Movimiento Juvenil Valdense | Año XX | Julio 2019 | conexionesvaldense@gmail.com
Conexiones
Editorial
¡Hola a todas y todos! Uno de los objetivos de nuestro equipo redactor de Conexiones para este año, era poder vincular nuestro espacio con el tema sobre el que versa cada número de Página Valdense. En esta oportunidad nos pareció importante poder compartir unas palabras acerca de las construcciones comunitarias. Varios aportes de jóvenes del MJV aparecerán en otras secciones de este número. Son un poco esas «nuevas formas de ser y sentirse comunidad» de las que también nos habla Mymma, desde Italia. Las y los invitamos a pensar cuáles son esos aspectos componentes de una comunidad, a través de una vivencia de la fe valdense de ambos lados del océano. Gente linda me pidieron escribir algo sobre la construcción comunitaria en Italia, tal vez comparándola con el Río de la Plata. Hace días que lo vengo pensando, y charlando con quiénes me rodean, pero no le encuentro la vuelta. La verdad es que aquí como allá la comunidad ya está formada y funciona, así como siempre funcionó, y este es el problema. No estamos logrando cambiar lo que armamos hace siglos. Las comunidades, así como las conocemos, son típicamente las comunidades-parroquia, así como hace más de un siglo que existen sus estructuras y los grupos que la habitan. Me crié en la comunidad de Angrogna, comunidad tradicional por excelencia, y tengo la opción de cantar en el coro (con todxs mis primxs y familia), ayudar en el catecismo o escuela dominical, participar del grupo de jóvenes (aunque ya no me sienta incluida por la edad), participar de la unión femenina (que encontré hace unos meses y descubrí que son un grupo muy hermoso), participar de las asambleas de iglesia e ir al culto. Esto es ser parte de una comunidad valdense, así como la entendemos hoy en día (así como la entendíamos hace dos siglos). Pero algo está fallando. La edad promedio de las comunidades está creciendo cada vez más, y la gente joven parece intentar buscar otros caminos. Algunxs abandonando la Iglesia, sin encontrar el espacio para construir nuevas propuestas, y sin encontrar su propio lugar en las ya hechas; otrxs buscando opciones laterales, sin abandonarla del todo, pero… En Italia, siento que es realmente difícil cambiar la estructura que por siglos vivió estos mismos lugares, y más en un momento en donde todos los esfuerzos y la creatividad están en la lucha social, remando contra un gobierno fascista, e intentando acompañar a lxs más perseguidxs por la sociedad enferma y asustada que vivimos. En el Río de la Plata las cosas son tal vez un poco 9
distintas. Si bien la estructura de la iglesia se reprodujo igualita a la tradicional piamontesa, la conformación social y territorial del lugar que se fue habitando es distinta, así como lo son la mezcla de culturas y las influencias. Por ejemplo, en el Río de la Plata llegó una ola de reforma con la teología del oprimido, con una consecuente (o contemporánea) transformación en las formas de leer los evangelios y de llevarlos a la realidad. En el Río de la Plata descubrí otra forma de vivir la comunidad. Y no fue por las comunidades tradicionales, en donde siempre me siento en casa, pero como hija rebelde; sino en los lugares habitados por jóvenes (en edad o espíritu), en donde se iban construyendo alternativas a lo tradicional. Personas que se criaron en comunidades tradicionales, o que llegaron de grandes, personas que se alejaron de la iglesia porque sentían que su estructura no les permitía crecer y crear, y gente que siguió proponiendo adentro y afuera de su iglesia transformaciones que sentía necesarias. Es en este grupo de gente, que es parte de una comunidad transformadora más allá del lugar de pertenencia (el Parque, el Movimiento Juvenil, de Paraná, de Montevideo, personas sueltas de los dos lados del charco), encontré otra forma de ir construyendo-se y transformando-se. Ahí es donde sentí que la Iglesia Valdense tenía una comunidad capaz de ser comunidad real, acompañándose e intentando mejorarse a cada paso, intentando no perder nadie en el camino. En el Río de la Plata la Iglesia Valdense no está tan involucrada en el social como lo está en Italia –gracias también a la Comisión Sinodal de Diaconía, al Ocho por mil, y a la cantidad de migrantes que llegaron y llegan al país-. Pero en esta nueva ola de transformación está el compromiso hacia la construcción de una realidad y de una sociedad que sentimos tiene que ser justa para todas las personas. En el Río de la Plata se llegó hace rato a esta línea de demarcación entre, por una parte, una Iglesia siempre igual a sí misma, destinada a desaparecer en breve; y por la otra, nuevas formas de ser y sentirse comunidad, de crear espacio de convivencia y de transformación. Ahí es donde podemos, sin perder de vista la historia y los orígenes del movimiento valdense, volver a pensar y reformar nuestra identidad valdense.
Jóvenes de Montevideo