Boletín: Comunión y Servicio-Edición mayo 2021

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Mayo de 2021

Número 582

Año 70

levanta la voz por los que no tienen voz, ¡Defiende a los indefensos! Proverbios 31.8 El día está soleado, cálido y húmedo, pesado, como anunciando una tormenta próxima que llegará, tal vez en un par de días. Paramos frente al pensionado, un cartel anuncia: habitaciones de 2, 3, 4 y 5 mil pesos mensuales. ¿En cuál de estas habitaciones vivirán, me pregunto? 7 niños y 2 adultos en una piecita con mínimas condiciones. Enfrente, a la sombra de un gran árbol está la gente, dos por un lado, tres por otro, más allá uno solo, un banquito, una silla, un tronco son las comodidades de este enclave. Buscamos con la vista y allí está, el papá de esa familia, a la que llegamos porque la visitó una delegación del liceo, porque los gurises no se conectaban a la clase virtual. El asunto casi termina en violencia. ¡Qué se van a conectar si no hay internet, no hay computadora y no tenemos ni qué comer! ¡Hay que salir a la calle a rebuscar lo que sea! El enojo también iba acompañado de reproche: me prometieron una canasta… todavía estoy esperando. Ese recuerdo asoma como un presente inevitable. Pero ahora es otra historia. Luego de los saludos vamos al grano. Le traemos una canasta de alimentos de parte de la iglesia valdense, ya que hicimos una colecta para ayudar. Las sonrisas que expresan alegría profunda son difíciles de describir. Las palabras quedan escasas. El hombre dice ser creyente, aunque nunca fue a la iglesia valdense. Agradece inmensamente la ayuda. Pide bendiciones de Dios para nosotros. Agradece una y otra vez. Cuando al fin nos despedimos, no sin antes recomendarles que se acerquen al merendero El Menjunge (ya lo hacían) que también apoyamos y que les queda cerca.

Una vez más compruebo y vuelvo a comprobar lo que ya sé, pero que se ratifica en cada oportunidad. Cuando uno da, recibe mucho más de lo que da. La gratitud, la calidez, la vibración de la vida en positivo, todo eso que queda latiendo profundo, no tiene precio. Pero hay algo que sí es difícil y duro. Las miradas de los demás, los que no recibieron esta ayuda. Claro, tal vez no están en esta situación extrema, sin changa, sin ingresos, sin techo y con siete hijos. Pero las miradas lo dicen todo. Las necesidades están en todos lados. Un muchacho joven se acerca y me dice: si sabe de alguna changa don, le agradezco. Claro, le digo, sin crear expectativas que no podré cumplir. Partimos y a la vuelta de la esquina se cruza una pelota. Unos chiquilines se ríen al sol, disfrutando el picadito. Al fondo, casillas de cantonera y nylon conforman los límites de la cancha. ¡Qué cosa grande es la vida, pienso! Acá tampoco lo deben estar pasando nada bien. Pero los gurises juegan a la pelota, y se ríen al sol, una riqueza que no se compra con dinero, como no se compra la vida, como no se compra la felicidad, como no se compra el amor. No puedo dejar de pensar en lo precario y fragil de la vida, y lo miserable que somos como humanidad por dejar que se naturalice la desgracia. Quien sabe, tal vez la crisis y la dificultad, hacen que surja algo nuevo, superador, que permita el crecimiento y una vida más digna para muchísima gente. Pero


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