El Amor que Queda

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TRABAJO DE GRADO

JUNIO CUATRO DOS MIL VEINTICUATRO

Isabella Türk Koller

Facultad de Arquitectura y Diseño

Universidad de Los Andes

Junio 4 de 2024

Isabella Türk Koller

Trabajo de Grado

Navegando el duelo por la pérdida de mis abuelas, redefiniendo las narrativas alrededor de este como la prueba suprema del amor que trasciende la ausencia física.

Fotógrafo: Juan Andrés Molina

Modelos: Emilia Hernández, Antonia Gardeazabal, Maria Lucía Gómez Koller

Dirección de arte y concepto: Isabella Türk Koller

Durante toda mi vida, la figura de mis abuelas fue un elemento constante y crucial para mi desarrollo. Fueron ellas las que me impulsaron a explotar mi vena artística y se encargaron de enseñarme el valor de crear desde el cariño.

Por 20 años tuve la fortuna de contar con su constante apoyo y compañía, desde mi niñez hasta los primeros años de mi carrera, la Omi y la Abuelita fueron mi constante fuente de inspiración y mis mejores críticas.

Durante dos décadas, mis abuelas me enseñaron lo que realmente es el amor y me lo demostraron de una manera tan incondicional, que ni las barreras del plano físico lo han podido limitar.

Este proyecto es una carta de amor y agradecimiento hacia ellas. Con este trabajo quiero expresar cómo el hecho de que, aunque hoy en día me falte su cuerpo físico, nuestro cariño fue tan grande, que ese dolor que siento al sentir su pérdida es la manifestación del amor que queda y que hoy en día porto con orgullo.

Abuelita y Omi, gracias por transformarme en la mujer que soy, por haber sido siempre mi apoyo incondicional y mi motor de impulso. Este proyecto es suyo, porque, aunque estemos en planos diferentes, una parte de ustedes siempre permanecerá conmigo.

La Carga

Con el fallecimiento de mis abuelas, me vi enfrentada a una realidad que no conocía. Una realidad que me obligaba a estar bien cuando no quería estarlo y que me pedía que superara una etapa que nunca tuve el interés de acabar. Al fallecer mis abuelas, tanto a mi como a mi familia nos recomendaron que “cerráramos” el proceso de duelo y “siguiéramos adelante”. Estas expectativas sobre cómo manejar las emociones se volvieron cargas que tuvimos que llevar porque simplemente nuestra experiencia como dolientes no encajaba en la cotidianidad rígida y regida por la racionalidad que habitamos. Al percibir el duelo como una emoción o enfermedad a la cual se le debe encontrar una cura, se le niega a quien lo está navegando la posibilidad de aceptar que, aunque quien falleció dejó de estar en el plano físico, su memoria y el cariño siguen latentes. Esta contradicción entre sentimientos y expectativas, generan que el duelo se convierta en una carga que restringe y cansa a quien lo navega, pues no encuentra en su vida un espacio para aceptarlo y entenderlo.

El Equipaje

Este proyecto toma forma gracias a mi inconformidad sobre las expectativas que se me impusieron para navegar el duelo por la pérdida de mis abuelas. Los consejos que me decían que guardara los elementos que me recordaran a ellas en un cajón para apreciarlos en la intimidad de mi casa, aunque eran bien intencionados, no me eran realmente útiles. Para mí, mis abuelas fueron tan cruciales e importantes, que se me hacía absurda la idea de reducir su existencia a una caja de recuerdos que guardo en mi armario. Gracias a conversaciones y el apoyo de mi familia, pude entender que esta inconformidad era un común denominador entre todos, ninguno quería, ni sentía la necesidad de dejar atrás a mis abuelas para seguir adelante.

Es con este entendimiento, que surge la comprensión que el duelo más que una experiencia pasajera, es un sentimiento que de una u otra forma siempre va a estar ahí. La conexión con mis abuelas fue tal, que ni la falta de su cuerpo físico puede eliminarla. Ese dolor que siento va a ser un compañero de viaje durante toda mi vida, pero no por eso debe ser incómodo o limitante. El empezar a ver el duelo como un equipaje maleable que siempre va a estar ahí y que puede integrase en mi vida sin entorpecerla, es comenzar a apreciar ese dolor como la muestra del cariño que aun sigue latente.

El Acompañamiento

Al permitirme un espacio para realmente buscar entender mis emociones y su complejidad. Comprendí que ese sentimiento de vacío y añoranza que siento por mis abuelas es realmente la mayor muestra del amor y cariño que todavía comparto con ellas. Aceptar el duelo como esa gran evidencia del amor que todavía me acompañan, me liberó en gran medida de mi lucha interna con mis sentimientos. Al percibir el duelo como una muestra de amor, valido mi posición y la de mi familia) a rehusarnos a buscarle un cierre.

El ver el duelo como ese amor que queda, permite entender que el proceso de navegarlo no es lineal, permite aceptar los bajonazos que a veces trae y sobre todo, permite apreciarlo como un elemento volátil que se transforma y se sitúa en diversas partes, en diversos momentos.

Al percibir el duelo como esa compañía de mis abuelas y aceptarlo como la evidencia del amor y el cariño que siguen latentes, logré cambiar mi percepción y mi relación con él. Claramente no puedo afirmar que ya no me duele, pero ahora puedo recibir ese sentimiento, y agradecer la oportunidad de haber amado tanto, que incluso en su ausencia, siento en mi cuerpo cómo el amor de mis abuelas me sigue envolviendo y me acompaña cada día.

Los momentos de navegar el duelo.

Pasar de percibir el duelo por la pérdida de mis abuelas como una carga que restringe, a entender que este no es estático, puede variar y de esta forma convertirse en un equipaje que, más que un peso, es un compañero de viaje. Finalmente, apreciar ese acompañamiento como la última muestra del amor que queda y portarlo con orgullo.

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