Jugar y actuar, nuestras armas para la paz

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Intelecto//La persona integral

Identidades y juego teatral contexto, frente a esta problemática, estamos convencidos que el juego teatral tiene que bastante que aportar.

Confianza En mí. En mí y en todos mis compañeros. En mí primero

Sentido y sensibilidad

Experiencia narrada por Nicolas

A la hora de implementar un taller de teatro, sean quiénes sean sus participantes, las etiquetas que les pega la sociedad (“preso”, “extranjero”, “adolescente vago”, “parado”, etc.) pierden su relevancia. No se aplican aquí los filtros identitarios que estigmatizan y excluyen. En el proceso grupal, a cada uno/a se le considera simplemente como una persona, con su historia, con su capacidad creadora. Es más, puede que la meta número uno de un proceso como el que tuve la oportunidad de acompañar en el Centro Penitenciario Río Seco (Piura, Perú) sea la progresiva reconstrucción, por parte de los participantes, de un autoconcepto positivo, de una imagen positiva de sí mismos. Resulta que en su gran mayoría la imagen que esos chicos tenían de sí mismos era extremadamente limitada, sesgada y limitante. Traducible en la idea de: “sólo valgo para pandillero y eso es lo que soy”. Ésa es la imagen de sí mismos que la sociedad les lleva reflejando varios años, marginándoles y excluyéndoles cada vez más. Sin embargo, a través del juego, de la creación teatral colectiva, de la representación, del reconocimiento y la celebración final, algo de esa imagen limitante poco a poco se va rompiendo, y deja aparecer, como un espejo de nuevo prisma, otras facetas de sí mismo: como persona creadora y creativa, como persona capaz de expresarse en público, de representar. En la cárcel interna de cada uno/a se abre una grieta. Creemos que algo de ese mismo proceso de revaloración narcísica10 puede tener lugar en cualquier persona que participe en procesos lúdico-teatrales. Decíamos anteriormente que, prácticamente cualquier persona, haya internalizado o no una auténtica cárcel, vive subjetivamente algún que otro estigma. Nuestra confianza es que, a través de los procesos lúdico-teatrales, esos estigmas dejen de ser tan pertinentes, que su valor de significado, de identificación, llegue a difuminarse. Y que, con ello, cada participante pueda volver a definir-en una dialéctica entre identificación y diferencia – sus propias líneas de separación (de inclusión/exclusión) entre las que le sea nuevamente posible viajar11. 10. Entendemos con esa expresión el hecho de que una persona vuelva a enriquecer, a embellecer la imagen que tiene de sí misma. Simplificando y utilizando un concepto más de moda, equivaldría a decir que a una persona le sube la autoestima.

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11. Para profundizar en estas reflexiones se puede leer a Marc Georges Klein del que encuentras más datos en el entorno EMOCIÓN, área Inspiraciones, página 337.

“Confianza. La sensación de controlar y dominar el propio cuerpo, la propia conducta y el propio mundo. La sensación de que tiene muchas posibilidades de éxito en lo que emprenda y que los adultos pueden ayudarle en esa tarea.” Daniel Goleman, Inteligencia Emocional Penitenciario de Río Seco. Desierto de Sechura, Piura, Perú. Primer día de un proceso colectivo de creación teatral con un grupo de una docena de internos, de entre 18 y 25 años. Primera propuesta de juego enfocado a la creación de la confianza necesaria entre los chavales para que el teatro, luego, pueda surgir. El juego propuesto es “El árbol y el viento”. Se trata de ponerse, cada uno en su turno, en medio del círculo formado por los compañeros, cerrar los ojos, dejar rígido su propio cuerpo, desactivando los reflejos ante las caídas, y dejarse caer literalmente en manos de los otros. Los demás balancean suavemente el cuerpo del compañero de un lado para otro, mientras él o ella goza del abandono del control y de su integridad física en manos de otros.

Experiencia narrada por Nicolas

Avanza a la casilla “El árbol y el viento” en el entorno ACCIÓN, pág. 261.

El educador explica el juego. Silencio. Miradas incrédulas. Y, finalmente, la reacción verbal, abrupta, clarísima de uno de los participantes: “-Tú estás loco.” “- ¿Por qué?” “- Pues porque aquí, nunca

cerramos los ojos, ni para dormir. Y si tienes cuatro ojos abiertos, mejor: dos delante y dos en la nunca.” Claro, así es en esta institu-

ción totalitaria en la que reina la ley de la selva hasta con los guardianes. En esas vidas bañadas desde hace años de animosidad, lucha y muerte, no cabe la confianza. Y sin embargo, persigue el educador: “Pues yo confío en ustedes [estamos en Perú, y no se utiliza el vosotros]. Confío en que aquí, en medio de ustedes, puedo cerrar los

ojos y dejarme en sus manos. Confío en que aquí, en este espacio, no me van a dejar caer”. Se pone en el centro del círculo, que se forma alrededor suyo, cierra los ojos y empieza. Pasa un minuto, y otro, y “el milagro” ocurre: no se cae el educador, ni el primer participante que valientemente le sigue, ni el siguiente, ni el siguiente. “¡’Cha ‘su

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