Pueblos y culturas en el Ecuador prehispánico

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (3): 475-477

Introducción

INTRODUCCIÓN

Mercedes Guinea* Jean-François Bouchard** Este volumen temático del Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos respeta la costumbre, instaurada desde hace ya varias décadas, de publicar lo más selecto de un simposio dedicado a la arqueología del área andina ecuatorial que tiene lugar con motivo del Congreso Internacional de Americanistas, que se celebra cada tres años. En esta ocasión, el simposio se dedesarrolló en México D.F. el 22 de julio de 2009 bajo el título Culturas y Pueblos del Ecuador Prehispánico. Como es habitual, los artículos presentan balances de distintas investigaciones recientes o en curso en el Ecuador, tanto en el litoral como en las regiones de la sierra y del oriente. Comprensiblemente, las presentaciones del simposio no fueron exhaustivas en cuanto a la totalidad de las investigaciones realizadas en el área o las temáticas abarcadas. Algunos de los colegas preinscritos no pudieron participar finalmente y los intereses particulares de otros les llevaron a presentar sus investigaciones en diferentes simposios temáticos. No obstante, consideramos un éxito la calidad de las ponencias y la representación internacional de colegas que se dedican, en su mayoría desde hace muchos años, a investigar sobre la arqueología del Ecuador. Hemos conocido mejores épocas en cuanto a las investigaciones sobre el pasado del Ecuador, por ejemplo, en los años 1970-1980. Actualmente las condiciones para la investigación son menos favorables y se han presentado desafortunados sucesos, como el desaparecer de la valiosa revista Miscelánea Antropológica que se editó en Guayaquil durante años. Sin embargo, hay que felicitarse por la creación de nuevos museos en la capital y en las provincias del Ecuador, así como *

Universidad Complutense de Madrid. E-mail: guinea@ghis.ucm.es CNRS. Nanterre-Cedex (París, Francia). E-mail: jean-francois.bouchard@mae.u-paris10.fr

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Mercedes Guinea, Jean-François Bouchard

por la aparición de espacios virtuales en la web, que facilitan la investigación, su difusión y la circulación de informaciones. Deseamos que nuestro aporte tenga continuidad en sucesivos Congresos Internacionales de Americanistas y podamos seguir adelante con nuestro objetivo mayor: investigar y contribuir a fortalecer la memoria de un pasado que demuestra toda la importancia de los pueblos nativos del área ecuatorial. Con el fin de difundir ampliamente las informaciones recogidas en el simposio, escogimos de nuevo el Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos, revista que ha logrado ser reconocida en muchos países latinoamericanos como una publicación de gran valor científico. Del mismo modo, su difusión progresiva por la web contribuye a su renombre. Gran parte de los artículos que conforman este volumen versan sobre los resultados del Proyecto Manabí Central, proyecto que se viene desarrollando en la costa desde 2003. El sitio manteño de Japoto estaba localizado desde la época de Emilio Estrada, aunque no había sido estudiado. En 2002, los miembros del proyecto pudieron comprobar que importantes trabajos de remoción de tierra y cultivos intensivos ponían en peligro el sitio, planeándose una intervención que comenzó en el año 2004. Se realizaron cinco temporadas de excavación que han permitido rescatar muchos datos valiosos en el yacimiento, parte de los cuales se presentaron en 2006 dentro del 52 Congreso Internacional de Americanistas (Bulletin de l´Institut Français d´Études Andines, 35 (3), Guinea & Bouchard [eds.]). Hoy ofrecemos los nuevos datos obtenidos en la últimas temporadas en las que, además, se ha puesto en marcha el proceso de protección del sitio, aunque aún queda mucho por hacer para que sea definitivo. Hay también otros proyectos sobre la cultura manteña desarrollándose más al sur de Japoto. Esperamos que todos estos esfuerzos recientes nos brinden a futuro una visión tal vez menos idealizada pero más acertada sobre este importante momento de la prehistoria de la costa ecuatoriana. El resto de los artículos nos ofrece una amplia visión de las investigaciones en curso dentro del área, enriqueciendo con su diversidad la publicación. Desde nuestra propia experiencia, y las de otros colegas, que se reflejan en las ponencias, insistimos en la situación preocupante respecto a los vestigios arqueológicos en el campo. Queremos recalcar que actualmente hay un nuevo un factor añadido a los efectos destructivos de la habitual huaquería de los sitios: la modernización del país. Por un lado, la agricultura se está mecanizando de forma importante y la maquinaria pesada arrasa la microtopografía (las tolas) y la vegetación nativa para preparar los futuros cultivos. Por otro, las grandes camaroneras a lo largo de la franja litoral se localizan cerca de los ríos proveedores de agua dulce o salobre, en el propio asentamiento de los sitios antiguos. No es un consuelo enterarse que no es algo exclusivo del Ecuador. Basta con mirar las fotografías del famoso Google Earth para ver que la costa sur de Colombia y la costa norte del Perú están cubiertas también de extensas piscinas que han «inundado» las zonas cercanas al mar. Del mismo modo, la construcción de variadas infraestructuras que implican retroexcavadoras, niveladoras, buldózeres y otros medios pesados pueden acabar con un sitio en pocos días y, como en

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muchos otros países, no existen recursos propios para impedirlo. Empero, es de esperar que la sociedad, junto con sus gobernantes, tomen conciencia de la nueva situación y le encuentren solución antes de que sea demasiado tarde. Madrid, París, noviembre de 2010

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (3): 479-501 Japoto: sitio manteño residencial de la costa central de Manabí

IFEA

Japoto: sitio manteño residencial de la costa central de Manabí

Jean-François Bouchard* Resumen Este artículo resume los principales resultados de las excavaciones hechas en el sitio manteño de Japoto (Periodo de Integración) y hace hincapié en su importancia, al afianzar la hipótesis sostenida desde los inicios del proyecto. Muchos de los vestigios encontrados evidencian actividades domésticas, mientras otros sugieren que parte de la población residente perteneció a la élite de un cacicazgo (señorío, jefatura), cuya sede fue Japoto. Palabras clave: cacigazgo, manteño, Manabí, tolas, arquitectura, sepulturas

Japoto : site residenciel de la culture manteña, côte centrale du Manabí Résumé Cet article fait état des principaux résultats des fouilles réalisées à Jopoto, site de la culture manteña (Période d’Intégration), et conforte l’hypothèse initiale du projet. Les fouilles ont révélé de nombreux vestiges domestiques ainsi que divers éléments qui permettent de penser que la population de Japoto appartenait à une élite correspondant au siège d’un pouvoir régional (chefferie). Mots clés : chefferie, manteño, Manabí, tolas, architecture, sépultures

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UMR 8096, ARCHAM, CNRS. Nanterre-Cedex (París, Francia). E-mail: jean-francois.bouchard@ mae.u-paris10.fr

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Japoto: a residential archaeological site of the Manteña culture on the central coast of Manabí Abstract This paper summarizes the main discoveries at Japoto, an archaeological site belonging to the Manteño culture during the Integration Period. Many of the features documented provide evidence of domestic activities. As we hypothesized at the very beginning of our project, Japoto may have been the redisential site for the elite members of a chiefdom ruling this northern part of the Manteño territory. Key words: chiefdom, Manteño, Manabi, tolas, architecture, tombs

Desde 2002 estamos estudiando un sector de la costa central del Ecuador en la provincia de Manabí (fig. 1). A este estudio se han asociado varias instituciones científicas y académicas que se centran en el sitio arqueológico de Japoto (fig. 2), cerca del balneario de San Jacinto, al lado de la carretera asfaltada que une Puerto Viejo con Bahía de Caráquez. En la literatura científica fue Emilio Estrada el primero en mencionar el sitio arqueológico en su libro Arqueología de Manabí, bajo el nombre de Charapoto (Estrada, 1957). Sin embargo, en esa época, no hubieron estudios ni excavaciones en el terreno. Otras referencias databan de la Conquista, en el siglo XVI, puesto que la región fue uno de los primeros descubrimientos realizados por las expediciones españolas. Varios cronistas mencionaban un Charapoto que podría ser una alteración de la palabra vernácula Japoto. Pero el sitio se conoció también con el nombre de Amotopse en la época de la Conquista, lo que se pudo inferir de un mapa sobre las primeras expediciones españolas en las costas ecuatorianas (Morales y Eloy, 1962). Estas expediciones de Pizarro alcanzaron primero la costa del Pacífico en Colombia y luego, en el actual Ecuador, Esmeraldas y Atacames (Tacaméz), Jama y Coaque y finalmente, la costa al sur del río Chone hasta llegar al río Puerto Viejo, un poco más al norte de Manta. Es decir, en el Ecuador las poblaciones indígenas que vivían cerca de la línea equinoccial fueron las primeras en recibir los efectos de la «conquista», y por lo tanto padecieron sus impactos justo antes del descubrimiento del Tahuantinsuyu por Pizarro. En el siglo XVI, Puerto Viejo fue un centro estratégico donde los españoles establecieron una fuerte base para albergar los primeros heridos y enfermos de su tropa sin tener que llevarlos de regreso hasta Panamá. Entonces fue un «puerto de entrada» no solamente para los conquistadores sino también para los microbios y otros virus que traían los españoles. Mucho más que las batallas, la difusión fulminante de las enfermedades importadas contribuyeron a la drástica caída demográfica de esta costa: en pocos decenios desapareció la mayor parte de la población indígena.

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Figura 1 – Localización del proyecto Manabí

No son numerosos ni detallados los datos históricos fiables que se refieren a este periodo. Entre los que relatan estos datos figuran ilustres y fiables testigos de aquellos tiempos como Benzoni, Cieza de León, Estete, Cabello Balboa, de Jerez, Pizarro y Trujillo. En su mayoría, dedican pocas páginas a la región y a los nativos encontrados. Para la época anterior a la Conquista existe una cierta confusión acerca del dominio de los incas. La conquista de la sierra ecuatoriana es efectiva sin lugar a dudas, pero la conquista de la costa parece mucho más discutible. Aparentemente, los primeros españoles en llegar descubren pueblos nativos costeros que no han perdido el control de sus tierras, aunque también se dice que algunos ya pagan un tributo al Inca. Algunos relatos (por ejemplo, Cieza de León) cuentan que varios pueblos oponen resistencia y hacen trampas a las tropas del Inca, logrando evitar su victoria definitiva. Aparentemente el límite serrano del imperio Inca pasa más al norte de la línea ecuatorial, mientras que en la costa, la región de Tumbes es el límite

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norte. Por lo tanto, las costas entre el río Chone y el Guayas parecen haber sido un territorio todavía libre, así como la isla de la Puna. Como lo muestra la literatura, los estudios de Arqueología han dejado un poco de lado el territorio de la costa central. Además se sabe que el Periodo Formativo y el de los Desarrollos Regionales de la costa se han estudiado con más atención que el Periodo de Integración que nos interesa ahora. No es el lugar para preguntarse por qué tienen más interés unos periodos que otros, pero debemos admitir que los arqueólogos casi siempre se dedican a tiempos remotos, abandonando los periodos más recientes a los historiadores, aún cuando se trata de épocas o regiones con un mínimo de datos escritos o de archivos de otros tipos. En resumen, se considera que, durante este Periodo de Integración, se desarrolla en la costa central del Ecuador una tradición cultural que se define usualmente como «cultura manteña-guancavilca» (una de sus apelaciones)1. Aparte de interpretaciones que buscan Figura 2 – Plano de la finca y localización de las tolas valorizar los pueblos del último estudiadas periodo prehispánico, con énfasis sobre la red de comercio marítimo establecida por lo «Fenicios del Ecuador» o la «liga de mercaderes», casi todo lo que se conoce ya pertenece a una época muy remota que ilustran los libros de Saville a principios del siglo XX (Saville, 1907). Por otra parte, no existe para estos pueblos costeros una documentación que permita estudios complejos similares a los de etnohistoriadores como Caillavet, Moreno o Salomón para la sierra. Existe así una doble frustración en cuanto a la época precolombina tardía de la costa ecuatorial. 1

Esta tradición cultural cubre alrededor de 8 siglos. Si miramos otras regiones andinas, podemos decir que, para las épocas tardías, prácticamente es un caso único, puesto que a menudo se suceden de dos a tres (y más) tradiciones en el mismo lapso.

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A juzgar por las informaciones dadas por los cronistas, al llegar a las costas ecuatorianas, los españoles empezaron (o continuaron) sus expediciones de saqueo y encontraron comida abundante y riquezas varias2. Parece que los nativos no se defendieron tanto, a diferencia de los «indios bravos» que poblaban las costas del sur de Colombia. Cieza de León observó que desde Bahía de Caráquez, los nativos tenían otras facciones y características físicas que los de Esmeraldas, Jama y Coaque. Podía ser el indicio de que pertenecían a otro grupo cultural. Sin embargo no hay registro de un nombre específico para este posible nuevo grupo cultural. Es preciso señalar que la Arqueología utiliza términos y apelaciones muy ambiguos para nombrar a los grupos y tradiciones culturales locales. Entonces se habla de una cultura «Bahía de Caráquez» que es obviamente una palabra mixta de cultura colonial, aunque se refiere sobre todo a elementos descubiertos cerca de la ciudad moderna de Manta, como los famosos gigantes de cerámica. Incluso se habla de una cultura «Manta» o manteña, cuando Manta es la nueva palabra que surgió después de la conquista del pueblo indígena Jocay. Ya no se pueden cambiar los usos y costumbres, pero podemos ver cómo el mismo estudio del pasado empieza con el desprecio hacia las culturas nativas que permanen anónimas al ser borradas de la memoria local. De tal modo, poco tiempo después de la conquista española no quedaba nada de ese pasado nativo, mientras que lo que fue un «paraíso de tierras ricas» llegó a ser una tierra pobre y despoblada que no se ha recuperado hasta nuestros días. Se expondrán algunos resultados del proyecto, obtenidos durante seis temporadas de excavación entre 2003 y 2008 que llevan a una serie de interpretaciones. Muchos temas ya han sido comentados o van a ser detallados por otros colegas en los artículos de este volumen, y es grato darles el crédito de sus hallazgos con la esperanza de que esos vestigios permanezcan como pruebas tangibles del mundo prehispánico de Manabí.

1. JAPOTO Y LA CRONOLOGÍA Hasta la fecha, faltan algunos resultados de las dataciones 14 C y T.L. para el sitio. Sin embargo una primera serie nos indica que existen fechas de cronología 14 C repartidas a lo largo del lapso de tiempo usualmente considerado como el Periodo de Integración (Bouchard et al., 2006). Por otro lado, Karen Stothert, al analizar la cerámica de Japoto, sugiere que se asemeja más bien a ejemplos tempranos de la cerámica manteña conocida en sitios del sur. Así dice ella en su artículo: «A primera vista la cerámica de Japoto es más parecida a otros conjuntos fechados a la primera parte de la secuencia elaborada a base de datos 2

Desde las primeras expediciones que salieron de Panamá en busca del Perú (Birú), hay relatos de saqueos y enfrentamientos con los indígenas de la costa del Pacífico (hoy Colombia). Lo que demuestra que dichas expediciones siempre tuvieron como meta principal apoderarse de las riquezas que estaban en manos de los pobladores nativos.

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de la Península de Santa Elena en el sur: es decir, corresponde a la fase Manteña Temprana en la secuencia elaborada por Paulsen (Paulsen, 1970). La cerámica de Japoto es muy similar a la del sitio llamado Los Frailes, paradero ubicado cerca de Machalilla en el sur de Manabí (Mester, 1990). En comparación con Los Frailes, la cerámica de Japoto presenta una amplia variedad de vasijas utilitarias, y una variedad más amplia de formas finas y decoraciones. Algunos rasgos indican que la ocupación de Japoto fue más larga que la de Los Frailes» (Stothert, 2006). La escasez de materiales tardíos, se debe, según parece, a que los niveles superiores (que corresponden, se supone, a la ocupación tardía) han perdido en gran parte o en su totalidad, los elementos (carbón, cerámica, etc.) presentes muy cerca de la superficie en otros tiempos y que son eliminados por la erosión después del abandono del lugar. De ser así se propone para Japoto una secuencia tentativa con tres episodios. • Primera ocupación «antigua» que posiblemente tuvo lugar a principios del Periodo de Integración. Se realizó en un sitio que tenía un aspecto distinto al actual, pues no existían entonces los montículos artificiales (tolas) que dan su aspecto característico al paisaje moderno (figs. 3 y 4).

A

B

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Figura 3 – A: Tola J8; B: Arquitectura manteña en adobes y quincha (tola J8)


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A

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Figura 4 – A: Tola J2; B: Tola J3 y J4; C: Tola J6 y J2; D: Tola J7

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• Serie de ocupaciones más recientes, que adoptan la modalidad de crear plataformas acumulando poco a poco capas de relleno a medida de la necesidad de mantener la plataforma en buen estado. En el relleno, se reconoce cantidad de material cerámico que no se han eliminado de la tierra traída para alzar la tola. En cambio, en los pisos que se han sacado a la luz no quedan prácticamente tiestos esparcidos sino más bien «rasgos» que son indicios de la misma ocupación. En los niveles de relleno también figuran las «intrusiones» como huellas de postes, depresiones cavadas por los habitantes, etc. • Última ocupación prehispánica: corresponde posiblemente a la época coetánea a la llegada de los primeros conquistadores españoles. Tal como fue mencionado ya, la erosión sobre las tolas durante cuatro siglos hizo que se perdieran en su mayor parte las huellas de ese periodo. Se puede afirmar que no hubo ningún tipo de asentamiento colonial en Japoto pues no se han encontrado huellas de ocupación. Seguramente los habitantes nativos abandonaron sus viviendas de Japoto. La ausencia de datos precisos condena a un enigma: no se sabe lo que pasó con los habitantes de este pueblo. Tal vez desaparecieron, huyeron y se movieron a aldeas «autorizadas» por los conquistadores.

2. EVIDENCIAS DOMÉSTICAS Y ARQUITECTURA PÚBLICA Uno de los logros del proyecto es haber sacado a la luz vestigios de distintos modelos arquitectónicos. Por otra parte, abundan los elementos que permiten interpretar muchos rasgos de las áreas excavadas en las tolas como evidencias de actividades domésticas. Estos datos conforman evidencias claras de la residencia de gente en el sitio. Hay numerosos «hornos manabitas», fogones, depósitos de basura y de restos alimenticios con conchas de moluscos, huesos de pescado o de animales terrestres (Guinea 2006; Touchard, 2006). Estos vestigios están presentes en todas las tolas, menos en dos que son casos excepcionales, como se podrá ver más adelante. Es preciso examinar las modalidades de manejo del fuego y del calor con fines domésticos (figs. 5 y 6). Hay numerosas zonas, horizontales o cóncavas, que se pueden interpretar como la huella limitada de fogones culinarios alimentados por leña. Los más interesantes son los elementos domésticos llamados hornos manabitas. Son depresiones cóncavas de forma globular o hemisférica que tienen paredes endurecidas y rubefactadas por un fuego intenso y largo. Dichos hornos contienen brasas ardientes destinadas a elaborar una comida guisada en ollas en vez de exponer directamente los alimentos al fuego. En toda la provincia de Manabí (y en otras provincias) esta modalidad muy particular de preparar los alimentos sigue en uso y es importante ver que el estudio arqueológico revela el origen nativo de esta práctica. En la cumbre de la tola J5, se pudo excavar en área un piso totalmente quemado endurecido por el fuego. Este piso parece haber correspondido al suelo interior de una casa hecha de materiales vegetales y perecederos (cañas, madera, hojas

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B

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Figura 5 – A: Recipiente hecho de caracol (tola J4b) B: Cuentas de Spondylus (tola J7)

A

Figura 6 – A: Horno (tola J5) B: Hornos manabitas culinarios (tola J6)

B

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de palmas…). Este tipo de construcción no dejó muchas huellas cuando los materiales desaparecieron de forma natural como ocurrió probablemente. En este caso preciso, solamente quedó el piso como vestigio arqueológico tangible. Es probable que este piso haya sido intencionalmente quemado para obtener un suelo más cómodo y agradable (Bouchard et al., 2006). Otra hipótesis es la de un incendio de la casa ocasionando el mismo efecto sobre el piso, pero, en este caso preciso, faltan evidencias que normalmente quedan acumuladas después de un incendio (cenizas y carbón vegetal en gran cantidad, mezclados con vestigios culturales rotos y quemados…). También se han descubierto talleres: en la tola J4 donde aparecen evidencias de varias etapas de fabricación de elementos de adorno en conchas de argopecten: más de dos mil elementos perforados muestran que varias «manos» expertas (masculinas y/o femeninas) ejercían su actividad artesana (Guinea, 2006). Toda esta serie de rasgos descubiertos en las excavaciones permiten confirmar la hipótesis de un asentamiento humano residencial y de grandes dimensiones durante el último periodo precolombino. La estratigrafía misma revela también que muchos montículos de Japoto han sido las bases de las viviendas de la gente nativa. Ya se ha subrayado el hecho de que esas tolas son plataformas elevadas para edificar construcciones en su cumbre (Bouchard et al., 2006). En las estratigrafías obtenidas, se nota que se han realizado, a lo largo del tiempo, trabajos de mantenimiento que se traducen por la acumulación de estratos apisonados superpuestos: corresponden a los rellenos y a los suelos de dichas habitaciones de la gente nativa manteña. Esto significa que la evolución diacrónica del sitio Japoto pasa después del primer asentamiento por un proceso de construcción de plataformas (las tolas), con mantenimientos adicionales que han producido la topografía artificial que se aprecia en nuestros días. Sin embargo, como lo han mostrado los niveles más profundos, en varias ocasiones la ocupación humana indígena empieza en los tiempos más remotos a un nivel inferior, y muy probablemente sin mayor modificación del relieve natural. En varias tolas (por ejemplo J3, J5, J6) existen pisos ocupados a una profundidad que es inferior de varios metros a la cumbre de las plataformas y que han sacado a la luz evidencias de ocupación en épocas remotas. El mayor hallazgo de este tipo fue realizado al excavar la tola J8 en 2007 y 2008. En efecto, fue una gran sorpresa descubrir que J8 no se asemejaba a las demás tolas del sitio (ver Guinea en este volumen). Solamente se quiere destacar que aquí no se presenta una estratificación de pisos, como en las otras tolas, puesto que existe una ocupación anterior a la tola y que esta se adecua a la topografía natural (fig. 3). Sería atrevido proponer una identificación precisa para esta construcción antigua, sobre todo porque la arqueología de la época manteña no proporciona referencias parecidas. Sin embargo, puesto que no hay huellas domésticas en el nivel sacado a la luz, debemos buscar otra interpretación3. En una excavación, la ausencia de 3

La morfología de la estructura de adobe y de sus componentes se define como un elemento principal en forma de banqueta baja, con un murete que forma un respaldar. Esta banqueta está apoyada

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vestigios domésticos lleva el arqueólogo a suponer que no es un espacio doméstico y por lo tanto que puede ser «algo» público (civil, religioso o político…). Es un hecho sumamente significativo el descubrir en medio de tolas habitacionales un recinto público que podía reunir a gente de elite dentro de un espacio no habitacional. En efecto, una construcción tan grande como la que apareció debajo de la tola J8 no debió lógicamente existir en un sitio común como lo sería una humilde aldea poblada solamente por campesinos o pescadores. Cabe satisfacerse con esta hipótesis general que reforzaría la idea expresada desde un principio. El hallazgo de la estructura sepultada y de las numerosas huellas de la construcción precaria que la protegía era otro argumento relevante para suponer un estatus elevado para Japoto. Es decir que fue más que un simple asentamiento y que tuvo con toda probabilidad un papel más importante, tal vez a manera de centro regional de control y poder. Finalmente, es obvio que gana mucho valor una ausencia notable: ningún otro sitio de importancia equiparable a Japoto parece haber existido en la región. Esto parece suficiente para calificar a Japoto como el mayor sitio en la llanura baja del Puerto Viejo.

3. MEDIO AMBIENTE Y RECURSOS EN LA ALIMENTACIÓN En el Periodo de Integración, la producción agrícola que sostiene los pueblos nativos es la base de subsistencia predominante, entre otros con el maíz y con en su lado este a un talud inclinado que se hunde a 3 metros de profundidad y forma un muro de contención o contrafuerte. Frente a la banqueta, al oeste, se extiende un espacio plano horizontal, quemado en totalidad por la caída del techo y de las paredes en llamas. Todo esto constituye un elemento de arquitectura interior, que es preservado hasta nuestros días. La hipótesis que se puede deducir de los datos es que ha existido encima de dicha construcción un gran techo construido en materiales vegetales secos que consiste en un armazón de cañas gordas (guadua) y cubierto de palmas. Esta «ramada» puede ser del estilo sencillo que todavía se usa en la construcción rural de las regiones costeras o bien de un estilo más fino y rebuscado puesto que estos materiales se prestan a muchos aspectos decorativos. De todos modos, un buen techo es indispensable para proteger la estructura de las abundantes y frecuentes lluvias del «invierno». Por un lado, el primer elemento arqueológico que aparece, a partir de 80 cm de promedio debajo de la cumbre de la tola revela la presencia de una pared de «adobes» hechos de tierra cruda, recubiertos de barro arcilloso. Luego, al extenderse la excavación para descubrir un máximo de vestigios fue claramente visible que todo el conjunto arquitectónico sepultado presentaba evidentes huellas de un incendio que endureció y fragilizó a la vez los elementos minerales (tierra arcillosa de los pisos, barro de los enlucidos, adobes). Los daños del fuego fueron importantes y afectaron a casi todo el espacio construido. No se puede saber si el incendio fue intencional o accidental. Este fue muy devastador porque, de ser un accidente, no fue posible apagar el fuego hasta que se quemaran todos los vegetales secos, probablemente por la falta de agua. Algunas paredes laterales estaban revestidas de quincha (caña + barro y fibras) como lo mostraban restos quemados con las improntas de vegetales. Se notó que se limpiaron las ruinas puesto que la mayor parte de los escombros calcinados han desaparecido. Pero no se reconstruyó en el lugar la misma arquitectura y, al contrario, se abandonaron los vestigios de tierra. Por lo tanto para protegerlas (o esconderlas) se ha acumulado una enorme cantidad de cascajo y tierra de relleno que resultó formar el núcleo de la tola J8. Es notable ver que dicha decisión se asemeja a la costumbre frecuente (en otras culturas) del enterramiento ritual de los templos y de la arquitectura monumental.

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otros alimentos vegetales específicos de la región. Pero, una gran parte de las proteínas animales provienen del agua. Quiero insistir en los importantes recursos naturales del medioambiente acuático para la gente de Japoto. En primer lugar fueron incluidos todos los peces cuyos vestigios (espinas, escamas, huesos) han sido descubiertos en grandes cantidades en la mayoría de las tolas excavadas. El estudio que realizó Philippe Béarez fue sumamente llamativo: si bien predominaban especies del mar litoral o del estuario, existían también algunas especies que no solían acercarse a las costas y que se obtenían usualmente mar adentro. Se confirmó, por lo tanto, la capacidad de navegar lejos de las playas y no solamente por medio de la pesca con redes desde el litoral. Para toda la cultura manteña la existencia de fibras vegetales como el algodón nos permite sustentar la hipótesis de fabricación de cuerdas para redes y sedales. También existen varios ejemplos de anzuelos de cobre, descubiertos en Japoto, que sustentan la hipótesis de la pesca. Por otra parte, es preciso notar que Béarez reconoció que los restos de fauna que él pudo estudiar indicarían más bien que el tamaño de los peces consumidos era importante: es decir que hubo probablemente una selección para favorecer presas de buen peso y no peces más pequeños, tal vez de menor valor. En este caso sugerimos que la mejor parte de la pesca llegaba al sitio Japoto, o sea alimentaba a las elites y gentes de alto rango, mientras que los pescadores se quedaban con los peces menos atractivos, como suele suceder hoy. Actualmente, es muy llamativo ver que la pesca diaria que se practica en las playas de San Jacinto y San Clemente, desde la misma orilla de la playa, produce una cantidad de menudos peces que ni siquiera entran en el consumo humano y se venden para hacer harina de pescado. A continuación vienen algunos datos que pudieron ser establecidos por Béarez sobre la fauna ictiológica de Japoto (cuadro 1): «Se han identificado alrededor de 50 taxones distintos. De ellos, 4 taxones son tiburones, o sea peces cartilaginosos. En el resto predominan los carangidaes (casi un 30 % de los determinados): - Caranx caninus – burro - Selene spp. – caras - Caranx otrynter – cojinova Luego son numerosos también los sphyraenidés, o barracudas: - Sphyraena spp. – picudas Y las siguientes familias (hasta 8 % de los determinados): - los haemulidaes – roncadores - los scombridaes – atún, bonito negra, rayada, albacora - los ariidaes – bagres» (Béarez,2006). En segundo lugar, los restos de moluscos comestibles abundan en los niveles arqueológicos. Entre otros, destaca la anadara tuberculosa (o concha negra) tan popular en nuestros días y que se obtiene en los suelos lodosos de los manglares. También hay ostras, ostiones, algunos otros bivalvos (almejas), conos y caracoles.

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Japoto: sitio manteño residencial de la costa central de Manabí Cuadro 1 – Frecuencia de grupos o familias de peces, en número de restos determinados (NR) número mínimo de individuos (NMI) y peso de restos en gramos (P) NR

NMI

P (g)

Carangidae

29,8 %

28,2 %

44,6 %

Sphyraenidae

12,9 %

12,2 %

5,5 %

Haemulidae

10,3 %

10,2 %

3,5 %

Scombridae

10,1 %

7,7 %

4,2 %

Ariidae

8,0 %

7,5 %

8,9 %

Sélaciens

7,4 %

7,5 %

6,8 %

Tetraodontidae

5,5 %

8,0 %

7,2 %

Sciaenidae

3,7 %

5,5 %

7,7 %

Malacanthidae

3,3 %

3,6 %

2,2 %

Lutjanidae

3,1 %

4,7 %

5,9 %

Polynemidae

2,2 %

1,1 %

0,6 %

Clupeidae

0,7 %

0,6 %

0,2 %

Synodontidae

0,7 %

0,3 %

0,1 %

Triglidae

0,6 %

1,1 %

0,5 %

Hemiramphidae

0,6 %

0,3 %

0,1 %

Serranidae

0,4 %

0,8 %

0,8 %

Centropomidae

0,1 %

0,3 %

0,9 %

Sparidae

0,1 %

0,3 %

0,3 %

Coryphaenidae

GRUPO O FAMILIA

0,1 %

0,3 %

0,2 %

Total determinados

672

362

926,5

Indeterminados

429

-

107

1 101

362

1 033,5

Total general

La existencia actual de vestigios de manglar en la punta norte del estuario nos indica que no había dificultad para recolectar dichos moluscos comestibles cuando los manglares tenían una mayor extensión, no muy lejos de Japoto en tiempos precolombinos. También, suponemos el consumo de crustáceos por su abundancia natural (langostinos, camarones, cangrejos…). Finalmente, un molusco especial como alimento son los caracoles terrestres comestibles, recolectados en épocas húmedas del invierno. Estos se han encontrado en varios basureros de Japoto, son de buen tamaño y a veces tan numerosos que no hay duda sobre su consumo. Por otra parte, no podemos descartar el papel de una cacería de animales terrestres (venados, roedores, aves, reptiles…). En conclusión, es obvio que para los grupos del litoral pacífico, la pesca y la recolección de alimentos marinos han sido una riqueza importante que permitió

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su buen desarrollo. La agricultura costera tenía grandes riquezas alimenticias como el maíz, los fréjoles y otras leguminosas, la yuca, el maní, muchas frutas. Además la presencia de venados y varios animales terrestres podía complementar una dieta ya generosa y variada. Se puede suponer que la escasez de agua para el riego y para el consumo fue un obstáculo mayor, aunque la construcción de canales de riego y de «albarradas» (o jagüeyes) mejoró las condiciones naturales (Marcos et al., 2004).

4. VESTIGIOS CULTURALES: DE LO UTILITARIO A LO SUNTUARIO Entre los vestigios materiales descubiertos en las excavaciones, sobresalen los artefactos de cerámica, y sobre todo los recipientes. Se refiere nuevamente al estudio dedicado a la cerámica realizado por K. Stothert. Ella señala con mucho énfasis que no es homogénea la cerámica de los recipientes puesto que existe una importante cantidad de «vajilla de etiqueta», según sus propias palabras (Stothert, 2006). Así, la cerámica de Japoto nos revela también un alto estatus que se puede interpretar como la evidencia de una población de elite conforme a nuestra hipótesis de trabajo mencionado al principio del estudio. Obviamente, en toda residencia de elite, deben coexistir ambas clases de vasijas: «la vajilla culinaria» y la «vajilla doméstica común» que no aparecen en los eventos ceremoniales o rituales y «las vasijas suntuarias o de etiqueta». En Japoto, es impresionante la cantidad de adornos y de motivos decorativos presentes en las vasijas, cuando, por lo general, la cerámica manteña no es precisamente de las más adornadas y decoradas. Después del estudio de K. Stothert, dos temporadas de excavación han aportado más materiales y quiero agregar nuevos datos a su estudio, aunque este sigue vigente en general. Confirmamos la relativa abundancia de elementos que pertenecen más bien a la vajilla decorada, o sea «de etiqueta», y vale la pena evocar aquí ejemplos llamativos de decoración para ilustrar este aspecto.

4. 1. Decoraciones figurativas en relieve Se trata de un tipo de decoración que viene a «personalizar» las vasijas y que las hace únicas puesto que cada motivo está hecho individualmente (fig. 7). Sin embargo hay algunas categorías que se pueden reconocer. Una categoría especial es la decoración con «mascarones» utilizada frecuentemente como adorno sobre la pared externa de una vasija: una cara humana estilizada en la cual se detallan con relieves cóncavos y convexos los ojos, la nariz, la boca y a veces las orejas, con elementos suntuarios como aretes, bezotes o narigueras. Otra categoría es la figuración modelada de la cabeza de un personaje humano (a veces, con torso), hecha en relieve tridimensional, que forma una parte específica de una vasija. En el caso de las «compoteras», es frecuente que la parte media, más

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Figura 7 – Decoraciones antropomorfas en relieve sobre la cerámica de Japoto

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estrecha, tenga este tipo de decoración. Las facciones humanas se representan de forma exagerada o bien estilizada. Finalmente, existen algunas evidencias de vasijas modeladas de forma figurativa. Sus paredes muestran en relieve una cara humana un poco a manera de las vasijas «retrato». También es frecuente el uso de un adorno modelado estilizado de forma animal. En Japoto, el más abundante representa un ave marina, el pelícano, con su largo pico que reposa sobre la garganta. En este caso la frecuencia de la representación de este animal puede corresponder a un papel especial del ave, tal vez como animal preferido, simbólico o totémico, puesto que en otros sitios parece que no hay representaciones de pelícanos sino de otros animales como zarigüeyas.

4. 2. Decoraciones gráficas figurativas: motivos pintados y grabados de estilo graffiti En este renglón debemos también poner aparte las decoraciones «figurativas» que son poco comunes y pueden ser indicios de un estatus de importancia para las vasijas. Sin embargo, en el caso de los grabados graffitis puede existir una duda sobre su presencia sobre la vasija «en vida» o sobre la realización del motivo inciso sobre un tiesto después de la «muerte» de ella. O tal vez han existido las dos modalidades: ejecutar el graffiti sobre la vasija y ejecutarlo sobre un tiesto después de la rotura de la vasija (fig. 8A y B). Al parecer, los motivos figurativos pintados se han hecho con destreza, cuidadosamente y s modeladprogramada. No son muy numerosos ni hay motivos enteros completos, sin embargo reconocemos muy claramente tres casos «excepcionales»: una representación humana (de la cual queda solamente una parte del personaje de pie) y sos representaciones de aves vistas de perfil con un pico fuerte y voluminoso. En los tres casos se nota el contraste entre un gris muy negruzco con un gris más claro que forma una especie de «blanco y negro» (en positivo o en negativo). En todos los casos, el artista-artesano realiza un motivo sobre una parte de la vasija relativamente plana, su tamaño es relativamente pequeño y afecta solamente una parte de la vasija, aunque puede ser asociado a otros motivos no figurativos. En cambio, los motivos grabados graffitis tienen un tipo de ejecución menos cuidadosa (tal vez se debe también a la dificultad de grabar sobre una superficie resistente). La palabra graffiti expresa muy bien el aspecto espontáneo, menos cuidadoso, aunque se puede a veces reconocer una libertad y un estilo naif muy llamativos. La verdad es que parece difícil interpretar bien estamodema tan especial de decorar las paredes de cerámicas. Entre los demás vestigios materiales que se han descubierto, algunos pueden ser interpretados como los indicios de la presencia de gente de varios niveles sociales. Todos estos se pueden agrupar bajo el epígrafe de elementos para modificar la apariencia humana tan importante al parecer para significar el estatus de los

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B

C

Figura 8 – A: Cuadrúpedo inciso sobre cerámica B: Dragón inciso sobre cerámica C: Sello estampador

personajes. Podemos tomar el ejemplo de los adornos corporales que muy a menudo se tallaron en concha de moluscos marinos o dientes de tiburón. No se trata de objetos de gran tamaño ni de objetos complejos elaborados con muchos elementos. También existen varios ejemplos de «sellos» para estampar motivos

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sobre la piel4 o sobre ropa y telas (fig. 8C). Otros elementos insignes de estatus son posibles adornos faciales de metal (cobre) (¿narigueras?). Es también notable el hallazgo de una pinza de cobre: esta suele ser considerada en la literatura como una pinza para depilarse el vello corporal, lo que también modifica la apariencia.

5. PRÁCTICAS CULTURALES: DE LA VIDA A LA MUERTE En varias de las tolas estudiadas se han descubierto sectores funerarios. Unos parecen ser una reorganización posterior de huesos humanos o sea enterramientos secundarios y otros parecen corresponden más bien a enterramientos primarios que se han hecho de forma provisional (tola J7) o definitiva (tola J6) (fig. 9). Por lo general los enterramientos descubiertos carecen de ofrendas dispuestas con el cuerpo de los difuntos, salvo algunos casos de posibles ofrendas sencillas y sin valor5. En el caso de la tumba en la tola J6, el esqueleto viene acompañado de unos fragmentos de cerámica (tiestos) sobre los huesos y no es por lo tanto una ofrenda mayor. La literatura especializada no documenta hallazgos de sepulturas manteñas especialmente ricas, como las que se han descubierto en los países vecinos de Colombia y Perú, e inclusive en el mismo Ecuador, sobre todo para culturas anteriores al Periodo de Desarrollo Regional. Es de destacar que a veces se supone que las sepulturas de la elite no se localizan en sitios de vivienda sino en lugares aislados (Stothert, comunicación personal). Japoto podría ser un ejemplo más que ilustra la ausencia de tumbas ricas junto a las habitaciones. Sin embargo, en la tola J7, aparentemente un montículo natural utilizado con fines mortuorios, con 20 individuos de varias edades, se han descubierto tres elementos relevantes. Por un lado se trata de dos figurines de cerámica relacionados con una sepultura de niño: ambos figurines son macizos y modelados. Uno representa un batracio, otro una mujer desnuda con un abdomen voluminoso, significando que la mujer está encinta. Para Delabarde (2006), su asociación con una sepultura podría tener un significado de promesa o de deseo de una nueva fertilidad, tomando en cuenta además que a menudo los batracios son reconocidos símbolos de la fertilidad en el mundo prehispánico. De ser así, tendríamos un caso claro de la asociación de

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cronistas dicen que la gente tenía tatuajes corporales o «cara labrada». Es preciso preguntarse si esto no fue una interpretación errónea de motivos impresos sobre la piel con los sellos de cerámica. 5 Es notable que pocos enterramientos corresponden a la totalidad de los esqueletos de los individuos: es decir que faltan algunos huesos y, a veces, hasta la misma cabeza. Es posible que la «pérdida» de una parte de las osamentas tuviera lugar al pasar los esqueletos de un lugar a otro, lo que puede suceder al vaciar una sepultura para depositar los huesos en una urna (reducción de sepultura) o para conformar un «paquete» funerario... También es posible que el difunto no fuera enterrado desde el principio con la totalidad de sus huesos como en el caso en una sepultura de la tola J7 donde se descubrió un cuerpo extendido de cúbito dorsal pero sin la cabeza. Esta no apareció en este lugar, aunque se encontraron dientes humanos con los huesos. El estudio de los vestigios humanos estuvo a cargo de la antropóloga Tania Delabarde, quien excavó además las sepulturas de la tola J7 (Delabarde, 2006).

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Figura 9 – A: Sepultura primaria (Tola J6); B: Urna funeraria y huesos (Tola J6); C: Huesos largos (Tola J7)

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restos humanos (o sea de la muerte) con una evocación de la vida por nacer, tal vez en reemplazo de la criatura difunta. En otro caso, en el fondo de un recipiente cerámico incompleto se ha descubierto un conjunto de 32 cuentas de spondylus, todas con una perforación cónica (fig. 5B). Esto podría constituir el segundo ejemplo de ofrenda singular en el sitio. Sin embargo, no queda muy clara la asociación: la ofrenda fue descubierta en una fosa de planta circular, en las cercanías del sector mortuorio del montículo J7, pero no junto a una sepultura precisa. Por lo tanto, en Japoto (por lo menos, en estas excavaciones) es notable la ausencia de enterramientos con un importante ajuar funerario de valor. Puede ser el indicio de que los más poderosos difuntos se han sepultado aparte en tumbas especiales y fuera del mismo sitio habitacional, como dijimos anteriormente.

6. POSIBLES INTERPRETACIONES En Japoto, las investigaciones concurren en dar la imagen de un pueblo donde se han dado actividades diversas, algunas de las cuales no serían precisamente propias de una sencilla aldea poblada de trabajadores populares. Para esta zona, no tenemos registro de nombres de otros pueblos cercanos ni de verdaderos hallazgos científicos de aldeas precolombinas. Según toda lógica, es obvio que la llanura baja del río Puerto Viejo necesitaba ser controlada. Además, sus oportunidades logísticas no podían ser desaprovechadas: cercanía del medio acuático para la pesca y para el comercio marítimo, presencia de buenas tierras aluviales para la agricultura. Raramente estas condiciones favorables se presentan juntas en estas regiones y los manteños supieron sacar ventaja de ellas creando el pueblo de Japoto. Más al norte, la presencia de acantilados hasta Bahía de Caráquez se suma a la ausencia de ríos hasta el Chone impidiendo crear un asentamiento importante. Más al sur, el relieve de la costa tampoco se presta a recibir un pueblo importante. Además, es muy probable que la esfera de control territorial por parte de la Jocay manteña (hoy, Manta) se ejerciera varios kilómetros hacia el norte de dicha ciudad. Es notable que en la actualidad, el pueblo de Charapoto, ubicado a escasos kilómetros del sitio arqueológico hacia el interior del valle, retoma parte del papel jugado anteriormente por el asentamiento prehispánico, mientras los balnearios de San Jacinto y de San Clemente cumplen con la actividad pesquera pequeña. Por varias razones la ciudad de Puerto Viejo, que es ahora la capital provincial del Manabí, se alejó del mar pero se mantuvo a la orilla del mayor río de la región para seguir conectada con el mar. Toca ahora evocar las palabras más de moda que son las de señoríos y caciques. Se repite desde hace mucho tiempo que la mayoría de los grupos precolombinos complejos de los Andes fueron organizados en «jefaturas» o sea cacicazgos, también llamados «señoríos». En la región manteña se suele considerar que hubo por lo menos 3 grandes cacicazgos, entre los cuales el de Salangone tuvo prelación

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en varios estudios hasta hacerse famoso tal vez por su importancia efectiva y tal vez por haber tenido la «suerte» del encuentro de un barco español con una de las balsas de este señorío. De allí nació la fama del cartel del mullu, de la liga marítima y otros nombres que buscaron resaltar su importancia en el pasado. De tal modo que casi es un paso obligado cuestionarse por lo menos sobre los señores manteños. Parece difícil tomar el ejemplo de los cacicazgos de la América andina tardía para buscar sus orígenes en épocas cronológicas muy remotas. Pero tratándose ahora de los últimos diez siglos antes de la Conquista, parece más aceptable la referencia a los supuestos señoríos. No hay duda de que estas poblaciones costeras tuvieron un nexo predilecto con el mar. En su mayoría, los pueblos de la costa encontraban proteínas en el océano y en la playa. Pero no en todas la regiones se enfatizaba su carácter de pueblos navegantes: entre estos sobresalen, en el Perú, los comerciantes pescadores de Chincha y los tumbesinos, en el Ecuador, los puneños (o punaes) y los manteños huancavilcas. Es muy interesante ver que estos últimos dominaron la zona de vida natural del spondylus que fue objeto de un comercio tan especial en los Andes. Todos conocen ya las páginas escritas sobre el tráfico de mullu y los demás intercambios realizados por los manteños. No hay inconveniente alguno en interpretar el periodo Atacames tardío como una posible evidencia de sus incursiones en la costa norte del Ecuador (y aun del sur de Colombia). Sobre todo si se considera que el tráfico del mullu tuvo que responder a una mayor demanda en los tiempos tardíos como parece ser demostrado6 (Noriega, 2007). Si el Señor de Chincha (dentro del imperio Inca) era muy poderoso y se desplazaba cargado en andas en presencia del Inca Atahualpa, es porque su flota de varios miles de balsas autorizaba este privilegio único. Por lo tanto cabe relativizar el poder de los Señores manteños, sin aminorarlo tampoco. A la par de los pueblos de la Sierra y de la Selva, los pueblos de la Costa también supieron dominar y superar los obstáculos naturales de su propio medio ambiente. A diferencia de los pueblos serranos que supieron calcular las épocas favorables para las siembras, adaptar sus cultivos a las vertientes y los cultígenos a la altura, los pueblos costeños han desarrollado también una agricultura específica de tierras áridas. Pero también se dedicaron a adaptarse al peligro del mar, de sus tormentas y de la fuerza de las olas. Estos aspectos, entre otros logros, les aportaron su riqueza y su dominio, no sobre las tierras sino sobre el mundo acuático y marítimo, llegando a formar un desarrollo cultural y económico digno de nuestra admiración. La riqueza de los pueblos marítimos vino de la posibilidad de sacar gran cantidad de alimentos del océano y también de comerciar a media 6

«[…] alrededor del 600 DC hay cambios drásticos en la forma en que el Spondylus era importado a los Andes Centrales […] El más relevante de estos cambios […] es el cambio que Shimada nota en la parafernalia ritual, en particular con respecto al alto incremento de conchas Spondylus» (Noriega, 2007). A continuación, el autor señala que hubo otro aumento significativo en la importación de conchas Spondylus en el Periodo Intermedio Tardío, especialmente de la cultura Chimu.

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y larga distancia sin la necesidad de entrar en territorios hostiles. En efecto, para poder efectuar un transporte terrestre se necesita el control absoluto de las rutas y territorios, es decir, se tiene que tener el paso libre y se debe transitar en terrenos seguros o aliados. En cambio, el comercio marítimo necesita solamente tener un puerto de salida y un puerto de destino seguros sin tener temor a pueblos belicosos. La cosa parece sencilla pero requiere la capacidad de navegar a veces durante un largo plazo y poseer la pericia especializada que tuvieron los pueblos costeros navegantes del Pacífico andino. Es posible que en la jerarquía de los señoríos manteños, Japoto no tuviera un rango equiparable a Agua Blanca, posible capital del famoso señorío de Salangone. Nadie dijo que los señoríos y señores manteños tuvieran el mismo rango y más bien podemos pensar que existían unos fuertes y mayores, mientras otros se mantenían a un menor nivel como fue el caso en otras regiones andinas. Hasta ahora es difícil proponer interpretaciones más complejas, pero tal vez el estudio de Japoto lleve a conocer mejor la organización social, económica y política de los manteños. Por otra parte, se nota que las formas de aprovechar el medio ambiente han variado mucho desde la época de la Conquista. Al contrario de lo que ocurre con el asentamiento Jocay/Manta, Japoto es un caso que muestra el desplazamiento de un lugar a otros lugares para la vivienda humana y para las manifestaciones concretas del poder. Sin embargo, esto tiene una inmensa ventaja para la cultura del presente. En efecto, mientras en Manta no subsiste nada visible de la Jocay prehispánica, Japoto conserva sus vestigios del pasado precolombino casi intactos. Se debe insistir sobre un hecho evidente: en Japoto, los montículos son la traducción en el espacio de la ocupación humana precolombina que ha modificado de forma definitiva el paisaje natural. No es tan común en el Ecuador tenerlo claramente a la vista y de fácil acceso. Vuelvo a subrayarlo aquí puesto que Japoto es una excelente muestra de la forma cómo las poblaciones nativas han intervenido sobre el paisaje. Es cierto que las tolas no son «ruinas» espectaculares como los edificios incas o mayas pero todavía están a la vista y es un deber conservarlas así. En efecto, destruirlas para establecer salineras, camaroneras o cultivos modernos, no es solamente cambiar el paisaje sino borrar de la memoria la vida de los antepasados nativos, o sea cometer uno de los peores atentados a la cultura humana. Mejor dicho, es aceptar que la parte nativa e indígena de las raíces culturales del país desaparezca en beneficio de intereses económicos que las desprecian por completo. El juicio del futuro en cuanto a esto puede ser distinto de la indiferencia actual y pasada sobre esta destrucción. Se ha intentado aportar las pruebas de que estos vestigios tienen valor y merecen ser estudiados y conservados para guardar presentes los logros de los amerindios del Ecuador. Para terminar, conviene comunicar una noticia alentadora que puede aportar esperanzas sobre esta conservación. El 18 de septiembre de 2008, el municipio del Cantón Sucre declaró que Japoto (o sea la finca donde excavó el equipo) se reconocía como un espacio cultural, arqueológico y ambiental. Por lo tanto se prohibían en el lugar actividades que ponían en peligro los vestigios culturales:

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cultivos, remoción de tierra, arado, etc. Para todo el grupo de investigación y para todos los que valoran el pasado precolombino fue un acontecimiento de gran importancia que abría el paso a una perspectiva muy positiva para el porvenir del sitio.

Referencias citadas BOUCHARD, J.-F., FUENTES, F. & LÓPEZ, T., 2006 – Aldeas y pueblos prehispánicos en la costa de Manabí: Chirije y Japoto. Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines, 35 (3): 243-256. BÉAREZ, P., 2006 – Rapport de mission en Équateur : étude des vestiges osseux de la faune marine du site de Japoto. Informe interno, sin publicar. DELABARDE, T., 2006 – Una secuencia de patrones funerarios manteños en la provincia de Manabí. Primeros resultados de la tola J 7 (Japoto). Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines, 35 (3): 313-320. ESTRADA, E., 1957 – Prehistoria de Manabí, 176 pp.; Guayaquil: Archivo Histórico del Guayas. GUINEA, M., 2006 – Un sistema de producción artesanal de cuentas de conchas en un contexto doméstico manteño: Japoto. Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines, 35 (3): 299- 312. MARCOS, J., ALVAREZ, S., VEINTIMILLA, C., TOVAR, O. & VALVERDE, F., 2004 – Las albarradas del Ecuador, 372 pp.; Guayaquil: ESPOL. MORALES Y ELOY, J., 1942 – Atlas del Ecuador; Quito: Ministerio de Relaciones Exteriores. NORIEGA, A., 2007 – El intercambio de Spondylus a lo largo de la costa sudamericana de acuerdo al registro arqueológico. In: II Congreso ecuatoriano de antropología y arqueología (S. García Serrano, ed.): 433-460; Quito: Abya-Yala. SAVILLE, M., 1907 – The antiquities of Ecuador, vol. 1; New York: Heye Museum. STOTHERT, K., 2006 – La cerámica de etiqueta de las tolas de Japoto (costa de Ecuador). Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines, 35 (3): 265-298. TOUCHARD, A., 2006 – Una casa manteña puede esconder otra. Evaluación preliminar de la tola J6 de Japoto (Manabi). Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines, 35 (3): 285-298.

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (3): 503-530

Manabí, Ecuador: la estructura 1 del montículo J8 del sitio manteño de Japoto

Un edificio enterrado ritualmente: la Estructura 1 del montículo J8 del sitio manteño de Japoto, Manabí, Ecuador Mercedes Guinea* Resumen El año 2007, durante los trabajos de campo del Proyecto Manabí Central en Japoto, se localizó una estructura que se había conservado, a pesar de la fragilidad de sus materiales de construcción, ya que fue enterrada intencionalmente debajo de toneladas de tierra y cascajo traído del estero cercano, visualizándose en el terreno como uno más de los montículos habitacionales del sitio. Un primer sondeo del montículo J8 reveló algunos de los elementos arquitectónicos de la E1, conformada básicamente por una plataforma baja encima de la cual se encontró un recinto rectangular delimitado por un murete escalonado, una pared con un zócalo adosado y un grueso muro, quedando abierto al oeste por uno de su lados largos. En este artículo se brindan los resultados de la campaña arqueológica del 2008, su valoración e interpretación preliminar. Palabras clave: arqueología, Ecuador, Japoto, arquitectura de tierra, manteño, entierro de templos

Un édifice enterré de façon rituelle : la Structure 1 du monticule J8 du site manteño de Japoto, Manabí, Équateur Résumé En 2007, les fouilles du Projet Manabí Central sur le site de Japoto, ont permis de localiser une structure qui avait été conservée, malgré la fragilité de ses matériaux de construction, grâce à un enterrement volontaire sous des tonnes de terre et de gravier provenant de l’estuaire tout proche. Cette structure fut identifiée comme un nouveau monticule d’habitation du site. Un premier sondage du monticule J8 a permis de mettre à jour quelques éléments architectoniques de la Structure 1, qui se compose *

Profesora Titular, Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Historia de América II, Facultad de Geografía e Historia: C/ Profesor Aranguren s/n - 28040 Madrid, España. E-mail: guinea@ghis.ucm.es

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Mercedes Guinea essentiellement d’une plate-forme basse au sommet de laquelle se trouve un espace rectangulaire délimité par un muret échelonné, une paroi avec une plinthe adossée et un mur très épais, restant ouvert à l’Ouest sur l’une de ses longueurs. Cet article offre les résultats de la campagne de fouille archéologique de 2008, leur examen ainsi qu’une interprétation préliminaire. Mots clés : archéologie, Équateur, Japoto, architecture de terre, Manteño, enterrement de temples

A Ritually Buried Manteño Building: Structure 1, Platform J8, Japoto, Manabí Province, Ecuador Abstract During the 2007 field season of the Central Manabí Archaeological Project has been discovered a structure which, despite the fragility of its construction materials, was preserved by ritual entombment under tons of dirt and coarse gravel brought from a nearby streambed. The first test pit in Platform J8 exposed some of the architectural features of Structure 1. Excavation revealed a low platform on top of which was built a rectangular enclosure defined by a stepped wall, another wall with a buttressed base, and a very thick wall, leaving the long west side open. In this paper the results of the 2008 field work are presented, including a preliminary evaluation and interpretation of the structure. Key words: Archaeology, Ecuador, Japoto, earthen architecture, Manteño, entombment of temples

INTRODUCCIÓN El año 2007, cuando apenas quedaban siete días para la finalización de los trabajos de campo que, durante cuatro años, venían llevando a cabo los miembros del Proyecto Manabí Central en el yacimiento arqueológico de Japoto, el equipo de la Universidad Complutense de Madrid, dirigido por la autora, localizó una estructura de tierra, adobe, quincha1 madera y caña. Esta estructura se había conservado, a pesar de la fragilidad de sus materiales de construcción, debido a que fue enterrada intencionalmente debajo de toneladas de tierra y cascajo traído del estero cercano, visualizándose en el terreno como uno más de los montículos habitacionales del yacimiento. Como la mayor parte de ellos, ha sido tractorado, sembrado, y huaqueado repetidamente sin que, afortunadamente, la estructura que ocultaba hubiera sido gravemente afectada hasta el momento (fig. 1). El

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La voz quechua quincha tiene un uso doble que puede dar lugar a equívocos. Por un lado, se denomina así a todo un sistema constructivo que consiste fundamentalmente en una estructura vertical de madera con un entramado horizontal de caña picada cubierta por uno o dos lados con una mezcla de arcilla, arena, paja seca y agua. Por otro lado, el término se utiliza para referirse solo a la mezcla con la se que cubre la caña, la cual puede ser empleada para otros usos. En el Manabí actual, quincha es arcilla, arena, paja seca y agua mezclada con los pies y enquinchar el proceso de cubrir las paredes de caña con esta mezcla. Con este último significado es con el que empleo el término en el texto.

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Figura 1 – Vista de la Estructura 1 debajo del montículo J8 de Japoto Foto: M. Guinea

afortunado hallazgo obligó a prorrogar los trabajos de campo una temporada más (junio-julio de 2008) con el objetivo principal de excavar dicha estructura (E1), cuyos resultados preliminares son el objeto de este artículo. Tanto los materiales constructivos de la Estructura 1, como su estado de conservación son excepcionales en la costa del Ecuador donde la arquitectura de tierra está poco documentada, lo cual no es de extrañar dadas las condiciones climáticas y lo sensibles que son a las lluvias estos materiales. No obstante, se encuentran montículos de tierra (tolas) de muy diversas alturas y funciones en todos los períodos prehispánicos. Muchos de ellos sirvieron como basamentos de edificios de carácter público o religioso, algunos solamente conocidos a través de las representaciones cerámicas. Ya desde principios del tercer milenio a. C. tenemos en el sitio Valdivia de Real Alto montículos ceremoniales de tierra en cuya cima se levantaron edificios especiales de bahareque2, que recibían reconstrucciones periódicas en las cuales iban quedando encapsulados los edificios anteriores (Marcos, 1988: 31-41). En los niveles del Formativo Tardío de Salango, encontramos un proceso similar de sucesivas reconstrucciones de un recinto ceremonial, conformando una plataforma cada vez mayor (Lunniss, 2007). Encontramos modelos cerámicos de casas o templos, que se levantan sobre plataformas, en las culturas Chorrera, Tolita y Jama Coaque. Por su parte, Jijón y Caamaño (1997 [1952]: 104-105) nos ha dejado planos de grandes montículos de base rectangular, pertenecientes a la culturas Bahía y Manteña, coronados por

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La voz taina bahareque tiene el mismo uso equívoco que la de quincha y se refiere también a un sistema constructivo de la familia de los entramados, aunque difiere de la quincha en algunos aspectos técnicos, como el embutido del barro. En puridad, los sistemas constructivos bahareque y quincha solo son sinónimos cuando el primero es de encañado simple, sin embutido. No obstante, reciben uno u otro nombre dependiendo de las localidades, al igual que la mezcla de arcilla, arena, paja y agua, que cubre las cañas.

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edificios de cimientos de piedra. Más ocasional es el hallazgo de arquitectura de quincha como en la Estructura 1. Sin embargo, además del citado bahareque de Real Alto, el encuentro en la superficie del suelo de las estructuras mánteñas de Agua Blanca de grandes cantidades de baharaque3 quemado con impresiones de cañas y palos lleva a suponer a McEvan (2003: 262-269) que la parte alta de las paredes estaría fabricada de este material. Igualmente, encuentra indicios de que todo el exterior de los edificios estaría enlucido en el mismo barro. Incluso localiza en la esquina NE de uno de ellos los restos de una fachada modelada en bahareque. Menos frecuente que la construcción de plataformas de tierra o el hallazgo de restos de quincha (o bahareque), generalmente quemado, son las evidencias del uso de adobes en la costa del Ecuador. McEvan (2003: 266) en Agua Blanca y Marcos (1981: 58-59) en La Loma de los Cangrejitos los han encontrado formando parte de refuerzos estructurales de las plataformas de tierra sobre las que se levantaban las edificaciones. Hasta el momento, parece ser que la Estructura 1 de Japoto es la primera conocida en la costa ecuatoriana en la que los adobes forman parte de la arquitectura del edificio. En otro orden de cosas, la excepcionalidad de los materiales de construcción, la ausencia de restos de actividad y las propias circunstancias de su entierro nos llevan a proponer una función ceremonial para la E1. El «entierro ritual» de edificios de carácter sagrado es una actividad de amplia tradición andina, que hinca sus raíces en la «Tradición Mito-Kotosh» (Felmand, 1992: 73-74), documentada en numerosos sitios del norte y centro del Perú desde el Arcaico Tardío como Caral (Shady & López, 2003) o Cerro Lampay (Vega-Centeno, 2005), continuando con fuerza en algunos lugares de la costa norte hasta la llegada de los españoles, mientras que en otros parece desaparecer a partir de Wari (Shimada, 1995: 28). Generalmente,, aunque no siempre, este entierro supone la construcción de otro de similares características encima, lo que hace que algunos autores prefieran llamarlo «renovación de templos» (Shimada et al., 2004: 535). Creo que dentro de esta renovación de templos se pueden enmarcar los ejemplos de superposición de plataformas en los sitios formativos ecuatorianos de Real Alto y Salango citados más arriba. Estos edificios sagrados se consideran repositorios del poder sobrenatural y por lo tanto deben de ser alimentados con ofrendas para mantenerlos vivos y «matados» ritualmente para remover este peligroso poder antes de enterrarlos. Todo el proceso lleva asociado una serie de actividades rituales de difícil interpretación en la excavaciones arqueológicas, entre otras cosas porque pudieron ser fácilmente destruidos en el proceso de construcción del nuevo edificio. Las ofrendas de fundación y dedicación de una casa o un templo son generalmente mejor reconocidas, quizás por tener un referente más próximo en nuestra propia cultura. No ocurre lo mismo con las ofrendas o depósitos motivados por el abandono y cancelación de su función o las dedicadas a su alimentación periódica para el mantenimiento de su poder. Incluso, los materiales de construcción y tapado de estas estructuras pueden tener componentes o significación especial. La 3

En este caso McEvan define bahareque como una mezcla de barro y arcilla.

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construcción de un edificio para uso ritual puede ser a su vez una actividad ritualizada (Vega-Centeno, 2007).

1. EL SITIO DE JAPOTO El sitio de Japoto citado por primera vez por Estrada (1957: 33; 1962: 28) como San Jacinto, es el único sitio con montículos que se ha preservado hasta la actualidad en la costa de Manabí y uno de los focos de atención del Proyecto Manabí Central, desarrollado desde el año 2003 por la Misión Francesa en el Ecuador en colaboración con la Universidad Complutense y el Cantón de Sucre (ver Bouchard en este mismo volumen). El yacimiento arqueológico se encuentra en las proximidades de la parroquia de San Jacinto, a 28 km de Bahía de Caráquez, situado 2 km hacia el interior desde la línea de la playa y cerca de la margen derecha de la desembocadura del río Portoviejo4. Los trabajos de prospección estiman en unas 60-80 hectáreas el área por la que se dispersan los restos arqueológicos, actualmente en un proceso de destrucción muy avanzado por la construcción y la expansión de las salinas y trabajos agrícolas mecanizados. Por razones operativas, las excavaciones del citado proyecto se han llevado a cabo dentro de una finca privada (19,7 ha) en la que aún se reconocen 60 montículos artificiales y restos de otros muchos ya destruidos. Las intervenciones arqueológicas durante las campañas 2004-2007 se han concentrado en su área NE en el que los montículos visibles, con una altura entre 1 y 5 m, tienen plantas rectangulares, ovaladas o redondeadas, alcanzando los más grandes hasta 60 m de largo por 20 de ancho. De los nueve excavados hasta el momento, siete parecen tener funciones habitacionales (Guinea, 2006a; 2006b; Touchard, 2006), uno funerarias (Delabarde, 2006) y el restante es el montículo J8 que cubre la Estructura 1. Los materiales recuperados en todos ellos están en proceso de análisis, pero los primeros resultados de los estudios cerámicos (Stothert, 2006) y las fechas radiocarbónicas, entre AD 617-1454, confirman su pertenencia a los dos períodos de la cultura manteña, aparentemente con un mayor grado de ocupación del sitio en el temprano5. En el caso concreto de la Estructura 1 del J8 la fechas obtenidas en la campaña de 2007 muestran un rango entre cal AD 1021 y AD 1278, siendo la más fiable y de más alta probabilidad (2 sigma 0,993396) la obtenida directamente de carbón sobre el piso cal AD 1021: cal AD 1186.

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GPS 0°17´ 37´´ sur; 80° 30´36´´. Más información sobre el Proyecto Manabí y sus resultados en la página web: http://macgalatea.sip. ucm.es/web/infoProyecto/manabicentral.php

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2. EL MONTÍCULO J8 Como hemos dicho más arriba, la campaña arqueológica de 2007 cerró el primer ciclo de las excavaciones del Proyecto Manabí en la zona, por lo que se decidió la intervención en el montículo J8 ya que este presentaba una forma exterior diferente al resto de los excavados en el yacimiento (fig. 2). Parece estar conformado por dos montículos superpuestos parcialmente, lo que le otorga una cierta singularidad. Este elemento sugiere una posible «tola con rampa» o la reocupación parcial de un montículo anterior. Con el fin de confirmar o rechazar estas hipótesis, se decidió realizar un primer sondeo que dio como resultado el hallazgo de una estructura enterrada (E1), de la que se pudo obtener una primera evaluación de tamaño, principales elementos arquitectónicos y materiales empleados en su construcción. A partir de esta, se planificó su excavación en la campaña 2008 cuyos resultados preliminares se presentan a continuación.

Figura 2 – Topografía del montículo J8 de Japoto Levantamiento: G. Clément

El montículo J8, cuyo eje largo orientado 20° E mide 60 m, se compone de dos cuerpos unidos, A y B, que se diferencian en sus alturas sobre el terreno y en su forma general, especialmente en la proporción entre el área de la base y la de la cima. El extremo norte, lo ocupa una plataforma (fig. 2 B), de base y cima rectangulares, con ángulos bien marcados. Mide 29 x 21 m en la base, 21 x 12 m en la cima y tiene en su extremo norte 80 cm de altura máxima sobre el terreno circundante, altura que va disminuyendo hacia el sur y llega a ser la mitad en su confluencia con el segundo cuerpo del montículo, A, al que se encuentra adosado.

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Esta forma, de base rectangular angulosa y cima plana solo se da, en el área de la finca objeto de los trabajos arqueológicos, en otros dos montículos, J1 y J2, los cuales son colindantes con el J8. Por su parte, el otro cuerpo (fig. 2A) ocupa algo más de la mitad sur del J8. Su área en la base es de 31 x 24 m y de 18 x 8,5 m en la cima. La altura sobre el terreno circundante es algo irregular: 1,32 m por el lado E, 1,60 m por el W, 1,30 m por el S y de 1,20 m al N, sobre la plataforma. A pesar de que su base y cima son también rectangulares, la diferencia entre ambas áreas y su mayor altura le dan cierta forma tronco piramidal con las esquinas redondeadas, el aspecto más común en los montículos del yacimiento.

2. 1. Excavaciones arqueológicas La intervención arqueológica del montículo J8 en la campaña 2007, una vez detectada la presencia de la Estructura 1 bajo la tola, consistió en unos pozos de sondeo realizados a lo largo de dos ejes que la cortaban de forma ortogonal orientados 20° E, a través de los cuales se pudo hacer una primera estimación del tamaño y situación de la Estructura 1. Como dijimos con anterioridad, en la campaña 2008 uno de los objetivos prioritarios de las excavaciones del proyecto fue la recuperación de la máxima información posible de la Estructura 1, no solo por la importancia del hallazgo para la interpretación del sitio, sino también porque, al estar en un terreno agrícola sin protección ninguna, el montículo está siendo tractorado y regado artificialmente de forma repetida con el consiguiente deterioro y pérdida de información, ya que en algunos lugares la estructura está a escasos centímetros de la superficie del terreno. Con la información obtenida por lo sondeos del año 2007 (Guinea, 2008), se planeó una excavación en un área del sector del montículo J8 (mitad W del cuerpo A) que cubría la Estructura l, con la finalidad de poder establecer la naturaleza de la estructura o estructuras arquitectónicas, así como para la recuperación de los contextos asociados, dejando como testigo 6 m en su parte centro sur. Para su control, el área de excavación (376 m2) se dividió en 4 unidades cuadriculadas en subunidades de 2 x 2 m. Estas unidades se rebajaron hasta los niveles de la Estructura 1, rescatando las evidencias de su proceso de tapado y efectuando un decapado de sus superficies y rasgos asociados (fig. 3). En algunas de las subunidades se realizaron cortes y sondeos por debajo de su nivel. También se tomaron numerosas muestras de los materiales constructivos para distintos análisis periciales, termoluminiscencia y C14, de las que solo disponemos de algunos resultados. Paralelamente a la excavación principal, se rebajaron los niveles superiores del cuadrante NE de la tola hasta el nivel del piso de la Estructura 1, evidenciando únicamente material de relleno. No se hizo lo mismo con el cuadrante SE, ya que se apreciaron signos de la posible existencia de otra estructura o de elementos constructivos del montículo que demandaban una excavación más detenida para la recuperación de la información. En el cuerpo B, se planeó un corte E/W, que no pudo concluirse por falta de tiempo. Los 6 x 2 m abiertos de la trinchera de sondeo y las profundidades alcanzadas

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Figura 3 – Área de excavación y localización de la Estructura 1 del montículo J8 Dibujo: N. Simonelli. Original: M. Guinea

(1,10 m), solo evidenciaron material de relleno. Fuera ya del área cubierta por el montículo J8, se abrió un pozo de sondeo (U2/A7) a 4,5 m, dirección W, del final del piso de la Estructura 1, que tampoco se alcanzó a completar y no aportó mayor información.

2. 2. Estratigrafía La estratigrafía del sector excavado revela que la construcción del montículo se enmarca dentro de un proceso de tapado o enterramiento de un edificio del cual forma parte la Estructura 1 y, aunque las capas presentan algunas variaciones en el espesor y densidad de algunos de sus componentes, son lo bastante uniformes en el conjunto del montículo como para poder describir el proceso, tomando como referencia uno de los perfiles E/W (fig. 4). Este perfil presenta una primera capa de tierra vegetal seguida de cuatro de relleno (tierra compacta, cascajo suelto, cascajo y arcilla con inclusiones y cascajo más compacto), un nivel de incendio y finalmente la estructura que cubren. Los elementos arquitectónicos que se observan en el perfil son: un murete escalonado de adobes, el talud reforzado de la plataforma roto en su parte superior, un piso de quincha cocida y la plataforma

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Dibujo: N. Simonelli. Original: M. Guinea

Figura 4 – Perfil E/W del montículo J8 de Japoto con la sección de la Estructura 1

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de tierra compactada sobre la que se levanta la estructura. Se distinguen tres secuencias constructivas de muy distinta naturaleza: la construcción del edificio, de la que me ocuparé detenidamente en el siguiente apartado, el tapado del edificio y las remodelaciones y rellenos para la formación del montículo tal y como aparece actualmente en el terreno. El «entierro del edificio» se llevó a cabo cubriendo la estructura con dos capas de cascajo6, sin material cultural más que ocasionales fragmentos cerámicos, separadas por una capa intermedia con restos de materiales de construcción. La primera de estas capas, en su contacto con el piso de la estructura, envolvió un área continua de 10 m2 y otras dos próximas de menor tamaño (fig. 5, R17) en la que se agrupaban adobes y fragmentos de grandes planchas de quincha, ambos con restos de enlucido de quincha cocida en uno o dos de sus lados. Parecían proceder del desmonte de alguno de los elementos arquitectónicos del edificio y fueron colocados sobre el primer escalón del murete y el piso cuando ya los cubría una ligera capa de cascajo. Un rasgo similar (fig. 5, R30) corre paralelo al muro sur, donde adobes de distintos materiales, enlucidos en ocasiones, se localizan a distintas alturas. A su vez, sobre el talud E de la plataforma se encuentran dispersos algunos adobes rotos o enteros, también revueltos con esta primera capa. Una vez cubierta toda la estructura de cascajo se procedió a una especie de «sellado» con una capa de cascajo mezclado con restos de materiales constructivos que incluyen fragmentos, no muy grandes, de quincha cocida y adobes, algunos carbones y tierra arcillosa amarillenta. Sobre éste se depositó una segunda capa de cascajo más suelto. Para darle al cuerpo sur del montículo J8 su aspecto actual, se añadió sobre el cascajo una última capa de tierra arcillosa compacta color amarillo claro con esporádicos fragmentos cerámicos y una potencia máxima de 75 cm en los extremos de la estructura. Es similar a las capas sucesivas de relleno que se encuentran en el resto de los montículos del yacimiento. No es posible saber si el montículo J8, en su apariencia actual, estaba terminado para sus constructores. La singularidad de su forma, que fue la que nos condujo a su excavación, no se explica en su totalidad por el tapado de la estructura. Cabe la posibilidad, muy difícil de probar, de que estuviera en un estadio de construcción parcial, cuyo objetivo final fuera rellenar y subir el cuerpo norte (fig. 2 B) hasta alcanzar la altura del sur (fig. 2A), con lo que el resultado final sería un montículo de base rectangular de la misma forma y tamaño que el colindante J1 con el que forma un ángulo recto perfecto, dejando un amplia plaza entre los dos. Finalmente, todo lo cubre una capa de tierra vegetal que ha sido removida y arada con regularidad, al menos en los últimos cinco años, conteniendo los restos de alimentación habituales en el yacimiento y fragmentos de cerámica fácilmente identificable como manteña.

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Este cascajo, sedimento de piedras blanquecinas deleznables, de pequeño tamaño en general, se encuentra en un estero cercano que rodea la finca. En ocasiones incluye nódulos irregulares más grandes de arcillolita que, por el peso, ruedan hacia la parte baja del declive de las capas.

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Dibujo: N. Simonelli. Original: M. Guinea, V. Wright

Figura 5 – Plano de la Estructura 1 del montículo J8 con todos los depósitos localizados en su excavación

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3. ANÁLISIS ARQUITECTÓNICO DE LA ESTRUCTURA 1 DEL MONTÍCULO J8 Los trabajos de campo de 2008 han servido para confirmar y completar la información sobre los elementos arquitectónicos identificados en la campaña anterior (Guinea, 2008) a la vez que para localizar otros que han aumentado en gran medida nuestro conocimiento acerca de la Estructura 1 del montículo J8. Lamentablemente, a pesar del esfuerzo de todos, obreros y miembros del proyecto, que trabajamos bajo la presión de la muy probable destrucción de las evidencias que no pudiéramos recuperar, no fue posible con el tiempo y los medios disponibles finalizar la excavación completa de la Estructura 1. Faltaron por revelarse en su totalidad algunos de los elementos arquitectónicos que la conformaron y mucha de la información que sería necesaria para la reconstrucción de todas sus fases y sistemas de construcción. En el estado actual de la investigación no es posible determinar si lo que estamos llamando Estructura 1 es un edificio exento o forma parte de otro de mayor complejidad.

3. 1. Morfología La Estructura 1 (fig. 6) se presenta como una plataforma rectangular de 1 m de grosor, reforzada en talud en sus vertientes E y N, encima de la cual se encuentra un recinto7 orientado 20° E. Este se encuentra delimitado por un murete escalonado al E, una pared con un zócalo adosado al N y un muro de gran grosor al S, en el cual se abre un vano de acceso en rampa, quedando aparentemente abierto el recinto por su lado W8. Su espacio interior, 20,80 x 6,75 m, queda bien delimitado por los volúmenes que lo rodean y un piso de quincha cocida. Sin embargo, el límite W de la plataforma artificial se encuentra fuera del área excavada, faltando por determinar si es un elemento exento o se encuentra adosada a otro montículo natural o artificial. En el piso del recinto y en la base del talud de la vertiente E de la plataforma, hay huellas de los soportes de la techumbre, cuyos restos quemados o calcinados cubrirían la mayor parte de la estructura. El talud E de refuerzo de la plataforma, que alcanza la cabecera del murete y cubre su paramento exterior, presenta una amplia rotura en la que puede haberse encajado algún otro elemento arquitectónico, desmontado antes del incendio de la estructura, al que pudieran pertenecer algunos de los restos de construcción que se encontraban sobre el piso (fig. 5, R17 y R30).

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Hablamos de un único recinto, ya que sabemos por los sondeos que el murete aparece bajo el testigo no excavado, aunque no hay que descartar que pueda existir algún elemento divisorio sobre el piso. 8 Es posible que una fuerte inclinación de la techumbre funcionara a modo de cerramiento por este lado.

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Estaba completamente cubierta por una capa de quincha cocida. Dibujo: N. Simonelli. Original: M. Guinea, V. Wright

Figura 6 – Plano de la Estructura 1 del montículo J8

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3. 2. Elementos arquitectónicos, técnicas y materiales de construcción Un aspecto destacable de la Estructura 1 es la variedad de sistemas constructivos de arquitectura de tierra que combina en un solo recinto de morfología simple: apisonado, adobe y quincha. Esto hace muy difícil una descripción general, así que incluimos los detalles en la presentación de los distintos elementos constructivos. 3. 2. 1. Plataforma La parte excavada de la plataforma artificial se presenta como un basamento tronco piramidal de base rectangular con un área estimada de 26,5 x 13 m, de 21 x 8,75 m en su cima y un 1 m de altura (figs. 6 y 7). Está construida de tierra compactada con ligeras variaciones en su coloración y densidad (fig. 8). Los elementos de contención del terreno en talud de sus vertientes N y E están reforzados con adobes sueltos marcando la pendiente (fig. 9) y cubiertos de una capa de quincha cocida. Sobre la vertiente S se levanta uno de los muros de cerramiento, que cumple también la función de contención de este lado de la plataforma. Como hemos dicho anteriormente aún no se ha localizado la vertiente W. Mención aparte merece el talud E, ya que su función aparentemente va más allá

Figura 7 – Sección N/S de la Estructura 1 del montículo J8 Dibujo: N. Simonelli. Original: M. Guinea

de la contención del terreno. Una vez sobrepasado el grosor de la plataforma, continúa hasta la cabecera del murete escalonado cubriendo su paramento E, lo que le da una altura de 1,93 m con un gradiente medio de 30° (figs. 4, 10, 11). En las catas se ha podido observar que en su construcción interviene una tierra muy compacta y estéril de color amarillo fuerte, reforzada por adobes sueltos, que se concentran en algunos lugares, como pudo comprobarse en la esquina NE (fig. 9b) donde se agrupan en diferentes tamaños y materiales9. Está totalmente 9 Los

más frecuentes parecen ser los de barro gris arcilloso de granulometría fina y forma paralelepípeda, bien con planta y sección rectangular de esquinas redondeadas (30 x 18 x 7 cm) o con planta cuadrada de esquinas redondeadas y sección rectangular de esquinas redondeadas (29 x 27 x7,5), pero también hay de barro amarillento y de quincha similares a los del murete.

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Figura 8 – Vista norte de la E1 desde el testigo Desde este ángulo se aprecia el murete escalonado y la tierra compactada de la plataforma. Foto: M. Guinea

Figura 9 – Adobes de refuerzo en los elementos de contención de la plataforma. A) Talud Norte. B) Talud Este Foto: M. Guinea

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Figura 10 – Vista norte de la Estructura 1 desde el testigo En primer plano el Talud Este roto. Al fondo, bajo el piso, una vasija enterrada (R5). Foto: M. Guinea

Figura 11 – Vista sur de la E1 desde el testigo Se observan el Talud E llegando hasta la cabecera del murete y el vano que corta el muro sur. Foto: M. Guinea

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cubierto por una gruesa capa de quincha cocida de 9 cm de espesor que, en el primer 1,5 m de su parte superior, está recubierta con un fino enlucido en blanco preparado con diversos minerales, arcillas, carbonato de calcio y una cola proteínica (ver Wright en este mismo volumen). Su longitud actual N/S es de 24 m, aunque sería algo mayor ya que está roto en ambos extremos. A 2,5 m de la esquina N del murete escalonado, tiene una amplia rotura en su parte superior de 6,5 m de largo y una anchura y profundidad medias de 60 cm (fig. 10). Hueco, en el que, como hemos dicho más arriba, pudo encajarse algún otro elemento arquitectónico. La rotura continúa, con una anchura de 10 cm, al menos otros 2,5 m hacia al sur hasta llegar al testigo, pasado el cual el talud aparece completo (fig. 11). Un nivel irregular de maderas y cañas quemadas, de mayor entidad en sus extremos, cubría toda la superficie del talud, incluidas las roturas. El incendio fue tan fuerte que la cubierta de quincha está prácticamente calcinada en su base. El talud N no está tan definido (figs. 6, 7, 9b); parece que los adobes de refuerzo fueran menos numerosos y la capa de quincha que lo recubre es de tan solo unos 3 cm. Su altura va disminuyendo en dirección W desde los 1,93 m de la esquina NE hasta los 66 cm de su entronque con el nivel superior de lo que venimos llamando plataforma del montículo J8. Es posible que el sistema constructivo incluyera algunos hitos de referencia para la delimitación de los volúmenes: en la esquina NE del recinto, por debajo del piso y justo en la confluencia del zócalo de la pared con el murete, se encuentra la huella de una larga caña (fig. 5, R9) de 1,60 m de altura y 18 cm de diámetro. En esta misma localización, a 1,17 m bajo el piso, también se encuentra un adobe aislado. Igualmente 90 cm debajo del piso, se conserva otro poste de caña de 16 cm de diámetro (fig. 5, R8), en línea con una serie de hoyos realizados en el piso. 3. 2. 2. Muros Un murete escalonado delimita el recinto por el E (figs. 4, 6, 8). Su parte superior está rota en ambos extremos, 2 m en el N y 1 m en el S, pero tendría un largo de 22,75 m. Tiene 91 cm de alto y 1,10 m de ancho. Lo conforman dos escalones, algo desiguales, aparejados con cinco hiladas dobles de adobes a soga, aparentemente sin mortero, apoyados sobre una base de tierra amarilla compactada, recubiertos de una gruesa capa de quincha cocida de espesor variable, con una media entre 2 y 3 cm. Los adobes son paralelepípedos con bordes redondeados y están modelados a mano con una quincha gris10. Los que están a la vista como consecuencia de la rotura citada del talud E tienen ligeramente cocida su superficie exterior como resultado del incendio de la estructura. El primer escalón tiene su hilada inicial de adobes por debajo del piso, a consecuencia de lo cual su altura 10 Hay

dos clases de adobes de quincha (barro gris arcilloso de granulometría fina mezclado con paja), ambos de forma paralelepípeda. Unos de planta ovalada y sección redonda y otros de planta y sección rectangular con esquinas redondeadas. Medidas: Largo medio, 40 cm (30/44). Ancho medio 20 cm (16/23). Grosor medio 14 cm (12/15). Se puede ver su composición mineralógica en Wright, en este mismo volumen.

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aparente, 35-37 cm, es algo más baja que la del segundo, 55-60 cm, lo que le da un aspecto, y posible función, de banqueta corrida. Por su parte, el segundo escalón es ligeramente más estrecho, entre 52 y 56 cm y lleva el mismo enlucido blanco que el talud E. Ambos escalones han sido revocados con finas capas de quincha y enlucidos al menos en dos ocasiones, dedicando un mayor cuidado a la cabecera del murete. En la superposición de dichas capas se puede confirmar que estas fueron cocidas después de aplicarse. El muro de cerramiento de la estructura por el S es muy diferente (figs. 6, 11). Tiene 2 m de ancho. Su altura sobre el piso del recinto es solo de 22 cm pero se levanta 75 cm desde la base de la plataforma, sobre cuya vertiente S descansa. Su sistema constructivo no está todavía completamente determinado, pero en su extremo W se observan zonas de aparejo de adobes a soga y tizón con un ligero mortero. Está, al igual que el anterior, todo cubierto de una capa de quincha cocida. A 2 m de la confluencia de este muro con el primer escalón del murete escalonado, se abre un acceso en rampa de 85-75 cm de ancho con una pendiente de 17°. El piso de este vano es igual al del recinto y aparece igualmente cubierto de una espesa capa de cenizas de más de 5 cm de espesor. Aunque la estructura es aparentemente abierta en todo su lado W, parece que una de las funciones principales de este muro es marcar esta entrada por el Sur. 3. 2. 3. Pared Cerrando el recinto por el N, se levantaba un pared de quincha de 6,5 m de largo y altura desconocida, con una estructura vertical de caña rolliza (Guadua angustifolia, Kunth) cada metro y un entramado de caña picada11 enquinchada por ambos lados, a cuyo paramento exterior se adosaba un zócalo de 6,90 m de largo, que se conservaba in situ, con el fin de preservar la base de la pared de salpicadura de lluvias y agua por capilaridad (figs. 7, 5, 12). El zócalo, que se conserva in situ, no tiene un sistema constructivo homogéneo, su mitad N está construida con una alineación irregular de adobes de ceniza volcánica cubiertos de una gruesa capa de quincha moldeada hasta alcanzar la altura y el grosor deseado (25 x 50 cm). Esta altura se va reduciendo hasta casi desaparecer en la mitad S, donde los adobes son de quincha, más ocasionales y están cubiertos simplemente de tierra compactada, asemejándose al sistema constructivo del talud de contención. En él se marcan alineadas las huellas de 7 cañas rollizas de un tamaño medio de 9 cm (7-10 cm), 5 por el interior clavadas en el piso y 2 en la cabecera. Algunas conservan restos de las cañas quemadas. La pared apareció caída sobre el piso (figs. 5, R14, 12), pegada al zócalo, cubriendo un área continua de 14,5 m2. Entre ella y el piso había una capa de cenizas, entre 5 y 10 cm de espesor, resultado de la combustión de madera y cañas, que con toda probabilidad pertenecieron a la techumbre. La evidencia se presentó

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cañas picadas debieron de estar sujetas con algún tipo de fibra (sapan o bejucos) a la cañas rollizas verticales, antes de ser recubiertas con la quincha.

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Figura 12 – Esquina NE de la E1 Se aprecian la pared de quincha sobre el piso, el zócalo y algunos de los huecos de la estructura vertical. Foto: M Guinea

en forma de fragmentos de quincha quemada con la huella de la caña picada, cuyos restos calcinados de conservaban en muchos de ellos. Pudiera haber sido empujada hacia adentro del recinto, ya que no se recogió ningún fragmento sobre el zócalo ni sobre el talud, apreciándose en el murete escalonado la marca que hicieron las maderas y cañas ardientes al ser desplazadas por la pared. Aunque es difícil establecer su comportamiento en la caída, su aspecto sobre el piso sugiere una fuerte inclinación en borde W y la posible existencia de un vano en la parte alta de su mitad E. 3. 2. 4. Piso Todo el espacio interior del recinto está cubierto por un piso de quincha de un espesor promedio de 5 cm (figs. 4, 10, 8). La quincha está cocida los primeros 5,75 m desde el murete escalonado hacia el W, a partir de donde continúa dos metros más como una capa más fina compacta ennegrecida y discontinua. Bajo el piso encontramos la tierra amarillenta, muy compacta y estéril de plataforma (fig. 8). En su superficie se observan zonas requemadas y ennegrecidas por las distintas acumulaciones de cenizas (5-10 cm) procedentes del desplome de la techumbre ardiente que lo cubren en toda su extensión. Como los demás elementos arquitectónicos, este piso se ha mantenido gracias a la aplicación de

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nuevas capas de quincha al deteriorarse. Debajo de las cenizas, el suelo aparece limpio como si hubiera sido cuidadosamente barrido antes del incendio. En el se localizaron tres hoyos (fig. 5, R1, R2 y R3) rellenos con distintos materiales que detallaremos más adelante, ya que mantenemos la hipótesis de que fueron abiertos en relación con las actividades de abandono del edificio, y una gran hoguera (fig. 5, R20) cubriendo un área de 7,5 m2 que es la única evidencia de actividad observada sobre el piso. Pisos de quincha o arcilla cocidas se encontraron en otros sitios arqueológicos de la costa. En el mismo Japoto, toda la superficie de la cima del montículo (J5) estuvo cubierta por un piso de quincha cocida, sin arquitectura asociada. Estrada (1962: 26) encontró también varios pisos de barro rojizo compactado con paja asociados a cerámica manteña en el Corral B del cercano sitio de Chirije. Saville (1910: 36) señaló dos suelos de arcilla cocida en el montículo 2 de Cerro Jaboncillo y Marcos (1981: 58) localizó pisos de arcilla cocida en los montículos ceremoniales de La Loma de los Cangrejitos. 3. 2. 5. Techumbre Con las evidencias recuperadas, no es posible reconstruir el aspecto de la techumbre que cubriría necesariamente el edificio debido a la naturaleza de sus materiales de construcción. Esta misma razón, junto al tamaño del edificio, nos permite aventurar que tendría una altura considerable y una fuerte inclinación. Únicamente tenemos evidencias de fragmentos de algunos de sus materiales de construcción, los cuales aparecen en ocasiones individualizados entre las cenizas que cubren el piso (cañas rollizas de 3 cm de ancho, caña picada y 3 maderos de unos 10 cm de ancho y más de 2 m de largo), e información muy parcial de la localización y naturaleza de los soportes (maderas duras y cañas). No quedan macrorestos de las hojas de palma que presumiblemente han cubierto e impermeabilizado la techumbre y que quizás puedan encontrarse en los análisis de las cenizas del piso. Hay que tener en cuenta que las paredes de quincha nunca tienen funciones portantes, sino solo de cerramiento. El área del piso se ha excavado y limpiado con distinta intensidad en los diversos sectores de la Estructura 1, por lo que no tenemos una visión completa de las posibles huellas de los soportes de la techumbre. Los que han sido localizados (fig. 5) parecen alinearse en un eje W/E y otros dos N/S. La línea W/E es la más clara y corre paralela al zócalo de la pared N. La forman un poste de madera dura carbonizada de 20 cm de diámetro (R6), dos huecos de cañas de 8 y 10 cm de diámetro (R18), y el hueco de otro poste de 25 cm de diámetro (R10). Estos tres puntos mantienen una separación entre sí de 4 m. Si aceptamos la posibilidad de que la pared de quincha tuviera en su extremo W la fuerte inclinación a la que nos hemos referido más arriba, podemos plantear la hipótesis de que esta fuerte inclinación de la techumbre funcionara a modo de cerramiento del recinto por este lado, lo que estaría en consonancia con la existencia de un acceso de entrada cortando el muro sur y en consecuencia, habría que suponer una orientación N/S para el lado largo de la techumbre.

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4. ACTIVIDADES RITUALES RELACIONADAS CON LA DEDICACIÓN, USO, ABANDONO Y ENTIERRO DE LA ESTRUCTURA 1 No es posible una reconstrucción total de las actividades posiblemente relacionadas con la dedicación, uso, muerte ritual y desacralización de la Estructura 1, dada la diferencia en la intensidad de los trabajos en los distintos sectores, en muchos de los cuales, especialmente en el extremo sur, no ha terminado de levantarse la última capa de tapado con el fin de preservar en lo posible el recubrimiento de quincha. Por otra parte, la falta del tiempo ha obligado a posponer la excavación de la mayor parte de los hallazgos. No obstante, a pesar del carácter fragmentario de la información, tenemos un total de 14 depósitos susceptibles de ser resultado de actividades del tipo de las referidas con anterioridad. Los presento a continuación junto a una primera aproximación a su posible significado.

4. 1. Dedicación y uso Interpretamos como posiblemente relacionados con la dedicación, sacralización o recarga de poder de la estructura, los depósitos incorporados al relleno de la plataforma de edificio durante su construcción (fig. 5): una vasija de gran tamaño, posiblemente destinada a contener chicha, tres depósitos de restos de actividades de consumición de alimentos, el esqueleto de un animal no identificado y dos hogueras. En posible relación con la parafernalia del culto, solo tenemos una hoguera en el centro del recinto. A 8 cm por debajo del piso, se encontró una gran vasija de factura ordinaria (figs. 5 R5 y 10), cuerpo globular, base apuntada y cuello divergente. Estaba completa, salvo parte del cuello y el borde que faltaba en su totalidad. Aunque fragmentada, conservaba su forma original, ya que fue cuidadosamente rellena con una tierra similar a la matriz de la plataforma. Se inclinaba ligeramente hacia el este y su base, 50 cm por debajo del piso, estaba calzada con algunos fragmentos de cerámica y piedras. Con respecto a su ubicación, es destacable que se encuentre alineada con los hoyos rituales a los que nos referiremos más adelante. Esto nos hizo pensar en un primer momento que pudiera haber sido enterrada en el mismo proceso de apertura de los hoyos, pero su ubicación en la estratigrafía indicaba que más bien fue colocada donde se encontró en el proceso de construcción de la plataforma. Sus características físicas la asemejan a lo que se conoce como vasija para chicha; si fuera así, podríamos pensar que formó parte de un acto ritual de consumición de ésta u otra bebida, junto, o no, con otros alimentos. Terminado el ritual, se continuó con la construcción de la plataforma dejando in situ la vasija dentro del relleno, si bien, previamente fue «sacrificada» rompiéndole el cuello. En el relleno de otro montículo (J7) del yacimiento, el único de carácter funerario, se localizó otra olla, algo más pequeña, conteniendo igualmente solo tierra de la propia matriz en la que se encontraba y sin ningún contexto. Por ello, no podemos dejar de lado la posibilidad de que estemos ante una tradición de entierro de cántaros como ritos propiciatorios y culto a los ancestros, similar a la que Shimada et al.

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(2004: 532) proponen para los entierros de cántaros que encuentran bajo el piso de la Plaza de los Peregrinos de Pachacamac. En las esquinas NE y SE de la Estructura 1, en la base del talud reforzado de la plataforma, 5-7 cm por debajo del suelo quemado y ennegrecido por el incendio, se encuentran dos depósitos (fig. 5, R12 y 23) con restos de actividades relacionadas con la consumición de alimentos. Otro similar (fig. 5, R25) se localizó 1,25 cm por debajo del piso. hay que notar que, al igual que la vasija, se encuentra dentro de la línea N/S que forman los hoyos rituales. El contenido de estos tres depósitos rituales y otros semejantes (fig. 5, R21, R24 y R28) localizados sobre la superficie del edificio es muy similar: caracoles de agua dulce (Pomacea sp.12) en abundancia, caracoles de monte (Porphyrobaphe sp.), restos de pescados grandes en conexión anatómica, fragmentos grandes de vasijas manteñas, y algunas conchas marinas. Presentan algunas variaciones cuya valoración no es posible evaluar en estos momentos, ya que pueden ser debidas a diferencias en la información obtenida. El depósito R12, excavado en su totalidad, contiene también 36 cuentas discoidales de conchas blancas e, inmediatamente debajo, un fragmento de una bóveda craneana de un individuo adulto probablemente mascúlino (ver Delabarde en este mismo volumen). El R23 incluía varias empanadillas13; faltaban muchos datos para el R25 y poco más podíamos decir del depósito R13, no excavado, que se encuentraba en el interior del talud N de la plataforma a 160 cm de profundidad y mostraba un esqueleto articulado, o parte, de un animal grande no identificado. Restos de festines especiales, generalmente enterrados en hoyos rituales, se han documentado en bastantes sitios arqueológicos del área andina, en los que junto con los desechos de alimentación se incluyen otros objetos y fragmentos grandes de vasijas o vasijas enteras rotas (Bruhns, 2004: 69-71). En el Ecuador las más antiguas de estas actividades se encuentran en la «Casa de Reuniones» de Real Alto (Marcos, 1988: 15-16) en el período Valdivia III (2300-2200 a. C.) y en el sitio formativo de Pirincay (1500 a. C.-100 d. C.) excavado por Bruhns (2004). Uno de los muchos ejemplos en el Perú se encuentra en el patio de la citada Plaza de los Peregrinos de Pachacamac (Shimada et al., 2004: 19-21), donde en una serie de hoyos cónicos se han depositado como ofrendas restos seleccionados de alimentación y fragmentos cerámicos no azarosos (fragmentos del cuerpo, bordes y cuellos) en un patrón que se repite por 300 años. En un contexto similar al que nos ocupa, el entierro ritual de un edificio en Cerro Lampay, Vega-Centeno (2007: 166-167) interpreta estos festines como rituales relacionados con la construcción del nuevo montículo que tapa el anterior.

12 Estos

moluscos, llamados en el Ecuador caracoles dorados, forman parte de la alimentación de muchas poblaciones de América. Incluso en lugares como las sabanas de la amazonía boliviana, se criaron en tiempos prehispánicos (Erickson, 2000:191. 13 Porción de tierra comestible envuelta en una hoja, y sometida después a una ligera cocción u horneado, de las que se han recuperado más de quinientas en los distintos montículos del yacimiento de Japoto (Guinea, 2006a).

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Uno de los aspectos más reseñables de los depósitos de festines de la E1 de Japoto es la recurrencia en la aparición de conchas de caracoles de agua dulce en grandes cantidades, ya que no se encuentran con frecuencia en el yacimiento y parecen representar una comida especial. Una excepción es una acumulación de más de dos mil de estos ejemplares que se ha excavado en el montículo J4 en 2006 y que aparece igualmente junto a cortes articulados de restos de pescados grandes, y cerámica especial. La cantidad, calidad y concentración de estos restos nos lleva, en su momento a plantear la misma hipótesis de que fueran los restos de un festín. Es posible que estos caracoles y los de monte, que mueren en los periodos secos y cuyos huevos eclosionan en grandes cantidades cuando llegan las lluvias, tuvieran una significación simbólica relacionada con la muerte y la resurrección. En este aspecto, es interesante el hallazgo de Piana & Marotze (1975: 209) en Agua Blanca de un pozo conteniendo un esqueleto «envuelto por completo en caracoles» (Porphyrobae sp.). Con respecto a las dos hogueras dentro de la Estructura 1, tenemos muy poca información de una de ellas (fig. 15, R11), salvo su localización, a 1,80 m de profundidad, en el giro NE del talud de la plataforma y el aspecto consistente del fragmento de cenizas observable. Para el entendimiento de las características de la otra hoguera (fig. 6), es necesario presentarla junto a la evidencia de una tercera (fig. 5, R20) que se le superpone sobre el piso y es la única actividad reconocible de uso del edificio, como hemos dicho más arriba. Esta es una gran hoguera que produce muchas cenizas y pequeños carbones que cubren un área de 4 x 2,5 m (7,5 m2) y que contiene en su interior un aglomerado (2,2 m2) compacto de cenizas volcánicas14, ocupando una posición central en el eje N/S de la estructura. No se observan restos macroscópicos de lo que se puede estar quemando o cocinando. El único material asociado es un fragmento cerámico perteneciente al cuerpo de una vasija grande de acabado ordinario. Una estructura de combustión similar se levanta en el mismo lugar al finalizar la construcción de la plataforma y antes de construir el piso, hecho que se puede observar en el corte de uno de los hoyos rituales (fig. 5, R3) que traspasa ambas hogueras. Es destacable que hogueras semejantes, en tamaño y materiales, se han encontrado en otro montículo (J3) del yacimiento, donde se repiten en el mismo lugar en tres de las últimas capas de relleno y elevación del montículo. Todas presentan, igualmente, un núcleo de blancas cenizas volcánicas cubierto de una primera capa de cenizas grises algo compactas15 con inclusiones carbonosas y una segunda de capa de cenizas sueltas con muchos carbones. Debajo de las hogueras, siempre en su NE, se localiza un área de tierra rubificada en círculos de distinta intensidad y tamaños, igual que se observa en la hoguera por debajo del piso de la Estructura 1. Esto nos lleva a pensar que quizás la primera hoguera tiene lugar al finalizar el relleno de la plataforma, siguiendo un patrón marcado de conducta. La posición central de la hoguera que 14 Identificación

realizada por la vulcanóloga Silvia Vallejo del Instituto Geofísico, EPN Quito. análisis de la composición de esta capa, realizado por Nicole Platel en 2004, muestra que son cenizas de fogón endurecidas con una cimentación calcárea con algunas inclusiones de conchas calcinadas y pequeños gránulos de arcilla cocida.

15 El

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aparece sobre el piso puede estar marcando una significación especial para ella, aunque con los datos disponibles es difícil aventurar una interpretación. Puede ser un fuego ritual que forma parte de la parafernalia de las actividades en la E1, de lo que hay algunos indicadores, como su posición central, su repetición en la misma ubicación, su «muerte ritual» o puede ser el único objeto que no se ha retirado de la superficie del piso antes del incendio. Esta última circunstancia, sin embargo, sirve también para apoyar la hipótesis alternativa de que formara parte de las ceremonias relacionadas con su desacralización y abandono, cocinándose allí los alimentos de los festines cuya basura se ha depositado en las esquinas del talud.

4. 2. Desacralización y entierro Dentro de lo que es un patrón recurrente en los «entierros de templos», las actividades de terminación de uso incluyen la muerte ritual y desacralización del edificio previos. En el caso de la E1 parece ser que esto se lleva a cabo desmontando la arquitectura que se levanta por encima del murete escalonado16 y rompiendo sus esquinas N y S17, así como abriendo grandes hoyos en el muro sur (fig. 5, R4), el piso (fig. 5, R1 y R2) y la hoguera central (fig. 5, R3), que se ha rellenado de distintos materiales. Antes, después o a la vez se han depositado en distintos puntos de la estructura los restos de tres festines similares a los de dedicación (fig. 5, R14, R24, R28) y algunos restos óseos de un niño de corta edad (fig. 5, R26). Finalmente, el edificio ha sido «barrido» cuidadosamente, con las excepciones indicadas, e incendiado. El incendio ha sido tan intenso que ha llegado a calcinar completamente parte de la cubierta de quincha del talud E. La hipótesis de la intencionalidad del barrido e incendio se fundamenta en la frecuencia de esta conducta dentro de esta tradición de abandono y entierro de edificios sagrados en el área andina (Montoya, 2007: 200), su intensidad y regularidad, así como en la poca probabilidad de que el recinto resultara tan limpio si el fuego fuera casual. Una posible interpretación de los grandes hoyos que se abren en distintas localizaciones de la estructura es, como hemos dicho más arriba, que formaran parte de la destrucción ritual de los elementos arquitectónicos del edificio (piso y muro sur), aunque la diversidad de su contenido y localización apuntan a que pudieran tener otro tipo de significado no muy fácil de alcanzar. Todos tienen una sección troncocónica invertida y una planta subrectangular sobre el terreno que enseguida se redondea en torno a 1 m de diámetro, disminuyendo hasta unos 50 cm con la profundidad que alcanza en general los 50 cm, salvo en el caso del uno de ellos (fig. 5, R1) que llega a 1 m. Es precisamente este uno de los dos

16 El

desmonte de la arquitectura fue en su mayor parte, al menos, previa al incendio, ya que sobre los huecos dejados por desmonte se encontraba el nivel de incendio. Parte de la esquina NE del murete escalonado pudo ser una excepción, siendo desmontada y colocada sobre el piso en el momento del tapado. 17 La destrucción de las esquinas fue muy intensa haciendo muy difícil la reconstrucción de esta parte del edificio. En la NE se observó una gran piedra arrojada sobre el talud.

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hoyos que más claramente aparecen relacionados con la destrucción del piso, muy estropeado en su inmediaciones. Contiene diversos materiales constructivos (madera descompuesta y grandes fragmentos de quincha cocida, algunos con aspecto de molduras e impronta de textiles) que pueden provenir de algunos elementos desmontados. Sus últimos 50 cm están rellenados con cascajo. El R4 (fig. 5) rompe el muro sur y su contenido es exclusivamente cascajo. De los dos restantes, uno (fig. 5, R2) solo contiene un fragmento de metate (¿sacrificado?) y ha sido colmatado por las cenizas de la techumbre y fragmentos de la pared caída; el otro (fig. 5, R3) traspasa la hoguera central sobre el piso, el piso y la hoguera bajo el piso siendo rellenado con un primer nivel de arena de playa (16 cm), un segundo de cenizas de carbón (10 cm) y finalmente 17 cm de cascajo. Aparentemente, todos estaban abiertos al comenzar el proceso de entierro y, casual o intencionalmente, su niveles superiores quedaron rellenos de cascajo, salvo en el caso de R2 que fue cubierto por el derrumbe de la pared de quincha, lo que indica que dicha pared se tumbó antes de comenzar a tapar con el cascajo. Su localización también apunta a una significación especial. Tres de ellos se encuentran alineados N/S al final del piso cocido. En este mismo eje se encuentran la vasija enterrada y las hogueras. Por su parte el hoyo R2 con el metate se alinea N/S con la rampa de entrada y E/W con la vasija enterrada. Con respecto a los depósitos interpretables como correspondientes a ritos relacionados con el abandono del edificios hay tres restos de festines similares a los referidos con anterioridad (fig. 5, R14, R24, R28), aunque no han sido excavados completamente. El hecho de que la mayor parte de las conchas estén enteras, las vértebras de pescado articuladas y en su contexto estratigráfico, mezcladas con el nivel de incendio pero no quemadas, sugiere que estos alimentos se han consumido cerca o in situ y ha sucedido justo antes de que empezara la labor de tapado. Dos de los depósitos (R24 y R28) aparecen regados por el talud E de la plataforma, junto a las esquinas destruidas y en las proximidades de los festines de dedicación. El otro (R21) se ubica en la base del talud N, en el mismo eje N/S de los hoyos rituales. El depósito localizado en la esquina SE (R24) además de los restos alimenticios habituales y los grandes fragmentos cerámicos, incluye 56 cuentas automorfas (Oliva sp.) y un fragmento de maxilar humano con algunos dientes. El de la esquina NE (R28) también contiene una hemimandíbula izquierda con algunas piezas dentarias. Finalmente, y sin asociación de restos alimenticios, al pie del primer escalón del murete y a 1,5 m del muro sur, se han recogido una vértebra cervical, un cubito y una mandíbula con tres dientes de leche correspondientes a un niño de corta edad (fig. 5, R26)18. El proceso de tapado, como sugiere la evidencia del hoyo ritual R2 citada más arriba, parece haber comenzado con el tumbado de la pared de quincha hacia dentro del recinto, apreciándose claramente en el murete escalonado la marca que hicieron las maderas y cañas ardientes que estaban sobre el piso, al ser desplazadas por la pared (fig. 12). No se puede descartar que se derrumbara sola, aunque si hubiera 18 Todos

los restos humanos fueron identificados por la Dra. Tania Delabarde.

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sido así sería de esperar que hubieran aparecido restos de quincha sobre el murete escalonado y el zócalo, lo que no ocurrió. Después, la estructura fue cubierta (fig. 4) de cascajo procedente de un nivel del estero, un material seleccionado por sus características especialmente favorables para su buena conservación, mezclado con el cual se colocan sobre el piso, junto al muro sur y resbalando por el talud E partes de los elementos arquitectónicos desmontados, fundamentalmente adobes, pero también otros (fig. 5). Luego se añaden esporádicamente algunos más según se va formando el montículo hasta llegar a la capa de sellado. Finalmente, hay otra capa de cascajo más irregular, con la que creemos que termina el entierro y comienza la construcción del nuevo montículo. Es posible que todo el material de tapado, además de su selección por sus características físicas, haya sido preparado de forma ritual mezclando intencionalmente fragmentos cerámicos, ya que el cascajo del estero no los lleva y sí el de tapado.

CONCLUSIÓN Aunque la E1 del montículo J8 de Japoto no ha sido todavía excavada en su totalidad, se han considerado de interés presentar un primer avance descriptivo de su arquitectura dada la singularidad que tiene dentro del yacimiento y de la arqueología de la costa ecuatoriana, donde hasta el momento no se conocen otras en la que los adobes formen parte de la arquitectura del edificio. Es destacable también la excelente conservación de sus materiales de construcción propiciada por su entierro. Queda aún mucho por hacer, entre otros, por ejemplo, la localización de los soportes de la techumbre o la determinación del su límite W. Ambos elementos son muy importantes, ya que el edificio estuviera o no abierto hacia esta orientación, puede afectar no solo la deambulación de las personas hacia y en su interior, sino también la visibilidad de las actividades que en el se realizaban. ¿La plataforma está exenta o adosada? ¿Directamente sobre el terreno o sobre otra plataforma mayor? ¿Qué otras estructuras están tapando el montículo J8? No obstante, la información obtenida, la excepcionalidad de los materiales de construcción, la ausencia de restos de actividades domésticas y el mismo entierro, me llevan a proponer, con todas las cautelas precisas, la hipótesis de una función ceremonial para la E1 y a considerar los contextos asociados recuperados en la excavación parte de su entierro ritual, considerándolo un ejemplo más de la amplia tradición andina de enterrar edificios de carácter sagrado. Agradecimientos Agradezco a María Ángeles Barriuso, Véronique Wright y Anne Rose de Fontainieu su imprescindible y dedicada colaboración en las tareas de excavación de la E1. Esta investigación ha sido parcialmente financiada por el Ministerio Español de Educación y Ciencia (TIN2005-08788-C04-04).

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Japoto, Ecuador: salud, enfermedad y muerte. Evidencias osteológicas y dentales

Salud, enfermedad y muerte en la población manteña de Japoto: las evidencias osteológicas y dentales Tania Delabarde* Resumen En los últimos años, el avance de las investigaciones sobre la biología de las poblaciones arqueológicas ha sido fundamental debido al aporte de la genética y de los análisis bioquímicos, que llevaron a un mejor conocimiento del origen de los poblamientos, el diagnóstico preciso de algunas enfermedades y los modos de vida con el estudio de la dieta. Desde 2004, las investigaciones hechas en el sitio de Japoto (el Ecuador, provincia de Manabí) permitieron estudiar a la población manteña, desde el punto de vista cultural y biológico, con el estudio de sus prácticas funerarias, la determinación de lesiones traumáticas e infecciosas, el análisis de elementos traza y la comparación con vestigios materiales para evaluar las conductas alimentarias. Los resultados de este estudio bioantropológico completan los conocimientos sobre la vida y muerte de las poblaciones prehispánicas, lejos de la imagen idílica de un Nuevo Mundo sin enfermedad. La población manteña de Japoto supo dominar su medio ambiente, adaptándose a las condiciones climáticas y geográficas, y aprovechando los recursos naturales para su alimentación y curar las enfermedades. Palabras clave: antropobiología, cultura manteña, Ecuador

Santé, maladie et mort chez la population manteña de Japoto : les preuves ostéologiques et dentaires Résumé Ces dernières années, les progrès dans la recherche sur la biologie des populations archéologiques ont été significatifs grâce à la génétique et aux analyses biochimiques. Celles-ci ont permis une

* Institut de Médecine Légale. Universidad de Strasbourg, 11 rue Humann, 67085 Strasbourg-Cedex, Francia. E-mail: tdelabarde@hotmail.com

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Tania Delabarde meilleure compréhension de l’origine des populations, et de leurs modes de vie grâce à l’étude des comportements alimentaires et un diagnostic précis de certaines maladies. Depuis 2004, les fouilles archéologiques du site de Japoto (Équateur, Province de Manabí) ont permis d’étudier la population manteña, dans une perspective culturelle et biologique. Ont été étudiées les pratiques funéraires, la détermination des lésions traumatiques et infectieuses, l’analyse des éléments traces et la comparaison avec les vestiges archéologiques pour évaluer les comportements alimentaires. Les résultats de cette étude bio-anthropologique s’ajoutent au corpus des données sur la vie et la mort des populations préhispaniques, loin de l’image idyllique d’un Nouveau Monde exempt de maladie. La population manteña de Japoto a su tirer profit de son environnement en s’adaptant aux contraintes climatiques et géographiques de son milieu, y puisant les ressources nécessaires pour s’alimenter et lutter contre les maladies. Mots clés : anthropologie biologique, culture manteña, Équateur

Health, disease and death from Manteño population in Japoto: osteologiocal and dental evidence Abstract

In recent years, significant advances in research have been made on the biology of archaeological populations with genetic and biochemical analysis providing a better understanding of the origin of populations, lifestyles and diet, and accurate diagnosis of certain diseases. Since 2004, archaeological excavations on the site Japoto (Ecuador, Manabí Province) allowed the analysis of the Manteño population from a cultural and biological perspective, with the study of burial practices, identification of injuries and infectious diseases, trace element analysis and comparison with the archaeological material to assess eating behaviors. Far from the idyllic image of a New World free from disease before the Spanish conquest, the results of this study add to the bio-anthropological corpus of data on the life and death of Pre-Hispanic populations. The Manteños from Japoto took advantage of the site’s environment, adapting to climatic and geographical constraints, and taking benefit of natural resources for food and treatment to fight against diseases. Key words: bioanthropology, Manteño culture, Ecuador

INTRODUCCIÓN El estudio de los restos humanos por de la antropología física ha sido siempre una de las fuentes más importantes para el conocimiento biológico y cultural de las poblaciones arqueológicas. En los últimos veinte años, el desarrollo de la arqueometría, ciencia que emplea métodos físicos o químicos para los estudios arqueológicos, permitió gracias sus avances tecnológicos, obtener datos inéditos en los campos de la genética (filiación, origen de las poblaciones) y de la biología humana (paleopatología, alimentación) a través de los análisis del ADN antiguo, de isótopos estables y elementos trazas. La paleopatología, el estudio de las enfermedades de las poblaciones antiguas, se determina en base a los estudios de restos humanos (momias, huesos, dientes, coprolitos), las informaciones históricas y la representación de las enfermedades

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en los soportes materiales (Wells, 1965). Otros investigadores se concentran más en la descripción de las enfermedades evidenciadas en los tejidos óseo y dental con un enfoque hacia el origen, la distribución y características de las mismas (Steckel & Rose, 2002; Ortner, 2003). Esta disciplina también ha desarrollado su campo de investigación y sus resultados, lo que permite hoy en día diagnosticar las enfermedades no solo mediante la descripción y caracterización de las lesiones, sino con la identificación del agente patógeno gracias a los análisis genéticos. En la América Latina, el examen de numerosas momias con estudios radiográficos, endoscópicos e histopatológicos ha incrementando de manera notable los conocimientos sobre el estado sanitario de las poblaciones precolombinas. En el sitio de Japoto (Ecuador) el estudio antropológico de los restos humanos iniciado desde el año 2004 permite presentar un panorama de la vida y muerte de una población precolombina en el periodo de Integración, mediante el aporte de los análisis bioquímicos (ADN e isótopos estables).

1. SALUD Y ENFERMEDADES EN EL MUNDO PREHISPÁNICO Ayer como hoy, las epidemias tuvieron una influencia importante en la evolución biológica y cultural de las poblaciones. Una revisión de la bibliografía sobre este tema da cuenta de los avances de las investigaciones desde la imagen idílica de un nuevo mundo precolonial sin epidemias hacia un perfil de vida y muerte parecido al viejo mundo en varios aspectos. Durante mucho tiempo, los investigadores afirmaron que el factor del aislamiento biológico en el nuevo continente desde el Pleistoceno hasta la llegada de los españoles preservó las poblaciones precolombinas de los grandes focos de enfermedades infecciosas que se desarrollaron en otros continentes. Basándose en fuentes históricas de la conquista española, Diomedi (2003: 21-22) argumentó incluso la existencia de una guerra biológica con utilización de agentes infecciosos durante la época de la Conquista en el nuevo continente: los capitanes de Francisco Pizarro advertieron la importante mortalidad producida por la viruela en las poblaciones indígenas, y a raíz de esto, solían mandar por delante de sus tropas a soldados o esclavos portando lanzas contaminadas con secreciones obtenidas de enfermos de la viruela. Cuando las tropas abandonaban los campamentos, dejaban las prendas contaminadas de los enfermos de viruela o las regalaban a las poblaciones indígenas. La Conquista estuvo sin duda marcada por el impacto de las patologías infecciosas y las transmisiones de enfermedades foráneas para las cuales las poblaciones precolombinas no poseían defensas. Algunos autores hablan de colapso demográfico con la llegada de los colonizadores europeos y de los esclavos africanos más tarde. Mientras que las poblaciones originarias del Viejo Mundo crecían rápidamente después de la Conquista, las sociedades nativas sufrieron no solo de las enfermedades infecciosas sino también de la servidumbre, explotación y muerte por parte de los colonizadores. Las estimaciones sobre la cantidad de habitantes en América a la llegada de los españoles varían mucho entre los investigadores, sin embargo existe un consenso general sobre el hecho de que la

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población americana disminuyó de manera considerable en el primer siglo de la Conquista (Denevan et al., 1973). Las crónicas españolas constituyeron la primera fuente de datos sobre la salud y las enfermedades de las poblaciones precolombinas pero la mayoría de los textos históricos de escritores europeos o nativos reportaron una imagen idílica de la vida y salud de los tiempos precoloniales. En cambio los relatos del padre Pablo Joseph de Arriaga, de Felipe Guamán Poma de Ayala y Garcilaso de la Vega en el Perú registraron abundante información sobre la salud y las enfermedades en la sociedad inca. En los últimos 30 años, un número creciente de investigadores (Austin Alchon, 1999: 201) empezaron a poner en duda la imagen idílica del Nuevo Mundo y gracias a los avances en paleopatología y paleodemografía, se pudo demonstrar la existencia de epidemias, hambrunas y guerras, factores de reducción de las expectativas de vida y el aumento de la tasa de mortalidad de las poblaciones precolombinas. Hoy en día, gracias a los avances de los análisis químicos y bioquímicos se ha podido establecer que los patrones de enfermedad del Nuevo y del Viejo mundo tienen más similitudes que diferencias. La mayor diferencia en el pasado consiste en la ausencia en América de varias enfermedades masivas específicas como la viruela, el sarampión y la peste bubónica. Dentro del estudio de los patrones de enfermedad se deben considerar los factores económicos y sociales, los recursos del medio ambiente, la densidad de población y los tipos de sociedad (cazadores, recolectores, agricultores). El sedentarismo y la concentración de población son dos factores importantes que favorecen la proliferación de enfermedades infecciosas. Las infecciones gastrointestinales por contaminación del agua se han multiplicado con la sedentarización. La dieta influyía directamente sobre la nutrición y el estado sanitario de las poblaciones afectando su desarrollo. Los cazadores-recolectores tenían una dieta más variada que las sociedades sedentarias cuya dieta se limitaba a dos o tres cultivos, entre ellos el maíz, deficiente en varios elementos nutritivos importantes. Los estudios osteológicos demostraron un patrón de desnutrición y una disminución de la estatura consecuencia del deterioro de la salud en las sociedades sedentarias y agrícolas del Nuevo Mundo (Storey, 1992: 231). El estrés laboral, por ejemplo, era importante en las poblaciones precolombinas por la escasez de animales de carga, a excepción de los camélidos en los Andes Centrales. Por otro lado, no existían muchas especies de cuadrúpedos y las poblaciones precolombinas domesticaron menos especies animales, vehículos de muchos agentes patógenos como la viruela y el sarampión en el viejo continente. Los diferentes estudios sobre las poblaciones precolombinas demuestran una mortalidad infantil alta y una esperanza de vida baja. Las expectativas de vida en las sociedades precolombinas permanecen bajas en comparación con el nuevo continente (Austin Alchon, 1999: 210). Ubelaker (2003: 270) menciona por ejemplo una esperanza de vida de 24 años al nacer en el Ecuador por el Periodo Formativo, ligeramente reducida sin embargo en el Periodo Precerámico y en los periodos Precontactos y subiendo en los periodos Históricos.

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Japoto, Ecuador: salud, enfermedad y muerte. Evidencias osteológicas y dentales

Las enfermedades letales más frecuentes eran infecciones respiratorias y gastrointestinales severas. Los estudios osteológicos demuestraron que al menos el tifus (endémico y epidémico) y la influenza fueron las dos enfermedades epidémicas presentes tanto en el viejo como en el nuevo continente. Las infecciones respiratorias agudas como la neumonía eran una causa de muerte frecuente en las sociedades sedentarias. Se encontraron evidencias osteológicas de tuberculosis en varios sitios arqueológicos con fechas tempranas y tardías demostrando la antigüedad y permanencia de esta enfermedad (Buikstra, 1992: 311; Lombardi, 2000: 57; Ortner, 2003: 227) en el nuevo continente. Las complicaciones posparto eran la principal causa de muerte entre las mujeres (Buikstra, 1992: 305). Los hombres sufrían más frecuentemente de lesiones traumáticas por violencia social o accidentes que las mujeres (Jaffe, 1992: 60; Ubelaker, 2003: 271). El cronista español Pedro Cieza de León (1984 [1553]: 224) da un ejemplo de la violencia del ejército inca al relatar la masacre de 20 000 hombres de la región de Otavalo cerca de la laguna de Yaguarcocha en 1500. La paleopatología en la América del Sur se desarrolló en sus inicios gracias a las colectas de material óseo por parte de los exploradores. Las primeras investigaciones se enfocaron en la descripción de las lesiones del tejido óseo para evolucionar luego hacia una perspectiva poblacional del análisis de las enfermedades y, en los últimos años, hacia la adaptabilidad humana a través de los estudios de paleodieta y paleoepidemiología (Verano & Lombardi, 1999). Las técnicas moleculares permiten hoy en día un diagnóstico preciso de las enfermedades que provocan lesiones del tejido óseo. Los cambios patológicos en el tejido óseo resultan del desequilibrio entre las medidas normales de resorción y formación ósea y en los desordenes del desarrollo (White, 2000: 381).

2. HUESOS Y DIENTES: TESTIGOS BIOLÓGICOS Y CULTURALES DE LA POBLACIÓN MANTEÑA DE JAPOTO El tejido óseo es un tejido conectivo, constituyente principal de los huesos en los vertebrados. La matriz ósea compuesta de células y componentes extracelulares calcificados se caracteriza por su rigidez y su gran resistencia, explicando la conservación de restos óseos muy antiguos. Gracias a la actividad de las células el tejido óseo se renueva constantemente y permite evidenciar los episodios de estrés alimentario, infeccioso o traumatológico que suelen ocurrir. Todos estos datos reflejan el estado sanitario de las poblaciones arqueológicas. El número total de enfermedades que afectan el esqueleto es relativamente reducido porque la mayoría de las que son fatales son de breve duración y afectan principalmente los tejidos blandos. Las enfermedades que afectan principalmente el esqueleto humano son infecciones crónicas bacteriales y lesiones degenerativas como la artritis reumática (Ortner, 2003). Las lesiones infecciosas en los restos óseos secos pueden ser examinadas macroscópicamente y luego confirmadas gracias a los cortes histológicos, toma de radiografías X, tomodensitometría (técnica de medición del contenido en materia

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mineral de un tejido, basada en su capacidad de atenuación de los fotones de los rayos X, estudiada mediante tomografía computarizada) y análisis genéticos para determinar precisamente el germen patogénico. Sin embargo el estado de conservación de los huesos varía mucho de un sitio arqueológico a otro. El tipo de suelo y sus características físico químicas, las condiciones ambientales y el tiempo que transcurrió desde el entierro de un individuo son los factores principales de la degradación o preservación de los huesos. El grano de la roca y la compactación de los sedimentos influyen también en la degradación de los restos óseos así como las raíces y los demás factores tafonómicos.

2. 1. Estudio bioantropológico de los restos humanos en Japoto En el sitio de Japoto (ver Bouchard en este mismo volumen), el clima tropical, la alternancia de episodios de sequedad y lluvia intensa (fenómeno del Niño) junto a la acidez del subsuelo fragilizaron el material arqueológico a lo largo de los años. Los suelos ácidos, con pH inferior a 7 afectaron la fracción mineral de los huesos y la humedad de los suelos creó microorganismos que destruyeron poco a poco los restos óseos. Pese a estas condiciones, un número importante de datos biológicos fueron registrados a partir de los restos humanos encontrados en el sitio de Japoto. La mayoría del material óseo proviene de estructuras funerarias (Delabarde, 2006; 2010). Desde 2004, fueron excavado un total de 32 depósitos funerarios ubicados en las diferentes tolas de Japoto. La mayoría de los depósitos funerarios fueron encontrados en la tola J7 (N=10; 7 son secundarios y 3 primarios). El Número Mínimo de Individuos no incluyó los huesos humanos aislados encontrados en el sitio en general. El número total de individuos recuperados en depósitos funerarios en Japoto (tolas J5, J6 y J7) es de 39, con 27 adultos y 12 subadultos (cuadro 1). Este número mínimo de individuos (NMI), sin duda, puede subestimar el número real de individuos originalmente en el sitio debido a prácticas funerarias donde prevalecen los depósitos secundarios y la posible selección de los individuos. No hemos considerados los restos humanos aislados encontrados en las demás tolas para el cálculo del NMI. De los 27 adultos, solo se ha podido determinar el sexo para ocho individuo (6 varones y 2 mujeres), sobre la base del dimorfismo sexual de la cintura pélvica y del cráneo, pero no se ha podido determinar el sexo de 19 individuos debido a problemas de conservación y prácticas funerarias. Los métodos utilizados en la evaluación de la edad para subadultos incluyen el desarrollo óseo y dental (Scheuer & Black, 2000) y, para los adultos, los procesos degenerativos al nivel de la sínfisis púbica y de la cuarta costilla (Brooks & Suchey, 1990; Iscan et al., 1984; 1985). Los individuos que no han podido ser sexuados son designados como adultos. La estatura no se ha podido estimar para la mayoría de los individuos, debido al alto nivel de fragmentación de huesos largos o a su ausencia (un solo individuo está representado por un número

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Japoto, Ecuador: salud, enfermedad y muerte. Evidencias osteológicas y dentales Cuadro 1 – Resultados del análisis antropológico de los restos humanos en Japoto (tolas J5, J6 y J7) (*muestra de isotopos estables)

Referencia estructura funeraria

Edad

Sexo

J7-Z0*

1adulto

I

J7-Z0B

1 (30-40)

M

J7-Z1*

3 adultos

2M 1F

J7-Z2*

2 adultos 1 niño

I

J7-Z3

5 adultos 2 niños

I

J7-E1

1 (21 meses±3)

I

J7-E2

1 (30-40)

M

J7-E3

1 adulto

I

J7-PW1

1 niño (9 meses±3)

I

J7-PW2

1 niño (3 meses±3)

I

J5-R8-R1-TAN J5-R18

5 adultos 2 niños (3meses±3) 1 niño

Estatura (cm)

Lesiones patológicas

159,03±3,41

153,34±3,41

Periostitis moderada no específica/ligera deformación en la superficie del hueso peroné Fractura desplazada con cal óseo en el peroné izquierdo (ind#2)

osteofitosis moderada en la columna lumbar, moderado cambios artríticos en las facetas articulares hiperostosis porótica en diáfisis del húmero izquierdo y en ambos techos orbitales con lesiones de cribra orbitalia

I I I

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J5-R20

4 adultos

2M (ind#1; ind# 2) 2I

J6-I* J6-II-PA J6-III

J6- IV J-VI-PD

TOTAL

1 adulto 1 adulto 1 adulto (25-35) 1 niño (9 meses ±3) 1 niño 1 niño (3 meses±3)

NMI= 39

152,25±3,41 (ind#1)

Osteofitosis moderada en la columna lumbar (Ind # 1). Mandíbula (Ind # 2) presenta un absceso dental por debajo del segundo molar derecho superior, con la pérdida ante mortem de este diente.

F I I I I I

Periostitis moderada no específica en la superficie de los huesos largos

27 ADULTOS 12 SUBADULTOS

limitado de huesos en los depósitos secundarios). Las estimaciones de la estatura en vida solo están disponibles para 3 individuos (3 varones) con la longitud del fémur, utilizando las ecuaciones de Genovés (1967: 76). La elección de este método en lugar de las basadas en otros elementos esqueléticos se correlaciona con la posibilidad de hacer comparaciones con otros estudios antropológicos. Los resultados presentados en el cuadro 1 son consistentes con los datos biológicos contemporáneos recogidos por antropólogos físicos en la costa ecuatoriana (Ubelaker, 1981; 1997; 2003; Graber & Jastremski, 2009). A pesar del estado de conservación de los restos humanos y las prácticas funerarias, fueron registradas evidencias patológicas en siete individuos, cuatro adultos y un

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Japoto, Ecuador: salud, enfermedad y muerte. Evidencias osteológicas y dentales

niño de la tola J7 y un adulto de tola J6. El cráneo de un niño de 9 meses (± 3 meses) presenta evidencia de dos lesiones poróticas localizadas al nivel de los techos orbitales y de los arcos supraorbitales (fig. 1). Otra lesión porótica también se registró en la porción distal de la diáfisis del húmero izquierdo. El término hiperostosis porótica se refiere a una expansión del hueso esponjoso en el diploe de la bóveda craneal (por lo general los parietales), así como en los techos órbitales (cribra orbitalia). La etiología no está clara, y aunque tradicionalmente se cree que representa una respuesta ósea a la anemia, o a enfermedades neoplásicas y metabólicas, también puede ser un indicador general de salud pobre o de una dieta desiquilibrada. Según Ubelaker, la fuente de la anemia en poblaciones prehispánicas sería la dieta o problemas de morbilidad. El culpable en la dieta por lo general es el maíz, porque el maíz es bajo en hierro y contiene fitatos que pueden inhibir la absorción del hierro. El resultado es la anemia por deficiencia de hierro, que a su vez desencadena la respuesta ósea (Ubelaker, 1997: 40). Sin embargo, investigaciones recientes tienden a demostrar que la frecuencia de cribra orbitalia en las poblaciones antiguas no necesariamente reflejan la frecuencia de anemia (Walper et al., 2004). Los estudios hematológicos clínicos modernos subrayan más la importancia de la deficiencia de vitamina B12 por la dieta materna que carece de alimentos de origen animal en los lactantes (Walker et al., 2009). El esqueleto casi completo recuperado en el área de PX (E2) de la tola J7 representa un hombre entre 30-40 años de edad. La columna lumbar muestra osteofitosis moderada con la formación de espículas y picos artríticos en las superficies articulares (fig. 2). Moderados cambios artríticos se observan también en la epífisis

Figura 1 – Dos lesiones poróticas localizadas al nivel de los techos orbitales y los arcos supraorbitales del cráneo de un niño de 9 meses (± 3 meses) (Tola J7, PW1)

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Figura 2 – Columna lumbar de un individuo adulto con osteofitosis moderada y la formación de espículas y picos artríticos en las superficies articulares (Tola J7 PX, E2)

distal de ambos húmeros a nivel de la fosa del olecranon, y en las fases articulares de la epífisis distal de los dos primeros metacarpianos. También se observa osteofitosis en la columna lumbar del esqueleto del depósito principal R20 de la tola J5. Los osteofitos son excrecencias óseas que crecen a partir de los límites del hueso normal, como consecuencia del envejecimiento, de la degeneración ósea producida por enfermedades reumáticas y también actividades específicas como el transporte de carga pesada. El 1/3 distal de peroné izquierdo de un adulto se ha recuperado en el depósito secundario Z2 de la tola J7, mostrando lesiones moderadas de periostitis con pequeñas espículas de hueso que se encuentran perpendiculares al hueso cortical subyacente, asociadas a una ligera deformación de la superficie del hueso. Un corte de la lesión ósea muestra bajo microscopio que la superficie es irregular y porosa indicando una inflamación activa en el momento de la muerte. Un individuo adulto recuperado de un depósito secundario en una urna funeraria (J6-III) en la tola J6 también presenta lesiones de periostitis en la superficie de todos los huesos largos (fig. 3). Las lesiones del periostio se encuentran entre las anomalías más comunes en los esqueletos arqueológicos, y se caracterizan por los cambios patológicos del hueso subyacente. Según Ortner, la periostitis es el resultado de dos condiciones patológicas, traumas e infecciones, y tiene múltiples posibilidades de diagnóstico, tales como las úlceras crónicas de la piel y la sífilis (Ortner, 2003). Los datos dentales en Japoto son limitados debido a la condición de los restos y el bajo porcentaje de las piezas dentales encontrados

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Japoto, Ecuador: salud, enfermedad y muerte. Evidencias osteológicas y dentales

en los depósitos funerarios. Los dientes recuperados muestran la presencia de un cálculo dental moderado. Sólo se registró un ejemplo de enfermedad dental. La mandíbula del adulto (ind#2) que se ha encontrado en un depósito secundario de la tola J5 presenta un absceso dental por debajo del segundo molar superior derecho, con la pérdida ante mortem de este diente (fig. 4). Según otros estudios antropológicos, las tasas más pequeñas de abscesos dentales y pérdida dental ante mortem se encuentran a fines del Periodo Precontacto y en el Periodo Histórico Temprano (Ubelaker, 1981; 1997; 2003). En el Ecuador, Ubelaker estudió un número total de 1 637 esqueletos provenientes de 23 sitios arqueológicos con diferentes fechados entre el Precerámico y el Periodo de Integración y esqueletos del Convento de San Francisco en Quito fechados en los siglos XIX y XX (Ubelaker, 2003). Estos datos sugieren que las lesiones debidas a enfermedades infecciosas, desorden del crecimiento, y los niveles de infección están aumentando durante el Formativo Temprano pero todavía no alcanzan los valores más altos de los periodos posteriores. La hiperostosis porótica todavía no aparece en el Formativo Temprano, lo que sugiere según este investigador que la subsistencia y la densidad de población no han creado condiciones propicias para la anemia grave en las poblaciones. Sin embargo se encuentran evidencias de hiperostosis porótica en la costa en el Periodo Precontacto Intermediario en las poblaciones Guangala (Verano & Ubelaker, 1992) y luego manteñas (Delabarde, 2006; 2010; Graber & Jastremski, 2009).

Figura 3 – Lesiones de periostitis en la superficie de todos los huesos largos de un individuo adulto encontrado en una urna funeraria (tola J6, J6-III)

Figura 4 – Esta mandíbula de adulto (ind#2) presenta un absceso dental por debajo del segundo molar superior derecho, con la pérdida ante mortem de este diente (Tola J5)

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2. 2. Primeros resultados del estudio de la dieta: el aporte del análisis de los isótopos estables Las patologías más comunes encontradas en la población de Japoto son entonces los desordenes nutricionales (síndromes carenciales como la anemia) y/o del desarrollo y las enfermedades infecciosas (Delabarde, 2010). Paralelamente, se encontraron en Japoto numerosas «empanadillas» asociadas a las ocupaciones funerarias como domésticas. Las empanadillas, así denominadas en un primer momento por la investigadora Mercedes Guinea, eran tierras arcillosas modeladas de diversos tamaños y formas (tipo tamal 37 % [fig. 5], tipo bollo 49 % y tipo humita 4 %) ligeramente cocinadas en hojas de vegetales (Guinea, 2006). El análisis de su composición mineralógica bajo microscopio óptico y electrónico de barrido y la técnica de difracción de rayos X revelaron una mezcla de arcillas calcáreas diferentes con el predominio de la calcita, con un contenido importante de hierro y otros minerales. Su composición sugirió un posible consumo como suplementos dietéticos y/o tratamientos naturales para las enfermedades infecciosas. La práctica de la geofagia fue relatada en algunos libros de cronistas o viajeros para varias poblaciones de América del Sur, de la Amazonia hacia la Sierra (Guinea, 2006). Otros ejemplos de estas empanadillas fueron encontrados en el sitio arqueológico de Atacames en la costa norte del Ecuador ocupado desde el Formativo hacia el Periodo Histórico con vestigios importantes de la cultura manteña (Guinea, 2006). La relación entre las lesiones osteológicas y el posible uso de tierras comestibles por parte de la población manteña de Japoto se planteó como una posible hipótesis de investigación, decidiéndose la realización de un estudio de los isótopos estables para establecer el consumo de las mismas.

Figura 5 – Una empanadilla Foto: proyecto Japoto

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Japoto, Ecuador: salud, enfermedad y muerte. Evidencias osteológicas y dentales

En 2009, hemos mandado 7 muestras (6 huesos y 1 empanadilla) a Estelle Herrscher del laboratorio de la unidad de Antropología Biocultural en la Universidad de Marsella (Francia). Los resultados de este estudio preliminar provienen en gran parte de su informe (Herrscher, 2010). A partir del análisis de isótopos estables de nitrógeno y carbono contenidos en la fracción proteica del hueso (colágeno), es posible evaluar el comportamiento alimentario de las poblaciones del pasado. Por un lado, los niveles isotópicos del nitrógeno (δ¹⁵N) y el carbono (δ¹³C), medidos en los huesos corresponden a los acumulados durante la vida del individuo. Por otro lado, estos niveles se correlacionan con la composición de la dieta. El análisis de las firmas isotópicas del nitrógeno (δ¹⁵N) es de particular interés para restituir los diferentes niveles tróficos de una cadena alimenticia. El colágeno de los predadores presenta valores isotópicos superiores en nitrógeno a los del colágeno de sus presas. Así, cuando los sujetos ocupan los últimos eslabones de una cadena alimentaria (alto nivel trófico), sus firmas isotópicas de nitrógeno son elevadas. En cuanto al análisis de las firmas isotópicas del carbono (δ¹³C), este identifica la fuente alimenticia de carbono y en consecuencia, el tipo de medio ambiente en el que el hombre dispone de plantas. Un análisis más fiable y pertinente implica un estudio de las características isotópicas del ecosistema de la población estudiada. Sin embargo, como en el caso de Japoto, se pueden utilizar datos isotópicos publicados (Ortner, 1992; Barberena et al., 2009). Las muestras óseas de Japoto (N=6) provenían de 6 individuos adultos (3 individuos masculinos, un individuo femenino y dos indeterminados) de tres tolas distintas (J6, J7 y J8). Fue posible extraer colágeno con un rendimiento superior de 47,6mg.g¯¹ de 5 muestras. Solo una de las muestras dio menos de 1 mg de colágeno (individuo femenino), estando también demasiado degradado para hacer un análisis isotópico. Los análisis previos de extracción revelaron una conservación homogénea de colágeno humano de las muestras de Japoto. Las 5 muestras presentaron una relación (C/N) dentro de los límites establecidos para el colágeno inalterado y sin modificación. Los resultados del análisis isotópico de las muestras óseas revelan valores del carbono entre -9,2 y -8,5 ‰ grados. Los valores isotópicos del nitrógeno entre el 12,9 y el 13,6 ‰. Los 5 individuos comparten similitudes en los valores isotópicos del nitrógeno-15 o del carbono-13. Dicho resultado refleja un régimen alimenticio isotópicamente similar para estas cinco personas. Para los sujetos de Japoto, los valores del carbono δ¹³C son muy altos indicando no solo el posible aporte de las empanadillas, sino también de plantas C4, y/o contribución de los animales de carne de forrajeo con las plantas C4 (probablemente el maíz). Los altos valores de nitrógeno (δ¹⁵N), a su vez indican el consumo de alimentos enriquecidos en nitrógeno, como la carne y/o los peces marinos. La empanadilla también fue analizada para establecer sus firmas isotópicas ya que no existía ningún estudio sobre el consumo de tierra comestible. Se emplearon dos preparaciones distintas de las muestras, la primera de la tierra misma y la segunda después de un lavado al acido para quitar todos los minerales de la tierra.

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La investigadora Estelle Herrscher consideró más adecuado medir los valores directamente en la tierra componente de la empanadilla; así las firmas isotópicas medidas corresponderían a las de los alimentos directamente consumidos. Las muestras analizadas directamente muestran un porcentaje muy bajo de nitrógeno (0,03 y 0,06). Este resultado es consistente con una fuente de proteínas muy baja en este alimento. Los valores isotópicos de carbono muestran valores de -10,2 y -10,9 ‰ y los valores de nitrógeno son 7,4 y 7,3 ‰. Estos datos comparados con los obtenidos en otros contextos arqueológicos de América del Sur muestran similitudes con los valores isotópicos esperados para las plantas C4 como el maíz. La coincidencia entre los valores isotópicos de las empanadillas y las plantas C4 hace difícil determinar o distinguir la contribución de cada uno de estos alimentos en la dieta de la población manteña. En conclusión, los individuos de Japoto presentan valores isotópicos superiores a las poblaciones consumidores de peces y de maíz del periodo poscontacto en Florida (Larsen et al., 2001). Por el contrario, para los valores del nitrógeno, se observa que los individuos de Japoto se encuentran en la variabilidad de criterios de las poblaciones poscontacto de Florida. Una comparación similar realizada con los individuos de la cultura de PuruchucoHuaquerones del Perú muestra que los sujetos de Japoto tienen valores más altos de carbono y nitrógeno. Aunque estas comparaciones son empíricas debido a la falta de un análisis isotópico del medio ambiente, los sujetos de Japoto parecen haber consumido recursos alimenticios isotópicamente más enriquecidos en nitrógeno-15 y carbono-13 que las empanadillas. Este estudio preliminar sobre la dieta de la población manteña de Japoto, permite, dentro de los límites ya mencionados, destacar el consumo de alimentos enriquecidos en carbono-13 (el aporte de las empanadillas es posible pero no se puede excluir que el aporte se deba a plantas como el maíz), los valores altos del nitrógeno que reflejan el consumo de alimentos enriquecidos en nitrógeno-15 (peces, invertrebrados marinos, mamíferos terrestres, pájaros) y finalmente el aporte de animales terrestres consumidores de maíz. Este estudio preliminar constituye la primera fase de la investigación sobre la dieta de la población manteña; la segunda fase está enfocada en el estudio isotópico del medio ambiente a partir de los restos óseos animales encontrados asociados a las estructuras domésticas en Japoto y en el incremento de muestras óseas humanas para aumentar la fiabilidad y pertinencia de las conclusiones.

2. 3. Traumatismos: las evidencias osteológicas La mayoría de las lesiones encontradas en los esqueletos prehispánicos se dividen en tres categorías de enfermedades generales: infecciones, artritis y traumatismos. La patología más común son los cambios degenerativos. Los traumatismos ocupan el segundo lugar y afectan el esqueleto de varias maneras: fractura, dislocación o deformación de los huesos, lesiones de los tejidos blandos, venas y nervios en la periferia (White, 2000).

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Japoto, Ecuador: salud, enfermedad y muerte. Evidencias osteológicas y dentales

Cuando el tejido óseo está vivo y en remodelación continua, las lesiones traumáticas se denominan ante mortem cuando existen evidencias de reacción ósea, peri mortem cuando la lesión no presenta reacción ósea pero tiene las características propias de haber sido infligida sobre un tejido óseo «fresco», y finalmente post mortem cuando las lesiones están asociadas a fenómenos tafonómicos afectando un hueso «seco». En la población de Japoto, no tenemos muchos ejemplos de traumatismos óseos ante mortem o peri mortem. Hasta la fecha, solo se ha observado un ejemplo de un traumatismo ante mortem: el peroné izquierdo de un adulto (ind # 2) proveniente de un depósito secundario (Z3) de la tola J7 presenta una fractura diafisaria desplazada del peroné izquierdo en su extremo proximal. El individuo ha sobrevivido un tiempo suficiente para permitir el desarrollo del cal óseo alrededor de la fractura (fig. 6). Generalmente la gran frecuencia de lesiones traumáticas en las poblaciones arqueológicas es asociada a épocas de violencia. Ubelaker (2003: 284) por ejemplo, menciona en su estudio de los esqueletos del sitio de Real Alto la existencia, en el Periodo Formativo Temprano en el Ecuador, de un conflicto entre grupos para el control de un territorio y de sus recursos, pero sin excluir los problemas de violencia social en la población misma. No se registran evidencias de deformación craneana en Japoto, sin embargo esta práctica está presente en el sitio costeño de la Tolita (provincia de Esmeraldas) en los cráneos de 4 individuos de los periodos Clásico y Tardío (200BC400AD) (Ubelaker, 1997). Se registró un solo ejemplo de traumatismo peri mortem en los esqueletos estudiados de Japoto. Figura 6 – Fractura diafisaria desplazada del peroné Se trataba de una bóveda craneana izquierdo en su extremo proximal de un adulto (ind # humana encontrada, en la esquina NE 2) (Tola J7, Z3) de la Estructura 1 de la tola J8, en la base del talud reforzado de la plataforma (ver Guinea este mismo volumen). La bóveda se encontró incompleta con el hueso frontal bastante completo y ambos parietales representados por algunos fragmentos. El borde supra-orbital izquierdo era muy pronunciado lo que era consistente con un individuo de sexo masculino. Sin embargo, había que notar que un solo carácter del dimorfismo sexual no permitía establecer la estimación del sexo. El aspecto general de la bóveda y el estado de fusión de las suturas craneales presentes permitieron decir que se trataba de un individuo adulto sin poder precisar la edad (fig. 7). Esta bóveda craneana presenta varias evidencias muy características de la acción tafonómica (fracturas, desprendimiento del cortex y aspecto blanquecido). En los

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traumatismos post mortem es más fácil distinguir si estos se deben a acciones tafonómicas o se han producido en el momento de la excavación, como puede ser el impacto de la pala del arqueólogo. Sin embargo, una fractura presente en la bóveda craneana muestra características distintas a las lesiones post mortem. Se localiza en la porción derecha del frontal a 45 mm del vertex y 57 mm del borde supra-orbital derecho partiendo del hueso parietal y corriendo hacia el frontal en dirección de la órbita derecha. Los bordes de las fracturas observados macroscópicamente y microscópicamente son muy nítidos, implicando que el tejido óseo está hidratado para que la fractura tenga este aspecto gracias a las características plásticas del hueso «fresco» (fig. 8). Los bordes de la fractura no presentan las características resultantes en caso de exposición al fuego. En cambio, el aspecto de esta fractura es compatible con un impacto con un objeto contundente, con la energía disipándose a través de la dicha fractura. Estas conclusiones constituyen una hipótesis ya que la bóveda craneana está bastante incompleta y no se puede excluir la presencia de otro tipo de lesión en las partes ausentes. El descubrimiento de una bóveda craneana con fracturas peri mortem producidas por un posible impacto con un objeto contundente en la base de la plataforma de la Estructura 1 de la tola J8 recuerda la existencia en algunas culturas prehispánicas de sacrificios o muertes rituales asociados a la construcción o renovación de los edificios importantes (Bourget, 1998; Delabarde & Uceda, 2003; Hocquenghem, 2005; Chávez Balderas, 2005). Mercedes Guinea (ver este mismo volumen) ha planteado la hipótesis del entierro ritual de la estructura citada.

Figura 7 – Bóveda craneana encontrada en la base de la plataforma de la Estructura 1 de la tola J8

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Figura 8 – Detalles de la fractura de la bóveda craneana (Tola J8)


Japoto, Ecuador: salud, enfermedad y muerte. Evidencias osteológicas y dentales

A pesar de los límites de nuestro muestreo, la poca frecuencia de traumatismos óseos en Japoto es concordante con los otros estudios antropológicos (Ubelaker 1981; 1997; Graber & Jastremski, 2009) con un índice más bajo de lesiones traumáticas en el Periodo Precontacto y un índice más alto en los Periodo Formativo y Poscontacto (Ubelaker, 2003).

CONCLUSIÓN La interrelación entre la biología y la cultura es una problemática dinámica y compleja. Los restos humanos ofrecen datos biológicos (estado sanitario, dieta) y culturales (prácticas funerarias) que deben ser estudiados. Primero dentro del contexto mismo del sitio con el análisis del material arqueológico asociado y luego en comparación con los demás datos de poblaciones vecinas cronológicamente y geográficamente. El estudio antropológico de los restos humanos encontrados en Japoto (N=39 individuos) permite tener una idea de la vida y la muerte de una población manteña, tomando en consideración los límites del muestreo debido a las prácticas funerarias (selección de los individuos, representación esquelética incompleta en los depósitos secundarios) y la deficiente conservación de los restos óseos. Las lesiones encontradas más frecuentemente están relacionadas con los cambios degenerativos, ya sean por enfermedad reumática o por actividades específicas (transporte de carga). Existen evidencias de enfermedades infecciosas activas en el momento de la muerte, algunas lesiones relacionadas con la anemia o malnutrición y escasas lesiones traumáticas. Las enfermedades dentales, frecuentes en los consumidores de maíz, deben haber tenido mayor importancia pero se recuperaron pocos dientes en nuestro muestreo. No se ha podido extraer ADN en cantidad y calidad suficiente para obtener datos interpretables. En cambio, el colágeno de los huesos humanos está bastante bien preservado como para permitir un análisis de isótopos estables. Se ha podido establecer el consumo de alimentos enriquecidos en carbono-13 (empanadillas y/o plantas como el maíz) y en nitrógeno-15 (peces, invertebrados marinos, mamíferos terrestres) y animales terrestres consumidores de maíz. Estos datos son coherentes con el material arqueológico encontrado (empanadillas, huesos animales y pescados, piedras de moler para el maíz). Sin caer la imagen idílica del Nuevo Mundo exento enfermedad antes de la Conquista, el estudio antropológico de la población manteña de Japoto muestra un estado sanitario satisfactorio dentro de los parámetros antropológicos de poblaciones contemporáneas. El Periodo de Integración en el Ecuador es conocido como una época relativamente estable. El acceso a recursos marítimos y terrestres reflejados a través de la dieta variada, el posible uso de tierras comestibles como remedios a algunas enfermedades infecciosas, y la construcción de numerosas tolas ilustra en Japoto una población dominando y beneficiándose de su medio ambiente.

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Ecuador prehispánico: surgimiento y evolución de la cultura Manteña-Guancavilca

Surgimiento y evolución de la cultura Manteña-Guancavilca: reflexiones acerca de los cambios y continuidades en la costa del Ecuador prehispánico

Anne Touchard-Houlbert*

Resumen Este artículo aborda los problemas de las rupturas y continuidades en la cronología de la costa ecuatoriana con un estudio global de la cultura Manteña-Guancavilca, la cual se ha desarrollado en el litoral ecuatoriano durante el último periodo precolonial (650-1532 d. C.). De hecho, con el estudio de la ocupación humana, de la variabilidad de los tipos arquitectónicos y del complejo cerámico, se intenta evaluar las diferentes fuentes que permiten entender los cambios culturales en esta área. Palabras clave: arqueología, Ecuador, Periodo de Integración, Manteña-Guancavilca, arquitectura, prácticas funerarias, cerámica, señorio

Émergence et évolution de la culture Manteña-Guancavilca : réflexions autour des changements et des continuités sur la côte de l’Équateur préhispanique Résumé À travers une étude globale de la société Manteña-Guancavilca qui occupa le littoral équatorien au cours de la dernière période précoloniale (650-1532 apr. J.-C.). Cet article aborde la problématique des ruptures et des continuités dans la chronologie de la côte équatorienne. En effet, l’étude de

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Investigadora asociada al UMR 8096 arqueología de las Américas (CNRS y Universidad Paris 1 Panthéon-Sorbonne, París Francia). E-mail: ziadepanama@hotmail.com

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Anne Touchard-Houlbert l’occupation humaine, des différents types architecturaux et du complexe céramique, nous renseigne sur les différentes sources de changement culturel dans une même région. Mots clés : archéologie, Équateur, Période d’Intégration, Manteña-Guancavilca, architecture, pratiques funéraires, céramique, señorio

Emergence and evolution of the Manteño-Guancavilca culture: Comments about changes and continuities on prehispanic Ecuadorian coast Abstract Through a general study of the Manteño-Guancavilca culture along the Ecuadorian littoral during the final pre-colonial period (650-1532 AD.), in this article we focus the problems of the ruptures and continuities in the chronology of the Ecuadorian coast. Indeed, through the study of the human occupation, of the variability of architectural types and the ceramic complex, we evaluate different sources for understanding the way in which cultural changes were producted in this area. Key words: archaeology, Ecuador, Integration Period, Manteño-Guancavilca, architecture, funerary pratices, ceramics, señorio

INTRODUCCIÓN1 El estudio que se ha realizado trata de entender cómo y por qué han ocurrido los cambios y continuidades a lo largo de la cronología de la época prehispánica (cambios en los estilos cerámicos, los modos arquitectónicos y la organización del espacio…) en la costa ecuatoriana. Para eso, se ha tratado, enfocándose en una cultura cuya cronología no está bien definida: la Manteña-Guancavilca (6501532 d. C.), de identificar las supervivencias de las culturas pasadas así como las innovaciones propias de esa cultura y, de esa forma, entender su evolución. El objetivo es establecer una secuencia cronológica de la cultura ManteñaGuancavilca y entender así cómo aparece, cómo funciona y cómo desaparece a la llegada de los españoles. En este artículo, no vamos a tratar del periodo de contacto con los conquistadores ni de la destrucción de esa sociedad, pero vamos a intentar responder, en la medida de lo posible, a preguntas «sencillas»: ¿dónde, cuándo, cómo y por qué?

1. LA OCUPACIÓN TERRITORIAL MANTEÑA-GUANCAVILCA Para entender cómo la cultura Manteña-Guancavilca se desarrolló, es importante definir su entorno geográfico e identificar algunos indicios que nos ayuden a 1

Ese artículo, se nutre de los resultados de la tesis doctoral del autor, defendida el 15 de enero del 2010 en La Sorbona (Paris, Francia) y en los de las excavaciones que llevó a cabo el proyecto Manabí Central en el yacimiento de Japotó, Manabí desde 2004 y a las cuales pudo participar el autor.

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entender los diferentes movimientos de población, en la totalidad de la fase de ocupación (650-1532 d. C.). Para esto, ha sido establecido un mapa arqueológico (fig. 1), basándose en la bibliografía arqueológica, los informes de prospecciones y de excavaciones, así como en informes de arqueología de rescate. Lamentablemente, no es posible ver una localización completa de la ocupación humana dado que los 161 sitios arqueológicos registrados están concentrados en la franja marítima.

Figura 1 – Mapa de los sitios Manteño-Guancavilca localizados

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1. 1. Las fronteras de la confederación Manteña-Guancavilca De manera general, se toma en cuenta la visión global conocida hasta ahora según la cual las fronteras de la confederación2 Manteña-Guancavilca están localizadas al norte en el rio Chone, y al sur en el golfo de Guayaquil. Sin embargo, algunos sitios como Tengel o Jeli han sido registrados como Manteña-Guancavilca y se puede pensar que han habido variaciones de las fronteras según las épocas. La frontera oriental no está claramente determinada ya que se han realizado escasos estudios en la zona del piedemonte andino. Los sitios más al este son los de Chone y Nobol. Se incorporan los sitios de El barro y Vinces, donde se han registrado piezas Manteña-Guancavilca, pero donde no hay ocupación averiguada. Otros objetos han sido descubiertos en varios sitios al norte de Canoa (Jama, Pedernales, Cojimies y Atacames). Las localizaciones observadas en los registros, tenderían a desplazar más la frontera hacia el norte. No obstante, estos objetos no son típicos de esta cultura, sino que indican claramente semejanzas, permitiendo apreciar la evolución de una forma a otra (p.ej.: los pedestales antropomórficos). Según los datos etnohistóricos, localidades como Atacames (Tacamez) se consideran como lugares colocados bajo los auspicios de uno de los hombres de poder (o Señor) y más concretamente el «señor de Salangome» (Jerez, 1972 [1534]). En este texto, se habla de las ciudades o pueblos sometidos al Señorio de Salangome. Estas ciudades, fuera del territorio conocido y definido como Manteña-Guancavilca se interpretan como «enclaves» portuarios (Ruiz, 1844). Sin embargo, los vestigios que permiten justificar esta hipótesis son muy dispersos. En efecto, los únicos vestigios excavados en contexto son los provenientes de Atacames (Guinea, 1984). Parece difícil, a partir de estos datos demasiados escasos, establecer la existencia real de un sistema de enclaves en otros territorios. Aunque el concepto de puerto que sirve de escala donde se habrían instalado algunos Manteña-Guancavilca sea muy posible, sería necesario tener más información para determinar el lugar real que este grupo ha poseído en los territorios periféricos.

1. 2. La organización espacial de los sitios arqueológicos El mapa arqueológico que se ha podido realizar a partir de estos datos permite definir zonas de asentamientos que, en espera de estudios más detallados, ayudan a entender cómo se distribuyen los yacimientos arqueológicos en el territorio. Por supuesto, se consideran los datos de una manera global pero los pocos lugares con dataciones radiocarbónicas (o al menos su escasa proporción en relación al número total de lugares localizados: 15 sobre 161) no permiten ver de manera diacrónica la evolución de las ocupaciones humanas. Sin embargo se puede tener una idea de ello gracias al estudio de Yann Graber (2008) para la zona de Río Blanco. Se han establecido zonas de instalación: el frente marítimo, el litoral cercano (menos 2

Hablamos de confederación en el sentido de grupo de varios señorios regionales.

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de 5 km de la costa), tierradentro y los lugares de montaña, teniendo cada zona probablemente un papel particular en el proceso de producción y circulación de los bienes de las poblaciones locales (Murra, 1975).

1. 3. La distribución diacrónica de los sitios Pocos sitios proporcionaron fechas que nos ayuden en definir la ocupación del espacio. En efecto, solo 15 sitios dieron fechas radiocarbónicas que permitieron situarles en la cronología. La información deja suponer que todo el territorio ha sido ocupado a la vez, de norte a sur. En efecto, se han descubierto algunos elementos Manteña-Guancavilca en los sitios de Japoto, Los Frailes, Loma de los Cangrejitos y Loma de Guasango, lugares cuya ocupación Manteña-Guancavilca se prueba antes del siglo VIII d. C. Es difícil imaginar una progresión lenta de la ocupación (debida a una probable invasión). La única hipótesis que cuadra con este sentido es una invasión por vía marítima (cf. localización de las enclaves en la fig. 1).

2. LA SECUENCIA CRONOLÓGICA La secuencia cronológica pudo realizarse gracias a la revisión de las fechas disponibles, un total de 59 muestras (fig. 2).

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Figura 2 – Representación de las secuencias de ocupación de 15 sitios Manteña-Guancavilca

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Estos datos permiten concluir que hay una occupación homogénea del territorio (en el sentido norte-sur), rechazando así la hipótesis de un modelo de migración expansionista desde el norte o el sur como lo ha imaginado Jijón y Caamaño (1930). Al contrario, esto apoya más bien la hipótesis de una transición desde el periodo del Desarrollo Regional (500 a. C.-500 d. C.) hasta el de Integración con un origen local, y no como resultado de una colonización externa, excepto quizá por el mar aunque no hayan elementos que permitan apoyar esto último. Es difícil percibir de manera clara cómo se ha producido esta transición y cuáles son sus razones y consecuencias. No se ha podido demostrar un cambio en el orden social debido a la falta de estudios, especialmente sobre la cultura Bahía que se ha desarrollado en la misma zona (Manabí Central), en un periodo al inmediatamente anterior que se considera aquí. De la misma manera, se tiene muy poca información arqueológica y especialmente estratigráfica sobre la transición entre las fases Bahía/Guangala y ManteñaGuancavilca. En Japoto, de momento, no se ha podido identificar esta transición que, sin embargo, es muy clara en el sitio OM Jp Lp 140 de Salango (Norton, nd).

3. LAS HUELLAS DEL PASADO A raíz de la carencia de datos de terreno, se utilizará el material cerámico disponible (3 784 piezas de 12 colecciones revisadas) para conocer cuáles son los elementos procedentes de cada una de estas culturas, qué elementos persisten, cuáles desaparecen y qué nuevos elementos resultan, ya sean endógenos o procediendo de las zonas periféricas. Tres culturas precedieron y coexistieron con la cultura Manteña-Guancavilca: Bahía, Guangala y Chirije. A partir de los elementos descubiertos en el yacimiento de Japoto esto fue lo que salió a la luz: De la cultura Bahía, se han podido identificar varios elementos (fig. 3): Las orejeras parecidas a las que se identifican en las figuritas Bahía gigante (fig. 3a). La decoración bruñido grueso (Estrada, 1962: 145, fig. 44) (fig. 3b). El tipo Bahía Muescas al reborde (Estrada, 1962: 151, fig. 53) (fig. 3c). El tipo Bahía sobre amarillo (fig. 3d). El tipo Bahía calado (fig. 3e). De la cultura Guangala se pudo reconocer (fig. 4): La decoración bruñida fina (Masucci, 1992: 520, fig. 38) (fig. 4a). La decoración, grabada sobre pintura negativa (fig. 4b). De la cultura Chririje: lamentablemente, esta cultura aún está mal definida; no obstante en Japoto aparecen varios elementos de este complejo cerámico, como se ve en la figura 5:

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Figura 3 – Elementos Bahía descubiertos en Japoto

Figura 4 – Elementos Guangala descubiertos en Japoto

Fotos: A. Touchard-Houlbert

Fotos: A. Touchard-Houlbert

El estilo Chirije estampado dentado en zonas (Estrada, 1962: 132, fig. 66) (fig. 5a). El rallador punteado (fig. 5b). No se sabe realmente si el complejo cerámico Chirije corresponde a una transición Bahía/Manteña-Guancavilca o a un verdadero complejo cultural. Lamentablemente, las evidencias son escasas pero aunque no permitan aclarar la secuencia ManteñaGuancavilca de manera precisa, por lo menos ayudan a identificar los diferentes elementos estilísticos que han estado presentes en el sitio (fig. 6). Así, junto a la cultura Manteña-Guancavilca permanecieron elementos estilísticos más antiguos, desaparecieron otros, fuertemente introducidos en el Figura 5 – Elementos del complejo periodo de Desarrollo Regional como los polípodos Chirije descubiertos en Japoto (Guangala y Bahía) que se hicieron cada vez más raros o Fotos: A. Touchard-Houlbert el uso de la famosa pintura tricolor Guangala. Poco a poco, han aparecido nuevos tipos cerámicos (como los tostadores y los barreños), nuevos motivos y representaciones, los cuales supuestamente han cambiado con el tiempo. Sin embargo nos resulta todavía difícil entender la secuencia cerámica Manteña-Guancavilca, porque de un lado nota cierta estandarización de la producción alfarera con la famosa «Manteña negra pulida» pero, al mismo tiempo, se puede identificar una gran variedad de formas, decoraciones, etc. Tanto en Japoto como en Salango, donde se ha podido revisar gran parte del material, se observó una concentración de ollas globulares (fig. 7a), de tostadores y compoteras (fig. 7b) y de vasijas evertidas con representaciones modeladas en el cuello (fig. 7c).

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Figura 6 – Elementos estilísticos presentes en el complejo cerámico Manteña-Guancavilca Fotos: A. Touchard-Houlbert

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Figura 7 – Nuevos elementos cerámicos ManteñaGuancavilca Fotos: A. Touchard-Houlbert

4. LOS TIPOS DE ASENTAMIENTOS Y EL HIATO DEL 1100 A lo largo de nuestra investigación, hemos identificado varios tipos sucesivos de asentamientos en toda el área Manteña-Guancavilca. Los primeros asentamientos, al nivel del suelo, fueron seguidos por la erección de tolas (o montículos artificiales), las cuales han funcionado hasta el final del periodo prehispánico. Por un motivo que todavía no está determinado, pero que supuestamente corresponde a un evento de importancia, aparecen nuevos elementos arquitectónicos alrededor del siglo XII, tales como las estructuras de adobe en Agua Blanca (McEwan, 2003; Piana Bruno & Marotzke, 1983), en Loma de los Cangrejitos (Marcos, 1973) y en Japoto (ver Guinea este volumen) y las estructuras de piedra en los sitios de altura o del litoral (fig. 8). Este cambio fuerte durante la fase Manteña-Guancavilca (el evento «1100» como lo hemos llamado) representa quizás una ruptura importante adentro de la sociedad Manteña-Guancavilca, una modificación de la organización sociopolítica y una voluntad de cambiar el modelo de asentamiento, aunque sigan utilizando el sistema de tolas. Sin embargo, ese cambio en la estrategia arquitectónica no parece observarse en la cerámica, al menos en la que he revisado. Es posible que con más fechas en el sitio de Japoto y un estudio más preciso de la cerámica, logremos establecer una secuencia cerámica que ponga en relación esas etapas constructivas con la tipología cerámica.

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Figura 8 – Construcciones de adobe en Japoto (8a) y de piedra en Agua Blanca (8b)

CONCLUSIONES En conclusión, podemos decir que este estudio ha permitido establecer que los Manteña-Guancavilca ocupaban el territorio de manera homogénea a lo largo de toda la fase cultural correspondiente. El estudio preliminar de la cerámica nos indica tanto una continuación en formas y decoraciones de las culturas anteriores como rupturas en cuanto a la utilización de ciertos elementos o motivos decorativos. La posibilidad de fechar el inicio de la utilización de los adobes y de las piedras como elementos constructivos arquitecturales, permite observar que ocurre un cambio importante alrededor de 1100 d. C., cambio recurrente en toda la zona andina. Este artículo ha querido brindar nuevos elementos de la secuencia ManteñaGuancavilca, a través del estudio del complejo arquitectural y de la cerámica. El problema de las transiciones culturales parece ser el mismo en cualquier lugar y sigue siendo difícil identificar los factores originarios de estos cambios. En el caso presente, se van a identificar paulatinamente estos cambios y estas continuidades.

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Es de esperar que nuevos investigaciones permitirán responder a las preguntas que han quedado pendientes.

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Una estructura en tierra cruda en el sitio de Japoto, Ecuador. Los aportes de la arqueometría

Una estructura en tierra cruda en el sitio de Japoto, Ecuador. Los aportes de la arqueometría Véronique Wright*

Resumen El hallazgo arqueológico de una estructura arquitectónica en tierra cruda en el sitio manteño de Japoto, llevó a desarrollar un estudio arqueométrico. A partir de unos análisis físico químicos realizados sobre un muestreo coherente, el objetivo era caracterizar los materiales de construcción empleados y luego intentar obtener indicios sobre su procedencia geológica. Por otro lado, se quiso entender por qué varias superficies arquitectónicas presentaban rasgos de rubefacción. Con los resultados obtenidos, se pudo al final desarrollar problemáticas de conservación. Las conclusiones sacadas aportaron datos inéditos y confirmaron el interés de la arqueometría en el marco de este tipo de investigaciones. Palabras claves: manteña, Japoto, tierra cruda, arqueometría, conservación

Une structure en terre crue sur le site de Japoto, Équateur. Les apports de l’archéométrie Résumé La découverte d’une structure architecturale en terre crue sur le site manteño de Japoto a conduit à envisager une étude archéométrique. À partir d’analyses physico-chimiques réalisées sur un échantillonnage représentatif, il s’agissait de caractériser les matériaux de construction employés et d’obtenir des indices sur leur provenance géologique. Par ailleurs, il convient de comprendre pourquoi

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Doctora en Arqueología Precolombina, especialidad: Física aplicada en arqueología. Universidad Panthéon Sorbonne - Paris 1. Maison de l’Archéologie et de l’Ethnologie de Nanterre, UMR CNRS 8096, 21, allée de l’Université, F-92023, Nanterre Cedex. Centre de Recherche et de Restauration des Musées de France, Palais du Louvre, Porte des Lions, 14 Quai François Mitterrand, 75001 París. E-mail: vero_wright@hotmail.com

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Véronique Wright plusieurs zones de la structure présentaient des traces de chauffage. Ces résultats permirent finalement de développer des problématiques de conservation. Les conclusions dégagées ont livré des données inédites et, ont confirmé l’intérêt de l’archéométrie dans le cadre de ce type de projets de recherche. Mots clés : manteña, Japoto, terre crue, archéométrie, conservation

A raw-earth structure on the Japoto site. The contribution of archaeometry Abstract The discovery of an earthen architectural structure at the Manteño site of Japoto led us to develop an archaeometric study. From the physico-chemical analyses carried out on a representative sample, we characterized the building materials that were used and recovered clues on their geologic origin. We wished also to understand why several areas of the structure presented signs of heating. With these results, we were able to start developing some preservation problematics. The conclusions reached were consistent with unpublished data and confirm the value of archaeometry within the framework of this type of archaeological research project. Key words: Manteño, Japoto, earthen structure, archaeometry, preservation

INTRODUCCIÓN A pesar de su eficacia la herramienta arqueométrica permanece aún poco utilizada en los proyectos arqueológicos ecuatorianos. Sin embargo, los análisis fisico químicos realizados sobre muestras obtenidas en el sitio de Japoto, en la provincia de Manabí, permiten ayudar a la comprensión de varios problemas arqueológicos y confirmar el interés del uso de este tipo de estudio. Así, los resultados obtenidos después de un año de investigaciones en el C2RMF1 demuestran que esta técnica de trabajo complementa el estudio arqueológico, sea sobre arquitecturas, sea sobre conjuntos funerarios.

1. LOS ESTUDIOS ARQUEOMÉTRICOS ANTERIORES Los estudios arqueométricos realizados sobre artefactos manteños son muy escasos, e inexistentes en el caso de vestigios construidos en tierra cruda. En este sentido, la estructura descubierta dentro del montículo J8 de Japoto autoriza un estudio inédito.

Centre de Recherche et de Restauration de Musées de France - Palais du Louvre, Porte des Lions, 75001 Paris.

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Sobre el sitio de Japoto, algunos análisis fueron realizados por el Centro de Investigación en Física Aplicada a la Arqueología de Burdeos en Francia2. Estos estudios fueron dedicados, en primer lugar, a las «empanadillas» descubiertas en Atacames y Japoto, descritas como «objetos de tierra arcillosa ligeramente cocida» cuya función era desconocida (Guinea, 2006: 322). Cuatro empanadillas de Japoto fueron caracterizadas3: la primera estaba constituida de un limo cuarzoso con poca arcilla y elementos de calcio, potasio, sodio, magnesio y hierro. La segunda muestra era también un limo cuarzoso pero más fino y calcítico con los mismos minerales que la anterior. La tercera empanadilla estaba compuesta de un material calcítico y la cuarta de un material calcítico muy duro con inclusiones de cuarzo, feldespatos y halita (Guinea, 2006: 329). Estos resultados, junto a las observaciones y datos arqueológicos, han llevado los arqueólogos a considerar las empanadillas como tierras comestibles. Su uso principal estaría relacionado con la absorción de las fitotoxinas (Guinea, 2006: 332). En un segundo momento, se analizaron dos muestras de suelos obtenidas de las tolas J3 y J7 del sitio de Japoto4. Los resultados indican, a pesar de pequeñas diferencias, una composición similar: un limo sin calcáreo (Platel, 2006). Estos primeros resultados revelan las ventajas del estudio de laboratorio. En el caso de Japoto han participado en el entendimiento de la función de un artefacto muy particular como son las empanadillas, y han permitido obtener datos de base en cuanto a la composición de los suelos y así desarrollar problemáticas geológicas. Considerando el interés de estos datos inéditos, hemos desarrollado un nuevo estudio arqueométrico sobre las tolas J8 y J7 según varias problemáticas.

2. PROBLEMÁTICAS DE LA INVESTIGACIÓN 2. 1. La Estructura 1 del montículo J8 Durante la temporada 2007, una estructura construida en tierra ha sido descubierta en la tola J8 y excavada en la temporada 2008 (fig. 1). Esta estructura constituye un caso excepcional dentro de la arquitectura manteña recuperada y su descripción precisa puede consultarse en la contribución de Mercedes Guinea en este mismo volumen. Llamó especialmente la atención que sobre los adobes del murete escalonado, los taludes de refuerzo de la plataforma y el piso, fuera aplicado un enlucido

Los análisis han sido realizados por Nicole Platel: CRP2A - UMR CNRS 5060, Université Michel de Montaigne - Bordeaux 3. 3 Microscopía óptica, Microscopía electrónica de barrido acoplado con un sistema de análisis por dispersión de rayos X (MEB-EDS), Difracción de rayos X (DRX). 4 Análisis realizados por Nicole Platel (CRP2A), con observaciones a la lupa binocular y en microscopía de polarización, análisis elementales en MEB-EDS y análisis estructurales en DRX. 2

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Figura 1 – Estructura construida de la tola J8 Fotografía con una vista hacia el Sur de la estructura construida descubierta en la tola J8. Permite localizar el murete escalonado, el talud al Este y el piso al Oeste (Wright V., 2008)

grueso de varios centímetros de espesor (2 a 9 cm según las zonas) que presentaba rasgos de calefacción, es decir zonas con huellas de rubefacción y de combustión. El objetivo de trabajo sobre este edificio fue doble: arqueológico y de conservación. Primero, se trataba de participar en el entendimiento de las técnicas de construcción analizando los adobes utilizados para el murete escalonado y el enlucido grueso aplicado sobre toda la estructura. Se quiso entender también el fenómeno de calefacción materializado sobre toda la estructura, estudiando muestras con huellas de rubefacción. En segundo lugar había que desarrollar propuestas de conservación. En efecto, con los resultados de composición de los materiales empleados para la construcción la idea era de proponer métodos de conservación y tratamientos químicos adaptados a las características concretas de la E1.

2. 2. El conjunto funerario de la tola J7 Las excavaciones realizadas sobre la tola J7 permitieron descubrir una concentración importante de restos humanos organizados en depósitos primarios (tumbas) o secundarios (paquetes). La particularidad de esta tola era la cantidad y la variabilidad de los depósitos y la presencia exclusiva de estructuras funerarias. Considerando esta reagrupación de restos humanos parecía interesante verificar si las propiedades geomorfológicas del suelo estaban relacionadas con la preservación de los cuerpos o con su descomposición, argumentando la elección de esta tola para implantar este conjunto funerario (Delabarde, 2006: 319). En

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este sentido, se ha realizado medidas de pH del suelo de la tola J7, y comparado los datos con las medidas de pH realizadas sobre las tolas J8 y J10 para poner en evidencia una eventual particularidad. Luego, fue estudiada la estratigrafía de ocupación de la tola. En dos de los sondeos (PX4 y PY2) se ha realizado un muestrario de todas las capas de ocupación identificadas, de la superficie de la tola al suelo geológico, para obtener datos de su composición e intentar entender más precisamente unos depósitos grises incluidos en varias capas de esta estratigrafía.

2. 3. Conclusión Para desarrollar la investigación, se sacaron muestras de las tolas J8 y J75, durante la temporada de excavación 20086. El estudio arqueométrico se ha desarrollado en el C2RMF según un protocolo analítico completo que permitió obtener resultados representativos.

3. METODOLOGÍA 3. 1. Los métodos de observación Antes de cualquier análisis, cada muestra fue examinada a dos niveles de observación. La lupa binocular (LB) permite describir la fisonomía general de las muestras según una ampliación entre 7,5 y 50 veces. Es una información de base que merece ser completada por otros métodos. La microscopía óptica (MO) permite realizar observaciones con una ampliación x50, x100, x200 o x500, sobre cortes transversales. Para observar su sección y su estratigrafía las muestras son incluidas en resina poliéster, cortadas y pulidas.

3. 2. Los análisis elementales La microscopía electrónica de barrido acoplada a un sistema de análisis a dispersión de energía (MEB-EDS) ha sido aplicada sobre los cortes estratigráficos después de las observaciones en LB y MO. El MEB es una técnica de imagen que permite ampliaciones de hasta 300 000 veces. Para una mejor calidad de imagen, los materiales no conductores han sido cubiertos de una fina capa de carbón o de oro según las muestras. Para el estudio, dos tipos de imágenes han sido utilizados: en Se recogieron 22 muestras de la tola J8 y 17 de la tola J7. La excavación duró del 12 de junio al 12 de agosto de 2008, bajo la dirección de Jean-François Bouchard (DR2 CNRS, Université Panthéon Sorbonne - Paris 1, MAE Nanterre - Archéologie des Amériques - UMR CNRS 8096) y de Mercedes Guinea (Universidad Complutense de Madrid).

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electrones secundarios, dando informaciones sobre la superficie y la topografía de la muestra; y en electrones retrodifundidos que dan una imagen cuyo contraste depende del número atómico. El sistema de análisis acoplado al MEB, indica la composición de la muestra. Es elemental porque permite identificar los elementos químicos (átomos) componiendo el material sin identificar las moléculas de las cuales forman parte. Este análisis se traduce en un espectro, representando el número de rayos X detectados en función de su energía (Eberhart, 1997). Su lectura permite identificar los elementos químicos presentes en la zona de análisis nunca superior a algunos µm. Esta respuesta puede también ser exportada en forma de imágenes X, ilustrando la repartición espacial de cada elemento químico encontrado. En el C2RMF, han sido utilizados dos aparatos MEB-EDS: un Jeol JSM-840 y un Philips XL 30CP a presión parcial, trabajando con una tensión de aceleración de 10 a 20 kV. Esta etapa de la metodología es primordial. Permite complementar las primeras observaciones, y ofrece los primeros datos de composición en función de los cuales se orienta el resto del protocolo con una técnica de análisis estructural complementaria adaptada.

3. 3. Los análisis estructurales La difracción de rayos X (DRX) es una técnica cualitativa y a veces cuantitativa empleada para caracterizar los productos minerales. Permite identificar las fases cristalinas de una muestra, sus proporciones y su grado de cristalización. Ha sido aplicada sobre muestras molidas en polvo. Para el estudio, se ha utilizado un difractómetro D5000 Brüker, en configuración θ-2θ. Ha sido muy útil para identificar las clases de arcillas encontradas. La espectrometría infrarroja transformada de Fourrier (IRTF) es una técnica de espectrometría vibracional cualitativa y a veces cuantitativa de las estructuras moleculares. Permite caracterizar las funciones químicas de los productos orgánicos, inorgánicos, cristalizados o amorfos. Para nuestra investigación, se ha trabajado sobre pastillas de KBr con un espectrómetro infrarrojo Perkin Elmer Spectrun 2000, en el medio infrarrojo (2,5 a 25 µm) en transmisión. Este método tiene un rol preponderante, pues es aplicable a los materiales minerales pero también orgánicos. La microespectrometría Raman (µR) es una técnica de análisis estructural óptica de espectrometría vibracional utilizando la simetría de las moléculas. Permite caracterizar los materiales orgánicos e inorgánicos, cristalinos y amorfos. Además, no necesita una preparación particular de la muestra. En laboratorio, se ha trabajado con un microespectrómetro Raman Jobin-Yvon Infinity, equipado de dos láseres visibles (633 y 532 nm). La resolución espacial es 3 nm y espectral 2 nm. Se utilizó principalmente el láser verde (532 nm) con respecto a nuestro material. En el protocolo, ha sido la última técnica de análisis estructural empleada y ha sido útil sobre todo para complementar las experimentaciones anteriores. En efecto, es

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un método no destructivo y el diámetro de la zona de análisis es muy restringido (2 à 10 µm según el objetivo) permitiendo trabajar sobre superficies muy pequeñas o lagunosas. Además, es muy eficaz para diferenciar los componentes de tipo carbón, al contrario de las otras técnicas.

3. 4. Los análisis orgánicos Las pruebas microquímicas permiten poner en evidencia la presencia de materias orgánicas tales como las proteínas y el almidón. Consisten en poner una gota de reactivo sobre la superficie de la muestra para observar una coloración característica. Para identificar y diferenciar las proteínas, se utilizan tres reactivos del mismo colorante: el Negro Amida (Naftol Azul Negro) pero con pH distintos. Una reacción positiva se traduce por una coloración azul cuya intensidad varía en función de la concentración de proteínas. Los tres reactivos permiten diferenciar tres componentes: yema de huevo, proteínas en general y colas de tipo gelatina. La prueba para el almidón se realiza con un reactivo llamado Lugol (solución acuosa de Yodo (I2) y de Potasio Yoduro (KI)). Una reacción positiva se traduce en una coloración morada a marrón de las partículas de almidón.

3. 5. Las medidas de pH Para realizar estas medidas hemos mezclado 2 g de muestra reducida en polvo con 20 mL de agua pura. Esta mezcla fue agitada 30 minutos con un electro-imán. Después de un tiempo de reposo de una hora, el pH es medido con una sonda a pH, a una temperatura de 20 a 25 °C.

3. 6. Conclusión El protocolo desarrollado requiere varias técnicas: elemental (MEB-EDS) y estructurales (DRX, IRTF y µR). Cada una entrega una serie de resultados, pero es la combinación de todas y el cruzamiento de los datos lo que nos permite caracterizar de manera precisa y segura la composición de una muestra. Además, permite trabajar sobre los productos minerales pero también sobre los orgánicos. Este protocolo analítico permitió, de esa forma, estudiar la totalidad del material seleccionado en las dos tolas.

4. LOS RESULTADOS 4. 1. La estructura E1 del montículo J8 En primer lugar hemos estudiado los adobes utilizados para la construcción del murete escalonado (fig. 2). Los análisis, en particular en espectrometría

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Figura 2 – Adobes del murete Fotografía del murete escalonado de la estructura construida descubierta en la tola J8. Permite observar los adobes utilizados para la construcción (Wright V., 2008)

infrarroja, han permitido concluir que están compuestos esencialmente de cuarzo, feldespatos, y una arcilla. La arcilla fue identificada como ilita ((K,H3O) (Al,Mg,Fe)2O10[(OH)2,(H2O)]), un mineral arcilloso potásico generalmente grisblanco a verdoso. A continuación hemos analizado el enlucido grueso con huellas de calefacción, aplicado sobre el murete escalonado, los taludes y el piso. Las observaciones en sección permitieron notar en cada muestra una superposición de 3 capas sucesivas de granulometría y color diferentes (fig. 3). La capa 1 presenta una granulometría fina y homogénea. Está constituida por microcristales rosados y rojos responsables de su coloración anaranjada, y por algunos microcristales amarillos, blancos y negros. Por otra parte, se pueden observar inclusiones de cristales en forma de láminas blancas. La capa 2 presenta un color más oscuro, casi marrón, provocada por la presencia de microcristales y de pequeños cristales gris, negros, rojos y blancos. Su granulometría es así más heterogénea que la capa precedente. También, se pueden observar grietas y varios huecos internos. Finalmente, la capa 3 presenta una granulometría fina y homogénea y es compacta con poca porosidad. Está constituida mayormente por microcristales, pequeños cristales negros y blancos y por algunas inclusiones amarillas y anaranjadas. Aunque estas capas presentan una granulometría y una textura diferentes, las experimentaciones de caracterización nos indican una composición química muy similar. Cada capa está básicamente compuesta de cuarzo, de feldespatos, y de

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Figura 3 – Muestra del enlucido grueso Fotografía de una muestra del enlucido grueso sacada sobre el murete escalonado. Nos permite observar la superposición de 3 capas distintas con un color y una granulometría diferentes (Wright V., C2RMF, 2008)

arcilla (ilita) o sea la misma composición que los adobes del murete escalonado. Las diferencias de color son debidas a una concentración variable de los elementos cromógenos: la hematita (Fe2O3) un óxido de hierro que provoca el color anaranjado de la primera capa, la goetita (FeO(OH)) un óxido de hierro que confiere a la segunda capa su coloración más ocre, y por fin el carbón que induce el color más gris, casi negro, de la tercera capa. Ahora bien, esta alternancia de color y de textura puede explicarse como la consecuencia de una acción de calefacción. En efecto, la combustión de esta estructura en tierra cruda ha modificado su textura y granulometría, gradualmente, en función de la difusión del calor. Así, bajo la acción del calor en superficie, la goetita de la tierra cruda se transformó en hematita7 dando este color más rojo. Por otro lado, más adentro del enlucido, la combustión de los materiales orgánicos de la tierra cruda explican la concentración más importante en carbón y el color negro. Sobre este enlucido grueso se ha notado, en particular sobre las muestras sacadas en el murete, la presencia de una capa de color crema aplicada en superficie del enlucido grueso. Es relativamente fina (de algunos micrómetros a 200 µm) y presenta una granulometría muy fina y homogénea (del orden del µm) que le confiere una porosidad muy débil. Está compuesta mayormente de microcristales blancos y negros y de algunos rojos y amarillos (fig. 4) y presenta una coloración verde bajo luz ultravioleta. Los análisis indican una composición diferente de la del enlucido grueso o de los adobes. En efecto, esta capa es compuesta esencialmente de Cuando se calienta alrededor de 250°C, la goetita se transforma en hematita por deshidratación (Pomiès, 1997).

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Figura 4 – Enlucido fino Fotografía en microscopía en sección, x100, de la capa de color crema aplicada sobre el enlucido grueso (Wright V., C2RMF, 2008)

cuarzo, feldespatos pero también de dos arcillas, la ilita y la montmorillonita ((Na,Ca)0,3(Al,Mg)2Si4O10(OH)2.nH2O), y de carbonato de calcio (CaCO3) que le confieren su color más blanco. Además, las pruebas microquímicas permitieron poner en evidencia sobre varias muestras, la presencia de proteínas, traduciéndose por una coloración positiva azul. Este resultado nos permitió concluir que muy posiblemente se añadió un producto orgánico a los componentes minerales, teniendo probablemente un rol técnico de aglutinante o de cola. Considerando todos estos datos, y el hecho que esta capa no presenta huellas de combustión, se emitió la hipótesis que este enlucido de superficie tenía un rol decorativo y ha sido aplicado como capa pictórica sobre la estructura. Sin embargo, esta propuesta queda hasta ahora una conjetura ya que los resultados obtenidos tienen que ser confirmados por análisis complementarios. Finalmente, gracias al estudio analítico hemos podido identificar (en MEB-EDS) marcadores geológicos. Estos marcadores corresponden a inclusiones metálicas (del tipo cobre/estaño) y a monazites ((Ce,La,Nd,Th)PO4) (Wright, 2008: 117). Estas inclusiones fueron detectadas de manera escasa. Así estos datos necesitan ser profundizados pero ya nos permiten disponer de elementos de base para desarrollar hipótesis sobre la procedencia geológica.

4. 2. La tola J7 En relación a la tola J7, empezamos nuestro estudio de laboratorio con medidas de pH sobre 14 muestras. Los resultados indican un pH básico entre 8,25 y 9,10. A continuación, han sido realizadas medidas de pH sobre muestras sacadas de las tolas J8 y J10. Los pH de las tolas J8 y J10 entran también en el intervalo de pH de la tola J7, pues no se pudo poner en evidencia diferencia alguna. Entonces, es

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posible proponer que las propiedades básicas del suelo de la tola J7 no han sido un criterio de elección para reagrupar las sepulturas en esta zona. Prosigue el análisis de composición de las diversas capas de la estratigrafía de ocupación de la tola J7. Se ha trabajado sobre dos sondeos (PX4 y PY2), en los cuales se observó la superposición de 7 capas de sedimento (sobre unos 120 cm de altura), de color y de textura diferentes. Los análisis indican que todas estas capas presentan una composición de base muy similar: están todas compuestas de cuarzo, feldespatos y dos arcillas (ilita y una arcilla de tipo esmectita8). Sin embargo, en los depósitos grises incluidos en estas capas se encontró una concentración en fosfatos de calcio (fig. 5). Esta concentración se verifica especialmente en la última capa de la fosa PX4 (muestras E7 y E8). Estos fosfatos de calcio corresponden muy probablemente a hidroxilapatita, una forma de apatita de calcio de formula química Ca5(PO4)3(OH). Este elemento se encuentra bajo forma mineral en la naturaleza, pero también es producido por los huesos. Estos fosfatos de calcio están ausentes en las otras capas de la tola, lo que demuestra que no se encuentran de manera natural en su suelo. Esto último lo confirman los análisis de Nicole Platel (Platel, 2006). Así, se puede proponer que esta hidroxilapatita proviene de huesos, y que algún polvo de hueso ha sido depositado en los pisos de ocupación.

Figura 5 – Espectro EDS de fosfato de calcio Espectro EDS adquirido sobre los depósitos grises incluidos en la estratigrafía de la tola J7. Indica la presencia de fosfato (P) asociado a calcio (Ca) correspondiendo a hidroxilapatita (Wright V., C2RMF, 2009)

Esmectita: grupo de arcillas incluyendo por ejemplo la vermiculita y la montmorillonita.

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5. INTERPRETACIONES 5. 1. La tola J8 Los análisis permitieron caracterizar algunos de los materiales empleados para construir la Estructura 1 (fig. 6): adobes compuestos de cuarzo, feldespatos e ilita, un enlucido grueso aplicado sobre la estructura de la misma composición que los adobes pero cocido, y un enlucido más fino y blanco aplicado en superficie compuesto de cuarzo, feldespatos, ilita, montmorillonita y carbonato de calcio, con una cola proteínica añadida. El uso de un enlucido posiblemente decorativo aplicado sobre la capa de tierra ya cocida parece demostrar que el enlucido grueso se coció intencionalmente. Quemar pisos de ocupación para endurecer su superficie es una práctica ya identificada en varios sitios ecuatorianos (Echeverría Almeida, 1996), y también en el sitio de Japoto mismo, en la tola J5 (Bouchard et al., 2006: 255). Finalmente, se han podido poner en evidencia algunos marcadores geológicos, indicios útiles en el futuro para trabajar sobre hipótesis acerca de la procedencia geológica de los materiales de construcción.

Figura 6 – Composición de los materiales de construcción de la tola J8 Cuadro recapitulativo de los materiales de construcción empleados en la tola J8 (Wright, 2009)

5. 2. La tola J7 Se han podido desechar hipótesis relativas a la posible importancia de las propiedades acido básicas del suelo en el uso funerario de la tola y revelar la presencia de fosfatos de calcio que corresponden muy posiblemente a polvo de hueso. Queda ahora por determinar el carácter fortuito o intencional de estos depósitos.

CONCLUSIONES Gracias a este estudio ha sido posible constatar que la arqueometría ofrece informaciones útiles para la resolución de problemas arqueológicos. Con

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respecto a la tola J8 se han obtenido datos sobre las técnicas y los materiales de construcción. En el caso de la tola J7, aunque los resultados sean preliminares, se han contribuido al entendimiento de las costumbres funerarias practicadas en Japoto. Se demuestra por ende el interés de la arqueometría como una técnica de trabajo complementaria a la arqueología, confirmándose la importancia de proseguir los análisis comenzados.

Referencias citadas

BOUCHARD, J.-F., FUENTES, F. & LÓPEZ, T., 2006 – Aldeas y pueblos prehispánicos en la costa de Manabí: Chirije y Japoto. Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines, 35 (3): 243-256. DELABARDE, T., 2006 – Una secuencia de patrones funerarios manteños en la provincia de Manabí: primeros resultados de la tola J7, sitio de Japoto (Ecuador). Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines, 35 (3): 313-320. EBERHART, J.-P., 1997 – Analyse structurale et chimique des matériaux, 614 pp.; París: Éditions Dunod. ECHEVERRÍA ALMEIDA, J., 1996 – L’organisation des confédérations, Période d’Intégration (550-1530 apr. J.-C.). Les derniers Incas - Civilisations précolombiennes en Équateur; París: Éditions Faton. Les Dossiers d’Archéologie, n.° 214. GUINEA, M., 2006 – El uso de tierras comestibles por los pueblos costeros del Periodo de Integración en los Andes septentrionales. Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines, 35 (3): 321-334. PLATEL, N., 2006 – Rapport d’analyses, CRP2A - Université Michel de Montaigne Bordeaux 3. Non publié. POMIES, M.-P., 1997 – Pigments rouges préhistoriques : goethite chauffée ou hématite nanocristalline ?, 248 pp.; París: Université de Paris 06. Travaux Universitaires - Tesis de doctoradot bajo la dirección de Michel Menu. WRIGHT, V., 2008 – Étude de la polychromie des reliefs sur terre crue de la Huaca de la Luna Trujillo, Pérou, 285 pp.; Oxford: British Archaeological Reports (BAR S1808), Paris Monographs in American Archaeology 21 - Archaeopress.

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (3): 577-587

Prospecciones electromagnéticas en el yacimiento arqueológico de Japoto, Manabí, Ecuador

Prospecciones electromagnéticas en el yacimiento arqueológico de Japoto, Manabí, Ecuador

Carlos Mayo* Mercedes Guinea** Julia Mayo***

Resumen En el año 2007 se encontró en el yacimiento arqueológico de Japoto, provincia de Manabí, Ecuador, una estructura prehispánica de adobe y quincha bajo uno de los montículos del sitio. Dos años más tarde, una vez realizada la excavación parcial de dicha estructura, Carlos Mayo realizó una prospección electromagnética en este yacimiento con el objeto de establecer, en lo posible, los límites de la estructura en la parte no excavada y determinar si ésta forma parte de un edificio aislado o de un complejo arquitectónico de mayor envergadura. Los resultados del trabajo de campo nos permitieron lanzar la hipótesis de que efectivamente el edificio estuvo formando parte de un complejo mayor. Palabras clave: prospección geofísica, conductividad, estructuras arquitectónicas

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Científico Asistente del Instituto Tropical de Investigaciones Tropicales. Candidato a Doctor por la Universidad de Santiago de Compostela. Dirección: Smithsonian (STRI). APDO 0843-03092. Ancón, Panamá Ciudad Capital. E-Mail: mayoc@si.edu ** Profesora Titular Universidad Complutense de Madrid. Departamento de Historia de América II. Facultad de Geografía e Historia. C/ Profesor Arangure s/n, 28040 Madrid, España. E-Mail: guinea@ ghis.ucm.es *** Científica Asociada del Instituto Tropical de Investigaciones Tropicales. Dirección: Smithsonian (STRI). APDO 0843-03092. Ancón, Panamá Ciudad Capital. E-Mail: mayoj@si.edu

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Carlos Mayo, Mercedes Guinea, Julia Mayo

Prospections électromagnétiques sur le site archéologique de Japoto, Manabí, Équateur Résumé En 2007, une structure préhispanique d’adobe et de quincha a été découverte sous l’un des monticules du complexe archéologique de Japoto, province de Manabí, Équateur. Deux ans plus tard, après avoir réalisé une fouille partielle de cette structure, Carlos Mayo a effectué une prospection électromagnétique sur le site afin d’établir, dans la mesure du possible, les limites de la structure sur la zone non fouillée, et de déterminer si elle faisait partie d’un édifice isolé ou d’un complexe architectural de plus grande envergure. Les résultats de ce travail de terrain permettent d’émettre l’hypothèse que cet édifice appartenait effectivement à un complexe plus grand. Mots clés : prospection géophysique, conductivité, structure architectonique, Manabí

Electromagnetic survey at the Japoto archaeological site, Manabí, Ecuador Abstract In 2007, a Prehispanic structure made of adobe and quincha was found at the archaeological site of Japoto, in the Manabí province, Ecuador. The structure was under one of the mounds at the site, a portion of the structure was excavated. In 2009, Carlos Mayo made an electromagnetic survey there in order to establish the limit of the structure. The goal was to understand whether the structure was an isolated building or part of a larger architecture complex. The investigation suggested that the structure was part of a large architectural compound. Key words: Geophysical survey, conductivity, architectural structures, Manabi

INTRODUCCIÓN Desde los años 1960 las prospecciones geofísicas vienen siendo aplicadas con éxito en el campo de la arqueología en Europa (Tite & Mullisn, 1970) y en los Estados Unidos (Bevan, 1983). En hispanoamérica se han realizado más tarde y con distintas técnicas tanto en yacimientos precolombinos (Mojica et al., 2007; Sebastian et al., 2005) como coloniales (Chávez et al., 2005; Mojica et al., 2006), demostrando ampliamente su utilidad a la hora de su identificación e interpretación. En la primera semana de julio de 2009, los autores han realizado prospecciones geofísicas en el yacimiento arqueológico de Japoto, dentro de los trabajos de campo del Proyecto Manabí Central que desde 2004 dirige Jean-François Bouchard y cuyos resultados preliminares son el objeto de este artículo. Este yacimiento perteneciente a la cultura manteña, se encuentra localizado a 28 km de Bahía de Caraquez y a 2 km hacia el interior de la población costera de San Jacinto en Manabí. El yacimiento se presenta en el terreno como una agrupación de montículos de diversos tamaños, visibles en las zonas clareadas de vegetación (ver Bouchard en este mismo volumen). Durante los tres primeros años de

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Prospecciones electromagnéticas en el yacimiento arqueológico de Japoto, Manabí, Ecuador

excavaciones, los trabajos han revelado que dichos montículos son el resultado de una combinación de desechos habitacionales y elevaciones artificiales del terreno (Guinea, 2006a; 2006b; Touchard, 2006), con la excepción de uno que tiene un carácter funerario (Delabarde, 2006). Sin embargo, en 2007, el equipo de la Universidad Complutense perteneciente al proyecto citado localiza una estructura arquitectónica de tierra (ver Guinea en este mismo volumen) dentro de uno de los montículos. Comprobar si ésta es una estructura aislada o forma parte de un complejo arquitectónico de mayores dimensiones ha sido de vital importancia para la interpretación del significado de dicha estructura y del yacimiento en su conjunto, así como para la valoración de las acciones a tomar en el futuro con respecto a la intervención del sitio. Con este objetivo principal, y otros de carácter más puntual como definir el límite oeste del edificio localizado, se han realizado los trabajos de prospección geofísica que se presentan a continuación.

1. TÉCNICA DE PROSPECCIÓN GEOFÍSICA APLICADA: CONDUCTIVIDAD ELECTROMAGNÉTICA Existen diversos métodos para la medición de las propiedades físicas de los suelos. Los más utilizados en prospecciones arqueológicas son la susceptibilidad magnética, la resistividad eléctrica y la conductividad electromagnética. Esta última ha sido la elegida para la prospección geofísica en Japoto, concretamente con el método Slingram de conductividad electromagnética, empleando un equipo EM 38 (Geonics Limited 2001) en modo vertical capaz de medir de manera precisa y rápida la conductividad eléctromagnética del subsuelo expresada en valores de milisiemens por metro. Esta medida es proporcionalmente inversa a la resistividad eléctrica. La conductividad es medida a través de corrientes eléctricas que son inducidas por un campo magnético a través de dos bobinas. Estas corrientes crean un campo magnético secundario que es medido por la bobina receptora. La separación entre las bobinas es proporcional a la profundidad de las mediciones. En el caso de EM 38 la separación es de un metro por lo que es capaz de medir, en modo vertical, las propiedades físicas del terreno, con una profundidad de hasta un metro y medio. En general los valores de conductividad obtenidos son producto de la composición y formación natural de los suelos y dependen de las porciones relativas de arenas, limo y arcilla presentes. Pero en ocasiones se pueden detectar cambios en cuanto a la composición, la textura, las propiedades químicas y mineralógicas que pueden relacionarse con actividades. Para la interpretación de los resultados de un trabajo de este tipo es muy necesario tener en consideración el tipo de suelos en el que se van a efectuar. El yacimiento de Japoto está situado en una llanura de litoral caracterizada por una vegetación densa de bosque tropical seco. La composición de los suelos en esta región se ve afectada por la erosión marina de los acantilados (Usselmann, 2006; Dumont et al., 2006) y por la sedimentación arcillosa originada por las precipitaciones cíclicas

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durante los fenómenos de El Niño. Como podemos observar en el mapa de suelos del yacimiento (fig. 1), al norte dominan materiales procedentes de escorrentía y colusiones mientras que en la zona donde se realizaron las prospecciones geofísicas predominan los materiales sedimentarios producto del desbordamiento de los esteros de curso estacional.

Figura 1 – Suelos de yacimiento arqueológico de Japoto Modificado a partir de Usselmann (2006: fig. 6)

2. METODOLOGÍA Tras un reconocimiento preliminar del yacimiento arqueológico, decidimos realizar prospecciones electromagnéticas en modo vertical sobre los montículos J1 y J8 (fig. 2), así como las zonas adyacentes al oeste, sur y al este de este último con el fin de cubrir los objetivos propuestos: fijar los límites de la edificación hallada en el montículo J8 y determinar si es una estructura aislada o forma parte de un conjunto arquitectónico mayor. Para ello se trazaron 12 polígonos de prospección (fig. 3) en los cuales se proyectaron una serie de transectos longitudinales con una separación de un

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Figura 2 – Carlos Mayo realizando labores de prospección geofísica sobre la superficie del montículo J1 Foto: M. Guinea

metro. Se hicieron recorridos sobre ellos recogiendo y almacenando valores cada metro. Estos datos fueron volcados con posterioridad a una base de datos que nos permitió generar planimetrías a través del programa informático Surfer Golden 8. 3. RESULTADOS DE LA PROSPECCIÓN Los valores de conductividad del área prospectada oscilan entre mínimos de 26 ms/m y máximos de 127 ms/m. Los valores de baja conductividad corresponden a la zona no excavada en el cuerpo sur del montículo J8, un área adyacente al SE del mismo, la totalidad del montículo J1 y un canal de escorrentía que separa ambos. Los valores de alta conductividad se recogieron sobre el cuerpo norte del montículo J8 y las zonas contiguas al E y W (fig. 4). Más detalladamente, en la planimetrías generadas se observan cinco anomalías electromagnéticas (fig. 5):

3. 1. Anomalía 1 Figura 3 – Situación de los polígonos de prospección geofísica en relación a la estructura E1 del J8 Dibujo: C. Mayo

Esta anomalía mide aproximadamente 16 metros de longitud, tiene una orientación E-W y se encuentra en el polígono de prospección 2 (PP2), donde los valores

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Figura 4 – Mosaico de las planimetrías geofísicas con la delimitación de los distintos valores de conductividad Bajos Área 1, altos Área 2: C. Mayo

Figura 5 – Mosaico de las planimetrías geofísicas con la situación de la E1, la superposición de la topografía de los montículos J8 y J1 y la localización de las distintas anomalías referidas en el texto C. Mayo

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de alta y baja conductividad se agrupan en dos zonas con límites bien definidos en cuyos límites se proyecta una geometría lineal (figs. 5 y 6). Es importante señalar que esta geometría, que responde, como hemos señalado, a cambios en los valores de conductividad, no puede ser en ningún caso producida por la topografía del yacimiento.

3. 2. Anomalía 2 En el polígono de prospección 8 (PP8) situado sobre el montículo J1, esta geometría está originada por un ligero incremento en los valores de conductividad a lo largo de un eje Este/Oeste (misma orientación que la Anomalía 1), en una zona homogénea de baja conductividad (figs. 5 y 7). Esta es la anomalía más significativa de todas las observadas hasta el momento. Creemos que se trata de una anomalía de origen

Figura 6 – Anomalía 1 (en PP2) Geometría lineal producto de un cambio brusco de valores de conductividad bajos a altos. Planimetría: C. Mayo.

Figura 7 – Geometría lineal en la cima del montículo J1 (en PP8) producto de pequeñas variaciones de conductividad Planimetría: C. Mayo

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antropogénico dadas sus dimensiones y su orientación perpendicular al eje de la estructura enterrada bajo el montículo J8, lo que podría indicar que existe una relación espacial-estructural de conjunto entre ambas.

3. 3. Anomalía 3 En los polígonos de prospección 5 (PP5) y 6 (PP6) se observaron valores de conductividad de altos a muy altos formando una geometría circular (figs. 5 y 8). Creemos que se trata de un área deprimida en la que se ha depositado material sedimentario. Se trata a nuestro entender de anomalías naturales, no antropogénicas.

3. 4. Anomalía 4 Esta es una geometría en zig-zag que corresponde a una quebrada estacional (canal) visible en superficie y que se detectó en los polígonos de prospección 7 y 8 (PP7 y PP8) (fig. 5). Es posible que, al menos en parte, esta geometría se deba a un efecto natural de topografía.

3. 5. Anomalías 5 y 6 Estas son anomalías puntuales y muy fuertes localizadas en el polígono de prospección 9 (PP9) (fig. 5). Son dos casos en los que se producen cambios bruscos en los registros de conductividad sobre un único punto de prospección dentro de un área de valores de conductividad homogéneos (fig. 9). Su origen es indeterminado, posiblemente antropogénico. Al margen de las geometrías detectadas, hemos observado que existen valores similares de conductividad entre los montículos J1 y el cuerpo sur del J8, los cuales son totalmente distintos a los recogidos en el cuerpo norte de este último montículo (fig. 5). El hecho de que los valores de conductividad sean tan diferentes dentro incluso de un mismo montículo nos indica que es posible detectar cuando estos contienen elementos estructurales o rellenos diferentes.

Figura 8 – Anomalía 3 (en PP5)

Rasgo circular producto de una oscilación gradual de valores de conductividad bajos a altos

CONCLUSIONES Como hemos dicho más arriba, los objetivos principales de las prospecciones geofísicas del sitio de Japoto, han sido buscar otras posibles estructuras arquitectónicas en las inmediaciones de la E1 del J8 y hallar el límite oeste del

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Figura 9 – Transecto de prospección en el montículo J1 en el que se observa un cambio brusco en la conductividad sobre la Estación 24 dentro de un área con una conductividad con valores homogéneos

edificio. Lo primero que salta a la vista, al observar el mosaico de planimetrías geofísicas, es que existen dos áreas bien definidas con valores de conductividad diferentes (fig. 4). El Área 1, prácticamente la mitad sur del área prospectada, presenta valores de conductividad bajos de forma relativamente homogénea. Interpretamos esta zona como un «área construida» o antropogénica, ya que los valores en toda ella son semejantes a los se recogen en la zona del testigo no excavado del montículo J8 (fig. 5), donde se sabe, por los sondeos realizados, que se encuentra parte de la estructura arquitectónica (E1) excavada. Se destaca que, al sureste y suroeste de dicha estructura, aparecen lo que pueden ser los límites de otras dos (fig. 5: líneas 1 y 2). Por el contrario, el Área 2 (fig. 4), en la mitad norte y con valores de conductividad altos, parece ser una zona de rellenos y geometrías naturales. En cuanto a las anomalías, las planimetrías muestran seis geometrías. Estamos proponiendo un origen natural para dos de ellas, una circular (figs. 8 y 5 n.° 3) y otra en zig-zag (fig. 5 n.° 4), dado que corresponden a dos elementos geomorfológicos observables en superficie, una quebrada y una depresión sedimentaria, y un origen humano para las otras cuatro, dos puntuales (fig. 5 n.° 5 y 6) y dos lineales (figs. 6, 7 y 5 n.° 1 y 2). En el caso de la anomalía circular (figs. 8 y 5 n.° 3), no hay que descartar la posibilidad de que esta depresión sea el resultado de una excavación humana antigua, aunque no hemos descartado la hipótesis de un origen natural como la más probable. Sabemos que en la zona se han construido montículos usando rellenos y aunque parte de estos provengan de zonas algo distantes (ver Guinea en este mismo volumen), no hay que descartar que otra parte fuera extraída de zonas más inmediatas. Tenemos experiencia (Mayo et al., 2007) en otros paisajes culturales en los que las excavaciones de canales o

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socavones han sido una actividad complementaria a la construcción con rellenos. De ser este el caso, cabría esperar que parte de los rellenos de algunos de los montículos proviniesen de este «socavón» o depresión del que estamos hablando, siendo necesario, para la confirmación de esta hipótesis alternativa, extraer muestras de su contenido y compararlas con las variedades de rellenos de los montículos ya excavados. Las anomalías antropogénicas son lógicamente las de mayor interés y se encuentran situadas en torno al edificio excavado (E1) bajo el montículo J8 y debajo de del montículo J1 (fig. 5 n.° 1, 2, 6 y 7), pareciendo estar dispuestas de manera ordenada, por lo que podrían interpretarse como segmentos arquitectónicos de otros edificios los cuales formarían, junto al ya conocido, un conjunto de mayores dimensiones. En relación al segundo objetivo, la localización del límite oeste de la estructura (E1) excavada en 2007 y 2008, necesitamos tomar más mediciones para poderlo determinar con precision. No obstante, los valores de las mediciones tomadas en el límite W del testigo del área excavada (fig. 5) muestran un cambio sutil a lo largo de un eje N/S paralelo al de la estructura, alcanzando valores entre los 60 a 70 ms/m. Eso hace posible que esté en relación con el buscado talud W de la plataforma sobre la que se levanta la estructura. Siguiendo hacia el oeste, se obtienen unos valores de conductividad intermedios, entre los 30 y los 50 ms/m, que pueden ser a su vez interpretables como un espacio, sí no construido, sí alterado (vertido de carbones, áreas quemadas, etc.) que pudo corresponder a una plaza escenario de diversas actividades, aunque insistimos en que, como hemos dicho más arriba, todavía faltan datos para fundamentar estas hipótesis. Finalmente, se establece la clara diferencia en los valores de conductividad entre los cuerpos norte y sur del montículo J8 (figs. 4 y 5). Los valores del primero de ellos, mucho más altos que los del segundo, donde se encuentra la estructura enterrada (E1), y los del montículo J1, nos están indicando la ausencia de restos arquitectónicos bajo este. Esto significa que los montículos visibles actualmente en el yacimiento no guardan una relación directa con la localización de otras posibles estructuras en su subsuelo y que la forma exterior compleja del montículo J8 no está determinada por la estructura que entierra en parte.

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (3): 589-602

Holoceno: geodinámica y ocupación humana del litoral pacífico del sur de Colombia y del Ecuador

Geodinámica y ocupación humana del litoral pacífico en el sur de Colombia y en el Ecuador desde el Holoceno (últimos 10 000 años)

Pierre Usselmann* Resumen Las costas pacíficas del sur de Colombia y del Ecuador son ricas en restos de ocupación humana a veces todavía mal conocidos. Se trata a menudo de litorales bastante inhóspitos (caso de Colombia) y siempre de regiones, que han presentado, hoy como ayer, las huellas de importantes catástrofes naturales. Se puede enumerar rápidamente la presencia de capas de cenizas (riesgo volcánico), las consecuencias de movimientos sísmicos y, ligados, de tsunamis, los movimientos en masa en las laderas y las consecuencias del ahora bastante bien conocido fenómeno del Niño (inundaciones), y del elemento contrario, la Niña (gran sequía). Se puede pensar que las poblaciones costeras han tenido que adaptarse a tales amenazas, pero aquellas han podido llegar a veces a un punto en el que los establecimientos y los cultivos han sido totalmente destruidos, llegando al colapso de la presencia humana. Se propone ilustrar esto, desde un punto de vista geomorfológico, a partir de unos ejemplos que brinda la arqueología. Palabras clave: Colombia, el Ecuador, costa pacífica, geodínamica, Holoceno

Géodynamique et occupation humaine des littoraux pacifiques équatorien et du Sud colombien depuis l’Holocène (derniers 10 000 ans) Résumé Les côtes pacifiques du sud de la Colombie et de l’Équateur sont riches de restes d’occupations humaines souvent mal connus. Il s’agit parfois de littoraux inhospitaliers comme en Colombie, *

Director emerito de investigación, Centro Nacional de Investigaciones Cientificas (CNRS), UMR ESPACE, 24 Ter Rue Lakanal, 34090 Montpellier, Francia. E-Mail: pierre.usselmann@wanadoo.fr

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Pierre Usselmann mais toujours d’environnements, dans le passé et encore actuellement, très marqués par les traces d’importants aléas naturels. On peut citer immédiatement la présence de couches de cendres (risque volcanique), les conséquences de mouvements sismiques et, liés, de tsunamis, les mouvements de masse sur les versants et, enfin, les conséquences du phénomène ENSO, maintenant bien connu par ses inondations (el Niño) et la sécheresse caractéristique de son contraire (la Niña). On peut penser que si les populations côtières ont dû s’adapter à ces contraintes, elles ont été parfois confrontées à des situations de destruction totale des cultures et des habitations aboutissant à la disparition des peuplements. Nous nous proposons d’illustrer ces propos d’un point de vue géomorphologique à partir de quelques exemples observés en archéologie. Mots clés : Colombie, Équateur, côte pacifique, géodynamique, Holocène

Holocene geodynamics and the human occupation on the Pacific coast of South Colombia and Ecuador over the last 10 000 years Abstract The Pacific coasts of South Colombia and Ecuador hold the remains of many human occupation, some of which are still unknown. The coast is sometimes inhospitable as in the Colombian case and often strongly affected by important natural hazards. Among these we can rapidly cite the risk from volcanic ash, the consequences of tectonics movements, tsunamis, mass movements of debris on slopes and consequences of well known Niño phenomena (floods), and its counterpart the Niña (drought). The coast populations must have adapted to these limitations, but sometimes constructions and cultivations are totally destroyed resulting in collapse. Our purpose here is to illustrate from an geomorphologic perspective some examples of these situations as observed in archaeology. Key words: Colombia, Ecuador, Pacific coast, geodynamics, Holocene

Esta porción del litoral pacífico ecuatorial (fig. 1) se caracteriza a menudo por una inhospitalidad aparente. Esta se traduce por la presencia de una tupida y cerrada vegetación de manglares en el norte, y por la aridez de la costa hacia el sur. En contraste, se contempla el contacto con un océano rico de producción halieutica, lo que ha motivado la pronta instalación, y en gran parte bastante continua en el tiempo, de varias poblaciones cuyos restos constituyen ahora el objeto de investigaciones arqueológicas (Bouchard, 2008). Sea este litoral rocoso, con acantilados, o muy llano, con playas cubiertas de manglares o abiertas con lagunas, siempre existen importantes amenazas naturales que podemos clasificar rápidamente en tres tipos, los cuales originan a su vez peculiares procesos evolutivos: • los movimientos tectónicos caracterizan un conjunto afectado en su totalidad por grandes fracturas, traduciéndose por la existencia de sismos y sus consecuencias; • ligada a la tectónica, la omnipresencia del volcanismo afecta a toda la región, y, tratándose de la costa, particularmente las lluvias de cenizas; • este litoral ha sido también afectado por los cambios climáticos planetarios, lo que provocó, muy en particular, variaciones del nivel del océano. Se debe

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Figura 1 – Esquema tectónico y de localización

adjuntar a esta dinámica el fenómeno del Niño, ahora bastante bien conocido, cuyas consecuencias han sido, y son todavía, muy importantes para las poblaciones del litoral. En definitiva, estas grandes amenazas inducen riesgos de segundo orden, tal como deslizamientos y sedimentaciones, inundaciones o sequías, desarrollo de lagunas y de cordones arenosos o su desaparición, modificación de los lechos fluviales, todas amenazas seguramente muy temidas por las poblaciones y grandes obstáculos a su instalación permanente en estas tierras.

1. UNA TECTÓNICA MUY ACTIVA El contacto entre la placa oceánica Nazca al oeste, y la placa americana al este, origina numerosos sismos cuyos registros escritos existen solamente desde la llegada de los españoles. Si se desconocen evidentemente las fechas de los

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sismos anteriores, es evidente que siempre se han producido y han afectado este litoral bien antes del Holoceno. Las medidas de algunos movimientos de fallas actuales (White et al., 2003; Lavenu, 2006) muestran desplazamientos de algunos centímetros al año. Recientemente, Dumont et al. (2006) y Santana et al. (20052006) han puesto en evidencia un movimiento tectónico fechado hacia 32002800 BP (1200-800 AD)1, cuya consecuencia ha sido una modificación drástica del curso del sistema hidrológico Santiago-Cayapas en el norte ecuatoriano (fig. 2), en un momento en el cual pobladores vivían en esta llanura litoral. Menos espectacular, pero tal vez más peligrosa para los habitantes del lugar, se conoce la existencia de tsunamis ligados a los sismos. En Colombia (Martinez, 1992), el sismo de Tumaco en 1979 (fig. 1) ha sido inmediatamente seguido por un tsunami caracterizado por una subida de las aguas de algunos metros, cuya acción destructora hizo muchas víctimas y arrasó con unos pueblos establecidos directamente en la línea de costa. En ambientes sedimentarios finos y arenosos, los sismos producen también movimientos cosísmicos y licuefacción de suelos traduciéndose en hundimientos locales o subsidencias de tamaños más grandes (Martínez, 1992). Es el caso también del sismo de Tumaco en 1979 para el cual se evalúa un hundimiento de unos 1,50 m en el delta del río Mira. Estos fenómenos presentan más consecuencias aún, como es el caso en llanuras aluviales costaneras donde las incisiones de los cauces fluviales son poco marcadas, favoreciendo los bruscos cambios de curso (avulsiones) que pueden ser peligrosos para poblaciones establecidas en las márgenes. Lo mismo pasa, por supuesto, con la penetración brusca de las aguas y la sumersión por el mar de sitios costeros.

2. EL VOLCANISMO Su omnipresencia está directamente ligada a la subducción de la placa pacífica debajo de la placa americana. Los Andes del sur colombiano, como los Andes ecuatorianos cuentan con numerosos volcanes, la mayor parte activos actualmente, y otros que lo han sido durante el Holoceno y antes. Pero, al contrario de las manifestaciones sísmicas, numerosas dataciones han podido ser realizadas sobre las cenizas expulsadas, muy abundantes en el caso dominante de volcanes explosivos, o restos orgánicos contemporáneos de las erupciones. Estas dataciones cubren buena parte del Holoceno2. Los restos de varias lluvias de cenizas se encuentran a lo largo del litoral pacífico, visibles en los cortes naturales y, por supuesto, en las excavaciones arqueológicas (fig. 3). Bien conocido, el predominio de vientos orientados hacia el oeste permite entender la acumulación de importantes capas de cenizas que han podido llegar hasta destruir los cultivos y las habitaciones de los grupos humanos establecidos entonces en el litoral, sobre todo cuando se trata de cenizas riolíticas y dacíticas 1

Hemos utilizado BP por antes del Presente (1950), BC y a. C. por antes del Cristo, A. D. por año Dei (nuestra era). 2 www.volcano.si.edu/world/largeeruptions, Smithsonian Institution, Global Volcanism Program.

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Figura 2 – Accidente Santiago-Cayapas, cambio de curso del río (3200-2800 BP

muy ácidas y desfavorables a los cultivos, caso que se da especialmente, en el Ecuador, con las cenizas provenientes de los volcanes Cotopaxi, Cuicocha y Quilotoa (Hall & Mothes, 2008). En Colombia, al sur de los volcanes del Tolima, del Ruiz y del centro de la Cordillera central, se notan las seis erupciones del volcán Galeras entre 4500 BP y el periodo histórico. Se notan también las erupciones de la Doña Juana (2550

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BC) y del Azufral (2000 BC, 1500 BC, 930 BC). Como en el Ecuador, se trata de un volcanismo explosivo emitiendo intensas lluvias de cenizas hasta el litoral pacífico, capaces de hacer desaparecer totalmente cultivos y establecimientos humanos. En el Ecuador (Mothes, 1998), más documentado, se conocen muchas más erupciones durante el Holoceno Reciente. De norte a sur podemos mencionar: la explosión del Soche alrededor de 8600 BP, las dos erupciones del Cuicocha de 3100 y 2900 BP y del Pululahua (o Pululagua) en 6750 y 2400 BP. Esta última erupción habría afectado bastante a la costa pacífica, particularmente al sector de San Mateo cerca de Esmeraldas (Isaacson, 1994; Hall & Mothes, 2008). Del Cayambé se conocen las erupciones de 2000 BC, luego de 1040 y 1290 AD. El Pichincha, Figura 3 – Cenizas volcánicas en la margen izquierda del siempre muy activo, ha conocido fuertes río Chirije Grande, aguas arriba del sitio arqueológico erupciones en 8150, 1400 y 980 BP. El Atacazo-Ninahuilca (Hidalgo et al., 2008; Hall & Mothes, 2008; Zeidler & Isaacson, 1994) es conocido por sus explosiones de 5540, 4440 y 2350-2269 BP, con depósitos comprobados de cenizas en toda la llanura litoral a la altura de Bahía de Caráquez. El Cotopaxi conoce un gran número de erupciones, particularmente las de 3880, 3280, 2640, 400, 230 BC, luego 70, 150, 180, 740, 770, 1130 y 1350 AD. Y, por terminar, el Tungurahua se manifiesta en 7750, 1010, 270 BC, luego en 200 y 730 AD. Según Hall & Mothes (2008), las mayores crisis explosivas en el Ecuador corresponden a los periodos 4050-2900, 2400 y 980-810 BP, con depósitos de gruesas capas de cenizas suficientes para destruir toda vida; los principales focos suministradores de cenizas en esta época serían, de norte a sur: el Soche, el Pululahua, el Pichincha, el Cotopaxi, el Ninahuilca-Atacazo, el Quilotoa y el Tungurahua. Desde Tumaco en Colombia, todo el litoral ha sido afectado, sin saber todavía hasta qué punto y cuántas veces han sido marcadas o destruidas las poblaciones. Las espesas capas de cenizas removidas en las laderas por la escorrentía superficial y/o depositadas por los ejes de drenaje (ríos, esteros) constituyen las pruebas del fenómeno. Sin embargo, se desconoce en general, en el Ecuador como en Colombia, el origen preciso y la edad de las cenizas, quedando por hacer todo un trabajo de investigación entre arqueología y ciencias de la tierra. Hasta la fecha,

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y con respecto al sitio arqueológico de Japoto/San Jacinto, las cenizas parecen ser nítidamente anteriores a la construcción de las tolas observadas.

3. LOS CAMBIOS CLIMÁTICOS, LAS VARIACIONES DEL NIVEL DEL MAR Y EL FENÓMENO DEL NIÑO Se ha agrupado en lo que sigue el conjunto de conocimientos, todavía limitado, que se tiene en la catualidad sobre fenómenos más o menos cíclicos, cambios climáticos y variaciones de niveles marinos observados en la región. Descritos desde el siglo XVI, El Niño y su contrario, la Niña, se conocen ahora bastante bien. El fenómeno del Niño resulta de la interacción atmósfera/océano (Merle & Hisard, 1990). Sus consecuencias afectan directamente el continente, particularmente el litoral. Con un alza de la temperatura, su principal característica, a lo largo prácticamente de todo el litoral —menos significativamente en Tumaco y en el extremo norte del litoral ecuatoriano (Rossel, 1997)— es un aumento considerable —a menudo más de 70 %— de las precipitaciones con inundaciones. Con la subida del nivel marino de varias decenas de centímetros (50 centímetros de promedio), el fenómeno se traduce por la aparición de aguas anormalmente cálidas, lo que corresponde al episodio cálido de la Oscilación Sur El Niño, más conocida por su traducción inglesa, El Niño Southern Oscillation o ENSO. La situación contraria, correspondiendo a la situación «normal», es decir más frecuente, la Niña, es el episodio frío del ENSO, caracterizado, a lo largo de la costa, por subidas de aguas oceánicas frías y ricas en plancton, conocidas bajo el nombre de upwelling. Este fenómeno cíclico, pero con periodos de retorno irregulares (Arteaga et al., 2006), ha afectado seguramente al litoral durante todo o buena parte del Holoceno, y permanece muy activo actualmente. La presencia del Niño a lo largo de todo el Holoceno sigue siendo cuestionada (Clement et al., 2000) mientras otros autores distinguen un Holoceno, con cambios climáticos de términos temporales largos, de las manifestaciones climáticas del Niño de corta duración (Stahl, 1991). Si se ubica en este espacio de duración más larga para examinar los eventuales cambios climáticos, las observaciones son actualmente muy puntuales, poco numerosas, bastante inseguras y entonces muy discutidas. Desde hace varios decenios de años (Sarma, 1974) se conocen condiciones cambiantes durante el Holoceno, esencialmente alternancias climáticas más húmedas o más secas. Una consideración fundamental es que el entorno natural nunca fue estático sino, al contrario, siempre muy dinámico (Van der Hammen et al., 1996) a lo largo del periodo, rápidamente calificado globalmente de calentamiento siguiendo la última glaciación pleistocénica, y caracterizado entonces con una importante subida del nivel de los océanos. Más precisamente, se observaría una tendencia al calentamiento climático entre 14000 y 6000 BP, pero con fases de enfriamiento más o menos cortas entre 9000

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y 8000 BP y antes de 6000 BP. Sandweiss (1996, y, más completo, 2003) indica para el norte del Perú un periodo más caliente y más húmedo entre 5500 y 6250 AP (3550 y 4300 a. C). El fenómeno ENSO estaría bien comprobado a partir de 7600 BP, con una periodicidad del orden de 10 por siglo, mientras que la frecuencia actual es mucho mayor (hasta 30 ó 40 por siglo, Schulmeister et al., 2006). El optimum climaticum estaría alcanzado alrededor de 6000 BP, con una temperatura algo más elevada que la actual (+ 1°), seguido por rápidos y cortos cambios climáticos (ahora conocidos como Rapid Climate Change): el optimum climático de la Edad Media (siglos X a XIV), como, más recientemente, la pequeña edad glaciar posterior (siglos XVI-XIX), forman parte de estas oscilaciones. Estos cambios, de algunos centenares de años de duración o a veces mucho menos, parecen presentar una frecuencia más grande desde el Holoceno medio. Quedan inexplicados, seguramente ligados a los ciclos de la órbita terrestre (Eckdahl et al., 2008; Mayewski et al., 2004), pero sus consecuencias han sido tal vez muy importantes para las poblaciones. Los episodios fríos se caracterizan también por sequías, ligados con una actividad solar variable y una migración hacia el sur de la Convergencia intertropical, entre 9000-8000, 6000-5000, 4200-3800, 3500-2500, 1200-1000 y 600-150 BP por ejemplo, y por otros autores entre 3500 y 200 BP, 4200 y 3600 BP, 1200 y 1000 BP. Este último episodio sería contemporáneo del colapso maya y, hacia el fin del siglo VI de nuestra era, 30 años de sequía hubieran afectado peligrosamente la civilización Moche del norte peruano (Mayewski et al., 2004; Weiss & Bradley, 2001). Sin embargo, esta última hipótesis está siendo ahora bastante criticada (Rosas Dintel, 2007). Globalmente, estos autores consideran que estos periodos corresponden con momentos de ruptura para las culturas y, a veces, con su fenecimiento. Tocando a las variaciones de nivel que afectan los mares del mundo, se conocen pocas cosas en ese litoral, a excepción de la parte sureña del litoral ecuatoriano (Stothert et al., 2003). En general, se sabe que las costas rocosas, con pendientes subverticales, nunca registran consecuencias importantes de las variaciones del nivel del océano. Al contrario, las costas bajas han tenido que conocer importantes variaciones, y particularmente la pérdida de restos humanos sepultados bajo la subida posglaciar del nivel del mar durante buena parte del Holoceno. Si se considera generalmente que el nivel actual de los océanos se alcanza alrededor de 6000 BP (4000 a. C), Rees et al. (2006) estiman que el nivel actual se establece hacia 4000 BP (2050 a. C). Estas variaciones han afectado también las formaciones vegetales litorales, particularmente los manglares de las costas bajas y areno lodosas: Jaramillo & Bayona (2000) han demostrado para la costa pacífica norte colombiana cómo el establecimiento de manglares puede ser reciente (2600 BP, 650 AD), tal vez ligado a movimientos tectónicos, mostrando una vez más la complejidad de estas vinculaciones entre cambios climáticos, niveles marinos y tectónica. Sin embargo, la presencia de manglares en esta costa pacífica parece estar demostrada desde hace por lo menos 4500 años. Con frecuencia, cuando existe un levantamiento de la costa, las relaciones océano/tectónica se traducen en el litoral con la presencia de antiguos niveles de playa escalonados (terrazas marinas). Sin embargo, en la porción de litoral entre Tumaco al norte y

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la desembocadura del río Porto Viejo, en los alrededores de Esmeraldas (Punto Galeras), no se observan tales niveles, al contrario bien visibles inmediatamente al sur (península de Manta). Esta situación se debe al efecto dominante de subsidencia y de hundimiento en esta parte de la costa, tal como se ha notado recientemente (Pedoja et al., 2006). Sin entrar en detalles, la observación de la dinámica de cordones arenosos marinos actuales, de islas-barreras y de canales de mareas en varias partes de la costa (Tumaco, La Tolita, Esmeraldas) permite reconstrucciones tentativas de lo que ha podido ser el litoral en un pasado reciente, como en el caso del sitio ecuatoriano de Japoto ubicado directamente al norte de la desembocadura del río Porto Viejo (Manabí). El hecho de tener dataciones, sea por el material excavado por los arqueólogos, sea con el tratamiento directo del material orgánico natural, es el elemento fundamental de restitución como se ha logrado cerca del sitio de La Tolita (Tihay & Usselmann, 1995: fig. 4) donde se ha podido seguir la progresión (agradación) de la costa entre unos 6000 y 500 años BP. En Japoto (fig. 5) no tenemos suficientes dataciones para asegurar el esquema propuesto de ocupación de un espacio acuático que, poco a poco, se llena de sedimentos para encontrarse separado del océano (Usselmann, 2006).

Figura 4 – Reconstitución histórica del conjunto fluvio-deltaico del Río Cayapas-Santiago

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Tolas reconocidas

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Esteros y taludes

Tolas posibles

Materiales de escorrentía y coluviones dominantes Sedimentos de desbordamiento de los esteros

Fig. Figura 5 : Esquema del entorno físico defísico Japoto San JacintoJacinto 5 – Esquema del entorno de /Japoto/San

Es evidente sin embargo que la reconstitución de entornos en el caso de sedimentación es mucho más fácil que en el caso de erosión, lo que ocurre cuando se trata de costas rocosas de acantilados como en Chirije (Manabí, Ecuador) donde la línea de costa corta nítidamente las terrazas aluviales donde se encuentra el sitio arqueológico (fig. 6). Por lo demás, la evolución dinámica de los acantilados en rocas poco resistentes, lutitas en general, se caracteriza por la presencia de múltiples movimientos en masa como en las laderas de las colinas costeñas; estos movimientos se producen tanto por la erosión marina (Usselmann, 2006; Santana et al., 2001; Iriundo, 1992; Plaza et al., 2000) como por las grandes precipitaciones traídas durante los Niños en formaciones ricas en arcillas de gran poder expansivo (tipo montmorillonitas). Estos sedimentos llevados por los cursos de agua, o que llegan directamente al océano, representan una enorme carga, la cual, retomada por la corriente litoral, tiene la capacidad no solamente de construir cordones litorales, sino también de cerrar los estuarios, lo que es el caso del río Chone en Bahía de Caráquez (Tutiven, 1998) y del río Portoviejo. La erosión caracteriza también algunos sitios de costas bajas: es el caso actualmente de Tumaco (Montagut Cifuentes, 1998), y probablemente el proceso ha existido a lo largo del Holoceno; observaciones similares pueden ser hechas en el litoral de

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Figura 6 – Sitio Chirije

San Jacinto. Sin embargo, sería un error pensar que han habido solamente erosión o sedimentación en tal o cual parte de la costa: los procesos son más complejos, caracterizados seguramente por la alternancia de periodos de erosión o de sedimentación. Solamente la correlación entre formas o sedimentos y dataciones precisas —aprovechando particularmente las excavaciones arqueológicas— pueden permitir una reconstitución precisa de la evolución.

CONCLUSIÓN Frente a la complejidad del problema, es evidente que solo una buena y planeada cooperación entre arqueólogos e investigadores del medio ambiente (geomorfólogos, geólogos, pero también botanistas y especialistas de la fauna) puede lograr una reconstitución correcta de lo que ha sido una ocupación antigua (o varias ocupaciones antiguas) de este litoral colombo ecuatoriano, siempre con el uso de dataciones absolutas. Los proyectos arqueológicos actuales, como los de años anteriores, han generalizado esta percepción. Sin embargo, queda mucho por hacer, y son de esperar aportes revolucionarios en los años venideros.

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Desarrollo dual de las poblaciones prehispánicas del Manabí meridional, Ecuador

Entre mar y tierra: desarrollo dual de las poblaciones prehispánicas del Manabí meridional, Ecuador Yann Graber* Resumen La inestabilidad económica y política del Ecuador no ha favorecido la preservación del patrimonio cultural. Al contrario el huaqueo permitió incrementar los ingresos de algunas comunidades rurales. La prospección regional representaba efectivamente, en este caso, una buena alternativa para evaluar el potencial arqueológico, así como la realización de proyectos de desarrollo en relación, y la evolución de los patrones de asentamiento. Los resultados de 6 años de estudio (2002-2007), en los alrededores de Salango y Río Blanco, han puesto en evidencia una historia cultural prehispánica de más de cinco milenios, desde Valdivia II hasta el periodo Manteño, así como una densificación progresiva de la ocupación correlativa a la creciente complejidad de estas sociedades. Palabras clave: Ecuador, Manabí, prospección, metodología, ocupación territorial

Entre mer et terre : développement dual des populations préhispaniques du Manabí méridional, Équateur Résumé L’instabilité économique et politique de l’Équateur n’a guère aidé les pouvoirs publics à préserver le patrimoine culturel. Par ailleurs, le pillage des sites archéologiques a constitué une source d’augmentation des revenus pour certaines communautés rurales. Aussi, la prospection régionale constitue-t-elle un moyen efficace d’évaluer le potentiel archéologique, l’évolution des modes d’occupation territoriale, ainsi que la réalisation de projets de développement en relation. Les résultats de 6 années d’étude (2002-2007), aux environs de Salango et Río Blanco, ont mis en valeur une

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Universidad de Neuchâtel, Espace Paul Vouga, CH-2068 Hauterive, Suiza. E-mail: yann.graber@ unine.ch

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Yann Graber histoire culturelle préhispanique de plus de cinq millénaires, du Valdivia II à la période Manteño, ainsi qu’une densification progressive de l’occupation résultante de la complexification de ces sociétés. Mots clés : Équateur, Manabí, prospection, méthodologie, occupation territoriale

Between see and land: dual development of Prehispanic populations in South Manabí, Ecuador Abstract In Ecuador, the chronic economic and political instability did not favour the preservation of cultural patrimony by the authorities and looting. In contrast, the latter did constitute a possible way of increasing the low income of some rural communities. Regional survey represents a good alternative in this case in order to evaluate the archaeological potential of a region, which could provide development alternatives, and the evolution of settlement patterns. The results of 6 years of study (2002-2007), near Salango and Río Blanco, show more than five millennia of Prehispanic cultural history, from Valdivia II until the Manteño Period, as well as a clear increase in the density of settlement through time in correlation with the increasing complexity of these societies. Key words: Ecuador, Manabí, survey, methodology, settlement pattern

INTRODUCCIÓN Los llamados «Cinco Cerros», frontera natural entre la provincia de Manabí y la recién creada de Santa Elena, constituyen una originalidad orográfica en el litoral ecuatoriano. La proximidad inmediata del océano y de los relieves de la Cordillera costanera origina un entorno muy húmedo, resultado de la condensación de las masas de aire marinas, que contrasta con la extrema sequía de la Península, al sur, y de la franja litoral entre Machalilla y el Cabo San Lorenzo. La erosión fluvial del Ayampe y de sus afluentes ha creado también una serie de valles de eje norte-sur separados físicamente del océano por cadenas bajas de lomas. De una superficie de 183 km2, el área de estudio seleccionado se extiende desde las estribaciones dominando la ciudad de Puerto López y el río Pital (1°33’ de latitud sur) hasta el río Ayampe (1°40’ de latitud sur) entre su desembocadura y el recinto de Guale. El límite oriental está marcado por el cerro Bola de Oro, cima más alta de la región que culmina a 800 msnm (80°43’ de longitud oeste). El año se divide entre dos estaciones relativamente bien marcadas: la una seca de junio a diciembre, meses de garúa, y la otra húmeda de enero a mayo. La pluviometría anual media oscila drásticamente sobre una microescala geográfica pasando de los 300 mm en la proximidad de la orilla pacífica a 1 500 mm en las lomas. La topografía, la altitud, la exposición oceánica y la calidad de los suelos se combinan para crear un mosaico de formaciones vegetales. Una transición progresiva se observa desde el medio tropical seco litoral cubierto por una sabana con cactus candelabros y

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arbustos bajos hasta las fuertes pendientes de las elevaciones brumosas donde crecen especies altas (moral fino Chlorophora tinctoria, guayacán Tabebuia chrysantha, guarumo Cecropia litorales o cade Phytelephas aequatorialis, entre otras) cubiertas de epifitas tapando un denso sotobosque. La diversidad fáunica iguala la variedad vegetal con 69 especies de mamíferos registradas en el Parque Nacional Machalilla, reserva natural que se extiende al margen septentrional de nuestra área de prospección. El Pacífico entraña una riqueza marina poco común, recurso primordial en el desarrollo de las comunidades prehispánicas litorales. Salango sigue siendo uno de los puertos de descargue más importante de la costa ecuatoriana para la pesca de peces pelágicos pequeños. Fuera de la cabecera cantonal (Puerto López), el estudio abarca tres comunas políticas, es decir Salango, Las Tunas y Río Blanco al este.

1. PROSPECCIONES PASADAS Y METODOLOGÍA Durante los últimos treinta años, la prospección arqueológica conoció un fuerte auge en relación, primordialmente, con nuevos enfoques metodológicos y consideraciones económicas. La costa ecuatoriana no fue ajena a este proceso y los proyectos, ante todo norteamericanos, se multiplicaron desde las intervenciones de la universidad de Columbia en la Península de Santa Elena (dirigida por Lanning en los años sesenta) o, una década después, de las academias de Illinois y de Calgary (conducidas por Lathrap y Raymond respectivamente) en Chanduy, en el curso medio del río Daule en la cuenca del Guayas o en el valle de Valdivia. El propósito era de poner en evidencia los procesos de asentamiento durante el periodo Formativo Temprano, o sea Valdivia. Los investigadores implicados multiplicaron sus trabajos consecutivamente en varias zonas litorales, implicándose e influenciando la nacida enseñanza de la Arqueología en el Ecuador. Coetánea a la investigación de Real Alto (valle de Chanduy), la Misión arqueológica española en el Ecuador integraba un componente regional abarcando el litoral esmeraldeño y el río Tiaone (Guinea, 1984). Si el conocimiento del modo de vida se amplió y la secuencia cultural se afinó durante este lapso de tiempo, las modalidades de ocupación territorial, dependiendo extensamente de la metodología de campo empleada, no evolucionó de manera significativa. Las numerosas intervenciones ligadas a los grandes proyectos energéticos nacionales (producción petrolera, construcción de infraestructuras), fuera de añadir nuevos datos en esta problemática, usaron métodos de campo no apropiados, a nuestro parecer, para exponer las variables ligadas a la aprehensión de los modos de asentamiento prehispánicos. Se sumó una interdicción de publicación de los resultados, por parte de las compañías implicadas, felizmente abolida hace pocos años. Zeidler (1986; 1995; 2003; 2008; Zeidler & Pearsall, 1994) llevó a cabo una profunda reflexión sobre los métodos de prospección regional en relación con su proyecto en el valle de Jama, Manabí central. Sobre una superficie de 765 km2, se registraron 239 sitios arqueológicos mayormente ubicados en los fondos de valle y en los alrededores de San Isidro, punto focal de la investigación al

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igual que Real Alto durante su primer acercamiento de los patrones de ocupación territorial (Zeidler, 1986). Las planicies aluviales, de extensión desconocida, fueron exploradas sistemáticamente con un reconocimiento pedestre y pocos sondeos. Mientras tanto, las áreas marginales se estudiaron por medio de un muestreo aleatorio estratificado resultando en la inspección de 125 cuadrículas de 1 hectárea, las cuales cubrían un porcentaje ínfimo de las superficies restantes, aunque estas se caracterizaban por un relieve marcado. Si Zeidler (1995) consideró que los métodos «tradicionales» de prospección estaban adaptados a las fases pioneras de la investigación arqueológica, tomando justamente el ejemplo de las observaciones de los cauces de ríos que utilizamos, y sus propuestas teóricas eran vigentes idealmente, varios sesgos en las premisas hipotéticas y obvios procesos tafonómicos se unían para relativizar las conclusiones de cada estudio elaborado en base a una metodología de muestreo. Guinea (1984) también advirtió, con razón, de los efectos erosivos y acumulativos que afectaban los barrancos y, correlativamente, su observación. Las variaciones de flujo de los ríos provocaban, a lo largo de los valles y con intensidad variable, la destrucción más o menos acelerada de las orillas y, consecutivamente, de los sitios arqueológicos yacentes en las terrazas aluviales. Bruscos cambios de cauce cortaron las antiguas ocupaciones y llevaron los vestigios río abajo. Guinea añadió que las crecidas depositaban material cultural en lugares donde nunca ocurrió una ocupación humana. Zeidler pudo prevalecerse por la primera aplicación a gran escala de un muestreo arqueológico en Ecuador, técnica aplicada actualmente por Alexander Martin (2009) en la región de Machalilla, añadiendo así un nuevo acercamiento en las numerosas intervenciones llevadas a cabo en el cantón de Puerto López. Nacido de la iniciativa de Presley Norton, el Programa para la Antropología del Ecuador (PAE) propició una dinámica de investigación sin precedentes en el sur de la provincia de Manabí. Además de las excavaciones llevadas a cabo en la Isla de La Plata y, luego, en Salango entre los años 1979 y 1989, uno de los objetivos del programa era emprender amplias campañas de prospección arqueológica entre los ríos Buenavista y Ayampe, cubriendo más de 2000 km2. Varios investigadores unieron también sus esfuerzos en el reconocimiento del famoso Señorío de Salangome, como temática privilegiada de estudio, y las intervenciones se focalizaron sobre los importantes sitios manteños que lo conformaban como Agua Blanca (McEwan, 2003), Los Frailes (Mester, 1990) o Puerto López (Currie, 1995). Lamentablemente, el deseo declarado de una arqueología regional incorporando toda la secuencia cultural y la distribución ocupacional fue solamente esbozado dejando, como único testimonio, una maqueta tridimensional acribillada de alfileres multicolores indicando atribuciones crono culturales sin referencia1 en el Centro de Investigación y Museo de Salango (CIMS). Al final de la década de los años 1970, Damp inició un reconocimiento de los ríos Pital (desembocando en Puerto López), Blanco y Ayampe. Durante este periodo, la región sufrió de una sequía extrema que permitió una buena visibilidad de superficie para la

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Esta maqueta se conserva, de manera poco apropiada, encima de la biblioteca del dicho centro.

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localización de sitios arqueológicos. Sin embargo, los relieves seguían densamente cubiertos por el bosque. Damp, muy discreto en cuanto a su metodología de campo, pareció haber seguido las vías y caminos, considerándolos como sus transectos, hacia aldeas lejanas desde entonces abandonadas por la baja productividad agrícola, la caída de los precios y el éxodo rural. En Chanduy, como corresponsable del reconocimiento con Zeidler, escogió un método similar cuando mencionó haber realizado una prospección no probabilística siguiendo transectos accesibles adyacentes a los cauces. Dos documentos cartográficos resultaron de la prospección de Damp en la cercanía de Salango: un mapa elaborado bajo el auspicio del PAE2 seguramente en conjunto con McEwan, ya que constaban de los sitios arqueológicos de la zona de Agua Blanca y el plan de distribución de los asentamientos Valdivia en su artículo de 1984. En el primero figuraba toda la secuencia cultural regional mientras que el segundo resumía únicamente la ocupación del Formativo temprano, derivando del interés de Damp por este periodo desde su implicación en el proyecto de Real Alto dirigido por Lathrap. Usamos esta fuente de datos para ampliar nuestra muestra sobre todo desde el punto de vista topológico (el material cerámico conservado en Salango completó favorablemente los vestigios recolectados por nosotros lógicamente sesgado por la selección hecha en el campo) y, en menor grado, aumentó el inventario de sitios. Las otras intervenciones dentro del PAE quedan más informales. Consecutivamente a sus excavaciones en Río Chico (OMJPLP-170) y en Salango (OMJPLP-140), Allan & Allan emprendieron, entre 1986 y 1987, una prospección sistemática de la desembocadura del río Salango y de las cercanías del pueblo actual. Escogieron una estrategia de pequeños sondeos distantes de 20 m sobre transectos predefinidos. Una disminución de la malla (5 m de distancia) era prevista durante una tercera campaña nunca efectuada. Allan & Allan mencionan la presencia de, por lo menos, una estructura rectangular manteña y de reservorios dominando el asentamiento. La urbanización actual trasformó profundamente el paisaje y ningún cimiento de edificios prehispánicos era visible. Los acondicionamientos sugeridos en las lomas no fueron localizados durante nuestra prospección, tal vez completamente tapados por la densa vegetación local o por una intensa sedimentación. Al norte del pueblo y próximas al cauce del río, unas aldeas fueron registradas, que sugerían ocupaciones en el centro del valle por la presencia de material cultural. Se sospecharon, en este caso, fenómenos de deposición secundaria en esta zona sujeta a inundaciones, asemejándose entonces a las observaciones de Guinea (1984). Por su parte, Kreid registró 27 sitios en la isla Salango, concentración muy importante en comparación con la superficie restringida del islote. Sin rechazar los resultados de este reconocimiento que no concordaron con una exploración de la isla, estos revelaron la necesidad de una clara definición de la noción de sitio arqueológico. En el presente proyecto, las redes hidrográficas regionales conformaron la base de la subdivisión zonal del área y cada campaña de prospección cubrió un promedio 2

Este documento se encuentra archivado en el Centro de Investigación y Museo de Salango.

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de 30 km2. El relieve pronunciado y la densa vegetación impusieron técnicas de campo oportunistas, las cuales incluían el reconocimiento de los cauces de ríos y de las zonas altas siguiendo caminos vecinales. El medio ambiente descrito y el tiempo de que se disponía para cada campaña de campo no permitieron la aplicación de transectos. La cobertura vegetal habría necesitado un esfuerzo colosal de desmonte al cual se sumaría la reticencia de ciertos dueños locales frente a tal intervención en su propiedad. El muestreo presentaba, de igual manera, ciertos sesgos. Si la estratificación biótica y el muestreo consecutivo (aleatorio o sistemático), como fase preliminar, se aplicaba en cualquier medio, factores regionales específicos influyeron drásticamente en la efectividad de los métodos de prospección ligados a esta metodología (prospección pedestre y microsondeos3) y ampliamente usados en el Ecuador. Así la hondura a la cual yacían numerosos vestigios impidió su hallazgo. La observación de los barrancos de río, obviamente afectados por la erosión fluvial, proveía no obstante la visión en profundidad deseada (Graber, 2008). El piso de vivienda Valdivia temprano excavado en Colimes, al borde del río Daule, y cubierto por 7,5 m de aluviones (Raymond, 2003), se reveló un ejemplo perfecto de estructuras inalcanzables con la técnica del muestreo. La prospección de cauces tenía la ventaja de actuar en la zona donde la frecuencia de asentamientos pasados era la más elevada, como lo expresó además Zeidler (1995), pero igualmente la más afectada por la actividad fluvial. Entre un fenómeno natural irremediable, una tafonomía caprichosa y su busca ideal de exhaustividad, el arqueólogo tuvo que conformarse con sesgos inevitables. La región de Salango-Río Blanco se prestó a la táctica oportunista llevada a cabo a lo largo del transcurso de nuestra prospección. Fuera de la ubicación rápida de los sitios a partir de los cauces de río, el relieve pronunciado proporcionó una visión relativa de la extensión mayor de las ocupaciones. En efecto, la proximidad de las pendientes impuso límites obvios a las áreas favorables a la instalación de las comunidades prehispánicas.

2. LAS OCUPACIONES FORMATIVAS (3300-800 a. C.) Los modelos de ocupación territorial Valdivia propuestos hasta la actualidad derivan de los proyectos, y de la visión correlativa, llevados a cabo en el suroeste de la Costa ecuatoriana (Península de Santa Elena y provincia del Guayas) particularmente durante la década de 1970 (Damp, 1984; Schwartz & Raymond, 1996; Zeidler, 1986; 1994). Basados en una metodología de muestreo, práctica fuertemente defendida por la Nueva Arqueología norteamericana desde sus inicios (Binford, 1964) en un intento de racionalización de la disciplina, ni la representatividad de los conjuntos considerados, ni las restituciones subsecuentes han sido evaluadas. Además se trasladan los patrones de repartición y de jerarquía de sitios a regiones distantes, con medio ambiente distinto, basándose en la idea de que la pertenencia a un horizonte cultural soluciona la apropiación territorial. Sin embargo, el 3

Los sondeos efectuados en el proyecto Jama alcanzaban apenas 40x40x40 cm (Zeidler, 1995) y muy pocas intervenciones usaban de cateos mayores.

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entorno influye drásticamente en los comportamientos y la organización de las comunidades prehispánicas, imponiendo respuestas socioculturales divergentes a pesar de recurrencias como en el aprovechamiento de las tierras cultivables, situadas primordialmente en los fondos de valles bordeando los cauces, por parte de sociedades básicamente agrícolas. Efectivamente, se privilegian las planicies aluviales en la ubicación de las comunidades y la mayoría de los 38 sitios Valdivia de nuestra área de estudio se alinean a lo largo de la franja costera o del valle del río Blanco (fig. 1). Una reevaluación del material y nuevos descubrimientos permiten reconsiderar el inicio de la ocupación Valdivia en su fase II (33002800 B.C.; Zeidler, 2003) y confirmar las aseveraciones de J. Damp (1984). Si los vestigios de esta época permanecen escasos (9 sitios), un incremento drástico de la cobertura ocupacional ocurre a partir del Valdivia medio con una triplicación del número de asentamientos. Las comunidades «pioneras» siguen su desarrollo, pero aldeas marginales, sin duda resultantes de las primeras, aparecen en los valles adyacentes o se alejaban del litoral oceánico. Durante el Valdivia final se observa una ligera disminución ocupacional (3 sitios menos). Estilísticamente, la cerámica de la región de Salango (fig. 2 A-C; G-I) se integra perfectamente a la secuencia tipo-cronológica de Hill (1972-1974) propuesta para la Península de Santa Elena y confirmada en el sitio de Real Alto (Marcos, 1988); para el Valdivia medio y tardío, tiene paralelos hasta en el alto Guayas (Guillaume-Gentil, 2008). La variedad de medio ambientes propiciados por la cercanía del océano y de los relieves circundantes han favorecido la implantación de aldeas en tres zonas. Los dos sitios de playa registrados hasta ahora (Salango y Río Chico) se ubican en el margen de manglares, medio ambiente rico en recursos variados (conchas tales como Anadora tuberculosa, cangrejos o combustible). Apartados del litoral, a una distancia máxima de 1 kilómetro, asentamientos mayores ocupan las amplias terrazas aluviales de los valles bajos donde los campos se enriquecen periódicamente de sedimentos dejados durante las crecidas invernales. Un escenario idéntico caracteriza el valle del río Blanco. Fuera de un asentamiento Valdivia ubicado sobre un promontorio, las zonas bajas de la confluencia AyampeBlanco no parecen haber soportado aldeas antes del periodo Machalilla, pero su uso con fines agrícolas es muy probable. Los dos sitios de altura (al extremo norte de la zona de estudio y sobre las estribaciones occidentales del valle del Blanco) pertenecen a etapas relativamente tardías en la ocupación Valdivia y no permanecen sobre un largo periodo de tiempo, tal vez a favor de un periodo climáticamente favorable. Sin embargo, estos asentamientos se revelan excepciones al patrón de tierras bajas descrito previamente. Si la continuidad cultural entre Valdivia y Machalilla se comprueba (Lippi, 1983; Staller, 2001), un hiato, de duración variable, persiste a lo largo de la costa meridional del Ecuador. Desde una posición cronológica flotante en la Península de Santa Elena (Paulsen & Mc Dougle, 1974) hasta un claro abandono regional en el valle de Jama (Zeidler & Pearsall, 1994; Zeidler, 2003) o en las provincias de Los Ríos y Cotopaxi (Guillaume-Gentil, en este volumen), la transición real y su foco permanecen desconocidos. En Jama, factores eruptivos influencian drásticamente las modalidades de ocupación territorial. Nuestra área de estudio, ubicándose al

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Figura 1 – Repartición territorial de los asentamientos Valdivia (arriba) y Machalilla (abajo) en la región de Salango-Río Blanco

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Figura 2 – Muestra cerámica Valdivia (A-C; G-I) y Machalilla (D-F; J-K) Infografía: Y. Graber

límite suroeste de la zona impactada por las caídas de cenizas volcánicas, padece igualmente estos fenómenos recurrentes, al contrario de lo avanzado por Zeidler (2003: 79)4, pero la recuperación poseruptiva puede haber sido rápida. Además otras causas, naturales o metodológicas, modelan la percepción actual de los procesos diacrónicos de ocupación territorial prehispánica y sus interrupciones efectivas o sugeridas. Lippi (1983), en base a su secuencia morfoestilística de los sitios La Ponga y Río Perdido, y observando rápidamente el componente Machalilla de las excavaciones de Salango, supone un inicio de esta ocupación, en el sur de Manabí, durante su fase La Ponga 4 (alrededor de 1100 a. C., fecha no calibrada). Su intuición evolucionista de la cultura material desde Valdivia final hasta Engoroy ofrece un eje de reflexión todavía vigente del cual podemos inferir, sin embargo, un principio ligeramente más temprano, en nuestra zona de estudio, es decir durante su fase La Ponga 3 (cerca de 1050 a. C., fecha no calibrada). Además, menciona la ausencia de los grandes cuencos ligeramente carenados Valdivia final en el sitio de La Ponga, aunque aparecen en su conjunto cerámico de Río Perdido en la Península y en el material recolectado en la región de Salango. Una cronología final falta todavía para esclarecer definitivamente la existencia real del hiatus mencionado o si, en ciertas regiones de la Costa e hipotéticamente, como en el sur de Manabí, la tradición Valdivia perdura algunos siglos mientras innovaciones Machalilla aparecen en zonas sureñas. La dispersión de las aldeas 4

Las correlaciones estrictas de los diferentes estratos de tefra evidenciados durante nuestra prospección necesitará unos análisis químicos ulteriores, pero la posición estratigráfica de estos depósitos, frente a niveles ocupacionales fechados por el material cultural, nos brinda una estimación sensata, el primero ocurre durante el Formativo final.

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Machalilla se revela muy similar tierra adentro (Río Blanco) en comparación con el periodo anterior, sugiriendo una perennidad de las modalidades ocupacionales y posiblemente una sucesión directa de las ocupaciones (fig. 1). Cerca de Las Tunas y en el valle del río Chico, se observa una expansión del aprovechamiento territorial hacia los valles litorales altos, mientras que un fenómeno inverso (concentración litoral) parece ocurrir más al norte. Damp, tampoco registra ocupaciones Machalilla en la zona del río Pital. Schwartz & Raymond (1996) observan, en el valle de Valdivia, un fenómeno de concentración poblacional a partir del Valdivia final, particularmente evidente durante el periodo Machalilla y que culmina en el Engoroy temprano. El esparcimiento aldeano —iniciado durante el Machalilla— se restringe y la población parece agruparse de manera privilegiada en la porción central del valle. En la zona de Salango y de Río Blanco, una persistencia ocupacional obvia de ciertos asentamientos importantes, ocupados desde el inicio del periodo Valdivia en la región, se percibe particularmente tierra adentro. No obstante, el número de sitios padece una drástica disminución durante el periodo Engoroy, reflejando la tendencia evidenciada en el valle de Valdivia o debido a factores cuya causalidad todavía está por establecer. Casualidad tal vez reveladora, el centro ceremonial de Salango inicia su auge a partir del siglo sexto antes de nuestra era, entonces durante el Engoroy medio (Lunniss, 2001; 2007; 2008) y, sin dudar que las actividades rituales han sido importantes anteriormente, se vuelve un lugar focal extrarregional por casi un milenio antes de su ocaso. En el valle de Jama, San Isidro sigue siendo, durante la fase Tabuchila (facies chorreroide local), el centro de la ocupación territorial. La mayoría de los asentamientos se ubican entonces en el fondo de los principales valles, sobre planicies aluviales, o a lo largo de los tributarios secundarios cercanos. Sin embargo, Zeidler (2008) sugiere la presencia de sitios en posición topográfica elevada. Se trata, a nuestro parecer, de aldeas situadas en los cursos altos de tributarios y/o de instalaciones dedicadas al aprovechamiento de ciertos recursos pero no de ocupación permanente. Más sorprendente es la falta completa de evidencias reportada por Zeidler (2003, 2008) en la orilla oceánica debida sin duda a la presencia moderna de piscinas camaroneras o, tal vez, a la metodología empleada. Parece poco probable que las comunidades prehispánicas hayan preferido, en esta zona, específicamente las áreas tierra adentro, en contraste con la totalidad del litoral ecuatoriano donde las aldeas ubicadas en las márgenes oceánicas están floreciendo. Una clara continuidad se observa en la franja litoral Puerto López-Ayampe en la selección de los lugares de establecimiento, es decir las playas de Puerto López, Playita, Salango y Río Chico, así como la desembocadura del río La Curia, al sur del actual pueblo de Las Tunas. Fuera del centro ceremonial de Salango cuyas actividades rituales se demarcan del resto de las aldeas, ciertos puntos focales emergen (Puerto López, Río Blanco y San Vicente) y tienen un desarrollo ininterrumpido durante los periodos posteriores. Al contrario, un fenómeno de abandono parcial parece ocurrir en las porciones altas de los valles (donde algunos sitios Machalilla han sido registrados) como si un acercamiento al océano se vuelve indispensable.

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3. HACIA UNA DENSIFICACIÓN DE LA RED POBLACIONAL (100 a. C.-600/700 d. C.) El panorama de la ocupación territorial cambia totalmente durante el periodo Guangala (fig. 3). Los principales sitios del litoral o del valle del Blanco (Puerto López, Salango, Río Chico, Las Tunas, Río Blanco y San Vicente) perpetúan su dinámica interna de desarrollo y hasta amplían su superficie. La zona del actual pueblo de Río Chico es particularmente reveladora. A los escasos vestigios Engoroy sugiriendo un patrón disperso de viviendas o de grupos de habitaciones se sustituye un amplio asentamiento cubriendo decenas de hectáreas. En los cortes estratigráficos (8 y 15 m respectivamente) efectuados en el eje del poliducto MantaLa Libertad, se observa una secuencia de tres fases de construcción marcando la transición del Guangala medio a final hasta el inicio del periodo Manteño. Por el tamaño de los postes (más de 30 cm de diámetro), las habitaciones han debido alcanzar dimensiones importantes. Varios fogones se reparten tanto dentro de las

Figura 3 – Repartición territorial de los asentamientos Guangala (arriba) y Manteño (pág. siguiente) en la región de Salango-Río Blanco Infografía: Y. Graber

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estructuras como fuera, distinguiendo tal vez actividades específicas. La intensidad de la ocupación se deduce también del imponente vertedero que se extiende 150 m (distancia observada) a lo largo del río Chico y tiene un espesor de 0,60 a 1 m. Los recursos marinos (el océano está a menos de 2 kilómetros) destacan por su abundancia incluyendo conchas de manglar (Anadora tuberculosa) en gran cantidad, bivalvos y gasterópodos oceánicos (con una proporción no despreciable de Spondylus sp. y Pinctada mazatlanica), así como restos ictiológicos variados. Indicios de caza están igualmente representados y atestiguan el aprovechamiento de la integridad de los biotopos presentes, siendo el pueblo idealmente ubicado. Paralelamente, una profusión de pequeñas aldeas se dispersan en los valles litorales, reocupando generalmente lugares previamente abandonados, e intercalándose entre los pueblos principales del valle del río Blanco. Durante los seis primeros siglos de nuestra era, el centro ceremonial de Salango cuenta con 10 episodios de remodelaciones (Lunniss, 2001) y perpetúa su influencia extrarregional. Creemos que el estatuto especial de Salango indujo una cierta confusión frente a la sucesión cultural regional. Norton et al. (1983) suponen una intensificación de la industria de transformación de los Spondylus y ostras mientras que el asentamiento llegaba al tamaño de:

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«una pequeña urbe con calles bien trazadas, plazoletas, sistemas de drenaje, edificios, recintos ceremoniales y cementerios (Norton et al., 1983: 54)». Excepto una mención parecida a las crónicas de la Conquista, las cuales mencionan poblaciones semejantes provocando en cierto modo un anacronismo, la superposición ocupacional Bahía-Guangala está avanzada en base a dos fechas radiocarbónicas de contextos cerrados induciendo una posterioridad (50 a 230 años) de la última cultura (Norton et al., 1983: 61). En el mismo párrafo, se habla de un entierro que contiene vasijas de ambos estilos como depósito funerario. A un nivel regional, la secuencia Engoroy-Bahía-Guangala no se ha averiguado. Presentando en los sitios una clara transición, el material diagnóstico se asemeja a los conjuntos de la Península, entonces de afiliación Guangala. Esta conclusión no contradice el carácter mixto de la ocupación de Salango por la peculiaridad excepcional del sitio. La obvia densificación de la red ocupacional durante el periodo Guangala (con más de 70 sitios registrados) no tiene, a nuestro parecer, paralelos conocidos actualmente en las regiones adyacentes aunque razonablemente el proceso debe reproducirse a gran escala. Una mención de Zeidler & Pearsall (1994) sugiere, sin embargo, que este fenómeno de expansión territorial ha podido posponerse en ciertas regiones como en el valle de Jama: «… la dispersión de asentamientos a través de áreas no-aluviales de valle [refiriéndose sin duda a zonas río arriba pero de fondo de valle: ndlr] no parece haber sido significativa hasta tiempos Jama-Coaque II después de 400 d. C. inmediatamente después del tercer evento volcánico que cubrió la región con otro nivel de tetra». Esta erupción, atribuida hipotéticamente al volcán Atacazo y fechada entre 300500 de nuestra era (Isaacson, 1994), ha afectado igualmente, aunque con un impacto menor, el sur de Manabí. La distancia del litoral implica su alcance por eventos de magnitud extrema. Guillaume-Gentil (2008), en la región de La Maná al pie de los Andes, registra 9 niveles volcánicos puntuando su secuencia ocupacional desde el Pleistoceno Final. La tefra II de La Maná ocurre durante el tercer siglo de nuestra era: su contemporaneidad con la última capa de ceniza de Jama es altamente probable. Una de las cineritas registradas en la región de Salango-Río Blanco podría también, por su posición estratigráfica relativa, corresponder con este evento con la diferencia de que no parece haber causado un abandono de la zona o, si ha sucedido, éste ha sido de corta duración.

4. APOGEO Y CATACLISMO (600-700 d. C.-1532) Concordamos con McEwan & Delgado-Espinoza (2008) en notar que si efectivamente el término cacicazgo sigue vigente para ciertas áreas de la costa ecuatoriana, algunas poblaciones litorales ya han alcanzado un nivel de complejidad social mayor como en el caso de los manteños. Sin subrayar una vez más el control de las actividades mercantiles, las cuales deben sin embargo

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ser comprobadas efectivamente, algunos cambios que han afectado a la sociedad manteña (especialización, concentración poblacional, jerarquización marcada y adopción de una nueva arquitectura en ciertas regiones) sugieren este proceso de evolución sociocultural. Los grandes centros ubicados entre Manta y la desembocadura del río Portoviejo han desencadenado, con razón, un interés ininterrumpido desde los trabajos pioneros de Saville (1907-1910) y de Jijón y Caamaño (1997 [1952]) en la zona, seguidos luego por Estrada (1957). La considerable inversión, en tiempo y mano de obra, necesaria para la edificación del sinnúmero de realizaciones arquitectónicas (plataformas artificiales en Manta, tolas en Japoto o corrales en los Cerros de hojas y de Jaboncillos, así como en Chirije), atestiguan indirectamente del grado de control y organización de obras mayores como se puede averiguar en el recién excavado sitio de Japoto por el número de estructuras presentes (Bohórquez et al., 2003; Bouchard et al., 2006) y las elaboradas técnicas usadas (Bouchard, 2008). Al sur de la provincia de Manabí, otra entidad, el Señorío de Salangome, mencionado ya en las crónicas (Sámano, 1985 [1527]), alcanza un nivel de complejidad social sin duda igual aunque los vestigios monumentales se revelan menos variados. Una arquitectura rectangular, con edificios que alcanzan los 50 m de largo por 12 m de ancho, se encuentra con profusión en los sitios de Agua Blanca, varios centenares sobre una superficie de 4 km2 (McEwan & Delgado-Espinoza, 2008), y de Puerto López (Currie, 1995). Con la época Manteña, se alcanza el mayor nivel de densidad ocupacional con más de 100 sitios registrados en nuestra zona de estudio (fig. 3). Siguiendo un proceso iniciado durante el Desarrollo Regional, el valle del río Blanco muestra una dinámica muy intensa de ocupación concentrada al borde del cauce sobre las amplias terrazas aluviales, pero irradiando netamente en los valles adyacentes. Los alrededores de los actuales pueblos de Río Blanco y La Encantada, así como el valle bajo representan los dos focos de la ocupación territorial tierra adentro. Aldeas satélites se dispersan a lo largo de los pequeños tributarios, sobre las estrechas terrazas aluviales limitadas por las fuertes pendientes. La cerámica de uso común presenta un grado real de estandardización. En todas las aldeas manteñas se han encontrado ollas de dimensión variada (hasta un diámetro de 44 cm), con paredes a veces muy finas de aspecto externo rugoso y alisado en su interior (fig. 4 H). Otro artefacto recurrente, el cómale, aparece siempre en los conjuntos de esta época (fig. 4 I). Estas formas conforman respectivamente la urna y la tapa en los contextos funerarios como en el caso de la tumba con pozo y cámara lateral descubierta en el año 2003 en Salango (Graber & Jastremski, 2009). Los españoles, planificando conquista y dominio, trajeron consigo enfermedades cuyo impacto se hará evidente en las siguientes décadas con la exterminación ciega de la mayoría de la población prehispánica. Sin excluir una huida de ciertas comunidades a zonas inalcanzables por los europeos, el desarrollo de la cultura Manteña vivió un final abrupto por las pérdidas humanas sufridas y la organización colonial naciente. Según un documento anónimo de los primeros años del siglo XVII (Anónimo, 1994 [1604-1605]), la población de la bahía de Salango se resumía en un viejo cacique, sin descendencia, y a sus esposas: entonces 4 personas. La recuperación demográfica de la región ocurrirá lentamente a partir del inicio del siglo XX.

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Figura 4 – Muestra cerámica Engoroy (A, B, F), Guangala (C, D, G) y Manteño (E, H, I) Infografía: Y. Graber

CONCLUSIONES J. Damp (1984) destacó la sorprendente densidad de asentamientos Valdivia en el valle del río Blanco relacionada, por este autor, a las condiciones climáticas y medio ambientales que autorizaban la práctica de una agricultura en medio tropical húmedo. Fuertemente influenciado por las teorías de D. Lathrap, el valle del río Blanco servía para añadir una prueba más en contra del escenario difusionista de Meggers, Evans y Estrada. El sur de Manabí valía también de coartada para trasponer procesos socioculturales interpretados a partir de los vestigios de Real Alto en regiones ajenas. Si efectivamente existen recurrencias culturales, la arqueología debía comprobar, con la certeza a su alcance, la probabilidad de sus conclusiones en cada contexto regional. Efectivamente, las comunidades Valdivia conocieron un crecimiento cierto en el sur de Manabí, con toda la incertidumbre ligada a nuestros métodos de fechamiento actual para comprobar la contemporaneidad de los asentamientos, pero la filigrana social y ritual se nos escapaba todavía. A partir de las zonas más provechosas en término de espacio y recursos naturales explotables (la orilla oceánica y el amplio valle del río Blanco), pequeñas aldeas Valdivia alcanzaron paulatinamente áreas río arriba donde el espacio disponible no sostenía una población importante. Estrechamente ligadas, tal vez a través de lazos de parentesco, desarrollaron una red de intercambio local entre dos modos de aprovechamiento territorial distintos: uno estrechamente ligado a los recursos marinos y el otro dependiente del cultivo intensivo de las terrazas aluviales así como del aporte cinegético. Si la disminución del número de sitios durante el Engoroy correspondió efectivamente a un fenómeno de aglutinación poblacional, entonces éste alcanzó su auge en los primeros siglos de nuestra era. La presión demográfica consecutiva

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inició un proceso de «expulsión» hacia las zonas marginales creando así una red de aldeas satélite resultantes de los asentamientos mayores. Sin embargo, pocos sitios Engoroy se ampliaran frente a las ocupaciones Machalilla anteriores fuera de ciertas excepciones como Puerto López, Salango o la zona de San Vicente. Queda entonces pendiente la cuestión de saber si algún o algunos fenómeno(s) natural(es) o proceso(s) social(es) indefinido(s) se unieron, sincrónicamente o no, para inducir una regresión demográfica contemporánea de la influencia creciente del recinto ceremonial de Salango. Su desaparición en el siglo VII d. C. evocaría cambios sociales profundos, culminación de un proceso obvio, aunque paulatino, de ampliación de los centros poblacionales principales a nivel regional y de una expansión de pequeñas aldeas secundarias que constituyeron uno de los componentes de la base económica de las entidades sociopolíticas en formación. La densificación de la red ocupacional culminó durante el periodo Manteño y se reveló particularmente marcada en el valle del río Blanco. Se sugirió que los asentamientos tierra adentro adquirieron importancia como proveedores de recursos, agrícolas entre otros, para sostener la clara especialización de ciertos sitios litorales en la producción de objetos de prestigios, como en el caso de los talleres de concha, evidenciados en Los Frailes, Salango y Río Chico, en este último con edificios de 50 m de largo. Agradecimientos Que las siguientes personas reciban aquí nuestros sinceros agradecimientos: Valentina Martínez, Mike Harris, Richard Lunniss, Patrick Gay, Felix Carvajal, Zaida Rodríguez, Jeremy Bleech, Michiel Dekker y todos los habitantes de las comunas de Salango, Pital y Las Tunas.

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Yann Graber

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (3): 623-640

Palmitopamba: yumbos e incas en el bosque tropical al noroeste de Quito (Ecuador)

Palmitopamba: yumbos e incas en el bosque tropical al noroeste de Quito (Ecuador)

Ronald D. Lippi* Alejandra M. Gudiño**

Resumen Las investigaciones hechas en Palmitopamba, en la montaña occidental de la provincia del Pichincha (Ecuador), revelan un centro monumental ocupado durante varios siglos por los yumbos, población nativa de la zona. La llegada de los incas en esta región a eso de 1500 d. C. permite estudiar la relación que tuvieron con este cacicazgo ubicado en una zona de bosque tropical húmedo. La expansión del Tahuantinsuyu parece haber tomado un rumbo distinto en el país de los yumbos. El artículo presenta varias interpretaciones sobre la importancia del sitio tanto para los yumbos como para los invasores desde las perspectivas de la arqueología del paisaje y de la etnohistoria. Brinda también un estudio de esta interacción después de la conquista española en 1532 y del posible papel del sitio en un levantamiento indígena fracasado. Palabras claves: El Ecuador, incas, yumbos, bosque tropical, Periodo Tardío

*

Professor of Anthropology, University of Wisconsin-Marathon County, 518 S. 7th Avenue, Wausau, WI 54401, USA. E-mail: ronald.lippi@uwc.edu ** Human Environmental Sciences, University of Missouri-Extension, 1205 University Ave, Suite 1100, Columbia, MO 65211, USA. E-mail: gudinoa@missouri.edu

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Ronald D. Lippi, Alejandra M. Gudiño

Palmitopamba : Yumbos et Incas dans la forêt tropicale du Nord Ouest de Quito (Équateur) Résumé Les recherches effectuées sur le site de Palmitopamba, dans les montagnes occidentales de la province du Pichincha (Équateur) ont mis à jour un centre monumental qui fut occupé pendant des siècles par les Yumbos, natifs de cette région. L’arrivée des Incas, vers 1500 ap. J.-C, nous permet d’étudier leurs rapports avec cette population de la forêt tropicale humide. L’expansion du Tahuantinsuyu semble avoir pris un tournant différent chez les Yumbos. Cet article présente diverses interprétations sur l’importance du site, autant pour les Yumbos que pour les envahisseurs, du point de vue de l’archéologie du paysage et de l’ethnohistoire. Ils étudie également cette interaction après la conquête espagnole en 1532 et le rôle possible du site au cours d’une tentative manquée de soulèvement indigène. Mots clés : Équateur, Incas, Yumbos, forêt tropicale, Période Récente

Palmitopamba: Yumbos and Incas in the tropical forest northwest of Quito (Ecuador) Abstract Research at the Palmitopamba site in the western montaña of Pichincha province (Ecuador) has uncovered a monumental center occupied for several centuries by the Yumbos, the natives of the zone. The arrival of the Incas in this region around A.D.1500 allows us to study the relationship between the Incas and this tropical forest chiefdom. The expansion of Tahuantinsuyu seems to have taken a distinct course in Yumbo country. This paper presents some interpretations on the importance of the site for the Yumbos as well as for the invaders from the perspectives of landscape archaeology and ethnohistory. It also studies the fate of this interaction after the Spanish conquest of 1532 and the possible role of the site in a failed indigenous uprising. Key words: Ecuador, Incas, Yumbos, tropical forest, Late Period

1. EL PAÍS YUMBO Quito, capital del Ecuador, ciudad a la vez antigua y moderna de un millón y medio de habitantes, se ubica al pie del volcán Pichincha en un valle interandino, aproximadamente a 2 900 metros sobre el nivel del mar. Al oeste del Pichincha y de los volcanes que forman la Cordillera Occidental, se encuentra el País Yumbo que se extiende desde las bocas de montaña hasta el pie de los Andes y el comienzo de la llanura costera. El contraste del paisaje entre el valle de Quito ubicado en la sierra y el País Yumbo en la selva húmeda es impresionante. Hasta finales del siglo XX, el área que hoy consideramos el País Yumbo se encuentra despoblada y casi abandonada debido en parte a su muy difícil topografía, al espesor de la vegetación, y a la falta de buenas carreteras. En 1984 Lippi comenzó una exploración arqueológica de la zona por medio del Proyecto Pichincha Occidental, cuyos resultados se presentaron en varios

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artículos y dos libros (Lippi 1998; 2004a). Al principio se conocía muy poco sobre los yumbos que fueron los pobladores autóctonos del área en los últimos siglos antes de la llegada de los españoles. La investigación etnohistórica realizada por Salomon (1997) constituyó uno de los muy pocos referentes sobre esta población. Gracias a su trabajo supimos que los yumbos se organizaron en una serie de cacicazgos en el bosque tropical, que vivían en pueblos dispersos en chozas de caña de guadúa y hojas, y que mantenían un comercio muy importante con los señoríos de la sierra circunquiteña. Por medio de las prospecciones a nivel regional realizadas por Lippi y también por excavaciones que él llevó a cabo en el sitio de Nambillo en la parroquia de Mindo, se pudo construir una cronología tentativa cultural de la región, en la cual los yumbos aparecieron en el Periodo Tardío (a veces mal llamado el «Periodo de Integración» en el Ecuador) alrededor de 1000 d. C. Los yumbos hablaban un idioma ya desaparecido de la familia Barbacoa, relacionado con los idiomas de los caranquis, los pastos, y de otros grupos en el norte del Ecuador y sur de Colombia. En base a análisis de estudios lingüísticos y la información arqueológica y etnohistórica existente, Lippi (2004b) propuso la hipótesis según la cual los yumbos se separaron de los caranquis y de los panzaleos de la sierra y fueron a vivir en el bosque tropical de Pichincha. Estudiando la distribución de cerámica Yumbo y de las tolas1 rectangulares con plataforma, Lippi (1998; 2004a) delimitó tentativamente el País Yumbo. Cabe mencionar que estas conclusiones e hipótesis serán modificadas mientras avancen los estudios nuestros y de otros investigadores en la zona. En los primeros siglos después de la conquista española, los yumbos prácticamente desaparecieron debido principalmente a epidemias (Lippi, 2001; resumen breve en Lippi, 2004a) hasta permanecer en el olvido de la conciencia del Ecuador contemporáneo. Los tsáchilas (colorados) de Sto. Domingo hasta cierto punto son los últimos descendientes de los yumbos y probablemente de otras etnias de los bosques occidentales.

2. EL SITIO DE PALMITOPAMBA Lippi descubrió el sitio de Palmitopamba en 1984 durante la prospección regional de la zona occidental de la provincia del Pichincha. Palmitopamba es un pueblo de la parroquia de Nanegal, ubicado aproximadamente a 45 km al noroeste de Quito. El sitio que estudiamos es muy extenso, pero los trabajos arqueológicos se han concentrado en una loma muy alta y empinada a 1 480 m sobre el nivel del mar. Como en la mayor parte del País Yumbo, la zona está cubierta por un bosque húmedo tropical. En 1984 la parte más alta de la loma ubicada directamente al sur del pueblo era un potrero y se vislumbraban algunas terrazas o plataformas en la ladera. Lippi ha podido comprobar la existencia de algunas terrazas artificiales, muros de retención y la presencia de cerámica Yumbo e Inca 1

Las «tolas» son los montículos artificiales de tierra construidos en el Ecuador prehispánico.

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durante la prospección. Por lo tanto Lippi registró el sitio como el «Pucará2 de Palmitopamba» (NL-20) reflejando así su interpretación preliminar: se trata de un fuerte Inca en plena zona tropical. Temporadas posteriores de excavación permitieron comprobar que el sitio fue un puesto de control militar de los incas. Sin embargo, descubimos además que fue ocupado durante varios siglos por los yumbos antes de la llegada de los incas y que fueron los yumbos, y no los incas, quienes modificaron la loma para crear un centro monumental. Por lo tanto, ya no lo llamamos el «Pucará de Palmitopamba» sino simplemente «Palmitopamba». En la figura 1 se puede apreciar una vista de la loma desde el pueblo con las terrazas apenas visibles en el potrero, que corresponde al «Área A» donde se ha realizado hasta ahora la mayoría de las excavaciones. Cabe anotar aquí que a pesar de la deforestación de la zona durante las últimas décadas, la parte de atrás del sitio está cubierta todavía de bosque tropical muy tupido. Las investigaciones en el sitio de Palmitopamba siguen adelante y los análisis aún se encuentran incompletos. Este artículo es un resumen de los hallazgos principales hasta el presente (2009) y debe ser considerado provisional.

3. EXCAVACIONES TEMPRANAS EN PALMITOPAMBA

Figura 1 – El sitio de Palmitopamba (NL-20) desde el pueblo En el potrero arriba en la loma (designado «Área A») están apenas visibles las terrazas y el equipo arqueológico 2

En 2002 Lippi y Tamara Bray realizaron junto con varios estudiantes y trabajadores locales, una serie de sondeos en las Terrazas 1 a 6 (Terraza 1 es la cima de la loma). Las sorpresas fueron inmediatas. Primero, se pudo determinar que, a pesar de ser esta loma muy alta, los yumbos depositaron encima de ésta al menos tres metros de relleno creando una plataforma horizontal. Esto se pudo confirmar gracias a los sondeos de 1m x 1m que llegaron a 3 m de profundidad sin poder

«Pucara» o en el Ecuador «pucará» es palabra quechua (idioma de los incas) para una fortaleza, especialmente de construcción Inca.

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alcanzar la superficie antigua de la loma. Esta plataforma tenía una apariencia bastante plana y contaba con taludes paralelos que daban la apariencia de un rectángulo. Debido a la erosión y a un desplome, ya no se conserva muy bien la forma rectangular, pero es evidente que los yumbos construyeron encima de la loma una tola rectangular con plataforma. Se cree, como parece ser el caso para todas las tolas rectangulares con plataforma en el País Yumbo, así como en el País Caranqui de la Sierra Norte, que esta tola servía como base para la vivienda de un cacique o de un templo u otra construcción de uso ceremonial y/o político. La segunda sorpresa fue el descubrimiento de una delgada capa de tefra volcánica en algunos sondeos que se hicieron en las terrazas. A pesar de ser una loma muy empinada, las capas volcánicas formaban un estrato horizontal, lo cual indicaría que la ceniza volcánica cayó después de la construcción de las terrazas. Los vulcanólogos Patricia Mothes y Pete Hall de la Escuela Politécnica Nacional en Quito determinaron que la ceniza pertenecía al Volcán Quilotoa, el cual experimentó una enorme erupción alrededor de 1100 ó 1200 d. C. Se asumió que las terrazas, que prácticamente son desconocidas en el norte del Ecuador, eran una construcción Inca. Sin embargo, la evidencia tefravolcánica se mostró contundente: las terrazas fueron construidas al menos tres siglos antes de la llegada de los incas al norte del Ecuador, la cual ocurrió alrededor de 1490. Es decir, los yumbos, considerados por los incas como «indios desnudos, pobres y de poco valor» (Cabello Balboa, 1951 [1586]: 437-438) contaban con una organización sociopolítica suficiente como para realizar obras monumentales en la selva. Desde la cima del sitio de Palmitopamba, la vista es magnífica y estratégica. Se puede observar una serie de tolas hacia el oeste y el norte, mayormente de forma rectangular con plataforma y rampa, ubicadas en los filos de las montañas. Palmitopamba parece ser la tola más alta de todas. Desde Palmitopamba se ve fácilmente el flanco occidental del País Caranqui al otro lado del Río Guayllabamba, y en días despejados, se ve el volcán Cotacachi, un cerro muy importante para los cacicazgos Caranquis de la Sierra Norte. También desde Palmitopamba se ve el volcán Pichincha en cuya falda oriental se encuentra Quito. Es decir, la tola de Palmitopamba permite un reconocimiento, un acceso visual, y un control no solo a una parte del País Yumbo sino también de los cerros claves del País Caranqui y de los señoríos de la zona de Quito. Su ubicación geográfica es ideal y, por lo tanto, lo consideramos un sitio muy importante en la región. Los sondeos en la cima de la loma dieron como resultado solamente cerámica Yumbo y la presencia de arsenales de bolas de honda Inca ubicadas en el talud de la tola (fig. 2). Las excavaciones revelaron que estos depósitos fueron la última línea de defensa de los incas. Es muy posible que estos arsenales fueran más simbólicos que tácticos, quizás una manera de señalar el control Inca sobre la loma. No se descubrió ninguna construcción Inca, lo cual parece apoyar nuestra interpretación de que la cima fue una tola, es decir una huaca3, de los yumbos y que fue respetada por los invasores del Tahuantinsuyu. 3

«Huaca» es palabra quechua que se refiere a un lugar sagrado.

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Figura 2 – Depósitos circulares de piedras de honda en la cima de la loma, que corresponde a la plataforma superior de la tola

Sin embargo, mientras se bajaba de la primera terraza, es decir la tola, y se comenzaba a excavar las terrazas más bajas, empezó a aparecer cerámica Inca entremezclada estratigráficamente hasta cierto punto4 con la cerámica Yumbo. También se descubrieron algunas pequeñas construcciones Incas de piedra. Entre estas construcciones destacaron en la Terraza 3 un muro de contención (fig. 3), un círculo de piedras de dos metros de diámetro que no era un amontonamiento descuidado de rocas sino un círculo casi plano esmeradamente elaborado, y dos círculos más de piedras pero de menor diámetro. Aún no se excavó debajo de los círculos de piedra. A pocos metros del círculo más grande se descubrió lo que parecía ser el comienzo de otro muro Inca. Era una línea de piedras labradas en una cara y con un largo de aproximadamente 10 metros (fig. 4). Tenía todas las características de un muro Inca pero presentaba una sola cara y sin relleno en la mitad. Es decir, parecía un proyecto incompleto.

Figura 3 – Un muro de retención (no reconstruido) hecho por los incas en el talud occidental de la Terraza 3 La Terraza 4 se ve a la izquierda y al fondo 4

Hasta 40 cm de profundidad, más o menos, y luego más adentro solamente se encontraba alfarería Yumbo.

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En el año 2003 se cortó la caña de azúcar en el terreno justamente debajo del Área A. Se aprovechó la limpieza y realizamos casi cien pruebas de pala en este terreno de aproximadamente dos hectáreas (designada «Área B»). Se recuperó cerámica en todas las pruebas menos una y, en general, fue una mezcla de alfarería de Yumbos e Incas. Luego excavamos una serie de sondeos de 1m x 1m en el mismo terreno encima de tres pequeñas terrazas que podrían ser naturales o artificiales. Se pudo determinar que la densidad de cerámica era mayor en el Área B que en el Área A. Estas concentraciones cerámicas y las construcciones de piedras nos permitieron suponer que el Área A fue empleada mayormente para funciones cívicas, administrativas o religiosas. En 2006 el gobierno provincial construyó una cancha de fútbol en la parte baja de Figura 4 – Un aparente muro Inca no terminado en la loma («Área D»), ubicada más abajo la Terraza 3 durante su excavación del Área B. A pesar de que toda este Se ve en esta foto aproximadamente la mitad de lo área era parte del sitio arqueológico, no que se descubrió pudimos detener su destrucción cuando los tractores aplanaron esta sección de la loma. Algunos moradores recolectaron piezas que ahí surgieron. Gracias a este esfuerzo, pudimos corroborar que el sitio seguía hasta el pie de la loma y llegaba al pueblo actual. No fue posible definir los límites del sitio arqueológico. Esto no era sorprendente ya que se sabía que los pueblos yumbos no fueron asentamientos nucleados sino dispersos (Salomon, 1997: 33). No obstante, nuestra conclusión preliminar fue que la loma sirvió como centro administrativo con limitado uso doméstico mientras la mayor parte de la población habitaba las partes más bajas sobre la meseta donde hoy día se asienta el pueblo de Palmitopamba. Las excavaciones preliminares del sitio se han llevado a cabo en tres temporadas, entre 2002 y 2004. En 2003 Tamara Bray se separó del proyecto y Alejandra Gudiño la reemplazó como codirectora, cargo que desempeña hasta el presente. Con los hallazgos mencionados arriba y otros no puntualizados aquí, podemos confirmar la existencia en el sitio de una ocupación Yumbo de larga duración, aproximadamente desde 1100 d. C. hasta el siglo XVI, y también de una ocupación Inca y Yumbo al final de ese periodo. Más adelante hablaremos un poco más sobre la datación de la ocupación Inca pero por el momento basta decir que se trata de un episodio relativamente corto a principios del siglo XVI. De igual manera nos ha sido posible comprobar que los yumbos contaban con una organización

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sociopolítica lo suficientemente compleja como para modificar el paisaje de Palmitopamba, creando un centro regional importante y estratégico. También queda bastante claro que los incas que llegaron a Palmitopamba se asentaron conjuntamente con los yumbos, aparentemente sin contiendas significantes. Se escribirá sobre esta relación Yumbo-Inca más adelante. Suspendimos las excavaciones en 2005 para emprender, junto con la comunidad, los trabajos de puesta en valor del sitio arqueológico. En 2006 el geofísico Donald Johnson aceptó nuestra invitación de volver al sitio, esta vez con un instrumento de radar subterráneo (ground-penetrating radar). En las terrazas 1-3 y 5-6 no se reportaron mayores anomalías pero en la Terraza 4, que era la terraza más pequeña y más baja del Área A, se descubrieron varias anomalías. Por lo tanto volvimos al sitio en 2007 con el objetivo de investigar estas anomalías de la Terraza 4. A continuación se brinda una descripción de lo encontrado.

4. EXCAVACIONES EN LA TERRAZA 4 DESDE 2007 El primer descubrimiento de la temporada fue un muro de retención parcialmente demolido en el límite occidental de la terraza. Creemos que este muro se conectaba con el muro de contención de la Terraza 3, hipótesis que esperamos confirmar en la temporada de 2010. En la parte central de la Terraza 4 empezaron a aparecer muchas agrupaciones de piedras. El hallazgo de estas concentraciones aparentemente sin ningún patrón y con funciones desconocidas nos dejó al principio bastante confundidos. A mitad de la temporada encontramos un fragmento de un muro sin lugar a dudas de manufactura Inca y que probablemente pertenecía a un edificio Inca. Después de dos temporadas de trabajo, supimos que el edificio era rectangular, que sus muros tenían 80 cm de grosor, y que medían en el exterior 7,1 m de largo y 5,6 m de ancho (fig. 5). En general se emplearon dos tipos diferentes de piedra. Una parecía ser una granodiorita dura que fue labrada y careada, empleada en las construcciones de las caras exteriores de los muros. La otra era una piedra desmenuzable simplemente conocida como cascajo, utilizada como relleno al interior de los muros. Más precisamente, sabemos que no se trata de un edificio sino de los cimientos de un edificio. Una de las posibilidades es que en este edificio hubieran cimientos de piedra que sirvieran de soporte a una construcción de adobe o de madera o caña. Sin embargo, las evidencias parecen favorecer la hipótesis de un edificio de piedra incompleto en una etapa temprana de la construcción. Por ejemplo, la existencia de un segundo muro alrededor del muro principal, que solamente llega a extenderse a la mitad, permite pensar en una construcción abandonada. La presencia de amontonamientos de materiales de construcción incluyendo piedra sin labrar, piedras labradas y arcilla amarilla que puede haber servido de mortero podría reforzar esta hipótesis del abandono. También se ha considerado la posibilidad de que en efecto el edificio se hubiera terminado y desmantelado en un periodo posterior, quizás para aprovechar las piedras en otra construcción.

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Figura 5 – El edificio Inca en la Terraza 4 y varios rasgos de piedra que pertenecen a la misma ocupación

La única ocupación posterior que se conoce comienza en el siglo XX cuando el edificio ya estaba enterrado e invisible, lo cual hace de esta una hipótesis poco probable. Otros rasgos en el área del edificio comprenden muros muy erosionados, un área con una especie de pavimento de piedra y una hoguera de 1 m de diámetro. Además, el edificio está rodeado de varias concentraciones de piedras, algunas de las cuales son cuidadosamente construidas mientras que otras parecen ser depósitos de materiales de construcción. A pocos metros del edificio Inca y propio de la misma ocupación, encontramos dos concentraciones de piedras casi iguales, una al lado de la otra (fig. 6). Cada una es de forma ovalada u oblonga con casi 2 m de largo y un poco menos de 1 m de ancho. En 2008 se decidió excavar la mitad de uno de estos rasgos pensando que las piedras podrían marcar un enterramiento. Fue sorprendente encontrar que este rasgo alcanzaba una profundidad de 1, 5 m y el relleno de piedras conservaba la forma ovalada y el mismo tamaño que se encontró en la superficie. No se han recuperado artefactos con la excepción de un solo tiesto de loza colonial, una cerámica muy rara en el sitio. Se decidió entonces excavar la otra mitad del rasgo. Para mayor sorpresa la forma y el tamaño del óvalo en que las piedras habían sido acomodadas desde la superficie se mantenía y no se encontró ninguna evidencia de entierro. Investigando, se encontró un reporte de Idrovo Urigüen (2000: 272) para Tomebamba en el sur del Ecuador en donde se mencionaban rasgos de piedras muy similares. Se pudo comparar también estos

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Figura 6 - Uno de los rasgos de piedra en forma oblonga frente al edificio Inca (Terraza 4) Al excavar este rasgo, se encontró un pozo de la misma forma lleno de piedras hasta 1,5 metro de profundidad

rasgos con uno recientemente excavado por Bray (2009, comunicación personal) en Caranqui en la sierra norte del Ecuador. Ambos son sitios Incas muy importantes ocupados por el emperador. En ambos casos los rasgos resultaron ser entierros. En el caso de Tomebamba, el entierro no se encuentra al fondo del pozo y debajo de las piedras sino en una pequeña cámara lateral. Con esta información, en 2009 se excavó un área mayor alrededor del rasgo para buscar un entierro pero no lo se encontró. Pensamos que estos rasgos podrían ser tumbas falsas para despistar a los saqueadores de la época, una táctica utilizada en Egipto para proteger algunas tumbas de lujo. Lo que sí se encontró fue otro muro Inca paralelo a los muros largos del edificio pero a una distancia de 6 m (fig. 7). Este muro, que mide aproximadamente 8,5 m de largo (aunque es posible que sea más largo y que aún no hayamos encontrados los extremos) y 50 cm de ancho, se ubica cerca del borde de la terraza. Todo el conjunto de rasgos en la Terraza 4 dan la impresión de una cancha en el sentido andino, es decir un complejo de edificio y patios rodeados por un muro.

5. NL-18-CEMENTERIO YUMBO DE PALMITOPAMBA En la parte oriental del pueblo de Palmitopamba hay una colina baja donde se ubica un cementerio Yumbo caracterizado por una serie de tolas redondas pequeñas, o túmulos. Lippi descubrió en 1984 esta concentración de tolas y la registró como NL-18 pensando que se trataba de un nuevo sitio. Posteriormente se pudo determinar que NL-20 era grande y abarcaba el área de NL-18. Es decir,

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el sitio monumental y el cementerio forman parte del mismo asentamiento antiguo. Con la excepción de un par de excavaciones casuales hechas por moradores, el cementerio no corría peligro, de manera que por varios años no fue una prioridad excavar allí. Sin embargo, en 2006, un pariente del propietario dijo su interés en cavar una de las tumbas, lo cual nos causó alarma. Hasta ese entonces no existía ninguna excavación sistemática y profesional realizada por arqueólogos en una tumba Yumbo, aunque se sabía de algunos cementerios Yumbos saqueados por buscadores de tesoros. En 2007 fue seleccionado un túmulo en la cima de la colina para el estudio. Estos túmulos miden aproximadamente 4 m de diámetro y 1,5 m de altura sobre la superficie actual del terreno. Hasta el momento no se ha podido determinar el número exacto de túmulos en el área del cementerio ya que la mayor parte se encuentra Figura 7 – El muro en la Terraza 4 que se cubierto por un cañaveral. descubrió en 2009 frente al edificio Inca y En el primer túmulo, designado Tola 1, se abrió paralelo al eje mayor del edificio un corte de 2 m x 2 m en busca de la «boca» de La mayor parte no está bien conservado o nunca la tumba, la cual apareció indistintamente a una fue terminado profundidad de 1,20 m bajo la parte más alta de la tola. Hasta los 2 m de profundidad, la fosa estaba claramente definida. La fosa tenía un largo de casi 2 m indicando que se trataba de un entierro extendido. A los 2,10 m de profundidad se encontraron tres vasijas —un cántaro y dos platos en pedestal—. Luego apareció el cráneo en estado avanzado de descomposición. Las tres vasijas estaban ubicadas cerca de la cabeza del difunto (fig. 8). También apareció el hueso de la mandíbula con un diente todavía en su sitio que tuvo suerte de una mejor preservación acompañado por varios dientes sueltos. Un análisis muy preliminar de los dientes indicó que se trataba de un subadulto. La mandíbula presentaba un color verduzco por la presencia de un collar con artefactos de cobre. Lo único que se pudo rescatar del resto del esqueleto fueron pequeños fragmentos de vértebras y de otros huesos no identificables. Se encontraron dos collares, uno de numerosas cuentas muy pequeñas de concha Spondylus y otro con cuentas cerámicas aún ensartadas sobre un alambre de cobre. En el mismo collar se encontraron dos pequeños cascabeles de cobre y un colgante del mismo metal. Un análisis metalúrgico de estos artefactos en el Laboratorio de Química del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (Romero, 2008) en Quito confirmó que se trataba de cobre puro. Pegado a uno de los cascabeles se había preservado un nudo de fibra. Según el análisis del mismo laboratorio, se trataba de fibra de algodón con las hebras de torsión Z y los hilos de torsión S, con el cordón formado por cuatro hilos formando posiblemente un

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Ronald D. Lippi, Alejandra M. Gudiño

nudo sobre el cascabel. Pegado al otro cascabel se encontró un pequeño fragmento de textil. El mismo laboratorio (Romero, 2008) determinó que el fragmento de casi 2 cm x 2 cm tenía las mismas características que el nudo sobre el cascabel pero con ocho fibras de trama y ocho de urdimbre por centímetro. La estructura era un tafetán simple (con un solo hilo de trama que cruzaba con uno de urdimbre). Durante la excavación de la tumba, se registró la presencia apenas visible de un pigmento rojo en las paredes. Se encontraron en la tumba unas pocas piedras pequeñas con pigmento rojo. El Laboratorio de Química del INPC (Romero, 2008) analizó el pigmento y determinó que era hemetita (Fe2O3). Creemos que las piedras con pigmento se utilizaron para preparar la tumba con colores. En 2008 se tomó la decisión de excavar otra tola (Tola 2) justamente al lado de la Tola 1 y de la misma Figura 8 – Los primeros indicios del forma y tamaño. Se utilizó el mismo método para entierro en la Tola 1 (NL-18) ubicar la boca de la tumba, la cual apareció como Arriba a la izquierda están dos platos un cuadrado de casi 1 m x 1 m a 125 cm debajo rotos, a la derecha un cántaro, y en la de la parte alta de la tola. Obviamente se trataba mitad se ve el hueso casi desintegrado del cráneo de otro tipo de entierro que el de la Tola 1. En efecto la tumba que comenzó como un cuadrado disminuía de tamaño conforme profundizábamos la excavación de la fosa. La primera evidencia del entierro apareció a 2,20 m bajo la superficie (la parte alta del túmulo). Lo primero que se descubrió fue una pulsera de cobre. Luego apareció un brazo con otra pulsera de cobre en la muñeca. Debajo del brazo encontramos el cráneo con dos aretes de cobre y con un disco cerámico de aproximadamente 8 cm de diámetro, que pudo haber sido un plato labial o quizás un pequeño platito para incienso (fig. 9). Debajo del cráneo y en forma fetal o flexionado, se descubrió el resto del esqueleto en un estado de conservación bueno, comparado con el esqueleto mayormente desintegrado excavado durante la temporada anterior y tomando en cuenta que estamos en una zona de bosque tropical. En el fondo del pozo a 240 cm bajo la superficie, encontramos cuatro vasijas quebradas pero mayormente enteras (fig. 10). Dos de éstas son de formas clásicas Incas («beaker» y aríbalo) mientras que las otras dos son platos Yumbos o de la Sierra Norte. Aún no se hace el análisis definitivo porque las vasijas están siendo reconstruidas por un especialista. El hecho de encontrar artefactos de los incas en una tumba supuestamente Yumbo en un cementerio que definitivamente era de los yumbos fue extraordinario. Sin embargo, esta evidencia apoya la hipótesis que se brinda más adelante y que sugiere que los incas se refugiaron en el País Yumbo,

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Palmitopamba: yumbos e incas en el bosque tropical al noroeste de Quito (Ecuador)

que convivieron pacíficamente y que hubo un mestizaje de los dos grupos.

6. DATACIÓN DEL SITIO

Figura 9 - Cuatro artefactos asociados al muerto en la Tola 2 (NL-18) Arriba está un disco cerámico, en la mitad dos aretes de cobre (posiblemente con platino), y una de las dos pulseras de cobre

La datación del sitio de Palmitopamba se hizo principalmente a partir del carbono 14. Hasta el momento se cuenta con dieciséis fechas radiocarbónicas calibradas (método AMS). La mayoría de las dataciones son de residuos quemados de comida pegada en ollas, lo cual disminuye notablemente la posibilidad de un contexto falso para el carbón. Con la excepción de una muestra que produjo una fecha muy temprana e inexplicable de 2070 ± 50 antes del presente (a.p.), todas definen un periodo de ocupación del sitio que va aproximadamente desde 1000 d. C. hasta 1620 d. C. El comienzo coincide más o menos con la datación vulcanológica de la tefra de Quilotoa, que según Patricia Mothes (comunicación personal, 2005) es de 850 a. p. (no calibrada), lo que viene a ser entre 1046 y

Figura 10 – Una vista de la tumba en la Tola 2 (NL-18) Se ven pedazos de un aríbalo Inca que estuvo al fondo de la tumba debajo del muerto

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Ronald D. Lippi, Alejandra M. Gudiño

1267 d. C. (calibrada). Esto nos permite concluir que los yumbos estuvieron en el sitio y construyeron las terrazas antes de esta erupción. Después de establecer el periodo aproximado para la ocupación Yumbo, nos interesó determinar la fecha de la llegada de los incas a Palmitopamba. Desafortunadamente, la curva de calibración para fechas radiocarbónicas alrededor de 1500 d. C. es bastante imprecisa y no permite determinar esta fecha con la minuciosidad deseada. Se hace inprescindible la etnohistoria para refinar este marco cronológico. Los recuentos etnohistóricos indican que los incas mantuvieron una guerra contra los caranquis en la Sierra Norte del Ecuador durante una década a finales del siglo XV, es decir alrededor de 1490 a 1500 d. C. El contacto Inca-Yumbo posiblemente se inició ya que los señoríos serranos mantenían contacto continuo con los yumbos para intercambiar productos de la montaña tropical con los de la sierra (Salomon, 1997: 18-19). Así, la llegada de los incas a Palmitopamba pudo haber sucedido un poco antes de 1500 y es probable que duró hasta después de la conquista española en 1532. Es de recordar que la entrada de Benalcázar y sus tropas al Ecuador se reportó para 1534. Hasta el momento no se pudo confirmar esta hipótesis por medio de la datación radiométrica. Sin embargo, Salomon (1997: 25-26) encontró documentos sobre incas que buscaron refugio en el País Yumbo después de la Conquista y, por razones que explicaremos más adelante, se piensa que Palmitopamba pudo haber recibido a un contingente Inca importante en 1534. Una de las dieciséis fechas radiocarbónicas pertenece a la tumba de Tola 2 excavada en el cementerio vecino de NL-18. La datación calibrada de esta tumba que contiene elementos Incas tanto como Yumbos va desde 1430 a 1530 d.C. Se encontró muy poca cerámica de loza colonial en el sitio y no se pensó que hubo mayor contacto con los españoles debido a la falta casi total de evidencias. En otras palabras, Palmitopamba fue un escondite pero no se pudo determinar aún por cuántos años. No existió ninguna evidencia de una ocupación posterior en el sitio hasta el siglo XX cuando un par de colonos mestizos se asentaron sobre la meseta y crearon dos haciendas que luego fueron lotizadas y vendidas a otros moradores más recientes, fundando de esta manera el pueblo actual de Palmitopamba.

6. RUMIÑAHUI En 2003 la historiadora ecuatoriana Tamara Estupiñán Viteri publicó un libro sobre el líder indígena Rumiñahui, quien fue el comandante del ejército Inca (un «general» si uno quiere asignarlo un rango más alto) encargado de la guardia personal del Sapa Inca Atahualpa. Rumiñahui fue un líder muy polémico en la historiografía y también en la política andina actual. Los peruanos y otros partidarios de Húascar consideraron que Rumiñahui fue un traidor al Tahuantinsuyu y los ecuatorianos lo consideraron el mayor héroe de la resisitencia indígena contra los españoles. Más allá de esta polémica, Estupiñán Viteri reunió documentos etnohistóricos que indicaban que Rumiñahui, después del secuestro y ejecución de Atahualpa

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Palmitopamba: yumbos e incas en el bosque tropical al noroeste de Quito (Ecuador)

por Francisco Pizarro, obtuvo el cadáver de Atahualpa y huyó de Quito con sus restos mortales, algunas esposas, herederos y pertenencias personales de Atahualpa, y posiblemente con una parte del tesoro que no se entregó a Pizarro. Rumiñahui con este contingente real fue al País Yumbo donde mandó a construir un fuerte. Todo parece indicar que los españoles bajo el comando de Ruy Díaz fueron capturados en el País Yumbo y sus tesoros supuestamente saqueados. Posteriormente Rumiñahui viajó a la sierra liderando un levantamiento contra los españoles que fracasó y fue asesinado sin poder consolidar la resistencia indígena contra los españoles. Desde nuestra perspectiva, el dato más interesante entre toda la polémica y las varias interpretaciones sobre los acontecimientos y las motivaciones era la declaración de que Rumiñahui construyó un fuerte en el País Yumbo (Estupiñán Viteri, 2003). A través de las prospecciones a nivel regional, Lippi pudo confirmar la existencia de cuatro pucaras Incas en el País Yumbo y documentó la posibilidad de algunos más que no fueron confirmados. Entre éstos el fuerte más grande y aparentemente más importante fue el de Palmitopamba. Hay otros sitios con presencia Inca importantes en la región entre los cuales nombramos el pucara de Chacapata, el tambo de Capillapamba, y el complejo de piscinas de Tulipe. Hasta el momento los descubrimientos en Palmitopamba fueron los que más llamaron la atención como un posible refugio Inca y como el posible fuerte que Rumiñahui construyó. Para apoyar esta hipótesis, hay que confirmar la presencia Inca en territorio Yumbo y particularmente en Palmitopamba alrededor de 1534, época en que Rumiñahui supuestamente buscaba refugio en el País Yumbo con los herederos de Atahualpa. Es de gran importancia a su vez descubrir en Palmitopamba evidencias contundentes de la presencia de la realeza Inca o descartar la misma en los otros sitios que son candidatos. Si este asunto de identificar el paradero de Rumiñahui no parece tener tanta importancia, basta recalcar el estatus de Rumiñahui en el Ecuador hoy en día y también la necesidad de recuperar datos históricos sobre el levantamiento contra los españoles en el norte del Ecuador.

7. ALGUNAS INTERPRETACIONES PROVISIONALES SOBRE LA RELACIÓN INCA-YUMBO Se ha llegado a comprender que Palmitopamba fue un centro importante de los yumbos y que los incas se apoderaron del sitio de una manera aparentemente no belicosa. Se supone que la interacción entre yumbos e incas comenzó durante la expansión hacia el norte del Tahuantinsuyu y que los yumbos sirvieron como productores y comerciantes de bienes tropicales muy cotizados por los incas igual como fueron para las etnias locales antes de la llegada de los incas al Ecuador septentrional. Ésta fue una posibilidad. Otra posibilidad, que no es necesariamente exclusiva de la anterior, fue que los incas enviaron tropas al País Yumbo durante la alargada guerra contra los caranquis al norte de Quito para defender el flanco occidental. En cualquier caso, hay que comprobar la presencia de los incas en el sitio alrededor de 1490 ó 1500, prueba que aún no existe. Igualmente podría ser

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Ronald D. Lippi, Alejandra M. Gudiño

que los incas no estuvieron en Palmitopamba hasta finales del imperio cuando fue ejecutado Atahualpa y cuando la nobleza quiteña se refugió en el País Yumbo. Si esto ocurrió bajo el liderazgo de Rumiñahui, no se puede acertar todavía este asunto. La presencia Inca en Palmitopamba pudo haber comenzado por una razón u otra tres o cuatro décadas antes de la llegada de los españoles, o pudo haber empezado alrededor de 1534 con la caída súbita del Tahuantinsuyu. O pudo haber sido una presencia continua o esporádica que abarcó ambos sucesos en la historia antigua del Ecuador. Obviamente, hay mucha incertidumbre hasta obtener una cronología más minuciosa. No obstante la cronología inexacta, las evidencias del sitio señalan una relación intrigante entre los autóctonos y los invasores. Primero, los incas aparentemente respetaron la tola yumba encima de la loma. Segundo, en la mayor parte del sitio, menos en la tola, se ve una mezcla de cerámica Inca y cerámica Yumbo durante la fase más tardía de ocupación del sitio. Aunque se puede diferenciar fácilmente entre vasijas Yumbos e Incas por su forma y decoración, se han obtenido resultados de análisis a base de activación de neutrones (Speakman & Glascock, 2003)5 y resulta que toda la cerámica (con la excepción de algunos pocos tiestos de la tradición Cosanga o Panzaleo) es hecha de la misma pasta local. Es decir, es casi seguro que la cerámica Inca es de elaboración local probablemente por las mismas alfareras yumbas. Tercero, hay una buena probabilidad de que los incas se hayan asentado en Palmitopamba al menos en parte para obtener recursos y productos del bosque tropical y que la relación entre los dos haya sido mayormente económica. Es posible que la relación establecida años atrás haya sirvido para dar a los incas la confianza de refugiarse entre los yumbos y construir un fuerte como base para organizar la resistencia contra los españoles. Si en efecto nobles o hasta miembros de la familia real de los incas se refugiaron entre los yumbos, aún después de la salida de Rumiñahui, el levantamiento fracasado y su muerte, una población de tamaño no determinado de incas aparentemente se quedó en la zona. La existencia de una tumba con vasijas Incas en un cementerio Yumbo de Palmitopamba nos hizo pensar que hubo un «mestizaje» de nativos e invasores en el País Yumbo. A pesar de la falta de evidencias contundentes para apoyar o no estas varias hipótesis, parece inevitable la conclusión de que la interacción entre yumbos e incas en Palmitopamba fue idiosincrática y que merecía más estudio para comprender mejor la expansión y el mantenimiento del Tahuantinsuyu.

8. LA PUESTA EN VALOR DEL SITIO Existe un compromiso con el pueblo de Palmitopamba. Se han brindado al pueblo algunos beneficios entre los cuales se puede incluir lo siguiente: trabajo en este pueblo con una alta tasa de desempleo, ingresos para comerciantes durante

5

Muestras adicionales analizadas en el mismo laboratorio en 2004, 2005 y 2009 confirmaron los resultados de 2003.

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Palmitopamba: yumbos e incas en el bosque tropical al noroeste de Quito (Ecuador)

nuestra estadía, y conocimientos sobre la arqueología del sitio de Palmitopamba y la historia muy temprana de la zona. Ellos ofrecen trabajadores inteligentes y entusiastas y ayudan a proteger el sitio contra los huaqueros y las fuerzas de la naturaleza. También reciben con respeto y amabilidad a los investigadores. Por medio de la generosidad de la Butler Foundation6 de los EE.UU., que es fuente del financiamiento para realizar el Proyecto Arqueológico Palmitopamba, en los últimos años se ha podido ayudar economícamente a la comunidad para llevar a cabo proyectos para el mejoramiento del pueblo, como son el nuevo sistema de agua potable, un muro ornamental alrededor del parque, y apoyo para el establecimiento de una tienda comunitaria. Por lo tanto, se ha podido establecer una relación de beneficio mutuo durante las distintas temporadas de excavación desde 2002. Con el interés que despertó el hallazgo en el pueblo mismo y la evidencia de que se trata de un sitio arqueológico de mucha importancia, se ha llegado con los moradores al deseo de adecuar el sitio para recibir al público. El fin de este proyecto es de educarlos sobre la historia antigua del sector y la cultura desaparecida de los yumbos, sobre su actuación intrigante en el Tahuantinsuyu, y luego su posible papel como refugio para los incas reales que se escondieron de los españoles. En esta zona tan bella pero poco desarrollada, el parque arqueológico podrá servir como punto clave para un desarrollo ecoturístico en general. La idea es de entregar al pueblo el sitio y la mayor responsabilidad para su manejo como parque arqueológico, contando con los autores de esta investigación como consultores arqueológicos. La puesta en valor del sitio es un proyecto ambicioso que se espera llevar a cabo poco a poco en los próximos años. Depende de otros avances como la pavimentación del camino que llega a Palmitopamba, la construcción de una infraestructura básica para turistas, la entrega de las propiedades dentro del sitio arqueológico a la comunidad, y otros desafíos. Sin embargo, se debe reconocer el apoyo que brindó el pueblo durante varios años y hasta cierto punto reciprocarlo en este sentido.

Referencias citadas CABELLO VALBOA, M., 1951 [1586] – Miscelánea antártica. Una historia del Perú antiguo, 561 pp.; Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Instituto de Etnología, Seminario de Historia del Perú-Incas. ESTUPIÑÁN VITERI, T., 2003 –Tras las huellas de Rumiñahui, 162 pp.; Quito: Auspicio del Banco General Rumiñahui. IDROVO URIGUEN, J., 2000 – Tomebamba: Arqueología e Historia de una Ciudad Imperial,

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Agradecemos a la Butler Foundation de Concord, New Hampshire, EE.UU., por su apoyo generoso del Proyecto Arqueológico Palmitopamba durante varios años.

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Ronald D. Lippi, Alejandra M. Gudiño

348 pp.; Cuenca: Banco Central del Ecuador. LIPPI, R. D., 1998 – Una exploración arqueológica del Pichincha Occidental, Ecuador, 372 pp.; Quito: Museo Jacinto Jijón y Caamaño de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Consejo Provincial de Pichincha. LIPPI, R. D., 2001 – Yumbo demographics before and after 1532. Paper presented at the 29th Annual Midwest Conference of Andean and Amazonian Archaeology and Ethnohistory, University of Michigan, Ann Arbor (EE.UU.). LIPPI, R. D., 2004a – Tropical forest archaeology in Western Pichincha, Ecuador, 168 pp.; Belmont, California: Case Studies in Archaeology, Jeffrey Quilter, series editor, Thomson/Wadsworth. LIPPI, R. D., 2004b – La expansión de las poblaciones barbacoas en el noroeste de Ecuador. Revista de Arqueología del Área Intermedia, 6: 249-276; Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia y Sociedad Colombiana de Arqueología. LIPPI, R. D. & GUDIÑO, A.M., 2010 – Inkas and Yumbos at Palmitopamba in northwestern Ecuador. In: Distant provinces in the Inka empire: Toward a Deeper Understanding of Inka Imperialism (M. Malpass & S. Alconini, eds.): 260-278; Iowa City: University of Iowa Press. ROMERO, M., 2008 – Informe de resultados (análisis composición química, análisis de textiles y análisis de estrato pictórico en piedra); Quito: Laboratorio de Química, Instituto Nacional de Patrimonio Cultural. SALOMON, F., 1997 – Los Yumbos, Niguas y Tsáchila o «Colorados» durante la colonia Española: etnohistoria del noroccidente de Pichincha, Ecuador, 131 pp.; Quito: Ediciones Abya-Yala. SPEAKMAN, R. J. & GLASCOCK, M. D., 2003 – Instrumental neutron activation analysis of ceramics and clays for the Palmitopamba Archaeology Project, Ecuador, 17 pp.; Columbia: Missouri University Research Reactor, University of Missouri, 31 January 2003.

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (3): 641-665

IFEA

Proyecto La Cadena-Quevedo-La Maná

Proyecto La Cadena-Quevedo-La Maná. Primera síntesis modal y cronológica así como breves referencias a la cerámica del Formativo Temprano final

Nicolas Guillaume-Gentil* Resumen Este proyecto de invesetigación, iniciado en 1992, consiste en un aporte a la historia material y cultural poco estudiada de los piedemontes andinos occidentales del Ecuador. La zona tropical donde se han hecho las investigaciones es muy rica en nichos ecológicos y en recursos naturales. La topografía del terreno ha estimulado un poblamiento muy antiguo (al menos 6000 a. C.) y ha dado lugar a una adaptación al medio muy húmedo. El hombre edificó estructuras elevadas, tolas, que permiten desarrollarse en tales condiciones. Paso inevitable entre la Costa, la Sierra y el Oriente, el piedemonte andino se halla en el centro de las vías de comunicación que favorecen los intercambios e inducen una mezcla cultural aún difícil de evaluar. El estudio de la cerámica valora este concepto ya que revela numerosos estilos que cubren todo el periodo prehispánico. En este artículo, se presenta únicamente la cerámica del Formativo temprano. Palabras clave: El Ecuador, tolas, cronología, modos de implantación, cerámica, Valdivia

*

CNRS UMR8096, Paris 1 Sorbona, Francia y Universidad de Neuchâtel, Espace Paul Vouga, CH2038 Hauterive, Suiza. E-mail: ngg@cifom.ch o nicolas.guillaume-gentil@bluewin.ch o nicolas. guillaume-gentil@rpn.ch

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Nicolas Guillaume-Gentil

Projet La Cadena-Quevedo-La Maná. Première synthèse modale et chronologique, brèves références à la céramique de la fin du Formatif Ancien Résumé Ce projet de recherche, entamé en 1992, souhaite contribuer à l’histoire matérielle et culturelle fort peu étudiée des piémonts andins occidentaux de l’Équateur. Cette zone tropicale est riche en niches écologiques et en ressources naturelles. Sa topographie a stimulé le peuplement ancien (depuis au moins 6000 av. J.-C.), et a donné lieu à une adaptation de l’homme dans un milieu humide, l’obligeant à élaborer des structures d’habitat, tolas, permettant de vivre dans de telles conditions. Passage obligé de la Costa à la Sierra et à l’Amazonie, le piémont andin se trouve ainsi au centre des voies de communication qui favorisent les échanges et induisent un brassage culturel encore difficile à évaluer aujourd’hui. L’étude de la céramique met en valeur ce concept, car elle révèle de nombreux faciès qui couvrent l’ensemble de l’ère préhispanique. Dans cet article, seule la céramique du Formatif ancien est traitée. Mots clés : Équateur, tolas, chronologie, modes d’implantation, céramique, Valdivia

The archaeological project of La Cadena-Quevedo-La Maná. First modal and chronological analisis of settlements and modelization of late Valdivian ceramics Abstract This research project started in 1992 consists in a contribution to the material and cultural history of the Andean western piedmonts of Ecuador, which has been little studied. This tropical area is rich in ecological niches and natural resources. Its topography has stimulated settlement since at least 6000 BC, and has led to a human adaptation in wet surroundings, obliging human beings to build living structures, called tolas, which made life possible under such conditions. The movement from the coast to the highlands and Amazonia inevitably crosses the Andean piedmont which is situated in the center of the communication routes which promote exchanges and lead to a cultural intermixing that is still difficult to estimate today. The study of ceramics highlights this concept, because it reveals a great number of styles which cover the whole Prehispanic era. In this article, only the ceramics dating to the Early Formative are treated. Key words: Ecuador, tolas, chronology, settling modes, ceramics, Valdivia

Las hipótesis emitidas sobre el poblamiento y el desarrollo de las sociedades que ocuparon el norte de la Cuenca del Guayas (fig. 1), justificaron la reanudación de las investigaciones basadas, esta vez, en el estudio estratigráfico stricto sensu. Si bien Porras (1983; 1987), Holm (1978), Echeverría (1983), Zevallos-Menéndez (1995) sugirieron la emergencia de las tolas en tiempos más lejanos (Desarrollo regional, 500/300 a. C.-500 d. C.), ningún trabajo fue verdaderamente llevado a cabo en este sector, con el fin de comprobar estas hipótesis. Los investigadores en cuestión se basaron en algunas constataciones que no encajaban con su esquema analítico y desviaron la problemática de eventuales ocupaciones más antiguas. Cuando comenzaron las excavaciones en La Cadena, se consideraba este sector

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Proyecto La Cadena-Quevedo-La Maná

Figura 1 – Mapa simplificado del Ecuador y zona prospectada

como colonizado por grupos culturales del Milagro-Quevedo (Integración 5001500 d. C.) que construían montículos artificiales cuya función era esencialmente funeraria. La carencia de investigaciones de la investigación en esta región constituye una falta que intentamos cubrir, tanto desde el punto de vista cronológico como funcional y cultural. Los objetivos de las dos primeras campañas de excavación consistían en el establecimiento de una secuencia crono-cultural de la zona, por medio de excavaciones sistemáticas en un complejo ciertamente restringido, pero en donde la presencia de estructuras intactas, permitía proceder a cortes estratigráficos completos. Sobre esta base, se volvía posible realizar excavaciones por decapados horizontales y en niveles naturales, a fin de observar el desarrollo de los periodos de ocupación definidos previamente.

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Nicolas Guillaume-Gentil

Una segunda fase de investigación, llevada a cabo en dos misiones de tres meses cada una, permitió prospectar sistemáticamente la llanura del Alto Guayas, limitándonos a un área de extensión representativa, capaz de ser evaluada en el tiempo previsto para nuestro trabajo. El objetivo principal buscaba estimar el potencial arqueológico de la región, establecer un plan de distribución de los sitios en el sector escogido (fig. 2) y poner de manifiesto eventuales patrones «urbanísticos» de los agrupamientos de tolas (fig. 3). Los resultados obtenidos en el curso de los cuatro primeros años, motivaron una reanudación de las excavaciones en un contexto diferente de inicios del proyecto. Los descubrimientos resultados de la prospección revelaron numerosas variantes estructurales de sitios, entre las cuales, tres modelos recurrentes que justificaron una prórroga de las excavaciones, apuntando a una comparación material, cronológica y funcional de los diferentes patrones arquitecturales puestos en evidencia. Así, al término de siete campañas de investigación, el proyecto tiene la capacidad de verificar la fiabilidad de la intuición cronológica establecida por nuestros predecesores, a la vez que de aportar una visión más crítica de los datos disponibles, en función de una estrategia que contiene once puntos.

Figura 2 – Área de distribución de los sitios después de la prospección del año 2000

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Proyecto La Cadena-Quevedo-La Maná

0,707

0,40

T12 T9 T10 T17 T6 0,359 1,008 T11 1,019

0,490,582

BAR

O RANC

T7

T2 0,605

T1

T3

T8

T10

T4

0,569

0,789

0,801

T11

0,893

1,537

T1

T28

T6 0,456 1,024 T5 T7

0,725

0,601

0,955

1,472

T25

T14

T32

T4 T13

0,780

T14

0,486 0,587

T15 T16

T18

T20

T19

Sitio 100

0,311

T39

0,728

T37

T43

1,218

0,563

T35

1,008

T36

T9

T34

Sitio 99

T15

0,436 T16 1,050

0,471

T30

0,45

0,462 0,811

T18

T29

T31

T3

0,752

0,620 T42

0,356

0,970

T24

0,585 0,431 0,841

0,421

1,022

T26 0,484

0,82

0,381 0,813

T40

0,26

T13

0,544

T41 0,499

2,187

0,811

T27

0,481

1,166

T38

0,604 0,716

N T2

T12

0,335

T8

T5

0,156

0,543 T17

0,235

T33

0,565

0,110

0,534

T19

0,529

T20

Punto culminante de la tola

0,468 0,764

T23

Carretera

T21

0,698

T22

O

5O

Camino

Figura 3 – Planos de los sitios 99 y 100 (escala 1/1000)

1) Evaluar el potencial arqueológico de una región poco estudiada desde el punto de vista cronológico, cuantitativo y cualitativo. 2) Entender la organización espacial de los sitios. 3) Establecer una secuencia estratigráfica lo más completa posible. 4) Situar cronológicamente la construcción de los montículos artificiales. 5) Explotar el máximo de registros disponibles para la datación (radiocarbono, termoluminiscencia, tefrocronología). 6) Proceder al análisis de materia prima a fin de determinar su procedencia y circulación. 7) Observar los cambios arquitecturales de las estructuras halladas en las tolas. 8) Proponer una síntesis sobre los modos de implantación humana en el curso de la prehistoria de la región. 9) Restituir, dentro de los límites científicos actuales, los modos de vida de las sociedades prehispánicas que se sucedieron a lo largo de la prehistoria puesta en evidencia en dicha región. 10) Crear un método de análisis de los vestigios que permita confrontar los resultados existentes con aquellos obtenidos en la misión La CadenaQuevedo-La Maná. 11) Presentar una tipocronología de la cerámica descubierta durante las excavaciones, matizar y precisar, estilísticamente y cronológicamente, el marco cultural actualmente en vigor en el Ecuador.

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Nicolas Guillaume-Gentil

La estrategia aplicada reposaba en un cierto número de preguntas que habían surgido desde el inicio de los trabajos y que legitimaban tan larga búsqueda de informaciones: • ¿cuándo comienza la construcción de montículos artificiales? • a imagen de las teorías precedentes, originadas principalmente en investigaciones en los Andes, ¿tiene ésta que ver únicamente con ritos funerarios? • ¿se trata de una práctica cuyas diferencias topográficas y morfológicas obedecen a factores cronológicos y/o funcionales (hábitat, artesanía)? • ¿cumple una tola la misma función en el transcurso de sus refacciones? • ¿existe alguna articulación funcional sincrónica entre los montículos de un mismo sitio? Y ¿qué hay del punto de vista diacrónico? • ¿las particularidades observadas en la cuenca alta del Guayas son exclusivamente propias de esta región, o aparecen recurrencias en una porción geográfica más extensa? • ¿qué tipo(s) de relación mantienen las sociedades de las llanuras con los grupos de otras regiones? • ¿qué ventajas económicas (transportes, desplazamientos humanos, intercambios, etc.) favorece la red hidrográfica? Debido a la acción presentada, se puede constatar que el proyecto «La CadenaQuevedo-La Maná» se inscribe en la misma perspectiva que aquella establecida por las corrientes de la arqueología contemporánea, tendiendo a la constitución de una base de datos fundamentada en los ejes reveladores (espacio, tiempo, transformación y cuestionamiento, etc.) de pueblos que no han dejado huella escrita de su presencia. El equipo de la SLSA ha comenzado una extensa investigación en un sector rico en informaciones culturales y socioeconómicas, con el fin de reestructurar y redefinir la cronología de los grupos culturales que han ocupado estos territorios, a fin de rever, o sino redistribuir la repartición territorial de cada uno de ellos, y en la medida de lo posible, restituir los modos de vida de aquellas sociedades. Los resultados obtenidos durante el transcurso del proyecto muestran que valía la pena mantenerlo, cualesquiera que fueran las dificultades halladas en el camino. Al término de este trabajo, constatamos que un paso importante se ha dado en el campo de la comprensión del fenómeno de las tolas. Está claro que todas las informaciones no han sido interpretadas, pero esta síntesis ofrece ya la posibilidad de medir el alcance de la problemática de los montículos artificiales y del potencial arqueológico descubierto en la llanura occidental de los Andes ecuatorianos. Una revisión más severa de las diferentes estratigrafías hechas en el transcurso de los seis años de campo nos condujo a reconsiderar las hipótesis de nuestros predecesores y a proponer una nueva modelización de las instalaciones prehispánicas de la región estudiada. Anteriormente señalada por los vestigios, la secuencia de las tolas y de su sustrato indicaba una relativa concomitancia en

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Proyecto La Cadena-Quevedo-La Maná

cada nivel de ocupación, marcada por la alternancia de las tefras1, de las fases de abandono y de las épocas de construcción (Guillaume-Gentil, 1998; 1999; 2000; 2008a; 2008b). Estos diferentes hechos se mostraron a veces difíciles de precisar cronológica y espacialmente, puesto que las edades de radiocarbono no brindaban siempre resultados significativos y las cineritas aparecían irregularmente en las zonas inventariadas, arrasadas por la erosión o mezcladas con los terraplenes de las tolas. Las fechas 14C, obtenidas a partir de carbones sacados de contextos seguros, permiten sugerir una relativa sincronía de las ocupaciones sacadas a la luz en cada montículo (fig. 4). Se observan igualmente periodos de transformación general del aspecto de los sitios, que alternan con pequeñas refacciones que no afectan sino rara vez a un montículo. Si bien es difícil certificarlo a causa del intervalo de tolerancia de las fechas de radiocarbono, cada construcción y nueva habilitación de plataforma constituye el ciclo completo de una frecuentación humana, seguida por un abandono temporal, al cual le sucede una nueva explotación. A medida que los resultados del análisis cerámico se afinan, las interpretaciones se precisan. Sin embargo, las limitaciones de los medios de datación impiden proponer relaciones cronológicas exactas. Solo los casos de ruptura espectacular (a veces marcada o sostenida por las tefras), ponen en evidencia una contemporaneidad intersitios de ciertos niveles antrópicos. Las analogías materiales y sedimentarias, evidentemente más aleatorias, han reemplazado el apuntalamiento temporal de probables sincronías. El estudio de los niveles de ocupación sacado a la luz en cada montículo chocan a veces con la escasez de ciertas informaciones. Aunque excavadas en grandes superficies, las tolas no revelan sino raramente la totalidad de las estructuras que pudieron albergar. Tanto la erosión como las múltiples intervenciones humanas (de ayer y hoy) han tenido consecuencias, borrando incluso las huellas dejadas por las comunidades anteriores (Guillaume-Gentil, 2008b). Gracias a un registro cuidadoso de los datos de campo, pudimos producir un plano incompleto del acondicionamiento descubierto en las plataformas. A pesar de estas aproximaciones, numerosas recurrencias fueron observadas, que conciernieron al esqueleto de las cabañas (elipsoidales), así como a la distribución y forma de los fogones. A fin de precisar mejor las actividades que se desarrollaron en estos suelos, examinamos las concentraciones de cerámica y su asociación con las estructuras descubiertas. De esta forma, intentamos determinar si la forma definía la función o si esta última contenía varios tipos de recipientes —o, al contrario, si algunas funciones se realizaban por medio de una sola variedad de objeto—. La modelización de las instalaciones monticulares prehispánicas de la llanura de los Andes occidentales está entonces concluida. Pone en evidencia las informaciones espaciales que revelan modelos regulares (simétricos), modelos irregulares y aleatorios (asimétricos), cordones y montículos monumentales, al igual que tolas 1

Deposiciones volcánicas.

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Nicolas Guillaume-Gentil Chronologie de la Côte équatorienne et intégration des résultats du Projet

FECHA S

ESMERALDAS RIO RIO BAHIA SANTIAGO ESMERALDA ATACAME

PERIODO

MANABI CENTRO SUR

NORTE

GUAYAS PENINSULA STA. ELENA

RIO DAULE

CUENCA DEL GUAYAS RIO BABAHOY LOS RIOS LA MANA

Tolas PHASES DE LOS SITIOS

1500

1500

1400

Muchique 4

1400

1300

Yumes 3

Integración San Pablo TEFRA 1 Quilotoa

1200

Cordones Reempleo de sitios existentes

1300 1200

1100

1100

1000 INTERGRACIÓN

Atacames Tardio

Manteño Huancavilca

Manteño Huancavilca

1000 Hiatus

900

900

800

Yumes 2 Muchique 3

Milagro Quevedo

Milagro Quevedo

800

Guangala 8

700

700

600

Guangala 7 Guangala 6

Balao

500

Muchique 2

Guangala 5

400

TEFRA III

Guangala 4

600 Yumes 1

500 Dev. Regional Lulo tardio

Modelo irregular

300

400 300

200

Guangala 3

100 0

FECHA S

Tolita Tardio

Bahía II

DESAR ROLLO REGIONAL

Guangala 1

-100

TEFRA 2

100 Silencio 3

Tejar Daule

Tejar Daule

Engoroy Tardio

-200

Tiaone

-300

Atacames Temprano

0 Modelo regular -100 -200

Silencio 2 TEFRA II

Pre Tolita

Lulo medio Dev. Regional Lulo temprano

Muchique 1

Tolita Clasico

-400

200

Guangala 2

-300

Bahía I

Tachina Tardio Chevele

Engoroy Medio

-400

-500

-500

-600

Bahía Chorrera

Silencio 1

Transición

-700

Modelo regular "Apogeo"

Quindigua tardio

-800

-600 -700

Tachina

-800 Engoroy Temprano

-900

TEFRA 3, 4, 5

Chorrera

Transición tola inicial/ Modelo regular

-900

Chorrera -1000

FROMATIVO

-1100

TARDÍO

Tabuchila

Chorrera

-1000 Chorrera Quindigua temprano

-1100 Tola inicial

-1200

-1200

-1300

Transición

-1400

-1300

Machalilla

-1400 TEFRA 6

-1500

-1500

-1600

TEFRA I

Valdivia 8

Valdivia 8

FORMATIVO -1700

Piquigua

Valdivia Final

Valdivia tardío Manguila

-1600

Valdivia 7

Valdivia 7

-1800

Valdivia 6

Valdivia 6

Pre tola

-1700

-1900

Valdivia 5

Valdivia 5

-2100

Valdivia 4

Valdivia 4

-2100

-2200

Valdivia 3

Valdivia 3

-2200

TEMPRANO

-2000

-1800 TEFRA VII

-1900 -2000

-2300

-2300 Valdivia 2

-2400

-2400

-2500

Valdivia 1

-2500

Figura 4 – Tipocronología de los modelos de asentamiento y fases cerámicas de la Cuenca del Guyas en comparación con las otras áreas culturales del Ecuador

303

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Proyecto La Cadena-Quevedo-La Maná

aisladas de dimensiones y situaciones particulares. Estas constataciones pueden ser intercaladas cronológicamente (fases de ocupación de las tolas y modos de explotación, e incluso acondicionamiento de las plataformas, durante los tres milenios de construcción) gracias a siete tefras, 123 fechas de radiocarbono y el análisis estilístico de la cerámica. La complejidad de las marañas de niveles y la tafonomía de ciertos estratos vuelve bastante difícil la interpretación, y aumenta proporcionalmente el replanteamiento de estos últimos. A pesar de estas reservas, la articulación cronológica de la implantación humana en la región se desarrolla durante cerca de casi cuatro milenios y medio, según las edades de radiocarbono. Unos indicios descubiertos en niveles inferiores hacen suponer la existencia de una población aún más antigua, pero a falta de fósil director fiable, ninguna fecha puede ser otorgada. Hasta casi la mitad del segundo milenio antes de nuestra era (fase pre tola, 2000-1600/1400 a. C.), los habitantes se instalan en terrazas naturales elevadas, bordeadas por un curso de agua. Su hábitat consiste en chozas ovaladas. Las actividades sacadas a la luz revelan prácticas domésticas, pero la función de fosas rectangulares llenas de vestigios no ha sido identificada. A partir del depósito de la tefra VI, es decir durante el periodo tola inicial, los ocupantes acondicionan pequeñas plataformas en las cuales instalan sus moradas; explotan los alrededores habilitando áreas de artesanía y procediendo probablemente a la horticultura (fase tola inicial 1600/1400-950 a. C.). Este nuevo tipo de instalación está igualmente marcado por la aparición gradual de una cerámica cuyo estilo evoca cada vez menos las líneas del Formativo temprano (Valdivia) a favor de facies chorreroides (Formativo Tardío), sin que un paso por Machalilla (Formativo medio) sea necesariamente demostrado. Hacia fines de esta época, parece ser que estas sociedades dominan el tratamiento del metal, tal como lo testimonia la elaboración de estructuras de combustión muy elaboradas (fig. 5). A este desarrollo técnico se suma una importante diversificación en la elaboración de la cerámica y una amplificación de las superficies cultivadas, que necesitan un desarrollo importante de los conocimientos agrícolas. En lo sucesivo, durante un periodo fuertemente perturbado por erupciones volcánicas (tefra V a III), una fase de Figura 5 – Ejemplo de un probable horno metalúrgico hallado en las capas del Formativo transición tola inicial/modelo regular Tardío y fechado hacia 1000 a. C. (1000-800 a. C.) muestra la aparición

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Nicolas Guillaume-Gentil

progresiva de montículos cuyo arreglo forma un modelo en «U». En este intervalo, se inicia la edificación de grandes casas, rodeadas por empalizadas que refuerzan muritos de arcilla endurecida. Primero construidas en la loma central, estas moradas se distribuyen poco a poco en los montículos dominantes, contenidos en todas las filas de tolas a excepción de una elevación central en la cual está implantado un espacio ceremonial. Esta transformación radical del modo de instalación fue denominada «fase de apogeo de los modelos regulares», ya que se trata del periodo durante el cual la multiplicación de las actividades en un mismo sitio es fuerte (fig. 6). Establecido en el desastre de Hallstatt de la curva radiocarbono, este estilo de ocupación es cronológicamente difícil de ubicar. No obstante, la concentración de las edades en el mismo umbral de calibrado y la lenta transición cerámica observada en las estructuras rituales permiten sugerir una sucesión de establecimientos durante 400 a 600 años (800/600 a 300/200 a. C.). En el curso de este mismo periodo, se asiste a una transición en el estilo de las cerámicas, que tendría lugar hacia 600500 a. C., pasando del Formativo Tardío (chorreroide) a la hechura que caracteriza la alfarería del Desarrollo Regional. Otro tipo de frecuentación sigue a la fase de apogeo de los modelos regulares. En efecto, la complejidad de los roles concedidos a las tolas se simplifica y rompe con la tradición de los montículos ceremoniales (ninguna huella tangible de práctica simbólica fue identificada en las capas recientes de las tolas perteneciente a un modelo regular). El hábitat se transforma, dando lugar a cabañas elipsoidales bordeadas por áreas artesanales y domésticas. El tiempo de los patrones simétricos, más rudimentariamente explotados y en donde los rituales fueron probablemente desplazados, se despliega entre tres a cuatro siglos (200 a. C.-200 d. C.). El marcador temporal materializado por la tefra II subraya la aparición de una modificación global de la habilitación del territorio. La fase «modelo irregular» se caracteriza por un hábitat distribuido en las tolas de sitios simétricos, o en terrazas naturalmente elevadas. Al mismo tiempo, las abundantes zonas ceremoniales están establecidas en las tolas que pertenecen Figura 6 – Acuarela que restituye el modelo regular en a la categoría de patrones asimétricos su fase de apogeo (modelos irregulares y aleatorios). La Dibujo: S. Rostain

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concomitancia de la frecuentación de los dos tipos de modelos parece en un principio incongruente, pero los elementos sacados a la luz revelan una extensión del área doméstica (nuevo empleo de los sitios simétricos y acondicionamientos en espacios sin montículo), al igual que una especialización del empleo de los grandes montículos perteneciendo a agrupamientos menos ordenados. Las estratigrafías desvelan un esfuerzo de construcción para las tolas de los sitios asimétricos, en donde se superponen grandes terraplenes en los cuales han sido efectuados rituales. Pocas estructuras de hábitat son visibles en estas lomas, mientras que los modelos regulares se vuelven a emplear con fines domésticos, sin hacer necesariamente una nueva elevación de las lomas. Las terrazas naturales en las cuales aparecen los modelos irregulares contienen numerosos depósitos con restos ligados al simbolismo (estatuillas, recipientes ricamente decorados, etc.), pero también amontonamientos de cerámica mezclados con piedras que llevan huellas de utilización (pigmentos rojos, alisado de las caras, hachas pulidas rotas, recipientes esculpidos, etc.). Así, el periodo de explotación en sí mismo presenta una distribución de los sectores de actividades. Los modelos irregulares y los espacios aledaños parecen destinados a las prácticas ceremoniales o festivas, mientras que los sitios simétricos y los espacios de los alrededores están destinados al hábitat. Iniciándose hacia 200 d. C., este tipo de implantación engloba toda la época del Desarrollo Regional hasta hacia 800 d. C. Un hiato en la explotación de las tolas ha sido observado, pero está esencialmente ligado a la ausencia de estructuras intactas o de elementos de datación. La presencia de vestigios del periodo de Integración ha sido constatada, pero en contextos muy retocados, descubiertos bajo la tefra I. Además, un breve reconocimiento efectuado en un montículo que forma parte de un modelo de lomas monumentales permite identificar la tefra I en el primer tercio de los terraplenes constitutivos de estas gigantescas elevaciones. Esta constatación induce a una eventual continuidad en la construcción de las tolas, pero siguiendo un acomodamiento distinto. A este indicio se suman los modelos no excavados (tola aislada) susceptibles de llenar el hiato en cuestión. El levantamiento de las lomas artificiales se perpetúa, ya que es nuevamente comprobado hacia el siglo XIII, época en la cual unos cordones a veces muy largos (más de 600 m) están acondicionados en los suelos cubiertos por la tefra I. El rol destinado a estas construcciones no ha sido determinado, pero se asemeja más a actos simbólicos que a funciones agrícolas o domésticas. Finalmente, procedentes de capas situadas encima de la tefra I, profundas intrusiones perforan los estratos más antiguos de los montículos existentes. Estas intrusiones se terminan generalmente en uno o dos murillos de piedra cuidadosamente ordenados, sin asociación de objeto diagnóstico. Saqueadores de la región mencionan la existencia de tumbas con cámara lateral; es entonces posible que los muritos descubiertos en nuestras excavaciones indiquen la presencia de este género de estructura. Sin embargo, ninguna sepultura ha sido identificada en su perímetro. Inclusive si las perturbaciones no aportan informaciones funcionales, prueban que las lomas han sido aún explotadas más allá del siglo XIII. Estas informaciones de

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segunda mano pueden explicar la confusión de nuestros predecesores, quienes han considerado las tolas de la región como lomas funerarias. Por analogía con la tradición de las «tumbas en chimeneas», característica de los montículos del periodo de Integración en las regiones meridionales de la Cuenca del Guayas, los investigadores de la época han pensado estar frente a un mismo tipo de yacimiento, sin sospechar la amplitud del fenómeno de las tolas de la zona septentrional de la misma cuenca (Guillaume-Gentil, 2007). El análisis de la cerámica del Formativo temprano, y de la cual presentamos los rasgos generales a continuación, permite matizar y clarificar ciertas sugerencias.

1. TIPOCRONOLOGÍA REGIONAL 1. 1. Obtención de la muestra analizada Realizadas las excavaciones, el análisis del gran bagaje de cerámica recolectada se convertía en un verdadero reto, con más de ciento cincuenta mil fragmentos cerámicos hallados en todas nuestras temporadas de campo. En la práctica constituía unas nueve toneladas de material cerámico, punto de partida para nuestra investigación, al intentar estructurar una primera secuencia cronológica en esta zona tan poco estudiada. Hacer una tipología regional, sin el apoyo de investigaciones anteriores para contrastar nuestras investigaciones, complicó nuestra labor, ya que debíamos enfrentar muchos interrogantes planteados y en muchos casos asumidos como reales, pero nunca comprobados completamente. Así pues, la Cuenca del Guayas, según la visión histórica del origen de la alfarería prehispánica ecuatoriana se convirtió en uno de los posibles focos de creación, dispersión o de paso de la misma. Sin embargo nunca hubo clara evidencia de esta propuesta, ya que siempre estarían ocultados por la posibilidad de que la fuerte sedimentación en esta cuenca hidrográfica los mantenga por debajo de varios metros de profundidad, y no permita un hallazgo tan fácilmente como en otras zonas costeras de menor sedimentación. Por otro lado, una problemática igualmente desconocida es el temprano y complejo comercio que enlaza el litoral (Cuenca del Guayas) con la región andina en centurias de contactos e intercambio que provee un sinnúmero de bienes exóticos a cada región. Este proceso aceptado por toda la evidencia de los bienes comerciados no se puede ligar nítidamente a poblados en la cuenca de Guayas. Siendo pasos obligados, las rutas y los pueblos que los frecuentan, sugieren una complejidad social que todavía no se puede identificar ni modelizar. Para enfrentar estas problemáticas a lo largo de los 5000 años de presencia cultural en la cuenca norte del Guayas y hacer una lectura a través de su cerámica, se necesitó encontrar una técnica apropiada para registrar las observaciones de esta secuencia y antes que todo sin salir de la estrategia planificada que nos permitió un estudio multidisciplinario del material recogido (Guillaume-Gentil, 2008a; 2008b).

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Los numerosos vestigios cerámicos, no permitieron, en esta primera instancia, realizar un análisis exhaustivo del mismo, sino que dejó el terreno preparado para que estudios futuros sigan la investigación. Se procedió a puntualizar la investigación en los atributos diagnósticos existentes en la muestra, lo que nos restringió a aquellos fragmentos que permitían reconstruir total o parcialmente la silueta de las vasijas a estudiar, seleccionando así las piezas necesarias para describir la variabilidad existente en cada complejo. Se limitó a un estudio morfológico/ decorativo de su alfarería a través de la historia en el sector, centrándose en el mejor de los casos en las vasijas que procedían de contextos seguros. Gran parte del material, en particular cuerpos cerámicos, al no proporcionar información necesaria para esta clasificación, fueron excluidos de este trabajo. Esta selección se restringió a ocupaciones antrópicas estrictamente identificadas, lo que brindó un importante ahorro de tiempo, ya que al estudiar montículos construidos con múltiples capas de relleno y, por lo tanto incluyendo fragmentos cerámicos mezclados, simplemente se los desechó de este análisis, sin alejarse por esto de una muestra significativa de la evolución cultural y estilística regional. La «tarea prioritaria» del análisis fue la reconstrucción de las formas ligadas a rasgos y a niveles ocupacionales de los sitios; esta elección es indispensable por dos razones: • para continuar la elaboración de una base de datos formal/estilística de la cerámica en el norte de la Cuenca del Guayas; • para asegurarnos de que solo un mínimo de interferencias esté presente al momento de elaborar la reconstitución de las actividades ocurridas en los montículos, evitando cualquier evento de mezcla durante las interferencias que realizamos (Guillaume-Gentil, 2002). Esta etapa necesitó esperar las conclusiones del estudio estratigráfico de cada tola, para unir con precisión los rasgos con su capa de ocupación respectiva. Por ende, tuvimos una muy evidente correlación de depósitos en nuestra área de estudio. Esta fue realizada a partir de las descripciones sedimentarias de las capas, fechas 14 C y eventos volcánicos ya reportados, logrando destacar contextos seguros, permitiendo una división cultural del sitio y la separación clara entre el material hallado en rellenos y aquel sacado de los pisos arqueológicos.

1. 2. Variación formal Cada vasija analizada tiene una función primaria, la que tiene íntima relación con su elaboración, tanto formal como de fabricación, por lo cual es importante tomar en cuenta sus particularidades (geométricas, altura, diámetro, etc.), para comprender la importancia de cada complejo en totalidad. Esto es muy importante para enfrentar los cuatro complejos cerámicos analizados en este artículo, ya que existen muchas semejanzas entre ellos, presentándose vasijas de igual forma, pero en diferentes tamaños o con sutiles diferencias; éstas se han conservado como «formas tipos» diferentes, ya que funciones diferentes podrían estar implícitas.

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Características que condicionan la relación de la forma y función tienen que ver con lo que mantiene en su interior: si el contenido es líquido o seco, caliente o frío, si el calor se aplica a ellos en el uso, la frecuencia de transportaciones, el acceso o movimiento del contenido en o fuera del recipiente, la duración de los episodios de uso, especialmente en el almacenaje, la distancia en el traslado, etc. (Guillaume-Gentil, en prensa). Una vía práctica para definir la función consiste en buscar sistemáticamente la relación entre los atributos métricos de los artefactos, por ejemplo la diferencia entre «diámetro de la boca» y «altura total de la vasija». Esta observación permite notar estándares de clases de vasijas que, según información etnográfica, representan una posible función, la cual corresponde íntimamente a la propia morfología de cada vasija (Balfet et al., 1998). Según los datos obtenidos, podemos dividir la muestra analizada en las siguientes clases: Plato: las características generales (diámetro y profundidad) de estos recipientes sugieren que pueden usarse tanto para servir alimentos, como tal vez en tareas de procesamiento que involucran el secado, tostado o resecado de alimentos al fuego (Rice, 2006). Escudilla: vasija de boca abierta de lados curvos o rectos, pero que, por lo general, tiene la forma de una media esfera. Su diámetro se encuentra entre 12 y 23 cm y de acuerdo a su relación diámetro/altura su diámetro es 2 ½ hasta 5 veces mayor que su alto (Rice, 2006; Balfet et al., 1998). En nuestra muestra podemos encontrar dos variantes: escudilla cuyo diámetro se encuentra entre 12 y 23 cm y plato hondo con abertura mayor a 23cm. Cuenco: recipiente abierto, hondo y ancho (inferior o igual a 18 cm); puede ser ligeramente cerrado en apertura y en algunos casos no presenta bordes. De acuerdo a su relación diámetro/altura es 1 ½ a 2 ½ veces más ancho que alto (Rice, 2006; Balfet et al., 1998). Se pueden encontrar tres variantes: cuenco con un diámetro que se encuentra entre 12 a 18 cm; cuenco grande cuya boca tiene entre 19 y 40 cm de diámetro y fuente que posee un diámetro mayor a 40 cm. Vaso: recipiente abierto de paredes verticales y poco ancho de boca; su diámetro no supera los 12 cm. De acuerdo a su relación diámetro/altura es 1 ½ más alto que ancho, o un poco menos que eso. Estos recipientes sirven para recoger y contener líquidos, así como para beber (Rice, 2006; Balfet et al., 1998). Ollas: recipiente cerrado y globular o más o menos cilíndrico, comúnmente más abultado al centro que en los extremos, de boca ancha, con o sin cuello. Su diámetro mínimo es superior o igual a 1/3 del diámetro máximo. De acuerdo a su relación diámetro/altura es 1 hasta 2 veces más ancho que alto (Rice, 2006; Balfet et al., 1998). Su función se asocia directamente a la cocción de alimentos, pero si observamos mejor vemos que según la altura, el volumen, la dirección y el diámetro del borde puede haber funcionado como un recipiente para el almacenamiento temporal, para transportar, o bien para procesar alimentos (Rice, 2006). Además si una mano o algún utensilio puede introducirse en su interior, se relaciona con actividades que necesitan mirar y manipular el contenido (Rice, 2006: 208).

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En nuestra muestra, las ollas son las más numerosas, pero al mismo tiempo son las que menos información nos brindan de silueta completa, y por no caer en dimensiones subjetivas, no intentamos hallar la relación diámetro/altura y subdividir de mejor forma esta categoría funcional. A pesar de ello estamos seguros que, según las características de algunos cuellos, ciertas ollas presentan indicios de un uso en la conservación y manipulación de líquidos, es decir son botellas, inferidas por la presencia de cuellos relativamente altos y cilíndricos para evitar el derrame del contenido. Existen casos especiales que debemos mencionar. Se trata de artefactos que no entran en la categoría «vasijas» ya que no contienen nada, pero sí son importantes en cada uno de los complejos cerámicos analizados. Tenemos por ejemplo: descansanuca, ralladores, figurines, torteros, sellos, ocarinas e instrumentos musicales.

1. 3. Estilo Decorativo Además se ha registrado una gama extensa de diseños decorativos que se pueden clasificar en siete estándares estilísticos presentes en la mayoría de las vasijas halladas en la zona. Éstos representan unidades específicas y particulares de cada ocupación. Se les ha asignado un orden alfabético que complementan la ordenación numérica asignada a cada vasija tipo. Decoración A: pintura blanca total, blanco sobre rojo o blanco y rojo. Decoración B: pintura iridiscente, por lo general a manera de huellas de dedos, y en menor proporción, en diseños irregulares y únicos. Decoración C: incisos (una o dos líneas) que recorren el borde de las vasijas sobre una superficie con engobe rojo total muy alisada o pulida. Decoración D: aplique de representaciones zoomórficas y, en muy pocos casos, antropomórficas, sobre una de las superficies de la vasija. Decoración E: pintura negativa, en diseños irregulares y únicos. Decoración F: pintura roja a manera de franjas verticales cortas, mejor conocidas como «pintura a dedos» y en pocos casos bandas horizontales. Decoración G: calado en distintos diseños, por lo general en triángulos y cruces, exclusivamente en pedestales altos. Es así que una forma tipo puede presentarse sin decoración o con una o varias variables decorativas. Por ejemplo la «forma 3» que es una vasija sin decoración, puede tener variantes (3a, 3b, 3c, 3d, 3e y 3f): se trata de la misma vasija con decoración distinta. Cuando existe un caso de mayor variabilidad en algún tipo de decoración, lo que sucede comúnmente con la presencia de mayor complejidad en diseños incisos, se aumenta la numeración de esta «forma tipo», apareciendo variables denominadas por ejemplo «forma 3c1».

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1. 4. Definición de complejos cerámicos Para no caer en posibles errores y equivocaciones, en cada complejo cerámico descrito aquí, se decidió no utilizar nombres de fases cerámicas ya conocidas (Valdivia, Chorrera, Guangala, Tolita, Milagro, etc.) lo que, sería aceptar de antemano la presencia de unidades cerámicas sin considerar la posible presencia de alguna particularidad regional. Se proponen y defininen los siguientes complejos cerámicos, asegurando con una nueva nomenclatura definir todas las variables únicas de esta región, sin dejar de lado las semejanzas con estilos ya conocidos. Más bien se utilizan nombres de los ríos de la región para permitir una diferenciación con las culturas contemporáneas de otras zonas con el fin de no mezclar los datos durante la elaboración de la tipocronología. Cuando este estudio esté completamente acabado, se podrá intentar una reformulación que quepa más en los estándares comunes, proponiendo quizás rasgos específicos del sector. Manguila: variante regional del Valdivia final en la cuenca Norte del Guayas (figs. 7-11). Quindigua: variante regional del Chorrera de la cuenca norte del Guayas, que se diferencia, a su vez, del Chorrera de la cuenca sur del Guayas2 y por ende de todas las variantes costeras de esta sociedad (Engoroy, Tabuchila, etc). Lulu: representante cultural del Desarrollo Regional en la cuenca norte, ya que el conjunto cerámico típico de esta época no es conocido completamente. Es más, es muy difícil determinar en la actualidad, según la bibliografía existente, el grupo humano que ha vivido en esta zona. San Pablo: representaría el Periodo de Integración, específicamente el complejo Milagro Quevedo, el menos estudiado por nosotros, cuyos vestigios culturales son los más escasos de toda la secuencia ocupacional en nuestra investigación y, por lo tanto, del que menos se posee la información necesaria para verificar o no características únicas de esta unidad cerámica en la región.

1. 5. Ocupación Formativo temprano final y Complejo Manguila Desde que se publicaron las primeras descripciones de la subfase Valdivia D3 en sitios cercanos a Posorja, es decir a sectores más periféricos de la península de Santa Elena y más cercanos al Golfo del Guayas, se destacó que este material parecía haber tenido un desarrollo distinto al del Valdivia tardío del sitio epónimo (junto al mar y más temprano), sin profundizar cuáles fueron estas diferencias. Ellos también destacaron que muy comúnmente los niveles valdivia C de la Península

2

Observación personal realizada por Rosalba Chacón, que analiza el material del Formativo Tardío del norte de la ciudad de Guayaquil, sitio Samanes. 3 Hill (1975) reclasifica esta información encasillando a este material como Valdivia VIII.

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Figura 7 – Vasos y cuencos del Formativo temprano final encontrados en las excavaciones del proyecto

Figura 8 – Ollas de ocupaciones tempranas encontradas en el proyecto Nótese que no hayamos este tipo de forma en la primera fase de asentamiento humano, al contrario de los vasos, cuencos y botellas que aparecen alrededor de 1400 a. C.

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Figura 9 – Ollas de la fase media de las ocupaciones más tempranas entre 1400 y 1250 a.C.

Figura 10 – Ollas de la última fase del Formativo temprano final que podría pertenecer a una fase VIII regional o fase IX

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Proyecto La Cadena-Quevedo-La Maná

Figura 11 – Botellas halladas en los niveles tempranos de nuestras excavaciones y que presentan semejanzas con otros grupos Valdivia, así como características específicas de la región estudiada

se encontraron mezclados con material Machalilla, infiriendo muy tenuemente una contemporaneidad (Meggers, 1965; Marcos, 1999). Bischof (1975a) reafirma esta impresión, haciendo notar que los sitios en que se documenta cerámica C y D, esta se encuentra mezclada con las fases Machalilla 2 a 4. Esta mezcla implicaría 600 años de relación intensiva sin aculturación clara en su cerámica. En Real Alto ya se había notado una íntima relación con el material Valdivia D o fase VIII según Hill (1975), concordando con las varias exploraciones llevadas adelante en el valle de Chanduy desde 1967, donde fue hallada gran cantidad de sitios menores Machalilla y Valdivia VIII (Marcos, 1999). En la prospección arqueológica realizada en 1976, en la cuenca del río Daule, entre Balzar y Daule, se encontró una larga secuencia que se iniciaba con la ocupación Valdivia I/II, a 7,5 m de profundidad (Raymond et al., 1980)4. Sin embargo, para fines del proyecto fue más interesante recalcar que los investigadores notaron la presencia superficial de gran cantidad de material Valdivia VIII, y claramente de mayor riqueza y complejidad de diseño que los hallados en el litoral marítimo de las provincias de Manabí y Guayas (Marcos, 1999). Ya para esta época se conocían

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Es discutible este hallazgo ya que no ha existido recurrencia en este sentido en la zona.

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los hallazgos en San Isidro (por lo general de múltiples huaqueros y luego gracias a Zeidler [1994]). Posteriormente se empezó a conocer el sitio San Lorenzo del Mate (Cruz & Holm, 1982 in Staller, 1999; 2000; 2001a; 2001b; Marcos, 1999), Loma de Terán, en San Pedro (Bischof, 1979) y finalmente la Emerenciana en El Oro (Staller, 1996; 1998). El complejo cerámico Jelí (representante Valdivia final del sitio La Emerenciana), una de las muestras más completas y mejor estudiadas del Valdivia final en el país, tiene la mayoría de las características cerámicas presentes en nuestro complejo. Ahí están, especialmente, toda la variedad de ollas globulares, con bordes muy característicos que son los más representativos de nuestro complejo. Tenemos también las botellas de picos alargados, solo comunes al sur, cuya presencia es muy escasa en la cuenca. El segundo complejo cerámico mejor estudiado es el de Piquigua (representante Valdivia final del sitio San Isidro) donde, a pesar de hallarse también vasijas comunes con nuestro complejo, no existe una semejanza tan representativa. En su mayoría son botellas, ollas y platos decorados con escisiones anchas, más representativos del Valdivia final de la Costa, incluyendo Península y Manabí, lugar de donde provendría esta influencia formal y decorativa. Sin ninguna duda, los primeros intentos comprobados de poblar la Cuenca del Guayas se remontan a la fase Valdivia temprano. Sin embargo, las huellas más nítidas se multiplican desde su fase VI, lo que corresponde a la fase Valdivia medio tardío. Culturas contemporáneas a la ocupación Manguila se hallan muy esparcidas, como hemos notado en el resto de la costa ecuatoriana; casi todas se encuentran junto al mar. Al interior de la Cuenca del Guayas se reportan evidencias como ya mencionamos en Daule (Stemper, 1993), en Peñón del Río (Marcos, com. pers.) y ahora en La Maná. Ninguno de los casos, excepto el último, ha sido analizado completamente. Es relativamente fácil acceder a la descripción de las excavaciones de todos los sitios donde se documenta Valdivia VIII, pero solo en pocos casos, hay una completa descripción de los hallazgos, lo que reduce el nivel de confrontación de esta información. Eso implica que aún no se ha logrado llegar a consensos concretos sobre esta época de la historia ecuatoriana. Quizás estemos frente a la necesidad valdiviana de la búsqueda de nuevas áreas de ocupación en estas fechas, irradiándose desde la Península, hacia todas las direcciones, estableciendo y reforzando ciertos contactos culturales y posiblemente comerciales con los Andes (Villalba, 1988), o con las estribaciones de la cordillera, paso necesario para ir a ambas regiones. Recordemos que ya se ha establecido el contacto Costa-Sierra, tan tempranamente como al final de la ocupación del sitio Real Alto. En sus extremos más periféricos ya se empiezan a hallar las primeras evidencias de obsidiana en la costa ecuatoriana, coincidentemente asociadas a viviendas Machalilla que, como ya hemos mencionado, parece tener cierta contemporaneidad con la gente de la época Valdivia final (Marcos, 1999). Además se nota cierta interacción cerámica entre ambas. Bischof, al conocer el complejo Manguila y comparar con sus hallazgos en el sitio Loma de Terán en San Pedro, frente al mismo sitio epónimo

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Valdivia, reconoce la alta similitud entre Costa y Cuenca del Guayas y nos reporta una clara evolución en el material con la cerámica Machalilla (Bischof, 1979; com. pers.). Todo eso nos lleva a proponer que las principales sociedades portadoras de la cerámica Valdivia VIII se encuentran en la Cuenca del Guayas y en los valles interiores del litoral de la provincia de Manabí, Guayas y El Oro. En menor proporción se detectan sitios secundarios de la misma fase en la península, lugar en el que para esta época se evidencia un posible y paulatino abandono (Marcos, 1999: 3). Se postula que los valdivieros de la fase VIII parten de procesos socioeconómicos que se originan en la Cuenca del Guayas. Se trata de un desarrollo independiente a la tradición peninsular cuya base se ubica en el transcurso del Neolítico acerámico conocido como Vegas, y es por eso que deberían existir fuertes similitudes entre la cerámica terminal Valdivia, en los sitios periféricos de Manabí, Guayas y el Oro, ya que estos formarían parte de la tradición de la Cuenca del Guayas. Por otro lado se empieza a documentar cierta contemporaneidad entre el Valdivia VIII y Machalilla, tanto que se empieza a verificar la presencia espacial de ambas en los centros de larga ocupación Valdivia en la península y en Manabí Sur, donde se encuentran materiales tradicionales Valdivia VII, junto con materiales de intercambio Valdivia VIII y luego Machalilla. Mientras que en los asentamientos menores, donde moran grupos que mantienen tráficos e intercambios con el interior, se encuentra material Valdivia VIII o Machalilla, con cerámica de intercambio Valdivia VII, fabricada en los centros tradicionales Valdivia del Litoral. Se plantea, por lo tanto, que en la Cuenca del Guayas y en las zonas periféricas del litoral, se deberían encontrar los sitios Valdivia VIII y Machalilla libres de toda mezcla, conservando su posición cronológica correcta (Marcos, 1999: 3-4). Pero otra tendencia actual empieza a considerar que el Formativo temprano Final presenta una fuerte variación regional, es decir, a pesar de su semejanza puede haber una fuerte diferencia entre ellos, complicando de esta manera el entendimiento de esta fase cerámica (Staller, 2001a; 2001b: 99). Se presenta la posibilidad de la existencia, por ejemplo, de una posible fase IX en la secuencia Valdivia (fase Jelí) que documenta la evolución de la cerámica entre el Formativo temprano y Formativo medio de la costa ecuatoriana que adiciona la presencia de ciertas afinidades morfológicas y estilísticas con la cerámica Kotosh de la montaña peruana (Staller, 1996: 17-19), determinando su variación regional, la íntima relación con el Norte Peruano. Nuestras ollas V-7 y V-11 (fig. 11, arriba y las tres de abajo) representarían las vasijas estándar en todos los sitios tardíos estudiados. También podríamos decir lo mismo de los figurines, los que se encuentran en un proceso aparente de abandono de su uso, para esta época. El Complejo Piquigua se encuentra representado en nuestra cerámica, por los platos (Forma V-1), un tipo de botella (Forma V-9) y un tipo de olla (Forma V-13). Asumimos que este material es más representativo de la alfarería manabita que de la de Cuenca (Graber, en este volúmen), excepto la olla muy representativa de Manguila.

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El Complejo Jelí se encuentra representado en Manguila por la botella de pico cónico, en muchos casos asociados a insinuaciones fálicas (Forma V-10), y de igual forma hallado en recolecciones superficiales en Milagro y en las excavaciones de San Lorenzo del Mate. Desconocemos para estos dos últimos sitios la importancia de este tipo de botellas, pero en Manguila no es representativo; sin embargo, en La Emerenciana está aparentemente más diagnóstico. En este sentido asociaríamos a estas botellas la posibilidad de poseer asas de estribo, muy comunes en este complejo, siendo principalmente estas botellas, la base para identificar la influencia Machalilla en el complejo (Staller, 1996: 20). La cerámica Manguila también presenta características únicas, por ejemplo: • Forma V-3.1 y V-3.2 y V-6 (fig. 7, ocupaciones 1a, b y c): representan el 36,98 % de todo el complejo de los cuencos abiertos o levemente cerrados, que aunque simples no son documentados fuera de la Cuenca del Guayas5. • Forma V-12 y V-14: olla inflexionada de forma relativamente simple y sin ninguna característica especial, excepto un seudo decorado en su borde. Entre ambas vasijas reflejan el 38,33 % del complejo y por ende son muy características, pero por su calidad, creemos que debía ser más común en todos los sitios, pero no han sido descrito. • Forma V-15: olla con decoración en sobre relieve en el borde, que representa el 6,55 % del Manguila. No han sido documentados casos similares en otro sitio, por lo que debe ser considerada como exclusiva de la muestra. • Forma V-2: similar a cuencos Valdivia VII de la Península y no común en otros sitios Valdivia VIII. Nos hace recordar lo que postulaba Marcos (1999) sobre la posibilidad de hallar cerámica de una u otra fase en un mismo sitio, aunque solo se encuentren 4 fragmentos y no sea representativo de la muestra analizada. La Maná es el único sitio fuera de la península de Santa Elena donde ha sido hallado. • Forma V-4, V-5, V-8, V-12.1, y V-16: son ollas y vasos únicos representados en su mayoría por un solo fragmento en la muestra. Hacemos hincapié en la olla V-12.1 donde se halla una asa que no tiene nada que ver con las conocidas «botellas con asas de estribo». • Mencionamos unas bases de pedestales en cuencos de San Lorenzo del Mate, aunque son únicas de ese sitio documentadas la presencia de bases anulares muy bajas en nuestro complejo, específicamente asociadas a las vasijas V-3.1 y V-3.2 y V-6. Como ya mencionamos, cuencos de piedra también son diagnósticos de la zona, lamentablemente la muestra que manejamos sobre estas vasijas es muy reducida; sin embargo está claro que son específicas de la región.

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En Daule sí fueron reportados (Stemper, 1993).

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CONCLUSIÓN Esta presentación a grandes rasgos de nuestro proyecto constituye una muestra mínima de los resultados obtenidos a lo largo de quince años de investigación. Se está acabando ahora el estudio de todos los estilos cerámicos recuperados durante las nuestras excavaciones y con miras a publicar un libro que de cuenta de esta tipocronología. El saber que se dispone de materiales tan antiguos constituye en sí un paso adelante ya que amplía mucho el área de dispersión de la cultura Valdivia. Este trabajo permite restituir los numerosos modos de asentamiento humano a través de los siglos, lo que revela una complejidad jamás inferida hasta ahora. Sería muy importante proseguir con las investigaciones en esta región a fin de precisar más esta modelización: efectuar sondeos en los modelos identificados mas no excavados, aportaría una contribución útil a estas hipótesis. Sin embargo, el análisis de la cerámica, permite matizar y clarificar ciertas sugerencias emitidas en el presente trabajo. Finalmente, estudios más específicos de los vestigios o las estructuras sacadas a la luz (tipos de fogones y macrorrestos contenidos en su relleno, por ejemplo) favorecerían un conocimiento siempre más detallado de las realidades que se ha intentado restituir.

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (3): 667-681

Cronología del valle del Upano (Alta Amazonía ecuatoriana)

Cronología del valle del Upano (Alta Amazonía ecuatoriana)

Stéphen Rostain* Resumen El proyecto arqueológico Sangay-Upano/Río Blanco, realizado entre 1996 y 2003, permitió establecer una secuencia cultural del valle del Alto Upano, desde 700 a. C. hasta nuestros días. Los primeros habitantes del valle pertenecieron a la cultura Sangay. Entre 500 y 200 a. C., las comunidades de la cultura Upano edificaron complejos de montículos a lo largo de los barrancos. Progresivamente, la cerámica Upano, caracterizada por la decoración de bandas rojas entre incisiones, fue reemplazada por la cerámica de estilo Kilamope. Hacia 400-600 d. C., los habitantes huyeron del valle a causa de una fuerte erupción del Sangay. Entre 800 y 1200 d. C., grupos de la cultura Huapula ocuparon algunos de los montículos preexistentes. Son los antepasados de los jívaros actuales que siguen viviendo ahora en la región. Palabras clave: Amazonía, Upano, Huapula, Jívaro, precolombino, montículo

Chronologie de la vallée de l’Upano (haute Amazonie équatorienne) Résumé Le projet Sangay-Upano/Río Blanco, mené entre 1996 et 2003, a permis de définir une séquence culturelle de la vallée du haut Upano qui débute vers 700 av. J.-C. et continue jusqu’à nos jours. Les premiers habitants de la vallée appartenaient à la culture Sangay. Entre 500 et 200 av. J.-C., les communautés de culture Upano édifièrent des complexes de monticules le long des ravins. Progressivement, la céramique Upano, caractérisée par le décor de bandes rouges entre incisions, fut remplacée par la poterie de style Kilamope. Vers 400-600 apr. J.-C., les habitants fuirent la *

UMR 8096, ARCHAM, CNRS. Nanterre-Cedex (París, Francia). E-mail: stephen.rostain@mae.uparis10.fr

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Stéphen Rostain vallée à cause d’une forte éruption du Sangay. Entre 800 et 1200 apr. J.-C., des groupes de la culture Huapula occupèrent quelques tertres préexistants. Ce sont les ancêtres des Jivaros actuels qui continuent à vivre dans cette région. Mots clés: Amazonie, Upano, Huapula, Jivaro, précolombien, monticule

Chronology of the Upano Valley (upper Ecuadorian Amazonia) Abstract The archaeological project Sangay-Upano/Río Blanco, conducted between 1996 and 2003, allowed the definition of a cultural sequence for the upper Upano Valley that begins about 700 BC and continues up to the present. The first inhabitants belonged to the Sangay culture. Between 500 and 200 BC, communities of the Upano culture built mounds complexes along the cliffs. The Upano pottery, characterized by red banded incised decoration, was gradually replaced progress by Kilamope ceramics. About 400-600 AD, inhabitants fled the valley as a result of a strong eruption of Sangay volcano. Between 800 and 1200 AD, groups belonging to the Huapula culture settled on some preexisting mounds. These groups are the ancestors of the modern Jivaros, who still live in the region. Key words: Amazonia, Upano, Huapula, Jivaro, pre-Columbian, mound

INTRODUCCIÓN1 Hace dos años, en esta misma revista, fue descrita la última fase de la ocupación precolombina del valle del Upano en la Alta Amazonía ecuatoriana, demostrando que la cultura Huapula era una cultura proto Jívaro y representaba la primera aparición de ese tipo en la cuenca del río Upano. Ello permitió anticipar de algunos siglos la presencia de este grupo en la región (Rostain, 2006). Cabe describir ahora lo sucedido durante los dos milenios que precedieron la llegada de los jívaros y, más específicamente, la secuencia cerámica y cultural del valle del Upano, dividida en cuatro fases.

1. EL VALLE ARQUEOLÓGICO DEL UPANO Encerrado entre dos cordilleras al pie de los Andes, el valle del Upano forma una entidad geográfica en la Alta Amazonía (fig. 1). La cuenca del río Upano es también una entidad cultural que data de la época precolombina, es decir, desde hace casi 3 000 años. Varias culturas se han sucedido, desarrollándose en un biotopo específico, ubicado al borde de las tierras bajas amazónicas y las montañas andinas. Esta posición fronteriza es el origen de un poblamiento particular en el que se encuentran rasgos mezclados, amazónicos y andinos. 1

Agradezco a Belém Muriel la revisión del castellano.

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Cronología del valle del Upano (Alta Amazonía ecuatoriana)

El volcán Sangay domina el valle Sitios arqueológicos del Upano al norte y su actividad Villas actuales volcánica permanente influencia considerablemente la vida de los habitantes. Si bien sus cenizas fertilizan el suelo, permitiendo hasta tres cosechas de maíz por año, sus erupciones pueden destruir todo alrededor. El río Upano dibuja una línea recta norte-sur, paralela a los Andes y a la cordillera del Cutucú que la separa de la Baja Amazonía. La característica de este río, ancho y torrentoso, es la ribera formada por abruptos barrancos de 50 a 100 m de altura. La falla sísmica del Subandino ha formado varias terrazas a orillas del río donde están implantados los sitios arqueológicos. De 1996 a 2001, se llevó a cabo una cooperación científica franco ecuatoriana, bajo el auspicio del Instituto Francés de Estudios Andinos, cuyo interés era el estudio de los sitios con montículos artificiales de tierra prehistóricos, ubicados en las terrazas altas que bordeaban el río Upano. La particularidad de estos sitios reside en su localización en las faldas de los Andes, en una región intermedia y fronteriza entre montaña y selva. Así, los VALLE DEL establecimientos prehistóricos del valle UPANO del Upano son una mezcla de rasgos andinos y amazónicos. Las influencias de la sierra se hallan presentes en la Figura 1 – El valle del Upano con la ubicación de los dos edificación de montículos artificiales sitios excavados por decapado durante el proyecto de tierra, la difusión de cerámicas en el Dibujo: S. Rostain seno de una extensa red comercial, el uso de metates de piedra pulida y de grandes ollas para preparar la cerveza de maíz. Por otra parte, se pueden apreciar numerosas características de las culturas selváticas amazónicas, entre ellas la ubicación de los sitios a orillas de un río, la técnica de fabricación y el decorado de la cerámica. El mapa arqueológico regional, la organización espacial interna de los sitios y de los montículos y el estudio de las antiguas culturas del Alto Upano forman parte de las investigaciones realizadas en el marco del programa Sangay-Upano/Río Blanco. Hasta ahora habían sido excavados únicamente los sitios con montículos.

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Hace falta precisar que, en las terrazas del Upano, se han encontrado también numerosos sitios sin evidencias de acondicionamiento del terreno, que contienen vestigios de los mismos estilos descubiertos en los montículos. La excavación de estos sitios simples ha permitido establecer paralelos entre los dos tipos de establecimientos, comparar sus cronologías respectivas y explicar sus interrelaciones. Parte del trabajo de campo se concentró en un grupo de montículos del sitio de Huapula —Complejo n.o XI en el inventario de Porras (1987)—. Una excavación por decapado en áreas se hizo en toda la cima de un montículo y en una plaza baja. Diversos interrogantes orientaron el trabajo: ¿Cómo fueron construidos los montículos y bajo qué plan de distribución? ¿Cuál era su función? ¿Son éstos obra de una o varias comunidades? ¿En qué época fueron ocupados? ¿Cómo estaba organizado el espacio en la cima de las plataformas? Con 70 hectáreas, Huapula es el sitio más extenso del Alto Upano y bordea un afluente del río del mismo nombre. Está compuesto por varias agrupaciones de montículos sobre planicies separadas por profundas quebradas. El sitio principal se compone de unos treinta complejos de montículos, con un gran complejo central de montículos largos y altos. Estos complejos están distribuidos dentro de una red de largos canales profundos y otros secundarios. Tres lugares se excavaron en el sitio de Huapula: i) La Lomita junto al barranco del río, ii) sobre un montículo con doble plataforma del complejo central; y iii) en el Complejo periférico número XI. La plataforma XI bordea el río Huapula y se extiende en un área de 3 500 m2. Está organizado según el modelo espacial característico de los sitios del Upano. Es decir, una plaza central dividida en dos por una plataforma central y rodeada por seis elevaciones periféricas. En este complejo, algunas áreas han sido excavadas a mano: en la cima del montículo central y en una plaza (Rostain, 1999a, b, c). Se han realizado además varios sondeos. La estratigrafía es muy interesante (fig. 2): sobre el nivel estéril, hay una primera ocupación bajo el relleno de construcción coronado por un suelo quemado y una ocupación; después viene un nivel espeso de cenizas volcánicas anterior a un último nivel de ocupación. Otras excavaciones por decapado y sondeos se realizaron en un nuevo sitio ubicado algunos kilómetros más al sur, constituido por un complejo de cinco montículos llamado Kilamope (fig. 2). Las prospecciones demostraron que los alrededores de este complejo fueron ocupados por los antiguos habitantes en un área estimada de 500 m de diámetro. La estratigrafía de Kilamope era comparable a la de Huapula, con varios niveles de ocupación separados por la construcción de los montículos y una capa de cenizas volcánicas del Sangay. A pesar de esta similitud, los datos obtenidos en este sitio completaron los de Huapula con nuevas informaciones. Además de estas dos excavaciones, sondeos y prospecciones fueron realizados en numerosos complejos de montículos y sitios sin estructura de tierra. El sitio de Huapula fue previamente excavado durante la década de 1970 por Pedro Porras (1987), quien volvió famoso el sitio al interpretar la disposición de los montículos centrales como un jaguar copulando con un hombre. El nuevo mapa del sitio hecho en 1997 demostró la ausencia de esta imagen. Pedro

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Cronología del valle del Upano (Alta Amazonía ecuatoriana)

Figura 2A – Estratigrafía de la tola central del Complejo XI del sitio de Huapula. B. Superficie decapada en un montículo periférico del sitio de Kilamope Fotos: S. Rostain

Porras reconoció en el valle del Upano una sola tradición cultural de 3 500 años, llamada Upano, pero su clasificación cerámica estaba basada únicamente en las decoraciones por una parte y las formas, por otra; sin hacer referencia a la estratigrafía y a las fechas de radiocarbono. El gran número de tipos definidos y las superposiciones de algunos de ellos impiden el uso de esta tipología. Una revisión basada en nuevas excavaciones era necesaria, la misma que permitió definir cuatro fases culturales. Una gran colección de tiestos fue recogida durante las excavaciones y las prospecciones, proporcionando una muestra completa de la secuencia cerámica del valle del Upano. Se definió una nueva tipología en base a la pasta, la decoración y la forma de la cerámica, cruzada con la estratigrafía y las fechas de radiocarbono. Además, se estudiaron varias colecciones museográficas, ayudando a la reconstitución de las formas cerámicas. Gracias a la colaboración del museo del Banco Central de Guayaquil, los recipientes recogidos durante las excavaciones fueron restaurados por Julio Burgos (fig. 3). La estratigrafía de los montículos y de los alrededores, las fechas de radiocarbono y la tipología cerámica permitieron la definición de una secuencia del valle del Alto Upano que empezó alrededor del 700 a. C., prolongándose hasta la fecha.

2. LA CULTURA SANGAY Pocos vestigios de la primera ocupación fueron recogidos durante las excavaciones en el valle del Upano. Alrededor de 700 a. C., algunas comunidades de la cultura Sangay se instalaron a orillas del Upano. Los primeros en llegar ocuparon directamente el espacio sin realizar terraplenes. La cerámica Sangay era burda y frágil, mal cocida, de color gris-blanco, con un desgrasante de pequeña grava lisa y

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paredes finas. La decoración era sencilla y lo común era la aplicación de cordones ondulados o botones aplicados e incisiones simples (fig. 4). Las formas reconocidas, platos y ollas redondas de boca cerrada, presentaban a veces abultamientos de la pared. En un recipiente, estos lóbulos incisos verticalmente representaban rostros de animales que se asemejan a una calabaza (fig. 4).

Figura 3 – Ollas con cuello corrugado Huapula descubiertas en la cima de la tola central del Complejo XI de Huapula Foto: R. Jones

Figura 4 – Cerámica Sangay con los cordones ondulados aplicados del sitio de Huapula y pequeña olla con caras incisas (Porras, 1987: 208) Fotos: S. Rostain

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3. LA CULTURA UPANO El inicio de la cultura Upano se sitúa entre 500 y 200 a. C. Los upano han construido a lo largo del valle montículos de tierra, plazas bajas, canales y caminos cavados, distribuidos en complejos con un modelo espacial preciso (fig. 5). En varios casos, han aprovechado el relieve natural del lugar para edificar la estructura. A causa del suelo lodoso y resbaladizo, han quemado la cima de los montículos de arcilla obteniendo así un suelo compacto. El modelo de distribución es una plaza central cerrada por montículos. Sirve de base para variaciones, incluyendo una plataforma central o más montículos periféricos. Ciertos caminos cavados que conducen a un riachuelo están generalmente asociados a los complejos. Las excavaciones que he realizado en dos sitios indican que la primera función de algunos montículos era habitacional; pero otros, como los estrechos de la periferia, tenían otro uso dado que era imposible edificar una casa en su cima. Es probable que los complejos hayan sido al mismo tiempo un lugar doméstico y ceremonial.

Figura 5 – Complejo de montículos de Eden-1 Foto: S. Rostain

La cerámica Upano es homogénea, bien cocida, de color beige claro o café oscuro y con desgrasante de arena fina. Las características de la pasta la diferencian claramente de la cerámica Sangay. Pedro Porras ha definido una multitud de tipos decorativos que impiden una visión clara del material. Además, estos tipos no eran exclusivos ya que los mismos tiestos aparecían en diferentes tipos.

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El tipo de las bandas rojas entre incisiones es la decoración característica de la cerámica Upano (fig. 6). Se la identifica por su pintura roja entre líneas rectas o curvas incisas, finas o gruesas. A veces, se encuentra pintura negra, café y blanca entre las incisiones. En algunos casos, la pintura roja no está sobre la pared del recipiente sino dentro de la incisión. Los motivos geométricos son muy diversos incluyendo bandas rectas, triángulos, rectángulos, espirales, etc. A pesar de una gran variedad de motivos, el tipo de bandas rojas entre incisiones se reconoce inmediatamente. Las bandas anchas alternan con las finas. Los mismos motivos pueden estar solamente pintados de rojo sin las incisiones al lado. Incisiones, punteados o botones aplicados pueden acompañar la decoración. Las formas de recipiente también son muy diversas: platos, cuencos, ollas, cazuelas... Algunos presentan formas muy complicadas resaltando la habilidad de los alfareros upano. La mayoría de las formas corresponden a recipientes para comer y beber, mientras que otras han servido para conservar líquidos o alimentos. Una forma recurrente es la olla con cuerpo globular abierto, cuello cerrado y borde horizontal salido. El borde está típicamente decorado por una serie de triángulos rojos. La forma cerámica upano más popular es el plato, que conoce numerosas variaciones (fig. 6). Puede ser redondeado o con fondo plano y paredes verticales rectas o sinuosas. El diámetro varía de 15 a 30 cm y la altura de 5 a 15 cm. La decoración puede ser una simple incisión horizontal, con motivos rojos o bandas rojas entre ellas. Estos platos, probablemente usados para comer o beber, fueron producidos en enormes cantidades. A pesar de que aparecen generalmente en la literatura como platos con fondo plano y sin base, tienen en realidad varios tipos: anular, pie troncocónico o tres botones. Como en otros recipientes upano, y sobre todo del tipo de bandas rojas entre incisiones, los platos tienen el interior bruñido en negro brillante. El borde interior presenta generalmente de una a tres incisiones anchas paralelas y a veces, el fondo tiene incisiones anchas poco profundas con motivos simples, eventualmente con botones. La incisión es el segundo tipo de decoración más común de la cerámica Upano (fig. 7). Son incisiones finas o anchas, punteados, achurado. Las incisiones son en su mayoría líneas rectas simples con motivos paralelos o triangulares. El tercer tipo upano es la pintura negativa negra sobre rojo (fig. 7). Son series de bandas negras paralelas que forman motivos triangulares o en rombos. Las formas son cuencos globulares o vasos. Parece que este tipo aparece en la temporada tardía de la ocupación Upano. La decoración Upano está esencialmente hecha por motivos geométricos no figurativos, así que es difícil analizar la iconografía. Hay que anotar la ausencia de adornos en esta cerámica. Excepcionalmente, hay motivos figurativos como una rana aplicada sobre una pared o, a la izquierda una rana y una serpiente excisas y pintadas de rojo (fig. 8). Este tema es interesante porque, en la iconografía amazónica, estos dos animales están asociados a la mujer. Además, la representación de una serpiente mirando (o amenazando) a una rana se encuentra en otras regiones amazónicas. Es común en las culturas de la tradición polícroma de la desembocadura del Amazonas, en el borde de recipientes funerarios de la cultura Aristé de la costa del Amapá en Brasil y en Guyana Francesa (Rostain, 1994: fig. 101).

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Cronología del valle del Upano (Alta Amazonía ecuatoriana)

Figura 6 – Cerámica Upano de bandas rojas entre incisiones de los sitios de Huapula y de Kilamope Arriba, plato característico con el interior bruñido. El último tiesto presenta incisiones pintadas de rojo. Fotos: S. Rostain

Figura 7 – Cerámica Upano incisa y en negativo del sitio de Huapula Fotos S. Rostain

Figura 8 – Cerámica Upano excisa y pintada de rojo, con el motivo de la rana y de la serpiente del sitio de Kilamope Foto y dibujo: S. Rostain

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Desde el inicio de la ocupación Upano, se dieron estrechos intercambios con la sierra inmediata al oeste del valle. En el sitio de Pirincay, se hallaron numerosos tiestos de bandas rojas entre incisiones en un nivel fechado entre 400 y 100 a. C. Los análisis mineralógicos comprobaron que esta cerámica fue fabricada con arcilla del valle del Upano (Bruhns et al., 1994). Tipos exógenos fueron descubiertos puntualmente en el sitio de Huapula donde se notó la presencia de cerámicas de la cultura serrana Panzaleo. Así, un tiesto del tipo «cáscara de huevo» se halló en la tola central del Complejo XI de Huapula y algunos tiestos Panzaleo aparecieron también en las excavaciones de «La Lomita» del mismo sitio (Pazmiño Tamayo, 2008). Esto confirmó la existencia de intercambios con culturas vecinas. El tiempo y energía necesarios para la construcción de los complejos, la jerarquización de los sitios y los intercambios a larga distancia son la prueba de una sociedad organizada en jefatura. El área de extensión de la cerámica Upano de bandas rojas entre incisiones está bien delimitada al norte por el río Pastaza, al este por la cordillera del Cutucú y al oeste por los Andes. Hacia el sur, conoce una distribución más amplia porque aparece a lo largo del curso del Upano (Rostoker, 2005) y del Santiago en Perú, donde se encuentran varios sitios Upano. Su presencia es reconocida hasta el río Ucayali, donde el tipo de bandas rojas entre incisiones aparece en la cerámica Cumancaya (Lathrap, 1970; Roe, 1973). La fecha tardía del 800 d. C. de esta cultura sugiere que los upano llegan a la región después de su desaparición en el valle del Upano.

4. LA CULTURA KILAMOPE Después de la ocupación Upano, se destaca la cultura Kilamope que se instala en los mismos sitios. Su cerámica presenta la misma pasta que la de Upano, al igual que una gran variedad de formas. Existen muchos casos de mezcla de motivos y formas Upano y Kilamope en un solo recipiente, lo que conduce a pensar que la cultura Kilamope goza de la influencia y la integración de otra cultura externa a la cultura Upano, que podría originarse en la cultura Pastaza (Saulieu, 2006; Saulieu & Rampón Zardo, 2006). La decoración más común de la cerámica Kilamope es la incisión y excisión (fig. 8), pero tiene muchas técnicas asociadas y una multitud de motivos geométricos más elaborados que los upano. La decoración más típica es la impresión cordelada (fig. 9): una línea ancha y profunda hecha con la impresión de una cuerda o con el vaivén de un punzón que imita el dibujo de una cuerda. Los motivos son líneas cortas y largas, paralelas. La decoración cordelada está generalmente asociada a otras técnicas decorativas: incisión, punteado y pintura. Por ejemplo, el cuenco de la figura 9 presenta una asociación característica de cordelado e incisiones, mientras que el interior está decorado con pintura negativa café con fondo beige, muy diferente del negativo Upano. Las bandas anchas forman motivos paralelos rectos y curvos. Los platos Upano desaparecen en la cerámica Kilamope para

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ser reemplazados por vasos con base plana y paredes rectas verticales. Como en el estilo Upano, hay muchas formas muy elaboradas y originales. La cerámica Kilamope no se ha documentado fuera del valle del Upano.

Figura 9 – Cerámica Kilamope del sitio de Kilamope con varios decorados: incisiones, cordelado, puntuado, aplicados, negativo Abajo, a la izquierda, un cuenco con decoración exterior cordelada, incisa y puntuada y decoración interior pintada en negativo. Fotos: S. Rostain

Hacia 400-600 d. C., una erupción del Sangay depositó una gruesa capa de cenizas en el valle del Upano propiciando la huida de los habitantes. Fue una erupción de cenizas y no una nube ardiente, que destruyó los asentamientos. Podemos recalcar que la capa de cenizas ha sido muy espesa en el sitio de Huapula, con 30 cm de espesor, y va disminuyendo progresivamente hacia el sur hasta desaparecer en Sucúa. Después de esta catástrofe, los upano no volvieron al valle. Ciertos indicios sugieren que llegaron hasta el río Ucayali en el Perú.

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5. LA CULTURA HUAPULA Entre 800 y 1200 d. C., llegaron al valle grupos de la cultura Huapula, que se asentaron sobre algunos montículos preexistentes. Esta ocupación se encontró en todo el valle del Upano pero fue mucho menos densa que la ocupación Upano. La excavación por decapado de la cima del montículo de la tola central en el sitio de Huapula reveló un suelo habitacional muy bien conservado. El análisis espacial de los rasgos y vestigios permitió identificar la práctica de diversas actividades y su distribución en el área de la casa. El estudio etnoarqueológico de esta habitación mostró las grandes similitudes existentes con el modo de hábitat actual de los grupos jívaros (Rostain, 2006). La cocina estaba localizada en el medio de la habitación, con un grupo principal de fogones que se extendían en 4 m2. El área ocupada por estos últimos, las piedras molares y las ollas de cerámica representaban más o menos 15 m2, es decir, un sexto de la superficie total. Los restos de las cuatro ollas corrugadas grandes, dos cuencos simples y algunas cerámicas se juntaban exactamente al norte de los fogones centrales (Rostain, 2000). La cerámica precolombina más reciente es de cultura Huapula. La pasta se caracteriza por un desgrasante de arena gruesa con granos de cuarzo y un color gris o café oscuros. Las formas conocidas son cuencos globulares y grandes y pequeñas ollas globulares con cuello recto vertical (fig. 10). Los dos tipos de decoración son el corrugado y la pintura roja y blanca. Excepcionalmente, hay pintura negra y roja. Los motivos son bandas finas paralelas y puntos sobre pequeños recipientes; y la calidad de su pasta se diferencia de las grandes ollas corrugadas. Las paredes son más finas y de color beige, mientras que el desgrasante arenoso es más fino. Grandes ollas globulares con un cuello recto y corrugado fueron descubiertas en varios sitios del valle del Upano. El corrugado pudo ser hecho de simples bandas aparentes o con impresión de dedo o de uña. En la tola central de Huapula, habían cinco ollas Huapula completas o casi completas (una estaba ubicada en el extremo sur del montículo y sirvió para tapar una fosa de almacenamiento). El exterior de estas ollas estaba cubierto por una espesa capa de hollín. Un residuo de alimento, pegado en la pared interna de un tiesto de olla, presentaba microestrías propias de la superficie de los granos de maíz. Esto demostró que el maíz era uno de los alimentos que este recipiente contenía. Si bien el maíz se cocinaba de múltiples formas, al parecer los huapula lo utilizaban sobre todo para la elaboración de la chicha, una suave cerveza espesa. Inestables debido a su base redonda, las ollas debían estar aseguradas para no voltearse. Al igual que en las casas amerindias, estaban parcialmente enterradas en una de las cuatro fosas encontradas en la casa. En la cima de una fosa, se hallaba solamente la parte superior de una gran olla cortada horizontalmente debajo de la espalda del recipiente. Se supone que esta mitad de cerámica cerraba un pozo, probablemente usado para conservar productos alimenticios. Como lo demostró Jean Guffroy (2006), la decoración corrugada tiene una extensa difusión, incluyendo Venezuela, Colombia, el Ecuador, el Perú, Bolivia y hasta el sur del Brasil.

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Figura 10A – Cerámicas pintada en blanco y corrugada jívaras Fotos: S. Rostain 10B. Shuar haciendo chicha de maíz en 1935 (foto anónima)

En el caso presente, la filiación de la cerámica Huapula y Jívaro no tuvo duda: las ollas corrugadas y los recipientes pintados con bandas blancas y rojas fueron los antepasados de la cerámica jívara actual.

6. LA CULTURA JÍVARO La presencia del grupo shuar de cultura Jívaro está comprobada en el valle del Upano desde los primeros cronistas (Bianchi ed., 1982; Descola, 1986; 1993; Harner, 1995; Renard Casevitz et al., 1986; Taylor & Landazúri, 1994): han llegado a esta región más de 500 años antes de la Conquista española. Así que este grupo y su cerámica están presentes desde hace un milenio, aproximadamente, en muchos lugares del valle. La cerámica jívara se caracteriza por dos categorías principales (fig. 10): primero, existen ollas para preparar la chicha, cocinar la comida o las hojas de tabaco; segundo, hay cuencos grandes para comer o beber la chicha. La decoración es sencilla, con bandas corrugadas o motivos simples de bandas anchas pintadas. Los jívaros consumen gran cantidad de chicha, cerveza muy espesa que se sirve a menudo de almuerzo. Se muelen los granos en metates y la harina que se obtiene es mezclada con agua, siendo el agente de fermentación la harina masticada. La chicha se prepara en grandes ollas de cerámica y se ofrece en cuencos del

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mismo material o de calabaza. Se elaboran grandes cantidades para las fiestas comunitarias donde se ingiere un número impresionante de cuencos.

CONCLUSIÓN Las excavaciones arqueológicas realizadas con anterioridad en la Amazonía consistían en pequeños sondeos estratigráficos. Durante el proyecto SangayUpano/Río Blanco, adopté una nueva técnica de excavación decapando grandes superficies. Ello me permitió obtener una visión global del suelo arqueológico e interpretar más precisamente los rasgos y vestigios dejados por los antiguos habitantes del lugar. Si con cuatro culturas sucesivas — ­ Sangay, Upano, Kilamope y Huapula—, la historia precolombina del valle del Upano parece más compleja de lo que se pensaba, la persistencia de comunidades durante siglos en esta misma región demuestra una estabilidad notable.

Referencias citadas BIANCHI, C. (ed.), 1982 – Artesanías y técnicas shuar, 477 pp.; Quito: Ediciones Mundo Shuar. BRUHNS, K. O., BURTON, J. H. & ROSTOKER, A., 1994 ­– La cerámica «incisa en franjas rojas»: evidencia de intercambio entre la Sierra y el Oriente en el Formativo tardío del Ecuador. In: Tecnología y Organización de la Producción Cerámica Prehispánica en los Andes (Shimada, ed.): 53-66; Lima: Pontifica Universidad Católica del Perú. DESCOLA, P., 1986 – La nature domestique. Symbolisme et praxis dans l’écologie des Achuar, 450 pp.; París: Fondation Singer-Polignac, Éditions de la Maison des Sciences de l’Homme. DESCOLA, P., 1993 – Les lances du crépuscule. Relations Jivaros, Haute Amazonie, 506 pp.; París: Plon. Colección Terre Humaine. GUFFROY, S., 2006 – El Horizonte corrugado: correlaciones estilísticas y culturales. Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines, 35 (3): 347-360; Lima. HARNER, M. J., 1995 – Les Jivaros: Hommes des cascades sacrées, 198 pp.; París: Petite Bibliothèque Payot 264. LATHRAP, D. W., 1970 – The Upper Amazon, 256 pp.; Londres: Thames and Hudson. PAZMIÑO TAMAYO, E. M., 2008 – Análisis cerámico del sitio La Lomita, Morona Santiago, Ecuador, 110 pp.; Quito: PUCE. Disertación de Licencia no publicada. PORRAS, P., 1987 – Investigaciones arqueológicas a las faldas del Sangay, 432 pp.; Quito: Centro de Investigaciones Arqueológicas, PUCE. RENARD-CASEVITZ, F.-M., SAIGNES, T. & TAYLOR-DESCOLA, A.-C., 1986 ­ – L’Inca, l’Espagnol et les Sauvages : rapports entre les sociétés amazoniennes et andines du XVe au XVIIe siècle, 411 pp.; París: Éditions Recherche sur les Civilisations. Synthèse 21.

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ROE, P. G., 1973 – Cumancaya: Archaeological Excavations and Ethnographic Analogy in the Peruvian Montaña; Urbana: Department of Anthropology, University of Illinois. Unpublished Ph.D. dissertation. ROSTAIN, S., 1994 – L’occupation amérindienne ancienne du littoral de Guyane; París: Éditions de l’ORSTOM. Colección Travaux et Documents Micro-fichés 129. ROSTAIN, S., 1999a – Excavación en área de un montículo de Huapula, proyecto Sangay-Upano. In: Memorias del Primer Congreso Ecuatoriano de Antropología, vol. 3: 227-256; Quito: Museo Jacinto Jijón y Caamaño, PUCE, MARKA. ROSTAIN, S., 1999b – Secuencia arqueológica en montículos del valle del Upano en la Amazonía ecuatoriana. Bulletin de l’Institut Français d’Etudes Andines, 28 (1): 1-37; Lima. ROSTAIN, S., 1999c – Occupations humaines et fonction domestique de monticules préhistoriques en haute Amazonie équatorienne. Bulletin de la Société Suisse des Américanistes, 63: 71-95; Neuchâtel. ROSTAIN, S., 2000 – Analyse d’un sol d’habitat précolombien en Amazonie équatorienne. In: Peuplements anciens et actuels des forêts tropicales (Froment & Guffroy, eds.): 142-146; Orléans: Laboratoire ERME, IRD. ROSTAIN, S., 2006 – Etnoarqueología de la casa Huapula y Jívaro. Bulletin de l’Institut Français d’Etudes Andines, 35(3): 337-346; Lima. ROSTOKER, A., 2005 – Dimensions of prehistoric human occupation in the southern ecuadorian Oriente, 613 pp.; Nueva York: University of New York. Unpublished PhD. SAULIEU, G. de, 2006 – Revisión del material cerámico de la colección Pastaza (Amazonía ecuatoriana). Journal de la Société des Américanistes, 92 (1-2): 279-302; París. SAULIEU, G. de & RAMPÓN ZARDO, L., 2006 – Colección arqueológica de MoronaSantiago del Museo Amazónico de la Universidad Politécnica Salesiana, 115 pp.; Quito: Abya-Yala. TAYLOR, A.-C. & LANDÁZURI, C., 1994 ­– Conquista de la Región Jívaro (1550-1650), 471 pp.; Quito: Marka, IFEA, Abya-Yala. Fuente para la Historia Andina 4, Travaux de l’IFEA 83.

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (3): 683-696

Patrones, rutas y mercancías en el Formativo Tardío del Austro Ecuatoriano

Patrones de asentamiento, rutas de comunicación y mercancías de intercambio a larga distancia en el Formativo Tardío del Austro Ecuatoriano

Karen Olsen Bruhns*

Resumen En función de los datos actualmente disponibles, parece que el Periodo Formativo se atrasó en los Andes australes del Ecuador. Con el florecimiento de la cultura Chorrera, con sus necesidades de materiales exóticos, aparentemente una necesidad relacionada con un incremento en la estratificación social y el crecimiento de cacicazgos complejos, se pueden ver los comienzos de la cerámica, la agricultura (?), y, un poco más tarde, el pastoreo de camélidos. En las actuales provincias del Azuay y Cañar tenemos datos que indican el surgimiento de aldeas relativamente pequeñas, tanto en las vegas de los ríos como en la cima de las montañas. Estas aldeas manifiestan un alto grado de intercambio, tanto entre ellas mismas, como con la costa y la selva y con las culturas del norte del Perú. La investigación sobre recursos naturales importantes en este intercambio está poco desarrollada, pero hay indicaciones de que el cinabrio, el cristal de roca, el oro y otros metales y, probablemente, materiales perecedores como los textiles de lana de camélido han formado parte de este intercambio. El intercambio a larga distancia permitía también la circulación de ideas y tecnologías. Palabras clave: intercambio intercultural, cinabrio, cristal de roca

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Profesora emérita del Departamento de Antropología de la Universidad Estatal de San Francisco. E-mail: kbruhns@sfsu.edu

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Karen Olsen Bruhns

Modèles d’établissement, routes de communication et marchandises d’échange avec des territoires éloignés au Formatif Récent de la partie australe de l’Équateur Résumé Selon les données actuellement disponibles, il semble que la Période Formative se soit retardée dans les Andes australes d’Équateur. Avec le fleurissement de la culture Chorrera, et ses nécessités en matériaux exotiques, qui tire probablement son origine d’une stratification sociale croissante et de la croissance de chefferies complexes, l’on peut observer les débuts de la céramique, de l’agriculture, et un peu plus tard, de l’élevage de camélidés. Nous disposons d’informations en provenance des provinces modernes de l’Azuay et de Cañar, qui indiquent l’émergence de hameaux relativement petits, tant dans les vallées fertiles des fleuves que sur le sommet des montagnes. Ces petits villages connaissent un haut degré d’échange, tant entre eux, qu’avec la côte et la forêt ainsi qu’avec les cultures du Nord du Pérou. Peu de recherches ont été effectuées sur les ressources naturelles importantes dans le cadre de ces échanges, mais il existe des indications selon lesquelles le cinabre, le cristal de roche, l’or et d’autres métaux, et probablement des matériaux périssable tels les tissus de laine de camélidé, faisaient partie de ces échanges. Les contacts entre territoires éloignés permettaient également la circulation des idées et de la technologie. Mots clés : échange interculturel, cinabre, cristal de roche

Settlement Patterns, Communication Routes and Items Involved in Long distance Trade in the Late Formative of Southern Highland Ecuador Abstract On the basis of current evidence it would appear that the Formative Period was delayed in the southern sierra of Ecuador. With the rise of the Chorrera culture, whose emergent elites had a need for exotic goods, we see the beginnings of ceramics, agriculture and, somewhat later, camelid pastoralism. From the modern provinces of Azuay and Cañar we have evidence of small villages, located in various ecological zones, and often on major routes of communication. These villages maintained a high degree of contact among themselves, but also were entering into trade with the coast and the tropical forest to the east, presumably via routes which are largely still in use. The investigation of the materials involved in this trade has hardly begun, but sea shells, ceramics, cinnabar, rock crystal, colored hard stones, metals and probably perishable materials such as textiles of camelid wool were involved. Long distance Exchange also functioned as a means to comunicate ideas and technologies. Key words: intercultural exchange, cinnabar, rock crystal

El Formativo Tardío del Ecuador es una época de grandes cambios culturales en la sierra austral (fig. 1). La cerámica aparece después de lo que parece haber sido un arcaico prolongado. Está bastante claro que las tradiciones cerámicas iniciales en el Austro están muy relacionadas con la tradición Chorrera de la costa. Mi hipótesis provisional es que las culturas chorreroides han estado en el proceso de una expansión de sus redes de comunicación con el fin de adquirir los materiales

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Patrones, rutas y mercancías en el Formativo Tardío del Austro Ecuatoriano

Figura 1 – Mapa del Ecuador con sitios formativos mencionados en el texto Dibujo: Tom Weller

exóticos necesarios para sus élites. La ruta costera de intercambio con la costa norte del Perú y la que va hasta Colombia funciona desde los tiempos valdivianos pero, en el Formativo Tardío, más o menos cerca del 1400 a. C., las redes de intercambio entre la costa, la sierra austral y la selva se desarrollan de la forma que tendrán en el resto de la prehistoria. Los pocos sitios australes de esta época ya excavados nos demuestran que, a pesar de la aparición de industrias especializadas para servir estos nuevos mercados, la mayoría de los sitios son pequeños. Es muy probable que la mayor parte de la población viva en casas aisladas o en aldeas muy pequeñas, de acuerdo a los patrones de asentamiento tradicionales en la región hasta hoy en día (fig. 2) (Bennett, 1946:14; Bruhns, 2003:148-153).

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1. ASENTAMIENTOS Y ARQUITECTURA No sabemos mucho de la arquitectura temprana en el Austro. Bennett especula que los edificios son pequeños y perecederos, probablemente construidos con madera y tejados de paja (1946: 14). En el sitio de Pirincay, el edificio más temprano es una plataforma baja de piedra y barro con un piso de barro duro. Sus asociaciones arqueológicas incluyen materiales de la costa. Las estructuras en los niveles superiores involucran el relleno y nivelación del sitio central, aparentemente con la finalidad de construir una serie de plazas pequeñas. Las primeras plazas se construyen de barro pero más tarde utilizan un pavimento de una cal (carbonato de calcio, CaCo3), que aparece frecuentemente en la zona de forma natural (fig. 3). Esta cal posiblemente forma parte del Figura 2 – Centro ceremonial moderno en la Cola de San Pablo (Azuay) intercambio a larga distancia. Asentamientos aislados y aldeas pequeñas son típicas del Austro hasta El hábito de chacchar coca hoy en día. Foto: K. Bruhns aparece con la cultura Valdivia, aunque la historia de esta práctica en la sierra no esté tan clara (Ostenada & Espíndol, 2004). Los «altares» de Uhle en Chaullabamba parecen haber sido pavimentos blancos similares a los de Pirincay (Uhle, 1922). Sin embargo, no existen muchas evidencias de superestructuras hasta más tarde en la secuencia estratigráfica, ni en Pirincay ni en Cerro Narrío, y no sabemos si han existido estructuras diferenciadas por el estatus de sus habitantes o por su función. Moldes de postes excavados por Gomis en Chaullabamba, un sitio cuya ocupación se restringe a los siglos más tempranos del Formativo Tardío Serrano, sugieren edificios rectangulares (Gomis, 1989; Idrovo, 1989). Restos de edificios muy similares se han encontrado en Pirincay y existen evidencias de muros de bajareque y techos de paja. Guffroy (1986) ha excavado una casa circular/ovoide en Loja. Esta casa tiene muros bajos de piedra y un techo grande de paja, indicando que evidentemente han existido algunas variaciones locales en la arquitectura serrana. La falta de excavaciones

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Figura 3 – Piso (¿plaza?) blanco con moldes de poste de un edificio posterior en Pirincay Foto: K. Bruhns

dedicadas a la delineación de sitios y a la arquitectura en la sierra sur provoca muchas especulaciones respecto a la organización social/política de estas aldeas. Lo único evidente es que han sido muy activas en el intercambio de bienes entre ellos mismos y con áreas más alejadas al este y oeste.

2. ORGANIZACIÓN DEL INTERCAMBIO Y RUTAS DE COMUNICACIÓN Falta mucha información acerca de la organización del intercambio a larga distancia y la comunicación entre entidades culturales en el Ecuador antiguo. Para el periodo prehispánico tardío tenemos evidencia de, por lo menos, tres modos diferentes para el movimiento de bienes: el sistema de distribución centralizada de los incas, utilizado en los terrenos que controlan; los mindaláes de la sierra norte y la liga de mercaderes de la costa que emplean las balsas marinas para el movimiento de sus mercancías (Salomon, 1977; Norton, 1973; Marcos, 2005). Se desconoce la antigüedad de cualquiera de estos modos de de movimiento de los materiales. Quizás el hecho de la presencia Wari en el Austro familiariza a los ecuatorianos con un sistema de control del Estado en el intercambio a larga distancia desde la mitad del primer milenio a. C., e incluso más temprano (Bruhns, 1998), pero se desconoce su modo de organización.

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En los sitios formativos de Austro la cerámica, la piedra tallada y todos los aspectos de la cultura material son muy similares, indicando no solamente el contacto de estos sitios con los chorrera de la costa, sino también el alto grado de intercambio entre ellos mismos (Bruhns, 2003). Tipos de cerámica como el Narrío Pulido y el Negro con Líneas Bruñidas, hallados en Pirincay, vienen de Cerro Narrío y otros sitios (todavía desconocidos) de la región, de acuerdo con unos análisis llevados a cabo por el Dr. James Burton en el Laboratorio de Química Arqueológica de la Universidad de Wisconsin. Sus análisis sugieren que lo importante es el contenido de estas vasijas o bien la interacción implícita en la utilización de las cerámicas. El intercambio de regalos es un medio común para el movimiento de materiales en sociedades igualitarias y la cantidad de objetos importados en estos sitios no es tan grande. Sin embargo, la existencia de talleres de cuentas de cristal de roca en Pirincay indica que se establece una producción especializada para el intercambio a larga distancia, en este caso el mercado costeño y que, tal vez, el proceso de diferenciación de sitios también esta en curso (fig. 4).

Figura 4 – Cuentas de cristal de roca en diversas etapas de producción (Pirincay) Foto: K. Bruhns

Los distintos sitios contienen cantidades muy diferentes de bienes importados: en Cerro Narrío, por ejemplo, hay cantidades grandes de concha Spondylus tallada (Collier & Murra, 1943). En Chaullabamba parece haber más cerámica importada de la costa (Uhle, 1922; Gomis, 1989; Idrovo, 1989; Greider, 2009). Por su parte, Pirincay contiene bastante cerámica Chorrera de tipos diferentes, incluyendo una pieza que, posiblemente, pertenece a Piura (Bruhns, 2003).

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Debido a la evidencia más tardía de interrelaciones muy próximas con las culturas peruanas norteñas, es muy probable que sea de ahí donde provenga la vasija de la que solamente queda un pequeño tiesto. No obstante, la cantidad total de materiales importados no es muy grande, indicando que un intercambio en cadena es una buena posibilidad, sobre todo si se intercala con un intercambio de regalos por medio de rituales, bodas u otras ocasiones. La introducción de los camélidos domesticados en el siglo V d. C. abre la vía para caravanas regulares, tal vez organizadas por familias y compañeros/parientes regulares en la ruta, como las caravanas modernas de Paratía en el Perú (Flores Ochoa, 1968). Tenemos una única clase de evidencia acerca de quiénes estaban involucrados en el intercambio a larga distancia. ¿Ha sido gente de la costa viajando a la sierra o viceversa? En Pirincay hemos encontrado una cantidad no muy grande, pero distribuida a lo largo de la estratigrafía de casi mil doscientos años, de conchas marinas comunes. En su mayoría son ejemplares de anadara (ostra del manglar) pero también aparecen otras Figura 5 – Concha de anadara no modificada, de los estratos formativos conchas pequeñas. No están de Pirincay modificadas ni son del tipo Foto: K. Bruhns de conchas utilizadas para la talla de ornamentos o herramientas. Es muy probable que sean recuerdos, algo que un serrano, en el viaje de su vida hasta la costa, ha recogido para mostrar a sus hijos o solamente para tener como recuerdo de su aventura (fig. 5). La rutas de intercambio presentan otro problema. Aunque existen bastantes vestigios de caminos precolombinos en el Austro, la mayoría no están adecuadamente cartografiados (esta situación puede cambiar con la llegada de los GPS) y en general se asumen todos como incaicos. Es posible que muchos daten de esa época, debido a la intensiva construcción de infraestructura en el Austro por los incas, pero gran cantidad de estos caminos están claramente asociados con sitios más tempranos. La ubicación de muchos de los sitios formativos ya conocidos —cercanos, en épocas más tardías, a rutas importantes a través o a lo largo de las montañas— nos sugiere que estas rutas son bastante antiguas. Cerro Narrío, por ejemplo, se ubica cerca de una ruta tradicional (y moderna) a través de la sierra a la cuenca de Riobamba y también a la ruta que llega desde la cuenca de Guayaquil por medio del río Cañar (Braun, 1973). Los sitios de los valles de los ríos Tomebamba y Paute se ubican en las rutas importantes hacia Cañar (por los valles de los ríos pero también por los páramos) y el valle del Paute ha sido una ruta de acceso muy importante desde el río Upano y el Alto Amazonas hasta la

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construcción del Centro Hidroeléctrico Paute en la Cola de San Pablo, cañón del Paute bajo en los años 1970. Loma Pucara se ubica en una ruta entre la sierra y la montaña oriental (Arellano, 1994). La ruta del río Jubones desde la sierra hasta la costa sur del Ecuador continúa siendo importante, así como la ruta a través del páramo hacia Molleturo y a la isla Puná (Carmichael et al., 1979).

3. MATERIALES INVOLUCRADOS EN EL INTERCAMBIO CON ZONAS ALEJADAS También es necesario considerar qué tipos de bienes pasan entre zonas ecológicas y los grupos étnicos diferentes. Los productos serranos importantes en la costa son cuentas y ornamentos de piedras duras, coloradas y de cristal de roca. El cristal de roca viene de la formación «El Pan», la única fuente de este material en el Austro. Hasta ahora únicamente hemos identificado un local de talla de cuentas, en el sitio de Pirincay, a unos 15 kilómetros río arriba desde la desembocadura del río Collay en el Paute. La quebrada del río Collay está llena de guijarros de cristal de roca, producto de la erosión de las vetas de cuarzo de los lados (Burton, n.d.; Bruhns, 1991). En Pirincay hemos identificado más de 45 talleres, desde las capas más profundas hasta la superficie del sitio, donde se han identificado los restos de la producción de cuentas semejantes a los hallados en los sitios chorreroides. El tamaño de los pequeños talleres sugiere una producción artesanal de las cuentas por individuos, mas no a gran escala. La calcedonia roja y verde, la toba rojiza y la pizarra blanca, todas utilizadas para cuentas, colgantes, ucuyayas, u otros ornamentos, tanto en la sierra como en la costa, tienen una distribución amplia en el Austro, así como las otras piedras verdes, incluyendo varios tipos de metagreywackes y serpentinas. Existen depósitos de turquesa en el valle del río Jubones, aunque su ubicación exacta es desconocida. La cal es abundante en el valle del río Paute. El cinabrio, una sustancia importante en casi todas las culturas ecuatorianas y peruanas, se halla en Cañar. Las fuentes de cinabrio de Loma Guashon (Azogues) y Cañaribamba se conocían en la antigüedad, a juzgar por los hallazgos de este material en Pirincay. Las minas de cinabrio, sobre todo las de Azogues, son muy productivas en el periodo colonial temprano. Las minas de Figura 6 – Loma Guashon, cerca Azogues, Cañar Loma Guashon producen tanto que su cinabrio Las minas de cinabrio más productivas de la llega a México (Chacón, 1986: 18-19; Truhan colonia temprana se hallaron en la base del cerro

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et al., 2005) (fig. 6). El oro del río Santa Bárbara, importante desde los tiempos de los wari hasta el presente y, probablemente también en una época más temprana, puede haber sido un producto indispensable hacia el final del Formativo Tardío. También en Oña y el norte de Loja, Matilde Temme ha identificado una minería formativa en el sitio de Putushío. Del mismo modo, existen fuentes de oro abundantes en la costa, aunque no sabemos cuándo empezó su explotación. ¿Qué quieren o reciben los pueblos serranos? La concha Spondylus. Esta concha anaranjada aparece en todos los sitios formativos de la sierra austral Figura 7 – Cachorrito de madreperla hallado en los estratos más profundos de Pirincay en el Formativo Tardío. La concha Foto: K. Bruhns parece haber llegado ya elaborada; no existen evidencias de la talla en estos sitios. La madreperla (Pinctada spp.) también tiene un valor alto para los serranos así como otras conchas Strombus o el Lyropecten. Todas estas conchas aparecen en las capas más tempranas de Pirincay (fig. 7). La cerámica Chorrera también es importante en este intercambio. Se ha identificado esta cerámica en Cerro Narrío, Chaullabamba, Pirincay y probablemente en Monjashuaycu y Huancarcucho. La mayoría de las piezas Chorreras son vasijas modeladas, botellas de asa estribo, como la famosa botella incisa de El Descanso, o figurillas (fig. 8). También son comunes cuencos sencillos con pintura iridiscente, tanto gris como rojiza, iguales a piezas de la península de Santa Elena. Hay otros materiales importantes en el intercambio entre zonas alejadas que no dejan sus huellas en los suelos arqueológicos de la sierra. La sal del mar es un producto de importancia debido a la falta de salinas en la sierra (Pomeroy, 1985). Figura 8 – Botella hallada en El Descanso En tiempos históricos la sal del Austro proviene de a la junción de los ríos Tomebamba y la Isla Puná, un lugar importante en la industria de Azogues la obtención de sal de mar. Los tejidos de algodón Museo del Banco Central del Ecuador, también son una mercancía que puede haber sido Cuenca. Foto: K. Bruhns

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muy deseada. El algodón puede crecer solamente en dos áreas muy restringidas del valle del Paute —es también necesario obtenerlo de la costa o la selva—. Los tintes también han debido mantener similar suerte. La producción de añil empezó en el Perú hacia 2500 a. C. En el Ecuador no tenemos evidencias concretas del añil hasta el Periodo del Desarrollo Regional cuando aparece en la pintura poscocción de figurillas de las tradiciones Jama-Coaque y Bahía. Pero, teniendo en cuenta las evidencias de intercambio con la costa norte del Perú desde tiempos valdivianos, y también la importancia de los tejidos en todas las sociedades andinas, es muy probable que el cultivo de añil empezara temprano, tanto en el Ecuador como en el Perú. Las plantas de las que se alimenta la cochinilla y otras que dan tintes rojos como Relbunium y Arribidea chica pueden cultivarse tanto en la sierra como en la costa. El pescado seco puede haber sido otra mercancía. El pescado, seco o salado, ha sido un capítulo fundamental en el intercambio entre la costa y la sierra hasta la invención de congeladores y máquinas para el hielo que permiten la importación de pescado fresco (por medio de camiones). Para la selva, tenemos muy pocas evidencias de intercambio, aparte de las hachas en forma de T, hasta los comienzos de Desarrollo Regional cuando aparece la cerámica Incisa de Franjas Rojas, una cerámica que se fabrica en los alrededores de Macas. Esta cerámica se halla en la mayoría de los sitios formativos de la selva (Bruhns et al., 1994; Porras, 1971; Arellano, 1994). Hay que destacar una cerámica más temprana, hallada en Chaullabamba e identificada como Incisa de Franjas Rojas por Greider. No guarda vinculación con la cerámica de Macas, identificada por Bushnell en 1946 y estudiada por Rostocker (1996). Esta identificación es muy problemática porque la cerámica descrita por Greider (2009: 69-72) no proviene de la selva sino que es un estilo local, un subestilo menor del conjunto del Formativo Tardío que se halla a lo largo del Austro. En su gran mayoría los productos selváticos son perecederos. Materiales como las plumas y pieles de animales pueden haber sido importantes para los serranos, aunque probablemente los costeños hayan logrado conseguir esos objetos de áreas más cercanas como la ancha costa tropical del Ecuador. La miel de abejas y la cera también deben haber sido importantes, sobre todo cuando la metalurgia apareció en Oña hacia el final del Formativo y en el Azuay no mucho más tarde (Rehren & Temme, 1994; Bruhns, 1994). También se cultiva algodón en la selva, algo de interés para los serranos. Los curanderos y las drogas son otros elementos importantes de la selva. Recordemos a los kallawaya de Bolivia, curanderos viajeros muy importantes en los Andes que probablemente tengan sus raíces en las épocas prehispánicas (Bastien, 1987). Michael Harner documenta también la importancia de los chamanes selváticos en el Ecuador y habla de sus viajes (Harner, 1972). ¿Qué quería la gente de la selva? Hallazgos recientes en Mayo-Chinchipe nos demuestran que esta gente del Formativo quiere la concha Spondylus y piedras duras coloradas, como la calcedonia roja, verde y turquesa. Aunque Valdez (2007) plantea la hipótesis de una importante fuente todavía desconocida de turquesa selvática, sabemos que existen las fuentes del río Jubones y probablemente

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existan otras fuentes serranas, sobre todo en Loja, por su riqueza de metales. Los hallazgos del padre Porras en la Cueva de los Tayos aportan valvas grandes de Spondylus y unas 50 cuentas y colgantes de Madreperla y Conus (Porras, 1978; 1987: 230). Fuera de estos hallazgos solamente podemos especular. A la vez, debemos recordar que el intercambio puede darse entre gentes de áreas con los mismos recursos, con la finalidad de fomentar la cohesión social, tal como lo muestra Chagnon para los yanomami (1968). Sin embargo, bienes especializados, como tejidos decorados, cerámicas, ornamentos y, por supuesto, las ideologías, danzas, canciones, rituales, y otros productos no tangibles, continúan formando parte importante del intercambio entre grupos tradicionales hasta el día de hoy. El intercambio con el Perú, con los grupos costeros como intermediarios o directamente, se nota en la llegada de maíz de tipo peruano a los niveles profundos de Pirincay. El maíz de los años finales del Formativo es de un tipo similar al de Cotocallao, probablemente reflejo más de un contacto intenso con la sierra norte. En estos niveles también hallamos la poca obsidiana encontrada en el sitio, que viene de las fuentes de Mullumica (Burger et al., 1994). Tanto la metalurgia como los camélidos aparecen hacia finales del Formativo en Pirincay y, probablemente, en otros sitios de la sierra sur, seguramente importados y adoptados del Perú, pero no sabemos lo que llega desde el Austro hacia las culturas peruanas ni sus mecanismos de difusión.

CONCLUSIONES A pesar de la escasez de investigaciones arqueológicas científicas en el Austro es evidente que el intercambio a larga distancia es importante desde los comienzos de la vida sedentaria y la introducción de la agricultura y la cerámica. El interés de las culturas chorreroides por los materiales exóticos de la sierra sur, y también muy probablemente por algunos productos selváticos, fomenta varios tipos de intercambio activo. Es probable que gran parte del intercambio en la sierra misma fuera intercambio en cadena y de regalos. Sin embargo, algunos hallazgos en Pirincay indican que gente serrana ha visitado la costa y, aunque las cantidades de materiales costeños no perecederos no son muy abundantes en los sitios serranos, sí son significativas. El pequeño tamaño de los sitios formativos serranos también indica que estamos hablando de cacicazgos muy sencillos y muy probablemente sociedades igualitarias en la mayor parte de los casos. Con la llegada de los camélidos del Perú, otra evidencia de dicho intercambio, es posible que apareciera un contacto más especializado. Son necesarias más investigaciones y análisis, tanto en la costa como en el Austro, para poder especificar cuál fue el rol del intercambio entre estas sociedades tempranas del Ecuador.

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Comptes rendus d’ouvrages

Reseñas* Yuri Cavero. Inkapamisan: ushnus y santuarios inka en Ayacucho. Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, Municipalidad Distrital de Lucanas. Ayacucho, 2010, 139 pp. Segunda edición.

Este breve libro sobre la arqueología de la provincia de Lucanas (sur de Ayacucho) tiene dos atractivos de partida. Primero, es todavía el único que esté principalmente dedicado a los llamados ‘ushnus’ de la región puna (entre comillas ushnus, ya que es uno de los puntos clave en debate)1. Segundo, se trata de un texto producido por un autor de la conocida escuela huamanguina, que difícilmente recibirá la atención que merece en Lima. Afortunadamente, el texto de Cavero presenta una interesante hipótesis que me parece necesario comentar. Vayamos por partes. 1. El primer arqueólogo peruano que llama usno a una plataforma inca es Tello, tratando de Huánuco Viejo (1939: 707). Sin embargo, la versión clásica del ushnu (como concepto y forma) proviene del artículo de Zuidema (1979), quien lo define de modo interdisciplinario, recurriendo a la Arqueología, Etnografía e Historia. Desde la trinchera arqueológica, uno de los detalles clave que se desprende del mencionado artículo, es que en la plaza principal del Cuzco incaico, hay ushnu pero no necesariamente plataforma. Es decir: no hay evidencias documentales claras al respecto. Considerando ese delicado detalle, ¿cómo definir el ushnu en general, y el incaico en particular? a. por aquello que los cronistas describen en la plaza central del Cuzco (un pilar, y una especie de pozo ceremonial); b. por aquello que las fuentes coloniales denominan ushnu en diversos asentamientos Inca fuera del Cuzco; * El Bulletin de l’Institut Français d’Études andines no se responsabiliza por las opiniones vertidas en esta sección.. 1 Otro proyecto sobre plataformas de alta puna ayacuchanas en: http://www.britishmuseum.org/ research/research_projects/inca_ushnus/ studying_ushnus.aspx

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Reseñas

c. por las definiciones actuales (diccionarios, etnografías); d. por el mínimo común denominador de las anteriores (a, b, c). No hay consenso al respecto. Zuidema hábilmente recurre a la Etnografía para sustentar su definición conceptual y, consecuentemente, material del ushnu, como un pozo o conducto ceremonial asociado a los rituales de libación; otra vez, no necesariamente una plataforma. Una solución salomónica entre arqueólogos ha sido considerar ushnu las plataformas Inca con pozo o conducto ritual. Menciono estos detalles, ya que sirven para situar nuestras observaciones al libro de Cavero. 2. Tomando en cuenta la importancia concedida a los testimonios etnográficos en la definición clásica de ushnu, cabe mencionar la tesis doctoral de Carmen Delgado (1965) sobre el mundo ritual de Tupe (Yauyos, Lima). Esta es una de las pocas etnografías donde el término en cuestión aparece en múltiples ocasiones y, además, casi en su forma paradigmática [ushño]. Según la información proporcionada por esta antropóloga el ushño (también llamado ‹caja› o kanlle) en Tupe varía de ritual asociado según su localización, pero en todos los casos es traducible como altar. Delgado alude a dos tipos de ushño. Un caso del primer tipo fue empleado hasta los años 1930, se ubicaba en un anexo de Tupe, Aysa, en uno de los andenes para maíz y se relaciona a las celebraciones agrícolas de la zona quechua (Delgado, 1965: 243, 256). El segundo tipo se vincula al complejo ritual de la marca del ganado, y se situa en la puna (Delgado, 1965: 247, 249, 250, 251, 312-313). Incluso se puede detectar un tercer tipo (Delgado, 1965: 253), pero con la variabilidad reconocida volvamos al libro que nos convoca2. 3. El libro de Cavero es originalmente presentado como tesis de licenciatura, y si bien incluye algunas mejoras, todavía no se distancia mucho de aquel formato (Cavero, 2005). Por ejemplo, la información que recopila, ganaría mucho si fuera propiamente analizada, y no presentada como meros listados (págs. 21-25). La obra tiene cuatro partes. Primero, presenta el área y su historia. Segundo, presenta sus excavaciones arqueológicas en el famoso sitio de Osqonta, el apu de la zona, ubicado en la alta puna de Ayacucho. Se ubica allí uno de los casos más interesantes de plataformas pares, ambas excavadas por Cavero, a las que volveremos. Luego vienen los dos capítulos más atractivos de la tesis, uno dedicado a presentar comparativamente las plataformas de alta puna, otro sobre la relación de estas estructuras y el culto estatal Inca. Finalmente, vienen unas breves conclusiones. En general, puede observarse que Cavero usa la combinación de disciplinas en el sentido más tradicional tratando de documentar arqueológicamente lo que dicen las fuentes históricas, de las cuales podría haber hecho una revisión más exhaustiva. Sin embargo, el libro tiene algunas sorpresas vinculadas a la etnografía. Se necesitan un par de observaciones sobre las estrategias de excavación antes de llegar a ese punto. Algo notable es que, además del listado de capas (con algunos dibujos) y los tipos de cerámica y material lítico (ambos sin dibujos), sus cateos no le permiten Ya Ulpiano Quispe (1969: 98), uno de los estudiantes de Zuidema en Huamanga, había comparado sus hallazgos en la puna ayacuchana con los de Delgado (1965).

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plantear o cuestionar lo que ya se sabe sobre estas plataformas, que él clasifica como ushnus. Sus excavaciones (2 x 1 m) al centro de cada una de ambas estructuras (ushnu 1, ushnu 2) documentan una estratigrafía semejante de tres capas (superficial arcillosa; tierra rojiza, arcilla y arena con abundante cascajo; tierra marrón oscura, con piedras de variados tamaños), sin cerámica ni herramientas líticas. Un tercer sondeo (1 x 1 m) en el ángulo sureste de la primera plataforma, muestra solo las dos últimas capas. Según estos resultados faltarían evidencias internas para situar cronológicamente estas plataformas, por lo que parece que el autor ha usado un criterio estilístico implícito. En diversos casos, como las dos plataformas de Osqonta (págs. 87, 88), Wamanillo (pág. 92), Conoca Orqo (pág. 95), Wamanpirqa (págs. 99) o Mesapata 2 (pág. 100) puede advertirse la impronta Inca, pero es útil buscar criterios adicionales para tener una atribución cronológica sólida. No es casual que Cavero haya escogido trabajar precisamente al centro de las dos plataformas de Osqonta. En vista de la literatura precedente se trataría de lugares cruciales para revisar nuestras definiciones de ushnu y, más importante aún, para determinar si lo que él ha excavado son ushnus de acuerdo a la definición salomónica ya mencionada. Según su descripción y dibujos (págs. 49-52) en ambas plataformas no hay evidencias de conductos, o huellas de ceremonias de libación (e.g. lentes formados por la chicha). Esto abre diversas alternativas: a. no son ushnus, sino solo plataformas cuya función está por determinar; b. el área ceremonial se halla fuera del centro de la plataforma; c. la excavación ha sido insuficientemente detallada; d. las plataformas de puna alta son ushnus, pero no necesariamente comparten el mismo tipo de ritual que aquellos ubicados en los centros mayores, por tanto, cabe esperar otras huellas. Este ejemplo muestra claramente cómo la definición conceptual (teoría) que tengamos de ushnu condiciona nuestros cateos. Por ello, sitios tan delicados como estas plataformas de puna requieren un trabajo de hipótesis múltiples, y una estrategia tipo décapage. Más allá de las anotadas limitaciones de registro (o para ser más preciso, de presentación de resultados) es en la comparación con criterio geográfico que el trabajo de Cavero tiene su lado más atractivo. Este arqueólogo ayacuchano presenta fotos y croquis de las plataformas visitadas por él en la alta puna, y una serie de cuadros comparativos de algunos de sus rasgos: según localización (parte baja o alta de cerro, en una plaza) por ecorregiones (quechua, puna, janca), altitud, acabado (muro de pirca, semiacabado, muy buen acabado), medidas, número de plataformas y ubicación de las escalinatas (págs. 101-103, 108-110). Estos cuadros requieren más trabajo en su aspecto conceptual (definición de criterios) y formal (los originales son a colores pero han sido impresos b/n). Sin embargo, son útiles ya que le permiten a Cavero reconocer que las plataformas de puna alta del sur ayacuchano constituyen una categoría en sí (pág. 128). No están necesariamente asociadas a grandes establecimientos Incas y son de menores dimensiones que aquellas de la región quechua o las ubicadas en sitios Incas provinciales, los capac ushnu. En su

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Reseñas

mayoría se trataría de plataformas aisladas («ushnus aislados») (pág. 101). Siguiendo esa línea, comparativa y geográfica, llegamos al capítulo final3. Según su título, el cuarto capítulo está dedicado al culto estatal Inca, y comienza de un modo bastante ortodoxo: tratando los potenciales ceques, de los que poco sabemos en esa región. Sin embargo, de pronto empiezan a aparecer términos con sabor a puna: Wamani, Apu, Santiago, ganadería, mesa ganadera… En esta atractiva progresión Cavero nos remite al principio: menciona el trabajo de Quispe (1969) sobre Huancasancos y las mesas rituales en la puna, y lo vincula a sus propios hallazgos. Agrega un dato: los pastores de la puna de Lucanas llaman a estas plataformas «Inkapamisan». Entonces, concluye: «Estas similitudes nos llevan a plantear que “la mesa” de los ganaderos de Huancasancos sería una supervivencia del concepto de ushnu como plataforma sagrada, la misma que con el pasar de los años se habría simplificado y evolucionado (pág. 126, cf. pág. 85)». Aunque es difícil suscribir esta hipótesis tal cual, es sugestiva. Antes que en una relación directa (ushnu inca > mesa ganadera), quiero pensar que estamos ante una ‹zona de compromiso› o un ‹aire de familia›. Se trataría de aspectos asociados considerando las características geográficas y culturales de los Andes de puna (sensu Troll). El asunto está todavía lejos de ser resuelto en arqueología, pero ya está sugerido. 4. La discusión sobre plataformas de alta puna excede al ushnu en sí, desembocando en la relación entre altares y alturas; más puntualmente entre panteones y pisos ecológicos. Estas plataformas deben interrogarse desde una perspectiva amplia, que no se limite a los rituales solares. Debemos considerar también el modo de vida de la alta puna, es decir la economía principalmente ganadera y el complejo ritual correspondiente, vinculado al ‹señor de los fenómenos meteorológicos› (Mariscotti, 1973). Esta hipótesis además permite mirar el Tahuantinsuyo como una entidad imperial negociadora, adaptable. Es interesante que justo cuando sale el artículo fundacional de Zuidema sobre el ushnu, Duviols (1979: 23-26) publica otro sobre la huanca, que justamente muestra la necesidad de atender los pisos ecológicos, al caracterizar la cultura material andina. La información recogida por Delgado (1965) confirma esa necesidad. No solo es preciso leer los documentos coloniales tempranos considerando la importancia de la altitud/economía en la esfera ritual, es necesario excavar recordándolo. El libro de Cavero es un paso en esa dirección, y esperamos se anime a seguir en ella.

Referencias citadas CAVERO, Y., 2005 – Investigaciones arqueológicas en Osqonta: ushnus y santuario inca en la cuenca alta del Pampas y Acarí; Lima: Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Tesis de licenciatura en arqueología. Según deja entender su texto, Cavero sólo ha excavado en Osqonta. Significativamente, sus resultados más interesantes son aquellos fuera de la cuadrícula.

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Comptes rendus d’ouvrages

DELGADO, C., 1965 – Religión y magia en Tupe (Yauyos), 371 pp.; Lima: Instituto de Estudios Etnológicos del Museo Nacional de Cultura Peruana. Dep. de Antropología de la UNMSM. DUVIOLS, P., 1979 – Un symbolisme de l’occupation, de l’aménagement et de l’exploitation de l’espace. Le monolithe «huanca» et sa fonction dans les Andes préhispaniques. L‘Homme, 19 (2): 7-31. MARISCOTTI, A.,1973 – La posición del señor de los fenómenos meteorológicos en los panteones regionales de los Andes centrales. Historia y Cultura, 6: 207-15. QUISPE, U., 1969 – La herranza en Choque Huarcaya y Huancasancos, Ayacucho, 119 pp.; Lima: Ministerio de Trabajo y Asuntos Indígenas. TELLO, J. C., 1939 – Origen y desarrollo de las civilizaciones prehistóricas andinas. In: Actas y trabajos del 27º Congreso Internacional de Americanistas (vol. 2): 589-723; Lima. ZUIDEMA, T., 1979 – El Ushnu. Revista de la Universidad Complutense, 28 (117): 317-62.

Gabriel RAMÓN

Isabelle Combès. Diccionario étnico. Santa Cruz la Vieja y su entorno en el siglo XVI. Itinerarios/Instituto de Misionología, Cochabamba, 2010, 406 pp. (Colección Scripta Autochtona, 4).

En 1561 Ñuflo de Chávez fundó la ciudad de Santa Cruz de la Sierra a pocos kilómetros de la actual ciudad de San José de Chiquitos, entre el Pantanal y el Río Guapay. Las primeras descripciones del sitio mencionaban su riqueza en animales de caza, en tierras fértiles y en la cantidad de población autóctona. El objetivo de la fundación era servir como base para la conquista de la «tierra rica», quimérico reino que los españoles imaginaban como un nuevo Cuzco amazónico, que fuera mencionado en los documentos bajo los nombres «la noticia», «Candires», «Carcaraes» y más tarde como «Mojos» o «Paytiti». Debido a su ubicación distante tanto de Charcas como de Asunción, la ciudad es caracterizada por cronistas y funcionarios coloniales como «aislada» entre indios salvajes y belicosos, baluarte de la presencia conquistadora hispánica en medio de un paisaje inhóspito. A partir de la década de 1570 las autoridades virreinales comienzan a presionar para que su población asuma activamente la guerra contra los temibles chiriguanos de la cordillera, que presionan sobre las fronteras de Charcas. Por esta razón, y con el fin de terminar con su «aislamiento», a casi medio siglo de su fundación la ciudad fue trasladada hacia el oeste, al lugar que ocupa la actual Santa Cruz, donde se fusiona con la ciudad de San Lorenzo aunque conservando su nombre original. Sin bien el interés historiográfico por Santa Cruz la Vieja puede remontarse a los trabajos pioneros de Ricardo Mujía o de Enrique Finot, hasta nuestros días se

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Comptes rendus d’ouvrages

DELGADO, C., 1965 – Religión y magia en Tupe (Yauyos), 371 pp.; Lima: Instituto de Estudios Etnológicos del Museo Nacional de Cultura Peruana. Dep. de Antropología de la UNMSM. DUVIOLS, P., 1979 – Un symbolisme de l’occupation, de l’aménagement et de l’exploitation de l’espace. Le monolithe «huanca» et sa fonction dans les Andes préhispaniques. L‘Homme, 19 (2): 7-31. MARISCOTTI, A.,1973 – La posición del señor de los fenómenos meteorológicos en los panteones regionales de los Andes centrales. Historia y Cultura, 6: 207-15. QUISPE, U., 1969 – La herranza en Choque Huarcaya y Huancasancos, Ayacucho, 119 pp.; Lima: Ministerio de Trabajo y Asuntos Indígenas. TELLO, J. C., 1939 – Origen y desarrollo de las civilizaciones prehistóricas andinas. In: Actas y trabajos del 27º Congreso Internacional de Americanistas (vol. 2): 589-723; Lima. ZUIDEMA, T., 1979 – El Ushnu. Revista de la Universidad Complutense, 28 (117): 317-62.

Gabriel RAMÓN

Isabelle Combès. Diccionario étnico. Santa Cruz la Vieja y su entorno en el siglo XVI. Itinerarios/Instituto de Misionología, Cochabamba, 2010, 406 pp. (Colección Scripta Autochtona, 4).

En 1561 Ñuflo de Chávez fundó la ciudad de Santa Cruz de la Sierra a pocos kilómetros de la actual ciudad de San José de Chiquitos, entre el Pantanal y el Río Guapay. Las primeras descripciones del sitio mencionaban su riqueza en animales de caza, en tierras fértiles y en la cantidad de población autóctona. El objetivo de la fundación era servir como base para la conquista de la «tierra rica», quimérico reino que los españoles imaginaban como un nuevo Cuzco amazónico, que fuera mencionado en los documentos bajo los nombres «la noticia», «Candires», «Carcaraes» y más tarde como «Mojos» o «Paytiti». Debido a su ubicación distante tanto de Charcas como de Asunción, la ciudad es caracterizada por cronistas y funcionarios coloniales como «aislada» entre indios salvajes y belicosos, baluarte de la presencia conquistadora hispánica en medio de un paisaje inhóspito. A partir de la década de 1570 las autoridades virreinales comienzan a presionar para que su población asuma activamente la guerra contra los temibles chiriguanos de la cordillera, que presionan sobre las fronteras de Charcas. Por esta razón, y con el fin de terminar con su «aislamiento», a casi medio siglo de su fundación la ciudad fue trasladada hacia el oeste, al lugar que ocupa la actual Santa Cruz, donde se fusiona con la ciudad de San Lorenzo aunque conservando su nombre original. Sin bien el interés historiográfico por Santa Cruz la Vieja puede remontarse a los trabajos pioneros de Ricardo Mujía o de Enrique Finot, hasta nuestros días se

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Reseñas

sigue reproduciendo en gran medida una imagen de «aislamiento», a la vez que se relega a su población nativa de los relatos, caracterizándola como una parte más del paisaje. Esta invisibilización de la población originaria se debe a diferentes factores, derivados tanto de cuestiones hermenéuticas como también derivadas de los objetivos que persiguen los investigadores en sus trabajos, cuestiones fundamentales a la hora de determinar dónde se coloca el foco de análisis de la documentación. En este sentido la mayoría de los trabajos se focaliza sobre los españoles y su rol conquistador, relegando el estudio de la población indígena como una tarea propia de los antropólogos. Pero más allá del etnocentrismo siempre presente en las investigaciones, existen enormes dificultades objetivas derivadas de la escasez de la documentación, tales como la existencia de multiplicidad de nombres y la falta de especificación en referencia a las lenguas, las culturas o la organización política de la población vernácula. A pesar de estos problemas nos encontramos frente a un trabajo que rompe con la larga tradición historiográfica de invisibilización de la población indígena, al ser una obra que brinda una imagen detallada de los habitantes originarios de la región a través del análisis del universo social sobre el cual se instala el asentamiento hispánico. Al caracterizar los tipos de relaciones que se mencionan en las fuentes, Isabelle Combès destaca fenómenos como: «... el trueque o el robo del metal, por su participación en expediciones guerreras, por alianzas matrimoniales, por relaciones de amos a esclavos» (p. 37). En este sentido, uno de los grandes logros de este Diccionario Étnico... es desterrar definitivamente la imagen de «aislamiento» de la antigua Santa Cruz de la Sierra al demostrar que la elección de su ubicación coincidía con un punto bisagra en una red de relaciones interétnicas a nivel macrorregional, que se extiende entre el río Paraguay y los contrafuertes andinos. En esta línea de análisis, si bien la autora se reconoce tributaria de trabajos etnohistóricos pioneros llevados adelante por antropólogos de la talla de Alfred Métraux o Branislava Susnik, aquí toma distancia de algunos aspectos metodológicos implícitos en sus obras: por ejemplo, dejando de lado las agrupaciones basadas en criterios lingüísticos debido a la falta de datos concretos sobre las lenguas, aunque las menciona y las tiene en cuenta en aquellos casos en los cuales existen evidencias. A pesar de este matiz la obra puede considerarse así complementaria de los trabajos anteriormente mencionados, ya que, además del aporte de nuevas fuentes y de datos analizados de un modo novedoso, la autora se preocupa por combinar las interpretaciones de estos autores con las propias, aun cuando las primeras difieren de sus hipótesis y conclusiones. Como el principal objetivo del trabajo es la reconstrucción del universo social indígena mediante la identificación de las diferentes partes que lo han constituido, se plantean una serie de respuestas originales a los problemas mencionados anteriormente. En primer lugar, el corpus documental es relativamente escaso si se lo compara con la documentación generada sobre la población indígena de la zona altiplánica, ya que solo se cuenta con los padrones de encomiendas

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Comptes rendus d’ouvrages

realizados por Ñuflo de Chávez (1561) y Andrés Manso (1563). Para salvar este escollo la autora lleva adelante un minucioso trabajo de cotejo de los datos con un amplio abanico de documentos anteriores y posteriores a la elaboración de los padrones, aunque siempre respetando el marco cronológico establecido entre el primer informe de Domingo de Irala (1542) y el traslado de la ciudad a principios del siglo XVII. Esta decisión metodológica es un mérito del trabajo, ya que a pesar de las dificultades y restricciones que implica para la investigación, responde a una concepción sensible a las transformaciones de las sociedades indígenas, que rompe con las representaciones de la presunta inalterabilidad de la sociabilidad chaqueña y amazónica. Por otro lado, esta minuciosa labor de comparación documental permite enfrentar el segundo de los grandes problemas: la proliferación de nombres étnicos. Como ejemplo puede mencionarse el repartimiento de encomiendas llevado adelante por Chávez, en el cual la autora, sin contar las repeticiones, reconoce «... más de 600 nombres diferentes de personas, grupos y/o lugares» (p. 2). A esta dificultad deben sumarse los dilemas a la hora de interpretar las diferentes grafías para registrar los nombres, así como también las diferencias en las interpretaciones paleográficas —las cuales, lejos de cualquier atisbo de soberbia, son puntualmente consignadas en cada entrada del diccionario junto a la interpretación de la autora—. Un tercer conjunto de problemas deriva de las tensiones, las superposiciones y las incompatibilidades entre los términos que aparecen en las fuentes y las categorías de análisis propias de la antropología contemporánea, referidas tanto a la organización política como a la pertenencia étnica. En este punto la autora se remite a los términos propios de las fuentes con el fin de evitar extrapolaciones, en una honesta aceptación de las limitaciones heurísticas que ofrece la información disponible. Por último, debe destacarse el gran acierto que significa la elección del formato de diccionario, puesto que facilita al lector la visión panorámica de una realidad que por sus problemáticas inherentes se vuelve bastante hermética para quienes no estén familiarizados con este tipo de investigaciones. En este sentido, lejos de ser una simple lista de nombres ordenados alfabéticamente puede afirmarse que este libro ofrece una lista de ensayos sobre los mismos, puesto que cada una de las entradas se consigna desde las fuentes en las que aparecen pero también teniendo en cuenta su marco de producción, las diferentes interpretaciones que existen sobre las grafías y transcripciones paleográficas, y en la medida de lo posible también datos relevantes sobre la afiliación lingüística, la pertenencia étnica, la dinámica económica y el tipo de organización política. Por estas razones, y sin riesgo de caer en exageraciones, podemos decir que estamos frente a una obra que marca un antes y un después en el conocimiento de la población indígena de la región de la antigua Santa Cruz durante el siglo XVI, y que más allá de ser un material de consulta ineludible para los investigadores, también ofrece al gran público una visión hasta hoy negada sobre las sociedades que habitaron ese espacio. Sebastián PARDO

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Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (3): 705-712 Évènements

Eventos

CÁTEDRA DE HISTORIA 2010 DE LA FUNDACIÓN GILBERTO ÁLZATE AVENDAÑO: CINCO PREGUNTAS IMPERTINENTES SOBRE LA INDEPENDENCIA Bogotá, 4-8 de octubre de 2010 En el marco del Bicentenario de la independencia de Colombia, la organización de una Cátedra de Historia entre la Fundación Gilberto Álzate Avendaño y el IFEA se inició en el 2009 con dos ciclos de conferencias: «El siglo XVIII neogranadino» (18-22 de mayo de 2009) y «Revoluciones conectadas. América y Europa, 17761830», ambos bajo la coordinación académica de Georges Lomné. El primer ciclo tuvo por objetivo indagar sobre los posibles orígenes de la Independencia en vez de postular sus causas y formarse así una idea más nítida de un fenómeno de extrema complejidad en el cual intervinieron elementos de muy larga duración, coyunturas precisas y ocasiones inesperadas. Del lunes 18 al viernes 22 de mayo de 2009, se dictaron las conferencias siguientes en la sede de la Fundación Gilberto Álzate Avendaño, Calle 10 n.o 3-16 : • Georges Lomné (IFEA): «Reinos subjectivos. Fidelidad e infidencia en las Audiencias de Quito y Santafé (1763-1808)». • Jenny Malangón (UN de Colombia): «Aspectos de la vida colonial. El caso del incesto». • Heraclio Bonilla (UN de Colombia, becario andino del IFEA): «Funcionamiento del sistema colonial». • Georges Lomné (IFEA): «Patria y Patriotismo en la segunda mitad del siglo XVIII». • Carlos Villamizar (CEHIS, U. Externado de Colombia, ex becario del IFEA): «La reconfiguración jurisdiccional del Nuevo Reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVIII». El segundo ciclo tuvo a bien demostrar que la historia comparada de las revoluciones empezó con Chateaubriand y Tocqueville. Esos dos autores y sus seguidores

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Eventos

apuntaron al respecto la diferencia entre la Antigüedad y la era moderna. En el siglo XX, Hannah Arendt dio un matiz más abstracto a la comparación al enfatizar el contraste entre las revoluciones de la libertad y las revoluciones de la igualdad. Este ciclo de conferencias se propuso desplazar estos paradigmas y reflexionar sobre la simultaneidad del fenómeno a través de múltiples «conexiones» temporales y espaciales. A ello contribuyeron las siguientes conferencias realizadas del martes 13 al sábado 16 de octubre de 2009: • Georges Lomné (IFEA): «De la historia comparada a la historia cruzada de las Revoluciones». • Georges Lomné (IFEA): «1794, el año del “sordo rumor”. El fracaso del absolutismo ilustrado en la Nueva Granada». • Heraclio Bonilla (UN de Colombia, becario andino del IFEA) : «La Revolución Francesa y los Jacobinos Negros: Haití». • Isidro Vanegas (CEHIS, U. Externado de Colombia, ex becario del IFEA): «El concepto de Revolución en la Nueva Granada». • Daniel Gutiérrez (CEHIS, U. Externado de Colombia): «Los Colombianos en París (1822-1830)». Para realizar estos dos primeros ciclos, la Fundación Álzate Avendaño convocó universidades, academias de estudios en historia, institutos de investigación y semilleros de investigación presentes en Bogotá en el área de las ciencias sociales y humanas, al igual que al público en general utilizando las bases de datos elaboradas a raíz de eventos anteriores. La Cátedra de Historia 2010 se propuso realizar un balance de las reflexiones en torno a las independencias inscribiéndose plenamente en la celebración del Bicentenario así como en la celebración de los cuarenta años de la Fundación Gilberto Álzate Avendaño. La Cátedra postuló que las conmemoraciones temen la complejidad de los hechos y que el Bicentenario enseña que mientras unos siguen aferrándose a defender el carácter primigenio, único, o atemporal de una gesta local o nacional, otros enfatizan sobremanera el tema de la «Independencia inconclusa», una emancipación que hasta desmerecería su propio nombre por carecer de revolución social. Por lo tanto, se adelantó el argumento según el cual la entrada reciente de la América Latina en su era historiográfica debería propiciar el momento de pensar la Independencia en vez de conmemorarla bajo un color interpretativo. Un ejercicio que demandaba cierta irreverencia intelectual bajo el estricto rigor de los últimos alcances científicos. Con este fin, cinco preguntas impertinentes fueron propuestas a un ramillete de especialistas colombianos y extranjeros: • ¿Cómo deshacerse del tópico de la historia oficial? • Las Juntas de Gobierno: ¿el pueblo en revolución? • ¿La independencia: cuna de héroes? • La Independencia: ¿una catástrofe económica? • ¿Se puede imaginar la Independencia ?

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Évènements

Cada pregunta fue hecha a una dupla de conferencistas con miras a armar un debate contradictorio. Así, del lunes 4 de octubre al viernes 8 de octubre de 2010, se desarrollaron las siguientes las conferencias: • ¿Cómo deshacerse del tópico de la historia oficial? - Georges Lomné (IFEA): «Reflexiones entorno al concepto mismo de Independencia». - Beatriz González (Artista. Asesora del Banco de la República): «Verdades y mentiras de la iconografía de la Independencia en Colombia». • Las Juntas de Gobierno: ¿el pueblo en revolución? - Carole Leal (Universidad Simón Bolívar, Caracas): «Disgregación provincial y reunión confederal: El proceso juntista de 1810 en la Capitanía General de Venezuela». - Daniel Gutiérrez (CEHIS, Universidad Externado de Colombia): «Las Juntas de la Debate del 7 de octubre 2010 entre Heraclio Bonilla y Salomón Nueva Granada». Kalmanovitz sobre el tema: «La Independencia: ¿una catastrófe económica?» • La Independencia: ¿cuna de héroes? - Scarlett O’Phelan (PUCP, Lima): «Una dirigencia ambigua: la elite de Lima en la independencia del Perú». - Bernardo Tovar (Universidad Nacional de Colombia): «La fábrica de los héroes en Colombia». • La Independencia: ¿una catástrofe económica? - Salomón Kalmanovitz (Decano de Ciencias Económico-Administrativa de la Universidad Jorge Tadeo Lozano): «Consecuencias económicas de la independencia de la Nueva Granada». - Heraclio Bonilla (Universidad Nacional de Colombia): «Los empréstitos y las limitaciones de la Independencia». • ¿Se puede imaginar la Independencia? - Jaime Borja (Universidad de los Andes): «La pintura en la primera mitad del siglo XIX: El agotamiento de la tradición colonial». - Daniel Castro (Director del Museo de la Independencia): «¿A imagen y semejanza?: Madre patria e independencia como asuntos visuales». Se inscribieron 353 participantes para la Cátedra de historia 2010, a los cuales se les expidió certificado de asistencia, en una convocatoria que se llevó a cabo en

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Eventos

15 instituciones públicas y privadas de Bogotá. Se publicaron dos avisos de prensa en El Tiempo, periódico de circulación nacional y se publicitó en Redes sociales, como Facebook o Twitter y vía email a más de 3 000 correos de las bases de datos de la Fundación Gilberto Álzate Avendaño. Se debe agradecer al respecto a Liliana Cortés Garzón y, por supuesto, a Ana María Álzate, directora a cargo de la Fundación. Georges LOMNÉ

REFORMAS CONSTITUCIONALES Y CAMBIOS SOCIOPOLÍTICOS EN EL ÁREA ANDINA. UNA MIRADA CRÍTICA 1990-2010 V Cátedra Franco Andina, Bogotá-Colombia, 20-21 de Octubre de 2010 Los pasados 20 y 21 de octubre tuvo lugar en Bogotá (Colombia) la quinta edición de la Cátedra Franco-Andina de Ciencia Política, creada, en el 2005, a partir de una iniciativa compartida entre la Secretaría General de la Comunidad Andina, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia y el Instituto de Estudios Políticos de París «Sciences-Po». Organizado conjuntamente por el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes y el Instituto de Estudios Políticos y de Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional, con el respaldo de la Embajada de Francia en Colombia, la Cooperación Regional Francesa para los Países Andinos y el Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA), este encuentro convocó a investigadores de Colombia, el Ecuador, el Perú, Venezuela y Francia alrededor de una propuesta de reflexión titulada «Reformas constitucionales y cambios sociopolíticos en el área andina, 1990-2010: una mirada crítica». De hecho, la cercanía del 20 aniversario de la elección de la Asamblea Nacional Constituyente que dio origen a la Carta Magna de 1991 en Colombia, daba motivos para interesarse, no solo en lo que ésta significó en cuanto al diseño institucional y societal de este país y su —buen o no tan buen— funcionamiento; sino también, en la forma cómo, desde esta fecha, ha sido objeto de múltiples modificaciones, desviación y/o adaptación —procesos a veces calificados de «contra-reforma»—. Por otra parte, el carácter central de las Constituciones para conducir proyectos políticos, destinos de las sociedades y esfuerzos de definición nacional, lejos de limitarse al caso de Colombia, marca igualmente la historia política reciente de sus vecinos andinos. El Ecuador ha pasado por la elaboración de dos proyectos constitucionales en apenas diez años, con la ratificación de la Constitución de 2008, promovida por el presidente Correa para remplazar la aún joven Constitución de 1998. Asimismo, después de las reformas de 1994, en la Bolivia de Evo Morales y como resultado de una larga y conflictiva labor constituyente, finalmente se adopta una nueva Constitución en el 2009.

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Évènements

En paralelo, es de destacar en los procedimientos que apuntan a la aprobación de cambios constitucionales, la preocupación de los mandatarios por velar por una renovación —refundación— nacional. Y en ello, ni el Perú de Fujimori y posFujimori, ni la República Bolivariana de Venezuela hacen excepción. En base a estos fenómenos, ¿qué lecturas hacer de la referencia a la Constitución para orientar las reglas del juego nacional? ¿Cómo evolucionan las prácticas — políticas, electorales, sociales y culturales—, que acompañan los procesos o intentos de reforma constitucional? ¿Cómo, a su vez, transformaciones en las relaciones de poder inciden en la voluntad de respaldarse en cambios constitucionales? ¿Hasta qué punto los renuevos operados traen los resultados anhelados por el poder constituyente? O por el contrario, ¿cómo a veces quedan como letra muerta? ¿Por qué otorgar tanta importancia a la reforma constitucional, a pesar de que no siempre se acata la ley y la Constitución? Éstas son algunas de las preguntas que, a partir de las experiencias de Bolivia, Colombia, el Ecuador, el Perú y Venezuela y desde miradas transdisciplinarias, se propuso abordar durante el encuentro. De las discusiones, sobresalieron una serie de temas centrales, para acercarse a dichas preguntas: la correspondencia entre constitucionalismo y fortalecimiento democrático, y la preocupación por instaurar mecanismos de participación ciudadana; el reconocimiento de la diversidad étnica y cultural, y la ampliación de las Cartas de derechos; el papel de las Cortes frente a las demás ramas del poder público y la tendencia a una judicialización de la política; la articulación entre normatividad nacional e internacional; así como las interrelaciones entre Estado, instituciones y movilización social, en los procesos de reforma constitucional, sus implicaciones y efectos; de manera más general, la eficiencia —simbólica y/o material— de las Constituciones adoptadas en Latinoamérica en los últimos años. De esta manera se podría agrupar las conclusiones del seminario en torno a tres ejes: • La relación entre constitucionalismo y democracia: el principal aspecto debatido es el énfasis puesto en las constituciones sobre los espacios de representación y participación, y por ende la legitimación de un proyecto político mediante la herramienta del cambio institucional. El segundo aspecto debatido se refiere a los procesos de difusión o socialización y (re)apropiación de la Constitución por las sociedades. Se evidencia la continua construcción de la Constitución, que no es un «producto acabado». Los obstáculos a los objetivos plasmados en la Constitución son de diferente índole, pero se ha resaltado específicamente el hecho que las prácticas políticas y la pugna de poderes (legislativo/ejecutivo o ejecutivo/judicial) alteran la legitimidad de los espacios y procedimientos de debate y minimizan la eficacia de los procesos de cambio. • Las expectativas frente a la Constitución como herramienta de refundación política: se hizo una distinción entre varios «modelos» de constitucionalismo y sus orígenes ideológicos, destacándose el «constitucionalismo aspiracional» y se subrayó el poder de los símbolos inscritos en las constituciones. Asimismo se destacó cómo las expectativas puestas en el cambio constitucional contrastaron

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Eventos

con realidades políticas y sociales que no permiteron plasmar en la práctica los ideales expuestos en el texto; esto conllevó el riesgo de la pérdida de legitimidad del cambio constitucional como herramienta del cambio político. Los problemas destacados fueron relacionados con el hecho de que los contextos sociales, económicos y/o políticos eran poco propicios para implementar los amplios anhelos constitucionales. De allí surgió la necesidad de entender los impactos del desfase entre idealismo constitucional y realidades o prácticas poco favorables. • La tensión entre «estado de derecho» y «estado de derechos»: se analizó la transcripción de objetivos socioeconómicos como «derechos» y la importancia acordada a los derechos individuales/colectivos, de tercera generación, tanto cívicos (participación/deliberación) como económicos y sociales (derecho al agua, a vivir en un ambiente sano, etc.). Pero se enfatizó la consiguiente duda que estos nuevos derechos acarean sobre la jerarquía de derechos, la repartición de poderes, la organización institucional y la toma de decisión política. También se hizo hincapié en la relación entre efectos materiales y simbólicos, su eficacia y su legitimidad. Los problemas destacados fueron los conflictos institucionales sin salida, debidos a los excesivos desequilibrios de poder, la tensión entre lo individual y lo colectivo, la pugna de poderes o entre instituciones y actores sociales. Este debate académico sin duda se verá reforzado en Colombia por la celebración, en julio de 2011, de dos décadas de la Constitución de 1991. Esta es la oportunidad para profundizar el análisis de los proyectos políticos que hoy usan el constitucionalismo o el reformismo constitucional como una forma de implementar cambio político en los países andinos. Los interrogantes debatidos durante el seminario estimulan la investigación sociológica acerca de estos proyectos políticos procedentes de una profusión de actores con horizontes e ideologías distintos. Es imprescindible realizar un balance de estos proyectos y de los contextos culturales, sociales, económicos y políticos en los que surgieron, así como de las similitudes y diferencias en las trayectorias de los países andinos.

Julie MASSAL, Virginie LAURENT

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SIMPOSIO INTERNACIONAL «EL PARAISO DEL DIABLO». ROGER CASEMENT Y EL INFORME DEL PUTUMAYO UN SIGLO DESPUÉS Bogotá 26 a 29 de octubre de 2010 Organizado por la Universidad Nacional de Colombia (sede Bogotá y sede Amazonía) y la Universidad de los Andes con el apoyo del Instituto Francés de Estudios Andinos, este simposio tuvo lugar entre el 26 y el 29 de octubre de 2010 en Bogotá (en el salón oval de la UNAL y el auditorio Lleras de UNIANDES). Fue coordinado por Roberto Pined, Carlos Páramo (Universidad Nacional) y por Claudia Steiner (Universidad de los Andes). El evento tenía como propósito conmemorar los 100 años de la publicación del Informe de Casement sobre las atrocidades cometidas en el Putumayo por los caucheros de la Casa Arana. Roger Casement (de origen irlandés) era cónsul británico y adelantó en 1910 una investigación a solicitud del Parlamento inglés en la región del Putumayo —zona por aquel entonces en disputa entre el Perú y Colombia— para averiguar las acusaciones de maltrato de los indígenas por parte de la Peruvian Amazon Company (ex companía Arana con capital inglés). Su informe tuvo muchas repercusiones a nivel internacional denunciando los efectos de las grandes economías extractivas en el exterminio de las poblaciones nativas del mundo colonial. Para tal propósito el simposio reunió un panel de distinguidos especialistas procedentes de varios países e instituciones académicas (Colombia, el Perú, Francia, Irlanda, el Brasil, Norteamérica) así como también representantes de distintos pueblos amazónicos que sufrieron a principios de siglo la explotación del caucho (Andoque, Ocaina, Uitoto). La charla inaugural del simposio (Roger Casement and the defense of human rights: the Putumayo case) estuvo a cargo de Séamas Ó Siocháin, profesor de Antropologia de la National University of Ireland Maynooth, editor del Irish Journal of Anthropology y especialista mundial de la vida y obra de Sir Casement. Esta charla se focalizó sobre el desarrollo del pensamiento de Casement referente a los derechos humanos y la defensa de los pueblos amazónicos a partir de su experiencia africana en el Congo y la pregnancia de las teorías racistas a principios del siglo XX. Varios otros temas fueron tratados, como el proceso de reconstrucción de la memoria histórica de las victimas indígenas del genocidio con la constitución del Resguardo indígena Predo Putumayo (Fany Kuiru Castro, abogada Uitoto), o a través de la producción de narrativas (Anastasia Candre Yamacuri, poeta Ocaina; Marceliano Guerrero, cacique Andoke). Se analizó también la trayectoria de varios personajes importantes vinculados a la cauchería, como la del explorador francés Eugène Robuchon que desapareció en circonstancias oscuras en el río Caquetá en 1906, probablemente víctima de la casa Arana (Juan Alvaro Echeverri), o la vida de John Brown, ciudadano norteamericano contratado por Arana y que fue uno de los protagonistas que más informó sobre las atrocidades cometidas en el Putumayo (Ramiro Rojas Brown). Se habló también del propio Casement y del contexto colonial (Carlos Paramo, Roberto Pineda, Michael Taussig, Jean-Pierre Chaumeil)

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o todavía sobre las visiones en torno a la selva y el caucho (Claudia Steiner, Margarita Serje, Erna von der Walde). Freddy Espinosa, por su parte, reflexionó sobre la presencia de Casement en el Brasil entre 1906 y 1909 mientras que Manuel Cornejo analizó la manera con la cual la prensa limeña trató la visita de Casement y la cuestión del Putumayo, contrastándola con el trato que le reservó la prensa colombiana. Por fin Juan Gustavo Cobo Borda, famoso poeta y ensayista, miembro de la Academía Colombiana de la Lengua, comentó y rindió un vibrante homenaje a la última novela de Mario Vargas Llosa, El sueño del celta, que narra precisamente parte de la vida de Roger Casement desde sus viajes al Congo y a la Amazonia y su trágico destino. El día 29 se clausuró el evento con un encuentro general con los estudiantes (moderado por Carlos Alberto Uribe de UNIANDES) referente al tema «Escribiendo sobre narrativas del terror». Este simposio y las nutridas y muy interesantes discusiones que suscitó, aportaron nuevas reflexiones no solamente sobre la figura compleja del propio Casement y el proceso colonial, sino también sobre la fabricación y la escritura del terror, sobre la manera de recordar, narrar y escribir la violencia, especialmente cuando dicha violencia viene de adentro, es decir cuando fue sufrida por el propio narrador. Un tema crucial hoy en día, especialmente en el Perú donde se inició hace muy poco, como bien se sabe, el proyecto de un Lugar de la Memoria.

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Jean-Pierre CHAUMEIL


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