Patricia L. Boero - Cuarto Creciente
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Patricia L. Boero
Cuarto Creciente
a Francesco Simonelli (1963-2004)
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Ă„ Patricia L. Boero Buenos Aires, 2009 boero@zonamoebius.com http://patricialboero.blogspot.com http://www.zonamoebius.com http://www.visfluminis.org
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I Todo ocurre en los ojos acogedores. Rafael Cadenas
Pronuncia aprende el alfabeto del principio el Ånico legado el oficio sin voz del dÇa subsiguiente y guÉrdame el secreto de la pequeÑa espiga que puso en entredicho el feroz temor al aluviÖn y dio en el blanco. S€ mi ojo, esp€rame en la noche. Necesito el j•bilo que volv‚a sagrados los caminos.
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II El largo pasadizo de fronteras se ha deshecho de mÇ. Y es sÖlo devociÖn la que desciende ahora tropieza y se hunde lento sobre las inminentes prendas de la espera. Mi asombro es un paÇs itinerante con nombre extranjero diez cruces transversales que se confunden con el azul de una franela. Mi asombro es un paÇs itinerante un corazÖn de boca desbordada.
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III Me llevas contigo. El oÇdo emboscado por la rÇtmica estampida de tu sangre y la certeza de quien aÅn no ve. La voz multiplica ahoras. Primera estaciÖn de mÇ donde la senda se desviÖ. Primera y dulce inermidad del mundo. Apartas velos infinitos.
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IV Recobro las horas mansas de un dÇa tantas veces desmantelado por el desahucio y la pena cruda la hora propicia del pulmÖn la desnuda recompensa de tu rostro.
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V No digo No callo Me incautas los ojos Es musitaciĂ–n la palabra
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VI No sÜ pronunciar votos de artificio. Sin tu favor las palabras sƒlo tendr‚an un peso propio. Traigo las que se alzaron a la altura de tu vÇvido gesto hasta caber en la expectativa de la hierba. Me sabes cercanÇa la fiesta del mismo vaso. Me sabes rendida a la jubilosa proporciÖn de un paso reverente que mengua su estrÜpito cuando tu pensamiento se aviene a conversar contigo. Era el silencio que te circundaba, como otro aire. La intemperie, el consuelo.
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VII Ejercemos la noche oficio de peces entrelazados cinco bocas ebrias en los pies un cÉntaro una redoma rosario que hila un sÖlo misterio tuyo es el reino del techo hÅmedo y tibio tuyo y mutuo el arder y la encendida gloria del abandono entre las piernas por siempre, temblor.
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VIII AquÇ, dicen, es siempre mÉs abajo. Hay velas que han renunciado a la Ånica firmeza de su enjuto pabilo hay muerte obligatoria, amor desmantelado. A nosotros nos duele geomÜtricamente la devastadora progresiÖn del engaÑo visceralmente el pie desnudo del informal equilibrista sobre la alta tensiÖn del alambre de pÅas las confinaciones, las catÉstrofes la rabia de las piedras. Hay luminarias que ciegan con sus desaforadas prominencias chanzas, expoliaciones y verbos regulares de muy alto calibre. La irreverencia bÉrbara del tiempo que harÉ de su fulgor apenas un destino de mÇnimo epitafio. Hay tenaces candelas que buscan su yesquero hay aÅn pordecir reverberando.
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Somos los simplÇsimos ambiciosos. Tenemos sed de espaciosas tormentas y hambre de dos o tres cosas ineludibles: molienda de huesos y encendimiento puro magnÇficos porosos que se abren y se cierran como una flor sensible. Somos los que sonrÇen o se ovillan sin la avidez del rÜdito.
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IX El lujo fatuo el lujo provisorio condenado al peor reparto el lujo propio del compacto accesorio se niega a inscribirse en estas coordenadas. Nos sobran indÖciles momentos cuando fracasa el verbo pero nos falta estilo para alabar al dios del que trafica un parlamento estÜril o un vacÇo perfectamente clausurado en el vÜrtigo-pent-house-quinta repÅblica. Mi Ånico patrimonio es la inasible dicha de mirarte dormir ignorarme atentamente como al envÜs de luna.
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X Te vas para que mi ojo se entienda con tu ausencia. Bajas sin armas a la calle y es asomo. Cuando tu mano encendida rima sÅbitamente con tu rostro veo el otro paÇs y su prescindencia de proezas.
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XI TambiÜn en la calle cincelarÉn tu frente con una procesiÖn de desatinos y sin embargo desde qu€ profundidad surges como llama para esconderla. Entras y eres el otro que nunca hallÖ y que salta son los dedos en demora un desagravio silencioso. AquÇ es donde se enhebran las cuentas del maÑana el espacio donde el solo existir sobrepasa todo quehacer pequeÑa flor necesaria.
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XII Trabajas tu letra en sueÑos curvados que apenas recuerdas. Invocas la llama reduces a cenizas la crueldad con que juzgo mis antiguas enmiendas los tropiezos de mi lengua de infancia el solar donde aÅllan las intrigas, los bordes. Tu mano que no sabe es la que firma la aboliciÖn de la sentencia: que no se condene a la mujer por haber incurrido tantas veces en el delito de confianza ni al hombre ni a los domesticados animales con ojos de corza y flancos desportillados ni al lobo que se duerme mientras lame la pata que lacerÖ la trampa que no se condene la mucha edad del manso tedio ni la indolente prevenciÖn de quienes fuimos traicionados.
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Tu mano es la que firma y rehace la obra aunque haya un capÇtulo de escombros clavados como esquirlas. Hay algo en la ruina que es promesa de una regiÖn sin desmemoria Cada dolencia fue peldaÑo.
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XIII En la ciudad, hay una consigna: „No amar…s al extranjero' Cristina Peri Rossi no hace falta m•sica para un dicho real Rafael Cadenas
SÖlo aquÇ en el sopor de esta ciudad que ostenta los restos de la fiesta de otro alto mandatario nuestro nombre recobra sus orillas. áste es el pasto que alguna vez comimos cuando fuimos corderos en la noche de labio seco contra labio roto Üste el motivo de los goznes empotrados al muro del amor Üsta la historia que alguna vez redimirÉ. TÅ no sabrÉs que yo sabrÜ.
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Temblor de ojos cuando se abren y cancelan la deuda de nacer ceguera de la mano que aun en el error trazÖ en el costado del cuarto su mitad.
AquÇ donde la luz declina y edifico una improbable lucidez aquÇ en el centro donde toda canciÖn real se va volviendo apÉtrida.
Caracas/Buenos Aires, 2001-2004
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Nota: Todos los versos en cursiva pertenecen a Rafael Cadenas.
EdiciÖn digital: Ä Patricia L. Boero, Buenos Aires, 2009 EdiciÖn en papel: Lola Editorial, ColecciÖn Libros de Berna, Zaragoza, 2006, por iniciativa de su editor Manuel MartÇnez Forega.
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