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Gente en Movimiento, viajes y asentamientos a las zonas cordilleranas de la región de Los Lagos, provincias de Llanquihue, Chiloé y Palena 1881 - 1950 PRESENTA:

Fundación Licarayén

AGRADECIMIENTOS

Agradecemos al admirable equipo gem por asumir el desafío con tanto profesionalismo y entusiasmo, a los que apoyaron a fundación licarayen a darle forma, sentido y visualización al proyecto gente en movimiento y a quienes nos acompañan a seguir la huella de nuestros antepasados.

Nuestro reconocimiento por creer en esta iniciativa a librería mackay por patronocinarnos y a fondo de patrimonio cultural por financiar este proyecto convocatoria 2020.

Paola Báez Reyes Directora fundación licarayen

ÍNDICE

Preámbulo .............................................................................................................................................................. 04 La movilidad prehispánica y colonial ........................................................................................................... 12 Javiera Letelier Cosmelli Poblamientos pioneros en la alta cordillera del río Puelo ................................................................... 31 Patricio Álvarez Rabié Movimientos migratorios históricos en la cordillera de la Provincia de Palena ......................... 50 Gladys Münzenmayer Redlich Cartografía ............................................................................................................................................................. 66

PREÁMBULO

Preámbulo, del latín prae (antes, delante) y del verbo ambulare (ir, andar, pasearse) El viaje, una figura para distintos modos de habitar y desplazarse, para trayectorias e identidades, para narrar historias…

James Clifford La vida no se trata solamente de habitar, se trata esencialmente de recorrer

PREÁMBULO

De acuerdo a la teoría del Big Bang, el Universo que habitamos se originó a partir de una gran explosión. Lo que había antes de esa explosión nos es desconocido. A partir de esta explosión inicial que dio pie a su creación, el Universo se expande, es decir, se mueve, se desplaza. No estamos nunca en el mismo lugar. La quietud es nuestra ilusión. A su vez, dentro del Universo hay sistemas, como nuestro sistema solar y estos sistemas se mueven. Dentro de nuestro sistema solar hay planetas que giran en torno al sol, es decir, se mueven, se desplazan. Dentro de este movimiento general, nuestro planeta Tierra a su vez se mueve. Primero siguiendo una línea elíptica en torno al sol en un movimiento conocido como traslación. Pero también se mueve girando sobre sí misma, en torno a su eje, en ese más íntimo movimiento llamado de rotación. La Tierra rota, gira, nos fuerza a nunca estar quietos, nunca estar en el mismo lugar. En fin, el movimiento parece lo único permanente. De allí los ciclos de la naturaleza: otoño, invierno, primavera, verano; o los ciclos culturales: siembra, cosecha, veranada, invernada, etc. Se mueve la luna alrededor de la Tierra; las mareas son el movimiento del mar o su oleaje; se mueve el agua de los ríos; se mueve la sangre en nuestros cuerpos, todo fluye. Movimiento, siempre movimiento; moverse, siempre moverse.

Así que probablemente, como ya sostenía el gran filósofo griego Heráclito de Efesos hace ya 25 siglos, sea el movimiento lo verdaderamente permanente y no lo estático. El devenir, aquello en permanente cambio. El flujo y no el estancamiento. Movimiento, desplazamiento, devenir, viaje, se superponen en el transcurrir humano como elementos definitorios de su propia historia, e incluso de su más íntima forma de ser. Pero obviamente no un ser detenido, si no, un ser en flujo o bien, en proceso, entendiendo que su habitar es proceso y su ser es también proceso.

Como seres humanos nos constituimos entonces desde el movimiento, desde el cambio y el devenir. Cambiamos mientras crecemos. Cambiamos mientras nos creamos una vida. Cambiamos mientras viajamos y en estos viajes cambiamos también los lugares que recorremos y habitamos: el territorio y el paisaje.

Por ello el viaje, el desplazamiento y la migración constituyen al ser humano en su devenir, en su construcción de territorios y en sus transformaciones.

Por ello el viaje está allí para narrar historias como dice James Clifford.

Historias de trayectorias, de líneas, caminos y asentamientos; superficies, dinámicas y conformaciones culturales y espaciales que se traducen en paisajes. Un paisaje, entonces, es el rostro de unas gentes, la forma que han construido con el transcurrir del tiempo, su huella.

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PREÁMBULO

Movimiento, siempre movimiento. Flujos, siempre flujos.

Los territorios son espacios conocidos, vividos y significados que expresan en sí mismos tanto la presencia humana en ellos, así como una determinada relación que ésta presencia establece con ellos. Su forma y aspecto particular, depende entre otras cosas, de la acción de diversos agentes a través del tiempo. Una vez el monte se convirtió en campo, el bosque en casas o leña, la pampa en pastura. Sin embargo, nada de esto puede ser posible sin los viajes y desplazamientos de personas, que, con sus migraciones crean territorio, trazan rutas, descubren espacios inexplorados, abren caminos y se asientan para inventar paisaje y dejar allí una huella difícilmente borrable.

En lenguaje campesino, crear paisaje es convertir el monte en campo.

Al mismo tiempo, los territorios se vuelven expresión de quienes los habitan mediante las formas externas expresadas en estos paisajes, se vuelven la faz de una cultura, de una comunidad y por lo tanto hablan de esa cultura y de la comunidad que le construye. El bordemar de nuestro sur es creación de comunidades arraigadas al mar, con su propia cultura, sus saberes y sus técnicas. La cordillera es vida entre picachos, ríos y lagos; y un arraigo a la tierra convertida en huertos, en pradera o en sendas transcordilleranas.

En algún momento Deleuze y Guattari definen el territorio como relativo a un espacio vivido, tanto como a un sistema percibido en el seno del cual un sujeto se siente en casa. Sentirse en casa: calidez, hogar, lo propio, allí donde mi existencia cobra el mayor de los sentidos. Todo es por lo tanto sinónimo de apropiación, de subjetivación, de figuración y hasta de una impresión cultural sobre la tela de la geografía como escenario espacial y del espacio como aquello que posibilita el movimiento.

El territorio es significado en un espacio antes sin significado, sin la gente ni su movimiento ni su huella. Los grupos humanos van imprimiendo una presencia sobre ese espacio a través de diversas maneras que le permiten generar arraigo, pertenencia y diferencia con otros grupos de identidad.

Crean sus propias formas de ser, pensar, sentir, amar… Crean hogar.

El territorio se marca, se impone al espacio, se lo delimita, aunque sea a través de mecanismos difusos: hitos naturales como ríos que marcan deslindes de tierras, árboles que marcan un vado, montañas que indican un horizonte, tal como las marcas naturales de los animales como la orina o el rasguño. El humano siempre marca. Y también son marcas los caminos, las huellas, los senderos.

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PREÁMBULO

En este sentido, el espacio es escenario anterior al territorio que ya es espacio marcado. Y de esto que un viaje de migración forzada o espontánea hacia lo desconocido, sea con fines de asentamiento o comerciales, suponen un proceso de huida y asentamiento que va conformando unas dinámicas y unas configuraciones territoriales con una singularidad propia, aunque siempre expuesta al devenir, al cambio y a la riqueza de la mezcla cultural, que en el caso de la frontera andina de la Región de Los Lagos moldea y forma su silueta a partir de rasgos mapuches, campesinos y gauchescos en un escenario extraordinario como lo es la cordillera.

Lo propio ocurrirá en la costa, donde es posible reconocer rasgos chonos, huilliches, chilotes y españoles en el vasto escenario marítimo, sobre el cual -aunque parezca extraño- también se han trazado líneas, esta vez de navegación y por medio de la práctica ancestral y el extraordinario sentido de geolocalización de las comunidades canoeras nómadas. A partir de estas trazas de pesca, de comercio, de desplazamiento o de exploración se podría hacer una extraordinaria cartografía de huellas en el agua.

Ahora, si hubiese que pensar en cómo representar la móvil presencia humana en el espacio, es decir, en el territorio, se podría pensar en 3 figuras geométricas básicas: el punto, la línea y la superficie. El punto corresponde a expresiones materiales como elementos arquitectónicos, sea este una casa habitación, un galpón, un edificio industrial, y a una escala más lejana un poblado, que a vuelo de pájaro podría significar un punto entre otros puntos. La línea por su parte equivaldría a las rutas abiertas, emprendidas y trazadas por seres humanos en sus viajes y traslados, a caminos que unen puntos, a una huella, un sendero, una picada, una ruta de pesca. Finalmente, la superficie corresponde a las superficies de alguna manera delimitadas por los humanos, sea física o simbólicamente.

Un espacio de frontera es una superficie que puede estar atravesada por un límite (es decir, una línea), pero el límite no es un espacio ni una superficie, la frontera lo es y si comporta líneas o puntos, es porque la frontera es superficie en el espacio. Un espacio de frontera, así concebido, es esencialmente un espacio poblado sobre el cual se han trazado líneas e impreso puntos. Un asentamiento familiar es un campo. Presenta puntos -la casa o el galpón-, presenta líneas -lo senderos de comunicación- y es en sí una superficie -un espacio habitado, vale decir, un conjunto de elementos que conforman ese espacio, incluidas las praderas, las huertas, los potreros, bodegas, fogones, etc. En sus No Lugares Marc Auge ve en lo que llama lugar antropológico -que es esencialmente un lugar identificatorio, relacional e histórico- también algo geométrico. Lo ve formado por líneas, intersecciones de estas líneas y sus puntos de intersección.

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PREÁMBULO

Concretamente, en la geografía que nos es cotidianamente más familiar, se podría hablar, por una parte, de itinerarios, de ejes o de caminos que conducen de un lugar a otro y que han sido trazados por los hombres; por otra parte, de encrucijadas y de lugares donde los hombres se cruzan, se encuentran y se reúnen, que fueron diseñados a veces con enormes proporciones para satisfacer, especialmente en los mercados, las necesidades del intercambio económico y, por fin, centros más o menos monumentales, sean religiosos o políticos, construidos por ciertos hombres y que definen a su vez un espacio y fronteras más allá de las cuales otros hombres se definen como otros con respecto a otros centros y otros espacios (p. 62).

Estos itinerarios, trazos, líneas, ejes o caminos¹ se expresan también, como los lugares, de varios modos y a diversas escalas. Es decir, tienen distintos significados para distintos grupos o épocas. En Europa se puede mencionar El Camino de Santiago, con su carácter religioso y terrestre, pero del cual ya se ha descubierto una vinculación con el cielo y sus configuraciones estelares. Se habla de la Ruta de la Seda, o la ruta De las Especias con sus caracteres expansionistas, comerciales, bimodales, expresión ya de una primera globalización. Colón trazó una ruta expansionista, imperial.

Existieron las macabras rutas de la esclavitud entre África y Europa y América, itinerarios de miseria y de muerte. El Qhapaq Ñan o sistema vial andino, columna vertebral del Imperio Inca, con sus 30 mil kilómetros de largo, desplegándose en la cordillera de Los Andes, atravesando desierto, sierra y montaña para articular el modo de vida del Estos itinerarios, trazos, líneas, ejes o caminos se expresan también, como los lugares, de varios modos y a diversas escalas. Es decir, tienen distintos significados para distintos grupos o épocas. En Europa se puede mencionar El Camino de Santiago, con su carácter religioso y terrestre, pero del cual ya se ha descubierto una vinculación con el cielo y sus configuraciones estelares. Se habla de la Ruta de la Seda, o la ruta De las Especias con sus caracteres expansionistas, comerciales, bimodales, expresión ya de una primera globalización. Colón trazó una ruta expansionista, imperial. Existieron las macabras rutas de la esclavitud entre África y Europa y América, itinerarios de miseria y de muerte. El Qhapaq Ñan o sistema vial andino, columna vertebral del Imperio Inca, con sus 30 mil kilómetros de largo, desplegándose en la cordillera de Los Andes, atravesando desierto, sierra y montaña para articular el modo de vida del imperio y sus nodos culturales, sociales y económicos, formando así un inmenso espacio de frontera y que luego seguiría siendo usado por los caravaneros, arrieros y remeseros en el entorno de Calama y San Pedro de Atacama, que mantenían y aún mantienen contactos con poblaciones argentinas como Salta.

O como esos grupos aborígenes australianos que conciben su tierra como una inmensa trama de caminos que en los míticos tiempos del sueño los antepasados recorrieron cantando para crear así todo lo que existe. Cada objeto era objeto de un canto y así cobraba existencia. Por otra parte, cada parcialidad –o clan de estos grupos- está vinculado a determinados caminos 07 ¹Sobre los conceptos de línea, trazo y otros del mismo campo semántico asociados especialmente a la movilidad, se recomienda el interesante trabajo de Tim Ingold, Líneas, una breve historia Gedisa, 2015.

PREÁMBULO

que han sido recorridos por algún antepasado totémico común y que les sirve de figura ancestral común y de guía. Se trata de un paisaje sagrado. Así, ellos se orientan por el territorio de acuerdo a estos caminos ancestrales comunes y se reconocen en el territorio de acuerdo a los caminos que recorren. Por ejemplo, un miembro del clan wallaby (el wallaby es una especie de canguro) encontrará en el camino que recorre necesariamente otro miembro del clan wallaby, pues ambos siguen la huella del antepasado wallaby.

Es por tanto legítimo a partir de esto, concebir Australia como una gran tierra –un paisaje o territorio- atravesada por miles de líneas; una urdimbre, un plano que indica los caminos creados por los antepasados. Pero también es concebible desde esta perspectiva salvaje, como un gran paisaje sonoro, formado por miles de cantos originarios que han creado todo lo que existe.

Songlines, o vías de los cantos, evocación viva de los antepasados que se rememora a cada paso, en cada viaje por ese gran territorio/acorde.

Cabría pensar también en las rutas marítimas trazadas por nuestros grupos canoeros ancestrales o aquellas de los pescadores contemporáneos. Las rutas cordilleranas, las huellas o picadas -abiertas gracias a décadas de paso- y que permiten transitar entre bosques y montañas, seguir un camino. O las rutas de los pioneros que abrieron senda a punta de machete y fuego.

O las numerosas rutas mapuches, que atravesaban pampa y cordillera para comerciar, maloquear o recrear lazos sociales o políticos, o bien para emprender el viaje iniciático desde y hacia el puelmapu (territorio del este).

El itinerario, la itinerancia, parecen inherentes a la humanidad. Y así también el movimiento y el viaje. Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha debido moverse, trasladarse, ser nómade en busca de refugio o alimento, en busca de dónde instalarse y permanecer, de una parada en el itinerario. No hay humanidad sin movilidad. No por nada existe toda una literatura de viaje o vinculada a él. Antonio Pigafetta describió la primera vuelta al mundo de Magallanes; los Diarios de Darwin describen su paso por la más infinita variedad de paisajes, incluido Tierra del Fuego, Chiloé, Concepción y los Andes de Chile. O Tristes Trópicos de Claude Lévi Strauss, que es el relato de un viaje justo antes del fin de los viajes. También existe el viaje imposible de Augé, o aquellos primeros viajes homéricos en La Ilíada y La Odisea; o los relatos de Julio Verne, Alberto De Agostini, Cook, Melville.

También los relatos del viaje iniciático de Pascual Coña.

A propósito, James Clifford (2015), nos recuerda que para el griego de la antigua polis (ciudad), el viaje tenía su inicio y su fin en la polis misma. Se 08

PREÁMBULO

trata de un viaje en la “perfección” de lo circular. De un ir y venir desde el mismo punto. Tomando una cita de Paul Fussel, Clifford nos recuerda que hay 3 tipos de viajeros: el viajero, el explorador y el turista.

Los tres hacen viajes, pero el explorador busca lo que todavía no ha sido descubierto, el viajero aquello que ha sido descubierto por la mente que trabaja en la historia, el turista lo que ha sido descubierto gracias al emprendimiento y preparado para él por las artes de la publicidad de masas (Notas sobre teoría y viaje, p. 66).

Viajar significa literalmente ir por una vía, hacer un trayecto, recorrer, trasladarse por un camino, pero también se le asocia a explorar y descubrir.

En Tristes Trópicos, Lévi-Strauss dice odiar los viajes y a los exploradores; en El viaje imposible, Augé describe la imposibilidad de un viaje turístico que pueda aún descubrir algo. Existen viajes militares, comerciales, turísticos, estudiantiles, viajes nómades o migratorios, viajes por voluntad o por fuerza, etc. ¿De qué tipo de viaje se trata cuando hablamos de familias que son forzadas a dejar sus territorios y migrar a espacios desconocidos en busca de oportunidades? Es lo que ocurre aún en nuestra actualidad ¿Son viajeros, exploradores, turistas, migrantes? En otras palabras ¿viajan, migran, exploran?

En nuestro territorio de estudio, el valor de los viajes de quienes poblaron la cordillera se encuentra en su condición de pioneros, de haber abierto y trazado caminos, hecho descubrimientos, creado paisaje a través de sus asentamientos, de hacer del monte campo. Es decir, en su carácter creativo y creador de territorios.

Se trata de unas migraciones forzadas/espontáneas no planificadas pero que fueron la respuesta creativa y libertaria frente a unos acontecimientos históricos inesperados. También son transcordilleranas, hay en ellas un tránsito por un espacio de frontera, por la permeabilidad de la montaña como frontera y su porosidad, que como bien indica Susana Bandieri, es -y ha sido- sobre todo un espacio social, rico de interacciones y tensiones; adaptaciones y estrategias socioculturales que les proyectan hacia el futuro.

Pero estos viajes que ya describiremos, hablan también de desarraigo y de arraigo. Y el orden en el que se plantean estos dos términos no es azaroso.

Desarraigo respecto de un territorio original (en Chile); arraigo respecto de un territorio nuevo (en Argentina), nuevo desarraigo (desde Argentina) que conduce al orígen y a un nuevo arraigo (en Chile). Este es el caso de nuestros migrantes cordilleranos, que hace poco más de 100 años cruzaron pampa y cordillera para asentarse definitivamente en los valles cordilleranos de las provincias de Llanquihue y Palena. De ellos hoy hay retazos de memoria, saberes, técnicas, relatos y esperanzas. Es lo que trataremos de de transmitir con este trabajo.

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PREÁMBULO

Esto que es memoria, y no tanto Historia; que es más relato que libro de texto; que es más de la casa que de la Escuela, ocurre en esos territorios rurales que Jesús García Fernández define como especiales espacios-memoria, y que pueden entenderse como un cúmulo de experiencias y vivencias humanas que, fuera de la Historia, viven en la memoria especialmente de los ancianos o en la de los recolectores de relatos.

Pues bien, estos relatos conforman la memoria de estas comunidades que aportan a la comprensión de los procesos de conformación del territorio y ponen en el mapa nombres, rutas, lugares, motivaciones, fechas, personas y familias, que son necesarios de identificar, relevar, ordenar y comunicar a fin de la salvaguarda y conservación de esa memoria. Una cartografía de estos relatos, pone en escena y transmite las vivencias de una generación de colonos que, a fuerza de incertidumbre, valor, sentido de libertad, ingenio, tesón y sacrificio, dieron forma a nuestros espacios de frontera, sean cordilleranos o costeros. Podría incluso hablarse de una cartografía nómada, para recoger e intentar hacer resonar el más profundo carácter móvil de los pioneros.

En este sentido, mediante la recopilación, contraste y sistematización de inofrmación ya existente, tanto de otros y otras autoras, así como de los propios investigadores e investigadoras, la propuesta general de Gente en Movimiento intenta exponer de manera gráfica y textual -en específico a través de la plataforma web y este Catálogo- el conjunto de rutas transitadas por los pioneros y los sectores que poblaron en la zona cordillerana de las Provincias de Llanquihue y Palena entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX y que provienen desde puntos tan diversos como Arauco, Lonquimay, Villarrica, Toltén, Valdivia, Osorno, Río Bueno, Purranque, Chiloé y muchos más y asentándose en sectores como lago Todos Los Santos o Purailla, El León, Cochamó, Pocoihuen, Segundo Corral, Palena, Futaleufú, entre algunos más.

Se agrega a esto una contextualización de los movimientos de los pueblos ancestrales a través de una cartografía arqueológica, así como también una cartografía de los movimientos de gente en época colonial, especialmente desde Chiloé insular hacia Chiloé continental.

Desde ya agradecemos a todos quienes, de una u otra forma, directa o indirectamente, material o inmaterialmente, han aportado a reunir la información y a la producción de estos textos. A quienes nos aportaron entrevistas, buenos ratos, sonrisas nobles, a quienes nos recibieron en sus hogares, a quienes convidaron alojamiento, almuerzo, mate o cafecito, a quienes nos trasladaron u orientaron por las huellas recónditas de la montaña, a quienes nos enseñaron sus vidas, en fin, a toda la gente de nuestra cordillera.

Patricio Álvarez Rabié Jefe de Proyecto Otoño 2022 10

PRIMERA PARTE

LA MOVILIDAD PREHISPÁNICA Y COLONIAL JAVIERA LETELIER COSMELLI Arqueóloga

LA MOVILIDAD PREHISPÁNICA Y COLONIAL

El territorio de las actuales provincias de Llanquihue y Palena en la región de Los Lagos, constituyen una extensa área ecológica y cultural cuya ocupación humana en el tiempo se remonta, al menos 14.500 años atrás.

Desde ese momento en adelante los vestigios del paso y el habitar de las personas dan cuentan del desarrollo de diversas adaptaciones culturales al entorno que en la actualidad se caracteriza por sus bosques siempre verde, la inmensidad del océano Pacífico y una cordillera de los Andes desperdigada que se sumerge en el mar generando una formación archipelágica compuesta por una infinidad de islas.

No obstante, las condiciones no siempre fueron del modo que actualmente conocemos, durante el periodo del último máximo glacial, hace unos 22.000 años atrás, se observaba un clima más frío que el actual destacando que buena parte de los archipiélagos y cordillera que caracterizan la zona, se encontraban tapadas por glaciares. Asimismo, algunos sectores que hoy son bosques, presentaban para esa época, características climáticas tipo tundra.

Con los cambios climáticos de dicho período –que dieron paso del Pleistoceno a la era geológica actual denominada Holoceno– se generaron condiciones de mayor calidez y humedad, permitiendo el derretimiento de glaciares y la consecuente extensión de los bosques, propiciándose así, el uso de nuevas áreas (Borrero 2001).

En el contexto de estas transformaciones es que ocurrió el ingreso de los primeros grupos humanos provenientes desde el norte a través del estrecho de Beringia. Dicho proceso ocurrió posiblemente por dos vías; La vertiente litoral pacífica y la vertiente atlántica. Desde ambas los grupos humanos se integraron por los valles hacia el interior asimilando nuevos paisajes (Miotti y Salemme 2004). En ese sentido, los seres humanos fueron colonizando el continente, primero en una lógica exploratoria, que les permitió ir conociendo y apropiándose de los nuevos espacios y sus recursos, dando significación social y cultural a ellos, y posteriormente destaco el desarrollo de ocupaciones de carácter más permanente y/o de carácter estacional, pero en paisajes ya conocidos.

Se entiende, por tanto, que los espacios son un escenario de acción, una locación para las relaciones sociales y las experiencias de vida en el mundo (Parker Pearson y Richards 1999). En tanto, los paisajes se comprenden como un conjunto de elementos dotados de significados, esencialmente activos dentro de la experiencia cognitiva humana que le dan sentido al espacio (Aldunate et al. 2003). Así, los paisajes de la región fueron adquiriendo significado, a partir de la experiencia humana del conocer, moverse y habitar un territorio dándole sentido según un espacio y tiempo determinado.

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LA MOVILIDAD PREHISPÁNICA Y COLONIAL

Unos de los vestigios más tempranos,–que da cuenta del proceso de ocupación de la vertiente Pacífica y que constituye un enclave notable para comprender el proceso de poblamiento regional y americano durante el periodo Paleoindio (final del Pleistoceno)–, es el sitio de Monte Verde (Dillehay 2004). Dicho lugar –ubicado a 27 kilómetros al sureste de Puerto Montt fue el asentamiento de un grupo humano de modo de vida cazador-recolector, que se asentó al menos hacia 14.500 atrás (Dillehay 1997; Dillehay et al. 2008; Núñez et al. 2016).

Parte de los aspectos notables de la ocupación de Monte Verde, además de su antigüedad es su condición de conservación que ha permitido rastrear la presencia de restos de fauna pleistocénica extinta como gonfoterios, además de restos vegetales, constituidos, entre otros, por algas marinas, papas silvestres y 23 plantas que poseen propiedades medicinales. Además, se resalta la presencia de 380 restos de madera correspondiente, entre otros elementos, a posibles trazos de una estructura arquitectónica de forma oval la que estuvo atada a estacas de madera, observándose la presencia de una estaca atada con cuerda de junco. Se suma una serie de rasgos correspondientes a una huella humana en el sedimento y restos de fogones asociados a áreas de actividad (Dillehay 2004).

Hacia la vertiente trasandina, en la zona cordillerana, se observa como ejemplo de ocupación humana temprana el sitio El Trébol, ubicado cercano a la laguna homónima, próxima a la ciudad de Bariloche. El sitio se emplaza en un alero rocoso que cubre 110 m², cuyos vestigios de ocupación humana muestran la presencia de herramientas líticas y de consumo de fauna diversa entre la que se incluyen especies como guanaco y huemul, además de especies actualmente extintas (Mylodon, cérvido y cánido), con fechas de 10.600 años atrás (Lezcano et al. 2010).

Posteriormente las condiciones ambientales siguieron modificándose y volviéndose más cálidas y húmedas. Es en este contexto, que se inició un extenso periodo que significó la colonización progresiva y ocupación efectiva de los distintos ambientes como la costa, los valles intermedios donde se desarrolló el bosque valdiviano y las zonas precordilleranas y cordilleranas, donde la actividad glaciar modeló cuencas y lagos de gran extensión.

Consecuentemente, los grupos humanos, se adaptaron progresivamente a la nueva realidad climática de la región, debiendo establecer sistemas de asentamientos en los que a partir de emplazamientos costeros o de ciertos enclaves interiores como aleros cordilleranos, en busca de recursos estivales, presas de caza y de materias primas líticas.

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LA MOVILIDAD PREHISPÁNICA Y COLONIAL

Parte de este proceso se evidencia tempranamente en la zona interior destacando evidencia en los aleros Marifilo 1 a orillas del lago Calafquén, datada hacia 9.000 años atrás. Una tercera ocupación de este alero se desarrolló hacia lo 7.000 años atrás con estrategias adaptativas y de subsistencia similares a los estratos más antiguos (García 2005).

Posteriormente, entre los 7.000 a 2.500 años atrás, toda la macro región de los Lagos, Araucanía y Los Ríos habría variado hacia condiciones más calidas que en el Holoceno temprano, condiciones que se habrían mantenido hasta 3.000 años atrás (García 2005).

Es durante este periodo que Chiloé pasó a constituirse como archipiélago, además de las formaciones de islas y canales septentrionales correspondiente a un extenso territorio que abarca desde el seno de Reloncaví, costa de Palena, hasta el sur del golfo de Corcovado (Sierralta et al. 2019). Se plantea que Chiloé constituyo un tercer núcleo de poblamiento marítimo temprano, proponiéndolo como una de las vías por donde debieron haber pasado los primeros pobladores de adaptación marítima hacia el extremo sur (Rivas et al. 1999; Ocampo y Rivas 2004). Lo anterior implicó el desarrollo de una serie de tecnologías asociadas a una adaptación especializada al litoral austral como la navegación. Estos grupos se fueron dispersando y se vincularon con otras comunidades que poblaron la región occidental y sur de Magallanes hace al menos el quinto milenio antes de nuestra era (Ocampo y Rivas 2004).

Destaca en este contexto sitios como “Piedra Azul” ubicado al sur de Puerto Montt en donde se evidencian ocupaciones humanas con una antiguedad de 6.000 años atrás aproximadamente. Centradas en economías de caza, pesca y recolección costera junto a tradiciones líticas lanceoladas y foliáceas, junto con la aparición del arpón (Gaete et al. 2004).

En esta misma línea, en la isla de Chiloé emplazados en la ribera oriental de la laguna Quilo, en la costa noroeste de la isla grande, específicamente en la localidad de Quetalmahue, Ancud (Rivas et al. 1999) se observa el sitio “Puente Quilo” (García 2005). El sitio presenta, al menos, tres ocupaciones.

La más temprana cuenta con fechas de 5.500 años atrás y en donde se distinguen tres sectores, correspondientes a una zona de taller, un basural y tres entierros humanos (Rivas et al. 1999). Estos últimos, dan cuenta a partir del estudio de los esqueletos que estos grupos ya utilizaban embarcaciones y basaban su subsistencia en los recursos marítimos.

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LA MOVILIDAD PREHISPÁNICA Y COLONIAL

En la costa sureste de Chiloé destacan los trabajos realizados por Legoupil (2005) quien señala la presencia de 20 sitios con fechas que van desde los 5.950+/- 80 años años atrás hasta el 1.000 antes del presente (Legoupil 2005). Por otra parte, las investigaciones hechas en la franja costera, principalmente de la isla grande, distribuidos en la zona sur desde la playa de Quilán en la costa Pacífica, hasta Quellón en la costa interior arojaron más de 500 sitios (Álvarez et al. 2008), lo que confirma una dinámica de ocupación constante en la costa en donde los grupos canoeros se apropiaron y significaron dichos espacios, en donde los vestigios materiales de ese procesos permite ver las dinámicas de subsistencia sustentada en la caza y recolección marítima y donde se suma el uso de los recursos del bosque.

Se suma la relevancia que adquiere en la costa la localidad de Chaitén, correspondiente al área sur de Chiloé continental. Es en este sector donde se emplaza el volcán homónimo, fuente de la obsidiana gris porfírica, correspondiente a una materia prima lítica de gran calidad para efectuar herramientas, cuya distribución se dio desde la costa de Valdivia en Chan-chan hasta incluso Magallanes (Stern et al. 2002, 2012; Stern 2018).

Su amplia distribución incluye el archipiélago de Chiloé (p.e. sitios Puente Quilo, Castro, Yaldad 02, San Juan 1 y Chepu 05) extendiéndose hacia el sur (p.e. GUA 010, Traiguen y Goñi) con fechas de al menos 6.000 años atrás (Stern et al. 2002, Reyes et al. 2020). Lo anterior permite comprender la importancia de la adquisición de dicha materia prima cuya expansión se propició posiblemente con el desarrollo de la navegación. Aunque en Chaitén existe escasos registro de ocupaciones para dicho periodo, esta zona fue utilizada de manera recurrente como espacio de aprovisionamiento de materia prima, desde los primeros momentos de la ocupación canoera del área (Labarca et al. 2021). En ese sentido, constituye un punto de referencia en el paisaje y un espacio de tránsito permanente de gran relevancia para los grupos canoeros desde hace al menos 5.000 años atrás.

En la misma comuna de Chaitén, se advierte posteriomente los sitios arqueológicos presentes en el Morro Vilcún, específicamente en la localidad de Santa Bárbara. El morro constituye una formación volcánica de gran extensión que se advierte como un marcador en el paisaje costero (Labarca et al. 2021). En dicho morro se distinguen cuatro cuevas de las cuales tres de ellas presentan arte rupestre destacando un total de 47 motivos con pigmento rojo y 9 grabados con el estilo interpretados como 'vulvas', correspondientes a diseños presentes en la costa de Valdivia (p.e, Adán & Godoy 2006, Campbell et al. 2020) (Labarca et al. 2016), siendo esta la primera evidencia de arte rupestre septentrional de la Patagonia en grupos cazadores, pescadores y recolectores tardíos.

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Figura N°1 Vista desde el sur, Morro Vilcún.

Figura N°2 Cueva Alta. Morro Vilcún.

Pinturas rupestres con pigmento rojo.

Figura N°3 Cueva Alta. Morro Vilcún.

Pinturas rupestres con pigmento rojo.

Figura N°4 Cueva mediana. Morro Vilcún.

Pinturas rupestres con pigmento rojo.

Figura N°6 Corral de pesca Isla Capera.

Las investigaciones en las cuevas de Vilcún dan cuenta que la presencia de grupos humanos allí tendría una antiguedad de, al menos, 2.000 años de antiguedad. Sin embargo, actualmente no existen datos suficientes para determinar cómo los sitios en Vilcún se vinculan con otros yacimientos de la región (Labarca et al. 2021).

Otra de las evidencias vinculadas a las prácticas de caza y recolección marítima son los corrales de pesca que corresponden a “estructuras de muros de piedra que actuaron como trampa para peces al ser inundados por las mareas altas y despejados al producirse las bajas” (Munita et al. 2004: 61). Esta tecnología se emplazó alrededor del archipiélago de Chiloé, no obstante, se extienden en todo el extremo sur de Chile abarcando hasta el canal Beagle en la región de Magallanes. Su uso se extiende temporalmente desde momentos prehispánicos hasta históricos destacando la presencia de esta tecnología hallada en escritos. Asimismo, su uso se registra tanto para grupos con “énfasis de subsistencia terrestre (Huilliche), como para pueblos canoeros, cazadores- recolectores marítimos (Chonos, Kawéshkar y Yámana)” (Munita et al. 2004: 62).

Al inicio de la era cristiana, es decir, hace 2000 años atrás algunos grupos humanos entre la Araucanía y Los Lagos transformaron sus modos de vida hacia condiciones más sedentarias, apareciendo el uso de la cerámica entre sus utensilios de uso doméstico. Entre el año 0 y el 1.100 después de nuestra era se ha definido para esta macro región el denominado “Complejo Pitrén” (Aldunate 1989), correspondiente a grupos humanos que se asentaron en forma ya más permanente en zonas estratégicas detectándose importantes cementerios asociados. Si bien se sabe que los grupos Pitrén habrían seguido con sus actividades de caza y recolección, el desarrollo de una horticultura y el clareo de zonas de bosque para estos fines habría sido la característica principal que los separó de un modo de vida nómade, aun cuando continuaron con circuitos de movilidad hacia fuentes de recursos como son las canteras líticas.

De todas formas, la tradición de caza y recolección marítima y cordillerana continuo incluso posterior a la llegada hispana. Destaca, en la zona cordillerana de la actual provincia de Llanquihue la presencia de manifestaciones de arte rupestre, específicamente pinturas, observable en los sitios denominados Paredón Luisa, Correntoso 01, Torrentoso 01 en la cuenca del río Manso, Comuna de Cochamó. Pese a no tener una asignación cultural establecida, su registro da cuenta de su uso desde momentos prehispánicos (Podestá et al. 2008. Moya et al. 2019). Se observa particularmente la presencia de manifestaciones rupestres y emplazamientos habitacionales, junto con algunos elementos líticos recogidos por la gente (manos de moler, evidencia de fragmentos líticos, entre otros) (Podestá et al.

2008). En este sentido, el arte rupestre descrito para la zona se enmarca en los sitios estudiados en la vertiente occidental de los Andes, bajo la categoría 19

Figura N°5 Corral de pesca sector Chana- Pumalín, Chaitén.

LA MOVILIDAD PREHISPÁNICA Y COLONIAL

de grecas en rojo, adscritos a la Tendencia Abstracta Geométrica Compleja (TAGC), tendencia que se plantea se encuentra en el momento más tardío de las manifestaciones rupestre en Patagonia, al menos, posterior al 1.300 antes del presente (Podestá et al. 2008; Bellelli et al. 2008).

Con respecto a otras evidencias destaca hacia el norte en la provincia de Llanquihue asociado al paso Vuriloche, lugar conocido por ser una de las rutas jesuitas en momentos coloniales, el alero rocoso Schirmer o Santa Bárbara 1. En el sitio nombrado se distingue una expresión rupestre tipo pintura con pigmento rojo con motivo tipo geométrico correspondiente a dos bandas paralelas en forma de serpentina de 4 cm de ancho y 25 cm de largo, destacando en excavación la presencia de una antigüedad de al menos 1000 años atrás (Dillehay y Ocampo 2016).

En tanto, hacia la zona de la vertiente oriental de la cordillera en Argentina existe un importante trabajo de investigación arqueológico que permite comprender las lógicas de movilidad cordillerana. Resalta el sector del río Manso inferior, correspondiente a un corredor este-oeste de 44 km en cuya extensión se observa presencia humana desde al menos hace 3.000 años atrás, pero concentrando su mayor actividad hacia los 1.300 años atrás y posteriormente asociado a las actividades de arriería que conectaba la vertiente oriental de la cordillera con la zona Pacífica, específicamente con la localidad de Cochamó, a través del denominado Paso de Cochamó (Bellelli et al. 2007; Fernández et al. 2013).

Dentro de estos sitios se encuentran los caso de Peumayén y Parendón Lanfré, el primero posee 107 motivos de arte rupestre, en tanto el segundo cuenta con 134 motivos dispuestos en 152 m². Se distingue además la presencia en alguno de los sitios que las representaciones geométricas se encuentra asociadas a figuras de animales como p.e camélido, huemul y caballo; además de representaciones humanas, que se extienden en varios sitios de la zona del Manso como el caso de Paredón Lanfré y hacia la zona norte en un área próxima al lago Nahuel Huapi.

Aunque no hay claridad específica de la datación del arte rupestre estas manifestaciones se extienden entre los 1.200 a 300 años atrás, asociado a los momentos más tardíos de la secuencia de arte rupestre de Patagonia conocida como TAGC (Gradín 1999) y una tendencia regional denominada Modalidad del Ámbito Lacustre Boscoso del Noroeste de Patagonia (MALB) (Albornoz y Cúneo 2000). Asimismo, se distingue la ocupación de algunos de los sitios durante los momentos tempranos del contacto hispano-indígena en el área, lo que se interpreta por la presencia de representaciones de caballo y fechados radiocarbónicos tardíos (330 ± 50 22

LA MOVILIDAD PREHISPÁNICA Y COLONIAL

años antes del presente) observado en sitios como Paredónn Lanfré (Bellelli et al. 2007; Podestá y Albornoz 2007; Podestá et al. 2008).

Lo interesante de estos yacimientos es que dan cuenta de una ocupación continua de la cordillera como un espacio de tránsito y permanencia en cuyos senderos se movilizaron durante miles de años distintos grupos que significaron y se apropiaron de dicho paisaje, lo que permite conectar distintos ambientes que van desde la costa pacífica, la zona de bosque húmeda cordillerana y la estepa oriental.

A mediados del siglo XVI comenzó el proceso de conquista hispana del Reino de Chile en cuyos primeros años hasta iniciado el siglo XVII se logró una rápida expansión, destacando la fundación de varias ciudades al sur del río Itata, entre las que se cuentan La Imperial (actual Carahue), Villa Rica, Valdivia y Osorno. No obstante, la encarnada resistencia que opuso el pueblo Mapuche que se detonó con la sublevación de Curalaba en 1.598, generó el repliegue hispano estableciendo como frontera el río Biobío, además del reconocimiento de cierto nivel de autonomía e independencia de parte del mundo indígena (Letelier y Goldschmidt 2019). Repliegue que tuvo como excepción Chiloé, reducto que se mantuvo a manos hispanas hasta la independencia de Chile en 1.821.

Particularmente, la zona de Chiloé fue registrada por el mundo hispana por Alonso de Camargo en 1.540. Posteriormente destacó la misión encargada de explorar los mares australes hasta el Estrecho de Magallanes, dirigida por el capitán Francisco de Ulloa en 1552. Dicha misión zarpó desde Valdivia a fines de octubre de 1.553 entrando el 8 de noviembre del mismo año al canal de Chacao, bautizándolo como Coronados. No obstante, el proceso de ocupación hispana efectiva se inauguró con la misión del capitán Martín Ruiz de Gamboa, quien por orden del gobernador Rodrigo de Quiroga, en 1.567 se internó en la isla con 110 hombres y fundó la ciudad de Santiago de Castro, denominando a la isla como Nueva Galicia (Barrientos 2.013).

A fines de 1.595 se registró la primera misión jesuita en Chiloé. No obstante, recién en 1.608 y posteriormente en 1.611 se observó una acción continua de evangelización que les permitió incluso extenderse hasta el archipiélago de Los Chonos, las islas Guaitecas y Guayaneco. Las misiones de los jesuitas se estructuraron sobre cabeceras y residencias que permitieron formar un circuito entre el Colegio de Castro y las dispersas capillas del archipiélago y fuera de estas, destacando la extensión misional hacia el continente con la Misión de Nahuel Huapi en actual territorio argentino (Gutiérrez 2007).

Este asentamiento déspues de Curalaba se estableció como parte de la frontera huilliche y la llegada hispana a este se efectuaba ya no desde la 23

LA MOVILIDAD PREHISPÁNICA Y COLONIAL

ciudades de Villarrica y Osorno, sino que desde Carelmapu y Calbuco en el continente y desde Chiloé como centro neurálgico de la administración hispana (Urbina 2008 a y b).

Desde mediados del siglo XVII la economía chilota se centró en la explotación del alerce, una de las maderas más apreciadas del reino de Chile la que gracias a sus propiedades como la flexibilidad y su resistencia a la humedad se constituyó en la moneda de cambio de la provincia, siendo exportada principalmente a Perú (Urbina 2011).

Durante el Período Colonial la explotación del alerce ocurría de forma espontánea, es decir, no existía exclusividad de aprovechamiento de los alerzales por estar emplazados en tierras sin dueño, dinámica que cambió con la configuración del Estado, momento en que se mesuró y remató la propiedad de las tierras de la zona. Los lugares de explotación del alerce se denominaron astilleros, destacando tres principales áreas durante el siglo XVII. La primera correspondió a Calbuco, área donde ocurría el mayor y más antiguo volumen de explotación; Maullín en el partido de Carelmapu y la zona de Comau y Vodudahue, fiordos al oriente de Chiloé insular (actual provincia de Palena). Este último sector fue explotado especialmente desde la segunda mitad del siglo XVIII, en los asentamientos de Contao, Reñihue y Leteu (Urbina 2011). En ese contexto a medida que se iba agotando la disponibilidad de este recurso se iban extendiendo la presencia de los astilleros cada vez más lejos de los centros administrativos.

Consecuentemente parte de la ocupación colonial de la Provincia de Palena se vinculó a la explotación alercera, cuestión que se mantuvo posteriormente con la configuración del Estado Nación. Son estas zonas en donde la ocupación se configuró a partir de la dinámica capitalista mercantil propia del Periodo Colonial que configuró un paisaje de explotación maderera que implicó la colonización de nuevos lugares destacando que a medida que se iba acabando el recurso desde la costa se iba avanzando hacia el interior y las zonas de más altura, así como las áreas costeras más alejadas de los centros poblados.

Durante el siglo XIX la explotación del alerce se intensificó, ahora dentro de una lógica asociada al remate y venta de terreno, observándose una continuidad de este recurso como la base de la economía provincial de Chiloé y sus alrededores, observándose por ejemplo que en Calbuco hacia 1842 una tabla era lo mismo que decir un real, aunque en realidad 4 tablas equivalían a un real (Urbina 2011).

Con todo, el desarrollo del paisaje y de la movilidad en las provincias de 24

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SEGUNDA PARTE

POBLAMIENTOS PIONEROS EN LA ALTA CORDILLERA DEL RÍO PUELO Patricio Álvarez Rabié Lic. en Antropología

POBLAMIENTOS PIONEROS EN LA ALTA CORDILLERA DEL RÍO PUELO

Movimiento y pasos cordilleranos. Movilidad y culturas de frontera. …En mi vida aquí, cuando ya estuve instalado…

Y hasta ahora, estoy feliz, porque yo quería tener en mi vida un pedazo de tierra, donde nadie me diga desocupa eso y te vas…

Don Juan Bautista Alegría, Segundo Corral, 1990 De Al sur del Mundo La zona cordillerana de la Comuna de Cochamó es un espacio de frontera.

La vida humana se forjó históricamente allí desde tiempos ancestrales por sobre toda imposición limítrofe. Allí también se ha forjado por medio de extraordinarios procesos geológicos producidos por la tectónica de placas, la acción glaciar y los volcanes parte de la gran cordillera de Los Andes.

Como característica, su altitud en estas latitudes es menor respecto del norte del país, zona en la que llega a alcanzar más de 6 mil metros con el Monte Aconcagua. Hacia el sur, la gran cordillerea va perdiendo altura dejando paso a numerosos valles transversales que la atraviesan generalmente en forma de hondonadas fluviales de orígen glacial. A la altura de la Comuna de Cochamó es considerablemente más baja y varía entre los 2 mil y los 3 mil 400 metros que alcanza con el majestuoso Monte Tronador, que al igual que el Aconcagua se inserta y marca los lindes establecidos entre Chile y Argentina.

No obstante estas alturas, que podrían hacernos pensar en la cordillera como una barrera que dificulta e imposibilita el tránsito humano, esto no ha sido así y se sabe que desde tiempos ancestrales las personas la han cruzado para encontrar nuevos recursos, nuevos hábitats, nuevas tierras en donde emprender la vida, para comerciar, para generar vínculos con otras comunidades o luego, con fines políticos o para visitar parientes.

Pasos cordilleranos como los presentes en la Región de Atacama nos testimonian los cruces fronterizos de comunidades atacameñas que desde San Pedro de Atacama y localidades aledañas tenían vínculos de variada naturaleza con comunidades transcordilleranas como Salta y sus alrededores.

Se trataba de arrieros o remiseros, entre otros oficios, gente que trasladaba animales en grandes arreos o mercancías en grandes caravanas para 33

POBLAMIENTOS PIONEROS EN LA ALTA CORDILLERA DEL RÍO PUELO

intercambiar o comerciar en un circuito sociocultural y económico transcordillerano persistente incluso hasta hoy.

En el centro de Chile célebres son los pasos Los Patos y Uspallata, rutas seguidas por el llamado Ejército de los Andes en la campaña libertadora de los ejércitos chileno y argentino en 1817 y cuya expedición fue guíada por baqueanos locales, hombres experimentados en tránsitos cordilleranos y conocedores finos de la montaña.

Ya en el sur de Chile es sabido que, a partir de la llegada de los españoles en la primera mitad del siglo XVI a las zonas del Bío Bío y la Araucanía, grupos mapuche -la gente de la tierra-, habitantes de los valles centrales, comenzaron a desplazarse hacia la cordillera, iniciando así un proceso de integración con las comunidades pewenches -la gente del pewen o piñónhabitantes ancestrales de los espacios cordilleranos dominados por la majestuosa araucaria. Sus estilos de vida se mezclaron, sus lenguas se unieron, sus creencias se integraron y se crearon grandes grupos familiares.

Más adelante, estos grupos descubrirían el puelmapu -el mítico territorio del este, las inmensas pampas en donde habitaban otras comunidades. Unos eran los ranqueles, llamados así por un tipo de pasto que crecía en los lugares donde ellos habitaban; pampas se les decía en general a todos los grupos que ahí vivían; salineros eran los de las Salinas Grandes, uno de los centros de la Pampa; manzaneros eran llamados los de Neuquén (Bengoa 1996). Se trataba de grupos adaptados a los ecosistemas pampeanos y vinculados entre sí por ciertas redes de comercio, políticas o parentales, con los cuales las comunidades mapuche-pewenches se irían progresivamente integrando (Canals Frau, en Bengoa 1996). Esta movilidad transcordillerana, que duraría varios siglos, iría conformando lo que corresponde al llamado wallmapu en mapudungun -la lengua mapuche- un territorio de habitación/circulación eminentemente mapuche y que abarcaba circuitos simbólicos, comerciales, políticos y parentales desde las costas del Pacífico en Chile hasta Buenos Aires en la costa atlántica y desde Mendoza por el norte hasta el Paso Hua Hum en las cercanías del lago Panguipulli, Región de Los Ríos.

El comercio de intercambio en este territorio -que implicaba a las comunidades mapuche y pewenche, las parcialidades habitantes del puelmapu, criollos, españoles y más adelante en el tiempo, comerciantes alemanes instalados desde mediados del siglo XIX en las regiones de Los Ríos y especialmente de Los Lagos- se desarrollaba siguiendo los eje este-oeste y sur-norte, atravesando o siguiendo la cordillera, utilizando una bien estructurada red de nodos comerciales y estableciendo fuertes 34

POBLAMIENTOS PIONEROS EN LA ALTA CORDILLERA DEL RÍO PUELO

relaciones de intercambio con la recientemente aparecida sociedad hispanocriolla chilena. Para estos efectos, por ejemplo, la ciudad de Los Ángeles en Chile se convierte en punto estratégico del comercio transcordillerano de ganado y otras especies, las que transitan a esa altura del país, principalmente a través del llamado boquete de Antuco. Cabe señalar que este boquete o paso, así como el Pino Hachado; Maluil Malal y Puyehue, se volvería también fundamental en el cruce de la cordillera de los colonos migrantes chilenos que cruzan a Argentina a fines del siglo XIX para ir asentándose primero en algunas localidades argentinas precordilleranas y luego en sectores chilenos como el valle del Puelo; Futaleufú; Palena y Coyhaique, lo que muestra una continuidad sociocultural de varios siglos y la integración histórica entre los futuros ambos países y que sobrevive en variados aspectos tanto a la Colonia, así como a la presencia de los respectivos Estados (Cfr. Bengoa 1996; Nuñez 2013, Bello 1998, Bandieri 2018a, Munzenmayer 2018, Ivanoff 2013, Álvarez Rabié 2020).

Producto de este tránsito practicado especialmente por grandes caravanas (Bengoa 1996), con el tiempo se irían delineando sobre el suelo las llamadas rastrilladas: los grandes trazos de caminos que recorrían las caravanas comerciales mapuche y que atravesaban pampa y cordillera recorriendo los cientos de kilómetros de su circuito comercial transcordillerano. Entre las rastrilladas más importantes se encontraba la que en el siglo XIX se conocía como la “rastrillada de los chilenos” o “camino de Chile” y que comunicaba con Chile a las parcialidades del centro de la pampa argentina por los boquetes de Villarrica (Maluil Malal), Hua Hum y Ranco (Bello, 2011; Bandieri 2018b; Prates et al 2016). Más allá de un camino, se trata de un entramado de rutas comerciales que al modo de una red vial van uniendo nodos de carácter comercial, habitacional, político o simbólico. Muchas veces estos nodos no eran si no puntos de descanso propiedad de algún cacique y en los cuales las caravanas se detenían a descansar y comerciar. En este entramado, en su parte pampeana, se identifica para estas fechas a Choele Choel como un punto estratégico de contacto entre Buenos Aires y la cordillera (Prates et al 2016), así como en Chile lo eran la ya mencionada Los Ángeles, Concepción o Lebu, situadas las tres entre las regiones del Bío Bío y la Araucanía.

Cabe indicar aquí que nuestras respectivas investigaciones han identificado entre las regiones del Bío Bío y Los Lagos hasta ahora los siguientes pasos históricamente utilizados: Boquete Antuco, pasos Pino Hachado, Icalma, Trancura Melipeuco, Llaima, Quillehue, Maluil Malal, Carirriñe, Hua Hum, Puyehue, Pérez Rosales, De los Vuriloches, El León, Puelo o El Bolsón, Futaleufú y Carrenleufu.

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Es más, Ugarte (citado en Aliste y Nuñez 2020), identifica 27 pasos sólo desde el río Laja al sur o Norpatagonia: Buta Mallín, Leña Malal, Picunleo, Trapa Trapa, Pucón Mahuida, Rahue, Pehuenco, Pino Solo, Pino Hachado, Mallín de Icalma, Icalma, Llaima, Tres Picos, Pirihueico, entre otros.

Para la llegada de los conquistadores y misioneros hacia la zona del río Limay y el lago Nahuel Huapi, en plena cordillera rionegrina, Argentina, se asentaban allí puelches y poyas adaptándose a las condiciones que ofrecía el ecosistema pampaeano compuesto de cursos y espejos de agua muy bien aprovechados, suelo principalmente formado por coirón, matorrales y el incalculable guanaco. Por otra parte -hacia la cordillera- el frondoso bosque cordillerano les permitía aprovechar recursos de tipo vegetal, frutas, madera y su fauna característica, especialmente aves, roedores y algunos mamíferos.

Recogían raíces, frutos y bayas. Con el fruto del quetri o arrayán hacían chicha, usaban punzones de hueso para coser, piedras de molienda, arcos y flechas, lanzas y boleadoras con las que cazaban el guanaco y el choique o ñandú pequeño, del cual usaban su piel, los huesos en confecciones y la carne como alimento.

Más al sur -siempre del hoy lado argentino- se encontraban los tehuelches, quienes ocasionalmente alcanzaban hasta las cercanías del Nahuel Huapi o el sur de la Provincia de Río Negro. Testimonio de ello son las pinturas rupestres del valle Inferior del Manso en Argentina y de la zona chilena de los ríos Correntoso y Torrentoso y del lago Vidal Gormaz, en plena cordillera cochamonina y que forman parte del llamado Corredor de las Pinturas (Bellelli et al 2008). Las pinturas en su conjunto, probablemente poyas, comparten rasgos estilísticos, cromáticos y simbólicos típicamente tehuelches como se demuestra en perspectiva comparativa observando las pinturas del Valle de las Pinturas en la zona transcordillerana de la Región de Aysén.

Por otra parte, algunas crónicas del período colonial indican que estos grupos transcordilleranos como puelches y poyas, aprovechaban los numerosos pasos de montaña de baja altura, seguían los valles y llegaban al estuario Reloncaví para comerciar con grupos huilliches o chonos que navegaban desde tiempos ancestrales los innumerables canales, fiordos, bahías y ensenadas que el mar interior les ofrecía. Así lo atestigua una carta del Gobernador de Chiloé Alonso Sánchez del Pozo a comienzos del siglo XVIII en donde los amenazaba con la horca si seguían llegando al mar.

La presencia de puelches y poyas al otro lado de la cordillera motivó por su parte, entre los siglos XVII y XVIII, innumerables viajes por parte primero de soldados españoles como Juan Fernández (1620) y que perseguía la 36

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captura de esclavos para ser vendidos especialmente al Perú. Luego de misioneros primero jesuítas y después franciscanos a fin de evangelizarles.

Diego de León en 1621 y Diego de Rosales en 1645 daban pie a este período de alta movilidad transcordillerana que unía básicamente los archipiélagos de Calbuco y Chiloé con la zona lacustre del Nahuelhuapi.

Famosos son los viajes del Padre Nicolás Mascardi, que inicia sus desplazamientos en 1667. Esta ruta, llamada luego Ruta de los Jesuítas o de los Vuriloches, partía desde Castro o Calbuco, seguía el estuario del Reloncaví, subía por el valle de Ralún hasta la laguna Cayutúe, para luego navegar por el lago Puraílla o Todos los Santos, pasar por Peulla -el actual Paso Pérez Rosales- alcanzar lago Frías y Brazo Blest para navegar finalmente el lago Nahuel Huapi hasta eventualmente la Misión instalada por Mascardi en la península Huemul. Una alternativa –que evitaba la navegación lacustre- era también desde Cayutúe seguir hacia el este por el cauce del río Blanco y cruzar la cordillera justo en la falda sur del Monte Tronador, pero se presentaba más difícil.

También la búsqueda de la Ciudad de los Césares motivó innumerables viajes de misioneros -como el propio Mascardi- y buscadores de aventuras y oro que pretendían dar con la mítica ciudad de oro y que según las leyendas de la época se encontraba en alguna parte de la cordillera andina de la llamada Patagonia. Los esfuerzos, así como aquellos evangelizadores de los misioneros fueron a la larga infructuosos.

Con el tiempo, los motivos de los viajes cambiarían manteniendo eso sí el carácter de intercambio y comercio. Durante la segunda mitad del siglo XIX, luego de la instalación en el sur de los colonos alemanes por parte del Estado chileno, se generaría la ruta comercial que unía la naciente Bariloche con Osorno, Puerto Varas y Puerto Montt principalmente. Se trata de la Ruta Comercial de la Compañía Chile-Argentina. Una Compañía fundada por Carlos Wiederhof primero en Puerto Montt y luego a orillas del lago Nahuel Huapi y que navegaba el lago homónimo, el Todos los Santos y el Llanquihue para dejar productos en las localidades aledañas y hasta llevarlos a Maullín navegando por el río homónimo.

En este sentido, según Canales (2019) el lago Todos los Santos o Puraílla en lengua indígena, fue también escenario de migraciones que poblaron sus costas entre la segunda mitad del siglo XIX y 1942. Es así que provenientes principalmente de la zona de San Juan de la Costa y Chiloé, se asientan allí las familias Quisel Raileo y Epuyao a finales del siglo XIX, ocupando los sectores de Puntiagudo y Puerto Argentino respectivamente. La familia de don Juan Manuel Yefi hacia 1908 en el sector de Cataratas. La familia Yefi 37

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Calbucán en el Callao hacia 1930 y la familia Ojeda Silva hacia 1942 en el sector El Escape. A esto hay que sumar la presencia del Hotel Peulla hacia 1913, familias de ascendencia suiza en el fundo El Chilcón en la desembocadura del valle El Callao y otras ocupaciones también en Puerto Guano hacia lago Cayutúe.

Mientras esto ocurría en la zona cordillerana, el mar interior de Chiloé y los canales eran transitados desde milenios por grupos chonos y huilliches, entendiendo por chonos en realidad un grupo de diversas parcialidades. Con los chonos se trataba en general de grupos canoeros, pescadores y cazadores nómades, mientras los huilliches practicaban un mayor grado de sedentarismo, que con el tiempo se convertiría en la aún presente cultura de bordemar típicamente chilota (Munita et al 2011).

Esta presencia originaria y el encuentro con los conquistadores se testimonia dramáticamente en el relato que algunas crónicas españolas hacen de la llamada Batalla de Sotomó, un enfrentamiento entre huilliches y españoles ocurrido hacia 1578 cerca de la localidad costera de Sotomó en pleno estuario de Reloncaví y frente a la localidad de Río Puelo. En esta se habrían producido considerables bajas entre la población nativa, quienes a pesar de una dura resistencia no lograron superar la brecha tecnológica con las huestes conquistadoras.

La llegada de los españoles a Chiloé en la primera mitad del siglo XVI traería significativas consecuencias no sólo en las transformaciones socioculturales que provoca si no también en cuanto a la movilidad y especialmente respecto de la irradiación de la cultura chilota hacia zonas de las costas interiores, así como a lugares más lejanos como Aysén.

Algunos años después de la llegada conquistadora a nuestra zona, comenzaban los viajes de españoles y chilotes hacia las costas de la actual provincia de Palena.

Contao, Hualaihue, Río Negro Hornopirén, península de Ayacara, Reñihue, Comau o Vodudahue, entre otras, comienzan a convertirse en zonas de explotación maderera y se van progresivcamente instalando astilleros dispersos para el procesamiento de la madera principalmente de alerce y de ciprés. Estos primeros viajeros temporales eran los capitalistas españoles acompañados por hacheros pobres –indios y mestizos- del archipiélago de Chiloé que eran contratados como trabajadores y provenientes de ciudades como Castro, Dalcahue o Achao (Muñoz 2012). Con el tiempo, estos asentamientos temporales se convertirían en algunas de las localidades que hoy conocemos en el llamado Chiloé Continental.

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Lo mismo ocurría en el estuario Reloncaví. El navegante español José de Moraleda indica en su diario de viaje de 1772 que en la desembocadura del río Puelo divisó una embarcación -a la que llama piragua. Se trataba seguramente de la presencia de algunos vecinos de isla Guar que ya viajaban a estos sectores cordilleranos en busca de terrenos, madera y pasturas para sus animales. El también marinero Francisco Vidal Gormaz, casi 100 años después en su expedición al valle del río Puelo, dice haber identificado en el fiordo de Reloncaví los astilleros de Chilco, Cajón, Chaparano, Llaguepe, San Luis y Lleguimó (Vidal 1872). Otros investigadores señalan que posteriormente también estaba el astillero de Canutillar (Pocoihuen). Estos astilleros también se convirtieron con el tiempo en lugares de habitación permanente de las familias que emigraban especialmente desde isla Guar, Chiloé, archipiélago de Calbuco e isla Maillen. Desarrollaremos más abajo algunos detalles de estas exploraciones.

Un poco más avanzado en el tiempo, hacia 1850 se producen los primeros asentamientos en Ralún y alrededores (Del Campo 2010), también en Pocoihuen y en Cochamó, siempre por gente de la isla Guar y algunos otros sectores aledaños, y que buscaban mejores oportunidades de vida en nuevos terrenos.

Hoy en Pocoihuen –conocido hoy como Canutillar- Comuna de Cochamó, vive la cuarta generación de colonos, como por ejemplo las familias de don “Galo” Villarroel y de don Adriel Marín, cuyo bisabuelo llegó a la zona en 1881. Probablemente los motivos de estas migraciones obedezcan, como casi todas, a la búsqueda de tierras, nuevos lugares de pesca y marisqueo y a la búsqueda de madera de alerce y ciprés.

Para entonces, se inauguraba en el estuario de Reloncaví un estilo de vida típico de bordemar -similar al estilo de vida chilote o al de las islas Guar y Maillen- y en la cual se combinaba la cría de animales, la horticultura, el marisqueo y la pesca. Estos saberes, aunque en menor medida, aún pueden apreciarse en la vida cotidiana de los descendientes de los pioneros quienes mantienen con esfuerzo las tradiciones que dieron forma a su lugar y forma de vida.

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Figura N°1 Varadero, Pocoihuen, estuario Reloncaví

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Figura N°2 Iglesia de Cochamó (1901) y volcán Yates, estuario Reloncaví

Paisaje natural, entre los bosques del Puelo.

Inmerso en la llamada Zona Boscosa Andino Patagónica (Bellelli et al 2008), el alto valle del río Puelo, nombre derivado de la palabra puelco, que en mapudungun significa aguas del este, se extiende longitudinalmente en la alta cordillera de la Comuna de Cochamó. Su principal curso de agua es el río Puelo, el cual nace en el lago Puelo, Argentina y recorre 120 kilómetros hasta verter sus aguas en el estuario Reloncaví. El Puelo es parte de un sistema fluvial que abarca la zona transcordillerana delimitada por el monte Tronador por el Norte, el estuario Reloncaví al Oeste, el lago Puelo al Este, el río Turbio al Sur y el río Ventisquero al Suroeste. Se trata de un gigantesco sistema interconectado de aguas en movimiento, sean lacustres, fluviales o marítimas (Álvarez Rabié 2020).

Sus montañas no superan los 2500 metros de altura. Entre estas cumbres destacan por su puesto el volcán Yates dominando el estuario, la sierra de las Gualas en el cauce bajo del Puelo; los cerros Observación y Mechay cerca de Llanada Grande, ya mencionados por Steffen (2009). Numerosos lagos y ríos se encajonan o corren por estas cordilleras: entre los primeros el Inferior, el Azul, el Verde, el De las Rocas, el Totoral. Entre los segundos, el Barrancas, el Pedregoso, el Horquetas, el Ventisquero, el Traidor, el Manso, el Frío, el Tigre y el Puelo Chico, entre otros.

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El paisaje lo componen también los densos bosques de la selva valdiviana con sus especies nativas: alerce, lenga, ulmo, mañío, coigüe, ciprés de las Guaitecas, canelo, ciruelillo, avellanos, arrayán, quila, coligue y quilineja.

En el suelo, un profuso sotobosque poblado de hongos, musgos, helechos y líquenes. Entre la fauna; huemules¹ , pudúes, pumas, güiñas, visones y jabalíes. Entre las aves; cóndores, jotes, caranchos, traros, tiuques, zorzales, chincoles, chucaos, churretes, golondrinas, tordos, cometocinos de la Patagonia, Martín Pescador, Pato Cortacorrientes, diucones y loros.

Anfibios como la ranita chilena, reptiles como la lagartija y diversos mosquitos y coleópteros completan el paisaje natural, mientras en los lagos abunda el salmón y la perca y en los ríos las truchas.

Algunas exploraciones militares y científicas al valle del Puelo La crónica más antigua que refiere al río Puelo sea probablemente la de Juan Fernández, un soldado español que lo navegó en 1620 en busca de esclavos para vender al Perú, en busca de la Ciudad de los Césares y en busca de tierras para la Corona (Cfr. Steffen 2009; Administración de Parques Nacionales 2010; Urbina 2011). Luego, en 1795, el navegante español José de Moraleda recorre el estuario de Reloncaví, no menciona el río Puelo pero sí su desembocadura. Como dijimos antes ve allí una “piragua” –o dalca, una embarcación original construida en base a tres tablas cocidas y calafateadas entre sí. Vinculado a esto resulta válido especular que se tratase de habitantes de isla Guar, quienes para esa época ya alcanzaban navegando las desembocaduras del Petrohué, el Puelo y el Cochamó, interesados en las pasturas, el ciprés y el alerce. Este dato se confirma con el relato de Vidal Gormaz (1872). En este, al encontrarse la expedición con unos troncos quemados en las cercanías de El Portón (Llanada Grande) uno de los guías contratados precisamente en isla Guar -apellidado Téllez- indica que su abuelo ya recorría estos lugares ya 100 años antes, es decir, para la época en que Moraleda navega el estuario.

La exploración de Vidal Gormaz constituye el primero de los viajes científico-exploratorios chilenos a la zona. Salido de Calbuco, hace una parada en isla Guar a fin de realizar algunos estudios y para contratar guías locales -todos buenos navegantes y conocedores de la zona. Pasadas las islas Caicura, ya embocados en el estuario Reloncaví y buscando un fondeadero para pasar la noche, Vidal identifica en las costas del estuario algunos astilleros tales como Contao, Chaparano, Llaguepe, Cajón, Chilco, San Luis y Lleguimó. De acuerdo a Urbina (2011) a estos se debe agregar para la fecha el de Canutillar (Pocoihuen en término local). Esto habla y describe la ¹Sobre la presencia actual de huemules se recomienda visitar https://puelopatagonia.cl

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fuerte actividad maderera que se desarrollaba en la zona para la época. Con el tiempo algunos de estos astilleros -al igual que en las costas de Hualaihué y Chaitén- se convertirían en poblados permanentes.

Por otra parte, un segundo viaje de carácter científico, además de exploratorio y geopolítico lo realiza el geógrafo alemán Hans Steffen entre enero y marzo de 1895. Steffen fue enviado por el Estado a las cordilleras del Puelo para determinar la para entonces misteriosa naciente del río Puelo y para recabar datos geográficos que ayuden a determinar sistemáticamente los límites con Argentina. Salido de Puerto Montt, Steffen se dirige a Ralún para contratar guías y prácticos locales, buenos conocedores de la cordillera.

El mayordomo de la expedición será Juan Villegas. Desde la desembocadura del Puelo siguió su cauce pasando por los sectores de Las Gualas, La Poza, Tagua Tagua, Llanada Grande y Puerto Urrutia. Luego acampa en Las Rosas, alcanza Primer Corral y desde Segundo Corral cruza hacia Argentina navegando el lago Inferior.

En el valle El Bolsón -para esa época prácticamente deshabitado- se encontró con un chileno apellidado Rosales, uno de los pocos habitantes del lugar y quien decía contar con un permiso del Gobierno argentino para estar asentado allí. En un segundo viaje en 1896, Steffen remontó desde el Tagua Tagua por el valle del Manso, cruzando nuevamente a Argentina por el valle que hoy lleva su nombre y describiendo extensamente las características geográficas de la zona del valle del Manso Inferior (Argentina), lugar en el que pocos años más tarde se asentarían numerosas familias chilenas provenientes de diversas localidades del sur de Chile.

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Pioneros y colonización moderna en las cordilleras del Puelo. De Chile a Argentina y de Argentina a Chile.

La colonización moderna de la zona cordillerana del río Puelo se inicia en el para entonces llamado Valle Nuevo o Florido, actual valle de El Bolsón, Argentina. Esto a fines del siglo XIX y como producto de sendas migraciones de chilenos y mapuches desfavorecidos por las políticas de latifundio y la colonización extranjera promovida por el Estado chileno casi paralelamente a la mal llamada “Pacificación de la Araucanía” por medio de la Ley de Inmigración Selectiva de 1845.

Por su parte, en Argentina también se alentaba la colonización extranjera mediante la Ley Avellaneda de 1876, lo que seguramente llegó a oídos de las familias chilenas que se vieron alentadas, además de la búsqueda de tierras propias y tal vez también alentados por la búsqueda de trabajo en compañías como la Chile Argentina o el Almacen La Alemana, ambas de reciente apertura en Bariloche (Cfr. Muñoz Sougarret 2014).

Es así como en 1884 y proveniente de Rio Bueno se habrían asentado en este valle Pedro “Motoco” Cárdenas, y en 1891, con un Permiso del Gobierno Argentino, a orillas del arroyo Quemquemtreu, el ya nombrado colono chileno Rosales, a quien se encontraría Steffen en su viaje de 1895. A estos les seguirían luego las familias Cárdenas y Cayún, también provenientes de la Provincia de Osorno.

Se iniciaba así un creciente asentamiento de colonos chilenos en el lado argentino, quienes se fueron instalando en los mejores terrenos para el cultivo y la cría de animales. A modo de ejemplo, un Recuento de Población de 1928 es de suma ilustrativo: en el poblado argentino Lago Puelo, de 972 habitantes, 588 son argentinos, 320 chilenos y otros 64 entre españoles, árabes y libaneses. Sin embargo, de los 588 argentinos, 579 son hijos de chilenos.

Pero la presencia chilena en territorio argentino no iba a ser bien vista.

Los primeros colonos chilenos se habían ya asentado en territorio argentino.

Luego habrían de volver a Chile, iniciando así progresivamente la colonización del alto valle del Puelo. Según las fuentes orales y escritas, las primeras exploraciones en busca de buenos terrenos en territorio chileno se habrían iniciado en la primera década del 1900 y se habrían consolidado hacia 1920, momento en el que ya una buena cantidad de familias chilenas se encontraba asentada en la zona, ocupando los principales valles por ser 43

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sectores más propicios para el cultivo y la cría de animales.

Estos colonos, forzados por el Estado argentino -que como el chileno y culminada la Conquista del Desierto, alentaba la colonización de extranjeros europeos en estos territorios, imponía restricciones sobre la propiedad de la tierra, el derecho a talaje y pasturas- se repatriarían ocupando progresivamente los sectores de Segundo y Primer Corral, valle del Ventisquero, Las Rosas, lago Azul, Llanada Grande, Santo Domingo.

Entre ellos se encontraban las familias Cayún, Rosas, Cerda, Bachmann, Pinto; Fernández, Águila y Arriagada (Álvarez Rabié 2020). Primero las exploraciones habrían sido navegando en balsas el lago Inferior o según algunas fuentes, siguiendo las picadas del bandido Bahamondez. El hecho es que eventualmente el cruce de la cordillera se haría realidad. En Segundo Corral permanecieron Ernesto Rosas y Carlos Bachmann; los Cayún se asentaron en el Segundo y el Primer Corral; por su parte don Calistro Rosas se asentó en el valle del río Ventisquero y hacia Llanada Grande se trasladaron Alfredo Pinto y Aníbal Rosas.

Una de las descendientes de estos pioneros fue doña Maida Rosas Bachmann. Según su relato (Älvarez Rabié 2020) su familia provenía de Argentina donde habían llegado en busca de tierras. No las habrían conseguido debido a las restricciones del Estado argentino con respecto a la tenencia de tierras por parte de extranjeros, pero como muchos otros compatriotas, trabajaron prestando servicios en campos, hoteles o negocios de la zona de El Bolsón; Bariloche o Cholila y consiguieron animales –el preciado capital- que luego trajeron a Chile, asentándose en sectores como Llanada Grande y Las Rosas.

En la década de 1930 se producen nuevas migraciones hacia el valle, esta vez desde el norte por parte de colonos provenientes de Osorno, Chiloé y Río Blanco (Ensenada). Entre estos la familia Gallardo (Álvarez Rabié 2020).

Aunque de acuerdo a algunos testimonios los primeros en llegar habrían sido los Maldonado, quienes se habrían asentado en el valle del Traidor. Los Gallardo se asentaron inicialmente en el sector del río Mallines, cerca de las playas y arenales del Tagua Tagua, pero luego parte de la familia habría emigrado a Primer Corral y al valle Ventisquero, en donde comenzarían una exitosa actividad ganadera (Pérez 2002; Álvarez Rabié 2020). En inmensos arreos cordilleranos, hasta 200 animales eran bajados siguiendo los cauces de los ríos Ventisquero y Puelo. Salvado el obstáculo del Tagua Tagua, sea siguiendo por el valle del Manso y el valle Cochamó, o por el del Traidor y Poicas, se continuaba camino hasta Puelo, Cochamó y Ralún. En ocasiones los animales eran entregados en los puertos de Puelo o Cochamó. Cuando no, se continuaba desde Ralún hasta laguna Patas, el Hueñu Hueñu o 44

Figura N°3 Ruta pionera del lago Inferior, Chile.

Al fondo las sierras argentinas

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Ensenada. Una vez allí los animales eran trasladados a las ferias ganaderas de Puerto Montt u Osorno.

Hacia 1936 ocurre un segundo movimiento migratorio a la zona de Segundo Corral, Ventisquero y Llanada Grande. También provenientes de Argentina llegan las familias Alegría, Müller, Eggers, Ortega, Vargas, Barrientos, Sánchez, Melo, Urrutia, Delgado y Diocares. Don Juan Bautista Alegría levantó su casa en Segundo Corral. Los Eggers se asentaron en las riberas de los lagos Las Rocas y Azul. Matías Müller por su parte se asentó en el valle Las Horquetas (Álvarez Rabié 2020).

La economía del valle se basaba para entonces en la siembra de papas, trigo, avena, cebada y otros productos hortícolas. A esto se agregaba la recolección de frutos silvestres y luego cultivados; la producción de harina, leche, miel y queso y la cría de ganado vacuno, lanar y porcino para consumo y venta, así como de aves de corral. Lo que no se producía se intercambiaba o compraba principalmente en localidades argentinas como El Manso –desde El León- y en El Bolsón y Lago Puelo desde Santo Domingo, Llanada Grande, Las Rosas o Primer Corral. Las localidades argentinas resultaban más cercanas y fáciles de alcanzar que Río Puelo, Cochamó o Puerto Montt en Chile.

Figura N°4 Galpón levantado por don Juan Bautista Alegría, Segundo Corral

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Figura N°5 Vado del Correntoso, Primer Corral

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Desde el sector de la confluencia de los ríos Manso y Puelo –de acuerdo al relato de don José Melipillán (Álvarez Rabié 2020) tomaba 6 días para ir y volver desde El Bolsón –pero no se debía cruzar el lago Tagua Tagua ni pagar los traslados. Un pilchero podía cargar hasta 100 kilos. Para consumo y venta se traía harina y yerba mate, también tallarines y aceite. Desde Segundo Corral a Lago Puelo –a caballo o a pie- se podía ir por el día.

Recordados negocios son El Chaqueño y La Bolsonesa, conocidos en Argentina bajo el giro de Almacenes de Ramos Generales (Cfr. Mendes y Blanco 1999). Los balseos y fletes transcordilleranos de personas y productos por los lagos Inferior y Puelo los hizo en su tiempo don Edmundo Vargas. El viaje era bastante rápido y se cobraba por concepto de flete; aún así era infinitamente más cómodo que ir a Puerto Montt.

En estos viajes comerciales de compra e intercambio se transaba lana, tejidos, manteca, quesos, piel de liebre y se cambiaba moneda chilena dado el caso. Los hombres viajan también por trabajo. Las mujeres por su parte llevaban sus tejidos para venderlos o intercambiarlos. Es el caso de doña Orfelina Nuñez de Segundo Corral quien tejía ropa, mantas y aperos que llevaba a Lago Puelo y El Bolsón.

Claramente se recuerdan los relatos de las sufridas experiencias de estos pioneros: abrirse camino entre las quilas significaba un enorme sufrimiento para caballos y hombres indica don Héctor Diocares (Álvarez Rabié 2020).

Seguir los ríos era riesgo de desbarrancarse y sus vados aún hoy cobran de tanto en tanto alguna vida. Quienes trajeron en su momento los animales que habían reunido en Argentina no tenían mejor suerte. Al no encontrar terreno limpio en el cual alimentarse, muchos animales morían de hambre, o la constante lluvia sumada a la mala alimentación los enfermaba y los mataba.

Para limpiar los terrenos se acudía al roce y quema -técnica muy extendida para entonces como modo de adaptación de la naturaleza a las necesidades humanas y la única manera de despejar los terrenos para construir una choza o ruco, que era la primera habitación antes de la casa o incluso que el galpón. Una vez instalados, dado el caso, se traía al resto de la familia desde Argentina.

La ropa se hacía con arpilleras, se hacían pantalones con los sacos de harina traídos desde Argentina, también las sábanas. Se utilizaba todo lo que podía servir. Como zapatos se usaban los tamangos hechos de cuero de vacuno y los chalecos se hacían con lana de oveja. El invierno era un largo encierro debido a las abundantes lluvias, mucho más significativas que hoy en día.

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Figura N°6 Traslado en Segundo Corral

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Para complementar la actividad agroganadera de la zona se instalaron luego algunos molinos hidráulicos como el de don Jorge Hube en El Bolsón. Este recibía a campesinos tanto chilenos como argentinos, quienes podían moler sus granos a cambio de la maquila –el 10% del total de la molienda.

También tenían molino don Matías Müller en Segundo Corral, los Gallardo en el Tagua Tagua y don Segundo Delgado en El Salto, Llanada Grande. De estos hoy se encuentran apenas sus rastros. En el sector del paso El Bolsón los colonos construyeron balsas para vadear el río con sus animales. Estas eran construidas con troncos que eran primero quemados para poder cortarlos a hacha en forma longitudinal. Una vez listos se les ordenaba paralelamente y se les unía con los voquis o lianas.

Ya para mediados del siglo XX, se encontraba consolidada una cultura campesina de montaña transcordillerana que sobrepasaba los conceptos de límite impuestos por los respectivos Estados chileno y argentino. Para esta fecha la presencia institucional comienza a ser más significativa. Comienzan las mediciones oficiales de Tierras por parte de geomensores, se promovía la colonización fronteriza aunque no siempre apoyada, la Corfo comienza a industrializar ciertos procesos productivos, la Fuerza Aérea comienza a hacer viajes de abastecimiento o de traslado de niños a escuelas o enfermos a hospitales, se instala la ECA y luego EMAZA. Se consolidan algunos sectores como centros poblados y se construyen pistas de aterrizaje. Pero con esto comienzan también las restricciones a la movilidad transfronteriza, del comercio y el intercambio, ya no se puede transportar animales ni productos de un lado a otro de la cordillera. Los dispositivos de control de los Estados están atentos.

Con el tiempo esto comienza progresivamente a transformar el estilo de vida de la gente de la cordillera y la cultura construída tras décadas de trabajo iría poco a poco cambiando.

La cordillera nunca significó para estas familias un obstáculo, sino más bien un espacio que les permitía la movilidad, el comercio, el intercambio y el trabajo. Un espacio de esperanza y sacrificios, un espacio de vida en el que se cruzaron cientos de historias individuales y familiares. La habían cruzado hacia Argentina y luego hubieron de cruzarla en un retorno forzado a Chile.

Sin embargo, aún hoy las familias tienen miembros en Chile y en Argentina y los traslados por visitas, por atención médica o alguna otra salvedad -aunque menos frecuentes que antaño- se siguen practicando.

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BIBLIOGRAFÍA ADMINISTRACION

DE

PARQUES

NACIONALES,

DELEGACION

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49 Figura N°5 Primeras construcciones que sirvieron de viviendas en la colonización .

Fotografía gentileza, de Sebastián Álvarez, Ilustre Municipalidad de Futaleufú.

TERCERA PARTE

MOVIMIENTOS MIGRATORIOS HISTÓRICOS EN LA CORDILLERA DE LA PROVINCIA DE PALENA Gladys Munzenmayer Redlich Escritora

MOVIMIENTOS MIGRATORIOS HISTÓRICOS EN LA CORDILLERA DE LA PROVINCIA DE PALENA

Hicieron camino al andar (Antonio Machado)

Nuestros abuelos, padres, pioneros y colonos, con una gran cuota de esperanza, rebeldía, optimismo, cooperación mutua, tesón y trabajo crearon las comunidades que hoy conforman la Provincia de Palena, Décima Región de los Lagos. Estas poblaciones en su migración y movimiento desde mediados del siglo XIX hasta parte importante del siglo XX vivieron procesos de desarraigo y arraigo, que marcaron su vínculo con el territorio de la actual provincia de Palena. Movimientos que estuvieron motivados por la contingencia política de distintos períodos a cada lado de la frontera tanto en Chile como Argentina.

Los procesos de ocupación foránea del territorio se intensificaron con la conformación de la República. Lo anterior se ejemplifica con la mal llamada “Pacificación de la Araucanía” en Chile y “La Conquista del Desierto” en Argentina, procesos de conquista que diezmaron a los pueblos Originarios y persiguieron a los nuevos habitantes que los iban poblando a medida que hacían “Camino al andar”, buscando un lugar digno donde asentarse y echar raíces. Con las poblaciones originarias reducidas los Gobiernos de la época les otorgaron tierras a colonos europeos y chilenos, en desmedro de los Pueblos originarios y de los chilenos que se habían instalado previamente en esos territorios.

Avanzado el siglo XIX se generaron una serie de expediciones incentivadas por el Estado las que buscaron describir, catalogar y mensurar el territorio austral. “Particularmente en la provincia de Palena destacan la expedición de Fontana en 1885 quien realizó un reconocimiento general del territorio en donde percibió con entera claridad que hallaba el accidente de la línea divisoria continental de aguas” (STEFFEN 2009).

Asimismo, destaca la expedición del Teniente Agustín Garrao en 1886 quien se internó hacia el Río Palena en el continente, distante a unas treinta millas de Puerto Ballena. Posteriormente, resaltan las expediciones realizadas por Hans Steffens quien, en 1893, junto a sus intrépidos exploradores, lograron establecer el curso de los grandes ríos de la región, llegando a demostrar que el Palena, el Carralenfú, y el Corcovado corresponden a tramos distintos de un mismo río.

Posteriormente, en 1895, Steffens se internó en el Río Puelo, remontándolo completamente. Descubriendo un amplio valle en el que existía una pequeña colonia fundada por chilenos en 1893, denominada Valle Nuevo, actual Valle el Bolsón. Valle que en el Laudo de 1902 determinaron que quedará 52

MOVIMIENTOS MIGRATORIOS HISTÓRICOS EN LA CORDILLERA DE LA PROVINCIA DE PALENA

para Argentina.

Si bien las primeras exploraciones al sur austral del actual Chile nacen en La Colonia con la búsqueda de recursos del bosque, estas luego se transformaron en el siglo XIX en marcar posesión por parte de la República de Chile de la zona de la Cuenca del Palena. Todo esto vinculado al Tratado de Límites, firmado entre Chile y Argentina, el 23 de julio de 1881, que situaba a la Cordillera de los Andes como divisoria. Cuestión que no se da en la práctica y toda vez que la especial característica geográfica del territorio hace imposible una demarcación clara, llevando al Laudo de 1902 y la disputa limítrofe de 1966 en la zona de Palena.

Al verse despojados de sus propiedades u hostigados por las autoridades y los nuevos colonos, decidieron emigrar a territorio argentino, otros, según algunos escritos, buscando un mejor porvenir, dado a la falta de trabajo y oportunidades en territorio chileno. Ya en territorio argentino, deambularon alrededor de 60 años algunos, otros menos, buscando donde establecerse con sus familias o las que hicieron en el camino.

Recorrieron el territorio comprendido entre las Provincias de Neuquén, La Pampa, y Río Negro, terminando mucho más al sur, en la Provincia del Chubut, en Esquel y Trevelín donde se establecieron, formando sus pequeños asentamientos, dedicándose a la misma actividad que desarrollaban en el territorio chileno de donde salieron, es decir, la agricultura y la ganadería. (Se establecen en el Parque Nacional, Los Alerces, Provincia del Chubut).

En todos los casos, las familias entraban a territorio argentino por los pasos fronterizos de las Regiones del Bío Bío, Araucanía y Los Lagos, penetrando hacia varias provincias argentinas. Se mencionan lugares como San Martín de los Andes, Ciudad Argentina (ubicada en el Noroeste de la Patagonia), Junín de los Andes, Ciudad Andina de Argentina (se encuentra en Noroeste de la Patagonia, sobre el río Chimehuín) y el territorio de los Vuriloches conocido como el Valle del Río Futaleufú. Sobre estos chilenos vamos a hablar, dado que sobre ellos se teje esta historia del poblamiento de parte de la Provincia de Palena. Se suma además la llegada a partir de 1870, de aventureros desde el territorio argentino siguiendo el Valle del Chubut en busca de minerales y se encuentran con la Región Montañosa de parajes pastosos, bien regados y con bosques abundantes.

En tanto, Chaitén y Halaihué, Territorio Insular, tienen otras corrientes migratorias provenientes de la Isla de Chiloé y la actual provincia de Llanquihue, así como también provenientes de Argentina.

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Figura N°1 Primeros profesores y alumnos de Futaleufú.

Fotografía gentileza, de Sebastián Álvarez, Ilustre Municipalidad de Futaleufú.

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El porqué de las migraciones a la cordillera Los movimientos migratorios producidos en el Territorio comprendido, desde Concepción a Valdivia, territorio de los Pueblos Ancestrales, se produjeron debido a la llegada de los colonos alemanes, españoles y chilenos privilegiados, a quienes los Gobiernos de la época les cedieron las tierras, en desmedro del pueblo mapuche y de los chilenos que se habían instalado en esos territorios: En 1912, el Congresista Malaquías Concha Ortíz, ante la Comisión de Inmigración exponía lo siguiente “...Se condenaba al silencio a los ciudadanos, se les obligaba a emigrar, se les arrojaba de sus hogares y de la tierra regada con el sudor de su frente, para buscar otro suelo, más hospitalario, el “pan del destierro”. Despoblamos la Araucanía para vender tierras y asentar al extranjero en nuestro suelo, mientras a compatriotas se les replegaba a los Valles de la Cordillera Andina, contribuyendo con su trabajo al enriquecimiento de otros” (FIORI y DE VERA 2002).

En ese sentido, el modelo colonizador llevado adelante por el Gobierno en el sur de Chile a partir de la segunda mitad del siglo XIX, acabó por expulsar a muchos pobladores espontáneos de los valles centrales de la zona.

El historiador Luis Carreño Palma (citado en FIORI y DE VERA 2002) sostiene que en la segunda mitad del siglo XIX, los chilenos no poseían acceso a la tierra como colonos, la ley los excluía y solo tenían acceso a la tierra familias inmigrantes de Europa (La Ley del 4 de agosto de 1874). Más tarde, el Gobierno apeló al sistema de subasta pública de grandes superficies de entre quinientas y dos mil hectáreas, sistema que dejaba la tierra en poder de la clase adinerada, y aunque se acordó la subasta de pequeños lotes, al alcance de pequeñas fortunas, siempre quedaba excluido el habitante pobre, que no tenía con qué comprar.

Por tanto, mientras al agricultor chileno se le negaba un pedazo de tierra y se desposeía a los primeros ocupantes, que había desbrozado el bosque y preparado la siembra, se traían a gran costo inmigrantes extranjeros a quienes se repartía hijuelas con mano pródiga y se ofrecía los medios necesarios de cultivos.

Se comprende aquí el paralelismo trazado en las políticas argentinas, por lo que muchos pequeños pobladores de las regiones de la Pampa Húmeda fueron desplazados por latifundios, debiendo buscar sus asentamientos en otras regiones del país más lejanas y menos apetecibles a los ojos de los terratenientes. Entre estas regiones se encontraba la Patagonia.

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Nuestros compatriotas, al verse despojados de sus propiedades u hostigados por las autoridades y los nuevos colonos, decidieron emigrar a territorio argentino. Según el libro “Colonos en la Huella del Futa”, buscando un mejor porvenir, dado a la falta de trabajo y oportunidades en territorio chileno.

Los pobladores que se asentaron inicialmente en las localidades de Palena y Futaleufú, tuvieron que migrar por los pasos fronterizos existentes en la región, hacia los pueblos de San Martín de los Andes, y Junín de los Andes, recorriendo las provincias de La Pampa, Neuquén y Río Negro, desplazándose luego, hacia la Provincia del Chubut, para terminar su recorrido en la zona fronteriza de Trevelín, próxima al Territorio Cordillerano Chileno.

La primera corriente migratoria comienza de este a oeste Replegados ya como se ha expuesto, una gran cantidad de compatriotas comenzaron a peregrinar muchos años por territorio argentino, buscando un lugar donde establecerse, recorriendo varias provincias, como Neuquén, Río Negro, y otras más al sur, llegando finalmente a la Provincia del Chubut, donde se establecieron al sur de la tierra de los Vuriloches, conocida como el Valle del Río Futaleufú, Colonia 16 De Octubre, lugar en el que se encontraban todos los chilenos, según testimonios de colonos (MUNZENMAYER ET AL 2018), al oeste del Parque Nacional Los Alerces donde hicieron sus asentamientos.

Hacia 1885, el Censo Nacional que se realizó en el Valle 16 de Octubre, reveló que la población de la Colonia alcanzaba a 298 personas, de las que 166 (56%) eran galesas y el resto, en su mayoría, de origen chileno, o araucano, los que llegaron al Valle desde Río Negro o Neuquén . Para 1900, en la Patagonia corría con insistencia el comentario de que hay un territorio chileno inexplorado que se puede colonizar. Les llaman “tierras orejanas” o “campos sin dueños” explica el historiador chileno. Tierras fiscales.

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Figura N°2 “Laguna espejo” Futaleufú Fotografía gentileza, de Ulises Ibacache C, Futaleufú.

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Colonización de Futaleufú

Futaleufú: Río Grande en mapudungún

En las primeras décadas del siglo XX se inició el proceso de expatriación de numerosas familias chilenas que dan origen a las poblaciones de los valles de Futaleufú, Alto Palena, Lago Verde, Simpson, Baker, Meyer, y Lago Buenos Aires, con características similares a las que abandonaron al lado argentino.

La presidencia de don José Manuel Balmaceda, en Chile, se distinguió especialmente por el deseo de incorporar en forma definitiva a la producción nacional, la extensa zona comprendida entre lo que se conoce como “Chiloé Continental” y la Provincia de Magallanes.

Como en otras comunas de la Patagonia, los primeros habitantes vivían en medio de un conflicto fronterizo entre Chile y Argentina. Entre los territorios más disputados por ambos países, Futaleufú fue uno de los más afectados. El pueblo de Futaleufú está a diez kilómetros de la frontera solamente y por mucho tiempo los límites no estuvieron claros.

El Valle del río Futaleufú es producto de una colonización espontánea, enmarcada en los procesos asociados a la colonización de Aysén, ubicados en los límites de Chile y Argentina a inicios del siglo XX. Tras los problemas limítrofes sin solución, entre los países de Chile y Argentina, en el año 1889, se lleva el conflicto al Arbitrio del Rey Eduardo VII de Inglaterra. Así, en 1902 y ya establecidos los límites arbitrales, se produce la migración de chilenos desde Argentina hacia territorio chileno.

Cabe destacar que los chilenos en territorio argentino ya habían sido conminados a salir de Zona Central y la Araucanía de Chile. Instalados luego en Argentina, fueron expulsados por las autoridades argentinas, por lo que, por último, buscaron reinstalarse del lado chileno de la frontera.

“En Futaleufú, la primera penetración de colonos comenzó en 1912, con la llegada de la familia de don Ceferino Moraga, quien junto a su familia se establecieron en el sector El Límite e impidieron el arribo de otros colonos, que querían establecerse en la comarca. Esto desencadenó una terrible tragedia en la que la familia de don Ceferino Moraga, en su mayoría hombres, fueron asesinados”.

Luego comenzó el arribo de más familias chilenas a partir de 1916 provenientes de todas partes de Argentina, iniciando así el proceso de colonización definitivo. En estos primeros tiempos, eran sólo hombres que llegaban a explorar las tierras; luego, con mayor seguridad, traían a sus familias y todas sus pertenencias, en carro, por la costa del Río Futaleufú, 56

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hasta llegar al valle del mismo nombre.

“En Futaleufú, hubo que luchar cuerpo a cuerpo con la naturaleza, pues además de desconocido para el Gobierno, no era rentable, a no ser por la soberanía que débilmente se podía ejercer”.

“Dentro de las primeras familias se encuentra la de don Humberto Vega, quienes salieron desde Carahue a Argentina y terminan su recorrido en Futaleufú. La de Ana Montecinos, proveniente de Temuco para asentarse en Estancia el Plater, Futaleufú.

Llegan luego a Futaleufú en el año 1916 las familias Vallejos, Almarza.

Entre 1917 y 1919, también las familias de don Isaías Sepúlveda, desde la Provincia de Cautín, quienes pasaron por Argentina, bajando hasta la Provincia de Chubut para entrar a Futaleufú en 1919.

Otras familias, como las de Gallardo Meljarejo, la de Juan de la Rosa Baeza, Toro, Chacano, la de don Pío Quinto Gelves y Erminda Sepúlveda; hacen el recorrido desde Villarrica y Curacautín, llegando a la Provincia del Chubut, Argentina, para luego entrar finalmente también a Futaleufú”.

En 1929 se fundó oficialmente Futaleufú. En 1945 ya había una comunidad pequeña pero establecida de este lado de la frontera, necesitando siempre de los favores del pueblo argentino, dado al aislamiento y desidia del Gobierno Chileno con estos pueblos que pasaron a ser parte de Chile casi a la fuerza.

No había caminos, ni salida a ninguna parte de Chile, si no sólo haciéndose huella al andar entre montañas, ríos, lagos y pantanos, a caballo o a pie. Por muchos años se dependió de Argentina para la subsistencia básica. Entre los testimonios de los colonos se pueden encontrar algunos que exponemos a continuación.

Luego de desalojado de los Parques Nacionales argentinos mi padre salió a buscar nuevos horizontes y fue a comprar un campo en el sector, Las Escalas, en Futaleufú y se trasladó a vivir ese año acá. (Violeta Ortega, MUNZENMAYER ET AL 2018) Cuando comenzaron las dificultades en Argentina con los chilenos que vivían allá, mi abuelo, que era gente que no le gustaba que lo manosearan, comenzó a hacer los trámites en el consulado para venirse a vivir a Chile, año 1928,1929 (Carlos Flores Jara, MUNZENMAYER ET AL 2018) ¡Cómo no iba a ser difícil! Mi papá llegó acá el año 1916 de Argentina. Acá no había nada, eran puros cañales y recién cortados los árboles (Osvaldo Vallejos, MUNZENMAYER ET AL 2018) 57

Figura N°3 Primera dotación de carabineros en Futaleufú Fotografía gentileza, Guido Retamal M, encargado Museo Futaleufú.

Figura N°4 Acto público en Futaleufú, Presencia de las primeras autoridades en la Comuna.

Fotografía gentileza, de Sebastián Álvarez, Ilustre Municipalidad de Futaleufú.

Figura N°4 Aviones que llegaban a la zona Fotografía gentileza, de Sebastián Álvarez, Ilustre Municipalidad de Futaleufú.

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Colonización de Palena

Palena: Nombre debido al Jesuita Nicolás Mascardi, en honor a su tierra natal en Italia.

El proceso de colonización de Palena se originó con un decreto del 4 de enero de 1889 que crea un asentamiento de nombre Piti Palena en la Isla Los Leones, en la desembocadura del río Palena, que años después fue disuelta, pues no pudo prosperar y el apoyo que el Gobierno de la época se había comprometido a entregar para su desarrollo fue mermando con los años hasta desaparecer.

En la práctica, el desarrollo de la comunidad de Palena comenzó el año 1911. Colonos provenientes del sur de Chile y radicados en la Patagonia Argentina, se desplazaron hacia Palena teniendo como referencia el Hito 16 colocado por los demarcadores ingleses en 1903, después del Laudo Arbitral de 1902, donde quedaron claros los límites de la zona entre Chile y Argentina. Los colonos se instalan en terrenos cercanos al Río Encuentro y el Valle California, para organizar una nueva vida y desarrollar actividades ganaderas.

Con respecto al recorrido, los colonos salieron de Chile conminados por el Gobierno y el apoyo a los colonos extranjeros que se establecieron en la zona centro sur y sur. Recorrieron desde la Región del Biobío, la Araucanía y Los Ríos pasando hacia Argentina, Provincias de La Pampa, Neuquén, Río Negro, y Chubut. Luego de un peregrinaje por tierra extranjera, buscando lugares donde establecerse y poder vivir, llegaron a la Provincia del Chubut para asentarse en el Valle 16 de octubre en la Zona de los Parques Nacionales.

Estuvieron entre veinte y sesenta años, residiendo en el vecino país, vagando por Neuquén, Río Negro y Chubut, hasta que el Gobierno Argentino comenzó el hostigamiento de los colonos chilenos que estaban viviendo en su territorio, que no eran pocos.

A comienzos del siglo XX, el Gobierno argentino, preocupado por la ocupación de zonas que consideraban suyas, se interesa en estas tierras. La policía argentina persigue y expulsa a los colonos chilenos.

Así, al saber de la existencia de tierras sin dueño, deshabitadas cerca de la frontera, decidieron partir. Luego de la expatriación desde territorio argentino, muchos colonos libres entran en Alto Palena y Futaleufú.

Desde que se tiene registro de las primeras migraciones y poblamiento definitivo de Alto Palena, se conocen nombres como el de Eleodoro Díaz 59

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Carrasco, que hacia 1911 se asentó cerca del Río Encuentro; Sandalio Retamal, que llega desde Valdivia en 1912 al sector de Río Encuentro; Elizardo Casanova, que llega desde La Unión el año 1918; Asad Said, que llegó a Puerto Ramírez desde El Líbano, pasando por Argentina y Daniel Delgado Villanueva, proveniente de La Unión y que pasó por Argentina hasta Alto Palena sector El Tigre.

Luego de estos registros, sigue la colonización hasta la década de 1940 y posterior a esto, el arribo de funcionarios públicos para desempeñar labores en las distintas reparticiones que se fueron instalando en la zona.

Colonización de chaitén

Chaitén: Canasto de aguas

A partir del siglo XVI, con la llegada de los españoles a Chiloé, comenzaron a transitar por estos territorios inexplorados tanto soldados, exploradores y misioneros jesuitas como franciscanos. Adicionalmente, y ante la escasez de madera en la Isla Grande, muchos chilotes cruzaron el Golfo en búsqueda del cotizado alerce.

Luego de la Independencia de Chile, se interesa el Gobierno y avanzado el siglo XIX, se inician viajes exploratorios y de investigación científica a la Patagonia. Además, junto a ello, comienzan a llegar pequeños grupos esporádicos de chilotes que traen animales vacunos al llamado “Potrero de Chaitén”.

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Asentamiento definitivo Al principio existían comuneros que mantenían territorio, que habían solicitado sus derechos de propiedad y a los cuales les fueron concedidos en tiempos de la Corona Española que aún dominaba la Isla Grande.

Fue así como los colonos Germán Ampuero Pérez, Ruperto García Mansilla, Olegario Borques Sánchez y Saturnino Mansilla Navarro, entre 1884 y 1885 decidieron adquirir las acciones sobre estas tierras e inscribirlas en el Registro de Propiedad de Tierras de Achao. Ya dueños de un campo de 700 hectáreas, don Juan Pedro Ampuero y su hijo Germán, retomaron la actividad ganadera y comenzaron a viajar continuamente al lugar.

En los primeros años del siglo XX estos nuevos propietarios, en vista de las enormes dificultades económicas que atravesaba la familia, dejan la Isla Grande y buscan mejor suerte en estas costas. Es así, como el 21 de septiembre de 1921, tres familias emparentadas entre sí, los Ampuero, los Oyarzún y los Pérez, salen de Achao, viajan en goleta hacia lo que hoy es Chaitén Viejo y establecen su asentamiento definitivo en ese lugar.

Doce años después, en agosto de 1933, un primo de don Ruperto García, procedente de Chulín se estableció en Piedra Blanca, sector del muelle, convirtiéndose en los primeros pobladores de la actual Chaitén.

Por otra parte, un buen número de coterráneos cruzaron la cordillera desde Chile y se establecieron localidades como Cipolletti, en la Provincia de Neuquén. Luego continuaron su movimiento hacia Trevelín, en donde se establecieron alrededor de 14 años, trabajando su chacras. Pero nuevamente debieron continuar el viaje, ahora, internándose hacia territorio chileno a causa de la hostilidad que encontraron en territorio argentino donde los vieron como una amenaza a la soberanía. Estos colonos ya habían sido sacados de su propio territorio donde prefirieron a los colonos extranjeros que a los propios compatriotas. Es así que deambularon por territorio argentino mucho tiempo, buscando donde establecerse y cuando lo habían logrado, en Los Parques Nacionales Argentinos, a orillas del Río Futaleufú, nuevamente tienen que moverse y entrar a estos territorios cordilleranos inexplorados que pertenecían a Chile a empezar todo de nuevo con sus propia fuerza y coraje, pues para el Gobierno Chileno no existían.

En el año 1933, don Manuel Llanos Burgos, nacido en Victoria en 1892, se viene a vivir a Chaitén con su esposa doña Julia Hidalgo Mena y sus diez hijos. Se establecen en el sector de Río Amarillo.

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Juan Guzmán nació en Cañete, Provincia de Arauco, el año 1882, se casó con doña Rosalba Uribe. Al poco tiempo emigran a San Martín de los Andes, donde se dedicó principalmente a labores de campo. Allá la familia creció y contaban con doce hijos. Igualmente, tuvieron que moverse buscando mejores condiciones y un terreno donde asentarse y se establecieron en Trevelin, Provincia de Chubut.

En vista de las presiones que las autoridades argentinas estaban ejerciendo sobre los colonos chilenos, deciden después de un difícil y peligroso viaje exploratorio, junto a otros chilenos, establecerse en la zona de Chaitén, llevando luego a sus familias.

Luis Vásquez nació en Cauquenes, muy joven y como muchos chilenos buscó suerte en Argentina. En ese país recorrió diversos pueblos trabajando en faenas de campo. No se conoce desde dónde llegó a Trevelin, pero allí conoció a Francisca Cerda, una adolescente a la que rapta y en un viaje de aventura la lleva a Chaitén, esto sucedió el año 1931, llegando a ser parte de las primeras familias que se establecen en la costa.

Colonización de Hualaihué

Hualaihué: Lugar de Hualas o aves acuáticas

Tras la llegada de los españoles al Archipiélago de Chiloé en la segunda mitad del siglo XVI, chilotes y extranjeros, misioneros y soldados comenzaron a explorar las costas cordilleranas entre el fiordo de Comau y la Península de Huequi, atraídos especialmente por descubrir la mítica “Ciudad de los Césares”.

En esta misión, entre 1772 y 1786, el fraile Franciscano Francisco Menéndez realizó varios viajes al valle del Río Vodudahue, llegando hasta el lago argentino del mismo nombre.

A partir del siglo XVII comienzan a arribar trabajadores, en su mayoría indígenas, bajo el sistema de encomiendas a extraer el alerce y otras maderas nativas para abastecer los astilleros de Calbuco. Durante el siglo siguiente, dado al crecimiento de la demanda de madera, debido a la construcción de iglesias de Chiloé y la construcción de ciudades como Ancud y Maullín, grupos de españoles, mestizos e indios con sus familias a cuestas llegaban cada verano para subir las escarpadas laderas en busca de los alerces de Melipulli hoy Puerto Montt y en la desembocadura del Reloncaví.

Tal era la importancia del alerce que la tabla de madera se usaba como moneda de cambio y era conocida como “Real de madera”. Durante 62

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el siglo XVIII, el territorio cordillerano de Chiloé empezó a ser visitado por los habitantes de Calbuco y de Castro para la extracción del alerce.

De acuerdo a antecedentes históricos, se tiene conocimiento que desde el siglo XVIII los chilotes recorrieron estas regiones en busca del alerce, que con el tiempo se transformó en la principal actividad económica de Chiloé.

Se establecen aquí campamentos temporales para las faenas que se realizan entre los meses de septiembre y mayo. Cada vez con más frecuencia, comienzan a llegar vecinos de Chacao, Calbuco, y Carelmapu.

En el siglo XVIII esta zona dependía administrativamente de Chiloé. Era de hecho el confín oriental de esta Provincia que limitaba al norte con Valdivia y al sur con el Cabo de Hornos. En el Período Republicano fue creada la Provincia de Llanquihue y en 1861, Hualaihué pasó a depender de ésta pasando a formar parte de la Cuarta Subdelegación del Departamento de Carelmapu, cuya capital era Calbuco.

“Como antecedente se dice que Bernardo O’Higgins le entregó un gran paño de tierra a un indígena llamado Picul, y que este dividió en cuatro fundos, uno para cada uno de sus hijos: Rolecha, Hualaihué, Pichicolo y Colimahuidán. Este último fue comprado por Domingo Villarroel a un alto almirante de la Armada, a finales del siglo XVIII. Es con la llegada de Villarroel que comienza la colonización de Hualaihué o por lo menos la que vive con más fuerza en la memoria de sus habitantes”.

Hacia finales del siglo XVIII y a principios del XIX ya se habían iniciado los asentamientos estables en la zona. Sectores como, Lleguimán, Aulen, Rolecha, Hualaihué y Hornopirén comienzan lentamente a ser colonizados por chilotes y calbucanos.

Según el censo de 1865, los primeros distritos, esto es Contao, Lleguimán, y Hualaihué, sumaban en ese tiempo 453 habitantes. En 1891 Hualaihué pasó a integrar la Comuna de Calbuco. Sin embargo, en 1928, tras la disolución del Departamento de Carelmapu, el territorio comprendido entre la boca del Estuario de Reloncaví y el Río Vodudahue quedó bajo la administración de Puerto Montt.

Entre la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX fueron llegando los primeros pobladores estables desde los archipiélagos de Chiloé y Calbuco y otras zonas adyacentes. “Sus vidas no fueron muy diferentes a las de sus antecesores que venían en busca del alerce, que, a pesar de su abundancia y la alta demanda, no se tradujeron necesariamente en condiciones laborales favorables. La economía y la sociedad que se generó en torno a la 63

MOVIMIENTOS MIGRATORIOS HISTÓRICOS EN LA CORDILLERA DE LA PROVINCIA DE PALENA

explotación del alerce estuvieron marcadas por el dolor y la pobreza” “Estos primeros colonizadores, de manera paralela a la explotación del alerce, desarrollaron una intensa agricultura mediante la cual se producía avena, linaza, papa, trigo, habas, zanahorias, entre otros cultivos, además de la ganadería de vacunos y ovejas. Así, luchando con la sinuosa geografía se las arreglaban para sobrevivir complementando estas actividades con la recolección de mariscos y la pesca para autoconsumo”.

“En síntesis, es con la llegada de la familia Villarroel que comienza la colonización de Hualaihué o por lo menos la que vive con más fuerza en la memoria de sus habitantes. A la familia Villarroel se suman las familias Leiva, Huichaquilén, Paillacar, Millaquén, los Leviñanco, los Antiñirre, los Paillán. En Hornopirén, en la zona costera, los Marín, los Báez, los Vargas, los Soto, los Núñez. En Huinay los Hernández y los Gonzales. En Cholgo los Maldonado y los Caipillán, en su mayoría de Chiloé. En el lago Cabrera los Cárdenas, los Peranchiguay, los Toledo, y los Montiel. Todos estos apellidos siguen estando en la Comuna, dándole a Hualaihué una identidad especial, una historia que sigue viva”.

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LA MOVILIDAD PREHISPÁNICA Y COLONIAL

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Cartografía Gente en Movimiento

La siguiente cartografía es de elaboración propia en base a la información recogida en la bibliografía citada y sistematizada por el autor y autoras para estos efectos.

proyecto financiado por la convocatoria 2020 del Fondo del Patrimonio Cultural, administrado por el Servicio Nacional del Patrimonio Cultural.