Séptimo domingo después de Pentecostés

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SEPTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS I. APERTURA Preludio Saludo: La gracia y la paz nos son dadas por Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Amen Canto Salmo 47:1-2,5-9. Oración: Señor, antes que te busquemos, tú estás cerca nuestro. Abre nuestros corazones para que reconozcamos tu presencia. Si podemos acercarnos a ti no es porque seamos buenos, sino porque tú eres el Dios misericordioso que en Jesucristo nos ama y nos renueva. A ti Señor queremos cantar nuestra alegría. Amén. Canto Confesión de pecado: Reconozcamos nuestra condición de pecado, confrontándonos con esta invitación: Salmo 103:1-2 Bendeciré al Señor con toda mi alma; bendeciré con todo mi ser su santo nombre. Bendeciré al Señor con toda mi alma; no olvidaré ninguno de sus beneficios. Confesión silenciosa Oración: Señor, nuestros días han sido tan pobres en reconocimiento, tan llenos de reivindicaciones o de recriminaciones; muy atentos a todo lo que no tenemos, y tan ciegos ante todo lo que tú nos das, desde el despertar al sueño y del sueño al despertar, en casa y en el trabajo, en lo íntimo y entre los demás. Padre, estamos en tu casa y no nos damos cuenta, vivimos de tu gracia, vivimos de tu promesa y no sabemos disfrutarla. Esa poca fe, ese escaso y tímido reconocimiento apagan nuestra búsqueda de ti, sofocando nuestro canto y nuestra adoración; y así llegamos a ser estériles, incapaces del servicio alegre que tu esperas de nosotros, entre la gente con la que vivimos. Señor, perdónanos. Amén Canto Anuncio del perdón: Salmo 103: 3 y 22. Él es quien perdona todas mis maldades, quien sana todas mis enfermedades, ¡Bendiga al Señor la creación entera, en todos los lugares de su reino! Esta palabra realizada plenamente en la obra de Jesucristo, nos anuncia hoy que Dios nos perdona y nos sana. Recibamos este anuncio con su fuerza de liberación y su promesa de vida nueva. Amén Canto II. LITURGIA DE LA PALABRA Oración: Si, Dios nuestro, estamos aquí gozosos de tu presencia; no estamos solos, somos tuyos, tú nos quieres contigo. No estamos solos delante del mal y el sin sentido de la muerte, no estamos solos ante las incertidumbres de la vida, delante de nuestros fracasos y nuestras culpas, no estamos solos ante los otros, no estamos solos con nosotros mismos. Somos tuyos: te hemos costado y te costamos muy caro, y nos quieres, infinitamente, con un amor que no tiene límites. Lo hemos visto en la vida apasionada y en la pasión de amor de Jesús. El más solo entre nosotros y tan amado por ti. Desde lo profundo del corazón, con toda la confianza y la gratitud de que somos capaces, en este momento te decimos alborozados: Somos tuyos. Soy tuyo. Haz que podamos decirlo continuamente, y vivirlo, en los días que vendrán; que esa sea nuestra alabanza viva y activa, hoy y mañana y mientras nos des vida. Amén. Lectura bíblica Oración: Oh Dios, santifícanos en la verdad: tu palabra es la verdad. Preludio Predicación Canto


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