Revista Interesante Vol. 1 Núm. 1

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Vol. 1 | Núm. 1 | Junio 2021 | Arte | Cultura | Puerto Rico


¿Qué es lo Interesante? [inserta tu respuesta]

www.revistainteresantepr.blogspot.com

@interesante.pr Interesante PR

revistainteresante.pr@gmail.com

Créditos Jannelys Malavé Rodríguez

Fundadora y Editora

Carolina, Puerto Rico. 2021.


carta de la editora

¡Bienvenidx a Interesante! Esto que tienes en tus manos es lo que sucede cuando una soñadora se lanza a concretizar sus ideas. ¿Qué puede pasar? Me pregunté. "Que salga muy bien o muy mal" me contesté. Pero es, siempre, ese punto en el medio de la certeza y la incertidumbre, donde somos más libres. Así que, aquí lo tienes, lo tenemos. Lo demás, ya veremos. Quiero agradecer a cada una de las personas que se animaron a compartirme sus maravillosas creaciones para esta primera edición. Sin importar si este proyecto es exitoso o no, siempre les pensaré y desearé el mayor de los éxitos.

¡Gracias por atreverse a ser interesantes! con amor, Jannelys Malavé Rodríguez


INDICE JU EN PORTADA La historia detrás de la portada 1 Caída 2

ARTE VISUAL Rectas y curvas 4 ¿Mercedes? 6 Goldajao 8 Full moon- Nazca 9 Panitas 13 Viajero 14 Movimiento cadencioso 19 Clave exótica 20 Llanto de oro 21 Iluminando negatividad 22 Caricaturas de Enrique Carrión 28 DocumentANDO 41


NIO 2021 ARTE EN LETRAS Y la luna ya no estaba 10 El entierro de Peluca 11 Humanifesta 16 Ella, él 18 Chilliwack 23 La visión de Vieques [...] en Usmaíl 31 Presentación: La caída 35 The Aewulnum Flowerets of Chuvushia XII 37 (fragmento)

Poesía diversa 39

COLABORADORXS 1. Alaniss Toledo 2. Mia Bigio 3. Wilmer A. Colón Echevarría 4. Joan F. Baez 5. Normal Joel de Jesús de Jesús 6. Carlos A. Fernández Zapata 7. José A. Vázquez

8. Gé Astro Zur 9. Jessica Torres 10. Stephanie Figueroa Morán 11. Eïrïc R. Durändal Stormcrow 12. Enrique Carrión Albert 13. Lorez Manon Martínez 14. Reynaldo Padilla Teruel

15. Patricia Schaefer Röder 16. Jeremy Santiago López 17. Sheizel García 18. Kenia Castillo 19. Giannaliz Adorno 20. Jannelys Malavé Rodríguez


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EN PORTADA

La historia detrás de la portada

“Desde pequeña he tenido alguna dificultad plasmando mis sentimientos, estados de ánimos o pensamientos utilizando palabras. Por esta razón, desde una temprana edad comencé a utilizar el arte y el dibujo como un método para reflejar todo aquello que no podía expresar en letras. “Curvas” es un dibujo que manifiesta la inseguridad física. La falta de aceptación de uno mismo expresado en un lenguaje no verbal. Lleva ese nombre porque hace una alusión a los estereotipos de lo que debe ser o no ser y/o tener el cuerpo para ser bien visto por la sociedad". ALANISS TOLEDO


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DIBUJO

RECTAS Y CURVAS ALANISS TOLEDO


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PINTURA

¿MERCEDES? MIA BIGIO (KKGORE) La obra que les quise compartir a ustedes se llama “¿Mercedes?”. Esta obra representa a todas las mujeres que no han tenido voz propia.

@kkgore__


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PINTURA

GOLDAJAO Medio mixto sobre poliéster. De la serie: Las almendras de Nazca

WILMER A. COLÓN ECHEVARRÍA

Wilmer Colón Echevarría (1963) proviene de una familia con tradición artística. Su obra se ha expuesto en salas nacionales e internacionales. Así mismo ha figurado en portadas de revistas y libros, y en producciones musicales. Fue comisionado para la serigrafía conmemorativa del 40 aniversario de El Gran Combo de Puerto Rico en el 2002.

@artewilmercolon


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Full Moon- Nazca Medio mixto sobre poliéster. De la serie: Las almendras de Nazca

WILMER A. COLÓN ECHEVARRÍA @artewilmercolon


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POESÍA

Y LA LUNA YA NO ESTABA J. F. BÁEZ

Era una fría noche de invierno, El sueño ya no estaba, Solo faltaba abrir el cuaderno, Para expresar lo que tanto pensaba.

Me pregunto, ¿cómo es posible? Si estas noches eran de luna llena. ¿Cómo va a ser que no estas visible? Y me dejes ante la oscuridad condena.

Pensamientos que irrumpían mi mente, De todo lo que en el día había por hacer, Preparaban el perfecto ambiente, Para con mi lápiz poderlo ver.

Por favor regresa y enciende, El camino en mi treintena, Permite que la luz trascienda, Para que la vida sea plena.

Una brisa fría entra por la ventana, Sin pensarlo dos veces me acerco a ella, Observo la noche borincana, Pero no veo la luna que destella.

SOBRE EL AUTOR: Siempre me ha gustado escribir poemas y ensayos. Pero fue en el 2020 que decidí publicar una compilación de mis poemas en un libro titulado: Te cuento de despechos y pasiones.

@j_fbaez


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CUENTO

El entierro de Peluca Nos mudamos a esta isla hace unos quince años, vivimos en uno de esos complejos de viviendas flotantes. Pues, la costa norte y sur han visto un crecimiento desenfrenado de complejos de viviendas en los últimos diez años. Para el comienzo de la segunda década del milenio los gobiernos municipales dieron luz verde a las grandes empresas norteamericanas para la construcción de edificios flotantes en las costas del país. Se han construido novecientos complejos vecinales con edificios que alcanzan hasta los veinte pisos de altura. Todos estos edificios están interconectados con grandes puentes colgantes para el fácil acceso a los mismos. Las grandes empresas han tomado la iniciativa de pintar de azul los mismos para hacerlos parte de la vista costera. Ya la isla ha dejado de medir 100 X 35 para convertirse en un cuadrado perfecto de 100 X 100.

NORMAN JOEL DE JESÚS DE JESÚS Nacido en Guayama, criado en Santa Isabel, Puerto Rico. Autor de libros desde 2005 hasta el presente.

Cabe mencionar que se dice que de Venezuela a Playa Jauca es un paso y que con grandes zancos no te mojas ni los pies, en referencia a la corta distancia que existe entre la isla y el país vecino. Nuestra odisea comenzó con la muerte de Peluca, un perro sato que habíamos adoptado a nuestra llegada a la isla y que ha vivido con nosotros en el apartamento. Ningún miembro de la familia ha bajado del apartamento en los últimos doce años ya que hacemos todo por internet y los niños reciben educación a distancia. Las compras necesarias se realizan por computadora y entregadas al hogar. Papi trabaja desde la comodidad de su habitación por lo que ha ganado unas cuantas libras en sobrepeso en los últimos años. Todos en la familia han perdido su característico color moreno, por una tez de tono limoso debido al exceso de tiempo en el aire acondicionado.

La Chichi, la menor de los Vadell, con la muerte de la mascota, se negó a que fuera cremado como se ha vuelto costumbre en la isla debido a la escasez de cementerios. Le pidió a papi que el animal fuese enterrado bajo tierra y no hubo manera alguna de hacerla cambiar de idea. Así que, se introdujo al animal en una bolsa negra de plástico y la familia salió en búsqueda de un lugar en donde enterrar al pobre perro. Costumbre pensada un poco arcaica en estos días de tanta tecnología. Así que papi tomó el mapa de la isla (1998) para dirigirse al cementerio municipal, pero para su sorpresa estaba en su lugar un Mall lleno de autos y miles de gentes comprando. Gastándose lo que no tienen, pero que sí pueden gastárselo gracias a un plástico con valor monetario. Poniendo en riesgo así la economía familiar y, en ocasiones, poniéndose en ley de quiebra absoluta


12 con el único pretexto de salvaguardar los pocos centavos que les queda para una muerte digna. En la isla es costumbre poner en los obituarios el nombre del muerto con la suma de dinero que les deja a sus familias para aparentar un estatus social que quizás ninguno de ellos posea. Es curioso ver como personas que tienen ropas gastadas por el tiempo y apenas dinero para comer en el momento de la muerte de un familiar publican obituarios con cantidades cuantiosas de dinero heredado. No tuvimos otro remedio que dirigirnos a la casa alcaldía municipal para orientarnos sobre qué hacer con nuestra carga mortuoria. Allí nos atendió un holograma de una recepcionista que nos dijo en menos de una fracción de minuto todos los Departamentos Gubernamentales habidos en el edificio. “Les comunico con la operadora, un momento por favor”. Treinta minutos más tarde salió una mujer regordeta (todo lo contrario al holograma de la mujer delgada y cortes que nos ofreció la “orientación” inicial). La regordeta preguntó: “¿Qué desean?” Papi fue directo a la historia y la mujer solo dijo: “¿De qué color son ustedes?” Ofendido papi le dejó saber a la mujer su indignación por aquella pregunta innecesaria. “No se ofenda señor, le pregunto para saber a cuál cementerio enviarlo.

Si pertenece al partido azul deberá ir a la costa norte, si pertenece al partido verde deberá ir a la costa oeste y si pertenece al partido rojo deberá ir a la costa este de la isla”. Papi, desesperado le preguntó a la regordeta que a qué color pertenecía ella. “Al partido amarillo, señor”. “Yo también”. “Pues entonces deberá cremar su difunto, señor, debido a la escasez de cementerios los amarillos nos hemos quedado sin terrenos donde enterrar nuestros muertos y es por ello que los cremamos. Algo más en que los pueda ayudar. ¿No?, gracias por su visita y vuelva pronto”. La señora salió del lugar sin dar vuelta atrás. En la isla la descortesía y el descaro gubernamental se han hecho evidente en los últimos años. Las elecciones, debido a cambios constitucionales, se efectúan cada diez años y existen unos doce partidos inscritos en cada comicios. Es más ventajoso económicamente ser político en la isla que convertirse en servidor público. El fanatismo ha llegado a tales niveles que es preciso andar con un carné que te identifique con el partido al que perteneces, de esta manera el servicio se hace más eficaz y los procesos de burocracia se acortan por el solo hecho de tener un voto seguro en los próximos comicios. Esta realidad ha cambiado poco en los últimos treinta años.

Así que seguimos nuestro camino con el animal muerto a nuestras costillas. Montados nuevamente en el auto nos encaminamos de regreso al hogar. Una idea se le ocurrió papi, por qué no lanzar el cadáver al fondo del mar. Así que fue y lo lanzó, pero el muy maldito can volvió flotando hasta la orilla del puente ocho. Era preciso sacarlo de la bolsa plástica para que no flotara, pero la niña se negó, pues al pobre animal le daría frío en su camino al más allá y mucho menos podía llegar mojado, pues San Pedro pensaría que habían sido malos dueños. Así que, volvimos a montar al animal en el auto, lo llevamos nuevamente al apartamento y descansa en paz, desde entonces, en el refrigerador de la casa. Así, cada vez que alguien extraña a Peluca, vamos y lo vemos en su última morada. Ya papi se está preparando para la muerte de la abuela que se encuentra muy enferma y ha puesto en Lay Away una nevera industrial con el propósito de convertirla en el mausoleo familiar. De algo estoy seguro y es que nacemos para morir, esa es la ley de la vida. Y las costumbres y tradiciones puertorriqueñas cambiarán mucho. En especial aquellas que tienen que ver con rituales mortuorios de seres queridos, y la escasez de neveras será evidente cada día más.


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DIBUJO

PANITAS

CAFZKA Mis trabajos son principalmente ilustraciones y comix que toman como inspiración experiencias nostálgicas de mi niñez y las combina con elementos del diario vivir en tiempos modernos.

Memorias de jangueo en tiempos pre-pandemia utilizando personajes de otros trabajos míos.

@cafzka linktr.ee/cafzka


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PINTURA

JOSÉ VÁZQUEZ Soy un artista natural de San Juan PR, con 5 años de experiencia en el arte de la pintura, trabajo la abstracción contemporánea por medios de conocimientos ignatos, creando obras basadas en experiencias vividas.

VIAJERO

Acrílico sobre lienzo Medidas: 31 × 47 Año: 2021

@artbyjosevazquez


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POESÍA

HUMANIFESTA GÉ ASTRO ZUR Performer, drag cuir y escritore caribeñe.

@_gignesthai_


16 En todos los tiempos, en ninguno. En todas las camas, en ninguna. Toda Piel, toda verja. Siendo aquí Estando en la ausencia presente Vive Sole Sole Sole Sole Aunque muchas bocas quieras, Muchas cuerpas quiera Soy movimiento desborde humanifesta (des)Mujerifestade En todos los estados, hasta no estando Siendo el 70% del agua que aguanto y a veces chorrea. Siendo templo y no de espíritu santo sino de espíritu sato. Menjunte multi-interseccional Colonial Punto entre los puntos del archipiélago caribarena Quenepa o chupa quenepa Ser transversal Translúcida tornalunesca Elementas fundidas Y envueltas en carne Res pi raaaaaaa ción El pecho que arde Soy abayarde Maricona Lagartije Tuca Abrelatas Puta bellaca pornoadict Soy le mari mache cachapera Espiralica Retorcida. De Vi niendo ge ma.


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CUENTO

ELLA, ÉL PATRICIA SCHAEFER RÖDER Patricia Schaefer Röder nació en Venezuela y reside en Puerto Rico. En 2011 ganó el XX Concurso Literario del Instituto de Cultura Peruana en Miami, EE.UU., con su cuento “Ignacio”. Sus cuentos han aparecido en muchas compilaciones, como Crónicas del huracán María: voces para la historia y Divina: la mujer en veinte voces, premiada en los International Latino Book Awards (ILBA) de los EE.UU. En narrativa breve publicó Yara y otras historias y A la sombra del mango, también premiado en los ILBA. Patricia Schaefer Röder es miembro de la International Society of Latino Authors, el Pen de Puerto Rico Internacional y la Asociación Internacional de Poetas y Escritores Hispanos.

@PatriciaSchaeferRoder Patriciaschaeferroeder @PatriciaSchaefR patriciaschaeferroder.blogspot.com


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Él estaba en el estacionamiento; egregio, elegante, expresivo. Entre emociones encontradas esperaba el efímero entreacto. Ella entraría escondida, envuelta en encajes encolados en ese elongado embrollo extravagante, esencial. Educada, endulzaría entretanto el espacio embebido en excesivos episodios empañados, ejecutando el ejercicio erótico eficaz en el ecuador elástico, eléctrico, elemental. Entonces, embriagada, espontánea, extremadamente emancipada, extraería espaciada el elíxir emergente entre ecos en enardecidas exclamaciones extenuadas, elípticas. Era ella existencial en extremo: ecuánime, exacta, ética, ejemplar; empero exhibía espectacular ego en elaborar el eje en edema edificado, eclipsando enteramente el enarbolado estandarte eclesiástico. Él, edecán enaltecido, enamorado, enrojecido, echaría el efluvio en efusivo estruendo, ensimismado en ella, ejemplo exaltado ebullendo ebrio en el exilio enmascarado. Entretenidos, extrañarían el edredón efectivo, enmarañado en el estanco estimulantemente enfriado. Eran ellos esculturas entrelazadas elaboradas en ébano encendido, elegido entre elementos excepcionales, eclécticos, ecológicamente esenciales. Ella, él, en edad exquisita, erizados, excitados, enamorados. Enajenados en espectacular elevación, eliminaron egoísmos en ese evento especial estrenándose, entregándose, estirándose, estremeciéndose, estrechándose, estrellándose efusivamente en estrepitoso estampido; empachados, entremezclados eternamente. Ellos eran especialistas en esa empresa extasiante, enloquecedora, envolvente, enviciante; esperaban empepinadamente encontrar el enésimo estimulante encubierto en el enquistado entendimiento, entrecortando exhalaciones envejecidas, esquiladas, entristecidas, engrandeciendo ese éter espiritual evidenciado en el estallante existir. Entonces entrarían, expertos ejercitados, en el eterno edén.


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PINTURA ATENEA Atenea, es una apasionada del arte en su máxima expresión, artista educada en distintas disciplinas del arte en instituciones académicas de Puerto Rico y el extranjero. Actualmente aparte de su profesión, también se desempeña como maestra de arte.

Pintura en lienzo (medio mixto), 16x20. Describe de manera pictórica la armonía rítmica del baile y la majestuosidad de la elegancia en cada movimiento.

@EkilibriumArt

MOVIMIENTO CADENCIOSO


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CLA VE EXÓ TICA ATENEA

Pintura acrílica en lienzo 12x16

@EkilibriumArt


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PINTURA

LLANTO DE ORO ATENEA Pintura en acrílico fluido en lienzo 12x16 que refleja los sentimientos en una completa reflexión de todas las circunstancias en las que vivimos y nos sirven de aprendizaje.

@EkilibriumArt


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DIBUJO

ILUMINANDO NEGATIVIDAD STEPHANIE A. FIGUEROA MORÁN

Ilustración digital creada en la aplicación “Procreate”. La pieza presenta cómo la negatividad está a nuestro alrededor la mayor parte del tiempo. Nos toca iluminar nuestro ser y camino para no dejar que la oscuridad abacore nuestro interior.


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CUENTO

CHILLIWACK Pertenece al libro "Biografía de los planetas tristes"

El joven John, de cejas amplias y ojos rasgados, agarra la lanza que hizo con una rama seca de sauco rojo y la levanta en alto hacia el cielo por el que sus padres le han enseñado a jurar y perjurar. La levanta y la lanza contra su hermano, quien levanta y lanza la suya, que está hecha de abedul, mientras ríen y juegan a los indios y vaqueros con los vecinitos. Ambas lanzas se elevan hasta perderse en el nadir del sol. Cuando se encuentran y conectan, estallan en una lluvia de astillas. Los chicos vitorean, ríen y celebran mientras los vecinos hurgan la arboleda en busca de nuevas ramas para continuar el juego. Para John no es un juego. Parece haber visto a dios en la explosión de las lanzas, como si el Señor se escondiese en las moléculas que atan a los árboles a esta tierra. —Creo que quiero ser explorador cuando sea grande —pronuncia una tarde durante la cena. —¿Cómo? —pregunta la madre—. Pensé que acordamos que serías misionero. —No veo por qué tengan que ser mutuamente excluyentes —sentencia el padre.

EÏRÏC R. DURÄNDAL STORMCROW Nace en San Juan, Puerto Rico en 1980. Es escritor, artista plástico y traductor. Recién ha publicado su libro de cuentos "Biografía de los planetas tristes".

—Bueno. Con Cristo siempre por delante —culmina la madre. Terminan la cena en silencio. El hermano de John no pronuncia palabra alguna. Siempre es así y así es mejor. Varios meses después, el padre se lleva a ambos hermanos a caminar y hacer camino por los bosques cercanos al río Chilliwack, que queda en la frontera entre los Estados Unidos y Canadá, y que los colonizadores rebautizaron como el río Vedder. “Hacer camino” es una locución clave para entender esta historia. Se trata del lema de la familia que de seguro está basado en el eslogan de la iglesia. Allí, rodeado de saucos rojos, abedules y pinos, el padre escoge un lugar que esté libre de canales de roedores y cerca de algún manantial tributario. Varias águilas azules revolotean tan alto que John se marea tratando de observarlas. Mientras levantan la caseta de acampar, el padre les imparte su conocimiento. —Lo más importante es hacer camino para Cristo. Él es nuestro salvador y no podemos ser egoístas con la salvación. Hay que predicar su segunda venida a los cuatro vientos y a las cuatro esquinas del mundo.

El hermano de John se queda en silencio. No le hace mucha gracia la idea de andar diciéndole qué creer a la gente. John, por su lado, sonríe mientras el padre habla y sus ojos brillan de emoción. Podría decirse que John crecerá para ser el súper entusiasta con desorden de déficit de atención e hiperactividad que le regalará felicidad a todo el mundo y para quien la vida será un paseo privilegiado. También crecerá para convertirse en el tipo cuya presencia la gente solo podrá digerir con un galón de insulina. Los jóvenes asienten, John con celo, su hermano con el rostro en blanco, sin reflejar emoción alguna, el rostro hecho un libro sin palabras, letras o párrafos. —Pero para abrir caminos, primero hay que conocer la tierra. El padre les enseña a hacer trampas para liebres, a identificar plantas tóxicas y venenosas (“Hay una gran diferencia entre una y otra”, diría siempre) y a identificar los senderos hechos por los animales que sirven de alimento. Al regreso del río Chilliwack, la madre los espera con un banquete.


—Te compré un regalo —le dice la madre a John en voz baja y disimulada, para que su hermano no escuche—. Está encima de tu cama. —¿Y para mí nada? —pregunta el hermano, quien alcanzó a escuchar de todas formas. —Vamos. John es el mayor — contesta la madre, como si eso fuese una respuesta. —Ya te tocará a ti —añade John revolviéndole el cabello a su hermano menor. Corre hacia la habitación de ambos y, en efecto, sobre su cama hay una pequeña caja envuelta en papel verde esmeralda y un lazo plateado. John la abre con emoción. Adentro encuentra el libro Narrative of an Expedition to the Zambesi and its Tributaries, del explorador victoriano David Livingstone. —¿Cómo lo obtuviste? Esto ni siquiera está en imprenta… —Tengo mis contactos —dice la madre con la complicidad en la sonrisa—. Aprende. Tener contactos es una destreza de vida que te servirá de mucho. John lee el libro esa misma semana. Muchas cosas le llaman la atención. Los exploradores siempre son blancos, contrario a John que de blanco solo tiene algo del color de su piel. Algo. Sus ojos le delatan lo asiático y así será siempre. Otra cosa que le llama la atención del texto es cómo Livingstone contribuyó a abolir la esclavitud de los swahilis en la parte oriental de África, pero para lograrlo, tuvo que depender de la bondad de los amos esclavistas. A la historia le encantan esas contradicciones. Y a los historiadores de hoy les encanta echar mano de esas contradicciones para destruir la reputación histórica de quienes ya no pueden defenderse. La raza humana se nutre de contradicciones. Pero no John. Toma nota en su mente de nunca depender de la bondad de la gente a la que tiene que cambiar.

Como aquellos a quienes debe predicarle, según sus padres. Allí, en su cama, mientras lee, hace los planes que decidirán su vida. —¿No crees que pueda ser arriesgado? —le pregunta su hermano, luego de escuchar el plan de John. —Todo en la vida es riesgo — contesta John sin tan siquiera mirar a su hermano a los ojos. Hace tiempo que no lo mira a los ojos. Más bien se concentra en hacer una mochila con cinco calzoncillos, cinco pares de medias, dos pantalones cargo largos, dos bermudas y siete camisas—. El riesgo vale si es por Cristo. El suspiro de su hermano es bastante audible. —Tú jamás lo entenderás. Después de todo, te fuiste del pueblo de dios. —Eso no significa que no ame a mi hermano y no me preocupe por él. —Estaré bien. Dios es todopoderoso y está de mi lado. Y todo se puede en Cristo que nos fortalece. Convencido, como tantas veces, de que esta conversación no llegará a ningún lado, su hermano cierra los ojos y se retira para nunca más ver a John. —Entonces, ¿vas para Andamán y Nicobar? —pregunta el editor del portal Outbound Collective, que publica artículos y fotografías de exploradores alrededor del mundo y para la que John trabaja ocasionalmente. —Sí. Y necesito fondos. —No sé cómo podemos ayudarte en eso. Puedo redactar una carta de recomendación para que la lleves a alguna institución y te den dinero. Pero más allá de eso, no puedo hacer mucho por ti. Este colectivo es sin fines de lucro. —Está bien. No hay problema. —Tengo una idea. ¿Por qué no dices que vas a evangelizar y le pides dinero a la gente que maneja tu iglesia? —No había pensado en eso.

24 —Pídele dinero también a tu alma mater. —¿A la gente de Oral Roberts? Puede ser. Me estás dando muchas ideas, amigo. Algo de tiempo después, John habla con su amigo de Cape Town, Casey Prince. Ha viajado hasta allá para seguir pidiendo fondos para su viaje de misionero. —John, no sé si esto sea apropiado. Ubuntu Football es una institución laica. Te puedo prestar algo de dinero mío, pero la institución no puede patrocinar este viaje. —Cualquier cosa que me puedas dar para ayudarme, te lo agradeceré. Cristo también. —¿Estás seguro de que esto lo estás haciendo en su nombre? —¿Por qué me preguntas eso, Casey? ¿Acaso no me conoces? — pregunta John, echando mano, como tantas veces había ensayado, de sus cejas pobladas que le dan un aspecto triste a su mirada, algo que se acentúa con sus ojos caídos de Sad Sam. Casey, que es casi un pie más alto que John, traga hondo y se encoge como si sufriera de osteoporosis. Es la reacción de la gente súper alta cuando algo les incomoda. Bad Casey. Los cristianos no procesan bien cuando se les cuestiona algo. Al final suspira y hace un cheque por $3,000 que arranca de la libreta y se lo entrega a su amigo. —Gracias. Te lo pagaré al regreso. A Port Blair llega a mediados de octubre con una segunda mochila llena de tijeras, imperdibles, hilo de pescar y un balón de fútbol. Cachivaches de pesca y fitness. O tal vez el equivalente a los espejitos que intercambiaron los españoles por el oro de los taínos.


25 Se detiene por unos instantes a observar la costa, el mar con esas uñas de tierra que sobresalen del azul turístico. Parte de hacer camino es deleitarse en la creación del Señor. Por eso el amor a la mochila y al sacrificio de la comodidad en pos de ver lo que quedó dispersado de un Edén en llamas. Hacer camino es descubrir, conquistar (los estadounidenses son excelentes en esta faceta del cristianismo) y declarar propiedad del Señor a toda costa. Ese es el mantra irracionalmente inquebrantable, el átomo desde donde se construye la molécula y luego la materia. El azul no le restringe la vista de la más noble de las metas. Ni siquiera el Bazar de Aberdeen le seduce como para enviar suvenires a su familia. Este viaje es de ida. No habrá regreso hasta que el último bastión de Satanás sea conquistado por Cristo. Eso mismo le había dicho a su primer contacto entre los pescadores, un muchacho de 26 años, recién casado, con una niña mascadura, cuyos padres son devotos de alguna manifestación local de Ganesha o Visnú, pero su generación propende más al live and let live milenial. Uno de sus compañeros cristianos, sin embargo, asintió en todo momento. No por cristiano, sino porque este otro fue amigo de Sunder Raj y Pandit Tiwari, los pescadores a quienes las corrientes arrastraron el 27 de enero de 2006 hasta la orilla de la isla maldita, Chia daaKwokweyeh, que fue bautizada de lejos como Sentinel del Norte y, justo cuando trataban de regresar a alta mar, los sorprendió una nube de flechas. Jamás encontraron sus cuerpos. Sunder y Pandit, que en paz descansen. Este otro amigo, que sabe de las infinitas restricciones a las expediciones a la isla,

que la tribu sentinelesa es una de las pocas no contactadas que nos quedan con su cultura intacta desde la Edad de Piedra, que no tienen los anticuerpos ni las defensas para sobrevivir nuestros bichos de la modernidad, aun así, accede a llevarlos. No lo hace por venganza de sus amigos asesinados por la tribu. Tampoco es tanto su fervor religioso. Tal vez ambas razones se combinan y dan con el porcentaje justo de energía que detona su acción de ayudar a John, “el cristianito”, como le apoda con algo de cariño y mañosa saña. Siete pescadores se unen para ayudarlo a llegar a Sentinel del Norte. El plan es sencillo, llegar hasta un punto de no retorno y, desde allí, John tendrá que remar en su kayak hasta pisar arena. Le han recomendado que pesque y regale los peces como gesto de buena voluntad. Y que tenga la mayor de las paciencias si desea sobrevivir. —Deben pensar que estoy loco porque estoy haciendo esto —le dice al amigo de Sunder y Pandit— pero creo que vale la pena declararle a Jesús a esta gente. —Te haremos el favor, pero tampoco será gratis. Comienza a soltar dinero, cristianito —dice el hombre. John solo entiende la palabra bengalí taakaa (টাকা), que significa dinero y afloja par de billetes de cien dólares estadounidenses. Esa noche, John escribirá una hermosa y tétrica carta (sin saberlo, de despedida) a sus padres y usará esas mismas palabras. Al amigo de Sunder y Pandit le queda el gesto extraño de asco y empatía que le dejó ese “esta gente” final. Esa noche reina el silencio en el bote. No se permite ni la luz del celular. Se guían puramente por las estrellas. Luego, John escribirá que la Vía Láctea y Dios mismo los escudaron de la guardia costera india, que se la pasa velando

a los pescadores para que no violen el perímetro sentinelés. Al otro día, se detienen justo en la línea demarcada por el gobierno indio. Le parece curioso cómo una línea invisible puede tener tanto poder político. Una línea conceptual que solo aparece en ciertos mapas. —Podemos traerte hasta aquí —le comenta el amigo de Sunder y Pandit —. El resto del tramo lo tienes que hacer tú. —No hay problema. John prepara el kayak. Coloca la mochila con la ropa, el equipo de pesca y su biblia impermeable en la vésela. —Te esperaremos aquí mismo todos los días a esta hora. No corras riesgos innecesarios, cristianito. El hombre solo asiente. El destino lo llama con fuertes golpes al pecho y algo del mareo que le sobreviene al entusiasta. Se mete en el kayak y rema hasta perderse en la resolana que rebota de las arenas blancas de Sentinel Norte, un pedazo de esmeralda en el mar que bien podría ser del tamaño de Manhattan. Las corrientes, por suerte, lo arrastran a la parte suroeste de la isla, donde encuentra una suerte de ensenada. Allí se queda tranquilo, flotando en las aguas invisibles que le hacen sentir como si levitase sobre el suelo del mar. Logra atrapar cuatro peces, los mete en su kayak y prosigue hacia la playa. Allí encuentra el tronco caído y seco de una palma, sobre el cual coloca los peces a modo de regalo, las tijeras, el hilo de pescar, los imperdibles que usó como anzuelo y el balón de fútbol. Lo demás es esperar. Dos isleños lo ven y se acercan. Andan completamente desnudos, sus sexos tan pesados que ni siquiera bambolean de lado a lado mientras tratan de cerrarle el paso. La desnudez tan cercana de los hombres le causa un desasosiego paralizante.


Uno de los isleños anda armado con lo que parece un cuchillo. El otro no lleva nada. John trata de correr de vuelta al kayak, pero otros sentineleses armados con arcos, flechas y lanzas, le cortan el paso a sus espaldas. Le gritan e increpan en una lengua que John no conoce. El estadounidense trata de comunicarse con ellos con lo poco que conoce de xhosa. —Me llamo John. Los amo y Cristo los ama. Trata de predicarles el génesis. En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Los nativos se ríen, le dan la espalda y se ponen en cuclillas como si fuesen a cagar, un gesto que el estadounidense debió interpretar como rechazo. Se llevan los regalos a la oscuridad de la maleza y los árboles y le permiten irse. Los isleños tienen una ventaja. Como nada sucede en Sentinel del Norte, los habitantes tienden a no olvidar, sobre todo aquel pasaje en su historia oral cuando el hombre blanco del navío británico se metió en la isla en el siglo XIX y secuestró a varios isleños que jamás regresaron. No que los nativos entiendan los conceptos de navío, Britania, o el pasar del tiempo medido en siglos, décadas, años, meses y semanas… Pero entienden lo que es que un forastero le robe a su gente. Entienden la pérdida y la ausencia. Y les duele como para no olvidarlo jamás. En uno de sus viajes finales, un viejo desnudo, su sexo resplandeciente en la resolana como el alabastro más pulido, sale de los arbustos y le grita con una voz muy distinta y un garbo diferente. El hombre lleva una corona blanca de phalaenopsis y se detiene en la parte más alta de una piedra de coral en la playa. John le contesta con cánticos de su iglesia, alabanzas a un dios lejano para el anciano, como si cantar fuese el elemento clave para romper la afasia lingüística.

O como si, de repente, el espíritu santo les erigiese algún puente telepático de comunicación que no dependiese de la lengua. Pero el anciano lo observa en silencio. Luego se da vuelta y asume esa misma extraña postura de defecación sin cagar. Desde la seguridad relativa de su kayak, que flota en la calma del confín de la ensenada, escribe a toda prisa en su diario. Ese día continúa haciendo intentos de conocer a la tribu, en uno de los cuales un niño armado con arco y flecha le lanza una directo al pecho. John, que tenía su biblia en la mano izquierda, recibe el flechazo justo en la página 453, en el libro de Isaías. —¿Por qué haces eso? —le grita al niño, que, asustado, da par de pasos hacia atrás —¡Estoy siendo amable con ustedes! ¿Por qué tienen tanta ira? Esos días, haría unos cinco o seis viajes cortos en el kayak y regresaría a la boca de la ensenada, adonde los nativos no lo podrían seguir con tanta rapidez. Desde allí seguiría planificando y escribiendo a toda prisa y de manera desorganizada, a veces garabatos, en nombre de su dios. “Esto tiene sentido. La vida eterna de la tribu está en juego”. No escribirá todo lo que piensa, sin embargo. Sobre todo, las dudas que llegan con la amenaza de la muerte. Sentirá pavor por momentos, pero el cristiano en él seguirá impulsándolo a llevar a término su aventura prohibida. Al regreso, descarga lo que serán sus últimas frustraciones en sus notas. “¿Qué los hace tan hostiles? ¿Por qué están tan a la defensiva? ¿Vale la pena conocerlos?”. En otro momento de frustración, escribe: “No quiero morir”. El 16 de noviembre, John regresa al barco de los pescadores. —¿Lo lograste? —pregunta el amigo de Sunder y Pandit.

26 —¿Qué, específicamente? —¿Les hablaste de Dios? ¿Los convertiste? Hay algo de cizaña en su tono, en lo inoportuno de sus palabras. John lo mira serio. —No me gustan tus puyas. Pero sí. Les hablé del Génesis. —¿Te entendieron? —No. —Entonces, ¿qué vas a hacer? La pregunta le robó el aire, como cuando uno finalmente se da cuenta de que el destino ha jugado ajedrez y damas chinas con la vida propia, sin importar cuánto nos empeñemos en descreerlo. No que el destino exista. Pero ese es el sentimiento. —Voy a regresar. Me voy a quedar esta noche en la isla. Ustedes pueden marcharse. Si no logro regresar, háganle llegar estas notas y esta carta a mis padres. John se monta de vuelta en su kayak y no mira atrás. Al otro día, los pescadores ven a la tribu arrastrar un cadáver y enterrarlo en la arena. Se miran los unos a los otros con los ojos bien abiertos. Y regresan a Port Blair, donde le notifican lo sucedido a las autoridades. John despierta porque los mosquitos lo han masacrado durante la noche. El picor es profuso y difícil de apaciguar. Se desnuda y se mete al agua. La sal le calma un poco la histamina de las picadas. Regresa a la arena y se viste. Se pone la camisa y cierra los ojos por un solo instante. Todos lo hacemos. Es un reflejo natural de cuando el cuello de la camiseta pasa por los ojos y la nariz. Al abrirlos se ve rodeado de guerreros armados. Esta vez no gritan, no ríen y no le dan la espalda. Dejan volar sus flechas de dos pies y medio de largo, las cuales, al momento de alcanzar el nadir


27 de su elevación, descienden como una nube de murciélagos hambrientos. ¿Cómo se siente cuando una flecha atraviesa el ojo izquierdo, o cuando otra rompe el cráneo para insertar su filosa punta de metal en la masa gris, hasta llegar a la encefálica? ¿Qué se siente que una flecha te cruce la garganta y ya no puedas cantarle alabanzas a dios? ¿Que otra flecha te vuele los órganos sexuales y los tengas que ver en la arena antes de quedarte mirándolos para siempre? Finalmente, ¿qué se siente sentir todo a la vez? Al final, John abre los ojos como su dios le ha prometido y se encuentra de regreso entre los abedules y saucos rojos del río Chilliwack. Agarra una rama seca del suelo y la levanta al aire, contra el sol que se filtra entre las copas de los árboles. Está desnudo y no importa, porque no es consciente de su desnudez. Intenta hablar y no reconoce lo que dice. La afasia le ciega a lo que intenta recordar a toda costa, pero que pronto olvidará porque ha perdido la lengua para nombrarlo. Allí pasará la eternidad, jugando a las lanzas solo, hasta que se encuentre con su hermano innombrado.

“Tal vez esta experiencia nos ayude a entender la naturaleza del hombre primitivo O del hombre moderno. A los sentineleses no les interesa interactuar con nosotros. ¿Están en lo correcto? ¿Es preferible la Edad de Piedra al Nuevo Periodo? ¿Acaso sus flechas y lanzas ineficaces no llevan algún mensaje del pasado que el hombre intelectual ha olvidado?” —Man in Search of Man.

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DIBUJO

Albert Rodríguez, homenaje póstumo en caricatura ENRIQUE CARRIÓN ALBERT Caricaturista, ilustrador y diseñador gráfico.

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Caricatura en medio tradicional realizada a lápiz.


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TATIN Y ALEX DJ

ENRIQUE CARRIÓN ALBERT

Caricatura de Alex Dj y el payaso Tatín del programa de Telemundo, Puerto Rico Gana.

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BRYAN VILLARINI

ENRIQUE CARRIÓN ALBERT


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ENSAYO

La visión de Vieques como una colonia dentro de otra en Usmaíl

LOREZ MANON MARTÍNEZ Soy maestra de Español de séptimo grado y actualmente estoy haciendo un docotrado en Literatura puertorriqueña y del Caribe. En el futuro me gustaría tener una editorial para colaborar con escritores en la creación de literatura para pre-adolescentes y jóvenes. Pedro Juan Soto publica Usmaíl en el 1959 en la cual colocó a la isla nena de Vieques como escenario principal y resulta importante destacar la situación histórica- política – social de Puerto Rico para poder abordar esta obra. El escenario escogido por Soto es importante ya que refleja la relación colonial existente entre la isla grande, Puerto Rico, y Estados Unidos. El contexto histórico en la cual está enmarcada la novela es entre los años 1930 y 1950. Dos programas federales son mencionados en la obra: la P.R.E.R.A (Puerto Rican Emergency Release Administration) y la P.R.R.A (Puerto Rican Reconstruction Company). El primer programa mencionado (P.R.E.R.A) respondió a una extensión del Nuevo Trato del entonces presidente Franklin Delano Roosevelt. Este plan se llevó a cabo entre los años 1933 a 1936 y más que cambiar el sistema económico o social tuvo como objetivo aliviar la crisis y la miseria en que se sumió la isla a causa de los sucesos de La Gran Depresión en 1929, el desempleo y el paso de dos fenómenos atmosféricos: San Felipe en 1928 y San Ciriaco en 1932. Sin embargo, este alivio económico tuvo pocos efectos positivos y se le conoció como “el mantengo”, puesto que este programa comenzó a facilitar subsidios alimentarios a la población y en 1934, el 35% de la población puertorriqueña dependía de ello. El segundo gran proyecto, la P.R.R.A, fue una agencia destinada para la reconstrucción de Puerto Rico, como medida alterna al Plan Chardón y se responsabilizó en la compra de tierras y de los asentamientos de las familias en las parcelas. Los años restantes cubiertos en la obra de Pedro Juan Soto son aquellos en los que vemos el comienzo del programa “Manos a la Obra” cuando el Partido Popular Democrático sube al poder.


Mucho más importante que todo este cuadro político- económico que encontramos en la isla, encontramos la invasión del ejército norteamericano en la isla de Vieques, la construcción de una base naval y el uso de terrenos viequenses para las prácticas de tiro. A raíz de lo mencionado anteriormente, toda esta situación trae consigo otras problemáticas sociales presentadas por Pedro Juan Soto en Usmaíl como la prostitución, el racismo, la pobreza, la ineficacia de servicios básicos de salud y la ineptitud de los partidos políticos locales en lograr mejoras para el pueblo. Problemas que siguen vigentes en la isla. Por otro lado, la dominación de la Marina en Vieques llegó a tal extremo que los pescadores viequenses no les permitían pescar libremente. Esta situación es presentada por Soto a través del personaje de Juan Solero: “Pero él mismo, a pesar de sus críticas a los otros, comenzaba a mostrarse inquieto ante las ordenanzas que la Marina extendía para impedir la pesca en tantas millas a la redonda del lugar” (225). En Usmaíl, Vieques es presentado como un microcosmo de la Isla Grande, pues más allá de la ocupación militar la novela presenta la ocupación social, cultural y económica que sufre Vieques y el resto de la isla. La trama de Usmaíl se divide en tres partes y cada una lleva el nombre de tres personajes femeninos centrales en la novela: Chefa, Nana Luisa y Cisa. La primera parte nos introduce a Chefa, una mujer negra, natural de Vieques, que se enamora de Mr. Adams; un norteamericano encargado de la P.R.E.R.A en la Isla Nena y que luego de dejar embarazada a Chefa la abandona antes de que esta de a luz a un niño. La mujer le pone Usmaíl a la criatura dentro de una sicosis provocada por la espera de alguna carta por Mr. Adams que nunca llega.

Poco tiempo después, Chefa muere y Nana Luisa, la curandera del barrio, se hace cargo de él. A medida que el niño crece y descubre su procedencia racial y el significado verdadero de su nombre (US Mail), va creando dentro de sí una lucha de identidad, que dará fin cuando asesina a un militar norteamericano, declarando que su nombre es Negro y no Usmaíl. El tema de la identidad puertorriqueña lo vemos principalmente en este personaje. Pedro Juan Soto retrata la marginalización del puertorriqueño a través de Usmaíl, tema muy común entre los escritores de la generación de la Literatura de la Postguerra, que representaron en sus obras la problemática social, política y económica a raíz de la llegada de los norteamericanos a la isla y la dependencia socioeconómica en la que se sumió el puertorriqueño al punto de ir perdiendo poco a poco su identidad. Como se mencionó anteriormente, Usmaíl está dividida en tres partes cumpliendo esto con varios propósitos: fecundación y nacimiento, niñez y pubertad. El hijo de Chefa nunca la conoció y tan pronto esta muere, Nana Luisa es quien se encarga de su crianza y su educación social. La formación de Usmaíl al lado de Nana Luisa fomenta una personalidad débil, dependiente e incapaz de valerse por sí mismo. Cuando llega a la etapa de la pubertad, conoce a Cisa. Una mujer mucho mayor que él, de tez blanca y muy dominante. Pareciera que Usmaíl anda en busca de una figura materna que llene el vacío de su madre, al mismo tiempo que podemos ver un paralelismo con la situación de Puerto Rico: de una “madre” española, pasó a manos de una “madrastra” norteamericana a la que nunca le permitieron “ser” con toda libertad. A través de toda la novela Pedro Juan Soto presenta al habitante de Vieques,

32 totalmente despojado de su propia tierra, desmoralizado por la invasión militar sintiéndose extraño, humillado y atropellado. Vieques es retratada como una colonia dentro de otra colonia, como el propio Mr. Adams presenta en el momento que espera contestación de un traslado que pidió al gobierno central: “Puerto Rico: colonia norteamericana… y llave del Canal de Panamá, como algunos tontos estaban empeñados en bautizarla. Y eso de estar viviendo en la colonia de una colonia ya no era para él” (49). Del mismo modo, la denuncia que hace Soto ante el atropello del gobierno norteamericano hacia los viequenses la vemos en personajes como en el de Nana Luisa: “De un lado, los que no estaban dispuestos a ceder la tierra a los americanos. Del otro, los que estaban dispuestos a ceder la isla entera porque la democracia - ¡ah, la espléndida y maravillosa y divina democracia de los “demos gracias”! – tenía que perdurar y Vieques no podía dejar de contribuir a esa doctrina, al enaltecimiento de bellos ideales, al ademán victorioso de alzar la antorcha de la libertad…, aunque se le quemara la mano.” (191) La voz narrativa en Usmaíl (narrador heterodiegético) es la que constantemente nos pone al tanto de la situación de los residentes en Vieques. Nos describe el estado de miseria física del viequense cuando nos describe a los hombres y mujeres como “moñosos y raquíticos” (16) con “rostros mohínos, lívidos” (25) y a los niños con sus “barrigas hinchadas” (25). Más aun, el entorno también contribuye a este cuadro tétrico y mísero en la Isla Nena cuando Soto, a través del narrador nos describe un domingo en Vieques como uno “esmirriado


33 -largo, flaco de entretenimiento, lívido-, alimentado con las sobras de aquella resolana. El calor era asfixiante.” (39) Sin embargo, la crítica más fuerte que hace Pedro Juan Soto en Usmaíl es sobre el coloniaje. Samir Amin, en la introducción del libro de Franz Fanon, Piel negra, máscaras blancas, en el epígrafe “Colonialismo externo y colonialismo interno” define colonialismo como: “una forma particular de expansión de determinadas formaciones centrales (calificadas por este hecho de potencias imperialistas) fundada sobre la sumisión de los países conquistados (las colonias) al poder político de las metrópolis.” (Amin, 7) En este caso, explica Amin que la colonización es “exterior” porque tanto las metrópolis y las colonias son entidades distintas, aunque las segundas estén bajo el dominio político de las primeras. Más adelante, en el mismo epígrafe, Samir Amin añade que la colonización es exterior desde el punto de vista de la metrópolis porque son naciones más industrializadas y modernas. No obstante, estos avances nunca beneficiaron a las colonias. En Usmaíl, Pedro Juan Soto señala a la nación norteamericana como la responsable de la situación en que se encuentra la isla municipio. Uno de los aspectos que más critica es las ayudas federales, pues la burocracia y las promesas eran mayores que las propias ayudas; estas llegaban tarde y cuando llegaban rayaban en lo ridículo: “Todo se volvía papeleo y promesas, aunque alguna que otra vez cierto funcionario se hubiera encontrado en medio de un sembrado sobre el cual el sol tirara piedras calientes y hubiera resuelto que una cisterna era necesaria para darle colorido al paisaje” (92).

Esos programas no tenían como objetivo rehabilitar socialmente a los habitantes de Vieques, pues solo se ocupaban de proveerles alimentos para que continuaran viviendo del sistema, pero no generaban empleos. Por otro lado, los alimentos que se distribuían a la población no correspondían a la realidad cultural del pueblo. La ignorancia y desfachatez del gobierno principal proveedor del mantengo se hace visible en la novela con el incidente de la avena Quaker, cuando Chefa le lleva a Nana Luisa la lata que le dio la P.R.E.R.A para ver si ella sabía para qué se usaba. Nana Luisa apenas sabía leer y las palabras “Quaker Oats no significaba nada para ella” (34). Dada la ignorancia para su uso Nana Luisa decide usarla como incienso “cada vez que, de ahora en adelante, llegara a ella un ser necesitado de un despojo o una santiguada” (36). Esta misma crítica aparece en otro incidente cuando varios vecinos comentan que una persona encontró un dedo en una lata de salchichas de la P.R.E.R.A: “¡Por mi madre, un deo to aguachoso y blandito! Él mismo me lo enseñó…la lata decía sal-chi-chas… En inglés, claro” (53). A medida que transcurre la novela, podemos ver que la dependencia hacia el mantengo crece en la población y Usmaíl se lamenta de esta situación pues ve que la gente se alimenta cada vez más de estos productos enlatados de la P.R.E.R.A. Otra crítica que hace el autor, producto del coloniaje, es la ineptitud de los partidos políticos locales en lograr mejoras para el pueblo. En primera instancia, el gobierno estadounidense le presta poca importancia a los problemas insulares: “…sabía que la alharaca de los partidos insulares influía bien poco en la alta jerarquía gubernamental” (57). Y, en segundo lugar, ningún líder político de

renombre como Albizu, Barceló o Iglesias abogaban por el bienestar de los viequenses (57). Por otro lado, a través del personaje de Mr. Adams vemos reflejada la imagen que tienen los norteamericanos de los puertorriqueños. Mr. Adams es el encargado del programa de la P.R.E.R.A en Vieques y amante de Chefa. Este personaje se convierte en símbolo de la cultura norteamericana y a la misma vez una víctima de ella. Para Mr. Adams los puertorriqueños “eran escoria, gusanejos, inmundicia a la que jamás se le debió otorgar la ciudadanía americana” (17). El narrador de la obra nos permite conocer los más íntimos pensamientos de Mr. Adams dejando al desnudo su desprecio y resentimiento por los puertorriqueños. Luego, vemos como busca desquitarse por todo ese rencor que siente hacia los puertorriqueños teniendo relaciones sexuales con Chefa como señal de superioridad. Al saber que ella queda embarazada, decide huir de Vieques dejando desamparada a la negra con su mulatito. Mr. Adams también es víctima de su propia cultura pues a pesar de sus títulos universitarios fue enviado a ese rincón llamado Vieques y todas sus peticiones al gobierno norteamericano de traslado eran negadas. En la obra, Pedro Juan Soto también nos hace un planteamiento en cuanto al problema racial. Al comienzo de la novela se da una relación interracial entre Mr. Adams y Chefa, de la cual nace Usmaíl producto de la unión de razas. Este personaje es descrito una sola vez en toda la novela, cuando era niño: “El muchachito de pelo de serrín y narices demasiado chatas y labios demasiado gruesos para la blancura de su piel…” (95). El hecho de que su piel sea blanca hace que Usmaíl no se perciba como una persona negra.


A medida que va avanzando la obra, Usmaíl cambia radicalmente acerca de la percepción que tiene de sí mismo. En un principio, todo lo norteamericano y blanco le parecía admirable y bueno. Ya casi al final de la novela notamos un cambio en cuanto a esa idea cuando él mismo se autodenomina negro y blanco y le da asco acostarse con su mujer blanca, Cisa. En la parte final de la obra vemos a un Usmaíl autodenominándose como Negro. Dice que se llama Negro y no Usmaíl una vez que es arrestado por matar a un soldado norteamericano en el Viejo San Juan. Por otra parte, el nombre de Usmaíl es presentado en la obra como símbolo de la colonia, por eso es que el muchacho lo veía como una maldición y quería ir donde un juez a cambiárselo: “Naturalmente, todo era producto de su maldito nombre, que no se lo había dado ningún brujo sino su propia caprichosa madre… Le diría al juez o al notario o a quien tuviera que ver con eso: “Yo me vua llamar Celedonio” (265). A pesar de toda la violencia que Usmaíl ha vivido, encuentra que, con la muerte del Marino, símbolo de la muerte de su madre y de su padre y del asesinato de Guimbo, ha ganado un poco de paz. Por otro lado, consiguió determinar su procedencia racial, crecer y hacerse más hombre sintiéndose que por fin hace algo por la patria. A lo largo de este análisis hemos visto como Pedro Juan Soto condena a la nación norteamericana por todos los males sociales que padece la sociedad puertorriqueña. Las ayudas federales antes mencionadas no resuelven la crisis social y económica por la cual atraviesa la isla propiciando, más bien el mantengo, situación que prevalece todavía hoy día en la isla; el mismo perro, pero con otro collar. Los líderes de los partidos políticos locales se ven imposibilitados en arreglar estos males, dada la poca

importancia que el gobierno norteamericano le da a la isla, pero son quienes en realidad la gobiernan; coloniaje puro y duro que aun prevalece en nuestra isla. Pedro Juan Soto también plantea el complejo de inferioridad del puertorriqueño que piensa que todo lo que proviene de Estados Unidos es mejor, visto esto a través del personaje de Usmaíl en casi toda la novela hasta la parte final. Otro problema que presenta Soto en Usmaíl es la relación matriarcal que ha tenido Puerto Rico durante toda su existencia desde la llegada de los españoles hasta que pasó a manos de la nación norteamericana. Solo cuando la isla corte el cordón umbilical de una vez y por todas podrá comportarse como un adulto y tomar las riendas de su vida. La novela Usmaíl presenta a una nación puertorriqueña que sufre y se encuentra en un laberinto sin salida por no poder afrontar sus males y salir de ellos. El desempleo, la falta de interés del gobierno norteamericano en solucionar el problema del estatus político, las ayudas federales que continúan perpetuando el famoso “mantengo”, la ineficacia de los partidos políticos locales en mejorar la situación del país son temas en esta obra que siguen vigentes en el Puerto Rico de hoy. Las preguntas ¿quiénes somos? y ¿hacia dónde vamos? aun no tienen respuestas, lo cual deja a la isla en ese limbo, en ese mundo errante llamado “colonia”, mejor conocido como “territorio no incorporado”. Todos estos escritores puertorriqueños que pertenecen a la generación del 45 o de la Literatura de la postguerra dieron visos de lo que sería Puerto Rico si no se rompía con el colonialismo disfrazado de Estado Libre Asociado. Una y otra vez el gobierno norteamericano nos recuerda de una forma u otra que hemos sido, somos y seremos una colonia si el pueblo no decide cortar

34 con esa relación dependiente que lo ha tenido amarrado por más de 500 años. El caso Sánchez Valle, la Ley Promesa, las pocas ayudas federales recibidas por los huracanes Irma y María y los sismos sufridos en el área sur de la isla son solo algunos ejemplos de que el pueblo puertorriqueño no es más que un ciudadano de segunda categoría ante la nación norteamericana. Al igual que Usmaíl al final de la novela nos encontramos en un hueco negro y solos.

Imagen tomada de la internet

REFERENCIAS Fanon, Franz. Piel negra, máscaras blancas. Ediciones Akal, S.A., 2009. Feiman, Gloria. “El tema de Puerto Rico en Abelardo Díaz Alfaro, René Marqués y Pedro Juan Soto”. Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, no. 69, 1975, pp. 16-23. Soto, Pedro J. Usmaíl. Editorial Cultural, 1959. Umpierre, Luz M. “Corrientes Ideológicas en el “Usmaíl” de Pedro Juan Soto”. Revista Bilingüe, vol. 8, no. 1, 1981, pp.62-74.


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RESEÑA LITERARIA

Presentación: La Caída

REYNALDO PADILLA-TERUEL Texto leído en la presentación del libro el mes de agosto de 2019 en la Librería La Esquinita, Santurce

José Julio Rodríguez Ediciones Laberinto, Viejo San Juan. 2019.

El texto mezcla la memoria injusta y la justa in-memoria de un ser con epilepsia. La narrativa de José Julio Rodríguez no ontologiza esta enfermedad como un ente ajeno a él, sino que la expone en el modo de su propio estar enfermo. En lugar de crear un monolito de su enfermedad, el autor le otorga existencia a ésta mediante sus vivencias. Y no nos confundamos aquí con la imagen de un enfermo en su pasivo asimilar la enfermedad, sino como un esclarecimiento de cuentas con eso que le violenta y le arrebata de sí. Con eso que le hace ser de la manera que es. El tumor era mío. Mi cuerpo lo creó [...] Es tan difícil pensar que nuestro propio cuerpo se consume que preferimos echarle la culpa a cualquier agente externo [...] Una masa creció en mi cerebro, producto de células que mi cuerpo generó [...] Lo que quiere decir que yo mismo, desde adentro, desde lo más íntimo traté de acabarme. Sí, el tumor era mío, el tumor era yo. (Rodríguez, 2019: 71-2) Tengamos en cuenta que, tanto la salud como la enfermedad son parte de la misma naturaleza.

O sea que estar sano y estar enfermo son ambos fenómenos naturales; son pues, diferentes “modos de andar estabilizados de la vida” (Canguilhem, 1971: 157). Pero sucede que solo la salud es considerada como el estado óptimo del organismo. El concepto de salud es uno histórico-cultural y no empírico científico, lo que implica que toda época definirá, moldeará y sobre todo vivirá su propio concepto de salud. “[l]a salud, dice Leriche, es la vida en el silencio de los órganos” (Canguilhem, 1971: 63). Si la salud es un silencio, la enfermedad es un escandaloso ruido. Piensa Canguilhem que solamente el organismo es quien se enferma, pues “es médicamente incorrecto hablar de órganos enfermos, de tejidos enfermos o células enfermas” (1971: 171). Estar-enfermo es un modo de ser solo para el organismo en su totalidad; y son sus constantes vitales, ya sea por su propulsividad o por su repulsividad, las que “introduce[n] en la conciencia humana las categorías de salud y de enfermedad” (1971: 171). Así pues, estar-enfermo es un valor bio-psicosocial negativo

para la existencia un ser vivo total, íntegro e individual en relación a su medio ambiente y sus funciones Es cierto que el gato, el perro, los peces y las plantas se enferman también y son capaces de “vivir” enfermos, pero solo el ser humano es quien eleva el sufrimiento fisiológico de su enfermedad a una modalidad existencial onto-patética que se manifiesta como afectación del su ser en el mundo. Sabemos con demasiada certeza que la frase “no me siento bien” puede encerrar toda clase de enigmas patológicos, desde la más simple queja hipocondríaca hasta la más profunda inquietud existencial, como puede ser la inminencia de muerte. Desde esa profundidad se levanta la memoria como artífice imponente, pero también como sereno recordar. Rodríguez conmemora en su escritura un embestir contra su propio cuerpo y contra un mundo que obliga a sufrir calladamente. Recordar y escribir no son ya maquinaciones del sufriente. Recordar el cuerpo azotado por sí mismo es aquí la victoria y la burla suprema.


Narrar lo que muy bien pudo haber no sido, tampoco narrado. Un tipo de contingencia que su pendular juega entre la vida y la muerte, entre el silencio y el ruido. Y finalmente, entre la escritura y las hojas en blanco. Cuando uno debió haber muerto en un evento, recordar tal evento es siempre un absurdo y descarado suponer. Una muerte pospuesta impone, a veces, toda una vida. Pero en el más grave de los casos, impone el modo y la forma de vivir. Algo que no puede ser exonerado pero quizás suavizado. Busco algo que perdí hace mucho. Algo que intento apalabrar [...] Lo guardé donde no pudiera alcanzarlo. Ahora ni siquiera recuerdo qué es lo que debo buscar. Pero lo busco [...] Me da pánico que de alguna manera deje de existir. Me niego a perder aquello que me formó. Aquellas experiencias, a veces terribles, a veces hermosas, que me hicieron ser quien soy. El pasado existe sólo porque lo recordamos. El olvido será mi condena. (Rodríguez, 2019: 108-9) En alguna parte leí que la epilepsia afecta la memoria [...] Eso era lo que me faltaba. Además de epiléptico, cojo, ciego, sordo... ahora voy a perder la cabeza. ¿Será mi destino convertirme en una pila de nada? (Rodríguez, 2019: 122) “¿Cómo se escribe sobre un recuerdo perdido? ¿Cómo se atrapa aquello que por naturaleza es fugaz?” (70) se pregunta Rodríguez. Tal como se advirtió al comienzo, decimos de una memoria injusta en tanto evoca un sufrimiento y una enfermedad, pero también, justa in-memoria porque en ella se reivindica la posibilidad de volver a escribir la vida misma desde la enfermedad y su peculiar estar-enfermo. Aquí se presta la auténtica posibilidad de ser-en-la-enfermedad. ¿Que son las enfermedades? Diremos junto con Canguilhem que son:

[…] crisis de crecimiento hacia la forma y estructura adultas de los órganos, de la maduración de las funciones de autoconservación interna y de adaptación a los requerimientos externos. Son también crisis en el esfuerzo emprendido para igualar a un modelo en el plano de las actividades elegidas o impuestas, y en el mejor de los casos, defender valores o razones para vivir […] Este fin puede ser precipitado por enfermedades brutales o bien responsables solamente de una disminución en la capacidad de resistencia a otras. (Canguilhem, 2004: 24-5) Si tanto la salud como la enfermedad son fenómenos naturales, la enfermedad no es mala en sí misma como se suele creer, sino que su negatividad se da como juicio de valor en cuanto al desempeño biológico-vital del ser vivo, o sea, en lo que significa enfermarse y vivir enfermo. A fin de cuentas, la enfermedad no trae nada nuevo consigo, pues ya está todo en nosotros, solo que en potencia. La enfermedad no cambia ni crea ninguna ley biológica ni fisiológica. Las enfermedades imponen modos de vivir. No olvidemos que narrar los padecimientos de una enfermedad desde la autocomprensión de un estar-enfermo logra, al menos, desdoblar un tipo de cura. No pensemos esta cura como definitiva y salvadora porque no lo es. Lo que adviene realmente es un breve alivio que se da por medio del “poseer” la palabra. “Solo tengo un arma. Las palabras” (Rodríguez, 2019: 19). Porque si bien cada ataque de epilepsia se da como una posesión y descarga salvaje que hace a uno desplomarse, poseer uno la palabra es también una descarga y una venganza brutal. Venganza piadosa con uno mismo cuando comprendemos lo que se es en la enfermedad.

36 En la caída no hay tiempo para lamentarse. Esta caída, la caída que titula el escrito de Rodríguez es un sustantivo. Caer es verbo y acción del cuerpo en cadencia, pero la caída es un evento, eventualidad pura que consuma el evento de caer atacado por sí mismo. Ataque efectivo, caída segura. El cuerpo que cae en la caída no se deja caer ni se resiste a ella, cae porque así lo dicta su afectación; cae porque así lo dicta su estarenfermo. Su estar-enfermo es una constante vital repulsiva para el organismo que no solo refleja el desmejoramiento general de la afección en los procesos biológicos del cuerpo ahora mórbido, sino que indica también el desmejoramiento y sobretodo la decadencia de la vida vivida por el organismo humano. En este sentido, tal como dice Jean Améry: “hoy estamos un poco menos sanos que de lo que estábamos ayer y apenas un poco más de lo que estaremos mañana” (2011: 49). Pensado la enfermedad como crisis de la vida, ésta siempre tiende al peligro. Y tal como dijo Jankélévitch1, “lo peligroso de todo peligro es la muerte”. A pesar de esto, Rodríguez no nos narra la osadía de haber superado el advenimiento de su enfermedad. Más bien da cuenta de lo vivo de las palabras que narran su estarenfermo. Pues hay palabras que sobreviven en el relato, mientras que otras se perdieron entre tanto ruido y se fueron encontrando en el olvido con cada ataque. Una verdadera escritura patofilosófica, en el sentido de que es producto directo de las alteraciones generadas por un cerebro que se burla de la norma y se ríe de la vida con vital creatividad. Un desorden orgánico que, aveces, comienza con un leve aviso y que impulsó toda una genuina y muy sincera meditación personal sobre lo que es el caer y el cuerpo que cae.


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CUENTO

The Aewulnum Flowerets of Chuvushia XII (Fragmento) Versión completa se encuentra en el blog de Interesante.

In this ero-poetic, sci-fi, symbolical adventure, a Peruvian space-freighter pilot in the year 2146 tries his best to keep the promise he made to his mother of planting her favorite flower on the planet he is being sent to colonize, Regnius V, with a hoard of embryos and robots on his ship to aid such an endeavor. Priorities, however, are shifted elsewhere and matters become worse when his set course is altered by an unforeseen catastrophe and he is forced to veer toward a floral planet with peculiar, female inhabitants. Will he keep his mother's promise? Or will he succumb to what nature has deemed is his fate?

JEREMY SANTIAGO LÓPEZ

“Only the wise find knowledge in the olden embellished unknown.” –Lieutenant Eduardo Benítez Negrón, 2138. In the faraway, nebulae-wreathed, mauve-stippled galaxy of Dendrobium Orchid’s Reach, suspended just next to its twin, coiling sister galaxy, Rhododendron’s Atonement X, one may just find mankind’s last and greatest redeemer to be one Peruvian-native flower in its humble, ceramic pot of fertile, nutrient-rich dirt. By it, within a tunnel of light and a tunnel of darkness, light prospered, light became. This flower required only water, but an ounce of it, and the scorching, embracing warmth irradiated by the primordial suns of the three, amalgamated astral systems at about the galaxy’s edge. All systems lacked a habitable planet to call their own, occupied only by just those three, forlorn, outwardly taciturn, enflamed, cerise-hued gnomes of suns and some uninhabitable, indigo gas giants like the likes of Jupiter and Saturn from the Earthen solar system in The Milky Way.

I In truth, all except for one of the planetary structures, specifically the Bouvardia Cluster—where Chuvushia XII, the avowed, lost garden of Eden was— was easily decipherable by the naked eye because of its amethyst-tinted masses of land upon its cortex blended with its bluish-purple, beige and ample oceans, its blushing clouded atmosphere surreal and dizzyingly inviting, temptation given, not taken. It lingered amongst the vast, crushing vacuum of blackened and yet gleaming, star peppered net of the endless spacetime continuum, a stark, colorful and florid contrast against the dreary, swallowing, cosmic veil. Receiving light from three angles, night was not a luxury on the lush, proliferating planet of Chuvushia XII, not ever an occurrence for space voyagers to document on future journeys that would bring them to this ostentatious jewel of peaceful, burgeoning subsistence.

@apoetofhope Sunlight profusely bled from the three sources unto the sublimely flourishing gorges and clearings of the slow-spinning planet, piercing even through the sumptuously dense awnings of the mazelike, lavender, and tall woodlands infested with wondrous, fantastical, and lithe creatures that had been spoken of before, but never sighted. Every day it was dazzlingly sunny, and every minute Captain Matías Orquídeo Dalia laid siege to the phenomenal sight of the tri-solar systems from the safety of the roomy, steel innards of his space-vessel: the 4-X Precursor. She was a colonization vessel blessed and deemed by South American space travelers on her maiden voyage as La Tempestad de los Mares Oscuros—the Tempest of the Murky Depths. Just now, he had emerged from light speed travel with it, floating through space in preparation of a new star-jump.


El Capitán had been glaring quietly, nearly brooding, at the three, beaming orbs suspended as if unspeakably within the shroud of outer space in utter leisure, in zero gravity, his complexion kissed by the three suns, three different shades of red daubing his face, a cultured painter brushing it, painting him with the softest reds, the gentlest and the bleakest as well. It was a miracle his beloved drooping branch of wild-cherry dyed Cantuta’s—a branch of flowers he had kept alive during his decade-long voyage after his eventful launch from Peru, Southern America in 2146— had not drifted away with its pot around his spacecraft without any gravity detaining it. His mother, long, long ago, had bought him the gorgeous sapling from the marketplace she often visited in her hometown of Lima, Peru. The last words she susurrated to him on her death bed compelled him to take it along with him star-bound trek. Breathlessly, he melancholically reminisced about how she told him she wished to see a cherished fragment of Peru’s garish, poignant, and lively culture elsewhere in the endless cosmos, out of her reach, yet within it, knowing very well that he would abide by his duty to his matriarch. Matías would not fail her, even if his mission was altogether another of considerably different scale. He had the pot fastened to a miniature platform out of the way and by a circular, welded and reinforced windowpane on the left lateral of his vessel’s rounded, commodious cockpit, strewn with all sorts of gadgets and electronics that simplified everything. Beyond the dangling and rosy, trumpetfigured Cantuta buds—which were still tautly and inherently sealed up, their time of blooming not one to speak of for now— lurked the three, illustrious, halo-inducing, lens-distorting globes in their soundless slumber, their names Epestius, Eveskus and Asaskus, as considered by the computer and AI navigator Vales Rodger. The robotic entity was the one responsible of most operations aboard the ship and its automated manning, steering it closer and closer to its destination, not Chuvushia XII, but Regnius V, at least one more FTL-jump (Faster Than Light) away from it, at least a few more weeks once calculations were boiled down and a pen wasn’t urgently, firmly held in tension above holographic papyrus, the paper of the future.

Yes, it would take weeks. It would take weeks. It had taken him over ten years to reach Regnius V, an exoplanet with optimal living conditions, and now he was one button’s press away from it, the planet in his grasp. He’d been tasked with a colonization effort enabled by one man piloting a planetary occupation freighter brimming with icily coated human embryos wafting and twitching about in amniotic fluid. It wasn’t only him, however. There were humanoid, corpulent machines docked and dormant in the robotics chamber and quadrant of the large, kilometer-long vessel, ready to assist in the endeavor once the rapacious whale touched down and perched itself on Regnius V with its three landing-gear legs. “Sire, the auxiliary systems are irresponsive. Shall I reboot them?” then droned out a voice, monotone, robotic, inhumane and following protocols and algorithms to speak properly to its fleshly superior, the Peruvian flower guardian. “No, no—let’s not do that now,” he advised, swimming through the buoyant air throughout his cockpit, browsing controls, valves and holographic screens impregnated with navy, glowing data that shifted constantly, a holographic map of their current position in space right by his peripheral view. “But, sire, if we do not, a possible instability may occur and, consequentially, we may upset the electromagnetic pulses around our ship due to the increasing load and stress on our engines. Space matter seems volatile here—which is quite strange and unparalleled. My scanners are incapable of detecting why,” the AI reasonably retorted, Cpt. Orquídeo’s thick, brown brows furrowing in concern, judging the robot’s suggestions. “Shall I, then, reboot the systems?” the machine pressed, urging El Capitán to permit the execution of the proposal to their untimely predicament. Beads, if they could slither, would be running down the Captain’s crimpled forehead, but they were flying upward, no tension able to break them, rising as droplets of sweat. After a disquieted gulp of anxiety, he gave a commander's nod, the machine’s many camera’s heeding it, the ship’s auxiliary systems shutting down, the engines dying down, humming and bellowing until they were silenced, steel creaking lastly.

38 “What’s taking so long, Vales?” the apprehensive Peruvian enquired, his English accent not particularly too shabby, not that it mattered, since the artificial intelligence computer would understand him, nonetheless. “Impact imminent. Brace,” the computer murmured, its dry, unfathomable voice slapping the voyager’s sanity with its blatant warnings. “Wh—What?! What do you mean BRACE?!” he shouted, increasingly perplexed. “Brace. Brace.” Then, a loud thump, metal bending, the screeching shriller, expansive, earsplitting, the beastly, robust, and rotund spacecraft injured, but not compromised, its hull apparently intact. Inside, however, chaos mushroomed, the Captain whirling around uncontrollably within his cockpit as a result from the impact of an unidentified object, the light brought again as he braced himself, covering his head with his crossed arms, eyes closed as the luminous systems of the ship were flickering on. The auxiliary devices had been reinitiated by the all-knowing apparatus, the thrum and humming of the spacecraft’s turbines and nuclearreactor apparent, diving into his ears with their familiar tune, the tune he had heard for over ten years, having been lulled to sleep by it during a myriad of depressive, nostalgic nights where he missed his dear, dear spouse and their prized, blackbrown-furred German Shepherd known as Oswin. {...} Versión completa se encuentra en el blog revistainteresante.pr.blogspot.com

I'm Jeremy Santiago Lopez. I'm 23 years old currently. I'm coursing through a Bachelor's Degree in English, Secondary Education in the University of Puerto Rico. I've written for over 10 years, starting with prose, then shifting over to poetry, but I like combining both with my own style. My goals in life are to move people with my words, my worlds, to take them on an escapade worthy of their time, so that they can see the beauty that art has, especially when we use it to question, interpret and imagine different realities.


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POESÍA

POESÍA DIVERSA ¿ME VEO BIEN?

YA NO TE QUIERO

¿Me veo bien? Dudaste inseguro de tu apariencia y me preguntaste, que cómo te veías y que si me gustaba tu jacket. A mí, que he envidiado a la brisa por jugar con tu pelo negro, que tocarte he querido con mis propios dedos. A mí, que sin camisa te he visto ya desde una esquina de mi id, ¿me preguntas por una prenda de vestir? Y te dije a vacilón que con esa tela anaranjado marrón hubieses hecho baladí a cualquier héroe heleno. Te reíste, jurando que te tomaba el pelo “ya quisiera” me dije, no fue un chiste…

Si te miraras de mis ojos Amarías y no querrías cada parte de ti Clichoso, pero déjame explicarte Que te quiero tanto y tanto En tu felicidad En tu enojo y rabia Te quiero tanto y tanto independiente Y cuando necesitas de mí Te quiero tanto en nuestras aventuras y viajes y no menos cuando estamos en casa Te quiero tanto en simpleza como te quiero complicadamente de mil modos Te quiero tanto y tanto Que ya no te quiero Te quiero tanto y tanto que me haces sentir Que te amo, Sin duda, Te amo

SGP

CASTDEZ

No tengo mucha experiencia como escritora, solo lo que aprendí en la escuela e, irónicamente, lo que he aprendido de mal de amores y un corazón roto.

@thy_afro_curly_girl

Escribo las cosas que no tengo la valentía de decir en su momento. Quizás es mejor recitarlas a viva voz, pero mejor léelas y ten tu propia experiencia.

@_castilloou


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ABRIR Año 2001 Seís en un avión En una maleta empacado el corazón José Feliciano cantando su canción Nos fuimos a esa extraña nación Crecer en Philadelphia lejos de ti Pero nunca olvidar de dónde salí Como inmigrantes que dejan su país Para ir a la nación del “American dream” No soy inmigrante pero soy Migrante Sé del dolor y del no pertenecer Sé como se siente no tener A tu familia cerca en las fiestas A tu familia en las emergencias A tus abuelos el tiempo se los lleva Poco a poco la “tierra” se aleja Pero nunca olvidé su existencia Con mi bandera yo voy a todos lados Y se la empujo a los que no la quieran Con orgullo te canto la canción en mi lengua Pa’ que sepas quien soy Bandera Negra bailando en el aire Los colores se fueron con María No queremos tu estadidad Solo ser libres de tu compañía.

GI @gi.wrts

NI UNA MÁS NI UNA MENOS Una suerte absurda que recoge a algunas de todas las cosas me ha arropado ¡estoy aquí! ¡todavía no me han matado! ¡qué fortuna! -debería sentirme repito mientras caen mis lágrimas como caen todas las cosas inhalo y debería sentirme afortunada de respirar este aire siempre prestado reciclado compartido con manos crueles que arrebatan almas de sobra está decir que no me siento afortunada nombre nombre nombre cada día se sustituye nombre por otro nombre cada día duele más cada día tengo más miedo más coraje más impotencia menos energía lloro por ella sin saber su historia conociendo solo su desenlace que no merecía ni ella ni nadie pero mucho menos ella ni mucho menos la otra ni la otra ni la otra ni la otra…

aborrezco vivir en un mundo donde las vidas de las mujeres son reducidas a cuerpos torturados quemados ahogados baleados acuchillados golpeados hasta la inconciencia maltratados desde adentro hacia afuera desde afuera hacia adentro desde adentro al vacío aborrezco vivir en un mundo donde las vidas de las mujeres son reducidas a la ineptitud a la [des]falta de recursos a la desenseñanza a la desmemoria colectiva del hashtag semanal en las redes sociales No sé si quiero vivir en un mundo en el cual que no me hayan matado deba servirme de consuelo mientras lloro la pérdida de quien pudo ser yo.

JMMR @jmmr__


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FOTOENSAYO

documentANDO JANNELYS M.R.


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¿Qué es lo Interesante? [inserta tu respuesta]


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