Revista de Estudios de Juventud. Nº 83. Mújeres jóvenes en el siglo XXI

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REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD

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Mujeres jóvenes en el siglo XXI Coordinadora Josune Aguinaga Roustan



ÍNDICE

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Mujeres jóvenes en el siglo XXI

EL TEMA | pág. 5

Introducción | pág. 7

1. Ni victimismo ni triunfalismo. Logros consolidados y déficit por conseguir en materia de igualdad en mujeres jóvenes | pág. 11 Josune Aguinaga Roustan

2. Feminismo y Juventud en las sociedades formalmente igualitarias | pág. 29 Ana de Miguel Álvarez

3. Un lugar para las jóvenes en la educación | pág. 47 Consuelo Flecha García

4. M ujeres jóvenes hoy: el empleo de las tituladas superiores | pág. 65 Yolanda Agudo Arroyo

5. La conciliación de las jóvenes trabajadoras: Nuevos discursos, viejos problemas | pág. 101 Teresa Torns Martín y Sara Moreno Colom

6. Mujer joven y deporte | pág. 119 Élida Alfaro Gandarillas

7. Participación social, política y económica de la juventud española con perspectiva de género. Mujeres jóvenes hoy | pág. 143 Carmen Ortiz Cogulla

8. Mujeres jóvenes y nuevas tecnologías. Nuevas actrices y herramientas para una vieja deuda | pág. 163 Lola Pérez Cariacedo

9. Como ser moderna y de pueblo a la vez: los discursos del arraigo y del desarraigo en las jóvenes rurales | pág. 179 Rosario Sampedro Gallego

10. Mujeres jóvenes inmigrantes: otro rostro de la globalización

| pág. 195

Rosa Rodríguez Rodríguez

11. Un amor a tu medida. Estereotipos y violencia en las relaciones amorosas | pág. 213 Coral Caro Blanco

MATERIALES

| pág. 233

COLABORACIÓN

| pág. 253



el tema

Mujeres j贸venes en el siglo XXI


EL TEMA

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Entre chicos y chicas existe un desfase en materia de igualdad, como comprobamos a lo largo de los artículos de esta revista hay cuestiones que se han conseguido pero hay otro sobre los que hay que seguir incidiendo. Se trata conseguir el nivel de estudios adecuado, un empleo remunerado, la participación de las mujeres en política, asociacionismo, por tratar de modernizar las mujeres del mundo rural, la planificación familiar, hoy denominada salud sexual y reproductiva, todo ello en igualdad de condiciones entre chicos y chicas. Pero además han surgido nuevos temas que el feminismo ha puesto en la agenda de trabajo, están entre otros la violencia de género, las tecnologías de la información y comunicación, está la conciliación de la vida familiar y laboral, han venido las mujeres inmigrantes, hemos empezado a cuestionar el tema del amor tal y como está concebido actualmente, la maternidad, incluso el propio discurso feminista en la forma, quizá demasiado tradicional, en la cual está enfocado hacia las mujeres jóvenes, temas que directa o indirectamente se abordan en este número monográfico.

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Hace 20 años (marzo 1988), apareció un número monográfico de la Revista de Estudios de Juventud, que se titulaba Mujer Joven. En la misma se incluyen 4 artículos referidos a Mujeres Jóvenes. El primero firmado por Carlota Bustelo, que fue la primera directora del Instituto de la Mujer, titulado Igualdad de Oportunidades para las jóvenes, el segundo firmado por Inés Alberdi, actualmente Directora Ejecutiva de UNIFEM, Las mujeres jóvenes y su incorporación social, los otros dos artículos se uno referían al asociacionismo juvenil y tenía como autora a Elena Valenciano, actualmente Eurodiputada, y Celia Gómez y el otro a la mujer en los medios de comunicación por Caridad Baena. La casualidad ha querido que 20 años después se aborde de nuevo el tema de Mujeres Jóvenes. Ha transcurrido un largo periodo de tiempo y ya estamos en el siglo XXI, las cosas han cambiado mucho pero como vamos a comprobar no lo suficiente y hay que seguir incidiendo en algunas de las cuestiones que se trabajaban entonces. La igualdad de oportunidades pasaba por conseguir el nivel de estudios adecuado, un empleo remunerado, la participación de las mujeres en política, asociacionismo, por tratar de modernizar las mujeres del mundo rural, la planificación familiar, hoy denominada salud sexual y reproductiva, que constituyen temas con los que se sigue trabajando actualmente aunque en la mayoría de los casos ha sido necesario reorientar los discursos. Pero además han surgido nuevos temas que el feminismo ha puesto en la agenda de trabajo, están entre otros la violencia de género, las tecnologías de la información y comunicación, está la conciliación de la vida familiar y laboral, han venido las mujeres inmigrantes, hemos empezado a cuestionar el tema del amor tal y como está concebido actualmente, la maternidad, incluso el propio discurso feminista en la forma, quizá demasiado tradicional, en la cual está enfocado hacia las mujeres jóvenes y muchas mas cosas. Por todos estos motivos y algunos mas que aparecen en los diferentes artículos, en este monográfico de la Revista de Estudios de Juventud hemos querido tratar los temas de siempre y los nuevos temas. Es muy importante estar al día sin concederse un momento de reposo ya que hay cosas conseguidas, pero quedan muchas por conseguir como demuestran las diversas aportaciones que aparecen a lo largo de estas páginas. En cuanto a las autoras hay mujeres mayores y mujeres jóvenes, mujeres con carreras muy consolidadas y mujeres que se están doctorando, todas ellas muy solventes como se puede comprobar en todos y cada uno de los artículos de este número monográfico. A continuación y por orden alfabético repasamos algunos de los contenidos de las distintas autoras. Yolanda Agudo analiza la relación entre educación superior y empleo, desde una perspectiva de género crítica con el androcentrismo que sostiene formas de discriminación sutiles en estos espacios de la estructura social. Josune Aguinaga compara las generaciones de las jóvenes con la de sus madres, detecta una serie de déficits que pasan por la salud sexual y reproductiva, los desencuentros entre hombre y mujeres y destaca la necesidad de atender a la educación informal como instrumento de cambio. Élida Alfaro, pone de manifiesto cómo la participación de las mujeres en el hecho deportivo no sólo es minoritaria sino que, además, está impregnada de los estereotipos sociales de género y afecta tanto a la

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participación en las diferentes actividades físico-deportivas como a los niveles de gestión y organización del deporte. Coral Caro trata el tema del amor romántico que es un concepto fundamental en el imaginario occidental pero que muy a menudo se muestra como trasfondo de la violencia de género. Su representación está diseminada en diferentes discursos, creencias, producciones culturales y audiovisuales que marcan las formas, los rituales, las actitudes que lo caracterizan y lo hacen reconocible. Ana de Miguel trata de explicarnos una situación actual aparentemente paradójica y contradictoria: cómo convive la aceptación y consolidación de importantes valores feministas con lo que se puede calificar como una acrítica vuelta al rosa y al azul. Consuelo Flecha, después de constatar los altos índices de escolarización de las chicas propone mirar hacia otros objetivos: cómo se tiene en cuenta la presencia en esos procesos formativos, en qué se les ofrece en ellos, en las iniciativas que se han planteado para hacer de las aulas espacios en los que no se reproduzcan estereotipos asignados a uno y a otro sexo. Carmen Ortiz después de reflejar los déficit de las mujeres jóvenes se adentra en el análisis de la participación de las mujeres. No puede existir una participación equilibrada sin un funcionamiento efectivo de la “democracia paritaria”. El término, y la idea misma, es muy reciente y supone un punto de inflexión fundamental en la argumentación a favor de la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisión política. Lola Pérez Carracedo cree que las mujeres más jóvenes, fundamentalmente las de las sociedades occidentales y de entornos urbanos, conviven con las Nuevas Tecnologías de manera cotidiana y son usuarias y protagonistas de proyectos y acciones en Internet. Por otro lado continúan existiendo desigualdades por cuestión de género en formación, acceso y usos de las principales herramientas lo que provoca que las mujeres no sean tenidas en cuenta para multitud de productos y contenidos. Nos introduce finalmente en el ciberfeminismo Rosa Rodríguez analiza las características diferenciales por edad y género de los procesos migratorios de las mujeres jóvenes inmigrantes y la naturaleza de sus experiencias de vida. Teniendo en cuenta las variables de la sociedad y del mercado laboral español y los elementos que determinan el modelo migratorio de los países del Sur de Europa. Rosario Sampedro plantea la situación en la que se encuentran las mujeres rurales, y especialmente las jóvenes, en relación con su integración laboral, y los discursos sobre el arraigo y el desarraigo que emergen al tratar de resolver el dilema que plantea “ser modernas y de pueblo” a la vez. Teresa Torns y Susana Moreno tratan de analizar las vivencias sobre la conciliación de las mujeres jóvenes activas laboralmente. Pretenden mostrar como la conciliación les parece una cuestión contradictoria a estas jóvenes. Básicamente porque tal conciliación surge como una problemática construida sobre nuevos discursos que tratan viejos problemas sin ofrecer soluciones alternativas a las ya existentes. En definitiva, a lo largo de estas páginas comprobamos que el progreso de la sociedad española a partir de la transición a la democracia en materia de igualdad ha sido claro y contundente. El movimiento feminista, las reivindicaciones de las mujeres, han ido ascendiendo una empinada escalera, escalón a escalón y presionando a las autoridades de forma que actualmente podemos decir que se ha culminado una primera fase de los objetivos perseguidos por este movimiento. La creación de un Ministerio de Igualdad es la prueba de que el nivel de sensibilización ha alcanzado a todas las instancias sociales y políticas de nuestro país, pero también el reflejo de la necesidad de seguir trabajando y este número monográfico trata de aportar su granito de arena en el proceso de la igualdad y en el sector más importante para el futuro de la sociedad, la Juventud.

Josune Aguinaga

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documentos

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Josune Aguinaga Roustan. Profesora Titular de Sociología UNED.

Ni victimismo ni triunfalismo. Logros consolidados y déficit por conseguir en materia de igualdad en mujeres jóvenes

En este artículo se trata de demostrar que la situación de desigualdad no se corresponde con los perfiles sociales y económicos de las jóvenes actuales si comparamos su situación con la de sus madres. Observamos que se ha producido un cambio en las formas de desigualdad más benévola en apariencia pero igual de efectiva. Se trata de un mecanismo mediante el cual las viejas desigualdades formales han sido sustituidas por desigualdades estructurales, poco perceptibles y sin embargo tan eficaces que permite que subsistan las discriminaciones, a este mecanismo le llamaremos “igualdad simulada”. Todo ello produce desencuentros entre hombres y mujeres y por supuesto entre chicas y chicos. Especialmente reflejados en materia de violencia de género de la que las jóvenes, pero también en el número de divorcios. Otro tema en el que no se ha alcanzado un nivel satisfactorio es el de la salud sexual y reproductiva de las jóvenes. Finalmente la hipótesis principal es que el factor que propicia las desigualdades es la educación informal, el más invisible dentro del proceso de socialización. Palabras clave: mujeres jóvenes, generación de madres e hijas, salud sexual y reproductiva, divorcios, violencia de género, educación informal, igualdad simulada.

1.- Introducción Tras largos años de reivindicaciones por parte de las generaciones de mujeres feministas, la igualdad de las mujeres con los hombres ha avanzado de forma que la actual sociedad casi nos impide recordar la sociedad de hace tan solo 50 años. Sin embargo dejando fuera triunfalismos vemos que todavía hay temas muy disfuncionales en la situación actual que no permiten asumir la conciencia de que el objetivo ya ha sido alcanzado. Lo que a su vez impide la tranquilidad social al menos para un sector tan importante como las mujeres en su relación con los hombres, donde se produce un desencuentro que cada día tiene manifestaciones importantes algunas de ellas están muy a la vista en las estadísticas de divorcio y otras en la triste historia de la violencia de género. Naciones Unidas (1) ha llamado la atención del mundo al establecer que el nivel de desarrollo de los países está relacionado con la participación de las mujeres en los ámbitos sociales, económicos y políticos.

(1) Informe Desarrollo Humano, 1995, PNUD.

Como país desarrollado, las instituciones españolas hace años que asumieron la necesidad de equiparación entre hombres y mujeres por lo que establecieron una serie de mecanismos cuyo objetivo final era propiciar la igualdad. Lo cierto es que el sentido patriarcal impregna de tal forma a la sociedad que solo permite avanzar a impulsos generalmente pequeños y lo mas importante susceptibles de retroceso permanentemente, algo que comprobamos, por ejemplo, con el derecho al aborto.

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Profundizar en el análisis de la disfunción requiere una amplia visión de conjunto de todos los fenómenos sociales implicados en su origen. Por ello centrarse en las mujeres jóvenes reviste de un interés especial. Es dónde mejor se deben percibir los cambios y donde los déficits resultan más patentes. Observar lo que ocurre entre las jóvenes, es la mejor evaluación que se puede hacer al proceso de igualdad. Si se están tomando medidas, si se está propiciando el cambio, la evaluación, es decir el estudio de las mujeres jóvenes, nos permite conocer hasta que punto estas medidas están alcanzando sus objetivos. Las mujeres al igual que los hombres jóvenes son producto, como ya hemos señalado en otros trabajos, de la premeditación (2). Es una generación deseada, planificada y muy reducida. Por ello estos y estas jóvenes han sido considerados como hijos tesoro (3). La percepción de la abundancia económica de estas últimas décadas, diluyen problemas reales que siguen existiendo. Cuando a una generación se le ha dado todo ¿puede pedir algo mas?. Se supone que estarán en la situación perfecta, hemos alcanzado el nirvana social. Es imposible que haya desigualdad ya que todos han recibido lo mismo. Y se llega a discutir incluso que pudiera existir la desigualdad. Las familias no la perciben y las propias jóvenes tampoco. Solo cuando se enfrentan autónomamente al mundo y a la convivencia en pareja es cuando emerge la conciencia de los problemas de desigualdad a los que tienen que enfrentarse.

(2) Aguinaga, J., y Comas, D., 2006, “La generación premeditada”, en Temas de Debate, nº 138, mayo. (3) Comas, D. (2007), “La generación premeditada y la sociedad tecnológica: el cambio social y la necesaria adaptación conceptual”, en SISTEMA, nº 197-198. (4) Aguinaga, J. y Comas, D., 2008, La juventud española entre la negación y la mitificación en Campo, S. y Tezanos, J.F., España Siglo XXI. La Sociedad, Biblioteca Nueva, Madrid.

Porque además se ha producido un cambio imperceptible en el sentido de la discriminación, se trata de un mecanismo, que podemos llamar “igualdad simulada”, mediante el cual las viejas desigualdades formales han sido sustituidas por desigualdades estructurales, más sutiles pero igual de efectivas y que al final, mantienen fórmulas de desigualdad en un contexto con apariencia de igualdad (de hecho tanto las chicas como una mayoría de chicos jóvenes no admiten la existencia de ningún tipo de desigualdad formal e incluso ellas, en ocasiones, llegan a tomárselo como un insulto), pero a la vez reproduce las condiciones de una sociedad asimétrica. La orientación cultural de tipo patriarcal se va contrayendo pero emerge, especialmente entre los jóvenes, nuevos estilos de desigualdad, más democráticos, pero que tratan de mantener la “diferencia” a partir de una supuesta “afinidad electiva” de los dos sexos (4). Esta supuesta afinidad electiva, por ejemplo de las mujeres hacia la maternidad o hacia una mejor actitud por los estudios, es el factor clave que explica la pervivencia de las desigualdades. Se trata de una nueva lógica de la desigualdad, muy distinta de la vieja lógica formal pero que se muestra, de manera clara en las nuevas generaciones. Sabemos que el origen de esta problemática, que está bien descrita en la literatura feminista, se debe a la sociedad patriarcal y su proyección sobre las mujeres jóvenes (Aguinaga, 2004, Alberdi, 2002). Los caminos emprendidos para obtener los objetivos también han sido bien descritos y son diversos. Por un lado está el objetivo de la educación, por el que se va a buena velocidad, está el de la conciliación de la vida personal, laboral y familiar, que está resultando muy complejo, otra vía propone alcanzar el poder como forma de fomentar la presencia de las mujeres en la toma de decisiones pensando en que estás decisiones actúen en positivo para las futuras generaciones de mujeres, pero también en esta dirección falta mucho por conseguir.

(5) Aguinaga, J., 2001, “Princesas y esposas: ¿una educación informal equivocada?”, en Jornadas Niñas: la discriminación invisible, Seminario Permanente de Estudios sobre Mujer, Género y Feminismo, UNED.

Cuando en las jornadas del Seminario Permanente de Estudios sobre Mujer, Género y Feminismo en la UNED, analizábamos la situación de las niñas (5) creía-

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mos que en su educación y en la de los niños y las niñas, sobre todo en la educación informal se encontraba la base de lo que en el futuro se puede convertir en desigualdad. En mi opinión y ésta es la principal hipótesis de este texto, todos los hábitos y las costumbres basadas en el pensamiento patriarcal se transmiten a través de la educación informal, un reducto en el que hasta ahora no se ha intervenido adecuadamente, debido a la propia dificultad que plantea una intervención clara y contundente en el ámbito de lo privado y en las relaciones intrafamiliares de los y las más pequeñas (con esto no quiero decir que la educación informal se produzca sólo en este ámbito). Es necesario plantear correcciones a lo largo del proceso de crecimiento de las niñas y los niños hasta sus edades adultas en todos los ámbitos, pero el vórtice de todos los problemas posteriores, el origen de los estereotipos, se encuentra en esa educación diferencial. Un tipo de educación inconsciente y difícil de valorar pero que somete a los mas pequeños y a toda la sociedad en su conjunto. Una primera aproximación a la definición de educación informal es, aquella no programada que se produce en el seno de las familias y todo su entorno, familia extensa abuelos y abuelas, tíos y tías, primos y primas, incluso las amistades de los adultos, la vecindad y los comerciantes del entorno de los niños y niñas, además de los propios padres y madres. Recientemente, el Injuve incluía en uno de sus sondeos el tema de la Igualdad de Género. No deja de resultar sorprendente que entre los y las jóvenes entrevistados los chicos dediquen mucho menor tiempo en “limpiar y ordenar la casa” (mucho y bastante: 29,1%) que las chicas (mucho y bastante: 69%), y sin embargo ellos son mas los que “reparan cosas que se rompen” (mucho y bastante: el 51,6% de los chicos frente al 22,4% de las chicas) manteniendo comportamientos estereotipados, al igual que los opiniones en torno al trabajo y proyecto familiar, incluso en la toma de decisiones algunos jóvenes se hacen fuertes frente a las chicas. Los datos son importantes, las mujeres opinan que es imprescindible tener un trabajo remunerado para ser independientes en un 81,5% de los casos y sin embargo los chicos opinando acerca de las mujeres, se quedan en el 74,8%. Si la pregunta se refiere a que la mayoría de las mujeres lo que quieren es crear un hogar y tener hijos nos encontramos con un elevado 38,3% de los chicos que opina que esto es cierto, pero en mi opinión lo mas complejo de analizar es que el 32,9% de las chicas tienen esta misma opinión. En menor medida pero significativa es la cuestión relativa a las decisiones, los chicos creen que las decisiones son masculinas en el 16,1% de las ocasiones y las chicas en el 10,9%. Y extravagante resulta la respuesta en materia de salarios ya que están de acuerdo con que deben cobrar mas los chicos el 9,2% si los que responden son ellos y aquí más que duplican a las chicas que opinan lo mismo en el 4,4% de los casos. Si resulta llamativa la persistencia del patriarcado a través de las respuestas de los chicos, son extrañas por ser afectadas y estar recibiendo muchos feed-backs de la sociedad por parte de la injusta desigualdad de las mujeres (6), las respuestas de las chicas.

(6) Cifras Jóvenes, Sondeo de Opinión, 4ª encuesta 2007. Tablas de Resultados. Estudio Injuve.

Dichos resultados nos devuelven a la cuestión de la educación, pero de acuerdo con la hipótesis establecida, esta es una tarea que hay que iniciar es desde el nacimiento de niños y niñas. El problema es que en las edades juveniles, es decir a partir de los 15 años, las mentalidades profundas ya están formadas y tratar de cambiarlas resulta muy complejo. Por este motivo hay que ir al origen de la formación, la fase anterior basada en la educación informal que se inicia desde que nacen. Aunque esto es muy difícil de asimilar por las sociedades adultas, por ello

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sería necesario analizar que tipo de campañas se pueden implementar, dirigidas hacia las personas adultas, para que en todos sus ámbitos de influencia eduquen en igualdad. La demanda de igualdad más visible consiste, como se argumenta desde el feminismo, en que no se encuentren “ni menos del 40% ni mas de 60%” de un solo sexo, en cualquier espacio de la vida ciudadana, social, económica y política. Así nos encontraríamos con una democracia mucho más perfecta de la que tenemos ahora, que además de otras carencias, tiene esta tarea pendiente, la de la igualdad entre hombres y mujeres. A lo largo de estas páginas queremos describir cual es el punto de partida y la situación que se encuentran las mujeres jóvenes cuando han de enfrentarse a su vida con autonomía, por lo que en primer lugar vamos a comparar la generación de mujeres jóvenes con la de sus madres. A continuación vamos a poner de manifiesto alguno de los problemas que inciden en su calidad de vida y bienestar social, atribuibles a déficits en la educación, que encuentran las mujeres jóvenes en su desarrollo personal como son los derivados de los proyectos familiares y su planificación acompañados de una buena salud sexual y reproductiva y por último los desencuentros entre hombres y mujeres, veremos cifras de divorcio y violencia, todo ello derivado de una causa, la educación informal patriarcal.

2.- Perfil de las jóvenes actuales relacionado con el de sus madres Las mujeres menores de treinta años han nacido después de la muerte de Franco y no han tenido noticias acerca de las situaciones concretas de extrema discriminación padecidas por sus madres y sus abuelas más que en los libros de texto y medios de comunicación. Ni siquiera el cine y la literatura actuales son suficientemente ilustrativos sobre aquella época. Sin ánimo de querer imponer el conocimiento de un época llena de pesares que cuadra mal con algunas excesos actuales de optimismo, no está de mas que se sepa cuales fueron los hechos por los que tuvieron que atravesar nuestras antepasadas, sobre todo porque algo queda de todo ello y explica problemas que no se han resuelto en la actualidad (7). En este sentido tampoco la mayoría de las madres, porque son mas jóvenes, vivieron los años más duros de la época franquista (8), como vamos a comprobar en la tabla de equivalencias madres e hijas y sus respectivas edades y fechas de nacimiento. Pero recibieron de cerca el impacto de las etapas más duras de la represión política y social de aquellas etapas.

(7) Ya estaba terminado y entregado este artículo cuando apareció un libro que sostiene hipótesis parecidas y que merece la pena tener en cuenta. Se trata del texto de Mª Elena Simón en editorial Narcea que se titula Hijas de la Igualdad, Herederas de injusticias.

En la tabla 1 vemos las edades de las jóvenes y su fecha de nacimiento, hemos tomado del Instituto Nacional de Estadística los datos de edad media al tener hijos de las madres cuando nacieron las hijas y de este dato deducimos la edad y fecha de nacimiento de las madres. La generación de las madres, en sus edades de adquisición de autonomía, está sometida a una legislación que influye en los comportamientos o que al ser rechazada obliga a realizar los actos en la clandestinidad adoptando comportamientos ilegales bajo el paraguas de aquellas leyes. Las claves clásicas en relación con la igualdad son:

(8) Ya son las abuelas de las mujeres jóvenes a las que les tocó vivir esa etapa

• Los anticonceptivos se despenalizan en 1978. Afecta a las madres pero no a las hijas que cuando llegan a la edad fértil no encuentran ese obstáculo (aunque encuentran otros como veremos en el apartado siguiente).

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Tabla 1. Cohortes de madres e hijas de las mujeres jóvenes actuales Edad de la Joven (1)

Año de Nacimiento (2)

Edad Media a la maternidad (3)

Edad actual de la madre (4)

Año nacimiento de la madre (5)

15

1993

29,46

44,46

1964

16

1992

29,25

45,26

1963

17

1991

29,04

46,04

1962

18

1990

28,86

46,86

1961

19

1989

28,72

47,72

1960

20

1988

28,57

48,57

1959

21

1987

28,56

49,56

1958

22

1986

28,53

50,53

1957

23

1985

28,45

51,45

1956

24

1984

28,42

52,42

1955

25

1983

28,37

53,37

1954

26

1982

28,32

54,32

1953

27

1981

28,23

55,23

1952

28

1980

28,20

56,20

1951

29

1979

28,24

57,27

1950

Fuente: INE Indicadores Demográficos Básicos (1) Entre 15 a 29 años son las edades en las que se considera a las personas jóvenes. Los estudios de juventud se realizan para este rango de edad (2) Las jóvenes comprendidas entre dichas edades han nacido en los años calculados en la columna 2 (3) La edad media en que las mujeres fueron madres en dichos años según los datos proporcionados por el INE es la que figura en la columna 3 (4) Si las madres tenían esa edad cuando nacieron sus hijos actualmente tendrá los años que tenían mas los que tienen sus hijos actualmente (5) Por último se ha calculado los años en los que nacieron estas mujeres No se trata de cálculos exactos ya que están basados en medias de edad, pero nos proporcionan mucha información a cerca de las dos generaciones más recientes de mujeres. (La edad media a la maternidad es en 2006 de 30,89 años).

• En 1981 se aprobó la ley de divorcio y se cambió el código civil en aquellos artículos por los cuales la mujer no podía solicitar pasaporte sin el permiso de su marido o de su padre, o no podía abrir una cuenta corriente igualmente sin contar con el permiso masculino. • El aborto se despenaliza en 1985, en tres supuestos que no han terminado de resolver los problemas que encuentran las mujeres que lo necesitan ni profesionales de la sanidad que lo realizan. Sin embargo es una generación que no vivió de una manera homogénea ni su educación, ni su adolescencia ni la adquisición de autonomía personal, ya que justamente es la generación que vive todos estos procesos entre 1965 y 1985. Pero en estos 20 años, se suceden una serie de cambios a una velocidad de vértigo. La incorporación a la universidad, al trabajo remunerado y las conquistas sociales en la forma de vestir y comportarse (fumar, beber, salir de noche…), son los reflejos mas aparentes de aquella transformación. Cabe insistir en que todo el movimiento social favorable a la igualdad y previo a la guerra civil quedó semiparalizado y por supuesto oculto al finalizar la misma, lo que también sucedió con los movimientos de mujeres y todos los derechos ya adquiridos. Por ello la recuperación completa de los movimientos de mujeres no se produce hasta los años de la transición política.

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Concretamente, a lo largo de una parte de la juventud de las madres de las jóvenes actuales, se pueden citar la aparición de la Sociedad Española de Mujeres Universitarias, 1953, El Seminario de estudios Sociológicos de la Mujer, 1967 y el Movimiento Democrático de Mujeres (9), acontecimientos que influyeron poco en la vida cotidiana de una mayoría de mujeres pero que permitieron recuperar el relato de la lucha por la igualdad de la etapa republicana y transmitir los acontecimientos que se estaban desarrollando en otros países. A partir de 1976 se van formando distintas organizaciones, que buscan influir en la realidad social española reivindicando la igualdad de las mujeres (10). Las madres de las jóvenes actuales se forman a lo largo de todo el proceso descrito que va desde unos grupos que propiciaban un incipiente feminismo hasta el gran paso de la institucionalización del movimiento a través de la creación del Instituto de la Mujer (11) en el año 1983. En estas circunstancias las mujeres menores de 30 años cuando han alcanzado su etapa juvenil se han encontrado con una institución dedica a salvaguardar a las mujeres de discriminaciones y ninguna de las trabas legales mencionadas. Esta descripción vale en lo que se refiere a situación social y reivindicativa.

(9) 2005, Moreno, M., sf. Manifiestos feministas. Antología de textos del movimiento Feminista Español. Lilita. Centre d’Estudis de la Dona de la Universitat de Alicante (10) 2005, op. cit (11) Asociación de Mujeres en la Transición (12) Aguinaga, J. 1982, Evolución demográfica y actividad remunerada de la mujer. Tesina, inédita. (13) Agudo, Y., 2008, Diferencias de Género en el alumnado egresado de la Universidad y su inserción laboral acceso/éxito académico de mujeres y hombres e itinerarios laborales en el acceso al empleo. Estudio de la UNED. Tesis Doctoral Inédita.

En cuanto a la situación laboral, las madres estaban en la edad en que podrían incorporarse al trabajo aproximadamente entre los años 70 y 75 y en aquellos momentos las tasas de actividad femeninas eran de entre el 13,31 y 14,65 (12), en 2007 las tasas de actividad de las mujeres son del 48,94 (a pesar de esta incremento todavía existe una notable diferencia con los hombres cuya tasa de actividad es de 69,27). Hay que tener en cuenta que este dato comparativo se refiere a todas las edades porque si comparamos sólo entre jóvenes, los más asentados laboralmente entre 25 y 29 años, nos encontramos con que los hombres tenían una tasa de actividad el último trimestre de 2007 de 90,56 y las mujeres de 80,90. Si abordamos el tema de los estudios vemos que es notable la diferencia que se produce entre las dos generaciones. Se trata de mujeres que según el modelo planteado tuvieron que terminar sus estudios entre los años 1972 y 1986. Los datos de los años en que las mujeres madres tuvieron edades universitarias, tienen un tratamiento muy difícil ya que no se recogen estadísticas desagregados por sexo. Así el Informe Foessa de 1975 aporta datos de la UNESCO, Statistical Yearbook, 1972, lo que queda recogido en la tesis doctoral de Yolanda Aguado que nos muestra que los datos son los reflejados en la tabla 2. En 1950, las mujeres matriculadas en la Universidad eran el 27,5% sobre un total de 73.759 personas matriculadas. En 1990 superan ya el 50% y se colocan en el 51,6% sobre un total de 1.225.181 (13). De las personas que terminan sus estudios en el año 2007, el 60,9% son mujeres (14).

(14) INE, 2008.

Queda realmente muy visible la transformación social que han protagonizado las mujeres en un periodo relativamente corto de tiempo como son dos generaciones que se llevan como mucho treinta años y que son las generaciones de madres e hijas. Sin embargo estas transformaciones estructurales no han afectado por igual a las transformaciones mentales, emocionales y afectivas que se basan en la educación informal.

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Tabla 2. Alumnos matriculados en las Universidades españolas Cursos

Total matriculados

Mujeres

Hombres

1970

330.000

27,5%

72,5%

1975

515.732

37%

63%

Curso 1980-81

670.377

47%

53%

Curso 1985-86

825.287

49,5%

51,5%

Curso 2006-07

1.405.894

54,4%

45,6%

Fuente: Agudo, Y., 2008, La Universidad Nacional de Educación a Distancia en el contexto de la Universidad española. Evolución y feminización del alumnado, Inédita.

3.- Educación sexual y reproductiva Los países en los que se produce una buena educación sexual suelen tener pocos problemas de embarazos no deseados y reducen sus tasas de abortos. En España aunque las cosas han cambiado mucho entre las dos generaciones que estoy analizando, todavía se encuentran temas que no se pueden abordar de forma clara en contextos, de conservadurismo social muy tradicionales, por lo que no se están ofreciendo a las chicas y chicos jóvenes una respuesta adecuada a sus demandas. Lo que, por otro lado, no impide que las chicas jóvenes gestionen su salud reproductiva con mayor o menor éxito, como vamos a ver a continuación. 3.1.- Embarazos en mujeres jóvenes Es un dato probado que el número absoluto de nacimientos está creciendo a partir de haber alcanzado unos mínimos históricos. Aunque lo importante es conocer el dato en tasas para poder apreciar los crecimientos. Porque si

Tabla 3. Nacimientos de Mujeres jóvenes en el año 2006

Menos de 15 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29

Total

Madre Extranjera

167 460 1.303 2.434 3.917 5.417 6.738 7.768 8.858 10.237 12.352 15.206 18.695 22.304 27.753 32.728 176.337

67 130 400 774 1.278 1.967 2.571 3.081 3.577 4.043 4.472 4.763 5.209 5.112 5.210 4.902 47556

Fuente: INE

Mujeres jóvenes en el siglo XXI

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aumenta el número de nacimientos pero también está creciendo el número de mujeres en edad fértil y de hecho las migraciones han aportado un gran número de mujeres con estas características, nos podríamos encontrar con que el incremento de la natalidad no sea tan importante. En esta ocasión, no obstante lo que nos interesa son los números absolutos porque estamos hablando de cifras de nacimientos muy pequeñas sobre todo en los casos de las mujeres mas jóvenes y especialmente si queremos comprobar uno de los argumentos del crecimiento como son las mujeres que no han nacido en este país. Según los datos de la tabla 3, se producen en España 167 nacimientos de mujeres menores de 15 años de todos estos nacimientos 67 serán de mujeres extranjeras. Los nacimientos que se producen entre mujeres menores de edad en total suponen 4.364 de los que 1.371 corresponden a mujeres extranjeras, un tercio aproximadamente del total. La razón de nacimientos de menores sobre el total no llega al 10‰. Pero ciertamente lo que se tiene en cuenta son otros parámetros. Mujeres que deberían estar en la educación obligatoria y preparándose para ser independientes se ven avocadas en la mayoría de los casos a dejar sus estudios para ocuparse del bebé. En total las mujeres jóvenes tienen 176.337 hijos, estas cifras suponen un 36,5% del total, de todos estos nacimientos las madres extranjeras suponen un total de 47.556, lo que a su vez representa el 27% de todos los nacimientos que se producen entre mujeres jóvenes (las jóvenes extranjeras suponen aproximadamente el 13% del total de mujeres jóvenes). 3.2.- Abortos En España se produjeron en 2007 un total de 112.138 abortos según los datos proporcionados por el Ministerio de Sanidad. De estos 500 son de mujeres menores de 15 años y 14.807 de mujeres comprendidas entre 15 y 19 años. El grupo que aporta mayor número de abortos es el comprendido entre 20 y 24 años (28.242), seguido muy de cerca por el grupo de mujeres entre 25 y 29 años (27.581). En total los abortos de las mujeres jóvenes suponen el 58,7% del conjunto. La mayoría de estos se producen entre mujeres solteras suponiendo el 77,5%. En la mayoría de los casos lo que se refleja a partir de estos datos es el fracaso del control de la natalidad y por tanto de que las mujeres jóvenes se exponen no solo a embarazos no deseados sino a riesgos de enfermedades de transmisión sexual sin tomar precauciones. Y esto solo puede ser debido, porque la cifra es alta, a una carencia de educación sexual y reproductiva que resulta incomprensible en una sociedad avanzada como la española. El aborto ha existido y existirá siempre como un método definitivo de control de la natalidad, porque el control por otros métodos mas adecuados nunca logra el 100%, es prácticamente imposible que no se produzcan fallos o bien de los métodos o bien de las propias personas que los utilizan, incluso se puede entender que en los 9 meses que dura el embarazo se produzcan cambios de circunstancias personales en las mujeres que les lleven a tomar la decisión de no seguir adelante con su embarazo. Por ello es fundamental regularlo para proteger a las mujeres y al personal sanitario que lo llevan a cabo, pero no cabe duda de que una gran parte de las cifras arriba mencionadas se deben a una mala educación sexual y reproductiva, con las consecuencias que ello conlleva para la sociedad, no sólo para la juventud.

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Tabla 4. Número de hijos que tienen 1996

2000

2004

2008

Ninguno

90

91

89,1

87,7

Uno

7

6

7,5

8,1

Dos o más

3

3

3,4

4,2

Fuente: INJUVE 1996, 2000, 2004 y 2008

4.- Proyecto familiar En el Informe Juventud en España 2004, veíamos algunas cuestiones acerca de las actitudes familistas de las mujeres jóvenes frente a los chicos jóvenes. Las chicas prefieren a la familia frente a los amigos cuestión que no sucede con los chicos. En la encuesta de 2008 no se recogen las mismas variables que nos condujeron a estas conclusiones, Aunque el papel de mujer sumisa coexiste con el de mujer liberada, se producen una serie de contradicciones entre las más jóvenes. Por ejemplo más mujeres (28,6%) que hombres (20,7%) encuentran la felicidad con la familia, la pareja y los hijos, esto en parte es debido al sesgo que introduce la educación no formal, pero está claro que supone un handicap (15), al introducir una disfunción para el futuro de las relaciones, sobretodo entre mujeres que quieren trabajar y que tropiezan con hombres que no tienen la misma consideración sobre la familia, a los que realmente lo que mas felices les hace son las relaciones de amistad (16). Como vemos en la tabla 4, aunque no se aprecien grandes cambios, ni se puedan inferir tendencias de esta tabla, se puede observar un ligero incremento del número de jóvenes (chicos y chicas) que tienen hijos en el año 2008, incremento que no ha cesado desde el Informe de Juventud de 2000. Según el Informe Juventud 2008 el 76,8% de las chicas y el 72,7% de los chicos quieren tener hijos o si ya los tienen, tener más (la media de hijos en estas edades es de 1,4). Las chicas son las que prefieren un mayor número de hijos, por tres hijos se posicionan el 20% de las chicas frente al 17,6% de los chicos, a pesar de que son las que ven mayores dificultades para desarrollar su vida profesional (46,5% de las chicas frente al 42,1% de los chicos).

5.- Crónicas del desencuentro mujeres hombres

(15) Aguinaga, J. Princesas y esposas ¿una educación informal equivocada?, Seminario Permanente de estudios sobre Mujer, Género y Feminismo, UNED. (16) Aguinaga, J., “Las desigualdades de género entre los jóvenes”, Informe Juventud en España 2004, INJUVE, 2005.

En este apartado señalamos, porque nos parece de gran calado, los problemas que enfrentan a hombres y mujeres jóvenes. Antes que nada conviene hacer una reflexión sobre el contenido de violencia. Es violencia de género pero es algo más amplio, es violencia contra las mujeres en todos los ámbitos de la vida. Desde que nacen educándoles para casarse y para ser princesitas, pasando por aguantar a una pareja (que ya no es obligatorio), por la obligación de ser madres con un nivel de exigencia que violenta a las mujeres, hasta que en la vejez son las más pobres de la sociedad, porque han cotizado menos o nada a la Seguridad Social. Es violencia el que ganen menos que los hombres por el mismo trabajo, es violencia que se haga recaer sobre ellas el trabajo doméstico, es falta de respeto y consideración cuando los miembros de las familias están en las mismas condiciones horarias en el trabajo, es violencia la imposibilidad de acceder a puestos de trabajo para los que están cualificadas, es la falta de reciprocidad a la aportación de las mujeres a la convivencia y a la sociedad.

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Tabla 5. Divorcios 2003

2004

2005

2006

2007

4.672

4.987

8.073

15.052

13.577

Chicos

2.290

2.399

4.137

7.974

7.113

Total

6.962

7.386

12.210

23.026

20.690

Chicas

Fuente: Instituto Nacional de Estadística.

La Ley Integral contra la violencia de género española recoge la violencia que se ejerce contra las mujeres y esta es física y sexual, pero también económica, psicológica y religiosa. Y ya hace tiempo (2004) se ha empezado a hablar de micromachismos (17), donde Luis Bonino profundiza en los pequeños detalles, en comportamientos exigentes y autoritarios en la vida cotidiana, y ahora se habla de posmachismo (18), que analiza Miguel Lorente como la descalificación parcial del ideario de igualdad. Ya no es fácil pronunciarse contra la igualdad y por tanto se pronuncian y descalifican partes del discurso para reubicarse sin haber perdido las posiciones de poder que ya tenían, en un acto de “igualdad simulada”. Desde este punto de vista son varias las cuestiones que se podrían analizar. Por ejemplo uno de ellos es la conciliación de la vida laboral y familiar o la cuestión del amor romántico (estos temas se tratan en otros artículos de este número monográfico), pero en esta ocasión nos vamos a centrar en dos temas como son el divorcio y la violencia de género. Estos dos temas muestran fuerzas centrípetas y centrífugas que unen y separan a hombres y mujeres como si un imán y un repelente estuviesen actuando sobre las relaciones entre chicos chicas. 5.1.- Divorcios de las personas jóvenes Una característica que refleja un desencuentro es el número creciente de divorcios. No sería ningún problema ya que es más bien un derecho y una conquista social, pero a la vez refleja, en la mayoría de los casos, un hecho traumático, además y en definitiva se trata de un desencuentro entre chicos y chicas. Ya veíamos antes que las actitudes son diferentes a la hora de enfrentarse a la formación de una familia, ya que las chicas están educadas para formar familias y sin embargo los chicos están dirigidos a tener como algo superior las relaciones, literalmente los amigos.

(17) Bonino, L., 2004, Los Micromachismos, Revista La Cibeles, nº 2, Ayuntamiento de Madrid. (18) Lorente, M., 2008, El nuevo hombre nuevo, Destino, Barcelona.

Las cifras que nos ofrece el Instituto Nacional de Estadística son claras en este sentido. Recogemos las cifras de los últimos 5 años de los que existe información, así en el año 2007 se divorciaron 7.113 chicos menores de 29 años y 13.577 chicas. En el año 2006 lo hicieron 7.974 chicos y 15.052 chicas, en 2005, 4.137 chicos y 8.073 chicas, en 2004, 2.399 chicos y 4.987 chicas y en el año 2003 lo hicieron 2.290 chicos y 4.672 chicas (Ver tabla 5).

(19) Hay quien opina que la crisis económica tiene un efecto de contención de los divorcios.

De esta información se deduce una tendencia que crece muy rápidamente desde 2003 hasta 2006 y que aparece un poco frenada en 2007. No podemos adelantar si la tendencia es al crecimiento y el dato de 2007 es coyuntural o se va a producir una tendencia a la baja (19), lo que si está claro es que son cifras elevadas para una población joven dónde la mayoría no está casada y los y las casadas están estrenando matrimonio.

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Tabla 6. Muertes de Mujeres Jóvenes 1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

-16

1

0

0

0

0

3

0

0

0

0

16-17

1

1

0

2

1

1

1

0

0

0

18-20

2

2

0

2

0

5

4

2

2

4

21-30

9

15

18

16

16

13

14

15

18

18

Total -30

13

18

18

20

17

22

19

17

20

22

Total

54

63

50

54

71

72

58

68

71

70

Fuente: Instituto de la Mujer

El porcentaje de los que afirman vivir en pareja son el 22,2% a los que habría que añadir el 6,9% que han convivido en el pasado, según el Informe Juventud de 2008. Pero no se pueden relacionar ambos datos ya que los divorcios (de los que se han excluido separaciones y nulidades) son actos oficiales que han llegado a tribunales, mientras que la formación de parejas no requiere ningún tipo de formalidad ni para su formación ni para su ruptura. ¿Qué se puede concluir de esta información?. En primer lugar que se producen bodas con un ingrediente alto de banalidad. En segundo lugar que existe un cierto desencuentro entre chicos y chicas a la hora de diseñar un proyecto de vida en común. Y en tercer lugar que no está claro que exista entre los y las jóvenes la capacidad de asumir serenamente todo el proceso, porque como vamos a ver a continuación algunas de estas rupturas terminan muy mal, con violencia. 5.2.- Violencia y mujeres jóvenes Es interesante conocer cuales las causas por las que las mujeres jóvenes son también víctimas de este tipo de violencia. La violencia en estas edades, mujeres menores de 30 años (20), supone un tercio de toda la violencia de género. Parece insólito que unas mujeres cuyas características tendrían que aportar un grado de igualdad y de racionalidad importante, como hemos intentado demostrar en el análisis comparativo intergeneracional, sigan sufriendo problemas de índole similar a la de las mujeres que vivieron etapas preconstitucionales, con similares consecuencias. Y de nuevo volvemos a la educación informal. La cuestión es lo que han podido encontrar como costumbre social, las retrotrae a épocas anteriores. ¿Cómo aprenden la costumbre social? Nos centraremos en las mujeres sometidas a violencia de género menores de treinta años. Los datos los proporciona el Consejo General del Poder Judicial y la Macroencuesta del Instituto de la Mujer sobre la Violencia contra las mujeres.

(20) En este caso los datos vienen agregados hasta la edad de 30 años.

El número de muertes de mujeres menores de 30 años asciende a 22 y supone el 31,4% del total de muertes de mujeres, es decir una de cada tres mujeres muertas por violencia de género es menor de 30 años y por tanto se encuentra en el grupo de mujeres jóvenes. En cuanto a las denuncias, las correspondientes a las mujeres jóvenes están suponiendo el 41,1% del total de las denuncias interpuestas por las mujeres

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Tabla 7. Denuncias por malos tratos producidos por la pareja o expareja. Según grupos de edad

2002

2003

2004

2005

2006

-16

168

250

323

356

380

2007 389

16-17

345

462

607

771

838

960

18-20

1.659

2.037

2.583

2.911

3.122

3.336

21-30

13.601

16.091

18.776

19.831

20.734

21.338

Total -30

15.773

18.880

22.289

23.869

25.074

26.023

Total

43.313

50.090

57.527

59.758

62.170

63.347

Fuente: Instituto de la Mujer

víctimas de malos tratos. Este dato, la proporción de jóvenes que denuncian, va en aumento año tras año. Esto aporta dos balances uno negativo y otro positivo. El negativo sería que son muchas las mujeres jóvenes que se sienten maltratadas. Pero también tras estos datos se puede esconder que se atreven mas a denunciar con lo que estarán más protegidas. Por otro lado no hay que desechar ningún perfil porque están todos representados, mujeres que trabajan, que no trabajan, que conviven, que no conviven, en trámites de separación, separadas, por no hablar de las clases sociales o estatus socioeconómico que al igual que el del maltratador es un perfil de lo más variado. La implicación que debe tener toda la sociedad en este problema y toda la sociedad incluye a los hombres, sería objeto de otro trabajo. Es decir, la hipótesis de que el problema se encuentra en la educación informal, también de los maltratadores es válida pero es otra forma de abordar la cuestión, queremos centrarnos en las mujeres y plantear la hipótesis de que el objetivo es el logro de autonomía personal, económica y emocional. Esto significa que si conseguimos que las mujeres dejen de someterse se podrán defender mejor y dejaran de ser víctimas. Cuando se educa a las jóvenes para ser autónomas, capaces de ser independientes económicamente, están viendo reforzadas sus capacidades y de hecho hay una respuesta clara y contundente. Pero hay un gran vacío en la educación para la igualdad, debido a la dificultad de superación del orden patriarcal, se trata de que en los ámbitos familiares los modelos que perciben en la infancia siguen teniendo el esquema tradicional. Y si esto se da en las familias, los medios de comunicación no se quedan cortos. Se produce además, un vacío en la educación sentimental difícil de superar por ambos sexos que llevan a los desencuentros en los hemos querido hacer hincapié en este apartado. Lo importante es educar para ser autosuficientes económica, social y emocionalmente tanto a chicas como a chicos. Vamos a ver a continuación en que consiste la educación informal como una vía de la socialización en igualdad.

6.- Educación informal Adelantábamos en páginas anteriores un esbozo de lo que es la educación informal. En este epígrafe vamos a poder centrarnos en concreto en el contenido de la Educación Informal y qué elementos aporta para la educación en igualdad.

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La definición de Educación informal supone “cualquier situación de aprendizaje vivida por una persona hasta que acaba su vida, que no haya sido planificada específicamente para enseñar. Nunca se deja de aprender, las experiencias vividas ayudan a desarrollar nuevas estrategias que permiten enfrentarse a las siguientes situaciones, así como no cometer los mismos errores” (Herrera, 2006). En las edades en las que se marca la impronta que va a estar presente a lo largo de la vida de las personas se trata de una influencia de alguna forma determinista, y aunque la teoría considera que no se parte de planteamientos deliberados, en opinión de Herrera no siempre es así, “Aunque no siempre está tan claro que no sean intencionados, pues cuando unos padres enseñan a sus hijos e hijas a comer, a responsabilizarse de sus tareas o recoger su cama, a cumplir con unos compromisos de horario y conducta, nadie puede negar que los padres lo hagan deliberadamente” (Herrera, 2006). El problema se plantea cuando no solo los padres sino también los medios de comunicación han determinado a priori las diferencias que establecen la identidad, e incluso la imagen estética, entre chicos y chicas. De esta forma nos encontramos con problemas educativos muy visibles, ya que por ejemplo, uno de los hándicaps que se atribuye a las mujeres es que no acceden a la informática, pero ya es un indicativo el que la primera video consola que se puso en circulación se llamase Game Boy. Estos problemas pueden ser abordados porque hay algo tangible, concreto y además incorrecto. Por el contrario, hay una serie de cuestiones intangibles en las que no se termina de dar un enfoque adecuado en la educación de las chicas. Se sigue hablando del Príncipe Azul y las chicas se lo siguen creyendo. Ello lleva a que al iniciar su vida autónoma mantengan, entre otros componentes, la ilusión de construir un proyecto de vida familiar, pero también es una ilusión que conduce a la sumisión con los hombres por que en general el príncipe es un varón, héroe y quién decide elegir a la mujer como pareja. En primer lugar la educación en este sentido se hace porque no nos hemos propuesto cambiarla. Hemos analizado los cuentos, los juguetes, hemos reivindicado el cambio de papeles pero no estamos dispuestos a que la infancia deje de ser “ingenua” y “tener ilusiones”. Por su parte forjarse ilusiones basadas en fantasías, porque esto es bonito y preserva a las niñas de la cruda realidad, es una de las grandes mentiras que habría que modificar obviando el consabido “ya se enfrentarán a los problemas de la vida cuando sean mayores, ahora que vivan felices en su inocencia”. Pero además es claro que hay un discurso que reciben las chicas, como educación informal, en las edades mas bajas que las conduce a la sumisión. La atribución a los chicos la competitividad y la agresividad y a las chicas la empatía y la sumisión son dos componentes educativos sobre los que claramente hay que actuar. En este punto reaparece la responsabilidad que tiene el entorno de los más pequeños en esa educación informal desigual.

7.- Propuestas educativas en las familias Las razones de esta dificultad para el cambio pueden ser muy distintas. Una primera, la más simple e inmediata podría ser, a pesar de que la sociedad ya ha evolucionando en otro sentido, la del interés en seguir manteniendo un

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sistema tradicional de familias. La segunda, que resulta muy difícil alterar las viejas prácticas educativas, aun entre las personas interesadas en el cambio social quizá por mera rutina no se estén elaborando procedimientos, discursos y contenidos alternativos educativos, equivalentes a los cambios que se están produciendo en la sociedad. De cualquier forma, sea cual sea el origen de la actual situación educativa, produce una inevitable disfunción, al provocar deseos inalcanzables y las consiguientes frustraciones. Se han criticado los cuentos, los juegos, se ha reivindicado el cambio de papeles entre niños y niñas, pero no hay una disposición a que el entorno de los mas pequeños sea mas realista, y se adecue a las circunstancias que luego les va a tocar vivir. Educar a los mas pequeños para abordar sus proyectos vitales, con mayor conocimiento de causa, ayudaría a mejorar su futura calidad de vida y porque no, podría generar mas armonía social. Ya que, si los cambios sociales son reales y además irreversibles, será mejor tenerlos en cuenta que tratar de ignorarlos o esperar que ellos mismos sean los que cambien estos procesos educativos. No entra dentro de los preceptos, por ejemplo, incidir sobre el amor romántico, porque todavía se considera un logro social. Ya no hay matrimonios por interés, ahora se supone que son sólo por amor. Pero hay autores como Giddens que afirman que el amor romántico es una trampa para las mujeres (21). Con los datos aportados podría ser cierto.

8.- Conclusiones A pesar de los cambios producidos en nuestra sociedad quedan muchas cosas por hacer. En algunas materias el recorrido es ya mucho mas corto por todo lo que se ha caminado. En otros temas en cambio, como maternidades, amor, violencia, queda un largo trecho por recorrer. Un cambio que hay que propiciar a luz de los hechos presentados es todo lo relativo a la educación sexual y reproductiva. Enseñar a ser consciente de las posibilidades de ejercer el control de la natalidad y como hacerlo efectivo conduce a una reducción de los embarazos no deseados y a rebajar sustancialmente el número de abortos. En cuanto a las relaciones personales hay que evitar desencuentros como el de que los objetivos en cuanto al proyecto familiar y al deseo de hijos sean diferentes entre chicos y chicas. No se puede evitar la variabilidad en el pensamiento de chicos y chicas, pero hay que tratar de preparar a las personas para que dentro de su idiosincrasia encuentren con quien compartir sus aspi raciones y sus deseos en cuanto al proyecto familiar. Y si este es un desencuentro a combatir, pasamos a situarnos frente al divorcio y el más grave de todos, la violencia de género.

(22) Lucenay de, M. 1937, Las leyes y el sexo, Editorial Fénix, Madrid.

Es necesario cambiar los estereotipos y valores vigentes. La violencia es un hecho social y cultural, a lo largo de la historia. No me cansaré de citar a Martín de Lucenay que en 1937 decía que en España históricamente, “el marido quedaba exento de responsabilidad, si sorprendiendo a su mujer en flagrante delito de adulterio, mataba a la adúltera y a su amante. El marido burlado “tenía derecho” al asesinato para “reivindicar su honor”, con lo que la sociedad respiraba tranquila y la justicia quedaba satisfecha” (22 ), que permite

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(21) Giddens, A., 1995, La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas, Cátedra, Madrid.

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comprender lo interiorizada que ha estado a lo largo de la historia la violencia de género. Debido a este tipo de planteamientos, todavía hoy, se ha identificado al hombre con la fuerza y a la mujer con la sumisión, concretamente hasta el 2 de mayo de 1975, el código civil español hablaba de la obediencia que la mujer debía al marido, y aunque esto desapareció del código, permanece en las conciencias y es transmitido a las nuevas generaciones. En cuanto a la educación informal, habrá que tratar de dotarla de contenidos inequívocos para que los valores que se transmitan, sean esencialmente éticos y conlleven justicia social, para que la igualdad deje de ser “simulada” y se convierta en igualdad real. Lo mismo que se hizo a través de campañas que invitaban a modificar los modelos y los roles familiares proporcionando nuevas referencias: hay que tratar de proponer un modelo nuevo de relaciones entre adultos y niños y niñas. Para conseguirlo todo el entorno inmediato debe implicarse en la corrección de valores transmitidos, y por tanto las propias familias pero también entre vecinos, abuelos y abuelas, tíos y tías, vendedores y vendedoras tienen una responsabilidad y un papel en esta educación que supone la justicia en el futuro de nuestra sociedad. Para finalizar una cita textual de la Ley Integral contra la Violencia de Género dice que, “La violencia de género se enfoca por la Ley de un modo integral y multidisciplinar, empezando por el proceso de socialización y educación.” Sólo añadir que dentro de la socialización tenemos que empezar a trabajar con la parte no formal de la misma. Referencias bibliográficas - Aguinaga, J. y Comas, D., 2008, La juventud española entre la negación y la mitificación en Campo, S. y Tezanos, J.F., España Siglo XXI. La Sociedad, Biblioteca Nueva, Madrid - Aguinaga, J., 2007, Juventud y Género: la medida europea, Sistema, nº 197-198, Mayo. - Aguinaga, J., 2006, Agentes de Igualdad de Oportunidades: Acciones positivas en el marco de la cooperación, Editorial Universitas Internacional, Madrid. - Aguinaga, J., 2005, La pugna por la igualdad de género, en Tezanos, J.F., Tendencias en exclusión social y políticas de solidaridad, Editorial Sistema, Madrid. - Aguinaga, J., 2005, La desigualdad de género entre los y las jóvenes en Informe Juventud en España 2004, INJUVE. - Aguinaga, J., 2004, El precio de un hijo. Los dilemas de la maternidad en una sociedad desigual, Debate, Barcelona. - Aguinaga, J., 2001, “Princesas y esposas: ¿una educación informal equivocada?”, en Jornadas Niñas: la discriminación invisible, Seminario Permanente de Estudios sobre Mujer, Género y Feminismo, UNED. - Aguinaga, J., Comas, D., 1997, Cambio de hábitos en el uso del tiempo. Las trayectorias temporales de los jóvenes, INJUVE, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. - Aguinaga, J., 1996, “La proyección diferencial del fin de semana entre chicos y chicas” en Revista de Estudios de Juventud, Octubre, Nº 37. - Aguinaga, J. y Comas, D. 1993 Infancia y adolescencia: la mirada de los adultos, Madrid, Ministerio de Asuntos Sociales. - Alberdi, I., Escario, P., Matas, N., 2000, Mujeres Jóvenes, Fundación La Caixa. - Amorós, C., 2004, “Las élites profesionales femeninas” en Claves de la Razón Práctica, nº 143. - Beck, U., Beck-Gernsheim, E., 2001, El normal caos del amor, Paidos, Barcelona.

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documentos

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Ana de Miguel Álvarez. Profesora Titular de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

Feminismo y juventud en las sociedades formalmente igualitarias Para Julia y Marcos

Este artículo trata de comprender una situación aparentemente paradójica y contradictoria: cómo convive la aceptación y consolidación de importantes valores feministas con lo que se puede calificar como una acrítica vuelta al rosa y al azul, a las normas de la feminidad y masculinidad más rancias y que parecían ya superadas. En la primera parte se exponen algunas de las dificultades que enfrenta la juventud para percibir la desigualdad en las sociedades formalmente igualitarias, es decir, los mecanismos del sistema para invisibilizarse, y otros más explícitos como el estigma , la amenaza y el miedo a la pérdida de la felicidad. En la segunda se muestran algunas formas actuales de reproducción de la desigualdad que se inscriben en los cuerpos de las mujeres como la violencia y la prostitución. Al mismo tiempo se plantea la hipótesis de que en las sociedades formalmente igualitarias y con políticas activas de igualdad la reproducción de los valores patriarcales se realiza desde la triada del mundo de la creación, los medios de comunicación y el consumo de masas. La industria de la imagen y la industria del fútbol son algunos de los espacios en que cuaja la rancia ideología de la naturaleza diferente y complementaria de los sexos. Palabras clave: feminismo, ideologías sexuales, sexismo, amor romántico, violencia, prostitución. .

Introducción Este artículo trata de comprender una situación aparentemente paradójica y contradictoria: cómo convive la aceptación y consolidación de importantes valores feministas con lo que se puede calificar como una acrítica vuelta al rosa y al azul, a las normas de la feminidad y masculinidad más rancias y que parecían ya superadas. En la primera parte se exponen algunas de las dificultades que enfrenta la juventud para percibir la desigualdad en las sociedades formalmente igualitarias, es decir, los mecanismos del sistema para invisibilizarse, y otros más explícitos, el estigma, la amenaza y el miedo a la pérdida de la felicidad. En la segunda se muestran algunas formas actuales de reproducción de la desigualdad que se inscriben en los cuerpos de las mujeres como la violencia y la prostitución. Paralelamente el artículo plantea la hipótesis de que en las sociedades formalmente igualitarias y con políticas activas de igualdad la reproducción de los valores patriarcales se realiza desde tres mundos estrechamente conectados, el mundo de la creación, el los medios de comunicación y el consumo de masas. La industria de la imagen, del sexo, del fútbol son algunos de los espacios en que cuaja la rancia ideología de la naturaleza diferente y complementaria de los sexos. Feminismo y cambio social en España: el mundo en que han nacido las jóvenes Las transformaciones que ha experimentado la situación y la percepción social de las mujeres en España ha sido uno de los cambios más rápidos e

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impactantes de nuestra sociedad desde la instauración de la democracia. También ha sido uno de los factores que ha contribuido de forma decisiva a que nuestro país abandone el “Spain is different”, propio de los viejos y malos tiempos y haya abrazado con entusiasmo la modernidad. Ahora bien, frente a una sociedad caracterizada por una fuerte apariencia de modernidad, o más bien de posmodernidad, desde el feminismo es frecuente escuchar el argumento de que en cuanto “rascas un poco” las cosas no han cambiado tanto. Ni en la esfera pública ni, mucho menos, en la esfera privada. De hecho el acceso masivo de las mujeres jóvenes a la educación superior y a la población activa, al espacio público, entre las décadas de los ochenta/noventa no tuvo en su raíz un fuerte desarrollo del Estado de Bienestar o en un cambio drástico en la mentalidad de los varones, que pasaran a reclamar y obtener sus cuotas de trabajo y dedicación a los cuidados en la esfera de lo privado. No; este acceso masivo fue posible, entre otras razones, gracias a la difusión y aceptación de importantes valores feministas (Alberdi, 2000) y a lo que podemos calificar de auténtica huelga de natalidad de las mujeres, huelga por la que una sociedad generalmente calificada como tradicional-católica-familiar llegó a hacerse con el título (compartido) del país con la tasa de natalidad más baja del mundo. En este contexto puede ser más fácil comprender que la situación real de las mujeres y en consecuencia también del feminismo aparece surcada de dobles y triples jornadas, y contradicciones y paradojas varias, de forma que a veces puede resultar cierta una afirmación y su contraria. Por un lado hay razones para el optimismo cuando el criterio utilizado es el de comparar diacrónicamente nuestra situación actual con la de nuestras madres o abuelas; por otro hay razones para el pesimismo cuando comparamos nuestras vidas con las de la otra mitad de la raza humana, los varones, y observamos que siguen copando con naturalidad los puestos de poder en la esfera pública y se dejan servir y cuidar, aún con mayor naturalidad si cabe, en la esfera privada. Por otro lado continúan detentando el poder simbólico de definir la “autoconciencia” de la especie y de la sociedad. Es posible resumir la situación observando que si el sexismo está en momentos bajos no ocurre lo mismo con el androcentrismo. Ahora bien, lo que nadie puede negar, creo, es que a lo largo de estas tres décadas las mujeres nos hemos hecho visibles como sujetos con reivindicaciones específicas y también estamos consiguiendo llevar a la agenda política “nuestros” problemas para redefinirlos como problemas de toda la sociedad. Así se ha logrado por ejemplo con el tema de la violencia de género; así se ha llegado a tener un gobierno paritario como el actual, con el Partido Socialista Obrero Español en el gobierno, y así se ha aprobado una Ley de Igualdad que tiene como objetivo lograr remover algunas de las barreras que hacen que la sociedad patriarcal se siga reproduciendo sin mayores problemas en nuestra sociedad formalmente igualitaria. Por otro lado también se ha aprobado recientemente el matrimonio entre personas del mismo sexo con el mismo status legal y derechos que los matrimonios heterosexuales. El interrogante es ¿cómo se han logrado estos y otros objetivos que las sucesivas generaciones se encuentran ya como parte de su vida cotidiana? ¿Cómo se ha conseguido involucrar a la sociedad y al gobierno en la agenda feminista? Tal vez sea pronto para saber la respuesta pero si aventuro que mucho menos se hubiera logrado sin el firme compromiso

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de tantas y tantas mujeres con los fines y valores del feminismo, y el acuerdo tácito de muchos hombres. Tanto de las que militan en el Movimiento en el sentido más clásico y rotundo de la palabra, como de todas aquellas que se han convertido en insobornables “agentes feministas” sea cual sea el puesto de trabajo que ocupen. Sea éste el de ministra, jueza, profesora, técnica de ayuntamiento, trabajadora social, trabajadora a secas o estudiante miles de mujeres han tomado sobre sus hombros el compromiso por contribuir desde su sitio particular a hacer un mundo mejor. El movimiento feminista y la teoría feminista han actuado y actúan como sus referentes. Y, sin embargo, muchas jóvenes, herederas directas de estas conquistas no se sienten a gusto con la calificación de feministas (Aguinaga, 2004). Trataremos de indagar en el por qué de las complicadas y contradictorias relaciones entre las jóvenes y el feminismo.

I. Jovenes y feministas, razones de una incomodidad El estigma de la palabra feminismo. Entre el desconocimiento y la descalificación. Decía la escritora Rebecca West que no había conseguido averiguar de forma precisa qué era el feminismo, pero añadía “Sólo sé que la gente me llama feminista cada vez que expreso sentimientos que me diferencian de un felpudo”. No es una mala aproximación al tema porque nos hace caer en la cuenta del estigma de la palabra feminismo y de dos actitudes que siguen teniendo vigencia frente al mismo, también entre la juventud: por un lado su desconocimiento fuera de los círculos estrictamente feministas y por otro su continua descalificación -¡a pesar del desconocimiento!- por parte de muchas personas que si lo conocieran mejor no dudarían en auto-calificarse de feministas. De forma casi incomprensible para quienes hemos estudiado la historia del feminismo y conocemos el alcance de nuestra deuda con las mujeres que dedicaron sus vidas o parte de ellas a conquistar lo que hoy nos parecen los derechos más elementales, el caso es que “el feminismo” sigue disfrutando de una mala prensa considerable. Además, esta mezcla de desconocimiento y descalificación no es nueva, parece que ha acompañado siempre a las luchas de las mujeres por salir de la servidumbre y lograr los mismos derechos que los varones. Fijémonos en esta frase de Clara Campoamor, la diputada que defendió el derecho al voto femenino en la Segunda República española: “Digamos que la definición que de feminista con la que el vulgo pretende malévolamente indicar algo extravagante indica la realización plena de la mujer en todas sus posibilidades, por lo que debiera llamarse humanismo”. Efectivamente el feminismo es un humanismo, es la lucha por el reconocimiento de las mujeres como sujetos humanos y sujetos de derechos, es y ha sido siempre la lucha por la igualdad entre los dos sexos. Y, sin embargo, buena parte de su mala prensa procede de que muchas personas asocian el feminismo con la lucha por la supremacía femenina, es decir “con dar la vuelta a la tortilla” y también con el odio a los varones, la convicción de que las feministas quieren transformar a las mujeres en hombres, o en otro orden de cosas, con la confusa creencia de que las feministas están en contra de que las mujeres se enamoren, sean madres o ¡quieran verse guapas! (Cacace, 2006).

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Ante una interpretación tan abiertamente falsa y retorcida de una causa tan justa y legítima, de una lucha tan constante, silenciada y no violenta por parte de tantas mujeres y también hombres, sólo cabe preguntarse con asombro: ¿De dónde ha salido esta versión tan falsa y mezquina de mujeres como las sufragistas?, ¿de mujeres como Concepción Arenal que centró sus esfuerzos en que las niñas pudieran ir a la escuela, en que las mujeres estuvieran preparadas para ejercer un oficio para evitar la pobreza o la prostitución si no llegaban a contraer matrimonio? ¿De mujeres como la mencionada Clara Campoamor que arruinó su carrera política y profesional por defender en un momento “políticamente inoportuno” nuestro derecho al voto? ¿De todas las mujeres que se han unido para defender el derecho al trabajo asalariado, a la educación superior, a todas las profesiones? ¿De las que han luchado y siguen luchando para que se rompa el pacto de silencio y complicidad que ha rodeado tradicionalmente la violencia contra las mujeres?, ¿para que la violación se tomara en serio como un delito público y no como un delito privado en que se acosa a la víctima por haber estado donde no debía, por vestir como no debía, y toda la retahíla de intolerables argumentos que se han utilizado para culpabilizar a las víctimas? ¿De aquéllas que han denunciado y siguen denunciando la doble moral sexual y sus inexorables consecuencias para todas? Abordamos este trabajo con la convicción de que cuando se llega a conocer realmente lo que es el feminismo, cuáles son sus análisis de la realidad, sus valores y sus fines, la mayor parte de las mujeres y también de los hombres están de acuerdo con las mismas. Pero también con la certeza de que por todo lo que implica de revisión y cuestionamiento de la propia identidad y de las relaciones más estrechas y personales para muchas es mejor no ver. En todo caso, vayamos un poco más allá ¿desde cuándo existe el feminismo? Una teoría, un movimiento social y político y una práctica cotidiana ¿Desde cuándo existe el feminismo? En un sentido amplio del término, siempre es posible rastrear conatos de feminismo a lo largo de la historia, mujeres que se rebelaron contra su destino individual o colectivo y trataron de cambiarlo. En un sentido más concreto y más eficaz para comprender de dónde venimos y en consecuencia hacia dónde vamos es preciso tener claro que el feminismo comienza en la llamada Modernidad, a la par con las grandes transformaciones materiales e ideológicas que trajeron la Revolución Francesa y la Revolución Industrial y se extiende a lo largo del siglo XIX con la reivindicación del derecho al voto femenino y otras como el trabajo asalariado no estrictamente proletario y la educación superior. También con la condena de la doble moral sexual y la trata de chicas para la prostitución. Desde entonces el feminismo, en su pluralidad, ha ido tomando forma desde tres tipos de hacer distintos, aunque relacionados: el feminismo es una teoría, es una militancia social y política y es una práctica cotidiana, una forma de entender y vivir la vida. Aunque se puede diferir a la hora de valorar cuál de los tres elementos ha tenido mayor importancia en el cambio de la situación de las mujeres en países como el nuestro, la realidad es que sin la presencia de los tres las mujeres no habríamos llegado donde hemos llegado. El feminismo como teoría es una teoría crítica de la sociedad. Una teoría que desmonta la visión establecida, patriarcal, de la realidad. Celia Amorós nos recuerda que la palabra teoría en griego significa ver, para subrayar el que es el fin de toda teoría: posibilitar una nueva visión, una nueva interpretación de

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la realidad (Amorós y de Miguel, 2005). La teoría, pues, nos permite ver cosas que sin ella no vemos, el acceso al feminismo supone la adquisición de una nueva red conceptual, “unas gafas” que nos muestran una realidad ciertamente distinta de la que percibe la mayor parte de la gente. Y tan distinta, porque donde unos ven protección y deferencia hacia las mujeres, otras vemos explotación y paternalismo, donde unos observan que “en realidad las mujeres gobiernan el mundo”, otras constatamos la feminización de la pobreza y la dolorosa resignación con que las mujeres aceptan todavía en la mayor parte del mundo una subordinación que se hace pasar por su destino. Y, como ha señalado Amelia Valcárcel a pesar de las tensas relaciones entre la teoría y la acción, en las asociaciones de mujeres y los núcleos feministas existe mayor vocación teórica que en ningún otro colectivo (Valcárcel, 1998). Y es que todas necesitamos ampliar e iluminar nuestro conocimiento sobre la insidiosa mezcla de complejidad y sencillez que apuntala la impresionante capacidad de reproducción del sistema patriarcal. Un sistema en el que las mujeres continúan sirviendo a los varones -especialmente en la esfera de lo privado/doméstico - y estos lo esperan y aceptan con pasmosa naturalidad. Como práctica social y política la visión feminista de la realidad ha cristalizado históricamente en la formación de un movimiento feminista. El movimiento feminista se caracteriza, como todo movimiento social, por su gran diversidad. Ser un movimiento social y no un partido político es lo que le ha permitido funcionar de manera muy abierta y lograr unir bajo reivindicaciones muy generales a muchas mujeres que, desde otras perspectivas, pueden tener importantes discrepancias ideológicas. La necesidad de unión de todas las mujeres, la constitución de un Nosotras como Sujeto político –los pactos entre mujeres o los pactos de género– se deriva de la realidad de que, aunque sin duda la condición de mujeres interactúa con otras variables como la clase social, la etnia y la orientación sexual entre otras, todas hemos sido excluidas de derechos en función de ser mujeres, todas compartimos una historia de opresión. El feminismo es también una forma de entender y vivir la vida cotidiana. No es un tipo de práctica política de las que tiene lugar en la esfera pública y de la que es posible “pasar” en la esfera de lo privado. Casi al contrario, el feminismo implica también un proceso individual de cambio personal, de ajuste de cuentas con la tradición –“las cosas siempre han sido así y tú no las vas a cambiar”– la educación y las expectativas que la sociedad coloca en los supuestamente delicados hombros femeninos: estar siempre disponibles como ángeles domésticos y como objetos decorativos y sexuales. De ahí que el feminismo de los años sesenta enarbolara el lema de lo personal es político. Con este lema se quiere expresar que las decisiones que toman las mujeres sobre sus vidas personales, como cargar con las responsabilidades domésticas, no son fruto de su libre elección y de sus negociaciones como pareja sino de un sistema de poder, es decir político, que no les deja más elección porque ellos “no van a cambiar”. Sin embargo la militancia y el asociacionismo con otras mujeres, proporciona un empoderamiento, en que las mujeres se enfrentan de forma explícita a su condición de “segundo sexo” y a los múltiples miedos que la sociedad les ha imbuido desde pequeñas para afirmarse como personas, tengan o no un hombre al lado. De hecho algunas autoras han definido el patriarcado como una sociedad en que los hombres ofrecen protección a cambio de servicios domésticos y sexuales. La vida de las mujeres que se enfrentan al lugar que el patriarcado les tiene asignado emprenden una revuelta interior y exterior que necesariamente tiene que

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afectar a todo el orden privado-doméstico y llevarlo a la práctica sin contradicciones no es fácil. Reconocer las contradicciones que sin duda permanecen “de puertas adentro” en la acertada expresión de Mª Ángeles Durán, es así mismo un paso más en la autoconciencia y en la posibilidad de liberación. Las armas del sistema patriarcal: entre la invisibilidad y la coacción Según los fríos datos estadísticos la desigualdad entre los sexos es dramática en la mayor parte del mundo y sigue siendo fuerte en los países formalmente igualitarios. En el nuestro, por ejemplo la tasa de paro femenina duplica la masculina y las mujeres ganan una media de un 30% menos que los varones. Este año 2008 todavía no ha acabado y ya han sido asesinadas más de sesenta mujeres, más una muerta a la semana, los datos de mujeres que solicitan protección frente a sus exparejas son escalofriantes. Entonces ¿por qué el rechazo de tantas jóvenes a declarase feministas y por qué aunque lo sean no les gusta reconocerlo en público? Marina Cacace ha aportado diversas y sugerentes razones para explicarlo y ha planteado muy claramente el núcleo de la cuestión: “¿por qué las jóvenes tienden a infravalorar de la desproporcionada carga que sigue comportando el único hecho de ser mujeres”. A su juicio “se ha difundido entre las jóvenes una forma de comprensión de la realidad que, respecto a las cuestiones de género no registra o interpreta coherentemente los datos negativos. Estos o no se perciben realmente o se atribuyen a factores no sistémicos, como la escasa capacidad o preparación de algunas, el carácter demasiado dócil de las otras, los problemas de ese tipo de pareja, la adversidad, etc., con lo cual no se piensa en soluciones comunes sino solo en dificultades y errores (o en victorias) personales” (Cacace 2006). Si a esto añadimos la falta de experiencias de discriminación, el sentimiento de que las occidentales somos una privilegiadas y el que a nadie le gusta saberse parte de un grupo oprimido –máxime cuando a las chica les embotan la cabeza con que si son más listas que ellos, también como a nuestras abuelas- se van añadiendo cada vez más razones para que las jóvenes sientan incomodidad ante la interpelación crítica que supone el feminismo. Por nuestra parte vamos a plantear la tesis de que a pesar de los avances hacia la igualdad el sistema patriarcal está profundamente anclado en la estructural social y como ha mostrado recurrentemente la historia puede transformarse para no desaparecer. Sin la referencia necesaria al poder del patriarcado parece que todas las explicaciones sobre la falta de conciencia feminista entre las jóvenes están del lado de éstas, y de alguna forma, se infravalora el poder y los recursos simbólicos con que cuentan los sistemas de dominación para perpetuarse. De entre estos recursos vamos a centrarnos en la relación entre invisibilidad y coacción. La invisibilidad del sistema no es una característica nueva ni que tenga que ver necesariamente con las sociedades formalmente igualitarias. La mayor parte de las mujeres de todos los tiempos y sociedades han negado ardientemente la existencia de una sociedad sexista. Comprender esta invisibilidad de la desigualdad sexual es comprender que para la mayoría se solapa con el orden normal y natural de las cosas. Es normal y natural que los hijos lleven primero el apellido de su padre y en segundo lugar el de las madres que los tuvieron en sus vientres nueve meses y los trajeron al mundo ¿por qué no habría de serlo? La mayor parte de las mujeres ha negado y niegan la existencia de la desigualdad y los conflictos que sin duda genera: sencillamente somos diferentes han afirmado y afirman en la actualidad. Y continuando

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con el tema de la invisibilidad merece la pena rescatar el hecho de que la que llegaría a ser gran feminista Simone de Beauvoir, cerca ya de los cuarenta años afirmaba que para ella “ser mujer no había pesado nada”. No había podido votar por el hecho de ser mujer pero “ser mujer no había pesado nada”. Es importante seguir insistiendo sobre este rasgo del sistema patriarcal: la gran dificultad que tenemos para percibir la desigualdad sexual. Una mujer que era filósofa, que todo lo registraba minuciosamente, que no dejaba de observar y observarse. Y hasta casi los cuarenta años casi pertenecía al género de mujeres que declaran “no haber sufrido discriminación alguna”. Y sin embargo, un buen día tuvo una revelación, accedió a una nueva conciencia, una nueva visión de la realidad de su realidad: “Empecé a analizarlo y súbitamente se me reveló: este mundo era un mundo masculino, mi infancia había sido alentada con mitos forjados por los hombres. Y no había yo reaccionado de la misma manera que si hubiese sido un chico. La cuestión me interesó tanto que abandoné el proyecto inicial de elaborar una especie de relato personal y decidí ocuparme de la condición femenina en general. Como bien sabemos el resultado fue los cientos de páginas que componen El segundo sexo. Volvamos a recordar sus palabras iniciales: “para mi ser mujer no ha pesado nada…”. Si comprendemos que todas las generaciones de mujeres que nos han precedido han realizado un camino hasta llegar a ser feministas tanto mejor entenderemos que esto les suceda también a las jóvenes de hoy día que, además, tienen menos experiencias de desigualdad, al menos en la primera parte de su vida. Las jóvenes de hoy en día pueden admitir sin mayores problemas que la desigualdad existió, pero antes, como en un país lejano y remoto. Sin embargo carecen de un conocimiento esencial: esa desigualdad ha ido cediendo por la lucha organizada de millones de mujeres y sólo para conseguir el derecho al voto se necesitó más de un siglo de lucha tenaz y continuada. Y no eran marcianos eran hombres los que se resistían también tenazmente a que las niñas, en definitiva sus esposas, madres, hijas y hermanas pudieran estudiar, ser autónomas y votar. En general, cuando las chicas se enteran de lo que en el feminismo se denomina nuestra genealogía se mueven inicialmente entre la indignación y el “no me lo puedo creer”, para terminar finalmente como Simone de Beauvoir, en el feminismo. Otro conocimiento esencial que ignoran es el de la genealogía patriarcal, a saber, que los grandes teóricos que estudian en clase de filosofía y literatura han desplegado todo su arsenal teórico para explicar cómo y por qué las chicas son inferiores a los chicos. Es decir ignoran la dureza y severidad con que se les ha conceptualizado como inferiores y lo arraigado de esta legitimación cultural. Y de ahí el refuerzo de la invisibilidad de todo el sistema. Hoy como ayer uno de los principales problemas del feminismo continúa siendo el de hacer visible e injusta esta desigualdad para la mayor parte de la opinión pública. Y la tarea no es fácil porque también se ve dificultada por la fuerte y continua reacción ideológica en contra del feminismo. Y ésta es, como decíamos una de las claves principales que explican el rechazo o la incomodidad de las jóvenes con el feminismo. Susan Faludi ha documentado los comienzos de esta reacción en la década de los ochenta a través de un sugerente análisis de los mensajes de los medios de comunicación de masas. Según esta autora el mensaje de la reacción antifeminista se mantiene en dos pilares ideológicos falsos pero machaconamente repetidos: 1) La igualdad sexual ya es un hecho, el feminismo es cosa del pasado, y 2) la igualdad sexual ha empobrecido y estresado la vida de las mujeres, las ha hecho más infelices (Faludi, 1991).

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Estamos de acuerdo con Faludi en que hay una reacción y para analizarla vamos a partir de la hipótesis de que la sociedad patriarcal continúa reproduciendo la ideología de la naturaleza diferente y complementaria de los sexos como fundamento de la posterior adscripción a funciones diferentes en el orden social. Esta ideología se difunde a través de la imposición de normas de comportamiento diferentes según el sexo y presenta la forma de una coacción porque difunde poderosas imágenes en torno a cual es la identidad correcta, no desviada, de una chica y la de un chico. Las normas y las ideologías sexuales no son optativas, deben cumplirse salvo riesgo de una fuerte sanción. Por mucho que parezca que estas normas se han suavizado la realidad es que algunas se han transformado pero las que existen son absolutamente severas y no toleran bien las excepciones. Por ejemplo y en lo que hace al vestir: los chicos no llevan faldas y punto. Claro que ellos esgrimirán que no quieren llevar falda, que no les gusta, que les parece incómoda, que pasan frío, que se les ve el calzoncillo. Es decir, que es una sociedad libre en que si no llevan falda es, qué casualidad, porque a ninguno le gusta. Lo mismo les sucede a ellas con las minifaldas, que les gustan, que les parecen cómodas, que no pasan calor y que cruzas las piernas y ya está, no se te ve nada. Cuánta casualidad, pero no hay cuidado, a ninguno ni a ninguna se les va a pasar por la cabeza desafiar la norma. La norma es que los chicos no llevan falda. Desde un cierto punto de vista es pasmoso contemplar como las jóvenes parecen haber aceptado las normas sexuales. El problema es que topamos con poderosas industrias capitalistas: el rosa y el azul han encontrado una floreciente industria de consumo. En la actualidad las normas de la diferencia sexual no se difunden desde la ley ni desde el estado, ni desde la educación formal. Se forjan desde el mundo de la creación, en la música, los videoclips, el cine, las series, la publicidad … se difunden desde los medios de comunicación de masas y generan unas poderosas industrias que ofrecen un consumo diferenciado para chicas y chicos. Para ellas el culto a la imagen, al cotilleo y al amor romántico. Para ellos la triada fútbol-motor-pornografía. Ellas, como la mayor parte de las mujeres del mundo sigue-seguimos interpretando la coacción como libre elección, tanto en los taconazos de aguja, como en el culto al cuerpo, como en la elección de estudios no tecnológicos como en la asunción de los trabajos domésticos o el abandono del empleo porque alguien tendrá que cuidar a los niños. En realidad muchas cosas no han cambiado o se está produciendo un retroceso que habría que documentar: bastar con ir a una juguetería, con hojear esos catálogos interminables de juguetes que generosamente regalan a todas las niñas y niños con los periódicos los domingos. No es necesario un análisis muy sofisticado: juguetes domésticos y para ponerse sexis para las niñas y juguetes de acción y guerra para los niños. La industria de la comunicación y el consumo de masas ha encontrado en esta reproducción acrítica del roza y el azul un potente negocio. La industria del fútbol se condensa en titulares como “todos los niños quieren ser Ronaldo”, Beckam, Ronaldhiño, el que toque y tiene como aliados a la práctica totalidad de los intelectuales y los políticos. La industria del fútbol ha conseguido enmudecer las críticas al papel socializador del fútbol masculino, cada vez más omnipresente en los colegios, a su presencia obligatoria en los telediarios públicos como si de información nacional relevante se tratara. Desde aquí le reconocemos el valor y la disidencia a la socióloga Marina Subirats, que ha titulado su libro sobre la necesaria vuelta a la coeducación “Balones fuera” (Subirats, 2007).

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El amor romántico como factor de socialización diferencial Hoy en día, cuando muchas teóricas se están preguntando con contundencia cuales son los factores de reproducción de la desigualdad está apareciendo con insistencia el amor romántico (Jonnasdottir, González 2006 y Esteban, 2008). Nosotras lo hemos elegimos como un ejemplo paradigmático para explicar la presión social que sufren las jóvenes para desarrollar una identidad femenina determinada y cómo, al mismo tiempo, se niega la presión y se reinterpretan comportamientos colectivos bajo la forma de la libre elección. En primer lugar siempre es conveniente un poquito de historia para ver cómo el tema del amor es, en realidad un clásico del feminismo. La teórica feminista Alejandra Kollontai mantenía ya a principios del siglo veinte que las mujeres no lograrían emanciparse hasta que no dejaran de colocar el amor como el fin prioritario de su vida. Y según sus palabras “si una mujer tenía el corazón vacío su vida se le aparecía tan vacía como su corazón”. ¿Cuál sería hoy el problema con el amor? El problema, como casi siempre en las relaciones entre los géneros residiría en la ausencia de reciprocidad: para los chicos el fin de su vida nunca es el amor, es desarrollar su individualidad. Con esto no quiere decirse que el amor no sea importante o incluso muy importante para los varones. Dentro de ese proyecto de vida, el amor y formar una familia pueden tener un puesto relevante pero siempre dentro de un proyecto global. Pues bien, en la actualidad numerosas teóricas continúan analizando la función del amor romántico y el miedo a no tener pareja como un mecanismo de reproducción de la subordinación de las mujeres a los varones. Algunos de estos análisis abordan las relaciones entre esta concepción del amor con la asunción de la doble jornada laboral e incluso con la aceptación de ciertas dosis de celos y violencia en las relaciones de pareja. ¿Es por conservar el amor y no estar “solas” –con el fracaso que eso significa para las mujeres en la sociedad patriarcal– por lo que las mujeres continúan sirviendo(les) y los varones se dejan servir? Habrá que estudiarlo más pero cuando se analiza la ideología patriarcal siempre acabamos encontrando el amor, mejor dicho, una cierta concepción del amor para las mujeres. No nos resistimos a reproducir un texto publicado en la revista de la Sección Femenina el 13 de Agosto de 1944: “La vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular –o disimular– no es más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse. La dependencia voluntaria, la ofrenda de todos los minutos, de todos los deseos y las ilusiones, es el estado más hermoso, porque es la absorción de todos los malos gérmenes –vanidad, egoísmo, frivolidades– por el amor”. Una vez leído el texto lo importante es recordar que estas palabras habían sido escritas por intelectuales de la talla de Freud, Simmell y, entre nosotros, Ortega y Gasset (Puleo, 1993). La sección femenina se limitaba a difundirlas. En su obra El poder del amor. Le importa el sexo a la democracia la teórica nórdica Anna G. Jónasdóttir se ha preguntado con contundencia por los mecanismos que reproducen la desigualdad sexual en sociedades como las nórdicas, con altas cuotas de igualdad en el espacio público. La respuesta se halla en un esquema conceptual deudor del análisis marxista de la plusvalía. Al igual que la capacidad humana de trabajar es fuente de valor y genera una plusvalía que la clase capitalista extrae a la clase trabajadora, en las sociedades patriarcales los varones extraen una plusvalía de dignidad genérica en todas y cada una de sus interacciones con las mujeres. La capacidad de amor del ser humano, entendida en un sentido amplio, es un recurso humano

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capaz de crear valor, en este caso reconocimiento, dignidad y bienestar para los sujetos receptores del mismo. El problema reside en que la política sexual o la organización política del amor patriarcal determina que las mujeres entreguen su amor sin reciprocidad, por lo que no sólo resultan explotadas sus capacidades sino que viven con un continuo déficit de reconocimiento y bienestar, de “amor”. En relación con este sugerente análisis merece la pena volver la vista atrás para apreciar lo claro que tenían algunos viejos defensores del patriarcado el interés de apropiarse esa “plusvalía” del cuidado de las mujeres; así lo escribió el filósofo ilustrado Jean Jacques Rousseau “La educación de las mujeres debe ser relativa a los hombres. Complacernos, sernos útiles, hacer que las amemos y las estimemos, que nos eduquen cuando seamos jóvenes y nos cuiden cuando seamos viejos, nos aconsejen, nos consuelen, para que así nuestras vidas sean fáciles y agradables; estos son los deberes de las mujeres de todos los tiempos y para lo que debieran ser enseñadas durante la infancia”. Fin de la cita: es difícil tener más claros y formular de manera más sencilla los fines de un sistema de dominación. A continuación ofrecemos un breve análisis sobre cómo se reproduce la “ideología del amor” en la actualidad. Tal y como venimos manteniendo esta reproducción tiene lugar a través del mundo de la creación, los medios de comunicación y el consumo. Nos centraremos en las revistas para adolescentes, aunque análisis similares se han hecho sobre el cine, el fútbol o los videojuegos (Aguilar, 1998). El amor en las revistas para adolescentes/ ¿as? Existe en el mercado una variada oferta de revistas para adolescentes que están expresamente dirigidas a las chicas. En un brillante análisis del retorcido mensaje de las revistas de adolescentes Amalia González nos invita a observar cómo se mezcla la idea de modernidad y transgresión con los modelos femeninos más rancios y pasivos. Lo primero que señala la autora es, tal y como hacíamos en el epígrafe sobre el amor romántico, la falta de reciprocidad. Las chicas cuentan con una abundante bibliografía de revistas para formarlas en los temas de imagen, sexo y amor mientras los chicos no disponen de publicaciones paralelas, pues las dirigidas a ellos son de videojuegos, fútbol, motor, y también las pornográficas (qué romanticismo). Pero vayamos también a los contenidos. “En estas revistas para chicas observamos la combinación de libertad y desenfado sexual con la reproducción de estereotipos tradicionales. Bien es verdad que tienen como aspecto positivo abordar temas sexuales de una forma directa y abierta, pero la manera de tratarlos adolece de un fuerte sexismo. La jovialidad que rezuman estas revistas convierte cualquier situación en mero problemilla que siempre tiene final feliz marcado por la venida de algún redentor. Todas las secciones están enfocadas a cómo tener éxito con los chicos a los que se pinta como tipos un poco bobos a los que se puede seducir. Todo es alegre, jovial y festivo si te vistes a la moda, eres mona y no tienes prejuicios. Si hay algún revés, éste figura en los apartados de los testimonios o historias excepcionales, pero al final el amor todo lo salva” (González, 2006). Por otro lado, y abusando un poco más del análisis de Amalia González, la autora señala que los consejos destinados a las chicas que salen con chicos, “las insta a mantener una postura activa, pero con mucho cuidado de no molestarlos, porque si se molestan se pueden ir. Hay que operar con cautela. Así, en las pautas que da para cuando una chica y un chico empiezan a salir juntos, se dice que la chica ha de usar sus armas de mujer para poder tener

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éxito (…) a los chicos hay una serie de preguntas que plantearles al inicio de una relación, pero estas preguntas han de hacerse de una manera velada, porque “el género masculino suele asustarse cuando intuye que su ligue o chica quiere informarse sobre temas muy personales y los ataques paranoicos ante el compromiso son muy habituales”. Son “preguntas imprescindibles que debes hacer a tu chico”, pero han de hacerse “¡sin que se dé cuenta!”. Las preguntas personales que la revista cita son: si sale con otras chicas, cómo son sus amigos, si se ha hecho las pruebas del SIDA y qué piensa del futuro de la relación. Las chicas no pueden preguntar abiertamente, porque los chicos “se pueden asustar”. Para que los chicos no se asusten, la revista en cuestión recomienda unas “estrategias del débil” que ya no podemos transcribir, para no merecer el calificativo de plagio o intertextualidad por parte de González, pero sí volvemos a remitir encarecidamente a su artículo porque no tienen desperdicio. ¡Ni nuestras tatarabuelas necesitaban tanta mano izquierda!. Fíjense en la estrategia para la cuarta y última pregunta “¿crees que lo nuestro tiene futuro?” Veamos el rodeo porque, obviamente, no puede preguntarse así: “pregúntale entre risas si eres el tipo de chica con la que compartiría su vida... lo lógico es que te siga la broma y fantasee sobre un futuro contigo. Evidentemente, esto no te da ninguna garantía, pero el hecho de que no te haya puesto mala cara indica que, además de que el chico tiene buen sentido del humor, la vuestra es una relación sólida”. Y terminamos también con el lúcido juicio de Amalia González: “Resulta de sumo interés para ver el modelo de relación que propone la revista el consejo de que la chica ha de esperar el momento oportuno para hacer preguntas que no molesten. No es que despreciemos las habilidades comunicativas en la relación, sino el hecho de que éstas descansen en la chica, al entrenarla en “comprender” que el chico tiene miedo al compromiso, a la vez que ella desea este mismo compromiso. En definitiva, las preguntas son “imprescindibles”, pero hay que hacérselas veladamente y, por tanto, podemos quedarnos sin respuesta. ¿No es esto una manera de educar en el conformismo, la pasividad, paciencia y en la esperanza de un varón que se convertirá en salvador gracias al amor, características todas ellas típicas del arquetipo de las mujeres sumisas? (González, 2006). La vieja idea del príncipe azul sigue operando. Eso sí, ya no hay que recostarse a esperar, hay que actuar: enamórate, consigue al chico (nosotros te damos la estrategia) y ¡ya no hay problemas! Si se me permite una pequeña “observación participante” quiero dejar constancia de que cuando en mis clases de Los géneros en la Red planteo que acabo de comprar una novela de una treintañera que se titula “Manual de caza y pesca para chicas” detecto por sus sonrisas que no va de conejos y salmones.

II. Hechos que no casan. La reproducción de la desigualdad en las sociedades formalmente igualitarias. Las jóvenes tienen que hacer frente a una serie de hechos que no concuerdan con la visión de que la igualdad sexual es un hecho y el feminismo algo del pasado. Si vivimos en una sociedad igualitaria ¿por qué los varones matan a las mujeres?, ¿por qué las escalofriantes cifras de malos tratos? ¿por qué aumenta el tráfico de chicas para su prostitución por quince, treinta euros el cliente en nuestras sociedades igualitarias? Entre todos los hechos que no casan elegimos los temas de la violencia y la prostitución porque como ha señalado Celia Amorós, con su habitual clarividencia para percibir y

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sistematizar por donde se estrechan y renuevan los pactos patriarcales, el cuerpo de las mujeres es el libro abierto en que se inscriben las reglas de los pactos patriarcales (Amorós, 2008). Y en ese libro hoy se escribe la violencia contra sus cuerpos como violencia física y como cuerpos permanentemente expuestos para su alquiler o venta para uso sexual. Cuando se unen ambos tipos de escritura hablamos de violaciones. La violencia contra las mujeres Decíamos antes que una de las características del movimiento feminista es que nunca ha recurrido al uso de la violencia contra las personas en apoyo de sus reivindicaciones. Ahora bien, esto no significa que la violencia no esté presente en el conflicto de géneros, lo está pero es ejercida por los varones contra las mujeres. En su obra Política sexual, Kate Millett escribía ya en 1969: “No estamos acostumbrados a asociar el patriarcado con la fuerza. Su sistema socializador es tan perfecto, la aceptación general de sus valores tan firme y su historia en la sociedad humana tan larga y universal, que apenas necesita el respaldo de la violencia”. Y, sin embargo, continúa Millett “al igual que otras ideologías dominantes, tales como el racismo y el colonialismo, la sociedad patriarcal ejercería un control insuficiente, e incluso ineficaz, de no contar con el apoyo de la fuerza, que no sólo constituye una medida de emergencia, sino también un instrumento de intimidación constante” (Millett, 1969). La violencia contra las mujeres, como tales, no es, ni mucho menos, una realidad nueva. Todo el siglo diecinueve abunda en esta dramática situación. Sin embargo, como han señalado diversas autoras, sólo recientemente, y en relación con la mejora del status de las mujeres, la violencia doméstica ha dejado de considerarse un “problema personal” de las mujeres afectadas para considerarse como un “problema social”. Y esto se explica en parte porque hasta hace poco predominaba una explicación de corte biologista y psicologista que explicaba la violencia masculina como “algo natural” y, en los casos extremos, como producto de diversas patologías individuales. Desde luego, no es ésta la perspectiva ni sociológica ni feminista (de Miguel, 2005). Las explicaciones sociológicas y feministas sobre el uso de la violencia contra las mujeres han resaltado dos factores. En primer lugar, el proceso de socialización diferencial de los sexos. Independientemente de cómo sean las hormonas masculinas –y volvamos a recordar lo distintos que son los varones entre sí, que muchos no han ejercido la violencia en su vida, por más que ello fuera símbolo de status y hombría en el patio del colegio– hoy existe amplia documentación sobre cómo en la socialización de los varones se identifica lo masculino con la fuerza y la violencia. Además basta con entrar a una juguetería: juguetes bélicos para los niños –más o menos disimulados por su referencia a películas de éxito como la espada láser de la Guerra de las Galaxias, el puño de Hulk o la parafernalia militar del Señor de los Anillos– y ya sin disimulo alguno juguetes domésticos y de maquillaje para las niñas. En segundo lugar, se apunta a la persistencia de las definiciones sociales que representan las relaciones entre los géneros como relaciones de subordinación, cuando no de propiedad, en que las mujeres deben cierta sumisión a sus maridos o compañeros. Será entonces, cuando las mujeres no respondan a las expectativas, cuando los conflictos pueden llevar al uso de la violencia como medio de restablecer la satisfacción de las expectativas

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sobre el comportamiento femenino. En este segundo caso, la violencia aparece como un efectivo medio de control social sobre el comportamiento de las mujeres. Desde esta perspectiva, es imprescindible citar el trabajo pionero de Susan Brownmiller sobre la violación. Esta autora define la violación como parte de un sistema de control que afecta al comportamiento cotidiano de todas las mujeres (Brownmiller, 1981). Este trabajo fue considerado, en su día, exagerado y radical. Sin embargo, hoy, el propio Anthony Giddens –el conocido sociólogo inglés y no precisamente por sus ideas radicales– ha llamado la atención sobre cómo el miedo a esta agresión conduce a las mujeres a ejercer un riguroso control sobre sus acciones y movimientos en el espacio público. Y, cómo, por tanto, funciona como un mecanismo eficaz para meter miedo en la socialización de las chicas y aún hoy, para culpabilizarlas si han llegado a “colocarse” en la situación de ser violadas. Entendemos que la violencia es una realidad por la que las chicas, de alguna manera comprenden que “algo pasa” por el simple hecho de ser mujer, es decir, que estas chicas, mujeres son asesinadas o violadas por el simple hecho de ser mujeres. Pero al mismo tiempo las jóvenes no quieren sentirse como víctimas y suspenden los mecanismos de identificación: eso son cosas que les pasan a las otras. También encuentran explicaciones alternativas en algunas ideologías de nuevo cuño que les invita a calificar el feminismo reivindicativo de llorica y victimista, y que, en última instancia parece tener las mismas consecuencias políticas que el individualismo de toda la vida. Se viene afirmar que las mujeres no son esos seres débiles y sin poder que se empeña en presentar el feminismo. Las mujeres de alguna manera “eligen” de acuerdo con “estrategias” entre diferentes opciones, y como la vida es muy dura y difícil tal vez entre esas estrategias está aguantar doce años de malos tratos y para tantas chicas del este o africanas prostituirse en un parque o un burdel. Así, se dice, en vez de separarse disfrutan del nivel de vida del marido o ganan más que limpiando. La violencia contra las mujeres tiene importantes consecuencias en su socialización. La socialización de la niña implica inocularle una cierta dosis de miedo en el cuerpo, dosis que aumenta según se adentra en la adolescencia, en que los progenitores les hacen ver claramente que una amenaza se cierne sobre ellas. Tarde o temprano la adolescente tiene que hacerse cargo de que hay un miedo específico hacia los chicos/hombres y que no es el de que les roben el bolso. Miedo a los hombres como personas que a través del engaño o la violencia pueden “abusar de ellas”. Entonces, “cuidado con los hombres”, “no andes sola por la calle” (Aguinaga, 2004). Pero ¿y si emparejamos este mensaje junto con el del amor romántico: el sentido de tu vida está en encontrar un hombre que te ame/proteja/de sentido a tu vida. ¿Habrá quien piense que todos estos mensajes contradictorios no deforman y retuercen hasta el desequilibrio mental el carácter femenino? Y siguiendo este hilo de razonamiento pasemos a preguntarnos qué son los malos tratos a las mujeres. Son el momento en que las dos verdades confluyen: la violencia la pasa a ejercer el hombre de tu vida. No es extraño que la sociedad hasta hace muy poco no haya querido ni verlo. El tráfico de chicas jóvenes: la prostitución y sus clientes La prostitución es una práctica por la que los varones se garantizan el acceso al cuerpo de las mujeres. En ese sentido es la encarnación del derecho patriarcal, el derecho incuestionable de todo varón a disponer del cuerpo de las mujeres, jóvenes preferentemente, por una cantidad variable de dinero. El tráfico de mujeres y niñas para alquilar el uso de sus cuerpos no es tampoco

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una práctica nueva. En el siglo diecinueve hubo acalorados debates sobre la prostitución y tanto las sufragistas, que la denominaron “la esclavitud blanca”, como las socialistas denunciaron y combatieron lo que calificaban de vergüenza para la humanidad (Tristan, 2003). En la actualidad, sin embargo, y de la mano de las nuevas libertades sexuales, que van desde el progresivo descenso de la edad de comienzo de las relaciones sexuales hasta la aparición de secciones fijas de consejos y recomendaciones sobre prácticas sexuales en los suplementos dominicales de los periódicos, lo esperable era la práctica desaparición de la prostitución. Y, sin embargo, con la globalización el tráfico de chicas y mujeres se ha convertido en el segundo gran negocio internacional de las mafias, después del tráfico de armas y por encima del tráfico de drogas. Hoy en día existen dos posturas seriamente enfrentadas en este tema. Por un lado y desde una postura liberal se argumenta desde la tesis de que la prostitución es un trabajo más, que todo y por supuesto el cuerpo debe entrar en el mercado capitalista donde se intercambian servicios por dinero y que hay chicas que optan libremente por esta actividad y por tanto hay que regularla. Por otro lado está la postura abolicionista. La prostitución no es comparable a ningún otro trabajo, por eso, entre otras cosas no es ni puede ser estudiado como profesión en los centros públicos de enseñanza. Esta postura plantea con radicalidad la investigación de lo que realmente subyace a la prostitución de las mujeres y como ideal último la desaparición de la misma. También se defiende y es lo que ahora más nos interesa en este artículo, que la sexualización de las mujeres y su comercialización es hoy, en los tiempos de la igualdad formal, uno de los mecanismos fundamentales de reproducción de la desigualdad sexual. El gran problema que afronta el feminismo con la prostitución es el mismo que ya afrontara con el tema de los malos tratos: el manto de hipocresía y silencio que encubre a los puteros, los clientes, y la amplia legitimidad y aceptación social del fenómeno como algo inevitable, cuando no relacionado con la alegría de vivir y la transgresión moral antiburguesa. Sin embargo, en los últimos planteamientos se está imponiendo con fuerza el tema de pensar, investigar y conceptualizar a los clientes, condición necesaria de la existencia de burdeles y a menudo varones casados y padres de familia. Pero también, por noticias que aparecen aquí y allá en la prensa, una práctica en la que cada vez más se intenta captar a los chicos jóvenes con publicidad en los periódicos, Internet y otras como las despedidas de solteros y los viajes programados por agencias con prostitutas incluidas. La práctica de la prostitución refuerza la concepción de las chicas/mujeres como cuerpos y trozos de cuerpos de los que es normal disponer y de los que no importa preguntarse cómo ni por qué están ahí. El hecho de que los varones busquen y encuentren placer sexual de personas que obviamente no les desean en absoluto es, sin duda, una importante materia de reflexión sobre el abismo que se abre bajo la aparente igualdad y reciprocidad en las expectativas y vivencias sobre la sexualidad. Esta despersonalización de seres humanos, a veces muy jóvenes y en su mayoría inmigrantes de todas las etnias y países empobrecidos supone, aparte de la inmoralidad que pueda significar, la reproducción activa de las identidades más arcaicas y conservadoras del patriarcado: por un lado están las mujeres madres y esposas e hijas y por otro las putas, las

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mujeres que al no ser de ninguno pueden ser de todos, las célebres “mujeres públicas”. Sin embargo, y aunque por razones de espacio no podemos profundizar en el tema, desde el mundo de la creación –películas, series de televisión, se está machacando con el tema de “las chicas alegres” como un mandato que hay que aceptar: es normal y deseable buscar placer en la necesidad ajena. Realmente las generaciones más jóvenes, que son llamadas a la transgresión y viven muy mal el insulto de “puritana, frígida, reprimida”, están desarmadas teóricamente para interpretar como parte del sistema de dominación patriarcal un comportamiento que bajo la apariencia de posmodernidad remite a las más rancias y antiguas imposiciones patriarcales (Puleo, 2003). Al mismo tiempo también se acompaña del mensaje “es inevitable”, es la profesión más vieja del mundo. Si algo nos está enseñando la historia a las feministas es que nada de lo que concierne a las relaciones entre varones y mujeres es inevitable, por lo que menos lo va a ser una práctica que aún hoy continúan ejerciendo casi en exclusividad los primeros a costa de la pobreza, la desesperación y en definitiva la precaria situación estructural de las mujeres en el mundo. Jóvenes y feministas: una minoría activa (como siempre) Cada día está siendo más cuestionada la afirmación de que la juventud no se implica en el activismo social y político. Es cierto que las chicas y chicos de ahora no están viviendo las revueltas de Mayo del 68, ni la transición de la democracia a la dictadura pero eso no significa que estén concentrados en su vida privada. Tal vez pueda haber sido cierto para la década 1985/1995, década del yuppismo y también de la caída del muro de Berlín, pero desde 1999 en que toma carta de naturaleza el Movimiento Antiglobalización, el Movimiento de Movimientos, ya no es posible recurrir al manido tópico de la desmovilización política de la juventud. Más cercana a la realidad puede estar la tesis de que las implicadas en cambiar la sociedad siempre ha sido una minoría, aunque una minoría activa muy activa e influyente. De hecho Mª Angeles Larumbe en su estudio sobre el feminismo en la transición toma el concepto de minoría activa de Moscovici para analizar su profunda influencia en los cambios sociales, cambios con los que comenzábamos el primer apartado de este artículo (Larumbe, 2002). Hoy la juventud tiene más vías de participación en el espacio público y sus intereses están más diversificados como es el caso de su implicación en las organizaciones no gubernamentales y la cooperación internacional. Esta participación tiene lugar en los partidos políticos convencionales, que cuentan con sus propias asociaciones juveniles, en las mencionadas ONGS y en los movimientos sociales que se autocalifican como radicales y alternativos en sentido amplio. Y por supuesto en el feminismo. Y es que de hecho existen cada vez más asociaciones que se autodesignan jóvenes y feministas como para hablar de una forma específica de militancia, aunque tal vez esté un poco eclipsada por el hecho de que convive con el feminismo de mujeres de todas las edades y con el llamado feminismo institucional. Estos grupos de jóvenes feministas forman parte de las redes sumergidas del feminismo, son parte de esos laboratorios en que se van cociendo visiones alternativas de la realidad. Y también hay que señalar el activismo en el espacio virtual, el ciberfeminismo social de la red que de forma tan certera ha conceptualizado y rastreado Montse Boix en su trabajo “hackeando el patriarcado” (Boix, 2006).

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Además de la militancia de las jóvenes hay que señalar otras militancias muy ligadas al feminismo y sus fines. Por un lado los grupos de activistas lesbianas que luchan por la doble discriminación que supone ser mujeres y lesbianas un colectivo que aún tiene mayores problemas de aceptación y reconocimiento que los chicos varones (Osborne, 2006). Por otro está emergiendo un fenómeno nuevo y muy sugerente como es el de los grupos de varones heterosexuales que juntan sus fuerzas para tomar distancia crítica y desafiar las normas y valores de la masculinidad patriarcal (Ahige y Hombres por la Igualdad). La gran teórica feminista socialista Alejandra Kollontai expresaba a principios del siglo veinte, y ya con cierta amargura, que mientras cada vez había más mujeres nuevas, no se divisaba por lado alguno al “hombre nuevo”. Puede que estos grupos y asociaciones junto con la consolidación de los estudios de la masculinidad y las nuevas masculinidades sean ya esa minoría activa e influyente que tarde o temprano contribuye al cambio de las mentalidades y a la formación de un sentido común alternativo, como en su día en el feminismo. Hoy como ayer las jóvenes harán lo que quieran, y no podría ser de otro modo, pero seguro que unas cuantas, las suficientes, seguirán tomando el testigo del feminismo y ellas, como en su día las sufragistas, las socialistas y las radicales, ellas cambiarán el mundo. Termino pues citando la declaración fundacional de uno de estos grupos de mujeres jóvenes en unas muy recientes jornadas. Tras haber hecho un recuento de los problemas sociales que acechan a las jóvenes por el único hecho de ser chicas, concluyen: “Es por ello, que consideramos necesario declararnos feministas, puesto que a pesar de que a nivel legislativo se reconozcan nuestros derechos, queda todavía mucho por recorrer hasta que la igualdad real entre hombres y mujeres exista” (Céspedes, 2008).

Conclusión El feminismo tiene como objetivo explícito poner fin a una de las desigualdades más universales y duraderas de las existentes. La desigualdad sexual es también una profunda raíz material y psicológica de la que se nutren el resto de las desigualdades sociales. El problema del hambre, de las guerras, también se relaciona con la férrea interiorización de los valores de la desigualdad desde la infancia, que enseñan a convivir con la desigualdad como lo normal y natural, consustancial al género humano. Sin embargo, uno de los principales problemas del feminismo continúa siendo el de hacer visible e injusta esta desigualdad para la mayor parte de la opinión pública. Este problema continúa teniendo más vigencia, si cabe, entre la juventud y en sociedades que, como la nuestra han puesto fin a la práctica totalidad de las desigualdades formales. Y la tarea no es fácil porque también se ve dificultada por la fuerte y continua reacción ideológica contra las metas del feminismo. Por el continuo halago que reciben las niñas y las chicas por el simple hecho de serlo (el “todas son o deberían ser princesas”) y que oscurece la realidad de que la vida humana es una historia repleta de problemas, lucha y superación personal. Frente a esta reacción en que el feminismo se convierte en un anacronismo (que obstaculiza la renovada promesa de ser princesas) fenómenos como la persistencia o el recrudecimiento de la violencia contra las mujeres y el tráfico de chicas de todas la etnias y países para su prostitución permiten visualizar la contradicción manifiesta entre un valor cultural cada vez más aceptado como es la igualdad sexual y su falta de concreción real.

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documentos

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Consuelo Flecha García. Universidad de Sevilla.

Un lugar para las jóvenes en la educación

La educación que reciben las jóvenes en este inicio del siglo XXI ha contribuido a introducir un cambio de ciento ochenta grados en los itinerarios personales de las nuevas generaciones de mujeres. Desde hace varios siglos, algunas más conscientes de la situación en la que vivían, reclamaron poder participar de mejores oportunidades educativas; lo que poco a poco fueron logrando. Los altos índices de escolarización que en la actualidad alcanzan las alumnas matriculadas en todos los niveles de enseñanza, son una posibilidad a su alcance que están aprovechando muy bien; las calificaciones que obtienen lo demuestran. Pero cuando ya se ha ganado este objetivo, conviene detenerse en aspectos cualitativos, entre otros, en cómo se tiene en cuenta su presencia en esos procesos formativos, en qué se les ofrece en ellos, en las iniciativas que se han planteado para hacer de las aulas espacios en los que no se reproduzcan estereotipos asignados a uno y a otro sexo, en propuestas en las que la igualdad no signifique anular la diferencia, donde las alumnas puedan encontrar genealogía y referencias femeninas. Palabras clave: educación, universidad, chicas jóvenes, igualdad, diferencia, historia, libertad. Cuando nos disponemos a hablar de la juventud, aquí de la mitad de la población comprendida dentro de esa edad, de las jóvenes, es obligado no perder de vista el marco conceptual impreciso en el que vamos a movernos, pues son múltiples los indicadores que actúan en cada persona y que configuran grupos de acuerdo con los distintos contextos socioculturales y perfiles de identidad. En este caso, en unas edades que, al coincidir con el final de la escolaridad obligatoria, marcan el inicio de trayectorias individuales diversas vinculadas, bien a la entrada en el mundo laboral o a la continuación dentro del sistema educativo; bien, al mismo tiempo, a una vida autónoma respecto de la familia de origen o a la permanencia en el hogar; y además, a la posible inserción en asociaciones o en movimientos con finalidades muy diversas; todo lo cual influye en el modo de ir definiendo las opciones y las formas concretas de situarse en el mundo. Observando el conjunto de trasformaciones que de manera profunda y acelerada se están produciendo en nuestras sociedades globalizadas, se comprueba que sigue siendo en este periodo de nuestras biografías cuando se experimenta una de las más importantes evoluciones; el paso de una vida tutelada a una vida adulta. Con razón se afirma que la juventud es paradigma del cambio en el desarrollo humano, y en buena parte del social, pues proyecta a su alrededor un foco de significados que revelan tendencias incipientes, que muestran abandono de rutinas, que señalan rumbos no siempre esperados. Es uno de los momentos decisivos en la dinámica de crecimiento –de crisis, suele afirmarse- en el que no falta la presencia de dificultades, de incomprensiones, de dudas; pero cuando, igualmente, se dispone de un abanico estimulante de expectativas y de satisfacciones.

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(1) La Constitución Española de 1978 introduce el principio de igualdad en el art. 9, y desarrolla la igualdad y no discriminación en el art. 14: “Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Y la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, “para a igualdad efectiva de mujeres y hombres” (BOE de 23 marzo, pp. 12611-12645), está haciendo avanzar de una manera clara la puesta en práctica en todos los ámbitos de un modo de entender las relaciones sociales entre mujeres y hombres desde los criterios de igualdad y de equidad. (2) La profesora Soledad de Lemus de la Universidad de Granada, ha dado a conocer los resultados de la investigación que ha dirigido sobre este tema utilizando el Inventario de Sexismo Ambivalente para Adolescentes. Cfr. Lemus, Soledad de-Castillo, Miguel- Moya, Miguel- Padilla, José Luis y Ryan, Estrella (2008). “Elaboración y validación del Inventario de Sexismo Ambivalente para Adolescentes”. International Journal of Clinical and Health Psychology, (8), 2, 537-562. Igualmente nos ofrece datos el Instituto de la Juventud, en el Sondeo de opinión y situación de la gente joven 2007, sobre Jóvenes y personas mayores, relaciones familiares e igualdad de género. En 2001, la investigación dirigida por la profesora Mª José Díaz-Aguado nos ofrece datos también en ese sentido: Díaz-Aguado, Mª José-Martínez Arias, Rosario (2001). La construcción de la igualdad y la prevención de la violencia contra la mujer desde la educación secundaria. Madrid, Instituto de la Mujer.

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Si la crisis es desequilibrio, riesgo, conflicto, incertidumbre, no es menos un tiempo especial de decisiones cruciales, con efectos en el futuro, de ensayo de autonomía, de afirmación personal. Así se manifiesta en muchos de los elementos con los que la juventud convive en su proceso de socialización, en las inquietudes que siente y exterioriza, en los desajustes que descubre fuera de sí misma y que también experimenta en su interior. En el caso de las jóvenes, lo están viviendo en una sociedad formalmente igualitaria –la legislación reconoce y avala (1) ese principio de convivencia-, pero en la que permanecen sutiles, y a veces muy claras, resistencias en razón de la diferencia sexual; un clima ambivalente, del que apenas suelen adquirir conciencia hasta que se encuentran personalmente con la evidencia de las condiciones de desigualdad que inciden en ellas por el hecho de ser mujeres, cuando se incorporan al mercado laboral, cuando deciden ser madres, cuando tienen la legítima aspiración de promocionar en su puesto de trabajo. Las nuevas generaciones de mujeres adolescentes y jóvenes, rodeadas de un ambiente en el que todo lo que les afecta individualmente lo perciben como igualitario, en el que con frecuencia no dejan de ser miradas todavía con curiosidad y cierta sorpresa por las rupturas que están protagonizando, deben prestar mayor atención a esa realidad ambigua en la que viven; beneficiarse, sí, de las oportunidades que les ofrece el tiempo en el que han nacido, aunque sin rebajar el umbral de reflexión crítica que les revelará facetas menos positivas, esas que no se ven hasta que la necesidad te enfrenta con ellas; esas que la costumbre y las ideas previas hacen que sigan actuando de forma más o menos voluntaria. Las diferentes investigaciones que en los últimos años se vienen realizando sobre el diagnóstico del sexismo en la mentalidad y en los comportamientos de adolescentes, son claras respecto del rechazo que provoca esa actitud, tanto en chicas como en chicos, cuando la pregunta formula afirmaciones muy generales, casi de principios lógicos; sin embargo, las matizaciones aparecen en el momento en que se entra en cuestiones concretas, más cercanas a lo cotidiano. Sin duda, son demasiadas las mediaciones que siguen moldeando su mentalidad con posicionamientos que deberían estar ya superados, pues a través de ellas reciben mensajes que les conducen a ideas, a opiniones y a conductas contradictorias. Prejuicios tantas veces no conscientes que pueden modificarse con intervenciones educativas (2). Por otra parte, las jóvenes de hoy conviven con mujeres de mayor edad para las que el feminismo como aspiración personal, como proyecto político y como movimiento social, ha sido referencia en muchas de las decisiones que han tomado en su vida; ha sido fuente de toma de conciencia de sí mismas –“el feminismo es una filosofía que ha ayudado a la mujer a pensar en sí misma”, dejó escrito la escritora Montserrat Roig-; les ha servido de cauce para la vindicación, y para la reivindicación, de lo que les negaban tanto las sociedades no democráticas, como las que eran sólo formalmente democráticas; el feminismo ha aportado oportunidades de contraste y de complicidad creativa entre mujeres, ha sido vivero de argumentos para entender y para explicar el valor de lo conseguido. Sin embargo, las nuevas generaciones ven demasiado distante esa experiencia ajena, creen consolidada la situación que han encontrado y consideran innecesaria la alerta a la que muchas mujeres adultas invitan a las más jóvenes.

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(3) “Cuando nos referimos a la teoría feminista no queremos dar la impresión de estar remitiendo a una teoría monolítica y acabada; muy al contrario; dentro del feminismo encontramos un conjunto de teorías…” Ana de Miguel Álvarez (2005). “Feminismos en la Historia”, en Isabel de Torres Ramírez. Miradas desde la perspectiva de género, Madrid, Narcea, 16 (15-31). (4) Cfr. Cacace, Marina (2006). Mujeres jóvenes y feminismo: valores, cultura y comportamiento frente a frente. Madrid, Narcea. (5) Cfr. Valiente Fernández, Celia (1999). “El feminismo de Estado y los debates políticos: la formación ocupacional en España (1983-1998)” Revista Española de Ciencia Política, (1), 127-148. (6) Cfr. Ballarin Domingo, PilarGallego Méndez, Mª TeresaMartínez Benlloch, Isabel (1995): Los Estudios de las Mujeres en las Universidades españolas 1975-91. Libro Blanco, Madrid, Ministerio de Asuntos Sociales. Instituto de la Mujer; Ortiz Gómez, Teresa y otras (1999). Universidad y feminismo en España II. Situación de los Estudios de las Mujeres en las universidades españolas en los años 90, Granada, Editorial Universidad; y Idem-Birriel Salcedo, Johanna-Marín Parra, Vicenta (1998). Universidad y feminismo en España I. Bibliografía de Estudios de las Mujeres en las Universidades Españolas (1992-96). Granada, Editorial Universidad. (7) Cfr. Blanco García, Nieves (2006). “Saber para vivir” Piussi, Ana María y Mañeru Méndez, Ana. Educación, nombre común femenino. Barcelona, Octaedro. 158-183.

De ahí la pertinencia de acercarlas a lo que representa el feminismo, los feminismos (3), por las nuevas formas de mirar el mundo a las que abre, por las categorías de análisis de la realidad que proporciona, por el saber acumulado que pone a su disposición; de interesarlas en un pensamiento y en una práctica que da libertad, puesto que comprobamos cómo el imaginario de la igualdad está difuminando, está ocultando, los límites que se les imponen desde tantas instancias sociales en cuanto, a la imagen corporal que se les exige, a las capacidades que se les supone o se les niega, a las funciones que se les encomienda, a las relaciones que se espera de ellas, al precio que deben pagar por tener acceso a espacios hasta hace poco solo masculinos, etc. El desencuentro entre mujeres jóvenes y feminismos que se percibe con más frecuencia de lo esperable, se debe fundamentalmente al desconocimiento de lo que verdaderamente son, de su historia, de su significado (4). Así se pone de manifiesto cada vez que se tiene la oportunidad de trasmitir, en la docencia en las aulas o en otro tipo de grupos, la génesis de esta filosofía de vida, sus finalidades consecutivas, lo que ha representado en la dinámica de las relaciones sociales entre mujeres y hombres, las perspectivas diferentes que adopta, los distintos modos personales de asumirlo. La mayor invisibilidad de este movimiento a medida que se ha ido dejando en manos de las instituciones públicas –el llamado Feminismo de Estado (5)- el protagonismo y la responsabilidad de buena parte de la labor que desde él se ha venido realizando durante tanto tiempo, no ha facilitado tampoco el que las últimas generaciones pudieran saber lo que es, y aproximarse a sus planteamientos. Al incorporarse sus objetivos como referencia para las políticas públicas, dejamos su cumplimiento en manos de quienes las gestionan; se puede prescindir, piensan las jóvenes, de otro tipo de actuaciones.

Las jóvenes y el conocimiento Una de las manifestaciones de los límites que las propuestas de igualdad encierran todavía, la encontramos en el hecho de que las jóvenes, mayoritariamente incorporadas en la actualidad, y con tan altos índices, a los procesos de instrucción durante una larga etapa de su vida, escuchan con demasiada insistencia que hasta hace poco tiempo las mujeres han carecido de los saberes que legitimaban el nivel cultural y la formación específica de una persona; esos que eran seleccionados como útiles para los ámbitos de la sociedad de los que, se decía, iba a depender el progreso social. Por lo tanto, en sus mesas de estudio se ven obligadas a asumir la carencia de nombres y la falta de contribuciones de sus antepasadas a un valor reconocido: el progreso de la sociedad. Esto, cuando la creciente producción científica elaborada desde los Estudios de las Mujeres pone de manifiesto que en cualquier época de la historia de la humanidad, la población femenina ha cultivado, construido y transmitido ciencia y conocimiento (6), en el sentido estricto de estos conceptos, además de saberes, de experiencias, de prácticas y de valores, imprescindibles para el cuidado de la vida y para la calidad de la convivencia (7). Todo aquello sin lo cual la configuración de los grupos humanos habría discurrido, sin duda, por trayectorias muy diversas, y el desarrollo de las sociedades tal como han llegado hasta hoy, hubiera resultado ciertamente inviable. Estudios que están proporcionando, además, nombres de mujeres concretas con influencia y con autoridad, expertas en las diferentes ramas de la ciencia

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y de las humanidades, creadoras de teorías y de procedimientos, autoras de tratados, maestras para otras mujeres y hombres (8). Legado disponible para que a las jóvenes que dedican tiempo y esfuerzo al estudio y a la investigación, no se les conduzca a creer en una ausencia secular de antecedentes femeninos en el acervo cultural, no se encuentren ante un vacío de referencias a las que acudir y en las que apoyarse, no supongan la inexistencia de modelos a la hora de incorporarse a cualquier actividad no ligada a la vida doméstica y familiar. ¿Cuales son, entonces, las características de los cambios tan evidentes que presenciamos en el hacer, en el saber y en el estar de las mujeres de un número creciente de países, y las repercusiones que empiezan a tener en las de otros lugares donde aún se les impide cualquier movimiento en la misma dirección? ¿Y cómo está afectando a las jóvenes de las últimas generaciones, cuando observan las trayectorias de éxito y de renuncias, de muchas adultas? ¿En qué medida pueden y desean imitar a otras mujeres a la hora de concebir su propio proyecto personal futuro? ¿La sociedad en la que están creciendo, donde disponen de los recursos que se ofrecen, si no en equidad, sí al menos en igualdad de oportunidades para su formación, les permite el tránsito por todos los ámbitos sociales y profesionales en los que quieren estar, y donde son necesarias? Preguntas en las que estas páginas intentan entrar, pero sólo desde una perspectiva, la que nos centra en las características de la educación que están recibiendo. Las jóvenes de esta primera década de un nuevo milenio, todavía han podido escuchar en boca de sus abuelas, relatos de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, sobre cómo fue la infancia y la juventud que vivieron, sobre la educación recibida en la escuela, sobre los destinos ante los que se encontraban, programados por otras personas. Algunas de ellas, quizás lectoras de Antoñita la fantástica, una serie de libros en los que la autora, Borita Casas, desgranaba los acontecimientos de la vida de una niña en los años de la posguerra española, siguiendo su evolución desde la infancia hasta la entrada en la vida adulta. Pertenecía a una familia madrileña de clase social acomodada, donde era habitual que las mujeres adquirieran unos conocimientos básicos, ampliados con algún idioma, cuando la joven era aplicada.

(10) Casas, Borita (1956). Antoñita la fantástica se pone de largo. Madrid, Gilsa, 146.

Para la mayoría de chicas era suficiente, incluso no convenía más. Sin embargo, en las páginas de uno de esos libros juveniles, las lectoras se encontraban con que el padre de Antoñita había pensado en la posibilidad de que estudiara algunos años de bachillerato como entonces iban haciendo cada vez más chicas (9). Y al hilo de la lectura comprueban que cuando llega a la mayoría de edad, le ofrecen un empleo que ella acepta, descubriendo las novedades que esa dedicación empieza a introducir en su vida. Recibir el primer sueldo, por ejemplo, la embarga de sensaciones que expresa de esta manera: “Respiro hondo, poniéndome los guantes. El cielo es más azul que nunca, y la vida me llama con fuerza irresistible a la luz cegadora del Mediodía. Me siento ennoblecida, risueña, segura de mí misma” (10). Una reacción y un testimonio que debían resultar, sin duda, estimulantes para las adolescentes que lo leían, y muy explícito acerca de lo que un trabajo remunerado estaba aportando a las jóvenes que lo desempeñaban: tranquilidad personal, un mundo con más matices de color, reconocimiento de su capacidad, alegría indisimulable, autoestima fortalecida. Pero eran pocas las que podían hacerlo, porque el deber de las jóvenes de ese grupo social pasaba por la dependencia económica, primero de su padre, y después de su marido.

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(8) Cfr. Entre otras obras sobre las mujeres en la historia véase Martínez, Cándida y otras (ed.) (2000). Mujeres en la historia de España, Barcelona, Planeta; Lara, Catalina (ed.) (2006). El segundo escalón, Sevilla, ArCiBel Editores. (9) Cuando la autora publica este libro, los datos del curso 195556 nos dicen que había en España 124.099 chicas matriculadas en los estudios de bachillerato; representaban el 37,8% del total de alumnado en ese nivel de enseñanza.

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(11) Valcárcel, Amelia (2008). “Niñas a la escuela, mujeres al saber” Rosa Conde, Rosa Mª Peris y Amelia Valcárcel (eds.). Hacia una agenda iberoamericana por la igualdad, Fundación Carolina-Siglo XXI Eds, Madrid, 41. (12) En España, la Ley Moyano de 1857 estableció la obligatoriedad de la enseñanza primaria elemental, que abarcaba de los 6 a los 9 años. En 1909, con el Gobierno Maura, se amplió el arco de edad, llegando hasta los 12 años. Debió pasar mucho tiempo para una nueva ampliación; fue en 1964 cuando se dispuso que la enseñanza primaria y su obligatoriedad abarcaba de los 6 a los 14 años. La Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo, de 3 de octubre de 1990, la extendió hasta los 16 años, con seis cursos de educación primaria y cuatro cursos de educación secundaria obligatoria. (13) Cfr. Puelles Benítez, Manuel de (2004). Política y educación en la España contemporánea. Madrid, UNED. (14) Cfr. Fernández Valencia, Antonia. “La educación de las niñas: ideas, proyectos y realidades”; Flecha García, Consuelo. “Mujeres en Institutos y Universidades”; y Ballarín Domingo, Pilar. “Educadoras”, trabajos publicados en Isabel Morant (Dir) y otras (2006). Historia de las mujeres en España y América latina. Del siglo XIX a los umbrales del XX. Madrid, Cátedra, 427-453, 455485 y 505-522.

Han pasado cincuenta años desde que esas situaciones se producían, y en España, igual que en el resto de países de su entorno sociocultural, contamos con una escolaridad primaria generalizada entre las niñas, y una enseñanza secundaria en la que las jóvenes son mayoría, lo cual ha proporcionado condiciones nuevas a las mujeres, con incidencia evidente en toda la sociedad, y al menos algunas de las transformaciones que la filósofa Amelia Valcárcel ha destacado: “La natalidad desciende, la democracia empieza a ser un sistema apreciado y las mujeres quieren tener una cosa que se llama vida” (11). Tres dimensiones que hablan de itinerarios biográficos en los que es posible decidir más allá de la riqueza que el cuerpo sexuado en femenino ofrece; que garantizan la participación en primera persona en las formas de convivencia social igualitaria asumidas por las sociedades modernas, que vuelve la democracia más auténtica, menos deficitaria; que preparan para llevar los hilos de la propia vida, para cultivar deseos sabiendo que se podrán alcanzar.

La trayectoria femenina en el sistema educativo La naturalidad con que asumimos el objetivo logrado de una escolarización universal de quienes están en un arco de edad cada vez más amplio (12), cualquiera que sean las circunstancias personales, sociales y económicas, y la práctica habitual de una continuidad más allá de los niveles obligatorios cuando el interés o la necesidad de seguir formándose se mantienen, ha permitido olvidar el diseño inicial de un sistema de enseñanza nacido con destinatarios seleccionados en razón del sexo y de su considerarse llamados a ejercer todas las funciones públicas como prerrogativa de su masculinidad. Porque estas fueron las condiciones que sirvieron para establecer las bases sobre las que se articularon las políticas educativas nacionales a principios del siglo XIX (13). De ahí la prelación de los niños a la hora de destinar recursos por parte, tanto de los gobiernos como de las familias, incluso cuando ya las disposiciones legales contemplaban la creación de escuelas para niñas; pero el lugar donde se había colocado a las mujeres en la construcción de los estados liberales decimonónicos ralentizaría el cumplimiento de la normativa por parte de las autoridades que tenían la obligación de cumplirla. Este comportamiento de quienes lideraban la gestión política hizo más lenta, por innecesaria dentro de un diseño de sociedad androcéntrica, la entrada de las niñas en las aulas, la existencia de centros para la formación de las maestras y, obviamente, el acceso de las jóvenes a los estudios de bachillerato y de universidad (14). Habían de darse al mismo tiempo todo un conjunto de circunstancias, para que la alfabetización femenina se considerara no sólo no peligrosa, sino justificada, para invertir medios económicos en ella, para que las destinatarias contaran con disponibilidad de tiempo -iniciarse y ayudar en las tareas domésticas era lo prioritario-, y para que se diera la oportunidad política de promoverla, lo que no siempre sucedió. Sin embargo, en las estadísticas de que disponemos, van creciendo los porcentajes de alumnas al ritmo de una evolución de la mentalidad respecto de las ventajas que aportaban los contenidos que se transmitían en la escuela a la calidad de los quehaceres del hogar encomendados a las mujeres. Un planteamiento que va ganando voluntades a finales del siglo XIX, y que se consolidará a principios del XX al incidir en el carácter científico del que había que rodear a las actividades que se realizaban en el hogar; primero se introduce esta orientación fuera de nuestras fronteras, y después es acogida

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Tabla I. Alumnas en Bachillerato y Universidad CURSO

BACHILLERATO

UNIVERSIDAD

Nº Alumnas

% AS

Nº Alumnas

% AS

1900-1901

44

0,13

9

0,05

1909-1910

340

0,96

21

0,13

1924-1925

7.995

11,6

1.032

4,8

1935-1936

39.487

31,6

2.588

8,8

1940-1941

56.648

35,9

4.466

13,2

1955-1956

124.099

37,8

10.052

17,6

1963-1964

271.530

39,8

20.297

25,4

1976-1977

422.488

50,0

214.441

39,3

1986-1987

670.032

53,5

452.400

50,1

Fuente: Anuarios Estadísticos de España y Estadísticas de la Enseñanza en España. Años correspondientes. Elaboración propia.

con satisfacción dentro, por cuantas personas la entendieron como un cambio cualitativo en el modelo de educación que recibían las niñas. La nueva fundamentación de los contenidos de Economía doméstica en la enseñanza primaria, y la creación de la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer en Madrid (15) en el año 1911, son un fruto de esta nueva corriente que va a tener clara incidencia en las escuelas primarias de niñas y en las Escuelas Normales para la formación de Maestras.

(15) Cfr. Idígoras, Begoña (1990). "La Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer (19111925)" VV.AA. Mujer y Educación en España 1868-1975. Santiago de Compostela, Universidad, 633-640. (16) Núñez Gil, Marina-Rebollo Espinosa, Mª José (2003). “La prensa femenina de postguerra: Materiales para la construcción identitaria de la mujer española”. Etnohistoria de la Escuela. Burgos, Universidad, 231-246.

Escolarización en la enseñanza primaria, descenso del analfabetismo femenino e incorporación al bachillerato y a la universidad en España, dibujan una escala ascendente de alumnas a lo largo del siglo XX, como lógicamente no podía ser de otra forma en una sociedad que progresaba social y económicamente, aún sabiendo que los Gobiernos que se fueron sucediendo, adoptaron posiciones muy desiguales a la hora de situar a las mujeres dentro de sus políticas de desarrollo educativo y social. El régimen franquista representó una quiebra en el proceso que había ido madurando durante las décadas anteriores, y potenciado de manera explícita en los primeros años de la II República con un importante impulso. Impedir el desorden social y la ambigüedad en la dedicación a los espacios domésticos y en el protagonismo en los públicos, que podía suponer el ejercicio por parte de las mujeres de tareas y profesiones fuera del hogar, determinó la práctica política del franquismo. La insistencia en los mensajes que definían la identidad femenina ejemplar (16) y una formulación de la normativa legal disponiendo el tipo de formación que la favorecía, desanimaban, cuando no impedían, esas incorporaciones a unos niveles educativos y a un trabajo con otras utilidades.

(17) Vilanova, Mercedes-Moreno, Xavier (1992). Atlas de la evolución del analfabetismo en España de 1887 a 1981. Madrid, MEC-UNESCO, 249, 305, 335 y 345.

Pero las mujeres no escucharon del todo lo que se les proponía, como demuestran los datos recogidos en los anuarios estadísticos. Además del descenso continuado del analfabetismo, que todavía en el año 1900 alcanzaba un índice del 69% entre la población femenina de diez y más años -veintidós puntos por encima del masculino, situado en un 47%-, pero que en 1940 se había reducido hasta un 28%, en 1970 era ya de un 12%, y en 1981 suponía un 9% (17), un número significativo de mujeres jóvenes siguieron incorporándose al bachillerato y a la universidad; a esos niveles de estudio que no sólo contribuían a ensanchar las expectativas culturales de quienes los cursaban, sino que preparaban para el ejercicio profesional en ámbitos laborales ocu-

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pados preferentemente por hombres de las clases medias. Un avance paulatino desde la presencia testimonial de chicas estudiantes en esos niveles de enseñanza cuando se abre el siglo XX, a la matrícula paritaria en 1976 en los estudios de bachillerato, y en 1986 en las carreras universitarias (18). Ninguna de las circunstancias políticas, ideológicas o económicas, consiguieron hacer retroceder los porcentajes alcanzados hasta 1936, ni parar el ritmo de incorporación de mujeres, como demuestra la Tabla I. Es acertado pensar que esas restricciones ideológicas y políticas del largo periodo de gobierno de Franco, muy omnipresentes, así como la situación económica de España en los años cuarenta y cincuenta, ralentarizaron un crecimiento que sin ellas hubiera sido seguramente más rápido, alcanzando mucho antes el cincuenta por ciento de la matrícula en uno y otro nivel de enseñanza. Época en la que estaba sucediendo algo de mayor importancia, por la conexión que implicaba con la justicia, con ese principio de convivencia que da a cada persona lo que le pertenece; me refiero a la experiencia de tantas jóvenes, constatando que su diferencia sexual se utilizaba como un criterio selectivo, jugando en su contra -lo que no sucedía en los jóvenes-, a la hora de promover y de facilitar la decisión de matricularse en los estudios preferidos. A ellas se les hipotecaba la libertad de elegir el tipo y el nivel de formación que deseaban, envolviéndolas en un clima de temor a la sanción social que podían acarrear sus decisiones.

Lo que está pasando en las aulas

(18) Cfr. Flecha García, Consuelo (2002). “Las mujeres en el sistema educativo español”. Marín Eced, Teresa-del Pozo Andrés, María del Mar (eds.). Las mujeres en la construcción del mundo contemporáneo. Cuenca, Publs. Diputación Provincial, 209-226. (19) Cfr. Aguinaga Roustan, Josune (2004). “Las desigualdades de género entre los jóvenes” VV.AA. Informe Juventud en España 2004. Madrid, Instituto de la Juventud, 25-30. Grañeras, Montserrat y otras (2001). Las mujeres en el sistema educativo. Madrid, CIDEInstituto de la Mujer.

Cada oportunidad aprovechada con firmeza y hasta con osadía por esas protagonistas a lo largo de un siglo, el impulso aportado por la Ley General de Educación de 1970 a la modernización del sistema educativo español, y el nuevo marco de relaciones sociales que abrió la democracia, ha hecho posible disponer de una imagen inequívoca en este todavía inicio del siglo XXI. Asomarse a lo que sucede hoy en las aulas y en otros espacios de educación no formal, el modo de comportarse las niñas y las jóvenes en los ambientes donde se mueven, la manera de actuar en la sociedad las mujeres adultas que ya han pasado por una trayectoria educativa amplia, de situarse las alumnas y las profesoras que viven el día a día de los centros de enseñanza, todo ello nos revela la seguridad y el dinamismo con que han logrado poner en valor su autoestima y ganar los espacios en los que están desempeñando las actividades a las que se han incorporado. Fruto de esta actitud, el cincuenta por ciento de presencia de chicas en los niveles no obligatorios del sistema educativo, al que ya me he referido más arriba, ha seguido creciendo en algunos puntos. Las jóvenes continúan en mayor proporción dentro del itinerario escolar, un vez finalizado el periodo obligatorio, y lo hacen con unas calificaciones medias por encima de las de sus compañeros. De esta manera lo recogen los informes correspondientes a cada curso escolar, tanto del bachillerato como de la universidad (19). Los porcentajes de alumnas vienen oscilando entre un 53% y un 57%, y los referidos a la terminación de los estudios de uno u otro nivel, incrementan en varios puntos esos índices. En la Tabla II vemos que durante el curso 2006-07 las alumnas representaban entre un 54% y un 55%, pero en los porcentajes sobre el alumnado que finalizó ese año los estudios universitarios, ellas superan a sus compañeros en casi siete puntos en las carreras universitarias, y en el caso del bachillerato, algo más de tres puntos.

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Tabla II. Porcentaje de Alumnas y de Finalistas UNIVERSIDAD

BACHILLERATO

CURSO

2006-2007

% AS

% Terminan

% AS

% Terminan

54,31

60,94

54,68

57,71

FUENTE: Elaboración del Instituto de la Mujer a partir de datos de la Estadística de la Enseñanza Superior en España. INE

Tabla III. Porcentajes de opinión sobre Educación y Estudios 2005

2006

2007

2008

AS

OS

AS

OS

AS

OS

AS

OS

Principal problema: Educación

3,5

2,2

4,9

3,5

3,8

2,7

6,5

4,4

Problema que te preocupa: Educación

12,9

13,2

13,0

11,0

11,1

8,9

12,1

10,0

Satisfacción: Estudios

20,1

16,8

28,2

18,2

Importancia: Estudios

45,8

37,1

44,5

36,9

44,1

35,0

23,3

15,7

43,8

36,3

FUENTE: Instituto de la Juventud: Sondeos de opinión y situación de la gente joven. Años correspondientes

Datos que son una prueba más, además de la constancia de las chicas para culminar aquello que se proponen, de su capacidad de esfuerzo para conseguirlo con un mejor rendimiento que el de los alumnos (20). Y no podemos atribuirlo a que haya diferencias de grado en la inteligencia de mujeres y de hombres, porque no es así, sino más bien, a que saben la importancia y la necesidad que en el caso de las mujeres tiene el formarse, el cargarse de razones académicas, para cuando llegue el momento de la incorporación al mercado laboral. De ahí que, con voluntad y con ánimo, decidan conducir su energía en la dirección de una preciada trayectoria formativa.

(20) Lo mismo sucede en el resto de países de la Unión Europea, como puso de manifiesto el Informe sobre la discriminación de las mujeres jóvenes y niñas en materia de educación, del Parlamento Europeo elaborado por Eva Flasarová en 2004. Afirma en la página 10: “En 2004, ocho de cada diez mujeres matriculadas en centros de educación superior en los Estados miembros de la UE concluyeron sus estudios. Esa tasa es superior a la de los hombres, entre los cuales es de tres de cada cuatro”. (21) Cfr. http://www.injuve.migualdad.es/injuve/portal.portal. action

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Los sondeos de opinión y situación de la gente joven que realiza periódicamente el Instituto de la Juventud (21), desprenden alguna explicación sobre esta circunstancia. Cuando se les pide que digan cuáles son, a su juicio, los dos principales problemas que existen en la sociedad actual, aunque es muy bajo el índice de elecciones, las jóvenes se deciden por la educación en mayor proporción que los jóvenes; y salvo en el primer año de los que recoge la Tabla III, a ellas la educación les preocupa también más en el plano personal. Incluso están más satisfechas con los estudios que sus coetáneos cuando se les pregunta por el grado de satisfacción en diferentes aspectos de su vida personal; y los eligen como una de las cuestiones que representan algo muy importante para ellas en su vida. Opiniones que nos llevan a considerar si el rendimiento y la satisfacción son las que alimentan la importancia que conceden a esa actividad a la que se dedican, la educación y los estudios, o si es quizás esta importancia descubierta en lo que les rodea, la que desencadena un mejor rendimiento y, en consecuencia, mayor satisfacción. Seguramente podemos adelantar que son cuestiones interrelacionadas. Las jóvenes de las últimas generaciones que se han encontrado con múltiples oportunidades de instrucción académica, vemos que las están sabiendo

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aprovechar muy bien; lo vienen demostrando desde hace años. Han ido entrando en una gama muy diversificada de estudios y de carreras universitarias –no en todas en la misma medida-, parecen tener una actitud más positiva e implicada en el hecho de conocer y de asimilar lo que se les presenta en las aulas, como ponen de manifiesto las calificaciones medias que obtienen, y encuentran motivaciones para estudiar apoyadas en esa certeza que la observación les ha brindado sobre el significado que tiene una mayor formación de cara a su futuro. Se destaca, creo que con demasiada insistencia, la desigual distribución de las alumnas universitarias entre las diferentes áreas de conocimiento, teniendo en cuenta la carrera que estudian. Se insiste en el hecho de que la matrícula femenina se concentre en mayor proporción en las titulaciones directamente relacionadas con conocimientos y con prácticas que siempre han cultivado y atendido las mujeres –salud, educación, trabajo social-, en donde disponían de un bagaje de saber que procedía de la experiencia y que se trasmitía de mujer a mujer, de madres a hijas. Y muchas veces lamentamos que siga creciendo su presencia únicamente en aquellas titulaciones cuyos contenidos y salidas laborales se adecuan a lo que de ellas se espera, de acuerdo con un concepto de mujer que no abandona el esencialismo y que es uniforme en todas. Reacciones que son fruto del deseo de romper con estereotipos y sesgos que puede estar condicionando las elecciones de las jóvenes. Entiendo que esta forma de comportarse en el momento de optar por una determinada carrera, es más compleja de lo que en un primer análisis pueda percibirse. Tiene que ver, sin duda, con una mentalidad arraigada acerca de lo que es natural para los hombres y para las mujeres, con el tipo de expectativas que se alimentan desde la infancia en las niñas y en los niños, con la cercanía de personas que sirven de referencia a la hora, bien de animar, bien de tomar distancia, respecto de una o de otra opción, con la imagen que la sociedad construye de cada ciencia y de cada profesión, y de las personas que las cultivan y ejercen, etc. etc. Pero no en exclusiva, porque influye, al mismo tiempo, el carácter de los conocimientos en los que cada carrera introduce, la diversidad de salidas profesionales para las que prepara, las perspectivas de inserción que ofrece el mercado laboral al que dirigen, la propia percepción que cada persona tiene de sí misma en cuanto a capacidades, valores, relaciones, proyectos, el sentido que quieren dar al ejercicio profesional futuro, el modelo de sociedad que anima a actuar en ella desde la perspectiva que aporta la propia formación. El modo de interaccionar de cada uno de estos aspectos a la hora de decidirse por una u otra especialidad de estudios, no es fácil de determinar. De hecho, vivimos en unos años en los que, como he apuntado, la escuela y otros espacios académicos se plantean como igualitarios -aunque aún adolezcan en la práctica de una buena parte de ese carácter-, en que la distribución de los recursos asignados a finalidades educativas no responden a ningún criterio que condicione su reparto de acuerdo con el sexo de las personas a las que van destinados, cuando las jóvenes disponen de unos horizontes individuales y de grupo que multiplican, de manera casi sorprendente, las aspiraciones que poco tiempo antes albergaban para sí mismas las compañeras que les precedieron, y hacia los que con convicción ellas dirigen sus deseos.

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Tabla IV. Distribución de alumnas universitarias en las diferentes áreas de conocimiento Titulaciones

2000-01

2002-03

2004-05

2006-07

Difs.

Porcentaje Total

53,41

53,66

54,15

54,31

+ 0,90

Humanidades

63,56

63,08

63,06

62,15

- 1,41

Sociales y Jurídicas

61,38

62,29

62,93

62,96

+ 1,58

Experimentales

56,25

58,44

59,31

59,18

+ 2,93

Salud

72,06

73,77

74,48

73,75

+ 1,69

Técnicas

26,82

27,30

27,42

27,27

+ 1,69

FUENTE: Elaboración del Instituto de la Mujer a partir de datos de la Estadística de la Enseñanza Superior en España. INE

La Tabla IV muestra un movimiento muy lento en el conjunto de carreras representadas por cada área, con alguna tendencia que se consolida en el sexenio al que se refieren los datos. Al comparar los porcentajes del curso académico 2000-2001 y del 20062007, vemos que se han producido cambios en todas las áreas de conocimiento. A la baja, disminuyendo el porcentaje femenino en las titulaciones del campo de Humanidades, y creciendo ese índice en todas las demás, de manera especial en las que forman parte del área de Ciencias Experimentales. Las carreras técnicas siguen siendo un campo en el que las distancias cuantitativas entre alumnas y alumnos se mantienen claras; fueron las últimas en las que se matricularon mujeres, pues hubo que esperar a la década de los años veinte del siglo pasado, si recordamos el proceso de incorporación femenina a los estudios universitarios. Medicina ha sido, sin embargo, la puerta de entrada de las jóvenes en la Universidad (22) en los años setenta del siglo XIX; y todavía el área en la que está incluida esta carrera, ciencias de la salud –incluye hoy otras titulaciones-, atraen a un porcentaje altísimo de mujeres entre el alumnado que se matricula en ellas. El cuidado de la vida y de la salud, secularmente realizado por las mujeres dentro de las familias, está volviendo a ser patrimonializado por ellas, ahora desde una preparación universitaria, después de unos siglos de obligada ausencia, cuando el tratamiento científico de los temas de salud y la objetividad, se impusieron al saber y a la práctica que se alimentaba de la experiencia. Las primeras jóvenes universitarias en España y en casi todos los países, quisieron retornar al cuidado de la salud cursando la carrera de medicina, rescatando para ellas una actividad de indudable genealogía femenina.

Alcanzar la educación deseada

(22) Flecha García, Consuelo (1996). Las primeras universitarias en España. Madrid, Narcea.

Beneficiarse de la educación que se recibe en las aulas, no encontrar obstáculos formales a la hora de incorporarse a la escolaridad en cualquier modalidad de enseñanza, no es el final de lo que las mujeres quieren, de lo que las jóvenes deben alcanzar en sus itinerarios formativos. Por eso, de nuevo el origen sale al paso para insistir en lo que de verdad se desea, pero ahora no circunscrito al momento inicial en el que las autoridades políticas legislaron sobre la creación de escuelas para niñas, y a cuando las funciones que realizaban mujeres y hombres en sus contextos familiares y sociales, sirvió para determinar el modelo educativo al que podían aspirar en razón de su sexo.

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En el origen al que me refiero, descubrimos una paulatina y creciente toma de postura que llevó a las mujeres, primero individualmente y después dentro de movimientos, a reclamar el acceso a la instrucción en igualdad, por las importantes consecuencias que los indicadores del progreso hacían derivar de ella. Fueron mujeres las que hablaron y escribieron para argumentar justificadamente la educación que necesitaban; hubo mujeres que dedicaron tiempo al estudio pasando a formar parte de la población alfabetizada y de los círculos cultos de su tiempo. En ambos casos lograron sustentar y difundir una opinión que desmontara costumbres y empujara a otras a involucrarse en esas mismas decisiones; las que permitían cumplir el deseo de obtener las credenciales exigidas por las sociedades modernas para incorporarse a los que se denominaban espacios públicos. Utilizaron las oportunidades a su alcance, a pesar de que las inquietudes sentidas iban más allá de lo que se les ofrecía; a pesar de que eran conscientes de las limitaciones que encerraban las propuestas concretas que se les brindaban. Ha pasado mucho tiempo. A las generaciones actuales les resultan difícilmente creíbles las circunstancias que han vivido incluso las mujeres de su propio entorno familiar, sus madres, sus tías, sus abuelas. Las condiciones políticas y socioeconómicas en las que hoy discurre nuestra vida han favorecido una situación excelente en las últimas décadas para ampliar el número –absoluto, de acuerdo con la demografía, y en porcentaje- de las que adquieren la más amplia formación. Pero como esta realidad lograda no es el objetivo último, se han puesto en marcha medidas y se han destinado recursos por parte de las administraciones educativas y de los organismos de igualdad (23), para impulsar prácticas que den la calidad que hoy requiere la tarea educativa que se realiza en las aulas, y la que la juventud escolarizada necesita. Entre ellas, se está poniendo un énfasis especial en cómo contribuir a hacer posible unas relaciones sociales más equitativas entre hombres y mujeres, empezando por la sensibilización en edades escolares.

(23) La Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, “para la igualdad efectiva de mujeres y hombres”, ha profundizado en esta voluntad social y política, regulando la orientación que ha de ser aplicada a múltiples aspectos de la vida, la educación entre ellos. El artículo 23 se refiere a “La educación para la igualdad de mujeres y hombres”, y el artículo 24 a la “Integración del principio de igualdad en la política de educación”. (24) Una obra reciente sobre el papel de las mujeres en el ámbito educativo, sobre investigaciones acerca de sus prácticas, sobre los debates que la educación de las mujeres suscita, sobre experiencias con otra visión del curriculo y de la escuela, es: García Lastra, Carmen y otras (2008). Las mujeres cambian la educación. Madrid, Narcea.

El Instituto de la Mujer y el Ministerio de Educación, junto con los organismos homólogos de cada una de las comunidades autónomas, llevan favoreciendo desde los años ochenta el compromiso con esta finalidad, entre otros ámbitos en el de la enseñanza, incidiendo en propuestas que ayuden a un desarrollo personal no condicionado por la construcción social y cultural del sexo al que se pertenece; propuestas que no pueden dejar de tener en cuenta la presencia mayoritaria de chicas en la educación reglada, de alumnas en cada una de las aulas. Han sido mujeres las más involucradas en incentivar los cambios desde esos organismos oficiales, y sus formas de intervenir han partido de un análisis previo: que los procesos educativos, en sus contenidos de aprendizaje y en sus dinámicas de funcionamiento, continuaban moviéndose con criterios androcéntricos, esos que sirvieron cuando la población escolar era sólo masculina. Las iniciativas de carácter general promovidas han contado con la buena acogida y el compromiso de secundarlas, por parte de muchas profesoras, junto al beneplácito de las alumnas; y poco a poco, también se han empezado a unir a ellas profesores y alumnos. Concurso imprescindible en torno a estas acciones para que no produzcan sólo superioridad numérica femenina en los centros de enseñanza, sino para que además las mujeres de toda la comunidad educativa puedan ser consideradas en lo que son, con sus capacidades y características, y en lo que han sido a lo largo de la historia; para que también las alumnas encuentren genealogía propia, referentes no únicamente masculinos, y elementos más plurales a la hora de afianzar su identidad (24).

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Los pasos dados en el empeño por hacer hueco dentro de los espacios educativos a las mujeres, han cubierto diferentes etapas. En una primera las actuaciones se centraron en el proyecto de poner voz a los silencios del currículo escolar respecto de la vida, del saber y de las presencias de las mujeres en el mundo y en la sociedad; intervenciones que rectificaran el androcentrismo estructural y la neutralidad de la ciencia de la que se partía como principio; ese modo de proceder que Angelina Martel denomina “centrismo masculino en la escolarización” (25). Silencio elocuente en la selección de los contenidos culturales, en la propuesta de actitudes y de valores, en el estilo de las dinámicas educativas y de la relaciones interpersonales, en la utilización del lenguaje que nombra y describe lo que existe, en los criterios de observación y de análisis del mundo y de la sociedad, etc. Era urgente conseguir que todo lo que se transmite en la escuela dejara de incorporar y comunicar estereotipos sexistas, los cuales impedían que las jóvenes lograran desvincularse, y que las desvincularan, de una imagen esencialista y uniforme, esa que obscurece e invalidaba el cómo ellas estaban presentándose; asignaciones que desvalorizaban las características de su personalidad al contrastarlas con las consideradas propias de la identidad masculina. Un discurso dasalentador, que las llevaba a sentir la necesidad de distanciarse de eso no valioso que formaba parte de ellas y, a cambio, ir acercándose al modo de ser y de actuar de los chicos, para de esa manera participar del modelo reconocido y valorado. Interés estratégicamente inducido, que irrumpe en el autoconcepto de las jóvenes, en la imagen que se habían ido creando de sí mismas, y que traslada a lugares que dicen, sí valiosos androcéntricamente, pero donde hay que olvidar las referencias femeninas y acostumbrarse a la desvalorización de los espacios y de los trabajos frecuentados por mujeres.

(25) Martel, Angelina (1999). “Intervenciones pedagógicas a favor de niñas y mujeres brillantes”. Julie Ellis y John Willinsky (ed.). Niñas, mujeres y superdotación. Madrid, Narcea, 83.

El sexismo no reconocido es una tarea pendiente aún en muchos aspectos de la cotidianidad educativa, que están retardando la transformación de los centros mixtos –alumnas y alumnos compartiendo aulas y recibiendo una educación uniforme-, en centros coeducativos –la educación reconoce las capacidades e individualidades de cada niña y cada niño, y potencia su desarrollo-. Uno de los objetivos estratégicos de Plan de Igualdad de Oportunidades 2008-2011, no se olvida de esta tarea pendiente, y en el nº 3 señala: “Implementar la coeducación en los proyectos educativos de centro” (26). Este diagnóstico ha llevado a poner el esfuerzo en la planificación de intervenciones que tienen como finalidad hacer visibles a las mujeres en el curriculo escolar y prestar atención de manera personalizada y explícita a las jóvenes estudiantes. Para ello es obligado disponer de manuales en las disciplinas académicas que hayan incorporado el nuevo bagaje de contenidos culturales, utilizar materiales de trabajo y otros recursos didácticos que difundan y pongan en valor el saber y el actuar de la mitad de la población, que es y ha sido mujer, así como las formas singulares que han ido creando para estar en el mundo contribuyendo a la civilización que disfrutamos.

(26) Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades 2008-2011. Madrid, Instituto de la Mujer, 57.

Se pretende, no únicamente el reconocimiento de esas aportaciones femeninas a las que hay que reservar espacio en el trabajo de las aulas, sino algo más: que la cultura académica transmitida no se reduzca a informar, documentar y explicar las circunstancias, protagonistas y sentido de las dimensiones públicas de la vida colectiva, y a desarrollar las actitudes y destrezas que requiere la formación para el mercado laboral. Un proyecto de convivencia armónica y de igual a igual pide incluir también en las programaciones docentes los contenidos que afectan a dimensiones personales y familiares, a

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las que mujeres y hombres tendrán que dedicar tanto tiempo a lo largo de la vida. Entre ellas las tareas y funciones que han protagonizado de forma casi exclusiva la población femenina, las cuales son imprescindibles para nuestra autonomía y bienestar individual, y además para el de nuestro entorno familiar y de amistades. No se puede seguir orientando implícitamente a las jóvenes a una renuncia de la parte de sí mismas que no cuenta para el modelo político macrosocial y globalizado, ni para el paradigma económico centrado en el mercado; pero no hacerlo así supone una amenaza de interferencia en las actuaciones públicas y en la cultura laboral diseñadas para personas con cuerpo masculino y sin responsabilidades familiares. Sin embargo, es personalmente injusto y socialmente muy caro educarlas con una exigencia de disociación que vuelve estériles una parte de sus capacidades. Ha escrito María-Milagros Rivera que “las mujeres no queremos elegir: no queremos elegir entre el sueldo y el amor, ni entre la educación especializada y el ser madres, ni entre la promoción laboral y el tener tiempo para nosotras, por ejemplo. Porque no los vivimos como contrarios excluyentes” (27). Éste es el sentir de una mayoría de mujeres, pero no es fácil que las jóvenes lo perciban de esa manera, y que se ponga de relieve en el estilo de formación que se cultiva y en las oportunidades sociales y laborales para las que se preparan.

(27) Rivera Garretas, María-Milagros (2006). “Educarse entre mujeres: la historia de la práctica de lo simbólico”. Mª Dolores Alcántara y Mª Blanca Gómez (eds.). De mujeres sobre mujeres y educación. Málaga, Serv. Publicaciones Diputación, 44. (28) Cfr. Piussi, Anna María (2006). “El sentido libre de la diferencia sexual en la educación”. Ana María y Mañeru Méndez, Ana. Educación, nombre común femenino. Barcelona, Octaedro. 15-45. (29) Rivera Garretas, María-Milagros (2007). “La historia que rescata y redime el presente” DUODA. (33), 27.

Y en consecuencia, es igual de decisivo que el abanico posible de iniciativas educativas tenga en cuenta la diferencia sexual, pues no se puede entender la igualdad en el sentido de logro de lo idéntico; en este caso, como igualdad de las chicas con los chicos, sin margen para una diferencia sexual y para una diversidad personal, de las que recelamos debido a que han sido pretexto para injustificadas discriminaciones en la historia pasada y reciente. Que permita entender el significado que aporta a los procesos de crecimiento personal una realidad humana innegable, el que los sexos son dos, lo que enriquece el tipo de relaciones sociales en las que nos movemos. Evidencia que hay que tomar en consideración más allá de la igualdad entre mujeres y hombres, de la que partimos a la hora de presentar y de ofrecerles posibilidades de afianzar su identidad. La diferencia sexual como una riqueza de cada persona, no como la razón para justificar ventajas o desigualdades, como motivo para establecer jerarquías o dependencias. Estas observaciones han aconsejado la búsqueda de nuevas prácticas educativas que hagan posible que las diferencias –muy especialmente la sexual porque atraviesa todas las demás-, promuevan transformaciones cualitativas (28) en las dinámicas falsamente asexuadas que las aulas se esmeran en utilizar. Una diferencia femenina no considerada ni como complemento, ni como oposición a lo masculino, sino como fuente de referencias deseables en la construcción de la identidad personal, individual y diversa en cada alumna y en cada alumno, sin las fronteras que imponen muchos de los códigos y estereotipos transmitidos de una generación a otra. Hay que contar con el patrimonio del que hoy podemos disponer para que la educación de las jóvenes asuma los saberes, las prácticas y la experiencia de las mujeres –“o mejor, el pensamiento de la experiencia” (29)-, las cuales, desde el inicio de la humanidad, y también en el presente, han enseñado el significado de las palabras –a nombrar el mundo-, han iniciado en las relaciones y afectos interpersonales, y en todo lo que era útil y valioso para la propia vida y para la del entorno.

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A favor de las mujeres La educación ha jugado a favor de las jóvenes; ha sido una mediación para desplegar la libertad femenina, y ellas la están aprovechando para, entre otras cosas, pensar su vida con criterios propios. Es verdad que reciben mensajes que las hace dudar de si lo bueno será imitar a los hombres, pero creo que cada vez con más claridad están sabiendo discernir mejor lo que les conviene. Las imágenes simbólicas atribuidas durante mucho tiempo como únicas, en las que una mujer podía representar a todas, van perdiendo influencia frente a las mujeres concretas, reales (30). Los procesos educativos tienen una responsabilidad en el seguir ayudando a hacer elecciones más individuales, escuchando los propios deseos, acogiendo la singularidad, alimentando mejores expectativas, abriendo ventanas a la libertad de cada alumna y de cada alumno. La experiencia positiva de que determinadas aspiraciones personales y colectivas se están cumpliendo, la toma de conciencia ganada, hace que las jóvenes puedan ir percibiendo que no desean reproducir ni una condición femenina hasta hace poco justificada en función de la naturaleza biológica, ni tampoco identificarse con los estilos masculinos de presencia y de participación en la sociedad, para poder ser aceptadas y reconocidas. En primer lugar, porque va a dejar de estar cada vez menos dispuestas a apoyar el sistema patriarcal pareciéndose a los hombres, y porque defenderán su diferencia sin aceptar las consecuencias de subordinación y dependencia que por ello había que soportar. Quizás se deba a esto el que sean muchas las personas que continúan viendo en la educación escolarizada de las jóvenes un quehacer relevante; por las jóvenes mismas, y por lo que significará para toda la sociedad la orientación que den a su propia vida. No en vano las aulas son un ámbito de socialización determinante “en la formación del universo simbólico y en la adquisición de hábitos, actitudes y valores que hacen variar la posición de las personas” (31). Porque estas acciones, en ese y en otros ámbitos, no se realizan de forma solitaria; deben de estar acompañadas por la confianza que aporta a la hora de ir avanzando en lo que se quiere, el hecho de sentirse rodeadas de personas a las que se reconoce una autoridad y, en virtud de ese reconocimiento, pueden persuadir, pueden ofrecer ocasiones, siempre que se desee, para el contraste con ellas. La importancia de las redes intergeneracionales no ha disminuido; son, si cabe, más necesarias que nunca. Referencias bibliográficas - Aguinaga Roustan, Josune (2004). “Las desigualdades de género entre los jóvenes” VV.AA. Informe Juventud en España 2004. Madrid, Instituto de la Juventud, 25-30. - Ballarín Domingo, Pilar (2006). “Educadoras” Isabel Morant (Dir) y otras (2006): Historia de las mujeres en España y América latina. Del siglo XIX a los umbrales del XX. Madrid, Cátedra, 505-522.

(30) Cfr. Fraisse, Geneviève (2003). Los dos gobiernos: la familia y la ciudad. Madrid, Cátedra. (31) Simón Rodríguez, Elena (1999). Democracia vital. Mujeres y hombres hacia la plena ciudadanía, Madrid, Narcea, 205.

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Yolanda Agudo Arroyo. UNED.

Mujeres jóvenes hoy: el empleo de las tituladas universitarias

Este artículo presenta los cambios experimentados en la posición social de las jóvenes universitarias en el mercado de trabajo, en los últimos tiempos. Se analiza la relación entre educación superior y empleo, desde una perspectiva de género crítica con el androcentrismo que sostiene formas de discriminación sutiles en estos espacios de la estructura social. El análisis se acota a las jóvenes tituladas contemporáneas, sin olvidar la referencia comparativa e histórica de otras mujeres para comprobar que, más allá del ámbito formal, no se ha conseguido la igualdad de sexo en la sociedad actual; aunque se percibe una situación distinta, cuantitativa y cualitativamente, a la de hace unas décadas, sobre todo cuando se hace referencia a la posición laboral de este sector de población. El artículo presenta un diagnóstico minucioso de la situación social de las jóvenes en la educación superior y en el empleo, con el fin de detectar los factores discriminatorios que todavía impiden la plena igualdad entre hombres y mujeres en estos espacios. Se constata que las relaciones de género influyen en el desarrollo de las trayectorias académicas y laborales de las y los jóvenes universitarios, así como en el tipo de estudios elegido para su formación profesional. Palabras clave: educación superior, mercado de trabajo, empleo, diferencias de género, jóvenes, mujeres.

1. Introducción A continuación se presenta un texto descriptivo del empleo -y las condiciones laborales- de las jóvenes universitarias, en comparación con el de los varones, y su evolución en los últimos años. Los argumentos que se ofrecen afloran de un conjunto de datos cuantitativos y cualitativos (1) recogidos en este artículo, con el fin de impulsar la reflexión en torno a la relación entre la educación y el empleo de las jóvenes universitarias, en el contexto sociolaboral actual. El que nos atañe es un asunto de relevancia sociológica en la sociedad de nuestros tiempos, dado el cambio experimentado en la posición social de las mujeres en general, y de las jóvenes en particular, y el incremento de su participación en distintos espacios públicos de la vida social. Asimismo, es crucial el análisis de la educación y el empleo de los y las jóvenes, dada la influencia de ambas instituciones en su emancipación e independencia de la familia de origen, en definitiva, en su tránsito a la vida adulta (1) Los datos cuantitativos se recopilan de distintas fuentes secundarias que se citan en el texto. Los discursos cualitativos se extraen de entrevistas en profundidad realizadas a titulados y tituladas universitarias, y a personas expertas en el mercado laboral, en una investigación que se desarrolla en paralelo a la redacción de este artículo.

Este artículo se desarrolla en el marco de los Estudios de la Mujer o del Género que analizan el impacto social producido por la incorporación de las mujeres a distintos ámbitos de la estructura social en las últimas décadas. Con el objetivo de contribuir a afianzar su posición en el ámbito de la educación superior y del empleo, más allá del espacio doméstico privado que siempre han ocupado como único y exclusivo, la exposición se orienta a evidenciar los sesgos androcéntricos que todavía caracterizan a la institución universitaria y a la del mercado de trabajo de los jóvenes. Dicha evidencia se refleja en las desigualdades de género que se dan en estos dos niveles con-

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cretos de la estructura social, donde paradójicamente impera la igualdad formal de oportunidades de hombres y mujeres. Antes de describir la situación laboral actual de las jóvenes universitarias, con miras a vaticinar la que les aguarda un futuro más o menos próximo, merece recordar algunos de los precedentes que han concebido la misma. Durante siglos, el rol social de las mujeres se ha limitado a la reproducción y el cuidado, separando su desempeño de los sectores públicos de la vida política, social y productiva. El origen de tan injusta situación descansa en que históricamente las diferencias biológicas entre los sexos se traducían en espinosas desigualdades sociales entre varones y mujeres. Por el contrario, la nueva condición social de las mujeres, sobre todo de las más jóvenes, hace que su presencia en ámbitos públicos en los que antes estaban ausentes sea hoy en día una realidad indiscutible. Un conjunto de factores de carácter teórico, práctico, político y cultural ha contribuido al reconocimiento de los derechos femeninos a la educación y al trabajo remunerado, entre otros antes reconocidos sólo a los varones. Con ello, se han ampliado los espacios de libertad de las mujeres, quienes, a su vez, han sido las principales protagonistas de importantes procesos de cambio en la sociedad de los últimos tiempos. Desde que las mujeres se pronunciaron en la Revolución Francesa (1789-1799) como un grupo social subordinado a los varones en busca de sus propios intereses, hasta los comienzos del siglo XXI, han obtenido grandes logros. No obstante, en dicha Revolución, el ala democrática más radical rechazó la extensión a las féminas de los nuevos derechos de individualidad y libertad reivindicados (Puleo, 1992). De modo que la libertad, al menos de las mujeres, no era entonces más que una mera ilusión (Camps, 1998: 27-28). Previamente, Poullain de la Barre (2) había defendido la igualdad natural entre varones y mujeres por encima de las costumbres y prejuicios sociales de la época, deslegitimando la diferencia física como origen de la desigualdad entre ellos (Frutos y Escribano, 2001). A partir de lo anterior, de la Barre propone combatir la desigualdad sexual mediante la educación como método reformador que impidiera la división sexual del trabajo y la subordinación de las mujeres a los varones, y permitiera, además, el acceso de las primeras a cualquier profesión o función social (Cobo, 1994).

(2) En 1673, en la obra Sobre la igualdad de los dos sexos

Con precedentes de este tipo, las reivindicaciones feministas se defenderán con más aliento a partir de la Ilustración pues el movimiento ilustrado, con supuestas proclamas universales, se olvida de las mujeres. Pueden recordarse como autores destacados del movimiento, entre otros, a Locke (16321704), Montesquieu (1689-1755) o Rousseau (1712-1778) quienes cuestionaron el orden social del Antiguo Régimen aunque manteniendo un carácter misógino en los ideales de igualdad y libertad que defendieron (Iglesias, Aramberri y Zuñiga, 1989). Otros autores de la época, sin embargo, criticaron los ideales de los anteriores, proclamando la extensión de los principios ilustrados tanto a varones como a mujeres, con vindicaciones que denunciaban los privilegios exclusivamente masculinos. Entre los últimos destacan Condorcet (1743-1794) y Mary Wollstonecraft (1759-1797). En concreto, la obra de Wollstonecraft (Vindicaciones de los Derechos de las Mujeres, 1792) defiende la educación femenina en igualdad a la masculina y supone un ataque a los prejuicios sexistas en defensa de la igualdad entre los sexos. Esta obra inaugura el corpus teórico de la teoría feminista que se desarrolla a partir de entonces.

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Las reivindicaciones feministas se han sucedido desde el siglo XVII hasta la actualidad, encaminándose hacia el cambio social, histórico y político a favor de las mujeres, a base de enfrentar incesantemente las incoherencias de la ideología patriarcal. Estas reivindicaciones han promovido un cambio estructural en la situación social de las mujeres, rompiendo esquemas sociales androcéntricos tradicionales en busca de mayor igualdad y libertad en el desarrollo de las cualidades femeninas en un mundo exterior al familiar, como es el de la educación superior y el del empleo. El movimiento feminista se ha manifestado en algunas épocas más activo que en otras, en función de los acontecimientos políticos y sociales del momento, pero siempre alerta a reivindicaciones encaminadas a la obtención de los derechos democráticos para las mujeres. El del feminismo es, por tanto, un movimiento de raíces ilustradas (Amorós, 1997) promovido por la participación femenina en las reflexiones sobre su propia situación de inferioridad y dependencia en relación a los varones, con abundantes, aunque no incontrovertibles, efectos en la sociedad actual. Junto a estas reflexiones, un conjunto de transformaciones económicas, políticas y sociales fueron modificando la posición social de las españolas de finales del siglo XIX. En el siguiente siglo, diversas condiciones estructurales estimularon una sociedad más igualitaria cuando el derecho al trabajo procedió al de la educación y a ambos les sucedieron numerosas reformas legislativas. No obstante, los primeros cambios en el acceso de las españolas a la Universidad se observan hacia mediados del siglo XIX, sin embargo, los objetivos de su formación se alejaban de ser profesionales. Las que por entonces lograron acceder a las aulas universitarias pudieron hacerlo bien disimulando su condición con atuendos masculinos, como fue el conocido caso de Concepción Arenal (1841), o bien amparadas por el estrato social de privilegio al que pertenecían (Flecha, 1999). Las que accedieron tuvieron que enfrentar arduos obstáculos y ocuparon espacios distintos y separados de los varones. Además, estas privilegiadas solamente podían cursar titulaciones específicas, muchas veces sin poder obtener el título universitario y, desde luego, sin vínculo a su desempeño profesional. Mientras tanto, a la gran mayoría, sin embargo, se les negaba directamente el acceso (son conocidos los casos de Gertrudis Gómez de Avellaneda o Emilia Pardo Bazán) y tenían que conformarse con la formación en instituciones docentes no universitarias (Escuela Normal de Maestras, Escuelas de Institutrices, Escuela de Comercio o Escuela de Correos y Telégrafos), dado que el acceso a la educación de las mujeres estaba supeditado a la prolongación de funciones domésticas (Durán, 1982). Con posterioridad, en la segunda década del siglo XX, un conjunto de cambios legislativos permitieron el acceso de las españolas a la educación superior y el reconocimiento de su titulación. Pese a ello, en 1930 había únicamente un 5% de mujeres entre los matriculados en la Universidad y, además, sólo en algunas áreas específicamente femeninas que conferían a labores del cuidado afines a su condición -femenina-, a la ampliación del servicio doméstico y a empleos relacionados. Por tanto, el acceso de las mujeres a las profesiones estaba totalmente regulado por el carácter masculino de la mayoría de los trabajos. Después, la Guerra Civil española del 36 suprimió muchos de los derechos adquiridos por las mujeres en la II República y debilitó el movimiento feminista, aunque sin hacerle desaparecer por completo. La etapa de la dictadura que sucedió a esta guerra se desarrolló colmada de un control ideológico

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que diseñaba una legislación inaccesible al trabajo productivo de las mujeres casadas, relegándoles exclusivamente al ámbito privado del hogar. En esta época, profundas creencias culturales y sociales limitaban a las mujeres al rol tradicional del cuidado y la reproducción, sólo las solteras o casadas de clase baja podían trabajar. Frente a esta situación, en la fase final de la dictadura, (en una nueva oleada) el movimiento feminista (3) recupera actividad y el deseo de cambio se hace inminente. En los años 70 del siglo XX se desarrollan de forma consecutiva un conjunto de transformaciones sociales, políticas, institucionales, económicas, ideológicas, culturales, y en lo que nos concierne, en la estructura del sistema educativo y laboral que satisfacen algunas de las nuevas reivindicaciones de las mujeres. En consecuencia, la sucesión de necesidades económicas y sociales debilitaba la organización patriarcal que había predominado en décadas anteriores. Además, las primeras auras de un proceso de modernización en España se vislumbran a partir de los cambios políticos y de valores de esos años, cada vez más democráticos. La Constitución de 1978, hoy todavía vigente, marcó un antes y un después al establecer una declaración explícita de igualdad entre los sexos (artículo 14), equiparando jurídicamente al hombre y a la mujer. Asimismo, la creación del Instituto de la Mujer (1983), la sucesión de los diversos Planes de Igualdad de Oportunidades para las mujeres que hasta hoy se conocen, diversas actuaciones legislativas nacionales y comunitarias y, por supuesto, la Ley para la Igualdad efectiva de Mujeres y Hombres (Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo de 2007), favorecen el cambio en la situación social de las jóvenes españolas contemporáneas. A partir de lo anterior, las mujeres estudian y trabajan en mayor medida que antes; del mismo modo, ocupan profesiones que antes les estaban prohibidas. A principios de los 70, la tasa de actividad femenina era del 24% y en alza a medida que pasan los años. Sin embargo, en el mercado de trabajo y en la educación superior diversos prejuicios sexistas, discriminatorios con las mujeres, impiden todavía la plena igualdad con los varones. Cuando las españolas han logrado el pleno acceso a la formación universitaria, sus trayectorias académicas son diferentes de las de sus compañeros varones, además, unas y otros siguen itinerarios laborales distintos.

(3) El del feminismo no es un discurso homogéneo sino plural en constante renovación. Sus presupuestos básicos varían en función de los ideales y experiencias de sus precursores/as de diversa orientaciones aún cuando todas ellas se expresan para cuestionar la sociedad patriarcal, siempre con el fin de transformar el sistema jerárquico género-sexo que prevalece en dicha sociedad (Amorós, 1997: 416 y ss).

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La nueva identidad que han adquirido las mujeres profesionales de finales de siglo XX, y principios del actual, es más que ostensible; sin embargo, pese a la igualdad de oportunidades de los sexos en el acceso a la educación y al empleo, siguen sin resolverse asuntos que discriminan a las mujeres como los relacionados directamente con el ámbito familiar, donde se advierte la ausencia de distribución igualitaria de tareas entre unas y otros. Bien es cierto que esta distribución es ahora más igualitaria que en épocas de mayor dominio patriarcal, sin embargo, no es todavía suficientemente equitativa dado que la conciliación laboral y familiar continúa siendo un objetivo difícil cuando se enfrenta a estructuras sutilmente reticentes al cambio hacia la plena igualdad (Camps, 1998: 54). Esta situación otorga diferentes oportunidades ante el empleo a los hombres y a las mujeres, a pesar del desarrollo de políticas igualitarias que se aplican con el fin de otorgar los mismos derechos y oportunidades a unos y otras, en todos los ámbitos de la vida económica, política, social y cultural (Varella, 2001: 115). Para cerrar este apartado introductorio, cabe hacer una advertencia previa elemental, aún cuando pueda ser bien conocida por quienes leen estas pági-

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nas. Como es sabido, “juventud” igual que “género” (Varella, 2001) son construcciones sociales establecidas en base a factores políticos, sociales y culturales, y no categorías provenientes de determinismo biológico alguno. Más allá de referirnos a la juventud como grupo social homogéneo, en este artículo nos ocupamos de la juventud con titulación universitaria y, en concreto, de las jóvenes con dicha titulación. Todos los jóvenes no son iguales en su condición académica, social, económica, cultural y laboral. Por tanto, la categoría joven, igual que la de mujer, no es unitaria ni uniforme sino que engloba a un grupo social heterogéneo que comparte una identidad ante situaciones sociales distintas. En consecuencia, no es lo mismo ser joven hoy que haberlo sido hace cuatro o cinco décadas, menos todavía para las mujeres cuya condición social ha cambiado tanto; sin duda, el contexto económico, social y cultural de los primeros y los segundos es muy diferente. Por otro lado, el intervalo de edad que acota la juventud es un asunto ampliamente discutido y, a su vez, determinado por la época que se tome de referencia. Aquí abarcamos un intervalo extenso puesto que nos referimos a un sector de la población que accede al mercado de trabajo cuando finaliza los estudios universitarios, con mayor edad que los jóvenes de niveles educativos inferiores.

2. La formación superior de las jóvenes españolas con expectativas profesionales. La educación ha brindado a las mujeres muchas oportunidades de progreso, proporcionándoles cualificación demandada por el mercado laboral. La incorporación de mujeres a la enseñanza superior en igualdad formal de condiciones con los varones, sin embargo, es bastante reciente, lo cual se refleja en la desigualdad de oportunidades profesionales de las y los jóvenes. La evolución histórica del sistema de las relaciones de género, en relación con las instituciones públicas de dominio masculino, evidencia que las mujeres no participaron en el desarrollo de las universidades y del profesionalismo (siglos XVIII y XIX). Sin embargo, un conjunto de condicionantes cuantitativos y cualitativos, más o menos androcéntricos, han precedido a la situación social actual de las jóvenes egresadas de la Universidad, que hoy disfrutan del derecho a la educación y al empleo. Hace décadas, las mujeres ocupaban una posición discriminada en la institución universitaria; eran, además, casos excepcionales y sin trascendencia profesional alguna. La Universidad española fue un espacio masculino hasta bien avanzado el siglo XX. En 1910 desaparece la prohibición al acceso femenino, aunque entonces las universitarias sólo se forman en algunas áreas del conocimiento específicamente “femeninas”. Por hacer un ligero repaso, cabe mencionar que en el curso 1919-20 las mujeres representaban un 1.5% en la Universidad española, en 1927-28 la matrícula femenina era de un 9.2% del total y en el de 1935-36 de un 8.5%, aproximadamente (el contexto bélico de la época quizá justifique tan bajo porcentaje) (Ballarín, 2001). El analfabetismo en nuestro país se va reduciendo a medida que las jóvenes se incorporan a la Universidad. En concreto, durante el período de la II República, el analfabetismo femenino se redujo hasta un 47.5% (Moncada, 1987), pero este período fue demasiado breve y las reformas que se establecieron en torno a la Universidad perdieron importancia poco después. No obstante, entre 1940 y 1969, las matriculas femeninas universitarias se incrementaron del 13% al 30%, si bien se concentraban en áreas de conocimiento

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específicas (Filosofía y Letras, Farmacia, Medicina y Ciencias Sociales) “propias de mujeres” y no en las Ingenierías y enseñanzas técnicas “propias de varones”. Entre tanto, en 1961 se reconoce el derecho (a las mujeres) de acceso a todas las enseñanzas (Durán, 1982: 25). Mientras tanto, la situación previa de inferioridad que ellas habían sufrido en el entorno educativo y laboral se refleja claramente en los siguientes relatos: el primero de una entrevistada que en esa época era joven y con ganas de estudiar y el segundo de un entrevistado que hace referencia a la situación de su madre, en el mismo sentido. … en mi época estudiaba muy poca gente… yo tenía mucha ilusión por estudiar y hacer una carrera… pero… en el año 1953… en mi época las mujeres hacían maestra… biológicas y algunas medicina… nos cogió el cambio… a mí me cogió muy al final del régimen… por mi situación personal me estaba vetado… (Licenciada en Químicas). …ella quiso estudiar… pero no lo hizo… se dedicó toda su vida a ocuparse de sus hijos…era la época en que las mujeres no… ella tenía una capacidad enorme y es una pena que no hubiera estudiado… (Licenciado en Psicología)

(4) Datos del Censo de Población realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 1970 (5) En 1970 se aprobaba en España la Ley General de Educación por la que niños y niñas se educaban juntos. Esta Ley supuso un avance sin precedente en la consolidación de la escuela de masas en nuestro país. La misma estuvo inspirada en principios meritocráticos y estableció la obligatoriedad y la gratuidad de la educación básica hasta los 14 años de edad, situando la responsabilidad de su provisión fundamentalmente en el sector público. Posteriormente, la Ley Orgánica reguladora del Derecho a la Educación (LODE) de 1985 fue de orientación igualitaria y la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) de 1990 hace que vuelva a reformarse en profundidad el sistema educativo español extendiendo la enseñanza obligatoria hasta los 16 años.

Al comienzo de los años 70, un tercio de los titulados universitarios más jóvenes (de entre 25 y 29 años) eran mujeres (4). Estos años fueron fundamentales por el giro producido en el sistema de enseñanza (5) que originó la explosión educativa en los estudios medios y superiores, a su vez motivada por los cambios económicos, demográficos y sociales de la sociedad española que se desarrollaron en esos años. El contexto de transición política de los años 70 e integración europea (1986) posterior, junto al tránsito de la sociedad española de un sector económico de producción agrario a otro industrial y de servicios, propician cambios en la estructura laboral española derivados, asimismo, de un proceso tecnológico que requiere mayor cualificación profesional (Kern y Schumann, 1988). Todo ello contribuye a la expansión del sistema educativo del último tercio del siglo XX, que responde a requerimientos laborales cada vez más complejos y demandantes de conocimientos superiores. A partir de entonces, la educación históricamente reservada a minorías privilegiadas abre sus puertas a una población más amplia, en busca de adaptación a nuevos objetivos económicos productivos. La profesionalización de muchas ocupaciones, y la creciente importancia de la formación como estrategia de acceso al empleo, propician un elevado grado de instrucción de la población con aspiraciones laborales. Este proceso va ligado, a su vez, a la feminización de la Universidad española experimentado a partir del curso 1986-87, donde las universitarias alcanzan por primera vez el 50% del total de la matricula, aún cuando se aglutinaban en especialidades concretas, con elevada proporción de mujeres (el 60% en Filosofía y Letras, y Derecho, y un 1.8% en Ingenierías y Arquitectura) (6). A partir de entonces, se han ido estrechando las diferencias por sexo, incrementándose la matrícula femenina en todas las áreas de conocimiento. Las mujeres son ya mayoría en la Universidad española y en casi todas las áreas del conocimiento, salvo en las de las Escuelas Técnicas, lo que indica la feminización de algunas titulaciones mientras otras siguen siendo masculinas (CRUEb, 2002).

(6) Datos del Ministerio de Educación y Ciencia de España.

En general, se ha producido un desplazamiento de la población española hacia los estudios medios y superiores. La evolución en el nivel educativo de las mujeres, sobre todo de las más jóvenes, ha sido positiva. A medida que avanza la edad de la población, se reduce el nivel de estudios de las mujeres

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en relación al de los varones, pues en el año 2007 el porcentaje de universitarias en el intervalo de 20 a 29 años supera el 60%, cuando en el conjunto de la población española con dicha titulación, las mujeres representan el 54.7% (7). Sin embargo, las diferencias por sexo se aprecian en todos los niveles educativos del conjunto de la población, esto es, en 2008, el 64.5% de la población española de 16 y más años analfabeta son mujeres, lo son también el 55% de los que tienen educación primaria, el 48% de secundaria, el 29.7% de formación e inserción laboral con título de secundaria, el 50.2% de educación superior sin doctorado y el 37.5% de los que tienen doctorado. Como muestra la tabla 1, los españoles del siglo XXI, sobre todo las españolas, son los más formados de nuestra historia dado el vuelco formativo que ha experimentado esta sociedad en los últimos años (Requena y Bernardi, 2005). El número de matriculados universitarios crece sin interrupciones en la serie registrada hasta el curso 1999-00, donde comienza a descender como consecuencia de la llegada de cohortes de población menos numerosas (nacidas a partir de la segunda mitad de los años 70) a este nivel de estudios. Los últimos datos anuncian que la situación del sistema universitario está cambiando; las nuevas tendencias demográficas determinan un acceso de los y las jóvenes al nivel superior cada vez más reducido. No obstante, cabe reiterar que la prolongación de los estudios es un fenómeno que afecta en mayor medida a las jóvenes que a los jóvenes en los últimos años (8). En forma de gráfico estos datos representarían un efecto tijera por el que los porcentajes de mujeres y hombres matriculados en la Universidad española a comienzos de la segunda mitad del siglo pasado estarían muy separados, acercándose a finales de los 80 y primeros 90, para invertir su tendencia en los cursos siguientes, superando claramente en la actualidad el porcentaje de matriculadas al de matriculados varones. Naturalmente, no todos los matriculados concluyen con éxito sus estudios, pero la tendencia relativa de egresados por sexos es parecida a la descrita para matriculados, si bien las cantidades absolutas se reducen debido a los factores de éxito y abandono que intervienen en el proceso de formación. En efecto, como muestra la tabla 2, actualmente el número de tituladas universitarias es superior al de titulados, lo cual no es un hecho reciente sino que desde comienzos de los años 80 se titulaban más mujeres que varones (Requena y Bernardi, 2005: 247).

(7) Datos del Instituto Nacional de Estadística. (8) Datos ofrecidos por el Instituto de la Mujer (Estadísticas), elaborados a partir del INE, en http://www.migualdad.es/ mujer/

El conjunto de estos datos evidencia que la instrucción de las jóvenes no se dirige como antes en exclusiva a la familia y el matrimonio, sino a necesidades económicas del mercado laboral igual que la de los varones. En términos instrumentales, el aumento de la participación femenina en el auge de la enseñanza superior se traduce en estrategias de inserción económicamente activas en el mercado laboral. Los factores que han contribuido a modificar la situación social de las mujeres a lo largo del último siglo, y más en el último período de su desarrollo, infunden una “nueva biografía laboral de la mujer” caracterizada por representar una posición profesional, educativa y social diferente a la de las mujeres de otros tiempos (Garrido, 1992). La relevancia de la formación en el entorno económico y social hace que cuanto más alto sea el nivel educativo, más posibilidades tendrán las mujeres de alterar y robustecer su integración laboral frente a las limitaciones discriminatorias, y sin sentido, que una sociedad prejuiciosa y androcéntrica pueda imponer. A partir de la argumentación defendida por la teoría del capital humano, la educación y la cualificación de la fuerza de trabajo consti-

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tuyen elementos relevantes de flujos de entrada en el mercado laboral. En concreto, el factor educativo es determinante para las mujeres en este espacio, aún cuando otros elementos adheridos al sistema de las relaciones de género puedan mermar tal determinación. A este respecto, otras teorías económicas tratan de complementar la determinación simplista de la anterior, atendiendo al efecto de condicionantes como el género, en la influencia de la educación superior sobre el ámbito laboral (9). Como quiera que sea, el éxito en la formación superior ha supuesto para las mujeres un factor de gran influencia en sus posiciones sociales y económicas; de modo que, independientemente de la teoría sociológica o económica de la educación que se tome de referencia, la formación universitaria supone un vehículo de promoción social para las jóvenes, en relación a sus condiciones de partida (Requena y Bernardi, 2005). En el conjunto de la población joven, la expansión educativa se relaciona con las exigencias de la sociedad del conocimiento, el retraso de la emancipación -tránsito a la adultez- y la influencia de la formación en su posición social. Dicha expansión ha venido motivada, también, por la expansión del Estado de Bienestar, las argumentaciones defendidas por las teorías del capital humano que establecen un nexo claro entre educación superior y empleo cualificado, y la proclamación de principios meritocráticos, en definitiva, por todos los factores que determinan la modernización de nuestro país en las últimas décadas del siglo XX (González y Requena, 2005). La educación superior para estas jóvenes será además un recurso de formación permanente a lo largo de su vida, dado que las transformaciones del mercado de trabajo y el desarrollo social y económico continuo estimulan en los trabajadores una necesidad constante de enriquecer su formación y perfeccionar conocimientos para enfrentar nuevas exigencias sociales y laborales que requieren reciclaje periódico (García Aretio, 1987: 19 y ss). De modo que, es indiscutible la importancia del conocimiento acumulado en la sociedad actual; conocimiento promovido por un mercado de trabajo en constante renovación y cada vez más competitivo, como consecuencia del alto nivel formativo de la población y, con ello, la sobre-titulación del sistema productivo. 2.1 Diferencias en la formación “profesional” por sexo

(9) Un consulta específica sobre las teorías económicas que relacionan la educación y el empleo puede hacerse en TOHARIA, L. (Comp.) (1983): El mercado de trabajo: Teorías y aplicaciones. Madrid, Alianza Universidad Textos.

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La inserción de las mujeres en la Universidad, en igualdad formal de oportunidades con los varones, puede ocultar escenarios diferentes. En realidad, es positivo el dato de que en el curso 2007 las mujeres sean el 60.9% del total de egresados universitarios. Sin embargo, la desagregación de esa cifra muestra que el egreso se distribuye de forma distinta en los diversos tipos de estudios; esto es, son mujeres el 28.7% de los titulados en Arquitectura e Ingenierías Técnicas (2.5 puntos porcentuales más que en curso 1999-00), el 75.9% de los diplomados, el 65.5% de los licenciados (en ambos casos, 3 puntos más que en el 1999-00) y el 31.5% de los titulados en Arquitecturas e Ingenierías (4 puntos más que en el 1999-00). Las mujeres son mayoría entre los egresados universitarios pero se concentran en determinados tipos de estudios, de manera que el sesgo de género en la elección se hace evidente dada la concentración por sexo en cada tipo. Tras el mero formalismo igualitario del que presumen las cifras de acceso se esconden otros factores que marcan la diferencia en la especialidad de estudios elegida por sexo, los cuales contrarrestan la feminización cuantitativa presentada antes. Es cierto que el aumento de la participación femenina en

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los estudios universitarios reduce el desfase entre los niveles formativos de ambos sexos, debido al cambio de orientación en la inversión educativa de las mujeres por su motivación profesional, frente a viejos tópicos sexistas. Sin embargo, la tabla 3 refleja que todavía perduran comportamientos discriminatorios y de segregación por género, en función del área de estudios en que se forman varones y mujeres. La matrícula femenina supera a la masculina en todas las áreas de conocimiento salvo en las enseñanzas técnicas, menos permeable que las demás a la feminización universitaria. A la luz de los datos, cabe puntualizar que las diferencias por sexo en el conjunto de las áreas se han reducido en el período analizado, pero el área científico técnica está todavía muy “masculinizada” (CIDE, 1997) y en ella las mujeres no representan siquiera el 40%. Las diferencias detectadas no son consecuencia de un acceso discriminatorio y tampoco se relacionan con factores de éxito (en el egreso), puesto que el peso de las egresadas es superior al de las matriculadas en todas las áreas de conocimiento, como indica la tabla 4. Cabe preguntarse entonces por los factores que se esconden tras la elección de los estudios, en función del género, y caracterizan la especificidad de la formación de varones y mujeres. Si no son los rendimientos académicos tendremos que pensar que son los estereotipos fundados en el sistema de las relaciones de género los que determinan una elección diferente. De modo que, cuando no existen barreas instituciones que impidan la libre elección de estudios, sólo la existencia de normas implícitas de discriminación, por género, justifican la diferente elección de estudios de unos y otras (CIDE, 2003). A partir del discurso de los titulados entrevistados se percibe que, muchas veces, las mujeres eligen la especialidad de estudio condicionando su decisión a la influencia de pautas tradicionales de discriminación que consolidan la diferenciación de roles sociales por género. … hay un sesgo de género en el, en las ramas. Entonces la Biosanitaria van más mujeres, …o la de Humanidades. Y luego las Científicas, la Tecnología es donde están más, para los hombres… las mujeres se cortan un poco por las ramas de ciencias, Matemáticas, por ejemplo, licenciadas son pocas, etcétera… entran los chicos a las, a los, a los estudios de ciencias, pues los más capaces, los más competitivos, etcétera… o sea, las chicas… el plantearse eso como objetivo pues hay muchas que se arrugan, es que las da miedo, les parece que es demasiado (Titulado en Ingeniería Informática). Más allá de las capacidades de cada uno, la elección estereotipada de estudios hace que las chicas eludan la selección de las carreras técnicas, amparándose en prejuicios sociales interiorizados culturalmente que se ajustan a partir de lo que tradicionalmente se consideran atributos masculinos y femeninos. Dichos atributos se otorgan culturalmente a cada uno de los sexos, enfrentando instrumentalidad, competitividad y motivación por el logro profesional a valores relacionales, afectivos y de expresividad, menos estimados socialmente y que limitan el acceso de las jóvenes a determinados estudios y profesiones (Mosteiro, Cajide y Porto, 2001). Las desigualdades de género que se perciben en la elección de estudios están supeditadas a la cultura patriarcal que todavía pervive en la sociedad actual. En estos casos, el proceso de socialización convierte al sexo biológico en un factor diferenciador de los comportamientos del alumnado universitario (Elejabeita, 1995). Los estereotipos de género adquiridos desde la infancia estimulan a los varones y desalientan a las mujeres a encaminarse hacia acti-

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vidades propias de trabajos científicos y técnicos. Sin duda, la socialización en el sistema de las relaciones de género influye en el ámbito de la educación superior y en el del empleo, conformando expectativas de estudio estereotipadas que obedecen al género y no al sexo. Esta segregación por género en las carreras universitarias se relaciona con la división sexual del trabajo que otorga diferente valoración al rol social de varones y mujeres, y que se refleja, a su vez, en la segregación horizontal y vertical del mercado de trabajo. Los discursos de los entrevistados reproducen estereotipos socialmente compartidos y manifiestan la existencia de valores socioculturales asociados con imágenes que se corresponden con representaciones simbólicas de cada sexo. Asimismo, estos discursos amparan la relación femenina con las letras y la masculina con las ciencias. …en una carrera como Informática que, hombre cada vez hay más mujeres, pero yo creo que ahí siempre se, más, hay muchos más hombres que mujeres… es como todo, es todo hombres y muy pocas son mujeres… Es como, no sé. Es que no sé si es que lo del hombre, eso de la Informática, que los ordenadores, todo es, es como más. Por ejemplo, yo sobre todo las cosas de, las cosas informáticas, yo las cosas del dvd, del ordenador, todas esas cosas a mí me superan, es que me superan, pero a lo mejor a mi marido le supera el hacer un cocido, pues a mí me supera el, el, yo creo que todas esas cosas de informática y de investigar, que si ahora meto una tarjeta de no sé qué, eso es de hombre, total. Eso es hombre. A mí, bueno… no me apasiona… (Licenciada en Químicas). …alguna barrera… siguen todavía existiendo. Por ejemplo, en el aula se ve, quizá ahora menos, pero se ve que son los chicos los que toman posesión en el aula y los que se cogen los sitios que ellos quieren y los que, las chicas se van porque los dejan los chicos. Pero es una cosa de, de agresividad… Y, sin embargo… las chicas, son más disciplinadas. Son, están más socializadas en el sentido de que asumen mejor las normas y las instrucciones y todo esto. Hay menos acceso a estudios terciarios, a estudios universitarios, en los chicos que en las chicas. Sube menos, pero una vez metidos en ese mundo, entonces los chicos que entran y las chicas que entran, las diferencias ya de capacidades desaparecen. Y, además entran los chicos a las, a los, a los estudios de ciencias, pues los más capaces, los más competitivos, etcétera…. las chicas… el plantearse eso como objetivo pues hay muchas que se arrugan, es que las da miedo, les parece que es demasiado, que… (Titulado en Ingeniería Informática). …es que es así, o sea al final… sí,… porque el final seguimos con el tema de siempre, siempre hay ciertas cosas que parecen que están ya adjudicadas a la mujer, entonces bueno pues, es así, es así la vida en términos de lo que es nuestra trayectoria… (Licenciada en Derecho). Algunos modelos teóricos explican los factores que intervienen en la elección de carreras de las jóvenes, sustentándose en teorías de elección vocacional que albergan los motivos de elección en las responsabilidades domésticas como elemento central de la vida de las mujeres, más allá de cualquier experiencia laboral; otras teorías basan sus explicaciones de elección vocacional y conducta laboral en factores psicológicos y sociológicos, refugiados en la socialización temprana de los individuos (Mosteiro, Cajide y Porto, 2001). También se recurre al autoconcepto diferenciado por género, y a las imágenes ocupacionales estereotipadas de varones y mujeres, para

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explicar la diferente elección formativa. De todos estos modelos se deduce que la diferencia mana, en su conjunto, de los procesos de socialización del rol sexual, las creencias, actitudes, motivaciones y experiencias de los individuos, así como de las oportunidades y restricciones sociales que percibe cada uno de los géneros. En concreto, desde una perspectiva psicosocial, se evidencia la influencia de los factores psicológicos relacionados con el autoconcepto, las expectativas y los valores individuales, junto con la influencia de factores y valores sociales de socialización normativa y cultural en la determinación de las diferencias de género. De lo anterior se deduce que son los factores sociales los que influyen en la psicología de las personas modulando sus creencias, actitudes y conductas, las cuales conforman los estereotipos de género influyentes en las identidades y las expectativas sociales, en función, asimismo, de la valoración de logros de cada uno (CIDE, 2001: 177 y ss). Los modelos que incluyen la autoeficiencia como variable explicativa del desarrollo de la carrera femenina justifican la elección diferente a partir de las características “propias” de cada sexo, que en el caso de las jóvenes tienden a relacionarse con expectativas muy bajas (de autoeficiencia) otorgadas por la falta de modelos de referencia y la falta de estímulos y apoyos externos hacia conductas que les aleje de “su condición femenina”. De manera que las creencias de los sujetos en relación a sus habilidades profesionales se corresponden, muchas veces, con la existencia de modelos de ocupaciones tipificados sexualmente. En consecuencia, los jóvenes optan menos que sus compañeras por carreras típicamente femeninas, quizá por la baja valoración social y escasas expectativas de empleo de estas disciplinas, relacionadas con menores gratificaciones económicas y escaso prestigio profesional, en relación a las de otras áreas de conocimiento (Subirats y Brullet, 1998: 256 y ss). El siguiente discurso da cuenta clara de esta apreciación. Yo cuando tenía 18 años… pues adoraba totalmente Psicología, pero era una carrera que no era de hombres, era de mujeres y era una carrera además que estaba fatal en España… era lo típico, era una carrera que no tenía idea de prospección personal… es una carrera que estaba fatal… si lo llego a decir a mi familia, yo pertenezco a una familia súper tradicional, entonces, bueno, eh, son familias en que Económicas, Derechos, las Ingenierías ¿sabes? son… (Licenciado en Psicología). En efecto, es todavía frecuente escuchar discursos que ponen de manifiesto la perseverancia de creencias estereotipadas y prejuicios de género entre los titulados universitarios, lo cual fortalece la identidad de género en la proyección individual de los factores sociales. Frente a esta situación, entre los titulados entrevistados también se percibe una nimia modificación en la percepción, que se relaciona con la incorporación masiva de las mujeres a la Universidad y con su situación laboral económicamente activa, de las últimas décadas. Estos indicios podrían sugerir posibles cambios en la identidad de género en un futuro próximo. Los datos anteriores mostraban que las jóvenes van tomando posiciones en carreras tradicionalmente masculinas y, en consecuencia, lo harán en sus campos profesionales, con expectativas laborales más amplias que las de sus antecesoras. De modo que, aunque persisten situaciones como las presentadas previamente, las transformaciones socioculturales de las últimas décadas han afectado al sistema de las relaciones de género, modificando los valores asociados a las categorías de género y disminuyendo su capacidad de discriminación. En consecuencia, las nuevas

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generaciones de estudiantes universitarios están cada vez menos influidas por los condicionantes presentados más arriba. Esta situación, todavía minoritaria, la reflejan los siguientes discursos. …quería ser Químico antes de hacer la carrera… me encantan las ciencias. Y mi tipo de trabajo lo adapto a las ciencias (Licenciada en Químicas). …mi sueño siempre ha sido Matemáticas, luego siempre me ha gustado mucho la Química, también, siempre Matemáticas, Químicas, siempre se me han dado muy bien, sobre todo las ciencias (Licenciada en Químicas). No, en Químicas hay muchas, eh… y cada vez más, o sea, quiero decir, en principio era, que había una…: joder qué raro y tal, pero hoy en día… (Licenciado en Químicas). … hay minoría, franca minoría de chicas... Tradicionalmente hay menos mujeres ingenieros, pero en primero ahora, yo creo que la proporción de chicas y chicos es prácticamente igual ¿eh?... Lo que pasa que bueno, mmm, no sé, aunque cuando estás estudiando no es una carrera, sobre todo los tres primeros cursos es todo matemáticas, físicas, es todo como seguir COU, o sea no, no son materias excesivamente de hombres… (Titulada en Ingeniería Industrial). 2.2 Perspectivas profesionales de las jóvenes universitarias El futuro profesional o la vocación son factores determinantes en la elección de carrera de los titulados universitarios (ANECA, 2007). El sistema de las relaciones de género también influye en esta decisión. Muchas veces, la vocación lleva a elegir carreras poco prometedoras en el ámbito laboral. ...me gusta mi profesión y yo lucho por ella… para mí era vocacional… (Licenciada en Sociología). Otras veces, son las expectativas laborales y la previsión de oportunidades las que determinan la elección. En estos casos se perciben grandes diferencias por sexo (10). Las áreas de conocimiento en que se titulan más varones que mujeres aguardan un desempeño profesional vinculado tradicionalmente a espacios masculinos. La categorización de género determina la estructura de las relaciones sociales entre varones y mujeres, estableciendo jerarquías que organizan la vida social en función de dicha categorización. Como es sabido, el género es una construcción psicológica, cultural y social a través de la que se asignan diferentes significados y valores a cada uno de los sexos (García de León y García de Cortázar, 1996). En consecuencia, las diferencias entre el género masculino y el femenino reflejan una jerarquía de estatus donde el segundo aparece subordinado al primero (Amorós, 1997: 19). La ideología de género dominante en un sistema de orden cultural patriarcal distorsiona el valor asignado a las actividades adjudicadas a las mujeres, subestimando las relacionadas con el trabajo doméstico, idealizando simbólicamente las que tienen que ver con la maternidad e invisibilizando otras que resultan cruciales para la producción extradoméstica (Ritzer, 2001: 398-399). Esta ideología favorece la separación de las tareas de la esfera privada, o doméstica, de las de la esfera pública, ambas con responsabilidades y valoración distintas, en las que varones y mujeres desempeñan roles diferentes adjudicados a su sexo, por la categorización social, y no biológica, otorgada al mismo (Millett, 1995). (10) Véase apartado 3.2 de Aguinaga, 2004.

A partir de lo anterior, el sistema de las relaciones de género configura una dicotomía laboral a partir de la división sexual del trabajo fundada en el

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reparto de tareas diferentes según género. Este hecho influye en las decisiones formativas de los y las jóvenes, lo que hace persistir las diferencias de género en el ámbito de la educación superior y del empleo (Maté, Nava y Rodríguez, 2002). Al creciente acceso de las mujeres a la educación superior le ha seguido una progresiva incorporación femenina al ámbito laboral. En consecuencia, el mercado de trabajo ha experimentado recientes transformaciones significativas desde una perspectiva de género (11) y es habitual escuchar hablar de la progresiva feminización del empleo. Sin embargo, aún cuando la proporción de egresadas universitarias supera a la de egresados, sus oportunidades laborales son diferentes, en general, también en función del género. Las profesiones no son, como antes, un reducto masculino (Martín-Moreno y Miguel, 1982: 77), sin embargo, en el mercado de trabajo se percibe también la dimensión de género, articulada en la distinción de actividades masculinas y femeninas, que dota a las primeras de mayor poder y prestigio que a las segundas (Astellarra, 2005: 274). Las mujeres se forman en carreras propias de su sexo, reforzando los factores ideológicos y culturales que extienden su rol de género tradicional, al menos simbólicamente, a la función hogareña del cuidado y la ayuda (a la sanidad y a la educación, por ejemplo) (MarínMoreno y Miguel, 1982: 109). …está feminizada la profesión, si se me permite decirlo… al menos el área donde yo estoy trabajando (área de intervención) sí está feminizada… Yo estoy segura que por el tipo de trabajo… La intervención, es decir, las mujeres quizá, me imagino, no lo sé, por tradición, por los roles, por cultura, por socialización, por todos los valores que se tienen y que nos han inculcado desde, desde la infancia, es lo que determina un poco nuestras directrices profesionales. Entonces un hombre, eh, es difícil encontrarles en ese sector, quizá por eso. Un hombres, siempre de un hombre se espera otra cosas, sobre todo dinero, posición y poder… (Licenciada en Sociología). El campo de la sanidad digo que está feminizado… de hecho las especialidades médicas también están diferenciadas, en las cirugías hay más porcentaje de varones y en, en las, por ejemplo, en salud pública, salud pública es claramente femenina… son las que no tienen dinero… hay algunas especialidades más rentables que otras… la sensación de prestigio profesional que dan unas u otras no es lo mismo… (Licenciada en Psicología).

(11) Desde 1996 a 2006, la población activa ha crecido en un 30,9%, con un incremento superior para las mujeres (43,6%) que para los varones (23%); la ocupación femenina se ha incrementado en un 79,3% (mientras la masculina lo ha hecho en un 39,1%) y la tasa de actividad femenina crece en esta década un 26%, frente al 5,9% del incremento de la masculina, según datos del INE (Mujeres y Hombres en España, 2007 en http://www.ine.es).

…por ejemplo, en el mundo educativo, eh, la mujer… los cargos, pues hay más mujeres en el sistema educativo, pero hay mucho menos, son muchos más los directores masculinos… La interinidad es mucho mayor en las mujeres que en los hombres… no son funcionarios…, peores condiciones laborales… Quiero decirte que siendo ellas más, tienen peores condiciones laborales… (Titulado en Ingeniería Informática). En consecuencia, el género condiciona, asimismo, el ejercicio profesional que sigue a los estudios. Las carreras de letras, con mayor proporción de mujeres que de varones, ofrecen un futuro profesional menos prometedor que el de las de ciencias, lo cual indica que las expectativas profesionales de las jóvenes son menos ambiciosas que las de sus compañeros varones. En los siguientes discursos se observa que los jóvenes diseñan su elección pensando en el futuro profesional en mayor medida que las jóvenes que lo hacen pensando en la vocación. A partir de estos discursos se observa que la diferenciación estereotipada establecida aleja a las mujeres de los espacios masculinos y normaliza la división dominante de estos espacios (Bourdieu,

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2000). Los discursos de los entrevistados, pese a expresar algunos indicios de igualdad, muestran claramente la asociación estereotipada que existe entre profesiones y sexo cuando otorgan rasgos relacionados con la instrumentalizad a los varones, y los relacionados con la expresividad, a las mujeres. Hombre, sí te das cuenta, hombre yo no sé la estadística real, pero cuando yo estudiaba y miraba a mi alrededor, veía de cada diez, seis o siete mujeres y tres o cuatro hombres, la verdad. … evidentemente porque, por, por la sensibilidad que tiene la mujer. O tienes una parte femenina o estudias otra cosa… tienes que tener un tacto que el hombre, la figura del hombre, lo masculino no tiene… (Licenciado en Psicología). …hay muchas teorías, algunas tienen que ver con el nivel de competitividad, con el de asertividad, etcétera… los valores dominantes son como masculinos y que encajan más en esos perfiles profesionales, pues las Ingenierías, es gente muy competitiva, muy, muy tal. Mientras que la mujer parece que no aguan, no entra tanto en ese rollo… o sea que, eso es cosa de hombres, y se sigue viviendo eso. (Titulado en Ingeniería Informática). …las Ingenierías no es que... no hay un gran número de mujeres… Yo creo que este tipo de carreras, yo creo que con el tiempo terminarán igualándose, probablemente … Yo creo que todo lo referente a esto de la técnica… yo creo que está un poco condicionado desde pequeñitos ¿no? Quiero decir, que desde pequeñitos a los niños les compran un, no sé cochecitos y tal ¿no?, que hay que destriparle, y el papá nos enseña a cómo se cambia el fusible de no sé qué y tal… Y, eso por una parte, y por otra, yo creo que la propia identidad ¿no?, de, la propia naturaleza, quizá del, también del hombre y de la mujer. Yo creo que todo este tema del tornillo y de esto, yo creo que las señoras no… a las señoras no les digas, no les preguntes dónde están las bujías, porque es que no lo saben, o no lo saben o no les interesa… En general, yo creo que es que no les interesa… No es que se les haya condicionado, o no se les dé acceso a la información y eso, sino que bueno, yo creo que es que simplemente no les interesa… (Licenciado en Químicas). …existen bastantes más hombres que mujeres en este tipo de carreras, y en general en todas las Ingenierías… Las mujeres suelen tender más hacia disciplinas más humanas, que no humanísticas, aunque sean científicas: biología, medicina, antropología, etcétera. En las Ingenierías se crean cosas útiles como herramientas “sin vida orgánica”, textos, máquinas, robots, señales, cables, y el trato personal no es muy habitual. Desarrollas sistemas de información que recogen y tratan montones de datos de información, útiles, pero “sin vida” (Titulado en Ingeniería Informática). …no sé… a lo mejor también empiece a haber más, más chicas, pero vamos. Sobre todo, yo creo que es más por las salidas profesionales, una salida profesional de decir, bueno hay unas salidas muy buenas. Y, en cambio, las carreras de letras pues no tienen esa salida… (Titulado en Ingeniería Informática). Ahí (en las carreras de letras) no hay que pensarse la cabeza, no tienes que ser uno de los elegidos entre tantos, entonces pues ahí, entran más, entran más mujeres (Titulado en Ingeniería Informática). La distribución por sexo en la estructura ocupacional es diferente en función de la formación obtenida. A partir de los anteriores discursos se hace evi-

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dente el desinterés femenino por el área de las técnicas, aún cuando las expectativas laborales de los titulados en la misma son más favorables que las ofrecidas por otras áreas de conocimiento. Parece, entonces, que las ocupaciones no son asexuadas y se catalogan por el sexo de sus ocupantes, en función de lo femenino y lo masculino, como también se observa a continuación. …bueno eso tiene que ver más con lo masculino y lo femenino. Lo masculino siempre es más emprendedor, más valiente, pero también puede ser más temerario. …y ella siempre pues es más tierna, más arraigada, va, va más por lo seguro… Si te das cuenta, cuando vas a cualquier, eh, yo que sé, cualquier empresa donde hay un sector de administración, está lleno de mujeres, porque tienen infinitamente más paciencia que los hombres ¿no? para ponerse al teléfono, para, eh, son más sistemáticas, más procedimentales, funcionan mejor ahí. Y, a lo mejor, los hombres funcionan mejor, por ejemplo, en cuanto a comerciales conozco a más hombres, quizá por ese descaro, por esa sinvergoncería (Licenciado en Psicología). …de todos modos las mujeres, digan lo que digan, somos más, eh. A mí me lo dicen, por ejemplo, los jefes, hay chicas y chicos, y me dicen: jo, es que las mujeres sois distintas. Nosotras somos más perfeccionistas, somos más, todo lo llevamos eh, muy bien organizado… somos más delicadas para las cosas… (Licenciada en Químicas). …en mi despacho, por ejemplo, los jefes, o sea tengo dos jefes, cada uno tiene un ayudantes. Entonces uno de ellos contrata chicos y el otro contrata a chicas… Cada uno tiene su forma de pensar, uno dice que la mujer es más, es más asentada. Y el otro dice que el hombre es, no sé, es más productivo (Licenciada en Derecho). … el área de Recursos Humanos es más de mujer, a lo mejor, o hay más, se han especializado más las chicas que los chicos hasta ahora, sobre todo en el área de selección… (Seleccionadora de personal en ETT). Sí, sí, pasa lo mismo, es bueno, cada vez hay más, pero pasa lo mismo, hay mayoría de, mayoría de ¡sexo masculino!, sí, sí, hay mayoría y yo creo que es por lo mismo, es porque, por lo que sea llama menos la atención el estar trabajando de informático, no lo sé, pero llama menos la atención… yo creo que es por la vocación, es por vocación. Que cada vez yo creo que se van nivelando más, hombre, se está viendo que es un trabajo, que pueda ser más o menos divertido, más o menos aburrido, pero que tiene salida, tiene salida y bastante buena… (Titulado en Ingeniería Informática). En este laboratorio donde estoy yo… mi trabajo es muy, muy, muy guarro, guarrísimo… estoy manchado de aceite, detergentes… entonces pues no es un, oye perdóname, pero no es un trabajo, no es un trabajo para una chica, creo yo. Yo a veces tengo que cargar mucho peso… entonces pues creo yo que no es un trabajo para, que puede serlo ¡oye!, que yo no quiero decir nada, pero que hay trabajos... (Licenciado en Químicas). …los chicos suelen ser más independientes… las chicas, aunque hacen ciertas Ingenierías, les gusta más trabajo de administración… no todo el mundo está preparado. tienes que estar muy bien preparado físicamente, y entonces para las pruebas, muchas veces también, esas fuerzas físicas necesarias, las mujeres, a no ser que sea una persona que esté muy preparada y que ¿sabes?, y que haga mucho ejercicio y muy tal, no, no la supera… es un tema físico… se queman más pero porque las mujeres, yo creo que a lo mejor tenemos más

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de instinto maternal o del instinto de formar familia, y lo de estar para acá, para allá, pues no, no va tanto… En el área de formación sí hay mujeres, pero, por ejemplo, en el área de campo, ahí la gran mayoría son hombres. Las chicas que vienen, al final se van porque no aguantan el ritmo de trabajo… (Jefa de Personal de una empresa). El sistema de las relaciones de género, por tanto, tiene un efecto manifiesto en el mercado de trabajo. Además de lo expuesto antes, algunas tituladas entrevistadas advierten que sus aspiraciones laborales enfrentan dificultades de acceso a un mercado de trabajo credencialista que exige alto grado de cualificación para competir con los varones. …hay muchas más mujeres en la Universidad, en general, en todas las carreras, y cuando terminan hay más oportunidades para los hombres (Licenciada en Químicas). … el mercado laboral está difícil… está complicado el tema, y sobre todo para la mujer… es que estamos, seguimos con, con la psicología de que bueno, que las personas, que la mujer se casa y tiene niños, entonces eso para, a la empresa no le interesa porque tienen que pedir bajas, entonces claro, eso para la empresa le supone un desembolso económico que a lo menor no, de otra manera, eligiendo a un chico pues no, no lo tiene que hacer… entonces ya te cortan la posibilidad… él tiene menos barreras (Licenciada en Derecho). Cabe advertir que otro de los factores que corrobora la persistencia de los estereotipos de género, en la sociedad actual, es la ausencia de percepción discriminatoria por parte de mujeres que admiten una versión machista o misógina de la realidad laboral. La respuesta de las mujeres es que no hay discriminación, es decir, que no hay diferencia. O sea que no lo ven, no lo ven desde dentro, están… y, sin embargo, aparece… estos son los resultados de un estudio… (A continuación, cuando se le pregunta a nuestro entrevistado por los factores que, en su opinión, determinan la diferencia, responde lo siguiente) …hay, hay distintos factores, presumiblemente la mayor dedicación a las tareas familiares es de las mujeres más que de el hombres. Aunque trabajen fuera, seguramente sigan recayendo, la carga doméstica más en las mujeres, el cuidado de los hijos, la atención de los hijos, etcétera. Eso puede ser una cosa, una causa que haga que esto sea así. Pero otra cosa es la propia percepción de la mujer, como no discriminada, cuando realmente los datos te dicen que sí que hay diferencias. Entendemos que es la, por la percepción social general, es decir, hay tal hábito de vivir la sociedad tal y cómo es, que entonces no ves que sea una cosa rara. Aunque eso te de a ti una situación de desventaja con respecto del otro. Pero cuando tú haces la pregunta: ¿te sientes discriminada en tus tareas?, no, nada… Entonces, lo que pasa es que, a lo mejor, el no acceder a puestos de dirección, es por no meterse en compromisos… Nosotros creemos que hay un factor… que hay un factor de mala percepción de tu propia realidad… es porque… no te has hecho tú la reflexión… y entonces sigues por inercia. Con la inercia de siempre, es decir, decimos: esto es lo que hay y no pasa nada, es lo que siempre ha habido toda la vida, y ya está ¿no? (Titulado en Ingeniería Informática). Nunca he notado ninguna discriminación por ser mujer, ninguna, lo única que sí que es cierto que cuando las mujeres estamos embarazadas y tenemos

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niños pequeños, pues bueno, pues es cierto, es lógico que haya un parón en nuestra vida laboral. Pero yo también he tenido la suerte de que justo coincidí con un jefe que tenía hijas y que me lo tuvo en cuenta, no me exigió demasiado en plan viajar, sí en plan muchas horas de dedicación… ahora me hace trabajar, y viajar, ahora ya ha dicho: tus niñas ya son mayores (Titulada en Ingeniería Industrial). Frente a los discursos estereotipados presentados, algunas jóvenes universitarias manejan la posibilidad de encontrar un futuro profesional distinto, y eligen carreras que se dirigen a una profesión de mayor remuneración y valoración social que las propiamente feminizadas. Cada vez es más frecuente el empleo de mujeres en ámbitos de profesiones liberales, científicas y técnicas antes reservadas en exclusiva a los varones (Scheweitzer, 2000). En concreto, las titulaciones técnicas son cada vez más solicitadas por las mujeres, dadas sus mayores expectativas profesionales ante disciplinas con menor índice de paro y requeridas por un mercado de trabajo con alto carácter tecnológico, como el actual. Es que empezamos, cuando yo empecé, la verdad es que había muy poquitas… luego ya va aumentando, luego ya sí, hay bastantes… Debe ser que al principio no les llama la atención, no les llama mucho la Informática… la ven aburrida, la ven como muy, no sé…. Lo que pasa es que bueno, luego se ve que, yo creo que luego va aumentando …porque, yo creo que también la salida profesional… entonces bueno, al haber esa salida tan buena… empieza a haber mucho trabajo. …también, una carrera de ciencias, pues como estudiar cualquier, cualquier Ingeniería ¿sabes?... (Titulado en Ingeniería Informática). En (la primera empresa donde trabajó la entrevistada) había mayoría hombres y mayoría de gente mayor, pero bueno, con el paso del tiempo ya había un poquito más de chicas… En la segunda empresa donde he estado… la proporción de hombres y mujeres era muy parecida. Era una empresa donde casi todo el mundo era joven, y había prácticamente igual cantidad de chicos que de chicas… Ahora estoy en otra empresa… aquí hay más gente mayor, y entonces la proporción de chicas baja un poquito… Pero bueno, yo creo que es cuestión de tiempo (Titulada en Ingeniería Industrial). Contrarrestando el argumento temporal ofrecido por la entrevistada anterior, se observa que el paso del tiempo no justifica el inferior porcentaje de mujeres tituladas, que todavía mantienen las carreras técnicas. A este respecto, no pierde relevancia la afirmación bourdieuniana de que el machismo está tan profundamente arraigado en nuestras estructuras mentales que es difícil superar ciertos prejuicios (Aguinaga, 1999). La situación no cambia al ritmo que podría hacerlo para equiparar proporciones debido a la persistencia de estereotipos de género que lo obstaculizan. Dicha persistencia se refleja, igualmente, en el discurso de la siguiente entrevistada: que ha optado por formarse en un área tradicionalmente masculina pero luego prefiere dedicarse a tareas profesionales menos técnicas y más administrativas. Al segundo año de trabajo veía que la Ingeniería no me gustaba demasiado, entonces. La Ingeniería me gusta, lo que no me gusta es la parte excesivamente técnica, ni tampoco me gusta ir a obras, eso no me gusta, me gusta más el trabajo de oficina y el trabajo de gestión, entonces empecé a estudiar Económicas… aunque la carrera me había gustado mucho, pues el trabajo de ingeniero no me gustaba, no me gustaba estar dedicándome a cálculos muy técnicas, ni cosas así muy de detalle, no me gustaba. En general, a mis compañeras de trabajo, a las otras ingenieros no les gustaba, no nos gusta el trabajo

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típico de ingeniero, siempre vamos buscando más el trabajo de gestión, relacionado con la Ingeniería, pero nunca tener que dedicarnos a algo muy técnico… A los hombres sí, sobre todo a los hombres jóvenes, les encanta… A mí… no me gusta el trabajo de obra, no me gusta ponerme las botas de obras y el chaleco y pisar barro, no, no me gusta nada, me gusta mucho más la oficina, y me gusta mucho más la gestión, me gusta controlar que la obra va bien, que se cumplan los plazos. Y eso es una tónica muy general, todas mis amigas están haciendo algún tipo de máster o algún tipo de estudio complementario para intentar retirarse… Es un hecho que se da, no hay una mujer puramente técnica, ni ninguna mujer director de proyecto de las que se pasan a pie de obra diez meses (Titulada en Ingeniería Industrial). Con todo, los datos presentados antes reflejaban como en los últimos años se desvanece, de alguna manera, la rígida división de ramas de estudios por género. La construcción sociocultural del género que atribuye rasgos distintos a cada sexo en una cultura y momento determinado está sometida a transformaciones sociales; es la cultura y no la naturaleza la que delimita los roles sociales de cada sexo. Por ello, la adscripción profesional al género se presenta dinámica y variante de forma incipiente. En consecuencia, el declive de obstáculos que tradicionalmente impedían a las jóvenes adquirir titulaciones con expectativas profesionales ambiciosas ofrece un diagnóstico cuantitativo y cualitativo distinto al de hace unas décadas, ahora que las estructuras patriarcales tradicionales divisan relativa decadencia. A esta situación contribuye, asimismo, la creciente importancia concedida en la sociedad actual a los títulos universitarios y los cambios ideológicos respecto a las expectativas del rol social de las mujeres. Las pautas estereotipadas tradicionales de género están cambiando y ello pone de manifiesto que la distribución horizontal de las ocupaciones por sexo no obedece a causas biológicas o naturales, sino sociales, tal como refleja el siguiente relato de entrevista. … tú te vas a una centralita de teleoperadores y la mayor parte son mujeres… otros trabajos, sin embargo, pues no, porque te vas al tema comercial, por ejemplo, pues es más fácil encontrar a hombres que encontrar a mujeres… entonces ¿si hay discriminación de género?, yo creo que sí…, yo creo que es un proceso más lento de lo que nos gustaría, pero es un proceso, claro. O sea, la mujer va a tener una participación y habrá oficios, y habrá determinadas ocupaciones que lógicamente las resistencias sean mayores. Y los que, y sea más difícil, o sea a las mujeres, va a ser más difícil acceder al mercado de trabajo. Yo creo que hay un elemento clave para destacar eso, en el momento en que los oficios de media-alta cualificación, no me estoy refiriendo a ejecutivos o a gente que tenga que tomar decisiones importantes, sino los anteriores a esos, los técnicos, los asesores, los profesionales que están apoyando ese tipo de cosas en ese trabajo que hay que es un espacio muy heterogéneo, que abarca tanto al sector público como al sector privado y que ahora mismo está, se está, hay muchísimas mujeres metidas en él, y prácticamente hay una igualdad, esa es la antesala a los puestos de dirección, y esa es la antesala de los puestos claves. En el momento en que las mujeres, y eso está ocurriendo desde hace 5 o 10 años como mucho, estéis ocupando ese tipo de puestos, yo creo que ese es el paso clave para abordar este tipo de cosas, porque claro, para llegar a esos puestos, tienes que estar preparado, y si previamente no hay gente preparada que esté ocupando esos puestos de antesala, ese pasillo de espera que hay a las grandes ocupaciones, pues evidentemente, es muy difícil acceder a ellas porque no hay cualificación, porque no habéis tenido oportunidad de cualificaros para acceder (Entrevista Experto en Formación y Empleo).

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Cuando menos, se vislumbra una nueva orientación en las inversiones educativas femeninas en conjunción a la progresiva participación de las mujeres en el mercado de trabajo, de modo que, es previsible su mayor participación en las trasformaciones productivas que exigen la adopción de conocimientos superiores, antes fuera del alcance de las jóvenes. Sin embargo, la realidad cuantitativa todavía da muestras del diferencial acceso de mujeres y varones a distintas ocupaciones. La proporción de mujeres en ocupaciones directivas, técnicas y profesionales de apoyo, o trabajos cualificados (en agricultura o pesca) se mantiene todavía por debajo del 50%; su representación es mayor en trabajos relacionados con los servicios o de tipo administrativo (64.3% y 65.9%, respectivamente); incluso se aprecia un incremento relativo de mujeres en ocupaciones técnicas profesionales, científicas e intelectuales en el año 2007 con respecto al 2000 (de 4 puntos porcentuales, alcanzando recientemente el 53.3%). Este incremento puede relacionarse con la mayor proporción de tituladas que acceden al mercado laboral en los últimos años (12); sin embargo, estos datos muestran la persistente segregación horizontal por género en los distintos sectores de la actividad económica. Además, la jerarquización ocupacional no es aleatoria y presenta una neta separación entre la “clase” varón y la “clase” mujer, que asigna a la segunda una posición inferior a la de la primera; de modo que existe una fuerte correspondencia entre la clasificación social de la situación de empleo y la clasificación social de los géneros (Prieto, 1999). En consecuencia, la participación de las egresadas universitarias en los diferentes ámbitos del mercado laboral no se ha reflejado en el protagonismo que ellas asumen en los procesos de toma de decisión o en el control de recursos e instituciones. El éxito profesional medido en términos de promoción, o dirección, es más favorable a los varones que a las mujeres. Por tanto, la segregación ocupacional por género, además de ser horizontal, lo es también vertical, dado el desigual acceso de mujeres y varones a puestos altos de la jerarquía, incluso en profesiones feminizadas, como expresan los discursos que cierran este apartado. …en la cúpula empresarial el machismo sigue. Entonces, que una mujer venga a decirte a ti lo que tienes que hacer, para ciertas empresas, a lo mejor sí lo aguantan, pero otras empresas no, depende del perfil que sea. Entonces: me va a venir a mí a decir ésta, que hasta hace cuatro días ha estado fregando cacharros y que ha estado limpiando los mocos, qué me va a venir a decir… que yo que soy un hombre, yo. Aunque tengan el mismo nivel de cualificación, sí, pero es mujer, es mujer y, vamos a ver, todavía no hay una conciencia, no existe una conciencia de igualdad sobre todo a ciertos niveles. (Licenciada en Sociología). En el trabajo, a nivel de promoción, sigue habiendo más hombres que mujeres… con igual titulación, sí, sí, sigue habiendo más promoción. Y en los puestos de responsabilidad sigue habiendo más hombres que mujeres… Incluso en la Administración… en el escalafón político, al final los puestos de responsabilidad, las direcciones de servicios y tal, sigue habiendo más hombres que mujeres, claro que sí… (Licenciada en Derecho). (12) Datos de la EPA, INE, publicados por el Instituto de la mujer.

3. La inserción laboral de las jóvenes con titulación universitaria (13)

(13) Para complementar el tercer apartado de este capítulo, véase la sección 4.3.1 de Aguinaga 2004, pp. 36-43.

La incorporación de las jóvenes al sistema universitario español, en las últimas décadas, no se traduce en las mismas proporciones en el mercado de trabajo. La inserción laboral y el desarrollo profesional de las y los jóvenes universitarios no son simples y varían en función de la formación elegida y

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(14) A finales de la década de los años 70 y primero 80, la situación laboral de las mujeres experimentó un giro significativo, debido a la influencia de factores de carácter legislativo, político, económico y social. En 1978, la Constitución Española reclama el principio de igualdad entre los sexos y la no discriminación en el trabajo (artículos 14 y 35) (Art. 35.1 de la Constitución Española de 1978: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión un oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que se pueda hacer discriminación por razón de sexo”), desterrando formalmente la prohibición del trabajo de las mujeres casadas -del Fuero del Trabajo del 38- y las limitaciones otorgadas al mismo -de la Ley sobre Derechos Políticos, Profesionales y de Trabajo de la Mujer de 1961 (esta Ley permitía el trabajo de las mujeres casadas con permiso del marido pero no en todas las profesiones, excluyéndolas de la carrera judicial, fiscal y las de portar armas).(15) Datos de la EPA, INE, de 2007, publicados por el Instituto de la mujer. (16) La lectura de MUMFORD, L. (1994): Técnica y civilización, Madrid, Alianza Editorial (Original de 1934 Technics and Civilization, Versión española de Constantino Aznar de Acevedo) nos convence del importante efecto del desarrollo tecnológico en cualquiera de los factores o componentes sociales que se analicen; sobre todo cuando afirma que “durante los últimos mil años, la base material y las formas culturales de la civilización occidental han sido profundamente modificadas por el desarrollo de la máquina” (p. 21).

de factores ajenos al mercado de trabajo, que suscitan las diferencias por género en este espacio. El trabajo remunerado ha sido casi exclusivo de los varones hasta que las mujeres han conseguido introducirse en él (14), aún padeciendo algunas discriminaciones. Las teorías feministas que explican la desigualdad observada en el entorno laboral de las y los titulados aseguran que la situación de desventaja que sufren las mujeres en el mercado de trabajo es un fiel reflejo de la posición subordinada que la sociedad les confiere (Maté, Nava y Rodríguez, 2002). El incremento de la participación femenina en el mercado de trabajo se desarrolla en paralelo al cambio sectorial y ocupacional de la estructura del empleo de las últimas décadas. Dicha participación ha tenido grandes repercusiones en la estructura laboral de nuestro país. El cambio en la configuración del trabajo y en el entorno productivo, experimentado a partir de los años 70, estimula el desplazamiento de la ocupación hacia el sector de los servicios, disminuyendo la misma en agricultura e industria (Prieto, 1994: 147 y ss). La terciarización de la economía ha ofrecido nuevas oportunidades de empleo a las mujeres, especialmente a las universitarias, dado el requerimiento de adaptación cualificada de un mercado de trabajo cada vez más tecnificado. Con el desarrollo de este sector algunas ramas se feminizan, ofreciendo a las mujeres puestos de trabajo que contribuyen a su promoción profesional. Además, los servicios de carácter social, cuya cobertura acoge el Estado a partir de esos años, liberan a las féminas de muchas de sus obligaciones domésticas (Garrido y González, 2005). Actualmente, la ocupación total femenina (del 41% en el año 2007) no alcanza todavía la paridad con la masculina, sin embargo, el sector servicios absorbe buena parte de la incorporación laboral de las mujeres: el 53% de la población ocupada en el sector servicios son mujeres, mientras lo son solamente un cuarto de la ocupada en la agricultura –el 26.5%- o industria –el 25.0%- (y 5 de cada 100, en la construcción) (15). Asimismo, el desarrollo de las profesiones y la complejidad de la sociedad actual favorecen la expansión del sector servicio, en cuya distribución ocupacional tienen preeminencia la clase de profesionales y técnicos. En este contexto, la innovación tecnológica (16) impulsa constantemente la generación de nuevos empleos de contenidos diferenciales a los de las ocupaciones tradicionales, incorporando elevados niveles de conocimiento de los trabajadores (CIDEC, 2004: 74 y ss). El capital humano y tecnológico garantizan mayor competitividad en la economía, generando ganancias de productividad que demandan la habilidad de los trabajadores del conocimiento (17). De modo que, la incorporación del conocimiento a la estructura productiva española ha originado cambios tanto en la oferta como en la demanda del mercado de trabajo. Sin embargo, las reestructuraciones sociales, económicas y del sistema productivo, originan formas específicas de desigualdad y fragmentación de la estructura ocupacional, dada la flexibilidad del mercado que muchas veces desemboca en precariedad laboral (Prieto, 1994: 147 y ss). Los efectos de la innovación científica y tecnológica en los sistemas de producción originan nuevas formas de paro, así como la transformación y fragmentación del trabajo (Castells, 1996).

(17) Véase noticia publicada en el Diario El País, Negocios 2, domingo 18 de noviembre de 2007, de Emilio Ontiveros.

El sistema de las relaciones de género también acusa estas transformaciones. La evolución del empleo en España en la segunda mitad del siglo XX sigue períodos diferenciales. La inserción laboral femenina se relaciona con las características del mercado laboral, en consecuencia, sus transformaciones repercuten en el acceso, afectado, a su vez, por la coyuntura económica

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(18) Durante la época del desarrollo (1965-74) las mujeres trabajaban como asalariadas en el sector privado de baja cualificación, abandonando el mercado de trabajo al casarse Después, los primeros años de la democracia coinciden con la recesión económica, la crisis del mercado de trabajo y, por tanto, con el aumento del paro (según datos del INE, en 1978 la tasa de actividad femenina era de un 28,1%). Estos años de crisis son, además, los de incorporación más duradera de las mujeres al mercado laboral, más allá del matrimonio, favorecida por el Estado de Bienestar que ocasiona la transición de la dependencia privada a la pública, beneficiando a las mujeres como usuarias y empleadas. Sin embargo, cuando la crisis del Estado de bienestar corre en paralelo a la del mercado laboral, las mujeres son sus primeras víctimas (Camps, 1998: 42 y ss.). En el primer quinquenio de la década de los años 80, el paro aumenta y desciende el empleo. La tasa de paro femenino era a principio de esos años del 20,8%, seis puntos porcentuales por encima de la masculina (14,7%) mientras que la tasa de actividad femenina era solamente de un 22,4% y la masculina del 73,1%. El Estatuto de los Trabajadores de 1980 establece la contratación a tiempo parcial tratando de ofrecer regulación flexible para afrontar el desempleo, sobre todo el femenino. El año central de esta década acusa uno de los peores momentos de la crisis, con una tasa de paro que supera el 20% y una tasa de actividad que no alcanza el 50% (Garrido y González, 2005). En los cinco años siguientes, con el auge de la economía se recupera el empleo y también la población activa. Entre 1990 y 1995, la población activa sigue aumentando aunque moderadamente (la tasa de paro femenino de 1994 alcanza el máximo de un 31,7%) dada la recesión económica de 1992-93, y lo hace de manera más rápida a partir de esa fecha. A finales de los años 90 se experimenta un fuerte crecimiento económico; en consecuencia, del año 1996 en adelante la situación del mercado laboral español ha mejorado bastante. Compárense, por ejemplo, las tasas de paro, que en ese año alcanzaba el 20% y ahora se sitúa en torno al 8% (aún cuando no se pueden perder de vista los cambios meto-

de cada momento (18). En efecto, la situación del empleo en España ha sufrido profundos cambios en un período de tiempo relativamente breve y uno de sus rasgos característicos es el progresivo incremento del compromiso profesional de las mujeres, en contraste con la situación de las mujeres de la sociedad androcéntrica y patriarcal que precede (Prieto, 1994: 147 y ss). En términos generales, la población activa y ocupada experimenta en los últimos años un crecimiento mayor para las mujeres que para los varones, sobre todo en el sector servicio donde las mujeres encuentran más oportunidades de trabajo. No obstante, la tasa de actividad femenina continúa siendo inferior a la masculina (del 48.8% frente al 69.3%) mientras que la de desempleo se mantiene por encima (del 10.5% frente al 6.1%); de modo que la relación con la actividad económica es más favorable a los hombres que a las mujeres. A partir de la EPA se observa que la tasa de actividad de las mujeres varía notablemente en función de la edad. En este período, la actividad femenina se ha incrementado en los años centrales de la vida laboral, pues en 1989 la tasa de actividad de las mujeres entre 25 y 54 años era de un 45%; mientras que ahora supera en más de 30 puntos porcentuales esa cifra. En la tabla 5 se observa la mayor tasa de actividad femenina entre los 25 y 29 años, aunque ésta es inferior a la de los varones, igual que en los demás tramos de edad. A partir de esos años la actividad de las mujeres disminuye y aumentan las diferencias a favor de los hombres, por la caída en la ocupación femenina relacionada con la difícil conciliación de la vida laboral y familiar. Los intervalos centrales coinciden con el emparejamiento y la crianza, sin embargo, estos cambios en la vida familiar condicionan más a las jóvenes que a los jóvenes varones, puesto que la relación con la actividad de unas y otros sigue inversa en ese intervalo. Las expectativas laborales de las jóvenes de hoy, sobre todo de las universitarias, son mayores que las de sus antepasadas. Más allá de la limitación del rol doméstico y del cuidado, las mujeres acceden al mercado de trabajo en mayor medida que antes, sin embargo, la realidad sociolaboral es diferente para los y las jóvenes, debido a las diferencias que se dan en cuanto al salario, tipo de contratos y áreas de empleo por género, que se apuntan en este artículo. La trayectoria académica y profesional de las universitarias se ve afectada por condicionantes de orden social y cultural sexistas de fuerte tradición. No obstante, las jóvenes con niveles educativos altos presentan tasas de actividad similares a las de los hombres, y más altas que las de las mujeres con menor nivel de formación. En las tablas 6 y 7 se observa que la formación universitaria favorece la participación de las mujeres en el mercado de trabajo. Las tasas de actividad masculinas superan a las femeninas en casi todos los niveles de estudio, sin embargo, las diferencias se estrechan cuanto mayor es la formación, llegando a superar las primeras a las segundas en el nivel más alto registrado. La participación laboral femenina aumenta con el nivel de estudios, sin embargo, los varones tienen tasas de paro más bajas, aún con menores niveles de estudio. De modo que las credenciales educativas incrementan las posibilidades de participación en el mercado de trabajo, sobre todo en la población femenina, con menores oportunidades laborales de partida, en relación a la masculina. Sin embargo, la caída continuada de la ocupación femenina a partir de los 35 años indica que, aunque las posibilidades laborales de las mujeres aumentan con la formación, disminuyen con la edad. Apenas se dan diferencias en la probabilidad de ocupación de hombres y mujeres licenciados o doctores de 25 a 45 años, pero sí se aprecian a partir de entonces (19).

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La población con estudios universitarios ha mantenido en nuestro país unas tasas de actividad superiores al 70% en los últimos veinte años; en consecuencia, los titulados cuentan con las tasas de actividad más elevadas y son más resistentes a las fluctuaciones de los ciclos económicos, puesto que están mejor preparados para afrontar desafíos laborales (20). La aportación al capital humano de las mujeres ha experimentado un crecimiento más extenso que la de los hombres en las últimas décadas (Serrano y Pastor, 2002: 49 y ss). Para las jóvenes, las posibilidades de empleo se amplían con la titulación universitaria en mayor medida que para los jóvenes. Además, en los últimos años, la movilidad profesional ha aumentado mucho más en las mujeres que en los varones, dada su más tardía incorporación al sistema educativo (Carabaña, 2004). En consecuencia, se observa que el nivel educativo superior es un factor de éxito laboral femenino, aún cuando el nivel educativo de las desempleadas es superior al de los desempleados. 3.1 Sobre-cualificación o subempleo de la población universitaria

dológicos de la EPA que lleva a cabo el INE en este período). Pese al leve deterioro de los primeros años dos mil; el paro femenino también disminuye, si bien su tasa es más alta que la de los varones. (19) Véase Cuaderno de capital humano, nº 89 (Mayo 2008. Bancaja-IVIE). (20) Véase Cuaderno de Capital Humano, nº 33 (Diciembre 2003, Bancaja-IVIE). (21) Véase Cifras INE, Boletín Informativo del Instituto Nacional de Estadística, 6/2001, en www.ine.es.. (22) Véase noticia publicada en el Diario El País, Sociedad 36, miércoles 2 de enero de 2007, por J. A. Aunión.

La inversión en educación de las jóvenes es rentable en términos laborales, ya que la tasa de paro de la población activa con titulación universitaria es inferior a la tasa de paro global. Sin embargo, el mercado laboral de los titulados españoles de nuestra época es flexible y precario, lo cual hace que la transición de la educación al empleo de los titulados universitarios no siempre se desarrolle de forma satisfactoria. Según datos de la Encuesta de Inserción laboral de la ANECA (2004), los estudios universitarios ayudan mucho o bastante a encontrar un trabajo satisfactorio tras la titulación (el 54% de los titulados encuestados así lo señalan). Cuanto mayor es el nivel de formación, menos prolongado es el tiempo que tardan los titulados en encontrar un empleo significativo (21). A partir de la encuesta anterior se sabe que los universitarios tardan de media 6.4 meses en encontrarlo. Asimismo, la encuesta Cheers corrobora estos datos pero, además, advierte que los titulados en las áreas de ciencias sociales y las mujeres graduadas, en general, soportan una búsqueda más prolongada. En realidad, lo que sucede es que el crecimiento acelerado del alumnado universitario de los últimos años hace que la oferta de titulados exceda a las expectativas de absorción del mercado de trabajo, y esto genera desajustes que muchas veces desembocan en situaciones de sobrecualificación o subempleo. Según datos ofrecidos por el informe Cheers, tres de cada cuatro jóvenes europeos están trabajando en categorías típicas del empleo de titulados universitarios después de cuatro años de su titulación universitaria (como profesionales, oficiales o gerentes), mientras el 7% de los mismos ocupa categorías ocupacionales que requieren menor formación (Teichler, 2003). En España, la cifra del subempleo es mucho más elevada y alcanza el 23%, de modo que existe un desajuste relativo entre la oferta y la demanda del empleo cualificado que suscita pequeños reductos de sobrecualificación de titulados ocupados en empleos con niveles de requerimiento formativos inferiores a los suyos (22). Otros estudios (23) indican que el 34% de los jóvenes españoles están sobrecualificados en su puesto de trabajo actual.

(23) Véase Cuaderno de capital humano, nº 75 (Marzo 2007, Bancaza-IVIE).

Cuando el mercado de trabajo demanda cualificación a un ritmo más pausado de absorción que el del sistema productivo, se produce cierta inflación de títulos en el mercado de trabajo profesional (González y Requena, 2005), y ello hace que los jóvenes titulados, en muchas ocasiones, se vean obligados a aceptar puestos de trabajo que poco tienen que ver con sus estudios. En consecuencia, el nivel educativo de la población demandante de empleo

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crece por encima de las necesidades de cualificación de la oferta del sistema productivo (Gobernado, 2002: 1). La situación descrita traza los desajustes que debilitan la relación entre la educación superior y el empleo cualificado de la población de referencia, como se indica en los siguientes discursos. …el problema por el que ocurre eso… es que hay más gente preparada, o sea, hay más oferta que demanda…entonces claro… si un licenciado en Derecho ha estado buscando tres años trabajo de abogado y no lo encuentra, no le queda más remedio que cogerse a lo que sea… no ha podido encontrar algo de lo suyo porque hay tanta competencia que… al final son los que acaban… en otros tipos de puestos de categoría inferior (Jefa de Personal). El tema del subempleo… sobre todo, de gente joven, gente que acaba de terminar la Facultad o gente que… están en una situación de precariedad laboral… son contratos precarios, se rota de contrato de forma muy habitual, no porque la persona no valga, sino porque el sistema funciona así, en un sistema económico en el que la rotación es clave para poder mantener la productividad, entonces… acabas metido en un mundo que realmente no tiene absolutamente nada que ver con lo que tú estabas estudiando (Experto en Formación y Empleo). Estoy en un laboratorio de cosméticos, muy pequeño. A mí allí en un primer momento me contrataron de peón de fabricación que es hacer los productos. Según el jefe, el dueño de la fábrica, me contrataron por, porque yo había estudiado Química. Y yo ya se lo he dicho muchas veces, digo si usted me ha contratado por haber hecho Químicas, póngame como químico, no me ponga como peón de, y me dice que es que entonces me tiene que pagar más y claro, yo por eso he hecho una carrera, para ganar un poquito más de dinero, y nada… ahora ya meto los cubos de la basura, cargo camiones, descargo camiones, limpio la fábrica, alguna vez cojo una probeta, y poco más… me lo pusieron muy bien ¿sabes?, porque al principio me dijeron que iba a empezar como peón de fabricación pero que luego en un año, o año y algo, me prometían que iba a entrar en el laboratorio a trabajar, bueno, pero cuál es mi sorpresa, que allí no había laboratorio ni leches, allí estaba todo hecho… me puse a buscar otro trabajo y no lo encuentro, no lo encuentro (Licenciado en Químicas). …entré en un despacho de abogados de Secretaria… (Licenciada en Derecho). …estuve trabajando en una inmobiliaria por ahí por… después estuve de redactor… (Licenciado en Psicología). Esta situación es propia de un contexto de flexibilidad laboral, como la actual, donde la inseguridad caracteriza la inserción laboral de las y los jóvenes. … ahora es tantísima la rotación, que ya da igual la formación que tengas, o sea, lo que sea. Y, obviamente, yo creo que eso también va con el mercado, que aunque inicialmente tú, unos puestos te empiecen demandando una cosa, según se va viendo que están los candidatos en el mercado, la rotación que hay y demás, yo creo que van bajando el listón (Seleccionadora de personal en ETT). Tales condiciones, a su vez, reducen las aspiraciones originales de los titulados universitarios, desplazándolos hacia posiciones que no se ajustan a su cualificación.

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…cada vez más inseguridad…. En principio aceptan cualquier cosa… luego cuando, cuando empiezan a trabajar, eh, como que se quejan mucho de que no les ofrecen las funciones específicas para las que se han formado, que les explotan, que tal… Entonces bueno, pues ya te digo, es inseguridad por una parte y luego, cuando, cuando ven cómo es el mercado de trabajo, decepción porque no es, no es lo que esperaban (Entrevista a personal del COIE). La percepción subjetiva del subempleo por parte de los jóvenes puede generar elevados costes económicos y psicológicos (Sánchez Campillo, Montero y Jiménez, 2003) cuando la inseguridad se traduce en miedo, vértigo o frustración, lo cual rebaja las aspiraciones y el esfuerzo por buscar posiciones laborales mejores. … después de acabar la carrera, creo que la vida está llena de etapas y creo que cuando acabas la carrera, empieza otra nueva etapa donde hay otra nueva criba, otro nuevo filtro, es decir, eh, tú acabas la carrera, te lo digo directamente, acojonao, ahora mismo soy la hostia, pero tengo un miedo atroz… tienes sensación de vértigo porque has logrado algo que llevas tanto tiempo luchando por ello ¿no? que al final lo ves ahí y claro… te sientes hasta un poco engañado… la frustración… total que, o sigues luchando y perseverando o terminas trabajando en otra cosa como el 80% de la gente o más, ahí te rindes y tiras por otro lado… (Licenciado en Psicología). Se ha comentado antes que la profesionalización de la población activa exige más cualificación en las mujeres, respecto a los varones, en la competencia por niveles elevados de la jerarquía de ocupaciones. La participación laboral es más favorable para las tituladas universitarias que para las jóvenes de nivel educativo inferior, sin embargo, el análisis de las condiciones de trabajo ofrece resultados que se alejan todavía de la igualdad en la participación laboral por sexo. Las desigualdades de mujeres y varones en el mercado de trabajo prevalecen pese al incremento del nivel formativo de las primeras y la activación de medidas legales que tratan de rebatirlas. Los datos de empleo y paro no representan una posición desfavorable de las tituladas en el mercado laboral, no obstante, estas cifras pueden encubrir situaciones de empleo desfavorables, negativas o inestables, dado los desajustes cualitativos mencionados. La población sobreeducada femenina es de un 21,3% mientras que la masculina lo es en un 13,4%, de modo que las mujeres acusan esta situación en mayor medida que los varones (Gobernado, 2002: 10). Conozco algún despacho que han contratado a gente, sobre todo a mujeres para llevar el café... como secretarias (Licenciado en Derecho). …hay trabajos que están mal pagados, que son muchos ocupados por universitarios… es el subempleo, o los primeros empleos, que también están un poco a caballo entre lo que es el aprendizaje y lo que es el, lo de verdad… Yo creo que ahí es donde la mujer, muchas veces, sí tiene una mayor participación y donde existe más discriminación (Experto en Formación y Empleo). 3.2 Condiciones laborales de las jóvenes universitarias: jornada, contrato y salario Hasta hace unos años, el mercado de trabajo se ha caracterizado por la rigidez de pleno empleo masculino, frente a la inactividad femenina, y por ser un modelo estándar de empleo estable, de jornada completa y altamente regulado, a diferencia del modelo flexible y desregularizado que se establece a mediados de los años 70, y que perdura en la actualidad, donde proliferan

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formas de empleo precarias. Los contrataos definidos o temporales eran atípicos hace relativamente poco tiempo, sin embargo, ahora responden a la flexibilidad del sistema productivo y son la consecuencia directa de un conjunto de reformas implantadas en el marco institucional, la cuales son la consecuencia, a su vez, de determinantes requerimientos del mercado y la tecnología (Frutos, 2005). La situación actual del mercado de trabajo visibiliza bien a partir del discurso de uno de los expertos entrevistados. El mercado de trabajo afortunadamente ha crecido de forma enorme en los últimos 20 años. El nivel de ocupación en España ha crecido, en Madrid se ha duplicado prácticamente, pero claro, se ha duplicado a costa de perder la calidad en el empleo. Es decir, hay mucho más empleo, es mucho más fácil… poder encontrar un empleo, poder encontrar una beca que te pueda ayudar, pero claro, es mucho más difícil poder encontrar un empleo estable. Y mucho más difícil todavía poder encontrar un empleo estable y un empleo que sea de calidad, de calidad entiendo, que esté más vinculado con lo que tú quieras hacer (Experto en Formación y Empleo). En los últimos años se ha incrementado el número de contratos temporales de la población asalariada española (de 4.051,70 en el año 2000 a 5.210,40 en 2007 –en miles-) (24). Este incremento tiene que ver con las medidas de fomento de empleo implantadas por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales en 2006 (INEM, 2007) (25). Previamente, la tasa de temporalidad del empleo asalariado se había disparado a partir de los años 80, como consecuencia de la reforma laboral de 1984 que impulsaba este tipo de contratos; sin embargo, sus efectos se reducen con la estabilización de una posterior reforma de 1997 (Garrido y González, 2005). En consecuencia, desde entonces, la temporalidad crece a un ritmo menor que la contratación indefinida (entre los dos años de referencia: de 8.589,20 a 11.658.20 –en miles-); pese a los nuevos efectos de la reforma de 2001, que amplía las posibilidades de organización del tiempo de trabajo por parte de las empresas. En todo caso, los asalariados temporales representan una proporción que alcanza casi la mitad de los asalariados con contrato indefinido. Pero ¿cómo afectan estas reformas a varones y mujeres? La respuesta es simple. Se aprecia mayor precariedad en la situación laboral de las mujeres, que en la de los hombres, puesto que ellas representan una proporción más alta, tanto en la contratación discontinua (el 65.4% de los asalariados con contrato discontinuo son mujeres) como en la contratación temporal eventual por circunstancias de la producción (51.4%), estacional o de temporada (52%), verbal (67.1%), en la de sustitución que cubre la ausencia de otro trabajador (72.5%) y en otros tipos de temporalidad (59.5%). Estas cifras reflejan que la fragilidad laboral de las mujeres es mayor que la de los varones, lo que limita sus oportunidades de promoción y continuidad laboral.

(24) Aquellos datos de los que no se cite la fuente en el texto corresponden a la EPA, INE. (25) Véase INEM (2007): Informe del mercado de trabajo. 2006, Observatorio Ocupacional, INEM, disponible en www.inem. es

La desregulación de los mercados de trabajo implica un desorden sistemático de las trayectorias biográficas en los sujetos más vulnerables (Alonso, 2000: 30 y ss). La temporalidad supone un problema en el buen funcionamiento del mercado de trabajo, pues arrastra continuas entradas y salidas de los trabajadores en un mercado de trabajo dinámico (González y Requena, 2005). No obstante, los recursos formativos favorecen la inserción laboral de las tituladas y titulados, frente a la población de menor nivel formativo; si bien, el nivel educativo no se relaciona directamente con la estabilidad en el empleo (como se vislumbra en la tabla 8), que viene determinada también por factores de carácter estructural e institucional. Desde una perspectiva de

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género, se observa que la temporalidad femenina es más elevada que la masculina. De modo que la titulación universitaria no garantiza totalmente a las mujeres una posición más estable en el mercado laboral, aunque dicha titulación favorece la participación laboral de las jóvenes tituladas frente a otras con menor nivel de estudios. Continuando con el argumento anterior, otra forma de “medir” el subempleo es a través de la jornada laboral: cuando las horas efectivas trabajadas son inferiores a las horas semanales deseadas para la ocupación laboral. Los cambios en la estructura laboral de los últimos años demandan la reducción en la jornada de un sector de la población empleada, con el objetivo de contribuir al reparto del trabajo y de adaptarse a las necesidades de la actividad económica. El trabajo a tiempo parcial es otro producto de la flexibilización del mercado de trabajo. La finalidad institucional que reglamenta esta modalidad (Reforma Laboral de 1994) persigue fomentar el empleo, si bien, a veces desemboca en mayor precariedad laboral. La distribución actual de la población española ocupada, según situación profesional y tipo de jornada, muestra que el empleo a tiempo parcial absorbe gran parte del incremento del empleo femenino. La proporción de mujeres ocupadas a jornada parcial, tanto entre los trabajadores por cuenta propia (63.2%) como entre los asalariados (81.7%), supera a la de los varones de forma significativa, mientras que la de ocupadas a jornada completa está muy por debajo del 50% en todos los casos (27.8% y 37.7%, respectivamente). Actualmente, según datos del INEM (INEM, 2007), los contratos a jornada parcial se realizan más a mujeres que a varones; en aquellas suponen el 33,7% del total de sus contrataciones, mientras que, entre los varones, el 13,9% del total tiene este tipo de contratos. La tabla 9 especifica cuál es tipo de jornada de la población ocupada española según nivel de estudios y sexo. En ella se observa que los estudios universitarios protegen, relativamente, de la contratación a tiempo parcial a las tituladas universitarias en general, y a las jóvenes en particular. De otro lado, el tipo de jornada laboral de los jóvenes depende en menor medida del nivel de estudios que el de las jóvenes. En consecuencia, la titulación protege a las mujeres contra situaciones de precariedad laboral, mientras que los varones no necesitan recurrir a la titulación como única vía que garantice mayor seguridad en el mercado de trabajo debido a que su situación de partida es más favorable que la de las primeras. Entonces, la modalidad de empleo parcial afecta al sector femenino de la ocupación en mayor medida que al masculino, aún cuando se aprecia el efecto positivo derivado de la formación. La jornada parcial involuntaria es un indicador más de precarización del empleo femenino. Como se puede observar en la tabla 10, esta modalidad de empleo obedece a diversos motivos, sin embargo, tiende a presentarse como el resultado de una elección voluntaria de las mujeres para conciliar la vida laboral con la familiar. Estos datos no justifican la implantación a tiempo parcial como medida aplicada excepcionalmente para reducir el desempleo femenino, a no ser que trate de encubrirse un efecto más de discriminación en el sistema de las relaciones de género. En la tabla 10 se distingue que la imposibilidad de encontrar un empleo a jornada completa limita el desempeño laboral de las mujeres, aunque una proporción significativa, y más elevada que la anterior, declara trabajar a tiempo parcial por voluntad propia. Por otro lado, la población ocupada que trabaja a tiempo parcial por seguir estudiando o debido a una enfermedad o discapacidad, está más equilibrada por sexo que en las demás categorías

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establecidas en la tabla, aunque en ambos casos se encuentran más mujeres que varones. Sin embargo, la dificultad de combinar el trabajo extradoméstico con las responsabilidades familiares es el principal obstáculo al que se enfrentan las mujeres en el mercado laboral.

(26) Desde el tratado de Roma de Comunidad Europea (de 1957, artículo 119) hasta la modificación del Estatuto de los Trabajadores (del artículo 28) de 2002 (Ley 33/2002: defiende la “igualdad de remuneración por razón de sexo”. Especifica que “el empresario está obligado a pagar por la prestación de un trabajo de igual valor la misma retribución, satisfecha directa o indirectamente, y cualquiera que sea la naturaleza de la misma, salarial o extrasalarial, sin que pueda producirse discriminación alguna por razón de sexo en ninguno de los elementos o condiciones de aquella”) y la Ley para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres (Ley 3/2007). (27) Véase el informe Mujeres y Hombres en España 2006, en www.ine.es (28) Véase Cuaderno de Capital Humano, nº 87 (Marzo 2008, Bancaja-IVIE). (29) Véase Cuaderno de Capital Humano, nº 89 (Mayo 2008, Bancaja-IVIE). (30) Ibíd.

El trabajo a tiempo parcial permite compaginar el empleo con otras obligaciones y, por ello, normalmente, se presenta esta alternativa laboral como la más propicia para las mujeres, dado el rol tradicional de cuidadoras que socialmente se les asigna, como propio y exclusivamente suyo, en una estructura todavía patriarcal. Esta supuesta “solución ideal” ofrecida a las trabajadoras no siempre es voluntaria, menos cuando la irregularidad horaria a la que en ocasiones revierte esta modalidad de empleo se traduce en turnos nocturnos o de fines de semana que dificultan aún más la combinación del trabajo extradoméstico con las responsabilidades domésticas “de las mujeres” (Torn, 2005). Con todo, el trabajo reproductivo limita la disponibilidad de las mujeres, en ausencia de un reparto equitativo del trabajo doméstico entre los miembros del hogar. La doble jornada de trabajo a la que traslada la naturalización de los roles de género limita el nuevo rol social y económico femenino (Varella, 2001). En consecuencia, los estereotipos de género más tradicionales contribuyen a perpetuar la situación de desigualdad de género en el mercado de trabajo. El trabajo a tiempo parcial es una representación agregada a dichas desigualdades; además, esta modalidad de empleo ofrece salarios más bajos que la jornada completa. Hemos constatado que la inversión de las jóvenes en educación tiene un impacto positivo en cuanto a la posición que ocupan en el mercado de trabajo, en relación a otras mujeres con menos formación. Igual ocurre con los salarios. De otro lado, la educación es más importante en las tituladas que en los titulados a la hora de mejorar su posición, en términos relativos, en cuanto a la dotación de capital humano; asimismo, se da una correlación positiva entre el salario y el nivel de estudios, sin embargo, la diferencia salarial es más favorable a los varones en cualquier nivel (Serrano y Pastor, 2002: 131 y ss). El marco legislativo defiende el principio de igualdad de retribución entre los trabajadores masculinos y femeninos (26), no obstante, la discriminación horizontal y vertical de género en el mercado de trabajo dificulta que las mujeres ocupen los mismos empleos (y en las mismas condiciones) que los varones, en consecuencia, sus salarios son distintos. Datos del INE indican que el salario anual crece con el nivel de estudios, de modo que los titulados superiores reciben un salario del 66,6% por encima del salario medio, mientras que los de menor nivel de estudios tienen un salario del 34,8% por debajo del medio. Si bien, la situación salarial no es homogénea por sexo y las tituladas universitarias cobran un 33,7% menos que los titulados del mismo nivel de estudios (27) . El salario de licenciados y doctores triplica al de los ocupados con estudios primarios o sin formación. Por sexo, las mujeres asalariadas tienen un 10% más de años de estudios que los varones, pero su rendimiento educativo desciende en 1.4 puntos porcentuales en los últimos siete años, mientras que el de los varones lo hace tan sólo en medio punto (28). Hombres y mujeres cualificados perciben mayores salarios que los ocupados de bajo nivel formativo, sin embargo, la rentabilidad financiera de los estudios de tercer ciclo es del 10.1% para los hombres, mientras que para las mujeres se reduce al 9.6% (29). Con ello, el salario máximo esperado lo alcanza una mujer con 37 años cuando ha completado la secundaria obligatoria y con 48 años si es licenciada o doctora (30).

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Finalmente, para concluir cabe señalar que aunque la carrera ocupacional de las mujeres en general, y de las tituladas en particular, ha cobrado una prioridad que antes no tenía, la panorámica vislumbrada en este artículo manifiesta que: la inestabilidad laboral de las jóvenes tituladas en el mercado laboral es mayor que la de los jóvenes varones, lo cual merma la calidad en su empleo. La incorporación de las jóvenes a la población activa y al empleo remunerado es un rasgo que caracteriza a la sociedad española de las últimas décadas; no obstante, la posición de las universitarias en el mercado de trabajo revela diferencias importantes con respecto a la ocupada por sus compañeros varones. Es decir, ellas sufren en mayor medida -que ellos- la segmentación laboral que reduce sus oportunidades laborales y, además, monopolizan buena parte de la contratación a tiempo parcial, salarios inferiores y mayor temporalidad. Con todo, pese a que perduran mecanismos discriminatorios en el entorno laboral, son positivos los efectos de las transformaciones producidas en la estructura del empleo en función del género, más entre el sector de las jóvenes universitarias. Sin embargo, aún se extiende el reto de desarrollo de las transformaciones estructurales, en el sistema de las relaciones de género, que actúen más allá de la igualdad de oportunidades en la educación superior y en el empleo de las jóvenes universitarias, con el fin de erradicar los factores discriminatorios que sustentan las diferencias presentadas en este artículo.

(31) En el curso anterior, el 1999-00 esta cifra era de 1.589.473.

(32) Algunos de estos datos se presentan en GARRIDO, L. y GONZÁLEZ, JJ. (2005): “Mercado de trabajo, ocupación y clases sociales” en GONZÁLEZ, JJ. Y REQUENA, M. (Eds.) Tres décadas de cambio social en España, Madrid, Alianza Editorial, pp. 81-119.

Tabla 1. Evolución del número de alumnos matriculados en la universidad española en las últimas seis décadas CURSOS

TOTAL MATRICULADOS (absolutos)

TASA DE EVOLUCIÓN DEL TOTAL

MUJERES (relativos)

VARONES (relativos)

27,5%

84,9%

Curso 1950

[73.759]

Curso 1960

[91.700]

24,3%

16,3%

83,7%

Curso 1970

[330.000]

259,9%

27,5%

72,5% 63%

Curso 1975

[515.732]

56,3%

37%

Curso 1980/81

[670.377]

30%

47%

53%

Curso 1985/86

[825.287]

23,1%

49,5%

51,5%

Curso 1990/91

[1.225.181]

48,5%

51,6%

45,8%

Curso 1995/96

[1.508.842]

23,2%

52,7%

47,3%

3,10%

53,8%

46,2%

Curso 2000/01

[1.555.750]

(31)

Curso 2005/06

[1.443.811]

-7,19%

54,3%

45,7%

Curso 2006/07

[1.405.894]

-2,6%

54,4%

45,6%

Fuente: Elaboración propia a partir de datos ofrecidos por el INE, el MEC, la UNED y diversas publicaciones citadas en este trabajo.

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Tabla 2 Evolución del número de titulados en las dos últimas décadas en el conjunto de la universidad española, proporción mujeres/varones Total Universidad española

Cursos 88-89 94-95 00-01 03-04 06-07 07-08

TOTAL

Mujeres/ Varones

112.198 158.053 205.288 205.786 187.531 180.805

1,4 1,5 1,46 1,48 1,57 1.61

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del MEC Superior en España (INE)

(32) y de la Estadística de la Enseñanza

Tabla 3 Evolución del alumnado matriculado (y del % de mujeres) en el conjunto de la universidad española, según área de conocimiento

ÁREA DE CONOCIMIENTO

Curso 1984/85

Curso 1994/95

% Mujeres

% Mujeres

Curso 2004/05

Curso 2006/07

Abs. ambos sexos

% Mujeres

Abs. ambos sexos

% Mujeres

Humanidades

65,4

66,1

63,1

136.909

62.1

129.731

CC. Sociales y Jurídicas

51,2

58,2

62,9

694.206

63.0

684.961

CC. Experimentales

46,2

49,3

59,3

100.286

59.2

91.007

CC. de la Salud

57,2

68,1

74,5

120.137

73.8

124.252

Técnicas

14,6

23,5

27,4

384.157

27.3

TOTAL

48,4

51,9

54,2

362.373 54,3

Fuente: Elaboración propia a partir de “Mujeres en Cifras” (Instituto de la Mujer), INE y Consejo de Universidades

Tabla 4 Evolución del alumnado que terminó los estudios universitarios (y del % de mujeres) en el conjunto de la universidad española, según área de conocimiento

ÁREA DE CONOCIMIENTO

Curso 2001/02

Curso 2005/2006

Curso 2007/08

Humanidades

66,5

19.249

66,9

16.277

67.1

Abs. ambos sexos 13.734

CC. Sociales y Jurídicas

66,8

108.276

68,4

98.408

69.0

92.224

CC. Experimentales

58,6

15.307

63,9

13.022

66.8

11.476

CC. de la Salud

74,4

23.228

77,3

22.953

78.1

22.341

Técnicas

28,2

42.156

29,2

41.820

30.0

TOTAL

% Mujeres

Abs. ambos sexos

% Mujeres

59,2

Abs. ambos sexos

% Mujeres

60,5

41.030 60.9

Fuente: Elaboración propia a partir de “Mujeres en Cifras” (Instituto de la Mujer), INE y Consejo de Universidades

Mujeres jóvenes en el siglo XXI

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Tabla 5. Tasa de actividad, ocupación y paro, por edad y sexo (iv Trimestre 2007) TASAS DE ACTIVIDAD

TASAS DE OCUPACIÓN

TASAS DE PARO

Ambos sexos

M

H

Ambos sexos

M

H

Ambos sexos

M

H

16-19 años 20-24 años 25-29 años 30-34 años 35-39 años 40-49 años 50-59 años 60-64 años 65 y más

28.2 66.9 86.0 87.5 85.1 81.8 66.7 35.3 3.2

23.3 62.2 81.4 79.5 74.9 70.8 51.1 22.6 1.9

32.7 71.5 90.3 95.0 94.7 92.8 82.8 49.0 4.8

19.3 56.7 77.4

14.5 51.2 71.4

23.9 62.0 83.0

80.1

70.0

89.6

76.1 62.7 33.4 3.2

64.0 47.2 21.2 1.9

88.0 78.7 46.6 4.7

31.3 15.3 10.0 7.7 6.7 7.2 6.5 5.4 0.7

37.9 17.7 12.3 9.9 8.7 9.7 8.4 6.3 1.4

26.9 13.3 8.1 6.0 5.1 5.2 5.3 4.9 0.4

Total

59.1

49.4

69.2

54.0

43.9

64.5

8.6

11.0

6.8

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPA, INE, publicados por el Instituto de la mujer.

Tabla 6. Tasas de actividad de la población española en edad de trabajar, según nivel de estudios terminados y sexo (ii Trimestre. 2007) Ambos sexos

M

H

Analfabetos/as

9,8

5,4

19,9

Sin Estudios

29,7

18,9

42,5

Estudios primarios

67,9

54,1

80,2 77,6

Estudios secundarios

70,5

63,4

Técnicos profesionales (grado medio y superior)

89,3

92,0

86,1

Universidad Primer Ciclo

82,4

79,9

84,9

Universidad Segundo Ciclo

84,7

90,8

81,4

TOTAL

58,9

48,8

69,3

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPA, INE, publicados por el Instituto de la mujer.

Tabla 7. Tasas de ocupación y paro de la población activa, según nivel de estudios terminados y sexo (ii trim. 2007) TASAS DE OCUPACIÓN

TASAS DE PARO

Ambos sexos

M

H

Ambos sexos

M

H

Analfabetos/as

7,4

3,7

15,7

24,7

3,1

21,4

Educación Primaria

26,6

16,2

39,1

10,3

14,5

8,1

Educación Secundaria 1ªetapa

61,4

46,4

74,7

9,6

14,2

6,8

Educación Secundaria 2ªetapa

65,0

56,6

73,1

7,9

10,6

5,8

Formación e inserción laboral (secundaria)

68,7

66,7

72,1

22,9

27,5

15,0

Educación Superior

78,1

74,9

81,4

5,1

6,2

4,1

Doctorado

82,3

67,6

79,5

2,8

3,6

2,3

TOTAL

54,2

43,7

65,1

8,0

10,5

6,1

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPA, INE, publicados por el Instituto de la mujer.

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Revista de Estudios de juventud

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Tabla 8 Duración del contrato de los asalariados españoles por nivel de estudios, sexo y edad (ii Trim. 2007)

Total asalariados DURACIÓN DEL CONTRATO Nivel de estudios

INDEFINIDO

TEMPORAL

25-29 años

30-34 años

35 y más años

H

M

H

M

H

M

H

M

Estudios primarios o menos

16,6

12,1

7.6

4.5

8.1

4.6

19.9

15.8

Estudios secundarios

61,6

56,5

72.1

62.9

67.0

58.0

57.2

52.7

Estudios universitarios

21,8

31,4

20.3

32.5

24.9

37.5

22.8

31.5

Total

100

100

100

100

100

100

100

100

Estudios primarios o menos

28,2

15,8

15.6

6.0

22.6

8.7

37.6

24.4

Estudios secundarios

59,4

58,5

64.2

53.9

59.5

56.1

52.6

56.1

Estudios universitarios

12,4

25,6

20.2

40.2

17.9

35.1

9.8

19.5

Total

100

100

100

100

100

100

100

100

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPA, II Trimestre 2007.

Tabla 9 Tipo de jornada de la población española ocupada por nivel de estudios, sexo y edad (ii trim. 2007)

SITUACIÓN PROFESIONAL Nivel de estudios

COMPLETA

PARCIAL

Total ocupados

25-29 años

30-34 años

35 y más años

H

M

H

M

H

M

H

M

Estudios primarios o menos

21,0

12,7

11.0

4.6

12.7

5.2

24.2

16.8

Estudios secundarios

60,7

55,8

70.1

58.7

65.4

54.8

56.5

52.8

Estudios universitarios

18,3

31,5

18.9

36.6

21.9

39.9

19.3

30.4

Total

100

100

100

100

100

100

100

100

Estudios primarios o menos

17,5

20,5

6.6

7.5

9.0

8.5

28.0

28.0

Estudios secundarios

59,1

61,2

64.6

62.4

56.4

66.7

42.3

56.7

Estudios universitarios

23,4

18,3

28.7

30.1

34.6

24.8

29.7

15.3

Total

100

100

100

100

100

100

100

100

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPA, II Trimestre 2007.

Mujeres jóvenes en el siglo XXI

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Tabla 10. Personas ocupadas a tiempo parcial, por motivo de la jornada parcial en españa, proporción de mujeres (ii trim. 2007) Abs. (en miles.) Ambos sexos

Mujeres (en %)

Seguir cursando enseñanza o formación

293,8

53,5

Enfermedad o incapacidad propia

37,5

53,6

Cuidado de niños o adultos enfermos o incapacitados

352,2

98,4

Otras obligaciones familiares o personales

332,2

93,8

No haber podido encontrar trabajo de jornada completa

776,2

79,0

No querer trabajos de jornada completa

302,6

85,0

Otros motivos

331,4

63,4

No sabe el motivo

14,1

63,1

TOTAL

2.440,1

78,9

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPA, INE, publicados por el Instituto de la mujer.

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Mujeres jóvenes en el siglo XXI

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documentos

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Teresa Torns Martín. y Sara Moreno Colom Departamento de Sociología de la UAB

La conciliación de las jóvenes trabajadoras: nuevos discursos, viejos problemas

Distintas investigaciones realizadas en el Centro de Investigación QUIT de la Universidad Autónoma de Barcelona sobre la conciliación de la vida laboral, familiar y personal sirven de base para este artículo. El objetivo central del mismo es analizar las vivencias sobre la conciliación de las mujeres jóvenes activas laboralmente. Se pretende mostrar como la conciliación les parece una cuestión contradictoria a estas jóvenes. Básicamente porque tal conciliación surge como una problemática construida sobre nuevos discursos que tratan viejos problemas sin ofrecer soluciones alternativas a las ya existentes. El trasfondo de dicha contradicción se basa en el mantenimiento de un imaginario social que atribuye al hombre la responsabilidad de ser el principal proveedor de ingresos y a la mujer, el cuidado de la familia. Este imaginario que condicionó de manera explícita las trayectorias vitales de las generaciones anteriores, condiciona, implícitamente, los proyectos de vida de las generaciones jóvenes. Aunque también sea cierto que el peso de dicho imaginario no es homogéneo, pues responde, de igual modo, a razones estructurales y biográficas. Palabras clave: Conciliación, tiempo, trabajo, generación.

1. Introducción Este artículo parte de los resultados de investigaciones sobre tiempo y trabajo realizadas por el Centro de Investigación QUIT de la Universidad Autónoma de Barcelona (1). Y presenta algunos de los resultados de la tesis doctoral Temps, treball i benestar: una aproximació des de la vida quotidiana (2).

(1) Torns, T.; Borràs, V.; Carrasquer, P. (2004); Torns, T.; Borras, V.; Moreno, S.; Recio, C. (2006); Torns, T.; Miguelez, F.; Borràs, V.; Moreno, S.; Recio, C. (2006). (2) Tesis doctoral realizada por Sara Moreno bajo la dirección de Teresa Torns. Septiembre 2007, Dpto. Sociología Universidad Autónoma de Barcelona. Consultar en: http:// www.tesisenxarxa.net/.

El objetivo del artículo es analizar las vivencias de las mujeres jóvenes trabajadoras sobre la conciliación. La aproximación desarrollada subraya la controvertida relación que existe entre el tiempo y el trabajo en la vida cotidiana. Un objetivo que requiere enfocar ambos conceptos desde una acepción que incluye, de manera específica, las aportaciones de la perspectiva de género. Así, se entiende que el trabajo es algo más que la actividad laboral y que se debe tomar en cuenta, también, el trabajo doméstico-familiar del que el cuidado es una parte esencial (Torns, 2008). Sobre todo porque ese cuidado y ese otro trabajo son imprescindibles para la reproducción de la vida humana, a pesar de ser tareas sin el reconocimiento social y económico que se otorga a la actividad laboral o empleo. Según este enfoque, sólo gracias a esa acepción de trabajo es posible considerar la existencia de otros tiempos sociales que poco coinciden con las características de la jornada laboral. Ya que las dimensiones del tiempo de trabajo remunerado, reflejadas en la jornada laboral, tienen un carácter diacrónico que se aviene mejor a una medición cuantitativa, mientras que las dimensiones del tiempo de trabajo doméstico y de cuidado tienen en la sincronía y lo cualitativo su mejor reflejo.

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Tal multidimensionalidad es la que nos han conducido, a centrar la interrogación, en este caso como en otros estudios del QUIT, en averiguar: cómo las mujeres jóvenes distribuyen el tiempo de trabajo, entendido como carga total de trabajo; cuál es el significado que tienen los distintos tiempos, en su vida cotidiana, y en qué imaginarios se apoya la construcción de sus discursos y prácticas en el curso de la vida. La hipótesis de partida pretende mostrar la contradicción que encierra la conciliación de las mujeres jóvenes, en la Cataluña y en la España de comienzos del s. XXI. La principal razón de tal contradicción reside, a nuestro parecer, en el propio concepto de conciliación que ofrecen las actuales políticas de conciliación. Según esta hipótesis, esa interpretación del concepto no es capaz de contemplar como la vida cotidiana de las mujeres es el único escenario viable para comprender la conciliación. Ya que la conciliación se materializa a través de una práctica cotidiana, en la que el trabajo de cuidado resulta ser un factor clave, aun en el caso de aquellas mujeres más jóvenes para las que ese trabajo a penas existe. Y, por el contrario, esa es una realidad sin significado para la mayoría de los hombres jóvenes. Como es sabido, uno de los aspectos más cuestionados de las políticas de conciliación es el hecho de estar pensadas y diseñadas para mujeres. Ya que la conciliación, tal como algunas estudiosas recuerdan, esconde una división sexual del trabajo en la que el problema no son las mujeres, (Junter-Loiseau; Tobler, 1999; Crompton, 2005). Asimismo, tal como otros especialistas han analizado, la determinación del sujeto femenino como el centro de las políticas de conciliación responde a la necesidad de aumentar el empleo de las mujeres europeas de entre 25 y 54 años, dada su débil o escasa presencia en el mercado de trabajo (MacInnes, 2005). Una necesidad que deja intacta la atribución y responsabilidad femenina de las tareas domésticas y de cuidado. Y que, en consecuencia, no reconoce la ausencia masculina dentro del hogar como parte esencial del problema (Moreno, 20085). En esta misma línea, cabe recordar también, que las actuales políticas de conciliación sólo afrontan períodos excepcionales de tiempo de trabajo, como los propios permisos de maternidad. Permisos, abrumadoramente utilizados por las mujeres en países, como España, donde la ley no obliga a los padres, aunque contempla el permiso de paternidad. Y refuerza, en consecuencia, la división sexual del trabajo. La conciliación, así planteada, no ofrece adecuadas soluciones a los problemas derivados de tener que hacer frente a las tareas domésticas y de cuidado cotidianas. Tareas que sólo las mujeres, incluidas las jóvenes, afrontan al asumir una mayor carga total de trabajo (Torns, 2005), que las convierte, además, en malabaristas del tiempo (Amoroso et al., 2003). En síntesis, puede afirmarse que las políticas de conciliación no tienen en cuenta las desigualdades de género y que, en los países con modelos de bienestar mediterráneos, las agravan. Este efecto perverso tiene su razón de ser en unas políticas que no tratan adecuadamente el tiempo de trabajo, entendido en su acepción más amplia, tal como se ha comentado. Por ello, la conciliación ofrece unas soluciones reforzadoras de la división sexual del trabajo. Unas soluciones de “siempre” que resultan inviables para las mujeres jóvenes de hoy. Bien porque no revisan el reparto de la carga total de trabajo y, en especial, del trabajo doméstico y de cuidado, bien porque se destinan, exclusivamente, a las madres activas laboralmente. Una estrategia que, a su vez, poco coincide con las tendencias demográficas actuales, caracterizadas por la baja fecundidad.

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Así pues, parece oportuno analizar la conciliación de las jóvenes trabajadoras como eje explicativo de las contradicciones que entraña la conciliación. Unas contradicciones que además se acrecientan si se tienen en cuenta los cambios habidos en torno a la percepción de la juventud, en estos últimos años en las sociedades occidentales. Tal como reflejan las estadísticas, hoy en día, es habitual alargar la etapa juvenil hasta los 29 o 35 años, algo impensable para las generaciones que hoy tienen más de 50 años. La prolongación de la formación, la precariedad en el empleo y, en países como España, las dificultades para acceder a una vivienda son algunos de los fenómenos que justifican este alargamiento. Y que, en su conjunto, dificultan el proceso de emancipación, caracterizado por la obtención de un empleo y la formación de un hogar propio. En este sentido, se podría pensar que la juventud como etapa de transición a la vida adulta, no está necesitada de conciliación. Algo que explicaría porque entre la población joven predomina un discurso que defiende la igualdad de géneros. Y que serviría de base para interrogarse sobre hasta qué punto coincide ese discurso con la práctica cotidiana.

2. Un viejo problema: el reparto desigual del trabajo doméstico entre hombres y mujeres Sabemos que en el campo de la investigación sobre el tiempo, la tendencia más generalizada parte de un enfoque cuantitativo que toma el uso del tiempo como principal indicador (Gershuny, 1995; Gershuny-Sullivan, 1998). Ese enfoque ha contribuido a la visibilización de las desigualdades sociales, en particular las de género, al contabilizar la carga total de trabajo. Y de manera especial, ha mostrado la existencia del trabajo doméstico y de cuidado, (Benería, 1999; Durán, 1995; Aliaga, 2006). Así pues, los datos sobre usos sociales del tiempo son un buen instrumento para dar cuenta de las distintas actividades imprescindibles para la reproducción y el cuidado de la vida humana. Un instrumento que hace evidente la distribución desigual de la carga total de trabajo entre hombres y mujeres. Pero que no es capaz de desvelar otros aspectos que permanecen todavía ocultos. Ya que, a pesar de haberse reconocido el valor económico de ese otro trabajo (las cuentas satélite, por ejemplo), continúa siendo considerado como inexistente y situando en posición de subordinación social a quienes asumen su responsabilidad. Las cifras europeas disponibles (Aliaga, 2006) indican que esas desigualdades persisten en todos los países, a pesar de la diversidad cultural y de las distintas estructuras sociales que las contextualizan. Las diferencias entre países guardan relación con el modelo de estado de bienestar y la tradición cultural familiar, en relación al trabajo de cuidado. España forma parte del modelo mediterráneo caracterizado por una fuerte cultura familista y un estado del bienestar débil, si se compara con los países escandinavos. Ello explicaría porque España se sitúa entre los países donde la carga de trabajo total es más elevada entre las mujeres que entre los hombres. Y donde esa peor distribución tiene que ver con la cantidad de tiempo dedicado al trabajo remunerado, (en España hay poco tiempo parcial femenino) y con que el trabajo doméstico es de casi exclusiva responsabilidad femenina (Torns, et al., 2006). Los estudios realizados sobre el caso español ponen de manifiesto que los usos del tiempo responden, además, a una compleja interacción entre la clase social, el género y la edad (Izquierdo, 1988; Ramos, 1990; Colectivo IOE, 1996; Álvaro Page, 1996; Ráldua Martin, 2001; Moreno, 2005). Y como,

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cuando se pormenoriza el análisis de los distintos usos del tiempo, esas desigualdades de clase y edad atraviesan las de género. Un hecho que justifica el estudio de la influencia de los factores estructurales y biográficos en la distribución y significación de los tiempos de trabajo. Aproximación cualitativa que complementa y completa los análisis cuantitativos sobre los usos del tiempo. En el estudio aquí reseñado, se ha considerado la clase social a través de las variables propias de la estructura socio-económica, mientras que el factor edad se ha concretado a través de una doble dimensión, el curso de vida y la generación. El curso de vida ha permitido analizar la influencia de las normas, expectativas y status atribuidos a las distintas etapas de la trayectoria vital (infancia, adolescencia, juventud, vida adulta y vejez). Y la generación ha facilitado la introducción de datos relativos a la influencia del contexto histórico-social en el análisis de la distribución y organización del tiempo de trabajo. En todo momento se ha sido consciente de las limitaciones que supone estudiar la conciliación de las jóvenes, utilizando el grupo de edad 15-34 años. Pues ni todas han crecido en el mismo contexto social, ni todas están en la misma etapa del curso de vida. Por sólo citar un ejemplo, sabemos que mientras las mayores son hijas de la primera democracia española, las más jóvenes han crecido en un mundo globalizado. De igual modo que ni todas las mayores son o han sido madres, ni algunas de las más jóvenes están inmersas en la experiencia de la maternidad. Diferencias que conviene destacar pues resultan claves para un análisis cualitativo del uso del tiempo. El análisis que hemos desarrollado ha partido de las contradicciones que, en España, apuntan los datos existentes sobre uso del tiempo, a tenor del discurso social imperante. Pues si bien cabría esperar que, en el grupo de edad reseñado, se diera una distribución equitativa del tiempo de trabajo según género, dado que se ha educado asumiendo la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Sin embargo, las estadísticas sobre el uso del tiempo evidencian la persistencia de las desigualdades de género en relación a esa distribución. La tabla 1 contiene los porcentajes de participación y la duración media del tiempo dedicado a las actividades del hogar familia según género y edad, en España. Las cifras muestran como ya entre la población ≤ 25 años hay una mayor participación y dedicación de las mujeres al trabajo domestico que los hombres. En participación, la femenina supera en casi 30 puntos a la masculina y, en dedicación, las mujeres dedican 40 minutos más al día. Ello pone de manifiesto que, más allá de la igualdad percibida, la socialización diferencial por razón de género persiste, en particular, dentro del hogar-familia. Asimismo, cabe reseñar en relación a la emancipación de la juventud que la mayoría de chicos y chicas ≤ 25 años viven con sus progenitores. Situación que explicaría porque entre los 25-44 años, donde cabe suponer que la mayoría ha formado su propio hogar, aumenta la participación y la dedicación en ambos géneros. Y como dicho aumento se da a la par con el incremento de las diferencias entre hombres y mujeres. Unos datos que muestran inequívocamente cómo a medida que avanza el curso de vida, aumenta el trabajo doméstico y de cuidado. Y las mujeres participan y hacen mucho más trabajo que los hombres.

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Tabla 1. Participación y duración media diaria del tiempo dedicado a las actividades del hogar-familia según sexo y edad (España) Hombres Participación (% personas)

Mujeres

Duración media diaria (hh:mm)

Participación (% personas)

Duración media diaria (hh:mm)

Menos de 25 años

57,8

1:12

80,0

1:54

De 25 a 44 años

73,6

2:08

95,4

5:01

Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta Empleo Tiempo 2002-2003, INE

Tabla 2. Grado de acuerdo según sexo y edad de la siguiente afirmación: Trabajar está bien, pero lo que la mayoría de las mujeres realmente quiere es crear un hogar y tener hijos Sexo

Hombres

Grupo edad Mujeres

15-19

20-24

25-29

Muy de acuerdo

10,4

9

12,2

8

9,5

De acuerdo

27,9

23,9

25,7

28,2

24,5

Ni de acuerdo no en desacuerdo

13,4

11,5

11,9

11,8

13,4

En desacuerdo

29,9

34,5

29,7

33,8

32,3

Muy en desacuerdo

10,2

19,5

13

15,1

15,5

8,1

1,7

7,5

3,1

4,9

NS/NC

Fuente: Elaboración propia a partir del Sondeo de opinión de la gente joven 2007 INJUVE

Así pues, a juzgar por las cifras, parece posible apuntar que en la sociedad española existe una brecha que separa el discurso social imperante de la práctica cotidiana. Nuestra hipótesis es que la razón primordial de esta brecha debe buscarse en los imaginarios sociales que condicionan los proyectos de vida de la juventud española. En este sentido, el sondeo de opinión y situación de la población joven, realizado por INJUVE en 2007, ofrece datos que son un buen apunte sobre esos imaginarios y esa brecha. La interpretación de la tabla 2 da pie a una doble lectura de tal cuestión que, a nuestro entender, muestra una situación teñida de un sabor agridulce. Pues si bien es cierto que la mayoría de la población joven rehúsa el patrón femenino de ama de casa y el patrón masculino de principal proveedor de ingresos, no es menos cierto que el 38,1% de hombres y el 32,9% de mujeres aprueban dicha responsabilidad femenina. Un porcentaje que incluso se incrementa en el grupo de edad más joven, lo que invita a pensar en un cierto retroceso generacional, como mínimo, en el ámbito del imaginario. Por el contrario, los datos de la tabla 3 muestran como los imaginarios sobre las responsabilidades masculinas presentan una realidad social algo más alentadora. Una mayoría abrumadora niega la exclusividad del poder de decisión masculino dentro del hogar. Pero paradójicamente, tras esa negación, parece que tal cambio generacional sólo afecta a las responsabilidades femeninas. Probablemente, porque si bien la masiva presencia de mujeres en el mercado laboral ha aumentado su poder de decisión sobre cuestiones de “economía doméstica”, la responsabilidad femenina de las tareas domésticofamiliares permanece intacta. Pues esa mayor presencia femenina no se ha

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Tabla 3. Grado de acuerdo según sexo y edad de la siguiente afirmación: Es más adecuado que el hombre asuma las principales decisiones familiares (compre casa, automóvil,) Sexo

Grupo edad

Hombres

Mujeres

15-19

20-24

25-29

Muy de acuerdo

4,7

2,8

5,6

2,9

3,3

De acuerdo

11,4

8,1

9

10,9

9,5

Ni de acuerdo no en desacuerdo

8,6

3,9

7,7

5,5

6,2

En desacuerdo

44,3

37,5

43

40,5

40,1

Muy en desacuerdo

28,3

47,1

32,6

38,2

39,8

NS/NC

2,6

0,6

2,1

1,9

1,1

Fuente: Elaboración propia a partir del Sondeo de opinión de la gente joven 2007 INJUVE

visto respaldada por el incremento de la participación masculina en tales actividades en el hogar-familia. Una ausencia difícil de superar ante la falta de modelos de referencia masculinos que actúen con responsabilidades doméstico-familiares, como pautas de adscripción positiva. Pautas que deberían, a no dudarlo, ser capaces de trascender los actuales permisos de paternidad de 13 o 15 días. En resumen, parece intuirse la existencia de unos imaginarios colectivos que mientras introducen patrones masculinos en el proyecto de vida de las mujeres jóvenes, continúan ofreciendo un proyecto de vida casi inalterado para los hombres jóvenes. Ya que en dicho proyecto parece permanecer intacto, todavía, el patrón de ganador del pan, que sirvió como pauta hegemónica en la vida de sus padres.

3. La ocultación de un viejo problema

(3) Tal y como se apunta en la introducción, este artículo se sirve de algunos de los resultados obtenidos en la tesis doctoral Temps, treball i benestar: una aproximació des de la vida quotidiana que incluye la realización de 36 entrevistas biográficas, realizadas a ocho perfiles tipológicos, definidos según datos estadísticos. Cuatro de esos perfiles incluyen 18 entrevistas realizadas a hombres y mujeres de 30-35 años, activos laboralmente y viviendo en pareja.

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La realidad que presentan las estadísticas sobre el uso y la distribución del tiempo de trabajo entre la población joven no ofrece toda la información que merece ser desvelada. Por ello, resulta extremadamente interesante oír la voz de los hombres y mujeres jóvenes, a fin de que sus relatos pongan de manifiesto problemáticas que se ocultan tras las cifras estadísticas. Relatos que, primordialmente, tienen que ver con el reparto desigual del trabajo doméstico-familiar entre hombres y mujeres. Un reparto que, aun cuando no precisa con detalle lo relativo al trabajo de cuidado, está, sin lugar a dudas relacionado con la conciliación. Y, en definitiva, con el saber hacer, pensar y vivir el bienestar cotidiano de las personas jóvenes y de toda la población. El análisis de las vivencias y percepciones de los tiempos de trabajo en las entrevistas realizadas para esta ocasión (3) pone de manifiesto las diferencias entre las maneras masculina y femenina de estar presente en el hogar. Diferencias que, en este caso, permiten fijar la atención sobre el trasfondo del conflicto cotidiano que, de manera más o menos explícita, vive la mayoría de mujeres jóvenes trabajadoras. Debe destacarse que las personas entrevistadas no perciben el reparto del trabajo doméstico-familiar dentro del hogar como una cuestión relativa a la conciliación. Pues entienden que dicha necesidad sólo se da con el trabajo de cuidado que se deriva de la crianza de los hijos e hijas. Una percepción

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que se corresponde, de manera nítida, con la lógica de las políticas de conciliación, impulsadas en estos últimos años, pensadas y diseñadas para las madres trabajadoras. Sin embargo, más allá de compartir esta percepción, las vivencias cotidianas de hombres y mujeres toman caminos distintos. Algo que ya se deducía de los datos sobre uso del tiempo y que aquí se pone de manifiesto a través del análisis de los discursos de unas y otros. Los hombres jóvenes entrevistados piensan que la división sexual del trabajo dentro del hogar ha dejado de ser un problema entre la generación joven en la medida que, según ellos, lo más común es el reparto igualitario de las tareas domésticas. “Sí que hay alguna excepción que ha salido machista, pero la mayoría de la gente joven, los dos se han de arremangar” (HT2)

(4).

En su relato, estos hombres hacen alarde de una mentalidad que, según su entender, defiende el reparto del trabajo doméstico con la pareja. Esta presunción de igualdad emerge como hecho diferencial entre la generación joven al presumir de una identidad masculina diferente a la de sus padres. Por el contrario, las mujeres entrevistadas viven, con sorpresa, otra realidad. Y sus relatos cuentan que no existe igualdad dentro del hogar. Aunque han crecido en un contexto social favorable a la igualdad de oportunidades, ven como la entrada en la vida adulta les depara una doble sorpresa: sus parejas no han cambiado tanto respecto a sus padres y ellas quizás tampoco respecto a sus madres. Así lo evidencian las distintas formas de presencia masculina y femenina que, lejos de responder a características biológicas, condicionan las percepciones que hombres y mujeres mantienen sobre el que, como y cuando se debe estar, hacer y decir dentro del hogar. “Porque yo ahora veo que vengo de trabajar cansada – me levanto a las 5 de la mañana - y cuando llego a mi casa me gusta tenerla recogida y bien. Cuando vengo y entro por la puerta, estoy pensando que cómo me ha dejado él la cocina. A lo mejor también es un poco obsesión, no lo sé; pero estoy pensando a ver cómo me la ha dejado. Y entro y me entran ganas de chillar de rabia.” (DT1).

(4) Las claves para leer el perfil de las personas entrevistadas son: H: hombre; M: mujer; C: clase trabajadora; M: clases medias; C: con trabajo de cuidado (5) Consultar datos del Sondeo de Opinión y situación de la gente joven (4ª encuesta 2007) “Jóvenes y personas mayores, relaciones familiares e igualdad de género, INJUVE. (6) Se trata de un aspecto evidenciado en estudios anteriores como los realizados por Saraceno (1986) y Carrasquer et al. (1998).

Tanto las estadísticas ya citadas sobre la población joven (5), como las entrevistas aquí reseñadas, muestran como las mujeres suelen ser las responsables de las tareas doméstico-familiares más minusvaloradas, rutinarias y rígidas. Por el contrario, los hombres suelen encargarse de las tareas más reconocidas socialmente, las menos pesadas y las más flexibles desde una perspectiva temporal (6). Limpiar, tener cuidado de la ropa y planchar son las actividades centrales del trabajo doméstico femenino. Se trata de actividades poco gratificantes, repetitivas y que requieren de mayor constancia. En cambio, cocinar y hacer la compra son las actividades que suelen hacer los hombres, ambas con un mayor reconocimiento social y una menor rigidez temporal. Además, debe tenerse en cuenta que las dimensiones poco tangibles de las tareas domésticas suelen permanecer más invisibles si cabe, dada su falta de valor y reconocimiento social. Así, pensar, organizar y gestionar, aspectos difíciles de medir cuantitativamente que los datos estadísticos existentes a penas recogen, aparecen como una de las responsabilidades domésticas más feminizadas. Ello explicaría porque tales tareas suponen uno de los principales motivos del malestar cotidiano que viven las mujeres y un buen indicador para evidenciar las desigualdades de género vigentes en el interior del hogar-familia. “Lo que pasa que sí, que es cierto que todo el tema de la organización, en plan ir a comprar, o sea, llenar la nevera, todo esto sí que lo pienso yo.” (DM2).

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Asimismo no es extraño que las mujeres entrevistadas se sientan engañadas por una sociedad que les ha abierto las puertas del mercado laboral pero que no ha revisado las relaciones sociales que tienen lugar en el escenario de la vida cotidiana. “Yo es lo que le digo: que es..., siempre me has engañado. Porque el me decía... No es que me engañase, es que a mi me parecía que su propia mentira se la creía. Él decía: “Yo, mi territorio, mi territorio será la cocina” Y yo: “¿ostras la cocina?” Y él: “Si me gusta mucho cocinar y..., y muy bien”, Y digo: “Ostras vaya tío. Cojones, cuando llegamos aquí, la cocina sólo la pisa para mirar que estoy haciendo para comer o para cenar, porque eso si, cocinar, la única que cocina soy yo. (DMC1).

Cuando se analiza lo que pasa “de puertas adentro”, parafraseando el título del libro de Mª Ángeles Duran (1988), se desvanece “el mito de la vida privada” como cuenta Soledad Murillo (1996). La vida en pareja emerge como un espejo que ofrece a las mujeres el reflejo de su incapacidad para decidir si quieren o no ser las únicas responsables de gestionar el hogar-familia. Es a través de la vivencia de esas situaciones donde ellas se dan cuenta de la dificultad que les supone cambiar su manera de pensar, estar y ser en el hogar. Y, todavía más si ese cambio debe protagonizarlo su pareja. Esta resistencia ante el cambio se pone de manifiesto en el relato de las entrevistadas quienes, con resignación, explican que prefieren ceder antes que renunciar a un mínimo de bienestar cotidiano dentro del hogar o enfrentarse a sus parejas. “No lo cambiaré, lo tengo muy claro. Más vale que me acostumbre porque eso no lo cambiaré. No lo se... Aprenderé a vivir con eso supongo.” (DM2).

Sus relatos dan cuenta de como la renuncia a su manera de estar, ser y vivir en el hogar, les puede suponer una pérdida de bienestar cotidiano, debido a la falta de reconocimiento y valor social del trabajo doméstico. “Sí, claro, porque que puedes hacer, porque si pasas de todo ¡acabas viviendo de una manera que a ti no te gusta! Entonces casi que es más incomodo, o sea, prefiero hacerlo y discutir una vez cada dos meses que no hacerlo y estar dos meses viviendo en plan sin tener para comer o... Es que es así, quiero decir, a veces llega a estos límites. O sin tener ropa limpia para ponerme o [...].” (DM2).

Del mismo modo, saben y reconocen que la contraposición de la presencia femenina a la masculina puede abrir un conflicto dentro de la pareja. “No te apetece llegar a casa y discutir con la persona con quien vives y que, de hecho, «estás de puta madre» con ella, pero, ¡claro!, tampoco quieres pasar por..., porque te toman el pelo.” (DM2).

También son conscientes de que renunciar al conflicto implica ceder y resignarse. Con todo, sea cual sea la situación enfrentada, la solución más fácil es asumir el papel de responsables principales del trabajo doméstico, a pesar de los costes cotidianos que ello conlleva. Unos costes que se pueden medir en términos de tiempo de trabajo, de doble presencia y de mayor carga total de trabajo. También es el cansancio que traes de todo el día pendiente de los otros y con este ritmo. Sí, sí. Tampoco él es demasiado consciente. No es que ahora me quiera tirar flores, pero no todo el mundo lo aguantaría. Ya te lo digo yo, se debe vivir. Te lo puedes imaginar, pero cuando lo vives es bastante duro. Yo creo que esto, y ahora tiro hacia las mujeres, yo creo que un hombre esto no... A veces, le digo a J: ‘Me gustaría que esto lo hicieras un día’. Porque él está solo con los niños todo un día [...]” (DMC2).

En resumen, el trabajo doméstico-familiar se reparte según las tareas más visibles y reconocidas por hombres y mujeres. En este sentido, sí cabe señalar

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diferencias según las clases sociales. Paradójicamente, el reparto más equitativo se da entre las clases medias con mayor nivel de estudios, una tendencia que aparece mucho más tímida entre la clase trabajadora y menor nivel de estudios. Asimismo, esa falta de reconocimiento y la dificultad de objetivación de las tareas menos visibles explican porque no se reparte la responsabilidad de organizar y gestionar el hogar-familia o las tareas de mediación. Dicha responsabilidad recae únicamente sobre las personas que sí las reconocen como necesarias y así las perciben, es decir, las mujeres. De igual modo, si bien es cierto que las parejas jóvenes no dudan en mercantilizar parte del trabajo doméstico, cuando se dispone de los recursos necesarios, no lo es menos que esta estrategia no incluye lo que algunas denominamos el management familiar. El reparto de estas tareas permanece oculto incluso entre las parejas jóvenes. A nuestro parecer, esta ocultación legitima y refuerza el papel de la mujer como principal responsable de las tareas del hogar, lo que, a su vez, ayudaría a explicar la brecha que se abre entre el discurso y la práctica de la generación joven. Pues el discurso igualitario más o menos asumido teóricamente, demasiado a menudo no encaja con la práctica cotidiana. Esta contradicción entre las actitudes y los comportamientos resulta ser un elemento clave para comprender y explicar la vida cotidiana de las generaciones jóvenes. En particular, la de unos hombres que no cuestionan la corresponsabilización pero que, en la práctica, tampoco la asumen porque siguen sin percibir como responsabilidad propia buena parte de las tareas a realizar. En este caso, su discurso los distancia de la mentalidad de sus padres, pero esa falta de percepción de cuáles son y de qué hacer ante las necesidades cotidianas, los iguala. Por el contrario, la práctica de las jóvenes contradice su discurso inicial plenamente favorable a una igualdad entre hombres y mujeres que incluye el saber estar, hacer y decir en todo lo relacionado con el bienestar cotidiano.

4. La maternidad: abriendo la caja negra del trabajo doméstico-familiar Además de lo que muestran las cifras, distintos estudios subrayan que la mayor carga de trabajo doméstico tiene que ver con el trabajo de cuidado de personas dependientes, (Durán, 2002; Bittman y otros, 2005). En el caso de la población joven, dicho trabajo suele aparecer con la llegada de las criaturas. Hijos e hijas que, con o sin pan bajo el brazo, abren la puerta a sus madres hacia la necesidad de conciliar. Esto es así hasta el punto que las madres jóvenes suelen ser las únicas en dar sentido a la conciliación, tal como se viene planteando en los últimos años. En efecto, el tiempo de trabajo de cuidado ocupa un lugar central en el proyecto de vida de las jóvenes entrevistadas, mientras que aparece como un elemento secundario en el proyecto de vida masculino. A diferencia del trabajo doméstico, las mujeres no reconocen esta división como una situación de desigualdad y, por el contrario, a menudo la viven y defienden como un privilegio. La razón de ello podría residir en las frustraciones que experimentan estas mujeres durante los primeros años de la edad adulta. Unas frustraciones y desengaños que tienen su origen en el mercado de trabajo, dado que sus primeras experiencias laborales no suelen tener el mismo reconocimiento social y económico que la de sus coetáneos masculinos. Y unos desengaños que se viven dentro del hogar, ante la constatación de que sus actitudes y comporta-

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mientos ante las tareas doméstico-familiares tropiezan con las de sus colegas masculinos. Podríamos decir que las mujeres de la generación joven se refugian en una de las pocas parcelas femeninas de poder y reconocimiento existentes en la sociedad: la maternidad. Siendo este refugio una respuesta posible a los huecos que las limitaciones de la igualdad de oportunidades formal deja en la realidad de sus vidas cotidianas (Aguinaga, 2004). Refugio que no debe olvidarse tiene lugar en un contexto español marcado por los bajos índices de natalidad. Y en el que, las generaciones jóvenes, tal como apunta Durán (2006), han convertido la maternidad en una elección, alejada de la obligación que les supuso a sus predecesoras. Para la generación joven, el hecho de tener criaturas ha dejado de ser una obligación para pasar a ser una opción más, entre otras. Podría decirse, incluso, que la decisión depende, en muchos casos, de la cuenta de resultados personal. Es decir, del balance entre los costes y beneficios que supone tal elección para el proyecto de vida individual. Un balance que, no debe olvidarse, toma como medida el tiempo, entre otros aspectos. Ya que aunque sea cierto que la elección depende también de factores estructurales, se detecta un cambio generacional que pasa por el alargamiento de la edad en la que se tienen los hijos e hijas. Esta tendencia, junto a la disminución de la tasa de fecundidad, produce, en la actual sociedad española, un incremento del peso simbólico que, especialmente entre las mujeres, lleva asociado el hecho de ser madre. Y probablemente por ello, nadie discute que el momento y la decisión de tener criaturas, supone implícita o explícitamente que las mujeres van a ser las responsables principales de su cuidado. Ellas sienten, a diferencia de sus parejas, que dicha decisión forma parte fundamental de la construcción de su identidad personal y de su proyecto de vida. Conviene destacar, además, como la importancia que se otorga al tiempo de cuidado de las criaturas, en la definición de la identidad femenina, difiere de la representación que las mujeres jóvenes se hacen del trabajo doméstico. En concreto, puede apreciarse como la pérdida de legitimidad social de la domesticidad entre la generación joven no incluye, en ningún caso, la carga de tiempo y trabajo que supone la maternidad. Pudiendo afirmarse que, a pesar de las renuncias personales que puede conllevar la maternidad, la llegada de las criaturas parece recompensar y realizar a las jóvenes. Con todo, el análisis cualitativo del tiempo dedicado al trabajo de cuidado de los hijos e hijas es uno de los factores que mejor permite poner en evidencia la estructura sexuada de la vida cotidiana. De modo que la manera en que hombres y mujeres entienden e interpretan el papel de padres y madres representa una de las más claras manifestaciones de las diferencias de género que persisten entre la población joven. Para decirlo en otras palabras, cambia más la vida el hecho de ser madre que el hecho de ser padre. Debiendo precisarse que, si bien es cierto que entre la generación joven emerge un nuevo padre, no es menos cierto que esta figura continua permaneciendo ausente la mayor parte del tiempo. El relato que las personas entrevistadas hacen sobre como trascurren los días en su vida cotidiana pone de manifiesto que el tiempo de cuidado en femenino ocupa las 24 horas del día, mientras que la vivencia masculina de este tiempo suele ir a la par con los tardes-noches y los fines de sema-

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na. Las madres son el referente diario para las criaturas lo que les supone asumir la responsabilidad del cuidado diario. Unas tareas de cuidado que suele tener como escenario temporal más inmediato la semana laboral, en el que la madre debe organizar y coordinar los horarios escolares y laborales de los demás, tenga o no actividad laboral, a costa de su propio tiempo. Por el contrario, los padres son los referentes del tiempo libre y de los días de fiesta. Sin duda, un escenario mucho más relajado, flexible y distendido, en el que no sólo se deben articular menos actividades sino en el que es posible disponer del tiempo con un mayor margen de maniobra temporal. Así pues, parece posible afirmar que el cuidado de los hijos e hijas aparece como tiempo de juego para los hombres y tiempo de trabajo para las mujeres. “Entonces, ella está pues más por ir a traerlos a las tres. A las cinco y media los va a buscar, les da la merienda, los ducha, los arregla, mira la tele con ellos. Quiero decir, los vive mucho más ella. Pero bueno, algún sábado nos hemos ido, E estaba cansada y yo he dicho: «Pues mira, me voy a tomar una pizza», y a las siete y media, ocho estoy a la primera pizzería, que todo son niños, pero estamos allá, ¿no?” (HMC1).

Los relatos constatan que la disponibilidad y accesibilidad de las mujeres para el cuidado de las criaturas marcan la diferencia entre el tiempo de los padres y el de las madres. Como apuntan algunos especialistas (Zerubavel, 1985), aquello que más los diferencia es que los padres se reservan tiempo para ellos, no accesible para los hijos e hijas, mientras que el tiempo de las madres siempre está disponible para satisfacer las necesidades de los hijos e hijas. Y hemos estado todo el verano juntos y todo..., pasa que ahora, esta última semana, él se ha ido sólo a la montaña. Se ha ido a la montaña. Y yo también iba a mi aire, pensaba: «ostras me agobiaré, sola, con las dos niñas...» Es que también, es que he tenido suerte porque me ha tocado la lotería con estas niñas” (DMC1).

Pudiera decirse que la mujer siempre es madre mientras que el hombre es padre cuando puede o quiere. Ellos tienen el privilegio de escoger cuando y como quieren dedicarse a los hijos e hijas. En cambio, para ellas el cuidado es una responsabilidad rígida en la que la obligación moral actúa como un imperativo propio de la identidad femenina. Las jóvenes entrevistadas asumen las tareas de cuidado como algo dado por naturaleza y no se dan cuenta de los efectos perversos que ello les puede generar. Defienden, incluso, esa maternidad-refugio como un privilegio diferenciador que, en la práctica, acaba cerrando el círculo de la desigualdad de género. Ya que la ausencia de la figura paterna durante el día convierte al padre en algo especial y deseado por los hijos e hijas. Contrariamente, la presencia cotidiana y rutinaria de la figura materna, convertida en la cuidadora por excelencia, produce la subestimación del papel de madre. “A mí, aunque ella me diga que no, pero yo lo veo así, a mí me hacen más caso a mí que a ella. Supongo que esto es ley de vida, es normal, porque me ven menos, saben que un grito mío vale más que los de ella, ¿no?, por ejemplo. Esto es una cosa que ya te dices: «Ostras pues mira, tus hijos te respetan y saben que el papa está a casa aunque no estés», ¿no?” (HMC1).

Las mismas mujeres sobrevaloran la implicación de sus compañeros porque la perciben como voluntaria, al tiempo que subestiman su rol como madres que atribuyen a características personales más que sociales. “¿Me entiendes? O, o juega mucho con las niñas. Quiero decir, él lo es mucho más que yo. Ahora me he dado cuenta de que yo soy cómo... Yo soy la madre y la que como si dijéramos, la figura que intenta llevarlas, como si dijéramos, por el buen camino no..., como decirlo, como

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la persona teórica. Quiero decir, como mucho... No sé como expresarme... Que yo juego, pero, no sé, quizás o los chicos o en JR son mucho más juguetones y él es capaz de tirarse al suelo, revolcarse y cogerla y hacerla incordiar y hacerle así, y al final se lo pasan “teta” y acaba agotada. Yo no, yo soy más de: «Venga va, pintamos.»” (DMC1).

De igual modo, cuando se da el reparto del trabajo de cuidado sigue las mismas directrices que el reparte del trabajo doméstico: los hombres asumen las actividades más agradables mientras que las mujeres cargan con las más pesadas. “I... Pero bueno, me quita mucho peso en cuanto a las niñas. Por ejemplo, si estamos bañando pues, por ejemplo, él las baña y yo hago la cena [...]” (DMC1).

Además, el tiempo de la madre supone asumir el grueso de las horas, la constancia y la rigidez de los cuidados, aspectos que tienen efectos sobre su bienestar cotidiano tal y como subrayan sus relatos. “Estas tres horas, de nueve y pico que llego a casa hasta las doce menos cuarto, es acabar de hacer la comida; arreglar la casa, porque con dos niños queda todo hecho un desastre; ir a comprar, se va a comprar; si debo hacer algún encargo o lo que sea. Y enseguida son las doce. En tres horas casi no da tiempo para hacer nada. Entonces lo voy a buscar, le doy la comida a A y al pequeño también. A mediodía es bastante caótico y estresante. A las tres lo dejo, lo llevo a la escuela, que ahora lo tengo muy bien con la escuela nueva que han hecho que está muy cerca. A mediodía, cuando llego, a las tres y pico, dedico algo más de tiempos al pequeño y lo pongo a dormir. A mediodía sí que sólo tengo dos horas y a las cinco lo voy a buscar. Entonces es limpiar cocina, asear y si tengo que preparar algo ya para la noche o si tengo algo de tiempo para mí. El poco tiempo que tengo para mí es esta hora. Éste duerme, pero a veces no quiere dormir. Poder sentarme y hacer la siesta hace mucho tiempo que no puedo hacerlo. Por eso te decía que el tiempo mío es cero.” (DMC2).

Aunque las entrevistadas no cuestionan el poco soporte de sus parejas, las preferencias hacia el trabajo de cuidados ponen de manifiesto el mantenimiento del peso simbólico del imaginario patriarcal en la generación joven. Las mujeres siguen dispuestas a aceptar las renuncias laborales que supone el trabajo de cuidado, mientras que los hombres difícilmente se plantean renuncias familiares para atender las demandas laborales. El mejor ejemplo de tal situación se da entre las mujeres de clases medias que se sienten privilegiadas ante la posibilidad de poder abandonar, temporalmente, el mercado de trabajo para gozar del cuidado de sus hijos e hijas. Apenas son conscientes de que detrás de esos privilegios subjetivos, persiste la división tradicional de los roles de género en la medida que las renuncias femeninas deben pagar un precio social e individual mucho más elevado que las masculinas. “Porque estoy muy bien, muy bien, y quiero decir, es esto, y estoy orgullosa de mi excedencia para las dos hijas, porque estos pequeños momentos mi pareja no los ha visto, por ejemplo, yo que sé, cuando ha empezado a gatear, o cuando ha tomada la primera cucharada de papilla.” (DMC1).

Las diferencias entre las mujeres existen. Y esa mayor conciencia de las mujeres de clases medias sobre el monopolio del cuidado de los hijos e hijas parece incluso relacionado con la pérdida de legitimidad de esos padres ausentes. “Quizás es también que tomamos partido nosotras y, sin darnos cuenta, anulamos al otro en cuestión de alimentación, vestir...” (DMC2).

Esta situación nos recuerda a la descrita por Saraceno (1983) al argumentar sobre la incomodidad que algunos maridos y padres sienten ante un modelo de división del trabajo doméstico-familiar que los quiere (proveedores de

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ingresos) pero ausentes de la familia. En especial, de la vida cotidiana de sus hijos e hijas. La socióloga italiana apuntaba que, en determinadas parcelas de la vida familiar, la experiencia personal de muchos hombres era muda. Experiencia que, transcurridos veinticinco años, parece describir una situación actual en la que un número creciente de padres jóvenes quedan atrapados en una cotidianidad en la que no se les permite expresar sus necesidades. O, en la que cuando son capaces de reconocerlas y quieren manifestarlas, se dan cuenta de que el lenguaje y la práctica dominantes en la cotidianidad del ámbito doméstico-familiar apenas incluye referentes masculinos. Sin embargo, como ya se ha comentado, ese monopolio femenino sobre el tiempo de cuidado de las criaturas encierra un doble peligro. Puede dificultar la práctica y el discurso masculino sobre el reparto de las tareas del hogar, descrito en apartados anteriores. Y ofrece argumentos a los hombres para que refuercen sus privilegios, basándose en la existencia del instinto maternal. Prácticas y argumentos que no sólo olvidan los factores que han contribuido a la construcción social de ese instinto femenino. Sino que no pueden justificar ni explicar como y porque la especie humana ha sido capaz de construir la pérdida ese instinto de reproducción entre los varones.

5. Con los permisos laborales emergen los viejos imaginarios Las opciones y decisiones relacionadas con los permisos laborales de maternidad y paternidad son un claro ejemplo de esas distintas disponibilidades hacia el trabajo de cuidado de las criaturas entre hombres y mujeres. Quedando lejos del azar el que las mujeres tengan mayor disponibilidad para acceder y realizar la baja maternal. Según sus discursos, ellas viven esa decisión como una cuestión individual sobre la que tienen mayor poder de decisión que sus parejas (7). En el momento de tomar esa decisión, la voluntad del padre se percibe incluso como anecdótica. “Porque él no creo que él quiera... No porque no quiera, sino porqué..., le gustan los críos, pero tampoco... No sé si querría quedarse él. No sé, por ejemplo, una o dos semanas. Yo también (7) De hecho así era en términos legales en el momento de realizar las entrevistas puesto que la ley de conciliación (39/1999) sólo contemplaba la opción de la madre a que el padre, de manera sucesiva o simultánea, pudiese tener un permiso de hasta diez semanas de las dieciséis de la baja de maternidad. Una medida modificada con la Ley orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. La nueva ley mantiene la posibilidad de compartir el permiso de maternidad con el otro progenitor, e introduce por primera vez el permiso de paternidad de trece día, como un derecho individual y exclusivo del padre. (8) Este estudio resume en una frase las relaciones de género en la actualidad: “los hombres no quieren pensar y las mujeres no quieren ceder” (TornsBorràs-Carrasquer, 2004).

querría disfrutar yo al máximo que pueda, porque encuentro que dieciséis semanas lo encuentro poquísimo. Lo encuentro muy poco y a mí ya me daría pena a las dieciséis semanas dejar la criatura, ¿no?, en algún lugar allá aparcada. Pero no creo que a él tampoco... Quizás le sería igual, ¡eh! Yo, no, yo creo que lo querría hacer yo.” (DT3).

Tal como otros estudios han podido comprobar (Torns;Borràs;Carrasquer, 2004) (8), las mujeres entrevistadas no están dispuestas a compartir un permiso que para ellas representa alguna cosa más que los cuatro meses de baja por maternidad. “Ella lo ha dicho siempre: «Con lo que cuesta tener un niño y ¿lo vas a coger tú?» Sé que no me va a dejar, pero si yo tuviese que..., o si llegase el momento y ella en su trabajo [...]” (HT1).

Una decisión que coincide con las preferencias de los hombres, quienes, con independencia de la clase social, suelen recurrir a la situación laboral y a unas características individuales percibidas como naturales para poder justificar su falta de interés. “No es que yo sea machista, yo soy el que trabajo fuera porque soy el hombre, no. No, es porque el trabajo que yo ejerzo está muy bien pagado. Si mi mujer ganara 350.000 pesetas al mes, te lo aseguro que el que hacía de comer y el que fregaba el suelo era yo. Y ella lo

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sabe y es consciente de eso. Que sabe que…, que yo llevaba a las niñas a que les pusieran la vacuna. O sea, que en mi casa no existe machismo. En mi casa existe lógica.” (HTC1).

Este discurso masculino se ampara en una lógica construida sobre la necesidad de gozar de una disponibilidad laboral absoluta, que es requisito obligado para ser el principal proveedor de ingresos. Y que hace pensar, a la mayoría de los padres, que esa y no otra es la única disponibilidad posible. En el mejor de los casos, tales argumentos parten de una igualdad formal que, en principio garantiza la libertad de elección. Pero, en la práctica, legitiman las opciones de vida diseñadas socialmente según las normas de una sociedad del bienestar que no ha podido acabar con el poder patriarcal, en el ámbito doméstico-familiar. A menudo, entre la clase trabajadora, este tipo de discurso se legitima a través de cálculos económicos sobre el coste del trabajo de cuidado. Es entonces cuando, paradójicamente, se pone el acento en el gasto y no en el ingreso que supone la actividad laboral de la mujer. Pero más allá de estos cálculos, persiste la interacción entre la esfera de lo laboral o profesional con la esfera de la reproducción y el cuidado de las personas. “Y ya llevábamos saliendo con el dinero que ganaba yo en la construcción, pues, bueno, vamos a tirar «palante». Y…, salíamos, salíamos, y cuando ya decidimos no dejar de, o sea, dejar de trabajar, que ella dejara ya de hacerlo, es cuando ya se quedó embarazada de M. Decidimos hacer familia, no dinero, ¡eh! Entonces yo hago más esfuerzo en trabajar más fuera de casa, traer dinero extra, un dinero que –esto luego no lo digas–, que no está legalmente en… nómina, pero, bueno, es lo que hay. Tiene tiempo. No es que tenga tiempo; se dedica a la casa, no tiene que comprarlo, no tiene que…, ¿me entiendes? Que eso también se ahorra dedicándote en la casa, porque trabajar para pagar guarderías, para pagar canguros y pagar mujeres de limpieza y no tener, y no criar a tus hijos, y no conocerlos, que tontería. A mi modo de pensar, que cada uno es libre de hacerlo, ¡eh!” (HTC1).

De este modo, la situación laboral es la justificación principal de una decisión claramente marcada por el género. La contradicción entre la elección y la previsión niega cualquier atisbo de decisión libre hasta el punto que las mujeres definen sus aspiraciones según la norma social vigente. En ese momento, las personas entrevistadas coinciden en señalar las ventajas que ofrece el lugar de trabajo de la mujer, como si fuera la decisión más racional. Y tales argumentos se refuerzan con la realidad de un mercado laboral donde persisten las desigualdades de género que llevan a las mujeres a tener peores salarios y menores oportunidades laborales que sus homólogos masculinos. “Me parece que ni lo hablamos. Teníamos claro que lo cogía yo, por su trabajo. Quizás si él hubiera tenido un trabajo en qué hubiera trabajado en otra empresa que no hubiera sido de él, que no hubiera sido un negocio propio, quizás nos lo hubiéramos planteado. Pero con el trabajo que tiene no se lo puede permitir. Pero a nivel económico, de pedidos, todo esto, lo trae él. Es único e imprescindible.” (DMC2).

A pesar de ello, cabe señalar un cierto cambio generacional entre las mujeres que, a su vez, se modula según la clase social. A diferencia de sus madres, todas las entrevistadas coinciden en la voluntad de preservar su condición de ocupadas porque les representa un espacio de autonomía personal. Y en este punto, las mejores condiciones materiales de existencia determinan la duración y las condiciones del paréntesis laboral que supone la maternidad. “Por eso lo que te decía del trabajo, que en parte me ha ido muy bien por sentirme que soy alguna cosa más y sentirme realizada a nivel profesional.” (DMC2).

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No obstante, ese cambio generacional presenta prácticas distintas. Y, de nuevo, el discurso de las mujeres de clase trabajadora se asemeja más al patrón cultural que marcó la trayectoria vital de la generación de sus padres. Un discurso fundado sobre el imaginario social que impone, con mayor facilidad a las mujeres de ese grupo, la obligación moral del cuidado de los hijos e hijas. Obligación que, así percibida, es la conduce a esas jóvenes de clase trabajadora a subrayar el carácter femenino del cuidado. Y a legitimar y reproducir con su discurso el modelo de un cabeza de familia masculino sustentador y una mujer cuidadora. “Además pienso que las madres se desenvuelven mejor, aunque ellos puedan cambiar muy bien los pañales, una madre es una madre. No quiero ser machista ni feminista, pero con la delicadeza que sólo tú lo coges, como una sobreprotección que aunque te ayude la madre o la suegra, siempre lo quieres hacer tú, siempre lo quieres coger tú. Siempre quieres estar tú, igual le duele el oído o la barriga y quieres estar tú con el niño.” (DTC3).

Además de lo dicho, la elaboración del discurso de las jóvenes de clases medias parece reflejar una situación más compleja. En particular, por la necesidad que sienten de justificar una decisión que puede ser interpretada en términos de desigualdad. El control y la capacidad de decisión son los argumentos principales aducidos para defender su autonomía y negar toda situación de dependencia hacia la figura masculina. Estas mujeres viven la maternidad como una decisión personal y su ausencia del mercado laboral tiene como objetivo el goce de esa nueva situación y no la reivindicación del trabajo de cuidado. Tales razones las hacen sentir privilegiadas. Y, en ningún momento parecen ser conscientes de los riesgos que sus renuncias profesionales pueden producir en un futuro, tanto en su carrera profesional como en las relaciones de género dentro del hogar-familia.

6. Las mismas soluciones de siempre Llegado el momento de las consideraciones finales, queremos destacar como rasgo primordial de los argumentos y datos aportados que, por encima de todo, las mujeres son las protagonistas de una conciliación asumida pero no siempre reconocida. Un rasgo que hemos podido observar en todas las entrevistadas, más allá de las diferencias biográficas y estructurales. Parece, pues, obvio que las razones últimas de esa conciliación femenina tan mayoritaria deben buscarse en la persistencia de una división sexual del trabajo que encuentra, en el ámbito doméstico-familiar, el refugio para un patriarcado privado. El proceso de socialización diferencial de género debe, probablemente, sumarse a tales explicaciones, al igual que el fuerte peso simbólico de un modelo familiar basado en el “hombre principal proveedor de ingresos-mujer ama de casa cuidadora”. Pero tales razones generalistas deben y pueden matizarse y el cambio generacional que han protagonizado las personas jóvenes, especialmente las mujeres, en nuestro país suponen un buen observatorio. Las jóvenes se encuentran mayoritariamente, a diferencia de sus antecesoras, en una situación de doble presencia dónde acumulan una mayor carga total de trabajo. En esa situación confluyen responsabilidades laborales, domésticas y familiares que las obligan a compaginar tiempos y trabajos según lógicas temporales contrapuestas. Combinar la lógica temporal sincrónica del trabajo doméstico y de cuidado con la lógica diacrónica, propia del trabajo remunerado, les supone una tarea ardua a la que, sin embargo, no quieren renunciar. Para entender esa contradicción debe recordarse que esa ardua

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tarea está enmarcada en un contexto socioeconómico donde la lógica laboral es hegemónica y heredera de la disciplina temporal impuesta por la sociedad industrial. La suma del conjunto de todos esos factores explica, con toda probabilidad, el trasfondo de unos relatos femeninos en los se percibe un malestar subjetivo, difuso pero significativo. Aun más si se tiene en cuenta que esa misma percepción subjetiva no se detecta en los discursos masculinos. Posiblemente esa diferencia se explica, a su vez, porque la trayectoria de vida cotidiana de los hombres entrevistados está regida por una única presencia derivada de una única lógica temporal. En concreto, la del tiempo de trabajo remunerado que les lleva a asumir como natural el gozar de una disponibilidad laboral absoluta, en su día a día y en su proyecto de vida. Así las cosas, no parece, pues, que las contradicciones de la conciliación de la vida laboral y familiar tengan fácil o inmediata solución. La experiencia biográfica que recogen las entrevistas permite cuestionar algunos de los argumentos que plantean la conciliación como si nos halláramos ante una nueva problemática social que demanda nuevas soluciones políticas. Esta perspectiva, reconocida y homologada por la mayor parte de los discursos políticos actuales, suele olvidar que el núcleo del problema es un viejo conflicto social: el de la división sexual del trabajo, en el escenario particular del hogar-familiar. Por otra parte, se debe tener presente que, tal como la Historia del trabajo de las mujeres nos recuerda, la conciliación nunca ha sido factible para las mujeres que, lejos de conciliar no hacen sino acumular una mayor carga total de trabajo. Una realidad que, sabemos también gracias a la Historia, las mujeres, sobre todo las de clase trabajadora, han afrontado y solucionado sin esperar a que hubiera políticas de conciliación. Lo que no quita que sea necesario idear nuevas políticas para afrontar tan viejo problema. Tras lo observado, la esperanza parece provenir de un cambio generacional en el que a los padres jóvenes les urja la necesidad de conciliar la vida laboral y familiar como algo que merece la pena defender. Reclamar la intervención de las instancias públicas para que se organice socialmente el cuidado parece asimismo necesario. Para que todo ello sea factible probablemente va a ser necesario investigar algo más que la conciliación como problema. Pero esas son otras cuestiones pendientes que no sólo la Sociología puede solventar. Referencias bibliográficas - Aguinaga, J. 2004. El precio de un hijo. Los dilemas de la maternidad en una sociedad desigual. Barcelona: Debate. - Alvaro-Page, M. 1996. Los usos del tiempo como indicadores de las discriminaciones entre los géneros. Madrid: Instituto de la Mujer. - Aliaga, C. 2006. “How is the time of women and men distributes in Europe?” Eurostat Statistics in focus, 4. - Amoroso, M.I.; Bosch, A.; Carrasco, C. ; Fernández, H.; Moreno, N. 2003. Malabaristas de la vida: Mujeres, tiempos y trabajos, Barcelona, Icaria. - Beneria, L. 1999. “El debate sobre el trabajo no remunerado”. Revista Internacional del Trabajo, 118(3): 321-346. - Bittman, M.; Fisher, K.; Hill, P.; Thompson, P. 2005. “The time cost of care”. International Journal of Social Research, 2. - Carrasquer, P.; Torns, T.; Tejero, E.; Romero, E. 1998. “El trabajo reproductivo”. Papers. Revista de Sociologia, 55: 95-114.

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documentos

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Élida Alfaro. Directora del Seminario Mujer y Deporte. Fac. de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte-INEF. Universidad Politécnica de Madrid.

Mujer joven y deporte

Es innegable que a lo largo del pasado siglo XX las mujeres han ido incorporándose a las diferentes esferas de la vida pública con gran empuje y son muchos los ámbitos en los que actualmente no solo participan sino que además destacan. Entre los logros obtenidos por la población femenina se encuentra la práctica de actividades deportivas, de las que estuvieron apartadas durante mucho tiempo la mayoría de las mujeres. Las oportunidades de participación femenina en actividades deportivas se han incrementado enormemente; sin embargo, en los estudios de ámbito nacional e internacional sobre la práctica deportiva según el género, se observa que subsisten todavía desigualdades en la práctica deportiva de las mujeres frente a la práctica de los hombres. Y, es preocupante, sobre todo, comprobar que estas desigualdades afectan no sólo a las poblaciones adultas sino que también a las más jóvenes. Parece que la adscripción que las actividades físicas y el deporte han tenido y tienen al rol social masculino y, puede que también, la peculiaridad de las propias estructuras que sustentan el deporte puede ser la causa de la lentitud con la que están produciendo los cambios deseados. Como expondremos a continuación, la participación de las mujeres en el hecho deportivo no sólo es minoritaria sino que, además, está impregnada de los estereotipos sociales de género y afecta tanto a la participación en las diferentes actividades físico-deportivas como a los niveles de gestión y organización del deporte. A lo largo del presente texto, pretendemos analizar la relación de las mujeres jóvenes con el deporte. Partiendo del concepto actual de deporte y de los diferentes modelos de práctica deportiva que han surgido en las sociedades modernas, revisaremos las bondades y los peligros que el deporte de nuestros días reviste para la población infantil y juvenil. La identificación del rol social masculino con el deporte y la influencia de los estereotipos de género en la práctica de actividades físico-deportivas nos servirán para conocer cómo ha sido y es la vinculación de las mujeres con el ejercicio físico y con el deporte y las barreras que dificultan una participación equitativa de mujeres y hombres en la actualidad. Incluiremos también algunas pautas para el desarrollo de programas de intervención que permitan avanzar hacia una participación de las mujeres jóvenes en el deporte desde una perspectiva de igualdad de oportunidades. Palabras clave: Igualdad de oportunidades, cultura sexista, práctica deportiva y género, roles y estereotipos asociados al sexo/género, barreras de las mujeres en el deporte.

Introducción Desde las sociedades primitivas hasta las de nuestros días, las actividades físicas, primero, y el deporte, posteriormente, han formado parte de la conducta humana y del acerbo cultural de los pueblos. Las investigaciones antropológicas ponen de manifiesto que distintas formas de juegos y de actividades físicas, basadas unas veces en la pericia física y otras en la estrategia o en el azar, constituyeron particulares modos de la conducta propia de las tribus más antiguas y que, con distintas funciones sociales: educativas, de subsistencia, guerreras o simplemente recreativas eran transmitidas de generación en generación como un preciado bien cultural.

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En épocas posteriores, restos escritos y arqueológicos del antiguo Medio Oriente muestran, asimismo, la existencia de variadas actividades físicas que realizaban los componentes de estas civilizaciones. Los objetivos de estas prácticas eran diversos, predominando fines utilitarios, defensivos o, como en Egipto, la búsqueda de placer del público y de los participantes. En todo caso, los juegos, la danza y las actividades físicas eran exponentes de las características propias de cada pueblo y, a su vez, eran utilizadas como un medio de cohesión social y de recurso para logros personales y colectivos. La cultura griega, en su alta consideración por todas las actividades que contribuían al desarrollo pleno del hombre, destacó el valor que el deporte tiene para este fin e hizo que cobrara niveles máximos de consideración social, política y formativa. Todos los historiadores del deporte manifiestan, con una opinión unánime, que el valor humanístico que la sociedad actual da a las actividades deportivas procede de esta época. La Grecia clásica supo, como ninguna otra cultura lo ha hecho, adornar al héroe deportivo y al propio hecho deportivo de los mejores valores y, a través de ellos, generar modelos sociales cuyas virtudes eran dignas de emulación y prestigio. En los gimnasios, junto a las prácticas atléticas, se enseñaban formas de vida encaminadas a adquirir las mejores cualidades humanas. Asimismo, las grandes manifestaciones deportivas constituían un escaparate público de los valores del deporte. El crisol que supuso la civilización griega en muchos aspectos de la vida del hombre, entre ellos el deporte, sería buscado siglos más tarde por la cultura occidental moderna. Desde mediados del siglo XVI y hasta nuestros días, nuestra cultura ha estado impregnada de los modelos educativos, políticos y sociales que ya imperaban en la antigua civilización helena. Sin embargo, en relación con el deporte, es en el último cuarto del pasado siglo y durante el presente, cuando su práctica empieza a cobrar importancia en el ámbito educativo y en el estilo de vida de la sociedad post-industrial. Sabemos que, a medida que las sociedades se iban transformando con la industrialización, el deporte se iba instalando como parte de la forma de ser de esa nueva sociedad y se convertía, según palabras de J.M. Cagigal, en uno de los fenómenos sociales más importantes del siglo XX. A lo largo de este siglo, en el deporte se han ido sucediendo tendencias que le han llevado a ser un medio para la consecución de objetivos diversos: desde la exaltación de la raza y de las naciones y la utilización ideológica, política y económica del nacional-socialismo, hasta la preventivo-curativa, la formadora del cuerpo y del espíritu, y la estético-narcisista de la actualidad. No obstante, en su conjunto, sigue manteniendo el halo de virtuosismo que le adjudicaron los griegos y a sus practicantes se les continúan atribuyendo valores tales como la perseverancia, la nobleza en el obrar, el espíritu de sacrificio, la belleza, la salud, la valentía, etc. Todas las civilizaciones, de una u otra manera, han hecho deporte. Cada una ha buscado en las actividades físicas, en el juego y en la danza desde sus señas de identidad hasta compensaciones sociales e intereses económicos, educativos y políticos. Las formas de actividad física y de deporte que se han sucedido a través de la historia de las civilizaciones han respondido a necesidades y características propias de sus modos de vida y de sus peculiaridades. La nuestra, ya iniciado el tercer milenio, también lo esta haciendo.

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Si observamos con detenimiento el hecho deportivo de nuestro tiempo veremos reflejado en él, como si de un espejo se tratase, los principios que rigen la sociedad actual con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y sus errores y con sus pecados y sus virtudes. Las sociedades modernas han desarrollado importantes recursos científicos y tecnológicos para prolongar la vida del hombre, para mejorar su relación con el trabajo y con las actividades cotidianas y para obtener los mejores beneficios del medio que le rodea y con el mínimo esfuerzo; pero, a su vez, todos estos beneficios y las nuevas formas de vida han hecho surgir otros problemas de manera alarmante. En la era post-industrial, el sedentarismo, el estrés, el individualismo exacerbado, los cambios en las estructuras sociales, en las ideologías y en los comportamientos están originando graves peligros para la salud mental y física de las personas y especialmente de las más jóvenes. Las enfermedades cardio-vasculares, las drogas, las depresiones, la obesidad son algunos de ellos y médicos, psicólogos, sociólogos y pedagogos coinciden en señalar al deporte como un recurso idóneo, entre otros, para evitarlos o contrarrestar sus efectos. Estamos convencidos de la función formativa y social que puede ejercer el deporte en estos momentos, especialmente en la población joven, y también del importante papel que padres/madres y educadores tienen en el desarrollo de hábitos saludables de vida basados en la práctica de actividad física estable; por ello, nos parece urgente que se aplique en el deporte el principio de igualdad de oportunidades en relación con la variable sexo/género para que chicas y chicos tengan acceso de igual modo a sus beneficios. Somos conscientes del gran avance que se ha producido en los últimos años en relación con el respaldo legal que tiene la equidad entre mujeres y hombres pero, también nos percatamos, en el día a día, de la brecha existente entre la igualdad legal y la igualdad real. En la población femenina más joven, para la que la igualdad legal es un derecho con el que se están desarrollando, cabe el peligro de que consideren que este derecho es un bien tangible y que el amparo legal elimina por si mismo las todavía múltiples barreras, a veces muy sutiles, que impiden en la práctica participar en los diferentes ámbitos sociales con libertad y en igualdad de oportunidades. En el ámbito deportivo, quizás por la adscripción que las actividades físicas y el deporte han tenido y tienen al rol social masculino y, puede que también, por la peculiaridad de las estructuras que sustentan el deporte, observamos con preocupación la lentitud de los cambios deseados. Como expondremos a continuación, la participación de las mujeres en el hecho deportivo no sólo es minoritaria sino que, además, está impregnada de los estereotipos sociales de género; y afecta tanto a su participación en las diferentes actividades físico-deportivas como a la que se produce en los niveles de gestión y organización del deporte. A lo largo del presente texto, pretendemos analizar la relación de las mujeres jóvenes con el deporte. Partiendo del concepto actual de deporte y de los diferentes modelos de práctica deportiva que han surgido en las sociedades modernas, revisaremos las bondades y los peligros que el deporte de nuestros días reviste para la población infantil y juvenil. La identificación del rol social masculino con el deporte y la influencia de los estereotipos de género

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en la práctica de actividades físico-deportivas nos servirán para conocer cómo ha sido y es la vinculación de las mujeres con el ejercicio físico y con el deporte y las barreras que dificultan una participación equitativa de mujeres y hombres en la actualidad. Incluiremos, también, algunas pautas para el desarrollo de programas de intervención que permitan avanzar hacia una participación de las mujeres jóvenes en el deporte desde una perspectiva de igualdad de oportunidades.

¿Qué es el deporte? Ocurre, a menudo, que las cosas y hechos con los que convivimos diariamente nos resultan difíciles de explicar y, sobre todo, de definir; este es el caso del deporte. Generalmente, tenemos un concepto subjetivo acerca de la práctica deportiva motivado por nuestra propia experiencia y por las imágenes e informaciones que nos llegan de manera indirecta; sin embargo, encontramos graves dificultades cuando queremos expresar concretamente esa idea. Podríamos hacer una prueba: escriban en una hoja las respuestas que darían a la pregunta que se enuncia arriba ¿Qué es el deporte? y comparen, posteriormente, las respuestas de varias personas. Comprobarán, posiblemente, las dificultades que tienen para establecer una definición concreta y cómo varía esta en función de las experiencias e intereses individuales. Numerosos estudios han tratado de explicar el concepto deporte y, de este esfuerzo, han resultado múltiples definiciones. No es cuestión de traer aquí cada una de ellas, entre otras cosas porque excedería los límites de estas páginas, pero si consideramos necesario mostrar algunas con el fin de comprobar sus variadas acepciones e identificar los elementos que lo caracterizan. J.M. Cagigal manifiesta, en su obra Deporte, Pedagogía y Humanismo que: “La palabra Deporte expresa una honda realidad vital” y que, por ello, “el concepto Deporte ha sufrido hasta nuestros días diversas ampliaciones y significados”. Las definiciones más recientes, como es la de la Gran Enciclopedia Larousse centran el concepto Deporte en: “Actividad lúdica, sujeta a reglas fijas controladas por organismos internacionales, que se practica en forma de competición individual o colectiva, y que pone en juego cualidades tales como la movilidad física, la fortaleza y la habilidad de los competidores”. La Carta Europea del Deporte, en su Artículo 2. i, dice: “se entenderá por “deporte” todas las formas de actividad física que, a través de una participación organizada o no, tengan por objeto la expresión o la mejora de la condición física y psíquica, el desarrollo de las relaciones sociales o la obtención de resultados en competiciones de cualquier nivel”. A la vista de la amplitud con que puede ser conceptualizado el término deporte y a los muchos significados que se han ido sumando al concepto primitivo de esta palabra, debido a la gran complejidad que el hecho deportivo ha adquirido en la actualidad, parece bastante difícil encerrarlo en una única definición. Coca, S., en su libro El hombre deportivo, recoge más de ciento veinticinco expresiones del término deporte y señala las palabras más destacadas de estas definiciones, proponiendo que cada uno amplíe la gama de sus propias matizaciones.

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En las publicaciones más recientes, los autores optan por señalar las características básicas que lo identifican más que entrar en una definición. En general establecen las siguientes: • actividad física más o menos intensa, ejercicio físico; • lucha, agonismo, competición; • fortalecimiento para la vida, progreso en la expresión de la propia personalidad y en las actitudes y vinculaciones sociales; • recreación, juego, diversión, ocio; • salud, estética y estilo de vida. De todas ellas, a nivel popular, la que más se identifica actualmente con el deporte es, sin duda, el ejercicio físico. De esta manera, hoy en día, decimos que hace deporte el futbolista profesional, el nadador olímpico y, también, cuando nuestros hijos se reúnen con sus amigos para dar patadas a un balón o cuando el abuelo de la familia se acerca al polideportivo más cercano para tratar de mantener su decadente forma física. Es evidente que, entre un tipo y otro de actividad física, existen diferencias cuantitativas y cualitativas muy importantes en función de los objetivos que unos y otros pretenden; sin embargo, a los efectos del uso generalizado del lenguaje, todas estas situaciones se identifican porque sus fines y consecuencias se desconocen. Concluyendo, si hay algo que caracteriza particularmente al deporte, entendido este en su sentido más amplio, es el ejercicio físico y el consecuente gasto de energía que su práctica provoca; aunque, como ya hemos visto, no sea este el único ingrediente que lo compone. Los otros elementos: la competición, la satisfacción o divertimento, los beneficios para la salud, etc. siguen estando presentes en todas las categorías de práctica deportiva pero su intervención varía según los objetivos que voluntaria o involuntariamente se busquen. En nuestro contexto sociocultural y en los últimos treinta años, el deporte tiende a diversificarse en función de los fines u objetivos que se persiguen y ha desarrollado modelos diferenciados de práctica según las nuevas demandas sociales. Así, tenemos: el deporte rendimiento, encaminado a lograr altos niveles de forma física para lograr el éxito en la competición deportiva; el deporte educativo-formativo, como medio de desarrollo físico y mental y para la adquisición de hábitos sociales, higiénicos y de estilo de vida, que coincide fundamentalmente con la formación escolar, y el deporte recreación-ocio-salud, cuya práctica se relaciona con la ocupación del tiempo libre y el mantenimiento de hábitos saludables a lo largo de toda la vida. Últimamente, se esta consolidando un tipo de actividad física relacionada con la cultura del cuerpo y que tiene como finalidad primordial la mejora estética. Es preciso destacar en relación con estas categorías de deporte que las líneas divisorias entre una y otra son difíciles de identificar, sobre todo para la mayoría de las personas. Los medios de comunicación, centrados fundamentalmente en los intereses económicos que mueve la primera de las categorías señaladas, traen a nuestras casas un modo de práctica deportiva que en la mayoría de los casos esta muy alejada de las virtudes que pueden generar las otras formas de actividad física y de deporte. - A pesar de ello y aún considerando que no es esta la mejor forma de acercarnos al deporte, la contribución que los medios de comunicación de masas han tenido en la generalización de las prácticas deportivas durante las últimas décadas es muy importante -.

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Los beneficios y los peligros del deporte Las influencias beneficiosas del ejercicio físico sobre el organismo de las personas son aceptadas de manera generalizada por la sociedad y son muchos los efectos positivos que se le atribuyen. Por tanto, no es nuestra intención trasmitir dudas sobre los muchos valores que el deporte y la actividad física tienen, pero sí deseamos aclarar que algunas ideas concebidas acerca del ejercicio físico tratan de presentarlo como una especie de panacea para los problemas individuales y sociales de nuestro tiempo, y esta no es exactamente la realidad. Las bondades del ejercicio físico no son inherentes a su práctica, por lo que requiere de unas condiciones de realización adecuadas a los objetivos que se pretenden. Podemos afirmar con rotundidad que, en general, la actividad física genera amplios beneficios relacionados con la salud, la formación y la realización personal y colectiva que contribuyen a una mejora en la calidad de vida; pero, de la misma forma, señalamos que para la consecución de estos beneficios de manera óptima se hace imprescindible que los programas se desarrollen con un respeto absoluto a determinadas condiciones: • las características individuales de las personas que los ejecutan: funcionales y físicas, psicológicas y sociales; • los fines u objetivos que se pretenden: formativos, de rendimiento, recreativos, de salud, estéticos, terapéuticos, etc.; • las condiciones propias de la categoría de práctica deportiva en la que se realizan: deporte educación, deporte rendimiento y profesional, deporte recreación, deporte salud y deporte estético. Los beneficios del ejercicio físico Los efectos positivos del ejercicio físico sobre los órganos y sistemas que condicionan el desarrollo corporal y la conducta de los seres humanos, han sido ampliamente estudiados en los ámbitos de la medicina, de la psicología, de la sociología y del deporte. Como resultado de estos trabajos, existen en la actualidad listas bastante extensas y pormenorizadas de los fenómenos fisiológicos y funcionales que se producen en el organismo durante el ejercicio y de los cambios que a nivel mental y psico-social se originan por la práctica estable de actividades físicas. Empezaremos señalando que los efectos del ejercicio físico sobre el organismo humano tienen una repercusión general sobre el conjunto de la persona y es prácticamente imposible establecer los límites de incidencia que en uno u otro ámbito del comportamiento biológico tiene cualquier acción. Por ello, cabe manifestar la escasa constatación científica existente en relación con los efectos concretos que la actividad física y el deporte producen en los ámbitos mental y psicológico, lo que motiva que algunas de las atribuciones estén apoyadas más en el conjunto de creencias beneficiosas que, tradicionalmente, se le han adjudicado al deporte que a los resultados de las investigaciones. No obstante, la evidencia científica reciente demuestra sin lugar a dudas la importancia del deporte y de la actividad física para la salud y el desarrollo general de la persona. Desde esta perspectiva, y tras una revisión de la literatura especializada, vamos a mostrar una síntesis extraída de la realizada por Sánchez (1996) en su obra La actividad física orientada hacia la salud.

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Efectos fisiológicos: • aumento general de la capacidad funcional de órganos y sistemas; • mejora de la capacidad cardio-respiratoria; • aumento de la fuerza muscular y de la estructura y función de los ligamentos y articulaciones; • aumento de la resistencia al esfuerzo; • aumento de la actividad metabólica con repercusión beneficiosa sobre aspectos nutricionales y en contra de la obesidad; • incide sobre el proceso de osificación ósea y contrarresta la osteoporosis; • puede normalizar la tolerancia a la glucosa; • mejora generalizada del funcionamiento del sistema nervioso; • favorece el crecimiento físico y el desarrollo de los grandes sistemas del organismo. Efectos mentales: • reducción del estrés y de los estados de ansiedad; • mejora de la autoestima y del autoconcepto; • reduce los estados depresivos; • equilibra el sistema emocional; • mejora la actividad mental. Efectos psico-sociales: • facilita el contacto con el entorno social y las relaciones interpersonales; • favorece la aceptación de normas sociales; • contribuye a la formación del carácter dentro de un marco de valores y actitudes tales como el autocontrol, la voluntad, la disciplina, la honradez, la superación personal, la participación y la sociabilidad; • proporciona un recurso importante para la ocupación del tiempo de ocio; • genera hábitos de vida saludables que previenen sobre el alcohol, el tabaco y las drogas; • ayuda a la adopción de un estilo de vida acorde con las pautas de conducta propias de la sociedad de nuestro tiempo.

Algunos peligros del deporte A lo largo de las páginas que anteceden, ya hemos ido señalando que no siempre el ejercicio físico y el deporte logran los beneficios positivos que en un principio les adjudicamos. Hay que tener en cuenta que, como toda actividad humana, el deporte se ve impregnado de intereses particulares y colectivos que no siempre son todo lo lícitos que desearíamos. Esto ha ocurrido siempre y puede ser observado a lo largo de la historia de la humanidad, a poco que profundicemos en su estudio, y por mucho que algunos se empeñen en presentárnoslo como intachable.

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A los propios riesgos que toda actividad física conlleva en sí misma, como aquellos que se derivan de actividades más o menos peligrosas y arriesgadas que plantean algunas modalidades de práctica y que pueden ser totalmente controlados, se suman otros producto del uso inadecuado o desmesurado que los individuos y la sociedad hacen del deporte. Sin embargo, aunque estos riesgos deben ser conocidos y controlados, en general, los efectos positivos de la práctica deportiva superan en mucho a los nocivos que pudieran existir. En consecuencia, cabe la posibilidad de encontrar algunos efectos negativos en la práctica de ejercicio físico que deben conocerse. A continuación, señalamos los que tienen mayor significación en la actualidad. • La especialización precoz. Los niveles que la competición deportiva de alto nivel ha adquirido en los últimos años obligan a los y las deportistas a iniciar la práctica deportiva cada vez en edades más tempranas y a dedicarle cada vez mayor cantidad de tiempo, lo que puede suponer un alto riesgo para la salud y para la formación integral de la población joven. Las familias, antes de tomar decisiones sobre la incorporación de sus hijos o hijas a este tipo deporte, deben estar bien informadas de la exigencia física, mental y de tiempo que es imprescindible hoy día para llegar al éxito deportivo, así como de los riesgos que conlleva un exceso de práctica y determinado tipo de ejercicio físico para el normal desarrollo en las etapas infantil y juvenil. En todo caso, deben exigir de quienes se responsabilizan del deporte el máximo apoyo para evitar cualquiera de estos peligros y para asegurar a los/as futuros/as deportistas una formación integral y académica. Las autoridades educativas y deportivas, de los organismos nacionales e internacionales, vienen tomando precauciones al respecto y han establecido normas y reglas de actuación para la práctica en las etapas más jóvenes. Entre ellas, destacan las que aseguran una educación integral, favoreciendo la coexistencia de estudio y entrenamiento, y las encaminadas a preservar la salud y el respeto a las pautas del desarrollo. • El exceso de práctica. Los muchos beneficios que la práctica de ejercicio físico moderado entraña para la salud de la mayoría de las personas, algunos de los cuales ya hemos señalado aquí, pueden tornarse en riesgos importantes cuando el organismo es sometido de manera persistente a grandes esfuerzos. En este caso se encuentran quienes se dedican al deporte de alta competición y deportistas profesionales. También, algunas personas que realizan ejercicio físico sin el debido asesoramiento y control por parte de los profesionales de la sanidad y del deporte. • El doping. Es este uno de los problemas más importantes con los que se enfrenta el deporte hoy en día; en principio, sólo afecta al deporte de alta competición y contra él se está luchando denodadamente desde todas las instancias de la administración deportiva. No obstante, debemos hacer una llamada de atención sobre la reciente aparición de casos aislados en gimnasios y centros de fitness, a los que los y las jóvenes asisten con el fin de lograr una mejor apariencia y forma física, y en los que, a veces, son inducidos a ingerir vitaminas y otras sustancias para llegar a mejores y más rápidos resultados. No es nuestra intención crear ninguna alarma injustificada en este sentido, porque somos conscientes de la poca incidencia, por ahora, que estas situaciones tienen y, también, de que al frente de muchos de estos establecimientos se encuentran

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excelentes profesionales que no permiten estas anomalías; pero... hay que estar alerta. • La comercialización. Las sociedades post-industriales con economías de mercado han encontrado en el deporte un producto altamente rentable. Parece lícito admitir que muchos elementos del entorno deportivo puedan ser objeto de productividad; pero, cuando el mercantilismo se instala en las esferas del deporte y lo manipula para la obtención de fines puramente económicos, pueden llegar a eliminarse los límites que separan la bondad de la práctica deportiva con los de sus posibles perjuicios. En estos casos, se desvirtúa la esencia del deporte para llevarlo al terreno de los excesos que en muchos aspectos están sufriendo algunas formas de práctica, entre ellas el fútbol. Es necesario establecer claras diferencias entre los modelos de deporte productivo y las formas denominadas “deporte para todos”, porque ni sus fines ni sus modos de hacer deben ser iguales, como ha quedado reflejado en estas páginas. • La politización del deporte. Ya hemos apuntado anteriormente que el deporte es tomado por los gobiernos de nuestro tiempo como un exponente externo del desarrollo socio-económico de los países y como un elemento asociado al bienestar social y a la calidad de vida de los ciudadanos. Algunos gobiernos y administraciones públicas, movidos por la obtención de beneficios puramente políticos, pueden llegar a utilizar el deporte únicamente para estos fines pervirtiendo el verdadero significado de las diferentes categorías de práctica deportiva. De hecho, así viene ocurriendo desde hace mucho tiempo en los países de corte más totalitario. • El intrusismo profesional. La generalización de la práctica deportiva entre los ciudadanos que se ha producido en las últimas décadas, en la mayoría de los países y en concreto en el nuestro, está demandando una oferta cada vez mayor de programas y de establecimientos dedicados a la realización de actividad física. Aunque en paralelo se han ido regulando los estudios que forman a profesionales del sector y tenemos en la actualidad diferentes niveles de formación para atender las distintas categorías de deporte, esta amplia demanda, unida, por un lado, a la desinformación que tiene el usuario acerca de los efectos nocivos que puede llegar a tener el ejercicio físico cuando es realizado de manera inadecuada, es decir, dirigido por profesionales que no tiene la debida formación y, por otro, la ausencia de regulación precisa para este ámbito profesional, están permitiendo que personas, con escasos conocimientos y sin ninguna titulación que les avale, puedan estar al frente de algunos de estos establecimientos y programas. Los riesgos, que pueden derivarse de una mala orientación profesional y de la ausencia de rigor en el planteamiento de los programas de actividad física y deporte deberían alertar a quienes las utilizan para exigir todo tipo de seguridades en orden al mantenimiento de la salud y de la integridad física.

Los estereotipos de género y el deporte Las diferencias biológicas de los sexos hombre y mujer y, fundamentalmente, la capacidad de engendrar descendencia que tiene el cuerpo de la mujer han constituido la base de los estereotipos de género. Los estereotipos sociales

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masculino y femenino adscriben, a partir de las características biológicas, funciones diferenciadas a los hombres y a las mujeres. Estas funciones se centran en la producción para ellos y en la reproducción para ellas y, a su vez, predeterminan una valoración del cuerpo funcional y estética respectivamente, así como unas características diferentes a unos y otras. El estereotipo masculino, se identifica socialmente con la productividad, de la que se deriva un concepto del cuerpo del hombre predominantemente funcional, al que se le adjudican atributos tales como la resistencia, la fortaleza, la corpulencia física, el desarrollo muscular y el aspecto atlético. En el caso del estereotipo femenino, nos encontramos que la función reproductiva ha predominado sobre todas las demás posibles. El cuerpo de la mujer, desde esta perspectiva, se conceptualiza como algo estético con el fin de ser lo suficientemente atractivo para el hombre y así asegurar la reproducción. Algunas de las características que identifican la estética corporal femenina en la actualidad son: debilidad, esbeltez, flexibilidad, armonía, elegancia, etc. Las estrechas relaciones entre actividades físicas/deporte y masculinidad/ feminidad tienen raíces profundas y antiguas. Ya los pueblos primitivos utilizaban las actividades físicas y los juegos corporales para mostrar posiciones y valores de los hombres y de las mujeres frente a funciones personales y sociales que ya estaban diferenciadas: productividad y reproductividad. Los hombres exhibían su fortaleza y sus habilidades para la caza y la defensa del territorio y de la prole, mientras que las mujeres destacaban su belleza y mostraban sus mejores atuendos para atraer a aquellos que consideraban más fuertes, más sanos y más preparados (Blanchard, K. y A. Cheska, 1986). Más tarde, tanto en el deporte prehelénico como en el propio deporte griego, de una manera más sublimizada, este reparto de funciones y posiciones persiste. El deporte tiene una clara identidad masculina y representa los valores del más alto ideal masculino: fuerza, poder y gloria. En los Juegos Olímpicos antiguos sólo podían participar los hombres. Las mujeres podían ser espectadoras pero en una grada separada y, a partir de los XXXII Juegos, se prohibió la entrada a las mujeres casadas porque los hombres corrían desnudos. Las imágenes historiográficas de las sacerdotisas encendiendo el fuego sagrado o coronando a los campeones ponen de manifiesto la relación de las mujeres con el deporte en la Grecia clásica. Algunos escritos antiguos dicen que en un principio las mujeres jóvenes también participaban en los juegos públicos pero que, con el paso del tiempo, los Juegos adquirieron un carácter totalmente masculino. Sin embargo, exceptuando Las Heraeas, juegos femeninos en honor de la diosa Hera, que se realizaban separados de los masculinos y sobre los que no queda prácticamente ninguna referencia de las participantes, ni tan siquiera de las ganadoras, las mujeres estuvieron alejadas del deporte. La única referencia que ha llegado hasta nosotros es la que hace Pausanias, historiador y geógrafo griego, sobre la participación de la espartana Cyniska y como ejemplo de que las mujeres estaban apartadas de los Juegos. Se refiere a la inscripción que apareció en las piedras de Olimpia, que decía así “Yo Cyniska, descendiente de los reyes de Esparta, coloco esta piedra para recordar la carrera que gane con mis rápidos pies, siendo la única mujer de toda Grecia en ganar”.

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Mientras tanto, numerosos nombres masculinos han quedado recogidos en los escritos antiguos como los grandes héroes de los Juegos. En el libro Las Olimpiadas Griegas (DURANTEZ, C. 1977), se recogen numerosos nombres de los ganadores en las diferentes pruebas de los Juegos antiguos y, evidentemente, ninguno femenino. En los Juegos Olímpicos modernos, creados a imagen y semejanza de los anteriores, se mantuvo la identificación masculina del deporte. Cuando el Barón Pierre de Coubertin reinicia los Juegos a las puertas del siglo XX, no concibe como posible la participación femenina en las competiciones y, ya en 1912, cuando es preguntado sobre ello contesta: ¿La mujer en los Juegos Olímpicos?... “Impracticable, carente de interés, antiestético e incorrecto. La concepción de los Juegos tiene que responder a la exaltación periódica y solemne del atletismo, la lealtad como medio, el arte como marco y los aplausos femeninos como recompensa” (MEYER, G. 1963). A pesar de estas injustas y discriminatorias palabras, las mujeres han ido introduciéndose lenta y paulatinamente en el olimpismo y, aunque todavía no se ha conseguido la igualdad total ni en el número de atletas ni en el de pruebas deportivas, la participación femenina es hoy en día muy importante y sus éxitos, globalmente, se pueden equiparar a los de los hombres. Lograr la presencia activa de la mujer en los Juegos Olímpicos modernos, no ha sido tarea fácil. Tras una primera aparición en París 1900, tan sólo con dos participantes, y ante la intransigencia de Coubertin para incluirlas en los Juegos, su compatriota Alice Milliat decide crear la Federación Internacional Deportiva Femenina en 1921, al amparo de la cual se organizan unos Juegos Mundiales Femeninos en Goteborg y París, obligando, finalmente, al Comité Olímpico Internacional a claudicar y permitir su participación abierta en las competiciones. De esta manera, la presencia femenina en las competiciones olímpicas se fue convirtiendo en una realidad que ha llevado a las mujeres de la ausencia total, en Atenas 1896, a una participación del 42,37%, en Pekín 2008.

La identificación actual de las mujeres con el deporte El deporte es un fenómeno sociocultural presente en todas las sociedades modernas y, como hecho social, esta impregnado de la cultura sexista existente todavía en la actualidad. Mujeres y hombres participan en actividades físicas diferentes y sus actitudes hacia el deporte pueden ser muy variadas. De hecho, cuando se estudia con detenimiento los modos en los que los grupos humanos se identifican con las actividades físico-deportivas nos encontramos con una gran variedad de modelos y observamos que los hombres y las mujeres lo hacen mediatizados por los estereotipos sociales de género. La primera diferenciación la encontramos en el grado de interés que el deporte suscita y la forma de relacionarse con el hecho deportivo; mientras algunos/as se interesan por ser espectadores o espectadoras, otros y otras se involucran en su realización práctica. En segundo lugar, hay diferencias también en aquellos que eligen la práctica. Los motivos que les mueven a ello, el grado de importancia que dan al hecho deportivo y los modelos de práctica que realizan, también difieren en razón del sexo (E. ALFARO y B. VÁZQUEZ, 2007).

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En general, las mujeres se muestran más alejadas que los hombres de todo lo que se refiere al deporte. Según los datos del Estudio sobre Actitudes y Prácticas Deportivas de las Mujeres Españolas (1900-2005), editado por el Instituto de la Mujer (2005), el 84,1% de mujeres manifiestan tener poco o nada de interés por los eventos deportivos y, en el tramo de 15 a 29 años, un 30,8% declara no haber asistido nunca a un evento deportivo. Asimismo, el interés por el deporte en general varía entre la población femenina y la masculina, mientras que las mujeres que manifiestan interés están en torno al 40%, en los hombres el porcentaje supera el 70%. Además, sólo un 26% de mujeres estarían interesadas en emplear su tiempo libre en hacer deporte. (GARCÍA FERRANDO, 2006). En relación con la práctica de actividades físico-deportivas, sobre el nivel medio de práctica deportiva que en España se sitúa en el 37%, las mujeres no alcanzan el 30%. Por otra parte, el 54,5% de mujeres dicen que no realizan este tipo de actividades y, en el tramo comprendido entre los 15 y los 29 años, el 46,7% se expresa de igual forma. En cuanto a los motivos para la práctica, hombres y mujeres señalan como primer motivo hacer ejercicio físico pero, mientras que para los hombres el segundo y el tercer motivo es la diversión/ pasar el tiempo y porque le gusta hacer deporte respectivamente, para las mujeres el segundo motivo es mantener y/o mejorar las salud pasando al tercer lugar la diversión/ pasar el tiempo. Por último, cabe señalar que el 49% de la población joven (15-24 años) manifiesta que no hace deporte porque no tiene tiempo y el 43% porque no le gusta (GARCÍA FERRANDO, M., 2006). Otro análisis que conviene hacer y sobre el que queremos incidir se refiere a los tópicos o estereotipos asociados a las prácticas deportivas. En el Gráfico 1 queda patente el grado de afiliación que parte de la población española todavía tiene con los estereotipos de género en el deporte. Un 32% de las encuestadas considera que la práctica deportiva intensa masculiniza a la mujer, un 16% dice que la práctica deportiva de las mujeres perjudica su maternidad y que el deporte es cosa de hombres y un 15% cree que la mujer no está naturalmente dotada para el deporte. Además, sólo un 35% considera que las mujeres en España practican deporte suficientemente. En relación con estos datos, cabe destacar la escasa variación entre los obtenidos del estudio realizado en 1990 y el del año 2005, si exceptuamos las variables España está atrasada en deporte que ha mejorado en 30 puntos, aproximadamente, y las mujeres en España practican deporte suficientemente que lo ha hecho en 15 puntos. Asimismo, cuando revisamos las actividades físicas o deportivas practicadas, nos encontramos que los roles sociales de género influyen a la hora de elegir un tipo u otro de práctica. El porcentaje de mujeres es mayor en aquellas modalidades deportivas que tradicionalmente han estado aceptadas para las mujeres, por ejemplo gimnasia, o en aquellas que rompen menos el estereotipo femenino, como andar y hacer marchas por la montaña. Sin embargo, se producen grandes diferencias en la práctica de deportes con balón, boxeo y caza y pesca, deportes con una mayor identificación con el estereotipo social masculino. GRÁFICO 2. Los estereotipos de género, también quedan patentes cuando se solicita opinión acerca de las actividades físico-deportivas menos apropiadas para las mujeres (gráfico 3). Entre las actividades que se consideran menos propias para las mujeres destacan el fútbol (23,7%), seguido del boxeo (23,6%).

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Gráfico 1. Comparativa del grado de acuerdo con los siguientes estereotipos sobre el deporte. Fuente: Estudio Sobre Actitudes y Prácticas Deportivas de las Mujeres Españolas (1990-2005). Base: 6. 125. Telecyl Estudios. 2005 y comparativa con el estudio realizado en 1990.

Gráfico 2. Actividades físicas o deportivas practicadas. Fuente: Estudio Sobre Actitudes y Prácticas Deportivas de las Mujeres Españolas (1990-2005). Base: 5. 728. Telecyl Estudios. 2005.

Gráfico 3. Deportes o actividades físicas que considera más apropiadas para las mujeres y para los hombres. Fuente: Estudio Sobre Actitudes y Prácticas Deportivas de las Mujeres Españolas (1990-2005). Base: 6. 125. Telecyl Estudios. 2005.

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Otro elemento diferenciador entre mujeres y hombres en relación con el ejercicio físico y el deporte, se establece en los motivos por los que se considera importante participar en estas prácticas. Las mujeres citan en mayor proporción que los varones y de forma estadísticamente significativa los motivos de hacer ejercicio físico, de mantener y/o mejorar la salud, y de mantener la línea; por el contrario, los varones enfatizan en mayor medida que las mujeres el elemento lúdico de diversión y pasar el tiempo, de afición y gusto por el deporte, el elemento de relación social de encontrarse con amigos y la inclinación a competir. El motivo de la evasión no ofrece diferencia alguna en su elección por uno y otro sexo. GARCÍA FERRANDO, M. (2006). Los estudios y datos que hemos revisado, algunos de los cuales se han expuesto aquí, nos lleva a la conclusión de que mujeres y hombres establecen relaciones distintas con el deporte pero, sobre todo, que las diferencias que se observan no responden tanto a posiciones particulares sino que influencias familiares y sociales relacionadas con la variable sexo/género están presentes.

Factores que influyen en la relación de las mujeres con el deporte Desde principios del pasado siglo XX, los países más desarrollados tienen entre sus objetivos institucionales la democratización política y social y, dentro de ella, la aplicación del principio de equidad entre las mujeres y los hombres. Garantizar la igualdad de oportunidades entre unas y otros dentro del entramado social, se ha convertido en uno de los últimos logros de nuestro país; sin embargo, todavía existen retos importantes relacionados con las necesidades, los intereses, los deseos y las demandas de las mujeres. Las instituciones y la opinión pública son cada vez más conscientes de que, aunque las mujeres y los hombres sean diferentes, la desigualdad y la discriminación de género son incompatibles con la democracia (Instituto de la Mujer, 2008). Los estudios de género y la detección de los factores que inciden en las diferencias individuales y grupales que se observan entre mujeres y hombres, han ido aportando suficiente información para el reconocimiento de las barreras que han motivado las actuales desigualdades. En primer lugar, consideramos que en la incorporación de las mujeres al ámbito deportivo se ha producido un paralelismo con lo que ha ocurrido en los otros ámbitos sociales: cultural, laboral, económico y político. En concreto las mujeres se han encontrado con lo siguiente: • Inclusión en el modelo establecido, generalmente masculino. • Necesidad de compatibilizar los roles socio-familiares adscritos tradicionalmente a las mujeres con los exigidos en el ámbito al que se incorporan. • Mayor nivel de exigencia en cuanto a su competencia para llegar a los mismos niveles de reconocimiento que tienen los hombres. • Asimilación de conductas y competencias identificadas con los roles sociales masculinos para desenvolverse con éxito. Además de estas situaciones comunes, en el deporte se han dado otros factores específicos que nos gustaría señalar porque tienen especial influencia cuando se trata en la relación que las mujeres establecen con el deporte:

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Factores biológicos: • Diferencias morfológicas, de ritmo de crecimiento y de maduración. • Maternidad. • Diferencias de rendimiento físico y funcional. • Respuesta orgánica al ejercicio físico intenso. • Respuesta orgánica a sustancias dopantes y de mejora del rendimiento. • Concepto diferente del cuerpo. Factores educativos: • Modelos de práctica más cercanos a los intereses masculinos que a los femeninos. • Menores expectativas de la familia y del profesorado en relación con la práctica deportiva de las niñas y de las jóvenes. • Baja autoestima sobre el nivel de competencia motriz. • Menor implicación en la práctica deportiva. • Menor nivel de hábitos deportivos y de formación. Factores deportivos: • Normas, reglamentos y limitaciones administrativas y deportivas. • Espacios, instalaciones y material. • Modelo deportivo masculino. • Modelos de práctica, horarios y nivel de dedicación. • Gestores y entrenadores masculinos. • Estructuras deportivas pensadas por y para los hombres. Factores socio-culturales: • Estereotipos sobre los modelos sociales de hombres y de mujeres. • Asignación social masculina a la práctica deportiva, especialmente en algunos deportes. • Diferencias en el reconocimiento social y económico de las mujeres deportistas en relación con los hombres. • Limitaciones económicas y de tiempo y dificultad para combinar la práctica con los roles familiares y sociales. • Ausencia de un rol deportivo en la mujer. • Ideología y religión. Los avances científicos, las disposiciones legales y el propio avance social están cooperando para eliminar, minimizar o compensar estas influencias en pos de la igualdad de oportunidades en el deporte. No obstante, es preciso destacar la brecha existente entre la realidad legal y la realidad real que ya apuntábamos al principio de este texto y que también se da en el deporte.

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Gráfico 4. Percepción de beneficios según tipo de práctica. Fuente: B. Vázquez y col (2005).

Si queremos acortar distancias entre la normativa y los hechos, se hace necesario incluir la perspectiva de género en la formación de profesionales y en la investigación científica. Es imprescindible desarrollar programas de apoyo y aplicar toda la normativa legal sobre igualdad entre mujeres y hombres. Debemos concienciar a los hombres y a las mujeres sobre las ventajas de una sociedad basada en la equidad y para la que se requiere no sólo la participación de las mujeres sino también la de los hombres.

Las mujeres jóvenes y el deporte Las experiencias que se tienen en las etapas infantil y juvenil con las actividades físico-deportivas parecen cruciales para establecer hábitos de vida saludables relacionados con el ejercicio físico y para una identificación positiva con el deporte. Por otra parte, no cabe duda de que estas experiencias están mediatizadas por situaciones personales, familiares y sociales de quienes las viven, constituyendo una red de influencias que las acercan o las apartan del hecho deportivo y que, en todo caso, proporcionan a las jóvenes un modelo de conducta individual y social más o menos gratificante en cuanto al ejercicio físico y al deporte. La actitud de las personas que desde edades tempranas han concebido el ejercicio físico como una actividad habitual en su vida es más integradora y duradera con el deporte y, aún lo es más, si la práctica ha sido de carácter competitivo.

Gráfico 5. Edad de iniciación en la práctica de actividades físicas o deportivas. Fuente: Estudio Sobre Actitudes y Prácticas Deportivas de las Mujeres Españolas (1990-2005). Base: 3. 115. Telecyl Estudios. 2005..

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Gráfico 6. Nivel de disfrute percibido. Fuente: B. Vázquez y col. (2005).

Gráfico 7. Percepción dificultades. Fuente: B. Vázquez y col. (2005).

Gráfico 8. Práctica actual, regular y de cierta intensidad.

Como podemos comprobar en el gráfico 5, sobre la percepción de los beneficios del deporte en las mujeres adolescentes, las que compiten y las que practican valoran más los beneficios del deporte que las que no lo hacen. La edad de iniciación en la práctica de actividades físico-deportivas se produce mayoritariamente antes de los 15 años, en el 77,4% de los hombres y en el 60,6% de las mujeres. Posteriormente, entre los 15 y los 19 años, baja al 10% en las jóvenes y al 11,6% en los chicos (Gráfico 5). Este es el motivo de que se insista en la importancia de establecer vínculos positivos con el deporte en edades tempranas y asegurar que estos no se vean influidos por los roles y estereotipos que la sociedad tiene establecidos para las mujeres y para los hombres, los cuales, generalmente, apartan a la población femenina del ejercicio físico. Aunque no existen todavía muchos estudios que analicen de manera específica la relación de la población femenina joven con el deporte, si es cierto que en los últimos años se está prestando mayor atención a este tema. Entre los estudios que se han centrado en la relación entre los estereotipos de género con la actividad física y el deporte en adolescentes se encuentran los realizados por Vázquez, B. y otros (2000); Macías , M. V. (2003); Veiga, O. (2004) y Alfaro, E. (2007). De todos ellos, se desprende la idea de que los estereotipos y los roles sociales de género empiezan a intervenir desde las

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Tabla 1. 2000-01

2001-02

2002-03

2003-04

DEPORTES MAS

FEM

MAS

FEM

MAS

FEM

MAS

FEM

INDIVIDUALES

17.905 58,6%

12.668 41,4%

17.577 58,2%

12.668 41,8%

18.838 59,2%

13.033 40,8%

17.312 62,3%

10.490 37,7%

COLECTIVOS

62.120 91,1%

6.100 8,9%

68.929 91,3

6.100 8,7%

71.056 91,8%

6.401 8,2%

73.826 91,9%

6.521 8,1%

SUBTOTAL

80.065

18.768

86.502

18.768

89.894

19.434

91.138

17.011

TOTAL

98.833

105.275

109.328

108.149

Fuente: ALFARO, E. (2006)

primeras edades, tanto en lo que se refiere a la participación en la práctica de actividades físico-deportivas como al modelo de deporte practicado y las concepciones que sobre el deporte en general tienen las niñas y las jóvenes. Se observa, por ejemplo, que la edad es una variable que está relacionada con el grado de disfrute que las niñas y las jóvenes tienen al realizar actividades físicas (gráfico 6), y que la percepción de dificultades para relacionarse con estas actividades también aumenta con la edad (gráfico 7). Asimismo, se confirma una correlación entre la edad y la implicación con las actividades físicas y deportivas que tienen las chicas. FERNÁNDEZ, E. y col. (2003), encontró que un 60% de las chicas de 12 años tenían una prác-

Tabla 2. Datos generales de participación (2003-04) BENJAMÍN

ALEVÍN

INFANTIL

CADETE

MAS

FEM

MAS

FEM

MAS

FEM

MAS

FEM

MAS

FEM

ATLETISMO

265

210

569

499

470

327

325

177

88

32

BADMINTON

-

-

151

148

86

55

24

19

-

-

CROSS

1517

1193

1596

1402

1008

718

678

380

233

116

GIMN.ART.

85

155

50

115

50

75

10

45

-

-

GIMN. RÍT.

-

336

-

322

-

189

-

378

-

-

KARATE

292

124

283

124

209

89

129

61

-

-

JUDO

566

206

551

228

311

83

257

53

-

-

MOUNT. BIK

2

1

3

-

4

1

4

-

4

-

NATACION

410

363

446

467

448

420

328

281

201

183 222

TENIS

-

-

135

76

139

67

161

52

413

TENIS MESA

28

16

381

26

93

18

20

6

-

-

SUBTOTAL

3.165

2.603

3.218

3.407

2.818

2.042

1.936

1.452

939

553

TOTAL

5.768

6.625

4.860

Fuente: Dir. Gral. Deportes Ayuntº Madrid

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JUVENIL

DEPORTES INDIVIDUAL

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3.388

1.492


tica regular y de cierta intensidad; sin embargo, a la edad de 16 años, sólo el 33% mantiene una práctica regular y estable. (gráfico 8). Al revisar los niveles de participación y el grado de implicación de las niñas y de las jóvenes en las clases de Educación Física, se observa que tanto la práctica de actividad física en el centro escolar como fuera del mismo es más alta en los chicos que en las chicas; y tanto por el número de deportes practicados como por la frecuencia de dicha práctica. Se detecta, asimismo, que la práctica deportiva está asociada a los estereotipos de género, inclinándose las chicas más por aeróbic, gimnasia rítmica, baile y natación y los chicos por fútbol, ciclismo y balonmano. (VÁZQUEZ, B. Y COL., 2000). Los datos sobre la participación en las competiciones deportivas de edad escolar y juvenil de varias Comunidades Autónomas, de los años 2000 al 2004, que se observan en la tabla 1, dejan patente que, del total de participantes, las chicas intervienen en un porcentaje menor que los chicos (15/18% de chicas frente al 80/85% de chicos), Por otra parte, las desigualdades se acentúan aún más cuando se trata de deportes colectivos (8% de chicas). Además, se observa la estabilidad de los datos que se mantienen prácticamente sin modificaciones durante los cuatro años estudiados (ALFARO, E. 2007), lo que nos debería hacer reflexionar sobre la efectividad de la coeducación en relación con la Educación Física y el deporte. En la tabla 2, se presenta la cuantificación de la participación del año 2003-04 en los campeonatos municipales de Madrid, por sexo, categorías de edad y en los diferentes deportes (ALFARO, E. 2007). La participación femenina es menor que la masculina en todas las categorías de edad, excepto en alevines que es algo superior la de chicas. A medida que avanzamos en edad, las diferencias son más acusadas a favor de los chicos, alcanzando la máxima diferencia en la categoría juvenil. Se puede ver, también, que las chicas son minoría en todos los deportes, excepto en las modalidades gimnásticas que, como todos sabemos, se ajustan más al estereotipo deportivo femenino de manera histórica. El Atletismo es el deporte en el que las diferencias son menores, aunque al avanzar en edad estas se acentúan.

Indicadores de la práctica deportiva de las niñas y de las jóvenes La identificación de los rasgos dominantes que caracterizan las relaciones de género con el deporte en las niñas y mujeres jóvenes ha sido analizada en diferentes estudios. FERNÁNDEZ, E. (2007) expone que el trabajo de Biddle et al. (2005), integra la revisión de varios de estos estudios sobre la actividad física de las chicas y las variables que influyen en esta relación y señala las tendencias que pueden identificarse como emergentes dentro de la problemática que rodea la implicación de la participación femenina con la actividad física. Estas tendencias son: • Los niveles de actividad física y deporte declinan a lo largo de los años de la adolescencia. Para las chicas el punto de inflexión de este declive se sitúa en los 12 años. En esta edad se asienta en las chicas un modelo de relación con la actividad física basado en la inactividad. • Las chicas perciben el deporte demasiado competitivo y ello constituye un factor de rechazo porque tienen una percepción sobre su competencia motriz muy baja y consideran que no son “buenas” en él.

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• Las chicas ven el deporte como una actividad masculina y, por ello, inapropiada para ellas. Especialmente los deportes de equipo son percibidos como un ámbito propio de los chicos. Además, los chicos piensan que el deporte no interesa a las chicas y estas se quejan de que los chicos se burlan de ellas cuando hacen deporte. • Las chicas piensan que hay una falta de opciones y lugares adecuados para practicar actividades físico-deportivas. Ello hace que no se sientan a gusto a la hora de practicar deporte porque consideran que las facilidades para hacer deporte y los espacios están generalmente dominados por los chicos. • Los intentos para proporcionar actividades a las chicas no satisface sus necesidades. Consideran que las actividades que se les ofrecen no son interesantes para ellas. • Las chicas no creen que mantener su salud estar en forma y ser buena deportista sean logros importantes. En general, tienen poca conciencia sobre la importancia de la actividad físico-deportiva para el mantenimiento de la salud. • La falta de tiempo es considerada una barrera para estar más activa. Los deberes escolares y otros quehaceres familiares y sociales son citados por las chicas como barreras para el deporte. • Falta de aliento de los padres e insuficientes modelos de rol ofrecidos. Pocas chicas perciben el apoyo de su padre y de su madre para la práctica deportiva y, además, en una gran mayoría, sus progenitores no realizan actividades físicas ni deporte porque no pueden actuar como modelo de referencia. • Falta de competencia percibida. La baja autoestima que tienen las chicas sobre su competencia motriz actúa negativamente en su relación con el deporte y manifiestan lo poco que les agrada participar en actividades físico-deportivas. • Las chicas de minorías y de grupos con desventajas tienen menos niveles de actividad. En estos grupos se produce un menor apoyo familiar y social y menores modelos de rol de sus padres.

Algunas pautas para la intervención Es evidente que el aprendizaje social que hacen las niñas no incluye el deporte. Parece que entre las niñas el deporte no es un motivo de cohesión social como ocurre en los niños y ello influye en la identificación de las chicas con el ejercicio físico (VÁZQUEZ, B., 2006). Los principales agentes socializadores, la familia y la escuela, juegan un papel determinante en el mantenimiento de los roles de género y, ambos, siguen transmitiendo la cultura sexista. Si a ello añadimos la influencia de los medios de comunicación y de la publicidad que siguen presentando una imagen estereotipada y anacrónica de la mujer y que reflejan muy poco la evolución social de la misma, encontraremos la justificación al inmovilismo que se detecta en la realidad cotidiana de la gran mayoría de población femenina. La coeducación, por su parte, no ha contribuido a mejorar la situación. El currículo escolar de la Educación Física y el modelo androcéntrico de actividades que lo desarrollan no interesan a las chicas. Incluso, algunas profesio-

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nales del deporte han lanzado la idea de que las jóvenes actuales participan menos en las actividades deportivas escolares, incluidas las clases de Educación Física, que lo hacían las chicas cuando la educación estaba segregada por sexos. De otra parte, la televisión y la prensa escrita siguen difundiendo los estereotipos tradicionales en relación con las mujeres y con los hombres en el deporte. Es frecuente ver como de una laureada deportista se destacan más sus atributos femeninos que sus éxitos deportivos o como se critica a aquellas que muestran un desarrollo muscular que no encaja en la imagen delicada y suave que se atribuye a una mujer. Las estructuras deportivas tienen un marcado carácter masculino. En la organización y gestión del deporte español hay muy pocas mujeres: el estudio realizado a nivel nacional por la Comisión Mujer y Deporte del Comité Olímpico Español (2006), sobre la participación de las mujeres en la gestión del deporte, muestra que sólo el 9,9% de los puestos de responsabilidad están ocupados por mujeres. En el ámbito internacional, la situación no es muy diferente: en el conjunto de los órganos de decisión del Comité Olímpico Internacional hay 13,7% de mujeres, pero en la Comisión Ejecutiva la participación de las mujeres es del 6,6%; en las Comisiones Ejecutivas de los Comités Olímpicos Nacionales, las mujeres no llegan al 20% y, tan sólo en diez Federaciones Deportivas Internacionales, las mujeres llegan al 29%. (ALFARO, E., 2007). En consecuencia, pensamos que es necesario realizar profundos cambios en el deporte y adoptar estrategias específicas si queremos que las niñas y las jóvenes se acerquen a la práctica de actividades físico-deportivas. Entre los objetivos que deberían orientar estas acciones se señalan: cambiar la mentalidad de las mujeres a través de la Educación Física, mediante la presentación de modelos positivos y campañas deportivas; cambiar la mentalidad de las familias para que den el mismo apoyo a las actividades físico-deportivas que realizan las hijas que a las que realizan los hijos; cambiar la mentalidad de los/as profesionales deportivos y de la información para que eliminen de su quehacer cualquier forma de discriminación hacia las mujeres y, por último, cambiar la estructura de las administraciones y organizaciones deportivas para incluir a las mujeres en sus planteamientos y en su gestión.

A modo de conclusión Las niñas y las jóvenes establecen desde edades tempranas una relación conflictiva con el deporte y ello las aleja de su práctica, privándolas de obtener beneficios relacionados con la salud y el desarrollo personal, de la posibilidad de adquirir hábitos de vida saludables y de lograr una competencia motriz que les permita utilizar el deporte como un medio de ocupación del tiempo de ocio y como elemento de relación social. La participación de las jóvenes en las actividades físico-deportivas está mediatizada por los roles y los estereotipos de género y por el modelo androcéntrico que preside mayoritariamente los programas de Educación Física que se desarrollan en la Escuela. Las niñas y las jóvenes no se identifican con el modelo deportivo que les ofrecen los medios de comunicación, generalmente masculino, ni tampoco con los escasos modelos de mujeres deportistas que les llegan, en muchos casos masculinizados o de carácter muy competitivo.

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Unido a todo ello, encontramos el poco apoyo que para hacer deporte reciben las hijas en el contexto familiar y la ausencia de políticas específicamente orientadas a la igualdad de oportunidades en el deporte. Creemos firmemente que se requiere un cambio estructural en el deporte y las actividades físicas de la juventud que incluya la revisión de los programas de Educación Física, la organización y oferta deportiva, la formación del profesorado, la información de las familias y la motivación de las niñas y de las jóvenes. Referencias bibliográficas. - ALFARO, E. (2001). Incidencia de la especialización precoz en la formación académica y protección jurídica de las jóvenes deportistas. En Estudios sobre Ciencias del Deporte: Las mujeres en la alta competición deportiva, nº 30. Madrid: Consejo Superior de Deportes. - ALFARO, E. (2005). El talento psicomotor y las mujeres en el deporte de alta competición. En Revista de Educación, septiembre-diciembre 2004. Madrid: Mº Educación y Ciencia. - ALFARO, E. (2007). Análisis y evolución de la práctica deportiva en edad escolar desde la perspectiva de género. En Actas VI Congreso Deporte y Escuela. Cuenca: Diputación Provincial de Cuenca. - ALFARO, E. (2007). Ponencia. El liderazgo de las mujeres en el deporte. En VI Seminario Internacional Mujer y Superdotación. Fac. de Educación. U.P.M. - ALFARO, E. y VÁZQUEZ, B. Aprendiendo a ser hombre: modelos y conductas de riesgo en el deporte. En Congreso Internacional SARE 2007: “Masculinidad y vida cotidiana”. Vitoria-Gasteiz: Emakunde. - BLANCHARD, K. Y A. CHESKA (1986) Antropología del Deporte. Barcelona: Ediciones Bellaterra, S.A. - BIDDLE, S. y COALTER, F. (2005). Increasing Demand for Sport and Physical Activity by Girls. Edinburgh: Sports Scotland. - BROCK y KLEIBER (1994) Narrative in Medicine: The Stories of Elite College Athletes’ Career-Ending Injuries. Qual Health Res.1994; 4: 411-430. - CAGIGAL, J.M. (1967). Deporte, pedagogía y humanismo. Madrid: Comité Olímpico Español. - CAGIGAL, J.M. (1981). ¡Oh deporte! Anatomía de un gigante. Valladolid: Miñón. - CAMACHO, M.J. (2005). Imagen corporal y práctica de actividad físico-deportiva en la adolescencia. Tesis Doctoral. Madrid: U.C.M. - COCA, S. (1988). El hombre deportivo. Madrid: Alianza Editorial. - COMISIÓN MUJER Y DEPORTE (2007). Estudio mujeres en los órganos de gobierno de las organizaciones deportivas españolas 2002-2006. Madrid: Comité Olímpico Español. - CONSEJO DE EUROPA (1995). Manifiesto europeo sobre jóvenes y deporte, en Boletín de Información Deportiva, nº 39, junio 1995. IAD/JUNTA DE ANDALUCÍA. - CONSEJO SUPERIOR DE DEPORTES. Carta Europea del Deporte, en El Trabajo del Consejo de Europa en materia del deporte 1992-1993, vol. III, Sec. 1. Madrid: Consejo Superior de Deportes. - DURANTEZ, C. (1977). Las olimpiadas griegas. Madrid: Delegación Nacional de Deportes-Comité Olímpico Español. - EDITORIAL PLANETA, S.A. (1988). Gran enciclopedia Larousse. Barcelona: Planeta, S.A. - FASTING, K. y otros. (2000) Experiencia y significado del deporte y del ejercicio físico en la vida de las mujeres de algunos países europeos. Madrid: Instituto de la Mujer. - FERNÁNDEZ, E. y col. (2007). La inclusión de la actividad física y el deporte en el estilo de vida de las mujeres adolescentes: estudio de factores clave y pautas de intervención. En Las mujeres jóvenes y el deporte, nº 46. Madrid: Consejo Superior de Deportes. - FERNÁNDEZ, E. (2005). Los estereotipos de género en la asignatura de Educación Física. En Actas Seminario Mujer y Deporte: La Educación Física escolar y las conductas agresivas relacionadas con los estereotipos de género. Madrid: INEF.

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documentos

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Carmen Ortiz. Técnica en Género. Consejo de la Mujer de la Comunidad de Madrid.

Participación social, política y económica de la juventud española con perspectiva de género. Mujeres jóvenes hoy Introducción En primer lugar tendríamos que abordar algunas cuestiones sobre juventud y género por la falta de claridad y homogeneidad en torno a los propios conceptos que no por usuales definen las mismas cosas y de la misma manera, En esa línea, habría que plantearse algunas precisiones dichos conceptos para abordar la situación de las mujeres jóvenes de la España del siglo XXI, y analizarlo con la perspectiva de género. Recogiendo parte de la construcción del concepto de juventud, Martín Criado señala que: “La “juventud” se ha constituido como uno de los objetos de investigación sociológica más comunes, más banales. La existencia de una “juventud” como grupo -o “condición”- social que tendría “actitudes”, “comportamientos” o una “subcultura” se ha convertido en una especie de evidencia natural, en un punto de partida incuestionable en buena parte de la investigación sociológica sobre la “juventud” española”. Si bien parece algo exagerado el calificar a la juventud como un objeto banal de investigación, la edad cronológica de las personas que se agrupan en esa etapa de la trayectoria vital no genera un objeto homogéneo ni se puede considerar un problema social. En general, se puede convenir que la juventud es la etapa de la vida de las personas situada entre la infancia y la edad adulta. La infancia comienza al inicio de la vida (nacimiento) y la edad adulta termina con el final de la vida de las personas (deceso o muerte) En ambos casos, encontramos los límites de inicio y fin, aunque estos extremos podrían dar lugar a discusión en función de las distintas creencias y valores de tipo moral o de determinaciones generadas por los avances científicos. Cómo se podría hacer un acotamiento de juventud, En opinión de un experto como Domingo Comas sobre el acotamiento de juventud (en relación a las políticas públicas) indica que, “sin bien y en términos formales la categoría juventud se extiende entre 15 y 30 años, las dinámicas concretas de algunos programas pueden obligarnos a flexibilizar estas edades”. Señala que, un elemento importante en la reflexión lo constituye el hecho de que la categoría “juventud” resulta en ocasiones tan potente que nadie “sabe o quiere saber” los años que tienen estos “jóvenes”, que se identifican no tanto por su edad real como por determinados aspectos de su identidad social. Avanza en su exposición indicando que, “podemos sostener que “juventud” es efectivamente una categoría social (o al menos una representación social) pero sin edad”.

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Al relacionar los procesos de emancipación de las personas, a partir de unas determinadas edades, con “juventud” se puede aprecia diferencias por género. Algunos estudios indican que, en el proceso de emancipación no es lo mismo ser varón que mujer, por ejemplo ellas obtienen la emancipación residencial antes y en mayor proporción que los varones, a pesar de su incorporación más tardía al mercado de trabajo y con sueldos inferiores (Aguinaga, 2005). A que responden estas diferencias. Se debe a que la diferencia de edad de las parejas sigue siendo, por término medio y por razones “culturales”, de dos años más joven la mujer que el varón (Aguinaga y Comas, 2006). Como consecuencia la edad de emancipación varía a consecuencia de un factor cultural tradicional y poco concorde con la esperanza de vida de ambos sexos. Es probable que una buena parte de las personas adultas proyecten sus deseos de cambio en las generaciones de menor edad por sus frustraciones o incapacidades para abordar asuntos como la participación social, política y económica. En el caso de las mujeres, es muy frecuente encontrar a las adultas de mayor edad, proyectando y favoreciendo el cambio de las más jóvenes. Las madres y abuelas desean lograr el cambio para sus hijas y nietas. Un cambio para ellas intuitivo sobre lo que perciben debería ser el ejercicio de todos los derechos de ciudadanía para las que tienen más cercanas. Identifican a las mujeres jóvenes con el futuro de la sociedad.

Juventud y Género Para abordar la situación de las mujeres jóvenes y sus distintas formas de participación es preciso tener en cuenta y relacionar los conceptos de JUVENTUD Y GÉNERO. El Género / Sexos, tomado en sentido sociológico es un concepto que hace referencia a las diferencias sociales (por oposición a las biológicas) entre hombres y mujeres que han sido aprendidas, cambian con el tiempo y presentan grandes variaciones tanto entre diversas culturas como dentro de una misma cultura. El concepto de género refiere a la asignación social y a la valorización diferenciada de responsabilidades y roles a hombres y mujeres, que condiciona sus opciones, hábitos y desempeños. No por reiterado deja de ser un hecho objetivo que en el modelo imperante de sociedad patriarcal, la división en función del género asigna, prioritariamente, para el hombre, la esfera pública (todo lo que tiene que ver con la producción); y, para la mujer, la esfera privada (la reproducción y el cuidado de los otros). Al tratarse de unas variables socio-económicas, influyen, entre otras, la clase social, el entorno económico, la edad, etc., Cuando se observa el reflejo del modelo en la juventud, y el trabajo o empleo se ponen de manifiesto los desequilibrios de oportunidades y necesidades entre las y los jóvenes. En la infancia y adolescencia a través de los procesos de socialización se va conformando la identidad –en función de la identificación con los modelos vigentes– la asignación del género es un condicionante de la construcción de su propia identidad. Los chicos y chicas jóvenes de hoy continúan reproduciendo los roles diferenciados en función del género, puesto que, ellos están preparados para acceder a la vida adulta a través del trabajo productivo y, a ellas se les prepara para la reproducción y el trabajo de cuidado. En la actua-

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lidad, estos procesos y sus resultados son cada vez menos lineales, básicamente por el acceso masivo de las mujeres a la educación, al mundo del trabajo y a la producción. El rol masculino lleva a la independencia económica y al pleno reconocimiento ciudadano; mientras que el femenino conduce a la dependencia y a una ciudadanía delegada. Por ello, las mujeres, con independencia de la edad, mantienen la lucha por la consecución de una ciudadanía plena como un derecho fundamental. Cuando se plantea la necesidad de hacer análisis de género de manera transversal para resolver los problemas de la inequidad marcados en la realidad social, se está planteando una nueva visión de todas las cuestiones sociales que afectan a una sociedad dual y desigual en oportunidades y deseos. En los análisis de género aplicados a la juventud, Silveira señala que, “La pertinencia de la aplicación de una mirada de género al análisis de la juventud y del ámbito laboral parecería incuestionable: la definición de roles se inicia en la infancia y está en la base de la construcción de la identidad y son las concepciones culturales acerca de lo que les corresponde ser y hacer a hombres y mujeres, del valor de las actividades y capacidades femeninas y de las relaciones con sus padres y maridos, las que se trasladan al ámbito laboral e interactúan con las exigencias y condicionantes productivas y económicas determinando la división sexual del trabajo”. En resumen, la división del trabajo en función del género establece una clara separación del trabajo remunerado y no remunerado entre hombres y mujeres, tanto en la vida privada como en la pública, en función de los roles que tradicionalmente se les ha asignado. El proceso de incorporación de las mujeres a la vida pública deviene en un cambio, lento pero progresivo, de la asignación de roles, y por ello de comportamientos y actitudes entre los géneros. Lo que no está exento de la aparición de conflictos en ese camino que en determinadas situaciones sólo se sepan resolver por medio de la dominación y el ejercicio de la violencia.

Marco normativo de apoyo y avance hacia la igualdad de Género A pesar de los avances hacia la igualdad de género, especialmente en materia legislativa, la Unión Europea se pone de manifiesto que, “hoy es el día en que todavía no se ha llegado a una igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres real y efectiva en la Unión Europea y sus Estados miembros. Las desigualdades por razón de sexo en el acceso y participación en la vida económica y social y los obstáculos que impiden una participación equilibrada entre hombres y mujeres en la vida pública y privada están impidiendo la plena movilización de la ciudadanía”.

Desarrollo de Instrumentos legales y de promoción legislativa de Naciones Unidas Desde la proclamación de la Carta de las Naciones Unidas (1945), se establecen los derechos de las mujeres como un principio básico de NN.UU. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), se establece que: “toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamadas en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo”. Más adelante, la

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Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de discriminación contra las Mujeres (1979), señala, que los derechos humanos de las mujeres incluyen todos los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales que conforman una sociedad.

Conferencias Mundiales sobre las Mujeres Las 4 Conferencias mundiales sobre las mujeres, celebradas a lo largo de 30 años, han supuesto un afianzamiento, a escala internacional de la importancia de trabajar desde una perspectiva de género, una toma de conciencia sobre los aportes de las mujeres al conjunto de la sociedad y un desarrollo de instrumentos para la eliminación de las discriminaciones. Equidad, desarrollo y paz son los temas abordados en las cuatro conferencias sobre las que se asientan las aspiraciones del sistema de la ONU, sus Estados miembros y sus pueblos. Las Conferencias se celebraron en un período de 20 años en las ciudades de: México, 1975, Copenhague, 1980, Nairobi, 1985 y Pekín, 1995. En la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres se adopta la Plataforma para la Acción, en la que se concentran los temas clave identificados como los principales obstáculos para el progreso de la mayoría de las mujeres del mundo: desigualdad en el acceso al poder, en la adopción de decisiones, la alfabetización, enseñanza y empleo; pobreza, respeto a los derechos humanos de las mujeres, salud y derechos reproductivos, violencia y tecnología. En los años 2000 y 2005, se realizaron sendas evaluaciones sobre el estado de aplicación de la Plataforma de Acción de Beijing por parte de la Asamblea General. En las sesiones, se determinaron los logros alcanzados, las deficiencias y los retos que se presentan, proporcionando una indicación de las esferas en que es más urgente adoptar medidas e iniciativas para proseguir la labor de la aplicación de la Plataforma. A partir del análisis de algunos resultados, se fijaron las áreas prioritarias en tema de igualdad de géneros y educación a incluir dentro de los Objetivos del Milenio como son: 1.- El aumento del acceso de las niñas a la educación primaria y secundaria; 2.- Garantizar la salud y los derechos sexuales y reproductivos; 3.- Invertir en infraestructura, a fin de reducir las limitaciones de tiempo que se imponen a las mujeres y las niñas; 4.- Garantizar los derechos de propiedad y herencia de las mujeres y las niñas; 5.- Eliminar las desigualdades de género en el empleo; 6.- Aumentar el número de escaños que ocupan las mujeres en los parlamentos nacionales y el gobierno local; 7.- Redoblar los esfuerzos para luchar contra la violencia contra las niñas y mujeres. Salvo en el área de la educación obligatoria tanto en primaria como en secundaria, nuestro país tiene que continuar en la línea de avance y mejora de la situación de las mujeres y las niñas aplicando la legislación en vigor sin dejar resquicios para que se perpetúen las desigualdades por razón de género. El proceso iniciado, referente internacional desde el punto de vista

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normativo, es imparable pero puede sufrir retrocesos especialmente desde el punto de vista económico y de participación en la producción, al estar las mujeres en una posición más débil.

Progreso en la Legislación española En España la legislación básica que garantiza los derechos a la igualdad efectiva entre mujeres y hombres se asienta sobre la base de una Ley Orgánica: Ley Orgánica 3/2007, de 22 marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, BOE 23-03-2007. Ley de aplicación para toda la ciudadanía, luego es el marco de referencia también para la igualdad efectiva en la población joven. Para su mejor conocimiento y comprensión es importante que las bases fundamentales de esta Ley estén incluidos en los conocimientos que se deben impartir en la nueva asignatura obligatoria de Educación para la Ciudadanía. Otra ley importante y complementaria de los derechos y avance en la mejora y progreso hacia la promoción de igualdad efectiva y de eliminación de las discriminaciones por razón de género es la LEY 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia. Esta normativa permite una mejora para aquellas personas, mayoritariamente mujeres, que se dedican al cuidado de otras dependientes en el entorno más cercano y sin ningún tipo de compensación por ese trabajo hasta la promulgación de dicha ley. Permite visibilizar y regular los trabajos de cuidado personales y la posibilidad percepción de algunas compensaciones de tipo económico. Se prevé que, a la vez, pueda ser generadora de empleos de los denominados “yacimientos de empleo” en los que podrían encontrar una salida laboral algunos grupos de jóvenes de ambos sexos.

Caracterización de las mujeres jóvenes y desigualdades de género Desde un punto de vista demográfico y cuantitativo veremos algunas características de las jóvenes actuales de está España moderna y democrática. Las chicas actuales tienen algunas diferencias iniciales respecto a las generaciones más adultas. Conviven en el interior de familias con modelos diferenciados, más democráticas, liberales y con un número reducido de miembros dentro de la unidad familiar. La evolución de la población joven, ajustada a los tres grupos quinquenales que van desde los 15 a los 29 años, a pesar de la disminución del número de personas (desciende en 4,75 puntos porcentuales. Padrón M. H. 2007) que componen cada uno de los grupos, en los diez últimos años, la distribución por sexo a penas a sufrido variación. Las mujeres jóvenes no superan el 50% dentro de cada uno de los grupos quinquenales de esa etapa juvenil, en contraposición a la distribución del total de la población de todas las edades. Bien es cierto que, las proporciones de feminidad más alta se dan en los grupos de mayor edad (a partir de los 50 años las mujeres superan porcentualmente a los hombres), consecuencia de la mayor esperanza de vida de las mujeres. Un dato a tener en cuenta, de cara a las proyecciones poblacionales, es el efecto que tendrá la inmigración con los procesos de reagrupaciones familiares en relación a las generaciones más jóvenes y los cambios conductuales en aspectos como la

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Tabla 1. Población, según edad (grupos quinquenales)

Datos absolutos: ambos sexos

1986

TOTAL-población

2007

38.473.332

45.200.737

De 15 a 19 años

3.279.277

2.330.877

De 20 a 24 años

3.205.781

2.854.845

De 25 a 29 años

2.920.451

3.736.671

TOTAL% mujeres

50,93

50,58

De 15 a 19 años

48,93

48,58

De 20 a 24 años

49,10

48,94

De 25 a 29 años

49,54

48,44

FUENTE: Mujer en Cifras. Instituto de la Mujer. Datos a partir de la Revisión del Padrón. INE

reproducción teniendo en cuenta que estas personas provienen de sociedades más marcadamente patriarcales y desiguales en función del género y una parte importante poseen convicciones ético-morales más tradicionales. Con el devenir de los tiempos, no muy lejanos, dadas las tasas actuales de fecundidad y el cambio en los estilos de vida de las mujeres, sometidas a dobles y triples jornadas de trabajo, puede producirse un efecto de reducción de la esperanza de vida y acercándose a la de los hombres que por su parte está en lento crecimiento. Influencia de la Estructura de los hogares de la España actual en las relaciones de género y en las políticas elaboradas con perspectiva de género. Revisando cualquier tipo de estudio o estadística demográfica, a simple vista, se pueden apreciar importantes cambios demográficos, laborales y socioeconómicos que se han venido produciendo en las tres últimas décadas, y de manera especial en los últimos diez años, cuyas consecuencias han afectado a la composición y estructura de los hogares españoles. Hoy se pueden encontrar varios modelos de familias coexistiendo en la sociedad española: matrimonios con o sin hijos/as, parejas de hecho, matrimonios de homosexuales, familias monoparentales, parejas de divorciados con hijos/as de diversa procedencia, y cualquiera de los tipos anteriores con alguna persona mayor a cargo. Otros cambios que cabe resaltar son el aumento del desempleo y de la precariedad del mercado de trabajo, las nuevas formas de convivencia familiar, la caída de la natalidad, la creciente incorporación de la mujer en la vida laboral, y el envejecimiento de la población. Teniendo en cuenta los diferentes modelos de familias o la composición de los hogares, un cambio que conviene destacar es el incremento del número de hogares sustentados por mujeres. Entre 1998 y 2004, han pasado de un 18% a un 22% los hogares que estaban sustentados por mujeres, es decir, uno de cada cinco (según datos de la Encuesta Continua de Presupuestos Familiares) En general, estas mujeres son viudas en una gran mayoría (49%), separadas o solteras ejerciendo de sustentadoras principales en esos hogares. Datos de Hidalgo Vega.

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% Mujeres

Ambos sexos datos absolutos (en miles)

Tabla 2. Población de 16 y + años, según estado civil. Nueva Metodología. EPA-2005 1998

2006

TOTAL

32.985

37.236

Solteras/os

10.261

11.743

Casadas/os

19.541

21.282

Viudas/os

2.504

2.720

Separ./Divor.

679

1.491

TOTAL

51,42

50,97

Solteras

45,51

44,78

Casadas

49,99

49,78

Viudas

83,28

83,01

Separ./Divor.

64,64

58,45

FUENTE: Mujer en Cifras. Instituto de la Mujer. Elaboración a partir de los datos de la EPA. INE

Por grupos de edades, el aumento más significativo de las tasas de fecundidad se produce en el grupo de 35 a 39 años, pasando de un valor de 43,0 en el año 2000 a 55,9 en el año 2006, mientras que en el grupo de 25 a 29 años la tasa ha descendido. En los otros grupos de la juventud más temprana, entre los 14 y 24 años también han aumentado las tasas. Veremos que ocurre en los próximos años con la pérdida de bonanza económica y el posible descenso de los flujos migratorios. En España, la edad media de la maternidad se ha situado en la última década por encima de los 30 años, podríamos decir que casi pasada la juventud y en el inicio de la edad adulta, según los indicadores demográficos del INE. Se ha venido produciendo un retraso progresivo de la maternidad por parte de las mujeres que se van planteando la construcción de proyectos vitales cada vez más autónomos e independientes. Para lo cual necesitan de un mayor nivel formativo y de autonomía económica, que consiguen a través de la incorporación al mercado de trabajo y el proyecto de una carrera profesional. Según el estado civil, y su desagregación en función del género, las mujeres jóvenes y adultas, en función de las cuatro categorías establecidas, se podría decir que existe una cierta paridad por género en cuanto a la proporción de casadas - casados, y algo menor es la proporción en la categoría de la soltería. Pero claramente las mujeres representan una abrumadora mayoría en las categorías correspondientes a viudedad y separación y divorcio. Visto el cuadro comparativo de los años 1998 al 2006, con independencia del incremento poblacional, la distribución por sexo parece indicar que desciende la proporción de separadas y divorciadas, a pesar de alcanzar cifras cercanas al 60%.

Formación de las jóvenes Los cambios en el sistema educativo, en la formación reglada ampliando la permanencia hasta los 16 años por la obligatoriedad del sistema, han sido

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determinantes para las mujeres comprendidas en el tramo de la infancia a la juventud. La consecuencia es altamente positiva en términos de eficacia formativa: cada vez son más y obtienen mejores resultados que los chicos. Aunque sus expectativas están condicionadas por el género en su incorporación al mercado laboral, es decir, en el empoderamiento económico. Las mujeres representan el 48,5% del alumnado de las enseñanzas obligatorias, porcentaje menor que el de los hombres, debido a la estructura de la población; esta situación se invierte en las enseñanzas postobligatorias, donde la presencia de la mujer aumenta hasta el 51,5% del alumnado, como consecuencia de su mayor peso en el Bachillerato (54,7%). El mayor nivel de escolarización de la mujer en las edades postobligatorias queda también reflejado a través de las tasas de escolarización: a los 16 años la tasa de escolaridad femenina supera en casi 6 puntos a la masculina (90,6% mujeres y 84,8% hombres) y a los 17 años la diferencia es aún mayor (81,0% mujeres y 70,5% hombres). Las mujeres jóvenes no son ajenas a los obstáculos impuestos por la sociedad patriarcal, a pesar de la aparente equidad del sistema educativo ya que comparten la actividad con los chicos de las mismas edades. Por eso es imprescindible avanzar en la transversalidad de género en la escuela, aunque esta sea mixta en la actualidad. Pero, es preciso ir progresando hacia un sistema coeducativo imprescindible para la formación y socialización en igualdad. La sociedad está perdiendo el conocimiento y talento acumulado por las mujeres españolas, especialmente de las más jóvenes que están más y mejor formadas. En los niveles de enseñanza post-obligatorios son mayoría las mujeres, incluyendo todos los niveles universitarios. Las barreras impuestas para avanzar en los procesos paritarios en la participación económica se van eliminando desde la normativización de la equidad de género, condición necesaria pero no suficiente.

Actitudes de los escolares y percepción de la Igualdad Parece preocupante el mantenimiento de los roles a través de las manifestaciones que hacen los adolescentes sobre la percepción que tienen de su futuro ante situaciones conflictivas que se les pueden presentar y su posible resolución. En un estudio con adolescentes de la Comunidad de Madrid, dirigido a la prevención de la violencia desde las aulas, una de las conclusiones que extraen a través de las respuestas a su propia percepción sobre la distribución del tiempo. “La distribución del tiempo futuro que anticipan los y las adolescentes, está también relacionada con sus actitudes. Los que tienen creencias más sexistas sobre las diferencias psicosociales y de justificación de la violencia como reacción piensan dedicar más tiempo al deporte y a su propia salud y menos tiempo a cuidar a los hijos y a las tareas domésticas, que los que rechazan dichas creencias. Diferencias que reflejan, una vez más, la estrecha relación que parece existir en general, en la muestra estudiada, entre la visión sexista y violenta del mundo y una planificación vital que excluye el cuidado de otras personas en el ámbito privado, así como tareas necesarias en dicho ámbito poco compatibles con la imagen del héroe violento de los estereotipos masculinos tradicionales”. Díaz-Aguado y Martín Seoane. Con referencia a los resultados obtenidos, en el citado estudio, sobre la imagen social ideal y los valores que se consideran más relevantes en un hombre

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joven y en una mujer joven reflejan una diferencia muy significativa respecto a la interiorización de roles sexistas; puesto que, mientras las adolescentes consideran que los valores más importantes en una joven deben ser los mismos y en el mismo orden que en un joven o en su imagen social ideal (1.-simpatía; 2.-sinceridad; 3.- atractivo físico), los adolescentes sitúan ésta tercera dimensión como lo más importante en una mujer joven. Parece, por tanto, que el estereotipo sexista de la “mujer objeto” está superado por ellas pero no por ellos. Las autoras del estudio plantean que, de los análisis realizados en el mismo se deduce que la lucha contra el sexismo puede ser considerada como una condición básica para construir una sociedad menos violenta, para erradicar no sólo la violencia que se ejerce contra la mujer, sino todo tipo de violencia. Conviene tener en cuenta, además, que entre los adolescentes algunas de las creencias que justifican agredir a alguien que te ha quitado lo que era tuyo o que te ha ofendido cuentan con un nivel de aceptación preocupante (uno de cada tres adolescentes está de acuerdo con dichas creencias). La escuela como espacio de socialización debe evitar la transmisión de todo tipo de estereotipos, en el caso que nos ocupa, de los estereotipos de género, y poner las condiciones para proporcionar nuevos modelos de relación que, desde la igualdad, fomenten la participación de las mujeres en todos los ámbitos socio-políticos y de vida cotidiana y enriquezcan las relaciones intersexuales (Furman et al, 1999). Por lo que la escuela con nuevas políticas educativas más igualitarias y planificadas con perspectiva de género debe ser un pilar fundamental de transformación y de cambio social favoreciendo la construcción de nuevos perfiles personales y deconstruyendo los roles sexistas imperantes en nuestra sociedad.

Participación y ciudadanía La participación de las personas es tan diversa y plural como las situaciones y circunstancias en las que se encuentren, es decir, hoy se puede hablar de participación social, ciudadana, comunitaria, individual, pero estas categorías no son limitantes ni exclusivas. A corto plazo, es previsible que podamos observar nuevas modalidades de la participación de las personas con herramientas e instrumentos más ágiles y cercanos. El ejemplo del uso de las tecnologías de la información y comunicación está implicando unas nuevas formas de participación social, política y económica compartiendo espacios virtuales que acercan a la ciudadanía, al menos para aquello que cuentan con acceso a los mismos recursos. La telefonía móvil e Internet se están convirtiendo en instrumentos de participación o complementarios de los procesos de participación. En estos casos, también, es preciso salvar la brecha de género, no solo en relación a las mujeres jóvenes sino las referidas a todos los grupos de edad, especialmente las mayores. También es preciso salvar el obstácul o de las relaciones intergeneracionales y las desigualdades dentro del mismo género. Algunos autores reconocen que para la existencia de una democracia más participativa en las naciones de occidente, sería necesario una reformulación o adaptación de la participación democrática, pues fortalecerá el sistema democrático ya que no se conoce otra forma de organización política y social que lo sustituya y conduzca al pluralismo, libertad, igualdad, paz y justicia social. Para lo cual, es imprescindible que la ciudadanía participe en la resolución de los problemas sociales y participe en democracia.

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La participación social es una aspiración legítima de las sociedades desde posiciones colectivas e individuales y puede servir de mecanismo de control de la actuación de los y las representantes elegidos/as de las organizaciones políticas y sociales en los períodos inter-electorales. Respecto de los análisis de la participación con perspectiva de género imprescindibles para la elaboración de políticas públicas más igualitarias, existen dos conceptos fundamentales y que deben impregnar todo el acerbo de los trabajos e investigaciones como son: ciudadanía y empoderamiento aplicados a las mujeres, con independencia del grupo de edad al que pertenezcan. El concepto de ciudadanía (ejercicio pleno de todos los derechos de la persona) implica además de la participación en el poder político, la de todos los derechos civiles y sociales. Cualquier limitación de derechos impuesta en la práctica por el poder dominante en la sociedad patriarcal supone violencia de género, discriminación salarial o discriminación en la representación en el poder político o económico y demuestra que las mujeres están, en muchos casos, limitadas en el disfrute de estos derechos, y a las formas de hacer, de ejercer el poder y de relacionarse. El concepto de empoderamiento posee una doble vertiente. Por una parte, se refiere a la capacidad de las mujeres para acceder a aquellos puestos donde se toman decisiones. Por otra, a la revalorización de la aportación de las mujeres. La ciudadanía plena y el empoderamiento en las situaciones en las que se limita, está limitando la autonomía de la persona y generando desigualdad, conformando sociedades o grupos sociales asimétricos en detrimento de un género y/o colectivo como en el caso que nos ocupa. También las mujeres jóvenes sufren de esa merma de autonomía por el hecho de ser mujeres como lo demuestra su menor representación en algunos órganos de representación, las dificultades en el acceso al mercado laboral, la brecha salarial, el derecho a la salud y a la capacidad a decidir sobre su propio cuerpo sin condicionamientos sociales o personales. La estrategia de empoderamiento de las mujeres abarca actuaciones en las áreas de educación, empleo, participación económica y política, y fortalecimiento personal y asociacionismo, de manera simultánea e interrelacionada.

Participación Política y Social No puede existir una participación equilibrada sin un funcionamiento efectivo de la “democracia paritaria”. El término, y la idea misma, es muy reciente y supone un punto de inflexión fundamental en la argumentación a favor de la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisión política y, por lo tanto, en las instancias donde se toman estas decisiones: Parlamentos y Gobiernos (P.E.I.O. 2008-2011). Este concepto viene cobrando cada vez más fuerza desde la firma de la Plataforma de Acción de Pekín, 1995, firmada por la mayoría de los gobiernos participantes en la Conferencia Mundial organizada por Naciones Unidas. En la actualidad, existe una campaña general en toda la Unión Europea, impulsada por el Lobby Europeo de Mujeres 50/50 y apoyada por una buena parte de dirigentes políticos, organizaciones de mujeres, cívicas y políticas además de miles de mujeres a título individual, que pretende representar el impulso de la democracia paritaria en términos de total equilibrio para el acceso de las mujeres al poder político de la Unión Europea.

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En España desde la aprobación de la LOIEMH, el impulso y avance hacia la democracia paritaria, que se establece en la propia Ley, en relación a la participación política, social y económica, está dando unos buenos resultados especialmente en el área de la política y del poder político. Probablemente es el área más fácil de modificar con relación a la equidad de género, depende de la sensibilidad y voluntad política de las personas dirigentes de las organizaciones que optan a gobernar, con el objetivo de una sociedad más igualitaria y equilibrada recogiendo las demandas de la ciudadanía. En qué situación se encuentran las mujeres jóvenes respecto a la democracia paritaria, sería la pregunta que ellas mismas deberían plantearse en su camino de integración en las distintas redes sociales en que se agrupan. En cuanto a la participación política, vista la radiografía de los últimos resultados electorales de 2007 y 2008, se puede afirmar que a la paridad en la juventud le falta recorrido. Los parlamentarios y parlamentarias elegidos en 2008 y menores de 31 años tienen una escasa representación en relación con el conjunto, tan solo representan un 3% de los 350 que componen el Congreso de los Diputados. En cuanto a la desagregación por sexo, de ese escaso número de representantes jóvenes se distribuyen en un 63,6% de hombres y un 36,4% de mujeres. El empoderamiento de las jóvenes se hace tan necesario como en el conjunto de las mujeres aunque éllas partan de condiciones más favorables por la formación recibida y el conocimiento. Si comparamos el peso que tienen las parlamentarias con relación a los parlamentarios, entre las menores de 31 años y las de 31 y más años, apenas se aprecian diferencias: las parlamentarias mayores de 31 años tienen siete décimas menos en peso porcentual que las jóvenes. De esa diferencia no se pueden extraer conclusiones sobre la tendencia a la estabilidad o incremento de las parlamentarias más jóvenes en próximos comicios generales pues se parte de cifras absolutas muy bajas (4). Las diferencias más significativas se encuentran en el análisis por género de la composición de los Grupos parlamentarios, destacando el Grupo Socialista y CiU en los que se cumple el principio de la paridad: no más de un 60 ni menos de un 40% de ninguno de los sexos. El PSOE cuenta con un 58,6% de hombres y un 41,4% de mujeres y CiU exactamente 40 - 60%. El Grupo Mixto tiene una proporción muy alta de mujeres, lo que tiene un elevado significado en términos de grupo dados los cambios que se pueden producir de una legislatura a otra en la composición del mismo. Pero es importante observar como los pequeños partidos con implantación regional están presentando como cabezas de lista a mujeres. En el Senado, dado el sistema de listas y el sistema de representación, se produce un resultado menos acorde con la reforma de la Ley Electoral y la Ley de Igualdad con relación a la paridad. Es una Cámara que está muy masculinizada, hasta el punto de que las senadoras representan un 28,8% de todo el conjunto, cifra que está muy lejos de ese 40% mínimo establecido para el cumplimiento de la paridad. Si bien es significativo, que de los cuatro componentes menores de 31 años, tres son senadoras y el restante es un senador. Teniendo en cuenta que la población entre 18 y 31 años supone en torno a un 15% del total, se puede afirmar que la población joven está escasamente representada con ese 1,6% con que cuentan en el Senado. Se puede pensar que los jóvenes en mayor mediada que las jóvenes, desde el punto de vista cronológico, tienen más obstáculos para participar en política en el Senado que en el Congreso dada la media de edad en ambas

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Cámaras. En el Congreso las medias se sitúan en 50,7 años para los diputados y 48,2 años para las diputadas. En el Senado, 59,8 años de media los senadores y 47 años las senadoras. El problema para avanzar en la equidad de género y juventud, en la composición de la Cámara Alta, es el escaso juego de reparto político en la presentación de candidatos y candidatas por circunscripción electoral. Participación en el Poder Local En las pasadas elecciones municipales, según un estudio de la FEMP, se ha producido un incremento paulatino de la edad media de los concejales. Se justifica por la necesidad de contar con perfiles de personas de una mayor experiencia, y es reflejo del envejecimiento de sociedad. A pesar de este envejecimiento en la edad media de los electos que se sitúa entre 44 y 45 años, los y las representantes locales tienen una edad media inferior a los parlamentarios y parlamentarias mencionada anteriormente. Las concejalas son más jóvenes que los concejales: 41,9 años frente a 45,7, diferencias se mantienen con independencia del tamaño del territorio (las concejalas son más jóvenes). En el mismo informe de la FMP aseguran que, en el medio rural la representación local refleja, de manera atenuada, el envejecimiento de la población, pero también se da una proporción mayor de concejales de menos de 30 años. En los pueblos, los jóvenes, sobre todo las mujeres jóvenes, dan un paso al frente para contribuir al progreso de la sociedad local. Desde nuestro punto de vista, los factores como la confianza y la proximidad junto a la mayor formación favorecen la participación política de estas mujeres y su empoderamiento. Sin duda, el efecto de la paridad en las listas electorales de los medianos y grandes municipios ha servido de palanca para modificar los perfiles de los y las representantes municipales como consecuencia de la incorporación de mayor número de mujeres. La disponibilidad a la participación de las más jóvenes, que cuentan con mayor autoestima, es mayor que la de sus madres (adultas). La paridad es un reto pendiente aún en gran parte de los Ayuntamientos y especialmente entre los menores de 31 años.

La participación económica La participación económica de las mujeres es fundamental para el desarrollo de los países por razones de equidad e igualdad, y para una gestión más eficiente del conocimiento y de los recursos. Dado que las mujeres en España cuentan con mayores niveles de formación, especialmente las más jóvenes, no se puede renunciar al talento de la mitad de su población si el objetivo es el crecimiento en el desarrollo económico, aunque la actual crisis pueda frenarlo de manera coyuntural. En España, la participación económica de las mujeres ha mejorado sustancialmente en las últimas décadas, pero estamos muy lejos de los países más avanzados. En el Índice de Brecha de Género 9, España se sitúa en el puesto 27, por detrás de Portugal y la mayoría de los países del Este de Europa. En Participación económica (empleo e igualdad salarial), nos situamos en el puesto 45. En Oportunidades económicas (calidad del empleo), estamos en el 34 (P.E.I.O. 2008-2011). La influencia del modelo de familia mayoritario e imperante hasta la actualidad, en que se van asentando nuevos modelos familiares, soportado en la asignación de las tareas domésticas y de cuidados en exclusiva a las mujeres,

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ha producido un gran retraso en la participación laboral y económica de las mujeres, frente a los modelos imperantes en otros países socialmente más avanzados, que protegen de forma prioritaria los derechos de todas las personas sin distinción de sexos. La segregación laboral entre otras cuestiones propicia la generación de guetos de empleo y profesiones feminizadas que tienden a infravalorarse y por ello al deterioro de los salarios y las condiciones de esas profesiones y ofreciendo pocas expectativas y oportunidades de desarrollo de una carrera profesional. La igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres es un principio rector de las políticas europeas y del derecho comunitario y es parte de la Agenda Renovada de Lisboa y de la Estratégica Europea para el Empleo. Resultado de la aplicación de las Directivas comunitarias y de nuevas políticas más igualitarias, el empleo femenino ha crecido más que el masculino, tanto en España como en la UE. Las mujeres han sido las principales beneficiarias de la creación de empleo desde el lanzamiento de la Estrategia Europea de Empleo. Más de dos tercios de los empleos creados han sido ocupados por mujeres. La actividad femenina se ha situado en tasas del 50%, lo que ha supuesto un incremento de casi 10 puntos en los últimos siete años. En España, las mujeres afiliadas a la Seguridad Social representan el 41,3% del total de personas ocupadas, lo que supone un hito histórico en nuestro país. Dada la actual crisis económica, que puede afectar también a la actividad y el empleo femeninos, va a resultar difícil alcanzar los objetivos de la Agenda de Lisboa para 2010 que situaba la tasa de actividad femenina en un 60%. Nos encontramos a 10 puntos que necesitaríamos superar en dos años. Misión imposible para nuestro país y en las actuales circunstancias de retroceso económico. Los datos de actividad en la población joven (16 a 29 años) son mucho más favorables que los del conjunto de la población en edad de trabajar. Las tasas de actividad de los y las jóvenes se sitúan en valores del 71,2% para los varones y del 63,1% para las mujeres (Observatorio de Juventud, EPA, II trimestre 2008) Estas cifras, si no cambian con la tendencia recesiva, ponen de manifiesto que nos encontramos en el buen camino hacia la equidad de género, aunque el recorrido sea largo y tortuoso. La ocupación, es decir el empleo real, está mucho más segregado por sexo. Mientras que las tasas de ocupación masculina se sitúan en un 62,6%, las correspondientes a las mujeres se encuentran en un 44,07%, lo que supone una distancia de 18 puntos. Ello determina la capacidad económica y la autonomía de las mujeres generando una brecha de género muy importante. Los datos mejoran si comparamos esta misma variable en la población joven: la tasa de ocupación en los varones es de 59,5% y la de las mujeres del 51,6%. La brecha de género es menor en este grupo poblacional, con 8 puntos de diferencia entre ambos sexos. La tendencia es positiva y favorable en la comparativa de las mujeres jóvenes respecto al conjunto de mujeres ocupadas con siete puntos más de ocupación de las jóvenes. Observando las tasas de paro, las diferencias por edad son más importantes que las diferencias por género, aún manteniéndose la brecha de género en ambos casos. La distancia entre hombres y mujeres en la tasa de paro es de dos puntos a favor de las mujeres. En el conjunto de la población activa, los hombres tienen una tasa de paro del 10,32% y las mujeres del 12,66%. Entre

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la población menor de 30 años, la tasa de paro de los varones se sitúa en 16,4% y la correspondiente a las mujeres en un 18,2%. La variable paro es la más desfavorable por edad y sexo, lo que está claramente en contradicción con la mayor formación al acceder al mercado de trabajo de la población joven. Los datos corresponden al II y III trimestre 2008 de la EPA, donde los efectos de la crisis se han comenzado a notar pero todavía de manera poco acusada dadas las previsiones para los siguientes trimestres. Es importante destacar, una de las ocupaciones con régimen especial de adscripción o encuadramiento en la Seguridad Social, y su relación con un tipo de empleo feminizado e infravalorado social y económicamente como es el encuadrado en Empleados y Empleadas de Hogar (antiguo servicio doméstico) Es el empleo más feminizado, el 93,81% de los efectivos son mujeres. Es el amplio abanico de las empleadas de hogar que se ocupan de una buena parte del mantenimiento y los cuidados en los hogares y las familias supliendo, en muchos casos, una parte de los trabajos de las mujeres que salen a trabajar en otras ocupaciones. Este tipo de empleo no hace sino mantener el rol de género, aunque estén integradas en el mercado laboral y formarían parte de esa prolongación del trabajo reproductivo que no está puesto en valor. La desigualad salarial La propia Administración española reconoce que la segregación laboral existente implica la falta de reconocimiento y empoderamiento, del trabajo de las mujeres en el mercado laboral, lo que va unido a la falta de reconocimiento del trabajo familiar o doméstico. La brecha salarial es, asimismo, considerable. Según los datos de la Encuesta de Estructura Salarial, el salario bruto anual medio femenino es un 28,9% inferior al masculino. Las diferencias salariales de género persisten incluso en las actividades y ocupaciones feminizadas (PEIO). La persistencia de la brecha salarial se debe, en algún caso, a factores relacionados con la diferente posición que hombres y mujeres ocupan en el mercado de trabajo, atendiendo a factores tales como el tipo de ocupación, el sector de actividad, el tipo de contrato o el tipo de jornada, pero, fundamentalmente, a elementos que tienen que ver, directamente, con eso que llamamos “discriminación salarial” (PEIO). Algunas entidad internacional como el Foro Económico Mundial, que evalúa periódicamente la situación de los distintos países, advierte a España del retroceso detectado en el apartado sobre la brecha de género global en el informe de 2008. Indica que España ha perdido 7 plazas (anteriormente estaba en el puesto número 10, en el orden de mayor a menor grado de percepción de igualdad) lo que viene determinado en gran medida por la brecha salarial de género. Las posiciones más ventajosas a la igualdad están encabezadas por Noruega y los países nórdicos. Como objetivo para avanzar en la igualdad de género desde las políticas públicas se reconoce que, hay que ir más allá del tradicional modelo de igualdad en masculino (la igualdad en la participación en el mercado laboral) para proponer un modelo alternativo de igualdad en femenino que parte de la premisa de que la prioridad está en los estándares de vida de las personas de todas las edades. Esto significa que la estructura social y económica se debe adecuar progresivamente a las necesidades humanas, de manera que hombres y mujeres puedan asumir en condiciones equitativas el trabajo

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doméstico y de cuidados. Lo anterior implica entender la flexibilidad en el sentido positivo, es decir, que las personas tengan capacidad de decisión, de manera que la organización del trabajo y los horarios se adapten a las necesidades sociales y no sólo de las empresas. La progresiva implantación de los Planes de igualdad en las empresas va a permitir elaborar diagnósticos objetivos sobre la inequidad de género de cada una de las empresas y establecer las medidas correctoras a través de planes específicos, temporalizados y evaluables. En los diagnósticos se podrá analizar la estructura por edad y género en todas las áreas y ámbitos de la organización empresarial con el objetivo de eliminar las desigualdades objetivas y subjetivas, abriendo también, procesos de superación del denominado “techo de cristal”. Procesos que han de estar inscritos en el área de la “responsabilidad social” de la empresa y en los que debe participar todos los recursos humanos (capital social) sin distinción de género y bajo el compromiso formal de la responsabilidad empresarial. Se ha de generar una nueva cultura empresarial de equidad y lucha contra la discriminación que ha de proyectarse en la sociedad. Para conseguirlo es imprescindible avanzar en un Pacto Social de Género que permita transformar la estructura social basada en un modelo de sociedad patriarcal dominante y sustentado en un modelo familiar que se reproduce por el efecto socializador que transmite y reproduce los roles productivo y reproductivo en función del género. El modelo patriarcal ya no responde a las necesidades de la sociedad globalizada del Siglo XXI.

Corresponsabilidad Para que se pueda dar una participación social igualitaria es preciso avanzar en un nuevo modo de construcción social, realmente democrático, que logre unas relaciones de poder diferentes, lo que exige establecer ese Nuevo Contrato Social de Género que pasa por la corresposabilidad social y su proyección en las familias, en el mundo de la economía y de la política y en todo el orden social. El Contrato Social de Género son un conjunto de pautas implícitas y explícitas que rigen las relaciones entre hombres y mujeres, según las cuales se atribuyen a unos y otras distintos trabajo y valor, responsabilidades y obligaciones. Esta situación se articula en tres niveles: la superestructura cultural (normas y valores de la sociedad), las instituciones (sistemas de protección de la familia, educativo y de empleo, etc.) y los procesos de socialización (sobre todo en el seno de la familia) Definición recogida por la Unión Europea. El Pacto Europeo por la Igualdad de Género fue aprobado, en marzo de 2006, por los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea. En su propia referencia ponen de manifiesto lo siguiente: “El Consejo Europeo destaca que ha llegado la hora de comprometerse firmemente, en el nivel europeo, a llevar a cabo políticas que fomenten el empleo de la mujer y garanticen un mejor equilibrio entre vida y trabajo”. Este nuevo pacto forma parte de un proceso de pactos y acuerdos que se inició con el Pacto Europeo para la Juventud, acordado en marzo de 2005. Que tiene por objeto mejorar la educación, la formación, la movilidad, la inserción profesional y la inclusión social de los y las jóvenes europeos y facilite la conciliación entre la actividad profesional, la vida personal y la vida familiar.

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En ambos casos, los compromisos se dirigen a la conciliación de la vida familiar, personal y laboral, siendo de mayor alcance el Pacto por la igualdad de Género por la dimensión poblacional, se dirige a toda la población de ambos sexos incluidos los y las jóvenes, y ambos son complementarios. En este sentido es en el que se plantea el concepto de corresponsabilidad social, económica, profesional, política y personal, y sobre esta base o principio han de elaborarse todas las políticas y actuaciones públicas dirigidas a la ciudadanía. El Contrato Social y la corresponsabilidad Partiendo de la necesidad de hacer una revisión de los modelos de sociedad vigentes hasta ahora. Se trata de que hombres y mujeres compartan los espacios tanto públicos como privados y los recursos disponibles teniendo en cuenta la aportación económica donada e invisibilizada de las mujeres a las familias y, por tanto a la sociedad. Ello conlleva, el poder compartir las responsabilidades y la toma de decisiones en todos los ámbitos. La clave de la estrategia de género en este ámbito es la idea de corresponsabilidad social. Corresponsabilidad, cuyo significado va más allá de aumentar la implicación de las personas, especialmente los hombres, para extenderse a otros agentes sociales e instancias públicas y privadas (PEIO2008-2011). Las empresas, y los trabajadores varones, tienen resistencias a considerar la conciliación desde la perspectiva de la igualdad de oportunidades porque culturalmente se venía entendiendo como una cosa de mujeres, acotándolo a las que participan activamente en el mercado laboral. Las medidas de conciliación, a veces, se orientan a mejorar la gestión empresarial sin que realmente faciliten la autonomía y satisfacción personal o la motivación para el trabajo de las trabajadoras y trabajadores afectados. Todavía existe una parte del empresariado que no entiende y valora que la conciliación y la corresponsabilidad social empresarial mejora el clima laboral y uno de cuyos efectos es el incremento la productividad empresarial. Conviene señalar, la importancia que en este ámbito ha tenido la entrada en vigor de la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia, que da reconocimiento y apoyo económico a las personas cuidadoras (el 85% son mujeres) y la profesionalización del cuidado de dependientes, desvinculándolo del rol tradicional de las mujeres en el ámbito familiar. La ampliación del permiso de paternidad, permitiendo la suspensión del contrato de trabajo durante 13 días, ampliándolo progresivamente hasta un mes, a partir de 2013, LOIEMH (Ley de Igualdad) es un avance normativo que favorece la conciliación y corresponsabilidad. Pero, los datos de Seguridad Social indican que, de momento, no tiene una gran acogida por parte de los padres. La información oficial señala que el número de procesos gestionados, referidos a los permisos de paternidad, en los años 2007 y 2008, tras la aprobación de la Ley de Igualdad, 24-03-2007, la media mensual de permisos tramitados fue de 19.240, en 2007 y de 23.271 entre los meses de enero a septiembre de 2008, lo que ha supuesto un incremento de un 21%. Por otra parte, varios estudios de tipo cualitativo nos indican claramente que dentro de la cultura empresarial imperante no existe una sensibilidad favorable al acogimiento al permiso parental. La medida no se rechaza abiertamen-

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te porque es un derecho, pero no están excesivamente bien vistos los padres que hacen uso de ese derecho, ni por la parte empresarial ni por los propios compañeros de trabajo que se sienten perjudicados por la sobre carga de trabajo que supone la ausencia de un trabajador en la actividad del centro de trabajo. Por no mencionar otro tipo de justificaciones y argumentaciones más claramente sexistas como: los cuidados son de las mujeres y lo hacen mejor. Por otra parte, tienen interiorizado que el acogimiento al permiso puede tener incidencia en la promoción y en la carrera profesional. En el caso de los padres más jóvenes que están más sensibilizados con un modelo de familia más corresponsable y entienden y asumen una paternidad con las mismas obligaciones y beneficios de la cercanía a los hijos e hijas, junto a la cultura empresarial machista aparece el miedo a la no renovación de contratos y a la paralización o deterioro de la promoción profesional, correlativamente salarial. Es imprescindible que hombres y mujeres, organizaciones sociales, empresariales asuman la necesidad de organizar procesos de sensibilización sobre el acogimiento al permiso paternal y parental en el conjunto del mercado de trabajo y en cada una de las empresas y centros de trabajo. Esta tarea común es prioritaria y debe estar apoyada por las instituciones y administraciones, contando con la colaboración de las organizaciones sociales más especializadas como pueden ser las asociaciones de mujeres, las de hombres por la igualdad, las de jóvenes y todo tipo de asociaciones cívicas sensibles al género. La falta de corresponsabilidad familiar y social agrava la situación de las mujeres trabajadoras que, soportan la doble jornada con el consiguiente deterioro para su salud y la imposibilidad de promoción profesional. En el plano personal supone que carecen de tiempo para sus necesidades personales y experimentan un fuerte desequilibrio entre el trabajo y las demás actividades de la vida. Los distintos estudios sobre usos de los tiempos demuestran la inequidad de género en la medición de los tiempos según las distintas actividades habituales realizadas por las personas. Tras las recomendaciones de la Unión Europea sobre el reparto de responsabilidades domésticas (Consejo Europeo extraordinario de Luxemburgo en 1998, sobre empleo), se han desarrollado políticas, normativas y programas cuyo primer objetivo era la incorporación y mantenimiento de las personas (especialmente las mujeres) en el mercado de trabajo. Por ello, estas medidas se han basado en la idea de conciliación y se han dirigido fundamentalmente a las mujeres. Pero han contribuido, al dirigir las campañas sólo a la mitad de la población, a que la conciliación se considere como un problema que afecta exclusivamente de las mujeres. En esta línea, el Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades, aprobado por el Gobierno, plantea objetivos estratégicos dirigidos a impulsar cambios en varios ámbitos de intervención para: • Promover el desarrollo de un modelo de convivencia familiar y social más igualitaria. • Promover el desarrollo de un nuevo modelo de relaciones laborales y empleo de calidad que facilite la corresponsabilidad para la conciliación de la vida personal, familiar y laboral. • Fortalecer y desarrollar, plenamente, la red de servicios de atención y cuidado a menores y personas dependientes.

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• Propiciar un cambio en el diseño y funcionamiento de las infraestructuras urbanas dirigido a facilitar la conciliación de los diferentes tiempos de mujeres y hombres. De la participación y control por parte de todos los actores implicados, la ciudadanía, en las evaluaciones de las Políticas y Planes de Igualdad, para lo que hay que establecer los mecanismos adecuados, dependerá la eficacia y eficiencia de los mismos.

Instrumentos de participación Los Consejos de Participación en los que esté representada la ciudadanía y en concreto las mujeres pueden servir de instrumento de participación y control de las políticas y desarrollo de los planes de actuación. Pero la participación ha de ser tan viva, amplia, ágil y activa como sea necesaria. Los actuales consejos de participación, en muchos casos, cuentan con un elevado peso de la Administración en comparación con la representación de la sociedad civil organizada lo que dificulta el ejercicio de la participación. Los modelos de consejos más participativos son el Consejo de la Juventud y algunos Consejos de la Mujer de ámbito autonómico. Pero son organismos con ciertas limitaciones en cuanto a la estructura y sistema de representación. En algunos casos produce una excesiva politización como resultado de la composición del organismo. Por ejemplo, las grandes organizaciones, aunque representen a un sector limitado de ciudadanos y ciudadanas, se garantizan la permanencia en los consejos ya que tienen perfectamente organizada su propia red asociativa o partidista. En muchas ocasiones, trasladan al seno de los consejos la confrontación ideológica partidista. Si se quiere avanzar en una democracia más participativa, es preciso abrir un debate sobre los instrumentos y mecanismos de participación de la ciudadanía. Potenciar la creación de redes formales e informales puede favorecer la participación, la solidaridad social, el flujo de las informaciones y la capacidad de dar respuesta a las cuestiones que tienen que ver con la vida y los intereses de la ciudadanía. Los chicos y chicas de hoy están organizando sus propias redes en el espacio virtual sobre el que tienen un control individual y es un fenómeno que se está produciendo al margen de las políticas, de las administraciones y en gran parte de los casos de las organizaciones de tipo formal. El espacio virtual es muy fluido, permite establecer las propias reglas, organiza redes en función de los intereses de la persona que comparte con otras personas, puede interconectar redes tan ampliamente como se desee; fluye la información y el conocimiento; permite formar a las personas sin la limitación del espacio físico, que hasta hace poco tiempo parecía imprescindible y, fundamentalmente, permite la comunicación directa entre las personas para exponer, opinar y responder a todo tipo de cuestiones. Como conclusión, el espacio virtual puede servir, no sólo de instrumento, sino de ejemplo de un sistema de participación que favorece a un sistema democrático más participativo y de momento es un buen complemento del ejercicio formal de participación a través de la elección de representantes cada cuatro años. En este tema tienen mucho que aportar y enseñar las chicas y los chicos jóvenes al resto de la sociedad, con independencia del encuadre generacional.

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El acceso masivo, la uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación con equidad social, fomenta y favorece los procesos de socialización y participación y tienen una gran incidencia en la formación de creencias y valores cívicos y sociales. Referencias bibliográficas - Glosario de términos relativos a la Igualdad entre Mujeres y Hombres (Recopilación de la Unión Europea). - Sara Silveira. La dimensión de género y sus implicaciones en la relación entre juventud, trabajo y formación. Parte 4. - Aguinaga Roustan, Josune. Las desigualdades de género entre los y las jóvenes. INJUVE. 2005. - Aguinaga Roustan, Josune. El precio de un hijo: los dilemas de la maternidad en una sociedad desigual. Madrid. Debate. 2005. - Comas Arnau, Domingo. Las políticas de juventud en la España democrática. INJUVE. 2007. - Juventud y género: formación y opciones productivas. OIT. México.2001. - Mujer en Cifras. Instituto de la Mujer. - Hidalgo Vega, Álvaro (dir.) LA DISCRIMINACIÓN LABORAL DE LA MUJER: UNA DÉCADA A EXAMEN. Instituto de la Mujer, 2007. - MARTIN CRIADO, Enrique, 1993, Estrategias de juventud. Jóvenes, estudios, trabajos, clases sociales. Tesis Doctoral. Facultad de CC. Políticas y Sociología. Universidad Complutense de Madrid. - Datos y cifras. Curso escolar 2008/2009. Ministerio de Educación Política Social y Deporte. 2008. - Díaz-Aguado y Martín Seoane. Construcción de la igualdad y la prevención de la violencia contra la mujer desde la educación secundaria. Instituto de la Mujer. - Furman, W., Brown, B.B., y Feiring, C. (eds.) (1999). Contemporary perspectives on adolescent romantic relationships.Cambridge: University Press. - Plan Estratégico de igualdad de Oportunidades (2008 – 2011). Instituto de la Mujer. Ministerio de Igualdad. - Informe Foro Económico Mundial. 2008.

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documentos

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Lola Pérez Cariacedo. Periodista especialista en Género y Nuevas Tecnologías. Mujeres en Red.

Mujeres jóvenes y nuevas tecnologías. Nuevas actrices y herramientas para una vieja deuda

Las mujeres más jóvenes, fundamentalmente las de las sociedades occidentales y de entornos urbanos, conviven con las Nuevas Tecnologías de manera cotidiana y son usuarias y protagonistas de proyectos y acciones en Internet. Pero sin duda continúan existiendo desigualdades por cuestión de género en formación, acceso y usos de las principales herramientas lo que provoca que las mujeres no sean tenidas en cuenta para multitud de productos y contenidos, y que se perpetúen estereotipos sexistas y machistas en Internet y a través de la tecnología. Dos ejemplos de ello son los videojuegos, que chicas, pero sobre todo chicos, manejan durante la infancia y adolescencia, y la preocupante violencia de género que se reproduce a través de Internet y mediante las Nuevas Tecnologías. Pero un camino esperanzador se abre ante las mujeres más jóvenes que están logrando cerrar la brecha digital y toman parte activa en muchas acciones de reivindicación para lograr la igualdad en nuestras sociedades, en sus vidas, en sus espacios cotidianos pero también en la Red. A través de lo que conocemos como ciberfeminismo social muchas mujeres, y muchas de ellas muy jóvenes, se apoderan de la tecnología para crear redes y hacer del mundo virtual un espacio de solidaridad, justicia e igualdad entre géneros. Palabras clave: Mujeres, jóvenes, jóvenas, Género, Nuevas Tecnologías, TICs, Internet, Sociedad de la Información, feminismo, ciberfeminismo, tecnofobia, brecha digital, redes sociales, videojuegos, violencia de género. “ Fue otra joven mujer la primera en advertir al mundo moderno de que sus máquinas podían descontrolarse. No le hicieron caso en ese momento, desde luego. Era muy silenciosa, casi totalmente ausente.” Ceros + Unos. Sadie Plant. Citado en el informe e-women de la Federación de Mujeres Jóvenes

Logotipo de la campaña “Transformemos el uso de la tecnología: Nuevas tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) para terminar con la violencia contra las mujeres”

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Mujeres jóvenes y nuevas tecnologías Ni tan jóvenes ni tan nuevas Abordar la realidad de las mujeres jóvenes y su relación con las Nuevas Tecnologías implica dificultades a la hora de acotar los términos objeto de estudio. Por una parte, en las sociedades occidentales la franja de edad que abarca a la población joven se ha ampliado de una manera casi escandalosa. De esta manera, “jóvenes” de hasta 35 años disfrutan de supuestos beneficios (en trasporte, vivienda…) y asistimos a una infantilización de la edad adulta. La coyuntura social y económica no permite la plena emancipación de las personas jóvenes con lo que se llega a producir un efecto de dependencia y retraso de las decisiones vitales. Ello afecta de manera diferente y específica a las mujeres, lastradas por la desigualdad del mercado laboral, su más tardía incorporación al mundo del trabajo y los condicionamientos biológicos que están retrasando igualmente la decisión de la maternidad. La ONU considera jóvenes a la franja de edad de entre 14 y 24 años (1) mientras que en los datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) español lo que podríamos considerar como tal es a población de entre 16 y 24 años. Por su parte, el Observatorio de la e-igualdad de la Universidad Complutense (2), una de las instituciones de referencia en el análisis de la participación de las mujeres en la Sociedad de la Información, considera jóvenes a las mujeres de entre 16 y 34 años. En este artículo no seremos estrictas y ampliaremos la franja por debajo y por arriba para incluir a las jóvenas de 14 y no excluir a las que sobrepasan la treintena. Y es hora también de empujar al lenguaje siguiendo el espíritu de las expertas del grupo NOMBRA, la Comisión asesora sobre Lenguaje del Instituto de la Mujer, que defiende que “la lengua es un cuerpo vivo en evolución constante, siempre en tránsito, una lengua que no se modifica sólo la podemos encontrar entre las lenguas muertas”. Inspiradas por ello y aun a riesgo de ser blanco de furibundas críticas, de igual manera que lo fue la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído, cuando utilizó el término “miembras” para referirse a las mujeres miembro, en este trabajo utilizaremos de manera indistinta el término “jóvenas” y la perífrasis “mujeres jóvenes”.

(1)

En segundo lugar, la delimitación del concepto Nuevas Tecnologías supone, de igual manera, una complicación. Hemos incorporado a nuestro imaginario común y a nuestra vida cotidiana a las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, también llamadas TICs. Pero lo cierto es que no son tan nuevas y sirven para muchísimo más que para informarse y comunicarse.

Informe sobre la juventud mundial 2005: Tecnologías de la información y la comunicación http://www.un.org/esa/socdev/ unyin/spanish/wpayinformation. htm#WYR2005

El término de Nuevas Tecnologías se comenzó a utilizar para referirse a la revolución tecnológica impuesta por Internet y el correo electrónico. Estamos hablando de mediados de los 90 con lo que están muy lejos de considerarse nuevas y, en baremos de tecnología, todo se hace antiguo en un brevísimo período de tiempo.

(2)

http://es.wikipedia.org/

La wikipedia (3), la enciclopedia libre que existe gracias al esfuerzo colaborativo por crear una enciclopedia gratis, libre y accesible por todos y todas, recoge en su definición de Nuevas Tecnologías al “conjunto de servicios, redes, software y aparatos que tienen como fin la mejora de la calidad de vida de las personas dentro de un entorno, y que se integran a un sistema de

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http://www.e-igualdad.net/

(3)

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información interconectado y complementario.(…)”. Mientras que incluye como Tecnologías de Informática TI “a las que se encargan del diseño, desarrollo, fomento, mantenimiento y administración de la información por medio de sistemas informáticos, para información, comunicación o ambos. Esto incluye todos los sistemas informáticos no solamente las computadoras (…); también las redes de telecomunicaciones, telemática, los teléfonos celulares, la televisión, la radio, los periódicos digitales, faxes, dispositivos portátiles, etc”. Compartimos la tesis de las mujeres del colectivo DonesTech quienes no acotan ni delimitan el término, sino que partiendo del empuje de las cyberfeministas que proclaman las potencialidades emancipadores y transformadoras que las tecnologías de la información y la comunicación pueden obrar por las mujeres y la sociedad, optan “por cuestionar las concepciones hegemónicas y androcentristas de aquello que es tecnológico y aquello que no lo es” (4).

Relación de las mujeres con la tecnología ¿Jóvenes tecnófobas?

(4) Estudio Cualitativo CódigoLela/ DonesTech. Investigación sobre el acceso y uso de las tecnologías por parte de las mujeres en el estado español.

(5) Ada Lovelace (1815-1852). Matemática. Trabajó con Babbage en una máquina analítica. Su trabajo fue olvidado por muchos años, atribuyéndole exclusivamente un papel de transcriptora de las notas de Babbage. Este mismo invisibilizó su aportación al llamarla su “intérprete” aunque recientes investigaciones muestran la originalidad de su punto de vista sobre las instrucciones necesarias para el funcionamiento de la “máquina analítica”. En este momento se reconoce a Ada Byron como la primera persona en describir un lenguaje de programación de carácter general interpretando las ideas de Babbage, pero reconociéndosele la plena autoría y originalidad de sus aportaciones. Ada Byron es la madre de la programación informática.

Los primeros estudios feministas que analizan la relación de las mujeres con las tecnologías, a principios de los 70, son los que empiezan a aportar una crítica sobre la supuesta neutralidad de la tecnología y la ausencia de condicionantes de género. Anteriormente, se intentó explicar el alejamiento de las mujeres de la tecnología desde perspectivas esencialistas, que “razonan” la baja participación de las mujeres en el mundo tecnológico por causas biológicas que predeterminan las diferencias entre mujeres y hombres. Con los análisis feministas se explica la perspectiva constructivista que enfatiza la construcción social de las tecnologías como un dominio masculino y por lo tanto destaca las fuerzas sociales, en vez de las biológicas, como determinante de estas diferencias entre géneros. Por último, y en emergencia y desarrollo, se encuentra la perspectiva individualista, que se focaliza en las diferencias individuales entre las mujeres y encuentra las causas de su baja presencia de en el mundo tecnológico en cada contexto concreto e individual que forja la identidad de cada mujer, su desarrollo profesional y sus respuestas a las influencias del contexto. Tradicionalmente los estudios feministas han desarrollado la tesis de la pésima relación de las mujeres con las tecnologías basándose en la marginación de las mujeres de todo lo ha significado Poder a lo largo de la Historia. Y las tecnologías han sido y son herramientas indiscutibles de Poder. Mantener alejadas a las mujeres del saber y de los inventos ha sido, y aún es, una realidad. El padre de la razón pura, Immanuel Kant afirmó sin pudor “A una mujer con la cabeza llena de griego o que sostiene discusiones sobre mecánica, parece que no le hace falta más que una buena barba”. Aterrador resulta que el padre de Ada Byron, la mujer que describió un primitivo lenguaje de programación que puede considerarse como la base de la creación de las computadoras (5), el romántico Lord Byron, sostuviese que “Las mujeres deberían ocuparse en los quehaceres de su casa; se las debería alimentar y vestir bien, pero no mezclarlas en sociedad. También deberían estar instruidas en la religión, pero ignorarlo todo de la poesía y la política; no leer más que libros devotos y de cocina”.

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Por fortuna, nadie civilizado dice hoy cosas así y sólo unos pocos lo piensan, pero la realidad es que la socialización de niñas y mujeres les otorga unos roles que chocan, cuando no son incompatibles, con las habilidades del manejo y desarrollo de la tecnología. Y aunque luchemos contra ello, siguen existiendo trabajos femeninos y masculinos, y diferentes “habilidades” masculinas y femeninas condicionadas por la sociedad patriarcal. Y los datos son desoladores, ya que la proporción de mujeres diplomadas en el sector TIC ha disminuido en Europa, cayendo desde unas cifras ya ridículas de por sí (en informática pasó de un 28% en 1998 a un 22% en 2006). La proporción de mujeres que trabajan en empresas del sector TIC es también bastante bajo, llegando al 6% de Luxemburgo (6). Y es indiscutible que los condicionantes de género influyen, además de en la elección de estudios y en el desarrollo profesional, en los usos y costumbres de chicas y chicos en el mundo virtual. Entre las teorías feministas, por fortuna, existen múltiples ópticas, como la del feminismo liberal que trata la tecnología como neutra respecto el género, ya que sostiene que la masculinidad de las tecnologías se debe a que son fundamentalmente hombres quienes trabajan con ellas y quienes las enseñan y las estudian. Por ello, una de las preocupaciones principales del feminismo liberal es documentar la ausencia y presencia de la mujer en la historia del desarrollo científico-tecnológico, explicar esta situación y proponer estrategias institucionales y educativas para una incorporación más plena de la mujer en estos campos. Pero otras perspectivas feministas sostienen que la tecnología está “generizada”, o sexuada, y que por lo tanto el género es inherente a la tecnología. Este sería el punto de partida de los planteamientos ecofeminista, radical e incluso socialista. Vivimos en la Sociedad de la Información lo que significa, según el Observatorio e-igualdad, un “nuevo paradigma social basado en el uso generalizado, intensivo y extensivo de las TIC”. Esto implica un modelo basado en la tecnología para su desarrollo económico, político y social, y una ciudadanía abocada a manejar las habilidades tecnológicas para su propio desarrollo personal y social. Y el género es, sin duda, un condicionante de ese desarrollo y participación. Brecha digital de género De tan recurrente y usado, el concepto brecha digital parece ser la excusa y razón que explica una realidad ante la que parece que habría que resignarse. Pero el género es uno de los condicionantes fundamentales que inciden en esa brecha configurando un análisis específico común a todas las sociedades, urbanas o rurales, del mundo en desarrollo o de las sociedades occidentales, del Norte o del Sur… Entre los factores que inciden en la brecha digital de género en las sociedades más desarrolladas habría que destacar:

(6) http://europa.eu/rapid/pressReleasesAction.do?reference=IP/0 7/305&format=PDF&aged=0&la nguage=ES&quiLanguage=en

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1.- Menor incorporación de las mujeres al mundo del trabajo y puestos de inferior categoría: El trabajo sigue siendo el vínculo más fuerte de las mujeres a las Nuevas Tecnologías aunque el uso desde el hogar o los lugares públicos, como cibercafés o aulas públicas, son también espacios de acceso de las jóvenas. 2.- Menor tiempo libre: Las mujeres jóvenes siguen teniendo más responsabilidades que sus pares masculinos y por lo tanto menos tiempo para el

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Tabla 1. Diferencias en usos tiempo según grupo de edad y sexo. 2006 USOS DEL TIEMPO Necesidades personales Trabajo doméstico

18 a 29 años

30 a 44 ños

45 a 64 años

65 y más años

TOTAL

Mujeres

10h 28m

10h 12m

10h 24m

10h 47m

10h 27m

Hombres

10h 29m

10h 10m

10h 39m

11h 9m

10h 33m

Mujeres

3h 31m

6h 59m

6h 37m

6h 6m

5h 59m

Hombres

1h 23m

2h 22m

2h 38m

2h 358m

2h 20m

Mujeres

1h 48m

17m

12m

4m

31m

Hombres

1h 41m

21m

2m

3m

28m

Educación Mujeres

6h 59m

6h 55m

6h 53m

7h 45m

7h 7m

Hombres

8h 3m

7h 28m

8h 10m

10h 19m

8h 19m

Mujeres

3h 42m

3h 51m

2h 16m

11m

2h 31m

Hombres

4h 23m

6h 31m

4h 50m

15m

4h 28m

Tiempo libre

Trabajo remunerado

Usos del tiempo, estereotipos, valores y actitudes. Instituto de la Mujer. Estudio 101. 2007. http://www.migualdad.es/mujer/publicaciones/ docs/Usos%20del%20Tiempo%20Est%20101.pdf

ocio, lo que influye notablemente en las diferencias de acceso y uso entre chicas y chicos. (Tabla 1). 3.- Contenidos no dirigidos a las jóvenas: Internet es principalmente un ámbito de información y consumo, y la oferta de contenidos existente se orienta de forma mayoritaria a un público masculino; además cuando se hacen contenidos para mujeres suelen ser estereotipados. Y no podemos olvidar que en el ciberespacio se reproducen manifestaciones de la dominación de género. 4.- Entornos informáticos androcéntricos. Las imágenes machistas, el lenguaje sexista o los estereotipos de género son la tónica en los espacios de Internet lo que mantiene alejadas de ellos a las chicas. Las causas-efectos de la brecha digital de género se deben además a: - Diferencias en el acceso. No se deben tanto al acceso a las máquinas como a los factores mencionados anteriormente, es decir, no es tanto el no disponer de un ordenador sino el carecer de tiempo e incentivos para usarlo. - Podemos añadir otro factor, más sutil, relacionado con el espacio simbólico con el que cada persona se identifica en función de su sexo y generación. De hecho, en el hogar el espacio del ordenador tiene un carácter simbólico masculino y en el que la prioridad de uso es de los maridos e hijos varones frente a las mujeres. En espacios públicos como los cibercafés, la mayoría de los usuarios son chicos. - Diferente formación. Si bien en la educación básica el acceso a formación en Nuevas Tecnologías es común a chicas y chicos en niveles de educación superior, como hemos comprobado, los caminos se separan. La brecha digital de género y las teorías feministas que analizan el alejamiento de las mujeres de la Tecnología explican el estereotipo de la mujer tecnófoba. Y como todo estereotipo, basa su razón de ser en elementos de la realidad pero los aberra y caricaturiza. En mis talleres de Alfabetización Digital con mujeres adultas de barrios populares, es frecuente oir las expresiones “yo al ordenador sólo me acerco para quitarle el polvo” o “mi marido

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Gráfico 1. Uso de TICs por jóvenes (de 16 a 24 años). Fuente: Tecnologías de la información y comunicación en los hogares. Octubre 2008. INE.

y mis hijos no me dejan que lo toque porque seguro que lo estropeo”. Pero sin embargo son ellas quienes dominan muchas de las viejas tecnologías: ¿cuántos de esos maridos que no les permiten acercarse al ordenador se agarran a que no entienden la lavadora o el lavavajillas? Como afirma Gloria Bonder el problema no es tecnofobia sino ignorancia de los beneficios de la Tecnología. Pero sin duda, nuestras jóvenas desgarran esa imagen de mujer=tecnófoba. El abismo que abre la brecha digital de género se está cerrando en las sociedades occidentales, fundamentalmente en los entornos urbanos, gracias a la incorporación de las mujeres jóvenes a las Nuevas Tecnologías. En el acceso a Internet, existe una relación proporcional entre edad y tamaño de la brecha digital de género. De hecho, entre la población más joven (de entre 16 y 34 años

Tabla 2. Lugar de acceso a Internet EDAD LUGAR DE ACCESO

Mujeres

Hombres

16 a 34

Su vivienda

61,3

Otra vivienda

40,0

Centro de trabajo

39,3

Centro de estudios

23,5

Centro público

14,9

Cibecafé o similar

13,9

Otro lugar

2,5

Su vivienda

67,0

Otra vivienda

40,6

Centro de trabajo

36,3

Centro de estudios

22,4

Centro público

14,3

Cibercafé o similar

18,9

Otro lugar

2,5

Fuente: Observatorio e-igualdad (Universidad Complutense), explotación propia de la Encuesta TIC-H 2006 INE

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de edad) se detecta una ligera ventaja en la proporción de mujeres internautas sobre la de hombres, una tendencia que se produce en la mayoría de los países de la OCDE (7). (Datos de España Ver Gráfico 1). Con respecto al acceso, entre la población joven es más habitual acceder desde el centro de estudio, si bien con una tendencia ligeramente superior entre las chicas (23,5% de ellas, frente a 22,4% de ellos), mientras que los chicos acuden en mayor medida al cibercafé (19% ellos, 14% ellas), (tabla 2). Desde muchos ámbitos e instituciones se está trabajando por incorporar a las jóvenas en el proceso de expansión de las Tecnologías, se persigue un empoderamiento de las mujeres jóvenes tanto para la apropiación con objetivos sociales y reivindicativos, como los puramente comerciales y económicos. Entre los segundos, por empezar con lo más utilitarista y acabar con el arco iris de lo social, destaca el proyecto de la Unión Europea “Shadowing days” (8) (Días de sombra), una iniciativa para promocionar las carreras tecnológicas entre mujeres jóvenes que cuenta con el apoyo de cinco empresas líderes mundiales en el sector de las tecnologías de la información, ante el miedo a quedarse sin profesionales en un sector que supone el 5,3% del PIB de la Unión Europea y el 4% de sus empleos. De otro lado, desde el cyberfeminismo se ofrecen innumerables propuestas para el cambio social pasando por la apropiación de las mujeres de la tecnología e incentivando su uso para que Internet y el mundo virtual dejen de ser un reflejo de la sociedad machista y patriarcal, e impulsar con ello una transformación social, que más supone una revolución. Destacamos la campaña del Programa de Apoyo a las Redes de Mujeres de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (PARM APC) “Transformemos el uso de la tecnología: Nuevas tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) para terminar con la violencia contra las mujeres” (9). Con un logo impactante y osado, que ilustra la apertura de este artículo, esta iniciativa visibiliza la contribución de las mujeres al desarrollo de las tecnologías para generar un debate abierto sobre la manera en que las TIC se conectan con la violencia contra las mujeres para debatir e intercambiar estrategias, tácticas y soluciones, y encarar la violencia contra las mujeres en Internet.

(7) OECD (2007): ICTs and Gender. Working Parti on the Information Economy. OECE. Directorate for Science, Technology and Industry. Committee for Information, Computer and Communication Policy. 28 mar. (8) http://ec.europa.eu/itgirls (9) http://www.takebackthetech. net/wiki/tiki-index.php

Y es imprescindible para luchar contra la brecha digital popularizar los logros y contribuciones que las mujeres han hecho a los avances de la tecnología informática. Conocimiento de las realizaciones de mujeres como Ada Lovelace (o Byron, según si le otorgamos el apellido de su padre o el de su esposo), Betty Holberton, Radia Perlman y Jean Jennings Bartik ayuda a rectificar una imagen incompleta. La omnipresente condescendencia de los varones hacia las mujeres, junto al control económico que ellos ejercen, ha conducido a la marginalización de estas protagonistas y sus logros, por lo que su vindicación es una pelea moral por la justicia, la dignidad y el respeto.

Usos y disfrutes de las TICs Las “personas mayores” tienden, tendemos, a juzgar como potencialmente peligroso todo lo nuevo y más si no se controla. Ha pasado a lo largo de la Historia con multitud de cambios, modas o revoluciones: desde el rock´n roll hasta la minifalda. Y las tecnologías, las nuevas y las viejas, son una inagotable fuente de novedades, cambios, actualizaciones, lo que implica un gran desconocimiento o, cuando menos, desfase permanente para una gran parte de la población,

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jóvenes incluidos. Los medios de comunicación también se encargan de diseminar los riesgos de las Nuevas Tecnologías, insistiendo en su capacidad de adicción y aislamiento social. Como sostiene la investigación de la Universitat Oberta de Catalunya “¿Nuevas tecnologías de la información y la comunicación o nuevas tecnologías de relación? Niños, jóvenes y cultura digital” “La imagen del adolescente solitario, encerrado en su habitación, que rehuye cualquier relación social a cambio de sentarse ante el ordenador, es todavía una imagen poderosa en el imaginario colectivo”. Kristian Wilson, de la empresa Nintendo, sostiene alegremente que los videojuegos no afectan a los menores, y caricaturiza que ·”si Pacman nos hubiera afectado cuando éramos niños, ahora todos nos moveríamos por habitaciones oscuras, tragándonos pastillas mágicas y escuchando música electrónica repetitiva”. Pero huyendo tanto de frivolidades como de catastrofismos, lo que sí es cierto es que las Nuevas Tecnologías suponen un nuevo panorama de socialización. La ONU ofrece una visión optimista y esperanzadora de esta relación cuando en su informe de la Juventud mundial 2005, dedicado a las Tecnologías de la Información y la Comunicación, sostiene que gracias a las Nuevas Tecnologías “La dirección de la socialización puede invertirse, ya que las generaciones jóvenes enseñan a sus mayores a utilizar las nuevas tecnologías (…). Por lo tanto, la aparición de una cultura juvenil mundial impulsada por los medios de comunicación, que promueven dichas tecnologías, crea las condiciones para una socialización bidireccional entre las generaciones y puede invalidar la idea generalmente aceptada de que los jóvenes no son miembros de pleno derecho de la sociedad hasta que completan el proceso de socialización”. Y va más allá cuando defiende que los nuevos medios de difusión están pasando a ser componentes básicos del compromiso y el activismo cívicos de los jóvenes . ¿Es la ONU realista o imagina el mundo que desea, el mundo que deseamos? Lo que es incuestionable es que los movimientos feministas y de reivindicación de los derechos de las mujeres han usado las Nuevas Tecnologías como herramienta de coordinación, como arma para crear solidaridad y como instrumento para el cambio. Y en esos movimientos también hay muchas mujeres jóvenes. Como afirma la feminista, ingeniera informática y también joven (aunque menos). Lourdes Muñoz, Internet es un espacio genuinamente femenino, ideal para las mujeres porque todos los nodos son iguales, no hay jerarquías y cualquiera, sea hombre o mujer, puede generar y difundir información de igual forma, la capacidad dependerá más de una buena estrategia y conocimiento de la red que de la potencia en el mundo no virtual. Ciberfeminismo social Y esa estrategia y conocimiento de la red por la que aboga Lourdes Muñoz es la principal arma para cerrar la brecha digital de género. La participación en Internet y el uso por parte de las mujeres de las herramientas que brindan las Nuevas Tecnologías son la clave para revertir la situación de desigualdad en el mundo virtual y un paso imprescindible para el empoderamiento de las mujeres. Observamos esperanzadas cómo las jóvenes lo están haciendo, están siendo usuarias activas cuando no protagonistas rebeldes. Como reza el eslogan de la campaña de la APC “Dominemos la Tecnología”, apropiémonos

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las mujeres, y sobre todo las jóvenas, de unos medios que todavía nos excluyen. El activismo de las mujeres en Internet y a través de la Tecnología implica una multiplicidad de pensamientos, manifestaciones, acciones y reacciones que se sitúan bajo el amplio paraguas común ciberfeminista. Nancy Paterson sostiene que el ciberfeminismo como filosofía tiene el poder para crear una poética, pasión, identidad política y unidad sin caer en una lógica y un lenguaje de exclusión o apropiación. Y el impulso vino de las contestatarias e insultantemente innovadoras, manifestaciones artísticas. Pero desde aquellos principios de los 90, de los que tenemos conocimiento gracias al trabajo de compilación de Montserrat Boix, el ciberfeminismo ha ido tomando banderas y configurando un movimiento de gran calado social que ella define como Ciberfeminismo social: “Mientras a principios de los 90 las componentes de VNS Matrix acuñando el término “ciberfeminismo” presentaban en Australia sus primeras instalaciones con formato electrónico -fotografía, sonido y video- y exploraban la construcción de marco social, identidad y sexualidad en el ciberespacio desenmascarando –decían- los mitos masculinos que pueden alejar a las mujeres de los dispositivos de alta tecnología y reivindicando la apropiación por parte de las mujeres de las “herramientas de dominación y control” (…), en Nueva York y Londres las organizaciones de defensa de los Derechos Humanos y grupos ecologistas y pacifistas empezaban a construir las primeras redes sociales en Internet a partir de “servidores alternativos” y un grupo de mujeres inició el diseño desde la perspectiva de género del uso estratégico de estas redes sociales electrónicas”.

Las redes electrónicas han ofrecido y ofrecen una nueva dimensión a la lucha feminista. “La red provee al ciberfeminismo de un vehículo crucialmente diferente que no es de ninguna manera comparable con las anteriores olas feministas”, señala Faith Wilding, (10) Y en esta nueva ola está incluida sin duda, aunque no haya sido medida, la presencia de muchas mujeres jóvenes. Las Dones Tech incluyen entre las hipótesis sobre las especificidades que han ayudado a la eclosión de actividades sobre mujeres y tecnologías “la numerosa participación de jóvenes feministas a los movimientos sociales y de lucha”.

(10) “Notas sobre la condición política del Ciberfeminismo” http://www.creatividadfeminista.org/articulos/ciber_artensamble.htm

Y aunque con menor implicación política y más como una herramienta de socialización, recientes estudios nos indican que la gran mayoría de las personas jóvenes utilizan las redes sociales, una de las últimas aplicaciones de lo que es más que Internet, la Web 2.0. Un estudio publicado en julio de 2008 por la Consultora Xperiencie, sin perspectiva de género y sin datos desagregados por géneros, desvela que el 83% de los jóvenes españoles utiliza las

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Gráfico 2 y 3. Tareas relacionadas con Internet, realizadas alguna vez, por tramos de edad. Fuente: Observatorio e-igualdad (Universidad Complutense), explotación propia de la Encuesta TIC-H 2006 INE.

redes sociales, fundamentalmente Fotolog, MySpace y Tuenti. El estudio refleja que lo que más les gusta de estar redes es la posibilidad de agrupar en una sola agenda todas sus amistades, estar informado de eventos y fiestas, ver fotos de amigos, compartir las propias y poder mantener el contacto con gente que no vive en su ciudad y con la que no pueden hablar a menudo. (Ver Gráficos 2 y 3). Ciberfeminismo y redes sociales, el reflejo político y el consumista, en el espejo de Internet que hace añicos el estereotipo de juventud aislada y autista.

Videojuegos Representaciones sexistas y roles de género Otra nueva tecnología de uso extendidísimo entre las más jóvenes, aunque como veremos no tanto como entre los chicos, son los videojuegos que, como afirma Ana de Miguel, si partimos de la infancia encontramos que la mayor fuente de acceso a la cultura del ordenador son los videojuegos, y está documentado que jugar con los ordenadores fomenta la autoconfianza en el uso de las máquinas y el afán de exploración, por ensayo y error, con las mismas. En España se realizó en 2004 una de las mayores investigaciones acerca de este tema (11), y lo que es más apreciable es que se trata de un estudio desde la perspectiva de género, que analiza tanto su uso por parte de las

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chicas como la imagen de las mujeres en ellos. “La diferencia sexual en el análisis de los videojuegos” dirigida por Enrique Javier Díez Gutiérrez y publicada por el C.I.D.E y el Instituto de la Mujer, concluye que “prácticamente todos los videojuegos analizados reproducen estereotipos sexistas, en mayor o menor medida”. Sostiene que están hechos por hombres y para los hombres, reforzando estereotipos y comportamientos masculinos dominantes e incluso, en ocasiones, con claras muestras de incitación al sexismo. Los juegos están pensados para un imaginario masculino, y responden a lo que desde la representación social serían los deseos, las afinidades y las aficiones de los varones. En los videojuegos que analizaron encontraron un claro predominio de los personajes o figuras masculinas (77%), frente a un escaso 16% de videojuegos en los que predomina la figura femenina. Esa es una de las razones que explica que son los chicos los que más juegan y que los videojuegos para ellos conllevan grandes componentes de competición y agresividad. Y las chicas juegan menos porque los contenidos no están pensados para ellas, y cuando lo están se basan en estereotipos machistas por lo que se centran en “intereses” como el maquillaje o la moda. La ya citada Gloria Bonder sostiene que las chicas tienden a percibir a las computadoras como una herramienta para lograr una meta determinada, mientras que los chicos las consideran un juguete para propósitos recreativos. Entre otras consecuencias, al parecer, ellos se sienten cómodos o entusiasmados con experimentar y empujar los limites tecnológicos mientras que ellas demandan juegos con contenidos interactivos y que requieran jugar en colaboración. En lo que se refiere a la imagen de las mujeres, el estudio acerca de los videojuegos sostiene que “ha sido tradicionalmente maltratada con ferocidad”. Sus modelos corporales son tendentes a la exageración, con idealizaciones de personajes sacados del cómic o hasta del cine porno, que tienden a mostrarse insinuantes o seductoras. No podemos resistirnos a enumerar los estereotipos de género respecto a la imagen de la mujer en los videojuegos que desglosa el estudio: a) El síndrome de Wonder Brag: La mayoría de las figuras femeninas que aparecen en los videojuegos más demandados llevan un sobrenatural Wonder Brag, semivestidas o, más bien semidesnudas, con exagerados pechos y trasero y unas curvas que traslucen un cuerpo escultural según los patrones masculinos. b) La eterna adolescente: Se recurre a la imagen adolescente, en ocasiones infantil, de la mujer con velada intención de transmitir inocencia y necesidad de protección.

(11) Destacable también la realizada por el Instituto Andaluz de la Mujer “Violencia y sexismo en los Videojuegos” http://www. juntadeandalucia.es/servicios/ publicaciones/detalle/41414. html

c) El síndrome king-kong: Un grupo de antropólogos, concluyeron que era imposible que el famoso simio cinematográfico pudiese tenerse en pie dada su estructura anatómica. El estudio acerca de los videojuegos sostiene que si realizáramos la prueba de King- Kong a la mayoría de las heroínas de los videojuegos con semejantes pechos, tan escasa cintura y esas esbeltas y estilizadas piernas, parecería que en cualquier momento estuvieran a punto de fracturarse por el punto medio. d) El patrón wasp: Los estereotipos de belleza que aparecen en los videojuegos más utilizados mantienen una preferencia generalizada por el patrón eurocéntrico de belleza (alta, blanca, rubia, delgada).

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e) El surgimiento de una nueva imagen andrógina: Hombres con rasgos femeninos difusos o mujeres con ciertos rasgos viriles, donde lo masculino se carga de la belleza suave de lo femenino y lo femenino por el contrario, asume una alta cuota de rudeza: es la respuesta a las criticas que han surgido sobre el exagerado sexismo que presentan buena parte de los videojuegos. En lo que se refiere a las acciones e interrelación de los personajes de los videojuegos, la mayoría de los personajes masculinos (63%) participan en acciones agresivas frente al 33% de personajes femeninos. Además, los hombres generalmente aparecen menos afectados por la violencia que las mujeres, bien porque son indiferentes a ella o porque no muestran ningún sentimiento al respecto. El 33% de las mujeres aparecen expresando sus sentimientos frente a un 11% de los hombres. Pero, lo que es contundente en opinión de las personas expertas que realizaron el estudio, son los estereotipos de rol de las mujeres que se aprecian en los videojuegos y que aparecen habitualmente en tres claves obviamente estereotipadas y estereotipantes: - Modelo masoquista: Mujeres pasivas y sumisas, que son victimas, que han de ser rescatadas, que van en segundo plano, que complementan al hombre, cuya función está al servicio del hombre, con una imagen frágil y dolorosa. Son pacientes y aguantan, pero viven y mueren en función de los hombres. - Modelo sádico: Mujeres que reproducen el arquetipo viril, se comportan como hombres pero con atributos físicos exagerados, recordad a Lara Croft... Incluso en estos casos, su función está al servicio de los hombres utilizando sus encantos. - Modelo barbie: Mujeres consumistas, superficiales, decorativas, centradas en la imagen y la apariencia. Reproduce los estereotipos más tradicionales sobre las mujeres y son los denominados videojuegos rosa que surgieron para atraer a las chicas al mercado de los videojuegos. Ana de Miguel, con respecto al modelo sádico en el que las mujeres han abandonado el modelo maternal y de los cuidados, aduce que incluso estas mujeres conservan una parte fundamental del viejo modelo femenino ya que aparecen hipersexualizadas, con un marcado atractivo sexual. Sostiene que “en este contexto parece que la igualdad sexual se decanta por lo que la filósofa Amelia Valcárcel teorizara provocadoramente como el ‘derecho al mal de las mujeres” y mantiene que sin duda algo de esto hay en el acceso de muchas jóvenes rebotadas que toman la palabra y la imagen en la red y se autodesignan como chicas malas, haciendo bueno el eslogan feminista de que “las chicas buenas van al cielo, las malas a todas partes”.

Viejas y nuevas violencias de género … también a través de las Nuevas Tecnologías Uno de los mayores retos que tenemos todos y todas, jóvenes y mayores, mujeres y hombres, al asomarnos al espejo de Internet es luchar contra los viejos estereotipos de género y lograr erradicar la violencia contra las mujeres en todos y cada uno de los espacios de nuestras vidas, en el mundo real pero también en el virtual.

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Con sabiduría y experiencia Remedios Zafra sostiene que “la violencia de género no precisa de viejos sistemas para producirse, el hábitat en que acontece se vale igual de la cocina de una casa que de una web de Internet” Y en ambos escenarios se dan las viejas violencias, pero además a través de las TICs se están produciendo nuevas violencias de género. El sexismo, el machismo, los estereotipos, la prostitución o la pornografía tienen también un amplio hueco en Internet donde además caben nuevos delitos como el voyeurismo digital y el ciberacoso sexual. Mª Assumpció Guasch Petit, Lorena Merino Peguero y Mª Jesús Querol Pascual repasan en su “Guía de recursos en línea sobre violencia machista. Modalidades de maltrato a través de las TIC y pautas de actuación”, una serie de nuevas violencias relacionadas con la violación del derecho a la privacidad y la vulneración del derecho a comunicarse. Y detallan los siguientes ejemplos: Ejemplos de agresiones al derecho a la privacidad: • Leer el correo de la mujer sin su consentimiento y acceder a sus archivos y documentos. • Asumir la identidad de la mujer para cometer delitos, obtener dinero y servirse de sus tarjetas de crédito o de sus cuentas. • Seguimiento de sus actividades por identificadores ocultos (spyware). • Recolectar fotografías y videos de sus viajes o próximos planes, de sus compras, de sus contactos, de su vida personal.... • Persuadir u obligar a la mujer a que desvele sus contraseñas y palabras clave o la obtención de éstas por medios técnicos diversos. • Acceder a la agenda de contactos del ordenador y de la PDA. Ejemplos de violaciones del derecho a comunicarse: • Envío de mensajes a la mujer por correo electrónico con contenido sexual, comentarios o insinuaciones sexuales no deseadas. La negación puede provocar un acoso adicional. • Publicación de información personal de la mujer, su nombre, datos personales, direcciones, en páginas públicas e incluso en algunas de contenido sexual o pornográfico. • Localizar espacios en los que participa la mujer, grupos de noticias, chats, foros... Para acosarla.

Actrices y protagonistas Sigue habiendo violencias, se reproduce el sexismo, pero la ciudadanía somos responsables de los mundos en los que estamos, de nuestras sociedades y también de lo que es y será Internet, de cómo y para qué usamos las Tecnologías, las Nuevas y también las viejas. Somos actrices y actores. Y los jóvenes y las jóvenas son protagonistas. Nunca jamás en la Historia, la gente joven había supuesto una parte tan importante de la población global. En 2007, los 1,2 mil millones de jóvenes de entre 15 y 24 años de edad suponían el 18% de la población mundial. Según el World Youth Report 2007, constituyen una parte esencial del pro-

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ceso de desarrollo en nuestras sociedades, no sólo por el tamaño de su población, sino también, y principalmente, por su nivel educativo, más alto que nunca. Aunque no hemos de olvidar que todavía queda un trabajo ingente para equiparar la educación de las niñas a la de los niños en muchos rincones del planeta. Las mujeres jóvenes sí han descubierto los beneficios de la tecnología, la usan para su formación, para su ocio, para su compromiso y militancias… y con su participación van arrancando las capas de sexismo y la discriminación que todavía perduran. Se están apoderando de ella, están dominándola, pero es tarea de todos y todas despejar de ese camino las piedras de la desigualdad para que chicos y chicas compartan un futuro en igualdad. Referencias bibliográficas - Los géneros de la red: los ciberfeminismos. Ana de Miguel y Montserrat Boix. http://www.mujeresenred.net/IMG/pdf/ciberfeminismo-demiguel-boix.pdf - Ceros+Unos. Mujeres digitales la nueva tecnocultura.. Sadie Plant 1998. Editorial Destino. - Estudio Cualitativo CódigoLela/DonesTech. Investigación sobre el acceso y uso de las tecnologías por parte de las mujeres en el estado español. http://www.donestech.net/ca/estudio_cualitativo_codigolela_donestech - Informe e-women. Federación de Mujeres Jóvenes. Se puede descargar en la página web de la Federación www.mujeresjovenes.org. - ¿Nuevas tecnologías de la información y la comunicación o nuevas tecnologías de relación? Niños, jóvenes y cultura digital. - GIL, Adriana; FELIU, Joel; RIVERO, Isabel; GIL, Eva Patrícia (2003) [artículo en línea]. UOC. http:// www.uoc.edu/dt/20347/index.html - Nuevas Tecnologías Y Jóvenes: - ¿Qué hacen los jóvenes en el ciberespacio? Pere Marquès Graells, 2004 XII Jornadas de Bibliotecas Infantiles, Juveniles y Escolares: Pero, ¿qué leen los adolescentes? Fundación Germán Sánchez Ruipérez. http://dewey.uab.es/pmarques/salamancagsr.htm - La diferencia sexual en el análisis de los videojuegos C.I.D.E e Instituto de la Mujer. Dirección Dr. D. Enrique Javier Díez Gutiérrez. http://www3.unileon.es/dp/ado/ENRIQUE/Documento/libro-videojuegos.pdf - La Era de la Información2 “El fin del patriarcado”. Manuel Castell. 2000 Alianza Editorial. - Globalización y Mujeres. Dolors Renal. Fundación Pablo Iglesias 2002. - Gender and ICTs for Development. A Global Sourcebook. Cummings S. J. R. (eds). Kit Publishers. - Estudio Mujer TIC, La Salle. 2007 Universidad Ramón Llull. - El derecho a la comunicación: un derecho emergente. María Paula Saffon. http://www.c3fes.net/ docs/derechocomunicacion.pdf - Nº 73 Revista de Juventud “Adolescencia y comportamiento de género”. - Junio 2006. 5. A la búsqueda de una habitación propia: comportamiento de género en el uso de internet y los chats en la adolescencia. Asunción Bernárdez Rodal. http://www.injuve.mtas.es/injuve/ contenidos.downloadatt.action?id=1616249399 - Ciencia, Tecnología y Feminismo Socialista Finales del S.XX. El sueño irónico de un lenguaje común para las mujeres en el circuito integrado. Donna Haraway. http://manifiestocyborg.blogspot.com/ - Guia de recursos en línia sobre violencia masclista. Modalitats de maltractament per mitjà de les TIC i pautes d´actuació http://www.gencat.net/icdones/docs/pub_manuals2.pdf - La transmisión del conocimiento feminista. Comunicación, todavía asignatura pendiente para el feminismo Por Montserrat Boix http://www.mujeresenred.net/article.php3?id_article=1133

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documentos

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Rosario Sampedro Gallego. Universidad de Valladolid

Cómo ser moderna y de pueblo a la vez: los discursos del arraigo y del desarraigo en las jóvenes rurales

El medio rural es hoy en día un escenario más del flujo global de capitales, personas e información propio del capitalismo informacional, que experimenta igualmente los procesos característicos de la tardomodernidad. En este contexto se analiza la situación en la que se encuentran las mujeres rurales, y especialmente las jóvenes, en relación con su integración laboral, y los discursos sobre el arraigo y el desarraigo que emergen al tratar de resolver el dilema que plantea “ser modernas y de pueblo” a la vez. Palabras clave: Jóvenes Rurales. Género. Identidad Rural. Arraigo rural. Mercados de Trabajo.

El título de este artículo se apropia, espero que con la amable compresión de su autora, de una frase de la profesora Cecilia Díaz Méndez, que sintetiza de forma brillante una de las principales líneas de investigación actual sobre juventud, género y medio rural. Señala Díaz Méndez que el medio rural es “una sociedad tradicional para mujeres modernas” de forma tal que el arraigo femenino se está construyendo desde un proceso de profunda redefinición de la identidad rural, que las jóvenes acometen para poder “ser modernas y de pueblo a la vez” (Díaz Méndez, 2005). El interés por la identidad y todos los procesos sociales que se construyen en torno a ella es una de las características de la sociología en estas sociedades de la “modernidad tardía”, de la globalización, del capitalismo informacional, de la fragmentación de las trayectorias laborales y la quiebra de los modelos que antaño marcaron los proyectos colectivos y las biografías individuales. Con todo, esos modelos siguen ocultando a través de estereotipos o relatos míticos de diverso tipo la visión de muchas realidades sociales. Quizá el medio rural sea uno de los espacios discursivos más propicios al espejismo que nos hace ver como real algo que existió, pero ya no existe. La construcción de nuevos relatos sobre la propia identidad, sobre lo que es ser rural, lo que es ser una mujer joven, o un hombre joven, y “de pueblo” es un terreno especialmente fecundo para el análisis sociológico en este momento. Como he señalado en otras partes, la sociología rural introduce la perspectiva de género en sus análisis de una forma un tanto forzada y ante una emergencia social, por así decirlo (Sampedro, 2006). El pensamiento feminista no casa especialmente con una disciplina que ha sostenido, de una forma más o menos explícita, el carácter “especial” de las sociedades rurales. Estas se articulaban supuestamente sobre una institución familiar y unos lazos comunitarios impermeables no ya a los conflictos de clase sino también, y muy especialmente, a los conflictos de género o generacionales. La guerra entre los sexos y el menoscabo de la familia -principios que el sentido común, y bastante del académico, atribuyen de forma caricaturesca al pensamiento

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feminista- no tenían lugar en el mundo rural. Y si lo tenían era por influencia urbana, por la “urbanización” del medio rural. Pero el proceso de masculinización rural comenzó a poner en evidencia lo poco atractivas que resultaban para muchas mujeres las idílicas instituciones familiares y comunitarias, y el carácter androcéntrico y patriarcal de los procesos de desarrollo que llevarían de una ruralidad campesina a una ruralidad plenamente moderna e integrada en la economía mercantil. La falta de mujeres, y sobre todo de mujeres jóvenes, se convertiría –aún lo es hoy en día- en el principal problema de desarrollo de muchas áreas rurales, dotadas, por otro lado, de todas las comodidades y gadgets propios de la modernidad (cómo expresa con una maravillosa sensibilidad la directora Icíar Bollaín en su película “Flores de otro Mundo”). El género aparece así como un nuevo elemento clave en la sostenibilidad social de las áreas rurales. Si la reflexión sobre las relaciones de género en el medio rural comienza hace tres décadas pensando por qué se van las mujeres, en este momento, la reflexión tiene que ver más bien con la pregunta de por qué se quedan las que se quedan. Es decir, es una interrogación sobre los procesos de arraigo y de identidad, y sobre las estrategias laborales, familiares y discursivas que están desplegando las mujeres jóvenes que deciden quedarse en el medio rural. En lo que sigue pretendo hacer esta reflexión, apoyándome en investigaciones recientes sobre la realidad de las mujeres que habitan el medio rural hoy. En primer lugar, abordaré aquellos datos y procesos que nos obligan a prescindir cada vez más del concepto de sociedades rurales, para empezar a hablar de “procesos sociales en el territorio”. En segundo lugar, describiré en qué situación se encuentran las mujeres, y especialmente las mujeres jóvenes, en relación a su integración laboral y la eficacia potencial de las estrategias que desde las políticas de desarrollo rural buscan “fijar” a las mujeres al territorio. En tercer lugar, presentaré algunos datos exploratorios –extraídos de una investigación de tipo cualitativo-, sobre la identidad y las actitudes de arraigo y desarraigo de las mujeres jóvenes respecto al medio rural en el que habitan. Por último plantearé cómo este conocimiento puede enriquecer e incorporarse a la intervención social que busca promover la igualdad de género en el medio rural.

1.- De las sociedades rurales a los procesos sociales en el territorio. ¿Cómo es la juventud rural? ¿Cuáles son sus expectativas? ¿Qué la diferencia de la juventud urbana? La respuesta más atinada a estas preguntas hoy por hoy sería “nada”. Las jóvenes y los jóvenes rurales son básicamente igual que las jóvenes y los jóvenes urbanos, tienen las mismas pautas de ocio, los mismos estilos de vida, comparten los mismos gustos y preocupaciones. Viven en entornos donde la calidad de vida hace ya tiempo que no es, en sentido negativo, un lastre; donde la movilidad que permiten los vehículos privados y la mejora de las comunicaciones hace que el acceso a los recursos sociales básicos (sanidad, educación, cultura) se haga con una relativa facilidad, y que las ofertas de ocio estén al alcance de la mano (Camarero, 2000). El estudio de González y Gómez Benito sobre Juventud Rural-2000, que actualizaba uno previo realizado en 1984, señalaba cómo los rasgos propios de la juventud rural se diluían, al desaparecer prácticamente la inserción laboral como ayudas familiares en las explotaciones agrarias y otros nego-

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cios de tipo familiar (González y Gómez Benito, 2002). El único rasgo que continúa haciendo diferente a la juventud rural es precisamente su extraordinaria diferencia interna por razón de género, en su relación con la actividad económica y los estudios. Según los datos de la Encuesta de Juventud Rural del año 2000 que manejan los autores, los chicos rurales presentan tasas de actividad notablemente mayores que sus coetáneos urbanos -75,2% frente a 51%-, una distancia que se modera notablemente en el caso de las chicas –53,6% frente 42,5%-, al tiempo que pervive un importante gap académico entre chicos y chicas rurales –la tasa de escolarización de las jóvenes rurales (35,7%) está mucho más próxima a la media nacional (44,6%), que la de los jóvenes rurales (23%) respecto a su media nacional (40 %)-. Es decir, las chicas en los pueblos prolongan sus estudios en una proporción notablemente mayor que sus compañeros varones, posponiendo así su ingreso en la vida laboral. Algo comprensible si tenemos en cuenta que si el hábitat influye en la tasa de actividad juvenil de una forma más clara en el caso de los varones, lo hace de una forma mucho mayor en el caso de las mujeres cuando nos fijamos en la ocupación: mientras la tasa de paro de las jóvenes urbanas era en esa fecha solo un tercio superior a la de sus coetáneos varones, la de las mujeres rurales multiplicaba por dos y medio la de los jóvenes rurales. Las diferencias cada vez menos marcadas entre juventud rural y urbana, no son si no la expresión de las fronteras cada vez más borrosas entre el mundo rural y el mundo urbano. A la desaparición de esas fronteras contribuye el hecho de vivir en una sociedad “itinerante”, en la que la movilidad es ya una parte esencial de la realidad de los pueblos españoles. El medio rural asiste a un verdadero trasiego de gente que viene y va, para trabajar, para descansar o divertirse, para estudiar, para veranear o invernar, durante la semana o el fin de semana, o en las vacaciones… Pueblos que se llenan o se vacían siguiendo el ritmo de la vida social. Trabajar fuera y volver al final de la jornada. Vivir en la ciudad y echar la jornada en el campo. Estudiar en la ciudad y volver el fin de semana, o a las fiestas, o en el verano. Trabajar en la ciudad y volver al cabo de los años porque tu chica o tu chico es del pueblo –o del pueblo de al lado- y surge la posibilidad de construir un proyecto laboral y de pareja “con base” en el pueblo o en la cabecera comarcal… Esta nueva realidad, producto de los procesos de reestructuración rural que vienen siendo estudiados desde los años ochenta, dejan obsoleta una concepción esencialista de lo que es ser rural o urbano (Camarero y Oliva, 2005). Ser “de pueblo” es una categoría que debe ser dotada de un nuevo contenido, ya que de pueblo son –o pueden considerarse a sí mismas- personas que pasan más tiempo fuera de él que dentro y viceversa… personas cuya vida cotidiana está tejida por el aquí y el allá, por la conexión espacio-temporal, familiar y vital entre los espacios rurales y los espacios urbanos. De ahí que comenzara este apartado diciendo que lo primero que tenemos que asumir es que los chicos y las chicas de pueblo son básicamente iguales y aspiran por tanto a las mismas cosas, que las chicas y los chicos de ciudad. De igual modo tenemos que acostumbrarnos a pensar que también son “de pueblo” los nuevos pobladores y pobladoras que han buscado en las periferias urbanas -periferias cada vez más alejadas de los espacios centrales- el tipo de vivienda que en la ciudad se vuelve inaccesible, aunque conserven su empleo en la ciudad y se desplacen cotidianamente a él; como también son de pueblo, las mujeres y hombres inmigrantes, jóvenes y

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menos jóvenes, que han venido a ocupar nichos de empleo rural tradicionalmente cubiertos por trabajo familiar no remunerado: agricultura, cuidado de personas dependientes, hostelería, o pequeño comercio. Las estadísticas, que son como cámaras de fotos que capturan el instante inmovilizando las imágenes, no nos ayudan demasiado a captar estas nuevas realidades, fácilmente perceptibles para quien pasee por cualquier pueblo de este país. Son estas realidades las que nos inclinan a estudiar “procesos sociales en el territorio” más que a perseguir vanamente a la “sociedad rural” y a sus presuntos integrantes. Y hablamos de procesos sociales en el territorio, porque lo que sí que es cierto es que hay una lógica social y territorial, vinculada cada vez más a la movilidad, que hace que las categorías “rural” y “urbano” sigan siendo pertinentes en el análisis sociológico y en concreto en la estructuración de las relaciones de género. Los discursos y las identidades, en definitiva, se despliegan siempre en el marco de la estructura social y en las posiciones que cada sujeto ocupa en él.

2. Masculinización rural, movilidad y mercados de trabajo. Cuando hablamos de mujeres rurales, y especialmente de mujeres jóvenes, hablamos siempre de un colectivo “ausente”. La masculinización sigue siendo un rasgo característico de la estructura demográfica de la inmensa mayoría de los asentamientos rurales, si bien este fenómeno responde en la actualidad no ya solo a la tradicional mayor emigración femenina, sino también a la afluencia de migrantes varones ocupados en sectores como la agricultura o la construcción (Camarero y Oliva, 2005). La juventud (entendiendo por tal a las personas que se encuentran entre los 15 y los 29 años) son una categoría más reducida y más masculinizada en el medio rural que en la población en su conjunto. Según datos de 2007, el número de mujeres por 100 varones en el medio rural, era de 93,3 en el grupo de edad 15-19 años, de 92,2 en el grupo de 20-24 años y de 90,4 en el grupo de 25-29 años. La media nacional para esos mismos grupos de edad es respectivamente de 94,5, 95,8 y 93,9 (1).

(1) Datos del Padrón de Habitantes 2007, considerando medio rural los municipios de menos de 10.000 habitantes.

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El fenómeno de la masculinización rural lleva siendo estudiado décadas, y se han barajado muchas explicaciones para dar cuenta de este “desarraigo” femenino: se ha hablado de la diferente estructura de los mercados de trabajo, y la obvia mayor oferta de empleos femeninos en las ciudades –vinculada a una economía mucho más terciarizada-, pero también de la supuesta mayor “atracción” de las mujeres por la bulliciosa y colorista vida urbana, y de su mayor inclinación hacia la formación y la educación, que las encamina hacia empleos poco accesibles en los pueblos. También se ha señalado cómo las formas tradicionales de transmisión del oficio y el patrimonio en la agricultura y otros negocios familiares priman la permanencia de los varones frente a las mujeres, y cómo, la desvalorización social de tales patrimonios, frente al modelo salarial urbano, convierte a los herederos en malos partidos en el mercado matrimonial. En “El Baile de los Solteros” Pierre Bourdieu retrata magistralmente cómo estos herederos se convierten en tristes guardianes del patrimonio familiar, incapaces de conseguir esposas que mantengan y den sostenibilidad social a los mismos (Bourdieu, 2004). Es precisamente la ausencia de mujeres jóvenes -y la soltería consiguiente de los varones rurales- el detonante de la indagación en las relaciones de géne-

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Tabla 1. Mujeres rurales ocupadas de 20-54 años. Estructura ocupacional 20-24

25-29

30-34

35-39

40-44

45-49

Trabajos profesionales o directivos

10,4

17,5

17,4

11,1

9,2

9,3

5,8

Trabajos administrativos

15,5

16,2

18,8

15,0

12,9

14,3

10,4

Trabajos en comercio / hostelería

23,1

21,4

20,0

19,8

24,2

17,5

13,1

Oficios

9,5

6,5

4,5

10,0

6,3

6,9

11,4

Trabajos industriales Trabajos no cualificados manuales o en el sector servicios Trabajos agrícolas Limpieza / servicio doméstico / cuidado de personas Otros

4,7

5,7

11,3

10,0

8,4

8,2

6,2

3,5

3,1

2,2

4,4

2,8

3,4

4,2

TOTAL

50-54

2,4

6,5

8,9

11,3

12,3

15,4

32,6

26,1

20,2

16,1

18,3

23,5

23,9

14,8

4,9

2,5

0,8

0,0

0,4

1,1

1,5

100%

100%

100%

100%

100%

100%

100%

Fuente: Encuesta Mujer Rural 2004. Tomado de L. Camarero (coord.) “El trabajo desvelado. Trayectorias ocupacionales de las mujeres rurales en España” Instituto de la Mujer, 2006, p.79

ro que sostienen la reproducción de la economía rural de base familiar. La perspectiva de género incorpora al análisis de la sociología rural el componente conflictivo y agencial de la vida social, y hace aflorar estrategias de “huida” y rechazo femenino a unos esquemas patriarcales que invisibilizan el trabajo de las mujeres y reducen sus ámbitos de influencia y decisión al estricto dominio de lo emocional y lo privado (algo acorde con los modelos patriarcales tradicionales) (Whatmore, 1991). Pero la agricultura ha reducido drásticamente su importancia como fuente de empleo de la población rural y el trabajo en el seno de negocios familiares representa hoy por hoy una parte muy limitada del mismo, que implica básicamente a población adulta y mayor ¿Cómo se reproducen las relaciones de género y la subordinación femenina en este nuevo escenario? La investigación reciente muestra algunas relaciones interesantes entre masculinización rural, movilidad y mercados de trabajo.

(2) Al situarnos en un espacio de flujos se nos quedan cortas las dimensiones que tradicionalmente se han utilizado para hacer tipologías de ruralidad (tamaño de la población y accesibilidad a los espacios urbanos). Necesitamos conceptos más sociológicos que incorporen al análisis la estructura social, y especialmente la movilidad. El concepto de “paisaje social” propuesto por Camarero y Oliva es una herramienta teórica y metodológica de enorme interés en este sentido (Oliva y Camarero, 2002).

Comencemos diciendo que la estructura de los mercados de trabajo rurales presenta en este momento tres características importantes que debemos tener en mente: la desagrarización, la glocalización y la movilidad. La desagrarización implica que el empleo masculino está polarizado en la construcción, la industria y los servicios de distinto tipo, y el empleo femenino por el sector servicios, fundamentalmente comercio, hostelería y servicios personales. En la Tabla 1 podemos observar la estructura de la ocupación femenina rural y la casi total terciarización del empleo juvenil. Con el término glocalización, me refiero a la forma en que el empleo disponible en un determinado entorno rural depende, tanto de los recursos locales y la capacidad social y política de las comunidades locales para ponerlos en valor –aspecto éste, enfatizado en las políticas de desarrollo rural que tratan de potenciar el carácter endógeno del desarrollo- como de y la posición que cada espacio rural tiene en los cada vez más complejos flujos de actividades, personas e información, en el marco general de la globalización y el capitalismo informacional (2). Quizá uno de los aspectos más evidentes de este proceso es el impacto que la deslocalización industrial tiene en aquellos núcleos rurales en los que las actividades manufactureras ocupan a un número considerable de personas.

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Tabla 2. Población ocupada de más de 16 años que trabaja en otro o varios municipios Tamaño de municipio Número de habitantes TOTAL Menos de 101 101 a 500

Total ocupados móviles

% mujeres móviles

% móviles menores de 35 años

41,5

31,3

41,2

51,6

66,5

71,0

51,7

57,5

66,8 63,4

% ocupados móviles

% varones móviles

6.141.804

37,6

11.657

55,5

133.236

53,4

501 a 1.000

146.471

52,2

52,7

51,1

1.001 a 2.000

259.425

50,6

52,2

47,3

58,9

2.001 a 5.000

565.953

48,0

50,6

42,9

54,3 49,8

5.001 a 10.000

623.422

45,8

48,6

40,7

10.001 a 20.000

832.510

44,9

48,1

39,2

47,8

20.001 a 50.000

1.057.587

44,2

47,3

39,0

46,5

50.001 a 100.000 100.001 a 500.000 Más de 500.000

719.019

41,7

45,7

35,3

44,0

1.213.640

31,7

35,9

25,3

35,4

578.884

19,8

24,0

14,3

21,2

Fuente: INE. Censo 2001. Tomado de J. Oliva (2007): “Movilidad laboral y estrategias de arraigo rural”, p.158.

En tercer lugar la movilidad: una parte muy relevante del empleo de la población rural ocupada está asociado a la movilidad, es decir un porcentaje muy significativo de la misma, trabaja fuera de su entorno local. La Tabla 2 muestra el volumen que la movilidad laboral alcanza en los municipios de menor entidad, la forma en que afecta a hombres y a mujeres, y cómo marca totalmente la realidad del empleo juvenil, sobre todo en los municipios más pequeños. (3) Los datos de la investigación están contenidos en el libro “El trabajo desvelado. Trayectorias ocupacionales de las mujeres rurales en España”, coordinado por Luis Camarero. En esta investigación se aplica una metodología específica de encuesta para captar el trabajo invisible de las mujeres rurales. Los resultados de la encuesta, realizada en el año 2004 a mujeres de entre 20 y 54 años, en municipios de menos de 10.000 habitantes, apuntan a que el nivel de ocupación de las mujeres es considerablemente mayor que el reflejado en las estadísticas oficiales, si bien su carácter precario le hace invisible, en ocasiones para las mismas mujeres (vid. Oliva y Camarero, 2005; Camarero y otros, 2006). En esta investigación la precariedad laboral está estimada a partir de dos indicadores: la extensión y continuidad en la actividad laboral y la cotización a la seguridad social. El texto está accesible en www.migualdad.es/mujer/ publicaciones/catalogo/estudios.htm

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Un análisis muy reciente del fenómeno de la masculinización rural en Castilla y León, una de las comunidades autónomas que presentan con mayor intensidad este fenómeno, muestra que la sobreemigración femenina se produce, sobre todo en los niveles educativos más bajos: es decir hombres y mujeres formados tienden a emigrar más, pero de forma similar, mientras que las mujeres con niveles de estudios más bajos emigran mucho más que sus homólogos varones (Camarero y Sampedro, 2008). Son estas mujeres las que parecen verse más “sobre-castigadas” por las características de los mercados de trabajo locales, y más impulsadas a abandonarlos. Si relacionamos género y movilidad laboral, y planteamos la hipótesis, bastante coherente, de que la movilidad no es un recurso al que tengan igual acceso hombres y mujeres, podemos deducir que las restricciones que las mujeres pueden experimentar en este sentido merman de una forma muy considerable su capacidad de acceso al empleo, limitando sus oportunidades al estricto entorno local. La relación entre ciclo vital, movilidad laboral y precariedad del empleo, nos aporta una pieza más en este puzzle, en el que se dibuja el paisaje que las jóvenes rurales perciben en lo relativo a sus oportunidades vitales (Camarero y otros, 2006). Los datos, extraídos de una encuesta a mujeres rurales realizada en 2004 (3), reflejan claramente cómo hay una tendencia que vincula la llegada de las mujeres a la edad de formación de las familias con la transformación de sus pautas de empleo: el empleo se hace más local, más familiar, y, lo que es verdaderamente relevante, más precario. Cabe señalar que las pérdidas que en oportunidades laborales implica la opción del arraigo es más acusada en términos relativos para las jóvenes con mayor formación.

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Un trabajo reciente de Díaz Méndez mostraba de una forma muy gráfica cómo las jóvenes rurales con un nivel educativo más limitado perciben claramente lo estrecho de sus oportunidades laborales. El recurso al autoempleo, a montar un negocio o a vincularse a los negocios ya mantenidos por la familia, cuando por circunstancias diversas se hace imposible el traslado diario o semanal para trabajar, es la única salida de quien quiere volver al pueblo, o seguir viviendo en él (Díaz Méndez, 2006). En definitiva, el género sigue jugando en contra de las mujeres, poniéndolas en una situación relativa de mayor vulnerabilidad social, situación que acaba por favorecer a su vez la precarización de las condiciones laborales (4). Parece claro que para las mujeres jóvenes que habitan el medio rural, el clásico dilema empleo –familia se plantea de una forma si cabe más cruda que para sus coetáneas urbanas, y ante este dilema las estrategias se diversifican y los discursos también. En la opción de irse o quedarse, o irse y volver, pesan sobremanera los factores ligados a la clase social, especialmente el capital cultural que se posee, las estrategias familiares que incentivan o desincentivan el arraigo, y en el caso de las mujeres jóvenes los proyectos ligados a la pareja y la formación de familias. Díaz Méndez señala que en el proceso de redefinición de su identidad que están acometiendo las jóvenes rurales juega un papel clave la “relectura” del familismo y el comunitarismo tradicional del medio rural, elementos que han jugado tradicionalmente en contra de la autonomía de las mujeres. La conversión de la familia- y de los negocios y empresas familiares- en “recurso”, más que en limitación, aparece como un elemento clave en este sentido, en la medida en que se convierte en la única oportunidad de una inserción laboral digna, frente a la fragilidad de los mercados de trabajo locales (Díaz Méndez, 2005). Por otro lado, las redes comunitarias tradicionales se utilizan como una vía para incrementar la participación y el protagonismo femenino en la comunidad, como muestra el acceso de las mujeres a la política local (Palenzuela, Cruces y Jordi, 2002).

(4) Los fenómenos de exclusión y vulnerabilidad social en el mundo rural aparecen cada vez más vinculados al envejecimiento y el aislamiento social y al diferente acceso a la movilidad de ciertos colectivos sociales (entre los que se encuentran personas ancianas, mujeres o población trabajadora de muy bajos ingresos). En relación con la movilidad, la no disponibilidad de medios de transporte privado o acceso al público, comienza a considerarse un indicador relevante de riesgo de marginación, en la línea de la reflexión desarrollada por Urry sobre la auto-movilidad (Urry, 2004).

El autoempleo femenino, y en general el acceso de las mujeres rurales al empresariado es uno de los elementos cuya ambigüedad aparece más marcada en este sentido. Por un lado éste se ha convertido en uno de los principios fundamentales de las políticas de desarrollo rural, que basándose en el concepto de “desarrollo endógeno”, llama a las mujeres a convertirse en emprendedoras, transformando aquellas actividades que se han realizado tradicionalmente de en el ámbito de la economía doméstica o informal en actividades profesionalizadas. El turismo rural es quizá el buque insignia de esta política, pero podríamos aludir también a la agroalimentación, la artesanía, la agricultura ecológica o los servicios de proximidad. Se trata, en definitiva, de “fijar” a las mujeres al territorio a través de iniciativas locales de empleo y transformar su tradicional papel subsidiario en los negocios de tipo familiar. Y si hay evidencias de que las mujeres están encontrando espacios de “empoderamiento” y redefinición de la propia identidad en este tipo de iniciativas (Díaz Méndez, 2005; Cruz Souza, 2006), otros trabajos apuntan a la reproducción de la dependencia, tanto dependencias institucionales (iniciativas empresariales tuteladas que acaban siendo una forma de subvención encubierta a la inactividad), como dependencias familiares. En esta última dirección se sitúan los trabajos que apuntan las dificultades que encuentran las empresarias rurales para ser “verdaderas” empresarias (Palenzuela, Cruces y Jordi, 2002) y la forma en que las mujeres acceden a los negocios

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familiares en el marco de lo que Díaz Méndez llamara trayectorias de absorción femenina y trayectorias femeninas de retorno (Díaz Méndez, 1995, 1998). Estas trayectorias tienen que ver con estrategias familiares que responden a la voluntad de dar continuidad a un patrimonio familiar, para lo cual se vuelve imprescindible el arraigo de las hijas, o la necesidad de cumplir el rol de cuidado y asistencia que se les presupone a los miembros femeninos de la familia. Las mujeres “empresarias” podrían estar jugando el desairado papel que en su momento les tocó jugar a los herederos varones, guardianes de la continuidad familiar y de un patrimonio crecientemente devaluado (Sampedro y Camarero, 2007). Todos estos procesos, que constituyen el trasfondo estructural sobre el que se construyen las identidades, se despliegan en cualquier caso en un momento en que ya no es posible hablar de unos valores y expectativas vitales diferentes de la juventud rural respecto a la urbana, y en el que la valoración social y el juego de identidades asociadas a lo rural ha cambiado drásticamente.

3.- Los discursos del arraigo y del desarraigo en las jóvenes rurales: las experiencias laborales como trasfondo. Comenzaba este texto parafraseando a Díaz Méndez, cuando ésta señalaba que el arraigo femenino se está construyendo desde un proceso de redefinición de lo rural, que las jóvenes acometen para poder “ser modernas y de pueblo a la vez”. Incorporamos así a los estudios de género el tema de la identidad rural, que se ha comenzado a trabajar desde la sociología y la psicología social (Cruz Souza, 2006), y que ya tiene una tradición en la literatura anglosajona desde el tópico del “idilio rural” (Little y Austin, 1996; Little, 1997; Hughes, 1997). Ha sido precisamente la literatura en torno al “idilio rural” la que ha llamado la atención sobre la posibilidad de que la nueva valoración que las sociedades de la modernidad tardía otorgan a lo rural (vinculado ahora cada vez menos a nociones como carencia, aislamiento, tosquedad, atraso, aburrimiento, y cada vez más a calidad de vida, naturaleza, autenticidad, identidad) venga asociada a nociones esencialistas que tienden a reproducir los roles de género más tradicionales. El mito del idilio rural –que es lo que en último término permite que “el ser de pueblo” o “el tener pueblo” comience a ser un activo en la identidad social de los sujetos- descansa en la representación de los pueblos como comunidades orgánicas en los que las relaciones humanas conservan el calor y la calidad que el anonimato urbano ha hecho desaparecer. Descansa también en la idea de una conexión privilegiada de la población rural con la naturaleza, con el tiempo cíclico y pausado, con las cosas “de verdad”. Y tales nociones casan muy bien con el mito de la identidad femenina vinculada de forma esencial al cuidado y a la reproducción de la vida (el ser nutricio, que encuentra su plenitud es ser garante de la vida física y emocional de los otros, más que en su propia autoafirmación). En definitiva viejas ideas escondidas en nuevas identidades postmodernas (Sampedro, 2008). Hemos observado cómo las mujeres que habitan el medio rural ven limitadas considerablemente sus oportunidades de integración laboral al llegar al momento crítico de la formación de familias. Podemos preguntarnos ahora, conocido ese contexto estructural, de qué forma las mujeres jóvenes están efectivamente reconstruyendo su identidad, para poder seguir siendo mujeres “de pueblo” y mujeres “de hoy”. Podemos interrogarnos sobre las repre-

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Los discursos del arraigo y del desarraigo

Arraigo afirmativo (El pueblo es un buen sitio para vivir)

Arraigo defensivo (El pueblo es un refugio frente a los peligros o incertidumbres del exterior)

Desarraigo resignado (Esto no es bueno, pero no me queda más remedio que estar aquí)

Arraigo instrumental (El pueblo es un medio para alcanzar un “estilo de vida” determinado)

Desarraigo indiferente (El pueblo es una forma de garantizar la supervivencia. Es sólo una estación de paso)

(5) Se trata de un proyecto I+D+i, financiado por la Junta de Castilla y León, con el título: “Trabajo invisible, arraigo femenino y masculinización rural en Castilla y León”. El proyecto se ha desarrollado entre 2005 y 2007, y el equipo de investigación ha estado formado por Rosario Sampedro, Luis Camarero y Ana Teresa López Pastor. (6) Este dato está sacado de la Encuesta de Juventud Rural del año 2000. La pregunta para medir el arraigo es “Si pudieras elegir, ¿te irías del pueblo o te quedarías?”. Los datos globales indican que un 30,4% de los varones se irían, frente a un 64,3% que se quedarían. En el caso de las mujeres, se irían un 38,8% y se quedarían un 56,1%. En la región del Duero, el desarraigo masculino llega al 38% y el femenino se dispara al 51%, superando al arraigo que es de un 44% (González y Gómez Benito, 2002, pp.21 y22). (7) Las once entrevistas en profundidad se han realizado a mujeres de entre 24 y 54 años con los siguientes perfiles: E1: 49 años, separada, tiene una hija, trabaja en animación sociocultural, vive en un pueblo de 2000 habitantes. E2: 24 años, soltera, vive con su padre, su madre y su hermano; con estudios de FP Grado Superior, trabaja de forma eventual en actividades de promoción turística. Vive en un pueblo de 160 habitantes. E3. 24 años, vive en pareja, ha montado su propio negocio de fotografía en un pueblo de 3100 habitantes. E4. 25 años, vive en pareja, trabaja como dependienta en una tien-

sentaciones sobre las que tejen sus trayectorias laborales y sus proyectos vitales. Para tratar de poner luz en este tema, voy a recurrir a una indagación exploratoria de tipo cualitativo, desarrollada en el marco de una investigación más amplia sobre la masculinización rural en Castilla y León (5). Castilla y León es una de las comunidades autónomas donde el envejecimiento y la masculinización de los espacios rurales aparece más marcado (Alario, 2004), y donde el desarraigo femenino juvenil sigue siendo más dramático, hasta el punto de ser la única región española donde el desarraigo supera al arraigo (6). A través de once relatos de mujeres, jóvenes y adultas, hemos tratado de perfilar los discursos del arraigo y del desarraigo. La selección de la muestra de entrevistadas responde a criterios estructurales, teniéndose en cuenta tanto la ocupación, la situación familiar y la estructura demográfica y ocupacional de los municipios de residencia de las entrevistadas. El resultado refleja una rica diversidad de situaciones, que se aleja de los tópicos esencialistas sobre quienes son las “verdaderas” mujeres rurales (7). En nuestro estudio utilizamos una noción de “arraigo” bastante cercana a la del lenguaje cotidiano: es el apego al pueblo en el que se está viviendo, la valoración de lo que supone vivir en él, y la proyección de esa actitud hacia el futuro. El desarraigo implica lo contrario. Obviamente, entre el arraigo y el desarraigo hay un continuum de actitudes y posiciones vitales que van desde la afirmación entusiasta de la propia identidad y de la vida rural hasta el rechazo abierto, pasando por la aceptación más o menos conformista o resignada de la propia situación. De nuestra indagación emergen tres tipos de discurso del arraigo, que podríamos denominar “arraigo afirmativo”, “arraigo defensivo” y “arraigo instrumental”. Y dos discursos del desarraigo, que hemos denominado “desarraigo resignado” y “desarraigo indiferente”. El discurso del arraigo afirmativo implica la afirmación entusiasta de la propia identidad y de la vida rural, se pone en valor lo positivo de ser “de pueblo” y de vivir en un pueblo al que se pertenece, bien por lazos familiares, o por elección. De nuestra investigación se desprende que el arraigo afirmativo se construye en torno a una nueva identidad rural, en la que es fundamental la idea de conectividad y movilidad (es decir, la posibilidad de alternar de forma fácil y

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estratégica el pueblo y la ciudad), pero también sobre el trasfondo de una situación laboral positiva que se asienta en capital formativo, por una parte, y capital social, en forma de una tupida y consistente red de apoyo familiar. Las mujeres más arraigadas, en definitiva, son las que se encuentran en una situación laboral que consideran óptima. El arraigo implica tanto la negación de estereotipos (no somos “rurales”, podemos hacer lo mismo que cualquiera que habite en una ciudad) como la afirmación de esa identidad (somos “de pueblo”). Esta doble lectura se presenta de una forma diáfana en el caso de las “hijas del pueblo”, que en su inmensa mayoría han tenido una experiencia de vida, estudio o trabajo en centros urbanos, y que disfrutan de una situación laboral considerada buena o equiparable a la que se pudiera disfrutar en una ciudad. El arraigo se construye aquí desde la conexión a los entornos urbanos (“aquí estamos a nada de la ciudad”), desde la valoración de lo local en cuanto a servicios (“aquí tenemos de todo”) y desde la devaluación de lo urbano (identificado con agobios, atascos, carestía, derroche de tiempo y dinero, falta de disfrute de la vida…). Hay que señalar que la conexión o cercanía a la gran ciudad no es tanto real y efectiva como potencial, es decir, las entrevistadas hacen ostentación de su movilidad: tienen coche propio y en cualquier momento pueden ir a la ciudad, aunque a la hora de la verdad esta posibilidad no se realice por el propio ritmo de trabajo, o en el caso de las mujeres ya adultas, por las exigencias de cuidado de los hijos e hijas. da de una capital de provincia. Vive en un pueblo de 2000 habitantes en el área de influencia de la ciudad. E5. 43 años, separada, tiene un hijo y una hija, copropietaria de una tienda de ropa en una capital de provincia, vive en un pueblo de 3.200 habitantes. en el área de influencia de la ciudad.E6. 36 años, casada, tiene un hijo y una hija, empresaria de turismo rural en un pueblo de 2.200 habitantes. E7. Soltera 29 años, vive con su padre y su madre, asalariada en una industria textil en una población de 6.200 habitantes. E8. 27 años, vive en pareja, maestra de primaria en un pueblo de 3.700 hab. E9 34 años, casada, tiene dos hijas, ama de casa, vive en una población de 7.500 habitantes. E10: 26 años, separada, una hija, inmigrante de Europa del Este, trabaja como auxiliar en una residencia de ancianos en un pueblo de 750 habitantes. E11. 54 años, casada, tiene dos hijos y una hija, es propietaria del bar de un pueblo de 440 habitantes.

El arraigo defensivo implica concebir el pueblo como un refugio frente a las incertidumbres y los peligros de la vida urbana, el pueblo es lo conocido, lo controlable y frente a él se piensa que, a pesar de algunas carencias, sobre todo en lo que se refiere a las oportunidades laborales, “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. El arraigo defensivo está ligado a situaciones en las que no existe un capital formativo o de otro tipo, que permita prescindir del apoyo que el patrimonio o las redes familiares y vecinales ofrecen en el pueblo.

(8) Este tipo de estrategias, propias de los nuevos residentes, han sido documentadas ampliamente (vid. por ejemplo Rivera, 2007).

El arraigo instrumental supone valorar el pueblo –del que no se forma realmente parte- como un instrumento o medio para conseguir determinadas metas, normalmente una forma o “estilo de vida” determinado. Este tipo de arraigo aparece vinculado en nuestra investigación a las nuevas residentes que conservan su empleo urbano. En este caso el arraigo no está unido a la identidad rural. Nos encontramos ante mujeres que valoran la vida en el pueblo pero no se consideran realmente parte de él (de hecho hablan constantemente de la “gente del pueblo”, frente a ego), aunque puedan aspirar a formar parte de la comunidad en el futuro. Nos encontramos ante estrategias que tratan de aprovechar lo mejor de dos mundos: la residencia rural, que permite disfrutar de un tipo de vivienda que sería inaccesible en la ciudad, y poner en práctica estilos de vida ligados al consumo de naturaleza que consolidan o mejoran el propio estatus social, y el empleo urbano, más acorde a las propias expectativas que el disponible en el entorno local (8). La población asentada recientemente en los pueblos suele pertenecer a clases profesionales de mediana edad, que vinculan la residencia rural a una etapa de consolidación de sus proyectos vitales y profesionales. Sin embargo, la degradación de los centros urbanos y la subida del precio de las viviendas en ellos hacen que nos encontremos también con nuevos y nuevas residentes más jóvenes, pertenecientes a clases obreras o medias bajas y que bus-

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can mantener el estatus adquirido con esfuerzo por sus familias en las épocas doradas del fordismo. Tanto el arraigo defensivo como el instrumental se apoyan en discursos que pueden volverse de desarraigo, cuando las condiciones laborales o de relación con el entorno son más difíciles. Cuando la actitud que hay tras el arraigo defensivo se convierte en resignación (“esto no es bueno, pero ya no puedo tener otra cosa, es tarde para mí”, o bien “esto no es bueno pero no me queda más remedio que estar aquí”) vemos como aparece una actitud que podemos calificar de desarraigo resignado, ya que si no se plantea un abandono del pueblo –que se ve como imposible-, sí que se hacen visibles los aspectos más oscuros de la vida en él. Lo que lo que puede suceder, respecto al arraigo instrumental, cuando lo que el pueblo ofrece no es ya una forma de vida, sino la simple posibilidad de sobrevivir. El pueblo es un mero medio de supervivencia, a la espera de conseguir algo mejor. Es una estación de paso, por lo que la relación que se establece con él es de indiferencia. Es el “desarraigo indiferente” en que puede colocar por ejemplo la condición de inmigrante, en el caso de nuestro estudio representada por una joven de Europa del Este, que trabaja en uno de los nichos de empleo en expansión en los pueblos: el cuidado de personas mayores. La indiferencia es también una actitud psicológica que permite soportar la desconfianza e incluso estigmatización que se ejerce por parte de la población autóctona, y que en el caso de las mujeres jóvenes, conlleva toda una serie de prejuicios de género que tienen que ver con la sexualidad (moralidad dudosa, intenciones de “pillar” a los “buenos partidos” del pueblo, etc.). El discurso del desarraigo pone el acento en la inexistencia de oportunidades laborales para las mujeres (“aquí no hay nada”), en la pobreza de relaciones sociales (“siempre se ve a la misma gente”, “esto está vacio”) y en la falta de actividades culturales y recreativas (“es del trabajo al bar, y no hay más”). El discurso del desarraigo hace hincapié no en el idilio rural, sino en el tedio rural (9). Arraigo/desarraigo y experiencia laboral. Con todas las precauciones que cabe tomar ante un estudio cualitativo de carácter exploratorio, podemos señalar una clara relación entre el arraigo y el desarraigo y las experiencias laborales. La percepción de las oportunidades laborales en el pueblo, y la jerarquía que se establece entre ellas en los relatos de las entrevistadas nos va dibujando un mapa laboral con unos contornos bastante definidos. Y son aquellas mujeres que se encuentran en la cúspide de esa jerarquía las que presentan unas actitudes de arraigo más definidas, convirtiéndose el arraigo afirmativo en mero arraigo defensivo, o incluso desarraigo, cuando la condiciones laborales empeoran o la situación familiar obliga a “estar” de ama de casa.

(9) La literatura anglosajona en torno al “idilio rural” (rural idyll) lo contrapone al “tedio rural” (rural dull).

El discurso del arraigo está más definido entre las jóvenes con una formación académica que les permite emplearse como asalariadas en servicios cualificados (sanidad, educación, administración), o ser protagonistas de iniciativas empresariales en la que el bagaje académico se convierte también en un activo importante. Es el caso, en nuestra investigación, de una joven maestra, una fotógrafa que ha abierto su propio negocio, o una joven que sueña con trabajar en iniciativas de desarrollo rural en las que poner en práctica sus recién terminados estudios de administración y contabilidad. De las entrevis-

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tas realizadas se desprende que las iniciativas empresariales que implican una verdadera profesionalización tienen tras de sí mujeres educadas y familias que apoyan estos proyectos (movilizando patrimonio, recursos económicos, contactos sociales y trabajo familiar) más allá de las ayudas institucionales destinadas a la promoción de este tipo de proyectos. En este sentido sí que encontramos una relectura del familismo y el comunitarismo tradicionales del medio rural, que tal y como señalaba Díaz Méndez, están siendo un elemento clave en la redefinición de lo rural. Los relatos de las emprendedoras entrevistadas en nuestro estudio nos hablan de la importancia que los recursos familiares tienen en la puesta en marcha y el éxito de tales iniciativas. Tras una emprendedora, en definitiva, hay una movilización importante de capital familiar, no solo económico sino social. Tras una emprendedora hay una familia emprendedora, algo que ya apuntábamos en trabajos anteriores (Sampedro y Camarero, 2007) pero también, a menudo, un capital cultural que permite a las mujeres profesionalizarse, mediante el control sobre el propio trabajo y el cultivo de aquellos aspectos más enriquecedores o gratificantes de la propia actividad. Arraigo rural y estrategias familiares: nuevas identidades femeninas ¿nuevas identidades masculinas? De los relatos de las mujeres entrevistadas se desprende que un elemento fundamental en el arraigo son las estrategias ligadas a la elección de pareja y la construcción del propio proyecto de relación emocional y familiar. Parece cómo si a las tradicionales estrategias familiares de absorción o de retorno, a las que nos hemos referido anteriormente, y que claramente siguen estando activas en muchos casos, se unieran ahora unas estrategias que tienen que ver más con los vínculos urbano-rurales, establecidos por las generaciones de los padres, que facilitan la formación de parejas en las que las jóvenes acaban adecuando sus propios proyectos vitales y laborales a los de sus compañeros. Una razón de peso para estar aquí es que “mi novio, marido o compañero están aquí”. Y esa relación se establece porque los vínculos con el pueblo nunca se han interrumpido, de forma tal que “de aquí es mi compañero” o “aquí conocí a mi compañero, que es del pueblo de al lado”. La formación de estas parejas no se debe únicamente a que dejar el pueblo, -ya sea en familia, o individualmente- no supone la interrupción de los vínculos que se mantienen con él. También se ha producido un cambio en los perfiles laborales y los estilos de vida de los jóvenes rurales varones, capaces de hacerlos atractivos como parejas a mujeres con un nivel educativo con frecuencia superior al suyo. Frente al agricultor, el joven que trabaja en hostelería, construcción, transporte o seguridad, y que mantiene unas pautas de ocio y unos estilos de vida muy similares, si no idénticos a los jóvenes urbanos, se convierten en un compañero atractivo con el que es posible elaborar esas nuevas “identidades” a las que nos estamos refiriendo. Nos encontramos así con parejas rurales en las que es posible experimentar estilos de vida diferentes, en los que el disfrute de la naturaleza, la práctica del deporte, las “escapadas” a la ciudad, los viajes al extranjero o la trasgresión de las normas morales tradicionales, como el hecho de vivir juntos sin casarse… constituyen la punta de lanza de ese proyecto de “ser modernas y de pueblo a la vez”. Está claro que uno de los terrenos que los estudios de género deben acometer sin más tardanza es el de la indagación en el estudio de las masculinidades en el ámbito rural.

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Jóvenes versus adultas: ¿nuevas identidades, viejas estrategias? Dado que la franja de edad que se ha tenido en cuenta en el estudio no es muy amplia (24-54 años) e integra a generaciones socializadas en un país plenamente insertado en la modernidad, las diferencias que introduce la edad en los discursos puede relacionarse, más que con factores propiamente generacionales, con lo relativo a las clases de edad y a las etapas vitales asociadas a ellas. Tenemos como referente por tanto, las circunstancias vitales que condicionan la transición plena a la vida adulta (autonomía económica, residencial y familiar), transición que se trastoca drásticamente en la era postfordista, y tiende a alargarse considerablemente. De las once mujeres entrevistadas seis son jóvenes (24-29 años) que se encuentran insertas en el mercado de trabajo en circunstancias bien diferentes, sin que la mayoría de ellas, salvo una excepción, hayan adquirido aún las responsabilidades propias de la maternidad. Hay que señalar que más que la edad, son las experiencias laborales, las que están marcando la orientación de los discursos hacia el arraigo o el desarraigo. El discurso de las mujeres adultas expresa más que valores diferentes, circunstancias vitales distintas, marcadas, como hemos dicho, por las responsabilidades familiares –ya sean estas las propias de la maternidad o las que tienen que ver con el cuidado de los mayores-, y por la conciencia de no ser posible, en muchos casos, una vuelta atrás respecto a las decisiones tomadas en la juventud. De este contraste jóvenes-adultas, merece la pena resaltar cómo las nuevas identidades que aparecen diáfanas en los discursos juveniles, contrastan con unas pautas de género bastante tradicionales en lo relativo a la división del trabajo en el seno de las parejas en los relatos de las mujeres adultas. Estas pautas se concretan en básicamente en la movilidad laboral masculina frente a la inmovilidad femenina, y en la subordinación de lo laboral a lo familiar en las mujeres, frente al predominio de los proyectos laborales en los hombres. Independientemente del nivel educativo de las mujeres, las entrevistadas, sin renunciar a su vida laboral, la adecuan a su vida familiar, a los trabajos o carreras profesionales de sus parejas y al cuidado de sus hijos e hijas. Tras la maternidad, la capacidad de movilidad se reduce, lo que conduce a construir y buscar en el entorno local las oportunidades laborales, o a posponer los propios proyectos hasta que pase lo más duro de la crianza.

4. Algunas reflexiones mirando hacia el desarrollo rural. Nuestra investigación en torno a los discursos del arraigo y el desarraigo en las jóvenes rurales apuntan a que la reconstrucción de la identidad rural es un proceso conflictivo y contradictorio cuando lo leemos desde la perspectiva de género. Si es cierto que muchas mujeres jóvenes están transformando lo que significa ser rural (o ser “de pueblo”) con la complicidad de sus parejas, y utilizando para ello instituciones que tradicionalmente han jugado en contra de la autonomía femenina (como el familismo o el comunitarismo rural), lo cierto es que los relatos de las mujeres adultas muestran que tienden a reproducirse las pautas de división sexual del trabajo una vez que las mujeres llegan al momento crítico de asumir responsabilidades familiares. Incorporar la perspectiva de género al desarrollo rural pasa por conocer y trabajar estas contradicciones, en un medio rural que es ya un escenario más del flujo global de capitales, personas e información propio del capitalismo

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informacional, y que experimenta igualmente los procesos característicos de la tardomodernidad. Uno de los retos a los que a menudo se enfrentan las personas que trabajan en intervención social en el campo de la igualdad de género en el medio rural es cómo utilizar a favor de las mujeres los elementos estructurales, simbólicos e ideológicos que refuerzan la identidad familiar y de la comunidad rural, sin por ello reproducir los estereotipos que perpetúan la desigualdad (Sampedro, 2008). De lo expuesto hasta aquí se desprende que algunos de los retos fundamentales en este sentido son el estudio de las condiciones de profesionalización de las empresarias rurales, la garantía del derecho a la movilidad de todas las mujeres y el avance hacia la conciliación de la vida laboral y familiar, concebida no como una tarea de las mujeres, sino como un derecho y un deber de las parejas humanas. Solo así el desarrollo rural, en cuanto intervención política e institucional sobre las poblaciones, puede hacerse cómplice de la construcción de esas nuevas identidades en la que están inmersas las jóvenes rurales. Referencias Bibliográficas - Alario, M. (coord.) (2004): “Las mujeres en el medio rural de Castilla y León” Valladolid: Consejo Económico y Social de Castilla y León. - Bourdieu, P. (2004). “El baile de los solteros”, Anagrama. - Camarero, L. (2000): “Jóvenes sobre la tierra y el asfalto. Los ocios de jóvenes rurales y urbanos” en Revista De Juventud, nº 50, pp. 63-83. Madrid: INJUVE. - Camarero, L. et al. (2005): “Emprendedoras rurales: de trabajadoras invisibles a sujetos pendientes”, Valencia: UNED-Centro Francisco Tomás y Valiente. - Camarero, L. y Oliva, J. (2004): “Las trabajadoras invisibles de las áreas rurales: un ejercicio estadístico de estimación” en Empiria, nº 7, pp. 159-182. - Camarero, L. y Oliva, J. (2005): “Los paisajes sociales de la ruralidad tardomoderna” en Atlas de la España Rural, Madrid, MAPA, pp. 426-435. - Camarero, L. y Sampedro, R (2008): “¿Por qué se van las mujeres? El continuum de movilidad como hipótesis explicativa de la masculinización rural.” Revista Española de Investigaciones Sociológicas, nº124, pp.73-105. - Camarero, L. et al. (2006): “El trabajo desvelado. Trayectorias ocupacionales de las mujeres rurales en España” Madrid: Instituto de la Mujer. - Cruz Souza, F. (2006): “Género, psicología y desarrollo rural: la construcción de nuevas identidades”. Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Serie Estudios nº 163. - Díaz Méndez, C. (1995): “Estrategias familiares y juventud rural”, Madrid. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Serie Estudios nº 134. - Díaz Méndez, C. (1998): “Modelos de inserción socio-laboral de las jóvenes rurales” en Papers, 54, 113128. - Díaz Méndez C. (2005): “Aproximaciones al arraigo y al desarraigo femenino en el medio rural: mujeres jóvenes en busca de una nueva identidad rural”, en Papers, 75, 63-84. - Díaz Méndez, C. (2006): “Familia, trabajo y territorio” Madrid. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Serie Estudios nº 161. - González, J.J. y Gómez Benito, C. (2002): “Juventud rural 2000”, Madrid: INJUVE. - Hughes, A. (1997) “Rurality and cultures of womanhood.” En P. Cloke y J. Little eds, Contested countryside cultures: otherness, marginalisation and rurality London. Routledge. - Little, J. (1997) “Employment marginality and women’s self-identity”. En: P. Cloke y J. Little eds, Contested countryside cultures: otherness, marginalisation and rurality London. Routledge.

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documentos

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Rosa Rodríguez Rodríguez. Profesora de Sociología de la UNED.

Mujeres jóvenes inmigrantes: otro “rostro” de la globalización

El objetivo de este artículo es analizar las características diferenciales por edad y género de los procesos migratorios de las mujeres jóvenes inmigrantes y la naturaleza de sus experiencias de vida. Teniendo en cuenta las variables de la sociedad y del mercado laboral español y los elementos que determinan el modelo migratorio de los países del Sur de Europa. Partiremos de una aproximación analítica al contexto estructural en el que se desarrollan las migraciones internacionales. Pues, muchas de las claves explicativas de las dinámicas causales y de los elementos definitorios de los flujos migratorios femeninos actuales, sólo pueden aprehenderse si indagamos en el contexto estructural regido por la globalización económica, cultural y tecnológica. Palabras clave: Globalización, feminización, procesos migratorios, motivaciones, riesgos, discriminación.

(1) Para un análisis de las variables desencadenantes y el contexto de surgimiento del actual modelo de economía global, Vid., en Cameron R., Neal, L. (2007). Historia Económica Mundial. Alianza Editorial, Madrid, pp.433, ss. (2) La recesión económica y la crisis financiera actualmente presentes en todo el mundo son una de sus manifestaciones más recientes y que por afectar también a los países del “Primer Mundo” están suscitando la atención/preocupación de múltiples actores sociales. Aunque ya autores como Joseph Stiglitz han planteado algunos de los efectos desvastadores que la globalización puede tener sobre todo para los países más pobres. Vid., Stiglitz , J. E. (2007). El malestar en la globalización. Santillana Ediciones Generales, Madrid. (3) Vid. Araujo, S. (2005). “Cartografías migratorias: migraciones internacionales en el marco de las relaciones Norte-Sur”, en VV.AA., La migración. Un camino entre el desarrollo y la cooperación. CIP-FUHEM, Madrid, pp.26-27.

I. Globalización y migraciones internacionales en el siglo XXI: la feminización de los flujos migratorios. El año 2001 marcó no sólo el comienzo del siglo XXI, sino también el final de la primera década de experiencia con una economía verdaderamente global. Desde el definitivo hundimiento de la Unión Soviética en 1991, casi todas las naciones del mundo han aceptado la necesidad de ajustar sus propias políticas y sus estructuras económicas a las experiencias del mercado global emergente (1). A partir de este momento, los que deciden las políticas de cada país, al margen de sus ideologías, han tenido que adaptarse a las fuerzas del mercado que se han extendido por toda la tierra. Los movimientos de cambio trajeron consigo las consecuencias de sorprendentes avances en la información y la tecnología de las comunicaciones, informando a millones de personas en todas partes de las nuevas posibilidades de inversión y de crecimiento. Sin embargo, los impactos de la apertura de nuevos mercados y los rápidos cambios tecnológicos pueden tener resultados imprevisibles que no siempre son positivos (2). Uno de los efectos de la denominada globalización ha sido el incremento y diversificación de los flujos migratorios internacionales, pues ésta implica no sólo la apertura de mercados y el movimiento de productos y/o capitales sino también de la fuerza de trabajo. La globalización económica es producto de la lógica evolutiva del sistema capitalista, cuyos antecedentes más inmediatos hay que situarlos en el final de la producción en masa taylorista y la progresiva consolidación del modelo económico posfordista al inicio de la década de los años setenta del siglo XX (Gil Araujo, S., 2005) (3). Período que marca el comienzo de una profunda reestructuración económica y social de alcance mundial que afectó de manera directa a la organización de los mercados de trabajo. Las formas de inversión se modifican profundamente. Los capitales y los empleos se exportan cada vez más hacia regiones del mundo donde la pro-

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tección social de los trabajadores es menor. Se produce una reducción de la necesidad de trabajadores manuales en la industria por los efectos de la revolución microelectrónica y también una erosión de las tradicionales ocupaciones manuales calificadas en los países altamente desarrollados. Comienza una importante expansión del sector servicios, que demanda a la vez trabajadores con alta capacitación y trabajadores con escasa cualificación. Hay un crecimiento de los sectores informales en las economías de los países desarrollados e igualmente del empleo informal y de condiciones cada vez más inseguras de trabajo. Y, por último, se consolida una creciente diferenciación de las fuerzas laborales con base en el género, la edad y la etnia, a través de mecanismos que empujan a las mujeres, a los hombres y a los miembros de las minorías hacia el sector informal del empleo (4).

(4) Vid., Castles, S., Miller, M.J. (2004). La era de la migración. Movimientos internacionales de población en el mundo moderno. Coeditores Universidad Autónoma de Zacatecas, Instituto Nacional de Migración, Fundación Colosio, Miguel Ángel Porrúa, México, p.100. (5) Vid. Parella Rubio, S. (2003), Mujer, Inmigrante y Trabajadora: la triple discriminación. Anthropos Editorial, Barcelona, pp.113-115. (6) Bifani, P. (2002), “Globalización, Género y Proletarización” en Gregorio Gil, C., Agreda Romero, B. (eds.). MUJERES DE UN SOLO MUNDO: Globalización y Multiculturalismo. Editorial Universidad de Granada. Granada, p.38.

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La Nueva División Internacional del Trabajo supone, entre otros muchos aspectos, no sólo la deslocalización del sector industrial hacia las regiones periféricas, donde la fuerza de trabajo es más barata, sino también una división funcional del trabajo que estratifica la mano de obra en las sociedades desarrolladas económicamente. Sin duda, una de las consecuencias de la nueva economía del conocimiento y del proceso de globalización es el incremento de los servicios altamente especializados y cualificados, sobre todo financieros (Parella, S., 2003). En países como Estados Unidos, Canadá, Suecia, Alemania o Japón se asiste a un aumento apreciable en la proporción de profesionales, técnicos, directivos y empleados de cuello blanco en general, que va consolidando un segmento de la población con rentas elevadas y pautas de consumo caras. Pero, paralelamente, esta rápida proliferación de los servicios más cualificados genera una fuerte demanda auxiliar de muchos puestos de trabajo con salarios bajos, condiciones laborales inestables y con escasas oportunidades de promoción. Tal incremento surge como respuesta a la demanda de una mano de obra que permita asegurar el nivel de vida de los empleados y directivos de sueldos elevados y satisfacer sus pautas de consumo y estilos de vida. Es aquí, en una gama de ocupaciones del sector servicios (vigilantes, empleados en restaurantes, limpieza, canguros, etc.) donde se crea un espacio económico para que jóvenes e inmigrantes, sobre todo mujeres, se conviertan en oferta de mano de trabajo deseable y preferente. Pues, a las necesidades de mano de obra en el sector servicios se suma el conjunto de actividades relacionadas con la asistencia de ancianos y toda clase de servicios personales (comida, cuidado de niños, tareas de la casa, atenciones personales, etc.) que surgen tanto por el envejecimiento de la población como por las necesidades reproductivas relacionadas con el nuevo estatus de las mujeres que, en las sociedades avanzadas, se incorporan al mercado de trabajo. Todas estas actividades requieren una fuerza de trabajo intensiva que no puede “deslocalizarse” y que deben realizarse in situ, en el mismo lugar donde existe la demanda. Es en este contexto estructural, dónde se explica no sólo la direccionalidad de los flujos migratorios internacionales sino también la progresiva feminización de los mismos (5). Patricia Bifani recuerda una concepción sencilla pero gráfica de Naciones Unidas, que merece volver a destacarse: la idea que subyace al proceso de globalización es utilizar los recursos allí donde son más productivos. En esta pugna por competir en las condiciones más ventajosas, las mujeres se han perfilado, dirá la autora, como la mano de obra más demandada (6). Desde una perspectiva histórica pueden encontrarse antecedentes de la globalización de las funciones de cuidado femeninas en la esclavitud, “no menos en la relación de las esclavas africanas con sus amos blancos como

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(7) Nyberg Sorensen, N. (2004), “Globalización, Género y Migración Transnacional. El caso de la diáspora dominicana” en Escrivá, A. y Ribas N. (coords.). Migración y Desarrollo. C.S.I.C., Córdoba, p.93. (8) Castles, S., Miller, M.J. (2004). La era de la migración. Movimientos internacionales de población en el mundo moderno. Coeditores Universidad Autónoma de Zacatecas, Instituto Nacional de Migración, Fundación Colosio, Miguel Ángel Porrúa, México, p.76. (9) M. Martiniello, señala cómo las causas demográficas determinan la necesidad de poner en práctica ciertas políticas de inmigración. Por ejemplo, en la década de 1960, el descenso demográfico belga se considera un peligro para el equilibrio político y comunitario del país. El demógrafo francés Alfred Sauvy, a quien se había recurrido en busca de una solución, recomienda echar mano de una inmigración joven y dispuesta a tener familia para que se instalen en el país con el fin de superar ese déficit demográfico. Sin que la población se dé cuenta, esta preocupación tiene mucho que ver con la actitud comprensiva de las autoridades belgas respecto del reagrupamiento familiar que, en realidad, ya se practicaba desde la década de 1950. Vid., Martiniello, M. (2003). La Europa de las migraciones. Por una política proactiva de la inmigración. Edicions Bellaterra, Barcelona, pp.15, sgs. (10) Íbidem, Castles, S., Miller, M.J. (2004), pp.199-201. (11) De gran interés en este aspecto, es la particular percepción (y los estereotipos) que tanto

sirvientas domésticas, concubinas o ambas” (Nyberg Sorensen, N. 2004) (7). Otros ejemplos de migraciones femeninas, de carácter relativamente voluntario, los encontramos a lo largo del siglo XIX durante el proceso de expansión colonial en países como Australia, en los que eran frecuentes las sociedades de “hombres sin mujeres” y hacia las que fueron enviadas muchas convictas e incluso se establecieron planes especiales para llevar mujeres solteras como trabajadoras domésticas y como esposas para los colonos (Castles, S., Miller, M.J., 2004)(8). Ciertamente, el perfil prevalente de las migraciones del siglo XIX era tanto en América del Norte como Europa, el de jóvenes varones solteros que esperaban ahorrar lo suficiente para regresar a casa y establecer una familia. En el caso de Europa, durante el período que va de 1945 a 1970, la figura del gastarbeiters o trabajador invitado sigue dominando como trabajador demandado (hombres jóvenes solteros con buena salud, productivos desde su llegada y con permiso de estancia/trabajo de tiempo determinado). La incapacidad de evitar y, por otro lado, necesidad (9) de fomentar la reagrupación familiar permitió progresivamente la incorporación de las mujeres a estos flujos migratorios. Encontramos referencias, en el análisis de los flujos migratorios internacionales, de un perfil migratorio específicamente femenino (en cuanto actor individual) a partir de la reestructuración de la economía mundial a inicios de los años 70 del siglo XX, en la década de los años ochenta y, fundamentalmente, en los años noventa del siglo XX. Destacan, por su importancia, las migraciones laborales femeninas a gran escala desde Asia con destino a oriente medio. La fuerte demanda de servidumbre doméstica encontró respuesta entre las trabajadoras provenientes de Filipinas, Indonesia, Tailandia, Corea o Sri Lanka (10). A medida que crece la demanda de trabajadores en el sector servicios, se perpetúa como una variable constante que: las mujeres dominen ciertos flujos y su empleo se concentre en trabajos “típicamente femeninos”, trabajadoras domésticas, “entretenimiento” (prostitutas), personal de restaurantes, hoteles y líneas de ensamblaje de las industrias textil y electrónica. Trabajos que ofrecen bajos estatus, condiciones y salarios y que se asocian además con estereotipos patriarcales de docilidad femenina, obediencia y voluntad para dar servicios personales. No es nuestra intención realizar un recorrido por los flujos migratorios internacionales protagonizados por mujeres, sino subrayar su importancia histórica y su difícilmente comprensible invisibilidad. La falta de toma en consideración de la mujer como actor protagonista de los procesos migratorios, hasta las últimas décadas del siglo XX, se debe no sólo a la inexistencia de estadísticas diferencias por sexo, sino también a una ideología de carácter patriarcal que transmitía el estereotipo (valorado socialmente) de mujer que acompaña y forma parte de un proceso migratorio protagonizado por su marido y el estereotipo (desprestigiado) de mujer sola cuya partida amenaza con el “desmantelamiento” de la estructura familiar o la hace susceptible del “escarnio” público, al poder asociarse el ejercicio de su individualidad y libertad con un comportamiento -alejado del control masculino- y, por lo tanto, potencialmente indigno o promiscuo (11). Por otro lado, el hecho de que tanto la mujer como la familia hayan sido poco tratados en la historia de las migraciones internacionales, se explica por una visión neoliberal del sujeto migratorio que impulsa la idea de hombres (en general, pero no exclusivamente) autónomos, que eligen la opción migratoria en un cálculo racional de beneficios (Suárez Navas, L., Crespo Bordonaba, P.,2007) (12).

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Sin embargo, los flujos migratorios femeninos no sólo han crecido progresivamente hasta igualarse a los masculinos, sino que se prevé un mantenimiento de la demanda los mismos. A diferencia de la migración masculina, sometida a las variaciones de las condiciones económicas, la femenina (en respuesta a las necesidades de cuidado o reproductivas, fundamentalmente) ha demostrado ser no sólo estable sino resistente a los cambios coyunturales (M.B. Asís, M., 2004). Después de 1997 se registró un declive temporal de demanda de trabajadores extranjeros en la construcción (hecho que está afectando especialmente a España en los dos últimos años) y la producción, pero la demanda de trabajadoras domésticas en todo el mundo apenas registró variaciones (13).

los hombres como las propias mujeres de la República Dominicana tienen respecto al protagonismo de las mujeres en el proceso migratorio, y que se investiga –en un exhaustivo trabajo de campo- recogido en una obra considerada ya de referencia. Vid., Gregorio Gil, C. Migración femenina. Su impacto en las relaciones de género. Narcea Ediciones, Madrid, 1998. (12) Suárez Navaz, L., Crespo Bordonaba, P. “Familias en movimiento. El caso de las mujeres rumanas en España”. Revista Migraciones nº. 21, Junio (2007), p. 239.

A pesar de los evidentes puntos de confluencia entre las razones para emigrar de hombres y mujeres, sabemos que los flujos migratorios femeninos registran, una tendencia propia dentro de las migraciones internacionales y que puede vislumbrarse en varios aspectos: una progresiva igualación -y previsible tendencia al aumento- en magnitud numérica respecto a los flujos masculinos (14), una creciente diversificación de países implicados, las características de sus empleos y/o la multiplicidad de modelos de proyectos migratorios y sus correspondientes estrategias de decisión/motivación/objetivos. Consideramos de interés profundizar, en este artículo, en el conocimiento de las particularidades de estos flujos migratorios -situándonos en el contexto español- sobre todo de las mujeres inmigrantes jóvenes (“hijas” más recientemente directas de la globalización) para indagar en sus dinámicas migratorias, en los retos-desafíos que enfrentan, en sus especiales dificultades, pues la migración supone una “llamada” a la oportunidad de desarrollo y, a su vez, a un camino de posibles riesgos de exclusión y vulnerabilidad social.

(15) La distribución por edades de la población inmigrante empadronada en España, es de una manera sintética la siguiente: el 15,0% es menor de 16 años, el 63,9% tiene entre 16 y 45 años y el 21,2% tiene 45 o más años.

Para realizar este análisis, hemos efectuado un trabajo de campo consistente en la realización de cuarenta y dos entrevistas a inmigrantes mujeres y hombres residentes en la Comunidad Autónoma de Madrid . Nos ha parecido adecuado entrevistar a mujeres y hombres inmigrantes de distintas edades, períodos de residencia y diversos países de procedencia (Ecuador, República Democrática del Congo, Venezuela, Francia, Bielorrusia, Argelia, Colombia, Perú, Irak, Rumania, Uruguay, Brasil, Congo Brasaville, República Dominicana, China, Bulgaria, Ghana, Bangladesh, Alemania, Argentina, Marruecos, , Nigeria, Guinea Ecuatorial, Polonia, Japón) que pudieran realizar, en sentido lato, la función de “grupos de control”, respecto a las mujeres jóvenes. Debemos explicar que aunque sociológicamente se entiende por joven aquellas personas cuyas edades están comprendidas entre los 15 y los 29 años, hemos optado por no entrevistar a personas menores de edad. Teniendo en cuenta que la edad media de los inmigrantes empadronados en España es de 33 años (15), consideramos adecuado extender el intervalo y partir de los 18 años de edad, incluyendo (en base a nuestras motivaciones intelectuales) a mujeres de diferentes edades y poder valorar cambios en los contextos de recepción. El objetivo concreto es determinar las características propias de los procesos migratorios de las mujeres inmigrantes jóvenes, así como sus experiencias y expectativas de vida en relación a las motivaciones de sus proyectos migratorios. La hipótesis de partida es valorar la naturaleza diferencial de los mismos -en cuanto que mujeres y jóvenes- y las particularidades de su integración sociolaboral en nuestro país. Realizaremos previamente una breve aproximación estadística.

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(13) Vid., M.B. Asís,M. (2004). “El “Mercado” de las migraciones femeninas en Asia” en VV.AA., Génesis y desafíos de las migraciones internacionales. Perspectivas del Sur, Alternativas Sur, Vol.III (2004), nº.1, Fuhem, Centro de Investigaciones para la Paz y Centre Tricontinental LouvainLa-Neuve, Madrid, pp.47-48. (14) De ahí que veamos a las mujeres inmigrantes como el “otro rostro” de la globalización y la desigualdad internacional.

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Tabla 1. Evolución del número total de inmigrantes internacionales (1960-2005) Año

Número estimado de inmigrantes internacionales (ambos sexos)

1960

75.463.352

1965

78.443.933

1970

81.335.779

1975

86.789.304

1980

99.275.898

1985

111.013.230

1990

154.945.333

1995

165.080.235

2000

176.735.772

2005

190.633.564

Fuente: Population Division of the Department of Economic and Social Affairs of the United Nations Secretariat, Trends in Total Migrant Stock: the 2005 revision. Consulta realizada en http://esa.un.org/ migration, octubre 2008.

2.- La feminización de los flujos migratorios internacionales: el caso español.

(16) Vid., Tezanos Tortajada, J.F. (Enero-Marzo 2007). “Nuevas tendencias migratorias y sus efectos sociales y culturales en los países de recepción. Doce tesis sobre inmigración y exclusión social”. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, nº.117, p.15. (17) Parella Rubio, S. (2003). Mujer, Inmigrante y Trabajadora: la triple discriminación. Anthropos Editorial, Barcelona, p. 120. (18) Según el avance de datos del Padrón Municipal a 1 de enero de 2008, los inmigrantes son el 11,3% de la población total residente en España.

De los casi 200 millones de inmigrantes internacionales que hay en el mundo (Ver Tabla 1), el 49,6% de los mismos son mujeres. Este porcentaje ha ido en ligero pero progresivo y mantenido aumento en las dos últimas décadas (Ver Tabla 2), por lo tanto el estereotipo del inmigrante como varón no se ajusta a la realidad migratoria del mundo. El fenómeno migratorio español tampoco responde a este imaginario, pues las mujeres representan actualmente el 46,8% del total de los inmigrantes empadronados en nuestro país. Europa y Latinoamérica son las principales zonas de procedencia de las mismas (ver Tablas 3 y 4). España, aún siendo un país de relativamente reciente experiencia migratoria, la magnitud de los flujos que recibe lo sitúan entre los primeros países del mundo en recepción de inmigración. En concreto, es el segundo país del mundo (tras Estados Unidos) en promedio anual de inmigrantes acogidos durante el período 2000-2005 y el primero en lo concerniente a la proporción que éstos representan respecto a la población de origen (16). Nuestro país comparte con los países del Sur de Europa (Italia, Portugal o Grecia), un modelo migratorio que responde tanto a los cambios derivados de la economía global como a factores políticos y socioeconómicos nacionales. Este nuevo modelo migratorio presenta notas características diferenciales del modelo tradicional migratorio del norte de Europa y que va a explicar la fuerte demanda, las características del empleo y la segmentación por género del mismo. Si en el norte de Europa la migración se había producido durante el proceso de implantación de un modelo de producción fordista y de expansión y consolidación del sector industrial (con predominancia de los “empleos típicos”), -que demandaba básicamente mano de obra masculina-, en el sur de Europa la migración acontece durante el periodo de pleno crecimiento del sector servicios y de flexibilización del empleo (“empleos atípicos), por lo que la demanda de mano de obra femenina sobre todo en los sectores reproductivos será cada vez más intensa (17). En el caso de España (18) son múltiples los factores que pueden explicar el paso inesperado de ser un país emisor de inmigrantes a ser una sociedad de inmigración: el salto económico

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Tabla 2. Evolución del porcentaje de mujeres inmigrantes del total migrantes internacionales (1960-2005) Año

Mujeres inmigrantes en el mundo %

1960

46,8

1965

47,1

1970

47,2

1975

47,4

1980

47,2

1985

47,2

1990

49,0

1995

49,3

2000

49,7

2005

49,6

Fuente: Population División of the Department of Economic and Social Affairs of the United Nations Secretariat, Trends in Total Migrant Stock: the 2005 revision. Consulta realizada en http://esa.un.org/ migration, octubre de 2008.

(19) Naïr, S. (2006). Y vendrán...Las migraciones en tiempos hostiles. Editorial Planeta, Madrid, p.125.

excepcional que provocó la integración en el área de desarrollo de la Comunidad Europea, la democratización del sistema político durante la transición posfranquista, la inyección masiva de capital extranjero, la financiación de la Unión Europea a través de los fondos estructurales, las imponentes obras de infraestructura, el apoyo a la agricultura a través de la política agraria común, el desarrollo de la pequeña y mediana empresa y de unas clases medias dinámicas, la voluntad férrea del pueblo español de integrarse por fin al concierto de las demás naciones europeas hicieron inevitable la demanda de mano de obra extranjera, etc. (19). No podemos olvidar tampoco, la importancia de la proximidad geográfica y los vínculos históricos con países expulsores de población, la progresiva consolidación de mercados de trabajo segmentados y el peso relativo de la economía informal en determinados sectores. Efectivamente, la economía española como la de los países del sur de Europa necesita hoy mano de obra foránea, al igual que ocurriera anteriormente en los países del centro y norte de Europa. Dos elementos diferencian, sin embargo, el contexto de llegada respecto a flujos anteriores en el tiempo: las necesidades de fuerza de trabajo son menores y los países receptores presentan Estados del Bienestar más débiles y tasas relativamente altas de desempleo (López Salas, A., 2005) (20). Por otro lado, el carácter “inesperado” de este cambio social, la falta de planificación de políticas migratorias, la deriva restriccionista de la inmigración en los países del norte y del centro de Europa, la necesidad “urgente” de cubrir puestos de trabajo en sectores económicos como los de la construcción, hostelería, agricultura y servicio doméstico y la necesidad de miles de personas en busca de una vida con mejores oportunidades, han tenido como consecuencia la tendencia a desplazamientos anárquicos y clandestinos que afectan, especialmente, a las mujeres por ubicarse en sectores ocupacionales como el doméstico -o en ámbitos como la prostitución- , en los que la dificultad de controles normativos es mayor.

(20) Ana Mª López Sala realiza un análisis profundo de los factores del contexto de llegada de los flujos migratorios y delimita las claves diagnósticas de las políticas migratorias existentes en ese momento en España. López Salas, A. Mª (2005). Inmigrantes y Estados: la respuesta política ante la cuestión migratoria. Anthropos, Barcelona, 2005, pp. 171-175.

El VI Informe sobre exclusión y desarrollo social en España 2008, confirma las elevadas tasas de irregularidad laboral de las trabajadoras extranjeras. Lo que incrementa los riesgos de exclusión y de vulnerabilidad social, dado el importante número de inmigrantes que trabajan como empleadas de hogar

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Tabla 3. Evolución del número de residentes extranjeros en España según sexo (19982008) Hombres

%

Mujeres

%

Total

1998

322.261

50,5%

314.824

49,4%

637.085

1999

379.335

50,6%

369.619

49,3%

748.953

2000

471.465

51,0%

452.413

48,9%

923.879

2001

716.837

52,2%

653.820

47,7%

1.370.657

2002

1.048.178

52,9%

929.767

47,0%

1.977.946

2003

1.414.750

53,1%

1.249.418

46,8%

2.664.168

2004

1.605.723

52,9%

1.428.603

47,0%

3.034.326

2005

1.992.034

53,3%

1.738.576

46,6%

3.730.610

2006

2.215.469

53,4%

1.928.697

46,5%

4.144.166

2007

2.395.685

53,0%

2.123.869

46,9%

4.519.554

2008

2.777.003

53,1%

2.443.574

46,8%

5.220.577

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Padrón Municipal (a 1 de enero de cada año de referencia), INE.

(21) VI Informe sobre exclusión y desarrollo social en España 2008. Fundación Foessa, Cáritas, Madrid. Vid., Capítulo 7. El modelo de inmigración y los riesgos de exclusión social. Conclusiones, p.236. (22) Ministerio de Trabajo e Inmigración. http://www.mtin. es/estadisticas/ última consulta realizada el 14 de noviembre de 2008. (23) Vid., Aguinaga Roustan, J. (2008). “Las condiciones de trabajo de las mujeres inmigrantes en España”, en Tezanos, J.F., Díaz Moreno, V. Condiciones laborales de los trabajadores inmigrantes en España. Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales. Fundación Sistema, Madrid, pp.145-147. (24) Los investigadores del Colectivo IOÉ, abordan de manera monográfica en la obra Mujer, Inmigración y trabajo, el análisis del empleo en el Sector doméstico, en razón de su importancia cuantitativa –es la principal rama de empleo de las mujeres procedentes de países del “Sur”- y estratégica –es la

en régimen interno y la informalidad de su régimen laboral en condiciones de acceso, derechos, obligaciones y remuneración (21). Otras fuentes confirman, la desigualdad legal entre varones y mujeres respecto a los contratos laborales suscritos, que permiten corroborar la mayor vulnerabilidad sociolaboral de las mujeres extranjeras que trabajan en nuestro país. En el periodo enero-octubre de 2008: del total de los 3.168.605 de contratos registrados a extranjeros, 1.990.587 corresponden a hombres y 1.178.018 a mujeres (22), una diferencia significativa. Según los datos ofrecidos en la Encuesta sobre las condiciones laborales de los trabajadores inmigrantes en España, realizada por el Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales, el contrato que predomina entre los trabajadores inmigrantes es el temporal en ambos sexos, pero se confirma, nuevamente, la mayor tasa de irregularidad entre las mujeres inmigrantes que trabajan en una proporción 5,7 puntos superior a los hombres, sin ningún tipo de contrato (Aguinaga Roustan, J.,2008). Esta encuesta, por otro lado, presenta información actualizada sobre la ocupación laboral de las mujeres inmigrantes en nuestro país, ya que si bien permanece la tendencia a que los sectores más feminizados sean el comercio, la hostelería y el servicio doméstico (sólo en los items “Trabajador de servicios” y “Trabajador no cualificado”: las mujeres representan el 82,2% de los trabajadores frente al 54,4% de los hombres, en las mismas categorías), se detecta un aumento de mujeres trabajando en el sector de los comercios minoristas. Destacando la mayor iniciativa y flexibilidad laboral de las trabajadoras, sobre todo de las más jóvenes, con respecto a los trabajadores varones (23), quizás en un intento de “escapar” del nicho laboral que supone el servicio doméstico para las mujeres inmigrantes. Aunque para muchas de ellas, el empleo en este sector cumple una función estratégica, es la “puerta de entrada” (24) al mercado laboral español, los niveles de formación (el 41,6% tiene estudios secundarios y el 22,5% estudios universitarios) (25) con que llegan a España, muestran el proceso de movilidad social descendente que muchas de ellas sufren por trabajar en nuestro

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país y que pudimos comprobar, en su caso, en el trabajo de campo realizado. De ahí, las posibilidades que el trabajo cualitativo ofrece pues las experiencias, situaciones y perfiles son tan diversos que sólo acercándonos desde la mirada y la palabra, a mujeres procedentes de los principales países del mundo que conviven con nosotros (Ver Tabla 5), podemos extraer conclusiones y generar discursos no siempre vislumbrados.

3.- Mujeres jóvenes inmigrantes. Su “viaje heroico”: la separación o partida, el camino de las pruebas y ¿el retorno?.

“puerta de entrada” al empleo en España de muchas mujeres inmigrantes-. Colectivo IOÉ (2001). Mujer, inmigración y trabajo. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, pp.18-19. (25) Íbidem, Aguinaga Roustan, J. (2008), p.144.

“El héroe es el hombre o la mujer que ha sido capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones históricas personales y locales...” (26), en este sentido, prácticamente todas las personas que realizan un proceso migratorio son héroes y sus experiencias recorren el itinerario del viaje heroico que simbólicamente se articula en tres fases. Las mujeres, “heroínas no elogiadas de la globalización” (Nyberg Sorensen, N., 2004), ¿tienen un viaje diferencial?. Podríamos anticipar que quizás no tanto en cuanto a las motivaciones generales, pero sí en cuanto a la percepción del proyecto, los estereotipos difundidos del perfil de las inmigrantes, las estrategias utilizadas y la finalidad del viaje. Ninna N. Sorensen, al analizar las migraciones desde la República Dominicana, comprueba la diferente valoración que se realiza de las mismas si el proyecto migratorio es masculino o femenino. Así, cuando las mujeres son consideradas como grupo específico, su ocupación transnacional suele pasarse por alto y su contribución al desarrollo de los países de origen permanece no sólo oculta, sino que mientras que por ejemplo, la historia masculina de la emigración dominicana se percibe como la historia masculina del valor y el coraje en la ciudad de Nueva York, no se valora de la misma manera la emigración dominicana que se da en otros lugares del mundo y que tiene la nota diferencial de tratarse de flujos migratorios mayoritariamente femeninos como es el caso de la que se da en España (27). Las migraciones femeninas están cargadas de unas valoraciones y percepciones sesgadas y el trabajo de campo realizado con mujeres inmigrantes -y hombres inmigrantes-nos ha permitido constatarlo, en algunos aspectos concretos (desde una perspectiva comparada de género y edad): razones para migrar, formas en las que emigran, perfil sociodemográfico, problemas que encuentran a su llegada, reacciones que suscita su presencia por parte de la sociedad en la que viven y trabajan, etc.

(27) La desigual asignación de derechos de ciudadanía como el voto, otorgada por el gobierno dominicano a los residentes en Estados Unidos, pero no a los/ las residentes en España es el más preclaro indicador de la discriminación sufrida por las mujeres inmigrantes. Vid., Nyberg Sorensen, N. (2004). “Globalización, Género y Migración Transnacional. El caso de la diáspora dominicana” en Escrivá, A., Ribas, N. (coords). Migración y desarrollo. C.S.I.C., Córdoba, p.88, ss.

Frente a los estereotipos socialmente construidos (mujer inmigrante, casada, analfabeta, sin hablar el idioma) y algunos datos difundidos (según la Encuesta Nacional de Inmigrantes 2007 realizada por el INE: el 39,2% de las mujeres de entre 16 y 54 años de edad, están en España por reagrupación familiar), todas las mujeres entrevistadas, salvo tres, una mujer búlgara (G. 43 años, 5 de residencia), una mujer venezolana (D., 28 años, 3 de residencia), una mujer iraquí de origen armenio (S.35 años, 11 de residencia) y una chica joven rumana (21 años, 2 de residencia: se quedó sola con su hermano en Rumania, vino primero su madre), las restantes 24 mujeres entrevistadas (14 entrevistadas de 18-35 años; 10 entrevistadas de 36-50 años) han venido solas, en proyectos migratorios personales e individuales. Por lo que en ningún caso es mayoritariamente inmigración de arrastre. En el caso de la mujer inmigrante búlgara, no se cumple el estereotipo transmitido, pero sí otro hecho al que nos hemos referido a lo largo del artículo y que encontramos en bastantes casos, tanto ella como su marido -ingenieros de formación- han sufrido un proceso de movilidad social descendente pues ella trabaja en el Servicio doméstico y él en el sector de la construcción.

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Revista de Estudios de juventud

(26) Campbell, J. (1997). El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. F.C.E., México, p.26.

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Tabla 4. Evolución del número de residentes extranjeros en España según zona de origen y sexo (1998-2008) Europa

Latinoamérica

Asia

África

Otros

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

162.048

170.197

43.509

69.236

19.667

18.244

89.535

48.589

7.502

8.558

1999

194.392

202.032

51.474

82.513

22.411

20.510

102.666

55.012

8.391

9.553

2000

228.288

232.518

70.915

112.569

27.301

24.537

135.448

71.989

9.513

10.700 12.888

1998

2001

283.631

273.970

180.780

238.337

39.216

31.259

201.534

97.365

11.676

2002

377.920

350.826

325.816

400.094

54.410

38.918

275.680

124.156

14.352

15.774

2003

502.326

462.891

478.950

565.768

73.326

48.882

341.472

151.479

18.676

20.398

2004

562.480

517.075

571.130

666.311

81.589

53.519

371.177

170.341

19.347

21.357

2005

731.821

668.236

667.074

774.499

109.137

67.153

460.569

202.587

23.433

26.101

2006

861.660

789.911

695.609

814.345

131.312

75.164

503.251

222.709

23.637

26.568

2007

1.009.936

923.062

731.188

864.331

131.149

76.701

502.101

235.299

21.311

24.476

2008

1.242.709

1.110.600

811.382

953.571

149.996

88.765

549.718

264.240

23.198

26.398

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Padrón Municipal (a 1 de enero de cada año de referencia), INE. La categoría “Otros” está integrada por países de América del Norte y de Oceanía.

Por otro lado, la mayoría de las mujeres entrevistadas han basado su decisión migratoria en la búsqueda de mayor calidad de vida y salarios. En algunos casos, también la oportunidad de incorporarse al mundo laboral, en esto se diferencian algunos proyectos migratorios de las mujeres inmigrantes maduras respecto a las jóvenes. Cuando se trata de mujeres de más de cuarenta años, la sociedad de sus respectivos países las considera demasiado mayores para trabajar y la migración se convierte para estas mujeres solas en una de las escasas posibilidades de sobrevivir (es, entre otros, el caso de A., 50 años, 6 de residencia, viuda, colombiana, trabaja en el servicio de limpieza del metro de Madrid; o M., 48 años, 1 de residencia, venezolana, separada, Técnico Superior en recursos humanos, trabajadora doméstica). En cualquier caso, la diversidad de perfiles y de proyectos migratorios es la característica de las mujeres entrevistadas. Hay tantos procesos como historias de vida. Sus motivos podrían categorizarse en los siguientes: por buscar un nivel de vida mejor, por razones políticas, por reagrupación familiar, por búsqueda de libertad e independencia de cara a su autorrealización como personas, por un deseo de ganar más dinero e invertir en sus países, por redes sociales ya establecidas, por azar de la vida, por motivos de enfermedad (mujer peruana de 44 años, 17 de residencia, decidió venir a España por la necesidad de tratamiento del cáncer de su hermana, a la que trajeron a España por este problema) o por la necesidad de recibir tratamientos de salud inasequibles para ellas en sus países de origen (tratamientos de fertilidad, por ejemplo, en el caso de una inmigrante guineana de 34 años, 8 de residencia, para la que su maternidad fallida se había convertido en un problema existencial y en una cuestión emocional por el desprecio recibido por parte de su entorno), por motivos de relaciones afectivo-personales, etc. El perfil dominante es el de mujeres jóvenes y solteras y a diferencia de los hombres, los motivos para emigrar son más plurales. Sólo encontramos tres elementos motivacionales diferenciales entre los proyectos migratorios femeninos y masculinos. En primer lugar, ninguno de los entrevistados varones (22 en total) ha llegado a España por motivos sanitarios para él o para algún familiar suyo y en ninguno se ha encontrado una

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203


pauta de discurso en la que búsqueda de libertad o el deseo de individuación fundamentara el proyecto migratorio. Salvo tres varones entrevistados, uno Iraquí, otro procedente de República Democrática del Congo y, por último, un ciudadano bielorruso, que han llegado a España por motivos políticos, el resto de los entrevistados (a excepción de un jubilado alemán) emigraron a España por motivos económico-laborales. De ahí que debamos hacer referencia, en este sentido, a dos perfiles encontrados sólo en el caso de las mujeres inmigrantes -y jóvenes-, no se nos han dado estas motivaciones entre los varones. El primero, -que no el único- el de una mujer de origen ecuatoriano que emprende el proyecto migratorio como una aventura de autoafirmación personal, para demostrar a sus familiares que es capaz de sobrevivir sola, sacar adelante a sus hijas y ahorrar para comprar una casa en Ecuador (B.,32 años, cocinera, separada, 7 de residencia: “yo vine sola, porque siempre he querido ser independiente, quería salir adelante sola sin la ayuda de mis padres. No quería depender de ellos, se me metió en la cabeza que quería irme… mi madre dice que soy la oveja negra de la familia. El trabajo es muy duro, no me gusta, pero estoy bien”). La claridad estratégica de las jóvenes inmigrantes a la hora de diseñar su proyecto migratorio es muy grande y dado el esfuerzo personal y económico que supone migrar todas ellas tienen las “cosas” claras. Tomemos como ejemplo la respuesta de esta joven ecuatoriana, que reside en el municipio madrileño de Leganés, en un piso compartido con sus dos hijas, una mujer boliviana, otra rumana y dos hermanas de Ucrania: “estoy construyendo una casa yo sola. Es un esfuerzo de las tres (de mis hijas y mío). Me siento muy contenta, cuando termine mis proyectos vuelvo… estamos aquí por una meta y cuando la tengamos nos vamos, eso le digo a mis hijas”. El segundo, el de una mujer marroquí soltera, llena de energía y de sueños, que también emprende el viaje en solitario (L., 32 años, administrativa en Universidad privada, 9 años de residencia) y que desbarata muchos de los estereotipos de las mujeres magrebíes (casadas, pobres, analfabetas y dependientes): “yo no elegí España para vivir, yo vine con la idea de vamos a probar, vamos a ver lo que hay allí. En realidad, ya tenía una situación estable en Marruecos, tenía trabajo, una vida más o menos arreglada, pero era una aventura; ¡a probar!, a ver tanto hablar de Occidente y esto, pues vamos a ver lo que hay en Europa. ¡Nada!, he venido y aquí me he quedado”. En otro momento de la entrevista, señala respecto a sus expectativas de regreso o no a Marruecos: “de momento, es la idea que tengo, no pienso –de momento, no-, no a no ser que mañana salga otra cosa, de momento quiero seguir viviendo aquí en España, me encuentro a mi misma aquí en España”. Otro ejemplo de este perfil, de mujeres jóvenes que no fundamentan su “su partida” en razones económicas, sino de reto personal, es el caso de una joven rumana, muy cualificada, que está dispuesta a vivir en cualquier país siempre que le aporte posibilidades de desarrollo personal y de estatus (C., 25 años, 2,5 de residencia, asesora-traductora en un gabinete político, entre sus estudios: dos licenciaturas). Cuando no encontramos equivalencia entre el nivel de cualificación y el puesto de trabajo desempeñado, se incrementa la probabilidad de proyectos migratorios femeninos basados fundamentalmente en razones económicas. Es el caso de una joven polaca E. de 27 años y 4 de residencia en España, licenciada en Marketing pero que trabaja como camarera en un edificio de oficinas y en un hotel y cuya motivación es eco-

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nómico-laboral: “lo más importante, por dinero ¡claro!, que cada uno tiene -cómo decir, sueños- y, en mi caso, quería yo y mi marido hacer una casa en Polonia entonces en mi país es imposible en un tiempo, cuatro años, construir una casa, entonces nos decidimos ir aquí para buscar trabajo y ganar dinero. Lo segundo, por curiosidad, y eso también me importa que aquí podía conocer otra lengua y pienso que cuando regrese a Polonia que ahora se mejora más la esfera económica y pienso que es un plus”. El deseo de aprendizaje, de superación personal e independencia, tan consustancial a la juventud, se da ciertamente entre las inmigrantes más jóvenes que consiguen “buscarse la vida” y ser autosuficientes a tempranas edades, como J., rumana que cumplía 20 años el día de la entrevista, 2 de residencia, con estudios secundarios y que trabaja como limpiadora: “vine de vacaciones y me gustó España y me quedé. Empecé a trabajar en limpieza, en una heladería como camarera. Pero, prefiero limpieza porque hay menos horas y puedo estudiar por la tarde. He estudiado inglés y lo dejé y ahora quiero empezar informática porque quiero salir de este trabajo. Vine solita y me quedé con unos primos, luego me fui a un piso y al año traje a uno de mis seis hermanos, luego a una hermana y juntos a otro, el mayor. Ellos tienen un piso y yo estoy independiente porque me gusta así”. Pero, lo que tienen en común estas chicas es que no parten de situaciones carenciales materiales, que tienen en España algún familiar residiendo que les facilita la estancia y que salvo excepciones son mujeres solteras y sin hijos en su mayoría (todas estas pautas caracteriológicas matizadas por, como ya hemos mencionado, la heterogeneidad de historias que hemos descubierto). En alguna medida, se mantiene la conocida tesis de la pirámide de necesidades de A. Maslow, pues emprender el viaje migratorio como camino de autoafirmación y de autorrealización personal es más común entre las mujeres jóvenes inmigrantes que no parten de una situación seria de carencia material y que tienen, casi todas, un buen nivel de cualificación. No hemos encontrado tantos casos de esta naturaleza entre la mayoría de las mujeres jóvenes inmigrantes latinoamericanas que tienen, a su vez, niveles de formación más bajos (estudios primarios y secundarios) y que inician su proyecto migratorio por razones económicas (sacar adelante a sus hijos, darles mejores oportunidades educativas, enviar dinero a sus familias, etc.) más que por desarrollo personal. Con este perfil entrevistamos a mujeres jóvenes como A., brasileña de 33 años, 1 de residencia, estudios primarios, madre soltera de un hijo que está en su país. Trabaja en el servicio doméstico, sin ningún tipo de contrato: “porque quiero comprarme una casa en mi país y yo aquí en España tenía una amiga y me dijo, si tú quieres comprar alguna cosa vente yo te ayudo a buscar un trabajo y aquí estoy. No es fácil para nadie, pero aquí estoy”. Esta inmigrante se quejaba bastante de la dureza del trabajo en la limpieza, pero la fortaleza emocional de estas jóvenes mujeres es enorme: “yo nunca he trabajado en limpieza, pero aquí no puedo hacer otra cosa y yo necesito trabajar sino no estaría aquí. Hay muchas dificultades, pero si a la primera barrera tú te vuelves a tu país, entonces no conquistas nada en tu vida, eso es verdad. No, yo quiero algo para mi vida, voy a trabajar haga lo que haga, yo necesito un trabajo para conseguir comprar una casa… Una casa donde pueda estar con mi hijo y que pueda estudiar, pagarle una facultad… yo no he tenido la oportunidad. Donde yo trabajo entro a las 9 de la mañana y llego a las 10 de la noche a casa, agotada…me duele todo el cuerpo, las manos, las piernas subo escaleras 10 veces al día. A veces, pienso: voy a volver a mi país porque estoy cansada. Y, luego pienso,

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¡no!, yo he venido aquí a trabajar por un objetivo y sin él no vuelvo a mi país. Si Dios me da fuerza y coraje, yo voy a trabajar: no importa dónde y qué haga”. Estas son las experiencias que siguen al “aterrizaje”, el camino de las pruebas de estas heroínas y que es diferencial no tanto con respecto a la edad de las inmigrantes o el género, sino en relación a cuestiones relacionadas con la clase, la cultura, la “raza”, la situación legal y la particular idiosincrasia de la sociedad que las recibe. Casi todas las inmigrantes han sufrido discriminación en algún grado, incluso aquellas como (C. 25 años) la joven rumana, que desempeña un puesto de trabajo de alta cualificación, que habla seis idiomas y que no encaja en un perfil, precisamente, de “lumpem proletariat”. Sin embargo, cuando llegó a España, sufrió en el ámbito laboral, el impacto de determinados prejuicios asociados a la comunidad rumana (“en mi primer trabajo en una oficina de una multinacional en España, que tenía varias delegaciones, llama una persona desde Barcelona; dice: no sé qué C., tienes un acento raro, Sí, soy rumana. ¡Ah!, bueno pues mira ¿sabes qué?, pásame con tu jefe, porque yo con esta gente, mira no me fío nada y me he quedado callada, porque es que me he bloqueado…”) y el efecto de una selección por “darwinismo inverso”, esto es, la relegación y/o preferencia ante un puesto de trabajo por una persona menos capacitada que ella, pero de origen español. A C., le ha costado entender que la rechazaran sólo por ser extranjera y que con dos licenciaturas y un Master en Cambridge, teniendo más cualificación que el resto de los candidatos prefirieran a uno español de menos cualificación. Las pruebas más difíciles que pueden vivir las mujeres inmigrantes son las asociadas a las situaciones de ilegalidad documental y las padecidas como consecuencia de actitudes racistas y xenófobas. Hemos podido conocer algunos de estos casos. En concreto, la vivencia más dura -transmitida por las entrevistadas- y relacionada con los “efectos colaterales” de la indocumentalidad que pueden sufrir los y las inmigrantes, es la experiencia de una detención policial por falta de papeles; es, en concreto, la vivida por Cl., colombiana de 31 años, 9 años de residencia, estudios primarios y actualmente en paro: “cuando yo llegué aquí, como al año, me cogió la policía y nos detuvieron en el calabozo, había unas 40 chicas y no nos dejaban ir al baño. Imagínate, 24 horas ahí, sueño y de todo y si queríamos dormir, así en el suelo pegados, sin mantas ni nada. Y eso nos ocurrió cuando nos llevaron a la Comisaría de…. Lo único era que nos tenían separadas mujeres y hombres, pero el trato de nos dieron allí: ¡imagínate!, ¿no?, ahí 24 horas sin poder orinar y ya uno queda reventado. Comida nos dieron un tarrito de esos de zumito y un paquetico de galletas. Nos han tratado como perros así enjaulados. ¿Por qué os retuvieron? -le pregunté-: porque estábamos sin documentos. Luego nos sacaron, cuando me llevaron a mí me interrogaron, ¡qué si esto!, ¡qué si lo otro!, qué te vamos a mandar a tu país, que te largues, que qué vienes a hacer aquí, ¡quédate en tu tierra que aquí ya hay mucha gente!”. Cl., narra esta experiencia muy serena pero con el timbre del dolor en su voz, entonces sólo tenía 22 años. Las vivencias son, de todo, menos superficiales. De ahí nuestro interés en recogerlas, porque ninguna teoría social puede ser más explicativa que los hechos. No podemos dejar de referirnos, desde el marco diverso de la realidad social que intentamos analizar, a la difícil prueba que se enfrentan las mujeres inmigrantes que presentan diferencias de aspecto físico o de pautas

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Tabla 5. Diez principales países de procedencia de las mujeres extranjeras residentes en España (2001-2008) 2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

1

Marruecos (72.051)

Ecuador (129.419)

Ecuador (195.000)

Ecuador 239.532)

Ecuador (246.986)

Ecuador (229.431)

Rumania (239.752)

Rumania (323.760)

2

Ecuador (69.628)

Colombia (109.749)

Colombia (138.737)

Colombia (140.684)

Colombia (152.323)

Rumania (183.172)

Ecuador (213.407)

Ecuador (207.932)

3

Colombia (52.308)

Marruecos (91.398)

Marruecos (111.109)

Marruecos (126.551)

Marruecos (150.293)

Marruecos (167.199)

Marruecos (179.484)

Marruecos (202.010)

4

Reino Unido (51.308)

Reino Unido (60.561)

Reino Unido (75.898)

Rumania (90.567)

Rumania (139.975)

Colombia (149.642)

Colombia (147.736)

Reino Unido (164.182)

5

Alemania (47.110)

Alemania (53.768)

Argentina (61.738

Reino Unido (81.711)

Reino Unido (106.440)

Reino Unido (128.506)

Reino Unido (147.028)

Colombia (156.351)

6

Francia (22.453)

Argentina (32.204)

Alemania (61.075)

Argentina (75.708)

Argentina (89.142)

Argentina (91.084)

Bolivia (111.110)

Bolivia (131.251)

7

Rep. Dominicana (21.973)

Perú (26.405)

Rumania (57.330)

Alemania (54.259)

Alemania (61.462)

Bolivia (77.487)

Argentina (89.565)

Argentina (93.787)

8

Perú (21.233)

Rep. Dominicana (25.965)

Perú (32.048)

Perú (37.752)

Bolivia (53.578)

Alemania (68.705)

Alemania (74.827)

Alemania (82.279)

9

Portugal (19.286)

Francia (25.807)

Francia (29.863)

Rep. Dominicana (30.492)

Perú (45.705)

Perú (50.548)

Brasil (55.538)

Brasil (69.981)

10

Argentina (18.770)

Rumania (25.760)

Rep. Dominicana (29.435)

Bulgaria (29.954)

Bulgaria (40.150)

Brasil (45.714)

Bulgaria (54.085)

Bulgaria (67.349)

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Padrón Municipal (a 1 de enero de cada año de referencia), INE.

culturales propias. Ejemplos paradigmáticos de la realidad de “todos los días” de una mujer inmigrante en España, son L. de República Dominicana (32 años, 7 de residencia, casada, sin estudios, trabajadora de la limpieza en una empresa de transportes) y una entrevistada a la que nos hemos referido anteriormente L. de Marruecos (L., 32 años, soltera, administrativa en Universidad privada, 9 años de residencia), ambas pertenecientes a países con significativa representación en España (Ver Tabla 5). L. de República Dominicana es negra y esta particularidad de su aspecto físico, le ha hecho vivir experiencias de rechazo y humillación, por ejemplo, cuenta la entrevistada: “iba un día, me monto en un autobús y había una señora sentada y me siento al lado y se para y me dice: tenía que venir ésta justo a sentarse aquí. Y la digo, ¿qué pasa señora?, qué deberían estar en su país, no aquí estorbando, ocupando el puesto de los españoles…Esas cosas, me han pasado varias cositas así, pero trata uno de olvidar porque te sientes mal en el momento y si vas a estar todo el tiempo con eso… tratas de olvidar esas cosas y sigues adelante, ¡claro!, te sientes en el momento como que no vales nada”. Es, sin duda, en estas prácticas informales o conductas cotidianas desencadenadas a partir del color de la piel de una persona dónde mejor se pueden identificar tendencias sociales latentes de racismo y xenofobia en nuestro país. Mencionar, por último, las especiales dificultades que encuentran las mujeres marroquíes inmigrantes de todos los perfiles sociodemográficos (casadas, solteras, con estudios, sin estudios, nacidas en España pero de padres magrebíes, etc.). Pertenecer a una cultura que suscita recelos es un gran handicap en la integración de estas inmigrantes. Las pruebas de su periplo son de diverso tipo

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y se refieren a niveles tan pedestres como alquilar una vivienda o el trato recibido al entrar a comprar en una tienda, hasta los conflictos identitarios sufridos por quiénes pretenden mantener un estilo de vida acorde al sistema de creencias y de valores de su país de origen y, a la vez integrarse, en igualdad de condiciones y derechos en un país de pautas culturales distintas. L., mujer marroquí de 32 años, se ha enfrentado, a menudo, a la difícil prueba de la constante desconfianza que su presencia (cubre su cabeza con el hiyab) despierta en muchos ciudadanos españoles. Así, manifiesta el dolor y la humillación que pueden causar determinadas miradas y actitudes: “vas por ejemplo en el metro subiendo las escaleras, una persona te ve y la reacción que tiene es esconder el bolso, pues, ¡perdona, nooo!. O te siguen, por ejemplo, en el supermercado, a mi me ha pasado. Fuimos a comprar aquí, me seguía la chica. Iba por donde iba y me seguía. Íbamos cogiendo cosas y la chica nos seguía hasta la caja. Y al supermercado ese, suelo ir con mi compañera de trabajo a comprar las cosas que necesitamos para la oficina, y bien. Resulta que vamos dos marroquíes y nos siguen. Entonces, eso a veces duele, pero bueno”. El camino de las jóvenes inmigrantes está plagado de riesgos, pero cuando nos adentramos en sus experiencias de vida también descubrimos los múltiples recursos con los que cuentan para superar los obstáculos y salir adelante (haber emprendido la travesía ya es una muestra de valor y de inteligencia). Todo viaje heroico termina con un retorno, con el regreso a la comunidad de origen a la que, las aportaciones de los que se marcharon, contribuyen a desarrollar. Pero, nuestras heroínas son hijas de su tiempo, de un mundo globalmente interconectado y en el que las fronteras no siempre pueden contener a los/las conquistadores de progreso y marcarles una dirección. Si diversos son los proyectos migratorios, las expectativas también lo son (no hay unicidad de posturas en cuanto a la decisión futura de regreso) y podríamos afirmar que éste es un viaje, especialmente, complejo en el que el final -como el futuro- difícilmente pueden ponerse por escrito.

4.- Conclusiones. Los procesos migratorios femeninos actuales deben estudiarse en el marco del proceso de reestructuración económica y social de alcance mundial que, en los años setenta del siglo XX, afectó a la organización de los mercados de trabajo. La demanda de mano de obra no cualificada en sectores como el de servicios (hostelería, restauración, limpieza, etc.) o para cubrir las necesidades reproductivas y de atención personal en las sociedades desarrolladas atrae a un volumen importante de trabajadores inmigrantes, sobre todo jóvenes y mujeres. Estos movimientos de población femenina son una constante en el pasado siglo y, actualmente, representan la mitad del total de migrantes internacionales. España, no es una excepción, y al igual que ocurre en otros países del mundo, las mujeres inmigrantes no sólo tienen similar representación numérica sino que se enfrentan a una problemática específica de riesgos de vulnerabilidad y exclusión social. Una “problemática” que responde, básicamente, a la diferente valoración del proceso migratorio según que el protagonista del mismo sea un hombre o una mujer y a las condiciones de trabajo de las inmigrantes. Así, nos hemos referido en este artículo a las características de los empleos inmigrantes “típicamente femeninos” que tienen en común con los masculinos, el integrarse en el mercado de trabajo secundario y, por lo tanto, tratarse de ocupaciones con bajos estatus, salarios, estabilidad y seguridad, sino que además, en el caso de la mujer van

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asociados a los estereotipos patriarcales de docilidad, obediencia y entrega. Por otro lado, en sectores económicos como el servicio doméstico tan proclive a la irregularidad, al aislamiento y la explotación; como hemos visto a través de otros estudios, un sector que en principio se piensa es la puerta de entrada al mercado laboral español y que se convierte en un callejón sin salida para muchas trabajadoras inmigrantes. Por otro lado, si todo proceso migratorio es en sí un proyecto heroico, las mujeres inmigrantes deben vencer algunas “pruebas” diferenciales. Entre las diferencias por género hemos observado que, en relación a los motivos para migrar, dominan en ambos géneros las razones económicas y de calidad de vida; sin embargo, la búsqueda de la propia identidad y la autorrealización personal, el deseo de independencia y libertad son motivaciones encontradas exclusivamente entre las mujeres inmigrantes entrevistadas y no entre los hombres. Esta motivación es, por otro lado, independiente de la edad y su base hay que buscarla en características de la personalidad y en el contexto estructural-familiar de la migrante. De ahí, que salvo una joven marroquí y otra ecuatoriana, son las mujeres jóvenes europeas quiénes inician su proyecto migratorio por este motivo y, en algún caso, por el deseo “de probar algo distinto”. Cuando el proyecto migratorio se inicia como “huída” de un contexto materialmente deficitario, la supervivencia (de ella y de los hijos, pues muchas jóvenes dejan al menos un hijo en su país) se convierte en el principal motor y también determina las condiciones de llegada y algunas duras experiencias asociadas a la precariedad material, laboral, legal y social. Las entrevistas nos han permitido comprobar, los diferentes grados de discriminación que la sociedad española genera en estas mujeres y a los que no escapan ni siquiera las mujeres jóvenes y cultas que, aparentemente, no “encajan” en los estereotipos sociales y fenotipos raciales que son objeto fácil de la mayor parte de las miradas, conductas y palabras xenófobas. Destacamos, por último, el enorme valor de estas jóvenes heroínas de nuestro tiempo que maduran rápido, pero que afrontan las pruebas y dificultades de la travesía con dignidad, inteligencia y coraje. Referencias bibliografías - Aguinaga Roustan, J. (2008). “Las condiciones de trabajo de las mujeres inmigrantes en España”, en Tezanos, J.F., Díaz Moreno, V. Condiciones laborales de los trabajadores inmigrantes en España. Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales. Fundación Sistema, Madrid. - Araujo, S. (2005). “Cartografías migratorias: migraciones internacionales en el marco de las relaciones Norte-Sur”, en VV.AA., La migración. Un camino entre el desarrollo y la cooperación. CIP-FUHEM, Madrid. - Bifani, P. (2002), “Globalización, Género y Proletarización” en Gregorio Gil, C., Agreda Romero, B. (eds.). MUJERES DE UN SOLO MUNDO: Globalización y Multiculturalismo. Editorial Universidad de Granada. Granada. - Cameron R., Neal, L. (2007). Historia Económica Mundial. Alianza Editorial, Madrid. - Campbell, J. (1997). El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. F.C.E., México. - Castles, S., Miller, M.J. (2004). La era de la migración. Movimientos internacionales de población en el mundo moderno. Coeditores Universidad Autónoma de Zacatecas, Instituto Nacional de Migración, Fundación Colosio, Miguel Ángel Porrúa, México. - Colectivo IOÉ (2001). Mujer, inmigración y trabajo. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. - Gregorio Gil, C. (1998). Migración femenina. Su impacto en las relaciones de género. Narcea Ediciones, Madrid. - VI Informe sobre exclusión y desarrollo social en España 2008. Fundación Foessa, Cáritas, Madrid.

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Coral Caro Blanco. Profesora de Enseñanza Secundaria. Miembro del Seminario Interdisciplinar de Estudios de Género. Universidad de Barcelona

Un amor a tu medida. Estereotipos y violencia en las relaciones amorosas "Durante todos estos siglos, las mujeres han sido espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar una silueta del hombre de tamaño doble del natural." Una habitación propia. Virginia Woolf

El mito del amor romántico que es un concepto fundamental en el imaginario occidental muy a menudo se muestra como trasfondo de la violencia de género. Su representación está diseminada en diferentes discursos, creencias, producciones culturales y audiovisuales que marcan las formas, los rituales, las actitudes que lo caracterizan y lo hacen reconocible. El amor ideal de pareja siempre ha sido entendido en término de diferenciación de los roles de género y se tergiversan fácilmente con la idea de posesión del otro. A través de dos estudios de campo se aportan datos empíricos que muestran que los estereotipos de género y las creencias en los procesos de socialización pueden desembocar ya en la adolescencia en unas representaciones mentales que contienen el germen de las desigualdades sexistas y la tolerancia hacia la violencia contra las mujeres. Si conseguimos que los y las jóvenes detecten estos estereotipos de género y construyan nuevas creencias basadas en el respeto a la otra persona, podemos cambiar su forma de conducir sus relaciones, prevenir la violencia sexista, y lograr que las relaciones sentimentales de la juventud se construyan en términos de igualdad Palabras clave: estereotipos, género, creencias, metáforas, amor romántico, idealización, violencia, discriminación, sexismo, adolescencia, representaciones mentales, igualdad.

Según el Observatorio contra la Violencia de Género, actualmente se detiene a un hombre por violencia de género cada 12 minutos. Durante los dos años en que ha estado en vigor la Ley Integral contra la Violencia de Género han sido presentadas 121.928 denuncias por malos tratos. En los tres años anteriores, se presentaron un total de 150.927 denuncias. En el primer año de aplicación de la Ley el número de denuncias de este tipo se incrementó en un 3,8 por ciento. El 35,6 por ciento de las denuncias presentadas el año pasado fueron contra cónyuges y el 27,9 por ciento contra compañeros sentimentales. Mientras, el 19,2 por ciento fueron denuncias contra ex compañeros sentimentales y el 10,2 por ciento contra ex-cónyuges. El 3,1 por ciento de las denuncias se interpusieron contra novios y el 3,7 por ciento contra ex novios. De este modo, algo más de un tercio de las denuncias se registraron entre parejas separadas o en situación de crisis. Las cifras sobre violencia machista resultan abrumadoras. Si el pasado año ya se batieron récord no sólo en los asesinatos de mujeres que murieron a manos de su pareja o ex pareja, sino también en el número de denuncias presentadas por malos tra-

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tos (126.293), este año se pueden superar esos límites. De hecho, en los seis primeros meses de 2008 se han producido muchas más denuncias por esta lacra (71.022), que suponen un aumento del 14% respecto al mismo periodo de 2007. Así pues, los indicadores hacen pensar que las cifras continuarán creciendo, tal y como ha declarado la presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Inmaculada Montalbán. Como vemos uno de los problemas más alarmantes en nuestra sociedad es la violencia sexista. Las víctimas son las mujeres y los agresores sus compañeros sentimentales. ¿Qué podemos hacer para frenar este fenómeno? ¿Es en algún sentido la sociedad responsable de esta situación? ¿Por qué dos personas que se quieren se maltratan psíquica y físicamente y en ocasiones llegan al asesinato? Desde el ámbito de la psicología y de la educación es urgente preguntarnos no solamente por los mecanismos de orden individual y social que intervienen en que estos lamentables hechos se produzcan, se toleren y se perpetúen, sino también cómo podemos educar a nuestra juventud para erradicar estas situaciones de violencia en el contexto de una relación amorosa. La sociedad española está comenzando a sentir que no es un problema personal o privado, sino que afecta a la sociedad en su conjunto, puesto que obstaculiza la construcción de un orden social justo e igualitario, por lo tanto, la elaboración y consiguiente aplicación de una “política preventiva” contra la violencia de género desde las primeras fases de la relación y el noviazgo entre los jóvenes constituye una medida conveniente y prioritaria. En nuestro contexto cultural, las desigualdades sexistas se basan, en última instancia, en la asignación de diferentes derechos y obligaciones a las personas en función de su sexo y a la imposición de una concepción de roles de género y de estereotipos que supeditan la mujer al hombre. Así pues, la concepción del amor que está insertada en el imaginario social es, a menudo, trasfondo de la violencia de género. Esta concepción se basa en la idea de amor romántico: Un amor ideal, un amor de entrega total a una persona que muchas veces construimos a nuestra medida, sin tener mucho que ver con la realidad y que choca con la necesidad de construir espacios para el ejercicio de la libertad individual. Dentro de esta concepción cultural se considera que los afectos y los conflictos forman parte de una relación normal de pareja, sin embargo, esta forma de entender la relación puede llevar a muchas mujeres jóvenes a construir su vida amorosa sobre la base de una confianza ciega fruto de la idealización de la relación y en consecuencia adaptarse, tolerar o negar conductas y situaciones que desembocan en un auténtico maltrato, una violencia psíquica y física. Carmelo Moreno del Río (1998) sintetiza magistralmente las ideas de la destacada y respetada feminista Celia Amorós (1985) “afirma que las causas últimas que explican la subordinación de la mujer están en la vida material de ésta: concretamente en las relaciones de producción y de reproducción en que se entran las mujeres, en el matrimonio y en la vida social . La subordinación no es una cuestión de oportunidades legales, ni de alienaciones mentales, sino cuestión de quien crea riqueza y cómo se crea dicha riqueza en una formación social determinada, en la vida real, y de quién controla y cómo controla lo que se produce.” Según la socióloga Josune Aguinaga (2007), la primera disciplina que utiliza el término género es la psicología. El papel o rol de género se nutre del con-

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junto de normas y prescripciones que dicta la sociedad y la cultura tanto sobre el comportamiento femenino como el masculino, limitando las potencialidades humanas de las personas al caracterizar los comportamientos según sean adecuados al género: las mujeres tienen a los hijos y por lo tanto los cuidan. Lo femenino es lo doméstico, lo privado, contrapuesto con lo masculino, como lo público, de ahí el refrán popular: “El hombre barca y la mujer arca”. De hecho en el refranero español la misoginia está patente en muchas máximas, encontramos infinidad de refranes que se burlan de las mujeres mientras que apenas existen refranes que satiricen a los hombres. La violencia de género no es una cuestión privada, que se tenga que resolver en casa como nos aconseja el refrán: “Entre marido y mujer nadie se debe meter”. Nuestra cultura refuerza esta idea: “Los trapos sucios se lavan en casa”. En el refranero español, la mujer se muestra como signo de debilidad, de falta de inteligencia, de tendencia a equivocarse, de indecisión. Subraya el prototipo ideal de mujer: guapa, obediente, sumisa, fiel, honesta, dócil, ama de casa, laboriosa. Se establece un perfil de mujer y se censura todo lo que no se ajusta a él. En el refranero de Junceda, Luis (1998) encontramos refranes sexistas que animan al maltrato: ´A la mujer y a la mula, vara dura’; ‘a la mujer y a la burra, cada día una zurra’, ‘Sin tacha ninguna no hay mujer ni mula’; ‘Huerto, mujer y molino, quieren uso de continuo’; ‘A la mujer ya la cabra, soga larga, soga larga;’ ‘De cojera de perro y del mal de mujer, no hay que creer.’, ‘Dolor de mujer muerta dura hasta la puerta’, El caballo y la mujer al ojo se ha de tener’; Febrero y mujeres tienen en su día diez pareceres’; ‘La mujer aténgase al huso y no al uso’; ¿Sabes lo que es el infierno? una mujer sin gobierno. El refranero es una manifestación de la sabiduría popular, así como de su moral e inclinaciones. Dado que los refranes acaban siendo aceptados por la mayoría para llegar a constituirse como tal, podríamos decir que son fruto de un proceso, en algún sentido, democrático. Por otro lado, es evidente que el refranero no representa una visión objetiva de la mujer. Entonces, ¿quién establece esa sabiduría popular? Tal como argumenta la insigne pensadora, directora de investigación del CNRS y cofundadora, junto con Simone de Beauvoir, de la revista Nouvelles questions feministes, Chistine Delphy (2008) en las sociedades occidentales se suele exhortar a aceptar ‘al otro’ por medio de discursos que denuncian el racismo, la xenofobia y, a veces, también el sexismo. No obstante, los discursos que promueven la tolerancia están en realidad aceptando y reconduciendo la existencia de una instancia que es uno y sin la cual no puede existir ningún otro. Christine Delphy considera a la familia como una célula económica, es decir, un modo de producción doméstico. Profesora e investigadora de estudios de género sostiene que los otros son los no blancos, las mujeres y los homosexuales. Nos negamos a aceptar al otro tal como es, diferente a nosotros. La jerarquía existente en nuestra sociedad se debe al rechazo del ‘otro’. Su tesis es la siguiente: Los seres humanos no soportan la diferencia de género, raza o sexualidad. Cada grupo dominado por la primera premisa está sometido por las siguientes: ser mujer por el hombre; por no blanca por la raza blanca o por ser homosexual por lo heterosexual. La civilización humana odia lo diferente. La sociedad es la que construye al otro con prácticas ideológicas o discurso y

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la filosofía particular y occidental trata a la otra persona desde el punto de vista del yo. Ningún individuo puede existir fuera de la sociedad, la vida material de los opresores se desenvuelve a su beneficio. Estamos dominados por un hiper-individualismo. Tenemos dificultad para aceptar al ‘otro’. Los otros son aceptables o rechazables. El uno es el que tiene poder de catalogar, rechazar, discriminar. Hay una ausencia total de reciprocidad. Al otro se le maltrata cuando se le designa como otro. Es una relación donde uno vence y el otro pierde. Es lo primero que pensamos cuando vemos a personas inmigrantes, ellos y ellas son los otros, uno está en su casa y el otro viene de fuera y, en consideración, cuando un grupo es catalogado ya es demasiado tarde para cambiar esa discriminación, la discriminación se inserta en un modo de vida ‘normal’. Esta discriminación define la frontera entre superior e inferior. Por ejemplo, en Brasil, que el grado social depende del grado de blancura, ser más blanco es un marcador de raza. También, en EEUU la raza es un marcador social que jerarquiza, se rellenan impresos administrativos, multas, solicitudes de beca y nos piden de qué raza somos, por ejemplo, si somos de la raza blanca somos de la raza caucásica. En las Antillas Francesas, donde los marcadores de raza son predominantes, hasta 1848 no se prohibió la esclavitud. En los tres ejemplos de países hay una jerarquía de raza y unos prejuicios del color de la piel que se manifiestan en la jerarquía social. Todos los blancos por encima de todos los negros, en cambio, en Europa determinar la raza en documentos administrativos está prohibido. Pero, ¿qué pasa con el marcador de género? En todos los países y de igual modo se nos pide el signo de masculinidad o feminidad. ¿Podemos mantener esta teoría entre los hombres y entre las mujeres? Por supuesto, el otro es lo femenino. Los signos dominantes de raza, género y de sexo se ven como una manera de ser normal pero la norma universal son los privilegios de los unos ganados a costa de la discriminación de los otros. Para Christine Delphi las instituciones políticas legales como las ideologías que lo sustentan no crean las relaciones de explotación de las mujeres, sino que lo que hacen es reflejar las relaciones de producción existentes, es decir, la sociedad moderna, basada en la igualdad formal, está construida en la desigualdad material. A su juicio es necesaria una nueva ciencia política que centre sus esfuerzos en el estudio certero y sincero, de las mujeres, por mujeres y para las mujeres. Las mujeres entendidas como un grupo social concreto y diferenciado para poder llegar a su situación de dependencia y así acabar con ella. Así, en estas violencias cotidianas que se dan entre las parejas jóvenes ¿dónde se puede poner el listón de lo aceptable y lo no aceptable en una relación? Dado que es la adolescencia el período en que las y los jóvenes empiezan a vivenciar las relaciones amorosas y sexuales es muy importante desarrollar estudios dónde podamos conocer las ideas y representaciones que tienes los y las jóvenes sobre el enamoramiento y el amor, cómo entienden o cómo se imagina la juventud algunos aspectos propios de una situación de maltrato y acercarnos a la realidad para tratar de conocer los estereotipos de género en las prácticas cotidianas de los y las adolescentes. En nuestras investigaciones nos proponemos aportar datos empíricos que muestren que los estereotipos de género y las creencias en los procesos de socialización pueden desembocar ya en la adolescencia en unas representaciones mentales que contienen el origen de las desigualdades sexistas y la resignación hacia la violencia contra las mujeres.

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En concreto en el trabajo de investigación: “Representaciones y metáforas sobre el amor en una población adolescente” (2001) nos pareció de gran interés conocer de primera mano las ideas y representaciones de un grupo de adolescentes de ambos sexos acerca del amor; analizar las expresiones verbales de tipo metafórico utilizadas para expresar dichas ideas y representaciones e indagar la posible existencia de diferencias entre edades y sexos en cuanto a dichas formas verbales de expresión. La metodología y procedimientos fueron los siguientes: Se pidió a tres grupos-clase (90 chicas y chicos) la redacción de un texto donde explicaran, disponiendo de un tiempo de 60 minutos, cuáles eran sus ideas sobre el amor y del estado de hallarse “enamorado/a”. Concretamente se les dijo: “Escribe cómo te sientes cuándo estás enamorado/a”, “¿Qué es para ti el amor ?” La población analizada fueron 10 sujetos de 13 años de 2º. de ESO, 5 chicas y 5 chicos; 10 sujetos de 14 años de 3º. de ESO, 5 chicas y 5 chicos y 10 sujetos de 15 años de 4º. de ESO, 5 chicas y 5 chicos. Del IES Joan Oró de Martorell en la comarca del Bajo Llobregat- zona Norte de la provincia de Barcelona. Si describimos el entorno donde se ubica, Martorell es una población que va creciendo considerablemente, debido a su proximidad al área metropolitana y al acceso a las nuevas comunicaciones. Sus habitantes y alumnado que asisten al centro son de clase trabajadora cualificada, la mayoría de sus padres trabajan en las empresas de alrededores: SEAT, Chupa-chups, Solvay, Knorr, etc. Las zonas deprimidas están muy definidas, sobretodo la precariedad de la comunidad magrebí en las viviendas baratas. El marco de referencia en que se sitúa nuestro estudio son los modelos organizadores aplicados a rasgos diferenciadores de género. Se entiende por modelo organizador la particular organización que el sujeto realiza de los datos seleccionados y elabora a partir de una situación determinada, del significado que les ha atribuido y de las implicaciones que de ellos se deriven. De entre todas las recientes aportaciones de las ciencias cognitivas nos interesa destacar la de los modelos mentales. Las investigaciones relacionadas con este concepto han proliferado desde que en 1983 fueron publicados dos libros con el título de “Mentals Models” hasta constituir un amplio y heterogéneo mosaico de trabajos que tratan diferentes aspectos de la cognición. Los trabajos de Johnson-Laird se basan en el estudio de los modelos mentales que los y las sujetos elaboran a partir de enunciados verbales. JonhsonLaird considera que el razonamiento no surge de enunciados sino que el sujeto elabora, a partir de ellos, modelos mentales, que son “una representación interna de un estado de las cosas del mundo exterior”. Estos modelos mentales constituyen una forma de representación de los conocimientos a través de los cuales el ser humano construye la realidad y eso supone, cuando realiza un proceso de simulación mental, concebir alternativas y verificar hipótesis. Según Teun A. van Dijk (2003) hay que tener en cuenta que el conocimiento, las actitudes e indirectamente las ideologías, aunque aparecen por separado en la representación social general, puede afectar a las estructuras y contenidos de los modelos mentales que construimos a partir de acontecimientos concretos, es decir, podemos “traducir” ideologías generales en experiencias específicas que forman parte de los modelos mentales. Estos modelos mentales no sólo son importantes para la representación de las experiencias personales, sino que también fundamentan la producción y composición de la

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acción y del discurso. Cuando decimos a los y las sujetos que nos cuenten una historia usan el modelo del hecho que han representado y al revés, cuando escuchan una historia, construyen un modelo mental que les permita entenderla. Es decir, el lenguaje incluye la expresión y la composición de cómo construimos o actualizamos los modelos mentales Las teorías de los significados y de las metáforas han sido los parámetros que hemos utilizado para el estudio de las formas de expresión de estas ideas y sentimientos. La metáfora suele definirse como la utilización de una palabra para designar una realidad distinta a la que convencionalmente representa; es decir se trata del uso de un signo por el otro. Aunque hay una asociación inmediata que suele ligar el término metáfora a la lengua literaria, resulta claro que no se trata de un término exclusivo de este registro. La teoría de la metáfora en la lingüística cognitiva fue desarrollada por Lakoff, éste parte de la hipótesis de que la metáfora no es sólo una figura literaria, sino que es un mecanismo cognitivo que se utiliza para procesar información abstracta, a partir de conceptos más concretos, simples y familiares (Lakoff y Johnson, 1980). La metáfora y también la metonimia impregnan el uso cotidiano del lenguaje. El concepto del amor se estructura en forma metafórica, es decir, las diferentes estructuraciones metafóricas se ajustan entre sí de una manera coherente. Veamos algunos ejemplos de los citados autores:

EL AMOR ES UNA FUERZA FÍSICA. “Puedo sentir la electricidad entre nosotros. Hubo chispazo. Fui atraído hacia ella magnéticamente. Se atraen el uno al otro de manera incontrolable. Gravitaron inmediatamente el uno hacia el otro. Su vida entera gira entorno a ella. La atmósfera que lo rodea siempre está cargada. Hay una energía increíble en su relación. Perdieron su momento, su ímpetu”.

EL AMOR ES UN PACIENTE. “Es una relación enferma. El suyo es un matrimonio fuerte y sano. El matrimonio está muerto no se le puede revivir. Su matrimonio está mejorando. Volvemos a mejorar. Su relación está realmente en buena forma. Hemos tenido un matrimonio lánguido. Su matrimonio está en las últimas. Es una aventura agotada”.

EL AMOR ES LOCURA “Estoy loco por ella. Me hace perder el juicio. Me tiene sorbido el seso. Está chiflada por mí”.

EL AMOR ES MAGIA “Ella me hechizó. La magia se ha ido. Me tenía hipnotizado. Me ponía en trance. Me hechiza, seduce”.

EL AMOR ES GUERRA. “Es conocido por sus abundantes conquistas. Luchó por él pero su amante venció. Huyó ante sus avances e insinuaciones. Lo persiguió impecable-

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mente. Lentamente va ganando terreno con ella. Consiguió su mano. Le subyugó. La asedian los pretendientes. Tiene que defenderse de ellos. Reclutó la ayuda de sus amigos. Se alió con la madre de ella. Si he visto un matrimonio en desigual alianza es ese”.

EL AMOR ES UN VIAJE. Tendremos que emprender caminos separados. Ahora no podemos volver atrás Mira que lejos hemos llegado. Estamos en una encrucijada .No creo que esta relación vaya a ninguna parte. Estamos atascados. Es un largo camino lleno de baches. Esta relación es un callejón si salida. Simplemente estamos haciendo girar la rueda. Nuestro matrimonio hace aguas. Esta relación está yendo a pique. Existen con los ejemplos mencionados de Lakoff gran número de coincidencias en imágenes con nuestro estudio, donde encontramos iguales y parecidas estructuras metafóricas. Los objetivos y metodología citados, los modelos organizadores aplicados a rasgos de género (Moreno 1998), la composición de los modelos mentales según Teun A. van Dijk (2003), y las teorías de los significados y las metáforas según Lakoff y Johnson(1980) nos condujeron a la elaboración de diferentes estudios y, en concreto, las características o rasgos vivenciales que definieron las representaciones sobre el amor y el enamoramiento fueron las siguientes: A. Sentimiento de felicidad: Se trata de la expresión de una elevada complacencia que se genera por la experiencia vivida Ej. F 12: (13a.) “era un mundo de felicidad siempre estaba en las nubes pensando solamente en él”. B. Idealización de la otra persona. Se expresa la contemplación de la persona amada como superior, casi fuera de lo real. Ej.: M 10 (14 a.) “Su cara redondita y su piel suave, me atrajeron como un rayo de luz en una habitación oscura”. F 14 (14 a.) “Es el chico ideal”. C. Sentimientos contrapuestos: Se expresa la vivencia de sentimientos positivos al mismo tiempo que negativos, experimentación de vivencias opuestas. Ej. F.15 (14 a) “..me daba por estar triste o muy contenta, casi no comía y apenas podía dormir, es una sensación muy bonita, pero que te acaba haciendo sufrir.” F.25. (16 a.) “Tenia ganas de reír pero también de llorar”. D. Trastornos físicos y mentales: Se trata de sensaciones corporales y mentales nuevas, anteriormente no experimentadas y que pueden trastornar diferentes momentos de la vida cotidiana. Ej. M.6. (13 a) “Cuando me enamoré y esa chica se me acercaba sentí temblor, emoción, rubor” F21 (16 a) “Las mariposas me han invadido, me he quedado paralizado sin hablar, oír, sentir, sólo mirándole...¿es amor o locura transitoria?” E. Complacencia en las cualidades de la otra persona. Ej. F.1 (13 a.) “Es una persona bastante sincera y expresa sus sentimientos” M29 (16a) “Tiene unos ojos preciosos, una mirada que llegaba dentro de mí....” F. Relación con la otra persona aproximadamente simétrica. Vivencia de una relación positiva, caracterizada por una unión para siempre, la identificación con la otra persona, la complementariedad total., etc. Ej. M16 (14a.) “quieres estar todo el rato con esa chica y no te quieres separar de ella

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nunca” F 24 (16 a.)”. “Estamos hechos el uno para el otro. Somos almas gemelas”. G. Relación con la otra persona aproximadamente asimétrica. Vivencia de una relación que implica la entrega a la otra persona, supeditación a su voluntad, y que genera indecisión, miedo al rechazo, inseguridad en sí mismo/a, etc. Ej. F22 (16 a.) “Cuando te enamoras, te sientes más débil, más indefensa” F14 (14 a) “Siempre que tengo un problema puedo acudir a él, porque sé que me entender”. H. Sentimientos negativos acerca del enamoramiento. Ej. F13 (14a) F23 (16a) “cuando despiertas y te das cuenta aún le sigues queriendo pero una parte de ti le odia, entonces decides volver a no confiar en ningún chico”. I. Dolor o sufrimiento: sentimiento o vivencia producida por el rechazo y por la simple inseguridad ante la otra persona. Ej. F5 (14 a) “por las noches pienso que soy tonta al quererle como le quiero, porque lo único que hago es sufrir hasta que ya no pueda aguantar más” F23 (16ª.) “El amor te destroza por dentro, te llena de inseguridades, te destroza el alma...”. J. Diferenciación entre amor y otros sentimientos. Ej. M7 (13 a.) “yo no estaría con la chavala que estoy, sólo por sexo, creo que es mucho más lo que se siente.” F12 (16 a) “Muchas veces nos confundimos, no es amor, es atracción”. K. Incredulidad. No aceptación como creíble la idea convencional del amor como un estado eternamente positivo entre dos personas. Ej. : F15: (14 a) “Supongo que no todos serán iguales, pero por lo que he comprobado de momento sí”. F 23 (15 a) “El amor no existe, y si alguna vez ha existido algo de eso debió extinguirse hace mucho tiempo”. L. Rivalidad. Se opone al otro tratando de alcanzar lo mismo que ella o él pretende. Ejemplo: M7 “Aunque, a veces, tengamos tropiezos como si le abraza un chaval, yo lo miro un poco mal y me pongo agresivo, lo mismo pasa si es al contrario”. M. Rechazo a la entrega total de otra persona. Valoración propia por encima de la idea de amor entendido como entrega y supeditación a los deseos de otra persona. Ej.: F3 (13 a.) “Yo tengo miedo de perder a mis amigas. Sin amigos no eres nada en este mundo.” “Pero yo soy morena y me gusta como soy. Yo no voy a cambiar por un chico. Si él sale conmigo es porque le gusto, soy morena y estoy orgullosa de serlo. Yo no me voy a pintar, ponerme minifalda y enseñar las tetas para que un chico se fije en mí”. N. Conquista. Deseo de obtener por sí mismo/a el amor de la otra persona. Ej.: M8 (13 a) “Creo que me he enamorado y no voy a dejar pasar la oportunidad. Dicen que quien la sigue la consigue”. Las conclusiones a las que llegamos después de analizar los cuadros de las características o rasgos de tipo vivencial y sus diferencias entre edades y sexos son bastante desalentadoras y pesimistas. No esperábamos que la población femenina manifestara tanta diferencia con la población masculina. Existen muchas diferencias de género. A medida que las chicas se hacen mayores sufren más en el proceso de enamoramiento, están más supeditadas al otro y se valoran menos a sí mismas. En general, las chicas parecen experimentar más ambivalencia e inquietud ante esta experiencia. Mientras

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que no es así en los chicos. Los chicos viven esta experiencia con más felicidad, de forma más positiva y con menos expresión de dolor y sufrimiento. A medida que evoluciona la edad y se hacen mayores la experiencia es más dolorosa. Los sentimientos de baja autoestima, unidos a la dependencia y pasividad aparecen más elevados en las chicas. Los sentimientos en la edad de 13 años son más comunes en relación con los sexos. La alegría, la felicidad, nombrar las cualidades del otro predomina al sentimiento de dolor. Entre las chicas y los chicos de la franja de edad de 13 años parece que puedan existir mayores posibilidades de entendimiento y amor que en las otras dos franjas de edades, pues ambos expresan sus sentimientos, siendo estos en su mayoría de agrado, compañerismo y felicidad. En la franja de edad de 15-16 años existe más posibilidades de no entendimiento y frustración, pues ellas tienen sentimientos ambivalentes. A primera vista existe, en general, una mayor riqueza expresiva en las chicas. Los chicos son más escuetos en sus expresiones y estas tienen menos rasgos. Los chicos, al contrario que las chicas, parecen estar en el mejor de los mundos, sólo en contados casos, sus parejas les han planteado problemas suficientemente importantes como para forzarlos a reajustar sus sueños. Las metáforas del cuerpo son las más numerosas. Habría que ver que relación tienen con la pubertad o si son tan sólo características propias del enamoramiento. Nos sorprende que no nombren la sexualidad, ni la seducción o el erotismo. ¿Es porqué no la conocen o les frena el contexto escolar. ¿Podría ser porque la pregunta no menciona el sexo y sí el amor? Las expresiones escritas han sido muy ricas, la utilización de metáforas y expresiones matizadas es muy notoria. Su fantasía nos sugiere que ésta les lleva a sentir e imaginar que viven más allá de la realidad, “en las nubes”, que están “volando”, que el amor “no tiene fronteras”, que estarán “unidos para siempre” hasta “el día que muera y más allá”; “que somos almas gemelas”, que la persona querida es su “media naranja”, “la mejor del mundo.”. Encontramos en las chicas esos tópicos imposibles y fantásticos alrededor del amor. El mito del amor romántico, encarnado en aquella maravillosa entelequia que llaman “príncipe azul” o el mito de la “media naranja”. Cuando piensan que en algún lugar del mundo existe alguien con el que se compenetraran hasta el éxtasis. El simple hecho de pensar en un imprescindible “alter ego” denota la escasa confianza en poderse valer por sí mismas. Esta diferencia entre unos y otras nos lleva a pensar que es necesario presentar a la juventud la necesidad de aprender a equilibrar los deseos, expectativas y comportamientos individuales con los de su pareja, y a no aceptar, bajo ningún pretexto , que el deseo de compartir una relación dé lugar a menospreciar la dignidad que toda persona merece. Es la idea del amor que está incrustada simbólicamente en nuestra sociedad la que hace que el otro sea la continuación del “yo”, que no le dejemos vivir una vida propia y que nuestra idea de amor perfecta e ideal sea la simbiosis con el otro. El amor y el deseo son conceptos fundamentales en el imaginario occidental. Su representación está diseminada en diferentes discursos y producciones culturales, que marcan las formas, los rituales, las actitudes, etc, que los caracterizan y los hacen reconocibles. (Altable, 1991). El mito del amor romántico es una forma de entender las relaciones, entretejidas en lo social y en el plano simbólico de los mitos , la literatura, en los cuentos interiorizados

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en su tierna infancia. Son mitos culturales de la sociedad y arquetipos del amor diferente en las chicas y en los chicos. ¿Cómo sacar esta entelequia a la luz, que se haga consciente para poder cambiarlo? ¿Cómo podemos operar en las emociones? La ideología del amor romántico coloca al otro en el centro de nuestro ser. Se piensa que el erotismo, el amor tiene que venir del otro ser, ese dios siempre es el otro, nunca ella misma. Por eso cuando el otro falta podemos oír “Mi vida sin ti no tiene sentido”, canciones y películas: “Loca por tu amor” “La Cenicienta moderna. En esta concepción del amor romántico, todos esos elementos fijan la energía del amor, que es enorme, en el sujeto elegido, aunque el sujeto ya no les ame. En aras de ese vínculo, los malos tratos surgen y ella espera que cambie, no puede aceptar que “su príncipe azul” no se pueda materializar. Hay que buscar nuevas formas de amar de las mujeres, tener una relación consciente con otros, enseñar otras formas de amor desde la coeducación, desvelar el imaginario amoroso a través de una educación sentimental como base de otra sexualidad. Es la idea de amor romántico que nos van transmitieron en los cuentos infantiles, canciones y películas que hace que mantengan situaciones límites, reforzando fantasías como “él cambiará”, “algún día todo será diferente y seremos una pareja feliz”... El cine se ha constituido en un medio poderoso de movilización y plasmación del imaginario social y, hoy día, la televisión permite que su presencia sea más real en nuestra vida cotidiana. El lenguaje del cine contiene una fuerza poderosa de persuasión. El lenguaje del cine posee una fuerza persuasiva no suficientemente cuestionada. Según el diario EL PAÍS del 15 de Febrero del 2006, un estudio encargado a un grupo de profesionales que encabeza la actriz Geena Davis, que interpretó junto a Susan Sarandon la película “Thelma y Louise”, ha manifestado que el número de personajes masculinos supera por tres a uno a los personajes femeninos en las películas de más éxito entre las niñas y los niños. El informe, publicado en el diario “The Independent”, asegura que esta disparidad perjudica la valoración de la mujer entre los más jóvenes. El estudio Where the Girls Aren’t Aren’t ha sido encargado por la Asociación Dads & Daughters, que promueve la paridad de géneros en los programas de televisión y películas dirigidas a la infancia. Después de examinar 101 filmes, encontramos que sólo el 28 % de los personajes con diálogos y el 17 % del total eran femeninos, y más del 80% de los narradores eran masculinos. Lo que pretende esta comisión es presionar a Hollywood para que conceda el mismo espacio y el mismo tiempo a los personajes femeninos y animar a madres y padres a seleccionar aquellos programas y largometrajes que tengan una representación de sexos más igualitaria. No sólo no es paritaria la representación de los géneros en el cine sino que el cine clásico alinea la feminidad a la pasividad y a la reproducción y la masculinidad a la actividad y la esfera de la producción. (Colaizzi, 2001). El héroe, que es el que desea, está llamado a superar obstáculos y pruebas, por el contrario, la mujer está condenada a la inmovilidad, a la impotencia, a la espera del héroe. El cine está repleto de “Ulises” y de “Penélopes”. Ulises personifica la acción, el engaño, la estrategia, la fuerza, la valentía. Penélope espera y se siente parte de la recompensa al héroe al final de su viaje. Gran parte del cine que llega a nuestro alumnado no sólo perpetúa los estereotipos de género sino que los exagera. En el mundo que nos rodea, cada vez más audiovisual y marcado por la globalización de los intercambios comunicativos, es urgente enseñar a los y las jóvenes un análisis, reflexión y una crítica sobre los medios de comunicación. Las formas que tienen estos medios de representar la realidad y las relaciones sociales y de género que representan, para fomentar en la conciencia de la juventud una

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actitud crítica. A través de este análisis se darán cuentan con nuestra ayuda que la forma que tienen los medios de construir esta representación de la realidad no es inocente ni neutral, sino que hay detrás una ideología y una forma de entender la vida. Según la psicóloga Aurora Leal la mayoría de chicos y chicas no relacionan la falta de amor con el maltrato (Leal, 2007). Algunas chicas cuando empiezan una relación y se enamoran, se tiran a la piscina en plena fase de enamoramiento, entregándose emocionalmente sin reservas, antes de darse tiempo a conocer realmente cómo es él. En este viaje emocional llevan la maleta cargada de mensajes grabados a fuego, como “sacrificio por amor”. Cuando se evitan los conflictos por miedo de forma sistemática, en el fondo se están perdiendo oportunidades para defender los derechos personales y por el contrario se van ejercitando habitualmente comportamientos de sumisión. Muchas chicas dicen que se sienten atraídas por aquel chico que “va de duro” y se tiene la creencia que aquellos que ligan mucho son más respetados por sus compañeros. Los violentos han aprendido muy bien que para ser valorados como auténticamente masculinos, tienen que dominar y tener el control de la pareja. El amor no es “la hostia” ni la “ostia” es la aceptación superlativa del término que idealiza el amor apasionado, romántico e imaginamos que la vida en pareja es la única forma de felicidad. Por otro lado, (Aguinaga, 2004) hay equívocos interesados en la transmisión de las pautas culturales, de la reproducción social, que resultan muy difíciles de transformar y si el amor romántico, por poner un ejemplo, fue un gran adelanto frente a los matrimonios concertados, hoy es una rémora y germen de muchas frustraciones evitables. Esto no quiere decir que no exista o que haya que rechazarlo, sino que hay que situarlo en el contexto de las relaciones que se producen entre hombres y mujeres en la actualidad. La conclusión del trabajo de investigación es la siguiente: El amor ideal de pareja siempre ha sido entendido en términos de diferenciación de género y se tergiversa fácilmente con la idea de posesión del otro (Giddens, 2000). Las relaciones de amor que las chicas jóvenes consideran están en gran parte sustentadas por una relación que produce dolor, mediatizada por una concepción romántica del amor. En definitiva, al maltratador lo sustenta la posesión del otro/a y siente que esta posesión es lícita porque surge de su amor y al mismo tiempo la víctima cae en la trampa – porque nadie le ha dicho lo contrario- que el amor produce dolor. Se tienen que estableces relaciones sentimentales en el plano de la igualdad ya que las relaciones amorosas asimétricas degeneran en maltrato. En el Seminario Interdisciplinario de Género se llevó a cabo otro estudio “Conflicto y afecto en una relación de pareja”, cuyo objetivo común es el averiguar cómo en la adolescencia los y las jóvenes tienen un sistemas de representaciones mentales que puede contener el germen de esa tolerancia y la negación de la violencia contra las mujeres, encubiertas por una idealización del amor, compromiso y felicidad. El grupo de formado por 118 chicos y chicas de 12, 14 y 16 años de edad y del IES Martí i Dot de San Feliu de Llobregat en la provincia de Barcelona , se les animó a la lectura de un Diario de una chica llamada “Laura”. El relato muestra una chica de su edad a la que le preocupa particular la forma de ser de su pareja, su conducta desagradable y violenta. El contenido del texto es el siguiente:

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“Este año me ha gustado mucho que una amiga cuente conmigo para componer la música para una obra de teatro que ha escrito. La verdad es que me gustó que mi amiga confiara en mí. La música me ayuda, es una terapia ponerme delante del piano a ver lo que sale y tocar y matizar y que me salga la energía, después descansas y te sientes feliz. Las cosas buenas cuestan más recordar que les malas pero creo que los amigos, la familia, el trabajo, los estudios... todo en general me va bastante bien. Encontrar un equilibrio, mantenerlo y sentirse bien por dentro, aunque suene a anuncio de yogurt, es una difícil tarea pero la recompensa es buena. En fin, las cosas de cada día pueden ser buenas o malas, dependen de como las mires. Si haces un esfuerzo y las ves especiales te producen alegría y eres feliz. Algunas veces me pregunto, ¿es tan difícil ser feliz? Para todos la felicidad es lo mismo que para a mí? Dentro de la felicidad hay algo de infelicidad? Ahora estoy preocupada. Últimamente, pienso mucho en él mi pareja. En la nuestra relación están pasando muchas cosas que me preocupan aunque sigo teniendo claro que estoy muy enamorada de él. Desde hace unos meses salgo con un chico, Juan, que es mayor que yo. Somos amigos y me gusta mucho, aunque tiene bastantes inseguridades, es inteligente y simpático. Cuando empecé a salir con él no sabia si me gustaba, sinceramente. Le dije que fuera a un psicólogo por el tema de la inseguridad, y no se lo tomó mal, pero creo que piensa que lo veo frágil, y es así, a veces es algo frágil, pero me cae bien, sé que le quiero y es un amigo de verdad. Le intento ayudar, pero no sé si lo consigo. El problema es que muchas veces cuando hago una propuesta Juan me dice lo contrario, por ejemplo, si propongo ir al cine, me dice que vayamos a tomar algo pero si soy yo quien quiere tomar algo y hablar me dice que por qué no vamos al cine. Al principio no me di cuenta de esto. Ahora sé que es así, que casi siempre me lleva la contraria. Un día le dije que porqué no íbamos a casa de unas amigas que habían alquilado una película de las que nos gustan y podíamos pasar la tarde allí, Juan me dijo que le gustaría pasear y tomar algo. Yo me molesté: siempre que yo proponía hacer una cosa, él no estaba de acuerdo. Íbamos cogidos de la mano y noté que Juan me empujaba contra un árbol. Tropecé y caí. Mientras me ayudaba a levantarme, solamente se le ocurrió decirme que siempre estaba distraída, que era un desastre y siempre me caía. Me dolió su actitud porque yo sabía que él me había empujado contra el árbol. Me entristecí mucho y él no sabía que hacer para alegrarme. La verdad es que cuando vi todos los esfuerzos que hacía y el cuidado que tenía conmigo, hizo que me olvidara de mi dolor. No quería sentirme mal a su lado. Finalmente, fuimos al cine juntos y nos lo pasamos muy bien. Desde entonces veía a Juan más tranquilo y más seguro que antes. Me dijo que soy muy importante para él. Eso me llegó al corazón, porque él es lo más importante para mí. Conozco otros chicos, pero sólo estoy bien con él. Total, al final lo pasamos muy bien los dos y eso es lo que vale, compartir buenos momentos me hace sentir querida, aunque sé que no será un camino de rosas y más después de lo que ha pasado hoy. Yo casi había olvidado el rollo del árbol y estaba muy confiada. Por eso me ha hecho daño lo que ha pasado hoy. Todo ha empezado cuando le

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he dicho que este fin de semana no podría quedar porque tengo que preparar una evaluación. Aún oigo sus gritos, sus insultos y siento el fuerte empujón que me ha dado. Esta vez no me he caído, pero ha sido peor. No comprendo cómo se atreve a decirme cosas tan desagradables y no sé porque me empuja. Me pregunto si esto siempre pasará entre nosotros. Pero la verdad es que no se qué hacer. Me gusta Juan, me gusta la música y me lo paso muy bien con mis amigas.» El estudio pedía que de forma individual y por escrito respondieran a diferentes preguntas y así a través de éstas ponían de manifiesto la forma en que entendían y enjuiciaban la conductas de los personajes del relato y su opinión acerca de una solución viable al conflicto de la relación. Veamos a continuación los diferentes tipos de respuestas y sus ejemplos correspondientes: Modelo A: Maltrato: El elemento que se pone de relieve en este tipo de respuestas es la conducta violenta de Juan , que se considera un maltrato y consecuentemente supone una ruptura inmediata de la relación: «Lo que yo haría sería dejarlo sin pensarlo mucho, con toda esta movida que hay con eso de que las mujeres son maltratadas, no dejaría que el chico con el que salgo se tomara la libertad de decidir por mí y darme un empujón cuando le venga en gana, creo que cuanto más tiempo estuviera con él peor irían la cosa». (F. 14 años). Modelo B: Discrepancias: No se menciona maltrato alguno sino sólo discrepancias entre la pareja, que provoca malestar y tal vez podría solucionarse hablando. En caso de que sea así se podría continuar, de lo contrario habría que romper: «Si veo que empieza a pasar de mí o a molestarme y llevarme la contraria, mantendría una discusión con él, e intentaría aclarar las cosas y si no funciona ¡adiós, muy buenas!» (M.14 años). Modelo C: El comportamiento de Juan: Como responsable de las desavenencias entre ambos. Quiénes expresan sus comentarios acerca de dicho comportamiento, arguyen la necesidad de que el chico modifique su comportamiento voluntariamente o bien pidiendo ayuda a una persona profesional: «Insistiría en el tema del psicólogo hasta que él se diera cuenta de su problema e hiciese algo para remediarlo. Si el problema persistiera intentaría informarme yo, consultando a un especialista» (F,16 años). Modelo D: Es necesario hablar: Una conversación sobre lo que ocurre aparece aquí como una fórmula casi mágica. No se mencionan las agresiones a Laura. Se necesita mantener a toda costa la relación sentimental, sin plantearse la posibilidad de ruptura: «Los problemas de pareja se solucionan hablando. Yo intentaría darle a conocer a mi pareja mi opinión sobre el asunto y aclararlo de forma que lleguemos los dos a sacar provecho de la relación» (M. 16 años). Modelo E: Los intereses de Juan: Son considerados prioritarios. No se consideran, en cambio, las necesidades de Laura. Juan requiere y merece ser complacido y ayudado, y Laura debe sacrificarse: «Me metería dentro del problema en cuerpo y alma, e intentaría que se sintiera mejor. A parte sería una buena forma de fortalecer la relación» (F,16 años). Conclusión del estudio: La justificación del comportamiento de Juan en detrimento de la valoración de Laura, la minimización del problema y la consideración del mismo como un conjunto de meras discrepancias llevan con

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gran frecuencia a contemplar como normal la sumisión de Laura a las necesidades de Juan (34 % las chicas y 28 % los chicos). Sólo un 14 % de chicas y un 15 % de chicos consideran intolerable el comportamiento violento de Juan y ven insostenible este tipo de relación. La gran mayoría de las respuestas se inclinan por considerar que el problema puede solucionarse sin romper la relación entre la pareja. Sin embargo, el porcentaje de quienes opinan así varía con la edad, aumentando vertiginosamente en las chicas a medida que crecen. En general, predomina el yo social sobre el yo individual. La interiorización de esta norma es prioritaria en la construcción de modelos de relación sentimental que defienden el mantenimiento del vínculo afectivo aunque exista una agresión. También está muy extendida la idea de que en una relación sentimental hay que estar dispuesta a sufrir y a soportar. Entre los resultados encontrados, nos sorprende el conformismo, salvar la relación amorosa por encima de todo y, en muchas ocasiones, la falta de percepción, incluso la omisión absoluta de las agresiones a la protagonista. Para preservar la relación de pareja llegan a aceptar conflictos y conductas intolerables. Los estereotipos de género son construcciones culturales que determinan una visión de las características y actitudes de cada sexo. Crean modelos rígidos en los que tienen que encajar para ser socialmente aceptados, fijan un modelo de ser chico y un modelo de ser chica y, a partir de una visión tópica construida, establecen un sistema desigual de relaciones entre los dos sexos y cada uno de ellos hacia el mundo. La masculinidad es una cualidad atribuida al hombre, mediante la cual se definen los atributos sociales de éste, que comprende la fuerza, la iniciativa, la autoridad, la independencia y el valor. El abuso y la violencia sexual han estado enraizados durante siglos en la cultura. Todo era tan natural que se presentaba como algo propio de la naturaleza humana. En las culturas mediterráneas actuales la masculinidad se demuestra por medio de la sexualidad y la autosuficiencia económica. También en la combatividad, en comportamientos que podrían definirse de riesgo, con alto consumo de alcohol y tabaco, y la violencia como expresión de masculinidad. Los estereotipos de género muestran con frecuencia categorías culturales presentadas como derivadas de lo biológico, ya que así son más creíbles si decimos que son culturales. “A través de ellos se normaliza la relación existente entre cualidades de fortaleza, sensibilidad, ternura, energía, que se aplican a determinados roles o tareas y su vinculación con hombres o mujeres. El estereotipo fija la cualidad o el defecto y cuando presenta un vínculo con lo natural es difícil relativizarlo” (Del Valle 2001). Detectar estos estereotipos , ser consciente de sus significados y mostrar lo sutil de estas creencias, es tarea de los programas sobre la prevención de la violencia de género. Tal como subraya Josefina Caro, (2006) “es evidente que no es suficiente con que el problema de los malos tratos a mujeres vaya siendo del dominio público, el análisis de los fenómenos que participan, solamente se pueden llevar a cabo desde la ciencia. Si la ciencia no responde con los datos de la investigación, la sociedad se mantienen instalada en sus estereotipos”. El valor de la educación es muy importante en todos los grupos humanos que se encuentran en situación de marginación, la educación ha constituido el mecanismo central de cambio de su situación, aquello que aporta a la vez cualificación para desarrollar la capacidad productiva, conciencia de los propios derechos como persona, autoestima y auto confianza para iniciar un proceso de cambio personal de actitudes que lleven a un mayor control

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sobre las condiciones en que transcurre la propia vida. El camino que están llevando las mujeres desde una situación de marginalidad y subordinación hacia una situación de autonomía y posibilidades de intervención en los procesos de decisión colectiva se inicia siempre en el paso por el sistema educativo, ya que sus efectos son dobles: desarrollo de capacidades que harán posible el acceso al trabajo remunerado y a la autonomía económica y el refuerzo de la autoestima y la confianza en las capacidades propias. El sistema educativo junto con las políticas juveniles tiene que dar respuesta a los nuevos retos que se le plantean, y la violencia de género es uno de los problemas que se manifiestan de forma alarmante en nuestra sociedad. Es desde el ámbito de la educación y en instituciones juveniles donde podemos prevenir estos hechos, no sólo como una cuestión transversal en la educación en valores sino integrando la realidad cotidiana de los y las jóvenes en políticas concretas y en proyectos de la juventud. El objetivo principal es potenciar la autoestima de las jóvenes y subrayar el acceso de los jóvenes a capacidades erróneamente atribuidas al sexo femenino para poder cambiar el modelo de masculinidad incrustado en nuestra sociedad. Si logramos cambiar estas ideas en la juventud y conseguir que sean conscientes que el amor es algo más que un conjunto de ideas estereotipadas, avanzaríamos en la prevención de la violencia de género. Referencias bibliográficas. - Aguinaga Roustan, Josune (2004) “El precio de un hijo”. Los dilemas de la maternidad en una sociedad desigual. Debate. Barcelona. - (2007) “Propuestas para la superación del desencuentro y la paralización en las Teorías y los Movimientos Feministas.”en Los feminismos como herramientas de cambio social. (II) UIB. Palma. - Altable Vicario, Charo. (1991) “Penélope o las trampas del amor”. Mare Nostrum. Madrid. - Amorós, Celia (1985): Hacia una crítica de la razón patriarcal Ed. Anthopros. Barcelona, p- 231-250. - Caro Blanco, Coral (2001) “Representaciones y metáforas sobre el amor en una población adolescente”. Créd. Invest. Doct. Facultad de Psicología. UB - “La concepció romàntica de l’amor rerafons de la violència de gènere” art Rev. “Perspectiva Escolar” nº 301 Barcelona. - (2006) “Coeducació i cinema en la societat mediàtica” Rev. Digital Aulamèdia. Barcelona. www.aulamedia.org - (2006) “El cinema com a eina per a l’educació en valors: un camí cap a la igualtat.” Revista Digital Aulamèdia. Barcelona. www.aulamedia.org - “La concepción romántica del amor transfondo de la violencia de género”. Los feminismos como herramientas de cambio social. (II) UIB. Palma. - “Estudi del estereotips de gènere en les pràctiques quotidianes dels adolescents”. Proposta per a una intervenció preventiva de les desigualtats sexistes. Institut Català de la Dona. Barcelona. - Caro Blanco,Josefina; Moreno Marimón, Montserrat (2005) «Percepción y posibilidades de acción en las mujeres ante la violencia de género». Actas IV Congreso Internacional de AUDEM. Palma de Mallorca. UIB. - Colaizzi, G. (2001) El acto cinematográfico: Género y texto fílmico. Rev. Lectora, 7. Barcelona. - Del Valle y otros (2002) “Modelos emergentes en los sistemas y las relaciones de género”. Narcea. Madrid. - Delphy,Christine (2008), “Discursos y transformación social: Como una sociedad construye a los «otros»”. Conferencia Caixaforum. Barcelona. - (1982) “Por un feminismo materialista. El enemigo principal y otros textos.” Ed. La Sal. Barcelona.

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- Giddens, A (2000) “La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas”. Cátedra. Madrid. - Junceda, Luis (1998): Diccionario de refranes, dichos y proverbios. Ed. Espasa. Madrid. - Lakoff, G.; Johnson, M.(1991). “Metáforas de la vida cotidiana”. Cátedra. Madrid. - Leal García, Aurora.(2005). “Atracció i amor a l’adolescència” Rev. Dones periodistes Barcelona - Moreno del Río, Carmelo. (1998) “Aportaciones del feminismo a la ciencia política” Ingurukak. - Sastre Vilarrasa, G; Moreno Marimón, M; Leal García, A; Nieto Cuevas, R y Caro Blanco, Coral (2005). Art. “Conflicto y afecto en una relación de pareja” en ‘Los hábitos del deseo’. Cultura. Barcelona. - Teun A. van Dijk. (2003) “Ideología y discurso”. Ariel. Barcelona.

Gráfico 1. Distribución cuantitativa (%) de las características que definen el enamoramiento femenino / masculino.

Gráfico 2. Distribuición cuantitativa (%) de las características que definen el enamoramiento adolescente por edades.

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Selección de referencias documentales. Mujeres jóvenes en el siglo XXI Esta relación está formada tanto por libros, como por artículos de revista o documentos de distinta procedencia seleccionados en la base de datos del Instituto de la Juventud del Observatorio de la Juventud en España. Caso de estar interesados en alguna de estas referencias pueden solicitar copia del material susceptible de reproducción, según la legislación vigente, así como la realización de otras búsquedas retrospectivas, dirigiéndose a: BIBLIOTECA DE JUVENTUD. Marqués de Riscal, 16.- 28010 MADRID. Tel.: 913637820-1; Fax: 913637811. E-mail: biblioteca-injuve@migualdad.es Así mismo puede consultar ésta o anteriores Revistas de Estudios de Juventud, así como las Novedades de la Biblioteca en la página web del Instituto: http://www.injuve.migualdad.es

Avellanosa Caro, Ignacio “A mi abuela la llamo mamá” : adolescencia, inmigración y género / Revista de estudios de juventud. -- n. 73 (junio 2006); p. 84-91. ISSN 0211-4364 Análisis de los conflictos que los adolescentes inmigrantes pueden tener tanto en el ámbito familiar, personal o social al intentar adaptarse al cambio que supone integrarse en un nuevo país con diferentes roles familiares, modalidades educativas y distintos conceptos sobre temas como la autoridad paterna o el papel de la mujer en la sociedad. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt. action?id=894559062 Acceso texto completo

Bernárdez Rodal, Asunción A la búsqueda de “una habitación propia” : comportamiento de género en el uso de internet y los chats en la adolescencia Revista de estudios de juventud. -- n. 73 (junio 2006); p. 69-82 . ISSN 0211-4364 Se describen los usos específicos de Internet y los chats por los adolescentes, desde las prácticas comunicativas más tradicionales hasta cuestiones más concretas como la identidad de género en la red. Internet es el lugar de lo instantáneo y lo lúdico, un lugar de mezcla de códigos orales y escritos donde se puede construir una identidad distinta a la de la vida real. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt. action?id=1616249399 Acceso texto completo

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Berga Timoneda, Anna Adolescència femenina i risc social / Anna Berga i Timoneda . -- Barcelona : Generalitat de Catalunya, Secretaria de Joventut, 2007 47 p. ; 21 cm. -- (Col-lecció Aportacions ; 30) Premi Joventut 2005 Resumen esquemático de un trabajo de tesis de la propia autora dónde se analizan las causas generadoras de riesgo social en determinados ámbitos de la población y el efecto desigual sobre el sexo femenino en dichos ambientes. ISBN 978-84-393-7426-8 http://www20.gencat.cat/docs/Joventut/Documents/Arxiu/Publicacions/ Col_Aportacions/aporta30.pdf Acceso a texto completo

Silva Diverio, Irene Aportaciones a los y las profesionales que trabajan con adolescentes: perspectiva intergeneracional, intercultural y de género. Revista de estudios de juventud. -- n. 73 (junio 2006); p. 25-36. ISSN 0211-4364 Para potenciar comportamientos adolescentes más sanos es importante realizar políticas de conciliación entre la vida familiar y laboral dando una especial relevancia a conductas de género y a las relaciones intergeneracionales y multiculturales. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt. action?id=462688270 Acceso texto completo

Duque, Elena Aprendiendo para el amor o para la violencia : Las relaciones en las discotecas / Elena Duque. -- Barcelona: El Roure, 2006 150 p. Bibliogr.: p. 145-149 La autora, profesora universitaria, defiende las discotecas como espacios lúdicos. En esta investigación, y conociendo la influencia que tienen en la formación afectiva y sexual de los jóvenes, trata de clarificar lo que se puede hacer para evitar todo lo que fomenta el aprendizaje de la violencia y potenciar todo lo que faculta el aprendizaje del amor, superando algunas actitudes y comportamientos que generan aceptación de malos tratos físicos y psíquicos. ISBN 84-7976-032-X

Diaz Mendez, Cecilia Aproximaciones al arraigo y al desarraigo femenino en el medio rural : mujeres jóvenes en busca de una nueva identidad rural. -- Bellaterra (Barcelona) : Servicio de Publicaciones de la Universidad Autónoma de Barcelona, 2005 12 p.; 30 cm. Artículo publicado en Papers: revista de sociología, N. 75 (2005), p. 63-84 ISSN 0210-2862 Las mujeres rurales estudiadas, de una comarca del Principado de Asturias, viven en una sociedad abierta y global y se ven afectadas por esta apertura, por lo que conforman una percepción de la ruralidad que es nueva. En este escenario, las jóvenes deben tomar decisiones sobre su futuro, deben decidir si permanecer o marchar del territorio donde han nacido. http://ddd.uab.cat/pub/papers/02102862n75p63.png Acceso a texto completo

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Sáinz Ibáñez, Milagros Aspectos psicosociales de las diferencias de género en actitudes hacia las nuevas tecnologías en adolescentes / Milagros Sáinz Ibáñez; dirigida por Mercedes López-Sáez. -- [Madrid] : Universidad Nacional de Educación a Distancia, Facultad de Psicología, Departamento de Psicología Social y de las Organizaciones, 2006 392 p. : tab.(40 p.) ; 30 cm. Primer premio para tesis doctorales de los Premios Injuve 2007 Tesis doctoral UNED Los estudios tecnológicos como ingenierías e informática, han estado vinculados a profesiones de género masculino; incluso hoy en día, aún hay mucho mas número de hombres que de mujeres en estos sectores. En este estudio se analizan las causas de que nuestra sociedad aun no haya conseguido la igualdad laboral ni académica en estas ciencias, así como que tampoco la mujer haya logrado igualarse al hombre en el interés y dominio de las nuevas tecnologías. http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.item.action?id=1423691052 &menuId=52682864 Acceso a texto completo

Siverio Eusebio, Miguel Ángel Autopercepción de adaptación y tristeza en la adolescencia: la influencia del género / Miguel Ángel Siverio Eusebio, María Dolores García Hernández. Murcia: Anales de Psicología, 2007 8 p.: tab. ; 30 cm. Documento electrónico, publicado en: Anales de psicología, vol. 23, nº 1 (junio 2007), ISSN edición web: 1695-2294 Los resultados obtenidos a través de un autoinforme aplicado a 226 adolescentes, que recoge la frecuencia y la intensidad con que dicen vivir la tristeza, muestran que los adolescentes autoperciben la tristeza con mayor intensidad que los niños y adultos, así como que se consideran más inadaptados. Sin embargo, su ajuste socioemocional está mediatizado por el género, mostrando las chicas mayor tristeza e inadaptación. http://www.um.es/analesps/v23/v23_1/06-23_1.pdf Acceso texto completo

Buenas prácticas de las Administraciones Públicas en materia de Mainstreaming de Género . -- [Madrid]: Fundación Mujeres, [2007?] 77 p.; 30 cm. Documento recopilatorio de ejemplos de buenas prácticas, desarrolladas en los últimos años por las diferentes administraciones públicas españolas, en relación con la integración de la perspectiva de género y los objetivos de las políticas de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres en las políticas generales.

García Cuesta, Sara Carrera profesional y género: la inserción laboral con la titulación en Derecho: El caso de los egresados en la Universidad de La Laguna / Sara García Cuesta; dirigida por Jorge Rodríguez Guerra . -- [Tenerife]: Universidad de La Laguna, 2007 627 p. : graf. ; 30 cm. Tesis doctoral Univ. La Laguna El objeto de este estudio es la investigación de la primera etapa de desarrollo profesional de los licenciados en Derecho en la Universidad de La Laguna desde una perspectiva de género, analizando con detalle las diferencias laborales entre hombres y mujeres.

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Coeducación en la familia y en la escuela / Inés de Pedro Buesa... [et al.] Padres y madres de alumnos y alumnas. -- n. 97 (2008); p. 8-29 Monográfico Contiene: Enseñamos igualdad si mostramos igualdad en la vida cotidiana : relaciones de respeto, relaciones de igualdad / Inés de Pedro Buesa . Responsable de coeducación en los centros educativos ¿cómo llevar esta figura a la práctica? / Itxaso Sasiain Villanueva, Almudena Mateos Gil. Experiencia coeducativa / Mª José Rueda Rueda, Ana Mª Olmo Izquierdo... Pretende transmitir la igualdad de género en las familias, cómo crear la figura del responsable de la coeducación en los centros escolares, expone la experiencia coeducativa de un colegio, la repercusión de la Ley de Igualdad en el sistema educativo y en la conciliación de la vida laboral y familiar. http://www.ceapa.es/files/revista/Revista0097.pdf Acceso a texto completo

Cuerpos que hablan : géneros, identidades y representaciones sociales / Juanjo Cáceres Nevot... [et al.] ; Coordinado por Marta Gil, Juanjo Cáceres; Prologo de Víctor Fuenmayor, Mireia Bassols . -- [Barcelona] : Intervención Cultural, 2008 308 p. ; 21 cm.. -- (Montesinos, Ensayo) Investigación sobre el cuerpo y el género desde una perspectiva histórica e interdisciplinar que trata de aportar una visión crítica de la manera de entender el cuerpo, sus representaciones sociales y la influencia de la sociedad en la definición de género e identidad. ISBN 978-84-96831-52-0

Diferencias salariales ligadas al nivel educativo / Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, IVIE Capital humano. -- n. 92 (agosto 2008); p. 1-8 Centra su análisis en el porcentaje de diferencia salarial que supone un año adicional de formación para un tramo determinado de edad, lo que también se denomina prima salarial ligada a la educación. Se presenta cuál es el comportamiento de este fenómeno relacionándolo con la edad, el sexo o el sector en el que se trabaja. http://www.ivie.es/downloads/docs/ch/ch92.pdf Acceso a texto completo

Cobo, Rosa Educar en la ciudadanía : perspectivas feministas / Rosa Cobo... [et. al.] Madrid : Los Libros de la Catarata, 2008 186 p. ; 21 cm. Se subraya la necesidad de que la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía asuma la desigualdad de género como uno de los núcleos estructurales que dificultan el pleno desarrollo de la ciudadanía. La idea fundamental de este libro es que las aulas deben ser un laboratorio de ciudadanía donde se interrumpan los mandatos sociales que han recreado históricamente una normatividad femenina concebida socialmente como inferior y subordinada a la normatividad masculina. ISBN 978-84-8319-346-4

Efectos del nivel educativo sobre las probabilidades de empleo / Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, IVIE Capital humano. -- n. 89 (mayo 2008); p. 1-8

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Constata que una mayor educación no sólo implica salarios más altos entre las personas más formadas, sino también una mayor participación en el empleo. Con todo esto, se observa un aumento considerable de los rendimientos educativos, sobre todo en el caso de las mujeres. ISBN http://www.ivie.es/downloads/docs/ch/ch89.pdf Acceso a texto completo

Elizalde, Silvia El androcentrismo en los estudios de juventud : efectos ideológicos y aperturas posibles / Silvia Elizalde Última década. -- n. 25 (diciembre 2006); p. 91-110. ISSN 0717-4691 Los estudios sobre juventud en Argentina adolecen de un enfoque androcéntrico que hacen necesario un cambio de enfoque que sitúe el punto de vista de los análisis en los parámetros actuales de la sociedad real del momento. http://www.scielo.cl/pdf/udecada/v14n25/art05.pdf Acceso a texto completo

Plaza, Juan F. El discurso del éxito en las revistas para las adolescentes Revista de estudios de juventud. -- n. 78 (sept. 2007); p. 91-105 . ISSN 0211-4364 La cultura del éxito total impregna todos los contenidos de manera transversal y se manifiesta a través de distintos mensajes: las noticias sobre famosos, los artículos con finalidad instructiva, los consejos de los horóscopos, la publicidad, etc. El triunfo personal que propugnan las revistas para las adolescentes aparece ligado a la definición de una determinada idea de feminidad y al establecimiento de relaciones con varones adolescentes. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt. action?id=568020711 Acceso a texto completo

Diez Gutierrez, Enrique Javier El género de la violencia en los videojuegos y el papel de la escuela Revista de educación. -- n. 342 (enero-abril 2007); p. 127-146 . ISSN 0034-8082 1 disco CD-ROM El contenido de los videojuegos está reproduciendo los tradicionales roles heredados, donde la violencia y el poder siguen siendo los “argumentos” básicos en las relaciones de género y consolidan unos valores que la educación no logra reconducir.

El impacto de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana de los jóvenes . [S.l.] : Observatorio para la Cibersociedad, 2006 2 h. (Índice en papel) ; 30 cm. Eje temático B. Identidad y grupos sociales Contiene: Influencia de los videojuegos en los jóvenes; Las TIC en la vida de los jóvenes; Ciberrelaciones: del sexo digital al romance... Recoge las quince comunicaciones presentadas a este grupo de trabajo, con el objetivo de observar las posibles diferencias de utilización de las nuevas tecnologías por los jóvenes, que se producen en función de una serie de variables significativas como el entorno socioeconómico, el genero, la edad y el contexto tecnológico. Asimismo analiza los discursos de los jóvenes, padres y profesores en relación con estas tecnologías y estudia sus efectos

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sobre la formación, las relaciones familiares, el grupo de iguales, las posibles adicciones y las medidas de control. http://www.cibersociedad.net/congres2006/gts/gt.php?llengua=es&id=55 Acceso a texto completo

Lousada Arochena, José Fernando El principio de transversalidad de la dimensión de género / Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Subdirección General de Información Administrativa y Publicaciones, 2007 156 p. ; 23 cm. La transversalidad es el único mecanismo capaz de que la igualdad transcienda su condición de principio establecido por la Ley de 2007 y se traduzca en derechos a través de la actuación de los poderes públicos. En este sentido, cuando se analiza la Ley de Igualdad, se explica y aplica la transversalidad a través de una clasificación de medidas dirigidas a lograr la igualdad y establece los pasos para su consecución. ISBN 84-8417-277-2

Flecha García, Consuelo El tiempo y los tiempos de la educación femenina / Crítica. -- n. 933 (marzo 2006); p. 45-48. ISSN 1131-6497 La exclusión histórica de la mujer de las actividades intelectuales la ha relegado a un papel secundario en la sociedad del que empieza a liberarse en los dos últimos siglos.

Especial : igualdad de oportunidades para todas las personas / Esmeralda García Gil... [et al.] Nexoempleo. -- n. 21 (octubre 2007); p. 16-28 Monográfico Contiene: Balance de 2007 Año Europeo de Igualdad de Oportunidades para Todos / Esmeralda García Gil, Comunicación Red Araña. - A pesar de los progresos alcanzados, la discriminación en el trabajo es persistente y adopta nuevas formas / OIT, Organización Internacional del Trabajo. - La edad como motivo de desigualdad en el empleo / Esmeralda García Gil, Comunicación Red Araña... Análisis de los distintos tipos de desigualdad que existen en nuestra sociedad por diferentes motivos tales como género, edad, religión, raza y discapacidad, y su relación con el empleo. Se revisa en qué punto se encuentran las actuaciones realizadas, qué se ha logrado y cuáles son los principales retos que quedan por cumplir.

Estado de la población mundial 2006 : Hacia la esperanza : Las mujeres y la migración Internacional / Fondo de Población de las Naciones Unidas ; Directora Ejecutiva Thoraya Ahmed Obaid . -- Nueva York : Fondo de Población de las Naciones Unidas, 2006 107 p. : il., gráf., tabl. ; 27 p. Examina el alcance y la magnitud de la migración de mujeres, los efectos de las remesas que éstas envían al lugar de origen para apoyar a sus familias y comunidades, y su desproporcionada vulnerabilidad a la trata, la

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explotación y el abuso. Exhorta a los gobiernos y a la población en general a reconocer y valorar las contribuciones de las mujeres migrantes y a promover y respetar sus derechos humanos. Es perentorio entablar una cooperación más firme entre los países a fin de que la migración sea más segura y equitativa ISBN 0-89714-774-X http://www.unfpa.org/swp/index_spa.html Acceso a texto completo

Estado mundial de las madres 2005 : El poder y las promesas de la educación de las niñas / Save the Children . -- Madrid : Save the Children España, 2005 46 p. : fot., tab. En el informe de este año se subraya la necesidad urgente de atender a las 58 millones de niñas no escolarizadas en el mundo. Destaca los países que han afrontado con éxito este problema, lo que demuestra que es posible encontrar soluciones eficaces a ese reto, incluso en los países más pobres. http://www.savethechildren.es/iniinterior.asp?iditem=1438 Acceso a texto completo

Estudio Tampax : relación entre madres e hijas / Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) . -- [s. l.] : Procter & Gamble, 2005 8 p. Estudio realizado en 450 mujeres sobre la educación dada por las madres a sus hijas en materia del paso a la adolescencia. http://www.tampax.com.es/secciones/educadores/estudiomadresehijas_ estudio.html Acceso a texto completo

Moreno Minguez, Almudena Familia y empleo de la mujer en los regímenes de bienestar del sur de Europa: incidencia de las políticas familiares y laborales Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2007 309 p. : graf. ; 21 cm. -- (Monografías ; 246) Los análisis comparados realizados en esta investigación han constatado el hecho de que, en los países pertenecientes al régimen de bienestar mediterráneo la escasa institucionalización de las políticas familiares, la segmentación y escasa flexibilidad del mercado laboral, así como la permanencia del modelo de varón sustentador y del familiarismo han conformado un modelo de economía familiar caracterizado por la reducida fecundidad y las reducidas tasas de actividad y ocupación femeninas. ISBN 978-84-7476-438-3

García-Vega, Elena Género y sexo como variables moduladoras del comportamiento sexual en jóvenes universitarios / Elena García-Vega, Paula Fernández García y Rosa Ana Rico Fernández . -- Oviedo : Colegio Oficial de Psicólogos del Principado de Asturias , 2005 8 h. Artículo publicado en la revista Psicothema 2005, vol 17, nº 1 Tras el análisis psicométrico de los tres cuestionarios aplicados a los estudiantes de la Universidad de Oviedo, se confirma la relación existente entre el género, el sexo y los comportamientos sexuales, si bien es inferior a la esperada. http://www.psicothema.com/pdf/3063.pdf Acceso a texto completo

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Rodríguez Menéndez, Mª del Carmen Identidad de género y contexto escolar : una revisión de modelos / Mª del Carmen Rodríguez Menéndez y José Vicente Peña Calvo Revista Española de Investigaciones Sociológicas. -- n. 112 (octubre-diciembre 2005); p. 165-194. ISSN 0210-5233 El campo educativo es el escenario en que se desarrollan y conforman las primeras definiciones de la personalidad del individuo y puede ser determinante en la creación de identidades.

Igualdad de mujeres y hombres : Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres . -- Madrid : Boletín Oficial del Estado, 2007 53 p. ; 30 cm.. -- (Separatas) La eliminación de los obstáculos que impiden la igualdad efectiva entre mujeres y hombres es el principio constitucional que guía todo el contenido del texto, a través del cual se traspone la Directiva comunitaria 2002/73/CE, de igualdad de trato entre hombres y mujeres. De esta transposición derivan la definición de discriminación directa e indirecta y de acoso sexual y acoso por razón de sexo, la protección de la maternidad, la posibilidad de poner en práctica acciones positivas y las especialidades de la protección jurisdiccional del derecho a la igualdad, incluidas las que facilitan la prueba de la discriminación. ISBN 84-340-1695-8 http://www.mtas.es/mujer/politicas/Ley_Igualdad.pdf Acceso a texto completo

Incorporación y trayectoria de niñas gitanas en la E.S.O. / Fundación Secretariado Gitano . -- Madrid : CIDE, Instituto de la Mujer, 2006 175 p. : gráf. ; 30 cm.. -- (Mujeres en la Educación ; 9) Una de las principales conclusiones de esta investigación es la de constatar que hoy en día el principal reto al que se enfrenta el sistema educativo, y por consiguiente todos los agentes implicados en él (familias, administraciones, profesorado, entidades sociales, etc.), es el logro del éxito académico en la educación obligatoria del alumnado en situación de desventaja sociocultural, especialmente el alumnado gitano. ISBN 84-690-3454-5

Informe anual del observatorio estatal de violencia sobre la mujer / Coordinado por: Mercedes Bengoechea Bartolomé; Francisco Javier Álvarez... [et al.] . -- Madrid : Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Subdirección General de Información Administrativa y Publicaciones, 2007 215 p. : graf. ; 24 cm.. -- (Contra la Violencia de Género. Documentos ; 1) Se expone la evolución de la violencia de género y la efectividad de las medidas acordadas para la protección de las víctimas, con propuestas de actuación para garantizar el máximo nivel de tutela para las mujeres. Según la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, se establece la realización de este informe anual y sucesivos. Contiene anexos con indicadores de violencia de género que pretenden contribuir a un mejor conocimiento de este fenómeno social en base a la difusión de información. http://www.el-refugioesjo.net/maltrato/informe-anual-observarorio.pdf Acceso a texto completo

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Gutiérrez Esteban, Prudencia Inserción laboral del alumnado egresado de la Facultad de Educación de la UEx. desde una perspectiva de género / Prudencia Gutiérrez Esteban; dirigida por Mª Rosa Luengo González . -- Badajoz : Universidad de Extremadura, Facultad de Educación, Departamento de Ciencias de la Educación, 2007 569 p. : tab., gráf. ; 26 cm. Tesis doctoral Univ. Extremadura Se analizan las causas específicas de los problemas de igualdad en la incorporación laboral de las mujeres de la Comunidad Autónoma de Extremadura, con el objetivo de que las universidades se impliquen en la orientación y generación de empleo, y que los resultados de este trabajo se transformen en propuestas de actuación para la reforma de los Planes de Estudio e impulso de dinámicas que aseguren la no discriminación por razones de género. http://biblioteca.unex.es/tesis/9788477237877.pdf Acceso a texto completo

Jóvenes en parlamentos 2008 : Addenda con datos del Congreso y del Senado constituidos a partir de las elecciones del 9 de marzo de 2008 / Injuve, Observatorio de la Juventud . -- Madrid : Injuve, 2008 10 p. : tabl. ; 30 cm. Análisis de la distribución por edad y sexo de parlamentarios españoles, tanto en el Congreso como en el Senado en la legislatura de 2008, comparando los datos con la composición en la legislatura anterior. http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.item. action?id=2060193395 Acceso texto completo

Jóvenes en los parlamentos y concejalías en España 2007 / Silvia Luque... [et al.] . -- Madrid : Injuve, 2008 111 p. Publicación electrónica A través de un estudio sobre la edad y el sexo de los cargos electos, se analiza el peso relativo de los y las jóvenes parlamentario/as respecto al conjunto en el Congreso, el Senado, los parlamentos autonómicos (excepto Ceuta y Melilla) y 25 ciudades españolas con mayor número de habitantes. Por último, se realiza un análisis de las diferencias de género en la distribución. ISBN 978-84-96028-56-2 http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.item.action?id=1897667 158&menuId=2104203924 Acceso texto completo

Jóvenes, sexualidad y género : estudio cualitativo sobre la sexualidad de las personas jóvenes del ámbito rural / Lola Fernández Herrera... [et al.] . -Málaga : Área de Juventud y Deportes de la Diputación, 2006 227 p. : gráf., tab. ; 24 cm Trata de conocer la situación en que se encuentra la educación sexual de los jóvenes entre 15 y 24 años que viven en las áreas rurales de la provincia de Málaga, para detectar las carencias y aplicar las pedagogías adecuadas a esa situación.

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http://www.institutodesexologia.org/Educasex_libro_completo.pdf Acceso a texto completo

Requena Santos, Félix La estructura ocupacional española : un análisis de la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo / Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Subdirección General de Información Administrativa y Publicaciones, 2005 235 p. : graf., tab. La estructura ocupacional española presenta unas características que la definen como compleja y dual al sobresalir, especialmente, las diferencias entre hombres y mujeres, tanto en el nivel cuantitativo como en el de movilidad y dedicación a la vida familiar. ISBN 84-8417-181-7

Sánchez Moreno, Esteban La experiencia laboral de las mujeres en España : Una aproximación cualitativa / Esteban Sánchez Moreno, Carmen Delicado Losa . -- Madrid : Consejo de la Juventud de España, 2007 OBJOVEM, observatorio joven de empleo en España. -- Monográfico n. 4 (4º trimestre 2007); p. 3-75 Gráf. y tablas Estudio cualitativo sobre los procesos laborales de las mujeres en España, cuyos resultados abarcan determinados puntos como: la temporalidad en el empleo, la experiencia laboral en la Administración Pública, el vínculo entre empleo y emancipación para las mujeres jóvenes, y la percepción de discriminación relacionada con el sexo de la persona. http://www.cje.org/C17/C18/OBJOVEM%20monográfico%204%20(La%20 expe/Document%20Library/int_mono_04.pdf Acceso texto completo

La segunda brecha digital / Sara Añino... [et al.] ; Dirigido por Cecilia Castaño . -- Madrid : Cátedra, 2008 363 p. ; 21 cm.. -- (Feminismos ; 95) Refleja las diferencias entre mujeres y hombres respecto a los usos y las habilidades de Internet. Pone de manifiesto la necesidad de impulsar mejoras que vayan más allá de ofrecer una mayor disponibilidad de ordenadores e implica políticas decididas de inclusión y fomento de las mujeres en los estudios y carreras de investigación y tecnología, así como el empleo en estos sectores. ISBN 978-84-376-2475-4

La situación laboral de los jóvenes / Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) Capital humano. -- n. 73 (enero 2007) El mundo laboral de los jóvenes está marcado por la temporalidad, la movilidad geográfica y una clara discriminación por razón de sexo en cuanto a los salarios de las mujeres. http://www.ivie.es/downloads/docs/ch/ch73.pdf Acceso a texto completo

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La violencia en la imagen y en la palabra (11ªJornada. 2005 . León) La violencia en la imagen y en la palabra / ADAVAS (Asociación de Ayuda a Víctimas de Agresiones Sexuales y Violencia Doméstica) . -- León : ADAVAS, 2006 175 p. ; 21 cm. Contiene: Sobre las palabras y las violencias en la Prensa/ Eulàlia Lledó Cunill ; Los videojuegos y los valores educativos/ Enrique Javier Díez Gutiérrez, Eloína Terrón Bañuelos La ponencias de las jornadas entran en el análisis de las noticias de prensa que se refieren a la imagen de la mujer y el tratamiento o enfoque sectario que subyace en las mismas; también se ocupa de los videojuegos y los valores educativos que conllevan.

Las nuevas formas familiares del siglo XXI / Victoria Gómez... [et al.] Política y sociedad. -- vol. 45, n. 2 (2008); p. 7-130. ISSN 1130-8001 Monográfico Contiene: El debate en torno a la regulación de la igualdad de género en la familia / Victoria Gómez. - Los cuidados y las mujeres en las familias / María Teresa Martín Palomo. - Matrimonios “sin papeles” : perfil sociodemográfico de las parejas de hecho en España según del Censo de 2001 / Teresa Castro Martín, Marta Domínguez Folgueras... Análisis del proceso de transformación que experimentan hoy las familias en su composición, dinámica, relación y expectativas. Estos cambios se basan en la capacidad de las personas para decidir como y con quien desean vivir, tanto por la ampliación de derechos como por la mayor autonomía de los individuos para valerse por sí mismo. Esto genera situaciones y problemas nuevos sobre los que los expertos puedan aportar diagnósticos y claves interpretativas.

Lledó Cunill, Eulàlia Las profesiones de la A a la Z Instituto de la Mujer, 2006 92 p. -- (Serie Lenguaje ; 4) Precede al tít. : en femenino y en masculino Listado de profesiones u oficios que pretende recoger las versiones masculina y femenina de cada uno de ellos evitando la generalización, a favor del masculino, que ha prevalecido a lo largo de los tiempos. ISBN 84-689-9773-0 http://www.mtas.es/mujer/novedades/docs/las%20profesiones%20en%20 fem%20y%20masc.pdf Acceso a texto completo

Alberdi Alonso, Inés Los hombres jóvenes y la paternidad / Inés Alberdi, Pilar Escario . -Bilbao : Fundación BBVA, 2007 308 p. ; 23 cm. Esta obra se ocupa del proceso de redefinición de los papeles masculino y femenino en el entorno familiar. La incorporación de la mujer al mundo laboral ha obligado a replantear el reparto de las tareas cotidianas y, en particular, ha hecho que los hombres tengan que modificar su relación con los hijos y el hogar. La investigación sociológica en la que se basa esta monografía ha utilizado técnicas de investigación de carácter cualitativo (grupos de discusión y entrevistas en profundidad), que ayudan a explorar cómo son los hombres jóvenes españoles y de qué manera afrontan la paternidad. ISBN 978-84-96515-30-7

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http://www.fbbva.es/TLFU/tlfu/esp/publicaciones/libros/fichalibro/index. jsp?codigo=228 Acceso a la web

Los perfiles de la movilidad geográfica en España / Observatorio Ocupacional del Servicio Público de Empleo Estatal . -- Madrid : Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Servicio de Observatorio Ocupacional, 2006 Análisis de las principales características que presenta el mercado de trabajo en España en cuanto a movilidad geográfica, reflejando los índices correspondientes a la edad, el género, nivel formativo, sectorial y de ocupación.

Gil Calvo, Enrique Máscaras masculinas : Héroes, patriarcas y monstruos. Barcelona : Anagrama, 2006 365 p. : fig. ; 22 cm. -- (Argumentos ; 344) Bibliogr.: p. 285-297 Reflexión en torno a la masculinidad que radica en establecer la triple tipología indicada en el subtítulo para agrupar en tres grandes categorías comportamientos, actitudes y creencias de los hombres. Estamos ante un análisis sociológico situado dentro de lo que suele denominarse “estudios de género” y que si bien se refiere sólo a los varones, su rango de interés va mucho más allá. ISBN 84-339-6239-6

Plaza, Juan F. Modelos de varón y mujer en las revistas femeninas para adolescentes : La representación de los famosos / Fundamentos, 2005 238 p. : tabl., fig. ; 20 cm. -- (Ciencia. Psicología ; 294) Bibliogr.: p. 221-238 Parte de una investigación que tiene como objetivo analizar cuál es el prototipo de famoso que aparece en las publicaciones para mujeres jóvenes y si los diferentes atributos que se les otorga coinciden o no con las representaciones estereotípicas de la masculinidad y la feminidad. ISBN 84-245-1064-X

Madruga Torremocha, Isabel Monoparentalidad y política familiar : Dilemas en torno a la madre cuidadora/madre trabajadora / Centro de Investigaciones Sociológicas; Siglo XXI de España , 2006 316 p ; 21 cm. -- (Monografías ; 220) Bibliogr.: p. 285-314 Los determinantes de la monoparentalidad son su carácter creciente y extensión a un mayor volumen de población. Los problemas asociados son socioeconómicos, psicológicos y de género. A partir de tres estudios de casos se han establecido las condiciones bajo las cuales se desarrollaron las políticas familiares de monoparentalidad en Suecia, Reino Unido y España. ISBN 84-7476-402-5

Mujeres de portada: estudio de las revistas femeninas juveniles con perspectiva de género / Arantza Pecharromán Clemente... [et al.] . --

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[Oviedo]: Instituto Asturiano de la Mujer, 2005 166 p. Contiene CD Análisis de una serie de revistas periódicas dirigidas a la población femenina entre los 12 y 25 años para deducir los intereses que las mueven y los perjuicios psicológicos que pueden llevar asociados en base a sus contenidos poco realistas, entre los que fomentan un consumo irresponsable, un modelo de belleza imposible y unas relacionas poco igualitarias con los chicos. http://www.educarenigualdad.org/Upload/Mat_31_mujeresjovenes.pdf Acceso a texto completo

Yagüe Olmos, Concepción Mujeres jóvenes en prisión / Concepción Yagüe Olmos, María Isabel Cabello Vázquez Revista de estudios de juventud. -- n. 69 (junio 2005); p. 30-48 . ISSN 0211-4364 Se analiza el perfil específico de las mujeres jóvenes en prisión, la naturaleza de sus delitos, su comportamiento penitenciario, etc. Al mismo tiempo se estudian los aspectos que diferencian este colectivo del de la población penitenciaria masculina. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt. action?id=311892247 Acceso texto completo

Cacace, Marina Mujeres jóvenes y feminismo : valores, cultura y comportamientos frente a frente / Marina Cacace, traducción de Carolina Ballester Meseguer . -Madrid: Narcea, 2006 221 p. ; 22 cm. -- (Mujeres) A pesar de las desventajas que aún sufren las mujeres, muchas jóvenes rechazan hoy día el feminismo. Sin embargo, una investigación más a fondo del tema, poniendo frente a frente valores, cultura y comportamientos, permite descubrir una difusa aceptación por parte de las jóvenes de los objetivos y conquistas del feminismo, señal de cambios profundos y premisa de un nuevo modo de vivir la subjetividad feminista, más en consonancia con la sociedad postmoderna. ISBN 84-277-1514-5

Rivas, Ana Mª Mujeres y hombres en conflicto : trabajo, familia y desigualdades de género / [Ana María Rivas, María José Rodríguez] . -- Madrid : HOAC, 2008 175 p. ; 22 cm. Pretende desentrañar las verdaderas causas de las desigualdades de género en nuestra sociedad, que no se explican sólo por el género, sino por la forma en que el sistema capitalista organiza el trabajo. La falta de flexibilidad impide el desarrollo del ser humano varón o mujer, la vida de familia y la vida de la comunidad, mostrando una verdadera contradicción entre la estructura productiva y la estructura familiar. ISBN 978-84-85121-97-7

Mujeres y hombres en España 2008 . -- Madrid : INE, 2008 80 p. : tab., graf. ; 30 cm.

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Realizada en colaboración con el Instituto de la Mujer, refleja, a través de indicadores, la situación de hombres y mujeres en todas las áreas sociales y políticas, analizando sus interrelaciones, sus diferencias en el acceso y uso de los recursos, sus actividades y sus reacciones a cambios, intervenciones y políticas. En cada área, la información se ofrece en forma de cuadros y gráficos acompañados de un análisis de los mismos. http://www.ine.es/prodyser/pubweb/myh/myh.htm Acceso a texto completo

Sánchez Moreno, Esteban Mujeres, juventud y mercado de trabajo en España / Elabora: Esteban Sánchez Moreno, Carmen Delicado Losa . -- Madrid : Consejo de la Juventud de España, 2007 OBJOVEM, observatorio joven de empleo en España. -- Monográfico n. 1 (1º trimestre 2007); p. 3-79 Gráf. y tablas Estudio sobre las mujeres trabajadoras entre 16 y 29 años y las desigualdades asociadas al género y la edad. Se comparan las variaciones que han experimentado los indicadores laborales desde 1976 con los valores correspondientes a la España de 2007. Estas cifras básicas de empleo relativas a las mujeres jóvenes se contextualizan en el marco político, social y económico de nuestro país y de la Unión Europea. http://www.cje.org/C4/C16/OBJOVEM%20(Mujeres%20juventud%20 y%20me/default.aspx?lang=es-ES Acceso a texto completo

NOMBRA: la representación del femenino y el masculino en el lenguaje / Carmen Alario... [et al.] . -- Madrid : Instituto de la Mujer, 2006 36 p. : il. ; 22 cm. -- (Lenguaje ; 1) Precede al tít. : en femenino y masculino El lenguaje es un instrumento de comunicación que para estar vivo necesita evolucionar con el ritmo de los tiempos para reflejar los cambios que se van produciendo en el entorno social en que se desarrolla. http://www.mtas.es/mujer/publicaciones/docs/nombra.pdf Acceso a texto completo

Méndez Miras, Ana Nombra.en.red / Ana Méndez Miras, Itxaso Sasiain Villanueva . -- Madrid : Instituto de la Mujer, 2006 63 p. : 1 disco compacto (CD-ROM) ; 22 cm. -(Serie Lenguaje ; 3) Precede al tít. : en femenino y masculino La discriminación por razón de sexo que puede contener el lenguaje es la motivación para crear esta base de datos que pretende corregir las agresiones recibidas por parte del colectivo femenino en los modos de expresión tradicionales. ISBN 84-689-8507-4 http://www.mtas.es/Mujer/publicaciones/docs/Nombra%20en%20red.pdf Acceso a texto completo Rodríguez Morales, Zeyda Paradojas del amor romántico : relaciones amorosas entre jóvenes / Zeyda Rodríguez Morales. -- México D.F. : Instituto Mexicano de la Juventud, 2006 255 p. : fot. ; 26 cm . -- (JÓVENes ; 18)

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Aunque las relaciones afectivas entre jóvenes siguen los impulsos del instinto hay una serie de componentes culturales que regulan y conducen su desarrollo en función de ciertos códigos sociales dominantes. ISBN 968-5224-03-x ISBN 968-5224-59-5

Barberá Heredia, Ester Percepción escolar de las profesiones y estereotipos de género / Ester Barberá Heredia, Amparo Ramos López, Carlos Candela Agulló Psicología educativa : revista de los psicólogos de la educación. -- vol. 12, n. 2 (2006); p. 133-134. ISSN 1135-755 X La mentalidad cultural de cada sociedad predispone desde la juventud en los roles que cada género está destinado a desempeñar en el tejido laboral y aunque están cambiando los prejuicios sociales, aún tiene cierto predicamento sobre los individuos el peso de la tradición.

Perspectiva de género en la acción socioeducativa / Anna Berga... [et al.] Educación social. -- n. 31, (septiembre-diciembre 2005); p. 15-91 . ISSN 1135-8629 Monográfico Bibliografia Contiene : La perspectiva de género : una nueva mirada a la realidad social/ Anna Berga ; Las chicas adolescentes y la justicia juvenil/ Carme Panchón ; Atentos a la afectividad y a la sexualidad de los jóvenes. Una experiencia de catorce años/ Rosa Ros... La discriminación social según el género sigue siendo un problema de educación que sólo se podrá ir equilibrando con políticas que mentalicen de la necesidad de reconocer la igualdad de derechos para lograr una justa construcción social. http://www.peretarres.org/revistaeducacionsocial/monograficos.asp?id=31 Acceso a abstracts

Plan estratégico 2008-2011 de igualdad de oportunidades . -- Madrid : Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer, 2008 146 p. ; 30 cm. Se articula en torno a doce ejes fundamentales: la participación política y social, la participación económica, la corresponsabilidad, la educación, la innovación, el conocimiento, la salud, la imagen, la atención a la diversidad y la inclusión social, la violencia de género, la política exterior y de cooperación, y la tutela del derecho a la igualdad. http://www.migualdad.es/igualdad/PlanEstrategico.pdf Acceso a texto completo

Valenzuela, María Elena Políticas públicas de juventud para la inclusión social y para combatir la desigualdad y discriminación en el mundo del trabajo / María Elena Valenzuela. [Lima] : Oficina Internacional del Trabajo, OIT, 2007 33 p. : cuadros ; 30 cm. Análisis de los principales determinantes de la exclusión laboral de los jóvenes, prestando especial atención a la forma en que las relaciones de

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género constituyen un eje que estructura la desigualdad en el trabajo, la cual es potenciada por otros tipos de discriminación como el origen social, étnico y racial. Este documento analiza los niveles y formas de incorporación de las mujeres jóvenes al mercado laboral, los orígenes de los factores de exclusión que las afectan e identifica aquellas políticas públicas implementadas que han sido más eficientes para promover un trabajo decente para las mujeres y los hombres jóvenes. http://white.oit.org.pe/tdj/tdj_documbase.html Acceso a texto completo

Figueras Maz, Mònica Premsa juvenil femenina i identitat corporal / Mònica Figueras Maz; dirigida por: Montse Quedada, Diego Torrente . -- Barcelona : Universidad Pompeu Fabra, Departament de Periodisme i Comunicació Audiovisual, 2005 494 p. : tab. ; 30 cm. Tesis doctoral Univ. Pompeu Fabra La presión ejercida en la actualidad por los medios de comunicación y la publicidad, hace que los trastornos alimentarios sean uno de los principales problemas de la juventud actual, por la preocupación del aspecto físico, sobre todo en las mujeres. El objeto de este estudio es analizar todos los cambios que se experimentan en la adolescencia a nivel físico y mental, y cómo las influencias externas afectan a ese cambio de manera positiva y negativa. Se hace también un estudio a fondo de la prensa femenina. http://www.tdx.cesca.es/TESIS_UPF/AVAILABLE/TDX-1114105-163606// tmfm1de1.pdf Acceso texto completo

Arconada Melero, Miguel Ángel Prevenir la violencia de género : el reto de educar alumnos igualitarios Padres y Maestros. -- n. 316 (mayo 2008); p. 9-14. ISSN 0210.4679 En la sociedad actual en la que la igualdad ya es un derecho, se debe apostar por inculcar estos valores en los centros de enseñanza para poder así prevenir la violencia de género, consecuencia de una educación machista.

Muñoz Tinoco, Mª Victoria Reputación conductual y género en la adolescencia / Mª Victoria Muñoz Tinoco, Irene Jiménez Lagares y Mª Carmen Moreno Rodríguez . -- Murcia : Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia , 2008 7 p. : tabl. ; 30 cm. Artículo publicado en Anales de Psicología, 2008, vol 24, nº 2 (diciembre), 334-340 Dentro de un estudio más amplio sobre relaciones sociales en la adolescencia que utilizaba una perspectiva multiobservadores (profesorado, iguales y los propios adolescentes), se estudió la reputación conductual en una muestra de 1009 adolescentes. Se encontraron diferencias significativas entre chicos y chicas en gran parte de los items: las chicas obtenían medias más altas en sociabilidad, y los chicos en agresión e inmadurez. El factor de aislamiento, sin embargo, no presentaba diferencias de género. http://revistas.um.es/psicologia/article/view/42891/41211 Acceso a texto completo

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Selección de referencias documentales sobre adolescencia y comportamiento de género / Injuve Revista de estudios de juventud. -- n. 73 (junio 2006); p. 126-138 . ISSN 0211-4364 http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt. action?id=281617906 Acceso texto completo

Díaz-Aguado Jalón, Mª José Sexismo, violencia de género y acoso escolar : propuestas para una prevención integral de la violencia Revista de estudios de juventud. -- n. 73 (junio 2006); p. 38-57 . ISSN 0211-4364 Los programas de prevención integral contra la violencia aplicados en la escuela con adolescentes son eficaces para disminuir el sexismo, reducir el acoso entre iguales (en la escuela y en el ocio) y mejorar las relaciones con el profesorado. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt. action?id=1931043341 Acceso texto completo

Hernández Morales, Graciela Tomar en serio a las niñas / Graciela Hernández Morales, Concepción Jaramillo Guijarro, Mª Jesús Cerviño Saavedra . -- Madrid : Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer, 2005 92 p. -- (Cuadernos de Educación No Sexista ; 17) Análisis de la situación de la mujer desde la primera educación infantil, partiendo de los estereotipos diferenciales que van marcando los distintos sexos y resaltando la necesidad de una educación preventiva contra la violencia que subyace en la sociedad. http://www.mtas.es/mujer/publicaciones/docs/cuaderno17.pdf Acceso a texto completo

Gracia Gracia, Mª Isabel Transición a la vida adulta : nuevas y viejas desigualdades en función del género / Maribel García Gracia, Rafael Merino Pareja Reis : Revista española de investigaciones sociológicas. -- n. 113 (enero-marzo 2006); p. 155-162. ISSN 0210-5233 A partir de los años setenta se ha producido un cambio en la relación de géneros en su incorporación al trabajo debido, fundamentalmente, a la incorporación masiva de la mujer a la educación, el aumento de la tasa de ocupación femenina, el retraso en la emancipación familiar y los nuevos valores de la modernidad que han propiciado una igualdad mayor entre sexos, aunque de manera diferente según edades y estratos sociales.

Puertas Peña, Luisa Mª Transmisión de roles de género y educación / Luisa Mª Puertas Peña Emakunde. -- n. 68 (iraila/septiembre 2007); p. 10-13. ISSN 0214-8781 A pesar de los cambios acaecidos en el diseño de la organización escolar siguen pesando en la educación general una serie de factores extraescolares que condicionan comportamientos que se consideran aceptados socialmente y consolidan las desigualdades de género heredadas.

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Dema Moreno, Sandra Una pareja, dos salarios : El dinero y las relaciones de poder en las parejas de doble ingreso / Madrid : Centro de Investigaciones Sociológicas; Siglo XXI de España , 2006 267 p. ; 21 cm. -- (Monografías ; 225) Bibliogr.: p. 254-267 Basado en una investigación cualitativa para conocer a fondo cómo cada pareja interpreta su comportamiento en relación con la toma de decisiones respecto al dinero. También se han analizado los procesos a través de los cuales se ejerce el poder en la pareja, desde cómo se administra o gestiona el dinero en el hogar, hasta su uso según el sexo. ISBN 84-7476-410-6

Violencia de género y relaciones de poder : implicaciones para la educación / Juana Mª Sancho Gil... [et al.] Revista de educación. -- n. 342 (enero-abril 2007); p. 15-209 . ISSN 0034-8082 Monográfico. 1 disco CD-ROM Contiene : Violencia de género, educación y socialización: acciones y reacciones/ Miguel Lorente Acosta ; Emociones y violencia contra las mujeres y otros grupos. Implicaciones pedagógicas/ Michalinos Zembylas... La educación es el remedio universal que se debe promover para acabar con la violencia de género y todas las agresiones que se ejercitan contra los débiles, diferentes, minoritarios, o cualquier tipo de discriminación que conlleve el ejercicio de la fuerza irracional y gratuita. http://www.revistaeducacion.mec.es/re342.htm Acceso a texto completo

Jornadas Dependencia Emocional (10ª. 2005. León) X Jornada Dependencia Emocional : educación y prevención: octubre 2004 / ADAVAS (Asociación de Ayuda a Víctimas de Agresiones Sexuales y Violencia Doméstica) . -- León : ADAVAS, 2005 102 p. La dependencia emocional puede ser un lastre en la plena integración de la mujer en su relación con el medio exterior, por lo que es necesario potenciar la autoestima personal que la ayude a salir de las situaciones negativas.

¡Ya es hora de que nos escuchen! : La respuesta de la juventud al Informe de la Reunión del Grupo de Expertos sobre la eliminación de todas las formas de discriminación y violencia contra la niña / Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, 51º período de sesiones ; 26 de febrero a 9 de marzo de 2007, Naciones Unidas, Nueva York . -- Nueva York : Unidad para el Desarrollo y la Participación de los Adolescentes, 2007 28 p. ; 28 cm. Refleja los puntos de vista y las recomendaciones de más de 1.300 jóvenes de 59 países y elabora unas conclusiones, que se obtuvieron a partir de encuestas y grupos especiales, sobre la cuestión de la eliminación de la discriminación y la violencia contra las niñas. Las prácticas mencionadas con más frecuencia en este informe fueron la dote y el precio de las novias, los matrimonios infantiles y forzados, la preferencia por los varones, el “machismo” y la carga de trabajo que sufre la mujer. ISBN 978-92-806-4143-1

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Lomas, Carlos ¿La escuela es un infierno? : violencia escolar y construcción cultural de la masculinidad Revista de educación. -- n. 342 (enero-abril 2007); p. 83-101 . ISSN 0034-8082 Contiene 1 disco CD-ROM El problema de la violencia en las aulas no es novedoso en el tiempo, pero su presencia notoria en los medios de comunicación ha hecho dirigir la atención de muchos sectores (pedagógicos, judiciales, etc.) hacia una realidad que pervive en los centros educativos y que responde a un fenómeno cultural de afirmación del poder masculino. http://www.revistaeducacion.mec.es/re342_05.html Acceso a texto completo

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COLABORACIÖN

Colaboran en este número: Yolanda AGUDO ARROYO Socióloga. Doctora por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Actualmente, profesora ayudante del departamento de Teoría, Metodología y Cambio Social de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED. Combina su docencia con investigaciones sobre los vínculos entre la educación superior y el empleo desde la perspectiva de género y sobre metodología de la investigación. También colabora con el Seminario Permanente de Estudios sobre Mujer, Género y Feminismo. Imparte docencia, también, en el Curso de Especialista en Juventud de la Vicepresidencia da Igualdade o Benestar da Xunta de Galicia y en el Posgrado Juventud y Sociedad de la UNED.

Josune AGUINAGA ROUSTAN Profesora Titular de Sociología en la UNED, Coordinadora del Seminario Permanente de Estudios sobre Mujer, Género y Feminismo, además es Miembro del Consejo Asesor para el Fomento de la Investigación en Protección Social dependiente de la Secretaría de Estado para la Seguridad Social. Actualmente imparte la asignatura de Sociología Urbana, de Globalización y Desarrollo Sostenible y de sociología de las Migraciones, además del Doctorado en Tendencias Sociales y el Master en Seguridad. Coordina el Experto Universitario en “Agentes de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres: el marco de la Cooperación al Desarrollo”. Entre las publicaciones más recientes se encuentran los libros o capítulos de libros: La juventud española, entre la negación y la mitificación, en España S. XXI. La Sociedad, en 2008, Agentes de Igualdad de Oportunidades entre mujeres y hombres (coeditora) en la Editorial Universitas Internacional en el 2006, Estudio sobre la Juventud en Las Rozas, Ayuntamiento de Las Rozas, (2006), Informe Juventud en España 2004 publicado por el INJUVE en el 2005 con el capítulo titulado La desigualdad de género entre los y las jóvenes. En Tendencias en Exclusión Social, 2005, La pugna por la igualdad de género, El precio de un hijo. Los dilemas de la maternidad en una sociedad desigual en editorial Debate en 2004, Jóvenes y estilos de vida INJUVE, 2003, Cambio de hábitos en el uso del tiempo: la trayectoria temporal de los jóvenes, INJUVE, 1997. Algunos artículos como Los nuevos ciudadanos: la inmigración en España 1998-2004, reedición del III Foro sobre Tendencias Sociales, 2004, Racismo y xenofobia en España: Una reflexión pendiente en la revista Sistema, 2005, Las relaciones familiares en el siglo XXI, Liga Española de la Educación y la cultura Popular, Fundación Cives, 2005, Revista Sistema, 2007, nº 197-198, Juventud y Género: la medida de la igualdad en Europa.

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Élida ALFARO GANDARILLAS Profesora Titular de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte-INEF. Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Licenciada en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Universidad de Barcelona. Master en Dirección y Administración del Deporte. Universidad Complutense de Madrid. Directora del Seminario MUJER Y DEPORTE de la Fac. de C.C. de la Actividad Física y del Deporte-INEF. UPM. Secretaria General de la Sociedad Española para el Estudio de la Superdotación y Codirectora del Seminario Internacional Mujer y Superdotación de la Universidad Complutense de Madrid. Vicepresidenta de la Asociación para el Estudio de las Mujeres de la Universidad Politécnica de Madrid. Vicepresidenta de la Red Iberoamericana de Centros Superiores de Ciencias del Deporte. Medalla al Mérito Deportivo (2006) del Consejo Superior de Deportes por sus aportaciones en el ámbito Mujer y Deporte. Ha sido Directora del INEF de Madrid (1994-98), Presidenta de la Conferencia Española de Institutos y Facultades de Ciencias del Deporte (1994-96), Presidenta de la Red Iberoamericana de Centros Superiores de Ciencias del Deporte (1996-98). Campeona de España de Gimnasia por equipos (1959-60). Como investigadora y experta en el tema Mujer y Deporte, ha participado en numerosos congresos y seminarios nacionales e internacionales y es autora de diversas publicaciones y numerosos artículos.

Coral CARO BLANCO Profesora Enseñanza Secundaria. Diplomada en Profesorado de EGB y licenciada en Filología por la Universidad de Barcelona. Acreditada la suficiencia investigadora en el Programa de Doctorado: “La representación mental: cognición, comunicación y lenguaje” del Departamento de Psicología Básica de la Facultad de Psicología de la UB. Miembro del “Seminario Interdisciplinar de Estudios de Género” de la Universidad de Barcelona. Premio Irene 2007 “La paz empieza en casa” por el trabajo didáctico “Prevención de la violencia de género en la ESO” que el Ministerio de Educación y Ciencia otorga en educación en igualdad. Formadora de formadores en temas de innovación educativa sobre coeducación e interculturalidad de la Generalitat de Catalunya y en los cursos de formación de profesorado en Segovia: “Violencia de género: prevención y soluciones educativas” del Ministerio de Educación, Política Social y Deporte. El curso 2006 -2007 le fue concedida una beca del Institut Català de les Dones de la Generalitat de Catalunya para la realitzación del proyecto: “Estudio de los estereotipos de género en las prácticas cotidianas de los y las adolescentes. Propuesta para una intervención preventiva de las desigualdades sexistas.” y este curso 2008-2009 tiene concedida una beca para la realización del trabajo de investigación: “Identidad, género y adolescencia. Propuesta coeducativa para la prevención de la discriminación sexista y homofóbica”. Ha realizado diversas presentaciones en congresos especializados en género y también ha publicado algunos de sus trabajos en diferentes libros de recopilación y revistas dedicados a la investigación con perspectiva de género e innovación educativa. Miembro de la comisión gestora de “La xarxa, educación en comunicación” y colaboradora de Aulamèdia, Cinescola y Asociación de maestros “Rosa Sensat” de Barcelona.

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Ana DE MIGUEL ÁLVAREZ Profesora Titular de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Ha publicado libros sobre autores clásicos del feminismo como John Stuart Mill y Alejandra Kollontai y ha editado la obra de William Thompson y Anna Wheeler The Appeal of Half the Human Race, Women. También ha coeditado una selección de las obras de Flora Tristán. Una selección de sus trabajos ha sido traducida al portugués bajo el título O feminismo Ontem e Hoje (2002). En la actualidad está trabajando sobre el feminismo como movimiento social y los procesos de redefinición de la realidad. Entre estas publicaciones destaca “La construcción de un marco feminista de interpretación: la violencia de género” (2005), “Hacia una sociedad paritaria” (2007) y “Movimientos sociales: dimensiones filosófico-políticas” (2008). Junto a Celia Amorós ha coeditado la obra Teoría Feminista. De la Ilustración a la globalización (2005). Dirige el curso Historia de la Teoría feminista de la Universidad Complutense de Madrid.

Consuelo FLECHA GARCÍA Catedrática de Historia de la Educación de las Mujeres en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla. Desarrolla su docencia e investigación en temas relacionados con los procesos educativos de las mujeres en la historia y en la actualidad, destacando los que visibilizan las contribuciones femeninas. Ponente de numerosos Congresos, Postgrados y Programas de Doctorado sobre Estudios de las Mujeres, en España y en otros países de Europa y de Iberoamérica. Ha publicado varios libros y casi doscientos artículos sobre estas temáticas. Entre ellos (1996): Las primeras universitarias en España. 1872-1910. (1997): “Los libros escolares para niñas”. (1998): “La incorporación de las mujeres a los Institutos de Segunda Enseñanza en España”. (1999): “La educación de las mujeres después del 98”. (2000): “Profesoras y alumnas en los Institutos de Segunda Enseñanza. 1910-1940”. 2001): “Los derechos de las niñas en el mundo”. (2002): “Las mujeres en el sistema educativo español”. (2003): “Los obstáculos a la entrada de las mujeres en el empleo cualificado”. (2004): “Las Mujeres en la Historia de la Educación”. (2005): Mujeres y Educación. Saberes, prácticas y discursos en la historia. (2008): “¿Una educación de referencia femenina?”. (2008). Mujeres y Universidad en España y en América Latina.

Sara MORENO COLOM Doctora en Sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona (2007) con la tesis doctoral “Temps, treball i benestar: una aproximación des de la vida cuotidiana” (http://www.tesisenxarxa.net/). Durante el 2004 realizó investigación pre-doctoral en la Università degli Studi di Firenze. Actualmente es investigadora del Centre d’Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidiana i el Treball (QUIT) y profesora del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Entre sus principales campos de interés académico se incluye el estudio de los usos sociales del tiempo, el trabajo, la vida cotidiana y el bienestar. Ha participado en distintas investigaciones y publicaciones relacionadas con esta temática: MORENO, S. (2008): “Els usos del temps a Catalunya”, en VV.AA Condicions de vida i desigualtats a Catalunya, 2001-2005 (Vol. I). Barcelona: Mediterrània.

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BORRAS, V.; TORNS, T.; MORENO, S. (2007): “Las políticas de conciliación: políticas laborales verus políticas de tiempo”. PAPERS Revista de Sociologia, núm. 83, pp. 83-96.

Carmen ORTIZ COGULLA Licenciada en CC. PP. y Sociología por la Universidad Complutense, Experta en Igualdad de género. Ha realizado colaboraciones con el Instituto de la Mujer sobre participación y cultura política de las mujeres españolas. Ha trabajado con distintas organizaciones de Mujeres, de ámbito nacional, dirigiendo y coordinando proyectos europeos y nacionales dirigidos a la promoción de las mujeres en distintas áreas sociales: empleo, promoción profesional, salud, inmigración, integración y apoyo al desarrollo personal y profesional, así como del fomento al asociacionismo de las mujeres. Desde el año 2004, viene trabajando como técnica especialista en género en el Consejo de la Mujer de la Comunidad de Madrid. Colabora como docente en el curso de Experto Universitario “Agente de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres: Acciones Positivas desde la Cooperación”, que se imparte en la UNED desde el año 2000. Ha publicado distintos estudios e informes sobre temas electorales y participación política de las mujeres y nuevos modelos familiares en editoriales y distintos medios de comunicación. Entre otras publicaciones se pueden citar, “Mujer y Política en la Democracia. 1979-1986”. Ed. Instituto de la Mujer. Madrid, 1986, “Familias: Diversidad de modelos y roles”, en colaboración. Ed. UNAF. Madrid, 2000,”Por qué no militan las españolas”. 1984, “Las españolas ante las urnas”. Mayo, 1986. “Mujer y empleo”, 2006, y “Mujer y participación política”, 2006 en Agentes de Igualdad de Oportunidades: Acciones positivas en el marco de la Cooperación, Editorial Universitas Internacional, S.L.

Lola PÉREZ CARIACEDO Madrid (1971). Periodista. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en comunicación, TIC y género. Ha desarrollado diversos programas de comunicación para organizaciones sociales. Miembro del equipo de coordinación del espacio de referencia en Internet sobre información y reivindicación feminista Mujeres en Red. Ha impulsado la presencia en la Red de organizaciones de mujeres y proyectos de las asociaciones para visibilizar el trabajo de las mujeres. Ha sido responsable de prensa, potenciando sus espacios webs, de asociaciones y redes de mujeres como la Asociación de Mujeres Juristas Themis, la Red de Ciudades contra la Violencia de Género, la Escuela de Verano para Mujeres con Responsabilidad en Gestión pública, política y sindical o el Consejo de las Mujeres del Municipio de Madrid. Ha ejercido labores como Formadora en capacitación digital para mujeres para la potenciación del acceso de las mujeres a las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).

Rosa RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ Licenciada en Ciencias Políticas y Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Ha desempeñado en la Universidad Complutense de Madrid puestos docentes, como profe-

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sora Asociada del Departamento de Sociología V (Facultad de Ciencias Políticas y Sociología). Actualmente, es profesora en el Departamento de Sociología III (Tendencias Sociales) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Es, también, miembro del Equipo Docente del Programa Modular en Exclusión Social, Integración y Ciudadanía en dicha Universidad. Ha participado, entre otras, en las siguientes líneas de investigación: Diagnósticos organizativos para diferentes instituciones públicas, Diseño de modelos de evaluación para programas de formación y, recientemente, en una Encuesta Nacional sobre condiciones laborales de la población inmigrante en España. Tesis doctoral en curso de realización: “Inmigración, Ciudadanía y Exclusión social”. Entre sus publicaciones destacan artículos como “La opinión pública ante el Estado”, e “Inmigración y Ciudadanía” publicados en la Revista Sistema; así como numerosas críticas de libros en: Revista de Estudios Políticos, Revista Temas, Revista Sistema, Revista Española de Investigaciones Sociológicos.

Rosario SAMPEDRO GALLEGO Doctora en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesora Titular de Sociología en la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación de la Universidad de Valladolid (Campus de Segovia). Fue técnica del Departamento de Estudios y Programas de la Federación Española de Municipios y Provincias entre 1990 y 1993, incorporándose a la docencia universitaria en 1995. Sus líneas de investigación más relevantes son, en primer lugar, los procesos de cambio social propios de la ruralidad en las sociedades postindustriales, en especial los relativos a las experiencias laborales femeninas, y, en segundo lugar, la conciliación de la vida laboral y familiar, en lo que afecta a la actividad laboral de las mujeres. Autora de numerosas investigaciones y publicaciones, compagina la docencia universitaria y la investigación, con tareas de formación y asesoramiento en diferentes instituciones como experta en temas de género, ruralidad y conciliación de la vida laboral y familiar. En calidad de tal, es miembro de diversos comités de expertos y del equipo docente de diversos master universitarios y cursos de postgrado.

Teresa TORNS MARTÍN Profesora titular del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y miembro del “Centre d’Estudis Sociológics sobre la Vida Quotidiana i el Treball (QUIT)” y del “Seminari d’Estudis de la Dona” (SED) del Departamento de Sociología de la UAB. Su actividad investigadora tiene como temas de interés las desigualdades de género en relación al trabajo: el mercado de trabajo, el trabajo doméstico y la vida cotidiana, el tiempo y el bienestar cotidiano, las políticas de tiempos y la conciliación. Es co-autora, entre otras publicaciones de los libros El perfil sociolaboral del paro femenino en España (Madrid, Instituto de la Mujer, 1995), Tiempo y Ciudad/ Temps i Ciutat (Barcelona, CESB, 2000), Las nuevas fronteras de la desigualdad: hombres y mujeres en el mercado de trabajo (Barcelona, Icaria, 2000), Les dones i el treball a Catalunya: mites i certeses (Barcelona, ICD, 2007).

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