

Por Hugo Gonnet
Para iniciar este tema de los campamentos, haremos referencia a alguna actividad similar en el hemisferio norte.
Gunnery School
No es fácil determinar el comienzo de esta actividad. Manuel Vigo¹ nos ofrece algunos datos que pueden servir para asomarnos al origen. Dice que, en 1860, a Frederic Gunn, propietario de una escuela y humanista, se le ocurre llevar a un grupo de adolescentes a orillas del lago Orange, en Nueva York, a vivir una experiencia compartida de vida al aire libre. Ése puede ser el comienzo de lo que hoy denominamos campamentos educativos organizados. Hay que recordar que, en ese momento, a Estados Unidos llegaban muchos inmigrantes, fundamentalmente de Europa y Asia, lo que producía un encuentro, pero también un choque de culturas, en algunos casos muy diferentes. Gunn intentaba generar un escenario de aprendizajes que trascendiera lo académico y que ayudara a “americanizar” a los-as jóvenes habitantes e incipientes ciudadanos-as. La filosofía de la Gunnery School, que perdura hasta nuestros días, se basa en garantizar la inclusión de todas las razas y credos, sin distinciones, apostar a una vida en contacto con la naturaleza con un fuerte componente de actividad físico-deportiva. Esta experiencia fue imitada por otros y se propagó rápidamente.
Movimiento Scout
Un militar llamado Robert Baden-Powel, perteneciente al ejército imperial de Gran Bretaña, lanza una propuesta que también se propaga raídamente, esta vez por todo el mundo y que fue divulgada a través de un libro famoso: Scouting for boys (1908). La preocupación de este militar, perteneciente a un imperio en expansión era que los-as jóvenes pudieran, rápidamente, adquirir algunas habilidades básicas para poder sobrevivir en situaciones de hostilidad, sin la presencia de un adulto-a que pudiera protegerlos-as y guiarlos-as.
Es por ello que propone un campamento en la isla de Brownsea, como forma de enfrentar a losas jóvenes a situaciones a resolver, sin la ayuda de sus familias. Esta experiencia llegó a conocimiento de muchas personas y su metodología de trabajo se propaga por el mundo con una velocidad asombrosa. Algunas actividades típicas de los scouts también se incorporan a nuestros campamentos, fundamentalmente aquellos que denominamos rústicos y que en sus comienzos se llamaron experimentales.
Asociación Cristiana de Jóvenes
Una de las primeras actividades que realiza la ACJ luego de aterrizar en Uruguay, a principios del siglo XX, es un campamento en las costas del Río de la Plata, más precisamente en Piriápolis. Algunos años antes, la ACJ de Buenos Aires había realizado un campamento en la zona de Riachuelo, en Colonia.
El Campamento Artigas de la ACJ, situado en Colonia, a orillas del Río de la Plata, entre Santa Regina y Playa Dalmas (hoy Brisas del Plata) es una referencia en toda la región, cada vez que nos visitan jóvenes provenientes de países vecinos, relacionados con la institución expresan su deseo de conocer este campamento. Las actividades se iniciaron en 1940 y se ha convertido en una referencia de la modalidad campamentos estables por unidades. Es interesante rescatar que de la elección del lugar participaron integrantes de la comunidad Valdense de la zona y el vínculo con el Parque 17 de febrero y con toda la comunidad de la Colonia Española es muy estrecha.
Principio quieren las cosas
El espíritu del campamento llegó a nuestras comunidades como para quedarse. Pero algunos-as tuvieron que dar el puntapié inicial. Así es que, hurgando en los archivos y memorias, llegamos a la conclusión de que esto ocurrió allá por los años treinta, y más concretamente en l931, año en que en la comunidad de Cañada Nieto (Dto. de Soriano,
1- Vigo, M. (2005). Manual para dirigentes de campamentos organizados. Stadium.
ROU), en una casa de familia se organizó un Campamento de jóvenes varones. Los convocantes (líderes) eran los pastores Daniel Breeze, Carlos Negrín y dos colegas de la Iglesia Metodista: pastores Tardáguila y Gattinoni. Transcribo un párrafo del libro de Actas de la Iglesia de San Salvador que hace referencia a la actividad: “Campamento para Jóvenes: El pastor manifiesta su deseo de organizar un campamento para jóvenes varones de esta congregación de Cañada Nieto, con el propósito de despertar más interés entre la juventud en las actividades de la iglesia, y para ofrecerles medios de mejor prepararse para participar y cooperar en ellas. El Consistorio aprueba esta idea y faculta al pastor a realizar el proyecto, fijando como fecha para su realización los días 6 al 12 de setiembre.” (Libro 1, pag. 84)
Por testimonios personales sabemos que la actividad se realizó en una casa de familia en el campo (Juan Monnet y Magdalena Charbonnier) y que fue la semilla de los campamentos que luego se realizaron por parte de la Unión Cristiana de Jóvenes de Ombúes de Lavalle, en el Paso Hospital. El pastor Negrín que había sido partícipe de la experiencia de Cañada Nieto, contando ahora con la colaboración de Víctor Geymonat y Juan A. Bonnet, entusiasmó a los-as jóvenes de Ombúes que se organizaron para una actividad de campamento que ya en el año 1934 reunió a jóvenes de Tarariras, Colonia Valdense y Miguelete. Esto porque suponemos que en esas comunidades también estaban organizadas las Uniones Cristianas de Jóvenes, que en otros lugares serán también las impulsoras de los Campamentos.
En Colonia Valdense la cosa prendió también y en el año 1935, esta vez las mujeres, hicieron el primer campamento de jóvenes muy cerquita del Río de la Plata. El lugar fue otra vez una casa de campo, la Estancia Robert, así llamada, donde pocos días después también los-as jóvenes dispusieron sus encerados a modo de carpas. Esto es importante porque con el respaldo del pastor Ernesto Tron y doña Ana Armand Ugon, a partir de esta experiencia surgió la idea de crear un parque
para campamentos, lo que sería con el tiempo el Parque XVII de Febrero, muy cerca del Parque Fomento que daría nombre luego al Balneario. El primer terreno de una hectárea y media fue donado por el señor Luis A. Bonjour y estaba bien cerquita del Río de La Plata.
Volveremos para compartir más logros y desarrollo de estos lugares. Recordamos asimismo que las comunidades en Argentina, también iniciaron sus actividades de campamentos en los mismos tiempos. Allí asimismo hubo pioneros que se atrevieron a proponer y realizar actividad de campamento, tal el caso de Colonia Iris que ya en 1932 realizó el primer campamento de jóvenes. El esquema se repite, son solamente varones y la actividad tiene lugar en una casa de campo de la familia Esteban Arduin en Arroyo Seco. El programa incluía recorridas a caballo, algo que proveía el dueño de casa. Dirigió esta primera experiencia el estudiante Victor Bounous que tuvo la colaboración del pastor metodista Luis Villalpando, de Bahía Blanca. En este breve repaso de los orígenes de los campamentos, no me olvido de los del Norte (en Uruguay), que se realizaban alternativamente en Bellaco (Nueva Valdense) y Arroyo Negro, en casas particulares y también cerca del arroyo.
Como se darán cuenta, la cita de algunos nombres que actuaron como líderes y/u ofrecieron sus casas para los primeros campamentos, no pretende ser exhaustiva, simplemente representan a muchos-as otros-as que trabajaron en los primeros años dedicando tiempo y esfuerzo para que los planes de una actividad nueva se concretaran.
Campamentos y comunidad de fe
Los campamentos a esta altura ya tienen una larga experiencia que cubre casi cien años. De aquellos campamentos de jóvenes varones o mujeres, se pasó luego a campamentos mixtos, de niños, niñas, adolescentes e incluso de familias. Aquí iremos intentando definir algunos de los objetivos de la actividad, y relatando algunas anécdotas y gestos que nos irán dando, esperamos, el perfil de los campamentos en nuestras comunidades.
El objetivo de los campamentos es crear un clima de compañerismo donde lo más importante no es competir sino compartir logrando que se valore la experiencia grupal. En el grupo se reflexionará sobre los relatos bíblicos buscando iluminar y enriquecer la vida de los-as participantes en temas como amistad, educación sexual, vocación, servicio, libertad, cooperación. Una noche, cuando volvía a mi casa en ómnibus, sube un joven que años atrás había participado de alguno de nuestros campamentos en la Concordia, cerca de Dolores. Él no formaba parte de la comunidad valdense. En un momento de la conversación en el pasillo del ómnibus me dice: “¿Sabés que la única experiencia comunitaria que tuve yo alguna vez, fue en aquel campamento de jóvenes que tuvimos en la Concordia?” Las palabras de Jorge me llenaron el corazón. Porque a veces uno tiene dudas en cuanto a si el campamento realmente cumplió o no alguno de los objetivos que estaban planteados cuando se organizaba la actividad.
¿Por qué decimos campamentos y comunidad de fe? Porque como nosotros los concebimos, tienen que tener detrás una comunidad de fe que los respalde y que por tanto dará confianza a las familias que envíen a sus hijos e hijas para participar de la actividad. El campamento se arma y una semana después se desarma, pero la comunidad queda. Y esto del respaldo de la comunidad se manifiesta de muchas maneras, antes y durante los campamentos, incluso en gestos muy pequeños pero que hablan del interés y el respaldo que se le ofrece a la actividad. Les cuento una experiencia que tuvimos en la comunidad valdense de Chapicuy, en el departamento de Paysandú con motivo de realizar allí un campamento de jóvenes. Esa comunidad que alojaba al grupo de acampantes era un poco la encargada de la logística, es decir de acercar aquellos elementos necesarios para su funcionamiento, entre ellos, los alimentos. Alguien del equipo de cocina preguntó cómo iban a hacer con la leche, ya que no había un equipo de refrigeración para conservarla. Creo que todavía no habíamos aprendido a usar la leche en polvo. Estábamos en una casa de campo en la que en ese momento no residía nadie.
La cosa se solucionó muy rápido: una de las familias de la comunidad nos trajo una vaca con su cría al pie y nos dijo que dispusiéramos de ella y su precioso producto. Lo único que iban a tener que ordeñarla. Así fue como se armaron equipos para el ordeñe y los-as mismos-as jóvenes del campamento hacían el trabajo cada mañana. Estoy seguro de que aquellos-as jóvenes no recordarán muy bien los temas tratados, pero el recuerdo del ordeñe mañanero lo tendrán muy fresco en su memoria. Yo mismo les estoy contando este episodio porque me quedó marcada aquella experiencia, no sólo por el aporte de los muchachos y muchachas, sino también por la idea y el gesto particular de aquella familia y su contribución para la vida del campamento. Claro que la comunidad estará allí no sólo para proveer, sino también para recibir luego los frutos del campamento y multiplicarlos.
Uno de los campamentos que funcionó en las décadas del ‘60 y ‘70, está ubicado en la zona de Dolores, sobre el río Uruguay. El relato de uno de sus acampantes, que transcribimos en los siguientes párrafos, nos muestra la modalidad de trabajo en ese predio del balneario La Concordia, que fuera cedido por el municipio.
“Mi generación viene de los campamentos en La Concordia, todos los veranos, campamentos de 7 días, semi rústicos. Un techo para el comedor, una construcción donde se guardaban las mesas, los bancos y los enseres, una cocina al aire libre, a fuego, grandes ollas, cucharones, espumaderas, negras calderas y una familia a cargo de la cocina. Carpas de lona, donde dormíamos 6-8 acampantes con su líder. Al comienzo sin piso, luego evolucionamos y teníamos piso de cemento, pero las carpas de lona, atadas con cuerdas de cáñamo, estacas de madera y la consabida tablita de tres agujeros para tensar los vientos. La estructura de madera o de caño.
Subíamos en Dolores al camión del almacenero, donde también subían otras cosas, desde ollas, garrafas y faroles, hasta las colchonetas y los sobres
de dormir improvisados con sábanas y frazadas viejas, los bolsos, alguna bolsa de papas, cajones de manzanas, cajas con misteriosos contenidos y un sinfín de elementos difícilmente recordables. Recorríamos los 20 kilómetros hasta las orillas del río Uruguay, con cierta parsimonia, todos-as de pie o sentados-as sobre los bolsos. Allí nos esperaba el grupo de avanzada para darnos el recibimiento o el grupo anterior que volvía en el mismo camión a la ciudad. Todos-as a tierra, recibimiento con las indicaciones de rigor y a acomodarnos. Comienza el campamento.
Se confeccionaban equipos y se armaba el cronograma de actividades obligatorias de servicio al resto de los-as acampantes: lavar baños, servir el desayuno (untar las rebanadas, servir el mate cocido), lavar los enseres, ayudar a pelar papas.
Los fogones, tres por campamento por lo menos, tenían su espacio de preparación a la hora de la siesta. Entonces se escribían los diarios, los libretos para los sketches y los-as líderes preparaban los juegos y las danzas. No faltaban las canciones y las oraciones. Infaltables los grandes juegos, cuando había búsqueda del sonido, no se hacía fogón. Cuando se hacía la jincana, la cacería extraña o la búsqueda del tesoro, era una fiesta.
El análisis de la realidad de la comunidad a la luz del mensaje del Evangelio ocupaba un espacio privilegiado en el día. También se abordaban temáticas sensibles como la sexualidad, desde la perspectiva cristiana, dando la posibilidad de acceder a más que mera información.
Caminatas, puestas de sol, amaneceres en la playa, tardes de juego con las familias que venían de visita, manualidades, guitarreadas interminables, son algunas de las tantas actividades que componían el programa característico de campamento. Como decía Machado², al principio uno se pregunta por qué se siente esa atracción por actividades que son siempre las mismas, se repiten año a año. Pero luego se comprende que uno no es el mismo, siempre es otro y son otros los que se van de
campamento y las actividades, si bien conocidas, son siempre apasionantes, fundamentalmente porque estamos con otros-as con quienes nos interesa estar. Compartir juntos-as estas actividades, algunas de ellas muy ritualizadas, nos hace comprender lo que significa una comunidad, tenemos algo en común, tenemos una historia compartida. Esa historia nos hace parte de algo que nos trasciende, que es muy importante, es muy significativa y nos estructura como seres humanos. Es un momento en que una generación le transmite a la otra aquellas cosas valiosas que no podemos perdernos y que nos incluyen en el proyecto común, nos hacen parte de la cultura en la que estamos inmersos-as. Las nuevas generaciones intuyen y confirman que los mayores guardan algo valioso para los que van llegando.
El campamento se organiza: ¡llamen al director! Seguramente hay muchas formas de organizar el funcionamiento de un campamento. Aquí hablaremos de lo que generalmente sucede en los nuestros en cuanto a su funcionamiento. Éste requiere la participación de un grupo de líderes que en lo posible hayan tenido ya varias experiencias como acampantes. Se aconseja, y es lo que se practica en nuestras comunidades, que el grupo pueda reunirse varias veces con anticipación a la actividad para conocerse entre ellos-as y para tomar contacto con los temas que se considera se tratarán o proponerlos, incluso, al grupo. En general nuestros campamentos han designado a un director que será quien coordine precisamente las actividades junto a los líderes. El director suele ser alguien con más experiencia, que haya sido designado por la comunidad organizadora. No será una función jerárquica vertical, sino un compañero más que ejerce una función específica durante la actividad. Pero será responsable de que los objetivos planteados se consigan y se disponga de todos los recursos necesarios para facilitar la tarea de los-as líderes. Es el que asumirá la responsabilidad superior en una posible instancia enojosa entre acampantes o en-
2- Machado, L. (2012) La dimensión lúdica. En Gonnet y Pérez. Campamento y Educación. IUACJ
tre acampantes y líderes. Es quien asimismo pondrá atención al cumplimiento de los horarios, especialmente los relacionados con el equipo de cicun cocina. Todo esto redundará seguramente en la buena marcha del campamento.
¿Cuántos-as líderes? ¿Cuáles son sus funciones? La experiencia parece indicar que el líder puede acompañar a un grupo de seis o siete acampantes que teóricamente integrará el grupo de la cabaña o carpa tanto para las actividades del día como en el descanso de la noche. Y conste que este momento de “ir a las carpas” para el descanso es muy importante porque es el momento para la evaluación de la jornada pasada y corregir aquello que sea necesario. Pero suele ser esta oportunidad también cuando los-as chicos-as suelen plantear preguntas existenciales referidas a su propia vida y la vida de la familia y la comunidad. Esto porque la sensibilidad exacerbada por la experiencia vivida con sus compañeros y compañeras los-as predispone a ese diálogo, que debe asumirse con la mayor seriedad y respeto por la privacidad. Suele ser uno de los momentos que el niño o la niña o los-as adolescentes recordarán y valorarán más profundamente.
¡Momentos!
La actividad de un campamento es muy amplia y variada, y es bueno que así sea; es parte de la esencia del campamento. El tiempo que suele tener el grupo para compartir no es mucho (cuatro o cinco días, una semana), de modo que hay que aprovecharlo. No como una carrera ansiosa por hacer “algo” sino como una variedad que procura dar posibilidad a todos los talentos y preferencias. Habrá quienes gustan de los deportes, pero si hacernos solamente deportes, seguramente otros-as compañeros-as se sentirán marginados-as. Es bueno también sorprender al grupo con alguna actividad que llene de expectativa. Pero en los campamentos en los que hemos participado solía haber algunos momentos que no podían faltar. Uno de estos era “la puesta de sol”. Tal vez porque estoy recordando los realizados en el Parque XVII de Febrero, vecino al Río de la Plata, donde el sol parece esconderse en el agua. Era un momento apacible, en el
que predominaba el silencio. Tal vez alguien del grupo leía un texto bíblico o un pensamiento. Pero no había comentarios. Cada uno-a lo hacía por su cuenta. Este momento se terminaba poco después de cantar aquel: “Nuestro sol ya se fue, ya dejó de alumbrar sobre el mar, todo es paz, solo Dios cerca está.”
El otro momento era el del fogón. Tal vez no siempre hay un lugar apropiado y seguro para encender un fogón, pero de haberlo es bueno que el grupo pueda gozar de esos momentos. Y aquí el programa puede variar mucho, pero rodear el fuego, con toda la mística que conlleva, será siempre uno de esos momentos que no olvidaremos. Por lo que pase en el programa, pero también porque la relación del ser humano con el fuego siempre ha sido, desde el inicio de los tiempos, un elemento fundamental. Por algo los griegos lo consideraban uno de los elementos fundantes de la vida misma. Aquí también surge un cántico (canon) espontáneamente. “Arde el fuego…”
En esto del programa y su diversidad, les cuento dos anécdotas de situaciones que se produjeron en sendos campamentos. Un grupo de jóvenes del Campamento de la Concordia me pidió un día que no siguiéramos el programa, aparte del estudio de la mañana, porque ellos-as querían conversar, acostarse a la sombra, hacer cuentos, etc. Por dos días funcionó así la cosa. Pero al tercer día vinieron a decirme que planificara algo para la tarde porque estaban ¡aburridos de no hacer nada! Así que el grupo volvió a las actividades que le proponíamos.
La otra situación la vivimos en un campamento de jóvenes que tenía como sede una casa con varias dependencias, galpón, baño, salas para dormir y un salón para actividades, vecina de Fray Bentos. Era una Semana Santa y comenzó a llover de modo que nos impedía una serie de actividades que teníamos previstas: visita a Las Cañas, Fray Bentos, el viejo Frigorífico, etc. ¡Llovió toda la semana! Así que el grupo mismo discutió qué hacer. Se propuso una idea que entusiasmó a todos-as: ¡podemos hacer teatro! Pero esto implicaba crear un libreto,
escribirlo, luego memorizarlo o asumirlo por todos-as los actores y actrices, conseguir el vestuario. El guion se escribió, aparecieron los actores y actrices, fueron apareciendo los capítulos de la obra en lugar del fogón. Se tomaron tan en serio el desarrollo de las escenas de cada noche que cuando llegó el capítulo final con el desenlace del argumento, varios-as acampantes lloraban conmovidos por la actuación de dos o tres que habían asumido la obra como actores y actrices profesionales. Cuando el grupo tiene experiencias de campamento es bueno que participe de la planificación de algunas actividades, sobre todo cuando se trata de un campamento de jóvenes.
Actividad de frontera
Creo que podemos afirmar que los campamentos en nuestras comunidades son una actividad de frontera. Con esta afirmación queremos decir que están dirigidos no solamente a las familias de la comunidad de fe, sino que son abiertos a la participación de niños-as, adolescentes y jóvenes que, si bien provienen de familias que no confiesan la fe con nosotros, conocen los objetivos de los mismos y los comparten. Esto no es sólo para dar oportunidad a otros para que participen de los beneficios de una experiencia en comunidad, momentos de reflexión, juegos en grupos, etc. sino también porque ellos-as enriquecerán la vida del campamento. Esta diversidad de procedencia de los acampantes es siempre una realidad que diversifica las opiniones, las preguntas, las propuestas. Y esto es positivo para el grupo.
Decimos también que los campamentos cumplen una función educativa en el sentido de permitir a los chicos tomar distancia, aunque sea por tres o cuatro días, de la familia y tener que salir al encuentro de situaciones nuevas que se le presenten en el campamento, sin poder llamar a mamá o a papá para que le ayuden. Tener que ordenar su ropa, hacerse la cama, decidir qué remera me pongo. Hay familias que ya han hecho camino en este sentido, pero siempre nos encontramos con algunos extremos que nos sorprenden. Teníamos un campamento de niños-as en Paysandú, Parque
de la Iglesia Metodista, cerca del camino a La Balsa, y a la mañana siguiente del primer día un matrimonio se acerca y nos pregunta por su hija de once años que era parte del grupo. Les expliqué que por el bien de su hija y de los demás niñosas, sugeríamos a los padres y madres no venir al campamento; que si ocurría algo que requiriera su presencia, lo comunicaríamos. Les expliqué que era positivo para su niña que estuviera esos cuatro o cinco días valiéndose por ella misma; que los-as líderes estaban cerca de ellos-as en todo momento. Al parecer comprendieron y se fueron. Pero con gran sorpresa vimos que, en los cuatro días posteriores, volvieron en cada tarde a las inmediaciones del Parque y se quedaban allí, dentro de su vehículo, a distancia prudencial, hasta que se ponía el sol. Seguramente reflexionaban: “Están todos-as bien, parece”.
Una experiencia especial
Cuando escucho “Potrero El Burro” me vienen a la mente sentimientos encontrados. El citado potrero es una reserva de flora y fauna en la cercanía de la ciudad de Fray Bentos. Alguien de nuestras familias valdenses que visitó el lugar, tuvo la idea de armar allí un Parque de Campamentos. El sitio era (¿es?) ideal. Confluencia del arroyo Caracoles con el Río Uruguay, médanos y monte natural. Rodeado todo de un monte de eucaliptos de varias hectáreas.
Se realizan las tratativas frente al Instituto Nacional de Colonización y éste accede a firmar un comodato con la Iglesia Evangélica Valdense para un proyecto de Campamentos. Difícil me resulta abarcar en pocas palabras todo lo que movilizó este proyecto en nuestras comunidades del Norte uruguayo. En resumen, se montó allí una infraestructura como para campamentos (Salón multiuso, cocina, cabañas, perforaciones para agua potable, batería de baños, etc.). Pero el proyecto, que se ofrecía incluso a otras instituciones del medio (Círculo Policial, grupos liceales, Iglesia Pentecostal), solo duró 15 años. Por razones que hoy todavía cuesta encontrar, el Instituto, dueño del lugar, suspendió el acuerdo. La inversión en
tiempo y dinero había sido muy grande (unos U$S 30.000). Como se darán cuenta es difícil recuperar los materiales, sobre todo porque se utilizaron se utilizaron aquellos amigables con el ambiente (madera, paja). Algo de la obra sanitaria y de la cocina se pudo retirar, lo demás quedó allí sometido a la depredación natural del tiempo y la intemperie como toda estructura abandonada.
Pero el amor a los campamentos no se marchitó en las comunidades del Norte del Río Negro y poco a poco se fue levantando una sede para campamentos, esta vez en la comunidad de Nueva Valdense (Bellaco). Alrededor de lo que había sido la vieja Capilla de chapa y madera de la comunidad, se construyeron nuevas dependencias, baños, duchas, un contenedor como depósito, plantación de diversas especies de árboles. Todo lo cual forma parte del Parque que lleva el nombre de la antigua estación de trenes, “Bellaco”. Incluso en el último año se ha logrado la conexión eléctrica de UTE. El Parque ya ha sido sede de campamentos y se está ofreciendo también a familias que quieran pasar unos días de vacaciones.
De Ombúes a Conchillas
Otra experiencia especial en las actividades de campamento lo constituye lo que ha armado la comunidad de Ombúes de Lavalle. La cosa se remonta al año 1965 cuando se hicieron las primeras etapas con un pequeño grupo de 60 acampantes en Puerto Conchillas. “Estaban dirigidos a la población con menores recursos de nuestra zona, con el objetivo de ofrecer rica comida, recreación, juegos, canto, teatro, fogones y en especial playa, ya que en su mayoría no conocían, en un ambiente de cuidados, asistidos por el mensaje del Evangelio”³. El espacio era pequeño, algunos-as vecinosas permitieron “agrandarlo” prestando el suyo. Lo interesante de la experiencia es que la comunidad de Ombúes logró comprometer poco a poco a todo el pueblo. Así es que durante el año la Comisión organiza beneficios, recibe donaciones de la gente de la localidad lo cual permite llevar a todos-as los niños-as sin pago de suscripción, así el círculo interesado en los campamentos se amplió de ma-
nera que el último año se pudo atender a 330 acampantes, en varios turnos. Participan como líderes jóvenes voluntarios-as de la comunidad e incluso muchos-as que no pertenecen a la iglesia pero que comparten sus objetivos. Esto tiene su parte positiva, pero al mismo tiempo hace que se estén preguntando por la continuidad del “espíritu valdense” de los campamentos. Es interesante porque los-as niños-as que participan tienen a su cargo la limpieza de su cabaña, baños, etc. y el ordenamiento de los utensilios luego de cada comida, tarea que se hace con grupos rotativos. Durante 2023 el Puerto estuvo clausurado (y las playas también), momento en que el Parque XVII de Febrero ofreció sus instalaciones a Ombúes para que pudieran igualmente realizar la actividad. La comunidad valoró mucho este gesto que expresa en forma concreta el sentido solidario que pretendemos transmitir en los campamentos.
El campamento de trabajo tiene un objetivo muy claro, establecido previamente, aunque ofrece también la oportunidad de alguna actividad lúdica o de reflexión grupal. El trabajo u objetivo puede ser muy diverso. Recurriendo a la memoria puede ser limpieza del predio donde funcionarán los campamentos, cortar leña a partir de árboles que derribó el último temporal, construir algún camino sobre un médano, construir una pared, etc. Este tipo de campamento requiere, como es lógico, el uso de herramientas. A su vez conviene que quien las utilice tenga un conocimiento mínimo del manejo y cuidado de las mismas. Otra cosa importante a tener en cuenta es que el grupo debería contar con un técnico en la materia o por lo menos alguien con mucha experiencia. De no ser así, la ayuda que pretendemos dar puede complicar las cosas en lugar de resolverlas.
Con el propósito de organizar un campamento de trabajo nos trasladamos, con algunos-as jóvenes de Uruguay, hasta Juan J. Castelli en El Chaco (R.A.). Era una actividad ecuménica para jóvenes,
3- Informe comunidad de Ombúes
que se hacía en el marco del trabajo de la Junta Unida de Misiones (JUM) en esa zona. Las tareas, aparte de limpiar el lugar y armar el campamento, serían construir la estructura base para una casa, utilizando madera de quebracho, y levantar las paredes para unos baños en un aserradero vecino. Había un técnico de la JUM que nos instruyó y nos acompañaba por momentos en el trabajo. Los-as jóvenes trabajaban con mucho entusiasmo como se podrán imaginar. Uno solicitó un hacha para cortar unas ramas que molestaban para alguna de las tareas encomendadas. Se lo dimos con las advertencias del caso, que no alcanzarían, y al rato nos llega el joven, casi en brazos de sus compañeros, a punto de desmayarse. Tenía una pequeña herida en el empeine de su pie izquierdo que sangraba bastante, pero que no era muy profunda. Evidentemente la herida se la había producido él mismo con el hacha que manejaba. A cualquiera le puede pasar, pero cuando no hay mucha experiencia esa posibilidad se multiplica. En el Campamento había un buen botiquín con desinfectantes y vendas, así que lo curamos y le hicimos el mejor vendaje que estaba a nuestro alcance. El susto nos conmocionó a todos-as, pero el joven luego de tres o cuatro días andaba a la par de sus compañeros-as y en tanto el campamento duraba unos 14 días, creo, ¡tuvo tiempo de reivindicarse frente a ellos-as!
Nos vamos al Este
Los campamentos en el Este de Uruguay parece que tuvieron su inicio con alguna experiencia que los-as jóvenes de la iglesia Valdense de Montevideo realizaron en el Parque de Santa Teresa allá por los años ‘60. Incluso alguna vez los acompañó el pastor Mario Bertinat.
Algunas familias de Alférez se acercaron para visitarles y les alcanzaron algunos alimentos que el grupo, acostumbrado al arroz con atún, que solía ser su menú, no despreció, por cierto. El Parque es uno de los lugares excelentes para camping, ya que ofrece varios servicios para grupos que se organicen para esa actividad.
Esas experiencias y otras, seguramente, anima-
ron a las comunidades de esa región a adquirir un predio en el pequeño balneario de Palmares de la Coronilla. Allí se fue conformando poco apoco, con mucho esfuerzo de las comunidades de AlférezLascano, un espacio y sus infraestructuras para los campamentos que funcionan hasta el presente. Es el lugar donde el Presbiterio del Este organiza actividades para niños-as, adolescentes y familias. Incluso se ha realizado ya un Campamento de Jóvenes y se planea otro para fecha muy cercana. Este predio, por tanto, es el único de los centros de campamento de nuestras comunidades que ofrece playas oceánicas, algo que expresan los hermanos y hermanas de aquellas comunidades del Este con fraternal orgullo.
A - TEN - CIÓN
Volvemos nuevamente al Parque XVII de Febrero, que es hoy un referente para la Iglesia Valdense en el tema Campamentos. Su actividad incluso desbordó los límites de nuestras comunidades. Allá por los años ‘40-‘50 se desarrollaron en su sede “campamentos liceales” encabezados por el Liceo Daniel Armand Ugon de Colonia Valdense, pero integrando a alumnos-as de otros liceos del departamento mediante asignación de becas. Así, durante unos 15 años llegaron al Parque alumnos-as procedentes de Rosario, Cardona, Carmelo, Colonia del Sacramento e incluso algunos de Maldonado. Como un hecho a destacar, en este tiempo la Empresa de transporte colectivo, ONDA, traía sin costo hasta Valdense a los-as liceales que exhibieran beca para participar en el campamento del Parque.
Otro hecho a destacar son los Campamentos de Educación Primaria que a partir de 2009 utilizaron las instalaciones del Parque. Si bien esta actividad dejó de hacerse por razones de organización de Primaria, varias Escuelas particulares como así también colegios, especialmente de Montevideo, vienen en fechas que no interfieren con los que organiza la Iglesia durante los meses de enero y febrero de cada año. Con respecto a estos últimos recordamos que concurren unos 500 acampantes anualmente en grupos de niños-as, adolescentes, jóvenes y familias. Un hecho destacable de la ac-
tividad del Parque en los últimos años ha sido el plan de capacitación de los-as líderes que se realiza anualmente. Esta actividad reúne a un grupo de 40 o más jóvenes que reciben capacitación bíblica y de organización del campamento. No está de más recordar que todos-as estos-as jóvenes son voluntarios-as. Seguramente cuentan con la gratificación del trabajo en grupo y la alegría y el cariño de los chicos y las chicas que estarán a su cargo en cada verano.
Campamentos en Argentina
Ya dijimos algo sobre el inicio de los Campamentos en la Colonia Iris donde se ha establecido luego un “centro de campamentos” en El Triángulo. Allí se desarrollan hoy los campamentos contando con una infraestructura adecuada que incluye una piscina de regulares dimensiones que agrega un elemento más para el deleite de los y las acampantes.
En el Presbiterio Norte anotamos que los primeros campamentos se realizaron en Colonia Belgrano allá por los años 1935 y 1940. Se comenzó con niños-as de las Escuelas Dominicales, aunque muy pronto los grupos juveniles (Fraternidad Juvenil y Unión Cristiana) organizaron campamentos mixtos utilizando diversas sedes (Sauce Viejo, Coronda). Los campamentos de niños-as que han tenido continuidad hasta el presente, utilizan la sede de la Iglesia en Belgrano y aprovechan la piscina de un Club Deportivo local. Los-as adolescentes y jóvenes participan del programa que establece el Presbiterio en cuyo caso la sede es alternativa en las comunidades que lo integran.
Otro centro de campamentos es la comunidad de San Gustavo donde aparece el primer Campamento de Jóvenes en el año 1941 en el sitio que algunos llamaron “La Nueva Balsilla” (¿?). También en San Gustavo se realizan con regularidad los campamentos de niños-as con programas similares a los de otras comunidades: textos bíblicos, relatos, canciones sugeridas, etc. También aquí se nos ha informado que los campamentos de jóvenes, en la actualidad, se realizan en conjunto con las demás comunidades. Incluso, al redactar estas páginas se
estaba realizando el campamento juvenil del mes de julio, en la comunidad de San Carlos, con participación de unos 40 adolescentes y jóvenes.
Algunas reflexiones finales
Hemos procurado describir las actividades de campamento en nuestras comunidades, señalando algunas fechas de los comienzos y luego a través de anécdotas y relatos de los propios acampantes, reflejar lo que es la vida de los campamentos. Son sólo pinceladas, un intento y seguramente hemos nombrado sólo algunos de los esfuerzos realizados por las comunidades para que los campamentos sigan siendo una actividad que ya es parte de nuestra identidad.
Es difícil poner por escrito lo que produce el “espíritu del campamento”, como algunos han llamado, en cada niño-aa o joven que participa de esta actividad. Pero estoy seguro de que todo el que participe de un campamento llevará por siempre un grato recuerdo en algún rincón de su corazón, de su mente, de su persona.
1.- Los datos que hemos podido reunir nos dicen que en otras latitudes los campamentos se comenzaron con grupos de niños-as o de adolescentes. En nuestras comunidades, en cambio, los primeros intentos fueron realizados por grupos de jóvenes. Esto tal vez se explica porque existían las Uniones Cristianas de Jóvenes que realizaban ya algunas actividades similares a las que se viven en un campamento.
2.- Si bien, en un comienzo, se utilizaron espacios abiertos, casi vírgenes, sin infraestructuras más que algunas carpas y colchonetas y ollas grandes, las comunidades, poco a poco han ido creando un “lugar de campamentos”. Esto tiene sus ventajas, lógicamente, porque facilita la organización de la actividad. Al mismo tiempo ya no es el sitio improvisado donde está todo por hacer y que constituía un desafío para los-as acampantes armar las carpas, hacer una zanjita para el agua de la posible lluvia, juntar leña, todo lo cual ofrecía una buena oportunidad para el trabajo grupal, solidario, lo que sumaba a la
hora de formar una pequeña comunidad.
3.-Toda actividad campamentil presupone una comunidad detrás que le dará respaldo y continuidad. Esto significa que, si queremos que los campamentos continúen, se desarrollen y logren sus objetivos, debemos fortalecer las propias comunidades que los organizan. Alguien podrá decir “yo no sabría trabajar en campamento”, pero sí podrá fortalecer la comunidad con su presencia y con su aporte solidario. Eso fortalecerá también al campamento que otros voluntarios organizarán.