genera un vacío que se llena con temor.

Algo así ocurrió durante el siglo XIV, cuando la gran Peste Negra asoló el continente europeo, generando episodios que hacían que la población viviera literalmente entre un brote y otro. En Francia, por ejemplo, durante la segunda mitad de ese siglo hubo un brote cada 8 años, por lo que la reposición poblacional era prácticamente imposible.1 De todas las oleadas, la de 1348-1349 fue la más violenta, y se estima que hacia 1400 la peste habría matado a entre un 30 y un 50% de la población europea. 2 Si bien entonces existían enfermedades como la lepra, se mitigaba su propagación marginando a los afectados en leprosarios. Frente a otros brotes apareció la cuarentena, y quienes podían fugaban a zonas menos pobladas. Pero la Peste Negra puso en jaque estas prácticas.

Las epidemias pueden ser vistas como una fractura en el cuerpo de la sociedad, precisamente porque afectan la vida diaria, la manera en que las personas explican su presente y buscan soluciones. Entre ellas, la Peste Negra alteró ese mundo de certezas. Las respuestas fueron de todo tipo. Según Jacques Le Goff, la peste de 1348 volcó a multitudes a las calles, realizando procesiones de flagelantes que pedían perdón por los pecados, asumiendo la epidemia como acción divina. Otra respuesta fue la búsqueda de chivos expiatorios contra los que se producían linchamientos populares. Esta fue la suerte que corrieron muchos judíos, a quienes acusaban de «envenenar los pozos» para esparcir la peste.3 Por eso podemos decir que las epidemias, más allá de su impacto demográfico o económico, representan una fractura a nivel psicológico y cultural, porque pone en crisis las formas de comprender el presente.

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La peste en barco

Otro aspecto interesante tiene que ver con el itinerario que hizo la Peste Negra. Los primeros registros la ubican a orillas del Mar Negro en 1346, como una enfermedad de origen asiático. En 1347 ya está afectando factorías genovesas y sus embarcaciones en el Mar Negro, que pasan por Constantinopla y harán escala en Sicilia.

A partir de allí la peste se reparte a todos los puertos del Mediterráneo, y aparecen los primeros focos en el interior de Europa. Así, para el verano de 1348 la peste llega a Burdeos, luego a Inglaterra, Normandía, Irlanda.

En 1352 ya hizo estragos en Alemania, Polonia y Rusia.4 Este itinerario no es casual y tiene algo que ver con su agente de contagio: las pulgas portadoras de la bacteria Yersinia Pestis, que parasitaban ratas. Pero ni pulgas ni ratas viajan tan lejos. Para que la epidemia fuera un hecho las rutas comerciales fueron un elemento clave. Por ellas se transportaba la mercadería que venía de oriente, y junto con ella llegaron los vectores de la enfermedad.

Un aspecto sorprendente es la relación que existe entre este itinerario y el que siguieron otras pestes. En general, la propagación de las grandes enfermedades ha seguido las rutas comerciales creadas por los seres humanos. En México, la viruela diezmó a la población indígena a partir de la llegada española. En el Río de la Plata, la fiebre amarilla llegaba en embarcaciones provenientes de Río de Janeiro, causando estragos hasta que el invierno liquidaba a los mosquitos. Hoy el nuevo coronavirus alcanzó escala mundial en cuestión de semanas, gracias ya no a los barcos, sino al tráfico aéreo de un mundo hiperconectado.

¿Qué haremos, Señor?

La actual pandemia ha potenciado diferentes formas de control social, ha instalado un clima de sospecha constante, con la consabida aparición de chivos expiatorios. También ha marcado los cuerpos y su expresión, reglando gestos, posturas, saludos, encierros.

También nos agobia con mensajes ambiguos.

Si entráramos en la paranoia de las procesiones medievales pensaríamos que esto es castigo divino, pero la penitencia no terminaría con el virus. Si miramos un poco más allá e intentamos verlo en perspectiva histórica, veremos que detrás existen grandes desequilibrios ambientales, económicos, sociales, que crearon el escenario perfecto para esta enfermedad.

Por eso, si en el pasado la Peste Negra mató a una población debilitada por un ciclo de hambrunas, carestía y guerras, hoy sería bueno que pensemos qué factores están poniendo a nuestra cultura al borde de una nueva fractura.

Javier Pioli, equipo editor VERDON, Jean, Sombras y luces de la Edad Media, Bs.As., El Ateneo, 2006, p.17.

WICKHAM, Chris, Europa en la Edad Media : una nueva interpretación, Barcelona, Planeta, 2017, p.515.

3 LE GOFF, Jacques, La civilización del Occidente Medieval, Barcelona, Paidós, 1999, pp.212, 282.

4 Itinerario tomado de VERDON, Op.cit, p.17.

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La alimentación de los cinco mil Se podría decir que el Covid-19 se convirtió en «el pan nuestro de cada día», porque constantemente nos estamos alimentando de él, pero parece ser un plato que no llena la panza, y ese es el problema fundamental que busca pensar este artículo: ¿cómo llenar los estómagos de miles y millones cuando el principal alimento no permite alimentarse? Una tarea casi tan titánica como la alimentación de la multitud a orillas del mar de Galilea.

Teóricos de las más diversas escuelas de pensamiento parecían estar de acuerdo en una tesis sobre la economía internacional: el rol de los Estados-nación ya no es el mismo que a mediados del siglo XX, sino que hoy por hoy, ocupa un rol ínfimo, pequeñísimo, en la organización de la economía de las naciones. Aquellas grandes industrias nacionales se han abierto y transnacionalizado dando lugar a una batalla global en la cual los capitales buscan la forma de aumentar su riqueza. Capitales cuya sede se encuentra en un país, propietarios en otro, y explotaciones en terceros y cuartos países. Capitales que, pareciera, han tomado vida propia más allá de los Estados-nación.

“

Hoy los Estados-nación se encuentran a la deriva, naufragando frente a un capital que decide cuál puede ser el destino de su producción nacional, y consigo de su economía. Pero esta tesis se vio en jaque con esta nueva situación.

“

Estos capitales que, como gigantes barcos que se presentan como salvadores en la vista de los náufragos (esos Estados-nación), recorren

el mundo sin otro destino que el del próximo país con la mano de obra más barata, la infraestructura más rentable, y el ambiente menos hostil, y no se interesan ni por asomo en el más mínimo bienestar de las personas que quedan libradas a su juego (a menos, claro está, que ese bienestar contribuya al crecimiento de las arcas de la empresa).

Y ahora, ese actor casi indefenso que representaba el Estado para las economías, se ve enfrentado a la labor de reorganizar los sistemas de salud (mayoritariamente privatizados en muchos países) y sustentar la economía de millones de ciudadanos y ciudadanas cuyo ingreso ya no está asegurado. El asunto es que años de ajuste fiscal y de políticas de reducción del rol del Estado en la economía, han dejado Estados con nula o bajísima capacidad de reacción ante las adversidades, y más aún, cuando se ve afectado el principal socio para la reconstrucción de las economías: el capital privado.

Frente a la disyuntiva planteada por esta situación, la solución (dependiendo del grado de emergencia sanitaria) transita entre dos polos opuestos: o el Estado vuelve a tomar su rol de ordenador de la economía y salud nacional, o se mantiene ajeno a esta problemática, tratando de, con escasos recursos, salvaguardar a ambas: población y capital privado. Y no es sino una cuestión ideológica (por más magullado que esté el término), lo que está de fondo.

Incluso se podría decir, una cuestión ética y de principios, si no gusta la primera palabra. La disyuntiva se resuelve entre intentar salvaguardar a una población entera, en términos humanos, sin recaer en la eterna distinción de clase, raza y género, o intentar salvar al capital (porque según quienes defienden esta posición, sólo el capital genera riqueza), recayendo en y profundizando las ya criminales desigualdades existentes.

Podría entrar a desarrollar una pormenorización de cuáles son los países que siguieron una u otra política, y cuáles han sido los resultados de cada uno, pero invito a quien lea estas líneas a que pueda hacerlo por sí mismo/a. Podría pecar de prochino, proyanqui, o pro-cualquier-cosa, y prefiero que, antes de que se etiqueten estas palabras, puedan generar alguna reflexión.

Hay quienes suelen decir que cada crisis es una oportunidad. No pretendo darle la razón a tan absurda reducción de cualquier hecho, como si de ley general se tratase, pero la llegada del Covid-19 a nuestras y todas las economías, logra desenmascarar aquella careta que sostienen los regímenes económicos en los cuales vivimos para dejar ver la cara que hay detrás, y a partir de ello, pensar en la construcción de economías y realidades más justas para todas y todos.

Tomás Barolín Tron Equipo editor

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Experiencias virtuales en plena pandemia Esta situación mundial nos lleva a repensar los encuentros, a buscar herramientas que nos permitan sentirnos cerca a pesar la distancia. En esta página, les compartimos dos de las primeras experiencias virtuales que se dieron en tiempo de aislamiento social: la primera celebración de fe en Flores -Argentina- y una videollamada para compartir momentos de canto.

Cantarola por Zoom

Un día me escribió Marcelo Gonnet, al otro día Anita Negrín. Se comunicaban conmigo por la misma razón, invitarme a participar de una cantarola por Zoom. Hasta el momento no había utilizado «Zoom» pero como se trataba de una cantarola, no podía decir que no. Entonces me explicaron cómo hacer para sumarme, y salió. De repente la pantalla de mi computadora estaba dividida en varios cuadritos y en cada uno de ellos había amigos y amigas de Tarariras, Miguelete, Cosmopolita, Valdense, Rosario, Montevideo y tal vez alguna otra localidad que ahora mismo no recuerde. Diferentes edades, pero las mismas ganas de entender de qué se trataba esto del Zoom y con la pregunta de cómo haríamos para cantar en grupo a través de una videollamada.

Marcelo, había preparado algunas dinámicas con la intención de que experimentemos el uso de esta aplicación, intentando llegar al canto colectivo. Y así fue que, de a poco, entendimos las posibilidades y limitaciones que este tipo de encuentro nos ofrece. En fin, logramos cantar, charlar, reírnos, sobre todo eso: reírnos mucho.

Hacía poquitos días que había comenzado esta etapa de «quedarse en casa» y, personalmente, las preguntas relacionadas a cómo íbamos a encarar esta situación eran muchas, y este encuentro, ese sentir que uno no está solo, y que de alguna forma u otra nos vamos a seguir encontrando, me llenó el corazón.

Santiago Wirth

Fortalezas de pandemia Todo se vino muy de repente. Era principios de marzo y estábamos planificando, pensando en prioridades para trabajar y tener en cuenta en la proyección del año. Cuando quisimos acordar, ya no nos podíamos reunir, y nos tuvimos que habituar a nuevas costumbres y cuidados.

Previo a la pandemia, la comunidad de Flores ya contaba con un grupo de WhatsApp que nos permitía estar en comunicación, compartir reflexiones, información, estar al tanto unxs de otrxs. En otro momento era un recurso más para facilitar la comunicación, ahora es la manera de mantener el vínculo y reforzarlo, sintiendo la presencia más cercana de todxs.

Existen muchas alternativas y herramientas informáticas hoy en día para estar en comunicación, por lo cual podíamos pensar en muchas variantes para celebrar y sentirnos en comunidad a pesar de las distancias. El tema es que existen edades diferentes y capacidades diferentes también de acceso a estas herramientas. Terminamos optando por el WhatsApp como aquella herramienta en donde de una manera u otra, todxs pudieran conectarse y nadie quedara por fuera, ya sea por accesibilidad a internet como por la posibilidad de utilizar esta herramienta.

Y ahora, ¿de qué manera realizarlo? ¿Cómo poder hacerlo significativo? ¿Grabar un mensaje y compartirlo? Elegir el tiempo y las palabras justas, ¿cómo ser concreto y cómo no sobrepasar? Al mismo horario habitual que tendríamos la celebración nos conectamos, estando atentxs al celular, no sabíamos cómo iba a resultar…. Para nuestra sorpresa éramos varixs conectadxs. Previamente enviamos un texto bíblico para poder leer con detenimiento y calma, compartimos un mensaje que elaboramos como disparador, y luego abrimos el juego para que cada unx pudiera expresar algo en oración, cómo se sentía, qué le venía al cuerpo.

Una experiencia muy significativa, donde de alguna manera pudimos sentir ese soplo del Espíritu, donde en esos momentos adversos sentimos la cercanía y fortaleza comunitaria que nos hace saber que estamos acompañadxs. En ese momento de oración también surgió la propuesta no sólo de acompañarnos con esa cercanía y esos vínculos, sino también con elementos materiales, que en estos días escasean a muchas familias. Momentos que resignifican lo comunitario….

Alfredo Servetti

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Movimiento Juvenil Valdense | Año XX | Mayo 2020 | conexionesvaldense@gmail.com

Conexiones La Cuarenauta

«No volveremos a la normalidad porque la normalidad era el problema», se lee en una de esas tantas imágenes que circulan en redes sociales por estos días de confinamiento. Varios/as ambientalistas la compartieron y con ella una pregunta: ¿cómo evitar volver a la normalidad?

La naturaleza nos está hablando. La situación presente, ha escenificado lo que podría ocurrir si no le hacemos frente a la crisis climática, si seguimos aplicando las prácticas que hasta ahora hemos sostenido, sin pensar en los riesgos; es el momento de redirigir nuestros esfuerzos a economías sostenibles, si es que aún estamos a tiempo.

También ha llegado el temor de quienes creen que, como ha ocurrido después de otras crisis, nada cambiará; un pensamiento bastante negativo pero realista, teniendo en cuenta el historial con el que cargamos los seres humanos.

Ante la incertidumbre y preocupación, aquí les compartimos las reflexiones de una reconocida ambientalistas sobre la naturaleza antes y después del coronavirus.

La angustia y la muerte se ven contrastadas por una humanidad solidaria con los más necesitados, al mismo tiempo que se hace consciente de la biodiversidad que asoma en entornos urbanos y periurbanos y reconoce un ambiente menos contaminado. Es un tiempo de «tregua» para la naturaleza en el que estamos disminuyendo de forma obligada el cambio de uso de la tierra, la sobreexplotación, el cambio climático, la contaminación o la introducción de especies exóticas invasoras.

La gran duda es qué pasará apenas termine esta emergencia global y de qué manera podemos prepararnos para no incurrir en los mismos errores cuando volvamos a la «normalidad». Los cambios transformativos son posibles, la humanidad y el planeta los necesitan ahora más que nunca.

Ana María Hernández, Directora de la IPBES Pensarnos en cuarentena, esta vez, con un pie casi por completo fuera del asombro. La cuarentena por pandemia de este año nos ha agarrado tan sorpresivamente que fue casi imposible contenerse en la histeria. Ahora más asimilados, esos dedos que componen un pie y correlativamente un cuerpo común: comunidad, están dando sus primeros pasos, su asomo a esta nueva realidad que nos condiciona indiscriminadamente y que, en la comparativa con su inicio, ya hemos masticado un largo rato.

Un par de certezas: sabemos del miedo y sabemos que es en comunidad, porque tanto mi dominó pierda de vista que compone más que una pieza, que es tan valioso para el equilibro en su completud como en su singula

lridad, de una pizca de apatía, podría disparar todo por los aires. Algo así la sensación: una suerte de engranaje.

Sabemos de los «me gustaría disponer de tiempo para»; hay quienes pudieron con ese aprovechamiento y quienes no. Y hay quienes no porque en realidad (y esto es un poco devolverse humanidad) hay algo más allá del anhelado tiempo de ocio que tiene que ver con una pandemia. Que se entiende rigiendo todo nuestro tiempo. Porque, por más normalidad intentada, nos damos de frente con los abrazos que nos faltan, con el afecto que escasea, las risas que no se escuchan, y los/ las amigas hacen eco en toda casa (en todo adentro).

Entonces: podés no ser productiva. Está bien que te rasques la panza.

Sí abrazar la reconstrucción cuando aparece como única alternativa, dedicarse un poco más a una es el consejo. Es válido siempre intentar el amor propio. Es válido también, pese la plusvalía, no poder girarle la cabeza a una realidad que, pobrísimamante, escupe frases hechas de un positivismo feroz que nos mantiene en un acontecimiento por igual hegemonizado a nivel sanitario, pero a su vez, flotando sobre la situación las miserias de un sistema capitalizado.

Insistimos; abrazarse, cuidarse, dedicarse tiempo, bajar un cambio, está bien. Mirar una peli, leer un libro, pasar tiempo con tu perro está bien. Todo está bien, porque poder con nosotrxs mismxs en medio de una pandemia, salvatear una rutina, cualquiera sea, para hacer sobrellevable el contexto, es válido. La denuncia es: no hay héroes en pandemia, no hay aplausos necesarios, hay trabajadorxs, hay un vacío de derechos humanos. Hay hambre. Hay consumo masivo de desinformación. Hay aquí en lo escrito un pedido de resistencia, de quedate en casa, de somos más cuando estamos juntxs; somos la pieza, el pie, el cuerpo asomado fuera del asombro, lamentando un poco el acostumbramiento a cierta cotidianeidad embadurnada de alcohol en gel, necesario, por ahora. Hay mil muletillas: «esto también pasará». Somos parte de esta necesidad urgente de acompañarnos en la responsabilidad y en la empatía.

«Pues así como cada uno de nosotros tiene un solo cuerpo con muchos miembros, y no todos estos miembros desempeñan la misma función, también nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás.» Romanos 12:4-5

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Relato de un

encuentro

Sostener la tarea de ser COMUNIDAD

Hoy es una mañana de otoño en Reconquista, el sol tibio se levanta en la ciudad. Se escuchan los coches pasar en la vereda. Preparo el mate y prendo la computadora. Este encuentro es virtual, estos son tiempos complicados, tiempos de pandemia, está establecido el aislamiento social obligatorio, por eso los encuentros, las actividades y en general la vida nos cambió desde hace cuarenta días. Nos vamos a encontrar con Gloria.

Ella también está en su casa preparando unos mates dulces y con el celular a mano; nuestra conversación va a ser a través de WhatsApp.

-Nos saludamos y lo primero que le pregunto es cómo quiere presentarse Y vamos a empezar por el nombre dice: Gloria Ramírez, y vivo en el Barrio Nuevo, que se encuentra a cuatro kilómetros de la ciudad de Reconquista. Estoy casada, soy mamá de tres hijos, una adolescente y dos niños.

-¿Cómo es la vida en este aislamiento, con tres hijos?

En realidad, para mí, no hubo muchos cambios, salvo que Ramiro, el más chiquito, cuando le ayudo a Irina, quiere también hacer la tarea en ese momento y hacer lo mismo que ella. Ahí se me complica un poco.

Pero por ahora bien, como yo siempre estuve con ellos no hay mucho cambio.

Agustina se organiza sola, aunque en lo que puedo la ayudo; Irina es la que necesita que esté con ella. Pero acá en casa tengo un pizarrón y le escribo la tarea que me manda la maestra. Y Ramiro tiene el cuadernillo impreso que le dieron en el jardín, pero la dinámica de ellos es más fácil para explicarle a él.

-¿Desde cuándo pertenecés a la Iglesia Valdense?

Puedo decir que soy valdense desde que nací; bueno, en el caminar de mi vida hubo un momento que no participé en ella, pero después volví. Lo que me enteré en la última Asamblea presbiterial que se hizo en Reconquista, es que cuando yo nací se estaba construyendo la capilla en el barrio. Sí, en julio de 1979, se hizo un campamento de trabajo para hacer la capilla, vinieron de Entre Ríos y de otros lugares. Seguramente estaba mi mamá, y yo en la panza. Porque según contaban, las mujeres del barrio cocinaban a los trabajadores. Así yo nacía, y también de alguna manera nacía la capilla.

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-¿Y qué recuerdos tenés de tu infancia?

Mi familia siempre participaba de la iglesia, mi abuelo y mi papá eran los que más querían que la iglesia estuviera en el barrio. Así que participábamos en todas las actividades: cultos, escuelita dominical, en ese momento venían Nelly Hauswirth y Olga Sandoval. Y son lindos recuerdos los que quedan. Yo participé hasta los 12 años, después participe en la iglesia católica,

antes se respetaba mucho las diferencias, es que nos habíamos criado juntos, y no había esto de ser católico o evangélico, es más había actividades que se hacían juntos, como el Día del Niño.

-¿Y qué diferencia hay entre antes y la realidad de hoy, en el barrio?

Antes la vida estaba más ligada a la iglesia, la gente participaba más, compartía más, el Día del Niño y todas las demás actividades. Hoy la adicción es el mayor problema entre los jóvenes, que cada vez empiezan a más corta edad a consumir.

“

Ahora, por la pandemia, afecta la falta de trabajo, la gente no puede ir al complejo (planta de reciclaje de residuos ubicada a unos kilómetros del barrio) donde tenía su sueldo, y para peor no puede hacer ninguna changa. Porque el aislamiento no es tan estricto acá, pero hay que quedarse en el barrio lo más posible.

“

Y lo que este verano hubo mucho es el dengue, eso sí, hubo muchos casos.

Le hice la pregunta de qué actividades realiza en la iglesia, y aunque sé que son muchas, a Gloria no le gusta hablar mucho de ella, como una mujer sencilla, trabajadora, pone el acento en lo que sucede en el barrio y en su preocupación por los niños y adolescentes. Y entonces le pregunto:

-¿Desde cuándo realizas la tarea de acompañar a un grupo de adolescentes, y cómo te resultó?

En el 2018, había un campamento nacional, y estaba un poco flojo el tema de quien iba acompañar, y toda esa tarea, entonces fui con ellos, y estuvo tan linda la experiencia que quedó la idea de seguir formando el grupo. Desde ese momento los acompaño, ya algunos no son tan adolescentes, pero el grupo no quiere dejar de llamarse así. No sentí que era difícil salvo momentos puntuales, son adolescentes que se rescatan porque tienen una familia detrás, que los educaron con valores.

-¿Y qué mensaje te gustaría decirle a toda la iglesia, que te lee en este medio?

Creo que mi mensaje tiene que ver con lo que viví; a mí me gusta que los adolescentes y niños del barrio vi- van lo que yo cuando era niña. Que la tarea de la iglesia se note, sigan siendo una comunidad donde todos podamos participar, soñar y vivir la fe, porque a mí siempre me gusto eso, que participar en la iglesia siempre nos deja algo.

Y con esto nos vamos despidiendo no sin antes sacar una captura de pantalla. Aunque Gloria es un poco reacia a las fotos, accede. Ella seguirá, en ese momento, realizando el almuerzo para su familia, y luego, realizará la tarea de ayudar, junto con otros de la comunidad, a ofrecer el merendero, acompañando al grupo de adolescentes, formándose en Esfuérzate en la Gracia, programa de capacitación teológica de la iglesia.

Y muchas cosas que quedaron afuera de esta entrevista por falta de tiempo, pero que son parte de la vida de Gloria, una mujer comprometida con su fe y con su barrio.

Carmen Alegre.

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El ecumenismo práctico en tiempos de crisis: entre la responsabilidad individual, el ejercicio crítico y la solidaridad universalizada

El mundo tal como lo conocemos viene cambiando drásticamente. La agresividad con la que se presenta la pandemia del COVID-19, ha abierto una puerta para que gobiernos y organismos sanitarios de gobernanza internacional tomen medidas extremas a fin de salvaguardar vidas, especialmente pensando en las poblaciones más vulnerables a los impactos del virus.

Pero el brote del Coronavirus no aparece en un momento de estabilidad global, sino en medio de fuertes cambios en las configuraciones geopolíticas a nivel global, incluyendo crisis de desarrollo lento a medio: la crisis climática, la crisis de los migrantes y refugiados, y la aparición paradigmas autoritarios, a través del incremento de gobiernos y movimientos conservadores, que, aunque de diferente forma, atentan contra los sentidos, digamos clásicos, de las democracias occidentales.

En el marco de estas crisis -ambientales, migratorias, económicas, políticas- aparece un virus que pone en tela de juicio y arrincona los sistemas de salud pública de casi todos los Estados, se expande rápidamente y desautoriza totalmente la tan aceptada ideología del libre mercado regulándose así mismo.

En medio de esta crisis -o estas crisis- donde aún no sabemos como lucirá un mundo post COVID-19, son más las incertidumbres que las certezas, con los miedos y las ansiedades que nos afectan como individuos, pero también a la sociedad en su conjunto y a las decisiones de los gobiernos.

Desde mi perspectiva, hay ya escenarios casi ineludibles que se presentan: en primer lugar, el mundo y las relaciones entre las personas serán diferentes en el futuro próximo y adquirirán nuevas formas. La pandemia, traerá consigo no solo muchísimos muertos, sino una crisis de las relaciones sociales e interpersonales. En segundo lugar, la esperanza en la prosperidad económica, como deidad del modelo económico actual, ha demostrado que no sirve para contener a las grandes mayorías marginalizadas. Estudios importantes demuestran que sólo en América Latina, con una contracción de ingresos del 20%, la cantidad de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza aumentará en 54,3 millones, adicionales a los pobres ya existentes en la región más desigual del mundo.1

Los cristianos y cristianas como agentes de transformación universal

El movimiento ecuménico, expresado a través de las organizaciones basadas en la fe para-eclesiales, los consejos de iglesias o los grupos locales tienen una responsabilidad histórica a la hora de incidir en la agenda pública para asegurar que los más vulnerados no sean los que más sufran. El rol de los cristianos y cristianas es preponderante a la hora de la acción profética y la restauración de la dignidad de las personas.

Todos y todas hemos leído, escuchado y predicado sobre amar al prójimo como a nosotros/as mismos. Sin embargo, amar al prójimo requiere del ejercicio de pensamiento crítico y universalizado, de la propia identidad del ecumenismo. El prójimo, no es solamente aquel que me es cercano, mi vecino o vecina, sino que el prójimo es

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también el otro/a desconocida.

En tanto mi prójimo, sea el universo de aquellos que han sido históricamente vulnerados o que se encuentran en situaciones -actuales o futuras- de vulnerabilidad, la práctica de amar al prójimo debe adquirir una dimensión social y política -en sentido amplio-, traduciendo ese amor -además de la práctica solidaridad de cercanía- en políticas públicas de carácter universal, que restauren la dignidad de aquel o aquella, que es un símil al que nos rodea.

Por lo tanto, actuar de manera profética requiere traspasar la dimensión individual y encaminarse hacia lo comunitario y hacia lo universal, y esto implica una práctica política, ya que establece y articula las relaciones entre las instituciones, la legislación y las personas que viven en una comunidad, país, región, a fin de generar condiciones para una vida buena y digna.

El desafío al que nos enfrenta esta acción profética en ocasiones tiene que ver con el descreimiento o rechazo a lo político, muchas veces confundiendo con lo político-partidario. Esto, sumado al rol de los medios de comunicación, genera contradicciones que recaen en muchos miembros de nuestras iglesias. En nuestra acción individual, podemos visualizar fácilmente a nuestro prójimo cercano, pero siempre es más difícil identificar al prójimo más universalizado. Y es aquí donde el ejercicio de reflexión crítica debe aparecer: por ejemplo, en el caso de la pandemia -y toda la información alrededor de ella- se puede usar con fines partidarios o incluso por grupos de poder, que utilizando los medios de comunicación o las redes sociales generan posicionamientos que atentan contra las ideas de solidaridad comunitaria o políticas públicas para aquellos y aquellas que más lo necesitan. Cuando entramos en este juego, nos encontramos debatiendo sobre si esta ó aquella política es para pagar a ‘vagos’ o subvencionar celulares, alcohol u otras estigmatizaciones comunes tan usadas por los movimientos conservadores.

A través de la reflexión critica, propia de nuestra misión profética como iglesia y movimiento ecuménico debemos ayudarnos a superar las visiones individualizadas del otro y a rechazar las declaraciones públicas, los artículos de prensa o noticias falsas que atentan directa o indirectamente contra el prójimo. Intentando así deshacernos de esa carga ideológica, muchas veces impuesta por el sentido común mediático.

En conclusión, para actuar proféticamente necesitamos pensar críticamente. Deconstruir aquello que nos viene en paquete, las narrativas de una cultura hegemónica que no solo se nos impone, sino que nos subordina a pensar, decir y actuar como si fuésemos parte del grupo que controla los hilos de la sociedad. La crisis del COVID-19 y sus consecuencias tienen que incomodarnos, una incomodidad que nos impulse a la acción de salirse de la caridad particular y pasar a un sistema de solidaridad universal.

Para esto, nuestra práctica tiene que estar fundamentada en el evangelio y en la acción política transformadora entendiendo a la otredad, como aquel que me es cercano y sufre. Como parte de toda la tierra habitada.

Marcelo D. Leites

A. Sumner, C. Hoy y E. Ortiz-Juarez. (2020). Estimaciones del im-

1

pacto del COVID-19 en la pobreza global. Documento de trabajo del UNU-WIDER. UNU-WIDER: Helsinki. UNU-WIDER: Helsinki.

Sororidad

Comunicándonos Federación Femenina Evangélica

y Solidaridad

Dos palabras que, en los tiempos que estamos viviendo como países y como parte de un mundo que está unido a la lucha de esta pandemia que nos ha tocado, toman una fuerza mucho más grande. Sororidad significa hermandad entre mujeres, así como fraternidad significa unión y buena correspondencia entre hermanos y hermanas. Solidaridad significa adhesión incondicional a la causa o empresa de otro.

Estas dos formas de relacionamiento deben estar siempre presentes en el ámbito de toda nuestra vida, ya sea en lo personal como en el grupo de encuentro que formamos las Ligas Femeninas en las comunidades de fe.

En una Liga Femenina deben existir las dos cosas porque para poder servir al prójimo o adherirse incondicionalmente a su causa, como la palabra lo indica, primero tenemos que aplicar la sororidad o sea la hermandad entre las mujeres integrantes de esa Liga Femenina. Debe existir la confianza, fidelidad, apoyo y reconocimiento. De este modo podemos entregarnos a los demás y alimentar nuestro sueño de ayudar de alguna manera a construir un mundo diferente y mejor. Sin este mutuo apoyo, las mujeres no hubiésemos podido sobrevivir a tantos avatares que la vida nos ha enfrentado y nos sigue enfrentando hoy.

Jesús nos invita a ser solidarias/os. Comúnmente relacionamos la palabra solidaridad a simples actos de caridad, pero el principio de la solidaridad lo encontramos en Mateo 7:12 donde Jesús resume el Antiguo Testamento con esta frase: «Así que, todo lo que quieran que la gente haga con ustedes, eso mismo hagan ustedes con ellos, porque en esto se resumen la ley y los profetas». Jesús nos invita a ponernos en el lugar del otro como si fuéramos nosotros mismos.

Leyendo la Biblia no es fácil encontrar mujeres que trabajaban en grupo, dado que en esos tiempos estaban limitadas al ámbito hogareño y lógicamente de esa forma no era fácil llevar adelante ningún proyecto social. Pero de todos modos encontramos mujeres que se juegan individualmente por una realidad o proyecto en el que creen y se entregan a él. Por ejemplo Judith, que recuerda a los ancianos de su pueblo que no hay que perder la esperanza en Dios, que no hay que temer. Con ayuno, oración y acción termina con un período de temores y opresiones.

Déborah, con su fuerza y liderazgo moviliza al ejército popular para defender a las tribus contra las tropas de Canaán. Noemí y Ruth que con su paciencia y sabiduría logran dejar a las generaciones futuras el germen

de un gran rey y el linaje del Mesías. Abigail que vivía en la sombra de su marido Nabal, ante la amenaza de una masacre para su pueblo propuso compartir una comida con las tropas enemigas y evitó un derramamiento de sangre inútil, simplemente brindando hospitalidad.

Las mujeres que, siguiendo a Jesús, desafiaban a su propio entorno familiar y social compartiendo tiempo y esfuerzo en la escucha del Maestro y que, luego de la Resurrección, fueron lideresas en sus comunidades sufriendo persecución y martirio.

Los días que vivimos hoy son diferentes a los que les han tocado vivir a estas mujeres, pero Jesús continúa invitándonos a practicar la solidaridad como expresión de amor universal sin barreras de ningún tipo. Estas mujeres que mencionamos fueron fieles a esa invitación que nos llega también a nosotras y nosotros hoy día.

La pandemia nos ha hecho aislarnos de los demás para cuidarnos y cuidar al otro, pero tenemos oportunidades de estar presentes a través de los medios de comunicación para llegar con una palabra de aliento, con la escucha, aunque sea través del teléfono; compartiendo el mensaje de esperanza que nos viene de la Palabra desde todos los tiempos. Y por último y no por ser la más importante, la herramienta más poderosa que aún está a nuestro lado es la oración que nos permite dirigirnos a Dios como siempre ha sido y pedir por el otro con el cual no podemos estar cerca.

Que Dios ilumine la vida de cada uno de nosotras y nosotros para sobrellevar estos tiempos que nos tocan vivir poniendo nuestra vida y a este mundo en Sus manos, aportando desde lo que podamos, una mano tendida a quienes lo necesitan.

Que así sea.

Liga Femenina de Colonia Miguelete, Uruguay.

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¿Quiénes cuidan? mer a Elías, luego comen ella y su hijo. Así se cumpliría lo que dijo Dios en boca de Elías: que no se acabaría ni la harina ni el aceite en la casa de la viuda, lo que les dio sustento para vivir a lxs tres por muchos días. O sea, según éste énfasis, el milagro fue posible porque la viuda obedece lo que había sido ordenado por Dios. ¿Y si pensamos en la viuda de Sarepta y la reina Jezabel como dos mujeres que son relatadas como contraste en su vínculo con el Dios del Antiguo Testamento, precisamente de los libros históricos y proféticos que buscan restaurar la pureza étnica y religiosa? ¿Qué otra lectura podemos hacer del relato si ponemos el énfasis en la injusticia que se vivía en aquella época, en donde abundaban las desigualdades sociales, de género, económicas, religiosas? Porque pareciera que tanto en una región como en la otra, la muerte y la desidia eran moneda corriente. Hacernos estas preguntas y tantas otras nos ayuda a encontrar otros matices al relato bíblico, nos anima a revisar las lecturas e interpretaciones de tradiciones que quedaron instaladas y que nos falta conocer aún más para poder cuestionar aquellas ideas que condenan, que discriminan y que invisibilizan las memorias del pueblo y el mensaje de liberación.

“

Que podamos volver a leer esta historia recuperando la vida de la viuda, sus dolores, sus convicciones de cuidado y solidaridad, pero sin caer en una idealización de la obediencia ni en la romantización de las dolorosas situaciones que tuvo que atravesar por ser mujer, viuda y pobre.

“

En el Antiguo Testamento, encontramos en el libro de 1 Reyes 17:1-16 el relato de la viuda de Sarepta que recibe al profeta Elías. De ella, sabemos que es de esa ciudad, en el país de Sidón, al norte de Israel -el país de origen de Elías-; pero también que tiene un hijo y que vivían en la pobreza.

De Elías sabemos que es de Tisbé, una ciudad israelita, es profeta y estaba escapando del rey de Israel, Ajab; a quien le había anunciado que vendrían tres años de sequía. Por lo que el rey lo culpó de este mal. A su vez, Elías culpaba a Ajab y su esposa Jezabel por lo que acontecía en Israel debido a la expansión del culto fenicio a Baal, que junto a Aserá eran los dioses de Tiro y Sidón. El matrimonio real fue parte de una alianza política de Israel con el rey de Tiro y Sidón, Etbaal padre de Jezabel, pero este acuerdo trajo tensiones religiosas.1 Si volvemos al texto, podemos observar que Elías cuando ya no tiene posibilidades de sobrevivir junto al arroyo Querit, es guiado por Dios para ir a la ciudad de Sarepta, en Sidón. Allá lo va a recibir una viuda y le dará de comer. Al igual que a los cuervos, el relato dice que Dios le ha dado la orden de alimentar a Elías. Esta viuda, pobre, que vive en la tierra natal de Jezabel, es protagonista de este relato y aparece obedeciendo una orden del dios de otro país -versículo 12: “te juro por el Señor tu Dios”, le dice a Elías-. Esta mujer angustiada por la situación de precariedad económica y la desprotección social y comunitaria en la que vivía, como la mayoría de las mujeres viudas, que ya no tiene más que un puñado de comida para ella y para su hijo, termina cediendo ante la insistencia de este extraño que se le apareció en la entrada de su ciudad. Allí, frente a la mirada de todxs, una viuda y un varón israelita se reconocían y eran reconocidxs por sus vestimentas.

El texto nos dice que la mujer le da primero de co-

Sino que podamos denunciar siempre que estas injusticias son las que merecen condena, que es en donde tenemos que poner el énfasis y lo que tenemos que anunciar: que no faltará ni la harina ni el aceite, pero que tampoco cabrán las desigualdades ni las subordinaciones. ¡Que el cuidado y la integridad de la comunidad que anuncia la Buena Vida para toda la creación es responsabilidad de todxs!

Yanina Vigna , equipo editor 1

Un tema central en la narración deuteronomista de los libros de I

y II Reyes será la condena al culto de otros dioses y la idolatría politeísta

como la causa de todos los males en Israel. Jezabel aparece como la cul-

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pable de las decisiones políticas del reinado de Ajab.

NO HAY HUMOR SIN GRACIA Sección de cuentos, anécdotas... y variedades en clave evangélica

SALÓN DE OTOÑO «Querida hermana, Cuando esta carta llegue, ¡quién te dice! si esta peste no habrá terminado.

Sé que siempre hacemos videollamadas que me dejan ver cómo crecen los pequeños. Pero vos sabés que las cartas tienen para mí la magia de la espera y el candor de las buenas nuevas.

Es el recuerdo de nuestra niñez, cuando llegaba el correo y papá descubría entre los recibos el sobre con las estampillas de ‘100 LIRE’. ¿Te acordás de su cara? Era gracioso ver a ese hombretón disimular la emoción. Sabíamos que se iba a encerrar en la carpintería un largo rato, que en algún momento de la tarde la carta saldría de su bolsillo, y que nos la leería respirando hondo al final de cada oración.

Las cartas de la abuela eran una liturgia, un encuentro con lo que papá extrañaba. Eso nos hacía sentir unidos en la distancia. Por eso insisto en escribirte.

Espero que Silvio y Bruno estén bien. Hoy pensé mucho en ellos, porque acá se está organizando una exposición de artes. Algo simple pero con aires de grandeza, como todo lo que ocurre acá. Las obras van a estar en la calle para que la gente las vea al pasar.

La idea parece improvisada, veremos si prospera. Ya te escribiré.

Con cariño, Ernesto.»

La precaución con que Ernesto escribía sobre este evento tenía fundamentos. Es que en Los Ceibos las iniciativas populares eran decreto, pero a veces la gente se dejaba llevar por el entusiasmo. Algo así había pasado en una Fiesta de la Primavera, en la que el camión-carroza estaba tan cargado de papel maché, que el vehículo rompió eje en la curva del puente durante el desfile triunfal de reina y princesas. Rodaron como papas, y belleza, simpatía, prestancia y buen gusto terminaron

en el arroyo, saludando solemnes con una mano y manteniéndose a flote con la otra.

Esta vez la exposición parecía mostrar mesura. La concurrencia pasaría en vehículo, sin detención, y los comentarios debían expresarse en bocinazo o corneta. Es que la pandemia imponía protocolos que contenían la emoción popular, y la gente era más remisa al toqueteo y al apelotonamiento. Por ahora.

-¡Bienvenue a nuestro Salón de Otoño! –dijo la profe Estigarribia cortando cinta, con la fascinación de quien mira un cuadro de Matisse por Google soñando estar en París.

Pero, al igual que en el París de 1905, este Salón tuvo sus controversias. Impulsado por iniciativa ecuménica, el recorrido tenía como tema central el relato de Pentecostés, aunque algunas obras se alejaban del asunto. Entre ellas había impactado una gran estatua blanca de un sujeto que levantaba un dedo en ademán decidido.

Quienes se acercaban y bajaban el vidrio para ver mejor no tardaban en huir. El letrero decía: “Obra: ‘Fuchi al Coronavirus’.

Autor Amómimo. Materiales: tapaboca usado, pañoelo y tarros viejos de alcól” -Todo que ver con todo. Nada que ver con nada –reía la pastora Laura desde el Peugeot gris.

Ernesto manejaba pisando primera, cuando pasaron frente a una gigantografía que se parecía más a Blanca Nieves que al relato de Hechos 2. Arriba decía “estruendo”, y el espíritu era una paloma pegada con cinta adhesiva, que bajaba justo sobre un enano armado con un pico.

-Eso tiene pinta de refrito… -dijo Atanasio desde el asiento trasero.

-Shhh ¡Es arte! –respondió Laura reprimiendo la carcajada.

De repente vio que a contramano venía pedaleando Alfredo, tirando un carrito con un mediotanque

en el que ardía un pequeño fuego.

Detrás decía: “Un Espíritu, muchos fuegos”. Poético y arriesgado.

A medida que avanzaban iban apareciendo otras formas. El doctor Varlotta había cedido un muro para un Pentecostés en arte urbano. Desde el cine se proyectaban siluetas de niños y voces en diferentes idiomas, con una calidez que transmitía una misma idea. Y casi tuvieron que detenerse frente a la mercería de Perla Tomasi, donde habían colgado una gran colcha de parches. Era una reinterpretación del Pentecostés en la que habían cosido una infinidad de personajes. Todos podían identificar su propia ropa formando el cuerpo o la vestimenta de alguno de ellos. Eran los retazos sobrantes de lo que el costurero había reconvertido, adaptado, remendado, acortado.

Eran los retazos de lo que habían sido guardapolvos, almohadones de la escuela técnica o lonas de camión.

Todas las personas del pueblo estaban contenidas en ese Pentecostés.

No terminaron de repasar cada detalle cuando oyeron una sirena, y entonces vieron arder la estatua blanca en un fuego exorcizante. En el lugar de los hechos los bomberos contenían el fuego, mientras Alfredo daba su testimonio a la prensa.

-Y bueno, me acerqué para leer.

Y quéseyóoo… ¡Fue el Espíritu del mediotanque!

-¡Pero Alfredo! –reprendió Marta sobreactuando ante cámaras -. ¿No te alcanzó con lo del mondongo? ¡Te dije que no más fuego!

Horas después Ernesto volvía a casa para escribir una nueva carta. No llegó a sentarse cuando encontró en el celular un mensaje de su hermana.

“Ni me cuentes Ernesto. Salieron en la tele, el fuego de Pentecostés ya es viral.”

JJP - Equipo editor PÁGINA VALDENSE I 15

Lo magnífico de esas chispas de esperanza, lo magnífico de saberse acompañada, lo magnífico de saber que si duele es porque importa.

Lo maravilloso de transitar diferente de mirar diferente de oír diferente de sentir diferente de caminar diferente.

El desafío de abrazar esas luciérnagas.

Poema realizado durante el Taller del Sínodo Temático 2020