Boletín: «Este» – edición febrero 2024

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Franqueo a pagar Correo Uruguayo cuenta n°728

Febrero 2024

N° 17

ESTE Periódico Valdense Iglesias Evangélicas Valdenses del Este Uruguayo

Redactor responsable: Oscar Geymonat, Iglesia Valdense en Montevideo - 8 de octubre 3039 - 24879406 / 098644838 - secretaria.ievm@vera.com.uy | Impreso en Tintas del Yi

Hay camino delante, pero también detrás Ni él ni yo sabíamos que ese llamado de atención que me hacía con una firmeza casi lindante con el reto venía de una historia de siglos que traíamos en los huesos. Menos idea teníamos todavía de que nos era tan medular. De esa historia estábamos hechos.

Negar el juramento era sostener que todo sistema humano de organización es discutible. No hay absolutos. Negar el juramento hoy es un camino que no se trunca frente a los fundamentalismos y a las teocracias que parecen florecer a veces maquilladas con cosméticos libertarios.

“No se jura m’hijo”, me dijo cuando sin conciencia ninguna seguro que repetí alguna fórmula aprendida por ahí. El abuelo Enrique no tenía herramientas históricas ni teológicas para demostrarme por qué, pero lo tenía clarito. Sabía que el sí debía ser sí y el no debía ser no, que no se debía jurar por nada, ni por el cielo ni por la tierra ni por la cabeza propia, aunque encontrar las palabras de Jesús en el Sermón del Monte para apoyarse en ellas le hubiera sido imposible. En “El nombre de la Rosa” Umberto Eco cuenta cómo un monje diferencia a un cátaro de un valdense en el siglo XIV. El valdense no jura. En el siglo XII, cuando en Lyon en torno a Valdo se inicia el movimiento, “la dependencia personal de una persona a otra se expresaba con el deber de rendir pleitesía y envolvía la vida en una red de juramentos santificados por la iglesia” (1) El juramento, hoy más ornamental que significativo, era el sostén de un sistema social, político, económico, religioso sacralizado e inamovible. “Su infracción era castigada con graves penas religiosas y criminales” (2)

La temprana negación de la validez del juramento por parte de los valdenses afirmaba su vocación de libertad que se materializaba en la búsqueda del libre acceso a los textos bíblicos y al derecho a la propia interpretación para lo cual era absolutamente imprescindible su estudio. Una de las primeras decisiones de Valdo fue dedicar parte de su fortuna a pagar para que fueran traducidos algunos textos bíblicos, entonces únicamente en latín, a la lengua “vulgar.” Fue la piedra de toque, el punto no negociable, la razón de su expulsión de la iglesia y de su persecución. En 1532 el Sí-

nodo de Chanforán, encarga a Pierre Robert la traducción completa de la Biblia desde el griego y el hebreo originales, al francés. Es fruto de la misma rama cuyo tronco es la libertad. No se reduce a la desobediencia. Es la obediencia absoluta al Evangelio la que no permite su apropiación, el pretendido monopolio de la verdad. Estamos llamados a conocerla porque ella nos hará libres, no a hacerla nuestra mediante la sacralización de autoridades, rituales y dogmas para que otros sean esclavos.

Negar el juramento como sujeción total a una norma humana es un gesto de humildad que reconoce la existencia del otro, su dignidad y razón, su condición humana como creatura de Dios. La no sacralización de las estructuras que hemos creado para ordenar el mundo a nuestra desordenada imagen y semejanza es un camino de libertad que se construye con el conocimiento, con la escucha, con el encuentro que acuerda y con el que desacuerda sin ser desencuentro. ¿Qué sabía de todo eso el abuelo Enrique? Nada. Pero lo tenía clarito. (1) Amedeo Molnar, citado por Carlo Pappini “Valdo di Lione e i poveri nello spirito. Il primo secolo del movimento valdese (1170-1270) (2) Idem

Donde arde el fuego nuestro Los valdenses son bienvenidos a disfrutar de todos los derechos civiles y políticos de nuestros súbditos, a asistir a las escuelas dentro y fuera de la Universidad, y acceder a los grados académicos. Nada es sin embargo innovado en cuanto al ejercicio de su culto y a las escuelas dirigidas por ellos. Parte resolutiva del edicto de emancipación firmado por el rey Carlo Alberto el 17 de febrero de 1848.

Con celebraciones en torno a una gran fogata (faló) como las que se cuenta que anunciaron en aquellos días la noticia de un valle al otro en el norte de Italia, se celebra en Europa la fecha. También arden en Uruguay y Argentina, pero por ser verano de una forma mucho más modesta y envasada. El Espíritu es el mismo.


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