FEBRERO
Nº176
2024
Año XV
Espacio de comunicación del Presbiterio Colonia Sur de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata
M
Rosario | Tarariras Colonia Valdense · La Paz Playas · Colonia Española · Sauce Colonia del Sacramento · San Pedro La Barra · El General · Riachuelo Colonia Cosmopolita · J. Lacaze El Encuentro · Barker
Que permanecen
e lo encontré después de muchos años, quizá ya diez. Cuando lo ví pensé: “está igual”. No sé si habrá pensado lo mismo de mí. Hablamos de los recuerdos de diez años atrás. Él ahora es pastor en Buenos Aires. Su calidez y vitalidad permanecen. Hablamos de los desafíos de sus comunidades, de un mundo que cambia, de iglesias que se transforman. La conversación llevó a la pregunta por mis pagos, por la realidad de la Iglesia Valdense en este presbiterio. No llegué a articular una oración con sujeto y predicado, ni una interjección siquiera. Su pregunta despertó un recuerdo. Me contó sobre un campamento juvenil al que había concurrido por estas orillas. No recordaba el lugar, pero tenía la imagen clara de un devocional. Una mujer de pelo cano y voz muy suave, que había tomado un racimo de uvas para contar su historia. La historia de unas uvas que maduraban a destiempo, de un racimo que no ofrecía sus frutos a la vez. Ella intentó emparejar su racimo eliminando las uvas verdes. Pero a medida que las quitaba, el cuerpo del racimo perdía su estructura, se desmoronaba. Al retirar las uvas verdes, las maduras perdían sustento y colgaban solitarias. La vitalidad del racimo dependía de las uvas verdes; y ellas, arrancadas ya nunca llegarían a madurar. No conozco otros detalles, supongo que ese devocional se relacionaba con un conocido relato del evangelio de Juan, reinterpretado. Mi interlocutor no recordaba nombres o lugares, pero sí recordaba la historia, el clima de unión de ese campamento, los gestos de esta mujer, la imagen del racimo, el dilema de cortar o no cortar. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar las uvas? -concluyó él. La
En este número: p. 2 | Con S de EncuentroS p. 3 | ¿Otra vez asamblea?
ps. 4 y 5 | Cartelera de actividades
p. 6 | Iglesias en Misión p. 7 | Retiro de EcoReflexión p. 8 | La presencia tangible de Dios
conversación me dejó pensando. ¿Cómo es posible que, aunque pase el tiempo, haya gestos, relatos y momentos que no podamos olvidar? ¿Cómo es posible que nuestras comunidades sean capaces de generar esas experiencias significativas que permanecen en nuestra memoria y que dan base a nuestra fe? Escuchamos decir que “la palabra de Dios permanece” (1 Pedro 1:25). Es un concepto bíblico. Pero me gustaría darle una vuelta a esa idea. La permanencia no está asegurada por la repetición. No todo lo que se repite permanece. Si pienso en la memoria, solo permanece lo que tiene sentido, lo que es significativo, lo que dejó una marca personal. La historia de las uvas permaneció en el recuerdo de ese hombre porque tuvo sentido, porque se dio en el marco de una experiencia significativa. Así es como actúa una iglesia. En 850 años de historia, el testimonio de los valdenses permaneció porque tuvo sentido. Porque levantaron racimos y contaron historias, porque celebraron el Reino y denunciaron la iniquidad, porque sus gestos y sus palabras dejaron marcas en la vida de los demás. Por eso, aunque la miopía avance y las canas aparezcan, si somos valdenses, en suma, es porque algo nos marcó la vida. Es porque Dios nos dejó señales tiernas, racimos desparejos, fogones en la arena, charlas de sobremesa. Palabras que permanecen.
LA LU Z R ES P LAN DEC E E N LAS T I N I E B LAs - Juan 1:5