con pesadez, con sinrazón obtusa, con aflicción de interminable muerte. Sobre tu cumbre llana y en tus faldas raídas por vertientes machacan hojas de maíz resecas, fanáticas amigas de los verdes; esclavas de la brisa vespertina, flecos que junto a ti en murmullos mueren desprendiéndose en ángulo plegados, en puntas de alfileres. Siento, aunque no me creas, tu interior; me llega un pulso lánguido y latente. Un hálito se acerca a ti y a mí: viento de campos donde corren liebres; donde te ganan en veloz carrera los años que en redor de ti se mueven. Cuando apaguen las sombras tu estatismo, escaparás de mí para no verte.
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