UNA MIRADA CRISTIANA A LA REALIDAD ACTUAL
Iglesias Evangélicas Valdenses de: COLONIA - COSMOPOLITA - ROSARIO - TARARIRAS - VALDENSE
EMANCIPACIÓN DE LA RELIGION Página 3
CARTELERA DE ACTIVIDADES Página 6, 7, 8
LA REFORMA VA Página 9
BIBLIA: FIDELIDAD A QUIEN ES FIEL Página 11
TAMBIÉN EN FACEBOOK ES «CUESTION DE FE»
diciembre 2016
PERO A DIOS LO QUE ES DE DIOS
ENTREVISTA Página 2
BOLETÍN
AÑO IV - Nº 90
«El peso mexicano le sonríe a Hillary». «La libra sufre una caída». «El oro sigue driblando a España». «Los mercados se mantienen expectantes por las elecciones en Estados Unidos». Son titulares de la prensa de estos días. Nada nos sorprende en estas formulaciones. Hemos naturalizado esta permanente personificación del mundo de la economía. El dólar parece no ser un billete sino alguien capaz de «marcar una senda alcista» o «tender a la baja» como si tuviera voluntad propia. Encima influye sobre el comportamiento ajeno porque es capaz de «arrastrar a otras monedas», o «impulsar su crecimiento.» Los mercados tienen sentimientos; sufren, se muestran eufóricos, de pronto están deprimidos. Asumen conductas propias, caen y vuelven a levantarse como si no hubiera necesidad de ninguna decisión humana. Funcionan solos. Los objetos, reales o simbólicos, que conforman esa suerte de mundo paralelo de la economía y afines, toman tal protagonismo que ocultan a quienes toman las decisiones y fundamentalmente a sus intenciones. Aparecen como títeres de retablo mientras está escondida la mano que las anima. Por momentos hasta
quedan ocultos quienes sufren las consecuencias o se benefician con ellas. «El dólar flota en los límites de su banda» o «rompe la barrera psicológica» para arriba o para abajo. En una primera mirada parece que todo ocurriera automáticamente por leyes naturales y afectara sólo a los personajes del retablo. «Aquí las personas sólo existen las unas para las otras como representantes de sus mercaderías» (1). Es llamativo este ocultamiento del individuo en una cultura que definimos como individualista, que exalta la libertad individual como postulado pero lo hace desaparecer en ese mundo que parece sujeto a reglas económicas que lo trascienden y a las que tiene que acatar. Se personifican las cosas y se cosifican las personas. Hace un tiempo escuché a alguien tan común y corriente
como yo explicar el endeudamiento en el que habían quedado muchos que asumieron compromisos de pago en dólares aprovechando su «pozo depresivo». El pecado era «faltarle el respeto al dólar». No llegó a decir que el respeto al dólar es el principio de la sabiduría pero anduvo peligrosamente cerca. El dinero usurpa el lugar de Dios, forma sus criaturas a su imagen y semejanza, habita en sus templos, tiene sus profetas, sus credos, su ortodoxia y sus liturgias. Sólo partiendo de allí tiene sentido esta lógica del mundo patas arriba que se nos cuela por los poros y cuando queremos acordar usa nuestro discurso para hacer el suyo. Cuando el primer mandamiento dice: «no tengas otros dioses aparte de mí» no está prohibiendo nada. Está poniendo las bases de nuestro verdadero lugar en el mundo. Aquel que nos hace libres. Si Dios es Dios, nosotros volvemos a ser personas. (1)Galimberti, Umberto «Los mitos de nuestro tiempo» Editorial Debate, 2013, 480 pp.
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