
Mujeres de Boyacá narran su territorio (Escritura epistolar)

MINISTRA
Patricia Elia Ariza Flórez
VICEMINISTRO DE CREATIVIDAD Y ECONOMÍA NARANJA Jorge Zorro Sánchez
DIRECTORA DE ARTES Ángela Beltrán Pinzón
VICEMINISTRA DE FOMENTO REGIONAL Y PATRIMONIO Adriana Molano Arenas (E)
SECRETARIO GENERAL Fernando Augusto Medina Gutiérrez
COORDINADORA DEL GRUPO DE LITERATURA María Orlanda Aristizábal B.
ASESORES DEL GRUPO DE LITERATURA Santiago Humberto Cepeda R. Vanessa Morales Rodríguez Daniel García León Ángela Amarillo Castro
SOCIOS ESTRATÉGICOS DEL PROYECTO MUJERES DE BOYACÁ NARRAN SU TERRITORIO Banco de la República COMPILACIÓN, EDICIÓN Y CORRECCIÓN DE ESTILO
Irleni Milena Corredor Robles Babaguy Ideas Editoriales
PORTADA Collage fotográfico 8097 x 1088 Cielo Amparo Sánchez Beltrán
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Kelly Jhoel Pérez Zorro IMPRESIÓN Fondo Editorial Corporación Cultural Alejandría
TEXTOS LOGRADOS EN EL LABORATORIO DE ESCRITURA EPISTOLAR MUJERES DE BOYACÁ NARRAN SU TERRITORIO
© Ministerio de Cultura, República de Colombia
© Derechos reservados para los autores de los textos y las ilustraciones
Material impreso de distribución gratuita con fines didácticos y culturales. Queda estrictamente prohibida su reproducción total o parcial con ánimo de lucro, por cualquier sistema o método electrónico, sin la autorización expresa para ello.
Impreso en Tunja, Boyacá, Colombia ISBN: 978-958-49-7873-8
AUTORAS
Laura Valentina Contreras Bello Manuela Marrugo Guío Ana Sofía Lesmes Rodríguez
María Alejandra Velásquez Oñate Linna Lucía Rodríguez Useche María Camila Zabala Castro
Stephany Pérez Pérez| Estefanía Suárez Torres Evelyn Nicolle Ainhara Gutiérrez Romero Shara Juliana Velásquez Oñate Angie Katerine Valenzuela Piña
Liz Carolayne Hernández González Nicol Valeria Moreno Guio Laura Camila Hernández Sainea
Francy Yulithza Andrade Matta Luz Andrea Benítez Martínez Mónica Michelle Roa Ruiz Tania Lucero Tovar Piña
Mónica Alejandra Medina Flórez Karen Jimena Medina Ocaña
Sandra Julieth Carvajal Bernal Viviana Yisel Supelano Pinto Leidy Carmenza Acuña Pérez
Paola Andrea Quebrada Fernández Tania Lizeth Sarmiento Rodríguez
Mayerli Molina Amado Carolhina Garzcía Tamore
Cielo Amparo Sánchez Beltrán Nubia Esperanza Uriza Suárez Nayibet Isabel Acosta Susana Castro Segura Angela Patricia Sierra Tuta Amparo Moreno Restrepo Ana María Martínez Santamaría Diana Patarroyo Ochoa Sandy Milena Romero Mabel Gisela Sierra Tuta Carolina Barrera Moreno Ana María Barrera Hurtado Cecilia Esperanza Moreno Vega Diana Constanza Pérez Rojas Karen Tatiana Cárdenas Duarte
Querido Plutón, mi hermoso y delicado Plutón
Soledad, mi no tan pasada Soledad
Queridas madre, tías y abuela
Para una Luci con los ojos vendados
Para la mujer que marcó mi territorio
Para mi gran amor, Samuel 24 Para los hombres que nos hacen impropias ����������������������������������������������������������26
Querido y siempre mío recuerdo
Mi amado hermano de vida
Para ti, bella mujer
Un día más, querido tío
A todos los hombres que amé y quizá me amaron
Querida mamá, te explico mi impotencia
Mujeres de Boyacá narran su territorio
El Ministerio de Cultura, a través del Programa “Mujeres Narran su Territorio”, busca contribuir al cierre de brechas para el goce efectivo de los derechos culturales de las mujeres de los diversos grupos étnicos y poblaciones del país, mediante la visibilización de sus historias personales de manera escrita, oral o a través de otras expresiones que reconozcan su diversidad narrativa. De tal manera, en 2022 se decidió darle continuidad al proceso iniciado en 2021, pero en esta ocasión el protagonismo está centrado en el género epistolar, por ello se puso en marcha el laboratorio de escritura creativa de cartas, con el objetivo de brindarle a las mujeres la oportunidad de manifestar sus memorias y emociones a partir de este género literario. Esta publicación es el resultado de dicho proceso. Esperamos que quienes tengan la oportunidad de recorrer estas páginas encuentra allí un testimonio del inmenso sentir de las mujeres de Boyacá, de sus preocupaciones, sus luchas y su fortaleza.
Ministerio de Cultura.

Presentación

Mujeres de Boyacá narran su territorio
Cuarenta y dos mujeres narran su territorio a través de las cartas que abriga este libro. En cada página brilla ese lugar de enunciación que devino en escritura, esos lugares destino a los que se anhela llegar y, también, se develan las ausencias, las memorias, los deseos, las nostalgias, las denuncias y las sensibilidades del cuerpo femenino.
Así como el territorio, las cartas que acá se presentan se desbordan de la margen, del límite. No tienen un mapa fijo. Por esta razón, las mujeres escritoras de este libro muestran una multiplicidad de voces, de sentires y de pensares que reflejan las bondades de haber nacido o vivido en Boyacá, pero también de los estragos y desafíos en las que muchas nos hemos marchitado, sin dejar de florecer.
Al leer se siente la complicidad, la sororidad, la urgencia de la palabra, el abrazo ausente, la memoria dolorosa, el pasado gratificante, la esperanza del mañana… en fin, un hechizo literario, que no es otro que el que se puede esperar de los géneros no ficcionales, de los géneros del YO: un hechizo literario que muchas veces no necesita de metáforas ni de más embellecimientos que los de la palabra encarnada, tal como se siente en lo profundo del ser.
Este libro, todo, es una sola carta femenina boyacense digna de desplegarse a todos los rincones de la casa, de nuestra casa/cuerpo/territorio.
Bienvenidas y bienvenidos a este fragmento de nuestra Boyacá.
Mujeres de Boyacá narran su territorio
Escribo como si fuese a salvar la vida de alguien. Probablemente mi propia vida.
Clarice Lispector

Mujeres de Boyacá narran su territorio
Tunja, 18 de octubre de 2022
Querido Plutón, mi hermoso y delicado Plutón:

Hace ya varios meses que tu belleza se desgastó y ahora parece que ni una chispa de positivismo va a volver a hacerte brillar, pero no pierdo la esperanza de que algún día sea así. Te mentiría si te digo que no sigo siendo esa llorona que noche a noche trata de arreglarte bajo la luz lunar.
Aún te extraño en el territorio de mujeres hermosas que te mencionó hace mucho tu abuelo. En el territorio en donde el frío predomina, pero el calor de hogar nos mantiene cálidos.
Claro que tu presencia marcó un antes y un después en esta mujer que hoy te escribe. ¿Cuándo llegó el momento de abandonar el espacio que ocupábamos el uno en el otro? ¿Acaso los colores en tu atmósfera no se debían al color de mis ojos? Aquellos ojos que te anhelan sollozando y en los cuales logras distinguir los granos del café.
Lamento si desgasto las melodías de “Howl’s Moving Castle” en aquel piano, es que desde que mencionaste que aquellas notas musicales te recuerdan a mí, me es casi imposible sacarlas de mi mente. Me preguntó hoy y siempre cómo estarás, si aún necesitas ayuda de mi parte, o si mi ausencia te genera conflictos sin resolver, si aún tienes algo por decirme o si ya no hay nada más por decir.
Pequeño Plutón, lugar seguro, hermoso ensueño de los ángeles, cariño de mi corazón, ¿aún tienes en mente mi recuerdo cuando ves el arte de Van Gogh, las margaritas, las estrellas o la luna? Espero que así sea y que esos halagos solo sean entregados a una mujer, que anhelo ser yo, esta misma que te escribe desde el territorio que Dios abandonó antes de nacer y después de morir.
Con amor,
Nini, tu dulce princesa o, simplemente, Nicol.
Tunja, 18 de octubre de 2022
Soledad, mi no tan pasada Soledad:
Hoy volví a llorar al pronunciar tu nombre. Aún lo siento como hierro caliente contra mi piel, como acero que corta, como espina que lastima. Te recuerdo de vez en cuando, tal vez más de lo que me gustaría, pálida y fría. Te confieso que me duele que existas, me asusta tu regreso, me atemoriza que vuelvas a cubrir mi cuerpo con tu pálido manto, pero aun así, a veces sonrío cuando abro la puerta de aquel viejo cuarto porque te veo allí abrazándome, sumergiéndome, ahogándome en ti como si mi peso fuera una pluma contra tu inminente acantilado.
Recuerdo tus huesudos y helados dedos incrustados como cuchillas en mi anatomía. Te recuerdo, Soledad, porque cuando veo dentro de mí, tú estás ahí, postrada bajo el recuerdo de nosotras admirando la gran lumbrera, la cual fue testigo de las espinas que enterraste en mis ojos y de tus labios junto a los míos. Aquella luna resplandeciente presenció mi ritmo cardiaco acelerado, mi mirada perdida y mi última respiración sintiéndome viva.
Querida Soledad, te recuerdo como niebla, oscuridad y peligro, como aurora, como mi perdición y mi pasión… Y muy a mi pesar, te recordaré siempre. Te recordaré helada y fugaz, calmada, monótona y asustadiza. Te recordaré gris, como la tarde en que nos conocimos; negra, como la noche de nuestro último beso; y roja, como mi sangre en tus manos. Te recordaré siempre porque te fundiste en mí, porque quien soy ahora se debe a ti y tú te llamas Soledad gracias a mí.
Ten por seguro que siempre estarás en mi mente, incluso con el pasar de los años, seguirás igual, igual a mi cicatriz nueva, a mi sudor espeso, a mis lágrimas amargas y a mis insoportables dolores de cabeza. Pero, Soledad, deseo hoy, en esta carta, despedirme de una vez por todas de ti. Deseo que seas solo un recuerdo, que tus caricias en mi cabello, tus manos en mi rostro, tus besos en mi nuca, tus abrazos asfixiantes y tus palabras afiladas queden en mi mente como el pasado y deseo que en la tuya sea igual.
Deseo fervientemente que olvides en algún momento lo que fuimos, que sepultes en el fondo de tu ser nuestro tétrico amor y que partas para siempre, que vayas en busca de la luz cálida que nunca encontraste en la luna menguante, del canto de los colibríes, de los frondosos bosques y los congelados páramos.

Mujeres de Boyacá narran su territorio
Deseo que abandones mi cuerpo y vayas en busca del tuyo, del sol, tu sol. Sé libre de una vez por todas, vuela como mariposa y fluye como aguas cristalinas. Sopla como el viento y cae como el refrescante rocío sobre las nacientes amapolas. Escapa de la prisión de mi alma y descansa plácidamente en el lecho de mi muerte.

Con tierra en mi boca, sudor en mi frente, 13 lágrimas, 43 cicatrices y 40 sonrisas,
Tu gota de luna, Stephany.
Tunja, 20 de octubre de 2022
Querida pequeña,
Pudimos ser felices, pudimos encontrar la puerta a nuestros sueños, a nuestros anhelos. Descubrimos la manera para disfrutar la vida como queríamos. Dimos respuesta a las miles de preguntas que nos hicimos siempre.

Ahora cambiamos en un sinfín de aspectos, nos volvimos más expresivas, aprendimos a dejar la timidez de lado, a florecer como el girasol, tu flor favorita. Aprendimos a ser libres como aves, a trabajar por lo que queremos. Experimentamos el amor por primera vez, la felicidad de tener a alguien y la tristeza de su ausencia. Por si te lo preguntas, muchas de nuestras personas favoritas ya no están con nosotros, se marcharon para ayudarnos a crecer, a superar, a sanar y a forjar esa coraza dura como la del armadillo que le permite defenderse y protegerse.
Experimentamos la pérdida de aquella mujer a quien amábamos, hicimos nuevos amigos, descubrimos el amor genuino y que tenemos un corazón bondadoso.
¿Recuerdas todos los lugare s que amabas visitar? Así como nosotras, estos también cambiaron, pero su esencia sigue siendo la misma, sigue siendo vieja y con ese olor a historia que la identifica. Nuestro hogar también cambió y, así como nosotras, ha crecido. Hemos dejado huellas imborrables tal como lo queríamos.
Espero poder seguir floreciendo como nuestra flor y seguir sembrado pequeñas semillas para que florezcan como nosotras lo hemos hecho, como grandes girasoles.
Camila Zabala.
Mujeres de Boyacá narran su territorio
Tunja, 30 de octubre de 2022
Querida vida:
Hoy me di cuenta de que no eres como te pintan. Solo nos cuentan que tienes cuatro partes: niñez, adolescencia, adultez y vejez, y que en llega el gran final, pero ahora sé que yo no viví una etapa: la niñez.

Cuando era niña, mientras mis amigas jugaban con muñecas, yo estaba cuidando vacas y cultivando en el campo, lo cual no fue malo, pero cómo que me hubiese gustado haber vivido eso. Sí, me divertía cuando mi abuelita me enseñaba a tejer, pero esto se acabó cuando llegó la adolescencia, pues me tocó trabajar mucho más y esto no me permitía cierta diversión y también por nuestra situación, ya que nuestro trabajo no era valorado. Oía a las otras muchachas hablar sobre fiestas, maquillaje y tener novio, mientras yo estaba ordeñando vacas… quisiera haber vivido eso, pues dicen que es lo que uno debe experimentar en la vida.
Después llegó mi adultez, continué en el campo, pero esta vez tejiendo ruanas, que es la actividad que más me gusta hasta el día de hoy. Ya no estaba pendiente de lo que decía la gente, solo me importaba tejer, hacer diferentes motivos de ruanas, añadirles y quitarles cosas… Ahora, en este momento de mi vida, cuando estoy en la vejez, solo pienso en todas las palabras que quise decir y no pude, en todos los sentimientos que pude demostrar y guardé, en todos los recuerdos que pude construir y ahora los pocos que me quedan se desvanecen; en todo lo que pudimos ser, pero que nunca seremos.
Y sí, llega el arrepentimiento, todo lo que pude tener y hacer, pero ahora ni intentarlo puedo. Solo queda seguir tejiendo la poca vida que me resta y pensar que fui feliz a mi manera.
Con cariño,
Una mujer del campo.
Tunja, octubre 18 de 2022
Queridas madre, tías y abuela:
Hoy quiero decirles que las admiro demasiado. Admiro cada paso, cada batalla, cada lucha que han dado a lo largo de estos años y en este territorio que es nuestro hogar. Estoy orgullosa de poder decir que son mi familia, mi ejemplo a seguir, que son esas mujeres que cada día sonríen y dan lo mejor de sí para sacarnos adelante a nosotros, pedacitos de ustedes, y que con todo el amor del mundo desean que cumplamos cada uno de nuestros sueños, a pesar de las dificultades de la vida, para que en un futuro todos seamos lo mejor de nosotros.
Cada una de ustedes tiene algo especial, algo que le aporta al mundo, a nuestro territorio y, en especial, a nuestra familia, incluida la generación futura.
Madre, tú me has dado la mejor enseñanza, una enseñanza diaria. Has sido quien me apoya a pesar de las dificultades, quien nos ama a mí y a mi hermano, quien da lo mejor de sí misma para que salgamos adelante. Admiro todo de ti, la forma en que resistes, la forma en la que sigues adelante, aunque aparezcan las adversidades día tras día, semana tras semana y todas las que vendrán.

Amo la forma en la que transmites tu amor, tu alegría y tu seguridad.
Angie Valenzuela.
Mujeres de Boyacá narran su territorio
Tunja, 20 de octubre de 2022
Para una Luci con los ojos vendados:
Sé que odias este reflejo. Odias cada milímetro de piel que puedes ver, pero ese odio sin sentido no será para siempre. Puedes odiarte en este momento; sin embargo, también sé que podrás amarte, porque este reflejo ha sido tu hábitat durante todos estos años vividos y lo será por los que te restan vivir. No tiene sentido odiar lo que te ha causado placeres, como comer y sentir el dulce sabor del helado o del delicioso puré de papa que tus manos pueden preparar, la cálida sensación al llegar a casa luego de mucha lluvia o el agradable sabor de un tinto preparado por tu madre.
Tus grandes piernas te permiten caminar largas distancias, tu cintura flexible sorprende y a veces asusta a las personas, tus manos plasman en papel lo que ves, abstracciones de lo que ves y escriben deslumbrantes historias. Tus ojos, con algo de miopía, te han dado la posibilidad de disfrutar los colores y guiar tus manos al dibujar o pintar. Incluso, tu rostro completo ha enamorado a más de uno, aunque lo dudes.
Tu forma de pensar, tu actitud y carácter también son de resaltar; siempre quieres lo mejor para todos antes que para ti, tu manera de relacionarte y de sentir te hacen ser una persona única y especial, merecedora de amar y ser amada, pero con el problema de no amarse a sí misma.
Sin el cuerpo en el que habitas, no podrías disfrutar de estas maravillas de vivir. Sin tu manera de pensar y sentir, no serías tú. Lo único que anhelo, es que hagas caso a esta carta, porque no son solo letras, tus ojos pueden verlas y tu mente entenderlas, lastimosamente no quieres comprenderlas. Espero que algún día logres hacerlo y te des cuenta de lo especial que eres.

Desde el fondo de ti,
Una Luci herida.
Para la mujer que marcó mi territorio:
Desearía que no fuera el cementerio el único lugar que me recuerda tu ser. Quisiera poder recordarte en cada recorrido y en cada meta que cumplo. Desearía que la lluvia de mi territorio se mezclara con mis lágrimas, que caen al mencionar tu nombre; que tu risa llegara a mi mente cada vez que tomo un mocca o que exploro en mí la mujer que soy ahora, esta mujer que reconoce, al fin, que a raíz de tu partida abriste muchas puertas de llegada a personas que me ayudaron a descubrirme, a excavar mi nuevo territorio, el que estaba escondido hace tantos años, el que yo misma enterré.
Gracias a ti, él llegó. Me ayudó a encontrar mi verdadera mujer, llenó mi ser de felicidad y me ha ayudado a sanar tu partida. Llegó a darme la luz que había perdido desde que no estás.

Tu pérdida me quebró el alma, dejó una gran marca en mí, pero fue el detonante a mi descubrimiento; tú, querida hermanita, me enviaste un ángel como él para que me ayudara a seguir revelándome como mujer. Tú, querida hermanita, amada Emily, rayito de sol, lindo amanecer, tú fuiste quien me enseñó a tener siempre una sonrisa y no perder mi esencia. Gracias a ti, Emily, soy esta mujer orgullosa de su territorio, que ahora no se esconde y es feliz siendo ella misma.
Todos mis escritos son hacia ti, Emmy, querida raíz...
Tu hermana, Ainhara.
18 de octubre de 2022
Querida universo:
¿Algún día me explicará el por qué le gusta tanto la lluvia? Seguramente hasta el día de hoy es una de las muchas cosas que usted ha llegado a amar, su sonido, el olor del diluvio acompañado de un buen café y un libro.
Usted siempre ha sido así, un alma libre, como si estuviera escrita por un poeta y moldeada por un escultor. Ayer, como en los últimos días, el cielo se cayó. Era como si una nube negra invadiera el azul claro, así como usted invadió mis pensamientos en aquel momento y no pude evitar recordarla, sintiendo en mi boca el sabor a panela dulce de la melancolía. Aquella mujer que ama la poesía, pero detesta la metáfora; que ama el sol, pero de a ratitos; que hace feliz a las personas, pero que usa los días oscuros y fríos como excusa para quedarse en cama y no ver a nadie.

Espero haya entendido que esta carta habla sobre usted. Espero entienda el atrevimiento de recordarla día tras día y el decirle que su sola existencia es digna de mi gratitud; me dio la vida y celebra a diario mis logros como si fueran suyos, incluso si eso, en ocasiones, significa dejar algunos de sus sueños en el camino. Siempre quiso ser escritora, y aunque con usted guarda algunas de sus creaciones, yo le prometo que en cada uno de mis escritos la llevaré conmigo.
Manuela M. Guío.
Tunja, 18 de octubre de 2022
Para mi gran amor, Samuel:
Siempre que pienso en palabras hacia ti se me hace un enredo en la cabeza. El corazón busca recuperarse de un latido fuerte, tan fuerte que quema el espacio en el que yace y quiere salir corriendo a buscarte. Conservo todo el tiempo un beso contenido en los labios y en el alma, que espera siempre el momento perfecto para caer en tu dulce cuerpo. Un beso que sutilmente se regenera y encuentra en ti la razón de su existencia.
Como mujer pienso en ti como mi figura masculina redentora, esa que me ha acompañado a sanar las desdichas del ayer. Quisiera que todas las personas pudieran tener a alguien como tú. Agradezco el sentir que tienes hacía mí, el valor con el que me tratas y la añoranza divina en tu forma de hablarme. Todo esto me hace ver que no solo era ese objeto vacío sometido a cierto rol en una sociedad, no me limitas, no me reduces a tus deseos. Encarno en ti mis ilusiones y mis esperanzas, por eso decidí escribirte esta carta, porque, aunque antes he escrito para ti, nunca es suficiente y nunca lo será. Incluso, la escritura no alcanza para abarcar todo el sentir que te tengo, las palabras se quedan cortas para expresar el amor, más el de nosotros.
Escribir una carta para ti simboliza toda la inefabilidad de mi estupefacto corazón. Sólida es mi alegría cuando te contemplo, nunca antes había amado a alguien de esta forma. Un amor que viene de mis adentros y se esparce entre todos mis sentidos, me deja inmóvil frente a esa aurora mágica que se arma alrededor y dibuja un círculo precioso, divina forma en la que me veo y me estruja como si de la más bella flor se tratase. Eres el despertar de una nueva persona en mí, hiciste que ese sentir, que ese amor que no tenía despertara, dibujaste un nuevo camino para percibirme como una persona nuevamente, como una mujer.
Me ayudaste a hacer de mis dolores una cuna apaciguadora de verdades, tejiste sobre mí hermosas redes, que se colaron entre mi territorio y juguetearon a amarme en silencio, despacio, esperándome con la cautela de quien ama desenfrenadamente y busca la manera de que ese amor fragante caiga de forma sutil sobre un cuerpo que antes no ha sido amado de tal forma, que no sabe cómo corresponder y expresar un sentir tan fuerte.
Hay amores inconmensurables que se acomodan a la vida y se vuelven necesarios, amores densos, sólidos. Cuando te veo a los ojos siento que eres ese amor, eres el hombre que me enseñó a amar y, lo más importante, a amarme. No solía pensarme frente a alguien, no esperaba además que alguien me quisiera sin herirme, pero tú lo has hecho y no tuve que pedírtelo ni protegerme de ti.

Mujeres de Boyacá narran su territorio
Cuando dices quererme, en esos instantes, se me hace grande el ser, me siento amada, me siento fuerte, gozo de una salud brillante y sólida. Siento como el corazón se me expande y trasciendo contigo. Solo nosotros iluminamos un espacio fantasioso con nuestra eterna amalgama dulce, apaciguadora y perfecta que me hace sentir por primera vez, en mi fatigadora vida, una alegría duradera y recíproca.
Me siento grande, fue abonada por fin aquella planta marchita que era, ahora estoy nutrida por un riego eternamente fascinador que me hace sentir que logré ser querida y quererme. Fielmente tuya,
Alejandra Velásquez.

Tunja, 18 de octubre de 2022
Para los hombres que nos hacen impropias
Mi piel llora un llanto suave y blanco. Un llanto que se funde en un río del color del plomo. Me siento sumergida, como un pequeño niño que llora en los brazos de un extraño, cargando consigo el dolor más profundo de comenzar a ser ajeno.
Brotan de mis ojos semillas blandas, llenas de odio. Maldigo, entonces, este territorio marchito y me niego a pertenecer. Ahogo la ternura que alguna vez sentí por eso que era mío.
Resulta difícil vivir habitando este cuerpo que no perdona, que no borra. De mi boca salen las palabras más crueles, un grito desconsolado. En sus manos recae la pureza y la liviandad que tendía mi frágil cuerpo. Son sus ojos los que avanzan, como si mi silencio aliviara su alma. Soy la que se mese en el viento, como buscando una razón para darle mi perdón. ¿Servirá de algo quitar la marca de sus manos de mi cuerpo? ¿Qué construye y destruye mi perdón, si la sangre queda, si mi llanto sufre, si es mi cuerpo el que muere? Lejos de este territorio lancé ese derecho que tienen de quebrantarnos y hacernos olvido, de andar por el mundo usurpando nuestras tierras.

Quisiera escuchar cómo es que cabe en su alma el olvido, cómo borran lo que han hecho, los cuerpos arrebatados, las vidas que han sumergido en un pozo de materia fétida, el llanto que han provocado; el de una madre, el de una hija, el de una hermana.
Con todo el rencor que habita en esta alma,
Shara Velásquez.
Mujeres de Boyacá narran su territorio
Tunja, 18 de octubre de 2022
Al convencerme de tenerte toda mi vida nunca pensé que sería en forma de recuerdo agridulce. Te guardo cambiante, azul, amarillo y rosa; ácido y picante; intenso y evasivo; como un sueño y el despertar en desilusión.
Te confieso que frecuentemente discuto conmigo, quiero obligarme a creer que fue solo tu culpa, pero como creadora de tu versión, seguramente idealizada, sé que recae responsabilidad también en mí. Tengo certeza de que sabes que te permití entrar en mí, tanto como me fue posible; te permití ser motivo de desvelos, te permití emocionarme, sorprenderme y preocuparme.
Eres mar en mi vida, me asfixias; caracterizado por ser desconocido, profundo; un reflejo condensado de tu cielo; sal, mala suerte. Tu aroma me recuerda a un alma vieja e incinerada; a tabaco y cenizas. Tu sonido es el de una guitarra a contratiempo que busca encajar con la melodía, fingiendo ser otros instrumentos. Ignoras tu papel protagonista en la magnífica obra de tu vida. Me llevo siempre tu sabor, tan fuerte e inconfundible, algo tosco pero lento.
Por mucho tiempo me condené a no soltarte; creí que con algo de mundo volverías a mí, y así fue tantas veces, que es difícil llevar una cuenta. Tomabas un pedazo de mi esperanza, te apoderabas de él y regresabas a tu vida hasta que este se agotaba, luego volvías para recargar; fue así tanto tiempo, tantos besos y tantos “quizás”; hasta que ni para ti, ni para mí había suficiente.
Noches después de uno de tus efímeros adioses, me hundí en la miseria de una soledad infeliz. Ahogué mis gritos y la búsqueda de tu cuerpo en las sábanas de mi cama. Creí que lo único que necesitaba era a ti y anulé mi propia existencia porque la tuya no me acompañaba más.
No todo fue negativo, pero las palabras se vuelven frágiles para describir algo tan fugaz como la felicidad.
Te escribo no para que te exilies de mi vida, fuiste necesario como la lluvia para florecer y estaré genuinamente agradecida, especialmente en otoño. Esta carta es también para mí, para perdonarnos, porque no fue el momento, ni la vida, pero seremos de nuevo. No pronto, no en esta existencia. Volveremos a ser luz, agua en una tormenta y tendremos la memoria intacta. Seremos fuego, incluso en el fondo del océano, pero sobre todo seremos tierra, territorio, una expansión de mundo casi infinita. Nosotros existiremos siempre que llueva.
Con todos los ‘te amo’ que me dijiste y toda la sinceridad que alguna vez nos faltó,
Querido y siempre mío recuerdo, Valentina Contreras Bello.

Sábado, 22 de octubre de 2022
Hola:
Hoy, sentada en un escritorio de una gran biblioteca y sobre una mesa sencilla de madera, te escribo, y lo hago para expresarte algo que desde hace varios años llevo arraigado en lo más profundo de mí. Un sentimiento que hoy es un árbol fuerte e inquebrantable y aunque nos hayamos separado por algún tiempo, este árbol nunca se quebró, al contrario, dio sus primeros frutos en mí.

Te amo, no de una forma vana y de palabras hacia fuera como cuando te empieza a gustar una persona. No puedo mirarte a los ojos sin sentir que todo mi interior se mueve, has hecho mi vida más fácil, haces que recuerde tu presencia en cada paso que doy. Te recuerdo en cada lugar que estuvimos, me hiciste sentir viva e importante cuando pasaba malos momentos.
Eres lo mejor que me ha pasado, mi amigo. Has sido mi hermano, mi compañero, mi confidente, la única persona con la que puedo ser yo misma. Me has hecho amar todos los lugares y sentirme con vida cada fría madrugada que despierto y la niebla todavía se puede respirar, cuando los caminos están llenos de asfalto y el ruido de la ciudad es un caos del mundo, cuando llega el estrés de estudiar y las malas notas; en definitiva, haces que me llene de luz y por fin encuentre tierra en medio de la tormenta que cae sobre mí, mientras estoy perdida en la inmensidad del mar, un mar que es mil veces más grande cada minuto. Eres mi faro.
Quiero que seas el amor que sujete mi dolor, mi lugar seguro. Tus brazos me consuelan cuando mi alma está desesperada. Eres la tierra que me mantiene firme y, al mismo tiempo, las alas que me hacen olvidar al ir por el espacio de tu cálida presencia. Eres mi roca, mi árbol, mi amado hermano de vida.
Tú sujetas la cuerda del acantilado por el que paso.
Con cariño,
Laura.
Mujeres de Boyacá narran su territorio
18 de octubre de 2022 - Tunja
Querida madre:
Aunque el tiempo parece largo, es preciso recordarte el amor de tu hija, aquella luchó sola por tu amor y compañía. Amarte a ti es amar a mi hermana, a mi prima, a mi tía y a mis abuelas, abuelas que no conocí, abuelas que lucharon por nuestra tierra, abuelas que nos sembraron ternura y valentía.
Mamá, o ‘mamita’ como te llamaba, aunque perdoné ya tus errores, no ha sido fácil para mí olvidar aquellos domingos de soledad, tristeza y miedo, aunque tampoco olvido esos otros domingos de almuerzo donde la abuela y el olor de su comida que me inquietaba, pues el imaginarme bebiendo el delicioso chocolate y el riquísimo caldo de papas preparado en leña, me reconfortaba y no solo por el hecho de comer, sino porque el amor de la comida de la abuela me daba calma cuando tú partías.

No pretendo reprocharte o juzgarte, si así lo sientes. Hoy comprendo que tu trabajo es lo que me permitía tener la comodidad y calidad de vida que no tuviste, pero si por un segundo hubieras pensado un poco más en tu hija y no en tu trabajo, tal vez yo tendría más recuerdos contigo y no con la abuela. Pero bueno, ma, no cabe duda que es inquebrantable nuestro lazo y no solo por la sangre, sino por nuestro amor mutuo.
También es preciso comentarte que la abuela tiene ya 90 años, eso me cuenta, no deberías perderte sus grandes historias, historias de nuestras ancestras, historias que narran lo que fuimos y nos inspiran a no olvidar lo que seremos. Historias como la de la abuela Chita, que era la mujer más fuerte, amorosa, valiente y gentil de la familia, que vivió por los alrededores de Cómbita y que allí se encargó de proteger nuestra tierra, fue tanto el orgullo que sintió de sus raíces, que murió sangre a sangre protegiendo la tierra en la que hoy sembramos papas y legumbres. La abuela no me contó de qué época fue Chita, pero sí me dijo que me parezco mucho a ella y que cada mujer de la familia le ha heredado algo.
Pude concluir, mamá, que tal vez la abuela de la abuela de mi abuela pudo ser una gran dama muisca. Sangre muisca es lo que corre en nuestras venas, ahora entiendo tu fuerza y pujanza. Tus sacrificios como mujer tal vez no son parecidos a los de nuestra ancestra, pero como hija, hermana, sobrina, tía y mamá heredaste la valentía y el amor para criarme sola en un territorio violento.
Mujeres de Boyacá narran su territorio
Mamá, aunque ya es tarde para leerte esta carta, te deseo un buen viaje. No es fácil despedirme, pero deseo te encuentres con la abuela y con Chita para que muy pronto puedas visitarme como lo hacen ellas.

¡feliz viaje, querida madre!
Francy, tu hija.
Mujeres de Boyacá narran su territorio
Tunja, 23 de octubre de 2022
Vida:
He pensado seriamente en qué clase de enseñanzas me has dejado y he llegado a la conclusión de que no te extraño. Me has hecho tanto daño, que aún pienso que eres una serie de tristezas con pequeños momentos felices, son tan escasos que a veces se me olvida qué significa una sonrisa.
Aún me preguntó, vida, ¿por qué eres tan egoísta? ¿Acaso se siente bien haber azotado a más de una mujer y haberla humillado en un territorio tan bello, pero con un oscuro pasado?
La historia ha pesado tanto que a veces me gustaría devolver el tiempo a dónde la violencia nos azotó tanto, que perdimos la libertad y nos encadenaron a las garras de tu corazón oscuro y desalmado. Tanto nos has arrebatado y lo intentas compensar con sobras de tu escasa felicidad, con tus escasos anhelos de ayudar.

Dueles, me quitas lo que amo, y no te basta, pues tratas de devolvérmelo, justo cuando ya lo he olvidado. ¿Acaso puedes ser más cruel y quitarme la existencia? Porque me he cansado de verte cada día, de respirar en estas praderas.
Germinas y marchitas las bellas flores, la muerte llega a ti y tú te escondes. En este gran lugar de bellezas escondidas, de mujeres con miedo y a la vez con valentía, solo quedas tú, vida, y aunque me dueles tanto, a veces luchar contra ti es mi mayor intención para que aprendas a querer un poco más y valores a cada ser que goza y se frustra con tu existencia, para luego entregarlos a las manos de la eterna muerte, que no deja de estar caminando por nuestras calles en busca de su siguiente víctima, de otro ser indefenso del que tú ya estés cansada. Oh, vida, sí que se te da bien la arrogancia, aunque diferentes máscaras cargas y cada una parece ser más amarga.
Así es, vida, te conservo, pero a veces desearía soltarte y no volver a saber nada más de ti. Ama y aprende a apreciar, vida egoísta y cruel, que tu corazón sabe y la historia también.
Una víctima más,
Ana.
Anónimo:

Maravilloso es el amor, dicen, aun cuando saben que al mínimo rose se puede convertir en una hermosa agonía. Tu amor dolía como una ortiga disfrazada de rosa, una rosa hecha de ternura que se perdió en el camino y dejó, en al andar, su espina, de esas que entran, pero nunca salen.
Quisiera que escuches las cartas que te he escrito, si tuvieras la oportunidad de leerlas o si supieras de su existencia, sería triste y nostálgico para ti, pues en ellas están todas las palabras que no pude decirte y reprimí. Hay recuerdos que pasan por mi mente, días que me hacen recordarte y otros, olvidarte. No soy artista, como Frida Khalo, o poeta, como Pablo Neruda, pero sin duda ellos recurrieron a la poesía para escribirle a la persona que les causaba sufrimientos y alegrías, como yo a ti. Soy aquella que murió por amor y tú, un hombre que olvidó este corazón que divagaba por tu cariño.
Ten cuidado con el nudo en la garganta que te impide decir algo, siempre termina ahogando al corazón, decían, pero tristemente no hice caso a la oración y ahora tengo un pequeño desamor, y aunque quisiera estar contigo, ya no hay nada, pues nuestra historia nunca comenzó, tan solo fue una bella ilusión.
¿Qué te puedo decir? Somos jóvenes y el amor joven no siempre es eterno, a veces nos enamoramos de personas equivocadas. Es un mundo muy loco, pero te amé con si no hubiera un fin y reí como si no hubiera un mañana.
No miento, es curioso que esté hecha de cristal. Pretendo ser fuerte cuando, en realidad, estoy fragmentada por dentro. A diario busco las piezas que me faltan, pero no las encuentro. Mi ser está tan roto que crea sus propias piezas y aunque sean perfectas, no encajan. Estaba tan acostumbrada a reprimir lo que sentía, que no me daba cuenta de que me estaba ahogando en mis propias palabras. He mejorado y, sin tu compañía, pronto seré una mejor persona, olvidarás lo que fui y desecharás el regalo que te di.
A veces me pregunto si eres feliz o si piensas en mí. Aun sabiendo que ya todo terminó, te aprecio, esta es una fatalidad hecha por el amor. Un día anhelas todo y al siguiente no tienes nada. Aprendí a levantarme de un sinfín de caídas, el proceso es doloroso pero necesario, con el tiempo seré una bella obra de arte; por ahora, este es el final de nuestra historia y aquella rosa, que perdió su espina en el camino, representará el tiempo perdido, pues no floreció y terminó en el olvido de este amor.
Carolayne.
Mujeres de Boyacá narran su territorio
Paipa, 29 de octubre de 2022
Doy gracias a Dios por traer a mi vida un ser maravilloso. Ella dejó su mundo por vivir el mío. Viajamos por varias ciudades y recorrimos lugares donde siempre nos hospedábamos porque era necesario. Estuvimos en urgencias, hospitales y clínicas, allí pasábamos los mejores momentos.
Ella, sentada en una silla, tomaba mi mano para decirme aquí estoy. Yo, recostada en la camilla con oxígeno, suero y un sinnúmero de medicamentos, esperaba que llegara un nuevo amanecer.

Ella era mi luz, mi enfermera, la amiga que siempre me apoyaba y me daba fortaleza. Siempre tenía la palabra adecuada en el momento preciso. Me hizo sentir que valía la pena luchar para seguir, que no había fronteras y la tristeza debía salir por la puerta, tal como entró.
Ella, cada mañana, cepillaba mi larga cabellera, mientras yo tomaba el sol a través de los ventanales. Era mi arcoíris después de una tormenta y hoy es lo mejor y más valioso que Dios me regaló. Después de mi primera quimioterapia debía lucir una encantadora calva, ella rompió en llanto, pero yo, muy tranquila, le dije: “tendré un nuevo look para mostrar”.
Ella, con sus cuidados, paciencia, cariño y amor, hizo que todo pareciera más fácil. Sé que su vida dio un giro de 180° y que todo cambió. No tengo palabras para agradecer su entrega, dedicación y tiempo, pero en especial, por vivir mi vida a cambio de la de ella.
A Ella: gracias por ser el Ángel que supo sortear cada dificultad con su apoyo. Eternamente agradecida,
A ella: Cecilia.
Mujeres de Boyacá narran su territorio
Pantano de Vargas, 31 de octubre de 2022
Querida amiga:

Te escribo desde este hermoso lugar para preguntarte cómo van tus vacaciones. ¿Cómo la pasas en Medellín?
Yo me divierto mucho, juego con mis amigos, voy a la biblioteca y a donde mi abuelita; doy paseos por la plazoleta y disfruto mucho la vista de mi vereda y la tranquilidad de este lugar.
Pero a pesar de lo bien que la paso, te extraño mucho y me gustaría que nos volvamos a ver. ¿Recuerdas que la última vez que nos vimos hicimos el ‘Canal Pollito’? Ya tengo muchas ideas para nuestro próximo episodio.
Te mando un saludo. Atentamente,
Ana María.
Mujeres de Boyacá narran su territorio
Paipa, octubre 30 de 2022
Querido L,
Dicen que hay que pedir lo que uno quiere, pero que hay que saber pedir para no tener luego contradicciones y mucho menos caer en anhelos poco bondadosos…
En ese momento, la verdad, ni por asomo tuve en cuenta esas palabras que tan repetidas veces oí; solo pedí encontrar a alguien con quien disfrutar lo bueno y lo bonito de la vida, que amara compartir a mi lado y con quien hacer tantos planes que ya estaba casi a punto de olvidar…
En fin, pasaron días y meses, y cuando menos lo esperaba apareciste de la nada. Logramos tomar el anhelado café pospuesto tantas veces. Hubo algo en esa cita que cambió mi historia para siempre; claro que en ese momento ignoraba que sería así y también ignoraba todo lo que estaba por suceder en los tiempos posteriores.
Y sí, hicimos planes, viajamos, conocimos, compartimos, amamos, en una palabra: vivimos. Era el tiempo nuestro, el anhelo por volver a reunirnos sin saber cuál sería el nuevo plan, el nuevo lugar; era más que excitante y hacía mover nuestros corazones, nuestras ganas, nuestras vidas.
Cada nueva reunión era mejor que la anterior, más amena, diferente y con más complicidad y confianza; era lo que por un buen tiempo anhelamos los dos. Se disfrutó mucho todo, las palabras, los amaneceres en Belén, las noches de luna en Villa de Leyva y hasta los eclipses junto al Lago Sochagota, las noches largas sin dormir y los desayunos que solo contigo compartí.
Y en medio de todo lo maravilloso que resultó esta conspiración del universo para juntarnos, volví a recordar que hay que pedir, pero también saber pedir… Admito que me dejé llevar por la emoción imaginando lo bueno que sería tener a alguien así, para todo: para los días, para las noches, para los cafés y para la vida. Entonces perdí de vista que esto, como todo en este existir, es temporal, y que falta querer estar, querer dar y querer en sí, para que todo fluya. Ahora, esta historia cambió, ya no queremos. Tú porque me olvidas desde hace tanto y yo, porque me resisto a aceptarlo. Somos unos más que coincidieron, amaron, soñaron y ahora dejan ir porque fue el pacto y también porque así quedarán las buenas cosas en los dos, sin más esperas inútiles que se llevan los días y la emoción de un nuevo reencuentro.
Dicen que el tiempo lo cura todo, pero esta vez, sé que será la excepción.
A.

Mujeres de Boyacá narran su territorio
Paipa, 28 de octubre de 2022
Desde que te fuiste han pasado tantas cosas, Helena. Fríos y lluviosos inviernos han desbordado mi cuerpo, produciendo inundaciones en mi alma y deslizamientos en mi corazón.
También primaveras, Helena. Luminosas y tibias primaveras, en las que he saltado alegre en el claro del monte, riendo y jugando, envuelta en el aroma de las flores y de la hierba recién cortada.
Y veranos, soleados y crepitantes, como los de tu pueblo en una tierra lejana, que llevaste a mi corazón y me regalaste en cada bocado de la deliciosa comida que hacían tus manos, Helena.
Y también otoños, ¡tantos otoños, Helena! En los que nos deshojamos al ritmo de los vientos que soplaron y soplaron hasta agotar nuestra frondosidad; y así, despojadas de todo ornamento, nos maravillamos ante nuestros fuertes troncos, profundamente enraizados.

Y con el paso de los años, Helena, aprendimos a descansar, arrulladas por el calor del hogar, junto a rosquillas navideñas sutilmente azucaradas y una humeante taza de café, durante las tardes de invierno.
Y comprendimos que nacemos de nuevo y florecemos en mil colores cada primavera, Helena.
Te extraño,
Ana María.
Mujeres de Boyacá narran su territorio
Por muchos años sentí que una despedida fue más fácil que volver a saludarte con un ‘buenos días’, sin verte. Pero ahora, sobre este papel, junto con otros muchos que te (me) he escrito, te abrazo y te deseo un buen día, como todos en los que nos hemos acompañado.
Bello día, compañera. Primero, quiero contarte que gracias a la rutina de salir contigo en las mañanas a caminar, siempre ansío la hora de despertar para poder disfrutar los amaneceres, escuchar el frío o sentir el aleteo de las aves. Recuerdo estar en silencio, tú y yo, prefiriendo no contarnos confidencias, sino crearnos desde la intimidad alguna historia en este corto tiempo de tranquilidad que amabas, tal vez el único de tu agotador día.
Ahora no hago largas caminatas, al parecer nuestras ancestras tienen algo que decirnos por aquellas articulaciones que soportan el peso de nuestro cuerpo, de nuestra alma y, de paso, de otras vidas. ¿Ya has podido hablar con ellas? Espero que sea así. En reemplazo, salgo con binoculares, sola o acompañada, para compartir el silencio y luego conversar sobre lo visto y escuchado.
Más de una vez quise tener esas conversaciones contigo y saber la historia recreada detrás de nuestros largos silencios. Mientras tanto, sigo sorprendiéndome con todo, como en aquellas salidas que hacíamos al páramo y escuchábamos el río y los bichitos que llegaban a él, o nuestros sagrados momentos en la laguna de Marcura, donde quedábamos absortas y tenías que atajarme en el deseo de estar cerca de ella.
Mientras tejías nuestras vidas desde pequeñas, con puntadas fuertes y tupidas, pero también con bordados delicados y coloridos, reparaste en que no fueran tan cercanas a tu urdimbre, creíste en tejidos más autónomos, más fuertes y con mucho hilo.

Tú misma nos enseñaste a desprendernos de este territorio que frecuentamos en la infancia y adolescencia, que tiene impregnados mensajes y recuerdos que nos han dado la resistencia para crear otros diseños, y nos acercaste a los hilos de otras historias que mostraron más suave la vida y que el tejido tupido necesita soltura para respirar, incluso más apliques, porque sé que no querías que nosotras, tus hijas, tuviéramos nudos difíciles de soltar. Aunque el nudo más difícil de desatar fue el de tu partida; ahora, con ese mismo hilo, estamos tejiendo estos nuevos caminos.
Pasan los días y sigo sintiendo cómo tomas la aguja y me ayudas a seguir tejiendo, incluso pones los adornos en momentos inesperados. Hace poco encontré el par de aretes de tortuga verde que me regalaste muy cerca a la fecha de tu partida, pensé que lo había perdido como muchas de las candongas
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que te gustaba ponerme y que era más rápido que yo las refundiera, a que tú me las pusieras. En ese instante sentí el brillo dentro de mi vida, que aparece cuando siento que envías costureras para enseñarme y cuidarme. Aprecio mucho esos hilos que has ayudado a que converjan con mi tejido, desde los de mi abuela Cecilia, los de mis tías y todas las mujeres que estuvieron a tu alrededor admirándote. Ahora estoy rodeada de mujeres que amo y son mi apoyo, mensajeras tuyas. Solo te abrazo y suspiro con tus recuerdos, mientras resisto a seguir entendiendo el tránsito de las almas por los cuerpos.
Pdta.:

Debo admitir que ha sido difícil entender la vida, y más cuando los mensajes no son tan concretos y fáciles de comprender, además de lograr la paciencia cuando quiero respuestas en la inmediatez.
Tu hija, Angela. Medellín, 4 de noviembre de 2022
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Paipa, 30 de octubre de 2022 Mami ∞
Ha sido un día maravilloso después de varios días grises con lluvias intensas. Hoy ha estado soleado y el cielo se ha teñido de ese azul celeste que indica que el verano está por llegar. Me encuentro en un bosque del Pantano de Vargas donde he podido ver el atardecer y apreciar esos colores brillantes que, sé, han atrapado a más de una. A la escena, súmale que encendí una velita, cuya luz ha tomado fuerza a medida que va oscureciendo, haciendo que la transición a la noche sea mágica. Esta luz te representa.
Este momento me hace acentuar tu recuerdo y reforzar la gran oportunidad que tengo para dedicarte estas palabras. Pienso nuevamente en ti, como lo hago todos los días. Hoy, mis recuerdos me llevan a la casa de los abuelos, a su estufa de leña y a todos los compartires que tuvimos entorno a su hoguera, a su calor y a sus alimentos. Han pasado un poco más de 6 años desde el último en el que estuviste presente y puedo decir que los extraño, te extraño a ti, tu sonrisa tierna, tus manos cálidas, tu mirada clara y profunda, tus palabras amorosas, tus abrazos silenciosos…
¡Qué falta tan inmensa haces! *
Continuación, 1 de noviembre de 2022
Te cuento que en estos años han pasado muchas cosas. Entre ellas, una pandemia que me hizo retornar a estas tierras fértiles de maíz, arvejas, habas y frutos que disfrutabas tanto. Territorio al que nunca imaginé volver, a tu hogar, al nuestro, al que construiste con mucho esfuerzo, donde muchas experiencias tomaron vida y donde todo está impregnado de ti. Donde tomé vida en tu vientre, donde me he formado para llegar a ser quien soy, de donde soy y de donde, en ocasiones, no admito ser por tantas circunstancias que me niego a aceptar porque han vulnerado a tantas.
Ahora, a mi manera y con tu esencia, recorro este territorio y te veo a ti. Habitarlo, vivirlo, disfrutarlo, incluso cuestionarlo sin miedo para transformarlo es una forma de honrarte, de homenajear tu recuerdo y de perpetuar esos actos generosos con los que todos te recordamos.

Gracias por este fuego interno, por esta llama que encendiste en mí y que me mantiene con ilusión. Te anhelo plena y orgullosa.
Con amor,
Mabel.
Querida Maleta Viajera:
Tantas cosas que hemos pasado, tantos años vividos. Renaces cada vez que te creo desde la estantería. Cualquiera creería que una maleta es solo eso: una maleta, pero, a través de los años, he aprendido que eres más que risa y llanto, más que historias y cuentos, eres capaz de volar como pájaro y de transitar por los caminos más agrestes que tiene nuestra geografía boyacense.
Eres, tal vez, el pretexto o contexto, eres a quien muchos niños esperan, la que las maestras piden, llevas alegría, tu contenido es inimaginable y tan importante, pues eres la misma maleta, pero lo que llevas dentro cada vez que viajas, es único y especial por el lugar al que vas a llegar y por los niños y familias que visitarás. Tal vez la vida de un bibliotecario no sería la misma sin ti, que llevas sueños más allá de un lugar llamado biblioteca.

Pienso que es a ti a la que esperan, no a una bibliotecaria o a un taller. Es a ti, querida maleta, a quien ansían. Te lanzan al piso para descubrir qué les llevas, eres la primera que reciben cuando se va de camino por aquellos caminos pedregosos y polvorientos, que en épocas de lluvia embarran nuestras botas. Ya sea en carro, en moto, a pie, a caballo, en bici o en el camión de la leche en el que tanto viajas, eres tú la esperada.
Esta carta parece de reproche, pero no lo es. Eres mi fiel compañera. Gracias a ti he conocido mi territorio: el cercano, el mío propio, el de una bibliotecaria, el de la gente paipana. Incluso, me has llevado, porque eres tú quien me ha llevado, a conocer Colombia y fuiste tú, la artífice de llevarme a conocer otras tierras.
No sé… quisiera que me contaras qué más pasa cuando te quedas en la escuela o cuando te lleva una familia a su casa. Quisiera que al recogerte tuviéramos una larga charla, en la que me contaras de la gente, de sus vidas, de la escuela y la maestra, de cada una de las historias de los niños. Cómo quisiera que las historias que llevas dentro, también fueran las de mi gente, la cercana y la lejana. Quisiera que todos lograran escribir en tus viajes.
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Ya vamos llegando a una de tus veredas más lejanas y allí te quedarás. Espero que pronto me cuentes lo que has vivido en cada lugar a donde vas. ¿Sabes? Eres el pretexto con el que puedo viajar más cerca al cielo, a la mina, a la laguna… esos viajes son tan bellos, son despertar de sueños. Siempre, al hablar de ti, hablo de ‘Entre historias y realidades’, las historias que llevas dentro y las realidades que ves al llegar.
Pronto vendré por ti y espero me cuentes el anhelo de mucha gente.
Con cariño, tu maestra bibliotecaria, Diana María Patarroyo Ochoa.

Paipa, 31 de octubre de 2022
Carta a mi niña de 15 años:
I

Te saludo desde un punto en el camino un poco más adelante de donde estás. En este momento es muy probable que estés en medio de la tormenta y sientas que pronto vas a zozobrar. Pues te cuento que no, que la embarcación resistió y estamos aquí, sanas y salvas. La mayoría del agua que viste eran nuestras lágrimas limpiándonos, sanándonos, salvándonos. Porque sólo amándonos es que podemos comenzar a salvarnos.
Te cuento, pequeña, que ya nos queremos. Hoy, te quieres. Te cuento que ya estás aprendiendo a habitar tu cuerpo con compasión y ternura. Que ya cada vez más, y pasito a pasito, vas siendo capaz de dormir sin culpa, de convertir los pasos en decisiones y las decisiones en presentes más amables. Te cuento que el sueño de los libros, los gatos y las plantas se cumplió. Te lo cumpliste. Te cuento que ya eres capaz de ver belleza en ti. No todos los días ni todo el tiempo, porque es que ¿quién dijo eso de que las mujeres (y las niñas) le debemos belleza al mundo?
Te cuento que estamos siendo capaces de construir nuestra propia paz, nuestro propio espacio al cual poder, por fin, llamar hogar, y por qué no decirlo, así sea con un poco de timidez, estamos siendo capaces de construir nuestro futuro.
¿Recuerdas la angustia que te suponía pensar en el futuro? ¿Recuerdas esa tristeza tenaz, enconada y profunda que no cedía? Pues te cuento que ya no están.
Te cuento que sigues siendo desordenada, como el que más. Que todavía tienes la capacidad (tan fervientemente juzgada) de dormirte “cuidando un león”, que sigues adorando el tomate con sal y que la ropa negra sigue siendo la que mejor te sienta y la que más justicia le hace a tu cabello. Solo que ahora hay unas diferencias que considero victorias:
El desorden ya es solo tuyo y nadie te juzga por ello, ya nadie te señala, te cuestiona o te hiere por el “caos” en que conviertes el espacio que habitas. El sueño y el ocio ahora son placenteros y por qué no decirlo, descaradamente disfrutados en la compañía transparente de tres preciosos animales: una lebrel y sus dos gatos hermanitos.
Ahora eres tú quien compra los tomates y, según te han dicho, los comes con tal deleite que fácilmente podrías protagonizar un comercial de comida.
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Y la ropa negra ahora la vistes por gusto y ya no por encajar o porque consideres que representa tu enojo y tu tristeza. El cabello, todavía largo, ahora con varias canas.
II

Cielito. Cariño de mi corazón. Mi niña de 15 años. Te extraño tanto. Añoro mucho tu presencia. Quiero que sepas, y que seas consciente, con toda la certeza que puedas imaginar o sentir, que mi amor por ti existe.
Quiero que sepas que, aunque no pueda del todo comprender y sentir tu dolor (porque solo tú lo conoces y porque como dice la canción, tu tristeza es tuya y nada más), me recojo en él, te abrazo y te digo que tu dolor también es el mío y que las penas compartidas duelen menos.
Quiero, también, contarte que no soy la de antes. Soy la misma, pero soy distinta. Las mujeres somos como las aguas ¿sabes? Parece que somos las mismas, pero cuando nos permitimos fluir nuestras aguas se renuevan, se oxigenan, cambian y evolucionan. Soy la misma, soy tu mamá, pero mis aguas son distintas. Siento que son más claras y menos tempestuosas. Siento que mis aguas se han calmado lo suficiente como para permitir que los peces vengan, pero no tanto para que se estanquen.
Siento, y puedo prometerte, que mis aguas han cambiado y ahora pueden permitirnos navegar seguras… Te prometo un lugar seguro.
Cuéntame cómo van tus días, cielito… ¿Cómo te sientes? ¿Cómo estás? Recuerda que “bien” no es un sentimiento. Recuerda también lo que te prometí por la garrita. Me gustaría, en el alma, que me dieras la oportunidad de cumplirte esa promesa.
De mis días, yo te cuento que cada vez son más tranquilos. El trabajo a veces me abruma un poco, porque es mucho y hay poco tiempo. Sin embargo, ya puedo decir que he encontrado gusto en lo que hago y eso es una victoria. Ahora sonrío mucho más. Me gustaría que me permitieras acompañarte a construir tus victorias.
Te pienso mucho. A veces voy a mencionar a alguien, o a llamarle, y tu nombre se me cuela entre los labios. Te nombro y te evoco, te nombro y te traigo, te nombro y existes, y bendigo tu existencia y la agradezco. Es lindo pensar que tu existencia es también a través de la existencia de Canela.
Hijita mía, hay algo que es doloroso mencionar (para mí) y leer (para ti), pero gran parte del amar es ser honestas y no se le miente a quien se ama, o por lo menos no sabiendo que la otra merece la verdad. Bueno, quiero ser honesta contigo y decirte que siento, que es mi sentir, que el lugar donde
estás no es bueno para ti. Entendamos ese lugar no como un espacio físico, sino como una influencia, como un no estar, como un no escuchar.
Anhelo tu bienestar y estoy dispuesta a hacer todo lo que quepa en mis manos, en mis brazos, en mí, para acompañarte a encontrarlo. Porque en muchas ocasiones nuestro bienestar depende, en gran medida, de las decisiones que tomamos.
Quiero que pienses, por favor, en dar un solo salto de fe y regresar. Te prometo que todo será distinto. Te prometo un lugar seguro. Te prometo que si vienen dolores, que vendrán, por supuesto que sí, porque el dolor también hace parte de la vida, serán dolores distintos, que serán ya no por el estancamiento, sino porque el río está tomando su cauce para ser mar. Piénsalo desde lo que, con tu corazón, sabes que te hace bien.
En cualquier escenario, quiero decirte que en mí hay un cariño inmenso hacia ti y un profundo deseo de que seas feliz. Recuerda regar la plantita de amor que tienes dentro de tu pecho, no te desatiendas, cuídate del sol que puede quemar la piel y del frío que pueden dejar las palabras que no se dicen cuando quieren, o merecen, ser dichas.

Te extraña, te quiere y aquí está para ti,
Tu mamá.
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Anuncia la tenue Luz tras el “Cerro de la Guerra”, que viene, que ya llega el “Astro Rey”. Que es hora de levantarme, hora de separarme de mi sombra.
Y la Luz me recuerda que es viernes ya. Me recuerda que el Tiempo vuela ... vuela... vuela...

Y me ordena no olvidar la paradoja. No olvidar que el Astro es el Rey de las sombras, el Tiempo es su emisor, y su lenguaje es la paradoja.
Amparo.
A Borona, la niña que fue mi madre�
Hoy, que juntas somos adultas, Ilbita, borona, madre mía, recuerdo que de niña fue por tus palabras que supe que la vida es finita. Al saberlo lloré mucho y te pregunté ¿para qué se nace, entonces?, tú también lloraste. Así, creo que a mis cinco años, empecé a escucharte contar muchas veces la historia sobre la muerte de mi abuelo Jorge Rojas, fui entendiendo poco a poco ese sentimiento, esa ausencia que significó para ti perder por manos criminales la vida preciada de tu padre, mi abuelo. La bala entró por su mano y recorrió el brazo hasta el corazón, él protegió a su hijo...

Entiendo tu sufrimiento y rebeldía de entonces y de ahora, ese dolor vivo luego de tantos años. Por eso, a través de esta carta, quiero contarte que estuve acompañándote en ese momento de tu infancia donde estabas sola y vulnerable, siempre estuve allí, invocada por el destino que me llevaría a anidar en tu útero para que nunca más estés sola.
Te acompañé cuando tus episodios de rebeldía, a bordo de caballos ajenos, a veces te llevaban a rumbos desconocidos; cuando violentamente apedreabas a la familia de, como aún lo llama la nuestra hoy, “el reo”; sentí tu pesar cuando mirabas llorar al perro consentido del abuelo en la casa, buscando a su amo y sobre todo cuando veías a la abuela Maruja que, entre sollozos, tenía que vivir para dar soporte a siete hijos; entendí la sensación de no poder cepillar nunca más los zapatos y el sombrero barbisio verde del abuelo, el vacío de no poder ver nunca más sus ojos verdiazules y disfrutar de sus mimos. Nadie nunca más te regañó por practicar juegos de hombres, simplemente porque ya no quisiste nunca más jugarlos, porque te mataron la infancia.
Madre mía, Rosita Roja del jardín de mi alma, quiero decirte que desde ese lugar de donde vine a ti, necesitamos sanar tu corazón para que en este paso por la vida te liberes del rencor y del pasado, y podamos entender que el abuelo estará siempre aquí y que en su memoria danzaremos al son de las cuerdas que él tocaba, que nos protegeremos y, sobre todo, que ni tú ni yo estaremos solas.
Invoco las fuerzas poderosas de nuestro linaje para que sanemos y seamos felices de tenernos. Te abrazaré y te besaré, peinaré tus risos, acariciaré tus pies fríos de páramo hasta el final de tus días y de los míos en la memoria. Te amo desde antes de mi nacimiento, Borona de mi abuelo y madre mía.
Con la certeza de gozar de tu presencia en este plano por muchos años, y de la noción de lo perenne,
Tu compañera de viaje infinito. Hoy, tu hija Diana.
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Tunja, 1 de noviembre de 2022
La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo.
[Libro: ‘Eva Luna’] Isabel Allende
Querida ancestra mía, viejita linda�
Sea en esta dimensión, donde sus oraciones me protegen a donde vaya, o en la siguiente, donde sigue evolucionando su espíritu y goza de un merecido descanso, reciba estas palabras que emergen de un fuego interior y universal que nos une, ya sea como parientes de sangre o de vida; de una llama que dulcemente crepita alimentada por su voz, cual consigna de libertad, sueño de justicia y poder de decisión. En ese mismo fuego me reconozco en usted tras cada línea de llegada, en pos de un nuevo reto, temerosa, aunque perseverante a la vez, en una época diferente de la suya, pero todavía con parte de los mismos viejos problemas. Usted ha sido diferentes mujeres y habitan todas ellas en mí.
Luego de incontables generaciones aquí estoy, próxima a los 30. Esta soy, primera profesional del núcleo familiar; desde los 11 maestra de otros niños en la vereda donde vivía; a mi paso, y por mérito, he logrado vivenciar apenas una parte de Nueva Inglaterra en Estados Unidos y he hecho de los viajes, del recogimiento y del infinito territorio de la lectura, mi hogar para comprenderme mejor a mí misma.
Aquí estoy, en un mundo en el que, por mis principios, preferencias y formas de conducirme, a veces me siento en extravío, más hija de su era que de la mía. Entonces, me cuestiono y creo que debo retornar a mis orígenes para encontrar respuestas y en la medida en que la recuerdo, sé nunca me ha dejado. Basta con evocar su memoria para convocar su eterna presencia y compañía en cada logro, en cada lección.
Evoco su memoria y entreveo imágenes de opresión y sumisión, pero también de resistencia y lucha desde tiempos inmemorables. Como en un bello cuadro en sepia, recreo lo que medianamente sé de sus raíces, de sus años de infancia y juventud, de sus primeros amores, de sus verdaderos sueños y convicciones, al menos hasta donde ha sido posible que me los compartiera y los cuales atesoro en un diario como queriendo salvarlos, en complicidad con la tinta y papel, del inexorable paso del tiempo y del verdadero fin: el olvido.
Contemplo vívidamente su cabeza plateada, cabellos de apacible nieve trenzados o al viento, su sonrisa de sol y sus manos prodigiosas orando al Todopoderoso, escribiendo en letra cursiva o quizá tecleando sobre una

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máquina de escribir al compás de sus ideas y su corazón, mar insondable de secretos. Esas, sus manos, de las cuales ha brotado generosamente la vida cada vez que ha cultivado con paciencia la tierra y las mentes para, luego, cosechar sus frutos; cada vez que me ha dado a probar sus saberes con sabor a amor y magia secreta en envueltos, indios, queso, cuajada y chorotas, cuyo ritual de preparación solo sé hacer en teoría; cada vez que mientras leo me protegen del frío y me acunan el alma, como la ruana o el saco que me regaló con genuino cariño.
Son únicos sus pasos por haber recorrido, en su momento y con gran sacrificio, hasta donde tuvo que ser así y su salud se lo permitió. Largas distancias entre pueblos para ir a las romerías, al trabajo, camino al tren, quizá escapando por su vida, o luchando por sus sueños de justicia y sed de educación, o siguiendo el llamado de las montañas y los senderos por los cuales procuró andar al menos cada año, para repensar la existencia y develar tanto los misterios propios, como los de la Madre Naturaleza, de manera inquisitiva y a la vez respetuosa.
Me miro al espejo y redescubro sus facciones en las mías. Me enfrento con la duda y me pregunto: ¿qué habría hecho ella en este caso, desde su experiencia, desde sus desaciertos y desengaños? ¿Qué respondería desde nuestra esencia común, intuitiva, cíclica y cuidadosa, pero también visionaria? Se queda en letargo la vida por momentos, sin mucho sentido, y entonces la reinvento a partir de aquellos universos que finamente ha hilado en forma de incondicionales amigos, de sus libros, o de su voz junto a una estufa de leña por horas, poblados de míticas historias y de sabias enseñanzas grabadas con su testimonio y sello personal, acompañada de un fondo de boleros y música campesina de una vieja radio o, sutilmente, del canto de las aves y árboles meciéndose en las tardes de viento y lluvia.
Y también pienso qué me habría dicho de lo que tendría para contarle y que sabría escuchar atenta en casa, al calor de una agüita del eterno cidrón de su huerta, de un café con panela, de un chocolate negro, de una aguapanela con poleo (del que crece en esa olla que alguna vez fue parte de la cocina y ahora yace en el jardín junto a sus dalias, geranios y hortensias), de un mate o quizá un de té, todas cálidas pócimas que abrigan y curan el alma, porque, finalmente, al no saberme perteneciente del todo a un lugar, ni de aquí ni allá y a la vez de todas partes, sumercé es mi abuelita, usted es mi nonita, you are my granny, pero también mi abuela literaria, artística, pedagógica o científica, mi interlocutora válida que, desde estas y otras latitudes, me ha antecedido en esta ardua y efímera ruta.
¿Es acaso mi rol mantener encendida, en la oscuridad de este mundo cada vez más confuso, la antorcha de su legado y sus sueños como guía mientras nos reencontramos? Con el tiempo le compartiré mis respuestas y hallazgos. Por ahora, solo puedo decirle, con gratitud y reconocimiento,

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que soy porque somos. También que, por decisión propia, no sabré lo que es ser madre y mucho menos abuelita, al menos no de sangre, quizá simbólicamente para unos cuantos individuos de esta generación y, con gran convicción, celebro esta posibilidad de decidir en nombre de la Madre Naturaleza, de la ciencia, de usted y de mí misma. Ha de saber que, en mi propio camino, en esta carta y en cada vida que toque desde mi vocación y llamado como digna nieta suya mientras viva, con certeza ahí estará y vivirá por siempre, viejita linda.
Con entrañable afecto y admiración,
Su heredera de alma antigua, Luz.

Tunja, octubre 29 de 2022
Yulicita, querida mía:
El amor se puede interpretar de diferentes maneras, ya sea con un abrazo, un beso o un te quiero. A veces es difícil decir lo que sentimos, pero hoy quiero manifestarte cuánto te amo, a través de esta carta.
No recuerdo el día en el cual tuve este sentimiento de quererte y amarte, solo tengo memorias de cuando nos quedábamos en la casa de mi tía en el mes de mi cumpleaños, de cuando íbamos juntas al colegio, o de esas actividades cotidianas perfumadas con tu presencia.
Siempre he escuchado a la gente decir que nos parecemos. Me encantaría parecerme a ti en la personalidad, en esos dones y virtudes que te hacen destacar entre las personas. Me gustaría sacar esa fortaleza y valentía en los momentos cruciales, en los cuales eres el pilar de la familia, pero soy la niña sensible, llorona e ingenua que siempre andaba, y aún hoy anda, detrás de ti queriendo saber cómo logras las cosas y aprender de ti, aunque ya me di cuenta de que solía ser tan pegajosa como un chicle y aun así me querías.

Aunque tomemos diferentes caminos y viajemos por diferentes lugares, en algún momento estaremos juntas, y si no lo estuviéramos, sé que estarías para mí siempre. Me hacen falta las palabras para agradecerte todo lo que has hecho por mí, en mis 21 años de vida, sin siquiera quejarte por eso.
Eres mi mayor orgullo, mi gran pilar, y sé que eres la persona que más apoyo me da en lo que quiera hacer en mi vida. Eres mi admiradora, como yo soy la tuya, y cómo no serlo, si desde niña te vi con ojos fascinados, eras mi heroína, una persona con una fuerte convicción, algo de lo que carezco, pero día a día trabajo para parecerme un poco a ti.
Eres mi segunda mamá, mi ejemplo a seguir y aunque no lo diga seguido, quiero que sepas que te amo. Quiero que mis palabras las lleve el viento hasta donde tu estés y te acaricien como lo haría yo.
Con gran amor.
Tu hermana menor, Mónica Roa.
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Abuelita:
Hoy es un día muy soleado, las plantas se ven más hermosas que de costumbre. Creo que es porque estoy pensando en ti. ¿Cómo va a existir día más deslumbrante si hoy estás conmigo?
Cuando sonríes y me observas, con esos hermosos ojos, me siento llena de esperanza. Cada cosa que haces es admirable, desde el momento en que despiertas, hasta cuando te vas a descansar. Hoy quiero escribir esta carta para ti, porque anhelo expresar la alegría que siento por compartir cada momento de mi vida a tu lado y agradecerte por no dejarme sola cuando te he necesitado. Aunque estés lejos de mí, siempre estás muy cerca.
Te quiero preguntar: ¿cómo es que te ves tan linda y plena todos los días a pesar de que a veces estés enferma? ¿Cómo haces para tener la casa tan arreglada siempre? Realmente eres única y perfecta. Si me pongo a pensar cuál es mi comida favorita, no podría responder, porque cuando tú me invitas a comer algo preparado por ti, es simplemente una experiencia exquisita e inexplicable. Trato de saber cuál es tu receta para ser tan perfecta, es que te observo y para mí eres un tesoro tan delicado y fuerte la vez. Eres hermosa pero atrevida, eres alegre pero exigente. Así eres tú.

Solo tú me conoces. Sabes en qué momento estoy triste, alegre, enfadada, en fin, tienes muchas cualidades, o no sé si llamarlas habilidades. Siempre corriges mis errores con amor. ¡Estoy tan orgullosa de tenerte hoy conmigo! Tus consejos, tus regalos, tus achaques, tus alegrías, tus locuras… simplemente todo eso me hace feliz.
Tu nieta.
Me aterrorizaba, abuelito…
Me aterrorizaba pensar que te fueras de mi vida, que ya no reiríamos juntos, que ya no sentiría el abrigo de tus brazos, pero, sobre todo, me aterrorizaba pensar que ya no escucharía de tu boca un: “el peligro en la mente, mija”.
Y es que te veía tan fuerte, pero a la vez tan débil. Te veía con ganas de seguir viviendo, pero también con ganas de decirnos hasta nunca. Te veía a mi lado recorriendo la finca, mientras me contabas tus anécdotas en ella. Te veía un ratito más a mi lado; sin embargo, ahora te veré en los recuerdos guardados y en los sueños en los que me visites.

Pero, de eso se trata la vida ¿no?; es decir, la biología lo expresa: “todos los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren”, y yo no pude hacer nada en contra de sus dictámenes, así que te fuiste.
Los viajes son viajes. Los caminos conducen a encuentros, unen pedazos de almas y memorias que nos conforman, evolucionan y hasta decaen; es ahí donde te encuentro y te veo; ese es el lugar donde mi grave voz te llama implorándote que me esperes, mientras dejo algunas huellas más.
Con inmenso amor,
Tu nieta, Tania.
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Tunja, 6 de noviembre de 2022
Querida Astrid,
Hace unos meses te pedí permiso para contar tu historia, aunque sé que ese permiso no lo he formalizado, pero te visitaré y sellaré el compromiso, hoy decido escribirte directamente, creo que es algo que nos puede ayudar a las dos.
Decido escribir esta carta por dos razones. La primera, y menos importante, es porque estas palabras esconden nostalgias y tristezas que no quiero que salgan a flote, es una razón egoísta, pero hay historias que prefiero enterrar en un hueco profundo y, aun así, el alma me pide sacar algo, algo que me deje más liviana. Como alguien alguna vez me dijo: “la tristeza te inhabilita, en cambio la rabia se organiza”, y con esto comienzo a explicarte la segunda y más importante razón: tú.
Cuando era niña escuché tu nombre varias veces. En cualquier instante del día salías, a veces eras un recuerdo como: “con Astrid bailábamos esa canción” (Saturday night fever), “Astrid, Astrid…” Así te conocí, por las historias, por las memorias; nunca vi una foto tuya, aunque tu amiga Gloria te describió como una mujer alta, de cabello rubio, ondulado, bellísima, y así te he imaginado desde siempre.
Siento que te conocí desde mi infancia. Hoy quiero seguir conociéndote y deseo que el mundo te conozca, que sepan que Astrid vivió sus años de adolescencia en una ciudad fría y contradictoria llamada Tunja, que esta ciudad te vio bailar y reír, que te vio robar suspiros y deseos de hombres de esa generación de los años ochenta, de jóvenes y hombres viejos como lobos listos para cazar. Tunja te abrió las puertas y Tunja te enterró. Te enterró entre dolor, sangre, muerte e injusticia.
¿Ahora entiendes? Te repito: “la rabia se organiza”, como te dije en el primer párrafo. Porque rabia era lo que debía despertar tu muerte. Rabia, dolor y angustia, pero por lo que sé, por lo que he entendido de tu historia, lo único que generó tu corto paso por este mundo, y por esta ciudad, fue juicios vulgares e ignorantes.
Mi querida Astrid, tenías diecinueve años cuando un “alguien” te quitó la vida, (quiero que sepas que esto lo escribo sin ánimo de revictimizarte, solo busco justicia, así sea con palabras, por el momento). Ese “alguien” te empujó de un carro en movimiento, se marchó y ahí se apagó tu luz mientras él siguió con su vida. Dicen que fue ese médico prestante de la ciudad, un “amante”, un hombre casado que podría ser tu hermano mayor o que tal vez fue su esposa, que no toleró tu presencia en este mundo.

Te fuiste sin poder cumplir tus sueños, sin volar. Eras casi una niña en medio del dolor y del abandono de quienes debieron defenderte y apoyarte. A veces creo que no importa quién lo hizo; otras veces, cuando te instalas en mis pensamientos recurrentes, creo que no solo sí importa, sino que sería justo que una sociedad que te dio la espalda pueda saber quién lo hizo, quién te quitó la vida y siguió caminando por la ciudad como si fuera su dueño.
Te he buscado en noticias y documentos, pero no encuentro nada, solo tengo las historias de Gloria, tu amiga y mi madre, y de mis tías, quienes nos presentaron, pero no está tu esencia; sin embargo, en estos momentos, cuando hoy ya soy mayor que tú, te imagino como una niña dulce, inocente, con ganas de comerse al mundo, de sentirse amada, atractiva, de sentirse v i v a, viva como nos hemos querido sentir las mujeres en cualquier edad: vivas y libres de amar, de sentir, de experimentar, pero ya sabes, para muchos y muchas, esas palabras no encajan en lo que es ser mujer.
No te miento, si tu muerte hubiera ocurrido ayer, no pararíamos hasta encontrar justicia, pero finalmente, desde tu vuelo de este mundo en el año 1989 hasta el 2022, nos siguen matando, juzgando y culpando de permitir las violencias de esos lobos victimarios. En fin, discúlpame por atormentar tu alma, por contarte que aquí las cosas mejoran, pero a paso lento, aunque seguramente eso ya lo sabes.
También quiero contarte que mi madre no te olvida, que tiene un disco tuyo que marcaste con tu nombre, que aún se lamenta por no intercambiar su prendedor con tu anillo, que se emociona cuando le cuento que he buscado información sobre ti, aunque no exista nada, que sigue escuchando la música que les gustaba y que vivirás siempre en su corazón.

Mi querida y bella Astrid, por ahora me despido, no sin antes prometerte que algunas personas leerán un poco de tu historia en estos párrafos, que muy seguramente despertará la curiosidad de muchas mujeres, y que te recordaremos y buscaremos entre las miles a las que, como tú, les arrebataron su luz, su vida.
Gracias por instalarte en mi cabeza, espero poder visitarte y llevarte flores de los colores que, supongo, te hubieran gustado en vida.
Atentamente,
La hija de una de tus mejores amigas, Mónica Medina Flórez.
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Yo sé que siempre seré el amor de tu vida. Siempre me cuidarás y me guiarás. Sé que por más errores que yo cometa me perdonarás y me dirás que soy la niña de tus ojos, de hecho, amo que me lo recuerdes, amo que me digas: “ven hacia mí, yo te cuidaré de todo mal y peligro, eres mi amor, mi más grande amor”. Pero, ¿te digo algo? Estoy hecha para cometer errores, estoy hecha para no juzgar y sí ser juzgada, para reír y no llorar y, sobre todo, estoy hecha para ayudar, pero no ser ayudada.
Soy fuerte, no soy débil. Soy pura, no impura. Soy fuego, no ceniza. Soy mar, no chorro. Soy arena, no barro. Soy viento, no ventilador. Soy mundo, mi mundo perfectamente imperfecto, mundo en el que si callas, eres buena; si mientes, eres la mejor; si sufres, eres hormiga. ¿Por qué hormiga? Porque son pequeñas y cualquiera puede pisotearlas como le venga en gana, pero ¿acaso no has visto a las hormigas? ¿Nunca te has sentado a explorarlas? Te recomiendo que lo hagas, encontrarás por qué puse como ejemplo una hormiga.
Te extraño de la forma más profunda. Ya no quiero satisfacer mi carne, quiero sentarme y alabarte, aunque eso sea muy poco para darte, pues me guardaste cuando yo solo estaba pensando en matarme. Quiero verte, pero mi impureza no me permite observarte, tú eres más blanco que las nubes, eres más sabio que la filosofía. Desde un principio me avisaste que debía quedarme contigo, pero por necia decidí alejarme. Perdóname.
Espera, me falta pedirte algo, dile a mi padre que me escuche: Papito, gracias por cuidarme, aunque no fuese tu hija. Hoy me encuentro aquí, en el lugar que, creo, te hacía feliz. Tengo mucho por contarte, es loco, pero es para ti. Aún te recuerdo con amor, con esa sabiduría e inteligencia que cargabas en ti. Mi madre me cuenta las veces que ibas montado en una mula, bajo la lluvia, a buscarme porque no permitías que me pasara algo. Hoy te cuento que he pasado por tristezas, abusos, golpes, gritos y, sobre todo, soledad. Sí, desde que te fuiste no he vuelto a sentir el calor de padre. Recuerdo esa hora en la que llamaron al celular de mi mamá a decir que habías muerto. Yo era muy pequeña para entenderlo, pero al verte ahí, con tantos tiros en tu cuerpo, entendí que no te volvería a ver. No me dejaron llorarte lo suficiente, aún me dueles. A veces deseo rendirme e irme, pero también quiero vivir y reír.
Por último, quiero agradecerte por la familia que creaste, en especial, te agradezco por mi tía Mary, mi tía Bertha y, mucho más, por mi madre. Ellas me han hecho más fuerte. Quiero contarte que mi abuela Cecilia sigue

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ahí, en tu casa, cuidando de las ánimas y de las fincas por las cuales un día caminaste. Angie, la más pequeña, es mi más grande ángel, de quien no odio nunca un abrazo.
Te amo, te amaré infinitamente, señor Jorge.
Tu coneja. Noviembre, 2022

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Agua viva:
Eres cálida, pura, esencial e irremplazable. Magia desbordante, capaz de enlagunar los sentimientos y necesidades de cualquier ser. Agua viva de esperanza con el derecho de recorrer todos los lugares que quiere porque es totalmente libre, transparente y necesaria; sería imposible vivir sin ti. Tan indispensable eres, que sacias la sed del agotamiento que invade a un débil. Tu pureza se encarga de que todos sientan deseos de tomarte y no querer compartirte. Eres lo suficientemente refrescante para dar alivio al cuerpo, al alma y al corazón.
¡Oh, agua viva, por qué en algún momento no aprecié tu valor! Dejé desperdiciar la oportunidad de que inundaras mi vida de transparencia. ¡Oh, agua viva, hoy te pido perdón porque te he hecho daño! Te he contaminado y he secado tus ilusiones. ¡Oh, agua viva, dime qué puedo hacer por ti y qué esperas de mí!
Enséñame a ser como tú, a tener la pureza necesaria y ser reflejo de luz en medio de la oscuridad, a tener el caudal suficiente para calmar la sed de venganza, de odio y de egoísmo. Enséñame a tener la frescura y la paz que transmites para sanar, limpiar y purificar mi alma de aquel rencor que contamina mi ser, solo así seré libre. Enséñame a encontrar ese valor que tú tienes para que, sola o acompañada, sepa que nada me puede detener.
Viviana Supelano.

Tunja, 04 de noviembre de 2022
Para ti, bella mujer
Hoy escribo cada uno de estos renglones, acompañada de la tranquilidad de mi cuarto y con una melodía que envuelve mis pensamientos y me ayuda a buscar la palabra perfecta, para decirte que de todos los frutos que en la tierra han podido germinar, tú eres el más perfecto. Tu belleza encantadora, la fuerza que domina tus sentidos y la esencia de tus palabras hacen de ti un ángel extraordinario y una inefable imagen, que ni el escritor más talentoso podría describir.
Cada parte de tu cuerpo aflora vida y amor, pues…
Tus ojos son fuente de inspiración; tu sonrisa, un desborde de pasión, alegría y ensueños; tejes bellísimas historias con la delicadeza de tus manos; tu pecho alimenta esperanza de un nuevo corazón; tu vientre es una cajita que atesora el existir; y, tus pies, la parte más importante, dejan huellas imborrables, trazan caminos y abren espacios para otros sin importar cuan cansados estén.
En verdad, eres fuente de amor, sacudes al universo con tu esencia; por eso hoy, me atrevo a decir que no te apresures con el tiempo…
Eres niña reflejada en pureza, inocencia y encanto, no te apresures a cambiar tu cuerpo, a cambiar tu naturaleza. Eres joven llena de talento, ilusión y proyección, no te apresures a conocer las banalidades de la vida, no te dejes envolver en algentes promesas. Eres mujer, magia inconmensurable y luminiscente estrella, no te apresures contra el tiempo, ya que cada marca de expresión en tu rostro es reflejo de vida, no te aflijas por lo que puede ser y no lo es, pues cada uno de tus pasos ayuda a construir otros mundos, otros espacios, otros territorios. Eres anciana, sonido dulce, suave y delicado, de lánguido suspiro, no te apresures por los demás, descansa alrededor de un frondoso árbol y mira en lo más profundo de tu ser para agradecer a ti misma todo lo que fuiste y lo que hiciste, porque eres flor que nunca marchitará

Para ti, que a veces olvidas ser mujer, levanta la cabeza, atraviesa la vida sin hacer aspavientos, sin dolores transcendentales, no abraces la melancolía ni la derrota. Vuélvete sencillamente bella y sé esa aurora que acompaña el amanecer.
Con todo el cariño, Otra bella mujer.
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Tunja, Boyacá 04/Nov./2022
Amado Huitzilin: En tu florido hogar�
Hermosos despertares para ti y los tuyos. Hoy te escribo con el deseo de compartir los movimientos que sostienen los vaivenes de mis vientos.
Entre claroscuros me encuentro, intentando bordear los contornos de mi cuerpo y el mundo, deseando crear espacios liminales en donde todo lo que me habita pueda ser sin censura, sin temor.
Mis pasos buscan jugar a perder y encontrar el equilibrio sobre la cuerda de un chelo y, al tiempo, acechar con sus dedos el filamento etéreo del Erhu.

Entre el misterio que pone a resonar un cordal, un bastidor y la curva caja de un piano, quiero ser de pluma, de polvo, de roca, de pulso, de témpano y de brasa.
Mi cuerpo busca perderse, girar, saltar, lanzar, dejarse caer curvo, recto, ágil sobre los golpeteos ciertos de la Lira.
Mis escápulas quieren abrirse, expandirse y abrazar en dulce libertad. Mis pulmones y garganta necesitan liberar el grito, el cansancio, el sollozo, el llanto y la plegaria elevar.
Necesito intermitencia en la ventana de mis ojos, cerrarlos para percibir los azules y abrirlos para no olvidar los adentros rojizos.
Mi boca busca historias ciertas, versos que se deslizan entre mis dedos, tonos que luchan por aquello en donde se asienta mi fe y hacen real mi lugar de enunciación. ***
Quiero ser de Hisaishi su eterna danzante, aquella que puede ser número, ecuación y poesía. Aquella que puede ser Samurái y Geisha, aquella que, en un canto redondo, crea espacio para el diminuto cuerpo de Arriety y las formas raudales de un vecino Totoro.
Intuyo puedo ser la tierra y la Sabina, el sendero abierto y la insondable inmensidad, la abstracción generosa de Takeuchi y la cadencia plena de Delia. La amalgama perfecta entre rituales de té y quebradas revueltas que parecen ser de chocolate, en donde puedo ser agua, oleato, hoja, madero, pétalo seco y estambre.
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Todo lo que soy desea florecer espeletia, danzar coral-lechuza, jugar felinacan, reptar tuátara-camaleón y volar cóndor-colibrí…

Con gratitud por tu presencia y tu lectura dispuesta.
Paola Andrea.
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Querida abuela,
Con un leve suspiro te vi partir, con un simple gracias te dedico esta carta. Desde aquel día en que te fuiste mi vida cambió completamente, pues no es igual sin ese caluroso abrazo que me recibía después de la escuela y sin ese besito en mi mejilla, que me hacía recordar el gran amor que me tenías.
El aroma a café aún me hace recordar las mañanas en las que me despertabas con un murmullo para salir al patio a tomarnos ese tintico que, con tanto amor, me preparabas, o esas novelas que mirábamos en la noche después de leer un versículo de la biblia. Eran tan mágicos aquellos momentos. Tú lo eras todo para mí.

Las fotos son los únicos recuerdos que me quedan de ti. Me basta ver tu sonrisa tan agraciada, pura y perfecta para que una cálida brisa recorra todo mi cuerpo, es como si me dieras una suave acaricia intentando decirme que aún sigues aquí.
Tú eras mi TODO, mi felicidad completa, la esencia de mi alma. De haber sabido que esa despedida sería la última, te hubiera abrazado tan fuerte que no me quedaría remordimiento alguno, ni este último adiós atravesado en mi garganta. Con todo el dolor de mi alma, con en esta carta te digo adiós para siempre, querida abuela Julita, adiós.
Tu nieta, Tania.
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Un día más, querido tío�
Aún recuerdo que eran las doce cuando de repente sonó el celular. Acababa de salir de clase. Las malas noticias se veían venir, bastó tan solo con contestar y el mundo se derrumbó, todo fue gris. Yo solo podía pensar que no era posible. Los recuerdos vinieron como rayos fugaces, uno tras otro. Quería parar de llorar, pero algo me lo impedía, las piernas me temblaban, el corazón me latía a mil. Quería abrazarlo, pedirle perdón, pero el miedo me ganaba. Intentaba no mirarlo, pero tenía que acercarme, contemplarlo y sentir su olor.

El tiempo continuó su rumbo, las preguntas seguían presentes y, al parecer, no quería aceptar las cosas. Trataba de recordar cada instante que desde niña pasé contigo, como cuando era tan solo una chiquilla y me dormía en la hierba, y tú me abrigabas con tu ruana y me cargabas hasta llegar a casa, o cuando llegaba a casa de mamá y te sentabas cerca de la estufa diciendo: “este rinconcito está caliente”, o cuando nos encontrábamos en el pueblo y nos sentábamos en los andenes a hablar un rato, o cuando íbamos a ver luces al Puente de Boyacá y de regreso nos acompañaba una neblina espesa, ante la cual solo tú me consolabas diciéndome: “Mayo, vamos despacio, no va pasar nada”.
Por un momento, estuve tan confundida que no sabía si lo que estaba viviendo era real o mi imaginación me estaba jugando una mala pasada. Sentía que el corazón se me arrugaba, pero no quería asimilar lo que estaba sucediendo. Guardaba la esperanza de que fuera una pesadilla. Ahora solo le agradezco a Dios por haberle permitido vivir muchos años a mi lado, lo mucho que me ayudó y por la paciencia que me tuvo. Lo quise mucho.
Los días siguen pasando, unos han sido más difíciles que otros, algunos pasan rápido y otros, muy lento, en estos últimos duele más su ausencia. A veces, sin querer, pienso que está ahí, en la esquina de la casa, donde siempre lo veía o en casa de mamá sentado cerca a la estufa, pero rápidamente caigo en mi realidad y en ese instante me lleno de fuerzas, vuelvo a alzar la cara, sonrío y digo: “todo estará bien”.
Mayerly.
4 de noviembre de 2022
A todos los h mbres que amé y quizá me amar n�
Initium:
Alego a un pase para hacerte, para que hagamos y compartamos juntos: -Pase para acampar -Pase para besarte -Pase para abrazar -Pase de inspiración -Pase para un almuerzo -Para para una cena -Pase para comerte -Pase de baile -Pase para estar contigo por 24h o más -Pase para tocarte -Pase para cuidarte -Pase para tomarte de la mano -Pase para besarte en público -Pase para salir a caminar -Pase para ver juntos las estrellas -Pase para ir a un evento -Pase para estar en soledad reflexiva -Pase de préstamo de libros -Pase para que me leas -Pase para cocinar juntos -Pase para contemplarte -Pase para penetrarnos -Pase para dormir juntos -Pase para morderte -Pase para mercar juntos -Pase para regalarte algo -Pase para hacer algo por ti (algo que te dé pereza) -Pase para ayudarte -Pase para viajar juntos -Pase para trabajar juntos -Pase para cumplir una fantasía sexual -Pase para consentirte -Pase para vestirte cuando te haya quitado la ropa -Pase para desvestirte -Pase para peinarte -Pase para decirte algo (algo que no te pueda decir porque te enojas) -Pase para para hacerte estriptis, o que me lo hagas -Pase para reír juntos -Pase para trabajar en nuestros proyectos profesionales

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-Pase para recibir una flor de tu parte -Pase para que me cuentes historias -Pase por un chocolate -Pase para comprarte algo que quieras o necesites -Pase para soñar despiertos -Pase para caminar cogidos de la mano -Pase para visitar a tu familia -Pase para que me cuides cuando esté enferma -Pase para chat hot -Pase para ser maldadosa -Pase para perder la cordura -Pase para que me domines -pase para que me hables sexi -Pase para dejarte solo -Pase para aceptar una joya -Pase para salir juntos -Pase para jugar videojuegos -Pase para seguir jugando nuestros juegos -Pase para dibujar juntos -Pase para hacer libros -Pase para buscar mapas
Pase para, en definitiva, estar juntos, para pasar el tiempo en tu compañía…
Nodum: ¿Ello será posible?

Résultat:
Sé que tu decisión nos alejará, entiendo que es prudente y ambos lo necesitamos.
Lo único que siento que puedo hacer es desearte lo mejor. Espero que encuentres las respuestas a aquello que aún no tienes.
De aquí en adelante no habrá pasado, solo recuerdos. Por una parte, quiero olvidar y por otra, atesorar. Te agradezco por haber compartido conmigo este tiempo.
En parte sé que esto que intentamos fue un fracaso por el resultado que ahora nos separa, pero lo intentamos… Si tuviera que volver en el tiempo no me arrepentiría de nada, quizá me hubiera gustado podernos entender mejor en ese intento de acercarnos.
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Debes saber que disfruté jugar contigo y quererte en todas tus formas. Te agradezco por lo que me ofreciste, me enseñaste, me alentaste, me inspiraste. Incluso, te agradezco por lo que te envidié.
Solo deseo que tu nombre sea pronunciado por alguien que al susurrarlo te dé la felicidad que anhelas y le permitas amarte mucho más de lo que me lo permitiste a mí. Que aquella mujer sea tu total compañera, tu mejor amiga, tu diosa y súcubo.
Perdona el daño que causé. Siento mucho que el querer y el desear, de alguna forma, también sean herir. Porque ese cuento de que el amor es puro, que no es egoísta… es mentira. Quien quiere solo busca satisfacerse a sí mismo. Tú ama a la persona con la que deseas estar, no te quedes con alguien simplemente por compasión o lástima. ¡Así debe ser!
Creo que, a la final, los proyectos que soñamos para nosotros mismos son nuestro salvavidas y amor verdadero.
No lo tomes a mal, pero espero verte feo y que otro ocupe el espacio que te cedí en mi corazón, así me será menos difícil verte, incluso, recordarte. Hay tantas cosas que no logro entender de tu comportamiento, de tus decisiones respecto a mí, de tu trato, de tu ausencia, de cuando dices que me quieres, de cuando dices que te dejé solo, de cuando dices que no puedes hablar, de cuando actúas como un cobarde, de cuando me dejaste en ese hospital… de donde desperté de ese estado aletargado producto de los medicamentos y mi estado zombie. Zombie por ser una muerta en vida, porque ya que no tenía razones para seguir viviendo, cuando todo lo que amé (mi pueblo, mi casa, mi trabajo, mi oficio, mis proyectos, mis gatitos, mi independencia… MI VIDA) lo había perdido. Además, entre esas pérdidas te encontrabas tú… ese que fuiste: mi casa, mi familia, mi amor, mi mejor amigo, mi amante…
Después de la violación perdí la cabeza, llegué a otro plano. Cada detalle de lo ocurrido fue un rompecabezas que pude completar. Seguí mis propias huellas… mis rastros. No fue un sueño, aunque toda esa noche lo pareció… Todo ello ocurrió. Mi estado mental alterado, producto de una especie de alucinógeno, me da claridad para rememorarlo todo, pero no puedo recordar su rostro. Han pasado más de 3 años y mi amnesia de su rostro se mantiene, como al siguiente día, cuando quise entenderlo, como cuando me percaté de toda esa locura.
¿Sabes? Lo peor de que a una le ocurra algo así, no es a la final el mismo hecho, sino el parloteo de la ignorancia y la estupidez humana. Escuché cómo se decía, cerca de mí, que las decisiones que había tomado para mi vida, la búsqueda para entender y construir mi mundo, habían sido la causa de que ello me ocurriera: fue por mi forma de actuar, fue por mi forma de

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vestir, fue por mi forma de relacionarme, fue por SER YO. Incluso, pase demasiados meses culpándome de que lo nuestro hubiese acabado, suele pasarme.
Te he dicho antes que estoy harta, harta de tratar y buscar entender por qué lo hiciste, por qué me dejaste sola, por qué tu cobardía.
Algunas respuestas he tenido que tejer. Cuando estuve en el hospital de rehabilitación, supuse que la mayoría de los enfermos mentales eran mujeres. He escuchado en boca de varios hombres:
“Las mujeres están locas”, “no hay quién las entienda”. Así que bajo estas premisas los muros fueron reventados. En estos hospitales el número de hombres con problemas mentales es más elevado, en comparación con las mujeres, quizá el triple o el quíntuple. Lo que me hizo preguntar: ¿Por qué me mintieron?, ¿cómo es posible que aquellos que han tocado el sol y se han quemado dirijan y sentencien las reglas de lo que debe ser?
Había rabia en mi corazón. Rabia que se transforma en dolor y hace que mis palabras sean como navajazos azarosos, sin dirección concreta sobre la madera. Luego, lo pude ver, cuando pensaba en ti… W: tu madre era una negra que tacharon de puta, tú y tus hermanos pasaron al cuidado de tu abuela paterna; R: tu madre era una loca, lo decías con cinismo y rabia, suele estar en casas de reposo a causa de una enfermedad mental, nunca supe realmente su nombre, además muchas veces, siendo pequeño, te habías levantado para enfrentarte a tu padre mientras estaba borracho, para que dejara de maltratarla; J: tu padre fue un drogadicto y tu madre una desempleada que, según tus tías, vivía como una arrimada…

Muchas cosas de estas no las puedo hablar contigo, me rehúyes, cambias de tema, evades… la construcción de tu masculinidad es una carga tan pesada y tan hijueputa que, si no la flaqueas, terminarás frito como todos esos otros hombres que ya no están en este plano llamado realidad, sino cumpliendo misiones vagas, difíciles de entender, como el loco Risas, que tenía un costal para meter más costales…
Lo único que te pido es que no estés tan seguro de las verdades. Pon todo en tela de juicio, pregunta, expresa, toma distancia, responsabilízate y di lo que sientes sin tratar de buscar mi felicidad, porque más daño me haces al ocultar, evadir y no enfrentar.
Ten linda noche. Gracias por leerme, prometo escribirte pronto, cuando haya renacido otra vez.
Con am r, Magda Páez Garzón.
Posdata:

Gracias por todo lo vivido y el momento en que me dejaste partir, aunque fue difícil entenderlo y, aún más, soportar el dolor de tu ausencia. Lo que más extrañé fue conversar con mi mejor amigo. Descubrí, en el proceso, que solo puedo confiar en mí misma para poder mantener mi equilibrio, que debo escuchar otras voces que me contradigan para testificar que la verdad absoluta enceguece y quema.
No fuiste un INÚTIL, nunca lo vi así, Si decidí compartir mi vida contigo fue porque pude maravillarme y extasiarme de tu PODER como ser humano desde tu disciplina, constancia y sabiduría para observar. TE QUEIRO, TE PERDONO Y DESEO LO QUE SUEÑES PARA TU VIDA. Con todo mi corazón, mi energía y mi mente: INFINITAS GRACIAS por amarme, por cuidarme, por escucharme y siempre enseñarme a que debía confiar en mí y en mi corazón. SIENTO, con todo mi dolor, el DAÑO que te pude haber causado y no fui consiente, o tal vez fui demasiado egoísta, para aceptarlo.
Querida mamá, te explico mi impotencia�
Tú eres la única que me conocía, incluso antes de pisar esta tierra. Me elegiste y dedicaste tu vida entera para protegerme, formarme y guiarme por esta extraña roca estelar. No obstante, te cuento que me hallo desconocida.
Dentro de mí ha crecido otra yo que se cuestiona casi todo y lucha contra ella misma, se encuentra extraña y su mente ya no recuerda muchas cosas con exactitud, respecto a su propia historia.
Mi corazón insiste en que las cosas no andan bien, después de todo creo que el tiempo ha hecho de las suyas, mi piel lo siente. Intenté buscar cosas concretas en mi memoria en vano, es muy extraño... Me da miedo la sensación, una sensación que puede terminar siendo rara y vacía por falta de argumentos. Ojalá hubiera podido despedirme y tener la consciencia en paz. Ojalá hubiera podido decir adiós directamente y tener la sensación de un final, como es debido, sobre todas las cosas que me aquejaban y que te conté alguna vez superficialmente, pero no…
Tengo insomnio y pienso; siento que he pasado por muchas cosas que hacen parte de mi historia, me dan miedo. Me perturba la idea de olvidarlas y al mismo tiempo de que me acompañen toda la vida. Sí, soy consciente del tiempo, de la vida, de los sueños y de los nuevos comienzos, pero… ¿Qué sería de la vida sin historias, sin memorias que nos recuerden cómo fue que llegamos a este punto? Y aunque ahora valore más el proceso y los hechos simples, como contemplar el camino, tengo miedo al olvido.
Solo tengo presente que la vida, a medida que pasa el tiempo se hace más y más desconocida, añoramos lo conocido y lo simple, tratamos de entender y de abrazar el presente como medio del futuro y experiencia de la existencia.
Sin embargo, no tengo empero en expresarte que me siento perdida en un mundo que juzga mi valor por las pocas decisiones que he tomado en mi corta vida, por cómo luzco o por dónde ando, por qué me rio o por qué lloro. Es difícil ser genuina en una sociedad tan frívola. Por Dios, soy simplemente un ser humano que busca significados a través del tiempo, de las personas que amo y de lo que adoro hacer. Aunque y tenga algunas cosas claras, todavía no me defino.
Siento como si estuviera en un lago infinito nadando bajo un manto de estrellas por la noche, a veces con desesperación, otras veces con calma, buscando una orilla constantemente en la que pueda agarrarme y extender mis raíces, donde me pueda sentar y observar el basto universo que me rodea y sentir completamente el instante en que me tocó nacer, donde pueda pertenecer y trascender, donde me pueda trasformar y encontrar al menos

Mujeres de Boyacá narran su territorio
uno los tantos propósitos que dictan el porqué de mi existencia, donde pueda morir tranquila y cada una de las razones que hicieron de mi vida algo especial me acompañen al final de mi historia.
Deseo un lugar donde me sienta eterna e inmensurablemente libre, para bailar, saltar, cantar y pintar las 24 horas del día; para escribir sin que me sienta cansada, con mi cabeza y corazón como mis anclas, así como la percusión en la música, Deseo un lugar donde estés conmigo y seas enteramente feliz, para que me abraces por las noches y desayunemos changua por las mañanas, para maquillarnos y pintarnos las uñas, y así vernos más bonitas para nosotras mismas. Deseo un lugar donde nos miremos al espejo y nos reflejemos la una en la otra, orgullosas y abrazadas hasta el alma.

Quiero morir allí, pero contigo, a tu lado. Allí, donde nos encuentren los extraterrestres preguntándose por qué dos féminas están abrazadas después de diez mil años. Sé que tú andas buscando tu territorio individual, como cualquier otro ser humano, porque tú, más que nadie, me enseñaste lo importante de esa búsqueda; sin embargo, me encantaría pensar que en ese territorio también estoy yo, porque tú eres una de las pocas personas, razones y significados que tengo claros.
Te amo y deseo que siempre estés conmigo.
Cielo.
Tunja, noviembre 04 de 2022
Amadísimo Gato López,
Café… para muchos sólo una bebida, para mí, una de las cosas más importantes de la vida. Mi infaltable compañía al despertar cada mañana. Me encanta degustar cada sorbo e imaginar cómo cada gota que pasa por mi garganta invade las células de mi cuerpo, cómo activa cada rincón de mi ser y cómo mi mente siente la energía positiva para iniciar un nuevo día.

Café… la disculpa perfecta para iniciar una bella historia contigo, la invitación que con timidez nos hicimos, sin saber que alrededor de una taza, con su agradable aroma, cada tarde empezaríamos a compartir muchas historias de vida, sin imaginar que también serviría para sanar el pasado que, de muchas maneras, nos había lastimado.
Cada tarde un encuentro y un café. Al final del día, mayor atracción. Esa atracción que no se dice pero que se nota en cada mirada, esa que crea ilusiones y expectativas, mayor conexión, era como si nos conociéramos de otras vidas y nos reencontráramos para compartir experiencias, aprendizajes y gustos en común, en esta nueva dimensión.
Un café, testigo, cómplice y culpable de este amor bonito, y loco. La bebida que, con su agradable sabor, nos incita a juntar nuestros labios para saborearlo de forma más íntima. Con algunos sorbos hemos ahogado palabras de dolor, algunos sorbos han ido acompañados de lágrimas que acarician nuestras mejillas, su humo ha elevado oraciones y súplicas que, sin pronunciar palabra alguna, presentamos a un Dios todopoderoso cuando sentimos que es tan prohibido lo nuestro, cuando al final de una conversación concluimos que somos felices cuando estamos juntos, pero que esta felicidad significa la molestia y, por qué no, el sufrimiento de personas que decimos amar, pero no más de lo que nos amamos tu y yo.
Una taza de café, la cita infaltable desde hace tres años. La mayoría de veces lo degustamos dulce, aunque no le agregamos azúcar, simplemente porque al mirarnos y sonreír nos sentimos dueños del mundo, felices, realizados y únicos, sentimos que este amor es suficiente para enfrentar cualquier obstáculo que nos presente la vida, por eso parece mágico el momento y lo tomamos despacio, soplando, cerrando los ojos cada vez que un trago acaricia nuestra boca, sensación que solo se compara con los besos suaves, tibios, jugosos, sensuales e insinuantes que son la compañía y el complemento perfecto a nuestras largas y profundas pláticas.
Pláticas en las que asoman miedos del pasado que hemos tenido la fortaleza del confesar, ilusiones rotas, amores mal logrados y errores que nos hacen
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sentir culpa y frustración, porque, aunque no te diga ni te pregunte nada, algunas veces te tomo de la mano y siento tu inseguridad, tus miedos y tu sentimiento de culpa por estos momentos felices, pero también afloran ilusiones, planes y proyectos de un futuro juntos, caminando de la mano como compañeros de vida.
También debo confesar que un café es el culpable de ese adiós que siempre dejamos para después. Ese adiós amargo que, muchas veces, hemos sentido la obligación de pronunciar, pero que duele en el alma. Ese adiós que solo se piensa, pero que no sale de nuestras bocas porque se ahoga en la garganta y es reemplazado por una sonrisa, una mirada de alegría, de atracción, de gusto, de deseo, de amor; por un abrazo, una caricia, muchos besos y un “te amo para toda la vida” …
Gracias al café todo en nosotros fue expresivo, sincero, único y tangible, a ninguno nos pareció nada raro que, de pronto, solo pensáramos en estar juntos por sobre los prejuicios sociales, como si entendiéramos que cuando la vida nos cruzó fue para permitirnos perdonar, sanar, trascender, cerrar ciclos de dolor, para entender que con solo una mirada y una sonrisa se puede tener el universo entero para ser feliz, y para sentir cuan afortunados somos de sentirnos cerca, de poder abrazarnos y sin palabras decirnos que todo estará bien, de tomarnos de la mano, de sentir el calor y la seguridad de tenernos siempre ante cualquier situación, y de caminar por la vida despojando miedos, calmando tempestades, cumpliendo sueños, creando magia, sin promesas, sin compromisos, sin juramentos, sin testigos, solo con la seguridad de ser sinceros y leales a nosotros mismos.
A veces me pregunto por qué el café embriaga y nos hace sentir que se puede soñar sin pedir permiso, ni sentir culpa; que se puede amar sin importar la edad, las ataduras, los compromisos; que se pude amar sin esperar nada a cambio; que se puede llorar con la misma intensidad de alegría y de dolor; y que se tener la certeza de que podemos ser felices por la realización de las personas que amamos.

Entonces hoy tengo la convicción y la confianza de decirte que hay pocas cosas que no quiero que falten nunca en mi vida: la misericordia de Dios, la salud, mi hijo, el café, tu amor y tu locura que alegra mis días.
Siempre tuya, Nubia - “Pasita”.
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Mujer Roja,A ti, que desde tu encantadora dulzura elegiste ser mujer.
Estás dotada de fuerza interior, de un útero, feminidad, sensualidad y una propia contención que te permite llenar todo de cariño, risas, palabras, vida e inspiración.

Cuando te nutres con actos de amor puedes retribuir de forma infinita a los tuyos, a la naturaleza, a tus proyectos, a tus sueños y hasta más allá del universo.
Puedes tener momentos de incertidumbre, de desconexión, o de querer volver a empezar para sanar y perdonarte por los aciertos y desaciertos, para tener la convicción de escuchar tu corazón, tu intuición, tus raíces, y reprogramar creencias limitantes para convertirlas en creencias que te permitan abrir, y abrirte, a uno o muchos nuevos caminos.
¿Te digo algo? No solo tú has transitado esto, ¿sabes? ¿Quieres conocer quién más ha caminado por esos senderos? Tus ancestras y ancestros, tu linaje familiar y universal que nos une. Somos parte de un todo.
No eres una sola, somos parte de muchas y, cuando digo muchas, me refiero a que cada día, cada semana y cada mes somos hermosas doncellas, madres como la madre tierra, hechiceras o magas con poderes de creación desde nuestra inteligencia y sensualidad, ancianas sabias en nuestros momentos de reflexión. A través de nuestra menstruación nos renovamos porque la sangre es vida, retribución, gratitud y cambio. También nos renovamos cuando transitamos por nuestro ciclo lunar (luna nueva, menguante, creciente, luna llena) que nos permite caminar sin máscaras, ser fieles a nosotras mismas, abrazarnos y dejarnos ser sin juicios.
Estas palabras son para mí, para mi abuelita materna Ofelia, para mi abuelito materno Arturo, para mis abuelos paternos que trascendieron y para mis demás ancestros y ancestras que me guían. Estas palabras son para mi pareja, Michael; para mi hijo, Adrián; para mi hija, Ilena; para mis padres, Jairo y Ruth; para mi hermano mayor, Fabio; y para mis dos herman@s, ángeles guardianes. Estas palabras son para mis proyectos, para mi labor, para mis amigas y amigos, para las mujeres de este territorio y del mundo, para los hombres, para los bebés, para las niñas, para los niños y jóvenes, para los sabios adultos mayores.
Con esto quiero terminar: deseo que tengas un bello despertar de consciencia lleno de gratitud, de paz interior, de la presencia de Dios o la divinidad, de
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relaciones sanas y amorosas, de finanzas en armonía y que te adaptes, o nos adaptemos, a los cambios en disfrute y gozo.
Con amor,
Nayibet Isabel Acosta Roa Rincón Huertas.

Pequeño barco:
Con el pasar del tiempo me he dado cuenta de muchas cosas, una de ellas es que extraño aquellos momentos en que jugaba contigo, pequeño barco, cuando mi imaginación y tú eran lo único que necesitaba.
Recuerdo el río cerca de la casa de campo, en el que te sumergía y miraba como la corriente te llevaba, corría detrás de ti y observaba que el agua no podía hundirte. Pasaba mucho tiempo haciendo esto, hasta que mi madre me llamaba. Cuando volvíamos a la ciudad, miraba por la ventana e imaginaba que te tenía y que te ponía a navegar en aquel cielo azul con nubes.
También me gustaba imaginar que, en la ciudad, yo era como tú, pequeño barco, que, a pesar de tu deteriorado estado, seguías siendo el mejor, el más fuerte y que podías navegar con tu pequeña tripulación a donde quisieras, sin que nada pudiera detenerte.
Ahora que he crecido, siento que te estás rompiendo y que, poco a poco, te llenas de agua. No importa las veces que trate de arreglarte, no logro tapar tus huecos; supongo que tanto mojarte y dejar que otras tripulaciones te manejen trajo sus consecuencias; sin embargo, estoy segura de que podré arreglarte. No quedarás como nuevo, pero podrás navegar y, como todo proceso de arreglo, será difícil recomenzar, pero no imposible.

Si estás leyendo esto, futuro barquito, espero que estés reluciente y fuerte para que ninguna corriente te hunda.
Karen.
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Boyacá, 4 de noviembre de 2022
Ofrenda para mi Tierra:
Noche, caída de estrellas sobre la ruana pasos alargados y desterrados entre grietas de carne viva Ruptura de atavíos jardines purpura y sombras sonámbulas
El presagio ha roto los ideales piedra lanzada contra una ventana
He pasado algunos días caminando una avenida de madrugada buscando trozos de tela entre las bolsas de objetos “inútiles” en un intento por reparar una vida de fantasmas y huertas. En esta tierra crecen flores en cualquier lugar. Cuando hace frío, hambre, duelen los huesos el pecho está hinchado de toser de revolcar en su corazón un peldaño para sentarse y olvidar el día que pasa.

Camino bajo la lluvia, con ampollas en los pies, preguntando una dirección a donde quiero llegar, un lugar destino, y nadie responde. Voltean la cara, miran de reojo, levantan los hombros, mueven la cabeza como si una mueca se apoderara de su cara… parece que algo perdí entre los mares sórdidos, mudos y condicionados como estatuas por el tiempo. Extranjera de cualquier lugar.
Cuando finalmente encontré una casa, fue para despedirme de lugares y lazos de donde ya no pertenezco.
Velas encendidas.
Nada de lo que escribo es tan nuevo y, a su vez, el alma guarda como los elementales, sus secretos.
Extraño los diálogos profundos con todas ustedes. Echarme un porro con mis queridas heterónimas: la aventurera, la regañona, la chica del clown y su pantalón a rayas, la investigadora fisgona de mentiras, la cineasta (de dramas y alucinaciones), la chica que cuando cierra sus ojos ve otros lugares y escucha pláticas (con acentos incluidos), la abuelita, la irreverente.
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Al final ser mi amiga, escuchada, bienvenida mente de tortuga, mirada de alas fuertes, jabalina...
¿Dónde está mi tierra? Estoy sentada en medio de la noche Estoy a mitad de la frontera En la hora R. E. M. El destino sacrificando a la oración
Los lunares se reproducen como preguntas sobre mi piel. A veces necesito sembrar una planta, verla crecer, sentir su muerte, darle un beso y dejarla partir... A veces deseo que los demás también me dejen ir…
Cascadas de horas, tejas solares en el techo, premisas temporales, dormir en el parque, en el desierto, en la última parte de la casa, debajo del puente, entre la cueva de obsidiana, en los lagos de Pulque, abortos intermitentes.
El cruce diagonal frente a las balas, la huida hábil e intuitiva en el callejón vacío, en la buseta, en la escuela, en el metro, en la parada, en la casa, en las vías. Suerte al nacer.
Las estalactitas de adentro esperan el turno para tomar su café.

Despierto, de repente, mirando a través de la ventana de un autobús. Tengo sed, la noche ha sido larga y me pongo un papel en la cara que dice enunciación, la tierra prometida, el desasosiego, las despedidas, mi tierra, la tuya, nuestro territorio, un nuevo lugar.
Susana.
Este libro se terminó de imprimir en el Fondo Editorial de la Corporación Cultural Alejandría, el 13 de noviembre de 2022.
