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Boletín de la Iglesia Valdense de San Gustavo-La Paz -octubre 2020 -año LXXI nº 682 -digital año XIII nº 140
La parte buena de la Reforma del siglo XVI En contra de lo difundido, la denominada Reforma del siglo XVI tiene muchos rostros y matices. El movimiento de Reforma va mutando, sufre adaptaciones, avanza, retrocede… En nombre de la Reforma como de la fe se puede leer de todo y escuchar de todo, no siempre bueno y acorde a la voluntad de Dios. Sin embargo, existe una parte buena que permea las prácticas y escritos reformadores: La centralidad de Cristo, el “SolusChristus”. Esto es algo realmente transformador, corre del centro de la escena al ser humano que busca imperiosamente salvarse sin poder estar seguro y pone en el medio la obra salvadora de Cristo, que es gracia que justifica al pecador sin mérito alguno. La justificación por la fe es toda gracia, el canal central para conocer esta gracia es la Escritura en su conjunto. Dios, en Jesucristo, en su vida, cruz y resurrección, hace todo lo necesario y nos invita a desterrar el miedo y trabajar con gratitud por la extensión de su voluntad también en la tierra. Solo a Dios la gloria. Pastor Juan Carlos Wagner
El mensaje de la cruz es ciertamente una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan, es decir, para nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: «Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé la inteligencia de los inteligentes.» ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el que escudriña estos tiempos? ¿Acaso no ha hecho Dios enloquecer a la sabiduría de este mundo? Porque Dios no permitió que el mundo lo conociera mediante la sabiduría, sino que dispuso salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Los judíos piden señales, y los griegos van tras la sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, que para los judíos es ciertamente un tropezadero, y para los no judíos una locura, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios, y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. 1 Corintios 1, 18-25