Instituto Sonorense de Cultura
La Voz de Alamos Información desde los portales
Vol. 2
Á
Año 4
Álamos, Sonora, México
Carlos Sánchez
lamos.- Siente el viento de su infancia. A veces al dormir sueña que duerme en Las Bocas, ese lugar paradisiaco en el que no ha pernoctado desde hace más de veinticinco años. No obstante el arrullo del pueblo está en su memoria, y lo envuelve en sus días de ser niño. Arturo Chacón es cantante. Su voz que ya trasciende las fronteras, su actitud la de un pájaro libre y de volar sereno. Con humildad. Anoche recibió la presea Alfonso Ortiz Tirado, por la calidad de su canto, anoche cantó y la catarsis colectiva como un aura encima de los presentes, en el recinto precioso que es el Ayuntamiento de la ciudad de los portales. Apenas rebasar las ocho de la noche y ya los instrumentos emitiendo sus ritmos, las cuerdas y los tambores, el viento desde los integrantes de la Orquesta Filarmónica de Sonora bajo la dirección de Enrique Patrón de Rueda, para crear las piezas clásicas, las que se han quedado en la memoria del colectivo amante de esta bella música. A la par de la ejecución de la Orquesta, Arturo Chacón para desplazarse en el proscenio, conversar con los presentes, exponer una sinopsis del contenido de lo que ha de interpretar. Un monólogo convertido en diálogo, porque las respuestas de quienes escuchan se dan al final de cada canción, con las palmas golpeando a manera de gratitud. Chacón no deja duda de que la humildad es un digno apellido, y consta en su vitae, por eso habla despreocupado como preámbulo al destello de la pasión cuando ya se apersona su canto. ¿Habrá algo más conmovedor que la música? La respuesta viene de facto: Sí, la música acompañando la voz de Arturo. El silencio un compás antes del estruendo del espectador quien celebra otra vez con sus palmas. Instantes óptimos. Iluminación precisa. En el escenario todos los músicos, el tenor y el director de la orquesta,
www.festivalortiztirado.gob.mx
26 de enero de 2013
Concierto de gala, noche de ensueño
se introducen en un ritual de creación para servir desde su vocación. Y nos sirven con la cuchara grande. Nosotros para gozar y sentir. Mientras los cantos y las notas, Arturo Chacón nos lleva de la mano hacia esas locaciones que narra y explica antes de cantar. Somos de pronto el oleaje del mar en nuestro vientre, los ojos abotagados, abrirlos más para sentir más parecerá ser la consigna. Una pieza y otra. Los clásicos que desmenuzan la literatura y a partir de ella la construcción de su propuesta musical. Los mexicanos y sus temas de arrabal, la intensidad: José Alfredo Jiménez, Tata Nacho, Agustín Lara. Los nuestros también presentes en ese espacio que de facto, nomás por estar aquí, nos sentimos en un sueño, soñamos despiertos. En el interior de palacio y sus corredores todos los instantes nos conducen a la emoción. Afuera, sobre los adoquines, debajo de un árbol, frente a una pantalla, el concierto también presto para los que no alcanzaron localidad, o para los que bien prefirieron sentir y escuchar bajo la luna, en ese levitar de nubes apenas sugeridas. Afuera también los aplausos, afuera también los cantos. El coro improvisado, los protagonistas para decir presente. Porque de todos es el festival.
De pronto, la voz de Alfonso rompió el silencio de la sala Se fue elevando hasta dominarlo todo; se acallaron hasta los más leves murmullos y su elevada figura quedó destacada e imponente frente a un auditorio expectante y emocionado. No recuerdo lo que aquella noche cantó Alfonso; pero lo hizo tan bien, cantó con tanta emoción que logró transmitirla a quienes le escuchaban Yo miraba a Alfonso y me sentía orgullosa de él; en parte era mi obra, volvía con el pensamiento al pasado, cuando le cerraba la puerta del estudio y sentada al piano le decía: “De aquí no sales, Alfonso, hasta que eso te salga bien”. Del libro Alfonso Ortiz Tirado, Enriqueta de Parodi