La princesa caprichosa

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Elena Serrano Bodelรณn

La princesa caprichosa




La princesa caprichosa

© Texto: Elena Serrano Bodelón © Ilustraciones: Editorial Gunis © Diseño & Maquetación: Editorial Gunis Editorial Gunis info@editorialgunis.com www.editorialgunis.com Reservados todos los derechos.


Elena Serrano Bodelรณn

La princesa caprichosa


Érase una vez un gigantesco palacio, en el que una princesa vivía con sus padres los reyes. Esta princesa era muy pero que muy caprichosa y si no le compraban lo que quería se encerraba en su cuarto hasta que sus padres le conseguían lo que ella pidiera; ¡la verdad es que como eran reyes no les costaba demasiado!. Todas las mañanas se repetía en el castillo la misma escenita, nuestra princesa entraba en la cocina donde las cocineras le preparaban sus bizcochos favoritos y les decía: - ¡Quiero más nata! o ¡No me apetece tarta, hazme unas tortitas! y claro las cocineras temían que los reyes les quitasen el trabajo si no hacían feliz a su hija y cumplían todos sus caprichos. Cuando iban a la tienda de ropa la princesa les decía a sus padres: - ¡Quiero ese vestido rosa! no, no mejor… ¡el bolso! no, no, no, no ¡los tacones! bueno ¡mejor todo! –Pero cariño- le decía su padre-esto cuesta mucho dinero, además tienes el vestido que te regalo tu tía Amelia en tu cumpleaños. - Y también los tacones que te regaló la abuela Sara en tu santo- añadía su madre. -Pero quiero ésos- les respondía la princesa-. ¡La que se montaba cuando sus padres se negaban a comprarle cosas! Y así todos los días… pasaron semanas, meses y años hasta que una mañana...: - Venga levántate princesa dormilona- gritaron sus padres desde el comedor-¡El desayuno está listo!-Espero que las cocineras me hayan preparado pastel, o si no ¡Me enfadaré! –contestaba la princesa caprichosa desde su habitación en la planta alta. Como tenía mucha hambre saltó de la cama para sacar del armario su vestido nuevo. Pero cuando fue a cogerlo vio que no llegaba a las perchas – Qué raro- pensó- juraría que siempre he podido llegar a la ropa, bueno quizás tenga demasiado sueño y me lo esté imaginando. A duras penas se vistió, pero cuando se puso el vestido vio que le llegaba hasta los pies.- Qué raro- pensó-juraría que ayer el vestido me quedaba perfecto, bueno quizás tenga demasiado sueño y me lo esté imaginando. Se ató los tirantes del vestido con unas gomas y fue hacia las escaleras. Pero las escaleras eran demasiado grandes para ella y cayó rodando. - Qué raro- pensó- juraría que siempre he podido bajar las escaleras- bueno quizás tenga demasiado sueño y me lo esté imaginando.

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Así que rodando escaleras abajo fue a desayunar. Cogió el pastel que le habían preparado las cocineras y se dirigió hacia la mesa, pero cuando fue a sentarse en la silla vio que estaba demasiado alta para ella.- Qué raro – pensó por cuarta vez- juraría que siempre he podido llegar a la silla. Pero una cosa era segura en esta ocasión: la princesa estaba totalmente despierta. ¡Mamá, papá! tenéis que venir corriendo, soy diminuta, primero la percha, luego el vestido, después las escaleras, y ahora la silla, ¡Qué voy a hacer! -Tranquila- le dijo el rey- hoy es Domingo, pero mañana mismo iremos a ver al doctor del reino, ahora acuéstate. Pero la princesa no podía dormir. Por la mañana lo mismo de siempre: percha, vestido, escaleras y silla. Cogieron la carroza real y estuvieron todo el día viajando, y cuando llegaron la princesa ya tenía el tamaño de un ratón. Una enfermera les salió al encuentro: -Buenas tardes – les dijo- bienvenidos a la consulta del doctor Medicina Curaenfermedades, siéntense aquí y el doctor les atenderá enseguida. Después de revisiones, y revisiones, y más revisiones el doctor le dijo al rey: - Está claro que lo que tiene su hija es Caprichositis. -Capricho… ¿Qué?- dijo el sorprendido el rey. -Caprichositis- repitió el doctor. He tenido muy pocos casos, pero por lo que sé cuando una persona es muy caprichosa empieza a……. -Papá- gritó la princesa- este hombre está loco y además quiero marcharme ya e irme de compras… ¡pafff!, se oyó en la consulta y de inmediato, como por arte de magia, la princesa pasó de tener la estatura de un ratón, a tener la de una hormiga. -Lo ve -dijo el doctor. -Cariño- le dijo el rey a la princesa caprichosa- mejor escuchemos al doctor.

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-Cuando una persona es muy caprichosa- prosiguió el doctor Medicina Curaenfermedades- empieza a encoger hasta que desaparece. -¡Qué horror!- dijo el rey asustado- y ¿Hay remedio para curar la capricho… lo que sea? -Sí – dijo el doctor- tenía por aquí un poco de medicina ¡Aquí está! -Pero…- empezó a decir el rey- ¡aquí no hay nada! -Los sentimientos no se ven – le replicó el doctor -Así que la medicina que le va a dar a mi hija es un sentimiento ¿pero cuál? -Amor – dijo el doctor Medicina Curaenfermedades. Y dirigiéndose a la princesa le dijo- Tus caprichos te han vuelto egoísta, por eso, piensas en ti y no en los demás. -¿Y qué tengo que hacer para recuperar mi tamaño?-le preguntó la princesa al médico. -Tienes que pensar una manera de hacer felices a los demás, solo así recuperarás tu estatura normal. Desde entonces la princesa, que ya no era caprichosa, se volvió cariñosa con todo el mundo, les regaló sus juguetes a los niños que no tenían y también dio la ropa que no se ponía. Y es que el amor nos hace crecer, por eso la princesa recuperó su estatura y fue la reina más querida de todos los tiempos.

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