3
casas
Iconos de la vivienda moderna marplatense Arqs. Roberto Kuri / Juan M. Escudero
Las tres obras que se exponen aquí (dos de 1971/72 y otra de 1990) seguramente pueden ejemplificar acerca de nuestra labor en el tema de la vivienda individual urbana, tema recurrente y relevante en la actividad de los arquitectos de la región, al menos de nuestra generación. No sabemos si esa recurrencia se da de modo similar en más lugares, desde cuándo y hasta cuándo será así. Algunas actitudes que asumimos al encarar los proyectos fueron conscientes e intencionadas, otras podrían ser supuestas por observadores externos (ni que decir de las que les puedan atribuir los usuarios directos). Pero de las intencionadas podríamos enunciar dos, que creemos las principales: 1- Un esfuerzo por atender cada problema como un “caso” específico, con unos requerimientos que hay que detectar en cada encargo, tratando de entenderlos a través de demandas explícitas del cliente (que muchas veces se construyen con imágenes previas y optimismos presupuestarios, no necesariamente realistas o congruentes con lo que necesitan o pueden). Particularmente en estos tres “casos” se trató de encargos muy respetuosos de nuestra labor y esforzados por definir necesidades verificables, eso ayudó mucho. De modo que se pudo atender sin interferencias las demandas de todo tipo derivadas del lugar y decidir de entre las más
apropiadas posibilidades técnicas. 2- Cada proyecto constituía además un ensayo que permitiera experimentar y ejemplificar en el camino propuesto desde el Movimiento Moderno a través de lo que, más tarde, Héctor Tomás definiera como “constantes” (a partir de postulaciones elaboradas con Carlos Eduardo Lenci) en su libro “El lenguaje de la arquitectura moderna”, y que refieren a la conceptualización geométrica y la polarización de los elementos arquitectónicos, a la percepción dinámica del espacio y a su continuidad como paradigma de diseño (en el interior y con el exterior, en horizontal y vertical). No sabemos si a esa labor aquí expuesta alguien le encontrará algún hilo conductor reconocible, además de esos dos enunciados (que son asumidos por todo arquitecto que quiera encarar lealmente la profesión hoy). No pretendimos en ningún momento definir un “estilo” o figuración reconocible como tal (como lo pueden tener Meyer o Botta); y si otros lo detectan (por encima del circunstancial uso del ladrillo de pandrete pintado de blanco en el exterior de las casas de Grebol y Solla), y paralelamente a cualquier crítica que se pueda hacer, quizás nos ayudarían a comprender mejor el sentido de de nuestro trabajo, el de todos nosotros.