Primer domingo después de Pentecostés

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PRIMER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS I. APERTURA Preludio Saludo: Juan saluda a las siete iglesias de la provincia de Asia. Reciban ustedes gracia y paz de parte del que es y era y ha de venir, y de parte de los siete espíritus que están delante de su trono, y también de parte de Jesucristo, testigo fiel, que fue el primero en resucitar y tiene autoridad sobre los reyes de la tierra. Cristo nos ama, y nos ha librado de nuestros pecados derramando su sangre, Apocalipsis 1: 4-5 Canto Texto de apertura: Efesios 1: 3-8 “Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues en Cristo nos ha bendecido en los cielos con toda clase de bendiciones espirituales. Dios nos escogió en Cristo desde antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos y sin defecto en su presencia. Por su amor, nos había destinado a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, hacia el cual nos ordenó, según la determinación bondadosa de su voluntad. Esto lo hizo para que alabemos siempre a Dios por su gloriosa bondad, con la cual nos bendijo mediante su amado Hijo. En Cristo, gracias a la sangre que derramó, tenemos la liberación y el perdón de los pecados. Pues Dios ha hecho desbordar sobre nosotros las riquezas de su generosidad, dándonos toda sabiduría y entendimiento.” Oración. Omnipotente y eterno Dios: tú enviaste al mundo a Jesucristo tu Palabra hecha ser humano y derramaste tu Espíritu para reunir a tu iglesia y hacer conocer tu gracia a todos los seres humanos. Te rogamos, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, para que podamos conocer plenamente tu amor, que nos da la vida, tu gracia, que nos ha liberado del mal, tu fuerza que nos levanta y nos conduce. Permítenos celebrarte, en la esperanza del día en que te veremos cara a cara, 0h Dios único y tres veces santo. Amén. Canto Confesión de pecados: Dispongámonos ahora, hermanos y hermanas, a confesar a Dios nuestra condición pecadora, escuchando su Palabra: “¡Lávense, límpiense! ¡Aparten de mi vista sus maldades! ¡Dejen de hacer el mal! ¡Aprendan a hacer el bien, esfuércense en hacer lo que es justo, ayuden al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan los derechos de la viuda!» El Señor dice: «Vengan, vamos a discutir este asunto. Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos como la nieve; aunque sean como tela teñida de púrpura, yo los dejaré blancos como la lana.” Isaías 1:16-18. Hermanos y hermanas: en presencia del Dios santo, cada uno confiese humildemente su pecado. Confesión silenciosa: Oración: Señor Dios omnipotente, nosotros reconocemos y confesamos delante de tu santa majestad, que somos pobres pecadores. Nacidos en la esclavitud del pecado. Inclinados al mal, incapaces por nosotros mismos de hacer el bien, transgredimos cada día y de muchas maneras tus santos mandamientos, atrayendo hacia nosotros , por tu justo juicio, la condenación y la muerte. Sin embargo, Señor, sentimos un vivo dolor de haberte ofendido, nos condenamos a nosotros mismos y a nuestros vicios con un verdadero arrepentimiento, recurrimos a tu gracia y te suplicamos de venir en socorro nuestro en nuestra miseria.. Ten piedad de nosotros, Dios de bondad, Padre misericordioso, y por amor de Jesucristo, tu Hijo y nuestro Salvador, perdona nuestros pecados. Concédenos y aumenta cada día las gracias de tu Espíritu Santo de modo que, reconociendo siempre más nuestras culpas, seamos vivamente tocados, renunciemos a ellas de todo corazón y llevemos frutos de justicia, de santidad que te sean gratos, por Jesucristo nuestro Señor. Amén. (de Juan Calvino). Canto


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