La fina barrera de un cilicio como represor o excitador del deseo en liturgias religiosas o bdsm*émicas, deja entrever los estigmas como orgullo o como prejuicio. Es necesario desprenderse de la noción católica de la perversión. Redefinirla, reapropiarse y trazar nuevos límites. Al igual que el mundo drag puede ser entendido como una perversión, por ser una obsesión de una idea y su desarrollo máximo transgresor del género, las catedrales, pueden ser entendidas como una de las máxima expresiones arquitectónicas de dicha obsesión y desarrollo máximo y en su momento, como un desafío máximo tecnológico, como una transgresión de la ley imperante, donde quizás no es el secreto, pero sí el misterio como polo de atracción máximo y fascinante que oculta la lógica perversa [.......]
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