Instituto Sonorense de Cultura
La Voz de Alamos Información desde los portales
Vol. 8
Año 4
Álamos, Sonora, México
www.festivalortiztirado.gob.mx
1 de febrero de 2013
Éxito
en ambas facetas
Recital
Faltaban sólo cinco minutos para que Alfonso entrara de nuevo a escena, y todos los presentes nos dimos cuenta de que el viejecito traía alguna mala noticia
puro y cristalino de la soprano
-Doctor, doctor, mi hija está grave y le llama dijo el hombre con voz angustiosa. ¡Por favor, vaya usted a verla!
Ellie Dehn
Alfonso palideció al oír aquellas palabras; la escena era tragicómica. Por un lado, un hombre alto, imponente en su traje de carácter, que rogaba a un viejecito de pobre indumento.
P
Juan Arturo Brennan, colaboración especial
alacio Municipal de Álamos, Sonora. Jueves 31 de enero. La ocasión: la sexta noche de gala de la edición 29 del Festival Cultural Alfonso Ortiz Tirado. Al igual que hace unos días con motivo de la tercera noche de gala, el Festival propuso un recital puro y cristalino de música vocal en su modalidad de una voz y piano. La voz, la de la soprano estadunidense Ellie Dehn; el piano, en las expertas manos del francés Laurent Philippe. Uno de los atractivos principales de este recital fue lo ecléctico (y en cierta forma, atrevido) de su programación. No es usual, por ejemplo, la presencia de la música sacra en este tipo de recitales, lo que no impidió a Ellie Dehn iniciar su actuación con un fragmento de la portentosa Gran Misa en Do menor de Wolfgang Amadeus Mozart. Cantó esta pieza con voz potente y cristalina, pero con un toque dramático un poco más tendiente a la ópera que a la música litúrgica. Muy bienvenida resultó también en este recital vocal la inclusión de un aria de la ópera Susannah, del estadunidense Carlisle Floyd. A pesar de que es la segunda obra más representada del catálogo operístico de ese país (después de Porgy y Bess, de Gershwin), es muy poco lo que se sabe de ella o de su compositor en nuestro medio. Ellie
Dehn cantó la pieza de Floyd con soltura y conocimiento de la materia y, por coincidencia feliz, al final de su programa incluyó la inmortal Summertime, el número más conocido de Porgy y Bess. Y si de repertorio inesperado se trata, hay que aplaudir a la soprano estadunidense el haber recordado al público de Álamos que Franz Liszt tiene en su catálogo, además de su sorprendente y numerosa obra para piano, composiciones vocales que bien vale la pena escuchar. Aquí, transitó con corrección por esa mezcla de lo francés y lo alemán que caracteriza a mucha música de Liszt, y aplicó especial profundidad a la canción Die Lorelei, de legendario y misterioso texto. Punto culminante de la presentación de Ellie Dehn, su interpretación de las Cinco melodías populares griegas de Maurice Ravel. Sí, abordó con gusto los giros sutilmente mediterráneos escritos por Ravel en su partitura, pero sin caer en destellos de folclorismo fácil. Gran refinamiento, en suma, en esta interpretación suya de Ravel. De registros estilísticos y expresivos diametralmente opuestos resultaron, como debe ser, las versiones de la soprano a sendos números de la ópera Benvenuto Cellini de Héctor Berlioz, y de la opereta El murciélago de Johann Strauss II. En Strauss, especialmente,
articuló bien la falsa gitanería inventada por el compositor, en la que hay fugaces (y humorísticas) imitaciones de las músicas húngaras de Franz Liszt. Para redondear la bienvenida aparición de estas novedades en el programa de su recital, Ellie Dehn ofreció algunas piezas fundamentales del repertorio: Ah!, je suis seule, de Thaïs, de Jules Massenet; O mio babbino caro, del Gianni Schicchi de Giacomo Puccini; Quando m’en vo de La bohemia, también de Puccini; y esa retadora declaración de principios de una típica heroína de Giuseppe Verdi, el Sempre libera de La Traviata. En la parte italiana de esta región del repertorio destacó, por ejemplo, la dulzura con que cantó el final de O mio babbino caro, la picardía de su interpretación de Quando m’en vo (el famoso Vals de Musetta) y la energía retadora de la famosa rebelión de Violetta en La Traviata. Buena presencia escénica, buenas aproximaciones actorales en algunas de las piezas y, sobre todo, una voz poderosa, afinada y de fuerza homogénea a lo largo de todo su registro, fueron las cualidades apreciables en este satisfactorio recital de Ellie Dehn, quien tuvo en Laurent Philippe a un auténtico cómplice, quien además de acompañarla expertamente en el piano, la ayudó con algunas labores teatrales hacia el final de su programa.
-¡Espéreme usted unos minutos, señor! Le juro que en cuanto termine la escena, corro al hospital. ¡Se lo aseguro!... -Y mientras el médico cantante corría a escena, el viejecito resignadamente se sentaba en un banco a esperar. Entre los que estábamos en el camerino, había varios médicos, y más de uno se ofreció para ir al hospital en lugar de Alfonso, pero la voz cansada del viejecito les dijo: -No; yo les agradezco, pero prefiero esperar al doctor Ortiz Tirado; la fe salva a veces mejor que la medicina, y mi hija no admitiría a nadie más que a él. -Alfonso salió de nuevo a escena y cantó mejor que antes Era como si la inquietud de aquel llamado, al exaltarle los nervios le hubiera dado una mayor calidad y una más honda ternura a su voz. El éxito fue rotundo; el teatro Iris se venía abajo de aplausos, y todavía resonaban éstos cuando el Dr. Ortiz Tirado, en unión del viejecito, abordaba su coche para ir al hospital. Al llegar hasta donde se encontraba la enferma, se dio cuenta de la extrañeza de enfermeras y enfermos Es que todavía iba con el traje con que había actuado.