PÁGINA VALDENSE Movimiento Juvenil Valdense | Año XX | Abril 2019 | conexionesvaldense@gmail.com
Conexiones Editorial
Buenas! ¡Hemos vuelto! Y con algunas modificaciones para este 2019. Con respecto al equipo editor, hemos asumido esta tarea, como jóvenes que actualmente vivimos en Montevideo, Federico, Tomás, Marcos y Rocío. Además, estamos pensando cómo compartir en este espacio desde un nuevo formato. ¡Ya verán! Cada febrero se celebra una nueva Asamblea Sinodal. Desde hace un par de años la participación de jóvenes en esta instancia se ha incrementado. Pero participar no implica tan solo estar ahí, con voz (la nuestra particular y la del Movimiento Juvenil todo), sino también hacer resonar esa voz en las distintas instancias de la Asamblea. Tantas éramos este año que pudimos dividirnos para estar presentes en los cinco ejes en los que la Comisión de Examen decidió trabajar. En esta oportunidad, decidimos comentar brevemente algunos puntos acerca del área Vida de fe y fortalecimiento comunitario, recurriendo al Acto 5/SR/2019 (presente en el número anterior de Página Valdense), que surge de la intención de sistematizar y compartir con las comunidades algunas de las reflexiones surgidas del intercambio. Una página del Conexiones no basta para abarcar la amplitud de los puntos que se trabajaron y cómo estos quedaron contemplados en la redacción del Acto. Por lo tanto, elegimos tres para guiar nuestra reflexión. La realidad en apariencia hostil que nos presenta el acto nos lleva a preguntarnos «¿cómo somos parte de esa construcción de realidad?». En gran medida, creemos, por omisión. Hemos descuidado aspectos fundamentales de la vida de fe que colectivos cristianos fundamentalistas han sabido aprovechar y capitalizar (económica y políticamente en la forma de bancadas evangélicas y movimientos reaccionarios): descuidando la espiritualidad, empeñándonos en sostener espacios que no responden a las necesidades comunitarias y relegando aquellos que nos acercan, que habilitan el testimonio y el encuentro. También nos preguntamos «¿cómo nos relacionamos con esta realidad desde nuestros espacios?». Creemos que como jóvenes estamos participando activamente de la Iglesia, pero que nuestro trabajo es en ocasiones desconocido y en otras no-reconocido. El desconocimiento puede deberse a que habitamos espacios que no son los tradicionales: difícilmente seamos vistos en cultos, no nos acercamos al Consistorio e incluso nos hemos alejado de los espacios que la estructura eclesial había preparado para nosotros: los grupos de jóvenes que cumplían con la rigurosa frecuencia semanal. Nuestras realidades demandan otros espacios, dado que mayoritariamente somos estudiantes que repartimos nuestro tiempo entre nuestros lugares de origen y la capital (o la ciudad grande cercana, en el caso de compañeras y compañeros argentinos),
y también porque entendemos que nuestro accionar como jóvenes cristianxs no debe darse solo dentro de la Iglesia, sino que debe proyectarse a espacios de discusión e incidencia pública: y es por eso que construimos. Si bien apostamos en algunos grupos a reinventar el espacio para poder volver a apropiarnos de él y que nos fuera funcional a nuestros deseos de encuentro, no siempre lo logramos. En paralelo, y pensando también en nuestra situación actual como ¿grupalidad? que no se autopercibe como tal, hemos ido construyendo otros espacios. Desde mujeres del Movimiento Juvenil Valdense surge, por ejemplo, el grupo de Brujas de ayer y de hoy que facilita Encuentros de Mujeres, los Campamentos Nacionales de Adolescentes, colectivos reunidos en torno a obras de servicio o espacios de formación teológica. Nos preguntamos cómo desde estos espacios podemos aportar a la vida comunitaria de la Iglesia, a pesar de no tratarse algunos de espacios periódicos, a pesar de no reunir a la totalidad de una comunidad… Por otro lado, hacemos eco de la pregunta «¿qué tipo de espiritualidad queremos tener?». Creemos que si de algo hemos carecido históricamente y particularmente en las últimas décadas, es de una espiritualidad no prejuiciosa de los testimonios de fe que nos mueven del terreno conocido. Quizá se corresponde con la abundancia de racionalidad que carga nuestros encuentros comunitarios y nuestros acercamientos a la divinidad. La necesidad de una espiritualidad como respuesta al contexto actual se manifiesta en la mercantilización de las experiencias espirituales: se convierten en productos, y como consumidores elegimos aquella que se ajuste a nuestra disponibilidad y recursos. Sin embargo, como Iglesia, no hemos podido construir un espacio de alternativa, nutriéndonos de un diálogo interconfesional, ecuménico, que nos permita despegarnos del tabú de lo sensorial, del testimonio no racionalizable, de un compartir desprejuiciado, de espacios comunitarios de puertas abiertas. Como jóvenes, apostamos a la continua formación y práctica de una lectura crítica y comunitaria de la Biblia, insistimos en el formato de campamento en el que reconocemos una tradición como Iglesia, así como una vivencia de la fe plena desde espacios construidos en colectivo. Y es en el afán de compartir estas experiencias que estamos deseosas de aportar a la consolidación de formas nuevas de ser comunidad, más acordes a nuestras realidades: velamos por espacios intergeneracionales dentro de nuestra Iglesia. Lejos de ser una victimización respecto a nuestro lugar o la participación que se espera de nosotras y nosotros en la IEV, es una apuesta a generar verdaderas instancias de intercambio y encuentro que abarquen toda la diversidad que forma parte de nuestras comunidades, que mantengan las puertas siempre abiertas y que habiliten el encuentro que nos permita construir juntxs.
Jóvenes de Montevideo