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Lazos de amor
Si en la antigüedad la ancianidad era símbolo de sabiduría, en la actualidad son las generaciones jóvenes las que están a la vanguardia. Si en el pasado la niñez era concebida como un “todavía no ” de la vida adulta, hoy se corre el riesgo de alimentar una independencia precoz que a veces les deja desprovistos de contención. Entre estas tensiones propias de la cultura, nos proponemos durante este número de Cuestión de Fe reflexionar sobre las vejeces desde diferentes miradas y experiencias. Recordando que Jesús compartió con mujeres, niños, ancianos y ancianas un ministerio que alcanzara a todos y todas Ser comunidades de fe inclusivas implica cuidar ese vínculo intergeneracional. Para ello qué mejor que apelar a nuestras propias experiencias en la infancia de aquellos vínculos con nuestros abuelos y abuelas, a partir de los recuerdos que pasaban muchas veces por los juegos, las charlas, las comidas, por la observación, por compartir también las historias de fe. Todo eso que seguramente nuestros padres no tienen tiempo o paciencia para explicar con dedicación, lo hacen nuestros abuelos, abuelas o quienes ocupan ese rol dentro de la familia. A veces un vecino o una vecina De mi niñez recuerdo que además de mis abuelos maternos y paternos, éramos vecinos de un matrimonio mayor que no habían podido tener hijos y ellos nos habían adoptado como sus nietos Me fascinaba todo lo que transcurría en aquella casa y que no era común en otras. Llegar a las cuatro de la tarde significaba encontrarme con un paño verde sobre el mantel de hule de la mesa del comedor y las cartas prontas para jugar al solitario, primero jugaba el tío Fritz y después me tocaba el turno donde con paciencia me explicaba todas las reglas del juego. Niñeces y vejeces pueblan nuestras comunidades de fe, más que otras generaciones intermedias ¿Será que ese tiempo vital se acerca más a la contemplación y a la búsqueda de Dios, a la oportunidad de jugar con esperanza, a la vida atravesada por la fe, al dejarse entusiasmar por historias bíblicas? ¿Será que adultos y adultas en “edades reproductivas” no encuentran el tiempo para ese encuentro con Dios que es también hacerse disponible para estar con, ser junto a otros y otras una comunidad? Que podamos aprender de los más pequeños y las más ancianas ese tiempo que transcurre con un ritmo diferente y que habilita al encuentro Quizás allí pueda anidar la esencia de Dios. quizás eso nos haga grandes a los ojos de Dios.
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