UNA MIRADA CRISTIANA A LA REALIDAD ACTUAL
AÑO VIII Nº 107 MAYO, 2018 Iglesias Evangélicas Valdenses de: COLONIA / COSMOPOLITA / ROSARIO / TARARIRAS / VALDENSE
Más que dos temores vale una esperanza Así son las palabras María Elena, como los hijos, nuestros pero ellos mismos. Muchas veces viven en los oídos una vida distinta que la que quiso la intención que las pronunció. En los ojos que leen adquieren significados que no estuvieron en la pluma que las garabateó; muchas veces para bien y otras no tanto, pero es su vida. Yo también canto con más ganas que talento: “dame la mano y vamos ya”, “ánimo nos daremos a cada paso, ánimo compartiendo la sed y el vaso”. Y más porque “el camino es árido y desalienta” porque “la vida es poca y la muerte mucha”. Y además es cierto que “esperando a solas poco se alcanza”. En Jerusalén los primeros discípulos de Jesús esperaban en comunidad “unánimes juntos”. Y por eso pentecostés fue novedad. (1) Dos temores sin una esperanza que valga más sólo duplica el miedo. Apostando a que optemos por dos temores antes que por una esperanza, “siempre nos separaron los que dominan”. La inseguridad atemoriza y hay información que estimula a sumar nuestro temor al del vecino para encerrarnos juntos a disminuir el valor de la esperanza, a justificar la tenencia y el uso de armas y en consecuencia su fabricación y venta.
Sólo muchos temores sin esperanza pueden justificar el bombardeo de las potencias “garantizadoras de la paz mundial” a supuestos arsenales químicos en Siria que siempre estarán por verse, como en Irak, y en Afganistán y en y en... Por la fuerza del temor contagiado estamos dispuestos a oír por enésima vez la necesidad de la “guerra preventiva”, que repetida mil veces nunca será verdad pero siempre hay alguien que la oye por primera vez. A los dos temores más valiosos que la esperanza apuestan campañas de desprestigio y desmotivación a todo compromiso comunitario, social, educativo. Nada vale la pena porque todo es corrupción. “Dice el necio en su corazón, no hay Dios”, “A una se han corrompido, no
hay quien haga lo bueno, ni siquiera uno”, (2). En ese necio no hay esperanza, sólo dos temores que se contagian y multiplican. Celebramos la resurrección, el sepulcro vacío, la esperanza en lo imposible. Hubo dos, tres y tantos temores como testigos, pero más que el temor valió la esperanza que los movió a proclamarla en las esquinas de Jerusalén, en la escalinata del templo, en los tribunales a los que fueron llevados. Esperaron con la valiosa esperanza en el anuncio del “poder que viene de lo alto”(3). Por eso la antigua fiesta de Pentecostés fue nueva. La esperanza espera, mueve y contagia. Sólo ella es generadora de vida nueva. Me gusta mucho la “Canción del caminante” de María Elena Walsh. Me gusta incluso esta travesura de las palabras que sin permiso nos hacen pensar. (1) Hechos de los Apóstoles 2:1 (2) Salmo 14 (3) Lucas 24: 49
El mundo como hogar
Templo de Montevideo
Entre Babel y Pentecostés
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COMPARTIMOS ESTA EDICIÓN CON: Equipo de redacción: Carlos Negrin, Ariel Charbonnier, Oscar Geymonat. Colaboran: Carlos Delmonte, Enzo Falcón, Jorge Malán, Elisabeth Lindemberg, Hugo Santos. Diagramación: Ana Paula Negrín. Impresión: Imprenta Ferreira. Correo Electrónico: cuestiondefe@adinet.com.uy