JESÚS LARA Y LA NARRATIVA INDIGENISTA

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JESUS LARA Y LA NARRATIVA INDIGENISTA Compilador: Iván Prado Sejas Patrocinio: PEN QUECHUA

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Compilador: Iván Prado Sejas Patrocinador: PENQUECHUA Auspiciadores: Pen Cochabamba, Pen Bolivia, UNPE, UPEQ, ESUN, CENDA y Academia de la Lengua Quechua – Cochabamba. Evento: Inti Raymi, 21 de junio 2021 Cochabamba, Bolivia Derechos reservados Se respeta la signografía usada por los autores para las palabras o frases en quechua.

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INDICE Qallariy (Prefacio)………………………………………………………………………………………………………………………5

1. La realidad boliviana en la narrativa de Jesús Lara. Willy Oscar Muñoz………………………….7 2. Jesús Lara y el quechua. Gonzalo Montero Lara…………………………………………………………..25 3. Una faceta en la vida de Jesús Lara: la poesía y el canto. Juan Clavijo Román……………...33 4. Cursivas quechua en Surumi de Jesús Lara. Juan Revollo Valencia……………………………….40 5. Paugarwara (el lugar del amor). Rosario Quiroga de Urquieta……………………………………..60 6. Inti Raymi - Calendario Inka. Esther Balboa Bustamante………………………………………………68 7. Literatura testimonial: “Lo que no se dijo de Jesús Lara, parentesco de consanguineidad y los ojos de Mario Lara López”. Celso Montaño Balderrama………………………………………72

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QALLARIY (PREFACIO)

Kunan p´unchay sumajta parlarisunchis, pichus Jesus Lara sutiyuj karqa, sumaj runa, sumaj yachachij, sumaj k´anchasqa mallku. Kunan sumajta yachasunchis imatachus kay Jesus Lara masiyninchis ruarqa kausasajtin. Payqa sumajtapuni llank´arqa tukuy qheshua runakunapaj, qheshua warmikunapaj. Chayrayku noqanchis sumajtapuni jap´inanchis tian Jesus Lara nisqata sonqonchis ukhupi. Jesús Lara era un hombre de muchas luces, dedicó su vida a la defensa de los indígenas en periodos donde el pongueaje y el mitanaje imperaban en Bolivia como formas de esclavitud y el maltrato era el pan de cada día. Jesús Lara fue un investigador que se preocupó de la literatura y de la cultura quechua, en diferentes etapas. De cuna humilde y de interrelación diaria con los pueblos indígenas, supo interpretar las necesidades y requerimientos del pueblo quechua. Asimismo, en sus estudios, Jesús Lara recupera los aportes de la cultura quechua, recopilando versos, narraciones, leyendas, mitos y tradiciones. En sus primeros libros, Lara muestra las condiciones de vida infrahumanas de los quechuas que habitaban en el valle alto de Cochabamba. En sus novelas, que se constituyen en la expresión de la literatura indigenista, muestra las ansias de liberación de los indígenas quienes vivían en situación de miseria y explotación. Asimismo, refleja en sus distintas obras como los indígenas buscan defender sus derechos y su dignidad como personas. Jesús Lara es considerado uno de los representantes más importantes de la literatura indigenista en Latinoamérica, junto a Alcides Arguedas, Jorge Icaza, Ciro Alegría, José María Arguedas y otros. Y por cierto, la literatura indigenista ha jugado un rol importante en la toma de conciencia para las transformaciones sociales que se han estado gestando en los distintos pueblos de nuestra América. Si bien la literatura comprometida no produce cambios a corto plazo, con el pasar del tiempo las letras hacen mella en el corazón de los hombres. Los cambios que se tienen hoy, para los indígenas de nuestro país, no son sólo fruto de sueños de sujetos políticos, sino también se deben a los sueños de pensadores que, como Jesús Lara, sembraron el deseo de libertad y de superación en la mente de miles de individuos con sangre indígena. 5


En este periodo de Inti Raymi, PEN QUECHUA, Centro Pedagógico y Cultural Simón I., Patíño, PEN BOLIVIA, PEN COCHABAMBA, UNPE, UPEQ, ESUN, CENDA, y la ACADEMIA DE LA LENGUA QUECHUA-COCHABAMBA se suman a este homenaje. Participan en este compendio destacados escritores e investigadores de nuestro país. Iván Prado Sejas Presidente PENQUECHUA Cochabamba, septiembre de 2021

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LA REALIDAD BOLIVIANA EN LA NARRATIVA DE JESÚS LARA WILLY OSCAR MUÑOZ* En este ensayo nos limitaremos a analizar la narrativa indigenista de Jesús Lara, a través de la cual puede reconstruirse la trayectoria existencial de los indios del valle de Cochabamba. Para lograr este propósito, ordenaremos el contenido novelístico con arreglo al acontecer cronológico de la historia de Bolivia en vez de regirnos por la fecha de la publicación de los libros de Lara. El contenido narrativo-histórico incluye el feudalismo durante la República, la participación del indio en la guerra del Chaco, la Revolución Nacional y termina con la etapa post-revolucionaria o la contrarrevolución. Si se considera el tono de su contenido, esta novelística puede dividirse en dos partes, las que corresponden, primero, a la época prerrevolucionaria y, segundo, a la Revolución Nacional misma, que tuvo lugar en 1952, y las consecuencias directas que afectaron la vida del campesino. Las novelas de Lara caen dentro de las líneas generales del indigenismo, en el sentido de que exponen las costumbres y aspiraciones del indio, denuncian la explotación de la que fue objeto y muestran la dualidad cultural y la bipolaridad socioeconómica que cohíbe su desarrollo.1 Lara se suscribe a los dictámenes de la tesis de Mariátegui que sostiene que la cuestión indígena tiene su origen en el problema de la propiedad de la tierra y de la subsistencia de los gamonales. El gamonalismo no solo designa una categoría social y económica, la de los latifundistas, sino que constituye todo un sistema que comprende una larga jerarquía de funcionarios intermedios.2 En el caso de Bolivia, el ciclo de explotación está construido en base a una distribución piramidal del poder, en cuya cúspide se encuentra la figura del patrón o terrateniente. En su ausencia toma su lugar el mayordomo, secundado por los kurakas, autoridades subalternas en los pegujales, y en la base se hallan los indios, los que trabajan y hacen producir la tierra. La gradación del tinte de la piel de esta pirámide corrobora la

1 1 Eugenio Chang-Rodríguez. Revista Iberoamericana 50.127 (abril-junio 1984), p. 367. 2 José Carlos Mariategui. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Empresa Editora Amauta, 10ma ed. 1965. pp. 33-34. 7


conclusión de Américo Ferrari, quien afirma que el problema del indio es más un problema social que étnico, más económico que racial.3 En la primera parte de su narrativa, Lara sitúa la acción en el momento histórico del decline de las comunidades indígenas, con el consiguiente auge del latifundio. En esas circunstancias, el indio, por su condición de siervo, al ser privado de la tenencia de la tierra y excluido de los beneficios de su principal medio de producción, es explotado por el patrón, quien se aprovecha de la gran cantidad de mano de obra que no tiene otra clase de ocupación ni de subsistencia. En consecuencia, el amo no tiene la necesidad de mejorar las condiciones de trabajo, ni de mecanizar la agricultura, puesto que el esfuerzo gratuito del colono le reporta cuantiosas ganancias. En ausencia de amo, el mayordomo es el encargado de llevar adelante la producción de la tierra. Lara, al caracterizar la figura del mayordomo, utiliza rasgos comunes que hacen de este personaje un “tipo”.4 En términos generales, el mayordomo es un cholo semiletrado y bilingüe que viene del pueblo o de la ciudad, donde aprendió las maneras de los patrones, a quienes trata de emular, al mismo tiempo que se esfuerza por despreciar al indio, olvidando que en ese grupo étnico radica su verdadero origen. Su afán arribista y el deseo de complacer a los patrones hacen de él un tirano de sus hermanos de sangre. Montado en su cabalgadura, calzado con botas de cuero e investido con un látigo, vigila severo, desde las alturas, la prolongación de la condición servil del indio. Puesto que el poder marcha mano a mano con la posición económica, el mayordomo cuida de incrementar su fortuna personal. Para lograr su objetivo se aprovecha de la postración del indio, a quien explota con una serie de negocios ilícitos que lo atan, económicamente, al lugar de producción. Para mantener el sistema opresivo intacto, el terrateniente cuenta con el sólido apoyo de las agencias del Gobierno. Vale decir, el indio no solo es subyugado por individuos inescrupulosos, sino también por organismos como la Policía, el Ejército, todo el sistema

3 Américo Ferrari. Revista Iberoamericana 50.127 (abril-junio 1984), p. 401. 4 En su primera novela, Surumi (1943), Jesús Lara narra las maniobras económicas y la tiranía del mayordomo Manelsinu y de sus asaltos sexuales a las mozas indias. La Paz: Los Amigos del Libro, 3.a ed., 1973. 8


jurídico y la Iglesia. En su novela Yanakuna5 es donde se hallan articuladas más ampliamente las leyes que coadyuvan a la explotación del indio. Wayra, con su t'inka, el pago en especie, y su hija maltrecha por el asalto sexual que acababa de sufrir a manos del hijo del patrón, realiza una peregrinación en busca de justicia, pero choca contra una barrera infranqueable, puesto que ningún abogado atiende a los indios. Entonces Wayra se da cuenta de que “no solo las riquezas, sino también la justicia y las leyes, eran patrimonio exclusivo de ellos” (p. 309), de los qhapajkuna, que formaban una casta sólida y terrible. Pero cuán presto a castigar se halla el brazo de la ley cuando es llamado a sofocar cualquier intento de rebelión indígena. Ante este sistema represivo, la Iglesia, por medio de sus curas de pueblo, predica la resignación y el sufrimiento como maneras para obtener la gloria eterna, además de desangrar los magros ahorros del indio al obligarlo a cumplir con una serie de ritos religiosos en los que gasta sus últimos centavos. Surumi, Yanakuna y la primera parte de Sujnapura, que se suceden, históricamente, antes de la guerra del Chaco (1932-1935), abundan en los pormenores temáticos de la literatura indigenista al estilo de Aves sin nido, Raza de bronce o Huasipungo. Son novelas donde se entreteje la enconada explotación del indio y muestran la realidad del feudalismo agrario boliviano, que crea una división de clase e impide el desarrollo cultural de un pueblo, netamente, agricultor. Bolivia recién se daría cuenta de su retraso durante la Guerra del Chaco, elemento catalizador que contribuirá al despertar de la conciencia nacional6 y a la

5 Jesús Lara. Yanakuna. 3ra ed. La Paz: Los Amigos del Libro, 1974. 6 El historiador inglés Murdo J. Macleod llega a la conclusión que hasta los años antes del conflicto bélico, a los escritores de este país andino no les interesaba si “Bolivia permanecía siendo un país feudal, con castas, subdesarrollado y dividido por conflictos inventados. Que los indios tenían poco o ningún lugar en la vida nacional, aunque ellos constituían la mayoría de la población, eso parecía no molestarles.” (La traducción es mía. Bolivia and Its Social Literature Before and After the Chaco War (Diss. University of Florida, 1962), pp. 84-85. A pesar de que hay algo de verdad en esta aseveración, no se puede dejar de notar la existencia ya de novelas como Raza de bronce (1915), de Alcides Arguedas, o el ensayo de Franz Tamayo sobre La creación de la pedagogía nacional (1910), donde se augura al indio como el gran depositario de la energía boliviana. Para conocer en apretada síntesis las teorías racistas de este país hasta antes de la guerra del Chaco, véase el artículo de José Ortega, “Indigenismo y alteración en las letras bolivianas.” Chasqui 6.3 (mayo 1977), especialmente pp. 2729. Para informarse del tratamiento del indio en el drama durante este periodo, véase el capítulo “La huerta: Acercamiento al problema del indio” en mi libro Teatro boliviano contemporáneo. La Paz: Ediciones Casa Municipal de la Cultura “Franz Tamayo”, 1981, pp. 41-58. 9


modernización del país. El intelectual que asistió a la contienda bélica se sentía como un extraño en su país al comenzar a percatarse de la diversa gradación étnica boliviana y de lo inexpugnable de su geografía. Su alienación se magnificó al percibir la incapacidad logística de los conductores de la nación y constatar los desastrosos resultados del sistema feudal. El choque anímico revelatorio fue tal que dedicaría el resto de su vida para codificarlo.7 Jesús Lara tenía ya plena conciencia de la situación del indio, puesto que convivió con él toda su vida, y como José María Arguedas, habló más temprano el quechua que el castellano, idioma que lo aprendió en la escuela primaria. En las arenas del Chaco confirmó su vocación de escritor comprometido en defensa de los indios. Su reacción no se dejó esperar: a los dos años del cese de fuego publicó Repete. Diario de un hombre que fue a la guerra del Chaco (1937).8 En esa novela transcribió sus impresiones de la guerra, opiniones que son reiteradas una y otra vez en sus novelas Sujnapura9 y Surumi. De estas novelas puede concluirse que a la guerra del Chaco marcharon, exclusivamente, los indios y los obreros; los parias, que nunca gozaron de derecho alguno, ahora se ven abrumados por obligaciones; la patria, que nunca les dio nada, les obliga ahora a ofrendar sus vidas en defensa de la soberanía nacional. Una vez que son diezmados los adolescentes y los ancianos, aquellos que por su temprana o avanzada edad no pertenecen a aquel anfiteatro macabro, son llevados al frente, a seguir rindiendo su vida para una causa que desconocen y no entienden. Mientras que los burgueses, que antes vendían salud, ahora forman

7 Fernando Diez de Medina, en su Literatura boliviana, concluye que el escritor de la novela de protesta social, que él denomina “escuela vernacular”, vuelve los ojos para exponer los males de la nación, destruir el anacrónico sistema feudal y proporcionar soluciones viables para la modernización de Bolivia, al mismo tiempo que busca la exaltación de lo propio en una sincera rebeldía: “Es como si el boliviano hubiera despertado al conocimiento de sí mismo”. Publicado en La Paz: Libro Editor Alfonso Tejerina, 1953, 330-331. Véase también Jorge Siles Salinas, La literatura boliviana de la guerra del Chaco. La Paz: Ediciones de la Universidad Católica Boliviana, 1969.

8 Jesús Lara. Repete. Diario de un hombre que fue a la guerra del Chaco. 2da. ed. Cochabamba: Editorial Carlos Canelas, 1937.

9 La segunda parte de Sujnapura, denominada “La derrama”, codifica los múltiples acontecimientos que les tocó vivir a los “repetes”, a los conscriptos indios. Estos pasajes constituyen, en nuestra opinión, uno de los más logrados de la narrativa de este escritor. Con un estilo de frases cortas y precisas, el ojo avizor del narrador se traslada de un lugar a otro, a velocidad vertiginosa, para articular, en cada oración, un punto de vista diferente de la lucha, con el propósito de presentar al lector las mil y una acciones que se suceden, simultáneamente, en el fragor del combate. Con un estilo barroco de tupido detalle, consigue Lara la pintura de un cuadro tan vivo que el lector se siente en medio de ese laberinto de balas. (La Paz: Los Amigos del Libro, 1971). 10


legiones de hombres aquejados por las más diversas enfermedades. En el frente, el indio comparte con gentes de otros rincones de Bolivia, aprende un poco de castellano y convive con algunos oficiales, de los que asimila algo de su comportamiento. El excombatiente que sale del Chaco --blanco, indio o mestizo-- regresa transformado. Sin embargo, sería una exageración afirmar que el indio adquiere una conciencia de clase como consecuencia de esa contienda bélica; pero sí se puede afirmar que a su regreso al campo o al incorporarse a la colmena citadina o al emigrar a las minas, el indio lleva consigo una experiencia que no se le borraría hasta el fin de sus días. Los errores y horrores de la guerra no concluyen allí, en el escenario bélico, sino que continúan hasta después del retorno al suelo patrio. Surumi da a conocer el retorno de las tropas una vez que se proclama el cese de fuego y lo que ocurre inmediatamente después. Los políticos, astutamente, se dan cuenta del poder latente que los excombatientes tienen e intentan incorporarlos en sus partidos políticos como apoyo e impulso en su loca carrera hacia el poder. Wáskar Puma, el protagonista de Surumi, observa que las dolorosas lecciones de guerra aprendidas son pronto sustituidas por la ambición de unos cuantos oportunistas. Entonces, para mantener viva la toma de conciencia, este indio aculturizado se embarca en una cruzada revolucionaria. Como é1, doce camaradas se esparcen por todo el territorio nacional con el propósito de forjar una nueva sociedad, una que reivindique a los oprimidos. De esta manera, Surumi deviene en un antecedente de la futura trilogía revolucionaria. Los eventos históricos, después de la conclusión de la Guerra del Chaco, tienen una importancia capital, puesto que representan un periodo de gestación de grandes cambios sociopolíticos que culminarán con la Revolución Nacional de 1952, la que cambia la mentalidad tanto de campesinos como de mineros. La situación económica del país en los años precedentes a la Revolución Nacional se halla contenida en el “Informe Keenleyside” --director de una misión de las Naciones Unidas--, el que constituye la evaluación más valiosa que da a conocer la realidad económica y social boliviana hasta el año 1950. En sus partes más sobresalientes el mencionado informe establece: La agricultura está atrasada y hay que importar alimentos y materias primas que podrían producirse en el país. La industria minera ha 1legado a un punto en que, a menos que nazca la confianza y pueda invertirse considerable capital, parece estar al borde de una 11


grave decadencia. El petróleo y la energía hidroeléctrica no pueden ser desarrollados suficientemente, porque los recursos disponibles no han sido todavía estudiados. Gran parte de la población es analfabeta y enfermiza, y la mortalidad infantil es aterradoramente alta.10 Este es el contexto histórico sobre el cual se desarrolla el argumento de las novelas que hemos denominado “trilogía de la revolución agraria.” La segunda parte de la narrativa de Lara está compuesta por Yawarninchij (Nuestra sangre), publicada en 1959, en la que se codifica al indio en espera de la posesión de la tierra; seguida por Sinchikay (El valor), de 1962, o la toma de la tierra por aquellos que la cultivan y Llalliypacha (Tiempo de vencer), de 1965, en la que el campesinado se apresta a defender su tierra. La trilogía tiene como base física la comunidad de Saipurenda, la que cambia a medida que se dan las tres etapas de la revolución agraria. De este pueblo salen los personajes que pasan de una novela a otra en su quehacer revolucionario y al que retornan a fin de aportar sus conocimientos adquiridos. Esa comunidad se convierte en un símbolo de autonomía, en un estandarte de lucha. Yawarninchij,11 la primera estampa de la revolución, relata la situación del agro en los años inmediatamente anteriores a la Revolución del 1952. Incluye la promulgación de la Reforma Agraria y termina el año 1955, más o menos. Al subir al poder el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) se erige como un gobierno pro proletario y nacionaliza las minas.12 En el campo se rumorea de esas determinaciones y corre la voz de que, asimismo, existe un estudio para realizar la Reforma Agraria. Sin embargo, el indio recibe estas noticias con una mezcla de optimismo e incredulidad, escepticismo reflejado en diálogos como: “De

10 Mariano Baptista Gumucio. Historia contemporánea de Bolivia: 1930-1978. La Paz: Gisbert y Compañía, 1978). p. 555.

11 Jesús Lara. Yawarninchij. 3.a ed. La Paz: Los Amigos del Libro, 1974. Futuras citas de esta novela aparecerán en el texto con la página entre paréntesis.

12 Para estudiar los antecedentes de la Nacionalización de las Minas y de la Reforma Agraria, véase el capítulo sobre la “Tesis de Pulacayo” en el libro de Liborio Justo: Bolivia: La revolución derrotada. Cochabamba: Editorial Serrano, 1967. pp. 156 y ss. Sobre el programa del Gobierno del MNR, véase Alfredo G. Candia: Bolivia: Un experimento comunista en la América. La Paz: n. p., 1954. pp. 42 y ss. Para entender los alcances de la Reforma Agraria y la manera en la que se implantó, véase Arturo Urquidi: El feudalismo en América y la reforma agraria boliviana. Cochabamba: Imprenta Universitaria, 1966. 12


modo que los kapajkuna serían despojados de sus haciendas y ellas pasarían a manos de los indios; los indios, de siervos que eran, se convertirían en dueños de las tierras” (p. 72). A la par de esos rumores aparece en el campo un individuo nocturno que se hace llamar el Minero. Valiéndose de este personaje, Lara manifiesta su parecer en torno al problema del indio en pasajes que adquieren las características de un ensayo, pero que están incorporados, perfectamente, a la acción de la novela, además de que son emitidos por boca del mencionado personaje. El propósito del Minero es sacar al indio de su estado de postración y cambiar su psicología de siervo ignorante, por lo que les recalca que el indio es tan ser humano como su opresor, y como él necesita alimentarse y cultivar su inteligencia. A fin de que el indio obtenga sus derechos, especialmente la tierra, insta a su pueblo a la acción directa; de ahí que las actividades de los pobladores de Saipurenda constituirán un experimento controlado y revolucionario. Como el tema central de la trilogía novelesca es la obtención de la tierra, Lara codifica con gran detalle las consecuencias económicas, sociales y políticas de la Reforma Agraria, como el cambio en la distribución del poder en el campo. Cuando los terratenientes abandonaron sus haciendas, al ponerse en marcha los mecanismos de la Reforma Agraria, su autoridad es sustituida por la emergencia de un nuevo personaje histórico en el valle de Cochabamba: el cacique. Ellos llegan a ser los pequeños dictadores de sus respectivos predios, a pesar de que obedecen a consignas políticas ajenas a los intereses de sus subalternos.13 Históricamente, la Reforma Agraria, en un primer instante, representó un triunfo para la clase campesina –designación introducido, precisamente, a raíz de los cambios ocurridos--. Dejaron de ser indios, ahora eran campesinos. Entre las consecuencias inmediatas se encuentra la desaparición de la clase patronal, la que emigra a las ciudades. La supresión de los patrones termina con la explotación laboral del campesino y la vejación que él y su familia sufrían,

13 La nueva clase directriz del país utiliza a estos dirigentes campesinos como esbirros para mantener su control en el campo. Lara se basa en esa práctica a fin de definir a los caciques, indios acholados, como “sujetos más o menos despiertos que, cansados de la miseria del pegujal, se divorciaron del arado y de la coca y descubrieron que oprimir a la gente era más productivo que uncir los bueyes”. Citado de Sinchikay. 2da ed. La Paz: Los Amigos del Libro, 1962, 1976. p. 116. Futuras acotaciones de esta novela aparecerán en el texto con la página entre paréntesis. Mariano Baptista Gumucio provee una opinión del impacto histórico de esos dirigentes campesinos en su Historia contemporánea de Bolivia, p. 585. 13


cotidianamente. Se acaban los servicios gratuitos del pongueaje y del mitanaje y de cualquier otra forma de trabajo no remunerado. Se anulan todas las deudas de los indios al expatrón, puesto que éstas fueron consecuencia de uno de los tantos ardides empleados para atarlos, económicamente, al patrón. Finalmente, la tierra pasa a ser de los campesinos. Este acápite, dentro de la ficción y en la realidad, resulta una medida contraproducente por la forma en la que fue llevada a cabo. La Reforma Agraria tardó demasiado en ser puesta en práctica, por lo que Lara opina que tanto la Nacionalización de las Minas como la Reforma Agraria fueron más que todo medidas políticas de apaciguamiento a los mencionados sectores laborales, destinadas a conseguir el apoyo popular y no para mejorar las condiciones de vida de obreros y campesinos. En el campo se viven momentos de incertidumbre y confusión al no ser los indios los legítimos dueños de la tierra, razón por la cual surge una serie de preguntas como ¿son los indios dueños de su pegujal?, ¿podían repartirse las tierras de la hacienda del antiguo amo?, ¿deberían sembrar la tierra?, ¿y si lo hacen, de quién serían las cosechas? Históricamente, el monto que el Gobierno dispuso para efectuar la Reforma Agraria fue uno de los presupuestos más bajos destinado a cualquier agencia estatal: constituía el 0,6% del erario nacional.14 Por esta razón, los empleados que se hallaban abocados a la repartición de títulos, para compensar sus bajos sueldos, dilataban, innecesariamente, las gestiones a fin de extorsionar a los que aspiraban a la posesión de un pedazo de tierra. Las prácticas de los abogados en los juicios de afectación minó, seriamente, la paupérrima economía de los campesinos. “El abogado era especialista en esta clase de juicios, pero aún más en el cobro de los honorarios”, escribe Lara en Yawarninchij. Mientras que el campesino espera que se le reparta la tierra, los antiguos terratenientes, por medio de hábiles abogados y de ardides legalistas, procuran recuperar la tierra. Los leguleyos alegan que las tierras de sus clientes no eran “latifundios improductivos”, sino “empresas agrícolas”, o como se las define en el artículo 11 de la Reforma Agraria, aquellas que se caracterizan por “la inversión del capital suplementario en gran escala, el régimen de

14 De James M. Malloy y Richard S. Thorn, Beyond the Revolution: Bolivia Since 1952. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1971. p. 245. 14


trabajo asalariado y el empleo de medios técnicos moderno”.15 Se aducía que esta clase de propiedad estaba “defendida por la letra y el espíritu del propio decreto de la reforma y, por tanto, ‘inafectable’” (Yawarninchij, p. 269). Este argumento, en líneas generales, sirvió como un poderoso subterfugio bajo el cual se escudaron muchos terratenientes, con mayor o menor fortuna, para rescatar sus tierras. En todo caso, quizá los mayores beneficiados de la Reforma Agraria fueron los abogados. En Yawarninchij, cuya acción tiene lugar los meses anteriores a la repartición de la tierra, se codifican las vicisitudes del campesino en espera de su parcela de tierra y el triunfo del Minero, que logra la sindicalización de las aldeas del valle, y más que todo, hace que el campesino se sienta digno de los derechos que poco a poco va adquiriendo. El cambio psicológico que se opera en el campesino constituye el fundamento más sólido de la revolución que se articula a través de la trilogía. Los cambios se originan impulsados por una jefatura comunitaria, la que incluye a una junta de ancianos y miembros de una generación de jóvenes, futuros líderes de su pueblo. En Sinchikay, la segunda novela de la trilogía, se toma la tierra y se fortifica la sindicalización de las comunidades indígenas. Para frenar estos logros económicos y sociopolíticos de los campesinos, los antiguos terratenientes, por medio de poderosas influencias, montan una especie de contrarreforma. Por una parte, disputan al indio la tenencia de la tierra, y por otra, el Gobierno pretende centralizar todas las tierras afectadas antes de otorgar los títulos de propiedad con un visible afán de lucro del personal gubernamental. Por esas razones valederas, los indios de Saipurenda deciden retomar, por su propia cuenta, las antiguas haciendas de los patrones y detener la salida de las cosechas. La incertidumbre de la posesión legal de la tierra se esclarece en un pasaje de Sinchikay, en el que se narra la entrega de títulos de propiedad. Los colonos se muestran optimistas, puesto que, según el plano del topógrafo, a cada familia le tocaba algo más de una fanega de tierra, extensión halagadora para los que antes no trabajaban más que sus miserables pegujales concedidos en usufructo. Sin embargo, la repartición de tierras no es la esperada. Se entregan los primeros títulos a los secuaces, quienes se hacen acreedores a seis hectáreas, mientras que a los indios se les hace

15 De Arturo Urquidi, p. 196. 15


dueños de su pegujal, del que ya casi eran propietarios antes de la Reforma Agraria. De ahí que un campesino, haciendo coro del sentimiento de todos, dice: Es éste el título que me cuesta tanto dinero en honorarios y coimas, tanto sudor, tanto ajetreo?... Para esto no necesitaba alimentar tantas esperanzas, ni maniatarme con una cadena de deudas, ni perder tanto tiempo. Para seguir poseyendo el pegujal que siempre fue mío y para seguir matando de hambre a mis hijos, no necesito este título. (pp. 244245). Tan exigua extensión de tierra abastece solamente para una economía de autoconsumo, limitando al campesino en toda futura inquietud de desarrollo. Al encasillárselo dentro de un minifundismo, se le reduce su poder político y, consiguientemente, se le coarta su crecimiento sociocultural al obstaculizarle el paso de su condición servil a ciudadano. Los eventos históricos justifican la narrativa de Lara, quien hace que la comunidad de Saipurenda no siga los dictámenes de la Reforma Agraria, sino que más bien se alienta a los campesinos para que ellos, por medio de la acción directa, ocupen las tierras de los antiguos patrones y gocen del beneficio de los granos que ellos mismos plantaron y cuidaron. En esa lucha, Saipurenda, que ha crecido física y psicológicamente, conserva su autonomía y sirve a Lara como un laboratorio donde se pone en práctica la realización de una verdadera revolución económica y cultural. El propósito último del novelista, al ficcionalizar esa revolución, es materializar su “anhelo que tiende a conseguir que nuestro pueblo indígena adquiera la necesaria conciencia de clase y luche por salir de la postración económica, cultural y social en que se halla sumergido desde la llegada de Pizarro hasta el presente”.16 El programa revolucionario de Saipurenda da importancia vital a los beneficios de la educación. Pero la educación del indio, como inclusive hoy día se la imparte, tiene un efecto alienante. La educación escolar trata de incorporar al indio a la cultura occidental, privándole, al mismo tiempo, de la suya. Lara, que se da cuenta de que el indio tiene que convivir en una sociedad bilingüe, pugna por una educación bilingüe. Los líderes de Saipurenda, con excepción de los jefes ancianos, poseedores de una sabiduría milenaria, pasan por las aulas, trascienden la barrera del idioma y se superan gracias al estudio. La educación no solo los capacita para 16 Alfonso Gumucio Dragón, ed. Provocaciones. La Paz: Los Amigos del Libro, 1977. p. 158. 16


superar su condición de explotados, sino que, además, representa la gran igualadora de los sexos. En su trilogía, Lara da un lugar prominente a la mujer: ella se halla siempre al lado de sus camaradas, tanto en la fortuna como en la adversidad. A través de su narrativa, sus personajes más logrados son las mujeres; desde mama Surumi, caracterizada como “un esfuerzo sin reposo, un padecimiento sin alivio, un sacrificio sin recompensa”, pasando por el impulso vital de Wayra, el dinamismo carismático de Miquita, la abnegación de Vinvela y la “Brigada de choque”, escuadrón aguerrido de mujeres que se entrega a la lucha a la par de los varones. Los personajes femeninos de esta trilogía alcanzan posiciones de importancia gracias a su propio esfuerzo. Dicho sea de paso, Lara es una de los precursores de la incipiente literatura feminista en Bolivia, exceptuando, claro, la literatura de Adela Zamudio. Lara hace de Saipurenda un centro abiertamente comunista, donde la toma de conciencia del campesino está destinada a la abolición del conflicto de clases, a la desaparición de explotados y explotadores. En contra de esa forma de vida se encuentran el Gobierno y la Iglesia. El primero intenta frenar las reformas y su interferencia en el momento histórico suscita numerosos hechos de sangre contra los habitantes de Saipurenda, quienes tienen que defenderse, a pesar de que su politica es la de una resistencia pacífica. Por su parte, la Iglesia participa en la prolongación de la explotación en el campo como otro capitalista más y como aliada de los gobiernos imperialistas. Para lograr sus fines, las mencionadas organizaciones se valen de la mentira, la calumnia y la agitación, todo destinado a destruir al odiado comunismo. Sin embargo, la lucha de las partes que entran en contienda pecan, la una, por su extremada bondad, por su equilibrado pensar y su buen obrar y la otra, por la sevicia de sus actos. En ambos casos, a causa de su acercamiento maniqueísta, el autor cae en la caricatura. En Sinchikay los indios están ya conscientes de sus derechos, armados de un remozado valor y adaptados a la nueva percepción que tienen de ellos mismos. En esta novela la revolución avanza, puesto que ahora los de la comunidad consideran que la tierra ya no es un fin, sino otro medio más en la lucha hacia su liberación total. Dadas esas circunstancias, Rafitu, el maestro, haciéndose portavoz de todo el pueblo, arenga a sus camaradas diciendo que “nuestra lucha no ha terminado todavía. Hemos conquistado la tierra, pero la tierra no es todo. Tenemos que seguir luchando hasta conquistar una vida nueva, hasta sentirnos verdaderamente libres y disponer de nosotros como nos convenga” (p. 339). Ese objetivo final está narrado en 17


Llalliypacha, 17 donde se intenta consolidar el dominio de la tierra. Esa novela ata los cabos argumentales de las dos previas a fin de crear un todo coherente y dar un sentido concluyente al mundo ficcionalizado. A este propósito contribuye el retorno a Saipurenda de varios personajes, emisarios que salieron de esa comunidad con la finalidad de propagar la revolución total de la sociedad boliviana. A pesar de que ha pasado casi una década desde la Reforma Agraria, en la ficción los enemigos de la clase campesina todavía pretenden encasillarla dentro de una condición servil y así frenar las conquistas sociales obtenidas. La tesis de Lara deja entrever que la explotación del indio no ha cambiado, salvo que los amos son otros: los terratenientes y los mayordomos son sustituidos por los nuevos dirigentes políticos; el sistema judicial sigue defendiendo los intereses de su casta y la Iglesia sigue apoyando a los poderosos. En Llalliypacha, por lo tanto, se narra la larga y agotadora lucha de trincheras que tiene que sostener Saipurenda por dos años a fin de consolidar su poder. Al final de las escaramuzas se hace la paz, al haber las huestes campesinas derrotado al ejército del Gobierno, tanto por su mala organización como por la ineptitud de sus jefes. Pero, poco tiempo después del armisticio, los jefes del pueblo son asesinados, sistemáticamente. Por otro lado, las múltiples promesas rotas por los militares, que ahora son los que detentan el poder, hacen pensar que la paz no iba a ser duradera. De esas circunstancias emerge otro mensaje del novelista: para sobrevivir y mantener los derechos obtenidos, el campesino nunca debe dejar de vigilar el desarrollo de su cultura ante los avances que tienden a su destrucción. La lucha no ha terminado, sino que continúa. En el resto de este análisis propongo hacer una crítica global de las novelas analizadas e intentaré situar a Jesús Lara dentro de la literatura indigenista hispanoamericana. Primero, y siguiendo la tesis de Mariátegui, Lara también considera que el problema del indio se fundamenta en la tenencia de la tierra y, por tanto, debe ser considerada con arreglo a una realidad económica, social, política y no racial. Para Lara, el indio se hallaba subyugado al no participar en todos los aspectos de la producción agrícola y al hecho de estar disociado de la tierra. Lo que Lara objeta de los terratenientes, blancos o mestizos, no era el tinte de su piel, sino el hecho que ellos, por el poder económico que detentan, disponían de los poderes judiciales a fin de prolongar la condición servil del indio y perpetuar su posición de privilegio.

17 Jesús Lara. Llalliypacha. 2da ed. La Paz: Los Amigos del Libro, 1977. 18


El factor racial es descartado en tanto se evidencia que algunos mestizos, indios aculturados, en sus papeles de mayordomos o caciques, por congraciarse e imitar a los blancos, eran los que castigan al indio con mayor sevicia, olvidándose de su vínculo de consanguinidad. Para que el indio consiga la posesión de la tierra y logre la destrucción del sistema feudal, en la “la trilogía de la revolución agraria”, Lara se vale de militantes salidos del medio indígena, puesto que solo ellos, por la mentalidad y el idioma, pueden conseguir un ascendiente eficaz e inmediato sobre los de su clase.18 Los indios aculturados que vuelven a sus predios, como Wáskar Puma, el Minero, Miquita y otros, ya no son más aquellos indios milenarios, estoicos, subyugados y muchas veces resignados con su suerte, sino que son instruidos, conscientes de sus derechos y orgullosos de su tradición. Ellos regresan dispuestos a dirigir a sus hermanos de sangre en la construcción de una sociedad sin distinción de clase. Armados con las doctrinas marxistas, estos nuevos jefes indígenas tienen como propósito rescatar su antigua cultura olvidada, aspiran a reconstruir la sociedad sobre la base de una economía socialista incaica, sobre la jerarquía de una cefalía comunitaria. El cambio psicológico operado en los campesinos de Saipurenda se debe, precisamente, a la educación bilingüe que reciben, al énfasis que ponen en el conocimiento de la tradición quechua, factores que activan la posterior toma de conciencia revolucionaria. La indignación ética del autor ante la injusta condición del indio y su deseo de cambiar su estado de postración encuentran en el mestizaje una solución cultural. El indigenista boliviano sostiene que antes y después de la Reforma Agraria, la antigua trinidad explotadora, el poder político, el religioso y el económico, seguía actuando en detrimento de un vasto estrato social subyugado. Para contrarrestar dicho poder, promulga una revolución marxista. Sin embargo, los conductores de dicha revolución, los nuevos jefes naturales de los indios, parecen hombres alienados que han perdido sus características raciales. Si se considera el tono de Surumi y Yanakuna con el de la trilogía, novelas que caen más dentro del género del realismo social, se vislumbran marcadas diferencias no solo, temáticamente, sino también en su calidad estética. Las primeras novelas son de mayor valor literario. Yanakuna, por ejemplo, pone en evidencia el nexo panteístico que existe entre el indio y la Tierra, a la vez que la Pachamama,

18 De José Carlos Mariátegui. Ideología y política, p. 45. Citado de Eugenio Chang-Rodríguez, “El indigenismo peruano y Mariátegui”, p. 390. 19


como una verdadera madre, sustenta a sus hijos a cambio de su deificación. Mientras que en la trilogía la tierra adquiere una naturaleza diferente: ella es percibida en términos de fuerza productiva; su valor es ahora, estrictamente, de índole económico. Se deja de ficcionalizar el apego telúrico, la “mística de la tierra”, término acuñado por Guillermo Francovich. En la trilogía se abandona la búsqueda de una totalidad cultural nacional, base de una unidad posible. De ahí que el contenido de estas novelas se concentran más en el pasado histórico que mítico de la cultura indígena.19 Se pone de manifiesto, más bien, una ruptura en la relación entre la naturaleza y la religión, de modo que la narración ya no se detiene para articular los múltiples aspectos que hacen que una cultura sea única, elementos que son el fundamento de los mundos narrativos de, por ejemplo, Los ríos profundos, de José María Arguedas. Al contrario, la trilogía se lee más como novelas de tesis y, podría decirse, que cae fuera del estricto ámbito de la literatura neoindigenista, que se caracteriza, entre otras, por el realismo mágico y la intensificación del lirismo.20 En vez de articular la polifacética realidad cultural indígena, se codifica la visión esperanzada que Lara quisiera para los campesinos. Lara depone el mito para sustituirlo por el marxismo. Armado con esa doctrina, no pretende incorporar al campesino dentro de la vida nacional, sino que más bien lo aísla del resto de la sociedad. Al constatar el fracaso de la Revolución Nacional y el resurgimiento mimetizado de la antigua trinidad explotadora, Lara crea un núcleo revolucionario que espera que sea la antorcha que prenda el fuego marxista que cambie las estructuras mismas del país. En este sentido, Lara está más cerca de la novelística de Manuel Scorza, quien también propone que la revolución indigenista precisa del soporte de una racionalidad moderna y pragmática. Dentro de esa praxis, Lara concibe que la revolución agraria es parte de la revolución total del proletariado. A ese fin apuntan los múltiples emisarios que salen y entran en Saipurenda a fin de crear una red revolucionaria. Los líderes conductores de esa revolución, constituyen el hombre nuevo, hecho de la misma fibra aguerrida de los personajes de su libro de relatos,

19 Juan Manuel Marcos. “La ternura pensativa de José María Arguedas.” Revista Iberoamericana 50.127 (abril-junio 1984). p. 453.

20 Antonio Cornejo Polar. Revista Iberoamericana 50.127 (abril-junio 1984). p. 549. Consúltese también el artículo de Antonio Urello, “Antecedentes del neo indigenismo.” Cuadernos Hispanoamericanos 268 (octubre 1972). pp. 5-25. 20


Ñancahuasú. Sueños, narraciones sobre la guerrilla en Bolivia, que constituye otro capítulo más que intenta contribuir a la revolución del proletariado boliviano.21 Como Lara tiene un programa revolucionario a seguir, sus personajes están adecuados para llevar a cabo tales propósitos. Una comparación de los personajes de la trilogía con los de otras novelas indigenistas deja el siguiente saldo: en términos generales, los personajes de la trilogía no poseen una compleja psicología, parecen no tener conflictos internos, sino la idea fija de la meta a la que quieren llegar, --la que no está exenta de penurias-- y de saber la manera más propicia de lograrla. Si se compara a Demetrio Rendón Willka con el Minero, ambos indios aculturados, notamos en éste una serie de cualidades superlativas como su valor, su cultura, su don de palabra y el de enseñar por medio del ejemplo. Armado con el conocimiento de un sistema revolucionario científico, está determinado, fatalistamente, a contribuir al éxito de su empresa. Todas sus acciones están subordinadas a la tesis de la novela. En cambio, Rendón Willka se caracteriza por una despierta, pero cautelosa inteligencia. Observa, asimila y analiza, pacientemente, el devenir histórico del momento y la yuxtapone a la realidad arcaica de su comunidad antes de decidirse por una determinada acción. Este personaje introspectivo, al posponer su decisión hasta el momento propicio, adquiere un carácter ambiguo. Precisamente, la falta de un perfil nítidamente delineado es lo que le hace intrigante, más real, más humano. Se notan, asimismo, marcadas diferencias entre la concepción de los personajes de Yanakuna, Surumi y los de la trilogía. En las primeras novelas, tanto Wáskar Puma como Wayra son personajes de intrincada psicología, de múltiples recursos, que evolucionan y crecen como resultado de la interacción de su realidad interior con las influencias externas. Dada esa caracterización, son personajes redondos, con temores, amores, alegrías y penas y que se caracterizan, en última instancia, por sus acciones. Mientras que los personajes de la trilogía son planos. Es decir, unidimensionales, a pesar de estar sus acciones bien motivadas. Ellos

21 Lara no solo apoyó, moralmente, a esas acciones armadas, sino que también perdió en una de ellas a su hijo político. Como homenaje póstumo, transcribe las experiencias de éste en Guerrillero Inti Peredo. Tres mil copias de ese libro fueron incineradas por las fuerzas policiales y en 1980 aparece una edición pagada por Jesús Lara. Este relato y Ñancahuasú. Sueños son analizados, someramente, por José Ortega en el capítulo dedicado a Jesús Lara, “La épica de la guerrilla boliviana. Ñancahuasú, en Temas sobre la moderna narrativa boliviana. La Paz: Los Amigos del Libro, 1973). pp. 89-99. 21


están caracterizados como “tipos”. Por ejemplo, el Minero es el teórico de la revolución; Miquita, la propulsora de la misma, y así sucesivamente. Como guías espirituales de Saipurenda, poseen un cúmulo de cualidades, como el desprendimiento de las cosas materiales, la falta de egoísmo, una sólida cultura y la capacidad de transmitir sus ideas y de motivar a su gente hacia la acción. Ellos poseen todas esas cualidades en grado superlativo; rara vez se equivocan. Los héroes de Saipurenda parecen vaciados de un molde rousseauniano, idealizados. Son como los caballeros andantes: aguerridos, fieros y valientes en la lucha; torpes, incoherentes y tímidos ante sus damas, campesinas de sin par belleza y óptimas cualidades. Mientras que los adversarios de este pueblo son hedonistas, sanguinarios y cobardes. De ahí que el juego maniqueísta es manifiesto. En general, todos estos personajes no valen por sí mismo, sino que existen en función de un propósito. Por su excesivo afán de engrandecer a unos y disminuir a otros, Lara cae en la caricatura al deformar la realidad. Sin embargo, Jesús Lara también ha creado personajes verídicos. Por ejemplo, Wayra, la heroína de Yanakuna, es un personaje inolvidable. Motivada por un deseo desesperado de libertad, provista de una energía inagotable, andariega infatigable, nos lleva junto a ella a fin de hacernos partícipes de sus trajines, de su vida tan llena de sacrificios y penurias y tan escasa de alegrías. En este personaje coexisten tanto el odio, el rencor, como el agradecimiento y la ternura. Es frágil e ingenua para el amor, propensa a ser arrastrada por la compasión, pero reacciona como una fiera herida para defender lo que es suyo. Tantos sentimientos contradictorios y de gran carga emocional se mezclan, armónicamente, tal como sucede en la vida real, razón por la cual Wayra vive, respira y palpita en cada página. Vale la pena establecer que este personaje está inspirado en la vida de una campesina que contó a Lara su ciclo de tribulaciones. Inclusive, Wáskar Puma de Surumi es más complejo, más humano que el revolucionario Wáskar Puma de la trilogía. Este personaje, en la primera novela de Lara, experimenta confusión, miedo y la ansiedad de aquellos que se ven transportados a extraños ambientes. Los cambios psicológicos que se operan en este joven estudiante, influido siempre por temores y odios ancestrales, caracterizan bien el proceso del lento mestizaje que ocurre en el indio que llega por primera vez a la ciudad y que asimila, con bastante dificultad, un idioma extranjero, otros modos de existencia y una cultura diferente a la suya.

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Jesús Lara, al inclinarse por la solución socialista22 al problema del indio, deja de lado su identificación personal con la cosmovisión indígena para diagramar los rescoldos polifacéticos de toda una revolución, y lo hace a través de una prosa límpida y castellana, salpicada a veces por locuciones quechuas. Inclusive el lenguaje de Lara deja entrever la necesidad de la modernización de la sociedad indígena. A pesar de su afinidad étnica y su afectividad cultural con los indios, no pudo evitar ni resolver el dilema del escritor indigenista de ver a su propio pueblo desde otra cultura y “nombrarlo” desde otra lengua.23 Al encontrarse en la encrucijada de dos lenguas y de dos culturas, opta por la revolución marxista de ambas sociedades. La transformación que experimenta la comunidad de Saipurenda es tan radical, que en Llalliypacha apenas se puede reconocer a los indios de Yawarninchij, la primera novela de la trilogía. Este aguerrido pueblo, al descartar el impulso revolucionario mítico indígena, al que Rosario Castellanos recurrió en Oficio de tinieblas, se aliena de sus raíces culturales, por lo que la revolución aleja tanto como redime a esa cultura. Al darse más importancia a la revolución que a la cultura, la novelística de Lara se sitúa más concretamente en el plano del conflicto que en la concreción de la cultura. Se podría equiparar toda su narrativa con la sentencia que Ciro Alegría dejara en El mundo es ancho y ajeno, que la cultura no puede estar desligada de un concepto operante de justicia y que ésta sea acción y no solo principio. En suma, Jesús Lara ofrendó su pluma al compromiso social con su pueblo, al sacrificar la calidad estética de sus últimas novelas por la permanencia de los valores éticos. Sin embargo, y a manera de conclusión, puede afirmarse que Jesús Lara es, entre los novelistas bolivianos, el que mejor ha codificado la forma de vida, la psicología, los pesares y

22 Braulio Muñoz diferencia entre la solución liberal y la solución socialista al problema indígena: para el escritor liberal, fuerzas foráneas liberarían al indio de su estado servil al incorporarlo en la sociedad sin cambiar, drásticamente, la esencia de la comunidad patrocinadora. Este acercamiento considera más la participación del campesino en la economía capitalista que el valor de la vida comunitaria indígena. En cambio, el escritor socialista considera que el campesino mismo debe ser el artífice de su propia revolución y que su vigor y espíritu revolucionario se encuentran en su cultura ancestral. Por esta razón, el escritor socialista se empeña en privilegiar la cosmovisión indígena. “Sons of the Wind. The Search for Identity in Spanish-American Indian Literature. New Brunswick, New Jersey: Rutgers University Press, 1982. pp. 137-150). Si se considera esta diferencia en las soluciones al problema del indio, Lara se encontraría en una posición intermedia entre ambas posiciones.

23 Citado de Ester Gimbernat de González. “Arguedas: Mito e ideología.” Revista Iberoamericana 49.122 (enero-marzo 1983), p. 204. 23


las aspiraciones de los indios quechuas del valle cochabambino. Mediante su narrativa puede reconstruirse la historia de las grandes corrientes que transformaron las estructuras sociales de Bolivia el siglo pasado. En sus novelas se nota lo que Unamuno llama la intrahistoria, la historia de los no historiables, la travesía existencial de un pueblo. En la época anterior a la Reforma Agraria, los indios sufrieron la explotación, el escarnio y la impotencia diaria, mientras trataban de sobrevivir ante la incertidumbre de un futuro posrevolucionario. Mediante la lectura el destinatario acompaña la travesía de un pueblo y su lucha por la tenencia de la tierra como fundamento de su futura liberación, ficcionalizadas por medio de una prosa límpida y de un plan concebido y pensado, cuidadosamente. Su trilogía se caracteriza por una narración tupida, rica en eventos y circunstancias que muestran uno y mil detalles de la anatomía de una revolución y el resurgir de un pueblo. El protagonista es el pueblo, al que vemos metamorfosearse desde mil ángulos diferentes, por lo que la novelística de Jesús Lara adquiere proporciones épicas. Cabe anotar que este autor posee una sutil ironía: es perspicaz y acre en su oportuno sarcasmo y una prosa secundada por un delicioso humor que demuestra su capacidad de sonreír ante el infortunio.

*Autor: Willy Oscar Muñoz obtuvo su doctorado en literaturas hispánicas de la University of Iowa, EE.UU., 1979. Ejerció la cátedra de literatura hispanoamericana contemporánea en Kent State University hasta 2013. Ha publicado una veintena de libros sobre literatura hispanoamericana. Sus antologías y estudios sobre el cuento de las escritoras centroamericanas son considerados textos pioneros en ese campo de estudios. Últimamente ha dedicado su atención a escribir sobre la narrativa boliviana, proyecto publicado en cinco volúmenes. Su libro Teatro boliviano contemporáneo (1981), mereció el Primer Premio en Ensayo en el XIV Concurso Anual de Literatura Franz Tamayo, 1980 y Cuentistas bolivianas. La otra tradición literaria (2007), fue galardonado con el Premio “Literatura Boliviana del Siglo XX”, concurso convocado por la Academia Boliviana de la Lengua

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JESÚS LARA Y EL QUECHUA GONZALO MONTERO LARA* Síntesis Jesús Lara & Lara, destacado escritor indigenista boliviano bilingües de origen rural, puso su enorme trabajo literario en varios géneros al servicio de sus ideas revolucionarias, entre ellas, la reivindicación de los indígenas junto a otros sectores sociales depauperados y oprimidos, en general obreros, en particular el pueblo quechua y su lengua. Dedicó toda su vida a este cometido, dentro del cual estableció una defensa sin cuartel de su lengua materna que junto con otras culturas era y es avasallada por intereses hegemónicos y globalizadores. Este trabajo pretende comprender algunas de las motivaciones personales e ideológicas de este prolífico autor en la defensa y salvataje de esta singular lengua nativa elogiada por sus cualidades y calidades lingüísticas, aun por los invasores de nuestra heredad nacional.

Jesús Lara & Lara, nació el 01-01-1898 en Muela (hoy Villa Rivero, actual municipio de la provincia Punata, departamento de Cochabamba, y falleció el 06-09-1980 en Cochabamba. Hijo mayor de don Gabino Lara músico y doña Amelia Lara emprendedora ama de casa y sanadora en su pueblo. Los hijos de don Gabino eran tres: Jesús “Jesuca”, Leónidas “León” y Diógenes “Limón”. Los Lara &Lara eran propietarios de una heredad situada a dos kilómetros del pueblo. Gabino Lara era músico y su modesto ingreso económico era diverso, desde la producción de maíz en el citado terreno ubicado en Nazacara llamada Masaq’ara por los indígenas, situada a dos kilómetros del pueblo,

cultivaba al partido con un comunario

agricultor, hasta los emprendimientos de la esposa doña Amelia Lara de transformar los granos en harina que era más comercializable y rentable. Posteriormente se dedicaron a elaborar chicha aumentando el valor agregado al producto agrícola con mejores excedentes para la economía familiar. En estas vivencias Jesús pudo observar en las tipiris (cosechadoras) que 25


había personas, mucho más pobres que ellos, aunque algunos de la época no las consideraban tales. Jesuco, como llamaban a Jesús, jugaba en su niñez descalzo en la infinita fantasía de su pueblo Muela, junto con Leónidas León y más tarde con Diógenes Limón, sus hermanos menores. La miel de panales del algarrobal, las canicas de cristal ganadas o perdidas, las cosechas de maíz donde compartía con otros niños más pobres y otros de mayores recursos que ellos. Fue pastorcillo como todos los chicuelos del campanario y ayudante de su madre emprendedora administradora del hogar y excepcional sanadora de la comunidad e impulsora inclaudicable de su educación. Él hablaba en quechua y solo quechua. Por primera vez en su pueblo presenció actos excepcionales en su pueblo conoció los títeres y también la magia de un prestidigitador quienes hablaban español y el entendía en quechua. Como “quechuista cerrado” apenas hablaba y entendía algunas palabras en castellano y lo señala el mismo con toda certeza en su libro Wichya Uray, Lara (1974), “Yo que había bebido quechua en la leche de mi madre (…)” (p. 156). Conducido por su madre, asistió por primera vez a un establecimiento educativo infantil para sexo femenino en Villa Rivero, donde se sentía absolutamente incómodo por estar solo entre un bullicioso alumnado de niñas. El segundo año aliviado, ingresó a la escuela municipal de su pueblo donde la educación se impartía bajo la infortunada consigna de “la letra entraba con sangre” como reza un subtítulo de la obra autobiográfica Paqarin. Su madre preocupada de su educación, en consonancia con don Lucas, un buen vecino, hablaba sobre esto y las bondades educativas de la escuela de vecina localidad de Arani, para animarse a llevar a estudiar a sus hijos a la vecina localidad donde finalmente asistió junto con otros siete niños mueleños con quienes recorrían cotidianamente a pie una legua de ida y otra de vuelta, al respecto escribe el mismo. Lara (1974) Aquella no era una escuela municipal como la nuestra, sino fiscal. Ante todos ella contaba con un maestro de extraordinarias cualidades, un maestro que sabía realmente enseñar, metía las cosas en la cabeza de los alumnos como con cuchara 26


y no había un solo chiquillo que acabara el año sin saber leer y escribir con admirable corrección”. “No es como aquí — recalcaba —. El Q’arañawi Celestino y el Botado Juancito, no son maestros de la escuela, sino verdaderos herreros. Golpean a los niños como en yunques queriendo que aprenda cosas que ellos mismos son los primeros en no entender (p. 276). Sobre el mismo tema señalaba en la obra Sasañan, Lara, (1975) “En Arani no había ni sombra de palmeta. Ni siquiera su nombre. Ni látigo, que en la escuela de mi pueblo era un tremendo subsidiario de aquella”. (p. 23) Posteriormente junto con sus hermanos se trasladó a la ciudad de Cochabamba para inscribirse al Colegio Nacional Sucre, que luego se dividió en dos para dar nacimiento al Colegio Bolívar de donde finalmente egresó. Luego del Colegio, se sometió a la dura realidad de los cuarteles y la tragedia de la Guerra del Chaco organizada por extraños intereses al pueblo. Los tres hermanos combatían como todos contra el hambre, el calor, la estupidez y se mataban y morían generaciones de jóvenes que no se conocían, sin saber porque. Disparó mortero cañón y fusil y en la post-guerra hizo de la pluma cargada de acusadores letras, un arma para denunciar a los autores de la tragedia nacional. Agraviado algún uniformado, lo desafío a duelo con revólver, arma que no manejaba; era privilegio de la oficialidad. Y no tuvo temor. Dos disparos anticipados del pálido oficial no llegaron a tocarlo. Fue honesto y consecuente militante de sus ideas en las letras, en la teoría y la práctica revolucionaria. Y su palabra pletórica de ideas revolucionarias tuvo consecuencias: Escribió Repete; y le desafió a duelo a muerte un militar y se dispararon como se relató. Escribió Surumi por lo cual se desgarraron las sotanas los poderes clericales. Escribió Yanakuna poniéndose al frente la oligarquía antinacional y sus huestes de escritores. Escribió Guerrillero Inti. El fascismo quemó sus libros, lo apresaron paramilitares y lo vejaron. Escribió poesía y prosa en quechua, y esta lengua, asumida como el runasimi (lenguaje humano) que fue incorporado recién en la quinta dinastía del incario. Lengua singular, elogiada aun por los propios cronistas de los invasores. Esta lengua cautivó a filólogos contemporáneos, por sus cualidades lingüísticas…y sobrevive en nuestros días para un esperado mundo de paz y justicia social., por el que lucho denodadamente Jesús. 27


La obra de Lara es monumental considerando además las dificultades materiales y coyunturales de la época; la precariedad de medios para su formación en las letras y su formación revolucionaria en este periodo histórico de Bolivia donde el indígena era oprimido y explotado. El joven escritor desde el inicio puso sus letras al servicio de sus ideas, su visión ideológica y su actividad política Luchó por la reivindicación de los pueblos oprimidos de su patria, actividad tomada como bandera de lucha que se ha prolongado hasta el día de hoy con importantes flujos y reflujos históricos. Según el prologuista del poemario Khatuira y Ariwaki, Arturo Capdevila señala: Capdevilla (1964), “(…) es indio puro quichua de sangre sin mezcla europea, lo que no ofrece duda es que él sea de los pocos que no quieren vivir “con los ojos cerrados” (…). * El lenguaje del ser humano ha representado un avance capital en su evolución para situar su desarrollo intelectual por encima de las otras especies y constituye la esencia y distintivo de la diversidad de culturas de los pueblos del planeta. En un reciente ensayo del escritor y periodista de investigación Wilson García Mérida, titulado Textos maternos uno de cuyos temas es el lenguaje del ser humano analizado en una nueva perspectiva apoyada en investigaciones realizadas por la paleontología, antropología lingüística y filológica, en las cuales encuentro implícita (dentro mi visión personal), la idea central del filólogo boliviano Emeterio Villamil de Rada respecto la existencia de una lengua madre primordial de donde derivan todas las lenguas del planeta. Señalaba en La lengua de Adán. Notas sobre Emeterio Villamil de Rada, Otero, Gustavo Adolfo, (2006), “(…) la posibilidad de probar la existencia de una lengua matriz con raíces en las lenguas indo germanas, hebraicas y sánscritas.” Villamil de Rada alrededor de 1888, planteaba que la lengua madre de las todas las lenguas sería el aymara, que luego se habría irradiado a nivel planetario dejando vestigios de la misma en todas las lenguas del mundo. Hipótesis propuesta por el boliviano Emeterio Villamil de Rada. Nuevas Investigaciones entre ellas las de Mark Page, Quentin Atkinson, en mi modesta opinión, modernizan la idea de una la lengua troncal o madre, ubicándola en la línea del tiempo después de la última glaciación o era del hielo hace unos 15.000 años. Ellos hallan en sus 28


investigaciones 23 vocablos universales (cognados), hallados en diferentes lenguas en todo el planeta producto del proceso de cognación. Que se irradiaron a todo el mundo, pero, a diferencia de las hipótesis del boliviano, estos vocablos primordiales tendrían origen en el continente africano de donde partiría el flujo migratorio inverso al que propuso Villamil de Rada. Al respecto Wilson García Mérida, en una obra de indudable homenaje al Día de la Madre Boliviana escribe en su obra Textos Maternos. García (2021). “Los cognados, son vocablos que compartes significado, ortografía y pronunciación similar en dos o más idiomas Tienen una misma origen etimológico pero distinta evolución fonética y en muchos casos también una distinta semántica (…)”. “(…) fue 15.000 años atrás. Una vez que el homo sapiens comenzó a hablar, convirtiéndose en ser humano, y estimulado genéticamente por el cambio climático, se desató un proceso migratorio iniciado en África. El homínido hablante se desplazó a lo largo y ancho del continente eurasiático con una carga de genes y fonemas (…)”. (p. 78) De la misma manera, Emeterio Villamil de Rada en su obra, la lengua de Adán, enunció algunos conceptos sobre la calidad lingüística del quechua respecto al aymara, y tomo estos conceptos porque pueden integrarse por extrapolación de manera arbitraria por mi parte, a las preferencias de Jesús Lara por su lengua natal. Villamil de Rada, (1888). “En efecto, hay en el quechua cierta dulzura, cierta amabilidad y cierta vivacidad de frente de la reserva, meditación y hasta la dureza del carácter del aymara.”(p.77). “La raíz de la mayor parte de la voces quechuas la encontramos en el aymara (…) (p.78). Además, el célebre filólogo boliviano quien dedicó medio siglo al estudio las lenguas planetarias. Lamentablemente la mayor parte de su obra se quemó en el trágico incendio del palacio de Gobierno en La Paz. Villamil de Rada (1888) Para nosotros el aymara es al quechua lo que el vascongado es al castellano…el quechua ha modificado, cambiado, purificado y revestido de las galas al aymara, llegando a formar casi un distinto idioma, más que por sus nuevas voces, por sus suave y cadenciosa pronunciación. (…). El aymara es gutural, espero, fuerte, fuerte en su primitiva y eufónica pronunciación; el quechua es suave, flexible., 29


armoniosos de variadísimos acentos. Aquel es la palabra del inventor y este del artista”. El aymara es la concepción en germen. Idea que nace; el quechua es la palabra propagante en forma civilizadora. Por su lado Lara, en sus obras La Cultura de los Inkas (2° edición, 1976) y El Tawantinsuyo (1990), Lara describe las características del imperio de los inkas, y en ambos casos destina los capítulos dedicados a la lengua quechua que recién fue incorporado como lengua oficial del Imperio en la quinta dinastía durante el gobierno de Qhapak Yupanki Inka. Es posible que las enunciadas características lingüísticas del quechua representen otra de las claves para su apego y defensa de esta lengua originaria. (p. 77-78-79). Jesús Lara, navegó por los brumosos tiempos de la historia y la prehistoria de esta región en busca del origen de su lengua materna. Estudio las culturas precolombinas y publicó dos importantes obras al respecto; La Cultura de los Incas (1966) y el Tawantinsuyo (1966), de donde podemos obtener la información de sus investigaciones sobre el probable origen de la lengua quechua publicado el La Cultura de los Inkas. Lara (1976), “El hombre llegó a los Andes…hace 30.000 años portados de un lenguaje sumamente embrionario, no tardó en expandirse por la sierra y la costa. Quizá se encuentre en estas circunstancias la razón de la multiplicidad de lenguas prehispánicas en el territorio andocosteño”. (p. 312). “El runasimi (lenguaje humano) no fue hablado en el Cuzco en los tiempos de la fundación del Imperio (…) La lengua qheshwa fue descubierta recién por Qhapaj Yupanki Inka, el quinto de la dinastía”. (p.313). Jesús Lara, Fue un prolífico escritor indigenista, novelista galardonado. Su primer premio lo consiguió en un concurso de poesía en Cochabamba en 1915 como parte de un ateneo de estudiantes Años después le confirieron el Premio municipal por su obra Repete, 1° edición 1937 Fue poeta en español y quechua, ensayista, lingüista quechua, periodista (Trabajó en los periódicos: El Hombre libre, La Patria de Oruro y fue Jefe de redacción del diario Los Tiempos de Cochabamba, político (candidato a la vicepresidencia en las elecciones bolivianas de 1956). De un total de 31 obras editadas y 2 inéditas, la crítica, especialmente la extranjera, considera su novela YANAKUNA (1952) como la más lograda en este género literario. Se la tradujo al ruso (150.000 ejemplares), polaco, checo, húngaro y alemán. Surumi se tradujo al portugués y ucraniano. 30


A modo de conclusión de este apretado recordatorio, respecto al militante quichuismo del célebre escritor boliviano Jesús Lara, corresponde analizar algunos factores centrales y concurrentes del sistema de ideas y práctica de este escritor. Al respecto, estimo que fue su ideología comunista e indigenista contestataria al avasallamiento cultural, social y económico de los indígenas y otros grupos sociales oprimidos, humillados y depauperados mediante la servidumbre y el pongueaje, habría fermentando en su sensibilidad humana, ideología, y talento literario, las condiciones subjetivas que lo impulsaron a reivindicar y defender a estos colectivos desposeídos, cultivando y defendiendo su lengua como bandera indigenista revolucionaria de liberación. Forma también parte de este abigarrado entretejido motivacional, el afecto natural por la lengua materna de su niñez, revelado por el uso poético del quechua resaltando las calidades fonéticas y semánticas de esta lengua, apoyado en estudios y comentarios de investigadores, estudios realizados por el mismo.

Referencias bibliográficas -García Mérida, Wilson, (2021) Textos maternos, Cochabamba-Bolivia. -Lara, Jesús, La Cultura de los Inkas, (1976), Cochabamba-La Paz, Bolivia, Ed. Los Amigos del Libro. El Tawantinsuyo, (1990), Cochabamba-La Paz, Bolivia, Ed. Los Amigos del Libro. Paqarin, (2017), 2°, Cochabamba-Bolivia, editorial, Kipus. Sasañán, (1975), Cochabamba-Bolivia, Ed. Los Amigos del Libro. Wichay Uray (1977), Cochabamba-Bolivia, Ed. Los Amigos del Libro. -Montaño Balderrama, Celso (2016), Jesús Lara. Literatura testimonial: Lo que no se dijo Jesús Lara. Parentesco de consanguinidad y los ojos de Mario Lara López. Escritores Indigenistas Latinoamericanos, pp. 185-205. Cochabamba-Bolivia, editorial, Kipus. -Muñoz Cadima Willy O. (2016), La realidad boliviana en la narrativa de Jesús Lara, Escritores indigenistas latinoamericanos, pp. 295-319. Cochabamba-Bolivia, editorial, Kipus. Villamil de Rada, Emeterio (2006) La lengua de Adán, ed., FAMA, Oruro-Bolivia.

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*Autor: Gonzalo Montero Lara, escritor, poeta y ensayista. Integrante de Escritores Unidos (ESUN) y de la Unión de Poetas y Escritores de Quillacollo (UPEQ), PENBOLIVIA y PENQUECHUA. Obras: Poesía: Miradas del Silencio, Rosas de Fuego, Versos de Oro Plata y Bronce, Latidos del Tiempo y Espejo de Ausencias; Libros de cuentos: Pétalos de Sangre, Huellas de Luna, Krygor (virtual); Novela: El Misterio de las Tres Tetillas, género de Literatura Fantástica y Ciencia Ficción. Participó de las Antologías: Poesía: Letras Médicas. Antología de Poesía y cuento breve, Antología de poesía y cuento Médico, Memorias de la Luna, 23 Poetas al pie de la colina I, II y III. Antología Comentada de la Poesía Boliviana de Roberto Agreda Maldonado, Antología Universal del Soneto de Amor de la UPEQ; En antologías de Cuento: La Luna y los Perros, Cuentos y Cuentos y El Océano en un Pez, I Antología de Literatura Fantástica Neoindigenista. Antologador en el libro de cuentos maravillosos: De Imposibilidades Posibles. Ensayista en Apodos de Tarata

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UNA FACETA EN LA VIDA DE JESÚS LARA: LA POESÍA Y EL CANTO *JUAN CLAVIJO ROMÁN

COMPROMISO DE JESÚS LARA

En el libro “Entrevistas” (Tapuy jayñiy) de Luis H. Antezana (Cachín) (1979), dice Jesús Lara: “Escribo para mi pueblo. No para la clase dominante, sino para la clase oprimida, de ahí que los paniaguados (persona que está protegida por otra y es excesivamente favorecida por esta) de la reacción no ven con buenos ojos mi obra”. Pag. 185. “Aunque no he olvidado que soy mestizo, toda la vida he tratado de identificarme con el indio. Desde mi más tierna infancia he vivido junto a él, he dormido en su choza, he comido sus “lawas” y compartido sus piojos. He visto su miseria, sus frustraciones, su desventura. Siempre me he sentido en deuda con él y por tanto he tratado de trasladar su vida a mis novelas como una denuncia, como una protesta”. Pags.189,190. IMPORTANCIA DEL LIBRO JESÚS LARA, tiene importancia en la literatura de los quechuas, por haber recopilado poemas y cantos precolombinos, respetando la forma de la escritura, tratando de aproximarse fielmente a los contenidos y valorando a los cronistas de esa época. Nadie ha tenido la entereza, la pasión y la entrega como Lara, Gracias a esa contribución grandiosa de un autor boliviano de Punata (Muela), ahora podemos recopilar lo estudiado, investigado y testimoniar que teníamos y tenemos historia para que las generaciones conozcan nuestro pasado y vayan forjando el futuro en diferentes campos del saber. En cada caso doy un ejemplo de los poemas cantados en quechua y español, cuyas traducciones de muchos autores corresponde a Jesús Lara. La presente ponencia es en base a la lectura del libro de Jesús Lara. “La literatura de los quechuas”, publicado en 1969.

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CONTENIDO Primero analizamos la importancia del Runasimi. Luego los Arawikus y la música y lo más importante es caracterizar los estilos de composiciones en las ceremonias, festividades y otras fiestas durante el año, tenemos: el Jaylli, que se divide en Jaylli sagrado, Jaylli agrícola y Jaylli heroico. Otras formas de poemas y cánticos se expresan en el Harawi o Yaraví, el Wayño, el Ayataki, siendo estas las más importantes, desde luego hay otras formas que sería demasiado extenderse. Entonces me quedo con lo señalado: SOBRE EL RUNASIMI Entrando en la lectura de uno de sus libros de Jesús Lara: “La literatura de los quechuas” (1969), explica el RUNA SIMI y dice: “Un idioma que hablaban los súbditos del imperio y quedan hablantes en Ecuador, Perú y Bolivia. Era un idioma extraordinariamente dotado y sus medios expresivos estaban por encima del español del siglo XVI. El bachiller Juan Pérez Bocanegra (1631), decía que en el Runasimi se emitían los pensamientos más agudos y sutiles, los recursos dialécticos más ingeniosos de que se valía el clero de la colonia para llegar a las raíces de la conciencia indígena. En el Runasimi, cada palabra es una imagen estilizada, en cada frase hay una música esencial y el color se halla dosificado en él como en los valles floridos. Es plástico y vigoroso como las montañas, fluido como los ríos, sonoro como el viento y ancho y suntuoso como el Tawantinsiyu. Tiene musicalidad, plasticidad y flexibilidad, otorgando un sello de gran vigor a su fisonomía de conjunto”. Gran uso de asuntos onomatopéyicos que podrían catalogarse en la casilla de las interjecciones y que desempeñaban un papel preponderante en el lenguaje y en particular sirven para dar colorido y jerarquía a la expresión”. Pags. 14,15. SOBRE LOS ARAWIKUS Y MUSICA 34


El cronista Antonio de Herrera, se refiere a los versos que cantaban en las fiesta y dice: “Habían los arawikus (poetas), componían sobre una diversidad de temas: el amor, la religión, la historia y otras muchas manera de versos”. Pedro Cieza de León, habla de los romances y villancicos: “que los quechuas cantaban en sus fiestas, rememorando las proezas de sus monarcas o como simple esparcimiento, a cuyo objeto, para cada negocio tenían ordenados sus cantares o romances”. Juan de Betanzos (1880), relata que había una poesía histórica del pueblo quechua. Contenía la vida y hazañas de los monarcas y era cantada en las grandes solemnidades por las “Mamakuna”, doncellas escogidas y envejecidas al servicio del sol en los conventos. Felipe Guamán Poma de Ayala (1936), dice: la poesía iba acompañada de la música; es decir que eran cantadas. En Las fiestas, los quechuas pasaban horas y horas cantando su poesía. La poesía, no solo era de la nobleza, estaba extendida en todo el imperio. Las palabras: arawiku (poeta), taki (canto), jaylli (himno), arawi (canción amorosa), era comunes en el lenguaje del pueblo, gran afición por la música, la poesía. . En la fiesta del Cuzco, centenares de kurakas de provincias se presentaban con ofrendas y cantos regionales. En faenas agrícolas y en los juegos públicos que se realizaban periódicamente en toda la región, la poesía desempeñaba un papel de importancia. ESTILOS DE COMPOSICION Son muchas, iniciando por el JAYLLI, que era sagrado, agrícola y heroico. JAYLLI SAGRADO Cultivado por los amawtas, siendo accesible a la casta real y a los sacerdotes. Eran poemas de gloria y alabanza de las divinidades del incario, hasta el propio inca los componía. Se los cantaba de un modo especial en los ritos sagrados, solemnizando sus actividades. Ejemplo: 35


Tijsi Wiraqucha,

Raíz del ser, Wiraqocha,

Qaylla Wiraqucha,

Dios siempre cercano,

T’ukapu ajnupúyuj

Señor de vestidura

Wiraqocha

Deslumbradora

Kámaj, chura,

Dios que gobierna y preserva,

Qhari kachun,

Que crea con sólo decir

Warmi kachuna

“Sea hombre,

Nispa ruraj.

Sea mujer”.

JAYLLI AGRICOLA Sabemos que el pueblo quechua era agrícola por naturaleza, tenía en el culto a la tierra un motivo especial de celebración. El Jaylli agrícola con carácter mítico, que consagra colectivamente a los jóvenes labradores en torno a los rituales de la siembra y la cosecha, para que su trabajo sea más llevadero y fructífero. Exaltación a la Pachamama y de todas las divinidades que según ellos viven en las entrañas de la tierra. Surgían espontáneamente y luego se consolidaba con el repertorio popular de festividad en festividad, enriquecido por el ingenio de sus intérpretes. Ejemplo: ¡ Los hombres Ea ya he triunfado! ¡He enterrado el grano! ¡Ea ya he triunfado!. Los hombres ¡Nacerá la planta mañana

¡Qharikuna Ay, jayllipuni Muchi p’ampani Ay, jayllipuni Qharikuna Q’aya sach’a paqarinqa 36


Y la acallaré pasado mañana! Ch’inyachisaqtaq qaya q’ayantin Las mujeres

Warmikuna

¡Ea ya he triunfado!

Ay, jayllipuni

JAYLLI HEROICO Los quechuas dominadores del tawantinsuyu, han estado sustancialmente en armas, contra los pueblos sometidos a su poder y sobre todo, por su afán expansionista. Las hazañas de sus guerreros y de sus incas, fueron recogidos en estos jayllis. En algunos cantos, la evocación de los hechos heroicos, asociados a la memoria de monarcas y héroes inmolados, adquiere un carácter épico-religioso, elegiaco, cantándose en forma solemne en las plazas y en los templos, donde los amawtas los registraban. Recopilación de Juan de Santa Cruz Pachakuti Yamki Sallkamaywa, que trata de la muerte del inca Manco Qhapaj, donde dice la primera estrofa: Kusi simiraj

Serás la voz del gozo

Kusi qalluraj

Y el lenguaje de alegría

Púnchay kay tata

Cuando, siendo de día

Wajyankitaj

Llamarás a la noche.

EL HARAWI = YARAVÍ Fue el primitivo antecedente del yaraví, era una canción triste, doliente, en la que se expresaban los sufrimientos del amor, las ilusiones y las esperanzas de las penas amatorias. Qori raphra pillpintullay, Rhapapapay killakuypi,

Mariposa alas de oro Vibren tus alas de luna,

Tiariyña kay mutuypi

Acércate a mis heridas

Takirispa pillpintullay.

Cantando mi mariposa.

Simpáykita kachariyña

Desata tu cabellera 37


Killa wachíy lluskánanpaq

Que anega saetas de luna,

Yanaykita tarinanpaq

Para que mi amor encuentre

Llampú kayninpi kusita.

En tus cabellos la dicha.

EL WAYÑO Subsiste hasta nuestros días. En el incanato fue exclusivamente letra, ahora es más música que letra. Es la eclosión del espíritu campesino que desborda su mundo interno, en dichos quejumbrosos o cuartetos jubilosos, pero cantando a la vida, la alegría de vivir, los otoños, los silencios, los desahucios y los misterios por surcar. Sarmiento de Gamboa, recopila los cantos para Pachakuteq (fragmento): Wawkinkuna wakyachaqtan

Cuando tus hijos crecían

Siminta mukirkapunki:

Tu muerte ahogó sus voces

Ay wañuy, ay awqa wañuy

Ay muerte, muerte enemiga

Ñakáykin káraq sunqoywan.

Maldigo tu ser de nada.

Huntácka kawsay cuqlluypin

En las mazorcas de mi vida

Iskay saraña muchhakun;

Ya dos años se desgranan,

Kawsanay kaman muchusaq

Ay, sufriré mientras viva,

Wañunay kaman waqasaq.

Ay, lloraré hasta la muerte.

EL AYATAKI Era una pequeña composición dedicada a lamentar la muerte de una persona querida, relata la vida del finado. Aún ahora se estilan estas composiciones en los sepelios de los campesinos. La ternura, el dolor, es muy conmovedor sin llegar a la desesperación desenfrenada. 38


Ejemplo: Púnchawniykipas yuraq papalla Wiroq thaskisqan thaskiyniykipas, Waqani; Eran tus días papeles blancos, Canto de cañas eran tus pasos, Lloro. Mayuq takisqan rimayniykipi Ruruq wayrallan samiyniykipas Yuyarini. Rumor de ríos eran tus voces Viento de frutos era tu aliento Recuerdo. May yana qoran, ya unkhuñanwan Sachásonqonpi, sacháta jina Pakakunki. ¡Que hierba negra en negro manto, Que turbio bosque como a su árbol! Te esconde. *Autor: Juan Clavijo, escritor y ensayista. Oriundo de Villa Real de Tapacarí, Bolivia. Redactor del semanario “El Tunari” de Quillacollo, articulista dominical en “Los Tiempos” en quechua. Su producción literaria figura en “Antología poética al pie de Colina No. 3” (2011), “Poesías para la historia” (2014), “Mitos, leyendas y cuentos populares de Bolivia. Antología” (2015), “lo insólito de los cuentos” (2016), de la UPEQ, “Punata, cuentos picantes” (2017) con la casa de los escritores bolivianos. Autor de varios ensayos. 39


CURSIVAS QUECHUA EN SURUMI DE JESÚS LARA *JUAN REVOLLO VALENCIA Resumen El presente trabajo refiere al texto quechua en la novela Surumi de Jesús Lara en cuyas páginas aparecen en cursiva. La novela Surumi de Jesús Lara, considerada como novela quechua, es una de las primeras que hace referencia a la situación de vida de los pueblos quechua hablantes esclavizados en manos de los hacendados o terratenientes en los valles de Cochabamba hasta antes de la Reforma Agraria. A partir de la revisión de los textos cursiva quechua en las páginas de Surumi, que suman a una cantidad de 151 palabras, dos discursos cortos y siete estrofas de wayñus, se infiere el contenido semántico en relación a los contextos socioterritoriales de los Valles de Cochabamba con el quechua hablado en el sur de Bolivia, de la misma manera, se relaciona la característica escritural o gráfica con las normas actuales de escritura normalizada. En cuanto al contenido semántico, se ofrece una descripción contextualizada de las cursivas, dependiendo de sus características. Por su lado, en cuanto a la relación escritural, se ofrece una actualización de aquellos grafemas que no estuvieran contemplados en las normas de escritura normalizada actual. Palabras clave Quechua, carga semántica, características lingüísticas. Introducción Jesús Lara es una de las personalidades de la literatura boliviana que no solo embellece sus obras con términos quechua, sino que además, propone y reclama por un espacio lingüístico que debe ser dedicado a la lengua quechua en el contexto discursivo y literacidad, como derechos no renunciables de los pueblos quechua hablantes de los tiempos de la hacienda y la actualidad. Con ese fin, el primer discurso de sus novelas las plantea en quechua, los títulos mismos de sus obras; es más, dedica específicamente un diccionario a esa lengua propia de sus orígenes. Ya no vamos a repetir la cantidad de obras que ha dejado Jesús Lara para nuestros tiempos. En esta oportunidad revisaremos las palabras y discursos quechua en su novela “Surumi” como un aporte significativo de su parte al interés lingüístico quechua fijado para 40


todos los tiempos, so pretexto de sucesos impresionantes en dicha novela reflejados en la situación real de las familias humildes, originarias, a los que se les denominó indio, indiada, como una expresión para referirse a estratos tan bajos, insignificantes, con oficio de servir a los poderosos, a los opresores de tiempos aquellos, interpretada también a la realidad de estos tiempos. En ese entendido, revisaremos y describiremos las cargas semánticas con relación al tiempo y espacio, además de la relación escritural. Contexto espacial y temporal La novela Surumi refiere al contexto social y territorial de los valles de Cochabamba ya en la república, justo durante la concienciación emancipatoria de los pueblos que en el futuro serán denominados “campesinos” o pueblos exhacienda. Con la llegada de los colonizadores españoles, las tierras de estos pueblos vallunos de Cochabamba habrían pasado a manos y propiedad de los españoles, despojándolos de la interrelación del hombre originario con su territorio. Antiguamente, antes de la colonia, estos territorios-valles de Cochabambaestuvieron ocupados por pueblos originarios Cotas (Qutas), Chuyes (Chuwis), Sipisipis bajo el dominio inca. Pero, los Qutas y Chuwis fueron deportados por decisión del Inka a las regiones actualmente conocidas como Pocona (Puquna) y Mizque (Misk’i), quedándose solo los Sipi Sipis. El habla de estos pueblos, antes de la conquista incaica, sería el aymara, pero que con la conquista incaica se desplazaría al aymara con la llegada del quechua que fuera lengua general del incario por entonces (Ellefsen, B. 1978). En esa lógica, los personajes de Jesús Lara en su novela Surumi, en cuanto a los indios, pongos, mit’anis, incluyendo los kurakas y mayordomos, serían procedentes originarios de la cultura Sipi Sipi24. El mismo Jesús Lara sería, entonces, de aquella cultura ancestral Sipi Sipi. Los términos quechua en Surumi En consecuencia, despues del registro de las palabras quechua en cursiva de la novela Surumi de Jesús Lara, hemos clasificado en grupos, tomando en cuenta sus características lingüísticas: en morfemas lexicales, en morfemáticas sumaremos los de aparición del posesivo –y, de la misma manera los derivacionales; las toponimias, la onomástica, refonologización o refonemización, los compuestos, los imperativos y la interjección con solo una aparición. 24 resumida actualmente a un simple municipio, Sipe Sipe. 41


Además, se registraron dos discursos cortos y siete estrofas de las letras de canciones de cuatro versos y una de dos. A continuación, pasamos a describir las cursivas quechua que aparecen en Surumi. Estas palabras, además de complementar con los equivalentes en castellano, vamos a complementar con la descripción del contexto por la que Jesús Lara haya usado tal palabra, en algunos casos, de la misma manera complementaremos con la actualización escritural al denominado quechua normalizado en cuanto al uso de los grafemas, en casos que estarían cumpliendo la escritura normalizada no se tendrá ninguna otra característica. Esta vez solo contemplan estos componentes, siendo un trabajo inicial, ya en otro trabajo posterior tendremos más completo. Morfemas lexicales El morfema lexical es parte de la palabra que contiene el significado base en la construcción continua de la palabra, contienen el significado base, a las que se añaden morfemas flexivos o derivacionales. En Surumi se registran las palabras. 1. Anka. Águila. Señalizador de presagios o augurios. 2. Apu. Deidad superior en la cosmovisión de los pueblos originarios. Pero en el contexto de Surumi es el Señor refiriéndose a los santos o un santo en específico: “Apu San Bartolomé, jatun Yayaj khuyasqan chijllasqan... (Señor San Bartolomé amado y elegido por el gran Padre…)” (pág. 21) 3. Ch’illka. Especie arbustiva que suele tener presencia en los ríos y que, además de sus usos medicinales, suele ser aprovecho para la confección de cestas. 4. Ch’uspa. Especie de bolsa en diferentes tamaños que las personas varones, desde la antigüedad de los tiempos, solían utilizar para manejar coca colgando del cuello hasta la altura del pecho o vientre. 5. Chala. Envoltura de los tallos del maíz o las hojas utilizadas como forraje. En lo general, denominada al conjunto de la planta del maíz en estado deshidratado. Chhalla. 6. Charque. Carne deshidrata con intervención de la mano del hombre o de forma intencionada. Ch’arki. 7. Chillijchi. Árbol de los valles cuyas flores son comestibles en reemplazo de la carne. Chillikchi.

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8. Chuño. Papa deshidratada a través de un proceso experimentado desde los tiempos antiguos. Ch’uñu. 9. Coca. “Arbusto de la familia de las erythoxyláceas, cultivado desde el inkanato y utilizadas sus hojas como masticatorio, juntamente que la lliphta, por la población aborigen. Contiene cocaína, alcaloide de uso medicinal como anestésico. En la actualidad se ha generalizado su uso a nivel mundial, por sus propiedades estupefacientes” (AMLQ, 2005). Kuka. 10. K’ita. Refiere a especies nativas u originarias. Pero con la “civilización” se apartan toda especie nativa de los domesticados, significándoles como aquello salvaje. Entonces, en el contexto de Surumi esta palabra califica a “paloma” como una ave no doméstica: k’ita paloma. 11. Kallawaya. Persona sabia en medicina cósmica de procedencia de los Suyus Kallawaya ubicadas en el actual departamento de La Paz. 12. Kuraka. Denominación de autoridad originaria en el sistema de gobierno de los pueblos originarios y ancestrales dependiendo de las regiones en la geografía valles interandinos y altiplano. En el contexto de Surumi este cargo poseían las mismas personas de origen indio pero que se convertían en emisario de los Mayordomos. De forma similar, los Mayordomos eran personas, también de origen indio pero que habían aprendido las mañas de los amos de manejar a los indios, mejor lo describe Muñoz: el mayordomo es un cholo semiletrado y bilingüe que viene del pueblo o de la ciudad, donde aprendió las maneras de los patrones, a quienes trata de emular, al mismo tiempo que se esfuerza por despreciar al indio, olvidando que allí se encuentra su verdadero origen. Su afán arribista y el deseo de complacer a los patrones hacen de él un verdadero tirano de sus hermanos de sangre. Montado en su cabalgadura, calzado con botas de cuero e investido con un látigo, vigila severo, desde las alturas, la prolongación de la condición servil del indio. Puesto que el poder marcha mano a mano con la afluencia económica, el mayordomo cuida igualmente de incrementar su fortuna personal. Para lograr su objetivo se aprovecha de la postración del indio, a quien hace víctima de una serie de negocios ilícitos que lo atan económicamente al lugar de producción. (Muñoz, 2021: 226)

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Por su lado, las personas con el cargo de Kuraka estaban al servicio del Mayordomo. Podría describir el contexto de los capataces. Siendo que los kurakas procedían de los pueblos esclavizados, la gente obedecería sin remedio las órdenes de los amos, los patrones. En testimonios de las haciendas de Potosí hemos registrado que, como los Mayordomos y Kurakas u otras cargos de similar función eran procedentes de la misma indiada, los conocían con el término qhilla o patrunpa qhillan, patrunpa qhatatin y explican que estas personas tendrían flojera de trabajar las tierras, por lo que buscaban maneras de quedar bien con el patrón y así llegar a ser la persona de su confianza. 13. Lawa. Una de las preparaciones culinarias de los pueblos originarios que consiste en la cocción de mazamorra a partir de la harina como ingrediente principal. 14. Llijlla. Indumentaria similar a manta destinada para usos diversos. Lliklla. 15. Llujt’a. Lejía elaborada a partir de cenizas para acompañar el akulliku. Llupt’a. Llipt’a. 16. Mama. Palabra de respeto en dirección a la persona mujer, además de referirse a madre. 17. Millu. Sulfato de aluminio usado con fines medicinales cósmicos. 18. Mote. Granos en estado seco o fresco hervido, parte de la culinaria de los pueblos originarios. Mut’i. 19. Muk’u. Pasta masticada para la elaboración de la chicha. 20. Oca. Uno de los tubérculos comestibles cultivados en los andes. Uqa. 21. Paka. Enigma (oculto), maldad oculta en la persona enferma comprometida con las fuerzas y energías cosmotelúricas a consecuencia de la intervención de algún yachaq o el encuentro inoportuno de la persona en lugares sagrados. 22. Papa. Tubérculo comestible cultivado por los pueblos andinos y vallunos. 23. Phasakana. Fruto comestible de una de las variedades de cactus. Phasakana. Phasaqana. 24. Phichitanka. Gorrión. 25. Phushka. Rueca de hilar. Phuchka. 26. Pillu. Corona. Guirnalda. Insignia elaborada a partir de panes, productos agrícolas y flores vegetales adecuadas en las actividades cosmotelúricos y que suelen imponerse en la cabeza o colgar en el cuello de las personas importantes de la ocasión, como serían las autoridades u otros. 27. Pirwa. Silo. Lugar donde se almacenan y guardan la producción después de la cosecha. Pirwa. Piwra. 44


28. Pitu. Harina molida a partir de granos tostados. 29. Puma. Felino digitígrado, cabeza redondeada hocico corto, patas anteriores con cinco dedos y cuatro en posteriores, uñas retráctiles y carnívoro, considerado en los tiempos ancestrales como tótem principal. 30. Pututu. Instrumento aerófono construido, en la ancestralidad, a partir de la concha del caracol marino, en la actualidad es común ver pututus de cuerno de res. 31. Q’aitu. Hilo. Q’aytu. 32. Qayara. Maguey. Qhayara. 33. Qaytu. Hilo. Q’aytu. 34. Qoqawi. Merienda o fiambre. En el contexto de la novela, la comida o fiambre que se lleva para el transcurso del viaje o el trabajo, como lo es hasta estos días en los contextos del sur. Quqawi. 35. Quena. Instrumento musical de viento que se tocara en tiempos del Pachapuquy, en la actualidad en tiempos de pascua. Qina. 36. Quinua. “Planta herbácea de tallo derecho, hojas pecioladas, ovales, triangulares; inflorescencia en racimo. Su grano contiene proteínas, aminoácidos (lisina, leusina, isoleusina, triptófano y metionina), vitaminas A, B1, B2, B6, B12, C y D, y minerales calcio, fósforo, hierro y zing. Alimento con 96% de digestibilidad. ARIEDADES: paraqay, choqllo, mesa, q'ello, araq, yana, etc.” (AMLQ, 2005). Kiwna. Kinuwa. Kiwina. 37. Sajta. Plato de comida de origen criollo en tiempos de la hacienda con ingredientes como carne y otros, además con pasas. 38. Sama. Momento de descanso en una actividad laboral aprovechado para ingerir alimentos como el quqawi. En el contexto de Surumi, esta palabra refiere al mismo alimento que se ingiere durante el descanso, entonces merienda o almuerzo de mediodía. 39. Suiku. Yerba aromática utilizada como sazón en la preparación de los alimentos. Suykhu. 40. Suyu. Territorio. Expansión territorial. Tarea de trabajo en las actividades culturales de la tierra. En Surumi, parcela. 41. T’ula. Arbustivo silvestre de usos medicinales y combustible doméstico cuando se está en estado seco. 42. Tata. Palabra de respeto de dirección hacia toda persona varón, además de padre. 43. Thaparanku. Mariposa nocturna que anuncia malos presagios. 45


44. Wamán. Antiguo nombre del halcón. Waman. 45. Warapu. Jugo de caña fermentado o madurado (puqusqa) utilizado como bebida alcohólica. 46. Wayñu. Ritmo y letra musical originaria. 47. Yacón. Tubérculo comestible conteniendo casi el total porcentaje líquido dulce cultivado en los andes. Yakun. 48. Yauri. Especie de aguja grande y gruesa utilizada para costurar indumentarias gruesas. Yawri. 49. Yoqalla. Muchacho. Yuqhalla. Yuqalla. Podemos concluir que estas palabras, en su mayoría sustantivos, reflejan el contexto cultural y social de los valles cochabambinos, en el contexto temporal cuando se escribe la novela y la actualidad, no difiere mucho del quechua y los aspectos culturales del sur de Bolivia. Morfemáticos Nos referimos aquí a aquellas palabras conteniendo el moferma lexical o raíz de la palabra adicionado con morfemas flexivos o derivacionales. En ese sentido, en Surumi aparecen se registran también apalabras conteniendo el pluralizador castellano –s, esto debido a que el discurso de la novela no es quechua, sino castellano. De tal manera, los recursos que se utilizan del quechua solamente son los morfemas base y no así el pluralizador –kuna u otro. Sin embargo, en la actualidad es notoria la desaparición o uso disminuido del pluralizador –kuna en el mismo discurso quechua, dando preferencia al pluralizador castellano –s en los mismos pueblos quechua hablantes. 50. Achiras. Plural de “Planta de la familia de las cannáceas. Es cultivada por lo hermoso de sus flores, color lacre encarnado y hojas oblongas. Sus raíces soleadas y hervidas son muy agradables” (AMLQ, 2005). Achirakuna. 51. Arirumas. Pequeña planta de flores amarillas y muy aromáticas. 52. Aynis. Formas de reciprocidad de correspondencia y retribución en prácticas originarias. Aynikuna. Ayñikuna. 53. Cóndores. Aves voladoras, siendo de las mayores. Kunturkuna. De esta ave emanan los apellidos Kunturi cuya pluralización será Kunturikuna. 54. Imillas. Personas de sexo femenino de edad adolescente. Imillakuna. 46


55. Jarkas. Especie arbóreo tropical. 56. Kantutas. Especie arbustiva cuyas flores están diseñados en tres colores, siendo rojo, amarillo y verde. Qhantutakuna. Qhantu sach’akuna. 57. Kurakas. Plural de Kuraka. Kurakakuna. 58. Laiqas. Personaje que practica saberes interrelacionados con la naturaleza y el cosmos. Layqakuna. 59. Maywas. Flor roja y amarilla, de familia de los lirios. (D.N.Q., 2017). Maywakuna. 60. Pirwas. Plural de Pirwa. Pirwakuna. Piwrakuna. 61. Qhaluyos. Género musical criollo, Qhaluyu. Qhaluyukuna. 62. Sit’ikiras. Cigarra. Sit’ikirakuna. En Surumi, cierta variedad de cactus. 63. Such’is. Especie piscícola. Such’ikuna. 64. Tupus. Broche que se utiliza para asegurar alguna indumentaria. Tupukuna. 65. Wajchillas. Forma con la que se designa genéricamente a cualquier clase de garza. (Sanchez de Lozada y Herrero, 2010). Wakchillakuna. 66. Wayñus. Entonación musical. En algunos contextos la letra musical o los versos. En Sánchez de Lozada y Herrero (2010) encontramos lo siguiente: “Forma con la que se designa a una tonada musical generalmente alegre y al baile que lo acompaña. Este baile se caracteriza porque las parejas se suelen asir de la mano en alguno de los momentos del mismo y por el frecuente zapateo”. Wayñukuna. 67. Yoqallas. Plural de Yuqhalla. Yuqhallakuna. A diferencia de las anteriores, la palabra que tenemos a continuación sería la única con la adición del pluralizador quechua –kuna en la novela Surumi. 68. Qhapajkuna. Corresponde aquí ser traducido a “opresores, poderosos”, tomando en cuenta el contexto de Surumi. Actualmente se suele corresponder a qhapaqkuna con personas que son de la “derecha”, la tendencia ideológica política. Qhapaqkuna. Aparición del posesivo –y Otro de los aspectos interesantes que es común encontrar en la literatura indígena quechua es el uso de las formas cariñativo y diminutivo, como se le da mucho uso de ellas en habla común de los quechua hablantes nativos, aunque ya no es tan pragmático cuando lo usan los grupos académicos, quizás depende de las procedencias. En este grupo, además del cariñativo, encontramos el uso del sufijo posesivo de primera persona –y. 47


69. Chunkituy. Mi amorcito. Chunku. 70. Florinday. Mi Florinda. 71. Hijitay. lit. Mi hijita. En el contexto de Surumi refiere a la esposa, siendo, entonces otra de las expresiones del campo semántico pareja. 72. Palomay. Mi paloma. Urpiy. 73. Palomitay. Mi palomita. Urpilay. Urpilitay. 74. Papasuy. Mi papá. 75. Señoray. Mi señora. Mamay. 76. Patroncituy. Mi patroncito. Patronsituy. 77. Niñituy. Mi niñito. Wawitay. 78. Niñuy. Mi niño. Waway. 79. Viditay. Mi vidita. Esta expresión no tiene alcance en la lengua quechua, por lo que será difícil encontrar kawsayniy o kawsaysituy. 80. Wawitay. Mi hijito, mi hijita. En el contexto de la novela, es Surumi que se refiere con esta palabra a su hijo Wáskar. 81. Tatay. Este término era de respeto a toda persona varón, entre otros significados, pero durante la hacienda se convirtió en una palabra de respeto y miedo que debían los esclavizados manejar para dirigirse al Kuraka, al Mayordomo y el Hacendado. 82. Tatituy. Exclamación de asombro con posesivo de primera persona -y, ¡Ay, dios mío! 83. Yayay. Padre. En Surumi, expresión de los indios para enaltecer a sus dominadores, Surumi se dirige con esta palabra a un mayordomo. 84. Wiraquchay. Mi dios hacedor, expresión de miedo y muestra de humildad ante alguien poderoso. A diferencia de las anteriores, se ha registrado la aparición del marcador de posesivo de la primera persona plural excluyente. 85. Yayayku. Padre nuestro, el rezo, que hasta esa época ya se tenía traducido al quechua. Derivacionales Una de las características del quechua para la creación de palabras es el método derivacional. Este mecanismo tiene su sentido a causa de una gran cantidad de sufijos con capacidad de modificación o creación de otros contenidos semánticos al acompañar a los lexemas. En Surumi se han registrado ocho: 48


86. Janpiri. Curandero. Jampiri. Aquí derivacional –ri como sinónimo del agentivo -q. 87. Akulliku. Del verbo akulliy para actividad dedicada al pijcheo o masticación de la hoja de coca, entonces con la adición del sufijo derivacional nominalizador -ku. 88. Ch’allaku. Con la adición del sufijo nominalizador –ku para formar el sustantivo actividad de festejo. 89. Pilluku. Ya pillu es nombre, pero referido a las guirnaldas y roscas de pan. Pero con la adición del sufijo –ku pasa a ser la actividad o la ocasión dedicada a la imposición de los pillus a las personas que corresponden, como autoridades u otros. 90. Mañaqa. Del verbo mañay, prestar, pedir, solicitar, implorar, entre otros; con la adición del sufijo derivacional –qa-, en otros contextos -qha-, refiere a la actividad en el que se realiza, en el caso de mañaqa o mañaqa, el pedido de mano de la mujer en matrimonio, entonces maki mañaqha, variando a maki mañaqhaku, con la adición de –ku. 91. Mit’ani. Persona que cumplía su trabajo bajo el sistema de trabajo forzoso impuesto por los españoles y hacendados durante la colonia hasta finales de la república. Fraccionando, mit’a refiere a etapa, época, algún tiempo determinado, adicionado con el sufijo el derivacional –ni. Actualmente, como sospechara Jesús Lara, todo pueblo base se convirtió en mit’ani de su organización “social” o de sus grupos dirigenciales. 92. Muk’uy. Por un lado, como verbo masticar o elaborar pasta y, como nombre, actividad de masticación o elaboración de pasta para la elaboración de la chicha, por otro. 93. Tatitu. Exclamación de asombro. En algunos contextos de los pueblos con gobiernos originarios es denominación de una de las autoridades de experiencia precolonial y preincaica. Toponimias Las toponimias refieren a nombres propios de un territorio o de lugares. En ese entendido, en Surumi aparecen al menos diez lugares cuyos nombres listamos. 94. Yanarrumi. Yanarumi. 95. Awaquilu. Awakila. 96. Charaqosi. Charaqusi. 97. Huari. Wari. 98. Jatunsuyu. 99. K’ullku. Angostura. 49


100. Kilikili. Quizás el actual Killi Killi. 101. Kuntaya. 102. Mollop’uiru. Mullup’uyru. 103. Pampas. Salitreras de la costa chilena. Antropónimos Los antropónimos son los nombres propios de las personas. La colonia fue un hito importante para que se inicie con la mestización de nombres propios de personas en los pueblos originarios, esto pasa por la república hasta llegar a la actualidad. En Surumi aún vamos a encontrar nombres y apellidos de los personajes de origen indio en quechua, hasta el grado de los Kurakas, pero ya cambia desde el mayordomo. 104. Chukiwanka. 105. Illapa. “Dios o apu inka que simboliza al rayo, trueno y relámpago”. (AMLQ, 2005). En Surumi es nombre del can que acompaña a los personajes. 106. Kaiwara. Kaywara. 107. Kauki. Kawki. K’awki. 108. Lanchi. Nombre de uno de los Kurakas. 109. Malacu. Era común que los nativohablantes quechuas denominaran a las personas modificando el nombre propio y adicionando con el sufijo –ku. Malaku. 110. Manunu. Aunque no se registra mucho, pudo haber sido otra de las características de la modificación del nombre propio de las personas por los quechuahablantes nativos, similar a Manu-lu, esta vez adicionando el sufijo –lu o un, de acuerdo con la novela de Jesús Lara. 111. Micula. Naturalización del nombre propio Nicolás a Mikula. 112. Nina. Apellido Nina. 113. Manulsinu. Nombre o alias de uno de los mayordomos que asechara y amedrentara a de la hacienda. 114. Panpinu. Individuo que ha vuelto de las salitreras. Pampinu, también, con la naturalización del formador del gentilicio –eño a pampiñu. 115. Qolila. Nombre de persona mujer en la novela Surumi, en otros contextos se registrado como sinónimo de chunku. 116. Quintu. Nombre de uno de los Kurakas. 50


117. Quiru. Nombre de uno de los Kurakas. 118. Quispe. Apellido. Qhispi. 119. Ramu. Contracción do nombre propio. 120. Surumi. Nombre de mujer. 121. Tañu. Contracción de nombre propio de persona varón. 122. Tarañu. Otra forma de Tañu. 123. Tuli. Nombre de persona. 124. Uchica. Denominación correspondiente a nombre propio de mujer. 125. Wáskar. Nombre de persona varón. 126. Sabastu. De Sebastián. A este grupo también corresponden los nombres designados a grupos de bailarines en una de las fiestas de la novela. 127. Los Kallawayas. Nombre de uno de los grupos que participan en una de las fiestas de la novela. Kallawayakuna. 128. Los Jukumaris. Nombre de uno de los grupos que participan en una de las fiestas de la novela, Los Osos andinos. Jukumarikuna. 129. Los Chunchus. Nombre de uno de los grupos danzarines que participan de una fiesta en la novela. Ch’unchukuna. 130. Los Kullakas. Nombre de grupo de danzarines Las Mozas. Kullakakuna.

Refonologización o refonologización Como parte los mecanismos de creación de palabras, la refonemización o refonologización consiste en la adecuación de los sonidos de la lengua de origen a la lengua de llegada a través del proceso de préstamos. En la novela Surumi se registran poquísimas palabras en proceso de refonologización del castellano hacia el quechua y otro número similar con la imposición del sistema fonológico castellano al aparato fonador de la persona quechua hablante nativo; es decir, que el quechua hablante se esfuerce a hablar el castellano utilizando palabras del castellano, por lo tanto, registrando alteraciones fonológicas con los mismos fonemas del castellano intercalando con algún fonema de origen quechua. A partir de esto, si el aparato fonador del quechua hablante se apropia de algunos fonemas castellanas, la producción fónica de las palabras castellanas en el discurso quechua será perfecta, asimilándose al qhichwañol. 51


131. Boina nuchi. De buena noche y este de buenas noches en el español. Este es uno de los casos del proceso de naturalización o prueba de la conversión del aparato fonador del quechua hablante al sistema fonológico castellano en transición al qhichwañol, en todo caso; porque, en el proceso de naturalización de palabras castellanas al quechua por los nativo hablantes del quechua, como ocurriera por el sur boliviano, encontraremos que se discriminan los fonemas /b/ y /o/, resultando en Winuchi o Winus nuchis. A partir de la imposición de los tres saludos castellanos a los quechuahablantes durante la colonia y la república, encontraremos formulaciones equivalentes a este saludo: Allin tutayay, Allin tuta. 132. Boinas tardis. En el mismo orden del anterior, de buenas tardes. En la experiencia de los quechua hablantes nativos en el sur de Bolivia registraremos, con la omisión de los fonemas /b/, /o/, /d/, las formas Wintarti, Winus tartis, completamente fonemas quechuas. A partir de este saludo impuesto a los pueblos quechuas durante la colonia y la república, las instancias de preocupación quechua y la academia quechua formulará: Allin sukhayay; aunque algo natural es escuchar Allin ch’isiyay, por el sur de Bolivia. En cuanto a las formas de saludos en el quechua, tendremos el placer de publicar en otro trabajo específicamente sobre el tema, tomando en cuenta que no se termina ni en la trilogía supuesta ni las formas equivalentes elaboradas por la academia quechua a partir de los saludos impuestos durante la colonia y la república, sino que existía una buena cantidad variada de saludos o formas de saludos, como ocurriera también en el castellano, “el abanico de fórmulas de saludo en la lengua antigua (castellana) era mucho más variado que el que conocemos en español actual” (Zieliński, 2017:157). 133. Colefial. De Colegial a través proceso de asimilación del quechuahablante al castellano; es decir, la palabra procedente del castellano no se transfiere al quechua para naturalizarse en el quechua, más bien sufre modificación en uno de sus fonemas, de /x/ g a /f/, para mantenerse en el castellano. En el sur de Bolivia, la naturalización del colegial llegaría a ser kulijal, a partir de kuliju de colegio, cuyas explicaciones tenemos en otra publicación así como de otros casos en el proceso de naturalización al quechua. Sin embargo, no es común escuchar a los quechua hablantes nativos referirse a los estudiantes de todos los niveles por separado, más bien directamente como istiryanti o isturyantis. 52


134. Notishaaaas. De Noticia, a través del proceso de naturalización del castellano al quechua, en el que la sílaba .ci. de la palabra noticia, como ocurre en todos los casos en combinación con otra vocal, se naturaliza en fricativo palatal sordo /ʃ/ sh, con la excepción, esta vez, de la permanencia del fonema vocálico /o/ castellana. Nutisha. 135. Waka. Naturalizado al quechua a partir de vaca, para los reses o ganado vacuno en general. Mantener fonemas castellanas en el discurso quechua es peligroso, porque puede perfeccionarse y eternizarse para, finalmente, cultivar un quechuañol. El tiempo puede favorecer afinar la producción correcta de los sonidos del castellano en el aparado fonador de los quechua hablantes, para luego ya no dar importancia a los fonemas propios del quechua; es que hacia allí está llevando las escuela desde los años en las que se incursiona en los pueblos rurales, tal proceso toma, por ejemplo, el siguiente discurso: “¡Cojoro!... Ama disi… ¡Ji, ji, ji! Patruna disi!... ¡Ji, ji, ji!... Yu tambin tini patruna lenda… ¡piru ni ricurdar cun on ch’otoj!” (pág. 159), que mantiene los fonemas /o/, /d/, /b/, /e/, /c/ en palabras castellanas. En cambio, si se tomara el proceso refonemización hacia el quechua tendríamos lo siguiente: ¡Kuruju!… Ama risi… ¡Ji, ji, ji! Patruna risi!... ¡Ji, ji, ji!... Yu tanwin tinwu patruna linta… ¡piru, ni rikuntar kun un ch’utuq! 136. Tutuma. Tapara, huacal o morro es una vasija de origen vegetal, fruto del árbol del totumo o taparo. El origen de esta palabra no está clara, pudiendo ser procedente de alguna lengua originaria de la Amazonía, oriente o chaco. Compuestos Las palabras compuestas son aquellas que se forman a partir de la unión de dos o tres palabras para hacer otra palabra con significado diferente al que tenían de forma individual. En cuanto a las palabras compuestas, en la novela Surumi solamente se registran aquellos compuestos a partir de dos bases lexicales. 137.Killawañu. Eclipse de la luna. Killa wañuy. 138.Mama killa. Dios Luna. Madre Luna. 139.Pachamama. Madre tierra. Madre naturaleza. 140.Papa walusa. Una variedad de tubérculo usado en la culinaria. Walusa papa. 141.Papa wayk’u. Papas cocidas al agua. 142.Papalisa. Tubérculo comestible cultivado en los andes. Otras nominaciones: ulliku. 53


143.Qallari-aqha. Chicha ritual de inicio. Qallariy aqha. 144.Qallaricoca. Hoja de coca ritual de inicio. Qallariy kuka. 145.Saraq’oa. Sahumerio de granos de maíz y ciertas yerbas. Sara q’uwa. 146.Tarukilla. Taruga o venado tierno. Malta taruka. Uña taruka. Tarukilla. 147.Uchullajwa. Salsa a partir de ajíes. Uchu llaqwa. 148.Ushpasiki. En Surumi, expresión denominativa que Ramu utiliza para referirse a la patrona, compuesto de dos palabras uchpha ceniza y siki trasero. Uchphasiki. Imperativos Las formas imperativas son aquellas expresiones cuyas características son de orden o mandato o ruego. 149. Tisa. No se tiene una etimología clara sobre esta palabra, que puede ser procedente de tisay quechua o tisar. Pero en Surumi aparece para azuzar a la yunta durante el trabajo con el arado, que es también común usar tisay en los trabajos con yunta por el sur de Bolivia. 150. Cancha. Espacio sagrado de celebración de rituales dedicados a las deidades diversas. En la antigüedad existía muchas kanchas, reduciendosé en la actualidad a las plazas que se suelen tener delante de las iglesias. En Surumi esta palabra aparece imperando a bailar en la cancha. Entonces, kanchay, actuar en la kancha. Interjección Son palabras o expresiones pronunciadas en tono de exclamación. Solo una forma imperativa quechua se registró en la novela Surumi. 151. Aatataaay. Denota dolor. Discursos Por su lado, como resultado del proceso de colonización religiosa, desde la hacienda es común que los pueblos quechua hablantes refieran a los artículos religiosos bíblicos con términos que fueran de sus deidades originarias. Así, en Surumi de Jesús Lara, encontraremos el término yaya en “Jatun yayaj khuyasqan chijllasqan” (Señor San Bartolomé amado y elegido por el gran Padre…) (pág. 21) actualizado a “Jatun Yayap khuyasqan chikllasqan.”

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En cuanto al quechua en los wayñus y qhaluyus Surumi nos ofrece siete estrofas, seis de cuatro versos y uno de dos. Entre las características que interfieren están los fonemas /o/, /e/, /b/ para el grafema v del castellano y algún uso del grafema c. A continuación, ofrecemos la transcripción de las letras de los wayñus y qhaluyus en el orden que venimos haciendo, el extracto mismo de la novela, sus traducciones al castellano y la actualización escritural a la escritura normalizada. “Qoriq’enti, yachachiway t’ikata ch’onqarikuyta ñoqátaq yachachisqayki tukuy sonqo munakuyta” (pág. 73) (Enséñame, colibrí, cómo se liba la flor y yo te enseñaré cómo se ama con el corazón) “Quri q’inti, yachachiway t’ikata ch’unqarikuyta ñuqataq yachachisqayki tukuy sunqu munakuyta” ⸎⸎ “Llanp’u páraj sut’uyninpis suskunraj chuki rumita ñóqaj airun waqayniylla mana atinchu sonqoykita” (pág. 75) (Hasta el gotear de la lluvia suele el granito horadar sólo mi llanto no puede tu corazón conmover) 55


“Llamp’u parap sut’iyninpis suskhunraq chuki rumita ñiqap ayrun waqayniylla mana atinchu sunquykita” ⸎⸎ “Qhencha chivu aisasqaniqa yachakun warmi juchalla. Chicotéypaj sayaykúriy Qhari kaspaqa, yoqalla”. (pág. 75) (Tirando al chivo ruin culpas de amor se conoce. Párate, si eres varón frente a mi látigo, joven) “Qhincha chiwu(ta) aysasqaniqa yachakun warmi juchalla. Chikutiypaq sayaykuriy, qhari kaspaqa, yuqhalla”. ⸎⸎ “Kay chivu chaski yoqalla. Kusi kusilla áysaj jámuy..” (pág. 76) (He aquí una pata de chivo. Acude, joven a asirla…) “Kay chiwu chaki yuqhalla. Kusi kusilla aysaq jamuy…” ⸎⸎ “Chay qóyllur ñawiyki uj tuta llakiyniypi urmaykamurqa. Sonqoypi pakáykuj rijtiy 56


rúruj urpimam tukurqa. Sh’ikikuj múyuj wayrari qhechuarca makiymanta, ñáwiy chakiyta wataspa mana rináypaj qhepanta. Yanpi tukuypa sarusqan, intij parajpa wajtasqan, ruruj urpinpi yuyasqa sapallan sónqoy mullpahasqan” (pág. 220) (Cayó una noche tu pupila, cual una estrella en mi congoja, fui en mi corazón a esconderla y se volvió tierna paloma. Luego envidioso torbellino me la arrebató de las manos, y a fin de evitar que la siga dejóme ciego y maniatado. Escarnecido en el camino, golpeado por la lluvia y sol, pensando en su tierna paloma se carcome mi corazón) “Chay quyllur ñawiyki juk tuta llakiyniypi urmaykamurqa. Sunquypi pakaykuq riptiy ruru urpiman tukurqa.

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Chiqnikuq muyuq wayrari qhichuwarqa makiymanta, ñawiy chakiya wataspa mana rinaypaq qhipanta. Yanpi tukuypa sarusqan, intip paraypa waqtasqan, ruru urpinpi yuyasqa sapallan sunquy mullphasqan”.

A manera de conclusión Se hace notar que Jesús Lara, en su novela Surumi, ha puesto en reclamo la atención a la lengua quechua al describir las travesías de sus personajes de origen indio y quechua hablantes. De la misma manera, se ha obligado a escribir los términos quechua en las páginas de su novela Surumi en una cantidad de 151 palabras diferentes u uso variado, dos textos cortos, además de la transcripción de siete estrofas de canciones, plasmando así su aporte al tratamiento lingüístico quechua para nuestros tiempos. Referencias bibliográficas Academia Mayor de la Lengua Quechua. (2005). Diccionario quechua-español-quechua. Gobierno Regional del Cusco. Ellefsen, B. (1978). La dominación incaica en Cochabamba. Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA). Tome 7 (1-2) Pp. 73-86. http://www.ifea.org.pe/libreria/bulletin/1978/ Herrero S.J. y Sánchez de Lozada. (1983). Diccionario quechua. Edita C.E.F.CO. Instituto de Lengua y Cultura Quechua. (2017). Diccionario de la Nación Quechua. Muñoz, Willy. (2021). La realidad boliviana en la narrativa de Jesus Lara. Revista Iberoamericana. Kent State University. Vol. LXXXVII, Num. 274. https://bit.ly/3h7YGda. Zieliński, A. (2019). Hacia Una Tipología De Las Fórmulas De Saludo En La Historia Del Español. Pragmática

Sociocultural

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Sociocultural

181. https://doi.org/10.1515/soprag-2019-0014. 58

Pragmatics, 7(2),

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*Autor: Juan Revollo Valencia, nacido en el Ayllu Tawqa, Nación Qhillaja (Killakas) Urinsaya, Potosí. Lingüista y docente universitario. Miembro del Comité Global de Trabajo para el Decenio Internacional de Lenguas Indígenas IDIL 2022-2032. Publicaciones: Qhichwa simip apaykachakuynin pirwa, Simip uywakuynin, Sistema de numeración en el quechua, Yachaykamay simikuna, entre otros. Email: kejureva@gmail.com.

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PAUGARWARA (EL LUGAR DEL AMOR) *ROSARIO QUIROGA DE URQUIETA Conocí a Jesús Lara por “Surumi” y “Yanacuna”, ahí un escritor definido en la verticalidad de los objetivos respecto a lo que quería lograr con su oficio de escritor. Fue más fuerte el vendaval de la denuncia social que soplaba en sus páginas en prosa que quedó casi imperceptible la estela poética en la trayectoria literaria de Jesús Lara. Su sensibilidad innata fue acrecentada y pulida al contacto con las diferentes manifestaciones del arte. Conoció y gustó de la profundidad de sentimiento, de la sobriedad del estilo en músicos inmortales como Federico Chopin, Ludwing Van Beethoven. Leyó con deleite a poetas, igualmente grandes: Juan Ramón Jiménez, Herrera Reissig, Omar Khayyan, Amado Nervo, Franz Tamayo y otros. Años atrás a iniciativa de Alfonzo Gumucio Dagrón, con la participación de la Unión Nacional de Poetas y Escritores de Cochabamba, El Centro Pedagógico y Cultural de Portales, familiares del escritor Jesús Lara, poetas de la ciudad de La Paz, pintores, periodistas y otros amigos, se realizó una romería a la provincia Punata, Villa Rivero o Muela, lugar de nacimiento de Jesús Lara. Allí se descubrió, en la puerta de entrada, de la que fuera su casa, una plaqueta recordatoria. Estuve con ellos. Y, al transitar esos caminos polvorientos, a momentos verdes, de apacible y sencilla plasticidad no pude dejar de sentir ese fuerte contraste que produce la apariencia y la realidad que rodea al hombre. Me encontré más cerca que nunca al nacido en Muela. Comprendí su compromiso inquebrantable, su propósito audaz en la atención a problemas que podríamos llamar, de personalidad social. Comprendí su lucha ideológica con la única arma que él podía blandir: LA PALABRA. Al contacto con la naturaleza, el paisaje, el mismo villorio: su plaza pequeña, sus angostas calles empedradas que semejaban a lomos de pez, paredes que parecían darse la mano por su proximidad y calor, fue inevitable la retrospección. Aparecieron achiras, chiwuankus, sunchu´s se escucharon arawis y…en medio Jesús Lara con el corazón henchido por las pasiones, alegrías y sufrimientos y ahí surgió PAUGARWARA. “Tiempo florido era en verdad. Tiempo florido 60


Gozo de Pachamama” Su lírica “Cantigas de la cigarra”, “El monte de la Myrra”, “Flor de Loto”, “ Paugarwaea”, “ Arawiy, Arawiku”, posteriormente ,una parte de éste último, formó a sugerencia de Arturo Capdevila el libro” Katira y Arawaki” que junto al resto de su obra perdurará como el aguijón clavado en la dolorida carne de nuestra realidad nacional. Lara está en medio de la herida, encajado en el rasguño que cruza la América morena en su punto más doloroso. Jesús Lara, fecundo escritor cochabambino. Figura controversial de indiscutible ascendencia literaria en un siglo de contradicciones e injusticias sociales. Él vivió la experiencia enajenante de la historia, haciéndose él mismo foco del conflicto. “yo tenía los pies atados a una cadena de cuatro siglos. Yo tenía las manos amarradas a una servidumbre de cuatro siglos me separaba de ella una muralla, haz de cruces de cuatro siglos” La lectura de “Paugarwara” trae consigo la intención de aproximarnos al mundo poético que habita en sus páginas. Jesús Lara en el tiempo florido, en el tiempo del AMOR. Él mismo se define en ese “Tiempo Florido”: “hombre hecho para soñar y ante todo para amar”. Lara no eludió el sufrible y maravilloso trance que nos ofrece la vida con el amor; es más se entregó con el sentimiento desnudo, fiel al dictamen fogoso del corazón y decidido al dolor. “Como siempre me sucedía después de que me golpeara un infortunio amoroso, mi juventud sentíase vacía y mis días se calaban de insulsez y tedio”, nos confiesa.

El libro “ Paugarwara” está formado por veinte poemas con sus respectivos

títulos : “ Tiempo florido, ”Estaba escrito”, ”Tu miedo”, ”Renacer”, ”Presentimiento”, “ Fin “ entre otros, estructurados como un cuerpo poético de unidad de forma y sentido sobre un mismo tema: El amor. En este conjunto de poemas, reiteramos, perfectamente unificados se puede observar, se puede intuir la concepción de un solo poema dramático de largo aliento. 61


De disposición cíclica. El inicio y el final del poema están marcados por la salida y entrada del sol. Nacimiento y muerte del astro Rey que demarca, delimita el día de la noche, la luz y la oscuridad, la presencia y la ausencia. Acoplamiento cósmico que forma una especie de trasfondo y centro en todo el desarrollo poemático. “Los aukis trayendo el día en las frentes” Día, luz, presencia, vitalidad, sentimiento con que el campo alumbrado por el sol anuncia la proximidad del amor. “Y todo terminó sencillamente, como el día cuando se ausenta el sol” Oscuridad, ausencia, muerte, fragilidad ante el paso del tiempo. Desazón existencial. Lo que nace tiene que morir. La energía lírica de Jesús Lara nace del universo y está ligada a él. Hay en ella una relación universal de los seres y de las cosas. Una realidad mágica que transita: “los pájaros manchan tañendo los wankares de la mañana… La waca del amanecer, tiene la mano inflexible… pachamama iba de prisa”. Lo visible revelado invisible. La materia se torna espíritu. El universo es unidad y multiplicidad. En este marco, en este ámbito se produce el encuentro entre el mundo, el hombre y su contingencia, ahí como0 presencia medular hace su aparición el AMOR. Animación del mundo como atracción que encarna la mujer. No es causal sino causal que el poemario se abra cuando el poeta se encara con la floración de la vida, ante este estímulo, él ahonda en su espíritu, busca, escudriña, descubre y expresa la más oculta, la primera y última raíz: la tierra- pachamama, matriz que engendra EL AMOR- MUJER. “Tiempo florido gozo de Pachamama Tiempo florido era en verdad Tiempo de florecer. Tiempo de amar” Al principio coherencia mental y sentimental. Posiciones adoptadas por el hombrepoeta. Atalayas. Nuevas miradas que se entregan a los vericuetos inéditos de los sentimientos. Causes ocultos donde el destino humano esconde su latido. Palpitaciones 62


con las que el poeta se adentra, transita, se posesiona, sale, desciende y vuelve a surgir más altivo, pero también más tenso y dolorido. Más poeta. “Pienso en decirte a veces que me arranques es espina que necesito ver este camino que en la puerta de choza nace y a morir allí misma va; amontona en mis labios piedras de silencio y alarga la espina y la sepulta del todo”

El hombre asume el desafío. Muro las palabras por donde asciende, inquiere y pide: “pastora, déjame seguir mi viaje/ no importa que la espina de tu ulala quede del todo clavada en mis ojos /…pero esa urpi que anida en tus labios y cuyo arrullo siembra de wuayñus el día/ me tiene las manos atadas”. Mas la súplica es vencida y acallada por la fortaleza del embrujo.

Cuerpo y reflexión que trascienden espiritualmente. Pasión que atormenta en la realidad avasalladora y luminosa de la entrega.

“Y estoy aquí también delante de tu huerto A un paso de tus cestos y del árbol de tu cuerpo Tú sabes mi hambre y ves el arca saqueada de mis días Y tu silencio es otra fruta temerosa de ser devorada”

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Visión paradisíaca, sensaciones puras que se tornan pasión erótica. Lucha atormentada de la carne con el espíritu. “¿Cómo son tus mejillas? Solo sé que en ellas hay cada día un ramo nuevo de kantutas y, ¿Cómo es tu garganta? ¿Y tus senos? Palominos engreídos ¿Y tu cuerpo? El que solo esta mañana Me envolvió convertido en derrame de promesas maduras Es una fruta que mi gula teme haber perdido para Siempre”

Es difícil conciliar sentimientos tan opuestos que convoca el amor. Experiencia espiritual profunda como purificación de la carne en su necesidad de satisfacer las debilidades eufóricas de los sentidos. Jesús Lara confiesa: “Yo siempre había amado a la manera de Werther; inclusive como Acuña me había visto en el trance del suicidio”. Aquí el dolor no es el alma, sino el cuerpo. Esta necesidad revelada es un culto ensoñado que lleva el peso de la condena, sin embargo, ofrece una esperanza. “Entonces los minutos parpadean fríamente toda la noche, inconmovibles como las estrellas, y sus picos de buitres destrozaban mis entrañas sin cesar. Pero ella estaba cerca y había de venir”. Cierto, en medio de todo, de la vida, del placer, del amor un misterioso enigma, un íntimo secreto ensombrece, ciega, bloquea, esclaviza y trae la duda: “Porque tal vez nunca sabremos si sus troncos guardan fuego perdurable / o si, cenizas al viento morirán sin dejar huella” Solo la existencia de alguien o de otro es capaz de sacudir la misteriosa fibra del sentimiento y hacer posible esa dimensión de plenitud que desborda como un río anegándolo 64


todo de infinito dolor, de incontrolada ansiedad:” pensar ulala del cerro/ que no existías/ que ayer no eras ni distancia/ ni amor de hombre / ni mies. Estaba escrito” El poema objeto verbal, a la vez simple y complejo está hecho de palabras cotidianas y el tejido de ellas nos conduce a un concepto contradictorio, ilógico. El absoluto del amor reside en la imposibilidad que es una constante posibilidad. “estás en la lejanía sin término Más distante que las estrellas Y más inaccesible que una cumbre sin camino”

Sin embargo, más adelante dirá: “El imposible se convertirá entonces En el abrazo que ha de unirno En una sola vida O en una sola muerte” Lógica dicotomía en la ilogicidad de la lucha de los amantes por el deseo de la unión definitiva. Precisamente esa contradicción es lo que separa y diferencia al mundo de la razón del mundo de los sueños, del arte, de la poesía; ¿por qué no del amor? Se comprende que la experiencia del poseer y dejar de poseer es indecible en la medida en que solo podemos conocerla viviéndola. A través de un lenguaje ascendente, erosionado el poeta siente con profundidad, de manera hiriente, esa experiencia contradictoria. Ascesis y crítica. Así siente y cuestiona su “pobreza”, especie de catarsis para negar y finalmente afirmar la autenticidad de la elección por parte de la amada. En última instancia para vitalizar su energía y su capacidad de encarnarse en el amor.

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“¿Qué has encontrado en mí? ¿Qué has encontrado? Nada tengo de río caudaloso... Nunca fui monte coronado de iris... Nunca he sido horizonte que amontona joyas Ni sombra de enramada. Yo soy viento que pasa con los ojos vacíos ¿Por qué, por qué me has elegido? …Sin embargo, en mi mano encierras tu noche y tu día”

Soledad, desasimiento. Amenaza la desposesión física, pero es visión que no empaña la vista de la ruta compartida juntos. “Pero si el tiempo y el espacio saben Que es imposible la separación Si saben que jamás fuimos cosas distintas Tú y yo.”

Pasión que coexiste con la meditación. Dialogo con el TÚ mudas de la amada en confrontación con los límites de la vida y de la muerte. Principio y fin se oponen entre sí, se invierten, se complementan y se reconcilian. “Paugarwara”, tiempo florido, testimonio del encuentro, la ilusión, la entrega, la derrota. Poesía temporalizada. Paugarwara tiempo del amor, instancia triste cuando es fácil dejarse vencer, morir; cuando difícil pero necesario es vivir e irrumpir en nuevo espacio y tiempo con actitud firme y voz contundente para seguir adelante con valentía. “Tenemos la ruta y el seno y la muerte y la vida de la inmensidad Sabremos ser cumbre. Sabremos ser fragua Sabremos ser limo y surco. Y mies. Y bandera. Y puñal.” 66


*Autora: Rosario Quiroga de Urquieta : Nacida en Cochabamba- Bolivia. Dedicada a la docencia. Con postgrado en la Universidad Complutense de Madrid, con la tesis surrealismo español y Vicente Aleixandre. Expresidente de la Unión de Poetas y Escritores de Cochabamba, Miembro del Comité de Literatura Infantil y Juvenil. Escritora, con una cuarentena de libros editados en los géneros de: poesía y narrativa para el lector infanto- juvenil y adultos. También, con trabajos editados en el género del Ensayo. Sus últimas ediciones son: “Llámalas, ahí estarán” 2017 (cuentos), “No al viento, a ti te los cuento 2018(cuentos),” Las luciérnagas de Miralba” 2018 (cuentos), “Ella en el pentagrama” 2019 (novela).

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INTI RAYMI CALENDARIO INKA ESTHER BALBOA BUSTAMANTE* DEFINICIÓN Proveniente del latín, la palabra Calendario representa una manera convencional y estrictamente humana de organización, que se realiza partiendo de la concepción del tiempo como elemento fundamental para estructurar ese orden prediseñado25. Esta invención del hombre le permite ubicarse en el tiempo y, por ende, lo ayuda a aprovecharlo de una forma más eficiente. Los albores de los calendarios son de vieja data y desde sus orígenes han cumplido con el objetivo del hombre de lograr organizarse en las diferentes facetas dentro de la sociedad en la que se desenvuelve. que es el registro de los días que componen un año con información vinculada a los días feriados (festivos), las fiestas religiosas y la astronomía. Un calendario permite llevar un orden cronológico de actividades y organizar una agenda. Existen diversos tipos de calendarios de acuerdo a cómo se divide el tiempo. En el mundo occidental, el calendario más empleado es el calendario gregoriano26. Este calendario, que instauró el papa Gregorio XIII en 1582, divide al año en doce meses, compuestos a su vez por entre 28 y 31 días según el caso. El año del calendario gregoriano comienza el 1 de enero y finaliza el 31 de diciembre. CALENDARIO INKA El calendario inka es el sistema de medición del tiempo empleado por los inkas, en el Cusco. Constaba de 12 meses de treinta días cada uno, dividido en tres semanas de 10 días. Estaba determinado a partir de la observación del Sol y la Luna. El calendario consistía en un año solar de 365 días, repartidos en 12 meses de 30 días y con 5 días intercalados. Se sabe que el calendario era determinado observando al sol y a la luna. Para fijar las

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www.definicion.com http://www.definicionabc.com

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fechas exactas del año y meses, Pachacútej dispuso la edificación de 12 torres o pilares localizados al Este de la llajta del Cusco, llamados suk’a. La organización mítico-religiosa determinaba la sucesión en el calendario a través de las 12 lunas correspondientes a festividades y actividades cotidianas. 7° Inti Raymi (Junio) El Calendario Inka estaba relacionado con los ciclos del Sol y de la Luna hasta es de suponer que además tuviera en cuenta el movimiento de otros astros (la estrella Sirio). Había un Calendario Imperial, pero al mismo tiempo existían Calendarios Regionales ajustados a las necesidades agrícolas de cada zona (ubicación de tierras, climas, etc.). El calendario Inca era al mismo tiempo un calendario agrícola y religioso, la mitad del año era el semestre del Inca y el Sol, el semestre masculino. La otra mitad era el semestre femenino de la Luna y la Qoya. Las fiestas más importantes eran celebradas en los meses de diciembre, marzo, junio y septiembre. Correspondía, respectivamente, a la Fiesta de Huarachico/Qhapaj Inti raymi (Diciembre), a la fiesta del Inca en marzo (Inka Raymi), a la fiesta del Sol: junio (Inti Raymi) y a la fiesta de la Qoya y La Luna (setiembre). EL INTI RAYMI O FIESTA DEL SOL

Luna de la Preparación, cosecha de papa y descanso, roturación del suelo. La pascua del Sol, se realizan fiestas religiosas en todo el imperio, principalmente en el Cuzco en donde se ofrecían sacrificios dirigidos al sol y ofrendas de oro y plata, estas ceremonias eran de agradecimiento por las cosechas recibidas. 69


Se celebraba en junio, permitía al Inka desempeñar sus funciones religiosas de intermediario entre la tierra y los poderes celestes. Se hacían numerosos sacrificios. Muchos dicen que en el calendario Inka el año iniciaba en junio, en Bolivia el Gobierno declaró esta fecha como ¨Año Nuevo andino-amazónico¨, pero entre los historiadores no hay consenso si es enero u otro mes el inicio del año, así como que el mes inka no comenzaba como en el calendario gregoriano el primer día, sino que empezaba el día 20, 21 ó 22 según el solsticio, y/o equinoccio, hasta el mismo día del mes siguiente, es decir un mes inka abarcaba parte de dos meses de los actuales, Lo que precisamente esta considerado en el calendario inka y guarda estrecha relación con el zodiaco actual. CALENDARIO LUNI-SOLAR Según las crónicas de los conquistadores españoles, en Cusco, la capital del imperio Inka, existía un imponente calendario solar de carácter público, el cual estaba constituido de pilares de 5 metros de altura, cada uno. Los pobladores podían establecer la fecha, por la extrapolación visual de los pilares hacia el horizonte. La cultura Inka deriva de un calendario lunar, en principio, a uno solar. Como deidad preponderante en la cosmología inka, el Sol era el centro de toda su atención. Para su observación se destinó plataformas de piedra (Ushnu) situados en lugares apartados. Investigadores han propuesto un tercer calendario, el sideral-lunar. Este calendario centra su base en el período que demora la Luna en ocupar la misma posición relativa entre las estrellas. Este ciclo es de 27,33 días. Doce meses de 27,33 días arrojan un total de 327,96 días (328 días). Este número coincide con el total de Wuacas (sitios ceremoniales sagrados) que los Incas colocaron en los alrededores de Cusco. Si este calendario sideral-lunar es cierto, los ciclos de tiempo inka también estaban determinados por la visibilidad del conglomerado de estrella "Las Pléyades", ya que la resta entre el año solar y el año sideral-lunar (365-328) arroja el valor de 37 días, exactamente los días en que este cúmulo estelar abierto no es observable desde Cuzco. Es precisamente en Cusco, en donde muchos investigadores han encontrado documentos de colonizadores españoles que describen el Templo del Sol, del cual irradiaban cuarenta y un ejes llamados seqes, cuya disposición implicaba lineamientos geománticos o astronómicos, que definían el valle en 328 huacas las cuales cumplian funciones rituales y políticas. 70


Los Inkas conocían la revolución sinódica de los planetas, Construyeron un calendario Lunar para las fiestas religiosas y uno solar para la agricultura. Utilizaron elementos como mojones alrededor de los pueblos para realizar astronomía observacional. Los Inkas conocían la constelación de Orión y reconocían la relación entre la salida heliacal de sirio con el comienzo de la temporada de lluvias. Los Incas daban mucha importancia a las constelaciones y estaban muy interesados en la medición del tiempo para fines agrícolas. Poseían sus propias constelaciones entre las cuales, se destacan la Cruz del Sur y el Centauro. Para ellos la vía láctea era oscurecida por sacos de carbón. Finalmente, la Astronomía jugó un papel muy importante para la construcción de sus ciudades, sobre cuyos trazados se han construido las principales ciudades de todos los países de Sur América.

*Autora: Esther Balboa Bustamante De tradición aymara y quechua. Ha publicado, entre otros, Ciudadanía y participación desde la perspectiva indígena, EN: Margit Eckholt y Salomón Lerner Febres (ed) Ciudadanía, Democracia y Derechos Humanos reflexiones en vista a la conmemoración del bicentenario de la independencia, AbyaYala, 2009; Pariaqaqa y Chuquisuso EN: Eckolht, Margit (ed)“Encuentros”, Ed. Don Bosco, Múnich 2000; Historia del Carnaval EN: Vilar, José Rafael (ed.),”Entre ángeles y diablos”, La Paz,2006; Del Hambre a la divinidad. Halloween y todos santos en Cochabamba. EN: Escritores en Cochabamba en el último año del siglo, Asociación de escritores PEN internacional, Cochabamba,2000. Prólogos a novelas: Fernández, Víctor” Pecado de omisión”, Ed. Kipus, Cochabamba, 2008; Villagómez, Roberto “Palabra de Mujer”, Ed. Kipus, Cochabamba,2007; Capusiri, Herculiano, “Justicia Comunitaria y su compatibilización con la Justicia ordinaria en la nueva CPE”, Ed. Kipus, Cochabamba, 2009. Varios artículos en periódicos y revistas bolivianas y extranjeras desde 1981.

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LITERATURA TESTIMONIAL: “LO QUE NO SE DIJO DE JESÚS LARA, PARENTESCO DE CONSANGUINEIDAD Y LOS OJOS DE MARIO LARA LÓPEZ”. *CELSO MONTAÑO BALDERRAMA

(Escritor invitado) “Nada más digno de sí mismo que levantar murallas inexpugnables contra el cerco del silencio”. La realidad tiene las puertas y ventanas abiertas a la ficción y la ficción, tiene las puertas y ventanas abiertas a la realidad, según el pensamiento y razonamiento melodramáticos de los seres humanos. Reza la realidad con las puertas y ventanas abiertas a la ficción: “Los moros, árabes del norte de África, vivieron principalmente en el sur de España por unos ocho siglos (711-1492), influencia importante en España”. Reza la ficción mirando las puertas y ventanas abiertas de la realidad: “Los musulmanes o moros (del latín, maurus-oscuro), personas pertenecientes a la religión islámica, invadieron la Península Ibérica…”. El 12 de octubre de 1942, Cristóbal Colón llega a la isla de Guanahaní, después de cruzar el océano Atlántico, creyendo que estaba en las indias, Asia, que España y Europa se hacen de América. Conviene ponerle otra mirada a la realidad y la ficción de puertas y ventanas abiertas al libro que circula: “12 de octubre 1492; ¿descubrimiento de América? A través de las obras de Miguel León-Portilla, Edmundo O’Gorman y Federico Navarrete podemos vislumbrar paradigmas historiográficos que difieren de las miradas eurocéntricas, tradicionales y convencionalistas”. DOL. Jesús Lara, novelista por excelencia nacido en la cuna del pueblo, entra y sale por las puertas y ventanas de la realidad y la ficción, armado del Ajayu o el espíritu del pueblo, porque domina el universo literario desde que nace a la realidad y la ficción. Renovado año 2021, 31 de julio de fruta madura, reviso mi memoria al finalizar el crudo invierno y también, reviso mi memoria donde se gesta la eterna primavera cochabambina. 9:30 de la fresca mañana de Sol radiante, amanecer poético que llena mi cuerpo con el fuego literario de uno de los siete escritores latinoamericanos universales 72


del siglo XX, el hombre entero que cabalga el siglo XXI con alas de fuego por el extenso mundo. Lo que no se dijo de Don Jesús Lara, intentará agotar en cuanto sea posible la tinta del tintero. Sucede que veo el mundo tranquilo, calmado y sereno. Ahora, son las 14: 45 de la tarde, que termino con las abejas afro-brasileras que frecuentaban mi mente doliéndome y me siento mucho mejor con el eterno retorno del Pacha: Universo, tiempo, tierra arable y amor. Paseo los ojos con sed de verdad y sed de infinitos por mi Taller de Literatura. Vuelco la cabeza del lado izquierdo y veo varias fotografías de escritores bolivianos: Jesús Lara, tomada por Alfonso Gumucio Dagrón, prestigioso poeta, escritor y cineasta boliviano; Humberto Guzmán Arze, el niño nacido en cuna de oro, autor de la novela “Borrasca en el Valle”; Néstor Taboada Terán, autor de la novela Manchay Puytu, el amor que quiso ocultar Dios”; Gonzalo Montero Lara, médico, poeta y escritor, sobrino de Don Jesús Lara; Roberto Ágreda Maldonado PH.D., doctor en Ciencias de la Educación, poeta, escritor y docente universitario; Marthita Urquidi Anaya, escritora, ensayista y crítica de arte, humanista de grandes proporciones, que publica varios números de la Revista Análisis Cultural. Del lado Oeste en mí Taller de Literatura, están las fotografías de más de treinta escritoras y escritores bolivianos, fruto del encuentro “Escritores Bolivianos Punata 2000”, hazaña que nunca más se repitió, porque hay personas que son instituciones cuyo silencio pesa. Allá por los años 1967 y 1968, en mi Taller de Literatura sobre mi mesa larga de trabajo, tenía ante mis ojos las fotos más hermosas de Franz Tamayo, el genial poeta boliviano autor de “Balada de Claribel”; la fotografía de Jesús Lara, autor de las novelas “Yanakuna”, “Sinchikay” y Llalliypacha. Momentos estelares que la literatura boliviana dio cumbres y que el tiempo detiene la memoria testimonial. Creo que el 1975, con un grupo de amigos de la zona Sur, visitamos a Don Jesús Lara, en la calle Colombia casi esquina Oquendo. Nos recibió con amabilidad. “No me gustan los melenudos, pero nada tengo contra usted”, me dijo mirando mi larga cabellera de los honorables años hippies que asustaba. “En mi juventud fui un chorro de poesía”. “Todos me acusan de ateo, pero desconocen que el libro de mi cabecera es la Biblia”. “Han prohibido la lectura de mis libros en los colegios fiscales y 73


particulares”. “En Bolivia, no hay a quien perdonar”, refiriéndose a los que se ocuparon de Don Jesús Lara, solo para torturarlo, insultarlo y lastimarlo. “Conmigo el cerco del silencio fue tenaz”. Confesó circunspecto, dolido el espíritu solitario que domina su personalidad. Los maravillosos días del primer semestre de 1990, fui a Villa Rivero, la antigua Muela, tierra natal de Don Jesús Lara, para recoger datos desconocidos a propósito del gran escritor punateño, para lo que recurrí a muchos amigos y vecinos y especialmente, para conocer la vida de Don Jesús de labios de la familia Lara y Soria. El resultado del trabajo publiqué el 19 de julio de 1990, en el periódico Los Tiempos de Cochabamba. Mario Lara López, abogado, poeta y escritor, sobrino muy querido de Don Jesús Lara dio la noticia a la señora Carmencita Lara, hija del autor de “Yanakuna” y “Repete”, que me invitó visitar su casa, donde fui recibido con afecto y me dijo, llévese de casa lo que le guste, dejándome en libertad de escoger lo que quisiera y fruto de ello, tengo la fotografía a la que líneas arriba hago referencia y que la conservo hasta hoy y además, la señora Carmencita, me llevó en su vehículo a “Los Amigos del Libro”, de la avenida Heroínas casi esquina España, compró todos los ejemplares de su padre y gentilmente, puso en mis manos. Desde luego, hasta ese momento, yo tenía las treinta y dos obras publicadas por Don Jesús Lara. Por lo tanto, tengo en mi biblioteca duplicados los libros del autor de “Repete”. Sueño día y noche si todos fuéramos quijotes, que necesitamos ganar la vida sin ver que ladran los perros cuando cabalgamos. Por lo tanto, nada más digno de sí mismo que levantar murallas inexpugnables contra el cerco del silencio. El silencio musical produce terror pavoroso más que mil bombas nucleares. Don Jesús Lara, perseguido y torturado por sus grandes ideales canta para la historia: “ESCRIBO COMO EL HIJO DE MI RAZA”. PARA MEMORIA DE LAS NUEVAS GENERACIONES VA LA LITERATURA TESTIMONIAL: “LO QUE NO SE DIJO DE JESÚS LARA, PARENTESCO DE CONSANGUINEIDAD Y LOS OJOS DE MARIO LARA LÓPEZ”. 74


Indomesticado, ingenuflexo e iconoclasta, amo tanto los libros que confundo la vida con una biblioteca y no puedo dejar de leer libros porque no sé hacer otra cosa. A mí me sorprenden las lecturas obligatorias por decretos, última estupidez humana que confunde cabellerizas con bibliotecas. No es posible ser un gran lector en una casa donde la familia cuanto tiene son vehículos lujosos cromados o no. Sonrío de buena gana cuando los padres obligan a los hijos a que lean libros, cuando ellos no leen ni la tapa del libro y encima, los apalean de lo lindo, gritándoles, lean libros. Franz Tamayo, decía: “Visitemos la casa del abogado, del médico, del militar y del sacerdote, veremos cuántos libros leen”. Visitemos la casa de los profesores universitarios y veremos cuántos libros leen. Herman Hesse, ilustre escritor alemán, Premio Nobel de Literatura, llama asnos notorios a licenciados y doctores, en el entendido de que se titulan con algunos policopiados y fotocopiados o habiendo leído dos o tres libros, a cambio de que confunden la vida con bibliotecas y vale bien. En mi juventud, tenía en mi larga mesa de trabajo dos fotos de escritores: Franz Tamayo y Jesús Lara. Las miraba con dulce pasión bienaventurada del enamorado de la vida que goza con fruición lo que admira y delante de mí, corrían varios libros de cabecera de connotados escritores, que me acompañan hasta hoy: Man Césped, Jesús Lara, Franz Tamayo, Carlos Medinaceli, Néstor Taboada Terán y autores europeos, Federico Nietzsche, Honoré Balzac, Víctor Hugo, Jean-Paul Sartre, y muchos más. Yo soy deudor de los escritores del mundo, que forjaron mi gusto por la vida, mi gusto por la literatura y mi pasión por la filosofía comunitaria, que luchan con el pueblo, por el pueblo y para el pueblo y de esta suerte, hice mis votos revolucionarios con los movimientos sociales, de quienes he aprendido la verdad, la honestidad, el sacrificio por nuestros semejantes y el amor y la defensa de los recursos naturales de los pueblos. En la lucha por la vida que disfruto estar en pie, jamás he pedido un solo pan para saciar mi hambre sin antes haber compartido un centavo partido por la mitad con los pobres e iluso y descreído, diría Franz Tamayo, he competido en dignidades, en sueños locos, en luchas sociales desmedidas y en el requisito irrenunciable de darle duro contra el imperialismo saqueador, con los mismos sueños dorados del Ingenioso Hidalgo Don 75


Quijote de la Mancha. Pueda que mis sueños locos no cubran mi hambre, pero jamás he manchado mis manos con el dinero del pueblo, contrariamente a muchos que hacen fortuna con el hambre del pueblo. Yo tengo el estado de ánimo preciso para ver mi propio funeral, cubierto de polvo, olvido y dos o tres amigos, que arrastrarán a la tumba mi cuerpo vencido por el cerco del silencio y no me quejo, no pido clemencia ni concedo honores. Me corresponde el silencio eterno cuando ya he dicho todo en mis libros y si callo para siempre, es porque dejo sembradas las rosas comunitarias que florecerán en el alma del pueblo. Fui amigo personal de grandes escritores bolivianos que mis libros los nombran, que es cuestión de leerlos con paciencia. Para amar nací y escribiendo libros me perdí y este artículo, responde a mi pasión desenfrenada por los grandes escritores indigenistas latinoamericanos. Entonces, bienaventurados los escritores que teniendo hambre, alimentan mi pasión por los libros; bienaventurados los escritores que pudiendo ser ricos, llenan de fe tenaz las páginas de los libros y bienaventurados los que pudiendo llenar la casa de oro, llenan el mundo de buenos libros. Para ellos, escritores de trayectoria continental, todo el amor de mi corazón feliz que regala amor por amor. Jesús Lara, notable escritor punateño, poeta, historiador, periodista, quechuólogo, militante en las filas del pueblo y del Partido Comunista. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la Rusia de entonces, publicó un millón de ejemplares de su novela Yanakuna, nunca vista antes en Bolivia, ni después. Novela indigenista latinoamericana más representativa de todos los tiempos. El escritor punateño, como pocos sufrió el “cerco del silencio”, proveniente de los eternos papa santos de Roma, lectores domésticos que menudean plazas, parques, gimnasios y mentideros públicos, que no tienen el coraje de sentarse largas horas para escribir una novela del vuelo de “Jesuquita”, considerado escritor anticlerical, por lo mismo resistido y vituperado por esta sociedad de papas fritas. En la obra Tawantinsuyo, se dice de Jesús Lara: “Se inició en la vida literaria escribiendo poesía, concurrió a la campaña del Chaco, en calidad de combatiente de primera línea, producto de cuyas experiencias es Repete, Diario de campaña de valor documental. En 1943, publicó Surumi, novela traducida a portugués. Yanakuna, novela 76


aparecida en 1952 (séptima edición, 1986), fue vertida al polaco, checo, ruso, húngaro y alemán. Ha realizado serias investigaciones acerca del pasado del pueblo quechua, Tragedia del fin de Atawallpa, La literatura de los quechuas, culminación de las cuales, es sin duda, La cultura de los inkas, publicada en dos volúmenes. En 1959, salió a luz su novela Yawarninchej, cuyo tema es la reforma agraria iniciada en 1953, y constituye la primera parte de una trilogía que continuó con Sinchicay, 1962 y se completó con Llalliypacha, 1965. Laborioso y perseverante siempre, acrecentó su obra, desde 1965 hasta poco antes de su fallecimiento, 6-IX-1980, con algo más de 10 volúmenes de indudable jerarquía literaria, entre los que resaltan sus Relatos íntimos de carácter autobiográfico (4 tomos): póstumo el postre Wiñaypaj, para siempre. (Los Amigos del Libro, 1990). Carlos Medinaceli, Franz Tamayo, Fausto Reinaga, Jesús Lara y Néstor Taboada Terán, cada cual a su modo creador, según sus incesantes luchas y obras literarias de su predilección, son los escritores, pensadores e indigenistas más importantes del siglo XX y XXI. De cuanto escribe el ser humano queda la vida, quedan las obras literarias y quedan las definiciones ideológicas testimoniales que agigantan a los hombres, que de puño y letra con verdades de a puño se impusieron en las páginas de la historia, que nunca son de las óptimas, sino cuando uno muere por sus ideales y convicciones. La lucha de los pueblos, tarde o temprano da la razón a los gigantes de la literatura boliviana: Wiñaypaq wiñayninpaq, causachun paykuna, por toda la eternidad que ellos vivan y hasta siempre. Franz Tamayo, dirá: “Mi silencio es más que el mar que canta”. ¡Qué dignidad intocada, inderrotada e inmanchada! Frase poética gigante que también debe aplicarse al inolvidable Carlos Medinaceli, autor de la insuperable novela Chy’ascañawi, al insobornable Jesús Lara, al magnífico luchador social Fausto Reinaga y al Manchay Puytu boliviano Néstor Taboada Terán. Gigantes de la literatura latinoamericana, humanistas de grandes proporciones que han dejado gran legado. La vida de Jesús Lara, es un sacrificio a sus más caros ideales y es al mismo tiempo, el ideal de vida cumplida en tanto práctica cotidiana de sus convicciones. Llevar la vida hasta la cúspide de fiel cumplimiento, ejemplo práctico de insigne dignidad. Así 77


fue el escritor punateño: Grande por su conducta sencilla, grande por sus convicciones llevadas a la práctica cotidiana, grande por su militancia en las filas del pueblo y grande por escribir libros desde el alma del pueblo. Jesús Lara, vivió como pensó, sintió y escribió sus novelas. Un escritor vale, porque escribe bien técnicamente; porque humanamente, es capaz de vivir lo que escribe, dice, piensa y siente, no desde el fondo oscuro de su bolsillo neoliberal, sino desde la profundidad de su alma generosa que comparte con los demás el pan de la mesa del escritor del pueblo. El escritor punateño Jesús Lara, fue un hombre de una sola pieza, sin rupturas, sin hendiduras, sin desgajamientos y sin resquebrajaduras. Porque el triunfo en la vida no se mide por cuánto tienes y tanto vales, eso está bien para satisfacer a los que necesitan remedios caseros prosaicos, vulgares y adocenados. Para el hombre de espíritu comunitario, suficiente con quitarse el pan de la boca para dar de comer al que tiene hambre y que es capaz de quitarse el vaso de agua de la boca para dar de beber al que tiene sed. No todos estamos hechos de la levadura del pueblo. Total, la vida vale por lo que somos capaces de ser nosotros mismos, o somos pordioseros de la vida o somos señores de nosotros mismos, sin ambivalencias y sin rodeas de siete leguas alrededor del medio hombre que abunda por todas partes. El hombre entero nace, crece, se hace y muere en la trinchera de la verdad y si esto le cuesta sangre, bien tirado. Al menos, escuchamos la voz de nuestros más grandes ideales y nos apuntamos en la lista de los convencidos que morimos al pie del cañón y la literatura, buena gente que conozco de memoria, es arma de la revolución social, sin este requisito cumplido en la práctica cotidiana, el escritor es simple usufructuario y privilegiado del voraz saqueo de los recursos naturales de los pueblos. Jesús Lara, nace en Villa Rivero, nace el 1 de enero de 1898 - Cochabamba, Bolivia, muere el 6 de septiembre de 1980. Narrador y ensayista boliviano que destacó por su narrativa indigenista y su labor en defensa de los indígenas del valle de Cochabamba y del pueblo quechua, cuya literatura y tradiciones recogió. Tras la Guerra del Chaco, que enfrentó a Bolivia y Paraguay, publicó Repete. Diario de un hombre que fue a la Guerra del Chaco (1937), obra testimonial que apuntaba como responsables del conflicto a los intereses económicos de las grandes compañías británicas y 78


estadounidenses. Su ideario antiimperialista lo aproximaría con el tiempo a los comunistas y al movimiento guerrillero de Ernesto Che Guevara. Seis años después dio a la imprenta Surumi (1943), conjunto de seis relatos centrados en la vida del indio quechua del valle de Cochabamba. Le siguieron otras cinco narraciones de signo indigenista: Yanakuna (1952), Yawarninchij. Nuestra sangre (1959), Sinchikay. El valor. Novela quechua (1962), Llalliypacha. Tiempo de vencer (1965) y Sujnapura (1971). A través de la lectura de estas novelas su puede seguir la situación del indio del valle de Cochabamba antes y después de la histórica reforma agraria del 2 de agosto de 1953. En su faceta de ensayista, estudió a fondo la cultura de los pueblos indígenas en títulos como El Tawantinsuyu. Origen, organización política, económica y social (1966), La cultura de los inkas. La religión, los conocimientos, las artes (1966), e Inkallajta. Inkarakay (1967), ensayos en que denunció las injusticias históricas sufridas por los indígenas. La defensa de su etnia y el intento de revalorizar su cultura impulsó a Jesús Lara a ocuparse también de la lengua y la literatura quechuas en sus ensayos y estudios filológicos: La poesía quechua (1944). La literatura de los quechuas. Ensayo y antología (1961), Leyendas quechuas (1963), Mitos, leyendas y cuentos de los quechuas. Antología (1973) y Queshwataki. Coplas quechuas (1975). La preparación de estas obras, así como la de la titulada La literatura de los incas (1966-1967), implicó una valiosísima labor de rescate y catalogación de un vasto corpus literario quechua. He conocido a Jesús Lara, he hablado con él en su casa de la calle Colombia y avenida Oquendo. Un hombre bien pagado de sí mismo que no cedía ni un punto en sus ideales quijotes. Pude conversar con “Jesuquita, Jesuca”, como le llamaban en su infancia. Seco de carnes y animoso de carácter. De respiración pausada que le permitía medir sus palabras, sus ideas, sus sentimientos y la composición panorámica de su amplia literatura. Jesús Lara, de recóndita ternura atrapada en su espíritu reconcentrado, podía a ratos dejar de pensar en sí mismo y dirigirse a su interlocutor con un estado de ánimo distante y lejano, mirándonos en profundidad como quien mide con quién habla y como yo tenía la inocencia de “Jesuquita” de la pequeña infancia que tuvo, no tuvimos dificultades en sentirnos paisanos, él punateño, de Muela o Villa Rivero y yo, de Yacanahuyo, localidad punateña cuando las tierras en aquél entonces eran regiones inundadas de agua, Yakana o llamaq ñawin en astronomía del inkario, que significa los ojos de la llama, dos estrellas en la Vía Láctea y suyu, suyo-región o comunidad agrícola familiar, donde se sabe que los jefes incas guardaban a las niñas más hermosas para 79


enviarlas a Cusco, para dejarlas al servicio del Dios Sol, de las mamakunas y de los jefes incas. Así lo conocí a Jesús Lara y él desde muy joven que fue mi vida de puras lecturas hasta caer dormido en las bibliotecas de Cochabamba y de algunos escritores bolivianos, para entonces yo ya andaba queriendo ser escritor. Nadie sabrá por qué elegí esta insigne dignidad de pelearme con las palabras, que casi siempre me ganan en ver mejor que yo, que tengo la mala costumbre de quedarme horas delante de la máquina de escribir y ahora, delante de la computadora, como si alguien me pagara o que alguien me habría condenado a gastar todo mi dinero, toda mi juventud y toda mi vida en labrar poesías, ensayos, cuentos y disqué, novelas. Si soy sincero conmigo mismo, por nada del mundo me quitaría de encima lo que decidí de joven: Vivir para crear, pensar, meditar, reflexionar, ordeñar ideas, aporcar la tierra literaria parra cosechar frases y un par de cuartillas literarias que me dan la lecha de la vida y el alma del universo que es todo lo que quiero hacer. Dinero y bienes materiales, me tienen sin cuidado, igual que la ambición humana de llenar la casa con autos, sillas, mesas, fierros y toda esa parentela materialista que pierde a los seres humanos arrodillas al Dios dinero o Satán y sus huestes, los ricos de todos los tiempos que habitan las altas esferas de la supina ignorancia. Salido de las profundidades de las masas rebeldes y revolucionarias, tengo el espíritu provinciano que no muere porque llevo en el cuerpo la sangre primigenia de Punata la Perla del Valle, que me dio de comer el choclo fresco de maíz, el agua clara de la acequia que recorre los alrededores de los maizales, el aire fresco del valle florido que es Punata, y la oración profunda de mi espíritu comunitario que me permite vivir del aire, si bien nadie sabe de qué modo milagroso, pero esto es lo que importa, aún vivimos, lo que nos permite impulsar el bien, la verdad, la belleza, el sentimiento comunitario orientado al bien común mayor. Festejo que así sea: Jach’a Uru, Gran día. Sujmaq p’nchay cachun. Y aquí va la Literatura testimonial: “Lo que no se dijo de Jesús Lara, parentesco de consanguineidad y los ojos de Mario Lara López”: Muela o Villa Rivero, para otros “Maryland”, es el rincón paradisiaco poblado de dulces estrellas o bellísimas mujeres, y unas dos o tres de ellas, generosamente llenaron 80


mi existencia de paz, soledad y mucho amor y sobre todo, inmenso amor y no olvido hoy que tengo la fresca ternura de la tercera edad. Total, el amor es eterno mientras dura tres o siete días más y sin embargo, mi alma grita, con voz poética de Franz Tamayo, “ausencia que es presencia”, que sabe que el amor dura una eternidad y dos o tres días más y no importa que los malagradecidos de nacimiento griten a su vez, como si la eternidad fuera para tanto y así y todo y todo lo demás, las hermosas mujeres de Muela o Villa Rivero o Maryland, me olviden o no, es lo de menos, yo no las olvidaré ni con la muerte, que me las llevaré una por una a mi tumba para cantarlas y llorarlas poesías de “Manchay Puytu, el amor que quiso ocultar Dios”, con mis cántaros de lágrimas bajo el brazo y encima de los hombros llorándolas eternamente y dos y tres días más. ¡Caramba que me pierdo en los recuerdos de la vieja juventud! Y caray, antes de que la nostalgia me devore o me sepulte, voy a lo anunciado, vale decir, al ensayo que publiqué el jueves 19 de julio de 1990 en el periódico Los Tiempos de Cochabamba. Mario Lara López, nacido en Carcaje en la provincia Jordán, Cliza, año 1927, estudió en la escuela Carrillo del cercado y secundaria en el colegio “Alemán”, hoy colegio Alemán Santa María. Concluyo bachillerato en el colegio Nacional Bolívar. Estudió Derecho en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, 1947-1951. Abogado, asesor del Banco Hipotecario, hasta 1961 y hoy, (en ese entonces), abogado libre. Mario Lara López, espíritu libre, dúctil, amplio, generoso, dotado de los más puros sentimientos de amistad y de identificación espiritual, dice Eduardo Ocampo Moscoso del poeta y escritor cochabambino Dr. Mario Lara López: “Semillado por la tierra. Bruñido por el Sol y ceñido a su cintura. Poeta de cuerpo entero que echa raíces en retamas y cardosantos, quenas, wayños, ñust’as, amigos, los caminos de la revolución con la misma mano del que ama a su pueblo; la sangre india palpita en sus versos como en su andar cotidiano”. La literatura para el Dr. Mario Lara López, fue inclinación natural desde el tercer curso en el colegio “Alemán”; fuerte inclinación por la prosa. Su relación con Don Jesús Lara, es el parentesco consanguíneo de carácter familiar, por ser hijo de Diógenes, hermano de Jesús, es su ahijado. Desde niño visita la casa llevado por su tío. Sus inquietudes literarias se hacen más premiosas. Visitarlo a Don Jesús Lara, es más que una necesidad. Hablando en primera persona dirá, fue mi maestro total: “Me llevas de la mano como a un niño/ que empieza a descifrar sus pasos 81


primigenios”. Desde su adolescencia le ha orientado no solamente en la literatura, sino en la vida misma desde diferentes ópticas: “Fue para mí todo un ejemplo de verdad, grandeza literaria, grandeza ética, por su condición de luchador revolucionario”. Conteniendo su emoción, dice: “Lo he visto siempre rodeado de una entereza moral única, paradigmática. Hombre y escritor perseverante con sus ideas, con esa forma de vida y aparte de eso, una excepcional voluntad para el trabajo. Mario Lara López, refiere de su tío Jesús Lara: “Lo he conocido en sus momentos más íntimos. Al mismo tiempo fue mi familiar, guía, amigo, que se ha conducido conmigo paternalmente”. Y como estamos en familia, quiero decir en buenas manos, lectores impenitentes y escritores bautizados y confirmados por nuestras convicciones ineludibles, digamos lo que corresponde de Jesuquita. Jesús Lara, escritor boliviano nacido en Punata, resistido, combatido y admirado, en algún momento de su vida dio a Juan Quinteros Soria: “En Boliviano hay a quien perdonar; yo no he hecho daño a nadie y he sido mártir de todos los gobiernos”. En su última visita en 1975 a su tierra natal, Muela o Villa Rivero o Maryland, fue recibido por el pueblo con banda: valiente, fuerte, para entonces joven y erguido todavía. Permanece poco tiempo en Villa Rivero, le piden que hable para su pueblo. Él responde: “Yo no soy discurseador, tan solo soy escritor”. Su vida de escritor le llevará a la política donde afirmará sus ideas revolucionarias. Sufre persecuciones políticas antes de la Guerra del Chaco, relata en su autobiografía Wichay Uray (Cuesta arriba cuesta abajo). Se batió a duelo con un militar llamado Carlos Peña y Lillo. Las actas del duelo y pormenores figuran en un apéndice de Repete, quinta edición. La manera cómo se enfrentó en el trance, dirá Mario Lara López, han sido relatadas por Jesús Lara en dos trabajos incluidos en Chajma, obra dispersa, con los títulos: “Cómo escribí Repete; incidencias que promovió Repete; Repete, según La Razón de La Paz”. Sobre el apresamiento que sufrió en los días del Golpe de Estado de Banzer el 1971, apresado en octubre, y, la segunda vez en abril de 1972, están relatados en: “Veinticuatro horas en un antro fascista, que se encuentra en el libro, El Quijote y los perros”.

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En el Capítulo del duelo en Repete, mi tío solía repetirme sucesos que ni siquiera dijo a sus hijos a propósito del duelo con Peña y Lillo, dice Mario Lara López, al margen de eso que ya ha exteriorizado en los referidos temas, muy a mí, me hizo saber que después del primer disparo que intercambiaron con los duelistas, ya después del intermedio al producirse otro intercambio de disparos con el restante, mi tío esperó que lo haga el coronel Pena y Lillo, quien volvió a fallar y mi tío con el blanco a disposición y con grandes posibilidades de impactar en él, desvió el arma a su derecha y vio cómo el proyectil fue levantando pequeños penachos de arena en su recorrido y terminado el duelo, el coronel de la Riva, padrino de Peña y Lillo, fue a su encuentro, con efusión le estrechó la diestra, le abrazó con la misma efusión para terminar diciéndole: “¡Le felicito, señor Lara, usted es muy macho!!!”. Yanakuna, novela de una mujer indómita, manchada de sangre y semen, rebelde y mancillada a cada paso, luchadora aleonada, felina en sus zarpazos como muchas mujeres vallunas, es una obra que abre las puertas de la literatura indígena nacional a golpe de manos y coraje irredenta, tal es su personaje Wayra. ¿Cuáles fueron sus orígenes en la gestación de esta novela? Dada mi vinculación con mi tío y el trato paternal que he recibido de él, de muy niño y poco después del duelo comencé a hojear su Repete, en forma muy fragmentada, me sucedió lo mismo con el poemario Khatira y Ariwak, (Haz canciones poeta), caló hondamente en mí las inclinaciones literarias, todavía alumno del colegio Bolívar, puso en mis manos los originales de Paukarwara (Tiempo florido), poesía, pidiéndome mi opinión sobre los poemas que pudiera leer. Mi deslumbramiento no fue pequeño ante la originalidad, ternura, gran belleza poética de los poemas que fui conociendo. En esa época me impactaron profundamente los temas: “Lo inesperado”, “Fin”. En 1945, iba escribiendo su ensayo Poesía Quechua. Yo tenía acceso al manuscrito y a finales del año en vacaciones de estudio, desde mediados de octubre, mi tío me pidió le dictara el texto de la Poesía Quechua, de ese modo me empapé muchísimo de la antología incluida en la parte final. Gracias al libro y autor, empecé a conocer, comprender y valorar la grandeza del Imperio Incaico en todas sus manifestaciones: sociales, económicas, particularmente, culturales, especialmente, en poesía. Cuando empecé a estudiar Derecho en la Facultad de Ciencias Políticas y Jurídicas en enero de 1952, mi tío me pidió que le dicte los manuscritos de Yanakuna. 83


Fue una experiencia grandiosa para mí. Fui leyendo línea a línea, página a página, capítulo a capítulo el desarrollo de ésta gran novela. Algo más: en forma determinante, tuve mucho que ver con algunos personajes centrales del libro, posiblemente por la mitad, mi tío me comentó que estaba en dificultades con la obra y sobre todo me hizo saber el alzamiento indígena de Ayopaya, me acordé entonces que algunos de los cabecillas y familiares del levantamiento indígena involucrados en el proceso judicial iban de la cárcel pública a mi casa de la avenida Aroma y solicitan ocupar un salón del interior de la casa. Cuando di cuenta de esto a mi tío Jesús, llevé a un grupo de ellos a su casa en 1949, en el primer semestre y eran tres varones y tres mujeres: los varones de edad avanzada. En mi presencia mi tío conversó con ellos, tomó apuntes, notas. Les pidió que volvieran. Lo hicieron por su cuenta y en una de esas oportunidades habían llevado a Donata Pérez, principal cabecilla. Donata Pérez, es la Wayra de la novela. Mayores detalles sobre el particular han sido relatados por el escritor a Luís H. Antezana, quien grabó en varias jornadas esto y otros acápites del autor que forma parte de Tupuy Jayñiy (Entrevistas), con el título de Breve historia personal de Jesús Lara, reiterada en varias de las entrevistas en la obra. Otra aproximación mía a la obra de Jesús Lara, significa una discreta contribución de coplas que recopilé en las casas de muk’eo de mi tierra natal, Carcaje, allí quemé los ojos con velitas que agarraban mis hermanos, donde las cholitas a pedido mío me dictaron alrededor de mil coplas carnavaleras, principalmente, de Santa Vera Cruz, Todos Santos, algunos de ellos entremezclados con los versos de Juan Wallparimachi Wayta. Lo más importante de ellos los incorporó mi tío en su obra Qheswa taquiy (Coplas Qechuas). En mi tiempo libre hemos tecleado Sinchikay, Llalliypacha. Adolescente, en 1943 incursioné en las páginas de intensa fuerza literaria de Surumi. En marzo de 1959, fui portador de los originales de Llawarninchij (Nuestra sangre) al editor de Platina Dr. Eduardo Everman, en cuanto supo de quien era la obra, el autor ya había enviado por correo-, se exaltó visiblemente exteriorizando su entusiasmo deseando contactarse con él como fuera para luego decirme que le telefonearía. De Buenos Aires, tuve la satisfacción de enviarle el primer ejemplar de la edición de la novela Yanakuna, que me fue entregado en la Embajada de la Unión Soviética.

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Surumi y Yanakuna, fueron duramente criticados por la crítica nacional, principalmente, Yanakuna, por Fernando Diez de Medina. Mi tío no se inmutó mayormente. Él sabía que la reacción sería de ese modo. Yo sentía en el fondo esa reacción desagradable. Tenía como contrapeso el consenso mayor, elocuente, definitivo de escritores de la talla de Arturo Cadpevilla, entre otros, comentarios que mi tío recibía y eran buenos. En Jesús Lara su identificación con la cultura quechua fue uno y peculiar. Mario Lara López, dirá: El quechua como idioma, raza, cultura, circulaban de la manera más natural en sus venas. En esa época, muy joven, se consideraba indio puro como le dijo en cierta oportunidad a Arturo Cadpevilla, en una de sus visitas a Cochabamba. Después varió un poco esa apreciación cuando dijo ser con pocas gotas de sangre española, después de una seria de experiencias en el Chaco junto a combatientes indios: su apreciación a la cultura incaica se hizo firme y que su meta era reivindicar en todos sus aspectos la cultura de nuestros antepasados: Difamada, estrangulada por el conquistador español. ¿Cómo concibe la doctrina marxista-leninista de Jesús Lara en su novelística frente al acoso ideológico de una derecha explotadora y entregada al saqueo transnacional? Le ha llevado a la novela del modo más natural, lógica y es posiblemente el escritor latinoamericano que ha incorporado la política a la novela, que ha integrado una trilogía sobre la Reforma Agraria: Sinchicay, Sasañan, Llawarninchij. El contenido es abiertamente político, algunos de sus personajes son militantes del Partido Comunista. No conozco otro libro, excepto de Jorge Amado, que se haya hecho intervenir personajes así, abiertamente. Jesús Lara, fue un novelista de cuerpo y alma; todo un hombre y más que un hombre, un revolucionario; su vida y sus ideas fueron una praxis, llevada a las aspiraciones del pueblo. ¿Cómo ve el poeta y escritor Mario Lara López a Don Jesús Lara, poeta y novelista revolucionario? Como poeta: Esencialmente lírico, puro. Sin embargo, en sus poemas agregados a la égloga, Kathira y Ariwaki, se advierte propensión racional de reivindicación de su

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raza y la tragedia del indio. En el poemario Flor de loto, es esa otra vena que asoma, la proyección política en expansión poética. Como novelista: Esencialmente revolucionario. No es el tipo de novelista que él, -haciendo suyo un concepto del ensayista y escritor ecuatoriano Benjamín Barrión-, vino en hacer resaltar y tipificar y fisonomizar: “La novela para la nada”, a lo que son propensos y proclives innumerables novelas latinoamericanas. Como revolucionario: siguió el camino rectilíneo, sin concesiones, y, cuando tuvo que enfrentar con algunos pésimos dirigentes del Partido Comunista con motivo de la traición a la guerrilla del “Che”, lo hizo de frente con la contundencia que le era propio y puso los puntos sobre las íes del caso, sin declinar posiciones ni cambiar su ideología. En más de una oportunidad y con el corazón en la mano, me dijo: Que no quisiera morir sin reincorporarse al Partido Comunista. Jesús Lara, escritor, novelista, poeta, revolucionario, historiador, quechuólogo, hombre de armas llevar, se muestra fecundo investigador de la pasada grandeza de los inkas, en el Tawantinsuyo y La Cultura de los Inkas. Jesús Lara, nace en una población alejada de la provincia de Punata, en la Muela antigua, hoy Villa Rivero. Sus padres fueron Amelia Lara y Gabino Lara. Gaby Vallejo Canedo, novelista retadora, dice de Don Jesús Lara: “Su vida literaria era una actitud de vida. Se levantó alrededor de él, un cerco del silencio, de ese silencio cómplice con el que se suele anular al elegido, desde los poderosos. Pero él, traspasó el cerco y su voz se multiplicó en otros idiomas y en otras latitudes”. Jesús Lara, sembró sus primeras semillas de tierra arable y abierta en Punata: roturó la tierra en su infancia, allá se hizo poeta porque es la tierra que da el alma de soñador. Jesús se hizo tierra, aire, Sol, montañas tempestuosas en su pueblo, de su raza y de esa historia estrangulada, mutilada, filón de rosas insepultas. Amauta y arawiku: chasqui y kipukamayuj de la sangre y raza nuestra. Sabio en el Tawantinsuyo: horadador de rocas; indio de sangre pura, como siempre creyó ser él. Leal consigo mismo, estatura que lo coloca entre los grandes del país, de ésta América despojada. Así vimos a Don Jesús Lara en su grandeza real, en su grandeza espiritual, moral y revolucionaria, todo por los ojos de uno de sus más queridos sobrinos, Mario Lara López, abogado, poeta y escritor con alma de creador. 86


Para quienes amamos la literatura, este trabajo sea un homenaje a los escritores notables de mi pueblo. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS LARA, Jesús 1956

Yanakuna. La Paz: Edit. Juventud.

1960

Flor de Loto. La Paz: Edit. Juventud.

1960

Leyendas Quechuas. La Paz: Edit. Juventud.

1961

La Literatura de los Quechuas. La Paz: Edit. Juventud.

1962

Sinchikay. La Paz: Edit. Juventud.

1965

Llalliypacha. La Paz: Edit. Juventud.

1966

La Cultura de los Incas. La Paz: Edit. Juventud.

1977

El Tawantinsuyu. La Paz: Edit. Juventud.

1978

Chajma. La Paz: Edit. Juventud.

1986

Wiñaypaj. La Paz: Edit. Juventud.

1964 – 2021, fueron leídos por el autor de este artículo treinta y dos libros de Jesús Lara, cada ejemplar en forma duplicada y mucho más. Material enviado por el autor.

*Autor: CELSO MONTAÑO BALDERRAMA. Nació en Punata, Cochabamba, Bolivia el 6 de septiembre de 1949. Profesor jubilado, con más de treinta y cinco años de servicio a la nación. Estudió Pedagogía y Ciencias de la Educación, Ciencias Jurídicas y Políticas en la Universidad Mayor de San Simón. Condecorado con la Gran Orden de la Educación Boliviana en Grado de Comendador, por el Ministerio de Educación y Cultura. Honor al Mérito, por la Cámara de Diputados, Secretaría de Educación del Estado Plurinacional de Bolivia. Diploma de Honor por el Ilustre Colegio de Abogados. Docente universitario en la Carrera de Derecho, Universidad Mayor de San Simón. En más de treinta años de labor literaria, obtuvo los siguientes premios nacionales de literatura: Premio Nacional de Cuento, “Oscar Cerruto”, obra Minotauros Azulísimos (1993) Universidad Mayor de San Andrés, Carrera de Literatura, La Paz Bolivia. Premio Nacional de Cuento, “Franz Tamayo” (1994) Alcaldía Municipal de La PazBolivia. Premio Nacional de Novela, “Marcelo Quiroga Santa Cruz” (2006) obra Corazón de Bolivia, Alcaldía Municipal de Cochabamba-Bolivia. Tiene publicados cerca de cincuenta libros. Nuevos libros virtuales publicados en Issuu y Calameo: “Musas verdes revolucionarias” y “Si todos fuéramos quijotes. Páginas de poesía”. Editor Roberto Ágreda Maldonado PH. D.

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