Jugar y actuar, nuestras armas para la paz

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Placer y disfrute damentales de cualquier actividad vital?. Que me guste lo que estoy haciendo es fundamental para mejorar, implicarme, querer hacerlo cada vez mejor. Es decir, el placer, según nuestra opinión, es un criterio fundamental relacionado con la excelencia. Si me gusta lo que hago, si lo disfruto, todos estos conceptos (esfuerzo, trabajo, rigor, disciplina, aprendizaje) se resignifican positivamente y multiplican su valor.

Sustituyo el “tengo que” por el “deseo que” Avanza a la casilla “Deseo y decido”, pág. 41.

Avanza a la casilla “¿Qué juego? ¿Qué teatro?”, pág. 90.

Avanza a la casilla “Aprender con alegría”, pág. 75.

La práctica teatral se concentra en dejar a un lado el “tener que” para pasar a buscar activamente aquello que nos gusta, nos da placer y, al mismo tiempo, nos transforma y transforma nuestro entorno: lo que deseamos. El placer, el disfrute, es la esencia misma del juego y, claro, también del teatro, que no deja de ser un juego más. Ese placer o, mejor dicho, esos múltiples placeres, no son sólo una consecuencia, un simple “efecto” del teatro y del juego, sino que posiblemente son su principal motor, constitutivo de su misma existencia. Sin esos placeres, no habría teatro, no habría juego. El teatro y el juego, al proponer espacios de realidad alternativa, ponen el foco de atención y la responsabilidad en la persona y lo que verdaderamente quiere. Dejan a un lado los mandatos sociales, culturales, laborales y educativos y permiten que cada uno, cada una, entre en contacto consigo mismo/a y vaya conociendo más de sus motivaciones e inquietudes; de aquello que mejor sabe hacer, de aquello que decide hacer con su tiempo, de aquello que más le gusta, de aquello que hay que transformar. Teatro y juego me devuelven la responsabilidad de llevar a cabo (o desatender) mis deseos. Me hacen actor, actriz protagonista, no sólo de las escenas que juego, sino de mi propia vida. Me dejan sin excusas para dejar de abordar las tareas importantes en mi vida, las que deseo.

Edad No hay edad para disfrutar del placer de jugar y, sin embargo, cuanto más mayores nos hacemos, más tendemos a olvidarnos de jugar y disfrutar y más nos instalamos en el trabajo, el rigor y la disciplina, entendidos todos ellos como algo fastidioso que tenemos que transitar por obligación impuesta.

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La excusa del teatro, del juego, hace que muchos adultos nos reencontremos con esta capacidad de sentir y compartir placer colectiva y transformadoramente, por lo que no podemos dejar de recomendar estos espacios como lugares de enorme crecimiento personal y disfrute.

Placer no sólo significa orgasmo ¡Ojo!, que cuando decimos placer no queremos decir sexo. Pasa aquí lo mismo, las mismas resistencias, que con el trabajo corporal. Pero Avanza a la casilla ante ellas, reivindicamos que la palabra placer salga de los dormito- “¡Cuerpo!”, pág. 114. rios y se extienda por todos los ámbitos de la vida. No nos entendáis mal. Lo que deseamos es que esta palabra deje de asociarse sistemáticamente al sexo. Hay muchas otras cosas más que nos aportan placer en la vida y nuestra obligación es buscarlas y disfrutarlas y llamarlas por su nombre: placenteras.

Placeres múltiples ¿Cuáles serían esos “múltiples placeres” generados por la práctica del teatro y el juego? Mencionemos sólo algunos, como pequeños alicientes para los dudosos: • Placeres para los actores y las actrices: placer fundamental de movilizar su cuerpo y su voz, placer de sentir y vivir su cuerpo como un lugar re-conocido, de movimiento, de bienestar, de vértigo; placer de la unidad del cuerpo y la mente, de ser, de vivir como ser incorporado que somos; placer de jugar y de librarse así de la cotidianidad del mundo, de experimentar una libertad renovada, de entusiasmarse, de crear; placer de imitar y de explorar nuevas posturas, nuevas formas de ser y de hablar, todas ellas habitualmente deshabitadas por el actor; placer de la realización y por el reconocimiento social. • Placeres grupales: vinculados al ambiente vivido en el grupo de personas, teñido de confianza, de respeto, de cariño, de sensación de comodidad, de seguridad; placer de la celebración. • Placeres para los espectadores que miran el teatro o el juego: placer de mirar, de ver, de descubrir, placer de emocionarse, de reír, de llorar con un personaje, de tener miedo, de vencer a través del otro; placer de relacionar, de entender, de enriquecerse de nuevos puntos de vista, de luces originales sobre un tema conocido; placer de participar, de expresar su sorpresa, su miedo, su satisfacción, de aplaudir. • Placeres también para el autor, el director de una obra, el dinamizador del juego: placer de la creación, de la imaginación, de la construcción, placer de sentir encajando a un grupo humano, placer de la representación como logro de un proceso grupal, como momento de transmisión percibida del mensaje hacia el público. Retomando una consigna muchas veces repetida a los actores y actrices antes de que suban al escenario, os invitamos también a disfrutar. Quizás eso sea lo principal a tener en cuenta a la hora de lanzarnos con un grupo en una aventura lúdico-teatral.

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