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Feliz día, papá

Padres

de Primera Línea

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Desde marzo del año pasado, cuando se declaró la pandemia del COVID-19, estos papás han tenido que equilibrar su vida familiar con la lucha directa contra un enemigo feroz y casi desconocido.

Un momento feliz en casa para el doctor Jorge Chung Ching y sus hijas Ñucxin (6) y Ñucmoy (9).

Fotos Juanjo Calvo

Jorge Chung Ching

Neumólogo

Cuando el doctor Jorge Chung Ching ingresa a la Unidad de Alto Flujo del hospital Arzobispo Loayza viste mascarilla KN95, tres capas de ropa, tres pares de guantes y un lente que le cubre completamente el rostro. Cualquier precaución es poca porque hasta ahí llegan pacientes con COVID-19 avanzado, para quienes el apoyo de un balón de oxígeno o un concentrador ya no es suficiente.

“He visto pacientes sufrir mucho y fallecer. Y uno derrama lágrimas pero no las puedes secar porque los guantes están contaminados. Pasamos así turnos largos. Incluso trato de no tomar agua porque no voy a poder ir al baño, ya que tendría que cambiarme completamente el uniforme. Son cosas nuevas que no habíamos experimentado”, cuenta.

El doctor Chung hace diez años viene trabajando en el hospital Loayza, el mismo tiempo que lleva de casado con Marita Roa. Tienen dos niñas, Ñucmoy (Osada y valiente), de 9; y Ñucxin (Bella, que deja un olor fragante), de 6. “Ellas son así, tal cual”, dice, emocionado, este joven papá, que deja a su familia cada mañana para plantarle cara a la enfermedad y a la muerte en jornadas agotadoras.

“Hemos sido la primera línea de defensa de los pacientes desde el inicio de la pandemia. Los que llegan a la Unidad de Alto Flujo son personas contagiadas del virus que requieren de 50 a 60 litros de oxígeno por minuto” (un balón de oxígeno convencional da 15 litros por minuto). De no haber mejoría, estos pacientes pasan a una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) para que una máquina respire por ellos.

El hospital Loayza posee una de las primeras Unidades de Alto Flujo de los hospitales públicos del país y dos pabellones para atención de estos pacientes críticos. “Es toda una experiencia y un aprendizaje”, dice el doctor Chung, quien estudió la especialidad de Neumología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y tiene dos maestrías en las universidades de San Marcos y de Valencia, España.

“He visto muchos casos penosos, sobre todo de pacientes muy jóvenes que, a pesar de luchar y recibir el soporte, no han podido superar la enfermedad porque venían ya muy comprometidos. Pero también he tenido pacientes mayores a los que se pudo atender a tiempo y han salido victoriosos”, añade. Una de las mayores preocupaciones de quienes trabajan en contacto con pacientes críticos es la de llevar la enfermedad a casa. “He visto morir a tantos amigos, colegas, que hubo una semana en que pensé que iba a morir yo

también. Tuve que hablar con mi esposa y le dije: ‘Cariño, lo más probable es que yo no me escape del virus. Vamos a poner en orden nuestros papeles’. Hicimos una lista detallada porque si me intubaban, ya no iba a poder hablar con ella. Fue una semana muy difícil. Era la primera ola, cuando no había vacunas y entrábamos desprotegidos porque no sabíamos cómo se comportaba el virus”.

La propia familia tiene también su cuota de estrés. “Llego a casa y mi hija me recibe llorando, porque quizás piensa que no voy a volver. Los padres de varios de sus compañeros del colegio han fallecido por coronavirus y eso le genera ansiedad”, cuenta el doctor Chung. “Les explico a mis hijas que esta pandemia no es solo una oportunidad para aprender, sino que es un tiempo que Dios nos ha dado para socorrer sin esperar recibir, ofreciendo no solo dinero sino afecto, cuidado, dedicación. Es algo que nos ha puesto a prueba a todos, como país y como sociedad, y no solo al personal sanitario”, dice.

Chung Ching, cuyos padres nacieron en Cantón, está escribiendo un libro sobre lo que ha vivido durante este año de trabajo. “Lo empecé a escribir a raíz del caso

El brigadier Olmer Lock rodeado de su familia. De izq. a der.: su hija Indira con Nahia, su nieta; Aldair, su yerno, sus hijas Yarima y Grecia, su esposa Luisa Quiroz y el benjamín, Yarek.

de un paciente joven al que seguí con mucha dedicación pero que lamentablemente murió. A partir de esa muerte pensé que la gente en la calle no sabe lo que sucede en los hospitales y merece saberlo”, confiesa.

Avanza con su escritura a la hora del refrigerio, durante los agotadores turnos de 24 horas. “A veces tenemos pacientes que están abandonados y nosotros tenemos que buscarles las medicinas. Es más, entre los neumólogos hacemos colectas para comprar insumos como mangueras de oxígeno. Ahora mismo con mi familia (que ha sido tocada por varios casos de coronavirus) estamos donando al hospital equipos de alto flujo porque los que hay son insuficientes”. dice ¿Hay cansancio en la población después de más de un año de confinamiento y medidas restrictivas? “Sí, y en nosotros también”, responde. Y añade finalmente: “Frecuentemente nos tenemos que recordar unos a otros las medidas de protección. Estamos tan cansados que pierdes concentración y puedes comenzar a cuidarte menos: entras a la sala sin lentes, por ejemplo, o los tres pares de guantes te fastidian al sacar muestras de sangre. Pero tenemos que recordar que más de 400 médicos han muerto en el Perú, todos jóvenes, porque los mayores de 60 años fueron enviados a sus casas. Esta pandemia nos tiene que dejar lecciones que debemos asimilar para nuestra vida: lavarnos las manos, guardar distancia, usar mascarilla”.

Olmer Lock

Policía

Desde hace 27 años, Olmer Lock Valladares forma parte de la Policía Nacional. Tiene el grado de brigadier y ha desempeñado una diversidad de funciones, desde resguardo a ministros y autoridades, Seguridad del Estado, patrullaje a pie, comandante de guardia y perito en Tránsito. Actualmente realiza vigilancia en patrullero en la comisaría de Cotabambas, en el Cercado de Lima.

En mayo del 2020 no existía la línea 113 para derivar los casos de coronavirus, y el brigadier Lock estuvo en contacto directo con los primeros afectados por la pandemia.

“Las familias llamaban a la comisaría para que se constate una muerte por enfermedad, pero no mencionaban que se trataba del virus. Fuimos a la casa de un anciano en Barrios Altos, quien aparentemente había muerto por COVID, aunque la familia lo negaba. Después fue un transeúnte que había muerto en plena avenida Abancay, sentado al pie de un poste. Teníamos que verificar

su identidad, buscar su DNI en los bolsillos, confirmar la causa de muerte, tocarlo, voltearlo para ver si había una herida cortante o de bala”, dice Lock.

Como no podía ser de otra manera, el brigadier se contagió. “Estuve mal durante 28 días, y llegó un momento en que ya no podía respirar. Para entonces no se conocía cómo actuaba el virus. Me aislé en el dormitorio principal pero el virus estaba en el ambienpero el virus estaba en el ambien te y fueron cayendo mi espote y fueron cayendo mi esposa y mis hijas. Adelgacé sa y mis hijas. Adelgacé mucho y mis pulmones mucho y mis pulmones quedaron dañados, por lo que no debía hacer esfuerzos”, dice. Ahora ya tiene las dos dosis de la vacuna y está plenamente recuperado.

Actualmente la Policía deriva las constataciones de muertes a la línea 113 y ya no interviene cuando se presume un caso de coronavirus. “Somos alrededor de 110 personas que trabajamos en la comisaría de Cotabambas. En este tiempo han muerto tres de este tiempo han muerto tres de mis compañeros”, comenta. mis compañeros”, comenta.

Recordamos que al inicio de Recordamos que al inicio de la pandemia, las familias salían la pandemia, las familias salían

Demostrando que ya superó totalmente el coronavirus, el bombero el bombero Miguel Yi toma Miguel Yi toma en sus brazos a su hija Natali y a su hija Natali y a su nieta, Flavia su nieta, Flavia Chion.

a las ventanas de los edificios y aplaudían la labor de la policía en el cumplimiento de la cuarentena. Hoy ese sentimiento ha desaparecido completamente: “Hay fiestas en todo el sector de Barrios Altos donde la gente no respeta nada. Te cierran la puerta, te mientan la madre, te amenazan con bala o cuchillo. Por orden del comisario ya no ingresamos a las casas, solo les hablamos para prevenirsolo les hablamos para prevenir los, porque al final son ellos los que se van a infectar. Otro caso son los ambulantes de Mesa Reson los ambulantes de Mesa Re donda: celebran todas las noches de viernes y sábado bebiendo y bailando. Vamos con el patrullero para que se retiren del lugar pero no hacen caso”.

Fue su abuelo materno Arturo quien llegó de China al Perú en ro quien llegó de China al Perú en 1918, se crio en una hacienda en 1918, se crio en una hacienda en Casma y allí conoció a la que sería Casma y allí conoció a la que sería su esposa, también de origen chino. su esposa, también de origen chino.

El brigadier Lock es de Casma y El brigadier Lock es de Casma y ha formado una familia numerosa ha formado una familia numerosa con su esposa, Luisa Quiroz. Tie-con su esposa, Luisa Quiroz. Tie nen cuatro hijos: Grecia Magdale-nen cuatro hijos: Grecia Magdale na, Yarima Alexandra, Indira, que na, Yarima Alexandra, Indira, que les ha dado a Nahia, su única nieta les ha dado a Nahia, su única nieta hasta el momento, y el menor, Ya-hasta el momento, y el menor, Ya rek, que todavía estudia en rek, que todavía estudia en el colegio. el colegio.

Miguel Yi

Bombero

Tiene 34 años apa-Tiene 34 años apa gando incendios pero, por gando incendios pero, por esas paradojas de la vida, el fuego ha seguido a Miguel Yi en diferentes momentos de su historia personal. Antes de que tomara las riendas del negocio familiar, las llamas habían consumido en tres ocasio-habían consumido en tres ocasio nes las tiendas de sus padres: en 1975, durante el saqueo de febrero 1975, durante el saqueo de febrero de ese año tras la huelga policial, sucumbió la zapatería que tenían en el jirón Huallaga. Luego fue un incendio menor en Mesa Redonda y el tercero fue menos grave.

“Tuvimos suerte de recuperar-“Tuvimos suerte de recuperar nos económicamente. La colonia nos económicamente. La colonia

china ayudó a mi padre tras estas pérdidas”, cuenta Miguel Yi.

Años después, en el 2001, el incendio de Mesa Redonda lo impactó fuertemente. Yi era el administrador de la tienda. “Perdí a una joven que trabajaba en la tienda y varios empleados sufrieron quemaduras en los brazos. Es tu gente, son tus brazos, tus manos. ¡Cómo quedas después de cara a la familia! Lo material se recupera, pero lo que impacta es la pérdida humana”, dice.

“En general, el bombero ve lo que ocurre pero no sabe lo que siente la persona que pierde sus bienes o a un ser querido bajo el fuego. Tienes que vivirlo en carne propia para saber. Yo he estado en los dos lados”, explica.

Miguel Yi ha desarrollado una carrera notoria como miembro del Cuerpo de Bomberos Voluntarios. Ha sido jefe de la compañía Roma número 2, la más antigua de Lima; jefe departamental de Lima, con 21 compañías bajo su mando, y jefe departamental de Lima Sur. En total 34 años dedicados al servicio a los demás.

“Mi vocación de servicio viene de mi abuelo paterno, Yi Choy. Él vino de Cantón, y aunque no era un médico occidental, tenía una técnica medicinal a base de hierbas, tónicos y acupuntura que hacía que lo buscaran de los diversos enclaves chinos en el Perú, incluso de Ecuador. Lo hacía sin cobrar, solo por ayudar al prójimo”, recuerda.

Otro incendio que lo ha impactado tuvo lugar cuatro años atrás, cuando Yi era jefe departamental de Lima. Tres bomberos murieron mientras sofocaban el fuego en una fábrica de El Agustino: un muro cayó y los atrapó fatalmente. “Eran de mi compañía, eran mis hermanos. Fue muy penoso y hasta ahora no lo puedo superar”, dice.

Precisamente, este año acudió a sofocar un siniestro en Barrios Altos y perdió de vista a su compañero de equipo. “Teníamos que cambiar de posición, lo busco y no lo encuentro. Veo el casco y la manguera tirados. No estaba por ningún lado. Fue revivir lo de hace cuatro años. Una sensación horrible. Me subió la presión. Por suerte, él había logrado salir por otra puerta y estaba sano y salvo”, recuerda.

En la actualidad, por ser hipertenso y mayor de 50 años, casi no cubre emergencias pero sí las alertas por incidentes médicos. “Nos llaman por una emergencia y cuando llegamos nos damos con un cuadro de COVID. Nos da temor, pero igual acudimos,

cumpliendo todos los protocolos", señala. Pero los protocolos no siempre alcanzan para evitar el contagio. Yi se infectó en mayo del año pasado. “Asusta el no saber si tendrás que buscar oxígeno o una cama UCI. Pero con los cuidados de médicos amigos me sané y no contagié a los míos”, cuenta.

Casado con Maritza Falconí, es papá de Álvaro (28), quien está en Estados Unidos, y de Natali (26), y abuelo de dos niñas. Él todavía ríe al recordar que el día de su matrimonio civil hubo un incendio: su jefe lo tuvo que botar de la emergencia para que fuera a cumplir con su novia. Armando Koo Chiok

Alergista e inmunólogo

La primera línea de batalla han sido los médicos, enfermeros y personal técnico que asistió a los pacientes en las salas de emergencia. Pero detrás de ellos, como generales que planifican su defensa, otros médicos luchaban para adecuar las instalaciones y los recursos para hacer frente, de la mejor manera posible, a una situación inédita.

Uno de ellos es el doctor Armando Koo Chiok, quien se desempeñó como gerente de Ayuda Diagnóstica y de Tratamiento en el hospital Edgardo Rebagliati Martins, de EsSalud. El reto que tenían los responsables de las distintas gerencias era enorme: convertir el complejo hospitalario en un hospital COVID sin descuidar la atención de sus pacientes habituales con patologías complejas.

El doctor Koo tiene 41 años como médico, 34 de los cuales ha trabajado en el Rebagliati. Conoce, pues, las necesidades y el alcance de este enorme hospital, el más importante de la seguridad social en nuestro país. La pandemia lo encontró como jefe del Servicio de Alergia e Inmunología (su especialidad). Desde su cargo contribuyó a implementar programas como la teleconsulta, el telemonitoreo y la programación de guardias para atender a los hospitalizados por causa del virus.

Ya en la gerencia de Ayuda Diagnóstica y de Tratamiento, hubo nuevos retos. “Necesitábamos que el miedo a la pandemia se transformara en retos individuales y profesionales. Además, era urgente que los recursos ordinarios solucionaran demandas extraordinarias”, explica.

Los momentos más impactantes que ha vivido han sido el fallecimiento de familiares y amigos sin que se les pueda ofrecer los recursos hospitalarios específicos

El doctor Armando Koo rodeado de sus hijos, nueras y nietos: a la izquierda, sentada, su hija Aylin, y a la derecha sus hijos Armando, José Antonio y Juan Pablo.

y la impotencia de no contar con un tratamiento basado en evidencias ni poder predecir la severidad de la enfermedad. ¿Tuvo temor por su vida? “Es natural tenerlo, como para todo lo nunca antes vivido. Esto nos va a marcar como la generación de médicos y técnicos de la salud a la que nuestro Dios encargó asumir una gran responsabilidad”, responde.

El doctor Koo es papá de Armando (43), José Antonio (42), Juan Pablo (36) y Vilma (34). “Los que más han sentido el alejamiento por las medidas de aislamiento son los nietos, que estaban acostumbrados a reunirse los domingos. Hemos tenido que cambiar esas reuniones con el uso de las redes sociales, juegos por WhatsApp, concursos domingueros y premios, además del zoom para los cumpleaños”, dice. ¿Qué nos espera con relación al nuevo coronavirus? “Existen muchos factores de riesgo que hacen previsible una tercera ola en el Perú, tal como está sucediendo en muchos países de Europa y América. La Unidad de Inteligencia y Análisis de Datos de EsSalud lo advierte para los meses de agosto y setiembre de este año, por lo que no hay que bajar la guardia”, aconseja el doctor Koo.

Alberto Ku King

Periodista

¿Y los papás que tuvieron que lidiar con la enfermedad y la muerte dentro de sus hogares?

El periodista Alberto Ku King Sánchez, director de la revista “Logista”, comenzó el 2020 con la pérdida de su padre, el destacado periodista y hombre de radio Alberto Ku King Maturana, en enero, después de una larga enfermedad. Entonces, su propio hijo, Alberto, tenía 5 años y resultaba difícil explicarle que el abuelo ya no estaría ahí para engreírlo ni regalarle los acostumbrados dulces. Al poco tiempo se declaró la pandemia y vino el confinamiento. Por acuerdo mutuo, el niño estaría al lado de su madre, hoy separada de Alberto. Lamentablemente, la mamá se contagió y los dos Albertos, papá e hijo, tuvieron que vivir y compartir todo durante tres semanas. ¿Cómo mantener entretenido y sin temores a un niño tan pequeño? “He hecho cosas que nunca antes hice, como preparar galletas, porque era algo que él quería.

Los dos Albertos en acción, el papá periodista y el hijo de 6 años, aprendieron juntos a hornear galletas.

Le hacía notar que yo también estaba probando a hornear por primera vez, de manera que fue una experiencia compartida y muy divertida. Aprendimos juntos a cocinar y hacíamos la lista de compras para que nos la trajeran a la casa”, cuenta Alberto.

“Ha sido un cambio importante en la forma como me relaciono con mi hijo. Me esmeré porque la relación no fuera vertical sino que tomáramos las decisiones en conjunto, para una convivencia armoniosa. Ha sido un aprendizaje para los dos y yo he tratado de acoplarme a la forma como él analiza las cosas, cómo razona para negociar conmigo y así obtener más tiempo para jugar con el celular o tomar más helado, por ejemplo”, cuenta.

“Dentro de todo lo malo que trajo la pandemia, lo bueno es que he podido recuperar mi tiempo con él. Antes los días se hacían muy cortos entre mi trabajo, las tareas escolares y la cocina”, continúa.

Pero si los adultos extrañamos tomar un café con un amigo o ir a un cine, para un niño de 6 años el encierro es una realidad triste. “A esa edad necesitan estar acompañados, abrazarse, jugar, contarse historias. Quieren explorar y experimentar. Si salía a diario al parque para compartir con amigos, el corte les resulta abrupto e inexplicable”, reflexiona Alberto.

Además, está el miedo. “Durante mi infancia mi papá estuvo expuesto a atentados y secuestros como presidente de la Aso-

ciación Peruana de Prensa Extranjera y, por supuesto, temía por su vida. Pero ahora, un niño ve que las personas a su alrededor se enLe hacía notar que yo también es- ferman y mueren. Eso es algo que nosotros, los adultos, no hemos vivido a la edad de mi hijo”, señala. “La muerte de mi papá fue muy fuerte para él y hubo que ayudarlo a expresar sus emociones y sentimientos. También el año pasado perdió a una tía que consideraba como otra abuela. Es difícil de procesar para un niño de seis años pero, menos mal, lo hemos logrado”, dice. Alberto Ku King aporta en las actividades de APCH conduciendo los webinars y bingos que se organizan por zoom. “Eso también lo hacemos juntos y le gusta mucho. Hasta nos hemos inventado un bingo que jugamos en casa y la pasamos muy bien”, dice.

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