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Pág. 4 | Refugiados: nuevo desorden global Acompañado de fotos de Olmo Calvo tomadas en la frontera húngara, artículos de Santiago Alba Rico, David Perejil y Javier de Lucas. Y con una coda desde la otra orilla del mediterráneo a cargo de El Harbi El Harti. Pág. 34 | Entrevista a Pablo Iglesias A pocas semanas de las elecciones generales, Jorge Lago entrevista a Pablo Iglesias. Fotos de Dani Gago. Pág. 44 | El humor como arma en disputa Nagua Alba y Emma Álvarez Cronin sobre las redes, internet y la acción política necesaria para luchar contra la reproducción de los roles sociales discriminatorios. Pág. 47 | Estar (a) la última Pensamientos sobre mujeres, precariedad y tecnología a cargo de Remedios Zafra. Pág. 50 | Un Plan de Garantía de Rentas contra la pobreza y la desigualdad José Antonio Noguera se sitúa frente a la siruación de emergencia social, y proporciona marcos de análisis y medidas para garantizar una vida digna. Pág. 52 | Reflexiones colectivas para el cambio en España 30 firmas para un tema común, la posibilidad histórica que se abre el 20D, y el papel que puede jugar Podemos. Pág. 68 | Nuevos episodios nacionales II Santiago Auserón nos cuenta tres escenas recientes en la historia de la música popular española.

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Pág. 70 | La construción de lo popular en la cultura y en la política Eduardo Maura sobre lo colectivo, lo individual y lo cambiante de la cultura popular. Pág. 74 | Pidiendo un Mairena desde hoy El personaje de Machado articula la reflexión de Germán Cano y Gonzalo Velasco. Ilustración de Tana Simó. Pág. 78 | La emergencia social española, reflejada por las letras de hip-hop Victor Lenore sobre la actitud combativa en el rap español. Pág. 82 | Machismo, a todos mata Cristina A. enumera las consecuencias del machismo en los hombres heterosexuales. Pág. 84 | Cuando se acaban los caminos empieza el verdadero viaje Jorge Moruno cuestionando los pilares simbólicos de lo empresarial. Pág. 88 | ¿Cambiamos?: elecciones en Argentina Luciana Cadahia sobre la situación argentina. Pág. 90 | Los cínicos que seremos La ilusión que nos articula, por Ignacio Trillo Imbernón. Pág. 94 | Un estallido social Manuel Guedán sobre la indignación y sus límites. Pág. 102 | Fundamentos del Programa de Podemos


DIRECTOR: Jorge Lago. CONSEJO DE REDACCIÓN: Sarah Bienzobas, Germán Cano, Alejandro Cerezo, José Enrique Ema, Elena Gallego, Manuel Guedán, Clara G. Ajenjo, Eduardo Maura, Adrià Porta y Nacho Trillo. DIRECCIÓN DE ARTE: Chano del Río. La Circular es una revista trimestral del Instituto 25 de Mayo para la Democracia, Fundación de Podemos. www.lacircular.info | www.instituto25m.info FOTOGRAFÍAS DE CUBIERTA: DANI GAGO Y CHANO DEL RÍO


REFUGIADOS: NUEVO DESORDEN GLOBAL

Acompañado de fotos de Olmo Calvo tomadas en la frontera húngara, artículos de Santiago Alba Rico, David Perejil y Javier de Lucas. Y con una coda desde la otra orilla del mediterráneo a cargo de El Harbi El Harti.

Reportaje fotográfico Olmo Calvo



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Oriente Próximo: revoluciones, guerras frías, guerras inter-imperialistas

Por Santiago Alba Rico

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omo casi siempre a lo largo del último siglo, Oriente Próximo y la llamada región MENA (Oriente Medio y Norte de África) vuelven a ser la trágica linterna que revela el estado del mundo. Bajo la aparente continuidad, sin embargo, los levantamientos del 2011 y sus consecuencias marcan un tournant sin retorno, fuente e indicio de lo que con razón la prestigiosa revista francesa Esprit llama “nuevo desorden global”. Si en términos humanos las víctimas de ese nuevo desorden son, como siempre, los pueblos de la zona, en el ámbito geopolítico la novedad tiene que ver con la “promiscuidad” de las alianzas, la multiplicación de los actores implicados y, por supuesto, con el peligroso debilitamiento de la superpotencia vencedora de la Guerra Fría. Así lo escribía a finales de octubre de 2015 el conocido teórico marxista Immanuel Wallerstein: “No sólo Estados Unidos ha dejado de ser una potencia hegemónica, sino que ya no es siquiera el actor más poderoso de esta fragmentada región. Su renuencia a admitir esta realidad para sí es un peligro para el mundo entero”. Para abordar este decisivo “cambio de época” es necesario, en todo caso, fijar rápidamente los nudos históricos que han moldeado la zona. Aún a riesgo de dejar otros a un lado —como la guerra civil libanesa entre 1975 y 1990 o la revolución iraní de 1979— conviene llamar la atención sobre cinco acontecimientos sin los cuales es imposible comprender ni las transformaciones ni las continuidades en la región. El primero, hace ya casi cien años, tiene que ver con la descomposición del imperio turco y la firma del acuerdo Sykes-Picot (1916) mediante el cual las dos potencias coloniales de la época, Inglaterra y Francia, se repartieron el espacio otomano y crearon las artificiales fronteras aún vigentes. Esta reconstrucción

petroleros de la región y el control ideológico saudí a través de la difusión de la corriente más retrógrada y fanática del islam: el wahabismo. Este doble control sirvió en el marco de la Guerra Fría para combatir los proyectos panarabistas que, con Gamal Abdel Nasser y los partidos Baaz, llegaron al gobierno en Egipto, Siria e Iraq en los años 50 y 60 del siglo pasado. El tercer acontecimiento, muy próximo en el tiempo, es la recolonización occidental de Oriente Próximo, en pleno proceso de descolonización, a través de la creación traumática del Estado de Israel, fuente de guerras e intervenciones criminales y obstáculo mayor hasta hoy para la democratización soberana de la zona. El cuarto es la invasión y ocupación de Iraq por parte de EEUU, acción delictiva que, como indica la revista Esprit, marca el comienzo de la decadencia imperial estadounidense: EEUU reforzó así el protagonismo regional de su archienemigo Irán, abrió el camino a al Qaeda y el Estado Islámico, introdujo el conflicto sectario en la zona y disolvió brutalmente el tejido social e institucional sobre el que podía haber apoyado su dominio. El quinto acontecimiento es, a mi juicio, el decisivo en términos políticos, pues cuestiona el orden —y la violencia— surgido de los otros cuatro. Me refiero a los levantamientos, intifadas y revoluciones que, desde Túnez, sacudieron toda la región, de Mauritania a Bahrein, a partir de enero de 2011. En nombre de al karama (la “dignidad”, cifra que sintetizaba derechos sociales y políticos al margen de cualquier alineamiento ideológico), los pueblos de la zona, árabes o no, dejaron fuera de juego durante algunos meses las tres fuerzas trillizas que habían sometido y ocultado la voluntad popular desde 1945: las dictaduras locales, las intervenciones extranjeras y el yihadismo radical. Por un momento quedó también fuera de juego la visión islamofóbica de los medios de comunicación occidentales, que

frankensteiniana de la zona es inseparable de la llamada Declaración Balfour de 1917 por la que el Reino Unido prometió al sionismo la creación de un “hogar judío” en Palestina. El segundo acontecimiento es otro acuerdo, el firmado el 14 de febrero de 1945 entre el rey de Arabia Saudí, Abdel Aziz, y el presidente de los EEUU, Franklin D. Rooselvet, acuerdo que permitió el control estadounidense de los recursos

“descubrieron” unas sociedades inesperadas con deseos y aspiraciones semejantes a “los nuestros”. Asistimos al “deshielo de la Guerra Fría” en la región MENA con 20 años de retraso. Pero ese “deshielo”, reaccionario en Europa del Este y transformador y progresista en América Latina, no contó en el “mundo árabe” ni con patrocinadores ni con partidos organizados y activó por eso mismo toda una serie de contrarrevoluciones


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convergentes que, al mismo tiempo que acallaron las reivindicaciones transversales originales y promovieron los conflictos inter-civiles, sacudieron el tablero geopolítico regional y reconfiguraron las relaciones de fuerza. El secuestro por parte de la OTAN de la rebelión libia señaló el principio de este “desorden global” que tiene su continuación en el golpe de Estado egipcio y su colofón paradigmático en Siria, vía muerta de las revoluciones de 2011. Casi cinco años después, la impresión es la de que nada o muy poco ha cambiado. Vuelven con violencia renovada, en un escenario de caos, guerra civil y enfrentamiento sectario inducido, las tres fuerzas trillizas contra las que se rebelaron los pueblos durante la llamada “primavera árabe”. Pero ese retorno es en buena parte una ilusión. En primer lugar porque esas fuerzas trillizas están muertas; son —lo digo a menudo— muertos vivientes o zombis y, si bien es cierto que los zombis pueden controlar el mundo por toda la eternidad, las intifadas de 2011, y la resistencia hoy de la sociedad civil, revelan que las poblaciones no creen en ellas, como no creen, en general, en el viejo mundo de la Guerra Fría. Incluso el Estado Islámico —la más “popular” de las tres— no sólo es muy minoritaria sino que se alimenta de una “radicalidad” directamente relacionada con el “fracaso de la revolución de la dignidad”. Como dice el antropólogo Alain Bertho, no estamos asistiendo a “una radicalización del islam sino a una islamización de la radicalidad”. Esa radicalidad se alimenta precisamente de la ferocidad de las otras dos —dictaduras e intervenciones— y sólo puede desaparecer con ellas. Pero ese “retorno de los zombis” es una ilusión asimismo porque se produce en un marco geopolítico enteramente trastocado —primero— por la ocupación estadounidense de Iraq y sus consecuencias y —después— por la reacción local e internacional contra las intifadas “árabes”. Como bien indica Wallerstein, estos dos acontecimientos han desplazado la hegemonía de EEUU, un actor en decadencia pero infinitamente armado, que va hoy a remolque tanto de sus aliados en la zona (Israel, Arabia Saudí o Egipto) como de sus rivales (Irán, Rusia o Hizbullah). De hecho, la “promiscuidad” creciente entre aliados y rivales hace muy difícil trazar líneas tranquilizadoras de separación entre unos y otros que permitan tanto estabilizar la nueva ebullición volcánica (y conseguir, por ejemplo, un acuerdo de paz en Siria) como orientarse “ideológicamente”.

turco-qatarí, los saudíes han financiado y armado a los salafistas y yihadistas, pero también a militares golpistas “laicos”, como el general egipcio Sisi o el coronel libio Hafter. En este enfrentamiento EEUU tomó partido inicialmente por Turquía, Qatar y los HHMM, pero no tuvo más remedio que inclinarse luego ante los hechos consumados y aceptar los nuevos regímenes impuestos por Arabia Saudí. La otra guerra fría es la que enfrenta a Arabia Saudí e Irán y que explica sin duda la deriva sectaria y apocalíptica de la guerra siria y, más recientemente, la “instrumental” guerra en Yemen, provocada por los saudíes, con el apoyo israelí, contra el acuerdo nuclear firmado entre Washington y Teherán. Como bien razona Alain Gresh, la guerra en Yemen ha “aliviado” la otra guerra fría y aproximado de nuevo a Arabia Saudí, Qatar y los HHMM, pero en cualquier caso ha puesto en evidencia las dificultades de EEUU, a quien se ha impuesto un nuevo conflicto bélico que no deseaba y que no puede controlar. Por lo demás, en el ovillo de estas dos guerras frías, se cruzan Rusia e Israel, amigo y enemigo de Irán pero aliados entre sí, cuyo papel en Siria, muy diferente pero igualmente dañino, no facilita desde luego el final del conflicto. En el centro de todas las tensiones, comodín de todos los actores e intereses en concurso, pero dotado de su propia agenda, el Estado Islámico se robustece y agrava este nuevo “desorden global” de “promiscuidad” creciente en el que, una vez más, son los pueblos los que salen perdiendo -casas, vidas, tierras, soberanía, libertad. Como quiera que sea, hay que aceptar que, tras las revoluciones derrotadas de 2011 y las guerras frías y calientes en toda la región, el Próximo Oriente, tal y como insiste el periodista Javier Martín, nunca volverá a ser el que conocimos. En algún sentido, los acuerdos de Sykes-Picot, cien años después, han sido suspendidos de hecho –y paradójicamente por los islamistas, no por los nacionalistas árabes– y será muy difícil restablecerlos, pues el nuevo “reparto colonial” tendrá que incluir a Rusia, Irán y Arabia Saudí y marginará definitivamente a Francia e Inglaterra. El papel de EEUU, fundamentado en su armamento y sus bases militares, será cada vez más el de acompañar los intereses de las subpotencias aliadas, muchas veces contradictorios entre sí, y el de acomodarse en los huecos dejados por sus rivales. Todo hace pensar que, cualquier cosa que haga, Washington la

Baste pensar, en este sentido, en las dos “guerras frías” subterráneas que determinan realmente los cambios acontecidos en los últimos cinco años. Una es la que enfrenta a Arabia Saudí con Qatar y Turquía y que ilumina en buena parte tanto el crecimiento de los Hermanos Musulmanes y sus ramas locales en 2011 como el golpe de Estado egipcio o el caos en Libia: para acabar con la Hermandad Musulmana, apoyada por el eje

hará mal, en detrimento de sí mismo y de los pueblos de la zona. En este contexto de guerras inter-imperialistas, más parecido al de la Primera Guerra Mundial que al de la Guerra Fría, saturado de armas, volátil y promiscuo, crepitante de divisiones “sectarias” inducidas, los pueblos tendrán que finalizar todos los deshielos y acometer la obra de democratización fallida que comenzaron en 2011.


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Por David Perejil

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¿Por qué huyen los refugiados desde Oriente Medio? Siete claves, siete heridas abiertas

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omo una lluvia fina, siempre estuvieron ahí presentes. Al menos en los dos últimos años. El tiempo en que más de tres millones de refugiados sirios llevaban viviendo sobre todo en Turquía, Líbano y Jordania. El tiempo en que muchas personas, en especial africanas, intentan acceder a Europa por las aguas del Mediterráneo, convertido en una cruel fosa común, “que los gobernantes europeos saben que hace la criba”, según recordaba con sarcasmo un cooperante de Médicos Sin Fronteras, ante la imposibilidad de cauces legales para emigrar o solicitar asilo en el continente. Unas 2.500 personas ahogadas en el Mediterráneo en los nueve primeros meses de este año, frente a las 3.500 que perdieron su vida en 2014, según Acnur. Un goteo apenas visible sólo cuando hay naufragios de centenares de ellos. Como unas pequeñas gotas, convertidas en tormenta de verano, frente a los huracanes de otros lugares, aparecieron en verano de este año. La cuestión de los refugiados estaba sobre el tablero de Europa, una herida abierta más en la construcción de una Unión que aún puede torcerse hacia otras rutas, así lo demostraron las iniciativas ciudadanas y políticas de bienvenida a los refugiados que se oponían a la xenofobia nada implícita de muchos países. Solidaridad de unos cuantos frente a los peores demonios (de vuelta con nuevos disfraces) de la historia del continente europeo. Enfrente también, hay una crisis de derechos de asilo y migración. Un asunto que había sido orillado, aparcado entre los miedos y temores de las crisis económicas y las carencias de una integración de personas de otros orígenes en muchos países. Pero que volvió a aparecer con fuerza, aunque fuera a costa de recordar que la protección del refugiado es uno de los escasos tesoros de la pequeña y problemática arquitectura de derechos internacionales que se construyeron para superar la barbarie de la Segunda Guerra Mundial.

diferencia de categorías, que no derechos, vuelve a oscurecerse entre cuotas sin resolver en las mesas de Bruselas.

Durante unos días, la diferencia de derechos entre refugiados y migrantes, tan fina como aquellos que abandonaron Malí en 2011 sin saber que en 2012 tendrían un conflicto en su parte norte y pasarían –siempre personas con sueños y dignidad– a ser otra cosa en el camino a Europa, pareció que significaba que aquellas personas que querían una vida económica mejor, no tenían ningún derecho. Pocos meses después la

grupos yihadistas, primero locales y más tarde la irrupción del autodenominado Estado Islámico que se aprovechó del caos en Siria e Irak para crecer y multiplicar su fanática ideología, cocinada al calor de conflictos y de las visiones más retrógradas de la religión musulmana expandidas a golpe de petrodólar desde el Golfo en los últimos 35 años. La llegada del Estado Islámico puso de relieve el constante incendio, como un pozo de petróleo en

Las raíces del efecto expulsión

Pero no era una tormenta tropical, ni un huracán, ni un tsunami. No era eso, lo que había obligado a escapar de Qamishli a Shivan, pagando 10.000 euros para cruzar Turquía, Egipto y luego subirse en un avión por Brasil, Argentina y Ecuador hasta poder solicitar asilo en Madrid sin que le detuvieran antes. Ni lo que obligó a que Rana y toda su familia abandonaran el campo, ya barrio, de refugiados palestinos de Yarmouk. Ni tampoco lo que forzó a Kamal a dejar sus estudios y trabajos médicos en Zabadani. Todos ellos, ya en diciembre de 2013, debieron huir: un kurdo que desertó del ejército de al Asad porque no quería matar a opositores desarmados, una palestina que fue delatada por vecinos por participar en manifestaciones contra el régimen, un médico ciudadano que creó hospitales clandestinos para atender a los heridos de los alzados que eran detenidos en los centros oficiales. No, el efecto expulsión era la matroska de conflictos en que se ha convertido Siria cinco años después de aquellas manifestaciones pacíficas que pedían reformas a la brutal dictadura en 2011 y que fueron contestadas con la muerte de unas 6.000 personas. Días en los que primaban los esfuerzos de grupos y jóvenes con demandas revolucionarias de cambio y que resaltaban la unidad del pueblo sirio por encima de las confesiones y divisiones étnicas. Desde entonces, la muñeca rusa dejó ver otros conflictos: la militarización de la revuelta, la toma de ciudades y terreno por parte de las brigadas, las diferentes oposiciones, el conflicto como un tablero de ajedrez de todos los conflictos de Oriente Medio con Irán, Arabia Saudí, Turquía y Catar en primer plano, y EEUU, la UE y Rusia en segundo; y a partir de 2013, el creciente peso de


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perpetua combustión, en que ha devenido Irak tras la desastrosa intervención militar estadounidense, la mini guerra civil con tintes sectarios de 20062007, la irrupción y casi desaparición de al Qaeda tras un acuerdo nacional en un país partido de facto desde entonces en el que en los últimos años han sido claves la corrupción y la discriminación. También habría que tener en cuenta las fallas de una región en la que los nuevos y viejos poderes buscaban su supervivencia jugando todas las cartas posibles de la baraja a costa de lo que fuera. Aunque esto implicase dejar en libertad a los yihadistas que estaban en las cárceles sirias o no bombardear sus posiciones y sí hacerlo, en cambio, contra barrios y ciudades enteras a base de barriles llenos de explosivos. Tal es así, que un 70% de los refugiados preguntados en una encuesta alemana declaraban huir del régimen de Bashar al Asad y un 30% del autodenominado Estado Islámico, según recogía Laura Alzola en un reportaje de Ctxt. Y el ¿último? capítulo del desastre en Siria ha llegado con la guerra internacional abierta en la que hasta 11 países se encuentran bombardeando posiciones del Daesh, acrónimo despectivo en árabe del grupo yihadista opositor y rebelde a al Assad. El resultado de estos últimos cinco años es un país destrozado en el que han muerto más de 300.000 personas, según estimaciones del Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Pero no sólo ha sido el terrible efecto de expulsión que han provocado todos estos conflictos lo que ha empujado a que los refugiados sirios apiñados en los países vecinos decidieran redoblar sus esfuerzos por intentar entrar en Europa. Los miles que llegaron entre 2011 y 2013, con España ofreciendo cifras tan ridículas como los 135 ofertados en 2014 tras imponer visado en tránsito, o las decenas de miles de Suecia y Alemania, han aumentado hasta los 219.000 que cruzaron el Egeo para llegar a Europa, según Acnur, y los cerca de 800.000 que se prevé lo harán este 2015 por la ruta más segura de Turquía frente a los peligros de hacerlo desde Libia. Se sumaron otras causas para explicar el motivo de este incremento en el número de refugiados que luchan por entrar en Europa. En primer lugar, la falta de expectativas de los refugiados sirios que vivían en los países

con el recuerdo de sus refugiados palestinos que nunca volvieron y siguen siendo una ecuación más en la difícil fórmula de convivencia. Además, los refugiados sufrieron con la pérdida de recursos del presupuesto de Acnur, el Programa Mundial de Alimentos y las ONGs. También los deseos de tener posibilidades de desarrollarse, eso explicaba Mahmud en verano de 2015 cuando inició la reagrupación familiar, por el Egeo y a pie desde Amman a Oslo, de su padre y hermana. El coste: 15.000 euros y 4 meses de duración para un viaje que apenas dura unas horas y supone unos cientos de euros por los cauces “legales”. Él, que se había manifestado por una Siria más democrática, quería estudiar y en Jordania no podía hacerlo. Con 20 años aún no había acabado secundaria y quería poder acceder a la universidad. Su padre, tras haber logrado un empleo ilegal en Amman, quería un futuro mejor para la familia que no encontraba ni en Siria, ni Jordania y al que no podía acceder de manera legal en Europa. Y por supuesto, los juegos políticos. La cambiante situación en Turquía, país inmerso en una convulsión tras las dos elecciones en apenas un año, la ruptura de la tregua y los bombardeos a poblaciones kurdas, los graves atentados en Suruc y Ankara, la presencia de militantes del autodenominado EI en el sureste del país... Y más salidas en barcazas por el Egeo, que fueron rápidamente convertidas en eje de disputas políticas, como han puesto de manifiesto las últimas conversaciones entre Angela Merkel y Erdogan, sobre control de fronteras y fondos a cambio de más capítulos de integración europea. De esa situación, no se escapó tampoco el régimen de Assad que abrió unas fronteras hasta entonces cerradas a cal y canto, lo que animó a personas de Latakia y Damasco a aprovechar la ocasión. Eso sintieron también parte del resto de refugiados asentados en otros países, irakíes, afganos o eritreos. Se abría una oportunidad única de cruzar las cerradas fronteras de Europa. Y no cabe duda de que eso es lo que tratan de aprovechar los miles de sirios que habían terminado en los límites, a uno y otro lado, de la valla de Melilla. El destino tampoco era casual, todos saben a qué países dirigirse para encontrar empleo, formación y derechos. Pese a sus muchos aspectos criticables, Europa sigue siendo una

cercanos de una vuelta a su país de origen. Es el caso de Líbano, con fronteras abiertas durante muchos meses, con sirios retornando en viajes de ida y vuelta para ver a sus familiares. En este país fueron acogidos, sobre todo en la zona de la Bekaa y Tripolí, con generosidad pese que han llegado a suponer un 20% de su población total, pero con dificultades de integración, pues no todos disponen de derechos o carta de refugiados. Líbano aún vive

oportunidad, una isla en medio de un mar en el que otros están países están lejos –Canadá, por ejemplo, país al que no pudo ir la familia kurda de Kobane, ciudad kurda sitiada por el EI, o EEUU– o cerrados porque no quieren asumir ni un sólo refugiado, como sucede con los países del Golfo. Países que optan por mirar hacia otro lado de las consecuencias humanitarias de un juego de guerra en el que, por cierto, están plenamente implicados

¿Por qué ahora?, ¿por qué a Europa?


Dispersión. No son sólo los cuatro millones de sirios en el exterior y los 8 millones desplazados en el interior del país, ni los 3 millones de irakíes o 2,7 millones de afganos. Ni es sólo ahora. Hace

guerra entre Irán e Irak; en los setenta el conflicto en Afganistán; y en 1948 y 1967, los palestinos que tienen el dudoso honor de tener la única agencia de refugiados propia, UNRWA, frente a la Acnur. Hace más de 100 años, otras poblaciones debieron huir de masacres, como los asirios y armenios frente a las matanzas de los turcos durante la caída del Imperio otomano. Algunas personas desplazadas pudieron volver a sus lugares de origen. Otras no, como si su herencia fuera ser refugiados de por vida. Así lo declaraba una familia de armenios refugiada en nuestro país. Tras huir de Turquía, tres generaciones vivieron en Alepo hasta que en 2012 tuvieron que abandonar la ciudad. La dispersión no sólo fue provocada por guerras. El artificial y colonial reparto de

apenas una década, otros cinco millones de irakíes debieron escapar. Muchos de ellos vivieron en Siria como recordaba hace unos meses una familia en Irbid, ciudad al norte de Jordania. Huyeron de Irak a Siria, y de ahí a Jordania, como paso hacia una posible salida a Europa. Antes hubo más desplazamientos masivos de población. En la larga guerra civil libanesa muchos fueron a Siria; en los ochenta, durante la

tierras de Sykes-Picot en 1915 troceó el Imperio otomano en muchos países árabes, dejando a familias a uno y otro lado, como analiza Tamara Qiblawi, palestina residente en Líbano, en su proyecto transmedia Knowz Room. Esas fronteras se convirtieron en grandes muros, especialmente para aquellos que pasaban sus fines de semana en Jerusalén, viniendo desde Beirut o El Cairo y ahora no pueden ni soñar en hacerlo.

y no hacen nada por cumplir con sus obligaciones legales de atención a personas desplazadas.

Dispersión, identidad y proyectos antagónicos: las claves de la cuestión de los refugiados Además, la cuestión de los refugiados trae alguna claves más para los cambios que están reconfigurando todo Oriente Medio y sus alrededores en las últimas décadas. Son otros fotogramas para una película cuyo final aún no se conoce.


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Identidad. Esas líneas crearon unas realidades artificiales para una región que había vivido bajo el paraguas de provincias del Imperio otomano, cuyo destino podría haber sido uno o dos grandes reinos árabes o un país kurdo, como prometieron los países europeos, para acabar convertido en Estados distintos. El Gran Shams (Levante) en unos años se convirtió en 3 o 4 países distintos. Cien años después algunos conflictos, como el palestino, han sido el motor de una entidad muy fuerte. No sucede así en países como Líbano, un “Estado aplazado” como lo llama Elias Khoury, cuarteado en sus cantones confesionales, o Jordania, que acoge más palestinos, irakíes y sirios que sus pobladores originales. Ambos, se han convertido en la últimos años en países contenedor, que acogen a centenares de miles de personas mientras intentan lidiar con sus frágiles equilibrios internos agravados por el nuevo orden regional en marcha. A veces, el asentamiento de los desplazados ha traído aspectos muy positivos, como sucede con la integración de los palestinos en Jordania, algunos en altos cargos sociales, económicos y políticos de la elite local. Otras tantas, no. Muchos aún viven hacinados en campos de refugiados, convertidos en barrios pobres de muchos lugares, como sucede con Chatila en Beirut, caldo de cultivo ideal para que la miseria y la desintegración ofrezcan seguidores a muchos extremistas. De hecho, el caso de los palestinos es el más cruel en términos históricos. Palestina es exilio forzado. Durante la Nakba, Israel logró desplazar al 90% de la población de la Palestina histórica hacia Cisjordania y Gaza, primero en manos de Jordania y Egipto, y luego del propio Israel y los países vecinos. Por otra parte, en los últimos años, los dirigentes palestinos han forzado una política de perfil bajo, sobre todo en asuntos locales, para sus refugiados precisamente en Líbano, Jordania o Siria. Aunque con terceras generaciones de palestinos nacidos en esos lugares y con un horizonte muy oscuro respecto al retorno a sus hogares, la no implicación en la política local ha supuesto otro aislamiento más para una población palestina fragmentada, esparcida y que ha sufrido la debilidad de ser refugiada en los conflictos en sus países de acogida. Otros palestinos han decidido implicarse en las realidades de los países en los que

Muchos tienen miedo de exponer la tiranía. Pero te digo, estamos vendiendo nuestra causa por el silencio. Y silencio, ¿hacia quién? Hacia personas de nuestra propia sangre. Palestina sin Yarmuk no es Palestina”.

han vivido toda su vida. Y otros les han seguido a la distancia. Así se lo recordaba un anciano refugiado en el campo de Amaari, en Ramala, a la activista palestina Mariam Barghouti hablándole de sus compatriotas que vivían en Damasco. “Los refugiados somos bienvenidos como invitados. En el momento que actuamos por nuestra cuenta y pedimos algo, somos abandonados y presentados como matones.

de kilómetros en los casos de Argelia o Libia, ya sea por justicia con sus habitantes, o por simple egoísmo debido a que está más expuesta. También porque vivimos en sociedades cada vez más transnacionales y conectadas en las que hace falta romper con los nuevos orientalismos y occidentalismos que reemergen con ropajes nuevos a los que dibujó Edward Said. Nunca en la historia política exterior e interior estuvieron tan cerca.

Políticas antagónicas. Los últimos meses han vuelto a reforzar los imaginarios sobre un Oriente Medio que sufre uno de sus peores momentos. Como en el caso de los debates sobre refugiados y migrantes, parecería que la necesidad de atender a refugiados, cuya principal demanda es poder vivir en paz en sus países, tuviera que enterrar de manera necesaria las demandas sociales y políticas de democracia y cambio económico, de dignidad y respeto que emergieron en 2011. O incluso que los mismos protagonistas de la revolución contra el miedo a sus represivos regímenes hayan sido señalados como responsables del caos actual. Como si encender la mecha de la vida digna fuera un crimen. Como si no existieran grupos y Estados actuando en el caos de una zona en la que se ha pasado de un control unipolar a una multipolaridad agresiva, que no repara en costes humanos. En medio de lo horrible de esta situación, puede sonar hasta naíf recordar los extaordinarios meses de 2011 en que las personas y los pueblos orillaron al resto de protagonistas, que como sucede en todos los procesos históricos, no se desvanecen en un instante. O la vieja ensoñación de momentos mejores, como recuerdan quienes claman por aquellos momentos en que el panarabismo o el nacimiento de cofradías como los Hermanos Musulmanes aspiraban a reorganizar sus sociedades. Sin embargo, todos ellos, como el resto de claves son actores en pugna. El cómo se resuelva el combate de proyectos antagónicos también dependerá de qué apoyos, en pie de igualdad, puedan recibir unos y otros proyectos de cambio, entre los que se encuentran, por supuesto, dictaduras, guerras, intervenciones extranjeras y regionales y yihadistas. Lo recordaba el activista emiratí Iyad Bagdadi, refugiado ahora en Noruega, “no inventen musulmanes moderados cuando los dejaron bajo las ruedas de la represión hace apenas unos años”. Esta situación debería hacer repensar, profunda y radicalmente, las políticas europeas hacia una zona vecina, apenas a centenares


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La crisis de los refugiados: sus desafíos para la Unión Europea

Por Javier de Lucas

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uando hablamos de “crisis de los refugiados”, a mi juicio, debemos comenzar por cuestionar lo que parece evidente, porque buena parte de los tópicos, de las ideas recibidas que han prendido en la opinión pública a propósito de ese fenómeno que ha conseguido golpear durante unas semanas la sensibilidad de los europeos —foto de Aylan mediante—, son errores, cuando no falacias. Es decir, deformaciones intencionadas de la realidad. Y conviene hacerles frente. Lo que trato de subrayar con esta advertencia es que lo que venimos viviendo al menos desde octubre de 2013, cuando nos golpearon las imágenes de dos sucesivos naufragios con centenares de víctimas ante las costas de Lampedusa y, en especial, desde la madrugada del 18 de abril de 2015, fecha en que tuvo lugar el desastre que causó la muerte de más de ochocientas personas frente a las costas de Libia, no es una crisis de refugiados. Mi opinión es que hablamos más bien de un problema y de unos desafíos que, en buena medida son nuestros, aunque sus protagonistas, los que sufren, sean ellos, los refugiados. Es nuestra crisis, en varios sentidos y no la crisis de otros, como se ha construido desde una parte de los medios de comunicación y también en buena medida como consecuencia de mensajes de gobernantes europeos, a través de algunas falacias que, insisto, es preciso analizar, criticar. Como consecuencia también de nuestro fracaso, o, si se prefiere, de nuestra renuncia a responder a los desafíos del propio proyecto europeo, que acaban por desvelar contradicciones en el mismo. No se trata de negar, ni mucho menos, las dimensiones de la tragedia que viven los refugiados hoy. Pero no ahora: esto se ha

No. No se trata de un tsunami imprevisible, un desastre casi natural, aciago y frente al que no podemos hacer mucho más que activar la tantas veces mal llamada solidaridad, es decir, esa suerte de moralina que, en realidad, sirve para acallar nuestro desasosiego ante la desgracia ajena y encima hacernos con la buena conciencia de que somos civilizados y solidarios.

agudizado desde al menos hace 20 años, en estas dos primeras décadas del siglo XXI. Las estadísticas de ACNUR son muy claras en ese sentido: hablamos de más de 60 millones de personas, si incluimos refugiados y desplazados. Es como si un país de las dimensiones Italia vagara por el mundo en busca de asilo. Y sucede que esta mal llamada “crisis de refugiados” no es nueva, ni imprevisible, ni una trampa.

nosotros —menos aún, quienes nos gobiernan— podemos llamarnos a andana aduciendo sorpresa ante la primera, evidente y previsible consecuencia de todo esto: la necesidad de huir. Huir para encontrar un sitio más seguro, mejor, un refugio. Una acogida que, por cierto, les proporcionan los países vecinos, incluso con riesgo de verdadero desbordamiento. Ahí están, y no los repetiré, las estadísticas de ACNUR,

No. No es que toda la miseria del mundo —esa con la que políticos realistas y responsables nos recuerdan que no podemos cargar en exclusiva— se haya puesto en marcha en dirección al paraíso europeo, como si se tratara de los escenarios apocalípticos de The Walking Dead o Guerra mundial Z. No. Por mucho que se empeñen en insistir en ello algunos líderes políticos europeos y destacados príncipes de la Iglesia católica, tampoco se trata del desafío de una amenaza mortal, la llegada del yihadismo, del terrorismo de al Qaeda o el Daesh1, que adopta el disfraz del desamparo para ocultarse cual nuevo caballo de Troya. No estamos ante una nueva modalidad de ese fobotipo del “ejército de reserva de la delincuencia” que denunciara ya Marx. No. La llegada de algunos centenares de miles de refugiados (quizá 800.000 al final del 2015, según estimaciones de OIM, ACNUR y la propia FRONTEX) hasta las fronteras sud-orientales de la UE y, en menor medida, a las costas italianas a través del canal de Sicilia, es el resultado de causas bien conocidas y por tanto un fenómeno previsible. Lo sabíamos. Llevamos años asistiendo en directo al espectáculo de la guerra, la persecución, el hambre, la enfermedad, la muerte de millones de personas en Afganistán, Siria, Somalia, Eritrea, Libia, Sudán del Sur o Mali. Y ninguno de


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OTOÑO 2015 · LA CIRCULAR 1 Utilizar Daesh en lugar de al Dawla al Islamiya (Estado Islámico) no es una mera traducción o un acrónimo local que alude a debates sobre la representatividad del conjunto de creyentes que quiere atribuirse el grupo, que también busca monopolizar el recuerdo de los primeros Califas en el periodo de irrupción del islam, al usar su líder el nombre de uno de ellos (Abu Bakr). De hecho, se castiga en los territorios que controla a quien usa la palabra Daesh en lugar de Dawla al Islamiya porque esta palabra alude a significados peyorativos en lengua árabe, como aplastar, pisotear o sembrar discordia. Por esas razones preferimos utilizar Daesh, o en su lugar “el autodenominado Estado Islámico” para no otorgarle lo que busca su propaganda: atribuirse la representación de todos los creyentes musulmanes. 2 http://assembly.coe.int/nw/ xml/XRef/Xref-DocDetailsEN.

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3 http://www.europarl. europa.eu/committees/es/ libe/home.html 4 http://www. ara.cat/premium/ Morts-Mediterraniamesures-urgentsActuin_0_1345065565.html 5 http://www.lasexta.com/ programas/sexta-columna/ entrevista-mas-tensa-enikogyori-embajadora-hungriaespana_2015091100366. html

que nos explican que los Estados que acogen el mayor número de refugiados se llaman —por ejemplo en el caso sirio— Líbano, Jordania, Iraq o Turquía; es decir, no, ni de lejos, los de la Unión Europea. Y lo mismo sucede con los que huyen de Afganistán, Somalia, Sudán del Sur, Eritrea, República Centroafricana o Nigeria, ni del pueblo royhinga: sólo una mínima proporción consigue llegar a Europa. La inmensa, la abrumadora carga de esa acogida, la protagonizan países limítrofes, cuyos PIB están lejísimos del nuestro. Pero podría y debería recordársenos, también, que en buena medida nada de eso nos es ajeno. Y no hablo de un vago sentimiento de piedad o de humanidad con nuestros prójimos tan lejanos. Los refugiados son nuestro problema, aunque, como trataré de hacer ver, al mismo tiempo son el síntoma de nuestro problema. Los refugiados son nuestro problema porque ante todo tenemos un contrato con ellos, con los refugiados. Un contrato, una promesa jurídica de protección y garantía, del que no podemos ni debemos desentendernos: todos los Estados de la UE son Estados-parte, es decir, firmantes de la Convención de Ginebra de 1951 y el Protocolo de Nueva York de 1966 —por no hablar de las convenciones y pactos que reconocen lo allí aprobado: desde el Convenio Europeo de Derechos Humanos hasta la Carta de Derechos de la UE y las Constituciones de los Estados de la propia UE—. Hablamos de instrumentos jurídicos vigentes, que dejan claro cuáles son los derechos de los refugiados y los deberes que adquieren los Estados que firman esos instrumentos para garantizar tales derechos. La primera y fundamental consecuencia es que no podemos desdecirnos de ese contrato, no podemos decir ahora que no va con nosotros. Tenemos la obligación de cumplir con nuestro compromiso de reconocerles y garantizarles los derechos que son el contenido del estatuto de los refugiados a quienes se reconoce como tales; bien como refugiados plenos y por tanto el contenido del derecho de asilo, bien a quienes al menos reconocemos el derecho a una protección internacional subsidiaria. En segundo lugar, los refugiados son nuestro problema porque los gobiernos que hemos votado los europeos en los últimos años

apuntalar la idea —tan falsa como reconfortante— de que se trata de fenómenos tan imprevisibles como ajenos a nuestra responsabilidad. Como si fueran consecuencias aciagas de factores naturales, del azar, o, en todo caso, de la brutalidad, del salvajismo de esos pueblos que están tan lejos de nuestra civilización y nuestras maneras, que gustan de exterminarse periódicamente, de perseguirse por sus diferencias étnicas, lingüísticas o religiosas. Pero no. Los refugiados no son un problema lejano y ajeno que ahora ha conseguido acercarse a nuestras costas. Debemos recordar que en el origen de estas huidas masivas se encuentran también nuestros intereses y negocios: por ejemplo, los de explotación de recursos minerales y energéticos en Libia o Mali; los de venta de armamento a Siria, Iraq, Somalia, Eritrea o Afganistán; los de tecnología de desecho y contaminante del que el archiejemplo es Nigeria. Y no sólo son nuestro problema por la responsabilidad que tenemos en las causas que desatan la necesidad de huir. Se trata también de nuestra indiferencia, de nuestra responsabilidad por omisión ante la persistencia de esos factores desencadenantes de la huida. Y recordaré el ejemplo de Siria: ¿acaso carecemos de responsabilidad por nuestra indiferencia ante cuatro años de genocidio y guerra civil que han devenido en un multienfrentamiento sanguinario y que sólo ahora, en las conversaciones de Viena que acaban de comenzar a finales de octubre de 2015, parecen ser abordadas para evitar el primer mal, la guerra? ¿Desconocemos quién arma al Daesh, a las milicias franquicias de al Qaeda, al régimen de Al Assad o al dictador de Eritrea? ¿Hemos adoptado sanciones y bloqueos a quienes se enriquecen con esas ventas? No, porque o bien son aliados nuestros —Arabia Saudí el primero—, o rivales con los que no queremos negociar como Rusia, China o Irán, o bien, directamente, somos nosotros mismos, nuestras propias empresas e industrias de armamento y tecnología.

son, en no poca medida, responsables por acción y/o por omisión de eso que ahora llamamos erróneamente catástrofes humanitarias, es decir, de los acontecimientos que obligan a los refugiados a huir. Y al hilo de este argumento me permito insistir una vez más en el juego perverso de términos y conceptos. Nos gusta llamarlos así, “catástrofes”, “emergencias”, “desastres”, cuando no directamente “tsunamis”, porque parecen

llamamos “crisis de refugiados” es la verdadera crisis europea, en un sentido tan profundo que quizá requeriría otro Husserl para glosarla. Se trata de una crisis europea, porque amenaza con hacer naufragar al proyecto europeo. Y es así porque la crisis de los refugiados se ha convertido en la prueba de fuego de los principios, de las instituciones, del proyecto mismo para el que nació la UE: ha desnudado nuestros problemas de fondo

Crisis europea: falacias y contradicciones del proyecto europeo Esa crisis de los refugiados es, en realidad, otra cosa, el síntoma de nuestro problema. Porque lo que ha aflorado a propósito de esta que


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como europeos, como ciudadanos de la UE. Ha sacado a la luz contradicciones entre los objetivos del proyecto. Falacias sobre las prioridades y los medios supuestamente necesarios —la inatacable racionalidad y prioridad absoluta de las políticas de contención del déficit, por ejemplo— y ha desvelado, otra vez, que el rey está desnudo, que tras la tramoya de reuniones, burocracia, cargos, funcionarios, privilegios y todo eso que llamamos “Bruselas”, no hay nada que valga la pena si perdemos su sentido, su razón de ser. Dicho de otra manera; el proyecto europeo está en riesgo de perecer porque hemos tratado de sustituir la razón política, la que da sentido al mismo, por la instrumental, un discurso pretendidamente verdadero, que secuestra la racionalidad en régimen de monopolio, el del liberalismo económico y sus dogmas supuestamente científicos, en el que naufraga la cuestión del sentido: qué sentido tiene unirnos como europeos. Advertiré que no quiero hablar en estas páginas de los problemas técnico-jurídicos de un sistema europeo de asilo, que los hay y constituyen un enorme desafío. Pero para el que existen respuestas y bien conocidas, ofrecidas incluso desde dentro de las instituciones europeas. Por ejemplo, en la resolución 250/2015 de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa The Human Tragedy in the Mediterranean: inmediate Action needed2, en las intervenciones de las eurodiputadas Roberta Metsola y Cécile Kyenge para la Comisión de derechos y libertades del Europarlamento3, o en las sugerencias de los eurodiputados Ska Keller y Ernest Urtasun en su artículo Actúen4. Ahí se pueden encontrar respuestas a cuestiones de este tipo: ¿cómo garantizar vías seguras y legales para plantear las demandas de asilo? ¿Cómo establecer un verdadero sistema europeo de asilo, es decir, estable, mejor, permanente y común, un sistema que ha de ser obligatorio y proporcionalmente compartido por todos los países de la UE?

cuotas. Y entonces aparecen cuestiones de enorme complejidad: ¿Por qué tiene derecho al asilo el refugiado numero 160.000 y no el refugiado número 160.001?, ¿podemos desentendernos de éste y de los que le sigan?, ¿son menos refugiados? No digo que tengamos que garantizar efectivamente el asilo a todos los refugiados del mundo. Ante todo porque esa es una hipótesis contrafáctica: la inmensa mayoría de los refugiados del mundo no van a venir, no pueden llegar a las fronteras europeas. Pero sobre todo esa cuestión nos interpela acerca de los medios que estamos dispuestos a adoptar para contribuir a garantizar ese derecho. Lo que significa qué medidas debemos adoptar para hacer más fácil el acceso legal al derecho de asilo y evitar que se jueguen la vida intentando llegar hasta donde les permitimos plantear su demanda. Aún más, lo decisivo es nuestra contribución a que desaparezcan las causas que obligan a millones de personas a huir. ¿Qué debemos hacer para acabar con la guerra en Siria, en Afganistán, en Mali, en Libia?, ¿y para acabar con las dictaduras y los Estados fallidos en Eritrea, Sudán del Sur? Mientras tanto, no podemos ser ciegos a la evidencia de otro desafío político y jurídico: se abre y ensancha la crisis del principio jurídico de solidaridad entre los propios socios europeos (la referencia es el artículo 80 del Tratado), y se pone en evidencia una confrontación de intereses y aun de valores entre esos socios, especialmente por lo que se refiere a los del este europeo (Polonia, Eslovaquia, Rumania y Hungría), que ingresaron en la gran ampliación. No compartimos intereses, valores, prioridades y estrategias. Y se hacen evidentes también las grietas entre el norte y el sur europeos, al menos en lo referido a prioridades de intereses y estrategias. Eso es palmario en el caso de España y sobre todo Italia y Grecia, ante la “emergencia migratoria” y la “crisis de refugiados”.

Quiero hablar de otra cosa. De los desafíos políticos de fondo: discutir, por ejemplo, la contradicción entre el intento de establecer un espacio de libertad, justicia y seguridad en el que impere la libre circulación de las

Hay un último desafío, aunque en su núcleo se encuentra, paradójicamente, una razón para la esperanza política en el proyecto europeo. Me refiero al del déficit democrático de la UE, a la distancia abismal entre los gobernantes europeos

personas, y la necesidad correspondiente, pero antitética, de reforzar y aun incrementar las fronteras. Surgen nuevos muros y vallas en las rutas del sureste, desde Turquía hasta Centroeuropa (sobre todo hacia Alemania y en menor medida Suecia), tanto en la inicial, a través de Hungría, como en las que ahora atraviesan los Balcanes, y naufraga la garantía de un derecho básico, el de asilo, que no se puede supeditar a

La respuesta: más democracia, más ciudadanía europea

y una ciudadanía que recupera el sentido común, el orden de prioridades, y se pone manos a la obra para tratar de encontrar soluciones que garanticen nuestro primer deber. Ahí donde está la crisis, está la oportunidad, como dijera Hölderlin: la oportunidad de la constitución de una ciudadanía europea que ha tomado conciencia de que, antes que los juegos burocráticos y competenciales en los que se enredan nuestros gobernantes y que


les permiten, por ejemplo, utilizar su lengua de trapo para decir que “convocarán una reunión urgente para quince días después” (sic), que antes de parapetarse en la “sagrada intangibilidad de nuestras fronteras y nuestra soberanía”, hay deberes primarios correspondientes a derechos con cuya garantía estamos comprometidos. Porque lo que está en juego en la mal llamada “crisis de los refugiados” es, ante todo, tomar en serio los derechos que la UE dice defender y promocionar como signo de identidad. Nuestra disyuntiva, más allá de tecnicismos jurídicos, es si estamos dispuestos a evitar la muerte, el riesgo que corre la vida e integridad física de decenas de miles de personas que, literalmente, se juegan

Creo que la embajadora de Hungría en España puso el dedo en la llaga de nuestro cinismo, al menos de nuestro desasosiego. En una entrevista del pasado mes de septiembre5, la oímos hablar de la “política ejemplar de fronteras” que España desarrolla en Ceuta y Melilla y de la que son estandarte esas concertinas que, además, exportamos ahora por doquier. O al señalar el doble rasero de quienes, como Francia o Inglaterra, critican los campamentos para refugiados en Hungría mientras mantienen la vergüenza de Calais. Las imágenes de la “crisis de refugiados” son imágenes que, para cualquier europeo (para cualquiera que sepa algo de

su vida y la de sus hijos ante nuestros ojos. Nuestro desafío es si queremos ser coherentes y evitar la vergüenza, la indignidad que suponen las imágenes de seres humanos que huyen del peligro y se ven hacinados, bloqueados en fronteras y angustiados, mientras se agolpan desesperados en estaciones o campamentos y que, en no pocos casos, son acosados y maltratados por la policía, como hemos visto sobre todo en Hungría.

historia) evocan precisamente aquello que queremos desterrar para siempre. Aquello para lo que nacieron primero las Naciones Unidas y luego la propia Unión Europea. El primado del Derecho, del Estado de Derecho, es decir, del reconocimiento y garantía de los Derechos Humanos, como condición sine qua non de la paz y la prosperidad de las naciones.


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Yo quiero otro mundo

Por El Arbi El Harti Universidad Mohamed V de Rabat y escritor

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a crisis económica europea, acentuada por la falta de liderazgo que azota el continente, está tambaleando lo que pensábamos que era una verdad ineludible: la Europa próspera, democrática, entusiasta y transmisora del mejor modelo de convivencia que ha creado la humanidad. Si hoy parte muy importante de los parias del mundo hacen de ella su Meca, es porque piensan que sigue siendo El Dorado que la maquinaria de la globalización ha esculpido en sus imaginarios. A ningún sirio, bangladesí o libio se le ocurre ir a Arabia Saudita, porque sabe que allí está el mismísimo infierno. En nuestra idea de El Dorado europeo interactúan dinero y libertad. Bienestar, en definitiva. Desde esta orilla, que constituye un mundo complejo, contradictorio, poliédrico, peligrosamente frágil y a la vez esperanzador, como es el caso de Túnez y Marruecos, nadie nos cuenta la verdad sobre lo que está pasando en Europa, con sus 23 millones de parados, sus 80 millones de pobres y unos estados desorientados e incapaces de encontrar soluciones a lo que sus impulsos neoliberales les han llevado. Es verdad que nos llegan imágenes del trato poco humano que se reserva a los refugiados y algunos coletazos de la extrema derecha, para los cuales los “emigrantes” son la llaga donde meten el dedo y revuelven. A más dolor, más éxito electoral, construido desde la ocultación de la verdad. Dichas imágenes, evidentemente, no tienen ningún efecto disuasorio. La idea del bienestar europeo es superior a todas las voces de rechazo y satanización de los movimientos que defienden una Europa blanca y envejecida, para europeos viejos, omitiendo que la continuidad del bienestar de éstos depende de la renovación y

europea y su desmembramiento ético y político. La política exterior de los EEUU es lo que es. Su estrategia es conocida y pueden sacar tajo de dicha inestabilidad. Pero la tienen lejos. Ese no es el caso de Europa, como lo están demostrando los acontecimientos. De aquellos polvos, estos lodos. Rota Europa y su modelo, ¿qué nos quedaría a los que hemos hecho de ella nuestra referencia política, social y cultural, aunque provengamos de otros paradigmas, a veces muy distantes, incluso opuestos? Si los nacionalismos, cada vez más pródigos y más belicosos, consiguen definitivamente acogotar la hermosa idea de la casa común europea, ¿qué pueden pensar los nacionalistas periféricos, acostumbrados a vivir de las guerras y de los conflictos? En nuestro caso más particular, ¿qué quedaría de la idea de nuestra casa común magrebí? ¿En qué situación quedarían nuestras democracias embrionarias? Además del desbarajuste financiero, que depende de muchos hilos, cuyos cabos ya no se sabe quién los mueve y desde dónde, Europa ha perdido su vocación ética. En este sentido, los nuevos movimientos políticos europeos, nacidos de la voluntad y la legitimidad populares, pueden hacer mucho, tanto en lo que se refiere a la agitación y desentumecimiento de las conciencias sociales, como en el impulso de un nuevo reordenamiento del espacio político europeo. Devolver la confianza a los verdaderos dueños de la legitimidad es fundamental. La política es una labor noble y no puede ser una profesión, o al menos se ha de intentar que no se convierta en reducto para una casta que haga de ella su ganapán y estructura de dominio. Es necesario renovar el modelo, inyectándole savia nueva, ideas e ilusiones. Se trataría, en esencia, de repensar la idea

rejuvenecimiento de la mano de obra. Lo peor es que tampoco se dice que todo lo malo que le pueda pasar a Europa tendrá efectos multiplicados en la franja sur del Mediterráneo y en otras zonas del mundo, que perjudicarían, a su vez, al continente europeo. Lo que ocurre en Siria, Irak, Libia, etc…, y sus efectos directos sobre la estabilidad de la región, es la consecuencia de la falta de visión

de bienestar, defendiéndola del consumismo compulsivo capitalista, impulsando un mayor espacio de convergencia e interacción europea, sin olvidar la singularidad de los pueblos que la constituyen. Los nacionalismos nunca fueron ni solidarios ni participativos. Hacerlo es necesario como el oxígeno. Para muchos, la Meca de la democracia sigue siendo Europa.


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La indigencia europea

Por Alberto Toscano

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· Recuérdese la declaración de Pablo Iglesias, después de la entrada en el Parlamento europeo, en el sentido de que hemos terminado siendo una colonia alemana que envía su juventud educada a poner copas a Londres...

E

ste es un momento extremadamente volátil y ambiguo para los que nos preocupamos por la posibilidad de recomponer una política de izquierda en toda Europa. La dramática neutralización del gesto público hasta ahora más resuelto a oponerse a la estrategia de austeridad encarnada por la Troika, a saber, la victoria del ‘Oxi’ en el referéndum griego, ha dejado el experimento de Syriza maltratado y dividido, desgarrado, por un lado, entre acusaciones de ineptitud estratégica y traición a los principios, y, por otro, la evocación de una cuasi weberiana “ética de la responsabilidad” y un improbable “queda aún mucho juego por delante”. El arco de popularidad de Podemos ha sufrido una seria inflexión, aunque su contribución a un frente más amplio, en la estela de las victorias electorales en las contiendas municipales de Madrid y Barcelona, podría revelarse aún como decisiva. Igualmente, su compromiso con las dinámicas progresistas del movimiento secesionista en Catalunya ha añadido toda una capa de complejidad táctica e ideológica al proceso. Mientras tanto, el estancamiento postelectoral de un Reino Unido sacudido recientemente por el resurgimiento del nacionalismo escocés –y por un pronunciado discurso anti-austeridad– se ha visto afectado además por el “fenómeno Corbyn”, una suerte de cortocircuito que invierte muchas de las tendencias contrarias a la democracia de los últimos tiempos: un largo debate poselectoral cargado de revanchismo, por parte de Blair, contra el líder más izquierdista que el laborismo ha tenido en décadas (o nunca), quien a su vez ha sido capaz de revertir el persistente declive de afiliaciones al partido; una radicalización del discurso contra la austeridad, combativo y sindical, producido por un sistema electoral dentro de un partido diseñado para desacoplar del Labour Party sus afiliaciones sindicales históricamente características. Mientras tanto (cuando la victoria de Corbyn aún está fresca), los perros de presa de la restauración ya están oliendo sangre. Aún sin abordar el desastre en curso de amada “crisis migratoria”, el contexto de estos fenómenos es la acelerada condensación de

“Europa” en un significante de autoritarismo financiero, arraigado en la desigualdad que existe dentro y entre los estados y una implosión represiva. Los efectos sobre la cuestión “Europa y la izquierda”, debatida durante décadas, no pueden ser sino dramáticos. La crisis potencialmente terminal de la “integración” europea –cuyo motor principal se ha convertido sin duda en lo que el sociólogo alemán Wolfgang Streeck ha denominado el “Estado de consolidación”– arroja una luz muy diferente sobre la antinomia clásica entre una izquierda “soberanista” y una izquierda “europeísta”. Los términos de la antinomia entre soberanismo y europeísmo presentan cada vez más obstáculos, si no a las estrategias susceptibles de ser desarrolladas –pues, a pesar de esa especie de “metafísica de los movimientos” que impregna el pensamiento de la izquierda, no hay hoy ninguna señal de movimientos trans-europeos, organizaciones o instituciones portadores de una estrategia a la altura de las tareas y adversarios a los que nos enfrentamos– al menos para un mapeo del espacio estratégico. Polémicamente, afirmaría que, entre los obstáculos para un debate menos esclerótico sobre estas cuestiones, encontramos la resistencia de “Europa”, la “unidad europea” y la “integración”, como algo parecido a un “ideal regulador” kantiano o focus imaginaris. Gran parte de la retórica externa estimulante del gobierno Syriza al principio dependía de esta demanda. Cualquiera que sea nuestra estimación del valor intrínseco de las referencias a la “Europa de la solidaridad”, del antifascismo, o incluso a las dudosas aunque persistentes apelaciones civilizatorias a la “cuna de la democracia” y expresiones similares, pronto se hizo evidente que los miembros del Eurogrupo eran inmunes a cualquier idealismo, y que la apelación a una cierta “esfera pública europea”, extremadamente débil y fragmentada, nunca podría servir como un sustituto a la política del poder incluso si eso hubiese sido por necesidad una política que solo hubiera podido movilizar las “armas de los débiles” (Pasemos rápida y penosamente por encima de la fantasiosa sugerencia, lanzada en repetidas ocasiones, de que Renzi o Hollande podrían haber sido cooptados en una coalición contra la austeridad).


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Podríamos pasar el tiempo enumerando las trampas ideológicas ligadas al gesto de yuxtaponer, con escasa visión dialéctica, la Europa del Capital con la “otra Europa” de los pueblos y la emancipación, por no hablar de la dificultad (o tal vez la imposibilidad) de dejar atrás realmente la demarcación polémica entre Europa y las otras civilizaciones, culturas o continentes, supuestamente sin una relación inmanente a la democracia, la libertad, la filosofía o lo que sea. (Me gustaría pensar que una variante de la llamada a “provincializar a Europa”, como Frantz Fanon prescribió a sus lectores en los pasajes finales de Los condenados de la Tierra, podría hacer una buena política ideológica, en concreto, una dedicada a esos “europeos” que necesitan más que la mayoría atravesar sus fantasías). Cualquiera que sea la conjunción –que nunca puede ser una identidad– entre la noción de integración europea y una política emancipatoria, en distintos momentos y con diferentes propósitos, su laminación, elisión o igualacion es extremadamente problemática. Antes de profundizar en este punto, y volviendo a repasar el debate entre Wolfgang Streeck y Jürgen Habermas como un poderoso síntoma del actual impasse discursivo y cognitivo, pienso que vale la pena llamar la atención sobre algunas de las “anomalías” de la época actual, que promueven un regreso a las yuxtaposiciones familiares de “europeístas” versus “soberanistas” en una dicotomía potencialmente zombie. La primera, y más importante desde el punto de vista estratégico –y de hecho, también, más evidente–, es que los mayores desafíos o interrupciones respecto a la creciente cristalización de la gobernanza europea en un aparato financiero-represivo aparentemente insuperable han procedido justamente de los movimientos y organizaciones (a saber, las secuencias desarrolladas entre el 15M y Podemos y más allá en España, el movimiento de las plazas hasta Syriza y más allá en Grecia) que tienen un molde nacional, aunque en gran medida (aunque de ninguna forma en su totalidad) no-nacionalista. Al lado de una poderosa referencia a los intereses “populares” (con un amplio espectro más o menos explícito de política de clase o política anti-capitalista), estos movimientos han quedado definidos por tener la complicada tarea de traducir su oposición a la desposesión financiarizada a la lengua de la soberanía que junto con su, en absoluto, insignificante, si no problemático, esfuerzo por evitar acusaciones de chauvinismo o reacción al presentarlo en los términos consagrados al discurso “anti-colonial”, pero ahora transmutado en los del “colonialismo

de la deuda”. (Recuérdese la declaración de Pablo Iglesias, tras su rompedora irrupción electoral en el Parlamento Europeo, en el sentido de que hemos terminado siendo una colonia alemana que envía su juventud bien formada a poner copas a Londres...). Estas palabras son, sin duda, tan retóricamente potentes como descriptiva y afectivamente problemáticas: la indignación porque “nosotros” estemos siendo tratados como el FMI previamente trató a “ellos” (los sujetos raciales neocoloniales de África subsahariana o América Latina) no es un punto de partida evidente para una solidaridad internacionalista. Dicho esto, es imprescindible, a mi modo de ver, que la izquierda anti-nacionalista (del tipo asociado al llamado posobrerismo o a la extrema izquierda) suspenda no la sacrosanta crítica al nacionalismo, sino la idea de “soberanismo” como complejo ideológico homogéneo y homogéneamente nocivo (de un modo ambiguo, esto ha sido evidente en el apoyo a Podemos y Syriza por figuras anti-soberanistas anteriormente vociferantes, entre ellos nada menos que Toni Negri). Mi tesis aquí es que una posición a priori a favor de cualquier nacionalismo (en el sentido de una defensa de la soberanía del Estado-nación) o del federalismo es claramente imposible en el abigarrado paisaje ideológico e institucional del presente. Esto es particularmente cierto cuando la “integración” europea se ha convertido en un sinónimo de des-integración, en un sistema jerárquicamente desigual de deuda y con una gobernanza totalmente opaca del lado de las élites e instituciones estatales y para-estatales. La superposición y convergencia de tendencias en la economía política, en las formas institucionales y en las luchas populares a la luz de una narración más o menos lineal –en la que “Europa” sería tanto la escala como las apuestas en juego– o la única forma de gobernar la “globalización” o de compensar el “Imperio” liderado por Estados Unidos, simplemente ya no es sostenible sin ser fieles a un providencialismo raído. Si las tesis del marxista escocés Tom Nairn, a principios de los 70 (ver “La izquierda contra Europa”, en New Left Review 75, 1972), en contra de la ambigua oposición de la izquierda del Reino Unido al Mercado Común, podrían tener cierta fuerza, es porque trataron de revivir una combinación del realismo estratégico marxista con una estimación de la dirección histórica de las contradicciones entre fuerzas y relaciones de producción en un período de masivas luchas de clase, tanto organizadas como no. Este tipo de confianza podría parecer hoy irrisoria, como sería también una referencia

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· El futuro de la izquierda, y las fuerzas compatibles, en Europa, no parece estar en el federalismo como un arreglo institucional, sino en lo que podríamos llamar una federación de rupturas

definitiva a los Estados Unidos Socialistas de Europa, que, según Nairn, constituiría en su momento el faro de las “vanguardias” anti-CEE, una abstracta compensación ideológica de su rebelión en compromisos con ideologías de un movimiento obrero nacional y nacionalista. Hoy, en especial, cuando el abandono de las historias teleológicas lineales y providenciales se ha convertido por fin en una convicción entre los teóricos marxistas críticos –gracias al trabajo de teóricos de la talla de Daniel Bensaïd, Massimiliano Tomba, Stavros Tombazos, Neil Smith, Harry Harootunian y otros, que han seguido trabajando en la estela del último Marx, Ernst Bloch, Walter Benjamin u otros– no podemos permitir que filosofías de la historia consolatorias sigan apareciendo en nuestros debates. No hay sentido alguno en continuar pensando aún que el Capital o el Estado está “haciendo el trabajo por nosotros”, ni que haya alguna continuidad entre proyectos de élite de (de)regulación del mercado y los proyectos institucionales de las élites gobernantes, por una parte, y posibles visiones populares, por el otro. Estos fenómenos pueden, en el mejor de los casos, ser coyunturales, fortuitos. En este sentido creo que el rechazo, ciertamente no muy característico, de Toni Negri a las ideologías europeas en su artículo de 2000 “Europa, ¿una broma para los sujetos del Imperio?” es un punto de partida hoy mucho más preciso que esa esperanza fuera de lugar en una alianza de multitudes y “aristocracias” europeas que serviría para contrarrestar la reacción nacionalista y la hegemonía estadounidense, tesis que podemos encontrar en otras intervenciones suyas también recogidas en el reciente volumen Inventar lo común (DeriveApprodi, 2012), donde incluso se da la bienvenida a la visión de un euro más “progresista”. A pesar de su énfasis final en la “otra Europa” de los movimientos y la resistencia anticapitalista, el artículo de 2000 plantea el debate en unos términos que resuenan hoy: la idea de Europa, declara Negri, es una paradoja, un heterogénesis de los fines, un “hermano”, incluso, es una idea que solo se desarrolla por su propio “vaciamiento”. A finales del siglo XX, Europa y fraude de alguna manera se convirtieron en sinónimos, tanto es así que Negri escribe, en unos términos aún más inequívocos que anti-europeístas putativos como Streeck: “la orientación y el trabajo de construcción de los Estados Unidos de Europa tienen como objetivo simplemente la organización sub-Atlántica. Este es un hecho indiscutible. Uno tendría que estar borracho para no verlo”. Contrariamente a las apologías marxistas del libre comercio (analogía literal propia de

Nairn), los diversos proyectos de clase que han convergido en la estrategia dominante actual (que podría caracterizarse como “hayekiana” u “ordoliberal”, dependiendo del diagnóstico genealógico de cada uno) no pueden de ninguna manera ser comparados con el inicio de un movimiento democratizador, ciertamente porque durante mucho tiempo el fin de esta estrategia (o convergencia de estrategias), a menudo afirmado explícitamente, ha sido neutralizar cualquier expresión del control popular o incluso constreñimiento sobre las “fuerzas del mercado” (y, en este sentido, basta con citar el informe de la Comisión Trilateral de 1975 sobre el exceso de la democracia para observar una tendencia que llega hasta la actualidad). Es aquí donde encontramos el núcleo de verdad pesimista de la cruda réplica de Wolfgang Streeck en el ya conocido debate con Jürgen Habermas ante su acusación de tener “nostalgia de un Estado mínimo”. En lugar de una filosofía marxista de la historia, Streeck constata en Habermas la idea irrealizable de un salto cuántico de Europa hacia la democratización a través de una mayor integración, el efecto de una teoría neo-funcionalista que ve la escala de las instituciones políticas y su interconexión creciendo a buen ritmo sin tener en cuenta la economía política de las crisis, que son al mismo tiempo políticas y económicas. Pero es este proceso de integración el que, en los últimos tiempos, ha sido la causa de un recrudecimiento de los nacionalismos excluyentes de derecha, dirigidos expresamente a neutralizar la interferencia de los intereses populares en las transacciones de mercado. Es este proceso el que ha tratado de derogar la lucha de clases democrática dentro de las políticas nacionales en aras de una antidemocrática lucha de clases unilateral a través de instituciones privadas de cualquier supervisión desde abajo. La manera en la que, entonces, un proceso de integración tal podría ser visto como la única oportunidad para un control democrático sobre el neoliberalismo, requeriría, para el reformismo socialdemócrata, manifestar una fe en la racionalidad de las tendencias históricas que le harían partidario del Diamat [materialismo dialéctico] más vulgar. Independientemente de la simpatía o no que abriguemos hacia la propuesta defensiva “polanyiana” de Streeck –un nuevo “Bretton Woods”, monedas mixtas, una función pivotal, aunque táctica-defensiva, conforme a la devaluación de la moneda–, la parte “ideológica” de su réplica a Habermas es merecedora de apoyo, en concreto, en lo que respecta a su firme rechazo a la identificación de una política progresista en Europa con el euro –que analiza de manera convincente como instrumento de


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des-europeización– o con la Unión Europea, en cualquiera de sus formas previsibles. Es difícil en este sentido no secundar la afirmación de Streeck de que la integración europea se ha convertido en un “proyecto de modernización que ha dejado de ser moderno y cuya última oportunidad para devenir democrático se ha perdido desde hace tiempo”. Sin embargo, ¿es suficiente lo que podríamos llamar “el nacionalismo táctico” de Streeck (haciéndose eco del “esencialismo estratégico” de Spivak)? Este se presenta a sí mismo como un “expediente subversivo temporal”, una suspensión de la ejecución que no es en sí misma una solución, sino una acción intermedia, un preludio distinto a otras formas políticas necesariamente posnacionalistas y poscapitalistas, sin las cuales las crisis globales (económica, ecológica, geopolítica) nunca se abordarán correctamente. La referencia a Karl Polanyi y La Gran Transformación es por supuesto un leitmotiv permanente en los debates sobre la “resistencia” al neoliberalismo, donde estimaciones más o menos sobrias o melancólicas sobre las capacidades de las fuerzas de oposición se traducen en un deseo de “preservar” o inventar defensas contra la intrusión de mercado, para “integrar” esos mismos mercados cuya “liberación” es la obsesión ideológica dominante (podemos aquí recordar las declaraciones de Pierre Bourdieu sobre el inevitable “carácter conservador” de la oposición al neoliberalismo). Ahora bien, mientras que el doble movimiento de Polanyi –que era, por supuesto, también una teoría de los orígenes del fascismo en contra de la utopía del mercado autorregulado y el liberalismo del patrón-oro– es tal vez una fenomenología genérica acertada de nuestro momento (también presente en las reflexiones de David Harvey sobre las respuestas políticas a la “acumulación por desposesión”), la necesidad de ir más allá del nacionalismo táctico sigue siendo grande – sobre todo porque la percepción de que la UE / UEM es una jaula de hierro que se está oxidando rápidamente está muy extendida. Aquí creo que la pregunta pertinente no es la ideal-ideológica de “otra Europa”, la desesperada defensa de la soberanía nacional por sí misma o la fábula habermasiana de que el proyecto de un estado de consolidación à la Hayek o de un federalismo-ejecutivo post-democrático crecerá hasta convertirse en un proyecto democratizador pos-nacional. En ausencia de cualquier tendencia o dinámica virtuosa (las regresivos o incluso terminales son harina de otro costal...), nuestra pregunta es más bien qué constituiría una ruptura potencialmente contaminante, una ruptura “contagiosa” frente a un acuerdo institucional

del poder de clase transnacional que existe precisamente para sofocar cualquier sombra de alternativa. Me parece que, independientemente de la alergia totalmente justificada a las lenguas de la soberanía nacional, es solo en el nivel de un espacio nacional o estatal de la representación política donde una ruptura de este tipo puede buscarse –aunque no una solución– que por supuesto no puede imaginarse en el plano del Estado-nación, entendiendo por tal que el discurso político en los espacios políticos nacionales debe ser insistentemente explícito sobre el hecho de que no está atado, a la defensiva o afirmativamente, a ese espacio, ese Estado, y esa “nación”. Una ruptura que tiene que ser “localizada” en una forma u otra; es la tarea de una política de izquierda que esta localización nacional no se convierta en una orientación nacionalista. La desconcertante traducción de movimientos plurales contra la austeridad en esperanzas localizadas en formas políticas de la modernidad aparentemente moribundas, es decir, en partidos de Estados-nación (Syriza, Podemos, pero también el Partido Nacional Escocés, la CUP, y ahora el Labour Party de Corbyn) no son solo fenómenos que deban celebrarse de manera más o menos oportunista. Requieren de análisis teórico y respuesta práctica –y si es necesario, crítica implacable– por su propio bien. (Hay un cierto realismo de sentido común –junto con sus inevitables ilusiones– en el giro que ciertas energías, a menudo muy desencantadas, todo hay que decirlo, están dando a la arena parlamentaria. El hecho de que este giro esté contando con las más o menos prudentes simpatías de teóricos comunistas ferozmente antirrepresentacionistas y antiparlamentaristas como Alain Badiou o Toni Negri es un llamativo síntoma de nuestra situación política e ideológica). La creciente no afiliación o no identificación con el proyecto de integración europeo es hoy un hecho de consecuencias potencialmente destructivas, pero también reparemos en que los neofascismos, como los de la actual Hungría, bien pueden coexistir, por el momento, con una “consolidación de Estado”. El futuro de la izquierda, y de sus fuerzas compatibles, en Europa no parece estar en el federalismo como un acuerdo institucional, sino en lo que podríamos llamar una federación de rupturas, lo que podría, al menos parcialmente, rehacer, más que reformar, el espacio político y económico –así como ideológico y afectivo– de Europa. [Discurso pronunciado en la conferencia de Materialismo Histórico en Roma, el 19 de septiembre de 2015]

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Entrevista a Pablo Iglesias Por Jorge Lago

Fotos: Dani Gago

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or fin Pablo en La Circular. Se notaba su ausencia. Se le esperaba, aunque se le disculpaba. Si un medio entiende la locura mediática y el desborde de la agenda de Pablo es, claro, La Circular. Entre una sesión de fotos para una revista de tendencias y una reunión con el área de igualdad, Pablo nos recibe en su despacho. Menos de una hora para tratar los dos años desde que Podemos surgiera y cambiara para siempre la polítca española. Para tratar, también, la década que nos jugamos el 20D. Pablo tenía que ser portada y centro de este número de La Circular. Jorge Lago: En ciertos momentos de este año, todos nosotros, y tú especialmente porque tus palabras tienen siempre más repercusión, hemos hablado de la renuncia de lo que éramos que ha supuesto estar inmersos en esta vorágine. Se ha hablado menos, en cambio, de lo ventajoso, de lo positivo que ha sido en términos intelectuales y experienciales. No hablo de lo político, que obviamente es clave, sino de lo personal. ¿Qué has aprendido en términos personales estos dos años?

Pablo Iglesias: Que es mucho mejor intervenir en la historia que interpretarla, aunque en ocasiones pequemos de quejicas. Los que nos dedicábamos profesionalmente a interpretar la política, la historia, tenemos esa cierta nostalgia del tiempo dedicado a los libros, a escribir artículos y reflexionar, pero en el fondo nos encanta ser actores de la historia. Nada puede competir con eso. Por muchos que sean los sacrificios y las renuncias, la máxima aspiración de cualquier intelectual, no es ser un observador, sino un actor. Precisamente, las figuras históricas que más admiramos son aquellas que no se limitaron a interpretar la realidad, sino que aplicaron la undécima tesis sobre Feuerbach de Marx y formaron parte de la historia. J.L.: Con el peligro que supone volver después al mundo real… En mi caso, por ejemplo, editaba libros que leían apenas mil personas, ahora, cuando comparto algún texto a través de las redes de Podemos y compruebo que puede llegar a un millón de personas, pienso que quizá no va a ser tan fácil de digerir ese regreso a lo cotidiano.


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LA CIRCULAR · OTOÑO 2015 P.I.: Supongo que eso será difícil para todo el mundo, en especial para todos los que estáis en una posición fundamental, pero no en esa primerísima línea. Creo que en vuestro caso es mucho más complicado compatibilizar ciertas cosas del pasado con la locura del presente. En cualquier caso, creo que no es el momento de hacer ese planteamiento, estamos a las puertas de una batalla y a pocas horas de salir de las trincheras con las bayonetas, no nos podemos poner taciturnos y pensar en cuando no estábamos en guerra o en cuando ésta se acabe. A fin de cuentas, tengo la sensación, y creo que es compartida con muchos de vosotros, de que este año nos han dado bien, pero no nos han matado. Y si no logran acabar contigo, te hacen muchísimo más fuerte. Estoy convencido de que el último empujón que vamos a dar será arrollador. J.L.: Yo también lo creo así. Y aunque estoy de acuerdo con pensar en términos de batalla, lo cierto es que quería obligarte a salir un poco, buscar una tregua, para luego entrar de nuevo. Te voy a leer una frase a ver si recuerdas de dónde es y para saber si sigues de acuerdo con ella: “Estos chicos no son menos revolucionarios que los bolcheviques pero son… P.I.: …mucho más inteligentes, han aprendido que cambiar el mundo es atravesar las consciencias”. ¿Algo así? J.L.: Sí. “Son conscientes de que modificar la sociedad hoy significa pasar a través de las consciencias”. Es la cita de Negri con la que arrancas tu tesis. Justamente después de estos dos años de darnos de bruces con una realidad difícil de moldear discursivamente, ¿cuánto te sigues creyendo esta frase? P.I.: Pues creo que acerté con esa frase porque precisamente si algo ha supuesto la irrupción de Podemos es que todos los actores políticos se han dado cuenta de que lo fundamental es dar la pelea por las consciencias y el sentido común. Ahora todos pretenden ser negristas. Ahora los de Ciudadanos, por ejemplo, leen a Negri, Laclau y Gramsci. Parece como si hubieran asumido el discurso y el lenguaje político de Podemos. Todos hablan de cambio. Pedro Sánchez dice que la patria son las escuelas y los hospitales. Todos se quitan la corbata. Todos son absolutamente informales y evitan viajes en business. Todos hablan de regeneración. Es como si hubieran aceptado el estilo de juego y las reglas que nosotros hemos dictado. No cabe duda de que esto nos iba a terminar afectando. De cualquier forma, la táctica inicial de Podemos

era avanzar lo más rápido posible, pillar al enemigo desprevenido y llegar hasta la cocina, para, una vez allí, hacernos fuertes y resistir. Nos queda un último movimiento, que es la campaña electoral, y tenemos todavía muchos efectivos. Creo que lo que hemos conseguido, cuando se mire con perspectiva histórica, resultará increíble. J. L.: De ahí la pregunta, que en cierta forma es absurdo hacérsela, pero para eso estamos los intelectuales, para hacernos preguntas absurdas, y que consiste en si ir muy rápido compensa, pues a fin de cuentas nos obliga a tener menos efectivos para defender las posiciones ganadas. P. I.: Tuve hace unos días una larga conversación con Gerardo Iglesias, que me pareció una bellísima persona y un tipo enormemente lúcido. Como viejo comunista, se mostró prudente y conservador cuando me decía: “Pablo, creo que os habéis equivocado en pensar que podíais ganar de forma inmediata, lo que estáis haciendo es increíble e histórico, pero ganar es un proceso muy largo, de cuatro y ocho años”. Y yo le decía: “Gerardo, lo que apuntas es muy razonable, pero nosotros sabíamos desde el principio que solamente era posible ganar ahora”. La clave de la hipótesis de Podemos reside en asumir que el momento es ahora, frente a aquellos que piensan que es mejor ir poco a poco, acumulando en lo social, para después cambiar lo conseguido en el mercado político. Si Podemos hubiera nacido, tal y como planteaban con buena intención ciertos sectores de la izquierda, como proyecto de pensar a ocho años vista, no habríamos sacado cinco diputados en las Europeas. Solo apuntando la flecha lo suficientemente alto, se puede, o bien ganar, o bien alcanzar una posición desde la que poner en marcha planteamientos muy diferentes a los iniciales. En circunstancias políticas normales, un movimiento como el que ha propiciado Podemos no sería posible. Pero –y esto es lo que le hice saber a Gerardo Iglesias–, lo que los marxistas sabemos desde hace muchos años es que el momento leninista es el momento de la excepcionalidad, ese instante de la política que tiene que ver con una serie de circunstancias específicas que se dan en un momento dado, y no tanto con la evolución coherente de las estructuras sociales en un proceso histórico. La clave, por tanto, era precisamente esa táctica de blitz, que, evidentemente y tal y como señalas, implica problemas y dificultades, las propias de una táctica de asalto. J. L.: Llevo un tiempo trabajando junto con Pablo Bustinduy, filósofo y actual secretario

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OTOÑO 2015 · LA CIRCULAR del área de Relaciones Internacionales de Podemos, en una idea que, esperemos, algún día tome forma de libro. Pensamos que la caída de los marxismos ortodoxos, así como de esa suerte de fe ciega en el progreso, implica, por un lado, que ya no hay una forma correcta de hacer las cosas, una solución única al conflicto y, por otro, que no existe ese momento mítico, ese momento ideal en el que cambiar en términos políticos lo acumulado en la lucha social.

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P.I.: Hay algo que los marxistas tenemos que reconocer. El marxismo es una excelente metodología de análisis y de diagnóstico, fundamentalmente para explicar la historia, y a partir de ahí la economía, la sociología, las ciencias políticas… Pero no hay que olvidar que, a fin de cuentas, estamos ante marcos teóricos que nos ayudan a entender la historia, de modo que quien piense que esto es una ciencia del futuro o de la política, está muy equivocado. Por otra parte, si en algo ha fallado el marxismo es en el hecho de carecer de una teoría política. La política no es completamente autónoma de las relaciones sociales y de la economía; pero pretender derivar una ciencia de la política o una teoría de la política de las estructuras sociales o del desarrollo de las fuerzas históricas vinculadas a los procesos productivos, es sencillamente una idiotez. La política tiene reglas que no son universales y el grado de impredecibilidad de las situaciones es enorme. Muchos de nosotros, siendo profesionales de esto, incluso teniendo las mejores encuestas y los mejores estudios, nos equivocamos, precisamente porque la política tiene sus reglas propias, sus actores y sus dificultades imposibles de prever. De ahí la importancia de nuestro trabajo de renovación intelectual, incluso en un sentido laico; los pensadores no están para ponerlos en retratos y hacerles homenajes, no están para instituir ciencias como si fuesen religiones, están para usarlos, tal y como hacemos con los libros, que están para estudiarlos, pero también para subrayar y anotar comentarios en los márgenes. Me molesta mucho cuando alguien me afea el hecho de que subraye los libros. Un libro de la biblioteca no se puede tocar, pero uno que es mío necesito anotarlo. Pues bien, con el pensamiento sucede exactamente lo mismo. El Capital no es para tenerlo en una estantería y descubrirte el sombrero cuando entras a la biblioteca; El Capital está para trabajarlo y estudiarlo, y creo que en este sentido desde Podemos hemos aportado muchísimo. J.L.: Sin duda, a fin de cuentas, se trata de hacer un poco más laica la relación con la

teoría y centrarnos en hacer política. En ese sentido, quisiera citar unas declaraciones tuyas en las que venías a decir, aludiendo a la democracia, que “cuando una cosa no funciona, se cambia”. Unas palabras que, por cierto, fueron objeto de duras críticas por parte de estos intelectuales que, justamente, nunca pasan al acto. Pues bien, en tu enunciado dejas caer la idea de funcionalidad, de utilidad. ¿Y a quién no le funciona la democracia? Sencillo, al pueblo. Es ahí donde se produce la desfechitización del demos, del pueblo, y la democracia se vuelve algo más pragmático, útil a un sujeto político que no preexiste, sino que estás construyendo. P.I.: Creo que hemos dado un golpe que ha dejado desnudos a los politólogos del régimen, los mismos que dicen que la democracia es un sistema para elegir entre élites, un procedimiento en el que usted se decanta por la élite A o la élite B, pero ¿desde cuándo esto va a servir para cambiar nada? Nuestra postura entonces es rechazar esto, puesto que entendemos la democracia como un procedimiento que solo se puede definir como democrático si sirve para cambiar las cosas. Elegir entre Coca-Cola o Pepsi-Cola no es democracia, es elegir entre Coca-Cola o Pepsi-Cola. Es entonces cuando nos levantamos y decimos “agua”, además de CocaCola o Pepsi-Cola, queremos decir “agua”. ¿Qué es lo que dicen inmediatamente? No se puede. Nosotros creemos que la democracia debe servir para plantear la posibilidad de hacer algo distinto a lo que se estaba haciendo hasta ahora, pero parecen no querer aceptarlo, se desesperan y, fruto de ello, nos atacan con vehemencia. Algo similar sucede cuando decimos que si el concepto democracia está conformado por demos y krátos, que significa el poder del pueblo, la clave de la soberanía debería consistir en repartir ese poder. Por eso, si no hay derechos sociales, que en última instancia lo que hacen es redistribuir el poder, el poder de la vida, no hay democracia que valga. Es decir, ¿quién puede aquí tener un médico?, ¿quién puede acceder a una escuela pública?, ¿quién a un salario digno que le permita vivir? Eso es el poder, eso es lo que la democracia reparte. La certeza de que no puede haber democracia sin educación pública, sin banca pública o sin sanidad pública, es algo que molesta mucho a nuestros adversarios políticos. J.L.: Esto es interesante, un socialdemócrata de los ochenta, un Mitterrand o un González, se mostraría probablemente a favor de estas premisas, de hecho las impulsaron, mejor dicho, las otorgaron, en el sentido de poder otorgado, pero a cambio de una


LA CIRCULAR · OTOÑO 2015 profunda desmovilización de todo lo que había permitido la llegada al poder de la socialdemocracia en Francia y España. ¿Cómo se hace para llegar al poder y, a la vez, mantener una población movilizada? Que el reparto del poder no sea gestionar demandas, sino permitir una cierta autogestión de la demanda. ¿Cómo se hace? P.I.: Rompiendo otro de esos falsos mitos de la izquierda consistente en decir que las instituciones no cambian, que la lucha está en la calle y no en el Parlamento, pues la sociedad civil está fuera de las instituciones. Después de lo que hemos visto en la Comunidad Valenciana y Madrid, me van a venir a contar que las instituciones administrativas no crean los dispositivos de socialización más importantes, si incluso crean y destruyen sociedad civil; crean aquella que le conviene al poder y destruyen la que trae cambios y avances democráticos. Nosotros hemos puesto sobre la mesa que para cambiar ciertas cosas y para generar sociedad civil no hay nada mejor, ni más útil, que estar en las instituciones. Así, frente a los que dicen que todas las instituciones están cooptadas y consideran que cualquier colaboración con instituciones que estén dentro de ese sistema no tiene sentido, nosotros les preguntamos en qué mundo viven. Porque cuando te levantas por la mañana tienes que comprar un billete de metro, tienes que pagar el IVA, tienes que buscarte un trabajo en el mercado de trabajo existente. Nosotros damos la batalla en el corazón de la bestia. Tenemos muy claro que ganar el gobierno no es ganar el poder. El poder se expresa en muchísimos planos, uno de esos planos es la sociedad civil que, a su vez, interactúa con los dispositivos administrativos del Estado. J.L.: Esto que apuntas es algo que hemos visto también en Grecia, donde pese a la derrota en la negociación y al famoso memorándum, se ha evidenciado que hay una sociedad civil movilizada capaz de quitarle la máscara a Alemania. Alemania ha ganado, no hay duda, pero para ganar ha tenido que reconocer que estábamos ante un asunto político y no ante un supuesto deber económico o técnico. Se trataba de poder de mando, de relaciones de fuerzas; yo estoy encima, yo decido. En este sentido, la derrota griega tiene un puntito de victoria. P.I.: Sin duda. Una de las cosas buenas del proceso griego es que los griegos ya no se dejan engañar. El poder estaba convencido de que obligando a Tsipras a no poder cumplir su programa, el pueblo se sentiría decepcionado,

en cambio, la gente ha entendido que esto no va de faltar a una promesa, sino de relaciones de poder, de tal forma que sigue apostando por el mismo porque sabe en la dirección en la que hay que caminar y es el que está dando la pelea. Ahora bien, ¿cuál va a ser la estrategia después de que la ciudadanía griega haya dicho que confía en su presidente por muchas perrerías que le intenten hacer? J.L.: Esa es la diferencia entre un Zapatero que te intenta convencer de que la modificación del artículo 135 de la Constitución es lo mejor que te puede pasar y un líder que puede aplicar, o querer aplicar, medidas socialdemócratas, pero que no trata de convencer a la población de que son las mejores para ella. P.I.: Zapatero, llegado el momento, tuvo que asumir que no podía enfrentarse a Alemania y optó por rendirse. Él mismo cuenta en su libro que tenía la certeza de que tan pronto aplicara las medidas que le estaban ordenando, iba a perder las siguientes elecciones. Alexis Tsipras hizo lo contrario; en lugar de rendirse, dijo: “Me obligan a hacer esto, lo someto a referéndum”. Al fin y al cabo, lo que ha demostrado la situación griega es que hay que decir la verdad a la gente. Nos hemos acostumbrado a una clase política que sistemáticamente miente. ¿Por qué hay que mentir? Vamos a decirle a la gente la verdad.

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J.L.: Profundizando en esa distinción básica que estableces entre Zapatero y Tsipras, que por otra parte es la misma que existe entre Hollande y Tsipras, o entre la socialdemocracia portuguesa y el Bloco de Esquerda, da la sensación que de aquí a cuatro u ocho años vista no quedará en Europa una izquierda socialdemócrata reconocible como tal. ¿Cómo ves el futuro a corto plazo de la socialdemocracia europea? P.I.: Decía Negri que una de las consecuencias del éxito del neoliberalismo en Europa es que redefine los campos políticos y deja sin ningún espacio a la socialdemocracia tradicional para presentar un proyecto, más allá de las cuestiones morales. ¿Cómo se evidencia esto? Pues con Tony Blair y su Tercera vía, con las famosas reformas de Gerhard Schröder o con el miedo de François Hollande a realizarlas. Cuando digo que esto no funciona, no lo digo como argumento moralista o maniqueo de izquierdas, no se trata de un juicio moral. Lo que digo es que no va a funcionar electoralmente; la socialdemocracia no puede competir con los conservadores para ser más neoliberales que ellos. Prueba de esto es lo que ha ocurrido con

· Solo apuntando la flecha lo suficientemente alto se puede, o bien ganar, o bien alcanzar una posición desde la que poner en marcha planteamientos muy diferentes a los iniciales


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“Nosotros damos la batalla en el corazón de la bestia. Tenemos muy claro que ganar el gobierno no es ganar el poder”

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OTOÑO 2015 · LA CIRCULAR los partidos socialistas en muchos países. El caso griego en ese sentido es muy claro, cuando el PASOK se convierte en el bastón de Nueva Democracia, la gente decide apoyar a Syriza, pues aunque proceden de otra tradición son los únicos que están dispuestos a aplicar políticas socialdemócratas. Lo preocupante del caso francés, por su parte, es que entra un actor que es el Frente Nacional y que ocupa espacios en las clases populares que deberían corresponder a lo que antes se identificaba como izquierda. En el Reino Unido, en cuanto las consecuencias del modelo de Blair salen a la luz, arrasa en las primarias un tipo como Jeremy Corbyn, que aparentemente solo estaba para animar el debate. Y qué decir del Partido Socialista Obrero Español, no cabe duda de que se han convertido en una parodia del doctor Jekyll y el señor Hyde. Para sobrevivir prometen que harán lo mismo que Podemos, pero tras beber de la pócima dicen a los poderosos que se tranquilicen, que nada de lo que declaran en público se hará realidad. Tarde o temprano tendrán que asumir que hacer política es elegir.

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· No cabe duda de que la izquierda tuvo un problema de ensimismamiento y hubo quien no comprendió lo que sucedía a su alrededor “Ahora van a venir estos a indignarse, cuando yo llevo 35 años indignado”, solían decir

J.L.: Creo que el Frente Nacional es a la socialdemocracia francesa lo que el 15-M a la izquierda española, es decir, un espacio a disputar que son incapaces de entender. La izquierda francesa situada a la izquierda del Partido Socialista no termina de comprender que con quien se disputa su espacio político es también con Marine Le Pen. En España, que no tenemos Frente Nacional, pero sí una movilización de indignación que se decanta hacia la izquierda, vemos cómo el PC, o su equivalente Izquierda Unida, no es capaz de entender este nuevo escenario. Mucha gente sí, por supuesto, Alberto Garzón más o menos lo entiende, Cayo Lara cree que lo entiende, pero el aparato ideológico del partido no termina de asimilarlo. Decía Lacan que la histeria es el deseo de mantener el deseo insatisfecho, me gusta utilizar esta definición para referirme a cierta izquierda cuyo deseo no es ganar, sino mantenerse refugiada en esa identidad cómoda y un poco perversa de eterna insatisfacción por no ganar. Más allá de este diagnóstico lacaniano, ¿qué le pasa a esta izquierda que no quiere ganar? P.I.: El diagnóstico lacaniano se las trae, no solo por lo que dice respecto a la izquierda vieja, sino respecto a lo que diría de nosotros. Nuestra voluntad de ganar es, también, para hacérsela mirar por un psicoanalista… No cabe duda de que la izquierda tuvo un problema de ensimismamiento y hubo quien no comprendió lo que sucedía a su alrededor. “Ahora van a

venir estos a indignarse, cuando yo llevo 35 años indignado”, solían decir. Recuerdo, por ejemplo, el cabreo de muchos militantes de izquierdas cuando no eran bien recibidas las banderas republicanas en la Puerta del Sol durante el 15-M. A mí tampoco me gusta que ocurra esto, por supuesto que preferiría que la gente tuviera una conciencia diferente, pero sencillamente no es así, este es nuestro país y la política es una cuestión de mayorías, no de cómo se acerca la realidad a tu identidad. Si leemos a Lenin y a los revolucionarios, veremos que lo fundamental es intervenir con los instrumentos que disponemos en la realidad que tenemos, no en la realidad que a ti, como militante de un partido de izquierdas, te gustaría tener. Este, creo, es uno de los problemas clásicos que ha tenido la izquierda. Entre los que sí comprendían lo que estaba ocurriendo, surgían dos tipos de problema. Por un lado, un cierto pesimismo que invadía a muchos y que les hacía ver lejana y compleja la posibilidad de encauzar toda esa rabia. Por otro, el hecho de no creer en el poder del análisis y de la teoría, así como de las consecuencias políticas que puede llegar a tener. A fin de cuentas, lo que nosotros hicimos fue llevar a la práctica una hipótesis que se sostenía sobre dos elementos. El primero de ellos, y el más importante a mi juicio, es que la realidad la crean los medios de comunicación, si no estás en ellos, no estás en política. En ese sentido, contábamos con varios instrumentos que nos podían servir para intervenir; el personaje de la coleta y un partido llamado La Tuerka. Siempre consideré que los verdaderos partidos políticos no residen en unas siglas o una sede, sino en los medios de comunicación. El segundo elemento tenía que ver con el análisis que hacíamos sobre lo que ya por aquel entonces considerábamos una crisis orgánica. Hasta el 15-M habíamos trabajado mucho pero en diferentes ámbitos. Fue en La Tuerka donde pudimos debatir y poner sobre la mesa nuestras experiencias, en mi caso, por ejemplo, lo aprendido en Italia, en el de Íñigo y Juan Carlos, su conocimiento de primera mano sobre América Latina. Así las cosas, cuando llega el 15-M, que para nosotros comienza un poco antes con la movilización de Juventud Sin Futuro, apreciamos una serie de elementos teorizables. Creo recordar que por aquel entonces Íñigo escribió un artículo en el que, por primera vez, plasma por escrito su gran aportación a la política. En concreto lo que hace es convertir unos marcos teóricos de Ernesto Laclau, marcos que hasta la fecha no habían producido un resultado práctico llamativo, en lenguaje de comunicación política. Por otra parte, nuestra experiencia como asesores políticos en Izquierda Unida fue


LA CIRCULAR · OTOÑO 2015 también muy valiosa, aunque lo cierto es que, tanto a Íñigo como a mí, nos hicieron poco caso. Donde sí me escuchan y encuentro el contexto perfecto es en Galicia, trabajando con Yolanda Díaz y Beiras. Allí puedo desarrollarme con cierta libertad y ensayar algunas claves que serán muy importantes posteriormente en el experimento Podemos. Íñigo, por su parte, comienza a trabajar en América Latina donde va más allá de los informes políticos y profundiza en el ámbito de la comunicación política. Digamos que, sin darnos cuenta, estábamos construyendo una especie de armamento. Incluso pensábamos que ese potencial que veíamos surgir se tenía que poner al servicio de la izquierda realmente existente, que podría mejorarla un poco, darle en definitiva cierto swing, pero al mismo tiempo asumiendo que quien tiene los números y la organización es quien lo tiene casi todo. El caso es que se demostró que teníamos más razón que un santo. Acertamos de lleno y pudimos trasladar el planteamiento de Laclau a lo realmente importante, es decir, a la situación de crisis orgánica y de régimen que vivimos. Un momento en el que los valores dominantes están siendo cuestionados. Ahí es donde intervenimos, conociendo bien la historia de este país y el terreno de batalla de la política, que no es el Parlamento, que no es la prensa escrita, que ni siquiera son las redes sociales, aunque cada vez tengan más peso, sino que es la televisión. Creo que el 15-M fue la mejor expresión social de la crisis de régimen, y que Podemos fue su mejor expresión política. ¿Qué es lo que diferencia una expresión social de una política? La máquina. ¿Y cuál es la clave de la máquina de Podemos? ¿Un partido? No. La capacidad de intervenir en los medios de comunicación a partir de un lenguaje que funcionaba. De hecho, si te paras a pensar, ahora que Podemos está mucho más organizado, ahora que tiene cargos públicos, consejos ciudadanos, secretarios autonómicos y más recursos que nunca. ¿Qué es lo que más nos daña? ¿Por qué consiguen erosionarnos? Muy sencillo, llevan año y medio disputándonos los marcos. Ya no somos los únicos que jugamos al fútbol como Guardiola. Todos saben que las batallas fundamentales se dan en los medios de comunicación. J.L.: Percibo de anteriores respuestas y de declaraciones tuyas en otros medios un cierto tono, no sé si de renuncia, pero sí de tomar consciencia de quién es mi electorado, a quién puedo llegar y a quién no. Esta disyuntiva pasa por asumir que las clases medias no van a estar del lado de

Podemos, de modo que me voy a dirigir a las clases populares. Sin embargo, y aquí es donde me gustaría incidir, tradicionalmente –al menos así lo señalan los sociólogos electorales–, a las clases populares se llega desde las clases medias, o lo que es lo mismo, a la gente no se le habla por lo que es, sino por lo que desea ser. Entonces, ¿interpelamos a través del ser o del deseo? P.I.: En su momento, la clave del éxito del PSOE fue que supo crear un concepto de clases medias, que en buena parte de los casos son asalariados, pero que se perciben como trabajadores medios pues aspiran a una mejora de sus condiciones de vida. Ahora bien, ¿podemos nosotros emular ese tipo de éxito del Partido Socialista? La respuesta es no. Nosotros somos un fenómeno de la excepcionalidad. Jugando a ser la fuerza política de las clases medias, habrá otros actores que resulten más creíbles que nosotros. Si lo que se impone es que las clases medias vuelven a ser el eje articulador, el núcleo irradiador, entonces habrá otras formaciones políticas con las que no podremos competir aunque nos disfracemos. Nosotros no podemos ser el PSOE porque somos un fenómeno de la excepcionalidad, surgimos como consecuencia de la ideologización de esas clases medias empobrecidas, somos fruto del 15M. ¿Esto quiere decir que si la situación política se normaliza Podemos no jugará un papel clave como fuerza política para ganar las elecciones? Lo creo así. Si cometemos el error de pensar que nos podemos parecer al Partido Socialista, o incluso a Ciudadanos, estaremos traicionando la esencia de nuestro fenómeno político. Y si pensamos en un ciclo más largo, nos encontraremos frente a ciertas contradicciones. Quien quiere llevar a cabo una serie de cambios, tiene una serie de oportunidades tasadas para ganar, que, si no las aprovecha, le sitúan en escenarios muy difíciles. No hay ninguna técnica de comunicación política que te pueda colocar en el centro del tablero político independientemente de las circunstancias, son las circunstancias las que te permiten decir ahora el centro soy yo. Si esas circunstancias cambian, nos ganarán. Pero yo creo que no han cambiado. La clave del debate está en aquello que dijo Jordi Évole durante mi cara a cara con Rivera: “Albert Rivera calculadora, Pablo Iglesias corazón”. Nosotros no vamos a ganar disfrazándonos de calculadora, nadie nos creería. ¿Cuándo ganan los corazones en política? En momentos de excepcionalidad en los que la gente dice estar votando justicia. El espacio que ocupamos no es completamente elástico, no podemos convertirnos en cualquier cosa.

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El humor como arma en la disputa 46

Por Nagua Alba y Emma Álvarez Cronin

Ilustración: María Romero García

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nternet y las redes sociales ya han transformado la forma de hacer y entender la política, convirtiéndose en un espacio en el que además de quedar plasmada nuestra vida cotidiana, se abren las puertas al debate y la reflexión colectiva, donde todo el mundo tiene voz a priori. Y decimos a priori porque en ellas siempre se reproducen e incluso refuerzan los mismos roles y conflictos que encontramos en otros ámbitos de lo social, son un espejo que los refleja, reproduce y multiplica de manera inmediata. Lo que ocurre entonces es que, a la vez que se convierten en una herramienta de empoderamiento, las redes sociales favorecen que las relaciones de poder muten para sostenerse. ¿Y quiénes son los sujetos que las habitan? Pues lo cierto es que se parecen mucho a los que encontramos por la calles, en el trabajo o en clase, pero son de una manera diferente. Cuando llegan al mundo de las redes son más libres y están más encerrados. Son más libres porque tienen el don del anonimato, pueden decir lo que quieran sin temor a ser señalados, no necesitan ser “políticamente correctos”, pueden dar rienda suelta a sus impulsos y prejuicios. Pero también están encerrados y no lo saben en una pequeña comunidad de gente que se sigue mutuamente, que se refuerza y retroalimenta, y que cree que todos piensan como ellos, que “eso” es el mundo. Las consecuencias de esto se comprenden mucho mejor a partir de ejemplos específicos.

Uno, que puede ser el más claro de todos, es cómo el machismo se reproduce y toma forma(s) concreta(s) en internet y las redes sociales. Cuando hablamos de machismo en internet no solo hablamos de las formas explícitas y más evidentes. Ahí estarían los machitrolls que recurren a los topicazos, chistes profundamente ofensivos, (“¿En qué se parecen las mujeres a los semáforos? En que después de las 12 nadie las respeta”) campañas de acoso hacia mujeres o páginas feministas, etc. Estos son fáciles de identificar y a nadie se le escapan, no nos interesan. Hablamos de formas mucho más sutiles y, por tanto, más peligrosas, que consiguen situarse en el terreno del sentido común y se hacen pasar por neutrales. El “macho sutil”, puede ser aquel que no se posiciona en ninguno de los dos polos del conflicto porque, supuestamente, no va con él. Porque no es “ni machista, ni feminista, pero…”. Y sí, siempre hay algún “pero”, o un “yo creo en la igualdad, por eso ayudo a mi mujer en casa”, “estoy en contra de las cuotas, de las listas cremallera”, “de que las tías no paguéis para entrar en la discoteca… ”. Pero en esta categoría caben todavía más hombres, porque también incluye al que dice “ves el machismo por todas partes, eres una exagerada”. Aquí un buen ejemplo podría ser el famoso tuit del señor Joaquín Leguina: “En España, si dices que hay muchas denuncias por violencia de género que son falsas, eres un


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machista”, –aunque duela incluir a Leguina en el saco de los machistas sutiles–. Así como a aquellos que se declaran totalmente feministas y copan los debates en Facebook obviando los comentarios de mujeres –el macho intelectual, vaya–, y los mejores de todos: aquellos que saben mucho mejor que cualquier mujer lo que es ser feminista, como el afamado youtuber JPelirrojo, que tuiteó hace poco: “Para mí, las mujeres que defienden el maquillaje o los tacones es como el esclavo que defiende sus cadenas pensando que le dan libertad”. Los machitrolls, con su estilo orangutanesco, son ruidosos y ofensivos, pero no tan peligrosos como los encantadores, atentos y casi imbatibles machos sutiles. Porque sí, las redes sociales se han convertido en un espacio crucial para la disputa por el sentido común, y solo estos últimos son capaces de entrar en el juego. ¿La buena noticia? Que no todo está perdido. Que aunque estos especímenes que abundan en el mundo virtual parezcan invencibles, no lo son. Existen numerosas herramientas que nos permitirán desarmarles y mostrar su cara oculta, también en internet. Pero de todas, nuestra favorita es el humor. El humor es una gran arma contrahegemónica, porque para que algo tenga gracia tiene que tener una pata en el sentido común. Esto nos permite rearticular el orden hegemónico, es decir, arrastrarlo y construir un nuevo sentido común. La cómica y youtuber argentina Malena Pichot lleva años reivindicando el humor como una herramienta de transformación que también puede ser feminista.

Aquí un ejemplo: “Me dicen malfollada. Pero, un momento... ¿los hombres nos follan mal y el insulto es para nosotras? ¿Cómo le dieron vuelta?”. ¡Boom! Y aquí otro: “¿De verdad tengo que estar todo el rato explicando que ya sé que no todos los hombres violan? Porque cuando alguien necesita aclarar algo muy obvio yo pienso lo contrario, da más miedo: Hola, este es mi perro, no me lo estoy follando. ¿Seguro? ¡Me da la impresión de que sí!”. Y es que ridiculizar sus discursos y estrategias, utilizar el humor, la ironía, es la mejor forma de desarticular, a la vez que identificar, los mecanismos sutiles de dominación masculina. Desmontamos estereotipos y roles, generamos personajes con los que ningún hombre querría identificarse (como “los suavones” que nos oprimen a través del lloriqueo y que tan bien describe el videoblog El conejo de Alicia1), nos rebelamos contra aquello que supuestamente se espera de nosotras y propiciamos espacios extremadamente potentes de identificación y complicidad entre mujeres. En esto último, Moderna de Pueblo es toda una experta. En cualquier caso, hay una cosa que queda clara, y es que en las redes, como en las calles, podemos y debemos hacer política, porque entrar en la disputa por el sentido común es algo a lo que no podemos renunciar. Aquí la imaginación y, sobre todo, el buen humor, son nuestras armas más poderosas. Porque si queremos un país sin machismo nos toca atrevernos, ser audaces, pero también reírnos. Porque el camino es largo, y queda mucho terreno por conquistar.

1 http://www. pikaramagazine.com/ category/el-conejo-de-alicia/

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PENSAMIENTOS SOBRE MUJERES, PRECARIEDAD Y TECNOLOGÍA

Estar (a) la última

Por Remedios Zafra

· Me interesa especialmente este momento en que frente a un impreso académico, quizá universitario, o un formulario online, sentimos decidir un futuro

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ay épocas del año en las que de manera especial el “poder ser” interpela al “querer ser”. Con el comienzo del curso y también del año muchas personas se enfrentan a su pasado y a sus expectativas (propias y ajenas) y deciden cambiar o ampliar su formación imaginando un trabajo futuro, sosteniéndolo en un propósito o en unos estudios (seré periodista, maestra, ingeniera, inventaré una profesión…). De muchas maneras, renuevan en esta decisión su relación con la tecnología, pero silenciosamente. Nadie se detiene a pensar con qué ha jugado, qué le han dicho y repetido desde pequeñx, qué imágenes ha tenido como modelo a “poder ser”, qué esperan los de al lado cuando le ven frente a un dispositivo tecnológico. ¿Acaso nadie escucha: Tú producirás tecnología, tú la usarás, tu habitarás la tecnología que producen otros, tú consumirás produciendo parcialmente, pero sin sueldo… Tú estarás primero, tú la última? Me interesa especialmente este momento en que frente a un impreso académico, quizá universitario, o un formulario online, sentimos decidir un futuro. Me interesa porque un mundo veloz y que presume de horizontal como el conectado, sigue sustentándose en una injusta y soterrada limitación para las personas que quieren producir tecnología y las que sienten que no quieren, o que no pueden. Y me parece que este handicap sesga

absolutamente el universo tecnológico donde los productores se parecen demasiado, donde ser mujer y producir tecnología es un vínculo que socialmente se desanima, se precariza. He aquí una palpitante vulnerabilidad social que si no se ataja, se reitera, que el mundo sigue separando a las mujeres de un futuro como ideólogas, programadoras y productoras de tecnología, animándolas a usar, a consumir lo último, a estar conectadas, a prosumir, a crear contenido y casi siempre a no cobrar o cobrar menos por sus tiempos de trabajo. Decía Deleuze que “(s)i uno cree en el mundo, precipita acontecimientos, por modestos que sean, que eluden el control; uno engendra nuevos espacios tiempo, por pequeños que sean en superficie o volumen”. Decía también que “(n)uestra capacidad para resistir el control o nuestra sumisión a ese control se deciden en el curso de cada tentativa“1. A la hipotética protagonista de la historia que este otoño elige estudios, (a la que llamaremos Última o que está la última) le preguntan: ¿A qué quieres dedicarte?, ¿qué experiencias quieres coleccionar? Y la pregunta se responde ella misma como si fuera el mundo y como si fuera un plural: ¡Nosotros ya lo sabemos! Pero te trataremos como si fueras libre de elegirlo. Probablemente estaríamos de acuerdo en que esa no debiera ser la voz del mundo. Si “creemos” en el mundo, su voz debiera hablar

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1 Gilles Deleuze, Conversaciones. Citado en Rosi Braidotti, Transposiciones. Sobre la ética nómada. Barcelona, Gedisa, 2009, p. 357.

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de una posibilidad de resistencia a lo de siempre, de libertad más allá de su espejismo, incluso cuando para resistir el control nuestra capacidad deba decidirse “en el curso de cada tentativa”.1 Pero a la protagonista no la animan a ser programadora, ingeniera, informática, jefa, tampoco la miran bien en los grupos de chicos que se reúnen para cacharrear y jugar juntos, no se ve en las historias del poder, no se identifica como exitosa, las aspiraciones que los demás ponen en ella no aparecen en las listas del prestigio, el mundo colocaría su solicitud “la última”. Y ella siente que la lucha de cada tentativa comenzó hace tiempo y que tuvo tecnología pero no ejemplos, estímulos, apoyo, ni juegos ni ficciones que dieran por válida la opción de experimentar con ella, porque parece ser que lo relevante de esta decisión no se toma solamente en la escuela. Para el mundo conservador todas las dudas a ser señalan a algún tótem que aclare, en la reiteración del símbolo y en el argumento del pasado o de la asignación más duradera, lo que se espera de nosotros, repetirnos, identificarnos en aquello que arropa y sostiene. Y esta mezcla de cómoda obediencia y domesticación en un sistema, se convierte entonces en el sentido de toda lucha política que vindica la necesaria libertad y la ‘posibilidad’, no sólo de elegir uno mismo, sino de crecer con el estímulo de la diversidad que inspira y no sentencia, como motor de igualdad y futuro. Quienes creen que las personas tienen una predisposición a un oficio o una vida, también incluyen ahí un vínculo determinado con la tecnología en función de su género, de su lugar en el mundo o de sus herencias. Pero ustedes y yo sabemos que la afición se hace y que no nace, aunque (he aquí la cuestión) el “hacer”, incluso cuando disponemos de la última tecnología. Está estructuralmente urdido y si no se interviene rotunda, urgentemente, sigue su deriva repitiendo modelos de pasión e identidad que nos arropan hasta que llega la conciencia, entonces pica y duele, como una herida. Y pensando sobre nuestra contemporánea sumisión tecnológica, me pregunto si cuando hablamos de precariedad y pobreza tecnológica no estamos obviando estas formas de exclusión implícitas, más allá de la más evidente derivada del capital. Tal vez la cuestión no sea solamente qué dificulta hoy el acceso a la tecnología como forma de estar y ser en el mundo, ni que dificulta el acceso a “determinada última tecnología”, sino más bien, “qué dificulta en el curso de

cada tentativa usar la tecnología para repetir mundo o para transformarlo”. Quiero decir que la dialéctica en torno al “tener o no” tiene sentido si hablamos de la necesidad básica de cada humano de “estar en la red”, de disponer de recursos para habitar la sociedad conectada y acceder al conocimiento que es ya la manera de “estar en el mundo”. Pero que este primer acceso nada garantiza si tener un dispositivo conectado te convierte “en cada tentativa” en alguien domesticado, en lo que un sistema o un mercado espera de ti. Y me llama la atención que esa precariedad tecnológica pueda reducirse a no poder tener “lo último”, derivando hacia una característica ansiedad de época que parece hacer sentir a muchas personas desubicadas por no contar con la última y más moderna versión que se ha vuelto de pronto y visiblemente necesaria. Qué satisfacción para quien manda descubrir que la obsolescencia programada surte un efecto tan rápido en muchas personas, que al poco de habituarnos a una tecnología, a un sistema operativo o un programa, las versiones que lo implementan y mejoran ya están accesibles, y entonces actuará el deseo. haciéndonos sentir excluidos si no las tenemos. Hoy se posiciona una nueva modalidad del “no tener” propia de una época experta en crear nuevas necesidades, donde para muchas personas el dolor de no estar a la última promovido por el mercado, se convierte en motor consumista bajo la amenaza de vejez y desfase repentinos si no sucumbimos. Pocas veces estas voces se detienen a observar sus tiempos y vidas delante de las pantallas; pocas veces advierten que el mundo les ha convertido en ejemplares consumidores de cosas tecnológicas que otros fabrican y que fagocitan implacables sus tiempos. A poco que miremos sus tiempos vitales veremos como son muchos los minutos y las horas dedicados a estar al día, “actualizar” es el estado. No puedo evitar recordar a algunos personajes de mi libro #Despacio, como Regina Reina: Regina Reina De la Escalera ya lo había elegido, quería un móvil de caparazón verde esmeralda. No parecía tan difícil. Un móvil verde como el XV97 era exactamente lo que necesitaba para la imagen que tenía pensada en sus posibles entrevistas de trabajo Allí. Dicen además en su red social, que el XV97 es el móvil de los reyes de la tele y un test de “móvil ideal” le ha confirmado con un 90 % de seguridad que a su nombre le corresponde justamente éste, el móvil XV97 verde


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esmeralda. Regina quería este móvil para tener una vida acorde con su nombre y un trabajo acorde con su móvil, con su nombre y en conjunto con la imagen de una Regina Reina. O Apuntode, dedicada a la precariedad del prosumo tecnológico y vital para seguir igual, con trabajos pero sin sueldo, confiando en el futuro: Con el último mordisco de galleta en la boca, Apuntode desplaza la bandeja de flores del desayuno y coloca en su lugar el ordenador portátil y se dice: -Ya me pongo-. Apuntode disfruta casi sexualmente con la entrada de nuevos mensajes en su buzón, sobre todo antes de descubrir que la mayoría no van dirigidos a ella, expresamente. Apenas dieciocho minutos de respuestas y feedback a los comentarios de su último post, antes de sus veinte minutos diarios revisando sus números rojos y buscando en la web nuevas empresas culturales a las que Apuntode envía su currículum. (…) pulsa send doce veces para garantizar una salida independiente a cada uno. Durante unos minutos (no más de tres) siente una molesta desazón temiendo haber confundido el archivo y enviado la versión con letra Verdana y no la versión Time de su currículum. (…) Resultado: tres mensajes devueltos, cuatro respuestas automáticas, doce spams obsesionados con (increase) un pene que no tiene y veintisiete comentarios de fotos que dicen ser suyas en Facebook… En un momento de debilidad en que el lunes de bata sucumbe hasta tocar fondo, Apuntode decide seguir los enlaces de las fotosFacebook que dicen ser suyas. Ella sabe que no, aunque piensa que, tal vez…, a lo mejor…, alguna, sí; y termina dedicando más de media hora a observar cómo los amigos que no conoce, se hacen fotos en fiestas en las que ella no ha estado, se intercambian halagos y noticias en Twitter, y vomitan decenas de “me gusta” en imágenes donde ella no aparece. Apuntode decide abrirse un hueco en esa orgía afectiva, sumando arbitrariamente treinta, cuarenta, tal vez más “me gusta” a fotos ajenas de rostros cómicos o en pose tres cuartos. Espera que algunos de esos trescientos cuarenta amigos de su red social que nunca ha visto, tiren de la cuerda y le devuelvan algún mensaje cariñoso dirigido exclusivamente a ella.

Observando mundo, no tengo claro si la precariedad tecnológica derivada de la precariedad económica es la que más me interesa. Al fin y al cabo, habría aquí una precariedad no económica, sino crítica y estructural que inunda y coarta cada vez más nuestra vida. De hecho no tener la última tecnología puede ser una oportunidad de distanciamiento para pensar en las dinámicas que hoy atraviesan nuestra vida de dispositivos móviles y redes, para mirar el mundo con otras lentes, no sugeridas por el mercado, unas lentes propias y creativas. Y no me refiero al conformismo tranquilo de quien se resigna sin cambiar cada poco de móvil como si ser pobre o viejo fueran las respuestas; no, me refiero al ejercicio crítico que frena la tendencia a la actualización constante a la que incita el mercado y la industria digital para convertirla en foto fija y observarla, preguntándonos: ¿Dónde estoy yo en esta inercia?, ¿cómo puedo crear mundo, mejorarlo, con otra forma de entender la tecnología? Siempre me gustó aquella idea de Deleuze en la que resalta que la cosa no está en elegir entre uno u otro medio, una u otra tecnología, la cosa está en elegir entre fuerzas creativas y fuerzas de domesticación y aquí apuntaría la precariedad que más me inquieta, la precariedad de “tener” sin que ello suponga poder crear, “tener” domesticados, limitados al consumo y a la docilidad frente a un sistema. Tener los últimos estándares informáticos, el último hardware, todos los programas actualizados, habla de “estar a la última”, pero no puede hacernos olvidar qué es lo que queremos, qué tipo de ciborg somos con esta maquinaria. Se me hace que tener una tableta nos hace más usuarios que productores, que tener las nuevas aplicaciones renovadas cada día nos convierte en parte de dichas aplicaciones que testamos mientras nos usan. Que tener los últimos programas, los últimos móviles, culminan las expectativas y la ansiedad que nos genera la sociedad de mercado, sin que a ello lo acompañe necesariamente un ejercicio de conciencia. Pero la protagonista a la que llamamos Última tiene ojos y ve y desde su último lugar en la lista advierte que “tener” no te salva, que una tecnología sólo te salva si frenas su inercia y la haces pensativa. Y ve que no es justo, que la han engañado, que ya está bien de no “poder ser”, que ya está bien de no cobrar, que la precariedad del “tener” está previamente sujeta por una más inquietante y perversa, la precariedad derivada del control sobre “quienes aquí pueden crear mundo tecnológico”.

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Un Plan de Garantía de Rentas contra la pobreza y la desigualdad Por José Antonio Noguera

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· Necesitamos una acción decidida en pos de la redistribución de la renta, la suficiencia de las prestaciones y la equidad del sistema de garantía de mínimos en general. Un plan formulado como derecho ciudadano, no como caridad

Una situación de emergencia social

La situación de emergencia social que vive España está fuera de toda duda. Según la última Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) elaborada por el INE (2014), más de 10 millones de personas viven en hogares con ingresos bajo el umbral de la pobreza. El 30,1% de los menores de 16 años viven en hogares por debajo de dicho umbral. Más de 13 millones de personas, según el indicador AROPE, están en riesgo de pobreza o exclusión y casi 3 millones viven en condiciones de pobreza severa. Dos millones y medio de trabajadores viven en hogares pobres. Nuestro sistema fiscal y de protección social es muy poco redistributivo y está muy fragmentado administrativa y territorialmente, generando inequidades e inconsistencias. La conclusión debería ser clara: necesitamos un plan integral de garantía de rentas para luchar contra la pobreza y la desigualdad. Necesitamos una acción decidida en pos de la redistribución de la renta, la suficiencia de las prestaciones y la equidad del sistema de garantía de mínimos en general. Un plan formulado como derecho ciudadano, no como caridad: sin controles humillantes que no se imponen a los ricos cuando reciben cuantiosas desgravaciones fiscales. Un plan que libere a los trabajadores sociales para hacer de verdad el trabajo que quieren hacer y combata las situaciones de pobreza y necesidad, en vez de controlar a los beneficiarios (cuando el auténtico fraude está, lo sabemos todos, en otra parte). La propuesta de Podemos es un ambicioso plan de garantía de rentas que se enmarca dentro de un completo conjunto de medidas de política económica y laboral, como la regulación del mercado de trabajo, la subida del Salario Mínimo Interprofesional, una reforma fiscal progresiva, y medidas para orientar el crecimiento hacia la creación de empleo de calidad. Todo ello se combina, además, con otras muchas iniciativas de reconstrucción y expansión de nuestro dañado Estado de bienestar.

La renta garantizada

En la presente situación, el modo más inmediato y alcanzable de combatir la pobreza es la

instauración de una renta garantizada. Existen dos grandes diferencias entre una renta garantizada y las actuales rentas mínimas de inserción: en primer lugar, una renta garantizada se plantea como un derecho subjetivo que cualquier ciudadano puede invocar ante los poderes públicos si carece de ingresos suficientes para alcanzar un umbral de renta previamente definido. La demostración de esa carencia de ingresos puede perfectamente llevarse a cabo de forma no invasiva ni humillante para el solicitante, simplemente comprobando los datos fiscales y de la Seguridad Social, y, en todo caso, recayendo sobre la Administración la carga de la prueba al respecto. En segundo lugar, con una renta garantizada se eliminarían (o se harían muy laxas) las condiciones de conducta laboral o de inserción (aunque puedan mantenerse programas voluntarios con ese objetivo); la experiencia muestra que dichas condiciones han venido impuestas más bien por una mentalidad neopuritana que considera a los pobres como vagos potenciales (no así a los rentistas y los ricos que reciben cuantiosas subvenciones fiscales) más que por su eficacia real en la inserción laboral. Nuestro plan incluye como medida central la instauración de una renta garantizada de 600 euros como cuantía básica, que iría aumentando con cada miembro adicional del hogar en función de una escala de equivalencia (0,35 para el primer miembro adicional y 0,20 para los restantes). Se trata de una prestación que complementaría las rentas existentes en el hogar hasta la cuantía que corresponda según la composición del mismo, contabilizando las prestaciones ya existentes. Se reconocería como derecho ciudadano y estaría vinculada únicamente a disponer de unos ingresos por debajo del umbral por hogar. La Administración estaría obligada a reducir al máximo los tiempos de espera para atender las solicitudes y los servicios sociales a realizar una tarea activa de detección de beneficiarios potenciales para evitar las lagunas de cobertura. El hecho de que los umbrales se calculen por hogar no impide que se puedan estudiar formas de individualización del cobro de la prestación que corresponda al mismo, dividiéndola entre sus miembros adultos.


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La renta complementaria

El plan de garantía de rentas establece, además, un umbral complementario básico de 900 euros (con otra escala de equivalencia por miembros adicionales del hogar) para quienes teniendo ingresos demostrables y legales por trabajo no alcancen esa cuantía (este tipo de medida ya funciona con éxito hace años en Euskadi y en otros países europeos). De este modo, se elimina cualquier desincentivo al empleo y se pone en manos del trabajador la subvención al empleo que hoy se otorga, de manera a menudo ineficaz, a los empresarios. Al pagarse este complemento a partir de un mínimo de 250 euros mensuales y complementarse con la subida del SMI y una regulación garantista de la contratación, se evitan abusos y fraudes, al tiempo que se desincentiva el trabajo sumergido y los minijobs. A diferencia de otras propuestas como la de Ciudadanos, la renta complementaria incluida en nuestro plan es netamente redistributiva en favor de los trabajadores con bajos salarios. Tampoco deja desprotegidas a las personas sin ingresos por trabajo, al complementarse con la renta garantizada. Un complemento de renta así diseñado no penaliza, como las actuales rentas mínimas, a quienes aceptan un empleo mientras están cobrando una prestación: la prioridad es apoyar al trabajador, no bonificar a las grandes empresas. La pérdida de las prestaciones cuando se accede al empleo constituye el lado antisocial de la conocida “trampa de la pobreza” o “del desempleo”, que nada tiene que ver con los discursos sobre la llamada “cultura de la dependencia”, sino, bien al contrario, con el trato inequitativo que sufren quienes están en situaciones de carencia de ingresos respecto de quienes tienen ingresos suficientes para declarar por IRPF. Las políticas pre-distributivas y de mercado de trabajo, si bien necesarias, difícilmente pueden dar cuenta en su totalidad de este problema.

Puesta en práctica y financiación

Obviamente un plan tan ambicioso como este se implementaría por etapas, dando prioridad a la pobreza severa y la pobreza infantil: nuestro plan garantiza un umbral mínimo de 120 euros mensuales adicionales por cada persona a cargo que viva en hogares por debajo del umbral de la pobreza. Asimismo, y en coordinación con un plan de rescate ciudadano, se estudiarán e implementarán medidas complementarias de urgencia en campos como la vivienda y la energía. El plan puede articularse mediante acuerdos finalistas con las comunidades autónomas o utilizando la administración de la Seguridad Social. El coste neto de aplicación de este plan en su integridad se puede estimar a partir de los datos de la ECV –los que mejor estiman rentas en España– en unos 15.000 millones de euros: casi 10.000 de la renta garantizada más 5.000 de la

renta complementaria. Se verían beneficiados más de 3,3 millones de hogares –1,3 con presencia de menores–, que incluyen a 8,5 millones de personas. Un objetivo prioritario como es la erradicación de la pobreza infantil se conseguiría con un gasto de unos 4.000 millones, algo asumible ya en una primera fase de implementación. Dichos costes pueden ser financiados por fases en un escenario de crecimiento económico plausible para los próximos años, con una moderación del ritmo de reducción del déficit, una reforma fiscal progresiva y una política económica que priorice las necesidades de las personas más vulnerables y la creación de empleo de calidad. El coste neto del programa debería ir descendiendo progresivamente conforme las tasas de pobreza se fuesen reduciendo y los niveles de empleo de calidad fuesen aumentando. Ello permitiría ir actualizando las cuantías y los umbrales por hogar de forma que se consiguiese la práctica erradicación de la pobreza monetaria –y no sólo de la pobreza severa y la pobreza infantil– en algo más de una legislatura. No es un objetivo menor, y sería el nuestro el primer país avanzado en acercarse tanto a esta meta.

Un plan ambicioso, novedoso y viable

El objetivo fundamental del plan es, por tanto, acercarnos lo máximo posible a la práctica erradicación de la pobreza mediante el reparto adecuado del crecimiento económico que es razonable esperar en los próximos años. Otras propuestas de garantía de ingresos, por el contrario, no lograrían dicho objetivo con iguales o menores recursos, sino que o bien quedarían lejos de acercarse al mismo –es el caso del “trabajo garantizado” planteado por Izquierda Unida o el “ingreso mínimo vital” del PSOE–, o bien, como la renta básica universal, lo conseguirían a un precio presupuestario o una expectativa de crecimiento mucho mayor, que haría que el combate contra la pobreza tuviera que esperar a reformas y actuaciones de enorme calado, impidiendo además abordar otras necesidades perentorias en otros ámbitos de nuestra sociedad. Con cualquier cantidad dada de recursos disponibles, un plan de garantía de rentas como el descrito cubrirá más rápidamente a una cantidad mayor de personas y familias que viven en condiciones de pobreza, respondiendo así a su situación con la urgencia que merece. El plan constituye, por tanto, un importantísimo avance social en el contexto actual, sin dejarse atrapar en ninguna de las trampas donde muchos querrían ver caer a un gobierno de Podemos. Un plan como el presentado aúna novedad, ambición, rigor técnico y viabilidad. No es momento de maximalismos de academia ni de parches incompletos, sino de atajar el crecimiento de la pobreza y la desigualdad mediante una actuación decidida y aplicable en una legislatura. El objetivo lo vale y millones de ciudadanos lo necesitan.

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Reflexiones colectivas para el cambio en Espaテアa

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Frente a los clásicos manifiestos de apoyo firmados por decenas de intelectuales, artistas o activistas de relieve, en La Circular decidimos realizar, a un conjunto representativo pero no exhasutivo de personalidades destacadas en sus respectivos ámbitos de trabajo, una petición colectiva no tanto de apoyo, como de reflexión crítica acerca del cambio polítio que puede darse a partir del 20 de diciembre en España, y del lugar que puede (¡o debe) jugar Podemos en él. Pasen y lean: José Antonio Pérez Tapias

Por dignidad, contra la autonegación de Europa

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Su ser o no ser lo va a decidir Europa según afronte la cuestión migratoria que tiene dramáticamente planteada. No cabe duda de que son muchos los asuntos sobre los que Europa y, concretamente la Unión Europea, ha de dilucidar cómo actuar para así orientar su futuro. Pero de todos ellos resulta crucial el relativo a la inmigración, que debe ser abordado teniendo en cuenta, por otra parte, que lo es no sólo para Europa, sino para nuestro mundo globalizado. Pero encontramos que Europa ha roto el espejo donde pudiera mirarse. La contradictoria imagen que le devuelve la humanidad doliente de los refugiados que arriban a sus costas y atraviesan sus fronteras obliga a recapacitar sobre lo escandaloso de un asilo escamoteado. Desde España, el compromiso al que debe inducir la sensibilidad de la ciudadanía — contra la mezquindad de los gobiernos— encuentra el motivo añadido de la memoria de los centenares de miles de españoles que emprendieron el camino del exilio tras la Guerra Civil. Entre la idealizada Europa democrática y lo real de una zona euro tiranizada, se ha urdido desde los poderes dominantes la trama simbólica de una Europa sacrificial. Además de insensible al sacrificio impuesto a quienes huyen de mortíferas guerras respecto a las cuales no es ajena su responsabilidad, Europa sigue aplicando la bárbara lógica sacrificial que, en nombre del mito de la competitividad y bajo la negra bandera de la austeridad, inmola individuos y pueblos en el altar de la ortodoxia impuesta por los poderes financieros. Como europeos, bien podemos tomar como referencia a aquella Antígona, tan recordada durante los recientes acontecimientos de Atenas y las irremediables claudicaciones en Grecia, que se opuso con su decisión a Creonte para defender ante él, incluso contraviniendo la pragmática

ley de la ciudad, el compromiso de enterrar a su hermano. Desobediencia civil la suya, que reconfigura el orden ético-político con su negativa a la sumisión ante un orden injusto, la cual inspira un modo de actuar capaz de oponerse al cínico consenso que se enseñorea sobre los europeos. La dignidad democrática nos convoca a afrontar la autonegación en la que Europa está sumida. José Antonio Pérez Tapias es político y profesor universitario

José María Ripalda Crespo

Soy un viejo filósofo que no siente una especial simpatía por la filosofía política. En todo caso, el surgimiento de Podemos me suscita algunas reflexiones y anhelos. Me gustaría, por ejemplo, que hiciera bloque con los movimientos sociales, los círculos no pueden ser la única base, esto es algo que aprendimos de la Transición. Por otra parte, es necesaria una nueva Constitución, no una reforma. Todos nuestros males vienen de ahí, incluida la corrupción. Deben ser radicales y preved el camino de un nuevo acuerdo, el que tenemos se ha roto. Por último, les diría que no se trata de abolir el capitalismo, pero sí de acabar con este capitalismo neoliberal, tardofranquista, postdemocrático, naranjero, de amiguetes... que nos ha dejado sin voz. Recuperémosla. Mucha política por delante para Podemos. Una tarea imposible, pero muchos objetivos alcanzables. José María Ripalda Crespo es filósofo

José M. Sánchez Verdú

La posibilidad de un cambio tras el 20-D es, seguramente, el momento oportuno que se esperaba desde hace años en el mundo de la cultura. Los modelos sociales y culturales de países vecinos como Francia, Alemania, Finlandia, Suecia, etc., demuestran la posibilidad de creer en la educación y la cultura –con la creación a la cabeza– como columnas vertebradoras de lo social y del conocimiento. Me gustaría señalar solo dos


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puntos que entiendo claves y que suelen quedar difuminados ante el ruido generalizado, sin olvidar otros fundamentales como el IVA, los derechos de autor y la protección del patrimonio vivo –no solo el material–: 1. Revisión del marco jurídico absurdo en el que siguen enclavadas en España las enseñanzas públicas artísticas superiores (música, diseño, etc.), regidas por normas de las enseñanzas primarias y sometidas a criterios de organización, control y desarrollo propios de colegios e institutos, ofreciendo, en cambio, programas y titulaciones asimilables al rango universitario. España es quizás el único país del mundo en esta situación, lo que conlleva problemas de toda índole en su normal funcionamiento (autonomía, planes de estudio, selección de profesorado, programas docentes, etc.). La simple inclusión en un marco universitario del tipo que se considere en cada comunidad autónoma resolvería esta problemática. Está en juego la supervivencia de este tipo de enseñanza pública, porque la educación superior privada está irrumpiendo en este terreno con todas las ventajas, rompiendo los criterios de igualdad –imparte auténticos “grados” (la pública no), másters, etc.– y todo ante la desfasada situación que sigue regulando la enseñanza artística superior pública. 2. La aplicación de una política de izquierdas debe lograr la distribución del fenómeno artístico en todos los ámbitos y niveles de la sociedad. No debería identificar –como se ha dado con frecuencia en políticas de izquierdas en nuestro país– la expresión creativa de sus artistas solo con las formas comerciales y de raigambre popular (músicas populares, pop, cantautores, etc.): debería ser capaz también de conjugar todo lo anterior con la expresiones creativas no atadas solamente al mercado que dan expresión y caracterizan otra parte muy importante de la cultura de un país, similar a ámbitos como la experimentación, la investigación o la filosofía. Es el caso de la música contemporánea, la electrónica, los proyectos interdisciplinares, las nuevas formas de teatro, etc. Todo ello es lo que encuentra su cauce natural en lugares de Europa como Berlín, Colonia, París o Helsinki, donde la esfera pública atiende también con rigor estas formas de creatividad menos populares pero de evidente riqueza para el conocimiento y la cultura de esa sociedad. José M. Sánchez Verdú es compositor y director de orquesta

Benjamin Arditi

Podemos y Syriza tienen algo en común con los indignados que en su día se congregaron

en la Puerta del Sol, Syntagma, el parque Taksim Gezi, la plaza Tahrir y demás insurgencias que contribuyeron a revolucionar nuestro presente. Son experiencias que emergen de una esperanza activa, ventanas que nos exponen a la posibilidad de algo diferente que está por venir. Las insurgencias vividas hicieron las veces de muro donde inscribir nuestros anhelos y demandas, como corresponde a los momentos de efervescencia en los que creemos poder tomar el cielo por asalto. Podemos y Syriza, en cambio, apuestan por un realismo de lo imposible en el campo de la representación. Conviene recordar que lo imposible no es lo que jamás va a suceder, sino algo que no termina de ser factible en el campo de experiencia que nos es dado, pero que aún así impulsa a la gente a actuar como si lo fuera. Lo imposible hoy es imaginar una economía que pueda funcionar sin el dogma del recorte en gasto social y la suerte echada en favor de los sectores financieros y exportadores. La política de lo imposible de Podemos y Syriza abre una brecha para configurar un centro político que no es centrista; se construye desde los márgenes de la representación y desde la sociedad para recodificar a la política con las coordenadas de la dignidad, la solidaridad y la justicia social. Esta apuesta por otra política es su capital político. Es también lo que hace que desde América Latina veamos su éxito como si fuera nuestro. Su libreto inspirador de un mundo distinto depende, en gran medida, de que no se convierta en una pieza más del teatro de la representación que hasta ahora estaba poblado por quienes no nos representan. Benjamin Arditi es politólogo y profesor universitario

María José Magaña

Estamos viviendo y experimentando un momento excitante dentro del terreno social y político, en el que la ciudadanía demanda cambios y no se contenta con las promesas propias del lenguaje vacío de la política tradicional, todavía más fatuo en los periodos electorales. Esta es una ocasión que no podemos desperdiciar, y el cambio que queremos no viene solamente reclamado desde el desencanto y la indignación, sino que viene avalado por un largo proceso de empoderamiento de los ciudadanos y ciudadanas, que quieren decidir y asumir responsabilidades, a la vez que exigen un determinado comportamiento a los que ocupan cargos políticos, que tiene que ver con la honradez y el compromiso de servir a la sociedad que les ha elegido para que les representen.

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En estos años hemos visto como la brecha entre ricos y pobres se ha agrandado, como los servicios públicos fundamentales han descendido en calidad y cantidad debido a una política neoliberal basada en los recortes y la austeridad aplicada a las clases medias y bajas de la sociedad. Y en este sentido, el ámbito de la cultura es un espejo del daño que ha sufrido el Estado de bienestar al que todos y todas aspirábamos, con la aplicación de leyes torpes y obsoletas, y una dejadez que ha motivado la desarticulación de la débil estructura cultural de este país. Se han utilizado excusas relacionadas con la crisis económica para desmantelar la cultura, pero, desde mi punto vista, el objetivo último no ha sido otro que evitar que la sociedad tenga acceso al pensamiento crítico y a la reflexión sobre el lugar que quiere ocupar. La cultura es incómoda para el poder que se basa en el control de súbditos pasivos y obedientes. Este cambio, reclamado desde la ciudadanía, pretende ser liderado desde la opción de los partidos tradicionales, lo cual ya se ha comprobado que no funciona, al mismo tiempo que surgen otras posibilidades que se sustentan en escuchar lo que las gentes necesitan y quieren decir, dándoles voz y protagonismo. La ciudadanía debe formar parte de este cambio de paradigma, y para ello deben reforzarse los mecanismos de participación de abajo arriba, y la transparencia en los procesos y en los objetivos a conseguir. Para ello, tanto la educación como la cultura deben ser pilares que sustenten esta renovación de un sistema político que se está mostrando ya caduco y que fagocita a las personas que lo soportan, para conformar una sociedad responsable en sus deberes, independiente en su hacer y exigente de sus derechos. María José Magaña es gestora cultural

Santiago Alba Rico

Si el 15-M fotografió las vergüenzas del régimen del 78, Podemos ha amenazado su supervivencia. El primer efecto ya se ha conseguido: un desplazamiento del discurso y las prácticas hegemónicas, una desacralización de la monarquía y de la Constitución y –nada desdeñable– una fisura política en el interior de la propia “casta” dominante, fuente de una entropía creciente. Por esa fisura se ha dejado entrar a Ciudadanos para contener la sangría mientras los medios afines al bipartidismo, con la inestimable ayuda de un sector de la izquierda clásica, trataban y tratan de evitar o al menos reducir los daños. En este sentido, puede decirse ya que lo que está en juego en las próximas elecciones es la alternativa entre cambio o restauración, a sabiendas, en cualquier caso, de que este cambio, de

producirse, chocará enseguida, como ha ocurrido en Grecia, con el otro régimen, el que contiene al nuestro, el del capitalismo europeo moldeado desde la UE y Alemania. Por eso es necesario moverse al mismo tiempo a nivel nacional e internacional e inscribir el cambio en España en un desplazamiento mediterráneo que frene la expansión en Europa de las respuestas destropopulistas a la crisis económica y social. En este sentido, Podemos, como excepción europea, es más que vital. Un mal resultado electoral significaría franquear el paso sin resistencia a esas fuerzas rampantes mientras que una presencia fuerte en el Parlamento – por no hablar de gobierno– funcionaría en el peor de los casos como “vacuna” simbólica en España y ejemplo contagioso para otros países. Podemos solo no puede, pero sólo Podemos puede catalizar “las fuerzas de cambio” que impidan el 20-D la restauración del régimen del 78, un régimen que saldría reforzado porque contaría con la paradójica legitimidad superior derivada de la nueva hegemonía política podemita. Si el bipartidismo se reconstituyera como tripartidismo –un solo dios y tres personas distintas– utilizando el discurso y el aura de Podemos, pero dejando fuera a Podemos, su victoria sería casi definitiva y habríamos perdido una ocasión que no volverá a presentarse en mucho tiempo. El 20-D no se trata de cambiar el mundo; ni siquiera España, al menos de forma inmediata. Se trata de mantener abierta la fisura de la entropía del régimen y el impulso colectivo transformador. No comprender lo que está en juego sería a mi juicio una grave irresponsabilidad. Santiago Alba Rico es filósofo y escritor

Tote King

Pienso que el cambio político más importante que necesita España en estos momentos está en la educación. Creo que el origen del egoísmo imperante en esta sociedad de libre mercado está en la mala educación, vivimos entre personas mal educadas, personas que han crecido en un sistema pésimo, aburrido y mal planteado. Sin ir más lejos, yo he sido víctima de ese sistema, y tengo entendido que ahora con las reformas recientes está aún peor. Si no educamos motivando estamos perdidos, aprendamos de una vez de modelos que funcionan para no tener un fracaso escolar tan vergonzante y poder aspirar así a tener un país en el que el mayor logro en la vida no sea convertirse en especulador inmobiliario. Por otra parte, creo necesaria una reforma constitucional seria, que incluya, por ejemplo, otro planteamiento para con la monarquía. Entiendo que es vital también poner en marcha


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medidas que creen empleo y mejores las condiciones de los trabajadores. Tote King es músico

Franco Berardi (Bifo)

El cambio que Europa necesita es mucho más radical de lo que podemos esperar de una victoria electoral, porque implica una mutación de la naturaleza misma de la Unión, la cual en su forma presente solo es un dispositivo de imposición del modelo neoliberal del capitalismo global. Los contenidos del cambio que tenemos que preparar para hacer frente a la catástrofe producida por la política de austeridad son, entre otros, la redistribución de la riqueza, la reducción drástica del tiempo de trabajo individual, el aumento de los recursos para la educación pública y para la investigación, un plan de integración para los migrantes y una renta de ciudadanía. Todo eso no se puede ni imaginar en el seno de la actual Unión Europea porque está fundamentada en los principios de competencia empresarial y crecimiento. Competencia económica significa más tiempo y más intensidad del trabajo, es decir, más explotación y más dependencia. Por tanto, lo que se hace cada vez más necesario es una inversión de esta ideología laborista que ignora la función progresiva de la tecnología digital, cuyo potencial nos permitiría la substitución creciente del trabajo humano y la reducción del tiempo necesario para el mismo. Liberar tiempo desde el trabajo salariado significa también incrementar el tiempo para el cuidado y la educación, que tienen que volver a ser actividades comunitarias y no funciones para el provecho de la empresa. Franco Berardi (Bifo) es filósofo y profesor universitario

Chantal Mouffe

Con la crisis de 2008 han aparecido grietas en el capitalismo financiero y el modelo neoliberal ha dejado de ser percibido como invencible. Por cierto, conviene subrayar que esta crisis no ha podido ser aprovechada para lanzar una ofensiva contra-hegemónica porque los partidos social-demócratas se habían convertido al social-liberalismo, aceptando la idea de que no hay alternativa a la globalización neoliberal, la cual muchos de ellos contribuyeron a consolidar. Sin embargo, como reveló la irrupción de varios movimientos de protesta, se han abierto brechas en el orden dominante. Estos movimientos expresan de diversas maneras las resistencias de los ciudadanos al sometimiento de toda la vida social a las leyes del mercado y el rechazo a las medidas de austeridad que

se presentaban como el remedio necesario a la crisis. Si bien en un primer momento dominó la lógica de la indignación, con Syriza y Podemos asistimos a la emergencia de una nueva política cuyo objetivo es el de articular todas estas demandas heterogéneas a fin de darles una expresión institucional. La victoria inesperada de Jeremy Corbyn, llamado a liderar el Partido Laborista tras una vasta movilización, es la señal de que en varios países están creciendo las fuerzas de cambio. La puesta en cuestión del orden existente ya no se limita a los partidos populistas de derecha. Un viento de esperanza ha comenzado a soplar en Europa y vislumbramos un deseo real de cambio. El cambio no va a ser fácil y, como la ofensiva europea contra Tsipras ha demostrado, las oligarquías financieras van a tratar de aplastar todas las fuerzas que las desafían. Sin duda la lucha va a ser dura, pero después de años de consenso al centro, vuelve lo político. Los ciudadanos europeos han tomado consciencia de que hay alternativas y de que el neoliberalismo no es el fin de la historia. En toda Europa se están empezando a organizar para recuperar y radicalizar la democracia. El éxito de Podemos en imponer una agenda diferente en España podría dar un fuerte empuje a este movimiento. Chantal Mouffe es politóloga y profesora universitaria

Fernando Broncano

La transición de la Transición

No sabemos si quienes diseñaron las líneas generales de lo que ha sido llamado con acierto el régimen de la Transición eran conscientes de que estaban creando un sistema jurídico, político y, en último extremo, social que era difícilmente sostenible, a pesar de toda la retórica que acompañó al proceso como si fuese un cambio de era. Lo cierto es que fue un sistema creado bajo la fuerza del miedo más que sobre las alas de la esperanza. Fue el miedo a la amenaza golpista y el miedo, aún mayor, a la movilización popular el cimiento sobre el que se construyó el régimen. El miedo a la intervención militar fue desde los primeros momentos de la Transición un arma efectiva que pendía sobre las mesas de la negociación política. Cuán real y cuán imaginario fuera ese miedo es difícil calibrarlo ahora, pero cabe sospechar que fue un instrumento poderoso de desmovilización social a pesar de que las condiciones reales hacían casi imposible la viabilidad de un golpe a la chilena o argentina. Mucho más importante fue el horizonte de una movilización general de la sociedad. Los partidos que estaban contra el régimen franquista se nutrieron de esta

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movilización popular pero la temían tanto como sus opositores. No se puede construir una sociedad sobre el miedo. Y, sin embargo, este instrumento fue eficiente en la elaboración de la Constitución y también en la creación de una cultura que en apariencia era abierta y “moderna”, pero que en realidad se sostenía sobre el no saber o no querer saber los límites de la libertad. Una sociedad pensada sobre estas bases no puede tener un proyecto de futuro sostenible. Podemos ha interpretado bien los signos que se hicieron presentes en las calles españolas desde el inicio de la crisis económica. Múltiples demandas de los más heterogéneos sectores se unían como expresión de un común sentimiento de hartazgo con un sistema basado en el miedo. El eslogan “Sin trabajo, sin futuro, sin miedo”, que inició el movimiento del 15-M expresa claramente el deseo de transformación profunda. Solo Podemos ha entendido la dimensión real de la necesidad de transformar una sociedad basada en el miedo en una sociedad basada en la esperanza. Fernando Broncano es filósofo y profesor universitario

Paco Roca 60

El cambio político que debe llegar tiene que conciliar de nuevo a la política con los ciudadanos. Ha de empatizar con la gente y sus problemas, algo obvio, pero que viendo al Gobierno actual es evidente que no ocurre. Me gustaría un Gobierno que redujese la desigualdad social. El problema no es que existan ricos, ni mucho menos, el gran problema es la pobreza y la precariedad laboral. Querría un nuevo Gobierno transparente, ético y respetuoso con el resto de opiniones. Me gustaría un Gobierno que por fin solucionase aberraciones que llevamos arrastrando desde el comienzo de la democracia y que serían inadmisibles en otros países laicos y democráticos, como es el papel de la Iglesia en el Estado y el cumplimiento de la ley de la Memoria Histórica. Me gustaría creer que un partido como Podemos, que recoge el testigo de las protestas ciudadanas del 15-M, fuera capaz de llevar todo esto a cabo. Creo que el gran valor de este partido es precisamente el de ilusionar a los desilusionados, el pensar que el cambio es posible. Como buen agnóstico me gustaría creer, pero de momento no lo consigo. Paco Roca es dibujante

Étienne Balibar

Las próximas elecciones generales en España serán seguidas en toda Europa con extrema atención. Con esperanza por parte de algunos,

y con mucha preocupación por parte de otros. Los sucesivos fracasos en las negociaciones entre el Gobierno de Syriza y la Comisión Europea, así como la deriva impredecible y violenta que ha tomado el área mediterránea, hacen que las elecciones españolas tengan una considerable relevancia. Como muchos otros, me encuentro entre los que desean fervientemente que Podemos confirme el éxito de las pasadas elecciones municipales y llegue al gobierno, ya sea sólo o en alianza con otras fuerzas políticas que compartan la voluntad de iniciar un cambio radical en el país y, a su vez, en la Unión Europea. Varias razones me llevan en esa dirección. Voy a mencionar sólo tres. En primer lugar, Podemos, con su programa, sus militantes y sus prácticas colectivas innovadoras encarna por excelencia las posibilidades de una respuesta democrática a la “revolución conservadora”, que tomó el control de la política europea desde el comienzo de la crisis monetaria y bancaria provocada por la especulación inmobiliaria –particularmente devastadora en España–. Gracias al impulso del movimiento de los indignados, casi único en Europa por su fuerza, duración y originalidad, Podemos ha reinventado la característica combinación de participación, contestación y representación que yace en el corazón de la ciudadanía democrática como ciudadanía activa. Este es un ejemplo y un incentivo poderoso para todos nosotros. En segundo lugar, Podemos ha demostrado que uno puede rechazar con intransigencia la corrupción de la “clase política” que alberga en su corazón la alianza oculta entre el Estado y el dinero, o lo que es lo mismo, entre el capital nacional y el multinacional, que campa a sus anchas en toda Europa y explota la desesperación y la humillación de los más desfavorecidos sacando rédito político en favor de un fascismo apenas renovado, que nos retrotrae a los años más oscuros del siglo XX. Como ciudadano de un país, Francia, donde este neofascismo está gangrenando toda la vida política, soy particularmente sensible a esta situación y reconozco a Podemos el haber mostrado el camino de la alternativa. En tercer lugar, Podemos se ubica de forma explícita en la perspectiva de una reconstrucción de Europa, por no decir directamente de la invención de “otra Europa”, a lo que sin duda puede hacer una contribución decisiva. Sin dejar de lado la importancia de las aspiraciones regionales o nacionales en el reconocimiento de sus identidades culturales y territoriales heredadas de una larga historia, parece hasta ahora evitar la trampa del


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particularismo y se coloca en un nuevo tipo de perspectiva internacionalista. Una victoria de Podemos en las próximas elecciones no sería una repetición de lo ocurrido en Grecia (que, por otra parte, aún no ha acabado), ya que las condiciones locales no son las mismas, ni el lugar de España en Europa y en todo el mundo. Pero sería un extraordinario fortalecimiento del “partido del cambio” en nuestro continente. Las dificultades, por no decir los peligros, no faltarán, como no podría ser de otra manera, tanto a nivel internacional como de puertas hacia dentro. Pero es una experiencia maravillosa que probar, de la que el pueblo español tiene la mayor necesidad y por la que será imprescindible que reciba el apoyo de lo que me gusta llamar “la Europa joven”. Étienne Balibar es filósofo

Ángeles Caso La vida a favor

Hace cuatro años, cuando se produjo el estallido del 15-M, escribí algunas palabras que ahora voy a repetir: Por fin algo se mueve en este país que parecía estar dormido. Llevábamos años viendo cómo muchos políticos se burlaban del sistema democrático sin que nadie alzara la voz para protestar. Años tragando con la corrupción y aceptando la ausencia del debate de ideas, reemplazado por el griterío de tópicos e insultos. Cargando con unos partidos mastodónticos y fosilizados, en los que triunfa el clientelismo y no la inteligencia. Soportando una ley electoral injusta, que favorece con descaro a los de siempre. Últimamente, las cosas no han hecho más que ir a peor, y a velocidades de vértigo. Ante nuestros propios ojos, izquierda y derecha parecen haberse puesto de acuerdo en que la única solución a los problemas económicos consiste en arrodillarse a los pies de los lobos, ir privándonos poco a poco de derechos y comenzar el desmantelamiento de un Estado de bienestar al que apenas empezábamos a incorporarnos. En medio de un silencio acongojante. Democracia real ya y el movimiento 15-M están demostrando que mucha gente aún está viva y desea rebelarse, dejar de agachar la cabeza bajo los abusos y los discursos vacíos. Y, sobre todo, luchar: por un futuro mejor y por una democracia que tal vez haya que revisar a fondo, inventando formas diferentes de hacer política, más cercanas a la realidad y menos cínicas. Los jóvenes de las plazas no son una panda de vagos y maleantes, sino gente con ideas propias y con demasiado tiempo libre porque el paro afecta al 45% de ellos. De entre

todas esas personas saldrán los políticos y los juristas del futuro. Y quizá sean ellos quienes entonces, si no traicionan sus viejos días de esplendor, consigan realmente que todo esto mejore. Y si para eso hay que coger buena parte de lo establecido y tirarlo a la basura, habrá que hacerlo. Sin miedo. Cuatro años y medio después, reitero esas afirmaciones. Lamentablemente, las circunstancias de fondo aún han empeorado más. Así que solo habría que sustituir las palabras Democracia real ya y el movimiento 15-M por Podemos para que ese artículo pudiese ser escrito ahora. Y luego volver a mirar este fenómeno asombroso, el nacimiento de un nuevo partido surgido de las calles y no de los despachos acolchados, con el mismo entusiasmo con el que entonces muchos contemplamos o participamos del 15-M. Y, claro, volver a pensar, como entonces, que la vida y la historia están a favor. Ángeles Caso es escritora

Fernando Trueba

Debería, en mi opinión, darse un cambio realmente muy profundo en el funcionamiento mismo de la democracia. Me refiero, por ejemplo, a que pudiéramos alcanzar mayores cotas de representatividad, limpiar la financiación de los partidos, dar sentido al Parlamento o que los diputados ejerzan como tales. En cierta forma, creo que es necesaria una restauración, en el sentido, claro está, de restaurar un cuadro que se encuentra deteriorado. No sé si en los tiempos que vivimos de “delirio espectacular” pedir menos “líderes carismáticos” y más presencia de la ciudadanía en las decisiones es realista, pero por ahí van los tiros. Recomiendo vivamente la lectura de los estudios de Pierre Rosanvallon –historiador y analista de la democracia y editor de Thomas Piketty–, en especial La sociedad de los iguales y su último y más reciente El buen gobierno. Creo que la gran tarea pendiente de las democracias occidentales es la recuperación efectiva de ésta y establecer los mecanismos para que la democracia real no pueda ser degradada, burlada, manipulada y corrompida por el poder e influencia de las corporaciones y los grupos de presión. La educación de la ciudadanía y el estudio de la democracia en las escuelas es básico e indispensable, la vuelta del “pensamiento” a las escuelas y universidades, que deberían formar ciudadanos y no clientes, crear mecanismos para que la educación y la sanidad públicas, así como la cultura, su creación y difusión, no estén sometidas a los avatares de los cambios de gobierno sino que

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sean la base de la propia democracia. También me gustaría que se pudieran recuperar espacios públicos, la retirada de la “ley mordaza”, devolver las televisiones públicas al servicio de la sociedad, etc... Tantas cosas... Tenéis trabajo, amigos. ¡Ánimo! Fernando Trueba es director de cine

Joaquín Estefanía

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No soy muy optimista sobre los cambios que se derivarán del resultado de las elecciones generales. Las correlaciones de fuerzas que se prevén lo impiden. Al menos habrá un cambio: el PP no podrá repetir mayoría absoluta y Mariano Rajoy, posiblemente, no volverá a ser presidente del Gobierno. Algo es algo. Ello significará la imposibilidad de que la derecha avance, con la misma rapidez que en el pasado inmediato, en el deterioro de la vida política y económica: no más retrocesos en la calidad de la democracia (instituciones, medios de comunicación, justicia…), en el proceso de igualdad de oportunidades (sistemas de protección) y en las divisiones sociales (paro, desigualdad). Esas correlaciones de fuerzas que por una parte evitarán las transformaciones radicales, por la otra harán más difícil la institución del arbitrismo y de la corrupción como prácticas políticas. Creo en las reformas incrementales, y poco en los puntos aparte. El programa de la nueva mayoría debería ser la derogación de la reforma laboral (dificultar la devaluación salarial, el precariado y las indemnizaciones por despido baratas), de la “ley mordaza” (garantismo en el ejercicio de las libertades) y de la ley de la educación (igualdad de oportunidades) vigentes, y la aprobación por consenso de una reforma de la Constitución en sentido federal (incluido en ella su artículo 135), y de una reforma fiscal (progresividad en el pago de impuestos y lucha contra el fraude y contra las termitas fiscales). Esta sería la utopía factible de este periodo. La volatilidad del voto es tal que el papel de Podemos puede ser el de sustituir a Izquierda Unida como principal partido a la izquierda del PSOE, sin que previsiblemente se produzca un sorpasso entre ambas formaciones. Los pactos serán posibles entre ambos en la derogación de las reformas mencionadas, más difícil en el apoyo a la reforma fiscal que quieren los socialistas, y francamente imposible en las transformaciones de la Constitución de 1978, dado que una idea fuerza de Podemos es la de abrir un proceso constituyente. El papel de Podemos puede ser determinante en la denuncia de la deriva hacia posiciones

social-liberales en el PSOE, defendiendo medidas socialdemócratas clásicas, y en evitar la formación de coaliciones negativas regresivas que nos devuelvan al pasado. Joaquín Estefanía es periodista

Paula Biglieri

Ante la pregunta: ¿qué significa el cambio en Europa y qué puede aportar España en este momento coyuntural? Mi respuesta sólo puede llegar desde el contexto en el cual se sitúa mi reflexión: el sur de la América Latina. En nuestro continente durante la última década un grupo de países ha vivido la experiencia de gobiernos populistas que surgieron como respuesta al momento de reactivación abierto a partir del colapso del modelo neoliberal. Articulados y constituidos a partir de una diversidad de elementos anclados en la reivindicación de la “igualdad” en torno de la figura del pueblo, desplegaron una serie de políticas públicas que, más allá de las tensiones y dificultades, privilegiaron el ejercicio democrático de la soberanía popular por sobre la lógica del ajuste, al Estado por sobre el mercado, lo público por sobre lo privado y la distribución solidaria por sobre la competencia. En el contexto de los gobiernos populistas, el Estado ha adquirido un lugar preponderante, ya no como mera opresión, sino también y sobre todo como espacio que ha permitido la inscripción simbólica de nuevos lazos sociales después de la destrucción neoliberal. Ha funcionado como superficie de inscripción de demandas emancipatorias, como refugio de los más vulnerables y como plataforma para resistir el embate de la codicia ilimitada de la especulación del capital financiero, las corporaciones y los sectores más conservadores de la tradicional oligarquía latinoamericana. Ahora bien, toda esta posición de los distintos populismos latinoamericanos ha sido posible en gran medida gracias a una articulación común en la región, que permitió construir alianzas y apoyos que cristalizaron además en instituciones interestatales. América Latina ha aparecido solitaria, empecinada y hasta taciturna en su resistencia contra el discurso neoliberal, por eso un cambio en España –que por historia, tradición y cultura ha sido el país de referencia de los latinoamericanos en Europa– nos resulta fundamental, ya que corre en el sentido de la urgencia de estos tiempos que nos obligan a ampliar esfuerzos y a buscar inscribir nuevos lazos de solidaridad entre los pueblos. Un cambio en España evidencia –una vez más– que el antagonismo entre el capitalismo y el ejercicio mismo de la democracia es


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constitutivo e irreductible, vale decir, que no es sólo un problema típico recurrente de los latinoamericanos producto de un déficit institucional o cultural a causa de sus incorregibles defectos. Nos muestra que el tratamiento de la “deuda” es un dispositivo de subyugación del discurso financiero neoliberal y no una consecuencia de un comportamiento irresponsable por parte de los pueblos sobre los que debe caer la culpa y la vergüenza. Nos advierte que cualquier intento alternativo no es tolerado –ya sea en Europa o Latinoamérica– porque su éxito indicaría que algo distinto puede hacerse; su fracaso, por el contrario, implicaría no sólo el inmediato retorno a las políticas neoliberales sino también la confirmación de su discurso que dice que nada es posible más allá de su propia racionalidad y que, en consecuencia, es la mejor opción posible. La resignación al ajuste es la forma de domesticar las expresiones de la soberanía popular. España y Latinoamérica tienen mucho que decirse sobre todos estos aspectos. Paula Biglieri es politóloga

Gonzalo Abril

En el ámbito político, es necesario un proceso constituyente que reinstaure la democracia: proclamando la república, ampliando el espacio de la participación y la decisión ciudadana, logrando un pacto federal para superar el “estado autonómico”, y asegurando la laicidad. La ciudadanía ha de recuperar urgentemente el ejercicio pleno de los derechos políticos, sociales y laborales mediante la derogación de las leyes antidemocráticas del PP. El espacio mediático, orgánicamente subordinado a los intereses de los grandes poderes económicos, ha de abrirse al mayor número posible de agentes sociales, acabando con los privilegios de los grupos mediáticos monopolísticos. Ha de garantizarse la independencia y la calidad de los medios audiovisuales públicos. Han de respetarse los derechos humanos, acabando con las vallas fronterizas y los CIES, con las prácticas de la tortura y de discriminación racista por parte de los aparatos del Estado, y con el negocio de la venta de armas. En el plano económico hay que combatir las desigualdades: asegurando una renta básica digna, estableciendo condiciones salariales decentes y con derechos, la igualdad de mujeres y hombres, el derecho a la vivienda y el apoyo a la dependencia. Garantizando también el acceso universal al sistema sanitario público y la mejora de sus recursos. En las instancias estatales e internacionales se tratará de acabar con los paraísos fiscales, los privilegios fiscales de las multinacionales y de las grandes fortunas.

Es indispensable una ley educativa integral que garantice la prioridad absoluta del sistema público en todos los niveles educativos, la máxima igualdad de acceso, la laicidad, la reducción drástica de las tasas universitarias y un nuevo pacto educativo y científico en el que participen todos los agentes implicados. Si Podemos tiene ocasión de gobernar, solo o en compañía de otros, debería hacerlo persiguiendo los objetivos que modestamente he apuntado. Como en el caso de Josefina, la cantante del pueblo de Los ratones de Kafka, el liderazgo de Podemos me parece a la vez necesario e imposible. Su imposibilidad viene en parte de causas endógenas: una organización que se ha vuelto demasiado “tradicional” y casi hipnotizada por las oportunidades electorales; un desdibujamiento en el discurso, y también en la estructura organizativa, de lo que hace no tantos meses cifraba su “diferencia” con la política oligárquica. La necesidad del liderazgo viene de su función pedagógica: Podemos sabría entonar, como Josefina, un silbido familiar y seductor para los ratones, sobre todo para los más jóvenes. Haciendo pueblo, a la vez, con los ratones vecinos. Si sus jefes recrean las coloraturas de las voces anteriores al 15-M, nos devolverán al nihilismo del 78. Gonzalo Abril es profesor universitario y doctor en filosofía

Jesús Tíscar Jandra

Con lo que no podrá Podemos

En España hay muchos padres, abuelos y bisabuelos que llevan de la mano a votar a sus hijos, nietos y biznietos, eso es lo que pasa, que en España hay muchos padres, abuelos y bisabuelos que llevan de la mano a votar a sus hijos, nietos y biznietos. Aunque estén muertos, eso da igual. Bueno, no, no da igual: si los padres, abuelos y bisabuelos están muertos, la mano se la aprietan con más fuerza, con más convencimiento, con mejor ajuste de la ideología que va dentro de ese sobre malucho con la esquina pegamentosa. A mi bisabuelo le hacía la vida imposible un cacique de su pueblo, así que yo voto a los rojos obreros; a mi abuelo lo mataron los republicanos –después de cortarle los testículos, naturalmente–, así que yo voto a la derecha moderada, que no le corta los testículos a nadie que no se lo pida, es benevolente y misericordiosa; a mi padre, una vez que fue a hacer un recado a la sede de los de centro, le regalaron un manojo de bolígrafos de los buenos, pintaban muy bien, todavía nos quedan en casa, así que yo voto a los de centro. Y así se van rellenando las jornadas electorales de la democracia en este país de ensimismados e historiadores del lugar común. A nadie –ni a

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Podemos, ¿será posible?, con lo lenguaraces que son– se le ha ocurrido aún plantarse, separar un poco las piernas, extender las manos y decirles con un pelín de mala leche: oiga usted, lo que le pasara a su padre, a su abuelo o a su bisabuelo, amén de que no viene al caso, nos la suda muchísimo, de manera que haga el favor de no darnos la tabarra con su historieta, suéltese de la mano del viejo –que ya suda– y vote a quien le convenza a través de los señuelos tan chistosos de sus programas, de sus antecedentes sin duda honorables, de sus más o menos leves latrocinios, mejor o peor disimulados, e incluso fijándose atentamente en aquel partido político que le esté resolviendo a usted la vida cada mes, a tanto la mamada. Es por eso por lo que, elecciones tras elecciones, los inteligentes, apuestos y adinerados ciudadanos que nos sentimos por encima de todo esto, los analistas buenos, seguimos asombrándonos de lo imbécil que hay que ser para transportar al colegio la papeleta de los de siempre. No hay más. En España se vota mayoritariamente como se es del Real Madrid, del Barcelona o de cualquier otra agrupación absurda de esas. Y, en este caso, no aunque pierda, sino aunque gane. Podemos no va a poder acabar con esto mientras los hijos se conviertan en padres, los nietos en abuelos, los bisabuelos en biznietos, etcétera, y todos tengan madre que los parió para hacerles tragar un caldito tras el trance de la urna. Podemos podrá con otros asuntos, pero con ese no. Jesús Tíscar Jandra es escritor

José Anillo

Una de las principales problemáticas que hoy día afrontamos con respecto a la cultura es la falta de interés de nuestro actual Gobierno por el ámbito cultural. Se han destruido numerosos espacios culturales, se ha infravalorado el trabajo de los propios artistas y, a su vez, se ha perdido el interés de la población por consumir cultura ya que, con la crisis, muchos ciudadanos tuvieron que suprimir de sus hábitos el consumo cultural. Todo ello sin obviar que, para más inri, se subió el IVA cultural al 21%, haciendo menos accesible al pueblo algo tan nuestro como es la cultura. Por otra parte, en lo referido a mi rama artística, que es el flamenco, debo decir que es bastante complicado tener libertad para posicionarse por un partido político determinado. Dadas las circunstancias tan precarias en las que vivimos, las consecuencias del clientelismo y el habitual amiguismo se perciben muy de cerca en nuestro ámbito profesional. Bajo mi punto de vista, creo que eso debería cambiar ya que el artista, antes que

artista es persona y debería ser tratado como tal, y después ser valorado profesionalmente por su talento y no por el color político o ideología con el que se sienta identificado. José Anillo es músico

Slavoj Žižek

Si uno mira de cerca las propuestas planteadas por Podemos, no puede dejar de notar que muchas de sus demandas eran hace 40 años parte de la agenda socialdemócrata moderada estándar –sin ir más lejos, en la Suecia de los años 60, el programa del Gobierno era mucho más “radical”–. Es un signo triste de nuestros tiempos que hoy se denuncien como izquierda radical estas mismas medidas –un signo de tiempos oscuros, sin duda, pero también una oportunidad para ocupar ese espacio que, hace décadas, pertenecía a la izquierda moderada de centro y dotarlo de un nuevo contenido, dando al viejo Estado de bienestar una nueva dimensión–. Podemos es plenamente consciente de que el siglo XX ha terminado, de modo que no cabe la nostalgia de la vieja socialdemocracia o el comunismo. Con Podemos, los capitalistas “modernizadores” son golpeados en su propio juego. Este nuevo comienzo es lo que Europa necesita, y, con suerte, un éxito de Podemos desencadenará un cambio que hará temblar a Europa fuera de su inercia. Slavoj Žižek es filósofo

Marina Garcés

De este país se podrían cambiar muchas cosas, empezando por el nombre, la bandera y la jefatura del Estado. Sólo para empezar. ¿Os imagináis dejar de ser una monarquía, cambiar los colores patrios o dejar de tenerlos y buscarle un nombre nuevo, o varios, a España? Creo que empezaríamos a sonreír más y a respirar mejor. No se trataría de hacer tabula rasa, sino de liberarnos del peso de una historia que aún está demasiado viva en el corsé de la identidad y de las instituciones españolas. Este peso no es sólo identitario, sino que también condiciona el sentido de la vida política, siempre aún bajo amenaza de una respuesta totalitaria del poder del Estado ante cualquier experimentación social o política que pueda poner en cuestión el statu quo. Esto hace que los partidos políticos, viejos o nuevos, siempre tengan que justificarse y demostrar, un día tras otro, que no serán fuente de inestabilidad. ¿Cómo se puede cambiar las cosas y mantener la estabilidad al mismo tiempo? Podemos lo pretende. España, la bandera y el rey para cambiarlo todo. Difícil. Lo mismo pero más democrático. Lo mismo pero más igualitario. Lo mismo pero menos corrupto. Virtuosismo político que ilusiona y decepciona a la vez.


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Lo que necesita este país es perder el miedo a cambiar. Para ello no hacen falta grandes relatos o grandes hegemonías. Ni promesas de regeneración ni una nueva Transición. En este país de caciques, reyes y salvapatrias, lo que hace falta es atreverse a ceder y distribuir el poder. No hay otra manera de emancipar a la sociedad que confiar en su capacidad de emanciparse. ¿Hay algún partido político dispuesto a ello? Me gustaría pensar que sí, y en el ámbito local se está ensayando por distintas vías. Pero en cuanto reaparece el Estado el verdadero desafío político se diluye, el poder se recentraliza y el deseo electoral legitima las estructuras políticas existentes. ¿Estaría dispuesto Podemos a tomar el poder para vaciarlo de poder, a ganar para ceder, a conquistar para distribuir? Sólo así es posible romper la complicidad entre el poder del Estado y el poder capitalista. No nos engañemos: el centro siempre es más sumiso de lo que su aparente fuerza le permite entender. Marina Garcés es filósofa y profesora universitaria

José Luis Villacañas

El inicio de un ciclo histórico nuevo

En las próximas elecciones podemos encaminarnos a una prueba fundamental para España, única en su historia. Pues la verdad es que nunca ha logrado nuestro país hacer una experiencia democrática capaz de interpretar la historicidad inherente a las constituciones. La derecha, desde Cánovas, ha entendido las constituciones como un katechon para cosificar las instituciones y obstaculizar una democracia capaz de autocorrección. Eso ha generado una experiencia continua de parálisis, bloqueo y desafección institucional que han sido respondidas por irrupciones desestabilizadoras. La derecha ha preferido siempre esperar estas confrontaciones –en las que se maneja bien– a batirse ante las complejidades de la vida histórica y asumir hábitos de flexibilidad y de evolución, en los que ve la pérdida de oportunidades, sentido e identidad. En el 20-D pueden formarse mayorías de fuerzas políticas que consideran que las instituciones españolas no pueden persistir por más tiempo sin cambios. En este sentido, no van a ser unas elecciones convencionales. La cuestión es la índole de esas fuerzas y la índole de esos cambios. Excepto el PP, todos los actores han asumido que las reformas son inaplazables. Con ello, el partido de Aznar y de Rajoy cumple en la presente situación la misma función retardataria que tuvo en su día Arias Navarro en las movilizaciones entre 1975 y 1977 y Alianza Popular en las Cortes Constituyentes. Esa incapacidad de cambio,

inmune a los procesos generacionales, no puede ser gratuita. Responde al hecho de que cualquier cambio, percibido como conveniente por muchos, afecta de forma fundamental a los intereses centrales representados por el PP. Pero que existan núcleos de intereses que no pueden renunciar a una posición de Estado –y que en realidad forman un capitalismo de Estado al servicio de empresas privadas– ya es un síntoma de lo ilegítimos que pueden llegar a ser. Las reformas que necesita la democracia española no son únicamente asuntos de técnica constitucional, ni de diseño institucional, sino de poner las instituciones al servicio de los intereses materiales de la ciudadanía. De toda ella. De sus empresarios productivos, cansados del juego sucio de tantos ventajistas cercanos al poder, de sus autónomos, de sus profesionales, de sus funcionarios, de sus familias, de sus pensionistas, de sus parados, de sus dependientes, de sus huéspedes extranjeros, sobre todo de los hermanos latinoamericanos y de los paisanos magrebíes. Podemos debe ser no sólo el defensor de este discurso, como agente pedagógico de la ciudadanía española, sino la fuerza política capaz de garantizar el máximo de su cumplimiento para millones de españoles, que saben que otros partidos asumirán este discurso de forma minimalista o inercial. Podemos debe ser el partido que explique con claridad ante los españoles que los agentes centrales del neoliberalismo internacional no pueden conceder que la democracia avance en España y que, utilizando las mejoras políticas (cambios de ley electoral, reforma federal, reforma de la justicia, de la educación), ponga sus instituciones al servicio de los intereses materiales, profesionales y culturales de nuestra gente. Podemos debe ser el partido capaz de comprender y hacer comprender la complejidad del cambio necesario: reformar la constitución política de España para reformar su constitución económica. Sin ellas, seremos un país dominado doblemente por instancias económicas y políticas legales, sí, pero arcaicas e ilegítimas. Podemos debe ser el partido que haga de estas unas elecciones excepcionales y a la vez normales, ese doble carácter que siempre tiene la democracia cuando es auténtica y capaz de evolucionar con la historia. José Luis Villacañas es profesor, filósofo y escritor

Juan Goytisolo

España necesita un cambio

Como mostró el movimiento de los indignados, la sociedad española ha manifestado su hartazgo de una política de recortes que afecta a las clases sociales de menor renta, y de una

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corrupción generalizada tanto en el ámbito estatal como en el autonómico. Voces de distintos sectores han manifestado su exigencia de una regeneración democrática que acabe con el inmovilismo del Gobierno de Rajoy, con miras a una nueva política que tome en cuenta los intereses de quienes hasta ahora han sido perjudicados por una austeridad sin perspectiva. España necesita una mejor redistribución de la riqueza que permita una renta básica y una mejora substancial de la educación y de la sanidad públicas, descuidadas por quienes han gobernado el país en los últimos veinte años. Para llevar esto a cabo es necesario crear un frente amplio como los que gobiernan actualmente en las alcaldías de Madrid y Barcelona. Creo que Podemos debería ser la fuerza impulsora de dicho movimiento, y recoger así los anhelos de cambio de las jóvenes generaciones que desean una sociedad más justa y dinámica que en la que hasta ahora hemos vivido. Juan Goytisolo es escritor

Luis Eduardo Aute 66

Sin duda, la aparición de Podemos en el espacio político nacional ha supuesto una bocanada de imprescindible oxígeno renovado en estos climas apestados por sistémicas corrupciones y otros despropósitos. Podemos, como organización surgida de los movimientos de indignados del 15-M, está marcando un antes y un después en este largo tránsito de transacciones ya intransitables y, además, ha puesto en posición de firmes a la partitocracia cómodamente instalada en sus prebendas. La propuesta de Podemos es, cómo no, ilusionante y alentadora, aunque echo mucho de menos alguna referencia a la cultura. Apenas he leído o escuchado esa palabra en ningún programa ni discurso de ningún partido, y tampoco de Podemos. Desde mi punto de vista, el mayor patrimonio de un país es, sin duda alguna, su cultura. Techo, trabajo, sanidad, educación y cultura debieran ser los cimientos inalienables de una democracia que se pretenda justa, participativa e igualitaria. Un país sin cultura es un redil de zombis descerebrados y borregos robotizados. Luis Eduardo Aute es músico y pintor

Yannis Stavrakakis

Después de Syriza, ha llegado el momento de Podemos.

Frente a la insistencia de las instituciones internacionales y europeas de remediar los fracasos del neoliberalismo con más neoliberalismo, siempre a costa de la gente, han

surgido nuevos movimientos políticos como Podemos en España prometiendo poner fin a la austeridad, la restauración de la soberanía popular y una vida democrática vibrante. Para revitalizar la democracia impotente de hoy, para cambiar el presente equilibrio de fuerzas, se requiere una coordinación paneuropea, un enfoque hacia los desafíos de Europa que sea a la vez pragmático y comprometido con la democracia, abordando tanto el déficit de soberanía nacional como el dominio del ordoliberalismo alemán. En el marco de este cambio real que pueda afectar al continente en su conjunto, las próximas elecciones españolas constituyen el hito más importante en esta nueva orientación; un hito que, después de Grecia y Portugal, puede abrir una etapa radicalmente nueva en la trayectoria de nuestro futuro común. Yannis Stavrakakis es politólogo

Manuel Cruz

En el momento de escribir estas líneas, y como consecuencia del anuncio de la propuesta de desconexión con España presentada en el Parlament de Cataluña por parte de Junts pel Sí y la CUP, ha vuelto a colocarse en el centro del debate político español la cuestión catalana. Mejor así, porque probablemente sea el problema más grave que tiene planteado en este momento nuestro país. El cambio político que se necesita a partir de las próximas elecciones generales debería abordar tanto las medidas necesarias para salvaguardar determinados derechos sociales y para frenar las rampantes desigualdades, como las transformaciones constitucionales –a mi juicio de signo inequívocamente federalizante– encaminadas hacia la necesaria nueva organización territorial. En cuanto a Podemos, creo que debería fijar de una vez, de forma clara e inequívoca, su mensaje político en todos estos aspectos (dejando atrás los vaivenes programáticos, que tan poco le han ayudado) y, asunto no menor, ir con cuidado con sus compañías en Cataluña (que le han ayudado todavía menos). Manuel Cruz es filósofo y profesor universitario

Luciana Cadahia

Junto a España otra Europa es posible Como le decía Álvaro García Linera a Pablo Iglesias hace un tiempo, en Europa se ha abierto una brecha y ésta se llama “retorno de lo político”. Este momento de apertura e indeterminación debe ser aprovechado para la creación de una nueva correlación de fuerzas capaz de hacer frente a la lógica inmunitaria de la austeridad y el sacrificio del poder financiero. Hasta ahora, el dispositivo


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de la crisis europea ha servido como en un mecanismo de normalización y ocultamiento de los cambios que precisa el capitalismo financiero para seguir expandiéndose. Por tanto, deberíamos hablar de una crisis previsible, una crisis que ya está de antemano subsumida en un orden que, desde arriba, procura transformar la naturaleza misma de la sociedad y las instituciones. Este poder ya no necesita de un pacto social para subsistir, y es a partir de este abandono de lo social a su suerte donde tienen que intervenir las nuevas fuerzas plebeyas del cambio. Pero estas fuerzas tienen que ser capaces de salir del círculo vicioso que tiene atrapada a la izquierda desde hace tanto tiempo entre la celebración errática de sus propias fisuras –difiriendo todo el tiempo ante la posibilidad de crear una verdadera correlación de fuerzas– y la moral del alma bella que no desea contaminarse del poder del Estado. Esta doble negación sintomática de la política ha encontrado un límite y se llama Sur de Europa. En España esta experiencia está teniendo lugar gracias a Podemos, un experimento nacido, entre otras cosas, de un agudo estudio del papel de los afectos y las identificaciones en la construcción de liderazgos y alternativas políticas en América Latina. Así como América Latina es deudora del pensamiento europeo y de los miles de migrantes anarquistas, socialistas y comunistas que impulsaron una forma de hacer política por estos lares –muchas veces mal comprendida por los intelectuales europeos–, es solamente en el aprendizaje recíproco, despojado de los históricos mitos de la izquierda, como Europa puede encontrar su propio camino. En coyunturas revueltas como las que estamos viviendo, hace falta ser lo suficientemente generosos y estratégicos como para saber que lo importante es construir lazos e internacionalizar experiencias que puedan ayudar a generar otro bloque histórico. Quizá España, junto a Podemos, sea el lugar elegido para entender este cambio en Europa. Luciana Cadahia es filósofa y profesora universitaria

José Antonio Martín Pallín

El próximo 20 de diciembre tenemos la oportunidad de establecer las bases de una democracia avanzada o, de lo contrario, continuar en el marasmo político instaurado por una mezcla aberrante de los residuos de la dictadura y una política tributaria al servicio de las exigencias de los mercados. La derecha, en gran parte de heredera del inmovilismo de la dictadura, y amplios sectores de la socialdemocracia han asimilado sin críticas ni alternativas la doctrina neoliberal que ha roto con las esencias del sistema democrático.

Es preciso reconocer, si queremos ser realistas, que la potencia mediática del capitalismo neoliberal ha impuesto la doctrina imperante de la jungla del mercado. Dicho en términos realistas, no es otra cosa que la implantación de la austeridad, la insolidaridad, la especulación y la avaricia, como “valores” dominantes frente a la solidaridad, la proporcionalidad de las cargas y el respeto a la dignidad de todas las personas. Las políticas alternativas existen y tienen el sólido aval de premios Nobel de Economía y prestigiosos economistas que, de manera irrefutable, señalan cuáles son los vicios y las posibles correcciones del sistema. El sistema democrático y económico se asienta en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en los Pactos Internacionales de derechos civiles, económicos y sociales, firmados por todos los estados considerados formalmente democráticos. Podemos, junto con otras fuerzas sociales, es la única opción partidista capaz de conseguir que los principios rectores de la política social y económica que proclama nuestra Constitución sean reales y efectivos, procurando el progreso socio-económico y una distribución de la renta regional y personal más equitativa en el marco de una política de estabilidad económica. El mensaje neoliberal es apocalíptico. Tiene incluso un contenido teológico advirtiendo a los ciudadanos que fuera del capitalismo salvaje no hay salvación. Es decir, una declaración de intenciones contra el sistema de valores democráticos. Los partidos que de verdad quieren defender el sistema, tienen la difícil tarea de convencer a las PYMES y también a la industria y a la banca, de la necesidad de poner sus actividades al servicio de los intereses generales. Tienen que luchar contra la resignación de las clases más desfavorecidas, una clases que, ante las preguntas reiteradas de los medios de comunicación, responden con un desolador: es lo que hay. Se puede mejorar el sistema de pensiones y vencer el miedo de los que sólo escuchan el mensaje intimidante de los poderosos. Hay que reconocer que no les engañan, les advierten que habrá que recortar sus prestaciones. Si se resignan continuará la corrupción. El “sentimiento patriótico” de los grandes especuladores y de las grandes fortunas, que ha encontrado en los “paraísos fiscales” una especie de cueva de Ali-Babá donde ocultar sus rapiñas. Ellos son verdaderamente los antisistema. No podemos resignarnos. José Antonio Martín Pallín. es magistrado emérito del Tribunal Supremo

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Alberto San Juan

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Siempre se pelea por lo mismo: el sistema de producción y reparto de riqueza. En la Transición se da un salto enorme en muchos aspectos, pero se establecen unos límites claros y estrechos a la demanda de un sistema que tenga como objetivo el bien común. Y por tanto, unos límites rígidos a la capacidad de decisión colectiva. Entonces y ahora el cambio comienza en la calle, pero en algún momento del proceso, la acción política se convierte en patrimonio exclusivo de los partidos. Y entonces se consolidan los límites al proceso de transformación que había comenzado la gente. Hoy peleamos por lo mismo. A un lado, PSOE, PP y Ciudadanos defienden la continuidad de un sistema de privilegios en beneficio de los mayores centros de acumulación de riqueza y por tanto, de capacidad de influencia. Al otro, Podemos, Unidad Popular-IU y algunas opciones regionales, intentan sustituir la razón suprema de los beneficios privados por una nítida idea de democracia: soberanía popular efectiva – cada día, no cada 4 años– en busca de una vida digna para todos. Esto significa enfrentar el poder de bancos, eléctricas y constructoras, el poder de las instituciones europeas, el poder de organismos financieros y militares internacionales. Y eso no lo puede hacer ni siquiera una mayoría holgada en el Parlamento, si no existe una sociedad civil fuerte y organizada que la sostenga y participe del gobierno de los asuntos de todos. Para ello: desbordemos sin límite los ámbitos de decisión. Son nuestras vidas, las de todos, lo que se decide. Alberto San Juan es actor

Nacho Vegas

Creo que lo que muchos de nosotros deseamos que suceda en primera instancia es el fin del bipartidismo, pero ya ha quedado claro que eso no es suficiente. Con Ciudadanos irrumpiendo con fuerza en la política estatal –o eso es lo que parece–, bien podría darse una situación en la que tres partidos plegados al mercado y que abogan por las mismas políticas económicas sigan gobernando básicamente para las élites como hasta ahora. Alguno con la cara más lavada que otro, pero lo mismo de siempre. Por eso creo que si hay un cambio debe ser profundamente rupturista, que apele al sentir de la mayoría social y que no se deje amedrentar por los poderes supranacionales que parecen marcar el paso desde hace ya demasiado tiempo. Hace unos meses apoyé la creación de la plataforma Ahora en Común porque realmente creía que una confluencia entre las formaciones que apostaban por el cambio y otros

movimientos más o menos organizados podía tener como resultado una victoria en las urnas. No pudo ser, y eso me apenó, pero sigo creyendo que si en el horizonte atisbamos un cambio real ese pasa necesariamente por Podemos. Podemos no me gusta siempre, Podemos no me gusta en su totalidad, y reconozco que algunos días me levanto convencido de que mi voto debería ser para IU-Unidad Popular o, incluso, que quizá debería volver a abstenerme. Pero si he votado a Podemos en las europeas y en las autonómicas es porque creía en la ilusión y las ganas de la gente maravillosa que conocí cuando se estaban creando los círculos, y también porque me parecía, y juro que me esfuerzo porque me siga pareciendo, una formación política que admitía apoyos críticos como no lo hacía ningún otro partido de izquierdas. Lo cual no quiere decir que no se me escape el desgaste que han sufrido en este año y mucho que llevan de existencia, y que no aprecie el agotamiento en gente que hace solo unos meses veía derrochar ilusión por los cuatro costados. Y me gustaría que se hiciera hincapié en mantener o restituir esa ilusión de la gente, pase lo que pase el 20-D. Eso sí, para no caer en una decepción integral creo que hay dos ejes que Podemos no se puede permitir olvidar, citando a Santiago Alba Rico; se trata de ser revolucionario en lo económico y profundamente reformista en lo institucional. Nacho Vegas es músico

Rosa Regàs

En España y en la mayoría de los países que yo conozco, un cambio real es muy difícil porque aquel que quiera emprenderlo ha de afrontar un ataque desmesurado de los defensores del neoliberalismo económico que rige nuestro destino. Son además los que dominan los resortes de todos los poderes incluidos el económico, así que hay que ser un verdadero David para enfrentarse a este mastodóntico Goliat. Pero aunque difícil, sí se puede. En España lo estamos viendo y sufriendo: mientras los partidos emergentes que pregonan un cambio superficial dejando el grueso del pensamiento que nos gobierna en el silencio –incluida la negación a condenar el régimen de Franco– tienen toda la financiación que deseen de cajas de ahorros y bancos, los que son partidarios de un cambio real y por lo mismo radical, han de gastar su tiempo, imaginación y conocimientos en defenderse de los ataques injustos y tramposos de poderes económicos y sobre todo de los mediáticos que de aquellos viven. ¿Qué es, desde mi punto de vista, necesario para que haya un cambio real y no solo superficial? Separación total de


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poderes, educación pública y laica en escuelas y universidades. Supresión, por tanto, de las escuelas concertadas. Acabar con las privatizaciones en sanidad y volver a la senda de eficiencia y justicia fijando un presupuesto real, no de miseria como ahora. Acabar también con las inmatriculaciones de la Iglesia católica y exigir la devolución de aquellas apropiaciones que no hayan sido absolutamente legales. Por descontado que la financiación de la Iglesia por parte del Estado se ha de revocar. Debemos, asimismo, fundamentar el progreso del país en la educación y la cultura. Elaborar una nueva ley de educación que tenga en cuenta, sobre todo, la constante preparación y puesta al día de maestros y profesores en pedagogía y demás ciencias necesarias para conseguir una educación eficiente y, al mismo tiempo, procurar a los docentes el prestigio social y la autoridad en las aulas que merecen y necesitan. No podemos olvidarnos de la Ley de la Memoria histórica y de la ley contra la violencia machista. Dos grandes logros para los que tenemos que recuperar presupuestos y atribuciones. Nuestro deber es que estas leyes y los movimientos que las hicieron posibles sean conocidos en escuelas y universidades. Por último, hemos de recuperar los derechos y garantías que les han robado a los trabajadores mediante una nueva reforma laboral que establezca un salario mínimo justo. Se ha de legislar de tal modo que los salarios máximos de una empresa nunca sean superiores a quince veces el salario del trabajador menos remunerado. Debemos luchar también por castigar la usura de los bancos y de ciertas empresas suministradoras de bienes de primera necesidad, anulando su privatización en cuanto sea posible, es decir, en cuanto se haya castigado como merecen a los evasores de impuestos. Rosa Regàs es escritora

Antonio Gamoneda

Declaro mi simpatía (empatía fue, pero...) por Podemos, y voy a anotar mis actuales reservas aplicables a tal simpatía y a dicho partido. Voy a anotar también reservas referidas a causas generales establecidas. Obligado a la brevedad, he de hacer ya algunas citas recortadas. Dice la Constitución española: España (es) un Estado social y democrático... (Art. 1). Todos los españoles tienen (...) derecho al trabajo... (Art. 35.1). Se reconoce la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado... (Art. 38). Y dice José Luis Pardo (El País, 17-10-2015): “... economía y política son difícilmente separables...”. “(Se da) ... una vergonzosa humillación de la (...) clase (¿casta?) política ante las mafias

del capitalismo (...), (algo) que sólo puede combatirse con acciones revolucionarias”. “(Son necesarios) (...) ‘movimientos transversales’ (...) del tipo ‘Nosotros sí podemos’...”. Y digo yo mismo en escritos varios: “... Nuestra democracia, interpretada por el poder, se reduce al postulado anfibológico de unos principios y al diseño de mecanismos de gobierno, supuestamente democráticos”. “El sistema establecido no es otra cosa que connivencia entre una democracia falsificada y una plena libertad para la ‘economía de mercado’ (una economía de signo capitalista, ¿no?)”. Tengo un añadido quizá oportuno: “¿Crisis? ¿Qué crisis? Existen los mismos recursos y la misma fuerza de trabajo. La crisis es una estrategia y una finalidad: reducir a la mitad el precio del trabajo”. La finalidad está ya lograda. Léase críticamente, por favor, el párrafo antecedente. Puede bastar para advertir la perversidad de nuestro sistema. Recuérdese de paso que, en modo unánime, la totalidad de nuestra gente política valora negativamente todo propósito o acción que considere “antisistema”. Quisiera estar equivocado pero creo que no. Paso ahora a una brevísima reflexión ya anunciada. Sabiéndolo o no, todos nuestros partidos aspiran a convertirse en “sacristanes” del poder económico. Contrariamente, debe promoverse una “cultura de la pobreza” y una praxis revolucionaria (pacífica, claro) orientada a debilitar las bases del poder económico. Los movimientos ciudadanos son el mejor –quizá el único– instrumento para ello. Se trata de que decrezca el consumismo y de iniciar una economía alternativa (primaria o primitiva pero regulada) de intercambio de bienes y servicios, tan ajena al dinero como pueda ser. En un núcleo vecinal, en un pueblo: “tú enseñas álgebra a mi hija y yo pinto tu piso (o te doy un lechazo)”. Y sobre todo: nunca coche si no es vitalmente imprescindible: transporte público y/o “cuatro vecinos de Torrejón van en un solo vehículo, repartiendo amortización y gasto, a trabajar en Madrid”. Temblarían el capital, los créditos bancarios etc. En su día, (¿el 15-M?), yo creí que Podemos podría ser fermento de algo parecido a lo que sugiero. No ha sido así: Podemos busca votos. Con plausible –e inútil– voluntad correctora del “sistema”, probablemente. Otros partidos, a su manera, también lo hacen. En fin, pacten; pacten con la izquierda (¿qué será, ahora mismo, la “izquierda”?). Pacten los grandes asuntos. Incluso en la oposición, que puede no ser mal terreno para activar los mecanismos históricamente pertinentes en orden a una conducta humanista y revolucionaria. Esto es lo que piensa, dice y firma el ciudadano. Antonio Gamoneda es poeta

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NUEVOS EPISODIOS NACIONALES II

Tres escenas en la historia reciente de la música popular española ESCENA PRIMERA

“EL QUE NO ESTÉ COLOCAO QUE SE COLOQUE” O EL CORPUS DE LA MOVIDA

Por Santiago Auserón

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E

n un concierto celebrado en 1984, en el Palacio de los Deportes de Madrid, el respetado profesor Enrique Tierno Galván, alcalde de la capital desde las primeras elecciones municipales en democracia, declaraba ante una multitud fervorosa: “¡Rockeros, el que no esté colocao que se coloque... ¡y al loro!”. Durante los últimos años de dictadura, Tierno Galván era mentado con frecuencia en reuniones de facultad y conversaciones de taberna como adalid del cambio y protector de jóvenes que habían cruzado el umbral de la clandestinidad. Entre las siglas de partidos de oposición al Régimen que pululaban en el medio universitario, las de los grupos socialistas no hicieron aparición hasta muy tarde, cerca ya de la muerte de Franco. Las primeras en dejarse ver fueron las del PSP, partido fundado y liderado por Tierno Galván, que pronto se iba a ver desplazado por el PSOE, más hábil para negociar apoyos internacionales. Resulta obvio que Tierno Galván tenía algún interés por hacerse con la complicidad de la juventud madrileña, ante la cual supo hacer valer su casticismo de corte tradicional. Por aquel entonces estaba de moda decir estar colocao y estar al loro, junto con otras expresiones de la jerga del hampa. El uso de estupefacientes era frecuente entre los asistentes a los conciertos de rock, entre la clientela de los numerosos baretos musicales del centro, donde se juntaban hijos de familia bien y visitantes de la periferia obrera que, en cierta proporción selecta –según el look–, alternaban también en galerías de arte y en fiestas particulares. Hay que decir que la exigencia del look era, al principio, bien humilde: bastaba con un arete en el lóbulo, con un simple pin en la solapa de una prenda de segunda mano, para ser admitido en ambientes de lujo nunca visto. El Viejo Profesor quiso sumarse a un cierto estado de unanimidad patente en muchas casas y calles de Madrid, mostrarse como un padre tolerante con chavales que se estaban esforzando

por salir de la pobreza, que estudiaban con dificultad, que habían soportado la represión policial ante cualquier manifestación de su ansia de libertades. Probablemente pensara don Enrique que las nuevas generaciones merecían una fiesta, una catarsis coral, quizá pensase que no irían mucho más allá de los cubatas, puede incluso que sus asesores no le tuvieran al tanto de la extensión del consumo de drogas más duras que las anfetas –habituales entre universitarios en época de exámenes, todavía de venta en farmacias sin necesidad de receta– o los derivados del cannabis, que ya se hablaba de legalizar. Pero hay que insistir en el hecho de que el paternalismo de Tierno Galván tenía un componente político evidente, expresaba el deseo de conducir el voto juvenil y de canalizar una energía masiva desconocida. La extensión de los usos verbales del hampa a los círculos artísticos y a las clases altas no era un hecho nuevo en la sociedad española. La lengua de germanías ejerció un influjo notable en las mejores letras del Siglo de Oro, escritas por alumnos de los colegios jesuitas. En el último cuarto del pasado siglo, por segunda vez se producía en la sociedad española un movimiento de ascenso de las modas sonoras y bailables, parte significativa de una ética del goce inmediato, contrapartida exacta de la relajación de costumbres o “descenso” moral de los señoritos. En tiempos de Cervantes, los hijosdalgo se echaban a la “vida airada” de los caminos igual que sus descendientes en la Transición contribuyeron a llenar cada noche el Rockola y los bares de Malasaña. En ciertos locales, se pasaba con facilidad del consumo de drogas baratas a sustancias más selectas y peligrosas. Hubo regentes de club nocturno que regalaban papelinas de “caballo” a los clientes habituales, personalidades del mundo del arte que traían mescalina sintética de sus periplos internacionales, se hablaba de maletines de coca de un alto grado de pureza pasados por valija diplomática y había traficantes con dirección


LA CIRCULAR · OTOÑO 2015 conocida por todo el barrio, salvo –aparentemente– por la policía. Usos algo más llevaderos y tratables con holgura económica que en la clase trabajadora llevaron, en cualquier caso, la muerte a muchos hogares de todas las clases sociales. El deseo de experimentar sensaciones generalizado entre la juventud española supuso un capital de energía aprovechable en diversas direcciones: por individuos sin escrúpulos, por empresas multinacionales, por los media atentos a la velocidad de los cambios y por los partidos políticos conscientes del alcance del voto juvenil. En un cuerpo social recorrido por las intensas vibraciones de lo nuevo, durante unos años todo el mundo decía ser roquero, no hubo marca comercial que no hiciera por asociarse con la imagen del sonido eléctrico en vallas publicitarias y en anuncios de televisión. Automóviles, bebidas refrescantes o alcohólicas, prendas de vestir y artículos de higiene o de tocador compitieron por el rostro de los nuevos músicos famosos. Hasta las abuelas se hicieron cargo de las modas musicales y de sus usos léxicos. Elías Canetti, en Masa y poder, decía que del término latino “movita” derivó el nombre de “muta” con que los antropólogos designan al pequeño grupo de guerreros o cazadores primitivos. En romance de rufianes de época áurea española, “motar” significaba hacerse con el bien ajeno. La “movida” siguió puntualmente esa etimología cabal, pues al uso del término en los círculos del arte y en los medios de comunicación precedió el de los delincuentes listos para “dar un palo” o el de los compradores que iban a “pillar” droga. La riqueza del argot del hampa es proverbial: procede por contagio metonímico, rápido y directo en sus derivas, sin aguardar la sanción de las metáforas reguladas como tópicos de academia. Los términos citados en la famosa expresión de Tierno Galván pertenecen al mejor linaje de la polisemia electrizada por el acecho y por la sustracción a la norma: estar colocao da a la estupefacción un sentido de posición, de pertenencia a un cuerpo que no necesita hacerse explícito. Más que curiosa es la homonimia con el sentido laboral de la expresión, del todo opuesto a la holganza que se asocia con el consumo de drogas. Al loro significa permanecer al tanto de un mensaje preferiblemente disimulado, consigna para la acción o aviso para la fuga. El hecho de que el aparato de radio o el reproductor portátil de música grabada recibiera el nombre de loro implica un desplazamiento de sentido hacia la esfera de las telecomunicaciones, no sin incorporar un matiz burlesco de repetición cansina. Generalmente hablamos de corpus jurídico o literario y también de “cuerpo social”. En la misma perspectiva semántica, cabe sostener que la “movida” formó un corpus de usos no regulados ricos en posibilidades de sentido, fue expresión de unanimidad que, integrando las más bajas capas

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sociales, quedó en disposición de convertirse en potencial mediático y político. Por experiencia sabemos que, en el terreno de la experiencia individual, los resultados fueron demasiadas veces funestos. Pero, desde el punto de vista colectivo, la captación de la energía juvenil y de las clases sociales inferiores fue todo un éxito: el corpus de la movida fue conectado –su energía técnicamente transferida– a las empresas multinacionales, a los grupos de comunicación, a los partidos mayoritarios y a los tratados internacionales. Una vez culminada esa operación a gran escala, las clases dirigentes no estaban dispuestas a seguir arriesgando el futuro de sus hijos. La adhesión pública al rocanrol dejó de ser atractiva, quedando otra vez marginada cualquier consideración de orden puramente sonoro o estético.


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La construcción de lo popular en la cultura y en la política Por Eduardo Maura

Fotos cedidas por la A.V. Los Pinos Retiro Sur

Cultura de la Transición” es una expresión escurridiza. Uno de sus sentidos designa, de manera muy general, una cultura política construida en torno a la necesidad de olvidar y escapar de la pesadilla de la Guerra Civil y del Franquismo. El otro, en cambio, coincide con la llamada CT, es decir: un paradigma cultural dominante que a partir de una lógica de consenso democrático habría desplazado, invalidado e invisibilizado posicionamientos críticos y expresiones culturales alternativas […] Se habría consagrado una producción cultural e intelectual que, más allá de discusiones superficiales, confirmaría la validez de un sistema de apariencia democrática abocado a la reproducción del orden social establecido y a impedir el disenso que lo cuestione1

En sentido amplio, la Cultura de la Transición es una “estructura de sentimiento”, es decir, una manera, no necesariamente rígida, de entender y de entendernos en el mundo. Aunque cada vez más personas pensamos que se trata de una estructura que ya no sirve, es evidente que tenemos una educación sentimental vinculada a ella, o lo que es igual, hemos crecido en un campo político cuyo centro era la idea de que hay consensos cuya esencia es inmutable y que, en consecuencia, ni pueden ni deben modificarse. Esta cultura está cambiando, así como sus condiciones materiales de posibilidad, pero ninguna educación sentimental desaparece por arte de elecciones o de programa electoral. Porque en política no hay tal cosa como un puro empezar de cero, es crucial comprender qué aspectos de la construcción exitosa de una imagen embellecida y modernizadora del país


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siguen vigentes y, por tanto, no pueden ser soslayados en la actividad política. ¿Qué significa “cultura popular” en relación con la “Cultura de la Transición”? Cuando pensamos en un pueblo y en su cultura, habitualmente pensamos en el folclore, en sus manifestaciones tradicionales, sus vestidos y sus bailes, casi siempre asentados en identidades fuertes erosionadas por el paso del tiempo y los cambios sociales, lo cual genera a menudo grandes conflictos. Pero lo popular no es solamente lo folclórico. Puede defenderse perfectamente que la cultura popular tiene que ver con la cultura llamada “de masas” que consumimos diariamente. Por ese motivo, “cultura popular” también es un sintagma ambiguo: parecería que una manifestación popular es, según se mire, una cosa –mercancía cultural a la venta– y su contraria –manifestación auténtica cuya principal seña de identidad es precisamente resistirse a toda reducción a mercancía–. Si pensamos lo popular como cultura de consumo, entonces renunciamos a la idea de autenticidad. Si enfatizamos el arraigo, se nos escapa la “popularidad” de lo popular. Todo ello en el marco de un eje imaginario arriba/abajo

en el que, bien como tradición o bien como mercancía, lo popular se halla en la parte baja de la pirámide cultural. POPULAR | PUEBLO POPULAR | POPULARIDAD/ÉXITO POPULAR | baja cultura Cada uno de estos usos tiene una significación y unas consecuencias culturales y políticas diferentes. En clave política, quienes han pensado la cultura popular también la han vinculado con prácticas de resistencia autóctona ante fuerzas invasoras o ante el afán capitalista de colonizar todas las esferas de la vida individual y colectiva. Sin embargo, no son pocos quienes consideran que ciertas tradiciones populares son regresivas e intolerables, y deberían ser “modernizadas”. Lo popular, allá donde su complejidad ya no permite identificarlo con el mero folclore, tiene efectos políticos ambiguos. Por ejemplo, la célebre visita de The Beatles en 1965 puede entenderse en un triple sentido. Por un lado, produjo resistencias en quienes veían lo popular de este fenómeno musical como una amenaza para el Franquismo. Por otro, sedujo a quienes deseaban libertades en un país gris y melancólico (una parte

1 A. Fernández, “La mirada histórica. Estrategias para abordar la cultura de la transición española”, Kamchatka, nº 4, diciembre 2014, p. 213. 2 S. Frith, “Towards an Aesthetics of Popular Music”, en R. Leppert y S. McClary (eds.), Music and Society: The Politics of Composition, Performance and Reception, Nueva York, Cambridge University Press, 1987, p. 139.


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· Lo popular no es aquello que desvela una esencia que se define por el lugar de nacimiento o la condición socioeconómica, sino una construcción individual y colectiva cambiante

importante de la juventud española). Por último, puso en alerta a quienes temían que lo cuatro de Liverpool no trajeran consigo derechos y libertades, sino lógicas de consumo no emancipadoras (crítica cultural de izquierdas). Emerge con ello otro debate fundamental, a saber; el que separa a la cultura auténtica de sus falsificaciones. A menudo hablamos de música “auténtica” que ha degenerado en “moda” y que por tanto ya no expresa sentimientos profundos. Esto se debe a que los índices de popularidad –Los 40 Principales, Billboard, los premios Óscar o los Goya– tampoco son transparentes: la industria, cuando mide las ventas, el número de reproducciones u organiza sus charts, no revela quién es más popular, sino que define, más bien, qué significa ser popular. Una lista de éxitos no es una herramienta neutral que mide la popularidad, sino una manera de construir la popularidad misma. Una canción no es auténtica o inauténtica, sino que construye un sentido y una imagen de la autenticidad a partir de elementos sociales, estéticos y políticos concretos. Por eso la misma estrofa no siempre construye la misma experiencia; no dibuja el mismo imaginario susurrada en un concierto para veinte personas que coreada en un estadio de fútbol.

¿Qué es común a todas estas posiciones y qué podemos aprender de ellas? Precisamente que lo popular no tiene una esencia definida ni es algo inmutable. Si algo es o no popular no se decide ni en el nivel puramente económico (cultura popular como reflejo de la condición proletaria, española, etcétera, como si el mero hecho de ser de un barrio y no de otro hiciera de una manifestación artística algo “verdadero” o “falso”), ni en el nivel puramente estético (el discurso del artista, la letra de la canción, el diálogo de la película, como si lo político proviniese solamente del autor, director, guionista, etcétera, y fuera un mensaje unilateral o un “contenido de conciencia”). Lo popular es difícil porque siempre aparece como pendiente de construcción, como susceptible de articulaciones político-culturales diversas y contradictorias. En general, puede decirse que la cultura popular construye pueblo, no lo expresa. Lo popular no es aquello que desvela una esencia que se define por el lugar de nacimiento o la condición socioeconómica, sino una construcción individual y colectiva cambiante. Dicha construcción implica momentos de afirmación y reconocimiento, pero también de exclusión. Incluye momentos de reconocimiento de una atracción hacia


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“alianzas afectivas y emocionales con los intérpretes y con las interpretaciones de los otros fans” 2, pero también experiencias de afirmación de uno mismo a través de lo que queda fuera: “no sé quién soy ni qué me gusta, pero sí quién no soy y qué no me gusta”. La música es, en ese sentido, un factor fundamental de individualización y de ubicación colectiva, pero no algo que pueda definirse de antemano como auténtico o inauténtico. No podemos saber qué clase de articulación potencialmente popular se construirá si no tenemos en cuenta esta maraña de factores. Es difícil pretender que existen formas culturales esencialmente de izquierdas o de derechas, formas esencialmente emancipadoras o conformistas, etc. La cultura más comprometida puede desempeñar una función conformista, y viceversa, de los lugares más inesperados surgen articulaciones culturales capaces de cambiar las cosas. Podemos pensar la cultura precisamente como el campo donde se producen todas estas transformaciones, en un sentido o en otro; como el campo de fuerzas abierto en el cual las palabras y las imágenes adquieren diferentes significaciones; el lugar donde nos configuramos como personas que trabajan, que sienten, que disfrutan, necesitan

y reclaman cosas, que se relacionan a través de símbolos individuales y colectivos, etc. Ninguna mayoría social, ni ningún cambio político pueden darse sin este elemento cultural. Una propuesta política que apuesta por lo popular tiene el deber de considerar la importancia de los procesos de construcción de identidades individuales y colectivas. Tenemos claro que la construcción de un sujeto de cambio político capaz de portar y soportar políticas transformadoras es un proceso abierto no determinado de antemano por la posición económica que las personas ocupamos en la sociedad. En ese sentido, es importante recordar que la cultura popular tampoco es la expresión transparente de un pueblo homogéneo y coherente consigo mismo. Sirve de poco apelar a procesos complejos de construcción política si partimos de una mirada esencialista hacia la cultura, sea desde arriba o desde abajo. Al revés, la cultura popular, más que una cuestión de “tradicionalismo”, “revuelta” o “consumismo”, es un espacio vital de conflicto y un terreno sobre el cual se construyen las transformaciones por las que uno apuesta. La importancia de lo cultural en todo proyecto político aparece entonces como decisiva.


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No basta mover para renovar… No basta renovar para mejorar… No hay nada que no sea absolutamente impeorable. Juan de Mairena

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Pidiendo un Mairena desde hoy Por Germán Cano y Gonzalo Velasco

Ilustración: Tana Simó

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ocos tópicos tan queridos en el imaginario colectivo progresista como el del viejo maestro republicano. El aspecto desaliñado refleja su poca atención a la apariencia, en contraste con su rico mundo interior; el traje raído, la dignidad que le concede a su profesión pese a su pobre condición. El tópico viene alimentado por no pocos personajes de ficción que celebran la figura, como el de Fernando Fernán Gómez en La Lengua de las mariposas, cuya candorosa mirada parece preludiar su destino trágico. Es la tristeza de esos profesores comprometidos solo con la transmisión del saber y el amor por la naturaleza, con un humanismo de patio de colegio vinculado con el régimen republicano como garante del ejercicio de su profesión. Es la “monotonía de lluvia tras los cristales” en el aula castellana del maestro Antonio Machado, paradigma de este personaje, refugio de la conciencia melancólica de varias generaciones de demócratas que, gracias a Serrat, celebraron en la privacidad de sus hogares el recuerdo de un cierto desencanto: “Murió el poeta lejos del hogar/ Le cubre el polvo de un país vecino/Al alejarse le vieron llorar/Caminante no hay camino,/se hace camino al andar...”. Y sin embargo ese poeta se representó también a sí mismo como maestro, de nombre

Juan de Mairena, que disuadía a sus alumnos contra “el escepticismo cansino y melancólico de quienes piensan estar de vuelta de todo” por ser “la posición más falsa y dogmática que pueda adoptarse. Ya es mucho que vayamos a alguna parte. Estar de vuelta, ¡ni soñarlo!”. Machado se describió en su Juan de Mairena como un maestro directo, desafiante, popular, moderno, un Sócrates redivivo que aguijoneaba a sus discípulos de ficción para generar su propia sabiduría y expresarla en sus propias palabras. El Mairena de Machado no concibe la cultura como un tesoro oculto, sino como el ejercicio de empoderamiento en el saber de los propios estudiantes, cercano al más contemporáneo “maestro ignorante” postulado por Jacques Rancière. Una emancipación de la que, para Mairena, es parte constitutiva la acción política: “Vosotros debéis hacer política, aunque otra cosa os digan los que pretenden hacerla sin vosotros y, naturalmente, contra vosotros. Solo me atrevo que la hagáis a cara descubierta; en el peor caso con máscara política, sin disfraz de otra cosa: de literatura, de filosofía, de religión”. ¿Cómo es posible que ese Machado político y populista sin complejos haya terminado sepultado bajo otra imagen, la del romanticismo del perdedor que acompaña el imaginario noventayochista? Sin duda, el bloqueo a esa otra condición simbólica y

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· Mairena busca

rebajar en cierto modo las altas ínfulas de los filósofos no para desprestigiar a la filosofía, sino para transformarla en una herramienta más efectiva para las clases subalternas

pedagógica representada por el texto de Machado dice mucho de nuestro propio régimen cultural y de una llamativa desconexión entre sus aportaciones pedagógicas y lo popular. Este bloqueo de lo popular tiene su origen en dos mecanismos psicosociales históricamente identificables. En primer lugar, la interesada confusión de “lo popular” con “las masas”, concepto que desencadena, como un acto reflejo, todas las prevenciones en el imaginario de la democracia liberal. Para Ortega y Gasset, referencia ineludible de esta lectura aristocratizante, el “hombre-masa” es el que previamente “ha sido vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado”, quien se siente “como todo el mundo” y no se angustia al sentirse idéntico a los demás. A ellas oponía el filósofo madrileño las “minorías excelentes”, eufemismo de los intelectuales, encargados de introducir la discrepancia frente al coro de la uniformidad social. El pueblo que Juan de Mairena reivindica, sin embargo, no está tan vacío de historia ni tiende a la indiferencia vana, al contrario: el saber popular es “cultura viva y creadora de un pueblo de quien hay mucho que aprender para luego poder enseñar bien a las clases adineradas”. Si Ortega busca descifrar la figura de la “masa” pasiva bajo las formas de lo popular, Mairena busca delinear la figura activa de lo popular bajo la masa. El segundo de los mecanismos que intervienen en este bloqueo de lo popular es la subsunción de las circunstancias coyunturales y particulares bajo la figura del clásico atemporal. Es conocido el “efecto de blanqueamiento” en virtud del cual el discurso institucional español de las últimas décadas —el que prolifera con ocasión de efemérides y galas de premios— ha desestimado la particularidad biográfica de los creadores españoles elevándoles a categoría de estatua: la homosexualidad de García Lorca, el compromiso político de Alberti o la militancia de Miguel Hernández se convierten en anécdotas circunstanciales que no afectan el valor atemporal de sus poemas. La cultura que propone el maestro Mairena se dirige al hombre universal, sí, pero atendiendo “al hombre empíricamente dado en circunstancias de lugar y tiempo, sin excluir al animal humano en sus relaciones con la naturaleza. Pero el hombre masa no existe para nosotros”. Mairena representa así la recuperación de un estrato plebeyo desde el ángulo de un materialismo vitalista que no excluye tampoco una mirada teórica hacia la vida cotidiana. Lejos del intelectualismo que se afana en reducir lo contingente y abstraerlo a la universalidad del concepto, Mairena busca rebajar en cierto modo las altas ínfulas de los filósofos no para desprestigiar a la filosofía, sino para transformarla en una herramienta más efectiva para las clases subalternas. Desde esta hibridación de lo bajo y lo

elevado se cuestiona justamente esa orientación fenomenológico-existencial hacia las alturas aristocráticas, cuyo canto de sirena tanto seducía en momentos de crisis cultural a críticos del gregarismo de masas contemporáneo como Heidegger u Ortega. No se trata tanto de reducir y desenmascarar el falso paso a las profundidades filosóficas mostrando su insignificancia desde una posición cínica, como de producir un cortocircuito entre lo supuestamente ordinario y lo supuestamente extraordinario. En sus sentencias y reflexiones, Mairena nos descubre que lo simple y obvio, el sentido común popular, no es tampoco un bloque monolítico y compacto: es contradictorio, ambivalente y fragmentario; se asemeja más a un campo de lucha, donde es importante no dar nada por hecho, tomar partido, intervenir con urgencia y forzar los tiempos. Por ello hoy necesitamos una estrategia comunicativa que no caiga en la trampa del “no es necesario crear marcos” ni en la de asumir el guion abstracto del “generalista” al que continuamente se invita desde los medios. Mucha gente sostiene a menudo que “los hechos hablan por sí solos”. No es cierto. Continuamente utilizamos marcos, gramáticas o estructuras mentales arraigadas en nuestro sentido común que configuran nuestra comprensión del mundo para entender la realidad. De ahí la importancia de enmarcar políticamente los hechos en los medios o de recusar el marco del adversario político a la hora de monopolizar el sentido de “lo popular”. Es más, lejos de dar por hecho que hay verdades de perogrullo, la pedagogía política tiene que ver con el trabajo incómodo de enmarcar ciertas “verdades” para que se vean precisamente como verdades de sentido común. El sentido común no es un don caído del cielo, sino siempre un trabajo con impurezas y resistencias. De nuevo el Juan de Mairena machadiano representa este compromiso concreto con la verdad. En su primer aforismo, se simula el siguiente diálogo entre el rey Agamenón y su porquero: “La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”, dice la voz en off. “Conforme”, asevera el primero; “no me convence”, replica el segundo. El porquero, representante del pueblo, reivindica desde abajo la necesidad de construir sentido común enmarcando la verdad en el lenguaje que le es propio, huyendo de esa generalidad abstracta. En un momento en el que políticos y economistas de turno entran en los platós televisivos dotados de un aura sagrada, tachar esta sencillez argumentativa plebeya de “demagógica” es no esforzarse en entender esta nueva complejidad. Este gesto político no pretende reducir de forma oportunista la complejidad de la realidad a lo más vulgar, sino traducir lo supuestamente complejo a un lenguaje más accesible y no por ello más banal.


LA CIRCULAR · OTOÑO 2015 El desplazamiento es interesante porque este movimiento provoca una alteración de las fronteras entre estos dos falsos extremos. En pocas palabras: si el lenguaje complejo de la tecnocracia política puede dejar su jerga y enmarcarse en términos más simples, entonces no era tan complejo como se trataba de hacernos creer; y si lo simple puede servir como traducción adecuada de esa presunta complejidad que en principio era accesible a unos pocos, entonces lo simple tampoco era tan simple, como nos decían, con la excusa de hablar así por nosotros. En esta operación deconstructiva también emerge un nuevo orgullo. Acostumbrado a subestimarse y a seguir las ideas de los dirigentes, el plebeyo siempre cree que es más ignorante e incapaz de lo que es en realidad, pero solo se percibe así porque el discurso elitista desde el principio ha trazado un abismo irresoluble entre la “alta cultura” y la vulgaridad. Desinflar eufemismos, construir puentes aquí y explorar este fructífero campo intermedio entre el discurso elitista y la banalidad son tareas de las que se ocupa Juan de Mairena. En este contexto social y comunicativo, reivindicar su figura significa legitimar el valor de verdad de un discurso político articulado a partir de esa gramática popular, de “lo que el pueblo piensa y siente, tal como lo siente y piensa, y así como lo expresa y plasma en la lengua que él, más que nadie, ha contribuido a formar”. No se trata de una mera elección externa entre “los de arriba” y “los de abajo”. Se trata de exigir para el discurso popular el mismo valor de verdad que solemos otorgar al discurso especializado por mero argumento de autoridad, pese a que no terminamos de entenderlo y aunque no priorice nuestra realidad material y existencial, una suerte de hipercorrección moral nos lleva a legitimar ese discurso de aura tecnocrática frente a ese otro que, hablando como nosotros y poniendo nuestra circunstancia en su centro, parece menos “preparado” o “solvente”... menos “serio”. De ahí la importancia del humor en Mairena, la risa como ventaja de los oprimidos. Es la mirada burlona, pero compasiva de los Sanchos frente a ese idealismo quijotesco que suele ver gigantes donde solo hay molinos. Como escribe Bourdieu, uno de los escasos “privilegios negativos” del punto de vista tradicional de los dominados, por ejemplo, de las mujeres, es “no engañarse con los juegos en los que se disputan los privilegios, y, casi siempre, de no sentirse atrapadas, por lo menos directamente, en primera persona. Pueden incluso ver su vanidad y, en la medida en que no estén comprometidas por procuración, considerar con una indulgencia divertida los desesperados esfuerzos del hombre-niño para hacerse el hombre y las desesperaciones infantiles a las que les arrojan sus fracasos. Pueden adoptar sobre los juegos más serios el punto de vista distante del espectador que contempla la tormenta desde la orilla, lo que puede

acarrearles que se las considere frívolas e incapaces de interesarse por cosas serias, como la política”.1 Nada tiene que ver este tono cómico de Mairena, receptivo a “las chuflas dialécticas de los epicúreos” y burlón respecto a esos filósofos que se comportan como “los bufones de la divinidad” con la ironía. Su tono se acerca a lo que Gramsci denominaba “sarcasmo apasionado”. La ironía, consideraba el pensador sardo, puede ser adecuada para la actitud de intelectuales particulares, aislados, o sea, sin responsabilidad inmediata en la construcción de un mundo cultural. Este tipo de sarcasmo no está tan interesado en decepcionar o desmoralizar como en provocar una reflexión “aligerada”, una distensión del pathos exagerado; pero con él, escribe Gramsci, “no se pretende destruir el sentimiento más íntimo de aquellas ilusiones o creencias, sino su forma inmediata, vinculada con un determinado mundo que ha de perecer, el hedor de cadáver que atraviesa los afeites de los profesionales de los inmortales principios”. En tiempos de crisis, el escepticismo plebeyo de Mairena solo pasa por un escepticismo desilusionado para los idealistas o maximalistas que tan pronto se inflaman, embriagados por sus metas, como caen en la resaca de la melancolía. Acercarse al suelo de lo popular inmuniza frente a los dos falsos extremos. “Huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo; porque sólo así tendréis una idea exacta de vuestra estatura”. La gente común sabe, sin embargo, que la realidad es dura y resistente, que todo progreso real cuesta. “Nuestros políticos llamados de izquierdas, un tanto frívolos, rara vez calculan cuando disparan sus fusiles de retórica futurista, el retroceso de las culatas, que suele ser, aunque parezca extraño, más violento que el tiro”. ¿Qué podría significar la reivindicación de un Mairena desde hoy? Implicaría, por ejemplo, romper ese bloqueo ideológico que nos induce casi automáticamente a asumir una posición subordinada, para reclamar un empoderamiento ya no solo de nuestro papel como sujetos de derecho, sino también, lo que no es menos importante, de nuestra sensibilidad, de nuestra experiencia corporal, de nuestro goce, de nuestra forma de hablar y comprender la vida compartida. El personaje Mairena pedía a sus alumnos de Retórica volcar los enunciados más herméticos en el lenguaje común, porque solo así su sentido pasaba el filtro de la historia colectiva y de todos los estratos sociales que contribuyen a formar nuestra habla. Expresar los asuntos políticos en un lenguaje popular es así más que una mera traducción: es una manera de obligarse a pensarlos desde una experiencia y una sensibilidad mundanas que se condensan de manera privilegiada en los lugares comunes del lenguaje de la calle.

1 Pierre Bourdieu, La dominación masculina, Barcelona, Anagrama, 1999, p. 97.

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80 Tote King / María Macipe

La emergencia social española, reflejada por las letras de hip-hop

Por Víctor Lenore

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tentos a la rima: “Este es nuestro nuevo videoclip/ pagado con un crédito de Cofidis”. La confesión, firmada por los madrileños Pleito Searchers, del popular barrio de Tetuán, hubiera sido complicada de escuchar antes del crack financiero de 2008. Ahora, especialmente después de la explosión social del 15-M, la actitud combativa abunda entre los raperos españoles. No solo tenemos más rimadores dispuestos a comentar el estado de emergencia social, sino que despliegan más recursos que en los años noventa y dos mil. Ahora están cosechando más visibilidad y un creciente

número de seguidores. Algo ha cambiado –para muy bien– en el rap de aquí.

La vida pirata (Denom con Jarfaiter) 2015 Hay frases tan afiladas que describen por sí solas la situación de medio país: “Sueño con volar esa puta sucursal/ con que mi familia no vuelva a pasarlo mal”. La pronuncia el afilado Jarfaiter, como cima de un discurso febril, que inyecta adrenalina a este himno donde ejerce de invitado. Denom, el rapero principal, residente en Galapagar, tampoco se queda corto: “Hermanitos en el paro, duplicando sustancias/ porque no hay tarjetas a rienda suelta, no somos de Bankia/ hay que


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81 Arma X

sudar solo para comer/ se juegan la libertad si no llegan a fin de mes”. Luego, poco a poco, los versos van subiendo el voltaje: “Pobres y honrados, chulos y enredas/ gente con carrera en paro/ gente con familia en paro/ gente con familia en la calle/ y cómo lo ves, no les dan ni un chavo/ con miedo a quejarse por verse en el charco/ dictadura laboral, creando esclavos”. Así es la realidad de nuestro país en la recta final de 2015.

Contad los muertos (El Coleta) 2013

Podría ser la canción favorita del periodista e historiador Gregorio Morán. Desde el barrio de Moratalaz, el carismático Coleta nos explica las trampas de la Transición en tres minutos y medio: “Nuestros viejos eran de izquierdas, les robaron los sueños, ¿en qué quieres que crea?/ nuestros abuelos perdieron la guerra, hoy algunos aún están en cunetas/ en el 78 se cambiaron chaquetas, de la DGS a la poli secreta/ de rojeras y puño a progre pureta, greñas y pana por canas y etiqueta/ llegaron los ochenta y los parques con chutas/ los tirones de bolso y las bombas de ETA/ la falsa Movida, el mono y el SIDA/ 23 de febrero, Tejero marioneta”. No se puede explicar

mejor con menos palabras. La pieza termina de manera escalofriante: “¿Represión? Contad los muertos/ ¿Hipercor? Contad los muertos/ ¿Guerra sucia? Contad los muertos”. Una letra perfecta para incluir en las clases de Historia de los institutos y debatir lo acaecido en nuestro país en décadas precedentes.

Los invisibles (Chikos del Maíz) 2014

¿Cuál es la inspiración para este pepinazo, con todas las trazas de himno generacional? “Fue suficiente con poner las noticias: paro, desahucios, corrupción política, represión a todos los niveles”, explica Nega, uno de los raperos del grupo. Los invisibles destaca por unos versos iniciales de Toni El sucio, que reflejan brutalmente los niveles de desigualdad que ha alcanzado el Estado español: “Hoy se ha vuelto a suicidar una persona, justo el día en el que iba a ser desahuciada/ mientras, el presidente del banco en cuestión, sonríe en su mansión mientras brinda con cava/ y no pasa nada, mañana será otro día, en el que será indultado otro policía/ que golpeó a un inmigrante en comisaría y disparó a un manifestante a sangre fría”. Nega tampoco se corta a la hora de poner sobre


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la mesa propuestas de cambio: “Tenemos la batuta, espíritu okupa/ quemar un cajero mola, expropiar el banco hace más pupa”. También tiene reproches para los medios de comunicación: “Prensa progre, vive el romance/ Ignacio Escolar, un mercenario a sueldo de Pedro Sánchez/ (…) No somos principiantes, ejército de replicantes vía periodismo de empresa/ la democracia no es Ferraz, es nacionalizar Endesa”. La canción termina describiendo al IBEX 35 como “terrorismo”, llamando a Ana Pastor “limpiabotas del régimen” y señalando al FMI como una organización que trabaja “contra los pobres del mundo”.

Gasolina canela fina (Col·lectiu Vaga de totes) 2014

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· Después de la explosión social del 15-M, la actitud combativa abunda entre los raperos españoles. No solo tenemos más rimadores dispuestos a comentar el estado de emergencia social, sino que despliegan más recursos que en los años noventa y dos mil

Impulsada por el colectivo feminista Huelga de todas, se trata de uno de los pocos himnos que escoge el tono humorístico-festivo para denunciar la fractura social. Está cantada alternando castellano y catalán, con algún giro flamenco. Ojo a la letra, una adaptación del clásico reguetonero Gasolina, de Daddy Yankee: “Vente a la huelga para que la gata prenda toas las calles/ vente a la huelga para que la gata prenda los containers/ que este sistema pide a gritos que le den duro/ ella se pone así tó fuerte a picotear/ está hasta el coño de tanta precariedad/ que ni siquiera puede ir al hospital, duro/ ella se pone en pie para luchar porque/ esta huelga va a ser canela fina/ dale más gasolina/ vamo a salir a la calle, prima/ dale más gasolina/ ella prende las esquinas, con las vecinas/ en la casa mantiene a la familia/ cada día ni por un centavo cuida/ lo hace tó tan bien que pasa inadvertida/ madre mía, qué agonía, sin contrato en una pizzería”. Se compuso específicamente para animar la huelga de octubre de 2014.

Euraca (Factor Canadá) 2014

Arma X, rapero de la cuenca minera asturiana, vive un espléndido momento de forma, como demuestra este cóctel molotov contra la sumisión a Alemania de los llamados PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España). El arranque corta la respiración: “Nunca se pone el sol en vuestro imperio de mesura/ unos 300 en champán, otros de la basura/ comen, los ven y se crecen, los que la usura ejercen/ hay que joderse si no aprobamos su asignatura/ de europeos a euracas, de ciudadano a rata, sobreviviendo en un sistema de violencia innata/ no desesperes si rigen sus vidas los salarios, los que protegen y sirven tan solo al millonario/ donde el poder reside en una absurda minoría, enfrentarse a él es

más biológico que rebeldía”. Fran Carrio, verdadero nombre de Arma X, nos explica la inspiración de esta canción: “La idea surge de una conversación con Marki (guitarra del grupo Escuela de Odio) después de que se hubiese ido a vivir con su mujer a Chile. Ella fue una de las primeras de su promoción en la universidad, pero en el Estado español no encontraba trabajo (qué raro, ¿eh?). Preguntándole por la experiencia me cuenta que en algunos sitios de la ciudad (Santiago) no dejan entrar a lo que ellos llaman euracas: no porque sean pobres, sino porque con un país en el chasis no tenían las agallas de salir a la calle, organizarse y reventarlo todo. Lo único que habían conseguido era reunirse en una plaza a mover los brazos mientras los poderosos se reían de ellos en su cara”. El estribillo, antológico, es de los que se cantan con el puño en alto: “Grecia, euraca/ España, euraca/ Italia, euraca/ Irlanda, euraca/ Portugal, euraca/ Europa, euraca/ subyugados a la puta banca/ esclavos de los mercados, dictadura del capital en cada Estado/ euraca yo, euraca yo”. El mensaje principal: tenemos que escoger entre usar nuestros contenedores de basura como despensa o como barricada. Una buena radiografía de la situación social, incluso para quienes no estamos de acuerdo con el descarte de las vías electorales e institucionales.

Ranciofacts (Tote King)

El sevillano Tote King, como los Chikos del Maíz, es otro rapero emblemático que ha dado apoyo explícito al partido morado. “Soy de Podemos, porque Pablo Iglesias es un un tío joven, formado, dándole palos a todos los de la vieja escuela, sacando conceptos que me creo. Para mí eso ya es oro, tiene mi voto y mi simpatía, porque habla mi idioma, el del frutero y el de mi vecino”, explicaba en una entrevista reciente. En Ranciofacts, King describe el escaso nivel cultural de nuestro país, tirando de una enérgica ristra de ejemplos. “Que yo no soy ningún lumbreras, pero la conversación de ahí fuera/ es del nivel qué buena está la reina nueva/ ¿Qué esperas de un país donde peperos repiten y que ha cambiao la cultura por fotos de gatitos en Twitter/ Agotao del palique, de sinvergüenzas en ruedas de prensa, con menos voz que Luis Enrique/ Lo escucho tol día en plan ruido de fondo/ el dopping de Leo Messi, el nuevo coche de Alonso”. La devastación cultural es evidente: “El día a día puede ser un tormento, niños que hablan con la sintaxis de Yoda, ya ni les entiendo”. La letra deja pocas dudas sobre la miseria cultural impuesta desde las élites y la necesidad de un cambio.


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83 Nega, Toni El Sucio y DJ Bokah

“No votar sería escupir a los abuelos que se dejaron la vida por conseguir ese derecho” Por Nega

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otaré siempre porque es un derecho que ha costado mucho conseguir. No votar sería como escupir a la cara de todos esos abuelos que se dejaron la sangre, las lágrimas y muchas veces la vida en las calles de este país para poder conseguir ese derecho que ahora algunos desprecian y tiran por la borda. No hablo de antidisturbios y ley mordaza, hablo de la Guardia Civil a caballo abriendo cabezas con sables o disparando a bocajarro fuego real contra trabajadores. Hablo de gente que iba a la cárcel y era salvajemente torturada por pedir ese derecho que ahora algunos se pasan por el forro. Y pese a ello ahí estaban dando la cara, jugándose el tipo: no votar sería escupir a su memoria. Podemos es la única fuerza que ahora mismo puede disputar el poder a esta banda de malnacidos y ladrones. El partido tiene muchos defectos y algunas cosas no se han hecho bien, pero considero que son gente decente. Y eso ya es mucho en estos tiempos.

Hay todo un entramado político-mediático que les dice a los jóvenes que piensen: yo no voto, todos los partidos son iguales. No votes, pasa de todo, ves a tu bola, salva tu culo y al resto que le jodan. No votes que ya votamos nosotros y ponemos a los nuestros para seguir sangrándote. Lo más irónico es que muchos de esos raperos además están convencidos de poseer un pensamiento independiente y no condicionado, el yo estudié en la universidad de la calle y todos esos rollos. Rodrigo Rato se mea en tu universidad de la calle, en tu flow y en tu polo Ralph Lauren. Rodrigo Rato se va de putas y tiene un yate y es tu vieja limpiando escaleras y la mía cuidando a ancianos quien pone la pasta. La alienación y lavada de tarro es alucinante, el mito de Tony Montana, El Padrino y todas esas memeces de algunas letras de rap. Que bajes de la parra, que no es tan glamouroso como nos lo había pintado el cine. Los gángsters de verdad y el crimen organizado son tipos como Rodrigo Rato. Organízate y lucha.


OTOÑO 2015 · LA CIRCULAR

Machismo, mata a todos Por Cristina A.

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o voy a descubrir nada nuevo si digo que vivimos en un sistema patriarcal con una condición androcentrista de la sociedad donde el sexismo sería la estrategia y el machismo la manera de llevarlo a cabo. Es un sistema pensado para que las mujeres seamos como hombres, o al menos que nos comportemos como tales si queremos ser tratadas igual que ellos pero con pelazo.

Sexismo

Antropocentrismo

Machismo

te insultaré, despreciaré, humillaré, descalificaré y pondré en duda tu valía como persona e incluso tu estabilidad emocional. Por supuesto nunca conseguirás nada por tu esfuerzo sino por tu cara bonita, tus habilidades sexuales, tus pechos o la manipulación de la realidad utilizando la mentira y/o el victimismo para ello. Además, te culparé de poca personalidad o baja autoestima si no soportas toda esta presión social que recae sobre ti, porque nadie es perfecto pero tú mujer lo debes aparentar, si te gusta, si te compras sujetadores push up, te maquillas y te tiñes.¡¡Socorrooooooooo!! Curiosamente el hombre no se libra de esta mutilación mediante expectativas de masculinidad imposibles de cumplir. Consecuencias del machismo en los hombres heterosexuales:

Confusión de conceptos. Puede parecer, así de primeras, que es algo con lo que se puede vivir y, bueno, por poder se puede si quieres vivir sin enterarte de nada, claro. Empecemos por lo básico:

84 Esto, evidentemente, nos deja sin opciones, aparte de lo aburridísmo e insípido que supone vivir en un mundo que está perdiendo un punto de vista, el femenino, que –¡oh sorpresa!– posee más de la mitad de la población. Pero es que además es muy peligroso y dañino para todos, pues el sexismo, el machismo y el androcentrismo son los únicos factores de riesgo que propician las violencias machistas. ¡¡Boom!! Este sistema, el patriarcal, mutila a la mujer no solo en su desarrollo como sujeto activo de la sociedad, sino esculpiendo su físico (alta, guapa, tersa, suave y delgada), su personalidad (dócil, sumisa, perdedora), su carácter (dulce, comprensiva, cariñosa), su depilación púbica (mata, triángulo, caminito, pelón), su forma de relacionarse con los demás pero también con ella misma (la violencia que las propias mujeres nos autoinfligimos como consecuencia de una educación patriarcal, represiva y exigente es brutal y despiadada, eso sin tener en cuenta el sentimiento de culpa y vergüenza que nos genera, atención; querer ser nosotras mismas) y silenciando su voz, acostumbrándola a tragar, en general. Se nos priva de tener control sobre nosotras mismas, no de forma directa que-eso-es-machista-yel-machismo-no-existe-ya-eso-era-antes, ajá, sino de una forma mucho más sibilina y perversa, es decir, puedes hacer lo que quieras si eso que quieres es lo que quiero yo –hombre heterosexual cis blanco– o

Machismo. Conjunto de actitudes físicas o verbales de prepotencia con respecto a lo que no se identifique como macho. Feminismo. Movimiento social y político referente a la liberación de la mujer. Hembrismo. Sería el sistema imaginario si reviviéramos miles de años de cultura patriarcal pero al revés. Feminazi. Término creado para ridiculizar el feminismo y sus reivindicaciones empleado por gente machista. Su equivalente racista sería el típico machupichu utilizado para referirse a los sudamericanos. Depresión. Un hombre desde que nace hasta que muere debe cumplir el rol que tiene asignado en la vida, que consiste, básicamente, en trabajar y ser atendido por ello. Cuando se jubila, dicho rol desaparece y cree (erróneamente, así le fue inculcado) que no sirve ya para nada. No encuentra su lugar en la vida fuera del trabajo y eso le produce mucha inseguridad y depresión; se enfrenta a una vida donde ya no es el dominante. El hecho de que sean los hombres mayores de 55 años los que mayores dificultades tengan a la hora de reincorporarse al mercado laboral reafirma lo dicho.


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Presión por tener cuanta más vida sexual mejor. Es terrible que la honra de una mujer se encuentre en su himen, pero que la valía como macho se encuentre en el número de mujeres con las que ha mantenido relaciones sexuales, no lo es menos. Insertar aquí cualquier meme de Julio Iglesias. Un hombre que no demuestre superioridad hacia su pareja será tildado de calzonazos y será objeto de chistes y bromas.

mucho o la típica “yo si fuera mujer sería mú puta”. A ver, ser tratado como algo que no sea una persona no mola nada porque anula tu poder de decisión y, sinceramente, no es puta lo que queréis ser; queréis tener control sobre vuestra vida, sexual incluida, y acostaos con quien queráis cuando queráis y como queráis sin ser humillados, insultados, menospreciados y desvalorados por ello. ¡Queréis ser feministas!

Amputación emocional. Educar a los hombres a hacer uso de la fuerza en vez de enseñarles habilidades sociales para resolver conflictos es amputarles emocionalmente. El aprendizaje social y emocional es necesario para vivir en una sociedad sana porque percibir y gestionar los sentimientos propios e interpretar las expresiones de las emociones de los demás, hace que nos enfrentemos a los conflictos de una forma ética y eficaz.

Vida sexual insatisfactoria. Las mujeres reprimidas y sometidas difícilmente podrán disfrutar del sexo porque las han educado para asociarlo con algo malo y pecaminoso. Vamos, que no os van a chupar jamás bien la polla mientras exista el machismo, hablando en plata.

Desprecio ante lo no macho. Debe ser agotador vivir en un continuo “yo la tengo más larga”. Establecer las relaciones sociales, laborales y familiares en términos de dominante-dominado solo provoca frustración porque todos somos dependiendo de las circunstancias. Ceguera empática. Al no estar desarrollados plenamente, al privarles de las emociones, les cuesta mucho ponerse en lugar del otro, preocuparse por aquellos que se encuentran en situaciones menos favorables. No son conscientes de que cuentan con privilegios y creen firmemente que todos estamos en igualdad de oportunidades. Vacío del alma. Es una consecuencia directa de la amputación emocional y, quizá, el mayor daño que se les puede hacer. No ser un sujeto activo en la crianza de los hijos, por ejemplo, les reduce a una máquina a medio camino entre un cajero con patas y un dispensador de semen. Cada risa que se pierden de su hijo es una risa que no recuperarán jamás. Las empresas deben tomar conciencia de ello y potenciar la conciliación, tanto de mujeres como de hombres, para que puede darse la corresponsabilidad. Tendencia a la sequedad mental. Lo malo no es que sea un ignorante, lo malo es que no le importe serlo y casi que haga alarde de ello. Los hombres suelen justificar que no son machistas alegando que ni pegan a las mujeres ni se mofan de ellas. Pero sí se ríen con chistes machistas y guardan silencio en casos de violencia. Creencias estúpidas, como por ejemplo que ser tratado como un objeto sexual debe molar

Tanto los hombres como las mujeres sufrimos el machismo, no hay duda, pero lo sufrimos de una forma asimétrica: para los hombres, algunas desventajas y muchas ventajas, para las mujeres, todo desventajas. El machismo es un elemento de control social y un fenómeno complejo que cambia constantemente de forma, para no cambiar en su esencia mutiladora y discriminatoria. Una de las maneras en que el machismo se perpetua en el tiempo es negando ya no solo su existencia, sino la propia responsabilidad individual. Sólo haciendo un profundo análisis y una autocrítica de cómo cada uno de nosotros se relaciona con otros hombres y con las mujeres, podremos empezar a tomar conciencia y a liberarnos de nuestros niveles de machismo. Hay que replantearse qué significa ser hombre y hay que desaprender creencias arraigadas en nuestro bulbo raquídeo transmitidas de generación en generación. Esta es una responsabilidad que debe ser compartida tanto por hombres y mujeres como por el Estado, para así alcanzar un sistema feminista con la condición antropológica de género en el que la educación en igualdad de género sería la estrategia, y la equidad/libertad la manera de llevarlo a cabo.

Igualdad de género

Antropología del género

Libertad

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Cuando se acaban los caminos empieza el verdadero viaje Por Jorge Moruno

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a ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, afirmaba en una entrevista ofrecida a la revista Capital Humano, que la reforma laboral de 2012 ha inaugurado una “nueva cultura del empleo basada en reforzar la colaboración”. Al más puro estilo orwelliano; los derechos son un lastre, el paro una oportunidad, la precariedad tu falta de empleabilidad. En Alemania se llaman minijobs, hay 7,5 millones de ellos y el 10% de la población necesita vivir de las ayudas sociales. En el Reino Unido adopta el nombre de “contrato cero horas”, o lo que es lo mismo, disponibilidad total y muchas veces exclusiva con una empresa que no garantiza un mínimo de horas trabajadas ni una remuneración salarial determinada. No son exactamente lo mismo

y las coyunturas nacionales son divergentes, pero van por sendas parecidas: la misma que emprenden las sucesivas reformas laborales en España. Asumir la desigualdad como algo imposible de modificar, priorizar el interés de los accionistas por encima del bienestar de la sociedad, y seguir manteniendo la respiración artificial de una sociedad centrada en un modelo laboral que hace aguas por todas partes. Curiosamente la consigna anarquista “¡Abajo el trabajo!”, heredera de las aspiraciones contestatarias de la juventud proletaria en los años 70, es puesta en práctica por un capitalismo que reduce la cantidad del trabajo pagado. Lo hace no para liberar a la humanidad de su yugo, sino para someterla al dominio de su escasez. El trabajo por el que te pagan ya no garantiza la condición de ciudadanía, lo


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cual es paradójico, sobre todo si tenemos en cuenta que cada vez más parcelas de la vida son puestas en venta y se mercantilizan. Esto se traduce en precariedad e incertidumbre para la mayoría y en una aspiradora que extorsiona el dinero y los bienes comunes para el régimen financiero. Se trata, a fin de cuentas, de bajar los porcentajes de desempleo a costa de aumentar los trabajadores pobres, reducir la calidad del empleo, bajar salarios, erosionar derechos y disparar el paro crónico. “La precariedad si es temporal, como un paso hacia un trabajo mejor, está bien porque estas personas al menos tienen un puesto de trabajo”, afirma Marianne Thyssen, comisaria europea responsable de Empleo y Asuntos Sociales. Idea que choca con el diagnóstico de Comité Europeo de Derechos Sociales del Consejo de Europa, cuando sentencia que el salario mínimo interprofesional en España, 648 euros, “no garantiza un nivel de vida digno”. Esta lógica de la cuadratura del círculo, empeorar para luego mejorar, va muy en la línea de la interpretación ideológica hecha desde los años 80 sobre la curva de Kuznets para justificar la desigualdad como motor de progreso. La curva

es una U invertida que muestra como, en un primer momento, el desarrollo genera desigualdades, para más tarde tender hacia la igualdad previo paso por un periodo de estabilización. Esa es la receta política marcada por poderes socioeconómicos que adoptan la apariencia de dioses intocables. El PP es posible que deje las cifras del paro muy parecidas a las que se encontró en 2011, pero con menos empleos indefinidos, menos empleo a tiempo completo, salarios más bajos, menos población activa y más déficit en las cuentas de la Seguridad social. Cuatro años más y bajan el paro, pero suben la miseria. Desde que gobierna Rajoy, España es un país más empobrecido y más endeudado. La revista Fortune del pasado marzo publicaba un pronóstico del FMI que venía a situar el paro de España en 2019 en el 18,5%. Por supuesto que esa cifra no tiene en cuenta el tipo de trabajo –recordemos que 4,2 millones de asalariados, el 30% del total, tienen una nómina mensual que no alcanza los 950 euros brutos, eso solo los asalariados–. Pero además el FMI, al tiempo que daba esa cifra de paro, afirmaba que España se acerca al pleno empleo. Es decir, para


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· Asumir la desigualdad como algo imposible de modificar, priorizar el interés de los accionistas por encima del bienestar de la sociedad, y seguir manteniendo la respiración artificial de una sociedad centrada en un modelo laboral que hace aguas por todas partes

el FMI, 18,5% de paro y una precariedad galopante es sinónimo de pleno empleo en España. Cuanto más complicado resulta vivir de un empleo, más se refuerza desde las instituciones, desde los medios y las universidades, ese espíritu que nos empuja a toda la población a “tomar riesgos”. La centralidad del “factor humano” en la empresa y de la “empresa” en el factor humano, la jerga de moda con palabras como engagement, empleabilidad, o tóxico, debe ser visto a la luz de una nueva forma de poder en que tu propio deseo parece acoplarse al deseo del mercado sin aparente necesidad de venir impuesto. Todos en el mismo barco, ya no eres trabajador, ya no hay un “afuera” ni hay conflicto, ahora somos “colaboradores”, todos somos empresa porque tú eres tu propia empresa y la sociedad entera debe funcionar como una empresa. No una empresa cualquiera, no, se trata de una modalidad de empresa que bombea al ritmo speedico de las finanzas y el humor del mercado, de la competencia, de la venta permanente de uno mismo y la caprichosa economía de la atención. Una sociedad que reduce el tiempo de trabajo socialmente necesario, pero que paralelamente aumenta la dependencia vital al (auto) empleo entre quienes lo tienen y también entre aquellos que no lo tienen. El reverso de Marx: aumenta el número de gente que trabaja menos horas, ¿reducción de la jornada laboral? Sí, pero a costa de ser más pobre, no de vivir mejor. Cada vez más se borran las diferencias entre población asalariada y por cuenta propia y se hace tabla rasa. Proyectan un Mad Max social, un desierto donde se persigue el faro del éxito y la felicidad, la ruta de las sonrisas a cambio de una dependencia total, de una dedicación plena y un vuelco emocional completo: militantes, guerrilleros de una empresa, esa que llevas dentro, esa que coloniza el deseo social e individual, el espacio y el tiempo. Hay todo un batallón de vendedores de ilusión que harán lo posible para que te olvides de que existen salidas colectivas. Movimiento reilusionarse, un cóctel de frases vacías o sacadas de contexto provenientes de personajes históricos, junto con lugares comunes que ofrecen certezas tan sólidas como el humo: “No te preguntes ¿por qué te pasa esto?, sino ¿para qué sirve esto que te pasa?”. Claro, ¿para qué te sirve un trabajo de 700 euros, o que te desahucien, o que recorten en sanidad? Todo tiene un lado amable, sobre todo para el negocio de la motivación que se nutre de la desesperación. Entre las brumas merodeamos tropezando con la misma piedra una y otra vez, persistiendo en idealizar una sociedad que gira en torno al pleno empleo, cuando materialmente eso no es más que un recuerdo mistificado. La flexibilidad, sin embargo, como las máquinas y la crisis de la sociedad del empleo, tienen varias caras. Una ya la conocemos, es la que somete todos los ritmos

de la vida a las necesidades del tiempo financiero 24/7. La otra cara reedita la autonomía en tiempos contemporáneos, tratando de dar otro uso a ese recurso social llamado tiempo, reafirmando la base de la libertad ciudadana e igualando el acceso al poder, a la decisión. Un reparto democrático del tiempo que asegure ingresos y reconozca la actividad social que se hace y no solo la que se tiene a través de un empleo, puede desmercantilizar fragmentos de nuestra vida encharcada en la ciénaga que dicta la autovalorización capitalista. Cada vez se libera más tiempo y se produce más con menos empleo, ¡aleluya!, la pregunta entonces es la siguiente, ¿cómo gestionar esta situación? Valorando el trabajo que se hace y no solo el empleo que se tiene, liberando tiempo del tiempo del trabajo pagado sin que eso implique sucumbir en la exclusión o la precariedad. El inglés distingue entre labour/work, el griego lo hacía entre ponos/ergon, o el latín entre labor/ opus para diferenciar entre actividad, creación –que se consideraba “superior”– y el trabajo “inferior”, duro, por lo general. Hoy, dicho en términos marxistas, las fuerzas productivas, ese “resultado de la energía práctica de los hombres” acondicionada a su tiempo histórico, permiten hacer efectiva una realidad donde prevalezca la primera opción sobre la segunda. Salgamos del imaginario –de izquierdas también– que acusa de “inactivo” a quien no tiene un trabajo pagado, pero que sí hace cosas, y empecemos a pensar en obtener ingresos aunque no tengas un “trabajo”. De hecho, para los griegos solo podías estar activo si tu tiempo no dependía de las necesidades de otro. ¿Puede ser libre alguien que siempre está disponible, pendiente de las necesidades de otro que contrata un servicio porque no tiene tiempo, pero sí el dinero para contratar el tiempo de alguien por menos dinero de lo que le cuesta ganar el suyo? Esa es una de las bases de la llamada economía colaborativa: un banco del tiempo capitalista que da el paso desde una concepción de la propiedad que se tiene a otra a la que se accede por un tiempo concreto. Esperanza Aguirre considera la prestación por desempleo “un año sabático” y la CEOE la compara con “una renta que se percibe cada dos años”. Hagamos aikido con esas acusaciones y démosle la vuelta para responderles: ¡ojalá fuera así! En lugar de familias que no pueden dormir bien por las noches sabiendo que se les acaba la prestación porque no hay empleo, apostemos por un modelo que garantiza la seguridad de tener un tiempo propio sin miedo a caer en el vacío. El totalitarismo ideológico nos convence de lo siguiente: confiar en que a los ricos les vaya todavía mejor es garantía de estabilidad y tarde o temprano, algo le caerá al resto por medio del goteo. Por el contrario, hablar de construir un modelo de ciudadanía que no


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dependa totalmente del trabajo pagado, es fomentar la vagancia. Tenemos que confiar en que algunos vivan de las rentas especulativas del urbanismo, o de las finanzas, pero en cambio, reivindicar el derecho a la existencia de todas las personas, es inviable y populista. La racionalidad de esta irracionalidad, pasa por tratar de trabajar más cuando se necesita objetivamente que se trabaje menos y se hagan más cosas. ¿No es mejor ecosistema para innovar, cooperar y vivir con seguridad, en lugar de nadar entre el miedo y la precariedad? Lo cierto es que en los países donde menos horas se vende la gente para trabajar, más tiempo se disfruta, más se gana, y más productivos son. Pero repensar el trabajo más allá del empleo, pasa no solo por innovar en nuevos valores de uso, en otras formas de relacionarse y socializarse, también pasa por innovar en nuevos valores del deseo y en una oleada de subjetividad democrática. Desnaturalizar la máxima que denunciaba Bertrand Russell

incrustada en el sentido común, donde “la idea de que el pobre deba disponer de tiempo libre siempre ha sido escandalosa para los ricos”, en el momento que –siguiendo a Marx– “la medida de la riqueza no será ya el tiempo de trabajo, sino el tiempo libre”. La batalla económica no es una batalla de números, es igualmente una batalla semiótica, una pugna por la producción de significados y sus efectos sobre el intelecto colectivo. Producir anhelos y representaciones simbólicas, producir otro inconsciente que forje un carácter social de época distinto. Uno que coloque en la centralidad la exigencia del derecho al tiempo. Desquiciar el orden jerárquico de las reglas dadas, introducir el desorden en su dominio. Poner a trabajar toda esa cooperación, inteligencia y potencia social bajo otro foco, reorientar la interacción del deseo y las máquinas ahí donde “termina el trabajo impuesto por la necesidad y por la coacción de los fines externos” (Marx).


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¿Cambiamos? Elecciones en Argentina Por Luciana Cadahia

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· Si podemos aprender alguna lección de los sucesivos y provechosos fracasos de la izquierda es que tener razón no es suficiente para revertir las relaciones de fuerza y, menos aún, para transformar la autopercepción de la gente

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esde hace algunas semanas viene circulando en las redes sociales un meme titulado “Los ciclos económicos de Argentina”. Se trata de una caricatura, claro, pero quizás por eso mismo logra resumir el círculo vicioso que tiene atrapados a los argentinos desde hace más de 50 años. Según el chiste, cuando asume un gobierno popular se produce un crecimiento exponencial de la clase media; luego la clase media empieza a sentirse oligárquica y decide apoyar a la derecha. La derecha entonces destruye a la clase media y ésta, empobrecida, vota un gobierno popular. Cabría preguntarse si nos hallamos nuevamente en la fase del ciclo en la que los argentinos votan a la derecha porque han asumido el discurso del amo. O dicho de otra manera, cómo es posible que un amplio sector de las clases medias y populares apoye la candidatura de Macri, un proyecto político que apunta de manera evidente a su propia destrucción. Si podemos aprender alguna lección de los sucesivos y provechosos fracasos de la izquierda es que tener razón no es suficiente para revertir las relaciones de fuerza y, menos aún, para transformar la autopercepción de la gente. Si bien nuestro aparato crítico nos puede ayudar a hacer un diagnóstico, es totalmente inoperante para transformar ese escenario. Una de las críticas que suele hacerse a la experiencia política argentina, y que se haría extensivo a otros países de América Latina, tiene que ver con la creencia de que los populismos actuales se limitarían a una redistribución de la riqueza y que esto no sería suficiente para un verdadero proceso emancipador. No es este el lugar para explicar en detalle lo que sucede en cada proceso, pero si pensamos el caso argentino esta acusación es tajantemente falsa. A lo largo de estos años, el Frente para la Victoria no solo ha abogado por la construcción de derechos civiles y colectivos, sino que ha llevado a cabo un importante trabajo pedagógico para que tales conquistas sean experimentadas por los mismos colectivos que las reclamaban. Es verdad que todas estas apuestas han contribuido a un proceso democratizador

y también es cierto que mucha gente se ha sentido interpelada y gracias a ello hoy se identifica con el proyecto. ¿Pero qué pasa con esa gran parte que, a pesar de haber sido beneficiada con estas conquistas, experimenta un rechazo visceral? Cuando alguien percibe la asignación universal por hijo, la política de derechos humanos, la ley de medios audiovisuales, la aprobación del matrimonio igualitario, la ley de fertilización asistida, la ley de identidad de género, la recuperación de la soberanía energética, económica y social –por citar algunos ejemplos–, como cosas vaciadas de sentido que ya nada tienen que ver con su propia cotidianidad es porque hemos perdido una batalla. El hecho de que la gente escuche esta lista de logros como una cosa abstracta, que no les atañe, ya es una derrota pedagógica y estética. Curiosamente, tratar de desenredar este nudo ideológico mediante la persuasión racional genera el efecto contrario que uno desearía lograr y, en últimas, cualquier ejercicio pedagógico automáticamente nos pone en el lugar de la conciencia lúcida, clausurando cualquier instancia de negociación. Este fracaso de la mayéutica apunta a la constatación de que la batalla se juega ante todo en el campo de la estética, es decir, es una guerra que transcurre en el terreno de la sensibilidad, de los afectos y las identificaciones libidinales. Y nombrar este terreno no supone dejar en segundo plano el lugar de la política, al contrario, es aquí donde se juega el momento político por excelencia, el momento contingente de la decisión. Esto lo sabe muy bien la derecha y por eso viene tomando la delantera desde hace muchos años. Si queremos hacernos una idea de por qué tanta gente elige al candidato de la derecha hace falta entender que Macri es para muchos el espejo deformado en el que desean reflejarse. Probablemente comprender qué nos dice este espejo nos ayude a interrumpir ese círculo vicioso al que hacíamos referencia al inicio del texto. El dispositivo Macri es la negación sintomática y sofisticada de la política. Cambiemos, slogan y coalición de partidos al que representa, no es otra cosa que


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una abigarrada consigna capaz de prometer una cosa y su contrario: la continuidad de los logros del kichnerismo mediante una ruptura radical con este. ¿Por qué tiene tanto éxito esta consigna contradictoria? Una respuesta fácil sería afirmar que la gente es estúpida y se deja engañar por la estética naif y buena onda de la campaña de Macri, ¿pero y si las cosas son mucho más complicadas y resulta que esa consigna abigarrada expresa mejor que nada el deseo de mucha gente? Es como si dijeran, no somos tontos, sabemos que nos hemos beneficiado de estos logros pero no queremos vernos identificados con ese imaginario plebeyo y popular, sino que deseamos sentirnos parte de aquello que nunca pudimos experimentar como propio. Y resulta que viene una fuerza política que nos da tranquilidad, que no busca confrontar ni poner sobre la mesa las dificultades cotidianas que supone mantener todos estos logros, sino que simplemente nos promete su sostenimiento a la vez que nos ayuda a creer en que somos algo distinto. Esto es, diríamos nosotros, los libera de la obligación de hacerse cargo de su propio deseo. Es como si el juego de la parresia se encontrase invertido por completo: La verdad del kichnerismo resulta un lugar incómodo, no hace más que evidenciar la fragilidad de la propia existencia. Expone nuestra propia contingencia y nos obliga a una elección. El tono de Macri, en cambio, niega por completo esa contingencia que nos configura y nos invita al goce de nuestro propio síntoma. Su estética emprendedora y su discurso postideológico sugieren la imagen de un individuo sin fisuras y sin restos, una forma inmunitaria en la que el individuo fantasea un repliegue perfecto sobre sí mismo. Y esta forma de fantasear no es otra cosa que el grado cero de la ideología neoliberal, la creencia de que mis propios logros individuales van a seguir existiendo. Me pregunto si acaso el mecanismo de sublimación que opera aquí no es el mismo que nos permite habitar la Tierra sin estar pensando a cada rato sobre su contingencia radical. A pesar de los desarrollos científicos, estamos expuestos a cualquier tipo de catástrofe cósmica. Sin embargo, la mayoría del tiempo vivimos como si esto no tuviera que ver con nosotros. Estar conscientes de que en cualquier momento la Tierra puede perecer, volverse algo insoportable. ¿No sucederá lo mismo con la sublimación de la política? La creencia de que nuestra forma de vida es más frágil de lo que pensábamos y que depende de un montón de decisiones y factores que no podemos controlar hace que prefiramos no pensar en

todo ello y hacer como si la política no tuviera que ver con nosotros. El deseo del olvido de lo político es el lugar preciso donde logra consolidarse la derecha argentina y el espacio donde resulta urgente intervenir. La tarea no es nada fácil, ya que supone la aceptación de las malas noticias, algo que mucha gente prefiere no experimentar. ¿Cómo hacer para que prefiramos las malas noticias a los cantos de sirenas de nuestros propios verdugos? ¿Cómo persuadir de que las malas noticias es lo mejor que podemos escuchar si queremos forjar una forma propia de vivir en común? ¿Cómo mostrar que aunque no lo asumamos el problema sigue ahí, delante de nosotros, y que aceptarlo es la primera parte del trabajo político? Ante todo es necesario no claudicar y seguir dando la batalla por la memoria, ya que ésta, lejos de liberarnos del síntoma social que nos constituye, ayuda a un trabajo diferente. Y es aquí donde entra a jugar la construcción del deseo propio. Todos los que no cedemos al chantaje del neoliberalismo tenemos las responsabilidad de mantener viva la memoria de nuestro pueblo, la sensibilidad suficiente como para conectar con esas fuerzas reactivas y orientarlas hacia otro lugar, hacer del deseo propio la construcción de un deseo colectivo. Quizá la lección no venga de la teoría crítica, sino de todos esos ciudadanos, personas anónimas que decidieron reunirse con otros amigos para persuadir a los vecinos del barrio, que eligieron subirse a un colectivo y contar su historia de vida a los demás, que optan reunirse como universitarios en las plazas y exponer los logros sociales de sus investigaciones, que apuestan como minorías de género hacer actos públicos y contar todos las conquistas de los últimos años o que simplemente ponen el cuerpo en la batalla contra el olvido. Hoy la Argentina se ha mostrado como el espacio de una encrucijada que no dejará de darse en todos aquellos países donde exista una alternativa al imperio del miedo, el olvido y la resignación. Hoy Macri no es sino uno de los miles de rostros en los que se camufla el gran capital internacional, un dispositivo estético llamado Mauricio Rodas en Ecuador, Albert Rivera en España, Enrique Peñalosa en Colombia, Marina Silva en Brasil, Enrique Peña Nieto en México. En la supuesta era del capitalismo líquido y del fin de las fronteras es necesario más que nunca identificar al enemigo, ponerle nombre y apellido y combatirlo con nuestras mejores armas: nuestro terco e irrenunciable amor a la vida.

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Los cínicos que seremos Por Ignacio Trillo Imbernón

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Ilustración: Kid Callobre

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s Paul Giamatti. Está rojo, ronco, desencajado y sudando, porque al parecer un actor excepcional debe interpretar desde las glándulas, lo que no deja de ser una curiosa aplicación del método Strasberg. En cualquier caso lo importante no es su presencia, enorme, sino lo que le dice a Ryan Gosling, que está en la otra esquina de la escena y con cara de haber cogido el metro en dirección contraria, un recurso eficiente para quienes prefieren actuar con la sensibilidad que producen unos abdominales perfectos. La película es Los Idus de marzo y en ella Gosling ejerce de asesor político idealista y Giamatti de director de campaña de vuelta de todo, lo que le confiere esa suerte de autoridad paternal que le permite aleccionar a Gosling y de paso a los espectadores sobre la moraleja de la historia: la política, y en concreto las campañas electorales, convierten a todo el que pasa por ahí en un cínico. George Clooney, guionista y director de la película, no tuvo que estrujarse los sesos para escribir la escena sino más bien recoger y reproducir un lugar común del mainstream cultural que, si nos ahorramos el recurso tradicional de citar a los dramaturgos griegos y las tensiones político familiares de Shakespeare, podemos asumir que inaugura en 1949 Robert Rossen con El político, abriendo una senda por la que caminarían después, entre muchos otros, el Bill McKey de El candidato y el Thomas Carcetti de The wire, una serie excepcional cuyo subtexto narrativo es que David Simon nos explique con paciencia por qué David Simon es mejor persona que nosotros. Los principales embajadores de ese modelo en la ficción contemporánea son los miembros de la familia Lannister, tipos de esos para los que

no se le puede llamar política si no implica al menos una conversación susurrando en un pasillo oscuro y de postre un par de cadáveres. El círculo de hierro de la tesis lo cierra Beau Willimon que es el escritor original de Los Idus de Marzo y el conductor de House of cards, el drama televisivo que nos ha permitido conocer al cuñado más agresivo del congreso estadounidense: Frank Underwood En cualquier caso Underwood y los Lannister deberían quedar fuera de este modesto recorrido toda vez que ellos, como Jessica Rabbit, son malos porque los dibujaron así y usan la política como el ecosistema en el que desarrollar a gusto sus pulsiones psicópatas. El resto de ejemplos, sin embargo, tienen como mínimo común múltiplo que recorren un arco narrativo en el que siendo en origen buenos, honestos y pulcros, yernos adorables, gente que saluda en el ascensor y que paga sin protestar sus impuestos, las garras de la política les convierten en, redoble de tambores, el modelo monstruoso contra el que luchaban en origen, porque ya en Memorias de África se nos recuerda a los idealistas que cuando los dioses quieren castigarnos atienden a nuestras plegarias, sea porque nos enamoramos de Robert Redford o porque el 20 D hay elecciones y uno no puede hacer llamamientos a la ilusión si está comúnmente asumido que la política es esa ropa interior chillona que se cuela en una lavadora blanca para dejarlo todo hecho un asco. Pero no adelantemos acontecimientos, que el cinismo es un plato que se sirve frío porque está condimentado con cantidades ingentes de superioridad moral y, en cualquier caso, antes de sentarse a la mesa es de buena educación conocer la forma


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· El 20 D hay elecciones y uno no puede hacer llamamientos a la ilusión si está comúnmente asumido que la política es esa ropa interior chillona que se cuela en una lavadora blanca para dejarlo todo hecho un asco

correcta de coger los cubiertos. En el año 2000, el tipo más listo que jamás ha subido a un crucero, David Foster Wallace, siguela campaña electoral de John McCain en las primarias republicanas de Carolina del Norte contra George W Bush, el candidato preferido por el aparato del partido. Sus conclusiones no difieren demasiado de lo expuesto hasta ahora, si bien su mirada no reposa tanto en el cinismo del político como en el de su audiencia. Para Wallace “vale la pena pensar mucho en por qué, cuando John McCain dice que quiere ser presidente a fin de inspirar a una generación de jóvenes americanos a entregarse en cuerpo y alma a causas más grandes que su propio interés personal (lo cual significa que está diciendo que quiere ser un líder de verdad), muchísimos de esos jóvenes americanos van a bostezar o a poner los ojos en blanco o a hacer alguna broma irónica en lugar de sentirse inspirados como lo hacían los jóvenes con Kennedy.” La cultura contemporánea, y esta es una línea que es muy difícil escribir con un trazo que no sea grueso, es un confortable colchón donde las pasiones se ven sustituidas por narraciones sobre la pasión, un poco como cuando vemos un partido de fútbol y nos descubrimos pateando al vacío para empujar a la red un balón que sólo existe en pantalla. La base de esa dieta es el cinismo que, en palabras de Sloterdjk, es algo así como una falsa conciencia ilustrada, una revisión –y esto ya lo digo yo– hipster del nihilismo, la de quienes tomaron la pastilla roja y tras contemplar el percal decidieron que la pastilla azul tiene una resaca muchísimo más elegante y que permite disfrutar de alguno de los más estimulantes placeres de la vida en sociedad: el bufido, el comentario irónico en Twitter y una extraordinaria colección de ya te lo dije residiendo en la punta de la lengua. Hasta que en el año 2011 unos tipos decidieron plantar una tienda de campaña en la mitad de Sol la sociedad española sufría una atrofia muscular derivada de patear de forma constante el aire desde el salón de casa. Había, por supuesto, resistentes galos en multitud de espacios, pero no fue hasta que nos dio por reivindicar en común la acampada libre y urbana que tomamos la decisión de bajar al terreno de juego a ver si todas esas piernas volando encontraban un balón y, quién sabe, con un poco de suerte, una red al final del camino. Las consecuencias del 15M están en disputa, pero en cualquier caso todas esas interpretaciones, aun enfrentadas, tienen un elemento en común que, como trasunto contemporáneo

y modesto de aquél fantasma que recorría Europa en el siglo XIX, se ha instalado en nuestra mirada para cambiarlo todo de golpe: la ilusión. Resulta extraordinario cómo un concepto más propio de la autoayuda que del sesudo análisis social ha podido tener unos efectos tan devastadores en la política, entendiendo aquí política por lo que nace en la intimidad y acaba en un parlamento, es decir, lo que atraviesa en distintas instancias la forma que tenemos de relacionarnos. Ilusión mediante, el cínico para qué mutó en el sí se puede, que se transformó a su vez de cántico que uno enuncia cabizbajo en una manifestación a práctica política esencia la las distintas mutaciones que adoptó el 15 M. Por supuesto empezar a poder a muchos nos pilló sin el traje adecuado para la ocasión, con la consecuencia de que nos hemos ido probando distintos disfraces que han funcionado (o no) a múltiples escalas, de forma tal que el 15 M no es tanto un movimiento como un principio activo que nadie ha sido capaz de registrar y que, según quién te lo cuente, es el epítome de la pureza política o un lastre innecesario y molesto. Supongo que una vez que le regalas a un acontecimiento el derecho a tener unas iniciales propias lo conviertes en un mito fundacional y como tal puede ser ambas cosas a la vez sin contradecirse. Esto podría ser anecdótico, apenas una querella entre conocidos y un chiste con el que regodearnos desde el acervo teórico, si no fuese porque la disputa por los significantes y los significados son un campo de batalla cruento, tal y como puede atestiguar la voz casta, que ya no sabe dónde esconderse. Esto nos devuelve a la ilusión, que no por casualidad fue el eslogan de la campaña de Podemos a las europeas: al fin y al cabo no es sólo un gesto y un antídoto contra el cinismo, sino también una práctica política repleta de consecuencias y, sin lugar a dudas, el Stalingrado de los procesos electorales nacidos el 25 de mayo del año pasado y que culminan el próximo 20 de diciembre. De entre todas las razones que sostienen esta afirmación la que sobresale es que, como hasta el menos capaz de los politólogos sabe, igual de importante es incentivar el voto de tus propias bases como desincentivar el de las ajenas. Esto tiene su particular correlato en el hecho de que el votante racional convive en el cajón de los mitos recurrentes con el Yeti, el monstruo del Lago Ness y el tomate que sabe a tomate. Por eso, nos guste más o menos, la ilusión es un elemento central del actual proceso


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político y, reconozcámoslo, mantenerla resulta extraordinariamente arduo, más aún si enfrente hay un titán de la comunicación como Mariano Rajoy: uno le oye hablar y no es que se le quiten las ganas de participar en política o votar, es que pierde el apetito, la sonrisa y la lascivia por el mismo precio.Y, por supuesto, Mariano Rajoy no sólo es un señor gallego con evidentes dificultades para concluir una oración compleja sin equivocarse, sino también el símbolo que nos repite machaconamente que las cosas no van a cambiar, porque las hegemonías culturales funcionan a pequeña escala como el café de máquina de una oficina: es malo y además no te despierta, pero por lo menos está ahí y no te obliga a bajar a la calle a buscar algo mejor. Es en este contexto que resulta claro que Giamatti dándole la murga a Gosling sobre el potencial vírico de la política institucional no es precisamente una fórmula inocua de entretenimiento, sino bien al contrario un discurso con consecuencias directas sobre el cotidiano que, además de explicar muy eficientemente que en la calle todos los cafés son también de máquina, tiene la extraordinaria virtud de reforzar al convencido en una elegantísima superioridad moral. Samsa, te advierte al mirarte por encima del hombro tras sus gafas de montura gruesa, no hay forma de que de esta cama te levantes sin ser un monstruoso insecto. De Santiago de Compostela, además, añade. Para Wallace, al que habíamos dejado siguiendo la campaña de McCain sin tener muy claro si le convence o no, ésta es una cuestión clave: “si están ustedes aburridos y asqueados de la política y no se molestan en votar están en la práctica votando a los establishments afianzados de los dos grandes partidos, que les aseguro que no son tontos y que se dan perfecta cuenta de que les interesa mantenerlos a ustedes asqueados y aburridos y cínico” El cinismo, concluimos con él, es el campo de juego predilecto del bipartidismo y, como en la canción de Chenoa, un territorio en el que cuando tú vas quienes lo fomentan ya están volviendo, paradoja extraordinaria que afecta su más elemental principio activo, porque si hay algo de lo que presume un cínico que se precie de serlo es, precisamente, de estar de vuelta de cualquier cosa y, en el tránsito, haber visto ardiendo naves más allá de Orion, rayos C brillar en la oscuridad en las puertas de Tannhäuser y a todos los nuevos políticos corromperse. No todo el cinismo está repleto de superioridad moral, también uno de sus componentes esenciales es la prudencia.

En 1919, un cenizo de muchísima entidad, Max Weber, daba unas conferencias en la Universidad de Múnich que luego han sido recopiladas bajo el título de El Político y el Científico, en las que esencialmente venía a decir que a los políticos que desatan pasiones hay que cogerlos con pinzas. A Weber hay que reconocerle el sentido histórico de su alocución y que ganó el premio del “ya te lo dije” más fundamentado de todos los tiempos: al fin y al cabo no hace falta hacer muchas matemáticas para imaginar a qué funesto bigote apoyarían en 1933 todos esos estudiantes. Sin embargo, si seguimos las enseñanzas de Weber (no hay bigote bueno) como un dogma de fe, corremos el riesgo de volver a la casilla de salida. Zizek, en un texto que sería canónico si no fuera de Zizek que se llama Por qué a todos nos encanta odiar a Haider, nos alerta sobre cómo ese pesimismo es, una vez más, un terreno abonado para que las nuevas derechas y los partidos liberales se dediquen a jugar al ping- pong con nuestras vidas. El callejón sin salida es sólo aparente. Para disolverlo toca volver al comodín del público, en este caso una vez más Foster Wallace, que apesadumbrado por reflexiones similares a las que se exponen aquí concluye que “la paradoja final –la verdaderamente minúscula que hay en el centro de todo, en el fondo de todas las cajas y recuadros giratorios de los embrollos de la campaña que cubren capa a capa a McCain- es que la cuestión de si de verdad “es real” ahora ya no depende tanto de lo que hay en el corazón de él como de lo que puede haber en el de ustedes. Intenten permanecer despiertos”. Despiertos, dice Wallace, para diferenciar lo real de lo que es real para nosotros. Despiertos, dice Wallace, para saber desentrañar las herramientas que el poder tiene para adormecernos. Despiertos, al fin y al cabo, para saber que el campo de batalla es la ilusión, y que es imprescindible no darlo por perdido y abandonarlo al menor giro de los acontecimientos. Despiertos para no olvidar, para conservar en la retina la experiencia de los últimos años, con todas sus alegrías y sinsabores, decepciones y éxitos; y un conjunto de imágenes con las que proyectarnos al futuro y huir de la profecía que pretende describir los cínicos que presuntamente seremos: los cinco eurodiputados de Podemos por los que nadie apostaba, Barcelona en Comú llorando de alegría al unísono para demostrar la coherencia interna de su coalición y el abrazo que en Madrid celebra la alcaldía de Manuela Carmena.

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Reproducimos aquí el primer capítulo del libro Historia Oral de Podemos, coordinado y escrito por Manuel Guedán con la colaboración de Jorge Lago. Después de entrevistar a prácticamente todos los implicados en el origen y puesta en marcha de Podemos, el libro reconstruye un diálogo virtual entre todos ellos para narrar la historia de Podemos. En unas semanas, en librerías.

Un estallido social CAPÍTULO I

15-M. LA INDIGNACIÓN Y SUS LÍMITES Por Manuel Guedán

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Lucía Ayala Residía en Berlín y lo viví desde allí, sumándome a las manifestaciones y acciones colectivas que se organizaban en la fría primavera alemana, donde era impensable plantear acampadas nocturnas. Estaba en las semanas previas a la defensa de mi tesis doctoral, sin beca desde hacía meses y sin dinero para poder viajar y escaparme a la Puerta del Sol, como tantos otros españoles en el exilio Segundo González Me encontraba en Francia estudiando, pero cada vez que volvía a España notaba un ambiente inflamable en el que parecía que la chispa adecuada podría hacer despertar algo grande Irune Yo me encontraba en Londres. Cuando la onda expansiva de lo que estaba ocurriendo en Madrid nos alcanzó, muchos de los expatriados fuimos a reunirnos frente a la Embajada española para denunciar la situación de nuestro país de origen y reivindicar nuestro derecho a un retorno digno Íñigo Errejón A mí me pilló justo recién llegado de Quito. Recuerdo que llamé a los compañeros nada más aterrizar y les dije: ‘oye, la manifestación prevista para hoy qué tal, porque quizá me acerque a pasar un poco el jet lag, pero si no me voy a casa y descanso’, creyendo que sería otra manifestación más, y me dicen: ‘no, pásate, es muy grande’

Fotos: Álvaro Minguito

Rita Maestre La plaza de la Puerta del Sol es el comienzo de casi todo lo que ha sucedido desde el año 2011. Es un nuevo comienzo para las organizaciones

políticas y para la gente que ya entonces éramos activistas. Nos cambió la forma de entender la política y nos cambió la vida, a mí por lo menos Pablo Iglesias Una semana antes de que naciera el 15-M estábamos en La Tuerka debatiendo sobre las primaveras árabes. Recuerdo que estábamos Monedero, Errejón y yo lamentándonos de que en nuestro país no ocurriera nada, con los efectos desastrosos que estaba teniendo la crisis, mientras que en los países árabes se estaba produciendo, sobre todo en Egipto, una explosión popular frente a las consecuencias de una crisis económica y frente a la corrupción. En aquel momento Nega escribió una letra, La Tuerka rap, en la que decía: no quiero ser español, español, quiero ser egipcio Íñigo Errejón Cuando estábamos en plena práctica de convertir diagnósticos más complejos y compartidos por muy poca gente en un lenguaje más apropiado a la comunicación política de los debates televisivos, irrumpe el 15-M y a todo el mundo le desborda, a todo el mundo le agarró con el pie cambiado Segundo González Mi primera experiencia política activa fue en Madrid, con las asambleas contra el proceso de Bolonia. Allí vimos que existía la posibilidad de trabajar diferente a como se venía haciendo mediante los sindicatos estudiantiles y los partidos políticos. Entre toda aquella gente, se fue conformando un equipo cuya sintonía residía en la importancia que le dábamos a cómo se percibían nuestros mensajes. Digamos que


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no solo pensábamos en clave ideológica, las proclamas, a fin de cuentas, no sirven de nada si la gente no las entiende. Esa experiencia fue determinante y, tras el reflujo del movimiento contra Bolonia, lo que surgió fue Juventud sin Futuro como una forma de saltar de la universidad hacia la constitución de la juventud como espacio sociopolítico ante la crisis Andrés Barragán El 7 de abril de 2011, un mes antes del 15-M, convocamos nuestra primera manifestación que fue todo un éxito. Sin ningún tipo de recursos, un grupo de 30 estudiantes de Madrid fuimos capaces de tener cierta proyección en los medios nacionales durante semanas. El lema de la manifestación fue: Esto es sólo el principio, manténte indignado. Aportábamos algunos de los ingredientes comunicativos que permitirían detonar la mayor movilización social de la historia española reciente; así lo corroboran los informes policiales que nos señalaban y de los que siempre nos hemos enorgullecido Eduardo Fdez. Rubiño Aquella manifestación fue electrizante. Todos tuvimos la sensación de que se estaba abriendo un ciclo de movilizaciones completamente nuevo Ariel Jerez La aparición un tanto disruptiva de generaciones que hasta ese momento eran consideradas despolitizadas, esa generación nini, por ejemplo, que ni estudiaba ni trabajaba, empieza a mostrar un descontento y una reflexión política que sabe canalizar y activar a partir del manejo de algunos recursos sociales y tecnológicos que en buena medida las instituciones no estaban percibiendo. Ese movimiento social es lo que genera el terremoto que empieza a abrir algunas brechas en el edificio institucional y cultural en el que descansa nuestra percepción de esta comunidad política que es España... Segundo González … el paro ya estaba en unas cifras alarmantes, la precariedad, la falta acceso a la vivienda Andrés Barragán Las medidas que comenzaba a aplicar el Gobierno de Zapatero incluían recortes muy importantes de derechos, reforma laboral y de pensiones incluida, mientras salvaba a los bancos. Recorrimos las calles de Madrid hasta la plaza del Reina Sofía. No es casualidad que sea la misma en la que este 25 de mayo celebramos los resultados de Podemos en las europeas

Miguel Urbán Desde Izquierda Anticapitalista aportamos nuestro granito de arena en la convocatoria de las manifestaciones Miguel Ardanuy Como Juventud Sin Futuro estuvimos muchas semanas preparando la manifestación del 15M, fuimos, pienso, el colectivo que más ayudó a difundirla junto a Democracia Real Ya! La manifestación fue todo un éxito, no solo por la cantidad de gente, sino por la actitud y el buen ambiente que se respiraba después de los palos que nos habían caído durante los tres años anteriores Segundo González Era completamente diferente a todas las manifestaciones en las que había participado anteriormente por la heterogeneidad de los manifestantes Pablo Iglesias Recuerdo a estudiantes de mi facultad, estudiantes de izquierda radical muy formados que iban a las asambleas del 15-M y estaban desesperados. Me decían: ‘Pablo, es que la gente no entiende nada, no sabe nada, les hablas de las clases sociales, de la subsunción real, de la teoría del valor-trabajo y no entienden’. Yo pensaba, claro, pero tú tienes el privilegio de haber dejado de ser un friki que está en asambleas en Somosaguas y por primera vez en tu vida estás en asambleas con gente que es representativa de la realidad del país; muchos no habrán leído las cosas que has leído tú ni utilizarán el lenguaje que utilizas tú, pero esto es el país de verdad y esto es lo que establece las condiciones de posibilidad para que cambien las cosas Miguel Bermejo Tras los primeros intentos fallidos de desalojo de la plaza, recuerdo cuando llegamos desde el Patio Maravillas con un equipo de megafonía y al entrar en Sol pude ver la cara de muchos compañeros llorosas de ilusión Segundo González Tras una noche de carreras por el centro de Madrid, me acerqué con algunos compañeros a Sol ante las noticias que llegaban de que un grupo de personas había decidido acampar. Sol podría convertirse en nuestra plaza Tahrir. A la mañana siguiente volví para quedarme Miguel Ardanuy Me acuerdo de ir el día siguiente a la manifestación de protesta por el violento desalojo que habían sufrido los compañeros que se habían quedado a dormir en la plaza, y volver al día siguiente siendo cada vez más y más gente

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Julio Martínez Cava El 15-M supuso un cambio fundamental para la política de este país: oxigenó el sentido común de la izquierda permitiéndonos experimentar el difícil equilibrio entre los objetivos y principios que defiendes y las condiciones de partida que nunca eliges. Por otra parte, entendimos que erigirse como persona de izquierdas con unos principios intachables desde los cuales poder juzgar todo como “reformista”, era no sólo ineficaz políticamente, sino antidemocrático. Podemos ha recogido ese legado: la política se hace con la gente y para la gente Isaac Rosa Yo no comparto que el momento fundacional del empoderamiento ciudadano fuese el 15-M, y pienso más bien que lo sucedido en 2011 era la salida a la superficie de una corriente subterránea que viene de mucho más atrás. Del mismo modo que pienso que mucho del caudal de indignación ciudadana acrecentado en los últimos dos años (que explica el auge de Podemos) no viene necesariamente del 15-M, sino espontáneamente de las políticas de austeridad endurecidas con el gobierno del PP

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Juan Carlos Monedero Todos los intentos de transformar, rejuvenecer o inyectar savia nueva en los partidos fracasaban porque son estructuras donde la propia burocracia tiene la capacidad de elegir siempre a una parte importante de los peores dirigentes Miguel Ardanuy Quedé encargado del grupo de Social. Me acuerdo de ir megáfono en mano convocando a todo el mundo que quisiera unirse a una primera asamblea en la que comenzar a tratar diversos asuntos. Poco a poco empezamos a reunirnos casi todos los días y cada vez se unía más y más gente. Viendo lo bonito pero también lo caótico en lo que se iba convirtiendo todo aquello, decidimos crear el grupo de Coordinación, mediante el cual intentábamos organizar y sistematizar el funcionamiento y el trabajo que se iba desempeñando en los diferentes grupos y comisiones existentes. También fue duro en algunos momentos; a mi cabeza más racional y pragmática le costaba a veces no terminar de vislumbrar el rumbo de todo aquello Pablo Iglesias Aunque podamos quejarnos a veces, es mucho mejor intervenir en la historia que interpretarla Gloria Elizo Para todos, el 15-M supuso un golpe encima de la mesa, la sensación de que no estábamos

tan solos, es más, de que en realidad éramos muchos, y más aún si conseguíamos transmitir la experiencia de tantas luchas, las historietas de la movilización política que nos habían contado y ahora contábamos no sin algo de vergüenza por los fracasos Jorge Lago No solo era ver gente movilizada en las plazas, gente que no habías visto antes. Lo que fue crucial fue sentir la simpatía, e incluso el apoyo explícito, de sectores no ya despolitizados, sino que venían de votar al bipartidismo, o de no votar: comerciantes, taxistas, camareros, familiares que nos veían con buenos ojos, que te animaban... Después vimos que cerca del 80% de la población española decía simpatizar con lo sucedido en las plazas. Faltaba, claro, conectar esos dos espacios sociales. Creo que algunos años después Podemos entendió que ese era el reto, que ahí estaba la posibilidad de un nuevo sujeto político: conectar plazas y hogares, y eso no se hacía desde las identidades de izquierdas previas al 15-M Pablo Iglesias Hubo sectores muy viejunos de la izquierda que incluso se ofendieron, que decían anda, mira estos que llegan, yo llevo indignado 30 años y ahora me van a enseñar estos chavales lo que es la indignación Lucía Ayala En Berlín, España se convirtió en tema omnipresente en las conversaciones. Todo el mundo quería debatir, preguntarnos, solidarizarse con la ciudadanía indignada. Ser española pasó de ser un dato sin mayor trascendencia a convertirse en un significante fuerte. La gente empezó a mirarnos con otros ojos, con una mezcla de empatía, curiosidad y preocupación Bea Rilova Yo llevaba casi un año en Perú dando clases junto con otras españolas cuando en 15-M estalló. Fue muy extraño seguirlo desde Facebook, a través de los posts que iban colgando de forma cada vez más frecuente nuestros amigos y conocidos. Éramos conscientes que algo importante se estaba gestando, pero no acertábamos a entender muy bien qué. Por Skype interrogábamos a nuestra gente, veíamos vídeos y hasta planeamos una acampada en la Plaza de Armas de Trujillo, la ciudad donde vivíamos. Queríamos estar en Sol Sergio Illanes (Manzana) Mi participación en el 15-M fue distante, ya que me encontraba trabajando en una obra de carretera en Calatayud. Solamente los fines


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de semana me podía escapar e impregnarme de ese sentir colectivo que contagiaba ilusión y ganas de transformar la sociedad. Era un tormento estar tan lejos durante la semana y ver cómo tus amigos y compañeros estaban al pie del cañón. Fue algo mágico e ilusionador Lucía Ayala Siempre he estado siguiendo la actualidad política, no sólo relacionada con el Estado español, sino también con otros países. Lo que cambió para mí en el 15-M es que empezó a dolerme España. Hasta entonces había estado pendiente y preocupada, pero no me dolía Bea Rilova Un mes más tarde regresaba a Barcelona, y todo el mundo hablaba distinto, con otro aire. Con orgullo Lucía Ayala Por motivos profesionales, durante los últimos años he estado viajando por muchos países. En todos lados se oía el eco del 15-M. Cuando participaba en las movilizaciones ciudadanas, ya fuera en Berlín, en el Occupy de Oakland o en San Francisco, mis colegas de diferentes países y yo lo vivíamos como parte de una misma energía internacional. Por ejemplo, cuando seguía y analizaba con mis amigos turcos la ola de protestas ciudadanas surgidas en el Parque Taksim Gezi de Estambul, siempre mirábamos al 15-M como referente; muchos de ellos lo entendían como dos episodios de un mismo proceso común. Por eso, cuando regresé de EEUU, lo primero que hice fue, en cierta forma, buscar a Podemos a través del 15-M Pablo Bustinduy Yo emigré hace ya diez años a estudiar fuera, y viví en carne propia esa muerte civil que supone estar a muchos kilómetros de distancia de lo que sucede en tu casa. Volví para el 15-M, y allí me encontré o reencontré con mucha de la gente que después he vuelto a ver en Podemos. Creo que las plazas de aquellos días fueron para muchos de nosotros una escuela, un proceso de educación política y sentimental que está en el origen de los vínculos que hemos construido y reforzado ahora Segundo González Durante los dos años siguientes seguimos participando en movilizaciones y lanzando diferentes iniciativas desde Juventud sin Futuro, como la Oficina Precaria o la campaña No nos vamos, nos echan. Yo tenía concedida una beca para terminar la carrera en Estados Unidos el curso siguiente, pero lo que pasó aquellos días me llevó a tomar la decisión de renunciar

a ella y quedarme contribuyendo junto a mis compañeros a organizar la indignación para convertirla en cambio político Pablo Iglesias A partir de aquí es cuando en La Tuerka nos dedicamos prácticamente todas las semanas a hablar del 15-M, a reflexionar, a trasladar nuestras propias experiencias de lo que sucedía allí. Una de las conclusiones fundamentales es que el 15-M ha cambiado las reglas del juego Germán Cano Después del 15-M también colaboré en la Coordinadora 25-S, que fue un intento de acometer una iniciativa loca consistente en rodear el Congreso. Fue un experimento que por una parte chocaba con la legalidad; de hecho, la policía estaba continuamente visitándonos, tomando nota de todo lo que allí estaba aconteciendo; y por otra, nos sirvió para comprobar en qué sentido puedes hacer política jugando con los medios de comunicación Gloria Elizo De mi experiencia y la de muchos compañeros en la Comisión de Legal de Sol, creo que llegamos a la conclusión de que no podíamos ni debíamos convertirnos en un servicio jurídico directo a los ciudadanos. Una se da cuenta de lo importante que es para la sociedad el que haya un acceso libre a la justicia, un buen turno de oficio, buenos servicios de orientación jurídica. En resumen, todo lo que se ha ido cargando sistemáticamente este Gobierno. A la comisión se acercaba la gente con verdadera sed de justicia, era emocionante y muy difícil no prestarse, pero esa no puede ser la función de una comisión legal. Porque es imposible, agota unos recursos escasos y si me apuras es un poco indigno para todos. Tenemos derecho a que las cosas funcionen, a no ir poniendo parches de caridad Miguel Ardanuy Durante varios meses, la gente de Juventud Sin Futuro participamos en distintas campañas y fuimos descubriendo el potencial de las redes. Cuando colgamos nuestro primer vídeo en YouTube y al día siguiente habíamos recibido 30.000 visitas, nos dimos cuenta de que podíamos comunicarnos de una manera enteramente nueva, y de que ahí había un filón importantísimo para construir el cambio Pablo Iglesias Después podían pasar muchas cosas, como en el fútbol, pero es indudable que la política en España no será más como fue.

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Fundamentos del Programa de Podemos

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uestro país vive un momento de excepción. El fracaso de la clase política en la gestión de la crisis económica desatada hace ocho años se hizo primero evidente en el retroceso de los derechos sociales y económicos; derechos que habían sido conquistados por la ciudadanía en largos decenios de luchas, y que fueron recortados o eliminados en apenas unos años o meses. Como resultado de esta nefasta gestión, se produjo un deterioro evidente del régimen setentayochista, que se extendió al modelo territorial emanado del mismo –el llamado Estado autonómico–, y eventualmente, a la misma espina dorsal que sostenía su legitimación democrática: el sistema de representación política. En el primer caso, la cuestión catalana es sin duda el síntoma más evidente –aunque no el único–, mientras que en el segundo, los escándalos de corrupción han colocado a las cúpulas partidarias en el centro de sofisticadas y millonarias tramas criminales, al punto de que hemos sido testigos –quién lo iba a decir hace solo unos años– de registros por parte de la policía judicial en la mismísima calle de Génova. Esta erosión acelerada de la calidad democrática en España tuvo su particular reflejo en los programas que los dos partidos gobernantes presentaron a los electores en 2008 y 2011. Y lo tuvo en la medida en que ambos programas fueron ignorados en la ejecución de las políticas aplicadas durante estas dos últimas legislaturas. Cierto es que, desde mucho antes, los programas electorales habían ido perdiendo el carácter más o menos solemne del que alguna vez gozaron (en tanto materializaban el pacto de los partidos con sus votantes, y con la ciudadanía). Sin embargo, resultó que esta vez, aquellas palabras preñadas de buenas intenciones, que habían sido redactadas por los respectivos comités de programa del PSOE primero, y del PP después, fueron groseramente barridas por las sucesivas olas de recortes y ajustes antipopulares, que han caracterizado la acción real de Gobierno por parte de estos dos partidos. En este sentido, el descrédito

intro

Carolina Bescansa, Txema Guijarro, Tania Sánchez y Nacho Álvarez. Secretaría de Programa

Un Programa para un Momento

de los programas electorales, así como de los procesos que llevan a su elaboración, parecen haber alcanzado su máximo histórico. No será fácil, por tanto, acometer una de las tareas fundamentales para cualquier proyecto de regeneración de la vida pública: la de recuperar el programa como una herramienta democrática de primer orden; como prueba de compromiso con la ciudadanía, y como instrumento básico de comunicación política. Conscientes de que las próximas elecciones de diciembre serán las más trascendentales de los últimos 40 años, Podemos se ha propuesto elaborar un programa electoral en base a estas premisas. El primer paso, por tanto, ha consistido en movilizar a toda la organización para llegar a la gente; para convocarla al ágora pública que pretendemos construir, y escuchar sus intereses y sus propuestas. Así fue que las estructuras territoriales de Podemos organizaron más de 3.000 asambleas abiertas, en las que han participado más de 50.000 personas a lo largo de los últimos cuatro meses. Del mismo modo, los responsables de área han mantenido contactos y recopilado diagnósticos y reivindicaciones proporcionadas por cientos de organizaciones; desde asociaciones de profesionales y pymes, hasta organizaciones no gubernamentales, pasando por sindicatos y organizaciones empresariales. Por otro lado, el espacio virtual PlazaPodemos nuevamente ha jugado un papel central en la generación de ideas y debates para el programa. Desde el pasado mes de julio, más de 10.000 ciudadanas y ciudadanos han propuesto iniciativas, las han discutido y las han votado. En virtud de ello, muchas serán sometidas en breve a votación de todas las inscritas e inscritos y, en función de estos resultados, conformarán la serie de prioridades, medidas y pasos concretos que se presentarán al electorado español, como propuesta franca para cambiar este país. Confiamos en que esta nueva forma de hacer las cosas dará como resultado el programa más participativo y de mayor vocación transformadora jamás realizado


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en nuestra historia democrática. Al mismo tiempo, será un programa riguroso y solvente, en la medida en que los equipos de área han sabido aprovechar el trabajo desinteresado de muchos expertos y expertas, que han afrontado con una gran ilusión la responsabilidad de convertir y aterrizar los sueños de tantas y tantos en medidas concretas y aplicables. Pese a que aún no se ha producido la votación final, conocemos ya el conjunto de propuestas que serán sometidas a consulta, y de ellas se prefiguran dos rutas diferenciadas para su implementación. Por un lado, se ha puesto de relieve todo un paquete de medidas urgentes, destinadas a aliviar la precariedad en la que viven más de dos millones de familias españolas; así como a derogar aquellas infamias elevadas al rango de Ley por el bipartidismo en los últimos años, tales como las sucesivas reformas laborales, la nueva ley orgánica de Educación, o la llamada “ley mordaza”. Medidas de las que debemos obtener resultados tangibles en los primeros días de gobierno. Para ello, y sobre la base del pronunciamiento obtenido en esta consulta final, se diseñará un Plan de Rescate Ciudadano, que será implementado como respuesta a un eventual respaldo mayoritario a nuestro proyecto en las próximas elecciones generales. Por otro lado, si algo ha quedado medianamente claro en estos últimos dos años –y, particularmente, en el proceso de elaboración programática aquí comentado– ha sido el desbordamiento de las expectativas de cambio manifestadas por la gente, en relación al marco constitucional de 1978. En este sentido, Podemos intuye una vocación constituyente entre la ciudadanía, y está dispuesto a abrir la senda de la participación ciudadana en la fase de reformas que necesariamente vivirá España a partir del 20 de diciembre. Nuestra lectura es clara: la crisis de régimen que vivimos hoy, sólo tiene dos salidas. Nos encontramos ante la posibilidad, o bien de una recuperación regresiva, o bien la de una recuperación progresiva de la crisis. Una u otra marcarán el devenir del país para las próximas décadas, y nos hará perder –o subirnos a– ese tren de la historia que tanto se nos ha escapado en los últimos dos siglos. Esta encrucijada se juega hoy, como hace 40 años, en clave constitucional/constituyente. El primero de los escenarios supone un cierre por arriba, en la que tres partidos –PP, PSOE y Ciudadanos– podrían pactar

una serie de reformas constitucionales al más puro estilo gatopardista, destinadas a justificar, y profundizar cada vez más, nuestra posición subalterna dentro de la estructura productiva europea, lo que vaciaría por completo de soberanía el proyecto de país que necesariamente todas y todos compartimos. En este sentido, la reforma del artículo 135 habría sido un ensayo, una antesala, de los cambios que estarían por venir. Pero hay un segundo escenario. El de la salida progresiva. El que abre las puertas de todo el edificio político del país al poder constituyente; a unas grandes mayorías, que asumen la posición –ahora sí– de asegurar y decidir sobre su futuro. Y ahora, por primera vez en mucho tiempo, se da la posibilidad de convocar a estas grandes mayorías sociales, que se niegan a ser subalternas, en torno a cinco grandes consensos, que van a articular el conjunto del programa electoral, para darle así sentido y estructura: 1. Hacer de España una federación libre de pueblos, nacionalidades y naciones, que se constituyen en un Estado basado en la igualdad de todas las españolas y españoles ante la ley. 2. Dotar al Estado de los mecanismos para asegurar, no solo los derechos civiles y políticos, sino también el derecho al trabajo, el derecho a la salud, el derecho a la educación y el derecho a una vivienda digna. Esto sólo será posible construyendo una Sociedad del Conocimiento, a través de políticas sostenidas de inversión en I+D+i, y en la formación de talento humano. 3. Garantizar la transparencia y la participación ciudadana para evitar la corrupción en las instituciones públicas. 4. Asegurar una Administración de Justicia independiente del poder político. 5. Brindar un sistema electoral que permita una representación justa, representativa y democrática de todas las personas y todos los pueblos de España. Creemos que estas cinco aspiraciones se han instalado entre la ciudadanía española como parte de su sentido común contemporáneo. Somos conscientes, sin embargo, de que solo pueden desarrollarse plenamente dentro de un nuevo marco constitucional. Y esto exige que sea la misma ciudadanía la que abra y cierre ese nuevo marco. Porque no será la clase política actual la que lleve a cabo una reforma de este calado. Sencillamente, no tienen la voluntad ni la legitimad para hacerlo.

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Instituciones del cambio

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as instituciones y administraciones públicas que estamos heredando del consenso del 78, con el aderezo de la crisis de la deuda, son lo más parecido a una casa esquilmada en su contenido y afectada por problemas de aluminosis en sus pilares y viguetas. Podemos recuperar nuestras instituciones. A veces reparando viga a viga con constancia y paciencia. Otras, renovando unos elementos estructurales podridos por otros nuevos y saneados, con firmeza y coherencia. Y por último, es imprescindible abrir hacia la trasformación de parte de los cimientos, con audacia, valentía y sentido común. Estas tres estrategias: reparar, renovar y transformar, a su vez, son recorridas por tres vasos capilares conductores. El primero, la despolitización e independencia de los poderes públicos como vacuna contra la corrupción. El segundo, la máxima democratización, esto es, máxima transparencia y participación. Y por último, hacer de la gestión pública un motor de riqueza social, económica y ambiental, combinando, en su justa medida, eficacia, eficiencia, accesibilidad y seguridad.

democracia

Auxiliadora Honorato, Gloria Elizo y Marta Domínguez Secretaría de Relaciones Institucionales y área de legal.

Sanear el armazón público

Para sanear el armazón de nuestras instituciones públicas una de las tareas imprescindible es liderar un debate sobre la reforma de la Función Pública porque entendemos que es la base para construir un modelo de Administración Pública profesionalizada que frene la corrupción y garantice la calidad de los servicios prestados. En los últimos 50 años se ha consolidado un modelo indefinido, que combina un sistema cerrado -acceso a través de condiciones de igualdad, mérito y capacidad-, con un sistema abierto -puestos designados libremente por cargos políticos-, lo que supone una injerencia de intereses particulares cuyas consecuencias sufrimos en la actualidad. El fracaso de

este modelo consolidado por el régimen del 78 es absoluto. El principio de seguridad y estabilidad del derecho administrativo está roto. La desmotivación de empleados y empleadas públicas es flagrante. Y la esquilmación de los recursos públicos es inquietante. La reforma estatal de la Función Pública no la puede liderar quienes han urdido un entramado de relaciones opacas que desdibujan las fronteras entre bienes colectivos e intereses particulares. Tampoco quienes emergen como nuevas opciones pero reproducen las mismas lógicas que favorecen a una minoría privilegiada. La autonomía de la que goza Podemos le permite trabajar para ponerse al servicio de la gente, y esto le convierte en el único actor político capaz de liderar este proyecto. No pueden ser actores en la depuración de las instituciones los artífices de ese entramado de corruptelas y malas prácticas que han llevado a construir un sistema convertido en una especie de discreto colador, de apariencia consistente pero lleno de diminutos agujeros que configuran una normativa hecha específicamente para permitir, ocultar y dejar impune la corrupción. Porque la corrupción en España, en Catalunya, en Andalucía reproduce sistemáticamente, el mismo modus operandi de enriquecimiento personal y empobrecimiento del sistema público. La política de privatizaciones, de contrataciones públicas, la laxa legislación en materia de delitos contra la Administración, los plazos de prescripción, la indefinición de los tipos penales que no permiten, como en el delito de cohecho, prácticamente ninguna condena, exige rearmar un sistema legislativo por el que no se cuelen conductas incalificables que han conducido a la reprobación de organismos internacionales, a la percepción de una independencia judicial a los niveles de Irán, y por supuesto no supongan el desarme de la democracia, el malbaratamiento de los bienes y de un patrimonio público que ha dejado de ser conducido hacia al bienestar de


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los ciudadanos para convertirse en un medio de enriquecimiento de unos pocos. Sorprende sin embargo que un país donde no se perciben entre la población apenas prácticas corruptas -a nadie se le ocurre el pago a un médico para adelantar una prueba diagnóstica, dar una mordida a un policía para evitar una multa de tráfico- tenga entre el 95% empresarios españoles, según el Eurobarometro sobre Corrupción en España del 2013, la percepción de que para hacer negocios es imprescindible tener amigos políticos. Ante la situación de corrupción estructural es imprescindible desde una voluntad política clara abordar, desde una perspectiva de cambio de modelo, una conocida batería de propuestas urgentes que todos los actores honestos han ido subrayando como medidas de sentido común para dotarnos de una estructura legal decente: modificación en los plazos de prescripción, reformulación de tipos penales, rebaja en la cuota fiscal para su consideración como delito, la incorporación del delito de “enriquecimiento injusto” – una de las medidas penales más eficaces contra el enriquecimiento de quienes dirigen organizaciones criminales, pero que no intervienen directamente en la comisión de ninguno de los delitos o de corrupciones realizadas en el marco de la actuación política por los altos cargos de la Administración-, introducción del delito agravado de prevaricación administrativa en las contrataciones públicas y los delitos agravados de cohecho, tráfico de influencias y fraudes a la Administración cometidos a través de partidos políticos. Elaboración de un modelo especifico de plan de prevención del delito de financiación ilegal de partidos políticos que debiera de pasar por una revalorización del control interno de los mismos, con un sistema reglado, con sistemas disciplinarios que prevengan situaciones de riesgo y potencialmente delictivas con propuestas relativas de control de la financiación, con propuestas relativas al tratamiento penal, con también aquí aumento del plazo de prescripción de las sanciones previstas en la Ley Orgánica de Financiación de Partidos Políticos, y con un desarrollo especifico adaptado a estas formaciones de la norma expresada en el art. 31 bis del Código Penal dirigida a regular la responsabilidad penal de las personas jurídicas en general, y por último con propuestas relativas a políticas

de transparencia y control externo de su actividad. Además, es un imperativo democrático articular mecanismos de participación ciudadana en el poder judicial. Enunciando un debate constitucional amplio que vaya desde la misma existencia, su sistema de elección o la reformulación del Consejo General del Poder Judicial, hasta, en su caso, las competencias que debe asumir como órgano de gobierno de los jueces, la composición del mismo, partiendo de la necesidad de dotar al Poder Judicial de una auténtica independencia y ajeno a los intereses partidistas que en determinados momentos han manchado a la institución. En definitiva, rearmar potentemente un sistema en el que tengamos la confianza en nuestras instituciones, en el que funcionemos con la seguridad de que la auténtica voluntad política va dirigida al bien común, que existe un sistema legal por encima de las cargos que ostentan la representación institucional, que nuestro Poder Judicial garantice la aplicación de las leyes, que el Estado de Derecho conforme el marco de convivencia, que ese nuevo marco de convivencia sea creado con la única finalidad de desarrollar un sistema fiable en el que la ley y las instituciones respalden un nuevo concepto de Estado al servicio de la gente.

Sin excusas para transparentar y democratizar nuestras instituciones.

Durante los últimos 35 años, la corrupción, el clientelismo y la opacidad se han convertido en una forma de Gobierno, instalada en la estructura institucional. Los episodios de corrupción política y mal uso de los recursos públicos a los que asistimos, hacen imprescindible, también, la implementación de nuevas medidas de regeneración democrática, que ensanchen los cauces de participación, atiendan a la exigencia de un control ciudadano permanente, y que promuevan el diálogo, la consulta, el debate, y la mejora continua de los procedimientos para la toma de decisiones. Entre ellas, la transparencia juega un papel fundamental, como elemento inherente al mismo concepto de democracia, como principio general de organización y funcionamiento de la Administración Pública y, sobre todo, como elemento clave para empoderar a la ciudadanía frente a los gobernantes.

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Ilustraciónes: Tomás Gorría

No hay excusas ante la transparencia y la rendición de cuentas. La información pertenece al público y ésta es la razón para que todos nosotros tengamos derecho de acceso a ella. Por ello, la transparencia debe ser una política transversal que rija la acción política y de Gobierno. Tenemos las herramientas y tenemos los medios. Es hora de establecer, más allá de discursos grandilocuentes, medidas concretas para hacer realidad un verdadero sistema de transparencia y participación ciudadana, impulsado desde la ética y el ejemplo de un gobierno refutable ante la ciudadanía, que cumpla, que explique y que asuma responsabilidad por sus acciones. Queremos instaurar paredes y bolsillos de cristal en las Instituciones, porque aquello que no se pueda publicar, ni explicar, no se debería hacer. Por su parte, la proliferación proyectos de participación ciudadana dentro de las administraciones tuvo lugar hace más de una década, bajo la forma de presupuestos participativos, planes comunitarios, etc. La participación se acepta, está bien vista especialmente por los gobiernos locales y de distinto signo político. Pero haciendo balance de esta dinámica participativa institucional, el resultado no es optimista por distintos motivos. Sin caer en el derrotismo, ante todo se percibe una falta de voluntad política para continuar proyectos una vez llegado el momento de pasar de la información o consulta a la toma de decisiones; una dinámica de interrupción de proyectos vivos; y una falta de formación en la materia de políticos y personal técnico. La gente ha ido retirándose y cada vez acude a menos participar cuando es convocada. Con este panorama sin resolver hemos asistimos a la aparición de dos procesos, uno de reglamentación de la participación y otro de tecnificación. Dos procesos que se han dado la mano en un nuevo resurgir de la participación. En el marco actual de crisis y corrupción política el leiv motiv de la participación se percibe, en algunos casos, en el ámbito de la transparencia, el control y la vigilancia de la gestión institucional. Esta transposición de lo que significa la participación supone una respuesta social a la coyuntura actual de descrédito, pero que no debe ser motivo para desdibujar lo que realmente significa la participación ciudadana deliberativa sobre la gestión pública. En este resurgir, el uso de las TIC en el marco de la Democracia Digital empieza a despuntar. Son muchas las virtudes del uso

de las TIC en este terreno, permitir elevar la participación política de la ciudadanía, posibilita la comunicación bidireccional e interactiva, abarata el coste de la participación, entre otros muchas. En la otra cara de la moneda destaca que la cantidad no siempre se corresponde con la calidad y que la estratificación digital sigue estableciendo desigualdades en el acceso y un sesgo del perfil de personas usuarias. No podemos caer en la tentación de la “euforia tecnológica”, pero tampoco en la “tecnofobia”. Todas las herramientas sean bien avenidas, digitales y presenciales, si se abunda en los elementos esenciales de la participación, es decir, si consiguen integrar procesos colectivos en las tomas de decisiones de la gestión pública.

Recuperar los servicios públicos como nuestro motor de riqueza común

Tanto en los gobiernos del PP como en los del PSOE, “reformar” el sector público ha sido sinónimo de “adelgazarlo”. Sólo si apostamos por una gestión directa, accesible y segura, recuperaremos el motor de riqueza común que son nuestros servicios públicos. En contra de las acciones de estos gobiernos, la gente, en tiempo de crisis pone en valor sus servicios públicos y a sus profesionales, tal y como se deriva de un informe emitido en 2014 por la Agencia Estatal de Evaluación y Calidad. De la mano de esta puesta en valor, aumenta el interés por el desarrollo de una Administración Electrónica, de la que todavía se recela por la insuficiente ayuda para realizar gestiones, la necesidad de una identificación electrónica y la percepción de inseguridad. Las nuevas formas de trabajo y nuevas herramientas -presenciales y digitales-, si se lidera desde el sector público, suponen un estímulo importante e inédito para la economía de sectores emergentes como el software libre, formatos open data o los portales digitales. Esta apuesta de accesibilidad y transparencia debe acompañarse de la responsabilidad ante el derecho a la intimidad y la seguridad. El modelo público en de Protección de Datos es esencial en este campo para mejorar los estándares de Internet y protocolos en relación a la privacidad. No queremos que todo siga igual, no queremos cerrar los ojos y esconder la cabeza, por eso emprendimos el camino para cambiar nuestras instituciones desde sus cimientos hasta sus pilares y viguetas. De lo que sí prescindimos, es de los adornos.


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Rescate Ciudadano

UN PLAN IMPERTINENTE PARA TIEMPOS DE “RECUPERACIÓN ECONÓMICA” Y TRABAJO “LOW COST”.

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n enero de 2013 Juan Jose Millás escribía estas líneas proféticas en las páginas de El País: “Un buen día del año 2014, cuando los salarios se hayan abaratado hasta límites tercermundistas; cuando el trabajo sea tan barato que deje de ser el factor determinante del producto; cuando hayan arrodillado a todas las profesiones para que sus saberes quepan en una nómina escuálida; cuando hayan amaestrado a la juventud en el arte de trabajar casi gratis; cuando dispongan de una reserva de millones de personas paradas dispuestas a ser polivalentes, desplazables y amoldables con tal de huir del infierno de la desesperación, entonces la crisis habrá terminado”. Efectivamente ese día ha llegado, y el gobierno del PP ha decretado con total solemnidad el final de la crisis y el comienzo de la recuperación. Si en efecto estamos viviendo una verdadera recuperación económica o simplemente un alivio fruto de la bajada de los precios del petróleo y de la tregua a los recortes en el gasto público, es un largo debate que nos llevaría tiempo y para el que este no es el lugar. Sin embargo, de lo que no cabe duda es de que el país en el que vivimos es hoy día mucho más desigual que el que teníamos antes de 2008. El estallido de la crisis ha sido la excusa perfecta de las élites políticas y económicas para lanzar una ofensiva enormemente rápida y eficaz sobre los salarios y los derechos de los trabajadores y el conjunto de las clases

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Tania González y Diego Díaz Secretaría de Rescate Ciudadano.

populares españolas. La recesión económica, el desempleo y el endeudamiento público, resultado del rescate bancario aprobado por PP y PSOE, han permitido a un PP con mayoría absoluta justificar y acelerar reformas estructurales que habrían ido a un ritmo más lento en otro escenario económico. La UE ha sido el otro sostén en el que el gobierno y los intereses que representa se han amparado a la hora de presentar la política económica escogida como la única posible.

El crecimiento de las desigualdades en el Sur de Europa

Las élites españolas se apoyan en una UE cada vez más alejada de sus objetivos fundacionales de desarrollo de un proyecto social democrático europeo, como mecanismo institucional de coacción y disciplinamiento de las mayorías sociales, ya que sin esta, y ahora su versión reforzada, la Troika, difícilmente podría realizar políticas de ajuste tan duras, sin adentrarse en escenarios de peligrosa conflictividad social. El europeísmo realmente existente, es, hoy por hoy, la ideología que recubre una gestión de la crisis descaradamente favorable a los intereses de las élites nacionales y continentales. Existe por lo tanto una coincidencia fundamental entre las clases dominantes europeas, españolas y del resto de los PIGS en el proyecto de abaratamiento de la mano de obra de nuestros países y de rebaja sustancial de las prestaciones sociales


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de nuestros respectivos Estados. Quienes gobiernan presentándose a las elecciones y quienes lo hacen sin presentarse no conciben otra alternativa para la Europa sureña que una especialización económica en procesos productivos con bajo valor añadido y en una agricultura y un sector servicios sostenidos por una mano de obra barata con derechos sociales y laborales “low cost”. El telón de fondo de esta reordenación de la geografía económica de la UE es la emergencia de China, Brasil y otras economías de lo que en la Guerra Fría se llamaba el Tercer Mundo. En un escenario de creciente intensificación de la competencia económica internacional, las élites de una UE pobre en recursos energéticos, materias primas y sin una política militar común, parecen haber decidido apostar a fondo por un aumento de la competitividad frente a los EEUU, China y las economías emergentes, basado en la devaluación de las condiciones laborales y sociales de los trabajadores y las clases medias europeas, que son, de lejos, las mejor pagadas y con más derechos de todo el planeta. Incluso en comparación con países con altos niveles de vida como los EEUU, el Estado del Bienestar y las legislaciones laborales de Europa Occidental siguen siendo las más desarrolladas y avanzadas del planeta, y precisamente por eso han sido señaladas como “barreras proteccionistas” por parte de los negociadores del TTIP. El proyecto europeo desregulador y de creciente mercantilización de servicios públicos que se consolida e institucionaliza a partir del Tratado de Maastricht, dibuja una Europa dividida entre un centro con una economía muy desarrollada y especializada en productos de alto valor añadido, y una periferia con una economía mucho menos sofisticada, en la que el sector industrial queda

reducido a los procesos que requieren menos desarrollo tecnológico. No obstante, si bien en la década de los noventa podía distinguirse entre una periferia “pobre”, formada por los países del antiguo bloque del Este, y una periferia, “de clase media”, formada por los países incorporados a la CEE en los años 80, Grecia, España y Portugal, esta diferencia comienza hoy a difuminarse cada vez con más intensidad. Un indicador de esto son los salarios mínimos, que aún siendo todavía bastante superiores a los de la Europa del Este, se alejan de los países centrales. En 2014 el SMI de España era de 645 euros, el de Portugal de 566 euros, por encima de los 405 de Croacia, los 387 de Polonia, lo los 352 de Eslovaquia, pero mucho más lejos de los 1.245 de Reino Unido o los más de 1.400 de Alemania. El caso más espectacular de esta caída salarial es Grecia, con un SMI de 876 euros en 2012, y que un año más tarde se convertía en 683 euros. Convertida en el laboratorio de las políticas de austeridad de la Troika, en 2012 tres de sus representantes, Olli Rehn, de la Comisión, Poul Thomsen, del FMI y Joerg Asmussen, del BCE, reconocían a preguntas de un eurodiputado de SYRIZA que su objetivo era lograr acercar los salarios griegos al nivel de Rumanía y Bulgaria.

La desigualdad ha venido para quedarse

Esta larga introducción pretende enmarcar en qué contexto se produce el espectacular crecimiento de la pobreza y la desigualdad en España. Según datos de INTERMÓNOXFAM, si en 2013 España ocupaba el puesto número 15 en cuanto a a desigualdad social en la UE, en 2015 habría adelantado posiciones hasta colocarse en el cuarto lugar. España es además el tercer país con más pobreza laboral de la UE. La recuperación

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Ilustración: Clara León

económica que el gobierno del PP y la Troika están presentando como el resultado de la estricta aplicación de las políticas económicas de austeridad, no sólo va coexistir con estos índices de desigualdad y de pobreza, y con un desempleo muy elevado, sino que es su condición necesaria. La desigualdad, el empobrecimiento y la precariedad laboral han venido para quedarse en forma de nuevo modelo social si prosperan los planes económicos y de especialización que los dirigentes europeos y españoles han diseñado para nuestro país. Señalábamos en el título que este es un plan impertinente, y en cierta medida lo es. Cuando el discurso de la recuperación económica comienza a calar, como lluvia fina, en una parte de la sociedad, necesitada de esperanza, parece que hablar de Rescate Ciudadano nos remite al pasado, a los peores momentos de la crisis. Sin embargo, creemos que sería un error comunicativo plantear de un modo tremendista las medidas de rescate ciudadano, o como una propuesta sólo dirigida a los sectores más depauperados de la sociedad, a lo que en el viejo lenguaje se denominaban “pobres de solemnidad”. La pedagogía que planteamos para el PRC es ligarlo al planteamiento de una vida mejor, de una sociedad más justa y de una economía más fuerte. En lugar de presentar los derechos sociales y laborales como un obstáculo para el crecimiento económico, tal y como hacen el PP, la CEOE y sus medios de comunicación afines, queremos presentar la redistribución de la riqueza como la garantía imprescindible para conseguirlo. Al contrario de lo que afirmaba Albert Rivera en el debate con Pablo Iglesias, donde ahondaba en el manido argumento sobre la necesidad de generar riqueza primero, para poder distribuirla después, nuestra visión es que la creación de riqueza y el reparto de la misma van indisociablemente unidas. La elevación del nivel de vida de las capas medias y populares, el hecho de que puedan volver a consumir y ahorrar, es imprescindible para lograr una verdadera recuperación económica del país, una salida justa de la crisis y no lo que estamos experimentando, el cambio a un modelo económico basado en la devaluación sistemática de los sueldos y los derechos sociales, el “Estado del Bienestar que podamos permitirnos”, como le gusta advertir a Rajoy. El plan de rescate ciudadano que estamos elaborando pretende ser el correlato social de un nuevo proyecto económico para España. Y es que para poder ponerlo en marcha y desplegar ese modelo

alternativo necesariamente tendremos que enfrentarnos no sólo a la oligarquía española, imponiéndole por ejemplo una verdadera reforma fiscal progresiva, sino también al actual diseño de la UE y del euro, así como a las élites económicas que parapetadas tras esta arquitectura institucional lo sustentan. Una batalla en todo caso difícil, como la experiencia griega está demostrando, pero que debemos dar si no queremos que el rescate ciudadano se termine convirtiendo en otro eslogan electoral vacío de contenido. Las promesas del PSOE de reforzar el Estado del Bienestar y “rescatar a la clase media” son demagógicas si no van acompañadas de un cuestionamiento de las políticas económicas vigentes en la UE y de nuestro papel en el seno de esta. Cuesta creer que un partido que vota en Europa a favor del TTIP y de la humillación a Grecia vaya a atreverse a entablar una negociación dura con la Troika para lograr un mayor margen de maniobra para políticas redistributivas. No nos cabe la menor duda de que un hipotético gobierno del PSOE con Ciudadanos aplicará, si llega a formarse, nuevas reformas desreguladoras y políticas de ajuste, escenario en el que el PRC podría convertirse en un programa de mínimos con el que confrontar en el caso de la apertura de un nuevo ciclo de movilizaciones. Cuando nació PODEMOS dejamos claro que la ventana de oportunidad que existía no iba a estar abierta por mucho tiempo, y que nuestro mayor enemigo era ante todo la naturalización por parte de las clases populares del nuevo paisaje social marcado por la desigualdad, la pobreza y la marginación: “la crisis política puede tener mucha menor duración que la económica. Una buena parte de la contestación social hoy existente deriva de una “crisis de expectativas” que puede no repetirse para las siguientes generaciones, sobre las que podría hacer mella el efecto disciplinador del miedo y el empobrecimiento, con una exclusión social que ya amenaza a un tercio de la población y que podría estabilizarse en esos umbrales”. Hoy, 7 años después del inicio de la crisis, esta es lo único que han conocido en su vida adulta los jóvenes que ahora tienen 25 años. Si la desigualdad, los salarios de miseria, la economía sumergida, la pobreza, la escasez de vivienda o la emigración se convierten en fenómenos “naturales” y la resignación se consolida entre las gentes para cuya defensa nació PODEMOS las posibilidades de una vida digna se alejarán aún más de nuestro horizonte.


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Un proyecto económico para España

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odo proyecto político debe estar sustentado por un proyecto económico. En este sentido, y dada la coyuntura económica del país —que dista mucho de los fuegos artificiales del Gobierno—, el peso del discurso económico en el debate político de las próximas elecciones generales se prevé particularmente importante. España necesita cambios políticos profundos y una transformación económica que permita sostenerlos. De ahí que la credibilidad de nuestro proyecto político recaiga, en buena medida, en el modelo de economía que propongamos a la sociedad en las próximas elecciones. El reto que hemos tenido ha sido doble; por un lado crear desde abajo un proyecto económico sólido que sirva de base para la transformación política y económica, y por otro, saber trasladar su potencialidad de cambio a la sociedad de aquí al 20-D traduciéndolo en mensajes políticos sólidos. Conscientes de ese reto, desde la Secretaría de Economía lanzamos un proceso de elaboración colectiva ambicioso y complejo. El objetivo ha sido intentar encajar los engranajes de los diferentes ámbitos de participación democrática en Podemos desde tres campos de acción. En primer lugar, hemos contado con las contribuciones de los círculos territoriales y sectoriales, que es el músculo ideológico de Podemos, con especial importancia del Círculo 3E (Economía, Ecología, Energía). En segundo lugar, hemos mantenido reuniones de trabajo con colectivos y asociaciones de la sociedad

economía

Iván H. Ayala, Secretaría de Economía

civil, lo que nos ha permitido incorporar las reivindicaciones de los movimientos sociales. En tercer lugar, hemos creado un Consejo Internacional de Economía con especialistas de renombre internacional en economía, lo que nos permite asegurar unos sólidos fundamentos para esta propuesta de cambio. Algunos de esos nombres son Thomas Piketty, Robert Pollin, James K. Galbraith, Lourdes Beneria, Marina Subirats, Ozlem Onaran, y así hasta llegar a cincuenta. Este proceso compuesto por estos tres pilares de elaboración nos ha permitido recoger las demandas de la población española que se han fraguado al calor de las políticas de recortes, integrándolas en un proyecto de indudable solvencia económica. Las reivindicaciones de los movimientos sociales no siempre son automáticamente trasladables a la esfera de la acción legislativa, por lo que hemos tenido que hacer una labor de síntesis de las propuestas para su inclusión dentro de un marco coherente de política económica. No ha sido fácil combinar la agilidad y activismo de los movimientos con la dinámica de un partido político de masas con vocación de gobierno, pero creemos que el resultado es el proyecto económico que necesita España para los próximos años. Nuestra propuesta programática se basa en cuatro grandes ejes, siendo el primero y más importante de todos ellos terminar con la austeridad fiscal y salarial en España. Rechazamos el paradigma de la “austeridad expansiva” que preconiza que los recortes


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generan una confianza en el sector privado que activa el consumo más de lo que lo haría si ese gasto fuera hecho por el sector público. Según esta teoría, si los recortes masivos se producen en épocas recesivas, tienen efectos mayores porque los cambios se perciben como permanentes, para lo que es condición sine qua non que éstos afecten también al tuétano social, las instituciones del Estado de bienestar (sanidad, educación, pensiones…)1. Si bien la evidencia empírica de esta teoría es muy escasa2, sus efectos sociales son devastadores, pues los recortes en el sector público afectan sobre todo a la población de rentas medias y bajas que son las principales consumidoras de los servicios provistos por las instituciones que componen el Estado de bienestar, lo que genera incrementos abruptos en la desigualdad. Este ha sido el enfoque económico que sustenta el proyecto político de gestión de la crisis en la eurozona3. No cabe duda de que la austeridad ha sido impuesta desde Bruselas, pero no es menos cierto que ha sido abrazada con un desconcertante entusiasmo por los dos últimos gobiernos en España causando una grave recesión en nuestro país y en la eurozona4. Tal es así, que las contribuciones al crecimiento del consumo y la inversión pública fueron fuertemente negativas entre 2011 y 2013, y explican en torno al 40% de la caída en la demanda interna, a lo que hay que añadir su notable efecto multiplicador negativo sobre la demanda privada5. Es decir, que el Gobierno concentró en esos años los recortes más abruptos para poder así, por un lado, cumplir con una agenda de privatizaciones siempre presente en el ADN del PP y, por otro, con los objetivos de déficit, lo que permitía a Bruselas presentar al ejecutivo español como modelo a seguir6. Sin embargo, deteriorando las condiciones de vida de la población mediante recortes masivos ni el PP ni ningún partido puede ganar las elecciones, por lo que en 2014 el Gobierno relajó moderadamente los recortes en el gasto público y en 2015 incluso implementó rebajas fiscales, provocando esto último quejas desde Bruselas. Esto significa

que Rajoy podría haber negociado desde un principio con la Comisión Europea el brutal ajuste que infligió a los españoles, pero en lugar de ello utilizó la excusa de la crisis para implementar su modelo liquidacionista del sector público. A través de la magnitud del desvío en la reducción del déficit que Bruselas ha señalado como cierto, sabemos los recortes ya comprometidos por el PP: 3.000 millones de euros adicionales para 2016, y si todo sigue igual, 7.000 millones en 2017, que es la diferencia entre el déficit previsto por el Gobierno en los Presupuestos Generales del Estado para 2016 y la previsión de la Comisión7. Esta cifra podría incrementarse si incluimos las rebajas fiscales y el empeoramiento del contexto internacional8. Además de esta crítica a la austeridad fiscal pensamos que debemos y podemos acabar con la austeridad salarial corrigiendo además los desequilibrios de género existentes previamente y potenciados por la gestión de la crisis. Desde el 2007, se han reducido tanto salarios nominales como reales, siendo España junto con Grecia el país donde más han caído estos últimos en la eurozona. Esto es especialmente preocupante en una región caracterizada por tener una economía cuyo crecimiento depende principalmente de los salarios9. Según la evidencia empírica existente hasta la fecha, en todos los países del G20 —incluida España— un incremento de la participación de los salarios en la renta nacional tiene efectos positivos sobre la demanda agregada, y por tanto sobre el empleo10. Y lo que es más importante, el crecimiento de los salarios reales tiene efectos positivos en la tasa de crecimiento y en la productividad del trabajo por dos vías. Primero, incentiva a las empresas a introducir métodos de producción más eficientes con el fin de asegurar sus beneficios sesgando la producción hacia aquellas actividades no basadas en competencia precio. Y segundo, estimula la demanda agregada alimentando ese incremento de la productividad en el mismo sentido. Por ello, una estrategia

1 Alesina y Ardagna (2009). Large Changes in Fiscal Policy: Taxes Versus Spending. NBER Working Paper No. 15438. 2 Mark Blyth, “Austeridad: historia de una idea peligrosa”, Crítica 2014. 3 En abril del 2010 Alesina y Ardagna expusieron su teoría al Ecofin y en junio del 2010 el entonces presidente del BCE, Jean-Claude Trichet defendía en una entrevista los recortes masivos en base a las mismas palabras que los autores. https://www.ecb.europa.eu/ press/key/date/2010/html/ sp100624.en.html 4 La eurozona tiene las peores previsiones de crecimiento del mundo, por debajo de EEUU o Japón, África Subsahariana, o los Países Emergentes y Economías en Desarrollo. FMI, WEO Octubre 2015. 5 Álvarez y Uxó, 2015. “Is the end of fiscal austerity feasible in Spain? An alternative plan to the current Stability Programme (20152018)”. Presentado en la 19º Conferencia de Research Network “Macroeconomics and Macroeconomic Policy” 6 Mientras tanto algunos datos de la destrucción productiva son: –Según el Directorio Central de Empresas, estadística recopilada y elaborada por el INE donde se recogen las altas y bajas empresariales, en el periodo 2007-2014 se han destruido 217.347 empresas de las cuales el 60% lo ha hecho durante la legislatura del PP, 2011-2014. –España en 2014 todavía estaba por debajo de la producción de 2007 y muy por debajo de la producción en 2008, es decir, la destrucción productiva producida por la gestión de la crisis todavía no ha sido recuperada.

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de crecimiento salarial no solo afecta a la demanda, sino que tiene efectos positivos sobre la oferta, que además acompañaremos con las reformas estructurales para la modernización y transformación económica. En segundo lugar, además de detener la austeridad salarial y fiscal, hay que reparar los daños sociales de estas políticas mediante un plan de choque social que reduzca los niveles de desigualdad —material, social y de género— que se han originado estos últimos años. Este plan de gasto público tiene como objetivo, en primera instancia, rehacer los estragos en materia de desigualdad y pobreza que han dejado la gestión del PSOE y el PP en estas dos últimas legislaturas. Según la Encuesta de Condiciones de Vida realizada por el INE, 10 millones de personas viven en riesgo de pobreza y más de 3 millones en condiciones de pobreza severa en España con un fuerte impacto de género. Es remarcable, además, el empeoramiento de todos los indicadores de privación material y el incremento de trabajadores pobres que se ha producido en los últimos cuatro años de crisis. Un gobierno comprometido con los problemas de su país ha de tener, por tanto, un compromiso fuerte y vinculante con este problema de desigualdad. Es una cuestión de justicia social tanto como de eficiencia económica. Según un estudio publicado por el FMI (2014), corroborado por el trabajo de Piketty y Sáez así como por una abundante literatura económica, las economías menos desiguales crecen más y de forma más duradera en el tiempo. Estos trabajos demuestran, además, que las políticas de redistribución que reducen la desigualdad tienen efectos positivos para el crecimiento. El propio Nobel de Economía Amartya Sen explica que una situación de desigualdades crecientes abre la puerta a asimetrías económicas que reducen los beneficios de la actividad económica. Debemos priorizar, por tanto, el gasto en aquellas inversiones que permitan reducir la desigualdad transformando el crecimiento en uno más sostenible e inclusivo con especial atención a las políticas de género. Es necesario reconocer el derecho subjetivo a la percepción de una renta garantizada con el objetivo de encaminarnos hacia la pobreza cero en España, lo que a su vez redundará en la generación de patrones de crecimiento más sólidos. Pero además, es necesario acompañar estas medidas con una reforma del mercado laboral que siente las bases para esa inyección de modernidad que necesita la economía española, reduciendo

la desigualdad y creando los pilares sociales de una economía avanzada. Según el último informe de la Organización Internacional del Trabajo, en España –junto con EEUU el país donde más han crecido las desigualdades— el crecimiento de la desigualdad se explica en un 90% por la pérdida y precarización del empleo. Esto es el fruto directo de las últimas reformas laborales. Por ello es necesario revertir la tendencia de represión salarial mediante una reforma laboral modernizadora que permita reequilibrar las relaciones laborales con el fin incrementar los salarios con dos objetivos principales: reducir las desigualdades y establecer las bases de un nuevo modelo productivo combatiendo directamente la precariedad laboral y salarial. Nuestra prioridad en materia de política económica será la de disminuir las desigualdades mediante la reducción del desempleo, mientras que la prioridad de PSOE y PP es rebajar el déficit público. No obstante, nuestra propuesta de plan económico también permite reducir deuda y déficit público, pero la naturaleza y la velocidad de dicha merma es radicalmente diferente de la que propone el Gobierno del PP y el PSOE. Respecto a la naturaleza, es diferente porque no proponemos reducciones del déficit a través de una disminución del gasto, sino por la vía de la creación de empleo digno y la transformación del crecimiento; respecto a la velocidad, tal y como hemos visto con la discrepancia entre las cuentas de Mariano Rajoy y de la Comisión, porque existe la posibilidad de renegociar con Bruselas. El Gobierno de España no la ha utilizado por ahora — mientras que Italia y Francia sí—, y nosotros proponemos utilizarla con el fin de aliviar las condiciones del ajuste a los españoles. El tercer eje de nuestra propuesta es un plan de modernización económica que permita crear empleos en sectores con mayor valor añadido y estabilidad. España necesita un plan de reformas estructurales, políticas industriales e inversiones públicas que colaboren en la transformación del modelo productivo, transitando hacia modelos de alto valor añadido y medioambientalmente sostenibles. En particular, la cuestión que se debe plantear hoy día en un programa económico de gobierno es cómo asegurar una mejora de las condiciones de vida de la población al tiempo que hacemos frente de forma efectiva al cambio climático. Pensamos que esta transformación debe cristalizar en un Plan de Transición Energética con inversiones a largo plazo que


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modernicen nuestras estructuras productivas, permitan generar empleo en aquellos sectores que más se han visto afectados por el estallido de la burbuja inmobiliaria y reduzcan las emisiones de CO2 de manera sustancial. Este plan de inversiones masivas ha de movilizar inversión público-privada durante las próximas décadas con el fin de avanzar hacia una economía baja en carbono, y caracterizada por el uso de fuentes de energía renovables y por la eficiencia energética. Además, este plan debe servir de base para la reducción de la dependencia energética de nuestro país, que importa alrededor del 70% de la energía que consume. Medidas irresponsables como la reciente aprobación de la regulación del autoconsumo eléctrico que incluye el “impuesto al sol” acentúan estos problemas estructurales. Por último y en cuarto lugar, necesitamos de una reestructuración de las deudas privadas y públicas que libere los recursos económicos necesarios para emprender el camino de la transformación productiva. El endeudamiento público no es un problema de la periferia sino de toda la eurozona. La sostenibilidad de la deuda no depende tanto de su montante —ya cercano al 100% en la eurozona—, como de los tipos de interés y la tasa de crecimiento de la economía. Dado que en estos momentos disfrutamos de unos tipos anormalmente reducidos, el coste de la deuda no la hace insostenible a pesar de su vertiginoso aumento. Sin embargo, esta situación hace muy vulnerable a la eurozona ante un cambio en los mercados internacionales. Francia (100%) o Italia (132%) suponen más de un 20% respectivamente del total de la deuda pública de la eurozona, por lo que un cambio en las condiciones de financiación puede tener efectos muy indeseables. Por ello es necesario acometer una reestructuración ordenada del conjunto de la deuda de la zona euro11. No es algo descabellado, ya se implementó en Europa en su día y de hecho conocemos sus efectos: la mayor época de prosperidad y crecimiento que permitió convertir al continente en un modelo social diferenciado y referente en el mundo. En 1953 se realizó una quita de la deuda a Alemania, que se combinó con un masivo plan de inversiones llamado “Plan Marshall”. La conjunción de estas dos medidas junto con fuertes políticas redistributivas en el continente provocó tasas de crecimiento históricas, la construcción de las instituciones del Estado de bienestar y la conquista de derechos sociales que permitieron incrementar

las condiciones de vida de la población12. La reestructuración coordinada de la deuda de la eurozona liberaría los recursos necesarios para ese plan de inversiones que en esta ocasión tendrá indefectiblemente que velar por los límites físicos de nuestro planeta. Independientemente del nivel europeo, España puede y debe reestructurar de manera unilateral la deuda asociada al rescate bancario, promoviendo primero una auditoría democrática. Por último, no podemos olvidar el lastre de la deuda de aquellos hogares con una hipoteca cuyo valor supera, con mucho, el valor de mercado de su vivienda. Esto significa que buena parte de la población está costeando con sus salarios y con sus ahorros vitales el coste del estallido de la burbuja financiera. Sin embargo, las cargas han de repartirse de manera más justa entre el sector bancario y los hogares, reestructurando la deuda de aquellas familias que se encuentren en peor situación. Este proceso debe acercar el valor nominal de dichas deudas al valor actual de mercado de los activos inmobiliarios, facilitando la recuperación de la capacidad adquisitiva, el saneamiento de las cuentas bancarias y el crecimiento de la demanda interna (Álvarez y Uxó, 2015). Decía el filósofo francés Alain Badiou que estudiar el “cambio” es muchas veces concomitante a estudiarlo diferenciándolo de la mera repetición. Cambio no es repetición, o intercambio por algo equivalente, sino que ontológicamente el cambio impone una discontinuidad efectiva en el mundo donde se produce13. Nadie puede negar que estamos ante un proceso histórico de cambio político donde los tiempos se comprimen y las alternativas son difíciles de discernir. Esta propuesta pretende sustentar ese proceso de cambio político identificando y facilitando los cambios económicos necesarios. Por ello, Podemos se presenta en estas elecciones como la única alternativa de gobierno que garantiza una paralización inmediata de los recortes mediante un proyecto económico que plantea una política fiscal expansiva, un modelo socialmente inclusivo y económicamente transformador. El objetivo es inyectar en la economía los recursos necesarios para detener la sangría social que ha provocado la gestión de la crisis de las dos últimas legislaturas, y transformar el crecimiento mediante las reformas estructurales que no solo permitan a España salir de la crisis, sino que además esa salida sea en beneficio de la mayoría social de este país. Esta es la economía política del cambio en España y Europa.

7 La Comisión pronostica 4.5% del PIB para 2015, y el Gobierno 4.2%; para 2016 la desviación es todavía mayor, de un 2,8% del Gobierno a un 3.5% la Comisión. 8 Principalmente debido a la ralentización de los países emergentes, con China a la cabeza. 9 En la literatura económica esto se llama “wage-led economies” en contraposición a las “profit-led economies”. 10 Lavoie y Stockhammer, 2014. Wage-led Growth: An equitable strategy for economic recovery. International Labour Organization. 11 Hay diferentes propuestas encima de la mesa entorno a este proceso, entre otros: –Sturdza y Wyplosz, 2014. Politically Acceptable Debt Restructuring in the Eurozone 2.0. –Mody, 2013. Sovereign debt and its restructuring framework in the euro area. –Varoufakis, Holland, Galbraith 2013. A Modest Proposal for Resolving the Eurozone Crisis, Version 4.0. 12 En el trabajo de Thomas Piketty, (El capital en el siglo XXI. 2014, Fondo de Cultura Económica) se muestra como este periodo se caracteriza por una reducción de las desigualdades en Europa. 13 Ayala 2014. De la ontología del cambio económico. En “Los países periféricos en una Europa fracturada”, econoNuestra.

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Democracia, Derechos Humanos y Desarrollo TRES RAÍCES PARA UNA POLÍTICA EXTERIOR DIFERENTE Y MÁS NECESARIA QUE NUNCA

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n los últimos años la acción exterior de España se ha regido en gran medida por una visión economicista, que se ha extendido a toda la diplomacia con la pretensión de mejorar la imagen de nuestro país a nivel internacional. Frente a esta forma de aproximarse a la realidad internacional, la palabra que más se ha repetido durante los cuatro meses del proceso de elaboración colectiva del programa de política exterior de PODEMOS ha sido “coherencia”, concepto que hemos reformulado bajo las tres D que orientarán el conjunto de nuestra acción exterior: derechos humanos, democracia y desarrollo sostenible y equitativo. Los derechos humanos y la equidad de género son nuestro principio motor desde un punto de vista jurídico. Un concepto robusto de desarrollo sostenible y equitativo lo es para una mirada económica que se basa en parámetros sociales y ecológicos. El anhelo y la pelea por una democracia mejorada, tanto en el fondo como en la forma, una democracia real, es una meta inherente a nuestro proyecto y forma parte del ADN de PODEMOS desde su irrupción. Claro que éramos conscientes de que las tres D podían ser asumidas, y de hecho lo son, por el resto de partidos políticos dado que “el papel”, y más si sigue la tendencia de los programas electorales hasta la fecha, lo “aguanta todo”. Pensamos además que esas 3Ds, de tanto uso y abuso, parecen por momentos perder sus significados, al menos los más emancipadores y transformadores, y que por ello deben ser adjetivadas, calificadas y detalladas. Por eso, para que Democracia, Democracia y Desarrollo Sostenible e Inclusivo no se queden en una mera “declaración de intenciones” vamos a proponer instrumentos normativos como un

internacional

Pablo Bustinduy y David Perejil Secretaría de Relaciones Internacionales.

plan de DDHH y equidad de género, una estrategia de democratización y convocar un gran Pacto Ciudadano a través del que formular una nueva política de Cooperación y Solidaridad Internacional. Y nos embarcamos, por medio de una gran conversacion entre nuestra gente y diferentes actores de la sociedad civil, expertos y expertas de los ambitos de la universidad y las instituciones internacionales, para decantar y detallar esas tres D en el rango de toda la acción exterior del Estado, traduciéndolas en ejes y propuestas programáticas concretas.

Derechos humanos

En primer lugar, cuando hablamos de derechos humanos, empezamos cuestionando la visión neoliberal dominante que, más allá de la retórica, los reduce a ciertos derechos civiles y políticos, o los subordina a lógicas securitarias (como muestra la reciente autorización por parte del Consejo de Seguridad de la operación EU NAVFOR Med para interceptar y destruir barcos envueltos en el trafico de migrantes y refugiados). Por contra, desde PODEMOS abogamos por priorizar los derechos humanos frente a esas lógicas u otras de índole geopolítica o económica. También consideramos que la educación, la salud, la vivienda digna, el alimento, el acceso a la calefacción, a la energía, etc., no son elementos graciables que el Estado puede darnos, o no, en función de cuestiones económicas o de otra índole como sostienen otros partidos. Todo lo contrario: estos derechos económicos, sociales y culturales deben ser respetados, protegidos y realizados por el Estado tanto en su política interior como exterior. Esto último supone, por ejemplo, no apoyar en el ámbito internacional o europeo las políticas de austeridad que vulneran claramente esos


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derechos. Implica, asimismo, asegurarse que las empresas españolas tampoco los vulneran en su proyección exterior. Apostamos también por reivindicar la importancia de situar la equidad de género y los derechos de las mujeres (incluidos los derechos sexuales y reproductivos y el derecho al aborto) en el centro de cualquier política, también la exterior. Y eso supone abordar, por ejemplo, qué impacto tiene la política exterior española, desde las políticas comerciales o energéticas al comercio de armas, en el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia y discriminación. Por último, y a diferencia de la política llevada a cabo hasta ahora por los partidos que han gobernado, defendemos la necesidad de otra política exterior migratoria, que ponga en el centro a las personas refugiadas y migrantes en lugar de priorizar la defensa militar de las fronteras, la construcción de vallas, verjas y muros, o la externalización del control migratorio a terceros países, políticas que vulneran los derechos humanos.

Democracia

Lo mismo ocurre con el concepto de democracia. PODEMOS apuesta por una reformulación a fondo del proceso de elaboración e implementación de la política exterior con la participación efectiva del conjunto de actores políticos (administración, parlamento, partidos políticos, comunidades autónomas, municipios) y sociales. En especial, las organizaciones de defensa de los derechos humanos, de las mujeres, de solidaridad y cooperación, las humanitarias, etc. También se aboga por una reforma a fondo de la política exterior que la haga transparente y que rinda cuenta de sus impactos para transformar los déficits democraticos actuales de las instituciones globales. Para poder lograr esa mutación, es necesario modernizar el sistema administrativo de nuestra acción exterior, lograr ser más eficaces y más eficientes con los recursos disponibles. Hasta el momento hemos vivido una política exterior presentada como un coto cerrado para una élite económica y política muy reducida, sin participación de la sociedad civil en su conjunto. En este sentido, el caso de la negociación del TTIP es paradigmático. Se negocia en secreto y sólo los grandes lobbys en Bruselas son capaces de acceder a los negociadores e influir en la negociación. La acción exterior es un servicio público de los

ciudadanos y para los ciudadanos: tenemos que poner los medios para avanzar hacia esa democratización de la política exterior. Ese es vuelve a ser nuestro objetivo. Pero desde PODEMOS lo hemos dicho mucas veces: la democracia no es sólo una cuestión de formas, sino que tiene bases materiales que es necesario garantizar. Por eso el desafío mayor que afronta nuestra política exterior es la necesidad de una regulación democrática de la gobernanza económica mundial, seleccionando medidas de transformación concreta que pueden ser planteadas en un margen de cuatro años y abrir el camino para un cambio democrático profundo a largo plazo. En esa línea, apostamos por cuatro medidas: la creación de una agencia fiscal internacional en el seno de la ONU que ponga fin a la evasión fiscal que priva a los Estados de ingresos públicos, y permita estudiar y plantear la aplicación de un impuesto global sobre la riqueza y una tasa sobre las transacciones financieras; desbloquear la reforma pendiente del sistema de voto del FMI, para hacerlo más democrático y representativo; mejorar los cauces de participación de la sociedad civil en foros como el G20; y aprobar un instrumento vinculante de supervisión de las actividades de las empresas transnacionales en Naciones Unidas. Democracia quiere decir también, y sobre todo, abordar de frente la cuestión del impasse político europeo, para el que presentamos un programa de transformación profunda de las estructuras de la UE sin abdicar de la herencia transformadora del proyecto europeo, y abordar los desafíos crecientes en materia de paz y seguridad. Para ello, promovemos una reorientación de la agenda y de los métodos de trabajo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, también por la necesidad de celebrar consultas ciudadanas para la participación española en misiones militares internacionales y un reposicionamiento en la OTAN, con más autonomía, capacidad de decisión y una apuesta por más defensa europea. Democracia es, por último, la matriz de un nuevo internacionalismo solidario y decidido que pretende devolver a España un rol activo y una capacidad de iniciativa destacada en la agenda de las relaciones internacionales. Vamos a trabajar con tres ejes claros en ese sentido. En primer lugar, la articulación de un nuevo europeismo

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Ilustración: Elías Taño

democrático, que ponga fin a la austeridad y refunde el proyecto europeo de soldiaridad, justicia y concordia entre los pueblos, dejando claro que en la actual deriva del proyecto europeo, los enemigos de ese sueño eredado son precisamente quienes dicen defenderlo. En segundo lugar, vamos a transformar nuestra relación con toda América, un continente con el que nos unen lazos históricos y que ahora es el destino de muchos de nuestro emigrantes. Proponemos cooperacion científica y cultural con EEUU, con incentivos de retorno para no ser una fábrica de exportación de cerebros. Para América Latina planteamos, precisamente, tener en cuenta las emigraciones de ida y vuelta, entre americanos y españoles, para dotarlas de cauces y derechos. Por ultimo, proponemos otro Plan África, que no se centre sólo en el cierre de fronteras y ponga en marcha desarollo inclusivo y sostenible para el continente que acabe beneficiando a la mayoría de las personas en las dos orillas del Mediterráneo. Esos ejes prioritarios se acompañan de dos compromisos históricos que resultan tan urgentes como ineludibles. PODEMOS propondrá, sin ambiguedad ni ambaje posible, el reconocimiento del Estado de Palestina en los primeros cien días de gobierno, con la convicción de que este es un primer paso imprescindible, pero no el único, para empezar a resolver los muchos conflictos que hay en al zona. Se trata de un compromiso histórico no sólo con los palestinos sino con la población de nuestro país, que lo demanda en su amplía mayoría, y que el bipartidismo ha orillado en estos años de Gobiernos. También, un primer paso institucional, desde el que partir para acabar con las políticas de ocupación, segregación, discriminación y castigos colectivos por parte del Estado de Israel hacia las poblaciones palestinas. En segundo lugar, pondremos en agenda de forma prioritaria la cuestión del Sáhara Occidental. Nos preocupa profundamente la dejadez de la Comunidad Internacional y de los sucesivos gobiernos de España ante una situación injusta e ilegal que se extiende desde hace mas de cuarenta años. Queremos que se revise el marco del proceso político reforzando la mediación de la ONU y manteniendo firme el derecho a la libre determinación del pueblo saharaui. La lucha contra la impunidad es fundamental en cualquier proceso político y se debe dotar a la MINURSO (Misión de Naciones Unidas para un Referendum en Sáhara Occidental) de un mandato para la supervisión y protección de los derechos humanos.

Desarrollo

La tercera gran D, el concepto de “desarrollo”, generó un gran debate sobre cómo podíamos desprenderlo de sus connotaciones más negativas, en concreto de su hasta ahora vinculación con un modelo económico neoliberal, patriarcal y depredador que pone en el centro el crecimiento económico y la acaparación y acumulación de riqueza en pocas manos, y que está acabando con los recursos y la sostenibilidad del planeta. Por ello, abogamos por adjetivar dicho concepto para hacerlo más equitativo y sostenible, por entender que hay otras formas, otras maneras de gestionar los recursos humanos, materiales, tecnológicos, naturales de forma que se sigue en el centro la sostenibilidad de la vida y del planeta, los cuidados, el bienestar y la equidad. Además, desde el ámbito específico de la política de cooperación y solidaridad, desde PODEMOS hemos apostado por tomarnos en serio el objetivo de ir más allá de la Ayuda Oficial para el Desarrollo (el famoso 0,7%) y de sus presupuestos asistencialistas. En línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, recientemente aprobados por las Naciones Unidas, desde PODEMOS creemos que el desarrollo sostenible es una cuestión universal, que implica a todos los gobiernos y que solamente se puede conseguir si llevamos a cabo transformaciones estructurales del sistema económico global. Con esta visión, nuestro programa se centra en la coherencia de políticas para el desarrollo que contribuya a transformar nuestro insostenible e injusto modelo de desarrollo. Además, pone los derechos humanos en el centro de la agenda de desarrollo sostenible y se marca como fin la democratización del mundo, luchando contra la desigualdad económica y política y trabajando por el empoderamiento de la sociedad civil global, frente a una sociedad transnacional dominada por empresas multinacionales y grupos constituidos en torno a intereses privados. La articulación política y práctica de estos principios, Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, supondrá un antes y un después en la política exterior de nuestro país, y un compromiso real con la justicia global, la lucha contra la desigualdad y un mundo más equilibrado, justo, en paz y con recursos repartidos. Por justicia y fraternidad y también como un método preventivo de resolución de conflictos. También, con la convicción de que o la gente toma partido, también en el ámbito internacional, en un mundo cada vez más interconectado, u otros agentes seguirán tomándolo por todos nosotros.


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La salud que queremos “LA MEDICINA ES CIENCIA SOCIAL, Y LA POLÍTICA NO ES OTRA COSA QUE MEDICINA A GRAN ESCALA” (RUDOLPH VIRCHOW)

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a salud no es ajena a la política y es precisamente por este motivo, que en nuestro punto de partida para gestar un programa hemos tenido en cuenta las coordenadas en las que se mueve la escena política española. Partimos de un acontecimiento fundamental que marcó un antes y un después, el 15M, con el significante No nos representan, que orientó un modo de hacer inédito. Aunque en el ámbito sanitario se llevaba un tiempo tomando la calle con las reivindicaciones de diferentes sectores, este acontecimiento permitió la suma de los profesionales sanitarios, inundando nuestras ciudades al grito de la Defensa de la Sanidad Pública y dando un protagonismo a la marea Blanca que podría nombrarse como un gesto de Unidad Popular. La Salud está en la centralidad/ transversalidad y por tanto tiene un carácter hegemónico en un doble sentido: ningún partido es ajeno a la necesidad de incluir la Sanidad en su discurso y cualquier ciudadano apuesta por la Salud. Pero si tomamos esta hegemonía como un poliedro de varias caras, aparece la diferencia entre aquellos que la toman como un objeto de mercado para un claro beneficio económico, aumentando la brecha entre los que pueden acceder y los que no pueden, y los que apostamos por que la salud sea un bien común donde nadie quede excluido. Desde esta perspectiva, nuestro modo de trabajar ha sido ir agregando las diferentes demandas que han ido surgiendo en torno a la salud tanto desde colectivos, asociaciones, de la sociedad Civil como las aportaciones de los Círculos sectoriales. La participación es clave para este proceso, ya que si sólo se tiene en cuenta lo que dicen los expertos, que suelen estar aliados con el poder financiero, se satura

salud

Ana Castaño y Javier Padilla Área de Salud.

la expresión del pueblo y la apuesta decidida de que otra política sea posible. En este camino ha habido encuentros apasionantes, donde las singularidades de cada uno han tenido cabida para crear, en ocasiones desde el disenso, unas líneas divididas en subáreas, para enmarcar las propuestas de la gente. La política de Salud que queremos tiene dos ejes fundamentales, la recuperación de un modelo universal, equitativo, solidario, de gestión pública y participativa, que no excluya el acceso al Sistema Nacional de Salud de ningún ciudadano y el posicionamiento de la Salud en todas las Políticas Públicas. En lo relativo al primero, la universalidad de los servicios públicos de salud debe asegurarse desde el compromiso político de blindar las coberturas de la población y destinar el presupuesto necesario para que este sistema sanitario pueda llegar a toda la población; la universalidad del sistema sanitario descansa en la preocupación por que el sistema sanitario sea un factor fundamental para guiar las políticas públicas por la vía de la justicia social, convirtiendo la asistencia sanitaria y el acceso a los factores que determinan una buena salud (no solo sanitarios, sino también relacionados con el entorno, la educación, la vivienda,…) en un derecho que se conquista por el hecho de pertenecer a nuestra sociedad, no ligado a las cotizaciones procedentes del trabajo ni a la obtención de la nacionalidad española, como parece defenderse desde otras opciones políticas. Esta visión de la salud como derecho y la sanidad como factor contribuyente a la misma está íntimamente relacionada con el modelo de financiación que perseguimos; una financiación pública, que trate de priorizar los pagos públicos procedentes de impuestos y


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minimice los pagos privados, procedentes en gran parte del bolsillo de las personas que se ven obligadas a hacer uso de los servicios de salud. Además, promovemos que la gestión de esa financiación y de los servicios que se financian con ella sea pública, principalmente por tres factores: 1) No se ha demostrado que la gestión privada sea superior a la pública ni en la obtención de resultados en salud ni en la disminución de costes, 2) Sí existen datos que indican que la privatización de la prestación de servicios de salud, especialmente cuando se lleva a cabo por empresas con ánimo de lucro, está ligada a un menor número de profesionales para atender a la población y en ocasiones a problemas de seguridad en la asistencia, y 3) La gestión pública tiene mayor capacidad de respuesta ante eventualidades por no estar blindada mediante contratos que protegen los beneficios privados obtenidos a partir de la prestación de un servicio público. Sin embargo, no pensamos que sea suficiente con la defensa aspaventosa de la sanidad 100% pública, sino que esto debe ir ligado a una mejora de la transparencia en las instituciones y de la implantación de mecanismos de evaluación del desarrollo y el cumplimiento de los procesos. A diferentes niveles se ve en la sanidad (y, en general, en la salud) un nicho de negocio donde sacar beneficios económicos que antes parecían prohibidos porque se tenía un concepto de la salud como bien ajeno al mercado; estos ataques, procedentes desde niveles supranacionales (con el TTIP), estatales (con la desgravación fiscal de los seguros sanitarios privados) y autonómicos (con el impulso a las formas privadas de gestión) deben tener una respuesta desde todas partes, desde las calles y desde los parlamentos, siendo algo que queremos recoger tanto en nuestros discursos como en nuestras medidas programáticas. El otro eje fundamental de la visión que queremos transmitir es la apuesta decidida por la salud en el centro de todas las políticas públicas; la gran mayoría de las políticas públicas actúan sobre alguno de los determinantes sociales de salud, esto es, dimensiones de la sociedad (factores socioeconómicos, medio ambiente, entorno habitable…) que determinan el resultado final de la salud de los individuos y que influyen, así mismo, en la capacidad de estos para tomar y desarrollar unos hábitos de vida u otros. Integrar los determinantes sociales de salud en

nuestra forma de hacer política e integrar la visión de salud en todas las políticas implica trabajar por garantizar una vida digna y por tanto una mejor salud. Toda inversión pública ha de repercutir en un beneficio social que disminuya la desigualdad: La pobreza es un determinante social que afecta de forma directa a nuestro estado de salud. Vamos a priorizar la Salud Pública y la atención Socio-Comunitaria tanto en Atención Primaria, pieza angular de nuestro sistema, como en la Salud Mental, clave en los tiempos que corren y marcador clave de cómo se preocupan las instituciones por velar por quienes más lo precisan. Para llevar a cabo este tipo de políticas, especialmente aquellas relacionadas estrictamente con el sistema sanitario, es esencial para nosotros recuperar la dignidad de nuestros profesionales tanto en el plano laboral como en el formativo, y ofrecer a la ciudadanía, la sanidad que se merecen, para asentar uno de los pilares del Estado del Bienestar. Este desafío no es al margen de la política y nuestra propuesta es Pensar en Global y actuar en Local. Para ello tenemos un plan cuya punta de lanza para el cambio, es el trabajo participativo con los Círculos y la Sociedad Civil. Las acciones llevadas a cabo por colectivos, como parar desahucios, generan salud, y la labor desde los movimientos políticos debe ser la de actuar con firmeza desde las instituciones y crear los espacios favorecedores para que las acciones promotoras de salud que surgen desde la ciudadanía se puedan desarrollar sin necesidad de que sean los poderes públicos quienes las lideren. Queremos recuperar la excelencia que hemos ido perdiendo en estos últimos años sin renunciar a la innovación, donde queda mucho por hacer, colaborando con otras áreas para desarrollar un trabajo común: Infancia, Educación, Salud y Género, donde la violencia machista y su tratamiento integral debe ser tomado muy en serio, Salud y medio ambiente, Envejecimiento activo, Salud y actividad física, mejora y accesibilidad en el mundo rural. En definitiva, apostar por la salud desde diferentes perspectivas nos lleva a ser responsables de cómo queremos vivir y a no consumir más allá de lo estrictamente necesario.

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Cultura y cambio político LA PROPUESTA DE PODEMOS

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odo el mundo habla de la importancia de la cultura. Sin embargo, da la sensación de que se trata de palabras vacías que se pronuncian en los parlamentos sin pensar en la complejidad del tejido que la conforma y en el estado de abandono en que se encuentra. Se dice que no hay mayor activo para un país que su cultura, pero las fuerzas políticas y las instituciones no parecen hacerse cargo de las implicaciones de este enunciado: ¿cómo es posible que la retórica política tradicional considere tan importante y a la vez omita que la cultura apenas dispone de las condiciones adecuadas para desarrollarse como sector productivo? ¿Por qué no tiene un espacio estable y solvente en el panorama internacional? En la mayoría de los países de nuestro entorno, y de otros ámbitos geográficos relevantes, la cultura no es un adorno que se añade a los logros sociales y económicos, sino que constituye un eje fundamental donde se dirime el modelo de país al que se aspira, hacia dentro y hacia fuera. Por el contrario, en nuestro país las enormes capacidades de nuestros creadores, así como de nuestras redes de producción y difusión cultural, chocan permanentemente con el obstáculo de que o no pueden desarrollarse ni acceder a los circuitos relevantes o tienen que hacerlo a pesar de la gestión política. Lejos de servir de ayuda, la política tradicional ha funcionado durante décadas como un tapón que impedía cualquier mejora o innovación, ya que la prioridad era más

cultura

Eduardo Maura y Pablo Iglesias Simón Área de Cultura.

preocuparse por mantener la imagen pública de las instituciones que trabajar al servicio de la gente. En nuestro país, la cultura ha tenido una alta dependencia institucional que en época de recortes la ha dejado en condiciones de precariedad alarmantes. Además, las políticas cortoplacistas, basadas en una espectacularización efímera y estéril, apenas han servido para llenar nuestro país de contenedores vacíos y ayudar a la consolidación de élites y redes clientelares, construyendo una cultura a espaldas de la gente que la crea y la disfruta. Ante esta situación, Podemos apuesta por tomarse la cultura en serio como derecho, como bien común y como sector productivo. Para ello es necesario abordar, desde un enfoque estratégico, políticas públicas capaces de articular un tejido que sirva a la sociedad y a los distintos agentes y expresiones que lo conforman. Esta política debe tener tres objetivos: el acceso participativo, la sostenibilidad y la diversidad cultural; y las instituciones y administraciones que desempeñan dicha política han de regirse de acuerdo con los principios de democracia real, transparencia y gestión responsable. Nos tomamos la cultura en serio porque tenemos la convicción de que no hay cambio político sin cambio cultural. Las transformaciones políticas duraderas son las que conectan con el elemento cultural que sostiene nuestra vida en común. Todo cambio político está ligado a la cultura: los cambios de lenguaje, de mirada, de los significados de las palabras o de las palabras


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mismas son todos ellos cambios políticos. Al mismo tiempo, todo cambio cultural tiene una dimensión política: transforma la manera de entender nuestro pasado, qué papel queremos desempeñar en el presente y hacia dónde queremos ir como sociedad. Darle importancia a esta relación también significa comprender que el arte y la cultura comparten con la política la capacidad de ampliar los horizontes de lo posible, de permitirnos construir en comunidad un presente propio desde donde imaginar un futuro que no puedan arrebatarnos. Entendemos y defendemos la cultura como la capacidad común de crear, criticar y disfrutar y, al mismo tiempo, como manifestación que nace de la participación de las personas y de la riqueza de su imaginación y de sus encuentros. La cultura no es algo etéreo, más allá de nuestras vidas cotidianas, sino que se inserta en nuestras estructuras vitales, sentimentales y simbólicas. Tampoco es algo inmutable. Al contrario, se halla en continua transformación, reajuste y realineamiento. En nuestros días es posible pensar formas político-culturales más avanzadas y más democráticas en torno a nuevos lugares y formas de sentido común no impuestos desde arriba. Cultura, soberanía y ciudadanía son todas ellas construcciones jurídicas, políticas, económicas y culturales que estamos en condiciones de rearticular, por vez primera desde principios de los ochenta, en un sentido democrático. Este es uno de los desafíos fundamentales de Podemos y de toda alternativa que no pretenda refrescar las caras y los nombres de quienes nos gobiernan, sino producir un cambio real al servicio de las mayorías sociales.

La cultura como enfoque estratégico

Una política cultural nueva debe hacer frente a varios desafíos: reconectar su valor con los intereses de la ciudadanía a través de la participación y el acceso; constituirse como

sector creativo sostenible económicamente, emancipado y plural; reducir la dependencia institucional y sus adherencias; superar el marco de las instituciones y programaciones culturales para, incluyéndolas, posibilitar que la ciudadanía cree, se explique y se represente en espacios y modelos que vayan más allá de lo oficial o lo comercial; y establecer marcos internacionales de diálogo, intercambio cultural y desarrollo del sector. Por estos motivos, Podemos apuesta por la creación de un Ministerio de Cultura y Comunicación y una Dirección General de Cultura Digital. La compleja integración contemporánea entre comunicación y cultura, determinada por la era digital, exige un planteamiento integral según el cual los dos sistemas sean contemplados en una misma política pública. Un enfoque estratégico también pasa por dotar a la cultura de un marco adecuado. Por eso desarrollaremos un Pacto por la Cultura que permitirá la producción a su amparo de leyes específicas (de Música, de Cine, de Artes Escénicas, de Enseñanzas Artísticas Superiores, unas nuevas para la Lectura y el Patrimonio, o la reforma de la Ley General del Comunicación Audiovisual, entre otras) capaces de reflejar y posibilitar el desarrollo óptimo de los diferentes ámbitos artísticos y culturales.

Acceso y difusión de la cultura

Garantizar el acceso a la cultura es uno de los principios irrenunciables de las administraciones públicas. Fomentar el acceso hace posible que la cultura sea un factor relevante, y, en el caso del patrimonio, su conservación, investigación y difusión son la garantía de que dicho conocimiento perviva. Crear nuevos públicos, lectores, oyentes, creadores, reforzar los habituales o ampliar la participación en las propuestas culturales, son desafíos que conectan con el proyecto de una ciudadanía democrática y activa. Consideramos imprescindible una Ley de Enseñanzas Artísticas Superiores y

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también incrementar la presencia de materias relacionadas con la cultura y la variedad de prácticas artísticas, la creatividad, el conocimiento y las destrezas de orden visual, audiovisual, musical y escénico en los currículos de educación infantil, primaria, secundaria y bachillerato. Además, para alimentar el conocimiento de nuestra cultura actual y de nuestro patrimonio, aumentaremos significativamente la presencia de contenidos culturales en todos los canales de RTVE con un enfoque pluralista que promueva el conocimiento de la riqueza cultural y lingüística de todos los territorios.

Diversidad, pluralidad e igualdad

El acceso debe combinarse con la pluralidad concebida como defensa y visibilización de la diversidad de manifestaciones culturales. Con el objetivo de acercar al público la enorme variedad cultural que se produce actualmente y de apoyar a nuestros creadores, se pondrá en marcha un conjunto de iniciativas encaminadas a fomentar la diversidad en las formas de expresión artística, la conservación de las manifestaciones en peligro de desaparición, y el desarrollo de proyectos de carácter exploratorio y de investigación. Pero no puede desarrollarse la cultura, si no hacemos de ella un ámbito realmente igualitario. Es imprescindible desarrollar la igualdad en la cultura y promover una cultura por la igualdad. Para ello, impulsaremos la presencia de las mujeres tanto en la cara visible como en la invisible de la gestión y de las prácticas culturales y fomentaremos una representación igualitaria y no sexista de mujeres y hombres en los medios de comunicación. La pluralidad lleva implícita una participación activa que permita que se desplieguen los distintos modos mediante los cuales la ciudadanía se involucra y relaciona con la cultura. Para este fin, en el marco de la nueva estructura del Ministerio de Cultura y Comunicación, crearemos la Asamblea de Profesionales de la Cultura y el Observatorio Ciudadano de la Cultura, donde el sector estará representado en toda su pluralidad y complejidad y podrá participar de la gobernanza cultural.

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Sostenibilidad de la cultura Ilustración: Diego Mir

Sería inútil defender la cultura como derecho y como bien común sin garantizar, al mismo tiempo, su sostenibilidad como sector productivo. Además de rebajar el IVA

Cultural al tipo reducido, es imperativo desarrollar una nueva Ley de Mecenazgo y Patrocinio que se conecte con la creación de un Fondo Social de la Cultura. Dicho fondo tendrá como objetivo el mapeo, financiación, mediación y promoción de proyectos, instituciones, iniciativas, empresas y particulares que desarrollen labores de creación, educación, investigación, difusión, distribución, conservación, producción y desarrollo de proyectos relacionados con el arte y la cultura en sentido amplio. Desplegaremos también un conjunto de acciones para combatir la precariedad, la desprofesionalización, la inestabilidad y la auto-explotación en el sector cultural, impulsar las actividades de autónomos y pymes culturales y asegurar que los profesionales desarrollen su oficio en condiciones económicas y laborales dignas. Para conseguirlo, implementaremos un Estatuto del Artista y del Profesional de la Cultura, adaptado a las características de intermitencia del sector cultural y a las necesidades de sus trabajadores por cuenta propia y ajena. Por último, impulsaremos, en colaboración con las organizaciones profesionales, un Estatuto que proteja el Derecho a la Información de la ciudadanía y recoja los deberes y derechos de medios y periodistas para garantizar su independencia frente a presiones, su seguridad, libertad de expresión, condiciones laborales dignas y derechos profesionales específicos, como la Cláusula de conciencia o el derecho a formar Consejos de Redacción, de acuerdo al Código Deontológico aprobado por la Comisión Europea. Ya nadie duda de que la próxima legislatura será diferente. Se abre un tiempo político nuevo en el que van a plantearse muchas cuestiones que parecían intocables, también en el nivel cultural. En esta coyuntura, el programa cultural de Podemos se piensa a sí mismo como herramienta y como avance del cambio de modelo que necesitamos. Como un campo de fuerzas donde el afán diálogo y la negociación con todos los agentes coincide con la firmeza de nuestros principios y propuestas. No nos cansamos de repetirlo: sin tomarse la cultura en serio no hay cambio político. Sin cambio político, la cultura podría perder una legislatura de empuje y colaboración con unas administraciones que, si bien ni deben ni pueden abarcar el campo enorme de lo cultural, podrían ayudar a construir un futuro mejor para todas y todos.


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Territorio, transportes e infraestructuras CONSIDERAR LA ORDENACIÓN DEL TERRITORIO Y LA DE MEDIO AMBIENTE COMO POLÍTICA TRONCAL DEL ESTADO PARA ASEGURAR LA COHESIÓN TERRITORIAL Y FOMENTAR EL NUEVO MODELO DE DESARROLLO

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l trabajo de la crisis ha puesto de manifiesto la fragilidad del modelo de desarrollo de España que, golpeado por la crisis, ha saltado por los aires hecho añicos como una taza de porcelana china. Algunos piensan en pegar los trozos para recomponer el modelo. PODEMOS considera, al evaluar esta catástrofe –deuda, paro, desigualdad, decrecimiento de los indicadores de sostenibilidad y crisis de gobernanza- que es el momento de pensar en otra alternativa e impulsar un nuevo modelo de desarrollo. Nuestra propuesta se cimenta en los valores más sólidos del país: orienta nuestro crecimiento hacia asegurar y mejorar la calidad de vida de los españoles mediante la puesta en valor de la riqueza del medio natural, su diversidad, el impulso de la buena gestión del sector público y en las capacidades de sus habitantes para cooperar en solidaridad. De esta forma, se mejorará la capacidad de resistencia de España frente a futuros hechos negativos ya previsibles, (cambio climático, migraciones, globalización económica, cambios en los criterios de integración en Europa), y se impulsa la transición hacia un escenario más sostenible, que cree empleo, que disminuya la desigualdad, que respete el territorio y que integre, en el diseño de las políticas y la evaluación de los resultados, aspectos ambientales, sociales y económicos con principios éticos. Lo que no parecen captar los economistas obsesionados con el crecimiento global, es que lo que es bueno

territorio

Fernando Prieto, Julián Maganto, Ignacio Marinas y José Errejon Área de Economía.

para la sostenibilidad, prevé el cambio climático, y mejora el territorio es bueno para la economía. Hay que partir del hecho de que los recursos territoriales de España, (en cuanto a la variedad y riqueza del medio natural y de su diversidad y del alto nivel de equipamiento del territorio que hemos construido), constituye el patrimonio del mayor interés hacia el futuro. España en el ámbito europeo es naturaleza. Así se ha reflejado la UE en la evaluación de los principales parámetros que miden la sostenibilidad del continente que concluye con 28 recomendaciones para orientar nuestro desarrollo, dirigido hacia el crecimiento verde, la gobernanza, la conservación de los espacios naturales y de la biodiversidad, el uso sostenible -terrestre y marino- del territorio, y la mejora del comportamiento ambiental del sector industrial. Estas recomendaciones deben transponerse y empeñarse todo el estado en su cumplimiento efectivo. Las reformas institucionales y organizativas necesarias implican: una nueva concertación institucional con criterios nacionales para el análisis del coste de oportunidad de la inversión pública; compromiso renovado de armonizar el modelo territorial nacional con la lógica del desarrollo regional y local; asegurar el carácter público de las infraestructuras y servicios estratégicos para la economía del país; y priorizar la inversión en gestión y mantenimiento de los servicios esenciales para asegurar los derechos de todos los


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ciudadanos a la calidad del aire, del agua, del alojamiento, de la movilidad y de la energía.

La situación heredada

La ordenación del territorio en España muestra un panorama complejo ya que, una vez superados los déficit de equipamiento territorial, que históricamente lastraban las posibilidades de desarrollo nacional, se ha alcanzado una situación en la que muchos de las últimas actuaciones no inducen mayor crecimiento o competitividad sino que, por el contrario, empeoran los indicadores de sostenibilidad ambiental, económica y de gobernanza, ( esto ocurre en relación con el cambio climático, la contaminación, los hábitats hídricos, las costas, los cultivos intensivos, los montes, las infraestructuras y los servicios de trasporte, la energía, los residuos, el crecimiento urbano y sus equipamientos, la vivienda, la cohesión social, los servicios públicos y el marco constitucional de representación territorial). Esto significa que hay muchos recursos territoriales que no somos capaces de poner en valor para que impulsen el desarrollo. Las profundas transformaciones espaciales, las evidencias del cambio climático, la incesante pérdida de biodiversidad … , son fenómenos que ponen de relieve la senda de insostenibilidad recorrida a lo largo de décadas y la urgencia de implantar un cambio de rumbo en las políticas del territorio. Esta necesidad se pone especialmente de relieve al analizar los cambios de ocupación del suelo en España y sus implicaciones para la sostenibilidad. Según los datos del Corine Land Cover, la artificialización del suelo en nuestro país entre 1987 y 2005 ha operado con una fuerte tasa anual que se ha visto incrementada en el periodo 2000-2005 donde se observa una tasa de 276,6 Km2, o lo que es lo mismo, 76 hectáreas al día o 3 a la hora. La superficie artificial ha crecido casi un 54% entre 1987 y 2005; con el agravante de que ese crecimiento ha adquirido una estructura mayoritariamente dispersa. Este fenómeno ha sido especialmente patente en el centro de la península, área metropolitana de Madrid y litoral mediterráneo. En España se han

iniciado en los últimos años más viviendas que en Francia y Alemania juntas. Además, nuestro modelo de crecimiento económico se ha sustentado, en gran parte, en las acciones de trasformación del territorio, financiadas con capital exterior, cuya rentabilidad dependía de la continuidad sin límites del crecimiento económico, el aumento del consumo interno y la recepción continua de capitales y población desde el exterior. La crisis ha hecho coincidir el punto de “sobre oferta” de infraestructuras, viviendas, equipamientos y servicios en el mercado interior con la retracción de la demanda interna, la retirada de capitales y la disminución de la población. Todo ello hace más evidente, junto al problema de la deuda, la insostenibilidad del modelo heredado, y que no se pueden pegar los trozos de la taza de porcelana porque no encajan La situación actual presupuestaria se caracterizará por décadas por la diminución drástica de la inversión en infraestructuras territoriales y reducción de los presupuestos de conservación. Y los retos son MANTENER Y GESTIONAR un enorme y sobredimensionado PATRIMONIO CONSTRUIDO. La gestión del territorio implica implantar cada uso de suelo en la localización más apta para el mismo, de acuerdo a criterios de sostenibilidad global y a los nuevos retos del cambio climático. De esta localización dependerán el sistema de poblamiento, el uso del agua, las infraestructuras, el sistema de transporte, las superficies protegidas, el ahorro y la eficiencia energéticas, etc.. En definitiva, se trata de definir un proyecto de territorio que suponga un soporte adecuado a las actividades económicas y residenciales que, a la vez de aportar ventajas competitivas imprescindibles en un mundo crecientemente globalizado, garanticen una calidad de vida sostenible de los ciudadanos actuales y también para los pobladores futuros. Algunos procesos como el aumento de la superficie artificial (las zonas urbanas, industriales, infraestructuras) son irreversibles en la mayoría de las situaciones ,y en ocasiones, como en la ocupación de zonas agrarias fértiles o en la costa,

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Ilustración: Dani Nebot

pueden dilapidar en tan solo unos años un bien común que no sólo pertenece a una generación. Esta evidencia nos demanda una reflexión en profundidad sobre el territorio y su realidad ambiental para saber aprovechar sus oportunidades y convertirlas en potentes elementos de generación de valor. Este será tan sólido y perdurable cuanto mas consecuentes sean las decisiones con la conservación de un patrimonio natural que es frágil, único e irreemplazable.

intermodalidad y la gestión de la demanda de trasporte para reducir el impacto de la congestión, reciclar los residuos y asegurar los recursos básicos para las familias en riesgo de exclusión. Por todo ello, se debe considerar la ordenación del territorio y la de medio ambiente como política troncal para asegurar la cohesión territorial del Estado y fomentar el nuevo modelo de desarrollo.

La competitividad del país se mide por el desarrollo del territorio

Resolver todos estos problemas parece a primera vista una tarea imposible; y desde luego lo es si no se cambian algunos de los paradigmas heredados. El capital no tiene derecho a especular con el territorio, ni a cargar el respeto al medio ambiente como peso que retarda el crecimiento. Ni a considerar, contra toda evidencia, los bienes públicos y comunes y los derechos sociales y los servicios públicos como lastres a la competitividad y al crecimiento económico. Ni a priorizar el pago de la deuda frente a la satisfacción solidaria y cooperativa de las necesidades sociales. Pero si se renueva el pacto constitucional para considerar que el territorio de España es nuestro máximo capital común, que debemos conservar y acrecentar su valor para las generaciones futuras; y dado que el nivel de equipamiento en viviendas, infraestructuras, servicios públicos y organización administrativa es por ahora suficiente, si se gestiona con solvencia y solidaridad la cooperación de los agentes sociales; y si y se pone en valor las capacidades de cada una de las familias para atender al desarrollo de las potencialidades de las personas. Entonces habrá trabajo para todos, pues la tarea es ingente. Y entonces, estaremos seguros, ¡Si se puede! Para ello se propone Revisar la ley del suelo para que refuerce la visión integrada del territorio, establezca las medidas y medios de gestión para la protección y mejora de los bienes comunes y públicos, articule la vinculación de los diferentes planes sectoriales, defina las unidades espaciales de planificación posterior ya sean sectoriales o de ámbito interregional y supramunicipal, se considere la reversión de las calificaciones de suelos urbanizables a no urbanizables, se integre los costes ambientales en los costes de urbanización, se prioricen las acciones estratégicas y se programe la adaptación de los planes sectoriales y municipales a las determinaciones de la nueva ley.

Para salir de la encrucijada en la que estamos, PODEMOS propone orientar la política económica hacia el desarrollo local y la mejora de la calidad de vida, ya que la competitividad de un país se basa, más que en el crecimiento económico de su PIB, en el nivel de desarrollo de sus territorios. Si en España una parte del esfuerzo que se viene haciendo en acciones de mega infraestructuras para equipar el territorio, se dirigieran hacia el desarrollo local, el modelo resultante sería más adecuado y pondría en valor todos sus recursos territoriales y humanos para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Y, entonces, seremos realmente competitivos. El futuro desarrollo nacional no puede basarse ya sobre el endeudamiento exterior para impulsar el crecimiento del equipamiento territorial como hasta ahora. Como consecuencia, la corrección del rumbo hacia un funcionamiento más sostenible del sistema territorial, al mismo tiempo que los derechos esenciales y básicos de la población, han de financiarse con recursos locales. Y ello implica cambios profundos en el modelo de desarrollo del país, en los criterios de inversión pública, en la fiscalidad y la lucha contra el fraude, y en el modelo de gobernanza territorial. En España las infraestructuras de transporte, las energéticas y el crecimiento urbano han sido motor del desarrollo económico Pero, una vez que ya supera la oferta a la demanda en estos ámbitos, se ha de transformarse la política territorial para adecuar el modelo hacia una mayor sostenibilidad. Los retos son: mejorar la eficiencia energética, no dirigir el crecimiento económico a la construcción sino hacia la rehabilitación y la gestión de las demandas de los diferentes servicios, fomentar la autonomía hidráulica, energética y alimentaria de los territorios, la

Propuestas


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odo lo que rodea a la discapacidad –o diversidad funcional, como a mucha gente le gusta llamarla–, así como a su “hermana mayor” la dependencia, es a la vez triste y hermoso, normal y heterogéneo, injusto y una gran oportunidad. La diversidad funcional –la discapacidad– nos grita a la cara que no existen los humanos promedio, aunque existan los entornos promedio. Nos habla de que no todos son hombres jóvenes, blancos y fuertes, aunque el mundo esté hecho para ellos porque su minoría es la que se ha impuesto y la que manda. La discapacidad y la dependencia nos dan miedo porque nos sacan de esa burbuja en la que somos inmortales y en la que ni siquiera tenemos que repetirnos que “todo va a salir bien” porque hemos aprendido a vivir pensando que lo contrario es inconcebible. Nos dan miedo porque un simple accidente de moto o un gen mal avenido es todo lo que nos separa de ellas; a todos y a cada uno de nosotros. En nuestra sociedad, además, discapacidad y dependencia significan pobreza... o al menos significan que la pobreza se acerca. Según un estudio del CERMI (Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad), en 2011, la tasa de actividad de las personas con discapacidad en edad de trabajar era de un 37%; menos de la mitad que la de la población general, de un 75%. El mismo estudio nos dice que, en 2008, la tasa de discapacidad en hogares con ingresos inferiores a 500 euros mensuales en los que viven mujeres era del 30%. Mientras que, en el lado contrario, en los hogares con ingresos superiores a 3.000 euros mensuales, la tasa de discapacidad no llegaba al 4%. En efecto, la discapacidad es 7 veces menos habitual entre la clase media alta y los ricos que entre los pobres. Quizá por eso también nos da miedo y preferimos muchas veces no mirarla. Por eso y porque la discapacidad genera a menudo dependencia, es decir, hace que necesitemos de la ayuda de otra persona para llevar a cabo tareas básicas de la vida cotidiana, como levantarnos de la cama, ir al baño o vestirnos. Según el INE, 1,5 millones de personas con discapacidad reconocían precisar asistencia en

discapacidad

Pablo Echenique Área de Discapacidad.

La oportunidad del siglo

2008. Una asistencia que era, en promedio, de 11 horas y media al día; muy por encima de lo que supondría una jornada laboral completa y durante todos los días del año. Además, al no costear el estado más que una ínfima parte de este servicio, la asistencia recae en un 85% de los casos en un familiar; un familiar que, en 3 de cada 4 casos, es una mujer. En el caso de que la familia –con apoyo o sin él– no pueda o no quiera hacerse cargo de la asistencia de la persona dependiente, la única opción que le queda a ésta es la institucionalización en una residencia y su consecuente alejamiento de la vida en sociedad, muchas veces de un modo prematuro. Esto supone una injusticia a múltiples niveles. Por un lado, se violan los derechos humanos de los dependientes. La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU, aprobada en 2006 y suscrita por España en 2008, tiene como uno de sus principios generales “el respeto de [...] la autonomía individual, incluida la libertad de tomar las propias decisiones y la independencia de las personas”. Así, los estados parte se comprometen —en concreto y entre otras muchas cosas—, a poner los medios para que “las personas con discapacidad tengan la oportunidad de elegir su lugar de residencia y dónde y con quién vivir, en igualdad de condiciones con las demás, y no se vean obligadas a vivir con arreglo a un sistema de vida específico”. Algo que en España se incumple sistemáticamente. Aunque sus familias les quieren y las mujeres —casi siempre son ellas— se sacrifiquen por asistirles, estas personas no sólo han perdido sus derechos, sino que además se sienten muchas veces “una carga” en sus propias palabras. Esta situación que, como vemos, tiene una importantísima componente de desigualdad de género –como sucede en general en toda la economía de cuidados: hijos, tareas del hogar, etc.—, supone en efecto una carga brutal –económica y afectiva– sobre las familias, impidiendo, en la mayor parte de los casos, que las asistentes familiares puedan trabajar, ocasionando problemas médicos y psicológicos en las mismas y, en general, provocando la inmensa pobreza y exclusión comparativas de los dependientes y de las


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familias con dependientes a su cargo que ya hemos mencionado. Otro problema asociado con esta tragedia social y que –por razones obvias– tiende a no aparecer en las encuestas es el que afecta a la economía sumergida y a los derechos de las personas inmigrantes. Es habitual que aquellas familias que son capaces de desarrollar un poco más de gasto se planteen la contratación de asistentes personales para aligerar la carga de los asistentes familiares. No obstante, dado que el coste correspondiente a todas las horas de asistencia que necesita la persona dependiente suele ser igualmente inasumible incluso para estas familias que se encuentran en una situación económica relativamente mejor, es de nuevo muy habitual que se recurra al pago en efectivo, sin contrato y a veces con condiciones laborales terribles. Obviamente, quienes optan por este tipo de “trabajos” son aquellas personas en mayor riesgo económico y legal, especialmente personas inmigrantes en situación irregular. Todo esto, además de una enorme injusticia, supone una oportunidad perdida en términos de crecimiento económico basado en inversión pública altamente intensiva en creación de empleo. Es bien sabido, y hay numerosos estudios que así lo atestiguan, que una apuesta decidida por el reconocimiento de derechos sociales y la asistencia personal como herramienta central para la promoción de la in-dependencia de las personas con diversidad funcional, así como en la garantía de derechos laborales reales para los asistentes familiares no sólo significaría un punto final a una deuda histórica que nuestra sociedad tiene con un amplísimo sector de la población, sino que además tendría la potencialidad de crear un gran número de puestos de trabajo no deslocalizables, no estacionales, socialmente necesarios, de media o baja cualificación y sin apenas gastos en infraestructuras o de gestión. Es muy ilustrativo, en este sentido, comparar Alemania con Dinamarca, dos países con un PIB per cápita similar –el de Dinamarca, por cierto, ligeramente inferior–. Pues bien, Dinamarca, en 2009, gastó en cuidados de larga duración aproximadamente un 2,5% de su PIB; Alemania, en cambio, un 1% y España 0,6%. En Dinamarca, como en los demás países nórdicos, se optó por un sistema de derecho universal a cuidados públicos suficientes para asegurar la autonomía funcional, independientemente del tipo de familia y del nivel de renta. No hay opción a prestación por cuidados de larga duración en el entorno familiar, sí, en cambio, para cuidar a un familiar durante los últimos días de una enfermedad terminal. No hay régimen especial de empleo

doméstico y el sector es prácticamente inexistente, aunque sí es posible contratar servicios al hogar a través de empresas. En Alemania, por contra, la responsabilidad es de la familia. El Estado proporciona “ayudas de respiro” para la cuidadora informal, que es la figura central del sistema. Complementariamente, los seguros privados de dependencia proporcionan prestaciones según las contribuciones –y no según las necesidades–. En caso de extrema necesidad y ausencia de familiares, está la asistencia social para pobres. Todo ello apoyado también en el trabajo precario y sin apenas derechos de las trabajadoras. Se podría decir que el modelo actual en España es similar al alemán, pero con la mitad de su financiación. Desde Podemos, nos proponemos abordar el problema partiendo de un marco progresista, garantista de la igualdad y los derechos humanos; como es marca de la casa. Para ello, se asumen, de una parte, las ideas del Movimiento de Vida Independiente, especialmente aquellas que colocan a la asistencia personal como herramienta emancipadora clave de las personas con diversidad funcional, pero también las que tienen que ver con el rechazo social a la diferencia y la negación de su derecho a una vida normal y plena. Asimismo, incorporamos los postulados del Movimiento Feminista, los cuales identifican las tareas de cuidados y de reproducción social no remuneradas como una de las claves de un reparto de roles desigual y como causa importantísima de discriminación económica y cultural de las mujeres. Estos principios señalan como objetivo a largo plazo un sistema que no sitúa la responsabilidad en las familias y en los propios dependientes, sino que entiende que la situación ha de verse, con todas sus consecuencias, como una cuestión de derechos sociales y, por tanto, de servicios públicos, blindados y adecuadamente dotados en términos presupuestarios. En pocas palabras, el objetivo a largo plazo es el modelo danés frente al modelo alemán. Como principios adicionales, pero no menores, mencionamos la deuda social que tenemos con las personas mayores y la obligación de garantizarles condiciones de dignidad material y afectiva, la necesidad de luchar contra la economía sumergida, el respeto a los derechos laborales y la integración generosa y eficiente de las personas inmigrantes. Dada la amplitud del problema y el gran porcentaje de población a la que afecta, estamos posiblemente hablando –tanto a nivel de derechos humanos como de crecimiento económico– de la oportunidad del siglo.

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n los primeros años del siglo XXI España asistió entre sorprendida y asombrada a su reconversión en país receptor de personas migrantes. “Nosotros” que habíamos vivido en Suiza, Argentina, Francia, Alemania, Brasil…, que habíamos huido del franquismo en los años 30 y 40, y del hambre en los 60. Los dirigentes políticos del momento, tanto socialistas como populares, lejos de implantar una política migratoria humana, decidieron ponerla al servicio de los intereses económicos de unos pocos empresarios y, siguiendo el ejemplo de Aznar, resolver ‘problemas’ cuando estos iban apareciendo. Como afirma el politólogo Ricard ZapataBarrero, hacia dentro del territorio del estado el enfoque migratorio en España no es otra cosa que un modelo reactivo frente a una realidad que va por delante de las respuestas que se han ido dando hasta la fecha. Hemos asistido a una gestión de los flujos migratorios utilitarista, al dictado de las élites económicas, que solicitaban en los años del “boom del ladrillo” ingentes cantidades de mano de obra barata y servicial. Por ese motivo y siguiendo a Izquierdo Escribano, podemos decir que ese modelo migratorio se ha especializado en inhabilitar las vías de entrada legal y, por tanto, en generar bolsas de personas en situación administrativa irregular. En paralelo, y en gran medida para adecuarse a los dictados de los países del norte de Europa, el estado ha puesto en marcha en la Frontera Sur española medidas de externalización de fronteras que tenían como objetivo principal evitar la llegada de personas

migración

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Ione Belarra Urteaga y Lina Katherine Larrea Rodríguez Área de ciudadania, diversidad y justicia social

Migrantes que fueron, somos, seremos…

migrantes y refugiadas a España y Europa, a costa -en muchos casos- de la vulneración sistemática de los Derechos Humanos y de la legislación europea, esa que queda tan bien en el papel pero cuesta cumplir. Además de fronteras exteriores, las políticas migratorias que se han puesto en marcha han construido también fronteras interiores a través de las redadas basadas en perfil étnico y/o origen, los Centros de Internamiento o las deportaciones ‘exprés’. Estas medidas, sumadas a la política de visados –que hace imposible conseguir uno-, los acuerdos de readmisión o la transposición de la Directiva de la ‘vergüenza’ son eslabones de la misma cadena que aprieta y a menudo asfixia a las personas migrantes. Las políticas migratorias implementadas en Europa y en nuestro país hacen ciertamente difícil la vida a las personas migrantes. Sin embargo, también nos hacen mucho más difícil la vida a todas las personas que convivimos en España.

Lo que en realidad está en juego

A menudo las políticas migratorias y las propuestas sobre integración, inclusión o diversidad son un apartado residual o de poca importancia en los programas electorales de los principales actores políticos. En los discursos públicos de los dirigentes sólo escuchamos hablar de inmigración cuando ha ocurrido una tragedia o, en el peor de los casos, cuando estos caen en discursos xenófobos o abiertamente racistas. Ejemplos paradigmáticos de ello los encontramos en Marine Le Pen en Francia o en los populares García Albiol o Javier Maroto, en España. Sin


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embargo, las políticas migratorias suponen un posicionamiento fundacional básico que permite distinguir con claridad meridiana si una fuerza es conservadora o progresista. Por ello es fundamental analizarlas con atención. Cuando hablamos de las políticas migratorias que implementan los distintos gobiernos, tanto de la Unión Europea como de otros lugares del mundo, lo que está en juego es algo que va mucho más allá de lo que pudiera parecer a primera vista. En un mundo caracterizado por el poderío y preeminencia de las grandes empresas multinacionales, los Estados encuentran cada vez más dificultades para mostrar y demostrar a su ciudadanía que la soberanía todavía reside dentro de las fronteras nacionales. Como señala el profesor Barak Kalir, para muchos gobiernos la militarización de las fronteras, las deportaciones, la detención de personas en situación administrativa irregular, etc. son actos simbólicos que permiten crear la ilusión en el imaginario social de que se tiene capacidad de control y poder estatal. En este sentido, los procesos de recuperación de la soberanía y de empoderamiento popular por parte de la ciudadanía suponen un eje fundamental a la hora de construir una alternativa política inclusiva que ponga los derechos de todas las personas, vengan de donde vengan, en el centro de la acción política e institucional. Es fácil suponer que ante una crisis de régimen como la que vivimos actualmente en España pueden surgir iniciativas políticas constituyentes de diversa índole, también de corte xenófobo o racista. Por ello es crucial poner en marcha un movimiento social y político que permita la recuperación de la capacidad de las ciudadanas y ciudadanos de autogobernarse y que no deje a nadie fuera. La segunda cuestión fundamental que está en juego cuando ponemos en cuestión las políticas migratorias que aplican los Estados es la de la justicia social. Como plantea Fraser, el mundo globalizado de hoy requiere de nuevas conceptualizaciones de la justicia. A las dos dimensiones clásicas, redistribución y reconocimiento, es necesario añadir una tercera, la representación. La representación,

que tiene un contenido profundamente político, haría referencia al quién y al cómo de la justicia, dos elementos imprescindibles cuando pensamos las políticas migratorias de un Estado. No podemos hablar de una refundación de la democracia en nuestro país y por tanto de una justicia social real y efectiva si las personas migrantes no tiene acceso a la participación política en igualdad de condiciones que las personas que ostentan la nacionalidad española. La eliminación progresiva a las trabas en dicha participación es una de las piezas claves en el puzzle de la construcción de una democracia participativa. Del mismo modo que no podemos pensar en un proceso constituyente que permita a la ciudadanía discutir de todo y con todos sin las mujeres, no podemos pensarlo sin nuestras vecinas y vecinos migrantes. Este proceso constituyente sería el momento histórico y social perfecto para la superación del fracasado modelo actual de integración, que tantos problemas ha generado en países de nuestro entorno, y apostar por un modelo rupturista basado en la inclusión de cualquier persona residente en nuestro país. Desde este punto de vista, la diversidad sería en sí misma el modelo de gestión social. Una diversidad que traspase, como en el caso de la inclusión, la barrera del origen y se centre en las múltiples diversidades que como el Estado debe gestionar y poner en valor. Dicha gestión permitiría la consecución de un nuevo modelo de ciudadanía basado en la cohesión, la solidaridad y la justicia social. Este modelo pasa indefectiblemente por el cumplimiento estricto de la Declaración de Derechos Humanos tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Esto implica poner en marcha distintas iniciativas políticas como la aplicación estricta de la legalidad en la Frontera Sur y la implantación de una nueva política de visados que permita acabar con la migración irregular y el tráfico de personas, así como conceder protección internacional a quién así lo requiera. Las personas migrantes y refugiadas no pueden esperar más tiempo, les va la vida en ello. Para ellas más que para ninguna otra, es ahora.

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Españoles, españoles del éxodo y del llanto: levantad la cabeza y no me miréis con ceño, porque yo no soy el que canta la destrucción sino la esperanza.

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os que estamos fuera vivimos una doble realidad. Muchos hemos descubierto un sentimiento desconocido, casi patriótico, porque “para sentirte de tu país, primero tienes que sentirte un poco extranjero”. Podemos cambió nuestras vidas a miles de kilómetros de distancia de España. Vivíamos la doble ausencia, la de sentirnos fuera de un país que nos echa, y fuera de una nueva sociedad que desconocemos. La crisis económica, la del paro, la precariedad, los recortes en I+D+i, la fuga de talentos...es una crisis humana y social que ha propiciado que casi dos millones de personas salgamos de España desde el 2008. Gracias a la irrupción de Podemos, los emigrados pasamos a la doble presencia, involucrándonos como protagonistas políticos de la realidad de cambio en España, el país que tanto nos ha dado y al que, viviendo en la multiculturalidad, tenemos tanto que aportar. Doble presencia además porque nuestro activismo en Podemos ha impulsado el intercambio con agentes políticos de los países a los que emigramos y cuya política nos afecta directamente, expulsándonos de países como Bélgica o Suiza, o que nos precariza en países como Alemania. Como emigrantes, buscamos una vida más digna en un ambiente desconocido. Con lo que no siempre contamos es con la fuerte incertidumbre y desprotección que implicará esta búsqueda. La incertidumbre de la búsqueda de un trabajo o de una casa. O la desprotección y vulnerabilidad ante el desconocimiento del idioma, de la burocracia, del sistema sanitario, o del derecho de los trabajadores. Aún hablando nuestra misma

emigración

Esperanza Jubera, María Rial y Marcelo Armendáriz Emigrados en Berlín y Bruselas.

León Felipe

lengua, la inclusión en una nueva realidad y en una nueva cultura, lleva tiempo, y se hace más difícil al no tener apoyos a los que agarrarnos. Nosotros queremos cambiar esta realidad. Y no sólo trabajamos ya desde los círculos como “Casas del Pueblo” improvisadas donde emigrados de hace 15 o 30 años se mezclan con los que llegaron hace un año o incluso unos pocos días. Trabajamos por cambiar nuestra realidad, porque no aceptamos que nos echen ni tampoco que nos quiten la posibilidad de volver. Porque detrás de los números de la emigración hay mucho más que los números de la crisis. Antes que nosotros, fueron otros muchos los que emigraron, bien sea debido al exilio político de los años 30 o 40 o a la emigración económica que le siguió durante los años del franquismo. Incluso ahora, como ya pasó en otras décadas, algunos no emigramos solos, sino con nuestros hijos y familias. Así, la tragedia de la emigración va mucho más allá de los números. Pero echémosles un vistazo: el Instituto Nacional de Estadística (INE) estima que casi 3 millones de personas se han marchado de España desde 2008, entre ellas 90.000 menores de edad. Por otro lado, los datos de los consulados en los distintos paises nos indican que el número de españoles registrados en los diferentes consulados españoles en el mundo ha pasado de 1.471.691 en 2009 a 2.183.043 en 2015. A pesar de lo alarmante de estos datos, varios estudios sugieren que estas cifras son inexactas y que subestiman la dimensión del fenómeno migratorio ante el que nos encontramos. Estos datos contabilizan la


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cantidad de emigrantes registrados, sin embargo, se estima que mas del 65% de éstos no acude a los consulados a registrarse ya que supone la pérdida de derechos fundamentales como es el caso de la sanidad. Con esta información podríamos estimar que la cantidad de ciudadanos y ciudadanas que se han visto forzados a marcharse por causas económicas podría ascender a más del doble de los contabilizados (eso que la ministra de empleo Fátima Báñez llama “movilidad exterior” y “afán aventurero”). Con lo que no cuenta el gobierno de Rajoy ni sus posibles recambios es con el trabajo de los emigrados y emigradas que desde todas partes del mundo nos estamos organizando. Somos nosotros los que conocemos nuestra realidad, la de nuestros hijos y a la que nos enfrentamos cuando queremos volver, ya sea intentando integrarnos en el mercado laboral español o después de muchos años de trabajo en el extranjero. Así, en el Área de Emigración de Podemos, somos los emigrados los protagonistas tanto a la hora de diagnosticar los problemas que nos afectan, como también a la hora de proponer soluciones concretas. Porque no queremos un país sin su gente, tampoco queremos políticas en emigración arbitrarias y diseñadas por personas que desconocen nuestra realidad, que nos imponen medidas y que no sólo no solucionan nuestros problemas, si no que los agravan. La implicacion de la sociedad civil emigrada ha sido fundamental a la hora de diseñar las políticas de emigración del programa de Podemos. Durante meses, hemos recogido las propuestas de emigrantes,

colectivos sociales en el extranjero y círculos. En la distancia nos hemos juntado en áreas de trabajo dedicadas a distintos temas como el voto desde el exterior, politicas de retorno o educación. Temas como estos hemos podido debatir junto a expertos en el gran foro en París, el Foro por el Cambio en el Exterior, nuestro primer encuentro internacional. El Gobierno español es plenamente consciente de que todos aquellos que nos hemos visto obligados a emigrar lo hemos hecho empujados por la precariedad y la falta de oportunidades que existen en nuestro propio país. Los gobiernos tanto del PP como del PSOE nos han abandonado incumpliendo el articulo 42 de la Costitución Española donde se garantizan los derechos de lo españoles en el extranjero. Han rechazado sistemáticamente cualquier propuesta de reforma del sistema electoral que en la actualidad vulnera nuestro derecho al voto, y nos ha retirado un derecho básico como es la asistencia sanitaria. No es posible aplicar politicas en una realidad que desconocen. Es necesario llevar a cabo estudios que permitan conocer la realidad de la emigracion y así poder diseñar y aplicar políticas encaminadas a facilitar el retorno. Es necesaria, además, la creación de una circunscripción exterior que lleve nuestra voz a las Cortes, como ya existe en otros países europeos como Portugal. Como emigrados, necesitamos un sistema que garantice nuestros derechos políticos y sociales (derecho a voto, a sanidad, a una educación bilingüe para los descendientes y a unas pensiones dignas). Un gobierno de Podemos nos dará voz en las urnas, nuestra voz se oirá en las Cortes y, entre todos, construiremos un país al que poder volver.

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no de los objetivos estratégicos de Podemos es la construcción de una cultura de los derechos humanos en España. Para ello, uno de los primeros pasos que se deben dar hacia la normalización de nuestro país en este ámbito –normalización con respecto a nuestro entorno europeo y a otros países latinoamericanos– es el cumplimiento de las recomendaciones que el relator especial del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Pablo de Greiff, dirigió a España en julio de 2014. Lamentablemente, hasta el día de hoy ni los derechos de las víctimas del franquismo ni la necesaria reflexión democrática sobre un pasado traumático y violento han sido objeto de un programa político coherente. Las medidas adoptadas se han caracterizado por ser dispersas, fragmentarias y elusivas con respecto a la problemática de la justicia y el reconocimiento de las víctimas. Recientemente, con la aparición del movimiento por la recuperación de la memoria impulsado por la generación de los nietos y bisnietos de los republicanos, se ha abierto paso en la opinión pública la presencia de una demanda histórica activamente marginada y silenciada durante 40 años de franquismo y 40 años de democracia. Las entidades de presos y represaliados del franquismo, de los combatientes del

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Ariel Jerez y Ana Domínguez Rama Área de Memoria Histórica.

Memoria democrática y cultura de los derechos humanos ejército republicano y de las brigadas internacionales, así como las organizaciones políticas en el exilio, estuvieron altamente condicionadas por los operadores partidarios y sindicales que las limitaban en sus exigencias de justicia y en su visibilidad pública, orientada como demandas de identidad de públicos internos. Los pactos de silencio de la Transición comprometieron también a las fuerzas de izquierda en lo que la cultura de la impunidad franquista impuso como la amenaza de “revolver el pasado”, y dificultaron toda demanda de derechos humanos procedente de la sociedad civil. De hecho, las poderosas políticas de memoria del franquismo no han sido revertidas en democracia, donde un enorme patrimonio monumental celebratorio del triunfo fascista sigue llamando la atención de la opinión pública mundial, exhibiendo en el Valle de los Caídos todas las contradicciones de la superposición entre la legalidad postfranquista y la democrática. La llamada Ley de la Memoria Histórica de 2007 ha vuelto a poner de manifiesto la ambigüedad calculada de las estrategias de la izquierda, que careciendo de una voluntad política que tomase decisiones jurídicas, limitaba sus actuaciones a la voluntariedad de las administraciones públicas. La continuidad de la financiación pública de la Fundación Francisco Franco o de callejeros que conmemoran como figuras públicas a represores sanguinarios de la talla de generales como Queipo de Llano, Yagüe o


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Mola dejan en evidencia sus limitaciones. La expulsión en 2010 del juez que se atrevió a atender la demanda que las víctimas presentaron en la Audiencia Nacional fue la gota que colmó el vaso, y sacando decenas de miles de personas a la calle a protestar, terminaban de hacer patente la dimensión estructural del problema. Sin embargo, la incansable labor del movimiento por la recuperación de la memoria y por los derechos humanos, particularmente con el trabajo de exhumación de fosas, ha logrado instalar esta demanda de justicia humanitaria fundamental en la opinión pública. La derecha reaccionó actualizando las tesis interpretativas del franquismo dentro de una perspectiva revisionista que vuelve a llamar la atención internacional al exonerar de toda responsabilidad política e histórica a la España franquista aliada del eje nazi-fascista. Y la izquierda, de forma tímida y calculada, empieza de forma paulatina a asumir la agenda internacional de derechos humanos que impulsan los sectores más activos del movimiento. La composición generacional de Podemos hace que esta formación política pueda sentirse alejada de los compromisos adquiridos por las generaciones anteriores bajo las presiones vividas durante la Transición, y reclama una normalización ético-política en relación a nuestro entorno europeo, como la que se dio en el plano económico e institucional con nuestra incorporación a Europa en los años 80. Hoy el cumplimiento de estas recomendaciones relativas a nuestro pasado reciente, sobre la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, obedece a un doble objetivo; por un lado, abordar el sufrimiento de una parte significativa de la población española que fue víctima de la dictadura franquista y, por otro, promover una cultura ciudadana conocedora de su patrimonio popular y democrático que profundice en la calidad de nuestra democracia. De acuerdo con estas recomendaciones de la ONU y con la jurisdicción universal en materia de derechos humanos, y partiendo

de la doble premisa de que la memoria es un derecho ciudadano y de que en España no se ha implementado todavía una verdadera política pública de memoria, Podemos promoverá políticas culturales, jurídicas e institucionales en función de los objetivos que estructuran el informe del relator especial de la Organización de las Naciones Unidas: 1. Políticas para el derecho a la memoria orientadas a generar garantías de no repetición, tales como; promover la remoción o resignificación de símbolos o monumentos conmemorativos de exaltación de la sublevación militar o del franquismo; concebir los espacios de memoria como espacios pedagógicos desde una perspectiva crítica; y desarrollar iniciativas orientadas a la construcción de una cultura de los derechos humanos y a la restitución de una memoria plural, colectiva y democrática de nuestro país en los sistemas educativos, en lo relativo a la formación de funcionarios públicos, en (y desde) los medios de comunicación y en otros ámbitos culturales. 2. Políticas para el derecho a la verdad: establecer mecanismos institucionales para el esclarecimiento y divulgación de la verdad; garantizar el acceso a los archivos (públicos y privados) y a la investigación pública y judicial; promover la creación de instituciones de memoria; y elaborar un mapa integral de fosas comunes que, a su vez, permita diseñar un futuro plan integral de exhumaciones. 3. Políticas de acceso a la justicia para las víctimas del franquismo: dotar a la Memoria Democrática y Cultura de los Derechos Humanos de relevancia institucional en forma de una Secretaria de Estado en el Ministerio de Presidencia y de una agencia interministerial para su promoción; anular las sentencias de los tribunales creados durante la guerra civil y la dictadura; facilitar el acceso a la justicia a las víctimas de crímenes de lesa humanidad; y aplicar la jurisdicción universal en materia de derechos humanos contemplada en nuestro ordenamiento jurídico.

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Ciudadanos de pleno derecho: construyendo el Cambio con la infancia “La mayor paradoja de la infancia contemporánea reside en la simultaneidad de la proclamación de sus derechos y la más severa restricción de las condiciones sociales de su usufructo” Manuel Sarmento

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Un marco de derechos

La adopción de la Convención sobre los Derechos de la Infancia (CDN) de Naciones Unidas en 1989 (ratificada por España en 1990), consagró la concepción de las niñas, niños y adolescentes como sujetos de pleno derecho. Su bienestar quedaba fijado como un asunto público con obligaciones y responsabilidades para todos los adultos y se introducía un nuevo paradigma al considerarlos con capacidad para ser sujetos sociales activos. Los Estados quedaban obligados a respetar la Convención como estándar mínimo a la hora de legislar y a proveer las condiciones necesarias que garantizasen los derechos civiles (un trato igualitario y no discriminación), los derechos políticos (participación del niño en la toma de decisiones públicas y/o colectivas que lo atañen) y los derechos económicos, sociales y culturales, relativos al bienestar material, subjetivo y relacional del niño o niña. Sin embargo, en nuestro país, el reconocimiento del niño o niña como artífice de su propio desarrollo y sujeto con voz para dibujar el devenir de la vida pública ha suscitado resistencias. Pese al tímido avance en la elaboración de políticas públicas sustentadas en un enfoque de derechos, sigue habiendo una evidente incomprensión de la participación, pues no es una opción sino un derecho fundamental. De esta forma, no se puede concebir el bienestar de la infancia ni una recuperación social y económica sin su plena imbricación en el diseño de soluciones. La infancia y adolescencia representan el 17,9% de la población española, pero aún son concebidas como etapas de espera, como “potencial humano”, como futuro; no como “seres humanos”. Así, los legisladores han construido

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Ione Belarra, Marta Martínez, Áurea Ferreres y David Penado Área de ciudadania, diversidad y justicia social

un marco orientado casi siempre a proteger a los niños y no a sus derechos, lo que aún responde a una visión adultocéntrica de la infancia. En definitiva, no se ha aprovechado la ocasión brindada por la CDN para apostar por un cambio profundo de la realidad de los niños y de su entorno.

Pobreza Infantil

Se desaprovechó así la ventana de oportunidad para situar a la infancia en el corazón de las prioridades de las políticas sociales y reducir su exclusión de los beneficios sociales, políticos y económicos. La inversión total en políticas sociales de infancia y familia continúa muy por debajo del contexto político comunitario (1,4% vs. 2,2 media UE). Varias campañas y estudios de diferentes organizaciones al respecto de #InvertirenInfancia (aquí, aquí y aquí ) muestran que la reducción de la inversión se ha revelado especialmente dramática en el contexto de los recortes de los últimos años que han afectado principalmente a las partidas con un impacto directo en las condiciones de vida de la infancia y adolescencia (servicios, sociales, prestaciones de desempleo, educación y sanidad). Además, medidas como el aumento del IVA han mermado el poder adquisitivo de las familias y han dificultado el ejercicio de derechos como la educación, el juego y el ocio. Por ello, pese a tratarse de un fenómeno bastante invisibilizado, la pobreza infantil ha aumentado y ha crecido en intensidad. Y lo ha hecho mucho más que en otros grupos de edad. Según los últimos datos disponibles, en España el 30,5% de los menores de 18 años se encuentran en riesgo de pobreza y el 35,8% de la población infantil, en situación


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de riesgo de pobreza o exclusión social. Las consecuencias en su salud física y psicológica y en sus oportunidades de futuro pueden ser devastadoras.

Hacia un Pacto de Estado por la infancia

Las organizaciones de la sociedad civil llevan años denunciando esta situación y haciendo un llamamiento para que las distintas fuerzas políticas, en coordinación con todos los agentes sociales implicados y la sociedad civil organizada, aúnen esfuerzos para alcanzar un Pacto de Estado por la Infancia en base a los siguientes ejes: acceso a recursos adecuados, acceso a servicios públicos de calidad y derechos de participación. Estas organizaciones piden que se blinde la inversión básica y las medidas estratégicas de apoyo a la población infantil de modo similar a como se hizo con los Pactos de Toledo para las personas mayores. Se trataría de un pacto social y político a largo plazo al que Podemos ya expresó públicamente, a principios de este año, su voluntad de adherirse. Un pacto alejado de los intereses cortoplacistas de los partidos tradicionales y de sus lógicas burocráticas al reconocer a la sociedad civil y a la infancia y adolescencia como sus principales protagonistas. Un pacto, en sintonía con el cambio que ya está en marcha en nuestro país. Se trata esencialmente de una cuestión de justicia, equidad y democracia. Estamos ante una oportunidad de revertir las desigualdades y mejorar la cohesión social y nuestra calidad democrática. Pero también, de eficiencia y competitividad, porque la pobreza infantil se traduce a medio plazo en mayores costes en prestaciones y en un tejido laboral de menor calidad. Invertir en infancia es invertir en el conjunto de la sociedad. Las niñas, niños y adolescentes, no son el futuro, no son menores, son un presente en construcción que no debe ver comprometidas sus vidas,

Apuestas electorales por la infancia

Los programas electorales para las Elecciones Generales del 20-D deben apostar por convertir a la infancia y adolescencia en colectivo prioritario al que la sociedad otorgue el valor social que tiene, entendiendo que la infancia es un presente que construye sociedad. Apostar por un proyecto inclusivo y no discriminatorio tampoco por razones de edad, debe implicar asumir que sólo es posible una

vía: más infancia y ubicada en el corazón de la res publica. Los niños y las niñas deben estar presentes en el debate político, pese a que no tengan reconocido el derecho al voto. El bienestar social requiere de una concepción renovada de la ciudadanía, superando la idea de ciudadanía diferida y de lógicas hegemónicas (patriarcales y adultocéntricas). Hasta la fecha, estos presupuestos no han sido compartido plenamente por los partidos políticos tradicionales que han relegado a las niñas, niños y adolescentes al papel de sujetos pasivos. Una simple comparativa de los conceptos utilizados en sus programas electorales de 2011 (y de sus frecuencias), nos permite comprobar una alta “familiarización” de la infancia. Se define a este colectivo como subordinado confinándole a una situación de dependencia: a los niños no se les reconocen sus capacidades y, en consecuencia, tampoco se les provee de instrumentos para hacer oír su voz y hacer valer sus necesidades y derechos. Bajo estas lógicas, además, la infancia no resulta visible como sujeto de derecho y se la condena además a seguir considerada como un gasto público, en lugar de inversión que construye un proyecto de país. En este sentido, destacan en los últimos programas electorales (publicados hasta la fecha) como especialmente regresivas, ausencias en los programas de apartados clave como inversión pública en infancia, educación primaria, participación o el apoyo a la crianza y parentalidad positiva. Son los casos de Ciudadanos y PP, quien, sin embargo, sí lo encuentra para ocuparse de los menores infractores, y no precisamente desde una lógica educativa. En su visión hay espacio para las sanciones, no tanto para los derechos. Es esta una imagen paralela a la que se nos ofrece cuando, ante las demandas de mayor democracia y participación de la ciudadanía, se nos intenta convencer de que haríamos mejor en delegar la gestión de lo público en manos de tecnócratas, ya que desde la sociedad civil no estamos preparados. Según esa visión, al igual que los niños sólo podrían interlocutar a través de los adultos, el pueblo tan sólo podría verse representado a través de políticos profesionales y de partidos tradicionales, alguno, como concesión, revestido con ropajes nuevos. Sin embargo, recordemos: la participación no es una opción sino un derecho fundamental y debe ser construida no desde lo individual, sino desde lo colectivo. Cuatro años más de legislatura de recortes e invisibilidad pueden tener un gran impacto en las vidas de las niñas/os. ¡No deben esperar más!

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Desigualdades sociales, problemas medioambientales

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Cambio climático

Existe en la actualidad un cierto consenso científico sobre el hecho de que nuestro modelo de producción y consumo, y en especial nuestro modelo energético, son los causantes de la alteración climática que estamos sufriendo a nivel global. Según datos de 2014 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, el promedio de la temperatura del planeta ha aumentado 0,74ºC en el siglo XX, mientras el nivel del mar y la acidificación de los océanos sigue incrementándose. Las guerras, las crisis y los desastres naturales cada vez más extremos provocan desplazamientos poblacionales que hacen más palpables los problemas crónicos que presentan el suelo, el agua y el aire que respiramos. España, debido a su ubicación geográfica, es muy vulnerable al cambio climático. En las tres últimas décadas la temperatura se ha incrementado en nuestro país una media de 1,5ºC por encima del promedio europeo, según un informe de Greenpeace de 2015. En los próximos años vamos a ver como disminuyen los recursos hídricos, como la desertificación y la erosión avanzan o la regresión de la costa se acelera. Presenciaremos pérdidas de diversidad biológica, al igual que tendremos que asumir pérdidas de vidas derivadas de la intensificación de fenómenos meteorológicos adversos, como son las lluvias torrenciales, los incendios forestales, las olas de calor o las inundaciones. Sin olvidarnos de las enormes consecuencias económicas, directas e indirectas, que tendrá sobre nuestros focos de empleo básicos, como son el turismo, la agricultura, la ganadería o la pesca. Ante estas evidencias, existen dos grandes retos que afrontar por todos los países y en especial por el nuestro debido a su ubicación en el mapa terrestre: la mitigación y la adaptación al cambio climático. A efectos científicos, existe casi el pleno

medio ambiente

Grupo Técnico del Área de Medio Ambiente, Energía y Sostenibilidad

convencimiento de que la lucha por frenar el cambio climático está perdida, convirtiéndose en un mero instrumento de la geopolítica mundial. El objetivo de la mitigación está sometido a los intereses de las élites políticas y de las multinacionales. Son ellas las que lanzan estrategias de reducción del cambio climático para los años 2020 y 2050, para luego no cumplir sus promesas. Con esta falta de visión de Estado, están llevando al planeta a un aumento de su temperatura media de entre 2 y 5ºC, temperaturas que traen consigo consecuencias irreversibles para el futuro de nuestro planeta. España está muy lejos de cumplir con las reducciones de gases de efecto invernadero asignadas a través del protocolo de Kioto. Se evidencia el poco interés de cumplirlo al situarnos entre los tres países más contaminantes de la Unión Europea, junto con Malta y Chipre (Eurostat, 2012). Además, por si no fuera suficiente, es el país de la UE con más infracciones medioambientales (incumplimos sistemáticamente las leyes medioambientales y ostentamos el récord de expedientes remitidos al Tribunal de Justicia Europeo)

Cambio climático y desigualdad

Es necesario empoderarse del medio ambiente, de conocimiento sobre el cambio climático para poder actuar en el día a día y poder adaptarnos al cambio. Comprender que no estamos solamente ante un aumento de las temperaturas es el primer paso para poder ser más resilientes; la complejidad de este proceso abarca todo tipo de efectos cruzados que multiplican sus graves consecuencias. Por ejemplo, sabemos que el deshielo de los glaciares dejará al planeta sin una de sus mayores reservas de agua dulce provocando graves problemas de abastecimiento a la población mundial debido a la escasez de agua.


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En España no va a ser diferente al resto del mundo aunque sea solo partiendo de la base de que vivimos en el mismo planeta. Los conflictos ambientales se suceden por todo el territorio español, motivados por años de políticas nefastas que han ido en contra de la calidad de vida y la salud ciudadana. El descarado apoyo a las energías contaminantes y no renovables, la publicación de un decreto de autoconsumo que perjudica gravemente a los ciudadanos blindando el negocio de las eléctricas –cementerio de elefantes políticos como todos los ciudadanos sabemos–, la incineración de residuos o el deterioro y captación ilegales de agua son algunos de los problemas que no hacen más que agudizar el cambio climático. Parece que el futuro de España se dirige hacia lo contrario de lo que indica la brújula de la sostenibilidad ambiental, social y económica. Por todo ello, desde Podemos entendemos que la lucha no pasa sólo por la mitigación, sino también por la adaptación al cambio climático. Adaptarnos es vital para nuestro futuro y se fundamenta en avanzar hacia políticas sociales que tengan en cuenta sus economías y sus relaciones con el entorno natural, su cultura y su patrimonio, o lo que es lo mismo, que velen por la sostenibilidad.

Deterioro ambiental y deterioro de la democracia

Existe un consenso universal, solo quebrantado por intereses económicos privados, de que la Tierra y los recursos que de ella extraemos son finitos. Teniendo en cuenta que las generaciones futuras son las herederas del planeta que les dejemos, nos encontramos ante un mandato a futuro para proteger la Tierra y su estado ambiental más allá del cortoplacismo político actual y de los intereses económicos. Es palpable que el deterioro ambiental y el democrático van cogidos de la mano. Los innumerables conflictos ambientales que existen en nuestro país tienen como base la corrupción política y el desvío de fondos públicos a intereses particulares, lo que ha provocado un malestar social generalizado por la degradación ecológica del país y por los continuos episodios de afecciones a la salud pública. La falta de una gestión públicoambiental de calidad y la bochornosa falta de transparencia y participación ciudadana en materia ambiental minan la confianza social en la Administración Pública como responsable

del cuidado de las personas y del medio ambiente. El medio ambiente, que no hay que olvidar que es un bien público constitucional que nos pertenece a todos, ha sido el objetivo de numerosas causas de corrupción que han derivado en la degradación de los servicios públicos urbanos de carácter ambiental y que podemos representar en la recogida de basuras. Según la Oficina Europea de Estadística, el 60% de los residuos urbanos que se generan en España terminan en vertederos y el 10% se incineran sin tratamiento previo siendo fuente de emisión de gases de efecto invernadero. Por ello, para que los problemas ambientales sean abordados con decisión y de forma democrática, es necesario reconocerlos como problemas de política pública y de interés común. La irracionalidad económica de crecimiento ilimitado basado en las energías contaminantes y en la explotación de los recursos naturales en virtud de la demanda, no puede seguir dominando nuestra sociedad sin tener en cuenta las innumerables consecuencias negativas que eso genera a las personas y al planeta. Hay que poner fin al modelo de economía neoliberal apoyado por los poderes públicos españoles. Un modelo que no tiene en cuenta las desigualdades sociales, los daños ambientales, ni los límites del planeta.

Propuestas adaptativas y democráticas

En contra de dicha tendencia, Podemos propone políticas que descansan sobre la participación democrática, de amplio consenso y demandadas por la ciudadanía frente a la política de beneficios económicos, ejerciendo así el derecho de todos los ciudadanos y ciudadanas a disfrutar de un medio ambiente saludable. Las demandas sociales se centran en tres grandes cuestiones. La primera, directamente relacionada con el modelo energético, se plantea en términos de cómo podemos construir ese puente que nos dé paso a una sociedad menos dependiente del petróleo y de las grandes empresas que constriñen nuestras libertades. El camino, desde nuestro punto de vista, pasa por apostar por una economía baja en carbono, con un elevado grado de responsabilidad ambiental que vaya de la simple economía neoliberal del despilfarro y la contaminación a una economía ecológica de sostenibilidad y protección ambiental. Esta

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nueva ecología económica y social debe ir acompañada de un incremento ambicioso en energías renovables y locales, que nos lleven hacia la esperada transición energética. Pero el cambio no sólo está en la fuente de las energías sino en cómo las utilizamos, es por ello que consideramos que la apuesta debe dirigirse hacia los transportes colectivos y sostenibles, el consumo de cercanía, la reducción de los canales de comercialización y el autoconsumo energético, de este modo conseguiríamos también acercarnos a la ansiada reducción de la pobreza energética que afecta a tantas familias. Resultaría una política abierta y no circular si no introducimos cambios sustanciales en el sector industrial. No se busca perjudicar a las empresas sino que sean más humanas, sensibles y respetuosas con el medio ambiente. Por ello, nuestra propuesta es el cambio de modelo productivo donde los residuos son considerados materiales con posibilidades de recuperación, evitando así la sobreexplotación de los recursos naturales y reduciendo las ineficiencias industriales que se traducen en generación de residuos, emisiones a la atmósfera o vertidos de aguas contaminadas. No hemos inventado la rueda, simplemente vamos a hacer lo que la sociedad civil y científica piden a gritos en sus encuestas: más del 65% de los españoles consideran que la ecología es una necesidad social. En Podemos proponemos un cambio de economía lineal hacia un modelo de economía circular que nos asegure un futuro a todos y no solo a unos pocos. Y es que el futuro está en nuestras manos; el cambio es posible. Queremos ciudades y municipios sostenibles, donde sepamos qué está pasando con nuestros residuos, donde la industria ambientalmente responsable sea capaz de aprovecharlos para cerrar el círculo en busca del vertido cero. Queremos vivir en lugares que brinden la posibilidad de alimentarnos con cultivos sanos y de cercanía, donde podamos beber con tranquilidad del grifo sin dudar de la calidad real del agua, lugares donde podamos respirar sin miedo a contaminarnos y donde hablar sin mordazas sea el día a día. Necesitamos, por tanto, transformar nuestras ciudades y municipios, llevarlos hacia la sostenibilidad, la ecogestión, la resiliencia y la corresponsabilidad. En Podemos no nos olvidamos que hay que dar sustento a todo aquello que nos mantiene; los ecosistemas naturales, los bosques y los ríos, los humedales y las

montañas, son, afin de cuentas, los que más han sufrido la degradación por tantos años de inconsciencia y abandono en las políticas estatales. La apuesta por la ecología y la sostenibilidad ambiental no es cosa de ecologistas ni de hippies que luchan contra las grandes multinacionales, la apuesta por la sostenibilidad viene de la mano de gente corriente que quiere formar parte de la vida pública. Surge de la demanda de recuperar nuestros ecosistemas naturales que tantos servicios nos generan y de los cuales depende nuestro bienestar, y el de las generaciones futuras. La apuesta por la sostenibilidad surge de las personas que quieren vivir en municipios y ciudades saludables, donde prime la cohesión social y la coherencia ambiental.

Participación

Las bases fundamentales y comunes de todas estas propuestas son la creación de conocimiento colectivo, la transmisión de información y evaluación de políticas públicas (auditorias ciudadanas), la educación y el fomento de la participación ciudadana. Todos somos responsables y el empoderamiento ciudadano es muy importante para que se produzcan los cambios necesarios. La verdadera apuesta que hace Podemos no consiste en construir un gigantesco movimiento totalmente nuevo, sino en lanzar pasarelas entre las organizaciones ya existentes, la ciudadanía y las administraciones públicas para conseguir un movimiento convergente que demande el cumplimiento de los derechos sociales, ambientales y económicos.

Conclusión

Sí, todas estas propuestas tienen una parte utópica, pero es el futuro que queremos. Como decía Galeano: la utopía está hecha para hacernos caminar. Si ese es el futuro que queremos, demostrémoslo con nuestro voto y nuestra actitud ante el cambio. La elección es simple, elegir entre un modelo de desarrollo sostenible o continuar hacia la insostenibilidad del sistema neoliberal que nos ha llevado hacia una crisis –que más bien parece un atraco por el goteo continuo de casos de corrupción–, mientras los diseñadores de la insostenibilidad se llenan los bolsillos de dinero sucio robado al pueblo. Cambiemos juntos este futuro incierto que nos espera por un país de crecimiento social, ambiental y económico acorde con los límites del planeta.



UN PAÍS CONTIGO, PODEMOS.


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