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26 ABRIL 2021

Sonora, México

La creciente: la genuina novela del pueblo

Coordinación editorial: Alina Martínez / Alejandra Olay Diseño editorial: Argelia Juárez

www.isc.gob.mx

Artes Visuales ISC dav@isc.gob.mx


La creciente: la genuina novela del pueblo

Texto seleccionado a través de la Convocatoria Artículos de Arte 2020, con recursos del Programa de Apoyo a la Cultura en su vertiente Apoyo a Instituciones Estatales de Cultura 2020.

De la Vara reprodujo el habla coloquial genuina, respetando barbarismos, giros lingüísticos, expresiones, refranes, muletillas y los tonos con los que se expresaría un hombre o una mujer rural de Sonora, específicamente de Opodepe y sus alrededores. Por Marco Antonio Lizárraga Martínez

“E

l arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara” (Hacedor, 44), reza un verso de Borges. Sin embargo, la idea de la literatura como espejo de las sociedades viene desde la antigüedad; mediante historias ficticias y símbolos se pueden reflejar numerosas aristas, apenas una fracción, de la realidad multiforme y cambiante. El trabajo del buen escritor es penetrar lo más posible, captar lo más posible y qué mejor si además sorprende y deleita en el camino. La escritora sonorense Armida de la Vara dejó para la posteridad un espejo en su singular novela La creciente, publicada por primera vez en 1985.

La obra trata, grosso modo, sobre una dura sequía que azota a un pueblo del noroeste del estado, llamado Opodepe, donde la situación es tan crítica que la ruina amenaza a sus habitantes. De último momento, las ansiadas lluvias caen con tal abundancia que se desborda el Río San Miguel y la inundación se vuelve inminente. Sin embargo, hay que señalar un detalle de la obra: la novela carece casi por completo de diégesis, estrictamente hablando. Esta es una de las características sui generi del libro. Se entiende el concepto teórico de la diégesis como la secuencia de hechos narrados que constituyen la estructura fundamental de toda ficción narrativa. El francés Roland Barthes llama funciones cardinales o núcleos narrativos a los acontecimientos narrados que abren o concluyen posibilidades de hechos. Las funciones secundarias (catálisis) se ocupan de llenar el espacio que hay entre un nudo y otro (Análisis, 20). Por ejemplo, cuando un personaje o el narrador describen, la acción queda suspendida, por lo que no forma parte de la diégesis, no obstante las descripciones, el recurso del recuerdo o el sueño, entre otros más, influyen en las interpretaciones de significados.

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En la novela no se produce un desarrollo de trama. A modo de analogía: lo que ocurre en B y C no necesariamente está relacionado con A (el principio) y tampoco con Z (el final). En La creciente hay dos situaciones que están relacionadas: la inicial, que introduce el problema que significa la sequía, y la última, que es el cambio de situación que implica la llegada de las lluvias torrenciales. Entre esas dos situaciones narrativas se encuentra el cuerpo de la novela que se conforma por un centenar de historias, en su mayoría introducidas por el recurso del diálogo. Las historias que nos presentan los personajes no siguen una secuencia lineal, y no solo en el sentido temporal (ya que se va de un presente a distintos puntos del pasado), sino que muchas de las historias son meros fragmentos aislados que no tienen continuidad, por lo que la posibilidad de un argumento se desvanece. He allí la segunda característica de la novela: la fragmentariedad. Los fragmentos que construyen la obra son de extensiones variadas. Por lo general son cortos, de unos 3 o 4 párrafos, pero también hay algunos que apenas ocupan solo uno. Los de mayor extensión llegan hasta una cuartilla y media (el relato en primera persona de la santa con poderes curativos). Además hay que subrayar el carácter independiente de estos fragmentos, pues introducen temas o sucesos del pueblo que no vuelven a ser retomados más adelante, es decir que no se les da seguimiento ni trascienden.

El texto se configura como un gran mosaico compuesto por múltiples relatos y personajes yuxtapuestos. A esta multiplicidad se le conoce en literatura como polifonía debido a la participación de numerosas voces que narran. Luisa Puig recuerda en su artículo “La polifonía en el discurso” que Bajtin acuñó el mencionado concepto para referirse a “…la pluralidad de voces y conciencias independientes e inconfundibles” (128). En el caso de esta novela, la polifonía extrema impide la existencia de un protagonista, y atiende a una razón: el protagonista no es un personaje; el verdadero protagonista es el pueblo mismo de Opodepe. Por ello se manifiesta como un conjunto disímil de historias y experiencias individuales de sus habitantes. Esta intención estética justifica el aspecto formal y estructural de la novela. Ahora bien, hay que abordar los temas y problemáticas que toca el libro. La creciente da testimonio de la vida rural de algunos pueblos de Sonora, a veces con rigor historicista, a veces como meras anécdotas. Por ejemplo, se trata la pobreza y carestía, el desempleo y el dilema de migrar para prosperar. De forma breve y fugaz se alude o se hace referencia directa sobre acontecimientos relacionados con los grandes movimientos sociales y políticos del país en distintas épocas, como la insurrección contra los federales en Agua Prieta, o cuando el tío Julián enfrentó a las tropas villistas en tiempos de Plutarco Elías Calles. También se mencionan episodios de la guerra cristera en Sonora.

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Todo aquello que forma parte de la vida habitual del pueblo encuentra lugar en el texto, incluyendo tradiciones y festividades autóctonas, incluso hasta de la flora y la fauna local se habla.

Armida de la Vara presenta al lector el mundo cotidiano de sus personajes, y en esta cotidianidad no solo está el cuadro típico patriarcal, de la mujer abnegada al claustro de su hogar y a labores domésticas, también abundan las invasiones de los apaches a territorio nacional, el bandolerismo y los cuatreros. Todo aquello que forma parte de la vida habitual del pueblo encuentra lugar en el texto, incluyendo tradiciones y festividades autóctonas, incluso hasta de la flora y la fauna local se habla. Ejemplo de esto último es la brevísima mención de “el baiburín, insecto que se instala cómodamente en los poros de la piel y produce un escozor insoportable” (Vara, 30); que recibe ese nombre porque así llaman los lugareños a la planta en que vive.

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En cuanto a las tradiciones, se encuentran las carreras de caballos por el día de San Juan, donde se jugaba la honra del pueblo, entre los de Opodepe y la ciudad vecina. Se relatan celebraciones como el viacrucis feral, el martirio de los fariseos, un festejo único, llamado “el Taguare”, que es un representación del conflicto violento con los apaches. En La creciente también se habla de las cuitas amorosas de algunos personajes, uniones pactadas, bodas clandestinas, amantes no correspondidos, el temor al qué dirán y el miedo a la soledad. Al mismo tiempo convive la inocencia, gracias a los pequeños relatos de travesuras de niños (el incendio accidental), sus diversiones (juegos con la cuerda, trompo, cantos, etc.) y

temores característicos de la infancia, como el caso del niño que tenía miedo de ir al baño solo durante la noche. Es inútil tratar de evitar caer en las enumeraciones caóticas al momento de abordar las temáticas de esta obra porque son alrededor de un centenar de fragmentos, y cada uno puede contener uno o más temas. No debe escapar al análisis y a la crítica el trabajo verbal del autor, el uso del lenguaje. De la Vara reprodujo el habla coloquial genuina, respetando barbarismos, giros lingüísticos, expresiones, refranes, muletillas y los tonos con los que se expresaría un hombre o una mujer rural de Sonora, específicamente de Opodepe y sus alrededores. Nuevamente el lector se encuentra con la intención de la autora, quien ejecutó


la obra para reconstruir los más íntegramente posible la vida del pueblo. Además de esta escritura oral, correspondiente a los discursos de los personajes, en el libro el narrador adopta otros registros lingüísticos para caracterizar dos estilos diferentes. En distintos fragmentos el lector se encuentra con una voz erudita y experta en historia, especialmente cuando contextualiza un relato haciendo referencias a fechas precisas y personajes reales. El estilo de esa prosa objetiva se asemeja a la de un cronista o historiador. “A los 29 grados 56’ de latitud norte, y a los 110 grados 39’ de longitud occidental, los misioneros de la Compañía de Jesús fundaron en el año de gracia de 1649, un pueblo con el nombre de Opodepe de Nuestra Señora de la Asunción” (8). O también: A veinticuatro kilómetros caminando al sur de Opodepe, el pueblo de Rayón, fundado en 1638 por el jesuita Pedro de Pantoja con el nombre de Nacameri de Nuestra Señora del Rosario, aposentado en un valle de buenas tierras, se convirtió en un poderoso rival.(15). El estilo de este narrador contrasta completamente con la voz de los personajes: “¡Pero qué chino hijo de la tostada este, tienes que salir o te metemos cuatro tiros en los meros sesos, para eso traemos órdenes de la autoridá!”(11). En este sentido la novela es rica y colorida por su lenguaje. Finalmente, el otro estilo que adopta el narrador es el poético. “Y contempla el cielo, negro de tan azul, las estrellas nítidas, tan grandes y brillantes que parece fueran a caérsele encima; contempla la luna que calladita escudriña todo el pueblo minuciosamente, como si algo se le hubiera perdido” (17). El carácter de esta descripción poética es coloquial, en sintonía con los asuntos y los personajes del libro. No es el lenguaje cargado de complicaciones retóricas ni artificios, sino justo lo contrario. Al poblano que fue a ejercer la medicina a Opodepe, le cuentan que allí no se usan llaves ni cerraduras, y enseguida viene este fragmento en el cual se resume el espíritu del pueblo: “Las puertas se abren y así permanecen día y noche; las palabras no se guardan, salen rebotando sin miramientos, libremente; algún brote de resentimiento se deshace cuando sale a la luz y estalla; así el interior queda limpio.” (30). En las prácticas de los habitantes, en sus costumbres se refleja el carácter colectivo, su moral y su visión del mundo.

La intención de este trabajo pretende la brevedad sustanciosa, por lo que no se abundará en citas innecesarias. Basta decir que la narrativa poética no es infrecuente en la novela y, a pesar de los diferentes registros y estilos que se contraponen en la prosa, conviven armoniosamente y fluyen con naturalidad. Particularmente esta novela de Armida de la Vara es un ejemplo de literatura sonorense moderna y actual, literariamente hablando. Esto se debe a los rasgos que hemos señalado y analizado en el presente artículo: fragmentariedad, narración no lineal, y polifonía. Además, el realismo con el que retratan las anécdotas y las situaciones (directamente de voz de los personajes) se asemeja al costumbrismo solo que más dinámico que el tradicional. En este sentido, sin intentar ni llegar a ser un documento, es un texto valioso para la memoria cultural del estado. La creciente a veces puede parecer una cosa viva porque está verdaderamente habitada por numerosos personajes que hablan con una voz independiente y genuina. La novela huele a tierra, desprende polvo, sudor, contiene la algarabía de la gente de Opedepe, y es que es eso: un viaje por el tiempo y por el espacio, que transporta al lector de la forma más fiel posible a la vida, al ajetreo del pueblo. Retomando la idea con que inicia este artículo, el espejo que supone esta novela no es el espejo malicioso de la sátira o la comedia, es un espejo muy particular que labró la escritora para reflejar con aspereza y ternura ese origen agreste, rural, cándido y estoico, que todo sonorense tendrá siempre en común.

Bibliografía Barthes, Roland. Introducción al análisis estructural. Centro Editor de América Latina: Argentina, 1977. Borges, Jorge Luis. El hacedor. Neperus: Argentina, 1960. De la Vara, Armida. La creciente. Bonilla Artigas Editores: México, 2009. Puig, Luisa. “La polifonía en el discurso”. Enunciación. 14 Feb. 2014: 127-143

Créditos fotográficos Opodepe carreras, fuente: Jando Rodríguez https://www.youtube.com/watch?v=PGoCwLxJNcU Río San Miguel, fuente: http://www.proyectoprometeo.com.mx/son/opodepe/index.html Opodepe entrada, fuente: https://www.expreso.com.mx/seccion/sonora/279720-uno-masvinculan-a-proceso-a-ex-alcalde-de-opodepe-por-peculado.html

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Colaboradora Visual Blog 26

Participó como ponente en el IX Coloquio Efrén Hernández (2014), celebrado en Guanajuato, Guanajuato, y después presentó un trabajo sobre Julio Torri en el Congreso Internacional de Letras y Lingüística en Unison (2015). Ganó el primer lugar en poesía en el concurso universitario 2014.

Marco Antonio Lizárraga Martínez (Ciudad Obregón, Sonora, 1992) En 2011 viajó a Hermosillo para iniciar su formación profesional en la carrera de Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Durante la licenciatura colaboró en el taller editorial de la facultad, escribiendo reseñas y editando textos que se publicaron en la revista Proemio.

Comenzó las prácticas profesionales como editor en el diario La Verdad y las concluyó en Tv Azteca Sonora, lugar donde fue contratado como guionista. En dicha televisora se dedicó a corregir y redactar los guiones de los distintos noticiaros y a editar notas informativas, además de cumplir funciones en el área de producción como encargado de telepromter y de audio. Luego de un año y medio renunció y dejó la capital para buscar la suerte en Ciudad Obregón, donde vive actualmente.

El Visual Blog El Visual Blog es un espacio de reflexión, crítica y análisis sobre temas artísticos y culturales, impulsado por el Instituto Sonorense de Cultura, a través de sus departamentos de Artes Visuales y Literatura, con la valiosa colaboración de artistas, promotores y gestores culturales de Sonora, México.

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