Boletín: Comunión y Servicio - Edición marzo 2021

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Marzo de 2021.

Número 580

Año 70

Texto para el mes:

“Les digo que, si estos se callan, las piedras gritarán”. Lucas 19,40 La llegada de Jesús a Jerusalén es narrada por Lucas con un detalle importante. Los seguidores de Jesús gritaban: “Bendito el rey que viene en el nombre del Señor”. Y algunos fariseos que lo escuchaban le dijeron que los reprendiera, a lo que Jesús respondió las palabras del título. Es que no se puede callar la verdad, por más escandalosa que resulte para la mirada humana. La actitud de los fariseos es comprensible, había que callar ese escándalo que ofendía a las autoridades. Pero la respuesta de Jesús es lapidaria, no se puede callar algo central del evangelio: Jesús es el Señor, por más escandaloso que resulte a quien fuere. Reconocer a Jesús como nuestro salvador, implica estar dispuestos a dar testimonio, a confesar a viva voz, con el cuerpo y al alma, que Jesús es el Señor, y no ninguno de los señores de este mundo, que son sólo brillo pasajero, “hierba, flor del campo” diría Isaias (40.6-8), que puede lucir bien hoy y mañana se seca, se marchita. “No pongan su confianza en hombres importantes, simples hombres que no pueden salvar” (Salmo 146.3) Sea su confianza puesta en Jesucristo, palabra de Dios hecha ser humano, ejemplo hecho camino, autoridad que construye, instruye, fortalece y libera las fuerzas escondidas, por tiempo oprimidas, ocultas o retenidas en el sórdido vórtice del miedo, que destruye, que mata, que corroe la dignidad y la vida humana. Jesús viene a nosotros, a nosotras. ¿Cómo lo vamos a recibir? Seguiremos su camino de liberación y testimonio o nos quedaremos en el silencio cómplice de los anti escándalo? Este mes es cuaresma, es pascua. Es hora de responderle a Jesús con testimonio vivo, para que no griten las piedras. Marcelo Nicolau

ATAQUE AL CAPITOLIO. (Fragmento) Extraído del boletín de la Asociación Valdense Americana. www.valdensian.org

Una de las imágenes que más me impactó al ver el ataque a Capitol Hill el miércoles 6 de enero fue la de un hombre que portaba una bandera confederada. No es que me sorprendiera o escandalizara: es bien sabido que un buen número de partidarios de Trump son supremacistas blancos cuya agenda política tiene sus raíces en uno de los pecados capitales de Estados Unidos, el racismo institucional. Pero mientras reproduzco esa imagen en mi mente, las palabras pronunciadas por una colega negra a través de un mensaje de texto continúan atormentándome. Ella dijo: "Lo que estaba en la pantalla para que todo el mundo lo viera es lo que la gente de color siempre ha sabido muy bien". En una conversación anterior, ella había compartido el dolor del trauma colectivo que rodea a muchas personas y familias afroamericanas para quienes la esclavitud y el linchamiento están a solo un par de generaciones de distancia y aún están muy presentes con su desgarrador legado.

El asesinato de George Floyd fue un linchamiento moderno. La marcha del pueblo blanco sobre Washington fue un intento predominantemente supremacista blanco de “recuperar su país”, como muchos de ellos afirmaron. Como valdense que proviene de un país que ha regalado vergonzosamente el fascismo al mundo, soy particularmente consciente de cómo estrategias centenarias para eliminar a las minorías se ponen en práctica mediante planes y estrategias bien elaborados. Les sucedió a los valdenses durante las


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